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Filosofía de las Ciencias 2020

Clase teórica 7 A

El problema de la consistencia de la geometría no euclídea

Gauss, Bolyai y Lobachevsky dedujeron una buena cantidad de teoremas de la


geometría hiperbólica sin hallar ninguna contradicción. Pero ese hecho no prueba,
obviamente, que la geometría hiperbólica sea consistente. La consistencia de la teoría
debe ser probada encontrando un modelo. Hasta el momento, no existen pruebas absolutas
de consistencia ni para la geometría euclídea ni para ninguna de las muchas geometrías
no euclídeas que se descubrieron después de la hiperbólica. Únicamente se dispone de
pruebas relativas de consistencia.

Lobachevsky realizó la primera prueba de consistencia relativa de la geometría


hiperbólica respecto de la geometría euclídea, aunque, por cierto, no la llamó con ese
nombre. La prueba consistió en relacionar la trigonometría esférica euclídea (la que se
obtiene con triángulos curvos sobre la superficie de una esfera), que ya habían estudiado
los antiguos matemáticos griegos, con la trigonometría esférica hiperbólica. Demostró
que si se multiplicaban los lados de un triángulo hiperbólico por el número imaginario i
(que es igual a la raíz cuadrada de −1), todas las fórmulas de la trigonometría esférica
hiperbólica se convertían en fórmulas de la trigonometría esférica euclídea. Por tanto,
todo teorema acerca de la trigonometría esférica euclídea debía tener un teorema
correspondiente en la trigonometría esférica hiperbólica. De esta manera, si hubiera una
contradicción en la trigonometría esférica hiperbólica, también la habría en la
trigonometría esférica euclídea. En suma, Lobechevsky demostró que si la geometría
euclídea es consistente, la geometría hiperbólica también lo es (en símbolos: Cons. (GE)
→ Cons. (GH)). Esta fue la primera prueba de consistencia relativa en toda la historia de
la matemática.

Mencionaremos otra geometría no euclídea que fue concebida, aunque no


desarrollada, por Bernhard Riemann (1826-1866) en 1854. Riemann fue un gran
matemático alemán que murió joven también, a los 39 años, y no llegó a publicar mucho
sobre este tema. La geometría concebida por Riemann, que Felix Klein llamó elíptica,

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reemplaza el quinto postulado euclídeo por el postulado de que por un punto exterior a
una recta no pasa ninguna paralela a dicha recta. A partir de Saccheri se sabía que ese
postulado es incompatible con la geometría absoluta. En particular, es incompatible con
el primero y segundo postulados de Euclides. Por tanto, si se agrega este el postulado de
Riemann a los cuatro de Euclides se obtiene un sistema inconsistente. Para axiomatizarla,
es necesario reemplazar el primero y segundo postulados de Euclides por los siguientes:

P1’: Dos puntos diferentes determinan al menos una recta.

P2’: Las rectas son ilimitadas.

Por su parte, el postulado que reemplaza al quinto de Euclides puede enunciarse


mediante este equivalente:

P5’: Cualquier par de rectas que están en un mismo plano se intersectan.

La geometría elíptica es, en un sentido intuitivo, más no euclídea que la geometría


hiperbólica, ya que no contiene a la geometría absoluta como subteoría. Conserva
solamente una subteoría euclídea más restringida: la que se deduce solamente de los
postulados tercero y cuarto de Euclides. Esa subteoría también la tiene en común con la
geometría hiperbólica. Advirtamos que si los postulados de Euclides no son suficientes
para una axiomatización satisfactoria de la geometría euclídea, tampoco serán
axiomatizaciones satisfactorias la de la geometría hiperbólica y la de la geometría elíptica,
en tanto, conserven algunos de los postulados de Euclides. Hilbert se dio cuenta de ese
problema y produjo una axiomatización de la geometría euclídea que empleaba 19
axiomas para la geometría absoluta y, además, el axioma de las paralelas (en el
equivalente de Playfair). Así, basta reemplazar el axioma de las paralelas por el axioma
de Lobachevsky para obtener una axiomatización satisfactoria de la geometría
hiperbólica. Pero no puede hacerse lo mismo con la geometría elíptica, porque no
conserva la geometría absoluta. Para axiomatizarla, será necesario reemplazar algunos de
los 19 de axiomas de Hilbert. Sería interesante saber exactamente cuáles. Es un tema a
investigar, al menos para mí.

En la geometría elíptica la suma de los ángulos interiores de un triángulo es


siempre mayor que 180º y también es variable. Cuanto más pequeño es el triángulo, más
cercana a 180º es la suma de sus ángulos interiores. Por otra parte, el cociente entre el
perímetro de la circunferencia y su diámetro es siempre menor que el número  y también

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variable. Cuanto menor sea el diámetro de la circunferencia más cercano  es el cociente.
Así pues, igual que ocurría con la geometría hiperbólica, la geometría elíptica aproxima
a la geometría euclídea en escala local. Cuando se trata triángulos de área pequeña o de
circunferencias de diámetro pequeño, las tres geometrías producen resultados
aproximadamente iguales, es decir, valores que difieren muy poco y cuyas diferencias
son despreciables para fines prácticos. Por esa razón, a escala local la geometría euclídea
funciona perfectamente bien.

Las tres geometrías (euclídea, hiperbólica y elíptica) pertenecen a una familia


denominada geometrías de curvatura constante. No definiremos la noción de curvatura
del espacio. Digamos, simplemente, que en cada punto del espacio existe la propiedad de
la curvatura, que está caracterizada por un número. En el espacio euclídeo la curvatura es
constante y nula en todos los puntos, por lo que se le asigna el número 0. El plano
euclídeo ejemplifica en dos dimensiones la curvatura nula. El espacio hiperbólico tiene
curvatura constante y negativa en todos sus puntos, por lo que, convencionalmente, se le
asigna el número −1. La superficie de una montura de caballo ejemplifica, localmente, un
espacio bidimensional de curvatura constante y negativa. El espacio elíptico, por su parte,
tiene curvatura constante y positiva en todos sus puntos, por lo que se le asigna el número
+1. La superficie de una esfera ejemplifica, localmente, un espacio bidimensional de
curvatura constante positiva. La superficie de un huevo, en cambio, ejemplifica un
espacio bidimensional de curvatura positiva pero variable, ya que intuitivamente, puede
verse que la curvatura es diferente en diferentes regiones de esa superficie. La curvatura
se escribe con el símbolo K (del alemán Krummung), de modo que las tres geometrías
pueden describirse en términos de la curvatura como K = 0, K = −1, y K = +1,
respectivamente

La superficie de la esfera también ejemplifica bien la idea de que por un punto


exterior a una recta no pasa ninguna paralela. En el espacio elíptico, las rectas deben
interpretarse como los círculos máximos sobre la superficie de una esfera, como los
meridianos del globo terráqueo. Es evidente, que todos los infinitos meridianos se cortan
en los dos polos, por lo que sobre la superficie de una esfera no hay rectas paralelas. Los
paralelos sobre el globo terráqueo, en cambio, no se cortan, pero esas líneas no son rectas
en el espacio elíptico. Seguramente uno diría que ha cambiado nuevamente el concepto
de recta, como ocurría en la geometría hiperbólico. Sin embargo, se conserva en las tres

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geometrías la propiedad de que una recta es la distancia más corta entre dos puntos
diferentes. Los paralelos de una esfera no tienen esa propiedad, no son la distancia más
corta entre dos puntos (por eso, los aviones nunca vuelan en rutas sobre los paralelos).

El siguiente cuadro resume comparativamente algunas propiedades de lastres


geometrías de curvatura constante.

Geometrías de Circunferencia / Curvatura Paralelas por Geometría


curvatura un punto absoluta
diámetro
constante exterior

Euclídea = 180º = =0 1 Sí

Hiperbólica  180º  0 2 Sí

Elíptica  180º  0 0 No

Varias décadas después de la muerte de Lobachevsky, cuando los matemáticos


empezaron a tomar en serio y a investigar la geometría hiperbólica, se encontraron varios
modelos euclídeos de esta geometría, cada uno de los cuales proporcionó una prueba de
consistencia relativa de la geometría hiperbólica respecto de la geometría euclídea. Luego
se encontraron también pruebas de consistencia relativa inversas, por lo que se probó que
ambas geometrías son equivalentes en cuanto a su consistencia (en símbolos Cons. (GE)
→ Cons. (GH)). Por consiguiente, o bien ambas geometrías son consistentes, o bien
ambas son inconsistentes, no hay otra posibilidad.

Examinaremos uno solo de esos modelos, el que construyó Felix Klein en 1871.
Ese modelo ofrece una manera de traducir los términos primitivos de la geometría
hiperbólica en términos euclídeos. Como resultado de ello, todo teorema de la geometría
euclídea tiene un correspondiente teorema en la geometría hiperbólica. Así, si no hay
contradicciones en la geometría euclídea, tampoco podrá haberlas en la geometría
hiperbólica y, además, si hay contradicciones en la geometría hiperbólica, también tendrá
que haberlas en la geometría euclídea. Veamos el modelo de Klein en dos dimensiones.
Lo primero que hizo fue correlacionar el plano hiperbólico con el plano euclídeo. La idea

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de Klein es que el plano hiperbólico, que es infinito igual que el plano euclídeo, se
representa en el espacio euclídeo mediante un circulo abierto. Un círculo abierto es un
círculo sin la circunferencia que lo limita. Los puntos interiores al círculo forman un
conjunto abierto, que es el concepto básico de la topología. Un punto del plano
hiperbólico se representa en el plano euclídeo como un punto interior al círculo. Además,
la recta en el espacio hiperbólico se representa como una cuerda de ese círculo abierto,
una recta que no tiene puntos extremos y que, por ello, es ilimitada. En la figura, la cuerda
es la recta MN sin los puntos extremos A y B, es una cuerda abierta.

Observemos ya una propiedad del espacio hiperbólico: las dos cuerdas


representadas son dos rectas que no son paralelas, pero no se intersectan (son
hiperparalelas). Luego, Klein usa los conceptos de “pasar por” y “estar entre” que se
interpretan igual en el plano euclídeo que en el plano hiperbólico. Si decimos, por
ejemplo, que la recta A pasa por los puntos M y N, ese enunciado tiene el mismo
significado tanto en el espacio euclídeo como en el hiperbólico. Lo mismo ocurre si
decimos que un punto X está entre los puntos M y N. Así pues, en el modelo de Klein, el
diccionario que permite traducir los términos de la geometría hiperbólica a la geometría
euclídea es el siguiente:

Vocabulario hiperbólico Vocabulario euclídeo

Punto → Punto interior a un círculo

Cuerda de un círculo sin los puntos


Recta → extremos

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Plano → Círculo abierto (sin la circunferencia)

Pasar por → Pasar por

Estar entre → Estar entre

Veremos ahora que el postulado de Lobachevsky resulta verdadero en este modelo


euclídeo del plano hiperbólico. En la figura, X es una recta y P es un punto exterior a ella.
Por ese punto P pasan solamente dos paralelas a X: las rectas A y B, que son las que
forman el ángulo de paralelismo. Observemos que en este modelo no es necesario
representar a las rectas como curvas. Por el punto P pasan infinitas rectas que cortan a X:
todas las que forman un ángulo menor que el de paralelismo. También pasan infinitas
rectas que no cortan a X: las que forman un ángulo mayor que el de paralelismo; esas son
las hiperparalelas a X. Con este simple dibujo verificamos que el postulado de
Lobachevsky resulta verdadero en el modelo de Klein, mientras que puede advertirse que
el quinto postulado euclídeo resulta falso.

Ahora veremos de qué manera Klein tradujo la noción hiperbólica de distancia


entre dos puntos a términos euclídeos. La definición de distancia es algo más técnica, por
lo que debemos detenernos con más detalle. Ante todo, consideremos la siguiente figura.
La cuerda AB es una recta que pasa por el punto O, que es el centro del círculo abierto.
Por su parte, M, N y P son tres puntos ubicados sobre la recta AB que se alejan del punto
central O. Según Klein, la distancia en el espacio hiperbólico entre los puntos M y N (que
escribimos como (MN)) debe representarse en el espacio euclídeo mediante la siguiente
fórmula:
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𝑀𝐴⁄
𝛿(𝑀𝑁) = 𝑙𝑜𝑔 𝑀𝐵
𝑁𝐴⁄
𝑁𝐵

En esta fórmula, Log es el logaritmo natural (el que tiene como base el número
irracional e) de un cociente entre otros dos cocientes. De esta fórmula resultan las dos
siguientes propiedades:

1) En el plano hiperbólico y en el plano euclídeo la distancia es aditivia, esto es:


(MN) + (NP) = (MP).
2) Si las distancias entre dos pares de puntos en el plano hiperbólico son iguales,
entonces, las correspondientes distancias en el espacio euclídeo son
desiguales: (MN) = (NP) en el espacio hiperbólico → (MN)  (NP) en el
espacio euclídeo. (A la inversa, (MN) = (NP) en el espacio euclídeo →
(MN)  (NP) en el espacio hiperbólico).

Así, dos distancias que son guales en el espacio hiperbólico, son desiguales en el
espacio euclídeo (y viceversa). Según se advierte en la figura, a medida que los puntos se
alejan del centro O, la distancia de los puntos a ese centro crece indefinidamente. Por
tanto, los puntos A y B se encuentran a una distancia infinita de O. Los puntos de la
circunferencia del círculo son, por así decirlo, un horizonte que nunca puede alcanzarse.
El círculo abierto resulta, entonces, infinitamente extenso, como los es el plano
hiperbólico. Ese círculo que representamos de manera euclídea tiene, en el modelo de
Klein, todas las propiedades del plano euclídeo.

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Hay otros modelos que prueban la consistencia relativa de la geometría
hiperbólica respecto de la geometría euclídea y también modelos que prueban la
consistencia relativa de la geometría hiperbólica respecto del análisis real. Pero, como ya
señalamos, no existe ninguna prueba absoluta de consistencia de ninguna geometría no
euclídea ni tampoco de la geometría Euclídea. Hay una limitación intrínseca para esta
clase de pruebas: el llamado segundo teorema de Gödel, según el cual la consistencia de
un sistema axiomático que contenga a la aritmética de los números naturales (o cualquier
otra teoría más potente) no puede demostrarse dentro del propio sistema. Para demostrar
la consistencia del primer sistema hay que apelar a otro sistema (posiblemente uno más
potente, como una extensión del primero), pero cuya consistencia tampoco podrá ser
demostrada. Este resultado fundamental de limitación afecta a cualquier sistema de
geometría, como la geometría hiperbólica, y también al análisis real. Por consiguiente, no
se espera demostrar la consistencia absoluta de ninguna geometría, ni siquiera de la
geometría absoluta. Así pues, es necesario conformarse con pruebas de consistencia
relativa para las diferentes geometrías no euclídeas, como ocurre con la mayor parte de
las teorías matemáticas.

Para finalizar consideremos la pregunta ¿se ha demostrado la independencia del


quinto postulado de Euclides respecto de los otros cuatro? Es frecuente que en obras de
carácter popular sobre historia o filosofía de la matemática se afirme que sí se ha
demostrado, pero esto es incorrecto. La razón es que no hay prueba de la consistencia
absoluta de la geometría hiperbólica, sino solo pruebas relativas. Para demostrar la
independencia del quinto postulado es imprescindible disponer de una prueba de la
consistencia absoluta de la geometría hiperbólica. Esto probaría la independencia de ese
postulado, ya que la geometría hiperbólica tiene como axiomas a los cuatro primeros
postulados de Euclides y a la negación del quinto postulado. Si ese sistema fuera
satisfacible, el quinto postulado no podría deducirse de los otros cuatro, porque, en ese
caso, el sistema sería inconsistente. La situación es que esa prueba absoluta, mediante un
modelo de la geometría hiperbólica, no se ha encontrado. Por otra parte, tampoco se ha
encontrado ninguna contradicción en esa geometría, pero ello no prueba que sea
consistente. Podría decirse que se ha probado la independencia del quinto postulado
relativamente a la consistencia de la geometría euclídea, es decir, se ha probado que si la
geometría euclídea es consistente, entonces, el quinto postulado de Euclides es
independiente de los otros cuatro postulados. Pero no se conoce la consistencia absoluta

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de la geometría euclídea, por lo que no puede inferirse la independencia del quinto
postulado. Los matemáticos no dudan de la consistencia de la geometría euclídea porque
la han utilizado durante más de dos milenios sin encontrar ninguna contradicción. Pero,
como ya señalamos, de ese hecho no se sigue ninguna prueba de su consistencia.

Consecuencias filosóficas del descubrimiento de las geometrías no euclídeas:


la naturaleza del conocimiento geométrico

El impacto filosófico del descubrimiento de las geometrías no euclídeas fue tardío


y solo se produjo después de la segunda mitad del siglo XIX, aproximadamente a partir
de 1860. Podemos decir que hubo dos consecuencias principales. La primera fue la
separación entre geometría matemática y geometría física. La segunda fue la aparición
de diferentes posiciones epistemológicas acerca de la naturaleza del conocimiento
geométrico: el apriorismo, el empirismo y el convencionalismo. Las estudiaremos
comenzando por esta última, pero solo podremos hacer comentarios muy breves. La
cuestión corresponde a la filosofía del espacio y el tiempo, que es una subdisciplina de la
filosofía de la ciencia muy desarrollada en la actualidad.

La primera posición epistemológica sobe el conocimiento geométrico es el


apriorismo. Para Kant, como para todos los filósofos que lo precedieron, la geometría de
Euclides era a la vez conocimiento matemático y empírico: proporcionaba
demostraciones y a la vez describía la estructura geométrica del espacio físico real; era
conocimiento necesario y al mismo tiempo empírico. En términos de Kant, sus
enunciados eran sintéticos a priori. Por esta razón, posición kantiana recibe el nombre de
apriorismo. Este ismo hay que tomarlo genéricamente, ya que no necesariamente coincide
en todos sus aspectos con las ideas del propio Kant. El apriorismo, en su versión
neokantiana, intenta responder a la crítica según la cual el descubrimiento de la geometría
no euclídea refuta la posición de Kant sobre el carácter a priori de la geometría (a priori
significa en Kant que es independiente de la experiencia). Según Kant, el espacio es la
forma del sentido externo de nuestra percepción. El carácter espacial de los objetos que
percibimos no un dato de la experiencia, sino algo puesto por el sujeto de conocimiento.
Así, el sujeto impone la estructura euclídea al espacio de manera necesaria. Kant no
concebía otra geometría posible más que la euclídea, pero una vez demostrada la
consistencia relativa de la geometría hiperbólica, esta resulta igualmente posible. Así

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pues, el espacio físico, en principio, es decir, al menos como posibilidad lógica, podría
no ser euclídeo, sino hiperbólico. ¿Cómo se podría mantener, entonces, el carácter a priori
de la geometría euclídea? La respuesta neokantiana es que la geometría euclídea no es la
única posible, pero es una geometría privilegiada porque es la geometría de la percepción
humana. Esto es, aunque el espacio podría ser hiperbólico (por ejemplo, a escala cósmica)
los sujetos humanos percibimos el espacio de manera euclídea. La cuestión de si la
percepción del espacio es euclídea o no es un problema de psicología experimental que
no ha sido todavía resuelto del todo. De hecho, hay muchas experiencias y muchos autores
que sostienen que la percepción del espacio no es euclídea. Por ejemplo, si miramos
longitudinalmente unas vías del ferrocarril las veremos converger a lo lejos, no las
veremos como si fueran paralelas euclídeas, equidistantes. La percepción parece tener
algunas características no euclídeas, lo cual ciertamente debilita la tesis apriorista, que
actualmente muy pocos filósofos sostienen.

La segunda posición sobre el conocimiento geométrico es el empirismo. De


acuerdo con esta, hay muchas estructuras geométricas que podría tener el espacio físico,
pero cuál sea la que efectivamente posee no es algo que pueda demostrarse
matemáticamente ni por medio de razonamientos, sino por medio de la experiencia. La
estructura geométrica del espacio debe determinarse, entonces, haciendo mediciones.
Pero ¿qué es lo que debería medirse? Las entidades geométricas son, como todos los
objetos matemáticos, entidades ideales que no pueden percibirse. Así pues, habrá que
medir alguna clase de entidad física, con lo cual se abandona el terreno de la matemática
pura y se entra en el de la física, o, para usar un nombre antiguo, en el dominio de las
“matemáticas mixtas”. Y allí aparecen todas las incertidumbres que tiene la ciencia física,
que no es en absoluto una ciencia exacta.

Tanto Gauss como Lobachevsky ejemplificaron la actitud empirista. Se atribuye


a Gauss haber hecho un experimento de medición tratando de determinar si la suma de
los ángulos interiores de un triángulo formado por los picos de tres montañas en Alemania
era menor que 180°. Por otra parte, se sabe que Lobachevsky tuvo una idea similar, pero
empleando un triángulo mucho más grande, uno que tenía como vértices la estrella Sirio
(la más luminosa del cielo terrestre) y los dos puntos extremos de la órbita de la Tierra.
Lobachevsky no hizo observaciones astronómicas, sino que usó los datos de las
posiciones ya conocidas previamente. No encontró que la suma de los ángulos interiores
fuera menor que 180°, sino, por el contrario que, dentro del error observacional, era igual

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a 180°. El empirismo debe afrontar muchos problemas epistemológicos, de los cuales
solo mencionaremos dos.

La primera dificultad del empirismo es que toda medición física de cantidades


continuas tiene necesariamente un margen de error, característico de los instrumentos de
medición. Por principio, no son posibles las mediciones de precisión infinita. Por
consiguiente, ninguna medición podrá arrojar nunca el resultado de que la suma de los
ángulos interiores de un triángulo es exactamente igual a 180°. Toda medición en ciencia
se expresa mediante un intervalo de números: un valor medido más menos un margen de
error (por ejemplo, una longitud de 1 metro  1 milímetro). El valor real de una magnitud
física continua es incognoscible por principio; la medición solo puede darnos una
aproximación a ese valor (en el ejemplo anterior, que el objeto mide entre 999 y 1001
milímetros). El margen de error puede reducirse empleando instrumentos más sensibles
o precisos en diferentes aspecto, pero nunca puede eliminarse. Por tanto, cualquier
medición de los ángulos interiores de un triángulo será aproximada y dejará abierta la
posibilidad de quesea compatible con diferentes geometrías. Por ejemplo, si el resultado
fuera 180°  1 minuto, sería compatible tanto con la geometría euclídea como con la
geometría hiperbólica y la elíptica. En efecto, ese resultado es que la suma de los ángulos
está entre 179° y 59 minutos y 180° y 1 minuto. Entonces, el resultado de la medición
solo prueba que el triángulo medido es aproximadamente euclídeo, pero eso es
compatible con que sea hiperbólico o elíptico. Ya sabemos que localmente, esas
geometrías se aproximan a la euclídea. En conclusión, el resultado experimental deja
indeterminada la cuestión de si el espacio es euclídeo o no. Cuando eso ocurre, se dice
que la geometría del espacio (o cualquier teoría en general) está subdeterminada por la
experiencia, o más precisamente, por lo datos disponibles. Si se mejorara la precisión de
las mediciones, a un error, digamos de un segundo de arco, la situación se repetiría. Y así
indefinidamente.

La segunda dificultad del empirismo es que necesariamente debe apelar a


hipótesis físicas, además, de hipótesis puramente geométricas. Podemos advertirlo
volviendo a la pregunta original: ¿Qué es lo que debe medirse para determinar la
geometría del espacio? ¿Qué midieron realmente Gauss y Lobachevsky? La respuesta es
que lo que midieron es la trayectoria de la luz que recibieron de las montañas o las
estrellas. No midieron un triángulo ideal formado por rectas, sino un triángulo real, físico,
cuyos lados estaban formados por los rayos de luz. Para que esa medición tenga alguna
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relación con la geometría es necesario presuponer que los rayos de luz se propagan en
línea recta. Esto quiere decir que las rectas de la geometría se correlacionan con la
trayectoria de rayos de luz. ¿Pero cómo sabemos que la luz se propaga en línea recta
cuando recorre grandes distancias? ¿Cómo podríamos saber que su trayectoria no se ha
curvado? En sentido estricto, no lo sabemos ni podemos saberlo, solo podemos
presuponerlo. Podemos medir la trayectoria local de rayos de luz y, a lo sumo, por el
problema del error observacional, concluir que su trayectoria es aproximadamente recta.
Pero ese resultado será compatible con el hecho de la trayectoria sea ligeramente curva.
Cuando se trata de distancias cósmicas, no hay manera de determinar siquiera esta
aproximación. Por tanto, todo experimento de medición sobre la geometría física
presupone ciertas hipótesis físicas cuya verdad no puede conocerse con certeza. Si se
rechazan esas hipótesis, el experimento es inconcluyente. Por ejemplo, si medimos que
los ángulos interiores de un triángulo suman mucho menos de 180°, lo cual en principio
confirmaría que el espacio es hiperbólico, podemos reconciliar ese resultado con la
geometría euclídea cuestionando la hipótesis de que la luz se propaga en línea recta.
Podríamos reemplazarla por la hipótesis de que su trayectoria es cóncava, lo cual
concordaría con la medición (ajustando convenientemente la curvatura de los rayos).
Entonces, la conclusión sería que el espacio es realmente euclídeo pero resulta
aparentemente hiperbólico a causa de la curvatura de la luz.

La tercera posición epistemológica sobre el conocimiento geométrico es el


convencionalismo, una de las más difundidas en el siglo XX. Hay muchas variedades de
convencionalismo, pero todas tienen un aire de familia. La idea central es que el espacio
físico puede describirse mediante diferentes geometrías, tanto la euclídea como las no
euclídeas, pero la descripción que se elija es una cuestión de convención. Las
convenciones se eligen no porque sean necesarias a priori o porque concuerden con la
experiencia, sino, esencialmente, por su utilidad y conveniencia. El principal criterio para
la elección de una convención es la simplicidad. Así, para todos los convencionalistas, el
espacio no tiene una estructura geométrica intrínseca, sino que esta se determina por
decisión, por lo que siempre hay muchas posibilidades. Entre esas posibilidades, conviene
elegir la descripción más simple del espacio, que resulta ser la que proporciona la
geometría euclídea.

El matemático francés Henri Poincaré (1854-1912) fue uno de los principales


representantes del convencionalismo geométrico. Argumentó que los axiomas de la

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geometría no son hipótesis empíricas ni enunciados sintéticos a priori, sino simplemente
definiciones estipulativas, que se presentan disfrazadas, como si fueran enunciados de
hecho. Todos aceptamos que las definiciones de los términos del lenguaje son cuestión
de convención. El significado de un término se puede cambiar por decisión (como ocurrió
cuando se cambió la definición de “planeta” en 2006). Se trata, entonces, de elegir las
definiciones que sean más convenientes y, en última instancia, las más simples. Poincaré
sostuvo que la simplicidad no era una cuestión de gusto o subjetiva, sino, al menos en
matemática, una cuestión objetiva. Sobre esa base, argumentó que la geometría euclídea
era la más simple, en el mismo sentido que el sistema métrico decimal es más simple que
los sistemas métricos antiguos. Además, sostuvo que la geometría euclídea es aquella que
mejor se adapta a nuestra experiencia con los cuerpos rígidos que manipulamos. Ese es
un argumento interesante porque, si fuéramos seres fluidos, como amebas, y nuestro
entorno fuera líquido, la geometría euclídea posiblemente no sería adecuada para
describir nuestra experiencia. Finalmente, sostuvo que la geometría euclídea tiene un
lugar privilegiado porque mediante ellas construimos nuestros instrumentos de medición.
Por esas razones, concluyó que nunca sería reemplazada por una geometría no euclídea,
al menos, podríamos decir, para usos prácticos, como la ingeniería.

Una manera de formular el convencionalismo geométrico es la siguiente: el


espacio es métricamente amorfo, por tanto, su estructura métrica se puede describir de
diferentes maneras. Esto presupone la distinción entre propiedades métricas y
propiedades topológicas del espacio, que no podemos explicar aquí. Digamos
simplemente, que las propiedades métricas son aquellas que dependen de la distancia
entre puntos, mientras que las propiedades topológicas son independientes de la distancia.
Una propiedad topológica del espacio es el número de dimensiones; otra es su
continuidad. Tanto la geometría euclídea, como la hiperbólica o la elíptica, tienen la
misma topología: asumen que el espacio tiene tres dimensiones y es continuo (además de
otras propiedades topológicas). Por tanto, la elección convencional de una de ellas no
implica la decisión de elegir entre diferentes topologías. Se trata, entonces, de elegir entre
tres geometrías métricas que tienen la misma topología. En general, el convencionalismo
no se ha extendido a la topología del espacio, lo cual es comprensible. En efecto, resulta
difícil pensar que, por ejemplo, el número de dimensiones del espacio es convencional y
que, por consiguiente, podríamos describirlo empleando cualquier otro número de
dimensiones. Hans Reichenbach (1891-1953) ha sido otro representante distinguido del

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convencionalismo geométrico, pero en este curso no nos ocuparemos de él. Su posición
combina aspectos empiristas y convencionalistas acerca de la elección de una geometría
métrica, pero su convencionalismo no se extiende a la topología del espacio.

Para finalizar, consideremos brevemente la otra consecuencia del descubrimiento


de las geometrías no euclídeas: la separación de la geometría física de la geometría
matemática. Las razones pueden comprenderse a partir de todo lo anterior. Cuando se
conocía solamente la geometría euclídea, no se distinguía la geometría matemática de la
geometría física porque se pensaba que la geometría de Euclides desempeñaba ambas
funciones. Simplemente, no se concebía otra posibilidad: el espacio parecía ser
necesariamente euclídeo. La proliferación de geometrías no euclídeas abrió la posibilidad
de pensar que la geometría del espacio físico no fuera necesariamente euclídea. Por otra
parte, las pruebas de consistencia relativa de las geometrías no euclídeas mostraron que
estas eran tan consistentes como la geometría euclídea. Entonces, la determinación de la
estructura física del espacio real podía ser una cuestión de física, que involucrara hipótesis
específicas de la física. De esa manera, se produjo lo que Rudolf Carnap (1891-1970)
denominó “la disolución de la síntesis a priori de Kant”. La geometría matemática se
concibió como un conocimiento a priori, pero no sintético, sino analítico. En principio,
son posibles todas las geometrías que sean lógicamente consistentes, pero ninguna
geometría matemática tiene contenido empírico ni describe el espacio físico real. La
geometría física, en cambio, es sintética, pero no es conocimiento a priori, sino a
posteriori. Tiene contenido empírico y su verdad depende de la manera en que sea el
espacio real. La geometría física, en tanto es una teoría física, tiene contenido empírico,
pero su carácter es meramente hipotético, como el de toda teoría de las ciencias fácticas.
De esa manera, la descripción del espacio físico real se considera una cuestión diferente
de la construcción de una teoría matemática consistente.

Bibliografía obligatoria y complementaria

-Sobre el conocimiento geométrico debe leerse el artículo de Poincaré “Las geometrías


no euclídeas”, con especial atención el último parágrafo titulado “La naturaleza de los
axiomas".

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-Existen muchos libros sobre la geometría no euclídea, pero están escritos por
matemáticos y su nivel es superior al de este curso. Quienes tengan interés pueden
consultar:

Greenberg, M. J. (1993) Euclidean and Non-Euclidean Geometry: Development and


History. Third Edition. New York: Freeman.

Trudeau, R. (2008) The Non-Euclidean Revolution. Boston: Birkhäuser.

Ambos libros están disponibles en la Web (en Libgen.is). Debe tenerse en cuenta
que la terminología de estos dos autores es diferente, tanto entre sí como respecto de la
que se utilizó en las clases.

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