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La construcción de una identidad empática en confrontación con

muchas experiencias de "borramiento" de la alteridad.


Beatriz Adriana Vázquez Badillo
beatriz.vazquez@isceem.edu.mx

“A veces nos sobrevienen determinados acontecimientos (pero solo después que ocurrieron
sabemos que fueron tales) que abren una brecha en nuestra existencia cotidiana, marcando
una distancia entre un antes y un después, entre un pasado y un futuro, y nos instalan en un
presente que podemos experimentar como angustia. Tratándose de nosotros –seres de una
frágil condición– dichos acontecimientos resquebrajan la idea que tenemos de la historia
como continuidad y como progreso” (Fernando Bárcena y Joan-Carles Mèlich)

A mí me gusta más escribir que hablar, desde que era muy pequeña, encontré en la escritura
una forma de expresión que no me permitía el lenguaje verbal. Por otro lado, la lectura de
diferentes textos, desde ese entonces, me han brindado las palabras adecuadas para decir
justo lo que quiero.

Creo que la escritura me gusta porque implica un proceso más lento, más reflexivo y quizá
hasta más consciente. Para mí, exponer una idea de manera verbal me parece un proceso
demasiado rápido en el que mi mente y mi voz tienen que actuar simultáneamente, y eso se
me dificulta. Se me dificulta aún más cuando al instante no encuentro la palabra acertada y
digo otra cosa que no quería decir, o cuando no hago las pausas adecuadas para que quien
me escuche encuentre el sentido de lo que digo.

La desventaja que tiene para mí la expresión verbal a diferencia de la expresión escrita es


que no tengo oportunidad de corregir; no puedo volver a escuchar lo que dije y hacer las
adecuaciones necesarias para que la idea sea más clara y alejada de muletillas y vicios
verbales. Por eso amo la escritura y digamos que “convivo” con la expresión oral

Hago todo este preámbulo, porque a manera de confesión, quisiera ser como las demás
personas; quisiera poder expresarme verbalmente tal como lo hago de manera escrita. No sé
en qué momento exacto de mi vida surgió este aprecio por la escritura y esta exclusión de la
oralidad, pero lo cierto es que, si pudiera ir a ese momento haría lo posible para cambiar un
poco esa exclusión. La razón es porque he tenido tantos encuentros con el otro que han sido
únicos, irrepetibles, cruciales en la vida, y los he dejado pasar sin decir una sola palabra de
todo lo que quería decir y que estaba en mi mente.
La verdad es que, algo que he aprendido en la maestría es que uno está hecho de historias,
de encuentros con las demás personas, de experiencias, de lo que hemos percibido con
nuestros sentidos, pero también de lo que imaginamos y soñamos. Y esto es de lo que
quiero hablar un poco, como si éste escrito fuera parte de la presentación que hice como
sujeto cultural.

Comenzaré por narrar que, antes de este seminario, me jacté durante mucho tiempo, creo
que aproximadamente nueve años, que yo tenía la capacidad de comprender al otro; a mis
padres, a mis hermanos, a compañeros, amigos, conocidos, etc. Con un pedacito de historia
que conociera de cada uno de ellos, consideraba que ya tenía un referente valioso para
comprender el por qué actuaban de tal o cual manera, las posibles razones para hacer o
pensar de determinada manera, etc.

Esta cualidad, que ahora ya no puedo llamar comprensión (porque, como dice Berlanga, al
intentar comprender al otro lo nulifico, lo borro), no fue de gratis; me tomó todo el tiempo
que llevo de vida. Esta cualidad, que por ahora sólo puedo llamar empatía, tiene su origen
en mi familia.

Yo crecí, como diría Anzaldúa o Maalouf, en la frontera. Pero la frontera es un poco


distinta a la que ellos expresan en sus escritos, aunque no deja de coincidir con aspectos
que ellos mencionan. Entonces, mi vida se origina en el encuentro de dos mundos que no
eran diferentes, sino que eran radicalmente opuestos: el de mi madre y el de mi padre. Sé
que es muy académico pero el siguiente cuadro comparativo dará una idea de a qué me
refiero.

Mamá Papá
 Chilanga (aunque sus padres son
hidalguenses, al emigrar en busca
de trabajo, mi mamá nació y creció
)
Hoy se que estaba mal al pensar omo pensaba pero también estaba bien en cdejar ser al otro

Tampoco estoy escenta de borrar pero lo hago lo menos siempre, por lo menos cuando hay
problemas

la ética es un acontecimiento, es la respuesta a la demanda del otro en una situación inaudita e imprevisible.

Definir la ética de este modo resulta de lo más incómodo, en un mundo, y en unos entornos –institucionales,
sociales, políticos– que no soportan la contingencia y que están demasiado seguros de poder explicar los
acontecimientos del pasado según una cadena de causas y efectos.

Cuando, avanzada la edad, recuperamos alguna fotografía nuestra de niños o adolescentes, todo un mundo,
aparentemente perdido, regresa a nosotros complaciéndonos y dejando, tam 16 Fernando Bárcena y Joan-Carles Mèlich

bién, un gesto melancólico en la mirada. Al volver a mirarnos, el tiempo que parecía definitivamente perdido
regresa a nosotros y en ese mismo acto algo toca lo más profundo de nuestro ser: la conciencia exacta, y
también poética, de nuestra rotunda finitud. Nos reconocemos como seres mortales, y en esa conciencia
llegamos a alcanzar cierta comprensión, aunque sea fugaz, de nuestros límites, de todo lo que hicimos y de
todo lo que dejamos atrás, de todo lo que logramos y de todo lo que perdimos, de los amigos que nos dejaron
y de los que permanecen a nuestro lado.

para poder vivir la vida lo más necesario de todo es dejarse acompañar, mientras la vida dura, por los mejores
amigos: entre los hombres, entre las mujeres, entre los libros. Y

A nuestro amigo Jorge Larrosa –imposible pensarnos sin su compañía–, le hemos escuchado decir muchas
veces que llega un momento en la vida en el que uno ya no se define por lo que le falta, y ni siquiera por lo
que le sobra, sino por los espacios que desea habitar, y por las gentes con las que quiere compartir, por sus
gestos amables, el tiempo que le esté destinado a vivir aquí. Se trata de algo que una palabra,
desafortunadamente desgastada y maltratada tantas veces, nombra cuando se dice limpiamente: amor.}
Cada uno de nosotros sabe lo que al otro le debe amorosamente: la deuda, por ser infinita, y ser amable, ya no
rinde ninguna cuenta. Cada uno sabe de sus temores y sus debilidades, de sus noches intranquilas y de las
complicidades compartidas. Pensamos porque los amigos que nos acompañan pensaron antes y nos ayudaron,
con su gesto, a hacerlo mejor; porque ellos leyeron y ampliaron nuestra biblioteca, porque ellos escribieron y
nos inspiraron.

En segundo lugar, la implicación que tenemos en la producción "deficitaria" o


"problemática" de la alteridad en los sistemas de producción de conocimiento,
específicamente la implicación que tenemos en el proceso de investigación de la
educación en el que estamos participando.

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