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Teórico nº 6

Profesor Alejandro Cassini

Las geometrías no euclídeas

Un lugar destacado en el proceso de intentos de demostración del quinto postulado


lo ocupa Girolamo Saccheri (1667-1733), una figura interesante de la historia de la
matemática y también de la lógica. Figura olvidada por mucho tiempo, Saccheri fue un
jesuita italiano profesor de matemática y de lógica en diversas universidades italianas y
autor también de una breve obra de lógica llamada Lógica demonstrativa. Escribía en
latín por supuesto porque en el siglo XVIII todavía el latín es la lengua académica. Poco
antes de morir publicó una obra que estuvo perdida por mucho tiempo, hasta que se
redescubrió en el siglo XIX. La publicó en Milán en 1733, poco antes de morir, con el
título de Euclide ab omni naevo vindicatus, o sea Euclides vindicado o reivindicado de
toda mancha, o sea, liberado de toda mancha. Allí Saccheri intentó hacer una prueba por
el absurdo del quinto postulado de Euclides, y hasta donde sabemos, fue el primero en
emplear esta clase de prueba indirecta para demostrar ese postulado. La prueba es bastante
complicada y ocupa todo el libro. Pero la estrategia fundamental es clara. Hay una
particularidad de la geometría de los Elementos, que ya advirtieron los matemáticos
griegos y es que el quinto postulado no se usa en la demostración de los teoremas hasta
el número 29, por lo cual, las primeras 28 proposiciones demostradas no se deducen del
quinto postulado como premisa y, por consiguiente, son independientes de él. Si se
eliminara el quinto postulado, los primeros veintiocho teoremas de Euclides
permanecerían intactos, porque se deducen de los otros postulados y axiomas. Saccheri,
entonces, tuvo la idea de usar esos 28 teoremas como axiomas, lo cual es correcto, porque
según el método axiomático cualquier teorema se puede usar como axioma de otra prueba
una vez que está demostrado. Saccheri intentó, pues, deducir el quinto postulado
empleando como premisas los otros cuatro postulados de Euclides, junto con los cinco
axiomas y los primeros 28 teoremas.

Procedió de la siguiente manera: tomó una figura cuadrilátera donde, por


construcción, los ángulos A y B son rectos y los lados AC y BD son iguales. Esta figura
se conoce como el cuadrilátero de Saccheri y los ángulos C y D como los ángulos
característicos de ese cuadrilátero.

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Saccheri se pregunta, entonces, qué se deduce acerca de los ángulos característicos
C y D de los cuatro postulados más los otros 28 teoremas. Demuestra que de allí se deduce
que esos ángulos son iguales, pero no se deduce que sean rectos. Luego prueba que si se
usa el quinto postulado, se puede demostrar que C y D son rectos. También prueba la
proposición conversa, de lo cual se sigue el siguiente teorema: el quinto postulado de
Euclides es equivalente a la proposición de que los ángulos característicos son rectos.

Entonces, hace una jugada extremadamente audaz y sostiene que hay tres hipótesis
posibles: que los ángulos característicos sean los dos rectos, o los dos agudos o los dos
obtusos. Las tres son compatibles con la base axiomática de Euclides sin el quinto
postulado. Las llama la hipótesis del ángulo recto, la del ángulo agudo y la del ángulo
obtuso. Esas tres hipótesis son excluyentes entre sí, ya que solo una de ellas puede ser
verdadera, y, además, son exhaustivas, ya que no hay una cuarta hipótesis posible. Dado
que la hipótesis del ángulo recto es equivalente al quinto postulado, para demostrarlo por
el absurdo es necesario probar que la hipótesis del ángulo agudo y la hipótesis del ángulo
obtuso implican contradicción y, por tanto, son falsas. La prueba por el absurdo de
Saccheri consiste en mostrar que la hipótesis del ángulo agudo y la hipótesis del ángulo
obtuso implican contradicción, por lo que solo queda como posibilidad la hipótesis del
ángulo recto que equivale al quinto postulado. La forma del argumento es la siguiente:

HR v HA v HO

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 HA
 HO
---------------
HR
HR  QP
---------------
QP

Procede, entonces, a demostrar que la hipótesis del ángulo obtuso implica


contradicción y luego de una larga cadena de 13 teoremas consigue hacerlo. En suma,
prueba que la hipótesis del ángulo obtuso implica el quinto postulado, pero, como este es
equivalente a la hipótesis del ángulo recto, resulta la siguiente contradicción: los ángulos
característicos son a la vez rectos y obtusos. Saccheri concluye, entonces, que la hipótesis
del ángulo obtuso es falsa. En realidad, lo que ha probado es que dicha hipótesis es
incompatible con los primeros cuatro postulados de Euclides, esto, es que el sistema
formado por los cuatro postulados y la hipótesis del ángulo obtuso es inconsistente.
Luego, intenta probar que de la hipótesis del ángulo agudo también se deduce una
contradicción. La prueba resulta mucho más difícil, por lo que Saccheri se ve obligado a
deducir una cantidad de teoremas aparentemente muy extraños, pero en sí mismos
consistentes. Deduce, por ejemplo, que la hipótesis del ángulo agudo es equivalente al
siguiente teorema: por un punto exterior a una recta pasan varias paralelas a dicha recta.
También deduce el teorema según el cual la suma de los ángulos interiores de todo
triángulo es menor que 180 grados. También prueba muchos otros teoremas que, como
veremos enseguida, son característicos de la geometría hiperbólica, la primera geometría
no euclídea. Ninguno de esos teoremas es en sí mismo inconsistente, aunque son
incompatibles con diversos teoremas que se pueden demostrar en la geometría euclídea
(incluyendo el quinto postulado). Por ejemplo, en la geometría de Euclides, es un teorema
que la suma de los ángulos interiores de todo triángulo es igual a 180 grados. Saccheri,
finalmente, cree haber encontrado una contradicción a partir de la hipótesis del ángulo
agudo: prueba que esa hipótesis implica que si dos rectas se prolongan indefinidamente
se unen en una sola y tiene una misma perpendicular en común. Saccheri sostuvo que ese
teorema “repugnaba a la naturaleza de la línea recta”. En general, todos los expertos
coinciden en que esa no es una contradicción, sino, más bien, una hipótesis vaga acerca
de lo que ocurre en el infinito.

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La obra de Saccheri fue más bien ignorada por la posteridad, hasta que la
redescubrió el matemático italiano Eugenio Beltrami (1835-1900) que es un geómetra
que hizo contribuciones importantes a la geometría no euclídea, ya en el último tercio del
siglo XIX. Saccheri creyó haber refutado tanto la hipótesis del ángulo obtuso como la del
ángulo agudo y, por consiguiente, haber probado por el absurdo la hipótesis del ángulo
recto, que es equivalente al quinto postulado. Desde el punto de vista actual, lo que
podemos decir es que probó que la hipótesis del ángulo obtuso es incompatible con los
cuatro postulados de Euclides, mientras que la hipótesis del ángulo agudo parece ser
compatible con éstos, al menos, en tanto no se ha deducido una contradicción.
Retrospectivamente, se advirtió que Saccheri, sin proponérselo y sin advertirlo, demostró
un número importante de teoremas de geometría no euclídea. Por esa razón, se lo
considera un precursor de esas geometrías. Después de la muerte de Saccheri, el
matemático alemán Johann Lambert (1728-1777) llegó de manera independiente a los
mismos resultados, por lo que también se lo considera un precursor. Esto, sin embargo,
plantea un problema filosófico interesante: ¿Quién es el descubridor de una entidad X,
quien la encuentra o quien la reconoce como una nueva clase de entidad antes
desconocida?

Los intentos por demostrar el quinto postulado continuaron a lo largo del siglo
XVIII y XIX, pero siempre fracasaron por la misma razón, por el hecho de presuponer
como premisa una proposición equivalente al quinto postulado. El más famoso de los
equivalentes es el que suele aparecer en casi todos los libros de geometría como el
postulado de las paralelas, a veces erróneamente atribuido a Euclides. No es de Euclides,
es simplemente un equivalente que encontró el matemático inglés John Playfair (1748-
1819) en el año 1795. Dice lo siguiente: por un punto exterior a una recta que está en el
mismo plano pasa una sola paralela a esa recta. Ese postulado es más simple e intuitivo
que el de Euclides y, por ello, es el que se emplea en la mayoría de las reconstrucciones
axiomáticas de la geometría euclídea en los siglos XIX y XX. Hilbert, por ejemplo,
también lo usa. Por eso el quinto postulado vino a llamarse el postulado de las paralelas.

El primero que sospechó que el quinto postulado no podía probarse a partir de los
otros cuatro, es decir, que era independiente, fue Carl Friedrich Gauss (1777-1855) Gauss,
ya en su época llamado “el príncipe de los matemáticos”, fue el primero en concebir la
posibilidad de una geometría no euclídea que estuviera basada en los cuatro postulados
de Euclides y en la negación del quinto. Gauss nunca publicó ese descubrimiento, que se

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conoce por su correspondencia; la carta más antigua que se conserva es una referencia del
año 1813. Dado que, según los criterios actuales, la prioridad en un descubrimiento la
tiene el primero que lo publica, la prioridad no le fue adjudicada a Gauss. De todos modos,
para esa época Gauss ya había hecho tantos descubrimientos que incluso este podría
haberle parecido un asunto menor, uno que no le iba a agregar demasiado a su obra. Y él
mismo dice que no lo publicó porque le parecía que eso iba a escandalizar a sus
contemporáneos. Su famosa frase fue “por temor al clamor de los beocios”, usando una
expresión de la historia griega. Pero todo esto se supo retrospectivamente, una vez que se
inventó la geometría no euclídea.

El descubrimiento de la geometría no euclídea es un caso interesante de


descubrimiento simultáneo. Hay mucho descubrimiento simultáneo en la ciencia, sobre
todo, porque hay problemas que están en el ambiente, en cuya solución trabajan muchos
científicos al mismo tiempo. También existe el descubrimiento independiente, que sucede
cuando los descubridores trabajan en momentos diferentes, pero sin conocer cada uno el
trabajo del otro. En caso de la primera geometría no euclídea hay tres descubridores
independientes, como ahora veremos, pero no fue un descubrimiento estrictamente
simultáneo.

Antes de abordar ese episodio histórico, es necesario hacer una precisión


terminológica: ¿Qué se entiende por geometría no euclídea? Hay dos sentidos diferentes
de la expresión geometría no euclídea. El primero es un sentido estrecho y especifico, que
es el sentido histórico que se le dio en el siglo XIX, según este la geometría no euclídea
es la que se deduce de los axiomas y postulados de Euclides junto con la negación del
quinto postulado. El segundo es un sentido amplio, según el cual no euclídea es cualquier
geometría que contenga al menos un teorema que sea incompatible con algún teorema de
la geometría euclídea. Y en este sentido hay muchas geometrías no euclídeas, que no
tienen que ver con el quinto postulado o su negación. Incluso, incluso algunas son
anteriores al descubrimiento de las geometrías no euclídeas. Por ejemplo, la geometría
proyectiva, formulada por el matemático francés, Jean-Victor Poncelet (1788-1867) en
1822. La geometría proyectiva estudia ciertas transformaciones de las figuras como una
proyección sobre otro plano, como ocurre cuando uno proyecta una fotografía en una
pantalla y la imagen se agranda. En esa clase de transformaciones no se conservan las
distancias entre los diferentes puntos de las figuras, pero se conservan los ángulos y el
paralelismo. Si se proyecto una diapositiva, las distancias no se conserva, pero las

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paralelas siguen siendo paralelas y los ángulos rectos siguen siendo rectos. La geometría
proyectiva es un ejemplo de geometría no euclídea en este sentido amplio. La geometría
euclídea no estudia ese tipo de transformaciones de las figuras, como la proyección. La
geometría euclídea estudia, por ejemplo, las rotaciones rígidas de las figuras, o los
movimientos rígidos de los cuerpos en general, es decir, transformaciones donde se
conservan las distancias entre puntos diferentes. En este segundo sentido, existen muchas
geometrías no euclídeas, pero no nos ocuparemos de ellas en este curso.

Nos limitaremos al primer sentido de geometría no euclídea, es decir, a la


geometría que resulta de mantener los primeros cuatro postulados de Euclides, pero
reemplazando el quinto postulado por su negación. Es importante tener en cuenta que,
como ya advirtió Saccheri, no hay una sola negación posible del quinto postulado, sino
dos. Si usamos el equivalente de Playfair, la primera negación afirma que por un punto
exterior a una recta no pasa ninguna paralela a dicha recta. Este postulado es
equivalente a la hipótesis del ángulo obtuso de Saccheri y, como el mismo demostró, es
incompatible con los otros cuatro postulados de Euclides. O sea, el sistema formado por
los cuatro primeros postulados euclídeos junto con esta negación del quinto postulado es
inconsistente. La otra negación afirma que por un punto exterior a una recta pasa más de
una paralela a dicha recta. Este postulado es equivalente a la hipótesis del ángulo agudo
de Saccheri. Este es el postulado que se empleó para reemplazar al quinto postulado en el
descubrimiento de la geometría no euclídea.

Los detalles históricos del proceso que llevó a este descubrimiento son demasiado
extensos y complejos como para exponerlo ahora. Nos limitaremos a algunos hechos
fundamentales. En primer, lugar, como ya mencionamos, Gauss demostró, hacia la
primera década del siglo XIX, un gran número de teoremas deducidos de los cuatro
postulados de Euclides junto con el postulado de que por un punto exterior a una recta
pasa más de una paralela a dicha recta. Gauss fue consciente de que había inventado una
nueva geometría diferente de la euclídea, a la que primero llamó “antieuclidiana” y más
tarde “no euclidena”. Así pues, el nombre usual de geometría no euclídea se debe a Gauss.
Pero, dado que no publicó sus demostraciones, solo algunos corresponsales y amigos
estaban enterados de ese descubrimiento.

En 1823, sin conocer la obra de Saccheri ni la de Gauss sobre el tema, el


matemático húngaro János Bolyai (1802-1860) estudió las consecuencias del axioma de

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las paralelas y llegó a redescubrir varios de los teoremas no euclídeos ya probados por el
propio Saccheri y luego por Gauss. Farkas Bolyai, su padre, que también era matemático,
le propuso sistematizar sus resultados y publicarlos como parte de un tratado de
matemática que se encontraba escribiendo. El resultado fue un artículo de 26 páginas
titulado “La ciencia del espacio absoluto”, finalizado en 1829. Sin embargo, la
publicación del tratado de Farkas se demoró hasta 1832, cuando el artículo de su hijo se
publicó como un apéndice al primer volumen. Ese año Farkas escribió a Gauss, de quien
era amigo, enviándole el artículo de su hijo. La respuesta de Gauss fue “no puedo elogiar
ese trabajo” ya que eso sería “elogiarme a mí mismo”. Luego, le explicó a Farkas que
todos esos teoremas ya los había descubierto muchos años antes. La respuesta frustró
tanto a János Bolyai que no volvió a publicar nada más sobre matemática.

Mientras tanto, en Rusia, Nikolai Lobachevsky (1792-1856), de manera


completamente independiente, había llegado a los mismos resultados que Gauss y Bolyai.
El punto es que los publicó primero y, por esa razón, le corresponde la prioridad del
descubrimiento. La primera publicación de Lobachevsky fue un artículo en ruso titulado
“Sobre los principios de la geometría”, que apareció en la universidad de Kazán, con
fecha 1829-1830. Tuvo escasa repercusión y, por la lengua en que fue escrito, no tuvo
recepción fuera de Rusia. Más tarde, Lobachevsky publicó un libro en alemán
(Investigaciones geométricas sobre la teoría de las paralelas 1840) y otro en francés
(Pangeometría, 1855), para difundir sus ideas. Esas dos eran las lenguas científicas más
importantes de Europa, antes de que el inglés adquiriera preminencia. En 1837
Lobachevsky llamó “geometría imaginaria” a su teoría, quizás porque todavía estaba bajo
la creencia de que la geometría euclídea era la única geometría real, en el sentido de ser
la geometría del espacio físico.

Vale la pena señalar que es imposible exagerar la importancia de Euclides en la


historia de la filosofía, Euclides es el modelo de conocimiento para numerosos filósofos
a lo largo de la historia. Para todos los racionalistas modernos (Pascal, Descartes, Spinoza,
Leibniz, Kant) Euclides es el modelo de conocimiento, es el ideal al que hay que aspirar,
el ideal de certeza. Euclides muestra que es posible el conocimiento cierto, el
conocimiento que no puede ser falso. Ese el tipo de conocimiento que la filosofía debe
obtener para sí misma y debe hacerlo, entonces, imitando el método de Euclides: la
deducción a partir de axiomas y postulados que sean verdades evidentes. La ética de
Spinoza se llama Ethica more geometrico demonstrata, esto es, demostrada al modo

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geométrico, es decir, axiomático. Es un modelo tanto para la ciencia como para la
filosofía. Descartes ya había hecho un intento de metafísica axiomática.
Simultáneamente, Galileo lo intenta con la mecánica y Newton lo lleva a su culminación.
Leibniz considera que el método de Euclides es el modelo, además, para resolver los
debates éticos y políticos, algo que jamás pudo hacerse. Para Kant, Euclides prueba que
es posible el conocimiento sintético a priori, que hay conocimiento necesario del espacio
físico real. En suma, la geometría axiomática de los Elementos proporciona el ideal de
conocimiento en Occidente. Hasta comienzos del siglo XX, todo el mundo conoce a
Euclides, no hay filósofo o científico que no haya estudiado a Euclides, es parte de la
formación básica, casi como del sentido común científico. Es comprensible, entonces,
que la geometría no euclídea fuera considerada al comienzo como una mera curiosidad
matemática sin relación con la descripción del espacio físico real.

Está claro en la actualidad que Gauss, Bolyai y Lobachevsky descubrieron la


primera geometría no euclídea de manera independiente y que Bolyai y Lobachevsky lo
hicieron, además, de manera simultánea. Por otra parte, la repercusión de ese
descubrimiento entre los matemáticos de la nueva geometría demoró un tiempo y no se
produjo hasta después de 1840, cuando se publicó en alemán la obra de Lobachevsky. La
asimilación de las consecuencias filosóficas de la nueva geometría, como veremos, fue
todavía muy posterior. Posiblemente la idea de que exista más de una geometría posible
resultó demasiado novedosa y radical. Incluso en nuestros días mucha gente ignora que
existen múltiples geometrías no euclídeas.

La geometría hiperbólica

Veamos ahora en qué consiste la geometría no euclídea creada por Bolyai y


Lobachevsky. Se la llamó geometría hiperbólica, pero el nombre es tardío. Lo introdujo
en 1872 el matemático alemán Felix Klein (1849-1925), pero por conveniencia, lo
utilizaremos de aquí en adelante. Primero, debemos definir el concepto de geometría
absoluta. János Bolyai llamó geometría absoluta al conjunto de todos los teoremas que
se deducen de los primeros cuatro postulados de Euclides. En nuestra terminología, se
trata de una subteoría de la geometría euclídea. Dado que ninguno de los primeros cuatro
postulados era cuestionado, la geometría absoluta tampoco lo era. La geometría absoluta
es independiente del quinto postulado y, por tanto, también es una subteoría de la
geometría no euclídea de Bolyai y Lobachevsky. En la geometría absoluta es posible

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demostrar como teorema que por un punto exterior a una recta dada pasa al menos una
paralela a dicha recta. Pero no es posible demostrar si pasa una sola paralela o si pasa más
de una paralela. El quinto postulado, como ya vimos, implica que pasa una sola paralela.
La negación del quinto postulado que es compatible con la geometría absoluta es la que
afirma que pasa más de una paralela. No obstante, como esa afirmación no se deduce de
la geometría absoluta, es necesario agregarla como postulado adicional. Eso es
precisamente lo que hizo Lobachevsky.

La geometría absoluta en conjunción con la negación del quinto postulado da lugar


a la geometría no euclídea. Es importante recordar que el postulado que usa Lobachevsky
es que por un punto exterior a una recta pasa más de una paralela. Este es un tema que
suele estar mal explicado en casi toda la bibliografía de historia de la matemática más
bien divulgativa. Es frecuente encontrar la afirmación de que en la geometría de
Lobachevsky hay infinitas paralelas que pasan por un punto exterior a una recta dada.
Esto no es correcto, el postulado de Lobachevsky afirma solamente que por un punto
exterior a una recta pasa más de una paralela. Y luego, en su geometría se demuestra
como teorema que pasan dos y solo dos paralelas. ¿Cómo puede ser esto posible? Es
posible sobre la base de una redefinición del concepto de paralelismo. Esa es una de las
claves para comprender la geometría hiperbólica, por lo que debemos detenernos a
analizar con detalle la definición de paralelismo de Lobachevsky.

Consideremos la siguiente figura:

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En el plano hiperbólico, sea A una recta y Q un punto exterior a dicha recta. Se
traza una perpendicular a la recta A que pasa por Q y corta a A en el punto P. La distancia
h entre Q y P es la altura que separa a estos dos puntos. Esta es la terminología del propio
Lobachevsky. Por el punto Q se trazan dos rectas que no cortan a A tales que cada una
forma el ángulo  con la perpendicular h. En el plano hiperbólico no existen rectas que
sean equidistantes entre sí (como lo son las paralelas euclídeas), por lo que debemos
dibujarlas como curvas. La definición de paralelismo se hace a partir de la noción de
ángulo de paralelismo. Se define de esta manera: es el menor ángulo tal que una recta
que pasa por un punto exterior una recta dada y forma este ángulo no corta a la recta dada.
En la figura,  es el ángulo de paralelismo y las dos rectas que pasan por el punto Q y
forman el ángulo  con la perpendicular h se aproximan asintóticamente a la recta A, pero
nunca la cortan. Se sigue de esta definición, como se podrá advertir, que las paralelas a la
recta A que pasan por el punto exterior Q solo pueden ser dos. Cualquier otra recta que
pase por el punto Q y forme un ángulo menor que  con h cortará a la recta A. Por otra
parte, todas las rectas que pasan por Q y forman con h un ángulo mayor que  tampoco
cortan a la recta A, pero, según la definición de Lobachevsky, no son paralelas a A. Él las
llamó hiperparalelas, pero se suelen llamar no intersectantes. Así pues, en el plano
hiperbólico, dado un punto exterior a una recta, por ese punto pasan infinitas rectas
intersectantes, infinitas rectas no intersectantes y dos paralelas a dicha recta. En el plano
euclídeo, en cambio, solo hay dos posibilidades: por un punto exterior a una recta pasan
infinitas rectas intersectantes y solo una paralela a dicha recta.

El ángulo de paralelismo en la geometría hiperbólica (que convencionalmente se


designa con la letra griega ) tiene las siguientes propiedades:

1) 0°    90°

2)  → 0°, cuando h → 

3)  → 90°, cuando h → 0

Ante todo el ángulo de paralelismo no es constante, sino variable: es siempre


mayor que 0° y siempre menor que 90°. La magnitud de ese ángulo depende de la
distancia h a la que se encuentre el punto exterior a una recta dada. El ángulo de
paralelismo tiende a 0° cuando la distancia h aumenta indefinidamente y tiende a infinito.
Por otra parte, el ángulo tiende a 90° cuando la distancia h disminuye indefinidamente y

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tiende a cero. Aquí la flecha → no es un condicional, sino el símbolo matemático para el
límite de una función. En suma, el ángulo de paralelismo varía en función de la distancia
h.

Evidentemente, ha cambiado la noción de paralelismo. Las rectas que llamamos


paralelas en el espacio euclídeo no tienen las mismas propiedades que las rectas que
llamamos paralelas en el espacio hiperbólico. La geometría no euclídea de Lobachevsky
ha producido un cambio de significado en el concepto de rectas paralelas. Sin embargo,
dicho cambio de significado no es total, sino parcial. Hay ciertas propiedades de las
paralelas euclídeas que se conservan. Si no fuera así, no habría razón para llamarlas
“paralelas” porque el término se habría vuelto totalmente equívoco. En ese caso, sería
mejor acuñar un término nuevo. La propiedad que se conserva es la de ser no
intersectante: tanto en el espacio euclídeo como en el hiperbólico, si una recta es paralela
a otra, estas dos rectas no se cortan. En el espacio euclídeo, sin embargo, la propiedad de
ser no intersectante es condición necesaria y suficiente para el paralelismo (en símbolos:
x Px   Ix). En cambio, en el espacio hiperbólico la propiedad de ser no intersectante
es solo una condición necesaria para el paralelismo (en símbolos: x Px →  Ix), pero
no es una condición suficiente (es decir, no vale: x  Ix → Px). La condición suficiente
para que una recta hiperbólica sea paralela a otra es que forme el ángulo de paralelismo,
tal como se la definido.

Veamos ahora qué ha cambiado respecto del significado de las paralelas euclídeas.
Como ya señalamos, no hay una única definición de paralela en la Antigüedad. Gémino
las definía como rectas que son equidistantes en toda su extensión. Esa propiedad no se
conserva en las paralelas hiperbólicas. En realidad, en el plano hiperbólico no existen las
rectas equidistantes: todas las rectas se aproximan o se alejan entre sí. Las paralelas
euclídeas también podrían definirse empleando el concepto de ángulo de paralelismo: las
rectas paralelas a una recta dada A son las que forman con la perpendicular a A un ángulo
de 90°, es decir, el ángulo recto. Observemos que de esta definición se sigue que por un
punto exterior a una recta pasa una sola paralela a ella, porque solo hay una recta que
forma un ángulo recto con la perpendicular que pasa por dicho punto exterior. En el plano
euclídeo, el ángulo de paralelismo es constante, puesto que no depende de la distancia a
la que se encuentre el punto exterior a una recta por el que pasa la paralela; el ángulo es
el mismo para todas las paralelas. En el plano hiperbólico, en cambio, el ángulo de

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paralelismo varía continuamente según la distancia del punto exterior a la recta; por tanto,
no hay un único ángulo de paralelismo, sino infinitos, una diferente para cada punto
exterior a una recta dada (siempre que esos puntos no pertenezcan a la misma recta). En
suma, las rectas paralelas son siempre equidistantes entre sí en el espacio euclídeo, pero
nunca son equidistantes en el espacio hiperbólico.

En síntesis, el cambio de significado en el concepto de paralelismo en la geometría


hiperbólica ha sido parcial. Algunas propiedades de las paralelas euclídeas se han
conservado y otras no. Ese es un fenómeno muy frecuente en la historia de la ciencia, del
cual ya hemos mencionado el cambio de significado de los conceptos de planeta y estrella
en la astronomía copernicana. Algunos términos cambian de significado cuando se pasa
de una teoría a otra, pero ese cambio nunca es completo; siempre una parte del significado
se conserva. Si alguien intentara redefinir el concepto de paralelismo diciendo que
paralelas son las rectas que se cortan formando un ángulo de 35°, esa definición sería
completamente arbitraria. No conservaría nada del significado del concepto de paralela
en otras teorías geométricas y, por tanto, no habría razón alguna para llamar paralelas a
las rectas que se cortan a 35°. También podríamos pensar que el concepto de recta ha
cambiado en el espacio hiperbólico, puesto que en el plano hiperbólico no existen las
rectas equidistantes. Más bien, tenderíamos a llamar curvas a las rectas que se aproximan
o se alejan entre sí. El concepto de recta no es el mismo que en el espacio euclídeo. Sin
embargo, si consideramos la propiedad de que la recta es la distancia más corta entre dos
puntos diferentes de un mismo plano, entonces, las rectas hiperbólicas conservan esta
propiedad, que tiene las rectas euclídeas. Nuevamente, el cambio de significado del
concepto de recta ha sido parcial, no total. Por eso podemos decir justificadamente que
hay rectas en el espacio hiperbólico, aunque no tengan las mismas propiedades que las
rectas euclídeas.

Volveremos a encontrarnos con el problema del cambio de significado de los


conceptos científicos en el campo de las ciencias fácticas, donde ocurre incluso con más
frecuencia que en la matemática. De hecho, tenemos un ejemplo reciente: en 2006 la
Unión Astronómica Internacional redefinió el concepto de planeta y, como consecuencia
de esa nueva definición, Plutón dejó de ser considerado un planeta. Con todo, la mayoría
propiedades que antes se consideraban características de los planetas se conservaron, por
lo que podemos seguir clasificando a Venus, Marte, etc., como planetas. Si el cambio
hubiera sido total, de modo que ya ninguno de los que antes se consideraban planetas del

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Sistema Solar pudiera seguir llamándose planeta, el cambio de significado habría sido
total y el concepto se habría tornado equívoco (“homónimo”, como decía Aristóteles). El
fenómeno del cambio de significado de los conceptos es muy importante para la filosofía
de la ciencia y tiene, además, consecuencias filosóficas que afectan también a la teoría
del conocimiento y la filosofía del lenguaje. Volveremos sobre este tema a lo largo del
curso. Por el momento retengamos la idea de que el significado de los conceptos
científicos es dinámico y no está fijado de una vez para siempre. Y además, la idea de que
ese cambio de significado siempre es parcial e incluso, a veces, se produce de manera
gradual.

Consideremos, brevemente, algunas de las propiedades de las figuras en el espacio


hiperbólico. Tanto la geometría euclídea como la hiperbólica tratan acerca del espacio
tridimensional, pero para compararlas y advertir sus diferencias, basta con tomar en
cuenta el plano de dos dimensiones.

Una de las propiedades de las figuras es que en el plano hiperbólico no existen los
cuadrados ni los rectángulos. Si una figura tiene tres ángulos rectos, entonces, el cuarto
ángulo es agudo, por tanto, la suma de los ángulos interiores de una figura de cuatro lados
es siempre menor que cuatro rectos. En el plano euclídeo, en cambio, esa suma es siempre
igual a cuatro rectos. Otra propiedad muy interesante es que no hay figuras semejantes
que no sean congruentes. Figuras semejantes son las que tienen la misma forma pero
distinto tamaño. Por ejemplo, hay triángulos equiláteros en el espacio euclídeo que tienen
distinta superficie y por eso se los llama semejantes, aunque no son congruentes porque
no se pueden superponer. En cambio, en el plano hiperbólico las únicas figuras semejantes
son las que se pueden superponer, las que son congruentes, por tanto, no existen dos
triángulos, o cualquier otra figura, que tengan la misma forma y diferente superficie.

Las propiedades de los triángulos en el espacio hiperbólico son las más conocidas:
la suma de los ángulos interiores de todos los triángulos es siempre menor que 180º. Pero
lo más interesante es que, además, esta es una cantidad variable que depende del área del
triángulo. Veamos de qué manera varía. Hay una cantidad d que se llama el defecto, lo
que le falta a la suma para ser igual a 180º. Se llama  al ángulo llano. La suma de los
ángulos interiores de un triángulo es igual a  − d. Y, a su vez, el defecto d depende del
área del triángulo. El defecto tiene estas propiedades:

1) 0°  d  180°
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2) d → 0°, cuando A → 0 (donde A es el área del triángulo).

De estas propiedades, se sigue que hay una cota superior para el área de cualquier
triángulo. Es decir, en el espacio hiperbólico existe un triángulo de superficie máxima, y
esa superficie tiene un valor finito. No es posible, por tanto, construir triángulos de área
indefinidamente grande, como ocurre en la geometría euclídea. Para los triángulos
pequeños, el defecto es muy pequeño, de modo que la suma de los ángulos interiores
apenas difiere de 180°, En general, para todas las figuras cuya superficie es pequeña, la
geometría euclídea constituye una buena aproximación a la geometría hiperbólica. En el
límite, cuando el área de la figura tiende a cero, las dos geometrías convergen.

La última propiedad mencionaremos es el perímetro de la circunferencia. La


longitud de ese perímetro es siempre menor que en el espacio euclídeo. En el plano
euclídeo el perímetro de la circunferencia es igual a 2..r (donde r es el radio de la
circunferencia). En el plano hiperbólico, en cambio, el perímetro de la circunferencia es
igual a 2..r.f, donde f es un factor variable, que tiene las siguientes propiedades.

1) 0  f  1
2) f → 1, cuando r → 0 (donde r es el radio de la circunferencia).

Puesto que el factor f es menor que 1, el perímetro de las circunferencias en el


plano hiperbólico es siempre mayor que el de las circunferencias en el plano euclídeo.
Además, dado que el factor f tiende a 1 cuando el radio de la circunferencia tiende a 0, en
el plano hiperbólico ocurre que, para circunferencias de radio pequeño, el exceso en la
longitud de la circunferencia es muy pequeño. Por eso, para circunferencias de radio
pequeño, la geometría hiperbólica da un valor muy aproximado al de la geometría
euclídea. Por otra parte, en el límite, cuando el radio tiende a cero, ambas geometrías
convergen.

Estas propiedades de los triángulos y las circunferencias nos muestran que la


geometría hiperbólica se aproxima al espacio euclídeo en regiones pequeñas. Por tanto,
en regiones muy pequeñas, las diferencias resultan despreciables porque no se podrían
medir en la práctica. Esto vale tanto para el defecto de los triángulos como para el exceso
en la circunferencia. Podemos ejemplificarlo con tres circunferencias cuyos radios sean
de 100 km, 1 km y 1 metro ., respectivamente. No presentaremos las fórmulas ni los

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cálculos, sino solo los resultados (de hecho, la fórmula que define f es muy complicada).
Los resultados de los perímetros de las circunferencias son los siguientes:

Si r = 100 km, el exceso es de 10-9

Si r = 1 km, el exceso es de 10-13

Si r = 1 m, el exceso es de 10-19

Así pues, para una circunferencia de un metro de radio, cuyo perímetro es


aproximadamente de 6,3 metros, el exceso en la longitud respecto de una circunferencia
euclídea es de 6,3 multiplicado por 10-19 (esto es: 6,3 x 0,0000000000000000001 =
0,000000000000000063 metros). Ese es un número tan pequeño que está por debajo de
nuestras posibilidades técnicas medirlo y, en caso de que lo pudiéramos hacer, no tendría
relevancia práctica.

La geometría hiperbólica aproxima la geometría euclídea del mismo modo que la


superficie de una esfera aproxima un plano. Nosotros vivimos sobre la Tierra y nos parece
plana. Cuando un arquitecto construye una casa, no tiene en cuenta la curvatura de la
Tierra, porque, aunque esta existe no es apreciable a nuestra escala. De hecho, incluso no
es apreciable a distancias mucho más grandes. La superficie esférica y un plano euclídeo
localmente son indistinguibles; la diferencia existe pero simplemente es muy pequeña
como para ser relevante. Entonces, si yo hacemos mediciones en regiones pequeñas no
encontraremos ninguna diferencia medible entre las figuras euclídeas y las hiperbólicas.
Por esa razón, no tendría sentido emplear en la ingeniería la geometría hiperbólica, que
tiene fórmulas más complicadas que las de la geometría euclídea. Esa es una de las
razones por las que la geometría euclídea se sigue utilizando en la práctica y no ha sido
desplazada por ninguna geometría no euclídea. Sin embargo, si tenemos en cuenta figuras
grandes, por ejemplo, una circunferencia cuyo radio sea el del Sistema Solar, o un
triángulo tan grande como el diámetro de nuestra galaxia, allí las diferencias entre una y
otra geometría son grandes y no resultan despreciables. De hecho, la cosmología es uno
de las ciencias donde efectivamente se usa la geometría no euclídea (aunque no la
hiperbólica).

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