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Señalar los cuatro elementos comunes entre Juan y los sinópticos

A) Concordancias:
B)  En algunas ocasiones Juan concuerda con los tres sinópticos:
C) * El dicho de que el Bautista no es digno de desatar la sandalia del que viene
tras él: Jn 1,27 = Mc 1,7; Mt 3,11; Lc 3,16.
D) * Cinco panes y dos peces en la multiplicación para los 5.000: Jn 6,9 = Mc 6,38;
Mt 14,17; Lc 9,13.
E) * Doce canastos sobrantes: Jn 6,13 = Mc 6,43; Mt 14,20; Lc 9,17.
F) * Bendito el que viene en el nombre del Señor: Jn 12,13 = Mc 11,9; Mt 21,9; Lc
19,38.
G) * Anuncio de negaciones y canto del gallo: Jn 13,38 = Mc 14,30; Mt 26,34; Lc
22,34.
H) * E inmediatamente cantó el gallo: Jn 18,27 = Mc 14,72; Mt 26,74; Lc 22,60.
I) * La pregunta de Pilatos “¿Eres tú el rey de los judíos” y la respuesta de Jesús:
“Tú lo has dicho”: Jn 18,33-37 = Mc 15,2; Mt 27,11; Lc 23,3.
J) * El título de la cruz: “Rey de los judíos”: Jn 19,19 = Mc 15,26; Mt 27,37; Lc
23,28.
K) * José de Arimatea pidió el cuerpo de Jesús: Jn 19,38 = Mc 15,43; Mt 27,58; Lc
23,52.

Juan comparte los siguientes materiales con los sinópticos:

Actividad de Juan el Bautista: 1,19-34


Purificación del templo: 2,13-16
Curación del hijo de un funcionario: 4,46-54
Multiplicación de los panes: 6,1-13
Jesús camina sobre las aguas: 6,16-21
La confesión de Pedro: 6,67-71
La unción de Betania: 12,1-12
La entrada en Jerusalén: 12,12-19
La última cena: 13
El anuncio de la traición: 13,21-30
La predicción de las negaciones de Pedro: 13,36-38

Juan presenta solo tres milagros de los 29 que hay en los sinópticos: la curación del hijo del
funcionario, la multiplicación de los panes y el camino de Jesus sobre las aguas. Añade
cuatro milagros mas que no aparecen en los sinópticos: boda de Cana (2, 1-11), piscina de
Betesda (5, 1-9), ciego de nacimiento (9, 17) y resurrección de Lazaro (11, 1-44).
Como usan el antiguo testamento Juan y como lo usan los sinópticos.
El evangelio de Juan ofrece la respuesta a la inquietud humana por conocer a Dios y
propone a los lectores la contemplación de Jesucristo como único camino válido para llegar
a este conocimiento. Nadie puede llegar al Padre si no es a través de Jesucristo (cf. Jn 14,6).
Pero no por una simple visión de su carne, sino por una profunda mirada, una
contemplación, desde la fe, que permitirá vislumbrar su gloria. En el Antiguo Testamento
se afirma con frecuencia que ningún ser humano puede “ver” la presencia misma de Dios:
“Ningún hombre puede verme y seguir viviendo” (Ex 33,20; ver: Ex 19,21; Dt 4,12.15;
18,16; Jue 13,22; Is 6,5; Sir 43,31). Si en Ex 24,10-11 se dice que Moisés y los ancianos de
Israel “vieron” a Dios, utilizando los verbos ‫ ראה‬y ‫ חזה‬e indicando una percepción visual,
una teofanía, sólo se trata de expresiones heredadas de antiguas tradiciones que los textos
posteriores y la misma tradición rabínica se ocuparon de explicar y modificar.1 En algunos
casos se utilizan las expresiones “ver el rostro de Dios” o “ver a Dios”, pero es sólo un
lenguaje figurado para indicar la participación en la liturgia del templo (p.e. Ex 23,15; Sal
42,3; 84,8; etc.). Muchos textos del Antiguo Testamento, para salvaguardar la trascendencia
divina, evitan las expresiones que pueden llevar a entender que Dios es visible para los ojos
humanos. En esos casos, los términos ‫ ראה‬y ‫ )”חזה‬ver”) no se utilizan para indicar una
visión de la presencia misma de Dios. A los que pretenden ver la divinidad, Dios sólo les
permite ver su gloria. Por esa razón se prefiere utilizar la expresión “Dios manifestó su
gloria” (Nm 16,19; Dt 5,24; Sal 102,17; Ez 10,4; etc.). En esos casos se entiende que la
“gloria” de Dios2 es la manifestación exterior del poder y de la santidad de Dios, y se
representa por la nube, la luz, el fuego, el ruido…, elementos que producen temor (Ex
19,16) y revelan que Dios está presente, al mismo tiempo que actúan como una pantalla que
impide que Dios sea percibido por los ojos humanos. Pero principalmente se dice que los
seres humanos “ven la gloria de Dios” cuando experimentan sus actos salvíficos, cuando
perciben los actos salvadores en los que Dios pone de manifiesto el ejercicio de su poder
(p.e. Ex 16,6-7; Nm 14,22; Is 66,18...). En estos casos, cuando se menciona “la gloria”, no
se habla de la nube, el fuego, el ruido..., sino de los mismos hechos de la salvación como la
salida de Egipto, el retorno de la cautividad en Babilonia, etc.3 Cuando Moisés pidió al
Señor: “Por favor, déjame ver tu gloria”, el Señor le respondió mostrándole su amor, su
misericordia (Ex 33,19), pero de inmediato se puntualizó que la misma presencia del Señor
no podía ser vista por ningún mortal (v. 20).
Es necesario tener presente este trasfondo veterotestamentario para comprender el sentido
de las controversias que se suceden a lo largo del evangelio de Juan. La afirmación de que
la presencia misma de Dios no puede ser captada por los ojos humanos, expresada de
diversas formas en el Antiguo Testamento, sostenida por el judaísmo
y repetida en otros lugares de los escritos joánicos (5,37; 6,46; 1Jn 4,12.20), es retomada
por el prólogo del evangelio de Juan en la afirmación lapidaria de su último versículo: “A
Dios nadie lo vio jamás (Θεὸν οὐδεὶς ἑώρακεν πώποτε)” (Jn 1,18a). Esta expresión tiene un
marcado tono polémico. Si se afirma de modo tan enfático que nadie ha visto a Dios, es
porque el autor del evangelio está cuestionando a todos los que pretenden ser mediadores
del conocimiento divino. En este texto, y en el conjunto del evangelio de Juan, se trasluce
una situación de conflicto, en manera inmediata, con los grupos de opositores a Jesús que
hacían alarde de “conocer a Dios” porque eran conocedores y celosos practicantes de la Ley
(7,28; 8,19.54-55). Si bien sabían que Dios era conocido por sus actos salvíficos, en la
práctica se le daba más peso al conocimiento de su voluntad expresada en la Ley (5,10;
9.16; 19,7).
Muchos textos del Antiguo Testamento, y toda la tradición judía posterior hacían énfasis en
que la Ley era el “camino” para llegar a Dios. La Ley era la expresión de la voluntad
divina, y la persona que la practicaba íntegramente, rigurosamente, entraba en una especie
de comunión con Dios. De allí que el término “camino” pasó a ser una metáfora
privilegiada para designar los mandamientos de Dios (Dt 5,33; 9,12.16; 11,28; 13,6; etc.).4
En un tono claramente polémico, el Evangelio de Juan muestra a Jesús proclamando que él
es el único camino para ir al Padre: “Yo soy el Camino... nadie va al Padre sino por mí” (Jn
14,6).
En los escritos joánicos la visión de Dios “cara a cara” está anunciada sólo para la
escatología, y para que esto suceda, los fieles deberán pasar por una transformación: la
condición humana será transformada de modo que seremos “semejantes a él porque lo
veremos tal cual es” (1Jn 3,2).8 Mientras llega esa hora, Dios revela su gloria de manera
velada, como lo hacía en el Antiguo Testamento, pero esta vez a través de los signos que
realiza aquel que es su enviado: su Hijo Jesucristo (Jn 14,6).

Mateo, Marcos y Lucas, o los Evangelios sinópticos, difieren de Juan en que se reflejan
estrechamente en sus cuentas. En estos tres evangelios, encontramos una redacción,
cronología y referencias al Antiguo Testamento similares. Si bien debemos esperar
narraciones consistentes entre todos los evangelios, las similitudes entre los sinópticos
parecen sugerir que fueron escritos confiando unos en otros o en una fuente externa.
Incluso en medio de las similitudes, todavía encontramos contenido que es exclusivo de
uno o dos libros.

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