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Significado de la oración de Jesús Mateo 6:9-13

Se puede clasificar en 7 Peticiones

1. Padre nuestro que estas en los cielos


2. Santificado sea tu nombre
3. Venga tu reino
4. Hágase tu voluntad
5. Danos hoy el pan de cada dia
6. Perdona nuestras ofensas asi como nosotros perdonamos a los que nos ofenden
7. No nos meta en tentación

Primero: Padre nuestro que estas en los cielos


Cuando se visita a un rey o una personalidad importante tiene que someterse a todo el protocolo en su
visita, se visten las mejores ropa, apagan los celulares para que no haya interrupción, se buscan las
palabras adecuadas para expresarse, si esto se hace con los hombres cuanto mas debe hacerse con
Dios

Salmos 103:13¿Así pagáis a Jehová, Pueblo loco e ignorante? ¿No es él tu padre que te
creó? Él te hizo y te estableció.

Isaías 63:16 16 Pero tú eres nuestro padre, si bien Abraham nos ignora, e Israel no nos conoce; tú, oh
Jehová, eres nuestro padre; nuestro Redentor perpetuo es tu nombre.

Jeremías 3:4 4 A lo menos desde ahora, ¿no me llamarás a mí, Padre mío, guiador de mi juventud?

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Jeremías 3:19 Yo preguntaba: ¿Cómo os pondré por hijos, y os daré la tierra deseable, la rica
heredad de las naciones? Y dije: Me llamaréis: Padre mío, y no os apartaréis de en pos de mí.


Malaquías 1:6 El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde
está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh
sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?

10 
Malaquías 2:10 ¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?
¿Por qué, pues, nos portamos deslealmente el uno contra el otro, profanando el pacto de nuestros
padres?

Para los judíos Dios era visto como un Ser Santo, Justo y temido por sus grandes juicios. La
invocación de Padre tiene un doble significado. Por un lado nos muestra el lado amoroso  y
compasivo de Dios al presentarlo como Padre nuestro, pero también nos enseña que es un Ser
glorioso al que debemos temer y reverenciar por su gran santidad y gloria al estar sentado en su
trono en los cielos.

La posibilidad de tener una relación así con Dios, fue una idea revolucionaria en el primer siglo
(Mateo 6:9). El Antiguo Testamento contiene apenas quince referencias a Dios como “Padre”, y éstas se
refieren fundamentalmente a Él como el padre del pueblo hebreo; la idea del Señor como un Dios
personal de las personas, no es evidente sino hasta el Nuevo Testamento.

Sin embargo, ésa fue exactamente la razón por la que Jesucristo vino a la tierra, para morir en la cruz por
nuestros pecados y revelar al Padre celestial, para que usted y yo pudiéramos conocerlo a Él más
íntimamente.

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“Padre”, que aparece 245 veces en el Nuevo Testamento, fue la palabra favorita de Jesús para referirse a
Dios; la mencionó catorce veces sólo en el Sermón del monte, y también utilizó este nombre para
comenzar a orar (Mateo 5-7). El propósito de Dios es revelar que Dios no es solamente una fuerza
trascendente en algún lugar del universo, sino más bien un Padre celestial amoroso y personal
que está profundamente interesado en los detalles de nuestra vida.

Segundo: Santificado sea tu nombre

La palabra santidad significa “ser separado de”, por tanto al pedir que su Nombre sea santificado lo que
pedimos es que su Nombre sea tratado y reconocido de manera diferente a los dioses o ídolos de esta
tierra.

“No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su
nombre en vano.”, (Éxodo 20:7).

Por tanto, si bien es cierto que Dios es nuestro Padre y tenemos la confianza de acercarnos a Él, también
debemos guardar un temor reverente a su presencia ya que es un Dios excelso en
santidad. También nosotros santificamos su nombre cuando testificamos con nuestra conducta
una vida piadosa delante de los hombres. Para que su nombre sea santificado nuestro testimonio tiene
que ser tal que Dios tiene que ser glorificado cuando los hombres vean la obra que Él ha realizado en
nuestras vidas. La verdadera adoración y exaltación de su nombre está en nuestra manera de vivir ya
que nosotros somos sus cartas leídas.

Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres;
siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el
Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón”.
2 Corintios 3:2-3
Es interesante que, inmediatamente después de la referencia a nuestro Padre celestial, se
mencione la santidad de Dios, precisamente el atributo que separa al hombre pecador del Él.
Por eso, aunque es verdad que todo el mundo puede pronunciar esta oración, sólo aquellos que
verdaderamente pueden llamar a Dios su Padre, tienen el derecho de hacerla.

Por otra parte, Jesús dijo: “Nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). El intento de
acercarse al Padre prescindiendo del Hijo, equivale a llamar mentiroso a Jesús. La explicación
es que la palabra “Padre” implica una relación y el ser parte de una familia. Cristo es la puerta
para ingresar a esa familia (Juan 10:9, Gálatas 3:26); por eso, ¿cómo puede un incrédulo
decir que es un “pariente” si rechaza la única entrada que hay a la familia de Dios?

La sugerencia superconceptual de la palabra santo (siempre conforme al modo bíblico de pensar


y hablar) se refiere en Dios a su divina identidad. En consecuencia, pedir que «su nombre
sea santificado» expresa el deseo filial de que Dios se manifieste y sea reconocido por los
hombres como Dios auténtico. Que su identidad revelada -su rostro de Padre- se muestre
patente y eficaz sin límite en el ámbito de toda existencia humana.

Entonces, cuando Jesús instruyó a sus discípulos a decir "santificado sea tu


nombre", declaró que el nombre de Dios es santo y mostró reverencia a ese
nombre.

El nombre de Dios posee en sí mismo una naturaleza santa. Cuando Isaías recibió el
llamamiento divino escuchó el canto más excelso y sublime que se haya cantado: “Santo,

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santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.”. Esta
declaración del carácter de Dios quita toda pretensión de honra y gloria a los mortales.

Lo primero que Dios pidió (Ex. 20:1-7). El asunto de santificar el nombre de Dios es tan
importante que  el “Decálogo” (los Diez Mandamientos), lo más grande que se ha escrito para
regir la vida moral y espiritual, se asegura que el nombre de Dios aparezca en primer lugar 
para ser reconocido, pero sobre todo, para que no sea tomado en vano. Dios quiso que su
pueblo santificara su nombre desde el mismo comienzo de su formación. ¿Por qué razón?
Porque él es muy celoso de su nombre. Desde un principio dijo que no daría su gloria a  ningún
otro.

Ejemplo e Ilustración real

Tan digno fue ese nombre  que los copistas que traducían   las sagradas Escrituras,
cuando tenían que escribir ese nombre, se detenían. Lo primero que hacían era bañarse y
cambiarse de ropa para poder escribir esa palabra. Además, el instrumento con que
habían escrito antes, lo desechaban por uno nuevo.

Dios demuestra Su santidad en el mundo creando un pueblo santo que invoque Su


nombre, proclame el evangelio y realice buenas obras (Efesios 2:10).

La petición "santificado sea tu nombre" es la primera en el Padrenuestro. De inmediato, Jesús


nos quita todo el protagonismo y dirige nuestra atención a Dios. Todo gira en torno a Él, a
Su santidad y a Su obrar en el mundo. Jesús nos enseñó que debíamos empezar nuestras
oraciones reconociendo al Dios al que oramos. Es un Padre amoroso que nos invita a Su
presencia. Él se preocupa sinceramente por nosotros. Dios es santo y digno de todo honor, y
nuestra primera prioridad es orar para que el mundo vea lo santo y glorioso que es.

En otra ocasión, Jesús oró por Sus seguidores: "No ruego que los quites del mundo, sino que
los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en
tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al
mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados
en la verdad" (Juan 17:15-19)

Primera Pedro 3:15 nos dice: "santificad a Dios el Señor en vuestros corazones". Santificar
en este versículo es otra traducción de la palabra griega para "santificado". Una de las formas en
que santificamos el nombre de Dios es reconocer a Jesús como Señor y vivir nuestras vidas
para honrar a Dios.

Tercero: Venga tu Reino

En los Evangelios las palabras el reino de Dios y el reino de los cielos se usan indistintamente y se refiere
al gobierno soberano, glorioso y poderoso de nuestro Señor. El concepto del reino de Dios no es

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exclusivo del Nuevo Testamento, de hecho en el libro del profeta Daniel se hace mención de un reino
eterno que se establecerá en esta tierra, y el profeta Isaías nos da más detalles en cuanto a dicho reino
mesiánico.

Jesús enseñaba acerca del reino de Dios: “y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos  se
ha acercado”, (Mateo 3:2);

La palabra griega que aquí se traduce como reino es basileía (βασιλεία) e involucra tres aspectos
importantes: el territorio sobre el cual el rey reina; la dignidad real, su majestad y gloria; y el
ejercicio de su poder soberano, o su reinado efectivo. Por tanto, podemos decir que la petición de
venga tu reino se orienta más a la tercera, ya que si bien es cierto su reino esta entre los creyentes,
no ha llegado a la consumación completa la cual iniciara cuando Jesús venga en gloria en su
segunda venida y establezca su reino de mil años. En nuestras peticiones nunca debe faltar aquella
que exprese nuestro anhelo porque Dios establezca su reino entre nosotros, por eso el Señor en el libro
de Apocalipsis en su último capítulo alienta a los cristianos a mantenerse santos y preparados, esperando
ardientemente su segunda venida: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el
que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente… El que da
testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor
Jesús”. (Apocalipsis 22:17, 20).

¿Por qué es tan importante que venga el Reino de Dios? ¿Por qué Jesucristo nos enseñó a
pedir por su venida?

El Reino de Dios fue un tema sobre el cual Jesucristo predicó muy a menudo durante su
ministerio en la tierra. En Mateo 24:14 nos dice que “será predicado este evangelio [buenas
noticias] del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces
vendrá el fin”. Y en Mateo 6:33 nos insta diciendo: “buscad primeramente el reino de Dios”.
Pero, ¿por qué? 

En Mateo 24:21-22, Cristo también revela que, antes de aquél “fin” habrá un tiempo de “gran
tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si
aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos
días serán acortados”. ¿Qué tiene esto que ver con nosotros? ¿Y cómo es que la humanidad
llegará a tal punto?

Los seres humanos son incapaces de resolver sus problemas

Seis mil años de historia humana han comprobado que los hombres no pueden resolver
sus problemas de convivencia sin recurrir a la guerra. De hecho, como explica Max Lucado,
“De acuerdo con el Canadian Journal del ejército, la guerra ha dominado la historia
documentada. Desde 3600 a.C., el mundo ha conocido sólo 292 años de paz. Durante este
período ha habido 14.531 guerras y se estima que 3.640 millones de vidas se han perdido
en ellas”.

Esta evidente tendencia de los seres humanos hacia la violencia lamentablemente ha dado pie a
la teoría de que la guerra es un fenómeno normal y necesario para que puedan darse los pocos
años de paz que el mundo ha tenido.. Y como consecuencia de esta idea, la humanidad
permanece en guerra casi sin tregua; si creemos que la guerra es necesaria, tendremos guerra.

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El problema del razonamiento humano

Pero el razonamiento humano sin la guía de Dios puede ser muy peligroso. Como advierte el
profeta Jeremías, “el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar
sus pasos” (Jeremías 10:23).

En otras palabras, Jeremías está reconociendo que el hombre no puede gobernarse a sí


mismo apropiadamente ni tomar buenas decisiones por sí solo. Si bien la psicología popular
nos aconseja buscar las respuestas a los problemas de la vida en nuestro interior, la verdad es
que no siempre tenemos las respuestas. Como leemos en Proverbios 14:12, “Hay camino que
al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”.

Lo que muchos ignoran es que los problemas más graves de la humanidad son de índole
espiritual. Lamentablemente, nuestra forma natural de pensar y actuar tiende a ser contraria a
la voluntad de Dios.

En Romanos 8:6-7, el apóstol Pablo describe esta debilidad humana diciendo: “Porque el
ocuparse de la carne [seguir nuestra manera natural de pensar] es muerte, pero el
ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad
contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”.

Y, a través del profeta Isaías, Dios reprende al pueblo de Israel con las siguientes
palabras: “vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios…
Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad;
vuestros labios pronuncian mentira, habla maldad vuestra lengua. No hay quien clame por
la justicia, ni quien juzgue por la verdad; confían en vanidad, y hablan vanidades;
conciben maldades, y dan a luz iniquidad” (Isaías 59:2-4).

Luego, Isaías continúa describiendo las consecuencias de rechazar a Dios: “el prevaricar y
mentir contra Jehová, y el apartarse de en pos de nuestro Dios; el hablar calumnia y rebelión,
concebir y proferir de corazón palabras de mentira. Y el derecho se retiró, y la justicia se puso
lejos; porque la verdad tropezó en la plaza, y la equidad no pudo venir. Y la verdad fue detenida,
y el que se apartó del mal fue puesto en prisión; y lo vio Jehová, y desagradó a sus ojos, porque
pereció el derecho” (vv. 13-15).

“La mentira”

Al acercarse el fin de esta era—justo antes del regreso de Jesucristo—el rechazo del hombre a
la ley de Dios y el pensamiento tergiversado que se deriva inevitablemente de esto, llevarán a
muchos a caer en el engaño de un falso líder religioso.

Como leemos en 2 Tesalonicenses 2, durante los tiempos del fin existirá una persona que
se sentará en el templo de Dios y engañará a muchos, a quienes Dios “envía un poder
engañoso, para que crean la mentira” (v. 11).

Esto no significa que Dios engañará a la gente deliberadamente; más bien, les


permitirá hacer lo que deseen y tomar sus propias decisiones, lo cual incluye rechazar a
Dios y sus enseñanzas. Pero, cuando un ser humano elige seguir su propio camino en
lugar del camino de Dios, pierde la capacidad de tomar decisiones sensatas. El rechazo
que los países han demostrado tratando de quitar Dios y la Biblia de la vista de todos es un claro
ejemplo de esto. A medida que los seres humanos olvidan a Dios y sus mandamientos, van
perdiendo más y más la guía espiritual que tanto necesitan.

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Rechazar a Dios siempre trae consecuencias

La historia de Adán y Eva nos revela la razón por la cual los seres humanos han perdido
la capacidad de tomar buena decisiones. Como leemos en Génesis 2:15-17, Dios estaba y
sigue estando a cargo de todo; Él mismo se muestra como Rey y Creador. En un principio, era el
quien tenía la autoridad sobre la vida humana y es por esto que entregó sus mandamientos para
regularla. Lamentablemente, Adán y Eva decidieron rechazar esta revelación divina y negar la
autoridad de Dios en sus vidas.

Adán y Eva creyeron la mentira de Satanás, quien les aseguró que el hombre era capaz de
tomar decisiones propias sin la guía de Dios y aun así obtener buenos resultados
(Génesis 3:1-7; 9:11). Esa fue “la mentira” que engañó a los primeros seres humanos. Y fue
Satanás quien inició la falsa creencia de que el hombre puede decidir qué es correcto e
incorrecto sin la ayuda de Dios.

Este pensamiento es la base de la moderna relativización de la verdad, que ha llevado a


muchos a tomar las enseñanzas de la Biblia como meras opiniones. Pero, como dijo
Jesucristo, la Palabra de Dios “es verdad” (Juan 17:17). Es el pensamiento tergiversado que
resulta del rechazo a la guía de Dios lo que ha conducido a la humanidad hacia una vida de
pecado y violencia (consulte Romanos 1 e Isaías 59), lo cual también vemos ilustrado en los
primeros capítulos de Génesis. La violencia es nada menos que el fruto de una decisión
equivocada.

¿Por qué es necesario que venga el reino de Dios?

¿Existe alguna cura para este errado pensamiento humano que produce guerras, violencia, dolor
y sufrimiento? La respuesta está en “venga tu reino”. El Reino de Dios, gobernado por
Jesucristo, es lo único que puede salvar a los seres humanos de sí mismos.

Jesucristo predicó sobre un reino y mundo nuevo donde “el Altísimo gobierna el reino de los
hombres, y que a quien él quiere lo da” (Daniel 4:17), un reino donde la naturaleza de los
hombres será transformada a medida que decidan obedecer a su Creador.

Actualmente, el ser humano no puede gobernarse a sí mismo porque ha rechazado la


revelación y autoridad de Dios; en lugar de obedecer a Dios, lo cual produce paz, se ha
tomado la libertad de decidir lo que es correcto e incorrecto, perjudicándose a sí mismo.
Jesús nos enseñó a pedir “venga tu reino” porque sabía que el hombre y su naturaleza llevarían
al mundo a ese punto en que “si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo”.

Nuestra parte

La decisión más importante que tomaremos alguna vez es determinar quién será el Señor de
nuestra vida. Si nos sometemos a la autoridad de Dios y obedecemos sus mandamientos,
encontraremos el camino a la paz y la vida eterna.

Cuando pedimos a Dios “venga tu reino” en nuestras oraciones cotidianas, también recordamos
nuestra responsabilidad para con Dios y reforzamos la visón del futuro maravilloso que Dios ha
preparado para quienes le obedecen—un futuro glorioso que seguramente no querrá perderse.
¡No olvide pedir a Dios “venga tu reino” y vivir por esa esperanza!

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