Seduction and Snacks - Tara Sivec (Chocolate Lovers #1)

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Staff:
Moderadoras:
Andreani Kass Panchys
Annabelle MaryLuna
Jo Moni

Traductoras:
3
Moni Val_17 lunnanote
Jo Anelynn Ankmar
Annabelle CrisCras hermanaoscura
Mel Cipriano Jessy. karlamirandar
Amy Coraldone Mitzi.C
melusanti Autumn Night rihano
aa.tesares Mel Markham Andreani
perpi27 Majo_Smile ♥ Kass
Juli jackiejt Vero
Nico ♥...Luisa...♥ Joss

Correctoras:
Verito CrisCras Sofía Belikov
itxi Vericity Aimetz
Juli Maarlopez Melky2012
mterx Alaska Young NnancyC
Lalu ♥ val_mar Melii
Mel Cipriano Zafiro Gabihhbelieber

Lectura Final:
Juli

Diseño:
Deydra B.
Índice
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Futures and Frosting
Sobre el Autor
Sinopsis
Claire es una madre soltera de veinte-tantos años que a
regañadientes ayuda a su mejor amiga a vender juguetes sexuales
mientras intenta ganar suficiente dinero como para comenzar su propio
negocio y darle a su hijo pequeño de gran boca, pero
extremadamente adorable (cuando está durmiendo) una mejor vida.
Cuando Carter, el rollo de una noche de su pasado que cambió
su vida para siempre, aparece en el bar de su ciudad natal sin ningún
5 recuerdo sobre ella además de su único aroma a chocolate, Claire se
asegurará de que esta vez él la recuerde.
Con la evidente sorpresa de Carter al de pronto descubrir que
tiene un hijo de cuatro años y el pánico de Claire de que las estrías y su
escasa y casi nula experiencia en el dormitorio hagan que el hombre de
sus sueños corra a las montañas, la pareja hará lo que sea para
conseguir su “felices para siempre”.
Chocolate Lovers, #1
1
¿Arby’s alguien?
Traducido por aa.tesares
Corregido por Verito

6
Hola, mi nombre es Claire Morgan y nunca quiero tener hijos.
Para aquellos que se sienten de la misma manera, ¿soy yo o
parece como si estuvieras en el medio de una terrible reunión de
Alcohólicos Anónimos cada vez que alguien se entera de que nunca
quieres hijos? ¿Debería ponerme de pie, saludar a la habitación, y
confesar que me lleva al séptimo círculo del infierno en el qué
constantemente me encuentro? Se trata de una casa del terror donde
estoy rodeada de mujeres embarazadas que me piden que toque sus
protuberantes vientres y tenga un debate en profundidad acerca de
sus vaginas. No entienden por qué la palabra placenta nunca se debe
utilizar en una frase. Nunca. Especialmente con un café en la mitad del
día.
¿Sabes lo que me llevó a esta decisión? El video de salud que
vimos en clase en sexto grado. Ese retroceso a los años setenta en el
que tenían a una mujer gritando desesperadamente con el sudor
goteando de su rostro mientras su marido le acariciaba tiernamente la
frente con una toalla y le decía que lo hacía muy bien. A continuación,
la cámara enfocó la escena del crimen entre sus piernas: la sangre, la
sustancia viscosa, los coágulos, y el extraordinariamente largo hueco
porno que ahora tenía una cabeza diminuta apretando en su salida.
Mientras que la mayoría de las chicas cerca de mí decían: “¡Ahhhhhh!”
cuando el bebé empezó a llorar, las miré con repulsión murmurando:
“¿Qué diablos está mal con ustedes? Eso NO es normal.” A partir de ese
momento, mi lema era: Nunca voy a tener hijos.
—Así que, Claire, ¿qué quieres ser cuando seas grande?
—Nunca voy a tener hijos.
—Claire, ¿todavía no has elegido una especialidad?
—Nunca voy a tener hijos.
—¿Quiere papas fritas con eso?
—Nunca voy a tener hijos.
Por supuesto, siempre hay algunos en tu vida que creen que
pueden hacerte cambiar de opinión. Se casan, tienen un hijo y luego te
invitan a verlos esperando que seas abrumado por la emoción cuando
eches un vistazo a su nuevo pequeño milagro. En realidad, lo único que
puedes hacer es mirar la casa que no han tenido tiempo de limpiar en
seis semanas, oler sus cuerpos que no han tenido tiempo de bañar en
dos semanas, y ver sus ojos un poco escurridizos cuando le preguntas
cuando fue la última vez que tuvieron una noche de sueño reparador.
Se les ve reír con cada eructo y sonreír con cada pedo. Se las arreglan
para mencionar la caca en cada conversación, y tienes que
preguntarte quién es el loco aquí.
Luego están las personas que creen que tu frivolidad se debe a
algún problema secreto profundo y oscuro con tu útero que estás
7 compensando, y te miran a ti y a tu vagina con lástima. Susurran detrás
de tu espalda y de repente se convierte en un juego horrible de “El
Teléfono”, y todo el mundo piensa que tienes una amenaza de fertilidad
problemática donde el embarazo hará que tu vagina haga una
combustión espontánea y tu teta izquierda se caerá. ¡Detengan la
locura! Todas mis partes funcionan y por lo que sé, no tengo el síndrome
de explosión de vagina.
La simple verdad es que nunca pensé que empujar de mí un
diminuto humano que revuelva mi vagina en algo parecido a carne
asada que nadie va a querer ver, por no hablar de la explosión, fuera
una idea estelar. Fin de la historia.
Y seamos sinceros gente, nadie es sincero contigo con respecto al
nacimiento de un niño. Ni siquiera tu madre.
“Es un dolor que olvidas una vez que tengas ese dulce y pequeño
bebé en tus brazos.”
Tonterías. SON PURAS TONTERÍAS. Cualquier amiga, prima, o un
idiota extraño y curioso en la tienda de comestibles que te dice que no
es tan malo, es un completo mentiroso. Tu vagina es más o menos el
tamaño de la circunferencia de un pene. Hay que estirarla y abrirla y
convertirla en una cueva de murciélagos gigante para que la vida
humana que ha estado creciendo por nueve meses pueda salir por fin.
¿Quién en su sano juicio lo haría voluntariamente? Un día estás
caminando y piensas: “Sabes, creo que es hora de convertir mi vagina
en un Bistec de Arby’s1 y queso Cheddar (menos de queso cheddar) y
ensillarme durante un mínimo de dieciocho años para que alguien me
succione el alma de mi cuerpo y la voluntad de vivir, entonces soy el
caparazón de la persona que solía ser, y no puedo tener sexo ni siquiera
aunque pague por ello.”
Parece lógico que después de tantos años de predicar a todo el
mundo cómo nunca iba tener hijos, fui la primera de mis amigos en

1 Es una cadena de restaurantes de comida rápida.


tener uno —para su horror, lo cual me ofendió mucho. Es decir,
cualquier idiota puede criar a un niño. Un ejemplo: mi madre. Estuvo
ausente el día que entregaron los manuales para criar a los hijos y en su
lugar se guió por el viejo y sabio Doctor Phil y las galletas de la fortuna
para educarme, y resultó muy bien. Bueno, tal vez ese no era el mejor
ejemplo. No soy una asesina en serie, al menos tengo eso de mi lado. Ya
hablaremos más tarde de mi madre.
Supongo que decir que odio a los niños es un poco duro, teniendo
en cuenta que soy madre, ¿no? Y no es que odie a mi hijo. Sólo me
desagradan fuertemente los pequeños llorones de las otras personas,
con las caras sucias, narices mocosas, manos pegajosas, que gritan,
vomitan, cagan, no duermen y se quejan. Prefiero un gato antes que un
niño en cualquier momento. Puedes abrir una bolsa de Meow Mix,
8 dejarla en el suelo al lado de un cubo de agua, irte de vacaciones por
una semana, y volver a casa con un animal que está tan ocupado
lamiendo su propio culo que no tiene idea de que alguna vez te has
ido. No puedes hacer eso con un niño. Bueno, supongo que podría,
pero estoy segura de que es mal visto en la mayoría de los círculos. Y si
mi hijo pudiera lamerse el culo, puedo decirte que me habría ahorrado
un montón de dinero en pañales.
Decir que me preocupaba ser madre dada mi aversión al parto y
a los niños en general, es un eufemismo. Dicen que cuando tienes tu
propio hijo, la primera vez que se miran a los ojos te enamoras
inmediatamente y el resto del mundo desaparece. Dicen que creerás
que tu hijo no puede hacer nada mal, y los amarás incondicionalmente
desde el primer momento. Bueno, quien quiera que sean “esos”,
deberían limitar la cantidad de crack que fuman y dejar de hablar
tonterías mientras sus vaginas Arby’s necesitan las bragas de su abuela.
El día que tuve mi hijo, bajé la mirada y dije—: ¿Quién diablos
eres? No te pareces en nada a mí.
A veces no es amor a primera vista. “Qué esperar cuando no
esperabas quedar embarazada esa única vez en una fiesta de
fraternidad” y el resto de esos libros sabelotodo de bebés no sirven para
nada. A veces tienes que aprender a amar a los pequeños monstruos
por algo más que las deducciones impuestas que te proporcionan. No
todos los bebés son lindos cuando nacen, sin importar cómo muchos
padres nuevos tratan de convencerte de lo contrario. Esta es otra
mentira que los mal concebidos “ellos” te hacen creer. Algunos bebés
nacen pareciendo ancianos con rostros arrugados, manchas de edad,
y cabello con entradas.
Cuando nací, mi padre George llevó mi foto del hospital a la casa
de su amigo Tim, mientras mi madre todavía se recuperaba en el
hospital. Tim echó un vistazo a mi foto y dijo—: Oh dulce Jesús, George.
Mejor espera que sea inteligente. —No fue diferente con mi hijo, Gavin.
Era divertido mirarlo. Era obvio que yo era su madre. Tenía una cabeza
enorme, sin pelo y sus orejas sobresalían tanto que a menudo me
preguntaba si funcionaban como el “Whisper 2000”, y él era capaz de
captar las conversaciones de algunas personas a una cuadra. Durante
mi estancia de cuatro días en el hospital, todo lo que seguía haciendo
cada vez que miraba a su enorme cabeza, era hablar con un acento
escocés y citar a Mike Meyers de “Una novia sin igual”.
—Llora hasta dormirse en la noche en su enorme almohada.
—Esa cosa es como un satélite. Tiene su propio sistema climático.
—Es como una naranja en un palillo de dientes.
Creo que me oyó hablarle de él a las enfermeras y formuló un
plan para vengarse de mí. Creo firmemente que la noche en el cuarto
de los niños, él y todos los otros recién nacidos se pusieron a conversar y
9 decidieron que era el momento para una revolución. ¡Vivan los recién
nacidos!
Sabía que debería haberlo mantenido en mi habitación todo el
tiempo que estuve allí. Pero vamos gente, necesitaba descansar un
poco. Eran los últimos días que volvería a dormir otra vez, y me
aproveché completamente de eso. Debería haber mantenido un ojo en
el niño que ponían al lado de su cuna por la noche. Sabía que ese
mocoso Zeno sería una mala influencia para mi hijo. Tenía “anarquía”,
escrito en toda su cara. ¿Y de todos modos, quién nombra Zeno a un
niño? Eso era pedir que le pateen el culo en el patio de juegos.
Gavin era tranquilo, nunca complicado, y durmió todo el tiempo
en el hospital. Me reí en la cara de mis amigos que vinieron a visitarme y
me dijeron que no iba a ser así, una vez que nos vayamos. En realidad,
Gavin rió, agitando su puño diminuto de furia en el aire por sus
hermanos en la nación de recién nacidos. Juro que oía: “¡Orgullo bebés!
¡Poder Bebés!” cada vez que hacía ruidos en su sueño.
El momento en que lo metí en el coche para ir a casa, el cuento
se acabó. Gritó como un hada de la muerte salvaje y no se detuvo
durante cuatro días. No tengo ni idea de lo que era un hada de la
muerte salvaje o si existía, pero si lo hacían, estaba segura de que eran
ruidosas como la mierda. Lo único bueno de todo este suplicio era el
hecho de que mi hijo se negó a salir de mi cuerpo a través de mi
pedacito de mujer. Esta mujer no iba a tener el coño asado. Todos los
libros de bebés escritos por mujeres que tuvieron la experiencia de parto
más perfecta del mundo, decían que debías hablar con tu hijo en el
vientre. Ese fue el único consejo que tomé de esas cosas. Cada día le
decía que si él arruinaba mi vagina, le haría una cinta de vídeo de su
nacimiento y la mostraría a todas sus futuras novias lo que le pasaría a su
coño cuando tuvieran relaciones sexuales, asegurando que él nunca,
nunca tendría sexo. A la mierda con ponerle a Mozart y leerle
Shakespeare. Fui con el método directo de asustarlo.
Todas mis amenazas contra él en el vientre dieron sus frutos. Se
quedó allí sentado con los brazos cruzados durante doce horas y se
negó a bajar. Esto me parecía perfectamente bien. Cesárea, aquí voy.
Soportaría que me corten la tripa en un minuto si pudiera omitir toda la
parte del bebé y obtener los cuatro días en un lugar con todo incluido,
que te sirvieran el desayuno, el almuerzo y la cena en la cama, y que las
veinticuatro horas te den una infusión de morfina, y te envíen la caja
con un suministro de Vicodin por treinta días.
Antes de emocionarme demasiado al pensar en las drogas
legales sin el grito desesperante de un recién nacido, tal vez debería
volver a la noche en que me metí en este lío. Mi horóscopo de ese día
debería haber sido una advertencia de lo que iba a venir: “Vas a
conseguir un montón de grandes artilugios informáticos y joyas de tus
10 vecinos, que morirán cuando entres a su casa, les dispares, y tomes
todas sus cosas.”
No sé qué debería haber sido una advertencia, ¡pero vamos! ¿Eso
no tiene escrito “mal augurio” por todas partes? La primera y única vez
en mi vida que decido tener una aventura de una noche, para por fin
poder renunciar a la tarjeta V, quedó embarazada. Te lo digo, el
universo me odia.
Tenía veinte años y me encontraba en mi segundo año de
universidad, bueno en mi camino a un título en Administración de
Empresas. Al margen de las bromas constantes de mi mejor amiga Liz,
sobre el estado de mi virginidad, la vida era buena. Bueno, buena para
una estudiante universitaria. No tuve una enfermedad venérea, a
ninguno de mis amigos los habían drogado y luego violado, y al final del
semestre, evité tener que vender mis órganos a la ciencia para pagar la
comida y la hierba.
Déjame que te diga que no apruebo el consumo de drogas
ilegales de ninguna manera. A menos que sea una hierba totalmente
natural que no me haga sentir culpable por comer una caja entera de
cereal Capitán Crunch y mantequilla de maní, mientras veo durante
horas “El placer de pintar” con Bob Ross. “Oh agua verde, oh eso es
bonito, y un arbolito feliz justo ahí.” También relaja a Liz durante finales
para que no esté gritando y subiendo por las paredes como un mono
aullador rabioso. ¿Recuerdas todo esa mierda de “Abrazos, no Drogas”
que trataron de imponernos en la secundaria? Los engañamos. No
tienes que elegir. Puedes tener las dos cosas y no morir. Pero en serio,
chicos, no se droguen.
Recuerdo esa noche con cariño. Y con cariño, me refiero a un
amargo resentimiento hacia todas las cosas alcohólicas y con un pene.
2
El beer pong puede causar un embarazo
Traducción por perpi27
Corregido por Itxi

11 Era un viernes por la noche y lo pasábamos de la forma habitual,


en una fiesta de fraternidad con un montón de chicos universitarios
borrachos y fanáticos por naturaleza de la fraternidad de mujeres. No
entiendo cómo Liz logró arrastrarme a esto semana tras semana. Esta no
era nuestra gente. Nuestra gente se encontraba en los dormitorios
escuchando “The Darkside of the Moon” de Pink Floyd, y viendo El mago
de Oz, mientras discutimos si la última temporada de la serie de Dawson
Crew es o no a mejor. (¡Pacey y Joey por siempre!) No pertenecemos a
la multitud de los niños mimados que creían que los préstamos
estudiantiles tenían algo que ver con estudiantes de intercambio. A
medida que nos dirigimos a un bar portátil en un lado de la habitación,
pude escuchar a dos idiotas discutir sobre quién pagó más por su bolso
Coach y quien se acostó con más chicos la semana pasada. Una de
ellas afirmó que le avergonzaba haber llevado a la otra a la fiesta, ya
que llevaba un par de Loubutin que eran “del año pasado”. Estos eran
los futuros líderes de nuestro país, damas y caballeros. Cristo, me sentía
como si estuviera viendo una escena en vivo de “Heathers” (¿Te he
traído a una fiesta de Remington y me lo agradeces así? Eso es una
alfombra en el pasillo. Fue compensado con vomito). Afortunadamente
Liz me interrumpió antes de que le diera a una de ellas un vaso con
líquido del escurridor.
—Oooh ¿qué hay de ese? Es lindo. Y tiene buenos dientes —
anunció con entusiasmo cuando inclinó la cabeza hacia un individuo
con un chaleco que manejaba el barril.
—Jesús Liz, no es un caballo —gemí, rodando los ojos y tomando
un sorbo de la cerveza tibia.
—Pero lo podrías montar toda la noche si juegas bien tus cartas —
dijo con ese guiño espeluznante de vendedor de coches y un empujón
en el hombro.
—Estoy preocupada por ti, Liz. Creo que pasas demasiado tiempo
pensando en mi vagina. Estás secretamente enamorada de mí ¿no es
cierto?
—No te hagas ilusiones —respondió distraídamente mientras
examinaba la zona por más chicos—. Ahora que lo pienso, jugué para
el otro equipo en la secundaria después de una de las fiestas nocturnas
de los viernes de Tom Corry. Sin embargo, nunca pasamos la segunda
base. Alguien golpeó en el baño en el que nos encontrábamos y de
repente se me ocurrió que me gustaba el pene —reflexionó.
La miré de perfil como si tuviera dos cabezas. O su mano en una
vagina. ¿Por qué descubro ahora que mi mejor amiga pasó por una
fase de lesbianismo? Ahora cada vez que la mire, voy a imaginar a la
mano-vagina. Una pequeña mano que se parece a una vagina que
me persigue por toda la casa y me mira mientras duermo. La mano-
vagina siempre está mirando. La mano-vagina te ve.
Liz miró sobre mi hombro y luego se inclinó más cerca. —Detrás de
12
ti hay dos guapos que nos miran.
Rodé los ojos y suspiré ante el intento de Liz de ocultarse.
—Cinco dólares a que las bebidas gratis serán nuestras si jugamos
bien nuestras cartas —dijo con complicidad.
—Liz, estamos rodeadas de barriles de cerveza y nos dieron un
vaso de plástico cuando entramos. Estoy bastante segura de que la
bebida es gratis —dije, levantando mi vaso rojo delante de ella como
un recordatorio.
—Oh, cállate. Estás arruinando el momento. Si en este momento
estuviéramos en un bar, nos comprarían las bebidas.
—Si fuéramos mayores de edad.
—Detalles —se mofó con un gesto siniestro de la mano-vagina.
Se acomodó el cabello y después bajó su camisa, por lo que
mostró suficiente escote para cegar a un hombre.
—Liz, si estornudas se te va a escapar un pezón. Pon esas cosas en
su sitio antes de que te saques un ojo.
—¡Están viniendo! —chilló, golpeando mis manos mientras trataba
de bajar su camisa para sacar a las gemelas.
—Jesús, ¿hay un radiofaro direccional en esas cosas? —murmuré.
Sacudí la cabeza ante el asombroso poder de sus tetas—. Tus tetas son
como un premio o recompensa al que levante más rápido su pene —
murmuré mientras finalmente me giraba para echar un vistazo a quien
venía. Estoy bastante segura de que, para un extraño, me parecía a
Elmer Gruñón cuando vio a Bugs Bunny vestido como una chica y sus
ojos se salieron de su cabeza y su corazón sobresalía por el frente de su
camisa.
Si la música no estuviera tan fuerte, sería capaz de escuchar—:
¡ARRROOOOOOGA!
—Hola, chicas.
Liz, no tan sutilmente, me dio un codazo cuando habló el que se
veía como un jugador de futbol. Levanté brevemente mis cejas por la
camiseta que llevaba, tensa contra los músculos de su pecho y leí: “No
soy ginecólogo, pero voy a echar un vistazo.” Mi atención se centró de
inmediato en el chico de pie junto a él, con las manos en los bolsillos. La
camiseta con las mangas subidas hasta los codos que llevaba,
abrazaba su cuerpo muy bien y pude ver la sutil silueta de los músculos
de su pecho y brazos. No eran nada en comparación con “Adicto a los
esteroides” de pie junto a él, pero eran perfectos para mí. Quería que se
diera la vuelta para ver cuán grande se veía su culo en los vaqueros
gastados que usaba. A diferencia de muchos de los chicos de la
universidad de por aquí, que pasaban por una especie de fase con el
13 peinado de Justin Bieber, este chico mantuvo su cabello castaño corto,
con lo suficientemente largo en la cima y con algunas puntas
desordenadas. No era demasiado alto, ni bajo, era perfecto. Y...
hermoso. Quería golpear mi cara por decirle hermoso a un chico, pero
era cierto. Era tan bonito que quería tenderle una trampa y ponerlo en
mi mesa de noche, pero no de una manera escalofriante, a lo Hannibal
Lecter. Parecía aburrido, como si prefiriera estar en cualquier otra parte,
excepto en esta fiesta. Antes de que pudiera presentarme y decirle que
era mi alma gemela, alguien chocó contra mi espalda y me tambaleé
hacia delante, golpeando con gracia en su pecho y derramando la
cerveza a nuestros pies.
Santo infierno, olía bien. A chico, canela y un poquito de colonia
que me dieron ganas de frotar la nariz en su camisa y respirar hondo.
Muy bien, podría haber caído en el territorio espeluznante. No quería
que comenzara a llamarme succionadora de camisa. Es un apodo que
nunca desaparecería. Como mano-vagina.
Sus manos volaron de sus bolsillos y agarraron mis brazos para
estabilizarme mientras estaba ocupada intentando no hacer un sonido
vibrante y sexual en su camiseta y huir de la escena mortificada. Oí el
sonido de una risa jactándose detrás de mí y me volví para ver que una
de las “Heathers” era responsable de mi entrada graciosa en la vida de
este chico. Resulta que chocar contra alguien es hilarante, y su gemela,
igualmente ofensiva, se unió y participó señalándome y riendo.
¿Qué es esto, una mala película de adolescentes de la década
de los noventa? ¿Esperaban que llorara y me fuera corriendo de la
habitación, mientras que la música dramática sonaba sobre mi salida?
—Jesús, ¿cuál es tu problema, Heather? —dijo una voz masculina
irritada.
Su risa se detuvo inmediatamente y miró detrás de mí en
confusión. Giré mi cabeza y miré al chico con asombro, al ver que
todavía tenía las manos apretadas contra su pecho y que podía sentir
el calor de su piel a través de su camiseta delgada.
—¿Acabas de citar a “Heathers”? —susurré—. Esa es mi película
favorita.
Me miró y sonrió, el azul penetrante de sus ojos perforando un
agujero a través de mí.
—Tuve un gran flechazo por Winona Ryder antes de todo el robo
—dijo con un encogimiento de hombros, sus manos seguían envueltas
alrededor de mis brazos.
—Mi nombre no es Heather —protestó una voz quejumbrosa
detrás de mí.
—Guau, Winona Ryder —dije con un gesto de cabeza.
Jesús, no tenía ninguna táctica. Estar cerca de un chico tan
14 caliente convirtió en papilla a mi cerebro. Sólo quería oírle hablar otra
vez. Su voz me hacía querer quitarme los pantalones.
—Tengo algo por las chicas inteligentes, raras y morenas —dijo
con una sonrisa.
—¿Por qué me llamas Heather? Sabes que mi nombre es Niki —
dijo otra vez la voz chillona detrás de mí.
¡Soy una chica rara, inteligente y morena! ¡Yo, yo, yo, escógeme!
¿Y quién diablos sigue gimiendo y arruinando mi momento perfecto? Te
lastimaré, puta.
—Um, ¡holllllaaaa!
El hombre de mis sueños rompió el contacto visual conmigo para
mirar por encima de mi hombro. —Niki, tu voz está haciendo sangrar mis
oídos y arruinándome la fiesta.
La oí resoplar y marcharse enfadada. Al menos creo que eso es lo
que hizo. Seguí mirando a este chico y me preguntaba si era demasiado
pronto para arrastrarlo a un dormitorio libre. Me miró y quitó una de sus
manos de mis brazos para apartar de mis ojos el flequillo. La simplicidad
de la acción y la facilidad con la que actuó me hizo sentir que lo había
hecho miles de veces. Quería lanzarle con picardía a Liz una gran
sonrisa cursi y un pulgar arriba pero se encontraba ocupada hablando
con el amigo de este chico a unos metros de distancia.
—¿Quieres ir a llenar tu copa, tal vez jugar a un juego de beer
pong o algo así?
Quiero agarrar mis pantalones, sacar mi virginidad, envolverla y
ponerle un lazo. O tal vez empapelarla en una bolsa de regalo y
dárselo, con una buena tarjeta que diga: “¡Gracias por ser como eres!
¡Un poco de virginidad para mostrarte mi gratitud!”
—Claro —le respondí con un encogimiento de hombros, fingiendo
estar relajada. Es probablemente el mejor momento para hacerme la
difícil. No quiero parecer demasiado ansiosa.
***

—Oh Dios, no te detengas —jadeé mientras me besaba el cuello y


buscaba torpemente el botón de mis jeans. Después de cinco rondas
de beer pong y horas de hablar, reír y estar de pie tan cerca de él que
pronto se hizo imposible dejar de tocarlo, se me olvidó el significado de
“difícil”. Con una audacia que sólo podía lograr debido a grandes
cantidades de alcohol, envolví una mano en su nuca después de
perder la última ronda, lo jalé hacia mí y lo besé con todo lo que tenía,
delante de la gente abandonada en la fiesta que todavía no se había
desmayado en su propio vómito. Tomé su mano, lo arrastré por el pasillo
15 y lo empujé hacia la primera habitación que alcanzamos. Tenía la
esperanza de que Liz hubiera estado cerca para darme algún tipo de
estímulo o indicador de última hora sobre lo que iba a hacer, pero
desapareció después de que anunció que estaría dando pruebas gratis
de papanicolao al final de la noche con su mano lesbiana aprobada.
Tan pronto como llegamos a la habitación oscura, nos atacamos
mutuamente. Besos descuidados de borrachos, manos tocando por
todas partes, chocando contra muebles al azar cuando tropezábamos
y nos reíamos en nuestro camino a la cama. Tropecé con algo en el
suelo que pudo o no haber sido una persona y caí de espaldas, por
suerte en la cama, arrastrando al chico junto a mí. Aterrizó casi encima
de mí y me dejó sin aire.
—Mierda, lo ssssiento. ¿Estás bien? —Arrastró las palabras mientras
se levantó en sus brazos, quitando un poco de su peso.
—Sí, bien —jadeé—. Ahora quítate la ropa.
Estaba tan borracha que casi me reí cuando se quitó de encima
junto con sus pantalones y bóxer. La luz de la luna que brillaba a través
de la ventana del dormitorio, proporcionaba suficiente iluminación para
que viera lo que hacía a pesar de que el alcohol corría por mis venas, lo
hacía parecer como si estuviera en un carrusel. Empujó todo hasta sus
tobillos sin doblar las rodillas, luego se levantó y se arrastró de nuevo a la
cama. Afortunadamente, la minúscula parte de mi cerebro que no
había sido tomada por la cerveza y el tequila, me recordó que no era
una buena idea reírse de un hombre cuando se quitaba los pantalones.
¡Aunque era tan divertido! He visto un montón de penes, sólo que no a
todo color y a dos metros de mi cuerpo. Esa cosa pegada y apuntando
directamente hacia mí. Lo juro, en mi cabeza podía escuchar hablar al
pene.
—Aaarrrggg, hola marinero. Por allá, hay una genial gran vagina.
Cuando estoy borracha los penes hablan como piratas. Es
probable que sea porque Liz los llama serpientes de un solo ojo. Y los
piratas llevan parches y sólo tienen un ojo y... Mierda, capitán Hookpenis
se acercó.
Probablemente debería centrarme.
Él se arrastró sobre mí y me besó, su amiguito chocando con mi
pierna. Esta vez me hizo reír, apartando mi boca de la de él y riendo
tontamente hasta resoplar. Estaba muy borracha, pensando en caminar
por el tablón y había un pene que chocaba contra mi muslo en una
habitación extraña que puede o no tener una persona muerta en el
suelo. ¿Cómo no reírme como una colegiala con esa mierda? Él era
consciente de mis convulsiones de risa mientras movía la cabeza hacia
un lado y besó mi cuello. Y Jeeeeeeesús si eso no me había puesto
sobria el tiempo suficiente para darme cuenta de lo bien que se sentía.
16 —Ohhhhh sssssssssí —gemí en voz alta, sorprendiéndome porque
había vocalizado las palabras que daban vueltas en mi cerebro
borroso, podrido por la cerveza.
Sus labios se movieron hasta el lugar justo detrás de la oreja y
cuando su lengua se deslizó suavemente sobre la piel, un cosquilleo que
me sorprendió fue directo a entre mis piernas. Mis manos se movieron
hacia arriba para agarrar su cabello y mantener la cabeza en su lugar.
No creí que algo de esa noche fuera a sentirse bien. Se trataba de
quitar esta basura del camino, así que disfrutarlo era una pequeña
ventaja que no esperaba. Después de unos minutos de hurgar en mis
vaqueros, por fin pude desabrocharlos y deslizarlos por mis piernas,
quitando mi ropa interior con ellos. Sus manos se deslizaron por los lados
de mi cuerpo, tomando mi camisa hasta que se detuvo sobre mi
cabeza y la tiró en dirección a los vaqueros. El coraje líquido reavivó el
tiempo suficiente para que me quitara el sujetador y lo arrojara a un
lado. El sonido del material chocando con la pared me hizo darme
cuenta de que me hallaba acostada en una cama completamente
desnuda, con un chico de rodillas entre mis piernas, que miraba hacia
todo lo que tenía para ofrecerle.
Oh, Dios mío. Esto está sucediendo. Estoy desnuda delante de un
chico. ¿De verdad voy a hacer esto?
—Jesús, eres tan jodidamente hermosa.
¡Sí, la respuesta es sí! Si sigue hablándome así, puede pegarlo a mi
oído.
Sus ojos recorrieran mi cuerpo y rápidamente se quitó la camiseta
y la lanzó al otro lado del cuarto. Mis manos se extendieron
automáticamente hasta su pecho para que pudiera tocarlo mientras se
hundía encima de mí. Su pecho era duro y tenía la piel lisa. Toqué cada
centímetro que podía alcanzar. Puse las manos alrededor de su nuca y
lo jalé hacia mí y lo besé. Sabía a tequila y sol. A pesar de nuestros
estados de ebriedad, disfrutaba de sus besos. Ahora que estábamos
desnudos y en la cama, no eran tan frenéticos. Eran suaves y dulces y
me hicieron suspirar en su boca. Levantó una de mis piernas y la
envolvió alrededor de su cadera y pude sentir la cabeza de su pene
directamente en mi apertura.
Oh mierda, esto es todo. Está sucediendo. Y ¿por qué estoy
hablando conmigo cuando tengo mi lengua en la boca de alguien y
está a punto de meter su pene en mí?
Oh, Dios mío...

***

A pesar de que estaba borracha como para no acordarme,


17 todavía me acuerdo de lo que pasó después de eso. En menos de dos
segundos estuvo dentro de mí y le dije adiós a mi virginidad. Quería que
durara para siempre. Vi estrellas, me vine tres veces esa noche y fue la
experiencia más hermosa de mi vida.
Sí, claro. ¿Me estás tomando el pelo? ¿Has perdido tu virginidad
últimamente? Duele como una jodida madre y es torpe y desordenado.
Cualquier persona que diga que estuvo a punto de tener un orgasmo
durante el acto, es un mentiroso de mierda. Las únicas estrellas que vi
eran las que se hallaban detrás de mis párpados mientras los apretaba y
esperaba a que se acabara.
Pero seamos honestos, esto era exactamente lo que esperaba.
No es su culpa que no fuera nada del otro mundo. Fue tan dulce y
suave como pudo estar, teniendo en cuenta la cantidad de alcohol
que consumimos durante la noche. Los dos estábamos muy borrachos y
perdí mi virginidad con un chico cuyo nombre no sé, porque no quería
ningún tipo de distracciones y no tenía tiempo para una relación. Con
mi virginidad fuera camino, podría centrarme más en la escuela y en mi
carrera, y Liz dejaría de tratarme en cada fiesta como si fuera un
mercado de carne. Ocurrió exactamente de acuerdo a mi plan. Es
decir, hasta que mi periodo tuvo una semana de retraso y me di cuenta
que me comí toda una hogaza de pan y siete palitos de queso,
mientras me sentaba en la mesa de la cocina mirando el calendario y
deseando haber prestado más atención a las matemáticas en la
guardería, porque no había ningún jodido modo de que supiera contar
bien.
3
¿Ha visto a este donador de esperma?
Traducido por Jo & Amy
Corregido por Juli

18 A veces le echo la culpa de mi falta de deseo de tener hijos a mi


madre. No era una mala madre; simplemente no sabía lo que hacía. Se
dio cuenta tempranamente que vivir en un pueblo pequeño en el
campo no era para ella y que sentarse día tras día viendo televisión con
mi padre y lidiar con una insolente pre-adolescente no era todo lo que
quería de la vida. Quería viajar, ir a exposiciones de arte, conciertos y
películas, quería ser libre de ir y venir cuando quisiera y no tener que
responderle a nadie. Mi mamá me dijo una vez que nunca dejaría de
amar a mi papá, pero quería más de lo que él podría darle. Se
divorciaron y se mudó cuando yo tenía doce para comprarse un
departamento en la ciudad a casi cincuenta kilómetros. Nunca sentí
como si me hubiera abandonado o algo, todavía la veía todo el tiempo
y hablaba con ella por teléfono todos los días. Y no es como si no me
hubiera pedido que fuera con ella cuando se mudó. Lo hizo, pero creo
que fue porque sentía que era lo esperado. Todos sabían que elegiría
quedarme con mi padre. Era y siempre sería una hija de papi. Tanto
como amo a mi madre, siento como si tuviera más en común con mi
papá y parecía natural que debiera quedarme con él.
Aún a pesar de que no vivía con nosotros, mi madre intentó
criarme lo mejor que pudo. Sin embargo, sus habilidades de padre no
eran para nada geniales, y luego de que se mudó, básicamente se
transformaron en un gran choque de trenes. Sin importar lo que las
personas podrían pensar, me amaba; pero la mayor parte del tiempo se
comportaba más como una amiga que una madre. Tres días después
de que se mudó, llamó y me dijo que de acuerdo a algo que vio en
Oprah, necesitábamos hacer algo que cambie la vida para que
pudiéramos forjar un vínculo más fuerte entre nosotras. Sugirió tatuajes a
juego. Le recordé que tenía doce y que era ilegal. Tengo suficientes
libros de “Sopa de pollo para la madre/hija bla, bla, bla” que me ha
dado pasando los años para abrir mi propia tienda de libros y he sido
etiquetada en demasiadas fotos de ella y yo en su página de Facebook
con el pie de “¡Mi mejor amiga y yo!”
La gente pensaba que era extraña la manera en que vivíamos,
pero funcionaba para nosotros. Mi papá no tenía que escuchar a mi
madre persistiendo en su oído todo el día acerca de que nunca la
llevaba a ningún lugar, y mi madre era libre para hacer lo que quería
mientras tenía una relación cercana a nosotros. Algunas personas no
estaban destinadas a vivir juntas. Mis padres se llevan mucho mejor
cuando hay un viaje de veinticinco minutos en auto separándolos.
Aparte del consejo que recibía de malos programas de
entrevistas, mi madre usó el libro de “Educando con idiomas” para
criarme. Cada concejo que siempre me daba era de una línea que leía
o escuchaba que Paula Dean usaba en el Canal de Comida.
Desafortunadamente, nunca tenían sentido y nunca eran usadas en el
contexto correcto. Cuando tienes seis años y le dices a tu mamá que
19 alguien en la escuela te hizo llorar y responde—: No orines en mi espalda
y me digas que está lloviendo. —Como que aprendes a lidiar con las
cosas por ti misma y dejar de pedirle concejos.
Cuando me enteré de que estaba embarazada, no tuve
inmediatamente sueños de ser algún tipo de persona independiente, a
favor de la liberación femenina, derechos igualitarios, “no rasuro mis
piernas porque el hombre no me mantendrá abajo”, perfectamente
feliz de hacer las cosas sola sin la ayuda de nadie. No soy una mártir.
Tan testaruda e independiente como era, sabía que necesitaría ayuda.
Tan pronto hice once billones de pruebas de embarazo, luego de
beber cuatro litros de leche para tener suficiente orina para todas, me
di cuenta de que tenía que cazar a este tipo. Por supuesto, esto fue
después de que googleé “leche y pruebas de embarazo” para
asegurarme de que no acababa de pasar treinta y siete minutos de mi
vida mirando con horror las pruebas de embarazo positivas regadas por
todo mi baño que podrían o no ser correctas porque la pasteurización
arruinaba las hormonas en tu cuerpo y creaban un falso positivo.
No es así, en caso de que estuvieras preguntándote.
Era una estudiante de universidad de veinte años a tiempo
completo, y de acuerdo a mi madre: “No sacas dos monedas del
trasero de un pato con nombre de centavo.” Mi papá, George,
trabajaba en el mismo trabajo desde que tenía dieciocho y ganaba lo
suficiente para pagar sus cuentas y ayudarme con mi habitación y
pensión. Gracias a Dios el mejor amigo de mi papá, Tim, tuvo razón
hace todos esos años. Era más inteligente de lo que parecía y recibí una
beca completa en la Universidad de Ohio, así que no tenía la carga de
préstamos o deudas. Desafortunadamente, sin embargo, eso significaba
que iba a la universidad a tiempo completo y trabajaba hasta
quedarme sin trasero, tomando el doble de cursos que otros
estudiantes, dejando nada de tiempo para un trabajo y nada de dinero
ahorrado.
De alguna manera, me parezco a mi madre. Quería más de mi
vida que ser mesera en Fosters Bar and Grill, donde trabajé toda la
secundaria. Quería viajar, trabajar duro y algún día tener mi propio
negocio.
Desafortunadamente, la vida no lanza bolas curvas; lanza un
infante de tres kilos y seiscientos gramos a tu rostro cuando miras hacia
el otro lado. La vida es una perra rencorosa. Era lo suficientemente
inteligente para saber que no podía hacer esto sola y quería más que
nada mantener la inconveniencia de mi error lejos de mi papá por el
mayor tiempo posible. Otra mujer probablemente habría llamado a su
madre para llorar y rogar ayuda tan pronto el palito cambiaba a
rosado, pero en ese tiempo, no estaba de ánimo para que mi madre
me dijera que: “Roma no fue construida con dos aves de tu arbusto.”
20 Eso me dejaba con la persona que me ayudó a meterme en esta
situación. Desafortunadamente, no tenía idea de quién era el chico con
el que dormí. Estaba demasiado mortificada por mis acciones esa
noche para repetir la actuación, así que sabía sin dudas que el señor
Beer Pong era el padre. Sólo tenía que encontrarlo. ¿Quién demonios le
daba a un tipo su virginidad y nunca siquiera se molestó en preguntarle
cuál era su nombre?
Oh sí, esa sería yo.
El primer día decidí intentar encontrarlo hablando con cada
idiota que vivía en esa casa de fraternidad donde la fiesta ocurrió.
Nadie tenía una pista de quién hablaba cuando intenté descubrir a
este chico y el amigo que tenía con él esa noche. Pudo haber sido
debido al hecho de que cualquiera con quien hablaba olía como una
cervecería y miró fijamente a mis pechos todo el tiempo. O tal vez era
porque yo no hablaba fluido el estúpido. Realmente, cualquier opción
era viable. En mi camino de vuelta al departamento que compartía con
Liz, después de mi expedición de caza, todo lo que quería era patear mi
propio trasero. La mañana después de que desperté, me sentí tonta de
admitir que sentir su brazo envuelto alrededor de mi cintura me hizo
suspirar un poco. Debería haberme quedado. Debería haber esperado
a que despertara, agradecerle por un buen momento y guardado su
número en mi teléfono. Pero tanto como quería pasar mis dedos por su
cabello o deslizar mi mano por su mejilla, sabía que no podía. En ese
punto, no podía permitirme distracciones en mi vida y eso era
exactamente lo que él habría sido. Si estábamos juntos, completamente
sobrios, sabía que fácilmente podría haberme perdido en él y olvidado
todo por lo que había estado trabajando en mi vida. Encontré que era
mucho más fácil sacudir algo y decir que lo hiciste porque estabas ebria
que admitir que cometiste un error. No creí que dormir con él fuera un
error, sólo la manera en que tomé mis acciones la mañana siguiente. En
lugar de quedarme, me deslicé de debajo de su brazo y la calidez de su
cuerpo y pensé en cuán malo habría sido si despertaba junto a algún
trol horrible. Al menos él era muy sexy a la luz del día, y no tuve que
morder mi propio brazo para salir de debajo de él. Me puse la ropa lo
más rápido que pude y lo dejé desnudo y profundamente dormido en
la cama. Nadie se movió mientras caminaba sobre los cuerpos sin vida
esparcidos por la casa e hice la caminata de la vergüenza de la
mañana después, salí por la puerta y entré a la brillante luz de la
mañana.
Me giré un total de seis veces para volver a esa casa y esperar a
que despertara. Y cada vez, me convencía con el mismo argumento. Lo
usé para finalmente deshacerme de mi estúpida virginidad. ¿Quería
saber por qué él lo había hecho? ¿No era definitivamente la chica más
bonita en ese lugar? Las personas me dicen que soy linda y supongo
que probablemente lo soy, pero, ¿qué vio exactamente cuando me
miró? Tal vez se dio cuenta que sería algo seguro esa noche. Prefería
21 recordarlo como el chico dulce, ebrio y caliente que me quitó la
virginidad y me hizo reír. No quería saber si era un mujeriego que se
acostó con todo el directorio escolar, y que acababa de tener suerte al
haber llegado finalmente a las Ms.
Cuando llegué a casa ese día, Liz me hizo contar la historia una y
otra vez para que pudiera chillar y decirme cuán feliz se sentía por mí y
que no era gran cosa que hubiera tachado a su amigo imbécil porque
encontró a un tipo llamado Jim que estaba solo en la fiesta y fue amor a
primera vista.
Sus chillidos y palmadas en la espalda continuaron hasta cinco
semanas después cuando llegó a casa de clases y me encontró
sentada en el suelo del baño, rodeada de pequeños palitos de plástico
que decían “Embarazada”, llorando histéricamente con mocos
corriendo por mi labio mientras divagaba acerca de leche y vacas
tomando pruebas de embarazo.
Por dos meses, Liz me ayudó con mi expedición para encontrar a
este chico. Nunca obtuvo el nombre de su amigo ya fuera porque tan
pronto hizo contacto visual con Jim “el resto del mundo desapareció” o
alguna mierda asquerosa como esa. Contactamos la oficina de
admisiones y desparramamos una docena de anuarios con la
esperanza de que pudiéramos reconocerlo en una de las fotos. Hasta
intentamos localizar a esa perra Nikki que chocó conmigo, sin suerte.
¿Acaso estas personas aparecieron del aire o algo así? ¿Cómo es
que no hay un jodido registro de su existencia en esta escuela?
Liz hasta intentó hablar con los chicos de la casa de fraternidad,
llevando a Jim con ella, pero no tuvo mejor suerte que yo. O llegaba a
casa completamente destruida porque cada chico con el que hablaba
hacía que ella y Jim tomaran un trago cada vez que decían la palabra
“testículos de cabra”. Honestamente, no tenía idea de cómo había
aparecido en su conversación tantas veces. ¿Tienes alguna idea de
cuán molesta pueden ser las personas borrachas cuando estas
obligada a permanecer sobria? Especialmente las personas borrachas
que están enamoradas, tocándose y citando a Walt Witman entre ellos
mientras tú tienes los ojos rojos, e hinchados por llorar, no te has
duchado en cuatro días y acabas de terminar de vomitar los contenidos
de tu estómago porque viste un comercial acerca de peces dorados —
las galletas, no el pez real. Pero esas malditas cosas se parecían tanto al
pescado que todo en lo que podía pensar era en tragarme un pez
dorado vivo y baboso que me miraba fijamente con sus pequeños ojos
brillantes antes de ponerlo en mi lengua.
Sabía que las probabilidades de que encontrara a este tipo eran
escasas y nulas. No podía mudarme a la casa de fraternidad y ser la
compañera de cuarto embarazada de los chicos con la esperanza de
que algún día volviera antes de que el niño que cargaba estuviera en la
universidad y probablemente viviendo allí él mismo.
22
Tampoco podía no decirle a mi papá por más tiempo. Vi a la
enfermera del campus esa mañana y confirmó con un examen de
sangre que estaba embarazada, y según mis cálculos de la sola y única
vez que tuve sexo, estaba de trece semanas.
Ahora, tengo todo el derecho de una mujer de elegir. Creo que
es tu cuerpo y puedes hacer todo lo que quieras y bla, bla, bla. Con eso
dicho, tanto como no me gustan los pequeños seres humanos, nunca
pude deshacerme de mi propia carne y sangre, ya sea el aborto o la
adopción. Simplemente no era algo con lo que me sentía
personalmente cómoda. Entonces, con Liz sosteniendo mi mano, tomé
el camino cobarde y le dije a mi papá por el teléfono.
Voy a explicar algo sobre mi padre. Mide 1.93 cm, y pesa 113 kg,
tiene tatuajes arriba y debajo de sus antebrazos, son de serpientes y
calaveras y demás mierdas que dan miedo, y siempre parece estar
cabreado con el mundo. Asustó a varios niños de la secundaria cuando
tocaron mi puerta y mi padre contestó. Cuando llegué a la puerta, me
decían que pensaban que mi padre los iba a matar y me gustaba
asegurarles que no, que esa es la forma en que su rostro siempre se ve.
Con toda honestidad, mi padre era un buen tipo. Se tatuó
cuando era joven e iba al ejército, siempre tenía el ceño fruncido en su
rostro porque estaba cansado. Trabajaba doce horas al día, siete días a
la semana, durante meses antes de tener un día o dos de descanso. No
era bueno en hablar de sus sentimientos o siendo cariñoso, pero sabía
que me amaba y que haría cualquier cosa por mí. Era un gran tipo,
pero seguía siendo una fuerza a tener en cuenta y que Dios ayude a
cualquier persona que hiriera a su pequeña niña. Liz comenzó a decir
citas de Chuck Norris en la escuela y a reemplazar el nombre de Chuck
con mi papá. Lo hizo tanto tiempo que a veces también lo hago.
Reaccionó al embarazo más o menos como esperaba.
—Bueno, voy a tener tu habitación preparada cuando vuelvas a
casa cuando termine el semestre. Y si encuentras a ese tipo, me haces
saber así puedo sacarle las pelotas y meterlas por su garganta —dijo
con su habitual voz profunda y monótona.
Si escribías mal George Morgan en Google, no lo corregía. “¿Te
refieres a George Morgan?” Simplemente decía: “Corre mientras tengas
la oportunidad”.
Después de que terminó el semestre, solicité un permiso de
ausencia con la escuela para que pudieran mantener mi beca. Sólo se
mantiene activa durante un año antes de que vuelva a aplicar. Nunca
tuve la intención de estar fuera de la escuela tanto tiempo, pero
tampoco tuve la intención de que un bebé joda completamente mi
vida. Eh, quiero decir, me trajera años de gran alegría.
Por los próximos seis meses y medio, trabajé tanto mientras mi
23 estómago crecía y ahorraba un montón de dinero para su nacimiento.
Desafortunadamente, en la pequeña ciudad de Butler, no hay mucho
para elegir un empleo sabio que pague bien. Al menos, por supuesto,
que quieras ser una bailarina de striptease en el único club de strippers,
The Silver Pole. Se me acercó el dueño de la tienda de comestibles
cuando tenía siete meses. En el medio del pasillo de los cereales me dijo
que había un montón de clientes en el club y que pensaba que mi
cuerpo de embarazada era hermoso. Si no habría habido niños cerca
en ese momento, lo habría regañado. Oh, ¿a quién estoy engañando?
Si Jesús habría estado de pie junto a mí, le habría dicho a ese imbécil
que si alguna vez se acercaba a mí, le arrancaría la polla y lo
estrangularía con ella. Me habría disculpado con Jesús antes de irme,
por supuesto.
En el lado positivo, el presidente de Butler Elementary PTA se
encontraba de pie allí con su hijo de seis años de edad y escuchando
cada palabra. ¿Supongo que no debería contener la respiración por
esperar una invitación a unirme, verdad? Dispara. Ahora, ¿dónde voy a
encontrar la voluntad de vivir?
Con mi carrera de stripper terminando antes de que empezara y
mi proverbial cola entre las piernas, me arrastraba a mi antiguo trabajo
como camarera en Fosters Bar and Gril. Por suerte, Foster aún lo seguía
poseyendo desde que trabajé allí en secundaria, y estaba feliz de
ayudarme considerando mi situación.
Cuando la gente en un pequeño pueblo hablaba sobre ti en tu
cara, susurraban palabras que creían que podrían ofender a alguien si
escuchaban su conversación. En mi opinión, deberían susurrar palabras
como “follar”, “sexo anal” o “¿escuchaste que a Chuck Billy lo
atraparon con sus pantalones en los tobillos cerca del Piggly Wiggly con
su perro Buffy?” Susurrar la palabra “situación” derrotaba el propósito
que querían lograr. Susurré palabras al azar todo el tiempo sólo para
meterme con ellos.
—Señora Foster, el baño no tiene papel higiénico.
—Señor Foster, necesito irme temprano para ir al médico.
Hablé con Liz diariamente después de mudarme a casa, y
mantuvo la búsqueda del donante de esperma cuando tenía tiempo.
Su familia era de Butler, así que vino a visitarme tan a menudo como
podía, pero a finales de mi embarazo, no tenía tiempo para manejar
tres horas y media en auto. Sus profesores la convencieron de doblar su
carga académica para poder graduarse con su título de Pequeña
Empresa, con su especialización en el Emprendimiento en menores en
Marketing y Contabilidad. Con sus estudios a tiempo completos,
prácticas a tiempo parciales en una empresa de consultoría en el hogar
y su floreciente relación con Jim, sabía que tenía un montón en su plato
y no envidiaba su éxito y felicidad. Era lo suficientemente grande para
admitir que sólo me sentía un poco celosa. Liz y yo siempre hablamos de
24 tener nuestro propio negocio juntas. Acerca de cómo alquilaríamos un
edificio uno al lado del otro con una puerta que conduciría a ambos y
como viviríamos en un apartamento arriba de los edificios y tendríamos
fiestas increíbles cada fin de semana. También habíamos soñado con
casarnos con uno de los miembros de N’Sync y tener una vida
poligamia con nuestra nueva banda N’Love.
Mis dedos siguen cruzados para eso.
En todas nuestras conversaciones sobre el futuro, a Liz no le
importaba en qué tipo de negocio entrara, sólo quería que fuera de ella
y estar a cargo. Siempre supe que quería ser dueña de una tienda de
dulces y galletas.
Desde que tengo memoria, siempre me encontraba en la cocina
cubriendo algo con chocolate u horneando galletas. Mi padre siempre
bromeaba que nunca podría acercarme sigilosamente, ya que él
siempre podría oler el chocolate en mi cuerpo a un kilómetro de
distancia. Estaba bastante segura de que en ese tiempo se filtraba por
mis poros. Traté de estar feliz porque el sueño de mi mejor amiga se
hacía realidad. Traté de no pensar demasiado en el hecho de que mi
sueño se iba a ir a un segundo plano hasta Dios sabe cuándo.
Extrañaba ver a Liz todos los días desde que me mudé a casa, y
estaba tan triste de que mi futuro tuviera que ser puesto en espera, pero
no era tan deprimente como comenzar con labor de parto el día de mi
cumpleaños. Mientras todos mis amigos celebraron su vigésimo primer
cumpleaños bebiendo cada bebida alcohólica en el menú, sentados
en el piso de un baño público cantando junto a la música ambiental y
luego saliendo por la ventana del lado del pasajero de un auto y
gritando: “¡ESTOY BORRACHA, HIJOS DE PUTA!”, me quedé atrapada en
un hospital tratando de no golpear las caras idiotas en las enfermeras
que me decían que no era tiempo para mi epidural.
Decidí entonces que algún día iba a ser matrona y consultora. Iba
a estar al lado de cada mujer en trabajo de parto y cada vez que una
enfermera o doctor o diablos, si el marido de la mujer decía algo
estúpido como: “Sólo respira para pasar el dolor”, mi trabajo sería
exprimir la mierda de sus órganos reproductoras hasta que se
acurrucaran en posición fetal pidiendo a sus mamás y yo les diría: “¡Sólo
respira para pasar el dolor, imbécil!” Y cualquiera que le diera a la
nueva madre una mirada sucia después de que un pequeño humano,
sangriento, pegajoso y gritando de cuatro kilos, fuera sacado de su
estómago cuando ella le pidiera a su padre que tomara la botella de
vodka de su bolso porque: “La morfina y el vodka suenan estelar para
celebrar el nacimiento de mi semilla”.
Los siguientes cuatro años trabajaría lo suficiente para tener mi
futuro negocio, mientras crío a mi hijo y trato a diario de no venderlo a
los gitanos.
Después de un tiempo, la búsqueda del señor Rompe Himen
25
quedaría a un lado. No significaba que nunca piense en él. Cada vez
que miraba a mi hijo, no podía evitar pensar en él. Todo el mundo me
dijo que Gavin luce exactamente como yo. Y supongo que hasta cierto
punto es cierto. Tiene mi nariz, mis labios, mis hoyuelos y mi actitud. Pero
sus ojos eran otra historia. Cada día que veía los ojos azules cristalinos de
mi hijo, vi a su padre. Vi la forma en que las esquinas de sus ojos se
arrugaban cuando se reía de algo que decía, vi la forma en que
brillaban cuando le conté animadamente una historia y vi la sinceridad
en ellos cada vez que le apartaba el pelo de los ojos esa noche. Me
pregunté dónde estaba, qué hacía y si “Heathers” seguía siendo una de
sus películas favoritas. De vez en cuando me golpeaba una punzada de
culpa por el hecho de que ese hombre nunca llegaría a conocer a su
hijo, pero no es como si yo no lo hubiera intentado. Hay muchas cosas
que podría hacer. No estaba a punto de poner un cartel que dijera:
“¡Oye, mundo! Por una vez, en una fiesta de fraternidad, fui una total
puta y dejé que un extraño fuera a donde ningún hombre fue antes y
ahora tengo un hijo. ¿Quieren por favor ayudarme a encontrar al papá
de mi bebé?”
Jim se convirtió en un elemento permanente en mi vida así como
la de Liz. Probablemente hablé por teléfono con él tanto como con ella.
Era una obviedad que serían los padrinos de Gavin. Lo mimaban como
un malcriado y me gustaría echarle toda la culpa a Liz por la boca que
tiene ese niño. Creo que nadie gritó más fuerte que yo cuando me
enteré que Jim le pidió a Liz que se casara con él y que iban a vivir a
Butler para estar más cerca de su familia y de mí. Tan pronto como
regresaron, Liz comenzó a trabajar e investigar incansablemente para
que en los próximos años consiguiera un plan de negocios sólidos en su
lugar. Me dijo hace unos meses que finalmente descubrió lo que quería
vender, pero no quería decirme hasta que estuviera segura de poder
hacerlo. Después de esa llamada telefónica, lo más que vi de Liz fue un
borrón mientras ella corría de una cita a la otra. Estaba constantemente
en el teléfono con los agentes inmobiliarios y los bancos, yendo y
viniendo a la oficina de su abogado para firmar el papeleo y hacer
viajes diarios al Palacio de Justicia del condado para completar todos
los formularios de la pequeña empresa. Una noche de chicas, de mala
gana accedí, luego de cinco martinis, a ayudarla como consejera a
tiempo parcial. Creo que mis palabras exactas fueron: “Te amo, Liz. Y
amo el vodka. Voy abrazarte y apretarte y llamarte Lizdka”. Liz lo
consideró como un sí.
Todo lo que me dijo Liz sobre el trabajo era que podría tratarse de
ventas y lo podría hacer. Era una camarera, me consideraba bastante
buena en ventas.
—¿Qué? ¿Dices que tu esposa te dejó por una mujer de su club
de lectura? Toma, intenta una botella de Patrón.
—Oh no, ¿el perro de tu ex mujer, vecino o mejor amigo fue
26 golpeado por un auto? Toma, Johnnie Walker hará el truco.
A Liz le gustaba dejar las cosas mundanas en suspenso y quería
mantenerme en la oscuridad y sorprenderme en lo que yo estaría
vendiendo. Y ya que estaba borracha en ese momento, habría estado
de acuerdo en vender kits de hazlo-tú-mismo de enemas y ella lo sabía.
Trabajé un par de horas casi todas las noches en el bar después de que
Gavin iba a la cama e hice un poco de dinero con dulces y bandejas
de galletas para fiestas en la ciudad, pero siempre podía usar el dinero
extra, así que me parecía bien ayudar a Liz mientras no acortara
demasiado mi tiempo con Gavin.
Esta noche fue mi “orientación”, por así decirlo. Iba a acompañar
a Liz a uno de sus compromisos para que yo pudiera tener una idea de
los negocios. Jim cuidaba a Gavin por la noche, así que me ofrecí a
conducir.
Nos encontramos en la entrada, Liz arrastraba la maleta más
grande que jamás había visto detrás de ella, y alejó la mano de Jim
cuando trató de ayudarla a arrastrarla. No debería haber ignorado la
sonrisa de Jim cuando nos alejábamos con una enorme bandera roja.
En mi defensa, no le tomé mucha atención. Así que pensé que
vendíamos algo como velas, artículos para el hogar o productos de
belleza; todas esas cosas que Liz amaba. Debería haberlo sabido. O
prestado más atención a las palabras “Diversión en el dormitorio”
cosidas en el lado lateral de la maleta rosa, con una elegante escritura.
4
Sexo y chocolate
Traducido por Moni & Val_17
Corregido por mterx

27
—Él era mi tío favorito. El buen viejo tío Willie. Estoy seguro de que
voy a extrañarlo.
Rodé mis ojos y me bebí lo que quedaba de mi cerveza,
escuchando a mi mejor amigo Drew en el taburete junto a mí, tratando
de levantarse a una de las meseras.
—Ooooooh, pobrecito. Debes estar muy triste —dijo ella,
tragándose toda su mierda y pasando las manos por su cabello.
—Estoy devastado. Prácticamente excitado con dolor.
—¿Qué dijiste? No te pude escuchar por la música —gritó.
Solté un resoplido y miré sobre su cabeza para hacer contacto
visual con Drew, dándole una mirada que claramente decía: “No
puedo creer las palabras que están saliendo de tu boca.”
Con un beso en su mejilla y un golpe en su culo, se separaron y él
giro sobre su taburete para tomar un trago de su bebida.
—Tu tío Willie murió hace dos años. Y lo odiabas —le recordé a
Drew.
Golpeó su cerveza sobre la barra y se volvió para mirarme.
—¿Has olvidado lo increíble que era “Wedding Crashers”, Carter?
El duelo es el afrodisíaco más poderoso de la naturaleza, mi amigo.
Drew había sido mi mejor amigo desde el jardín de niños, y sin
embargo, a veces, las cosas que me decía me asombraban. El hecho
de que era un buen amigo y que estaba aquí para mí en mi momento
de necesidad, me ayudaba a pasar por alto su comportamiento
desagradable de prostituto la mayor parte del tiempo.
Drew llamó al mesero otra vez y ordenó dos tragos de tequila. A
este paso, me iría a casa en una camilla. Mis órganos comenzaban a
cerrarse por el licor corriendo en mis venas en vez de sangre y estoy
bastante seguro de que había una pequeña persona en mi cerebro
susurrando las palabras de “Ice Ice Baby” y jugando con mi visión.
Drew y yo trabajábamos para la misma planta automotriz y fuimos
recientemente transferidos de la planta en Toledo hacia la que se
hallaba a un par de horas en Butler. Compartíamos un apartamento en
Toledo, pero después de dos años de escucharlo pasar por las páginas
blancas, las páginas amarillas, y ocho directorios de negocios dentro de
un radio de dieciséis kilómetros, decidí que no compartir un espacio
pequeño con él era una necesidad. Todavía tengo un montón que
desempacar en la pequeña casa de estilo rancho que alquilaba y
comenzaba a arrepentirme de dejar a Drew convencerme de ahogar
mis penas en el fondo de una botella. Me conocía demasiado bien y
sabía que si yo estaba en casa, no desempacaría. Estaría allí sentado
solo, mirando una foto de mi ex preguntándome porque diablos gasté
tantos años con ella.
28 El mesero nos vertió los tragos, dejándolos rebosar y Drew tomó
ambos, dándome uno y levantando el suyo en el aire. De mala gana
hice lo mismo con el mío y traté de enfocarme en mantener mi mano
firme mientras que la habitación se inclinaba a un lado.
La mano vacía de Drew voló y me agarró por el codo,
dejándome en posición vertical y derramando un poco del trago en mi
mano.
Ups, supongo que era yo el que se inclinaba, no la habitación.
—Antes de que tu cara caiga del taburete, cabrón, me gustaría
hacer un brindis. Por mi mejor amigo Carter. Que nunca sea víctima de
otra puta caza fortunas.
Nos bebimos nuestros tragos y golpeamos los vasos en la barra.
—Gracias por no follártela, amigo —murmuré, tratando de no
pronunciar mal.
—Amigo, en primer lugar, nunca me follaría a ninguna chica por
la que estuvieras remotamente interesado, mucho menos salir en citas
por un largo periodo de tiempo. Y segundo, nunca podría aceptar una
proposición de esa puta. No le haría eso a mi pene. Él no ha hecho
nada malo y no merece el castigo de su vagina.
Suspiré, golpeé mis codos sobre la barra y apoyé la cabeza en mis
manos.
—Mi pobre pene. Debería comprarle un regalo —murmuré para
mí mismo.
Descubrir que mi novia de dos años me engañaba, dos días antes
de que se supusiera que íbamos a vivir juntos y comenzar una nueva
vida, era un gran dolor en mi culo. Y mi pene.
La consejera del dolor de Drew, la mesera, volvió para consolarlo
e interrumpió mi fiesta de lástima de mi pene. Al mismo tiempo, una
ráfaga de aire me rodeó cuando alguien pasó rápidamente, sus
zapatos hacían clic en el suelo de madera. Respiré justo en ese
momento y el olor del chocolate me abrumó e instantáneamente me
transportó en el tiempo hasta hace cinco años.

—Mmmmm hueles tan bien. Como a galletas con chispas de


chocolate —murmuré con voz ronca y excitada mientras atraía su
cuerpo increíblemente suave contra el mío.
Guau, no tiene huesos. Para nada. ¿Dónde demonios están sus
huesos? ¿Todavía estoy ebrio? ¿Me acosté con una muñeca inflable?
¿De nuevo? Abrí los ojos, uno a la vez, así los rayos del sol brillando en la
habitación no me cegarían. Una vez que mis ojos se ajustaron a la luz,
miré hacia abajo y gemí. No, no ebrio, sólo abrazando una almohada.
Solté la almohada, rodando sobre mi espalda y lanzando mi brazo
29 hacia un lado para mirar hacia el techo.
Se había ido. Y ni siquiera sabía su nombre. ¿Qué clase de idiota
era? Sin embargo, a ella tampoco le interesaba mucho saber mi
nombre, así que supongo que estamos a mano. Estando tan borracho
como lo estaba anoche, podía recordar cada segundo. Cerré los ojos y
puse en mente lo genial que se veía su culo en esos vaqueros, el olor de
su piel, el sonido de su risa y la forma en que su cuerpo se sentía como si
estuviera hecho para encajar contra el mío. Examiné cada recuerdo
que tenía, pero por alguna razón, su rostro no vendría a enfoque sin
importar cuánto lo intentara. Maldición, ¿cómo iba a encontrarla si no
podía recordar su rostro y no sabía su nombre? Era el rey de los
imbéciles. Sabía que era hermosa, incluso aunque no podía recordar
todo. Su piel era suave y su cabello se sentía como la seda y sus labios
en mí podían hacerme gemir como una chica. Y lo mejor de todo, me
hacía reír. No muchas chicas me hacían reír. Nunca entendían mis
bromas o estaban demasiado tensas para mi sentido del humor. Pero
ella me entendía.
Anoche obviamente no fue mi mejor ejecución. Espero por Dios
que no haya tenido la polla floja y que fuera capaz de, al menos,
levantarla y mantenerla erecta. Mierda. Probablemente salió corriendo
de aquí tan rápido como pudo esta mañana porque fui un asco. Nunca
antes tuve una aventura de una noche; no sabía cuál era el protocolo
para algo como esto. ¿Estaría mal si la busco? Incluso si ella no quería
nada conmigo, necesitaba al menos disculparme por mis espantosas
habilidades de anoche.
Y a decir verdad, sólo quería verla de nuevo. Quería saber si era
real o si sólo imaginé lo perfecta que era. Tomé la almohada y la traje a
mi cara, respirando profundamente el olor del chocolate y sonriendo.
Podría no recordar todo, pero recordaba su olor. Era como chocolate
caliente en un día frío de invierno, un pastel de chocolate horneándose
en un horno en una tarde lluviosa…
Oh Dios mío, sueno como una chica. Necesito ver un poco de
ESPN y meterme en una pelea de bar, pronto.
El sonido del agua corriendo del inodoro en el baño me tuvo
levantándome rápidamente en la cama. ¡Mierda! ¿Esa era ella?
Levanté las piernas alrededor de la cama y comencé a
levantarme justo cuando la puerta se abrió.
—Joder amigo, ni se te ocurra dormir en una bañera. Esa mierda
es para los pájaros. Mi culo me está matando —se quejó Drew mientras
se arrastraba hacia la cama, se dio la vuelta y dejó que su cuerpo
cayera al final, estableciéndose después de unos rebotes. Lanzó el
brazo sobre sus ojos y gruñó.
—¿Por qué demonios la mañana tiene que venir tan temprano?
30 —gimió.
Suspiré decepcionado, sosteniendo la manta en el lugar así
podría inclinarme y agarrar mis vaqueros que se hallaban arrugados en
el suelo con mi bóxer todavía metido dentro de ellos.
—Nunca voy a beber de nuevo —prometió.
—Dijiste eso la semana pasada —le recordé mientras arrojé la
manta para poder ponerme mis vaqueros.
¿Qué. Demonios?
—Oh mierda. Maldita mierda. Puta madre de las bolas de mierda.
Esto no puede ser bueno. Esto en serio, en serio no puede ser
bueno.
—¿De qué te quejas allí, Nancy? —preguntó Drew mientras
quitaba el brazo de los ojos y se sentaba.
—Mi polla está sangrando. Drew, ¡MI POLLA ESTÁ SANGRANDO!
Chillaba como una chica. Lo sabía, lo sabía, muy pronto toda la
casa lo sabría. Pero mi polla sangraba. ¿Me escucharon? Mi puta polla
estaba jodidamente sangrando. ¡MIERDA! No se supone que sangre.
NUNCA.
Pensé que iba a tener un ataque al corazón. No podía respirar. No
sabía mucho, pero sabía las reglas sobre tener un pene. Regla número
uno: Nunca debe sangrar. Regla número dos: No había regla número
dos. NUNCA DEBERÍA SANGRAR.
¿Me acosté con una loca que decidió tallar mi polla como una
calabaza en Halloween mientras dormía? O tal vez su vagina tenía
dientes. Mi papá siempre solía decirme cuando era un adolescente que
me mantuviera alejado de ellas, porque mordían. Pensé que
bromeaba. Oh Dios, no puedo mirar. ¿Y si falta algo?
—Cálmate. Vamos a evaluar la situación —dijo Drew, cruzando
una pierna sobre la otra y cruzando las manos en su rodilla—. ¿Has
notado alguna de las siguientes: descarga no identificada, sensación
de ardor al orinar, dolor abdominal, dolor testicular, dolor durante el
sexo, fiebre, dolor de cabeza, dolor de garganta, pérdida de peso,
diarrea crónica o sudores nocturnos?
Sonaba como un maldito comercial para la sífilis.
—Qué asco, amigo, no. Sólo tengo sangre en mi polla —respondí
irritado, señalando el problema pero negándome a mirar.
Se inclinó y miró hacia mi regazo.
—Se ve bien para mí —dijo encogiéndose de hombros mientras se
levantaba—. Probablemente te tiraste a una virgen.
Me quedé allí con mi polla sangrante y no infestado con clamidia
31 sacudiéndose con la brisa y mi boca se abrió.
¿Una virgen? Eso no puede estar bien.
Miré hacia abajo a mi regazo y miré de cerca. Bueno entonces no
era la masacre sangrienta que originalmente pensé que vi. Mi polla no
había sido masacrada como en la Masacre de Texas. Sólo había unas
pocas rayas rosadas. Sin embargo, usé condón. ¿Cómo demonios algo
como esto pasó? Usas esas malditas cosas como balones de agua en la
escuela y no podías hacer que explotaran incluso si las tirabas en una
cama de clavos. La única vez que necesitas que se queden en una sola
pieza deciden decir “que se vaya a la mierda”. Era como la anarquía
del condón.
Pero más importante: ¡Mierda! ¿Por qué ella me dejaría tomar su
virginidad? ¿Por qué rayos me daría algo como eso, cuando era un
completo borracho y ni siquiera podía hacerlo un poco agradable para
ella? Que fracaso épico. Probablemente le arruiné el sexo para siempre.
Probablemente está pensando: “¿En serio? ¿Para eso es que esperé?
Que broma.”
—Tengo que averiguar quién es ella. Necesito disculparme —
murmuré, levantándome y poniéndome mi bóxer y vaqueros.
—Guau, amigo. ¿Ni siquiera sabes su nombre? Guau, eres un
idiota —dijo Drew con una risa, dirigiéndose a la puerta de la habitación
y abriéndola.
Tiré de mi camisa sobre mi cabeza y luego lo seguí, saltando en un
pie para ponerme mis zapatos.
—Gracias por hacerme sentir mucho mejor Drew. En serio. Eres un
amigo estelar —dije sarcásticamente mientras nos abríamos camino a
través de una casa llena de borrachos desmayados.
—Oye, no es mi culpa, tú te acostaste y la abandonaste, hermano
—afirmó mientras daba un paso gigante sobre una chica desnuda
usando sólo un sombrero y abrió la puerta principal.
—No me acosté y la abandoné. En caso de que no te dieras
cuenta, desperté solo en la cama esta mañana.
—Con un pene sangrante —añadió, caminando por las escaleras
del porche.
—Con un maldito pene sangrante —repetí con un gruñido—.
Mierda. Tengo que encontrar a esta chica. ¿Crees que esté mal si le
pido a tu papá que use sus recursos de detective privado para
averiguar quién es?
El papá de Drew abrió su propia agencia de investigaciones
privadas hace un par de años cuando decidió seguir las reglas del
departamento de policía que no encajaban con su apretada agenda.
—¿Estás preguntándome si es éticamente incorrecto o si pienso
32 que está mal? Porque esas dos son preguntas muy diferentes, mi amigo
—respondió mientras cruzábamos la calle y nos metíamos en su auto
estacionado en la acera. Si Drew pudiera convencer a su padre de
alguna forma…
—Tengo que encontrarla, Drew —dije mientras él encendía el
auto.
—¡Entonces la encontraremos, mi pequeño ladrón de virginidad!

—Nunca la encontramos, ¿cierto, chico grande? —le murmuré a


Drew, quien asumí que seguía sentado a mi lado.
—¿Estás hablando con alguien en particular o las copas de
tequila usualmente responden? —contestó una voz que no sonaba a
Drew.

***

—Ahora, dirijan su atención a lo que está sosteniendo Claire, que


se llama “Purple Pussy Eater”, tiene cuatro velocidades: Sí, más, más
rápido y santas bolas, también tiene un estimulador del punto G,
asegurando satisfacer a su fantasía. ¿Podrías levantarlo un poco más
para que todos lo puedan ver, Claire?
Liz me dio una mirada que claramente decía “agáchate para
poder meter esto en tu culo” antes de elevar el pene de goma por
encima de mi cabeza sin ningún entusiasmo.
El salón se llenó de mujeres completamente destrozadas gritando
de emoción y rebotando en sus asientos cuando levanté el brazo, como
si la cosa que tenía en mi mano sobre mi cabeza fuera el pene real de
Brad Pitt. Es de plástico, gente. Y está lleno de baterías doble A, no de
esperma.
—Adelante, pasea para mí, Claire —dijo Liz dulcemente mientras
metía la mano en su maleta para una nueva barra de goma.
Sostuve mi brazo sin vida frente a mí hacia donde se encontraba
sentada la borracha más próxima a agarrarlo, pero estaba demasiado
ocupada quejándose de que el esperma de su marido siempre sabe a
ajo.
Por favor, Dios no me dejes nunca encontrarme cara a cara con
este hombre, te lo ruego. Voy a mirar a su entrepierna y ver dientes de
ajo estallando de su polla.
—Lara —dije, tratando de llamar su atención, para que pudiera
tomar este vibrador de mi mano.
—¡Claire, recuerda utilizar su nombre intimo divertido! —me
33 recordó Liz en una voz asquerosamente dulce que empezaba a hacer
sangrar mis oídos.
Apreté los dientes y me imaginé levantando el brazo hacia atrás y
arrojándole el falo falso en su frente para que tuviera una marca de
polla permanente en la cabeza justo en el medio de la cara, y así la
gente señalaría, se reirían y preguntarían: “¿Es una marca de
nacimiento?” No, es una marca de polla.
—¿Disculpe, “Lara Labios Sensuales”? —dije cortésmente tratando
de no vomitar en mi boca.
En realidad, ¿era necesario que todo el mundo llegara con un
estúpido apodo? Eso fue lo primero que Liz hizo que todos hagan
cuando llegué aquí. Vamos con un apodo sexual, utilizando la primera
letra de su primer nombre. Y sólo se les permitía llamar al otro por esos
nombres durante toda la noche.
Lara Labios sensuales, Jenny Jugosa, Rachel Obsena, Tasha
Tentadora...
¿Quién ideó esta mierda? Oh, cierto, Liz mi ex mejor amiga. La
que decidió iniciar un negocio de juguetes sexuales sin decirme y me
engañó para que trabajara para ella.
Tendría que haberme dejado inventar los nombres. Tasha Cara de
Coño, Jenny Contenedora de Esperma, Lara Labios Vaginales Fácil...
esos nombres me hacen querer meterme un lápiz en el ojo.
Liz terminó el resto de su estúpida fiesta mientras me imaginaba
que hacía algo más que esto, como conseguir una depilación brasileña,
simular un ahogo junto al Navy Seals o que mi dedo gordo del pie fuera
disparado a quemarropa por el inicio de una pandilla. Cualquier cosa
sería preferible que hablar con extraños de lubricación, pinzas para
pezones y bolas anales.
Una hora después, mientras nos dirigíamos a la barra le di el
tratamiento del silencio. Me ofrecieron un turno extra esta noche que no
podía dejar pasar y Liz iba a hacerme compañía entre los clientes. Sólo
debía abrir la puerta del coche y tirarla del vehículo en movimiento por
lo que hizo esta noche, pero no quería arruinar el automóvil de otra
persona si le pasaban por encima.
—No puedes ignorarme para siempre, Claire. Deja de ser una
idiota —se quejó.
—Hablando de eso... ¿en serio, Liz? ¿Fiesta de juguetes sexuales?
¿En qué momento de nuestra amistad pensaste que podría ALGUNA
VEZ vender Coños de Bolsillo para vivir? Y otra cosa, Coños de Bolsillos,
¿qué tipo de hombre necesita algo que se llama Coño de Bolsillo? ¿Los
hombres necesitan tanto soltar su semilla en su hábitat natural que
tienen que pegarse una vagina falsa en su bolsillo para que puedan
sacarla de repente en cualquier momento?
34
Liz rodó los ojos y me resistí a la tentación de atravesar el
compartimento y perforarle la vagina.
Perforador la Vagina: cuando un toque no es suficiente.
—Claire, deja de ser una reina del drama. No espero que puedas
vender mis juguetes sexuales para siempre, sólo hasta que pueda
contratar a algunos consultores más. Piénsalo, esta es la oportunidad
perfecta para nosotras. ¿Qué fue lo que notaste que le faltaba a la
fiesta esta noche? —preguntó, volviéndose hacia un lado en su asiento
para mirarme mientras yo tomaba la salida hacia el bar.
—Dignidad —le contesté secamente.
—Graciosa. Los bocadillos, Claire. Buenos bocadillos. Tenían platos
de patatas fritas, galletas empaquetados y suficiente licores para
ahogar a un caballo. Estas son mujeres con dinero, Liz. Dinero que no les
importa tirar en Coños de Bolsillo para los maridos que no quieren joder
más o estimuladores del clítoris para el “amigo” del marido que nunca
les ha dado un orgasmo. ¿Qué va mejor con el sexo que el chocolate?
Sexo y chocolate. Mi chocolate. Mi cubierta de chocolate
delicioso que no podía vender tan a menudo como me gusta porque
como madre soltera que trabaja en un bar, es difícil. A la mayoría de la
gente por la que me rodeaba le preocupaba más qué comprar la
próxima ronda en lugar de qué tipo de postres tiene que llevar a su
próxima fiesta.
—El edificio que alquilamos tiene el potencial de convertirse en
dos espacios separados. Uno de ellos, con una cocina —continuó Liz—.
Una cocina muy grande donde puedes realizar tu magia y cuando las
mujeres vayan a reservar sus fiestas, pueden pedir platos de postres al
mismo tiempo.
Aparté mi mirada de la carretera el tiempo suficiente para mirar a
Liz, esperando ver una sonrisa sarcástica en su rostro y a que ella dijera
“¡Es broma! Sin embargo, ¿no sería genial?” Cuando no sucedió y
permaneció sentada en su silla mirándome con expectación, parpadeé
para contener las lágrimas que no me di cuenta se formaron en mis ojos.
—¿De qué estás hablando? —le susurré con voz temblorosa en el
coche oscuro.
—Bueno, he hecho algo grande. Algo que probablemente va a
molestarte porque vas a pensar que es caridad o piedad, pero en
realidad, lo único que hice fue poner las cosas en marcha. El resto
depende de ti —explicó—. He buscado por todas partes un edificio
para mi negocio y todos los lugares que veo son demasiado grandes o
demasiado pequeños y demasiado caros. Mi agente inmobiliario me
llamó hace unas semanas y me dijo que los propietarios de Bakery
Andrea en Main Street necesitaban un poco de dinero y querían vender
su espacio lo más rápidamente posible, retirarse y trasladarse a Florida.
35
Fue como una señal, Claire. El precio era bueno, la ubicación es
perfecta y es exactamente lo que siempre hemos soñado, menos todo
lo de compartir el pene de Justin Timberlake. Con un muro de yeso,
tendremos suficiente espacio para dos negocios contiguos: Mis juguetes
sexuales y tus postres.
Me mordí el labio para detener el llanto. Nunca lloraba.
—Pero quería compartir el pene de JT contigo —le dije con una
mirada triste, tratando de quitarle seriedad a esta situación antes de
que empezara a llorar feo. A nadie le gusta un llanto feo. Es incómodo
para todas las partes involucradas.
Después de unos minutos de silencio en el coche oscuro, Liz no
pudo soportarlo más.
—¿Quieres decir algo?
Dejé escapar un suspiro enorme y traté de calmar mi acelerado
corazón.
—Liz yo no... no puedo creer... el dinero... —Puso la mano en mi
brazo cuando nos detuvimos en el estacionamiento de Fosters.
—Todavía no me rechaces con un comentario estúpido. Tómate
tiempo y piénsalo. Sabes que el fondo fiduciario que me dejó mi abuelo
ha estado haciendo un agujero en mi bolsillo, así que ni siquiera vamos
a hablar de dinero en estos momentos. Háblalo con tu papá, ven y
echa un vistazo a la cocina en la tienda y luego hablaremos. Mientras
tanto, vas a llevar tu culito caliente al bar y servirme unos cócteles.
Tengo unos nuevos productos para probar con Jim después de que tu
padre recoja a Gavin —dijo con un guiño antes de salir del coche.
Me quedé allí durante unos minutos después de que saliera,
preguntándome qué demonios acababa de pasar. Mi mejor amiga
siempre fue una fuerza de la naturaleza, pero esto es algo que desafía
la lógica. ¿De verdad me compró un negocio? Con cada paso de mi
vida, sentí como si hubiera dado giros equivocados. Nada pasó como lo
planeé. Quería esto más que nada, pero una parte de mí tenía miedo
de elevar mis esperanzas. Quién sabe, aunque tal vez las cosas buenas
por fin empiecen a suceder en mi vida.
Miré el reloj del salpicadero y me di cuenta de que pasé
demasiado tiempo sentada en mi coche y ahora estoy retrasada para
mi turno. Corrí por el estacionamiento y abrí la puerta lateral, atando mi
delantal negro alrededor de mi cintura mientras me alejaba. El señor y
la señora Foster han visto demasiados episodios de True Blood y
recientemente decidimos que debería adoptar el mismo uniforme que
Merlotte. Pantalones cortos negros y una pequeña camiseta blanca
con la palabra “Fosters” estampada en verde en nuestras tetas. Podría
ser peor. Al menos no tengo que asegurarme de que estoy usando
suficiente “brillo” o cantar alguna versión demente de feliz cumpleaños
36 con el resto del personal. “¡Feliz cumpleaños a ti, que bajo el efecto
embellecedor del alcohol no te ves como debería muuu, feliz
cumpleaños querida extraña que estás vestido como una puta, feliz
cumpleaños a ti!”
Corrí detrás de Liz ya sentada en un taburete del bar bebiendo su
bebida habitual de vodka de vainilla y Coca-Cola Light y saludó a TJ, el
camarero que asumía el control por esta noche. Afortunadamente, los
hombres no tienen que usar el mismo uniforme. No creo que pueda
manejar ver a estos chicos con pantalones cortos con sus diminutas
bolas peludas saliendo de los agujeros de la pierna.
En una noche lenta, habría llevado mi culo a la barra y abierto mis
piernas para atravesarla, pero esta noche el lugar se encontraba lleno.
Tuve que hacerlo de la manera correcta y pasar por debajo de la
bisagra, la puerta abatible estaba en el extremo opuesto de la barra.
Corrí pasando a algún pobre idiota borracho que se tomó la cabeza
entre las manos, gimiendo, e hice una nota mental para llamarle un taxi
si estaba solo.
Una vez que estuve detrás de la barra y TJ me puso al día con los
clientes de esta noche y que iban a beber, se fue a casa y me puse a
trabajar en los segundos tragos para los clientes habituales. Una de las
camareras trajo un pedido de diez tragos del whisky más barato que
teníamos. Puse los ojos en blanco y me fui al final de la barra donde se
guarda todo el whisky. ¿Qué le pasa a esta gente? El whisky barato es
igual a una mala resaca y a tener mierda todo el día siguiente. Empecé
a alinear los tragos en mi bandeja cuando oí hablar a un borracho
quejica.
—Nunca la encontramos, ¿cierto, chico grande?
Oh, Jesús. Odio a los que se derrumban. Espero que este tipo no
sea un llorón. Suena lamentable. Y si vomita en mi bar, voy a frotar su
nariz en él como un perro que caga en la alfombra.
—¿Estás hablando con alguien en particular o las copas de
tequila usualmente responden? —pregunté, sin levantar la mirada
mientras añadía unos cuantos vasos de chupito a la bandeja y agarré la
botella de Wild Turkey que se hallaba debajo de la barra, tratando de
no tener arcadas mientras desenroscaba la tapa y el olor asqueroso
llegó a mi nariz.
Vi el Regreso del Borracho Vivo por el rabillo del ojo mientras
llenaba los vasos.
—Sabes, el primer signo de locura es cuando te hablan los objetos
inanimados. ¿O tal vez es la primera señal de intoxicación por alcohol?
—reflexioné para mí misma.
—¿Quién diablos ordenó un brebaje barato y repugnante?
37 Mañana van a tener mierda todo el día.
Me reí de que incluso un borracho, fuera capaz de llegar a la
misma conclusión que yo. Recogiendo la bandeja de chupitos y un
plato de rodajas de limón, me di la vuelta para decírselo, y me detuve
en seco ante la vista.
¿Qué. Mierda?
Sentí la bandeja llena de vidrio y alcohol volcándose de mi mano
levantada, pero no había nada que pudiera hacer para detener su
descenso hasta el suelo. Me quedé allí como una estatua, mirando al
frente cuando todo se destrozaba alrededor de mis pies y el líquido
salpicaba mis piernas.
5
Dedos de chocolate, Brazo-dientes
Traducido por CrisCras
Corregido por Lalu♥

38 Sucedió en cámara lenta. Bueno, para mí sucedió en cámara


lenta. Probablemente porque la cantidad de alcohol que consumí esta
noche ha devorado la mitad de mis células cerebrales, y me siento
como en Matrix.
Me pregunto si podría inclinarme hacia atrás sobre el taburete del
bar y hacer ese movimiento tan genial de la película, donde esquivo
balas a cámara lenta mientras quedo suspendido en el aire. Necesito
una chaqueta de cuero negro y peinarme el pelo hacia atrás. Me
pregunto si utilizaron cables o si Keanu realmente podía doblarse de esa
manera. Apuesto a que hace esa mierda del yoga. Parece la clase de
tipo que hace el Perro Boca Abajo.
Je, je, perro boca abajo. Eso es divertido. Debería tener un perro.
Espera, ¿qué hacía? Ah, sí. La camarera se giró y me miró, y antes
de que pudiera siquiera echarle un buen vistazo sin la bruma causada
por el alcohol, vi la bandeja de tragos caer directamente de su mano.
Se estrellaron contra el suelo antes de que tuviera la oportunidad de
reaccionar, el sonido de cristales rotos elevándose por encima del
zumbido de la música y las voces.
Debería de haber entrado en acción y saltado para cruzar la
barra y ayudarla. Porque, ya sabes, ahora mismo tenía los reflejos de un
gato —si el gato se bebiera tres veces su peso en tequila porque
acababa de descubrir que la que era su novia desde hace dos años no
quería tener hijos nunca y había decidido convertir su vagina en un
calentador de salchichas para la mitad de la población de Toledo.
Debería tener un gato o dos. No exigen mucho mantenimiento.
Tal vez pueda incluso enseñarle a orinar en el inodoro como Jinxy de “La
familia de mi novio”. ¿Puede un hombre convertirse en una señora loca
de los gatos? De repente me imaginé como un hombre viejo
rebuscando por la acerca, cubierto de pelo de gato y maullando a
todo el que se cruzara conmigo.
Pensándolo mejor, nada de gatos. No debería tener permitido
pensar cuando he estado bebiendo.
La camarera se agachó detrás de la barra y me olvidé de los
gatos haciendo pis durante un minuto para poder ponerme de pie e
inclinarme tanto como pudiera sin que el taburete saliera volando de
debajo de mí para ver si necesitaba ayuda.
Y por “ayuda”, quiero decir asegurarme de que no sangraba y
luego volví a sentarme antes de que la habitación se inclinara
demasiado hacia la izquierda y me hiciera quedar como un idiota.
Mi buena acción terminó antes de empezar cuando una cosita
con pelo rubio y largo, quien me parecía extrañamente familiar, se
colocó detrás de la barra, se acercó al punto que yo intentaba ver y
39 miró hacia abajo.
—Jesús, dedos de mantequilla, es que…
Fue interrumpida por una mano que salió volando detrás de la
barra, pegándose a su antebrazo y jalándola hacia abajo con rudeza.
Desapareció con un grito y sacudí la cabeza por lo extrañas que eran
las mujeres. Y tan putas.
Que te jodan, Tasha. Y que jodan a los gatos que no mean en los
baños. Y que te jodan, Keanu Reeves, y a tu perro también.
Drew se sentó a mi lado y gritó—: ¡Oye, camarera!
La chica con el pelo rubio apareció de repente por detrás de la
barra con la boca abierta, mirándome directamente.
—¿Puedes ponernos un par de tragos de tequila? —le preguntó
Drew. Ella ni siquiera miró en su dirección, simplemente me miró a mí sin
siquiera pestañear, como si estuviéramos en algún jodido concurso de
miradas.
Le enseñaré. Soy el puto rey de los concursos de miradas.
Drew se inclinó hacia adelante y chasqueó los dedos delante de
su cara unas cuantas veces.
—¿Holaaaaa?
¡Maldita sea! Parpadeé.
Pero ella no se movió de su posición de rodillas, detrás de la barra,
con sólo su cabecita asomando por encima. ¿Qué demonios estaba
mal con esta mujer? Empezaba a asustarme.
—Um, tequila, ¿por favor? —pedí inquisitivamente, pronunciando
cada palabra lo mejor que mi boca de borracho me lo permitía. Así que
en realidad, salió como: “Ufff, shakira pea”
Una enorme sonrisa psicótica se extendió por su rostro y
rápidamente se puso de pie.
—Entonces, ¿qué puedo conseguirles? —preguntó brillantemente,
descansando sus manos en la parte superior de la barra e inclinándose
hacia mí.
Drew y yo nos volvimos lentamente para mirar al otro. Ambos nos
encogimos de hombros y volví a girarme para mirarla, pero no antes de
darme cuenta de que Drew estaba ocupado metiéndose la camisa de
nuevo por dentro de sus pantalones.
—Te-qui-la —dije muy lentamente, preguntándome si esta
camarera estaba más borracha que yo.
Su sonrisa se hizo aún más grande, si es que eso es posible.
—Whiskey, ¡marchando!

40 Rápidamente se dio la vuelta e inmediatamente se tropezó con,


supuse, la otra camarera, que todavía recogía los cristales rotos. La
rubia evitó caerse, resopló y se agachó para tirar de la otra chica. Hubo
algunas malas palabras, susurros fuertes y un tira y afloja antes de que
ella finalmente fuera capaz de tirar de la otra chica con rudeza. Su
largo y ondulado cabello castaño colgaba como una cortina,
ocultando su rostro mientras seguía allí, con la cabeza baja. Hubo más
intercambios de murmullos y gestos erráticos con las manos entre las
dos, luego cada una se dio la vuelta y dieron pisotones en la misma
dirección, ambas tomándose turnos para darle manotazos en el brazo a
la otra mientras se alejaban. Mis ojos fueron inmediatamente al trasero
de la morena en esos diminutos pantalones negros mientras se alejaba.
—No me gusta que te vayas, pero me encanta verte marcharte
—dije con un bufido.
Drew me dio un puñetazo en el brazo y de mala gana aparté la
vista de su genial trasero y largas piernas antes de empezar a babear.
—Entonces, ¿ya impresionaste a la camarera? —le pregunté
mientras esperábamos por lo que fuera que la chica decidiera traernos
para beber.
—No, acabo de follarla en el baño. Sabía a carne seca y a ron.
Extraño, pero curiosamente satisfactorio. Sin embargo, vomitó cuando
se vino. Tiene problemas.
—¿Cómo demonios todavía no se te ha caído la polla? —le
pregunté con disgusto.
—No seas tan odioso sólo porque has estado metiendo tu pene
en la misma entrepierna durante dos años. Me gusta probar las aguas,
probar la mercancía. Además, tengo una tarjeta de sellos del
supermercado Quickie Mart de cerca de mi casa. Una caja más de
condones y conseguiré gratis un paquete de veinte latas de Pepsi.
Las damas regresaron con nuestras bebidas antes de que pudiera
decir una réplica inteligente. La rubia bajita con el problema de la
mirada fija, dejó una botella de whiskey Johnnie Walker de etiqueta azul
sobre la barra con un golpe, mientras la otra se quedaba a unos pocos
metros detrás de ella, con el pelo todavía ensombreciendo su rostro.
—Así que chicos, ¿por qué vamos a beber esta noche?
Ya que ella ya no me dedicaba esa espeluznante mirada del
payaso Pennywise de la película “It”, supuse que no era peligrosa.
—Si compartes una bebida con nosotros, podría sentirme
inclinado a decírtelo —le dije con un guiño.
Al menos yo pensaba que era un guiño. Ella me miraba con
diversión, quizá simplemente entrecerré los ojos con fuerza. Lo intenté
otra vez.

41 Joder, ¿por qué era tan difícil hacer un maldito guiño?


—¿Hay algo mal con tu cara? —preguntó.
Estuve fuera de juego demasiado tiempo. Ya ni siquiera podía
emborracharme y coquetear. Podía, sin embargo, emborracharme y
parecer una víctima con un derrame cerebral. Sacudí la cabeza y
señalé los vasos de chupito, indicándole que los llenara.
—Tendrás que perdonar a mi amigo —dijo Drew dándome una
palmadita en la espalda—. Está todavía asimilando la pérdida de su
novia de mierda y no es feliz porque le hice salir en vez de quedarse
sentado en casa viendo la película “Beaches” y perdiendo el tiempo
con su vagina.
—Cállate, idiota de mierda —murmuré mientras cogía uno de los
tragos que había servido la rubia.
Volvió la cabeza y llamó a la chica de detrás de ella. —Trae tu
dulce culo hasta aquí y tómate un trago con estos encantadores
caballeros.
—Estoy trabajando, Liz. No puedo beber —dijo ella, apretando los
dientes.
Mis oídos se animaron al oír el sonido de su voz como si fuera un
perro y alguien hubiera dicho “galleta”. El vaso se hallaba a mitad de
camino de mis labios y lo mantuve mientras ella daba un paso al frente
y se apartaba el pelo de los ojos.
Mierda, era hermosa. Y no hermosa a través de mi visión de
cerveza. Estaba bastante seguro de que si estuviera sobrio, se vería bien.
Cabello largo y ondulado, piel suave y los ojos marrones más hermosos
que había visto.
—Oh, cierra la boca. Sabes que a los Fosters no podría importarles
menos si bebes mientras estás en el trabajo. Eres como la hija que nunca
tuvieron.
Esos ojos. Había algo en ellos que hacían que me fuera imposible
apartar la vista.
—Liz, los Fosters tienen una hija.
—Patty juega al sóftbol y puede levantar pesas de banca de
ciento quince kilos. Probablemente su pene es más grande que el de
este tipo —dijo, apuntando con el pulgar hacia Drew.
—Oyeeeeee —dijo Drew defensivamente.
No podía dejar de mirar. Sólo quería que ella me mirara. ¿Por qué
no iba a mirarme? Su amiga no se callaría y ella no me miraría.
—Perdón, chico grande. Estoy segura de que tienes un pene muy
bonito.
42 —Bueno, gracias. ¿Qué te parece si tú y yo…?
—Ni siquiera termines esa frase —dijo haciendo rodar los ojos y
sacudiendo la cabeza—. Te vi colarte en el baño de mujeres para follar
a Jade Carne Seca hace menos de veinte minutos. ¿En serio ahora
estás coqueteando conmigo?
—¿Jade Carne Seca? Pensé que se llamaba Alison.
—Eres un hombre promiscuo. Su nombre es Jade. Siempre huele a
carne seca, por eso la llamamos Jade Carne Seca. Y te la has tirado.
Has metido tu pene en su vagina de carne.
Mientras Drew y la rubia continuaban su lucha verbal, seguí
mirando a la silenciosa. Quería tocar su pelo y ver si era tan suave como
parecía. Apuesto a que podía usar su pelo como almohada, una
peluda almohada de pelo sedoso que podría manosear toda la noche
para que me ayudara a dormir.
No, eso no era espeluznante en absoluto. En verdad debería dejar
de beber. ¿Quién seguía poniendo alcohol en mi alcohol?
—Jesús, Liz, baja la voz. Está justo allí.
Mis oídos se animaron como los de un perro de nuevo cuando
habló y señaló en dirección a la chica que olía a barritas de carne
seca.
Espero no empezar a ladrar.
—Oh, por favor, como si ella no supiera el olor a productos
cárnicos que emana de sus partes femeninas. Creo que se frota
salchicha de bologna allí abajo para atraer a los hombres. La carne es
su feromona sexual.
La morena sacudió la cabeza con irritación. —Si me tomo un
trago, por favor dejarás de hablar sobre la desagradable vagina de
Jade y nunca, nunca utilizarás de nuevo las palabras productos
cárnicos en una frase.
—¡Guau!
Tres pares de ojos se volvieron hacia mí.
—¿Acabo de ladrar en voz alta?
Tres cabezas se balancearon arriba y abajo al mismo tiempo.
—Una vez salí con un chico que tenía sueños húmedos casi todas
las noches. Me despertaba con él follando su almohada y aullando en
sueños —dijo Liz con nostalgia, apartando la atención de mí por un
minuto.
Entonces la hermosa se acercó a la barra y cogió el vaso más
cercano a mí, pero todavía no alzó la vista. Mantuvo la mirada baja, en
el vaso, como si contuviera el sentido de la vida.
43 —Entonces, ¿por qué vamos a beber? —le preguntó al vaso.
—¿Los vasos normalmente te responden? —le pregunté con una
carcajada, devolviéndole las palabras que me había dicho antes.
Sus ojos se alzaron hasta los míos y sentí como si me hubieran dado un
puñetazo en el estómago. Sus ojos eran tan vivos y brillantes que
parecían chocolate derretido.
Joder. ¿Por qué demonios estaba obsesionado con el chocolate?
Llevaba años sin pensar en esa noche y ahora de repente no podía
apartarlo. Pensé que antes lo había olido, y ese estúpido flashback
flotaba a través de mi mente, y ahora comparaba los ojos de esta
chica con ello. Era chocolate, por amor de Dios. Se hallaba en todas
partes. No había nada especial en el chocolate.
Excepto que ella había olido a chocolate.
Después de esa noche, me da vergüenza decir que atravesé una
fase durante unos pocos meses de oler lociones y jabones en todas las
tiendas a las que entraba, pero nunca olían exactamente de forma
correcta. La única cosa que se acercaba remotamente era el
chocolate de verdad. Solía preguntarme si se frotaba barritas de
chocolate Hershey’s detrás de las orejas en vez de perfume. Y luego me
preguntaba si sabría a chocolate, y después quería patearme el culo
por no haberla saboreado esa noche.
¿A quién engañaba? No había pasado años sin pensar en ella.
Cada jodida vez que estaba dentro de un radio de un kilómetro de una
persona comiendo chocolate, pensaba en ella. Mierda. Era culpa de
Tasha que yo estuviera aquí obsesionado con el chocolate. Mi
reubicación laboral nos iba a ofrecer un nuevo comienzo en un nuevo
lugar. Las discusiones entre nosotros durante los últimos dos meses
habían sido brutales, y ambos estuvimos de acuerdo en que un cambio
de escenario le haría mucho bien a nuestra relación. Saber que ella iba
a mudarse a esta pequeña ciudad conmigo lo hacía parecer menos
jodido. Jodida chupa pollas. Literalmente. Lástima que nunca fuera mi
polla la que chupaba. Lo hizo una vez y dijo que tenía un trastorno de la
articulación temporomandibular o algo así, y nunca lo hizo de nuevo.
Trastorno de la articulación temporomandibular mi culo.
Las mujeres eran el diablo. Te manejan durante años, haciéndote
pensar que tendrían un futuro juntos, pero luego un día llegas a casa y
la encuentras de rodillas con la polla de tu vecino en la boca y viendo
porno en la televisión. Es todo diversión y juegos hasta que la polla de
alguien más acaba dentro de la boca con trastorno de la articulación
temporomandibular de tu novia. Y ni siquiera veían porno del bueno. Era
porno de los Looney Toons. Ella se la chupaba a nuestro vecino mientras
el Pato Lucas tomaba por el culo a Bugs Bunny, gritando: “M-m-m-más
duro, Bugs”. Eso es una mierda seria que nunca podría pasar
desapercibida.
44
¿Importa que estoy bastante seguro de que nunca amé a Tasha?
¿Que cada día con ella se sentía como si sólo estuviera esperando mi
momento hasta que la encontrara a ella de nuevo? Sabía que era una
mierda por mi parte y que probablemente me merecía descubrirla
haciendo gárgaras con el esperma del vecino, pero aun así apestaba.
Borrando de mi cabeza los deprimentes pensamientos sobre patos
follando a conejos, levanté mi vaso en el aire con un gruñido furioso y
esperé a que los otros tres hicieran lo mismo.
—Estamos bebiendo por todas las perras mentirosas de este
mundo que no sabrían cómo decir la verdad ni aunque se les golpeara
en la maldita cara. ¡Salud!
Eché hacia atrás el vaso y luego lo bajé con un golpe,
preguntándome porque la hermosa chica enfrente de mí no se había
bebido el suyo y en su lugar se quedó allí de pie mirándome con una
mirada de horror en su rostro. Vi a su amiga darle un codazo y a ella
beberse el trago rápidamente como una campeona. Y luego procedió
a servirse otro. Y otro. Y luego, como diez más después de ese, en una
fila. Obviamente había superado su decisión de que no era buena idea
beber en el trabajo. Drew y yo simplemente nos quedamos allí
mirándola con asombro. Quiero decir, yo había bebido como diez
veces más, pero no todo a la vez.
La mitad de la botella se había ido para cuando Liz se acercó y se
la arrebató de las manos.
—Está bien, amiga, creo que eso es suficiente por ahora.
En este punto perdí seriamente mi capacidad para
concentrarme. Quería preguntarle si podía chupar uno de sus dedos y
ver si sabía cómo las chocolatinas Snickers. Quería preguntarle cuál era
su nombre y decirle que no siempre hacía cosas como esta, pero ella ya
se alejaba y no podía encontrar la manera de levantar el brazo para
decirle que volviera. Miré hacia mi brazo, apoyado en la barra, y
simplemente me quedé allí sentado como un pequeño trozo de mierda
inútil. Lo miré con fuerza y pensé en que se moviera, pero no funcionó.
Jodido brazo. Debe estar de huelga o en un descanso. No puedo
sentir mis dientes.
—Drew, no puedo sentir mis dientes. —Me di un golpecito con el
dedo contra ellos. Soñaba todo el tiempo con que mis dientes se caían.
Joder, ¿y si esto fuera uno de esos sueños? Pero no podía ser un sueño,
porque no recordaba haberme quedado dormido. En mis sueños, mis
dientes siempre caían en mi regazo y había sangre por todas partes y a
nadie le importaba que estuviera escupiéndolos todos. Cada diente
que tocaba simplemente se caía y nadie me miraba con diversión,
incluso aunque era alguna locura de mierda, ¿cierto? Pasé mis dedos
por los duros bordes de mis dientes.
45
No importa, está bien. Los dientes siguen allí.
—Sí, creo que es hora de decir buenas noches y llevarte a casa,
amiguito.
Dijo Drew mientras se levantaba de su taburete y lanzaba un fajo
de billetes sobre la barra antes de tirar de mi brazo muerto y
balancearlo sobre sus hombros. Alcé la vista hacia Drew mientras él me
ayudaba a salir del bar. —Quiero comerme su dedo de Snickers, pero mi
brazo-dientes no lo sentirán.
No recuerdo mucho después de eso
6
Tengo una gran salchicha
Traducido por Jessy & Coraldone
Corregido por Mel Cipriano

46
Tenía el mejor sueño de mi vida. Era uno de esos sueños calientes
dónde estás teniendo sexo, comienzas a tener un orgasmo y
lentamente despiertas a mitad del mismo, y no sabes si en realidad
acabas de tener un orgasmo o era parte de un sueño, pero sabes que
quieres que siga. Me sentía tibia y cómoda bajo las sabanas, y deslicé
mi mano hacia abajo entre mis piernas para ya sea hacerlo otra vez o
terminarlo. Justo cuando mis dedos empezaban a deslizarse dentro de
mi ropa interior, abrí mis ojos y grité.
—¡Mierda!
Mi hijo se encontraba parado junto a la cama mirándome
fijamente. Seriamente, a dos centímetros de mi cara, mirándome como
esos gemelos espeluznantes en “El resplandor”. Esperaba que empezara
a decir: “Ven a jugar con nosotros” en sus voces dobles extrañas
mientras trataba de no tener un ataque al corazón.
—Gavin, en serio. No puedes pararte aquí y mirar a mami. Es raro
—me quejé mientras ponía la mano en mi adolorida cabeza y trataba
de calmar mi latido cardiaco.
Dulce Jesús, ¿quién me dio una patada en la cabeza y cagó en
mi boca anoche?
—Dijiste una mala palabra, mami —me informó mientras se subía
a mi cama y se sentaba a horcajadas en mi cintura. Mi otra mano se
unió a la primera en mi cabeza y la agarré con fuerza, temiendo que la
cosa entera fuera a explotar por toda mi habitación.
—Sí, mami dijo malas palabras. A veces las mamis dicen malas
palabras. Eso sí, nunca las repitas, ¿entendido?
Empezó a saltar arriba y abajo sobre mi estómago como si
estuviera montando uno de esas estúpidas pelotas de salto con asas.
—Gavin, por favor. Mami no se siente bien —me quejé.
Paró de saltar y se inclinó hacia adelante para extender su cuerpo
encima del mío.
—¿Quieres que de’ de una paliza a tus amigos, mami? —susurró
con complicidad.
Quité las manos de mi cabeza y abrí los ojos para mirarlo.
—¿De qué estás hablando, Gav?
Levantó las manos y las puso en mi pecho, apoyando su barbilla
encima.
—Tus amigos, Mami. Los que te hiciedon enfermar —dijo en una
voz que claramente gritaba: “Es obvio”.
Envolví los brazos alrededor de su pequeño cuerpo, y negué con
47 la cabeza. —No tengo idea de lo que estás hablando, amigo.
Dejó salir un suspiro exasperado. Pobre chico. Quedó atrapado
con una madre tonta.
—Papá dice que tus amigos Johnny, Jack y José te hiciedon
enfermar. Los amigos no deberían hacer esas cosas, mami. Si Luke me
hicieda enfermar, ¡lo golpearía en los huevos!
—¡Gavin! Vamos, no decimos cosas como esas —lo regañé.
—Bien —resopló—. Le haría cosquillas en los huevos.
Jesucristo, en un cono de barquillo. Hay una razón por la que
algunos animales en la selva comen a sus crías.
—No hables de huevos —dije con un suspiro, dándome la vuelta
para que se metiera en la cama a mi lado con una risita mientras lo
hacía.
—Mi mejor amigo, Luke, habla de huevos. Una vez me mostró su
salchicha. ¿Las chicas tienen salchichas? Papá me llevó a desayunar y
comí agunos panqueques com jarabe y salchichas, y Papá anoche me
dejó tomar Dr. Pepper com la cena, y le dije que no tenía permitido
tomar refrescos con mi cena pero me dijo que no te contara, y dije
bueno pero lo olvidé. ¿Podemos ir al parque?
Hazlo parar. Por favor, Dios, sólo hazlo parar.
—ASÍ QUE, ¿CÓMO TE ESTÁS SINTIENDO, CLARE? —gritó mi padre
con todas sus fuerzas contra el marco de la puerta de mi habitación,
con una taza de café en las manos.
Entrecerré un ojo y lo miré a través de él, intentando mostrar una
mirada amenazadora, pero mi cara dolía demasiado para hacer eso.
—Muy gracioso, viejo. No me hagas ir allá y darte un puñetazo.
Cuando no me sienta como vomito. Y mis piernas empiecen a funcionar
otra vez —murmuré mientras Gavin, moviéndose inquietamente y
pateando, se apresuró encima de mí para salir de la cama.
Corrió por la habitación hacia mi papá y se tiró a sus piernas,
golpeando con su cabeza las joyas de la familia.
—¡Mierda! Gavin, tienes que ser cuidadoso ahí, amigo. —Mi papá
jadeó mientras lo levantaba.
—Papá, ¿podemos ir al parque de mierda?
Tengo que reconocerle a mi papá que nunca se ríe de esa
mierda. Eh, cosas. No sé cómo demonios siempre mantiene su
compostura. Siempre y cuando Gavin no hiciera esas mier… cosas en
público y me avergonzara demasiado, era difícil no reír.
—Gavin, ¿recuerdas la charla que tuvimos anoche sobre las
palabras de la gente grande? Bueno, “mierda” es una de esas palabras
de personas grandes. No la digas —dijo mi papá con severidad mientras
48 miraba a los ojos a Gavin.
—¿Puedo decirlas cuando sea un chico grande?
—Sí, puedes DECIRLAS cuando seas un chico grande —contestó.
Gavin parecía satisfecho con esa respuesta y olvidó todo acerca
del parque de mierda. Mi papá lo bajó, y él salió corriendo por la puerta
y por el pasillo hacia su cuarto.
—Gracias por verlo anoche después de que Liz llevara a Jim a
casa —dije mientras me impulsaba hacia arriba y me apoyaba contra el
cabecero.
—Sip.
Se quedó mirándome en silencio mientras le daba un sorbo a su
café caliente. Él sabía que algo pasaba. Me gustaba tener unos tragos
de vez en cuando, pero desplomarme como lo hice anoche,
especialmente en el trabajo, quería decir que sucedía algo malo.
Gracias a Dios que Liz estuvo conmigo en el bar toda la noche y se
aseguró de que no dejara caer más vasos o vomitara en el regazo de
alguien.
Ni siquiera sé cómo se supone que debo procesar lo que pasó
anoche. O mejor dicho, quién pasó anoche. En cuanto vi su rostro, lo
supe. Esos ojos eran un claro indicativo. Aparte del hecho de que solía
soñar con esos ojos azules, y recordaría su cara sin importar cuánto
tiempo haya pasado, he tenido que mirar a esos mismos ojos todos los
días por los últimos cuatro años.
¡Mierda!
Estaba bastante segura que el sueño mojado que tuve esta
mañana también era sobre él.
¡Doble mierda!
Su voz también era un claro indicativo. Esa voz profunda y ronca,
que murmuró las palabras “Jesús, eres tan jodidamente hermosa” en
ese cuarto oscuro hace cinco años, flotaba en mi mente todo el
tiempo. Después de volcar la bandeja llena de vasos y dejarme caer
detrás del bar, envié una mirada de pánico al otro extremo donde se
encontraba Liz. Sin dudarlo, llegó a mi lado para ver que estaba mal.
Mis frenéticas palabras de: “¡OH DIOS MÍO, OH DIOS MÍO, OH DIOS MÍO,
ES ÉL, MIERDA, LIZ, ES ÉL, Y ESTÁ AQUÍ Y ME VIO, Y OH DIOS MÍO NO
PUEDO HACER ESTO AHORA!” la incentivaron a la acción y levantó la
cabeza para verlo mejor. Después de algunos segundos bajó a mi
escondite y con un grito y un aplauso confirmó que era él.
Mi papá se quedó en la puerta zapateando sus pies, esperando a
que continuara. Necesitaba más tiempo para pensar sobre lo que iba a
hacer, pero nunca le ocultaba nada. Con un gran suspiro dramático, lo
solté. —Él entró al bar anoche.
49
Papá se me quedó mirando inquisitivamente por unos segundos
antes de entender. Sus ojos se abrieron como platos y quedó
boquiabierto. Sabía exactamente a quién me refería. Había un
pequeño puñado de hombres en mi vida y ambos sabíamos que los
llamaría por el nombre si estuviera hablando de ellos. La única persona
a la que nos referíamos como “él” durante estos últimos años…
¡Mierda, seguía sin saber su maldito nombre de mierda!
—¿Conseguiste su nombre esta vez? —preguntó papá de forma
sarcástica, prácticamente leyendo mi mente.
Sacudí la cabeza y la dejé caer en mis manos.
Mi papá dejó salir un suspiro. —Bueno, si regresa al bar y necesitas
que lo mate, déjamelo saber. Puedo hacer que parezca un accidente.
Si eras enemigo de George Morgan y lograbas verlo, era
demasiado tarde. Ya te había matado y aún no te habías dado cuenta.

***

Después de una ducha y dos tazas de café, casi me sentía


humana. Revisé mi correo de voz mientras Gavin se vestía. Había un
mensaje de Liz. Me dijo que la encontrara en la antigua ubicación de la
Panadería de Andrea tan pronto como despertara. Quería que viera el
lugar antes de que tuviera la oportunidad de enloquecer por la bomba
que anoche me dejó caer en el auto. Liz me conocía demasiado bien.
Sabía que tan pronto como volviera a mis sentidos, le diría que no había
absolutamente ninguna posibilidad de que la dejara comprarme un
maldito negocio. Estaba loca. Forzarme a encontrarme con ella en la
tienda era un engaño en lo que a mí respectaba. Aunque Liz era
inteligente, tenía que reconocer eso. Ella sabía que aquello alejaría mi
mente de mi otra situación.
Butler era un pequeño pueblo universitario que tenía una plaza
principal justo en el corazón del mismo, donde se encontraban todas las
tiendas. La panadería de Andrea se encontraba ubicada en la esquina
más concurrida. Tuve que reprimir mi emoción mientras abrochaba a
Gavin en su asiento del auto, y me dirigía hacia el centro. Todavía no
me haría ilusiones sobre esto. Había demasiadas cosas que superar y
considerar. ¿Cuánta renta tendría que pagarle a Liz? ¿Qué haríamos
Gavin y yo con respecto a la atención médica? ¿Podríamos ser socias
en todo esto o dos entidades separadas sólo compartiendo un
espacio? ¿Podría nuestra amistad sobrevivir a algo así? ¿Tendría Gavin
que saltarse la universidad y pasar su vida como un prostituto sólo para
llegar a fin de mes, porque yo había estancado cada centavo en un
negocio que se vino abajo?
50 Mierda, esto iba a provocarme un ataque de pánico.
—¿Vamos a casa de tía Wiz? —preguntó Gavin desde el asiento
trasero, mirando por la ventana hacia los autos y casas que pasábamos.
Lo miré en el espejo retrovisor y me recordé que cualquier cosa
que hiciera era todo por él. Merecía una mejor vida, y estaba decidida
a dársela.
—No, amigo, no vamos a su casa. Pero vamos a verla —le dije
mientras me ponía enfrente del edificio unos minutos después.
Me senté en el auto por un minuto mirando a nuestro edificio. Se
hallaba justo en la esquina y las ventanas ocupaban toda la parte
delantera de la tienda, cubriéndolas para también ocupar el otro lado.
Era la tienda de esquina perfecta donde cada una podríamos tener
nuestro propio escaparate. La Panadería de Andrea había sido
repintada recientemente de color blanco llamativo y había jardineras
nuevas, rebosantes con margaritas de Gerbera en cada color,
instaladas debajo de las ventanas. Se veía hermoso.
Nuestro edificio, nuestros escaparates. Jesús, ya pensaba en ello
como mío. Liz era una malvada genio y todavía ni siquiera había
entrado.
Hablando de la diablesa, Liz salió por una de las puertas,
manteniéndola abierta con su cadera.
—Deja de mirar embobada y trae tu culo aquí —me gritó, antes
de darse la vuelta y entrar.
Gavin se desabrochó su cinturón de seguridad y trató de abrir la
puerta, pero el seguro para niños le impidió hacerlo.
—Vamos, mami —reclamó—. La tía Wiz dijo que lleváramos
nuestro culo ai.
—Gavin, lenguaje —dije, rodando mis ojos ante su negativa a
escuchar mientras salía y caminaba alrededor para abrir su puerta. Le
agarré la mano y lo ayudé a bajar del auto—. Compórtate, ¿entiendes?
—le pregunte mientras caminábamos hacia la vereda—. No corras, no
grites, no toques nada y deja de decir malas palabras o te vas a casa a
tomar una siesta.
—Las siestas apestan.
No lo voy a vender a los gitanos. No lo voy a vender a los gitanos.
Una campana sonó sobre la puerta cuando la abrí, y Gavin sacó
su mano de la mía de un tirón, para ir corriendo a los brazos de Liz.
—¡Ooooooh, mi apuesto hombre está aquí! —chilló Liz mientras lo
levantaba y le daba vueltas—. ¿Qué hay de nuevo, hombrecito? —
preguntó mientras lo sentaba en la parte superior de un mostrador a su
lado.

51 —Mami no se siente bien hoy, ¡y yo tengo una gran salchicha!


Liz soltó una carcajada.
—Gavin, por favor. Suficiente con la charla de las salchichas —me
quejé.
—Pero mami, mira —dijo mientras intentaba desabrochar sus
pantalones—. Mi salchicha es muy grande y larga en este momento y se
siente divertido.
—Biiiiien —dije mientras rápidamente me acercaba y le impedía
sacarla—. Nadie necesita verla y ¿recuerdas lo que te dije la otra
noche?
Gavin asintió en entendimiento, lo bajé del mostrador y le dije que
fuera a mirar por la ventada del frente para contar los autos que
pasaban. Cuando su cara y sus manos estuvieron pegadas a la
ventana, me di vuelta para mirar a Liz, que reía silenciosamente con sus
manos sobre la boca.
—No es gracioso —le siseé en un ruidoso susurro—. ¿Por qué
mierda nadie me dijo que a los cuatro años tienen erecciones? No estoy
equipada para lidiar con esta mierda, Liz.
Se secó las lágrimas de los ojos y me miró, excusándose. —Lo
siento, Claire, pero esa es una mierda muy divertida. Lo siento. No sé
nada acerca de niños de cuatro años. ¿Cuándo demonios pasó la
primera vez?
—¡UNO! —gritó Gavin desde el frente de la venta cuando pasó un
auto.
—La otra noche después de su baño. Él estaba tendido en el piso
en su toalla y le di un libro para leer mientras corría abajo hacia el
pasillo, para sacar su pijama de la secadora —comencé.
—¡DOS! —vino otro grito de Gavin
—Entré en la habitación, él rodó sobre su espalda, y esa cosa
estaba pegada hacia arriba en el aire como un pararrayos. Fue horrible.
Siguió tocándolo y diciendo que se sentía divertido. Jesucristo, ¡¿podrías
parar de reír?!
—¡TES!
—¡Lo siento, lo siento! —jadeó Liz entre risas
—Y de todos los libros que pudo estar leyendo cuando pasó eso,
tuvo que ser Barney. A mi hijo se le pone duro por el maldito BARNEY —
grité, y giré rápido para estar segura de que Gavin no me había
escuchado.
Liz estaba histérica para entonces. Su boca estaba cerrada y sus
hombros se sacudían sin parar. Cada vez que trataba de respirar y no
reír, resoplaba y luego se atragantaba.

52 —¿Le preguntaste a tu papá al respecto? —preguntó entre risitas


y tos.
Rodé mis ojos antes de responder mientras pensaba en la
conversación que había intentado tener con mi papá la otra mañana.
—Conoces a papá, tan pronto como dije la palabra pene se
volteó, salió de la habitación y me dijo que llamara a mi mamá. Y ella
fue de tanta ayuda como tú ahora mismo. Cuando le pregunté si era
normal, me respondió: “¿Un pato de una sola pierna nada en círculos?”
Le colgué después de diez minutos seguidos de esa risa hiperventilada
después de que le dije de la erección de Barney
Liz finalmente se calmó y ambas nos giramos para chequear y
estar seguras de que Gavin seguía ocupado.
—Ahora cada vez que pasa, me la quiere enseñar y dice:
“¡Mamá! ¡Mira mi gran salchicha!” De modo que le dije que era normal,
que les pasaba a todos los chicos pequeños, y que no era algo que
debería ir diciéndole a las personas.
Liz me palmeó la espalda y me dio una mirada de compasión. —
Bueno, eso sólo prueba que necesitas un hombre en tu vida, Claire. Y
hablando de hombres en tu vida…
—No, ni siquiera vayas allí —la amenacé, señalándola con mi
dedo en su rostro para que supiera que iba en serio—. No estoy
preparada para tener esa conversación contigo. Todavía me sigo
preguntando si fue un sueño y ese no era él. Tal vez sólo me imaginaba
cosas en la confusión mental por el alcohol. Quiero decir, de todos los
bares, de todos los pueblos, de todo el mundo…
—Tranquila, Humphrey Bogart2. Era él, lo reconocí
inmediatamente, y su amigo era el tipo que trató de liarse conmigo la

2 Humphrey Bogart fue un actor de cine y teatro americano quien se caracterizaba por su estilo
cínico y moralmente dudoso.
noche después de decirme que usualmente le gustaban las chicas con
tetas grandes, pero que como era linda, haría una excepción.
Sabía que era una tontería tratar de convencerme de que tal vez
no era él, pero que Liz lo confirme me hacía sentir como una idiota.
—Mierda, mierda, mierda, mierda. ¿Viste sus ojos? Dios, esos eran
los ojos de Gavin, eran del mismo extraño color azul grisáceo con un
delineado negro. ¿Qué diablos voy a hacer? —le pregunté en estado
de pánico
—¡DIEZ!
—Gavin, después del tres viene el cuatro —le gritó Liz, mientras yo
trataba de no vomitar en el piso.

53 —Eso es aburrido —le contestó él.


—Vamos, déjame mostrarte el lugar antes de que comience a
enseñarle su pene a todas las personas que pasen, y obtenga una
multa por exhibicionismo indecente antes de que la pintura de este
lugar esté seca —dijo Liz mientras tomaba mi mano—. Deja de
preocuparte por eso ahora y sólo disfruta al ver tus sueños convertirse en
realidad. Después nos preocuparemos de ojos azules.

***

Seguía en shock y con temor mientras regresábamos a casa dos


horas después. Gavin se durmió tan pronto como el auto arrancó, de
modo que no hubo ninguna charla sin sentido sobre salchichas y nueces
desde el asiento trasero para interrumpir mis pensamientos. La cocina
de la tienda era mucho mejor de lo que recordaba tras años de haber
pasado por ahí por una taza de café y panecillos, y se hallaba
abastecida con suministros que apenas soñé con usar, y mucho menos
poseer. Había un congelador tamaño industrial con dos puertas, a
juego con una nevera de tres puertas, una gran cocina eléctrica con
seis hornallas, un horno por convección de dos temperaturas, un
armario en el que podría guardar dieciséis bandejas de chocolate
fresco, un escaparate de panadería refrigerado que se encontraba
justo debajo del mostrador, y dos calderas de cobre para derretir
chocolate, caramelo o cualquier cosa que necesitara. Justo en el
medio de la habitación, había una isla de un metro a uno y medio
aproximadamente, con una encimera enfriadora de mármol, perfecta
para hacer dulces. En todo el tiempo que he patrocinado la Panadería
de Andrea, siempre he amado el diseño amplio. Me encantaba
cuando me encontraba pagando en el mostrador y podía mirar dentro
de la cocina y ver a alguien haciendo pasteles o tartas.
Era demasiado y se lo dije a Liz mientras caminaba alrededor de
la cocina, dejando que mi mano repasara todos los equipos. Ella trató
de decirme que los dueños anteriores habían remodelado todo
recientemente, de modo que las cosas de la cocina vinieron con el
espacio, pero mintió. Había estado en la Panadería de Andrea no hace
mucho tiempo, y hablé con el gerente. Sabía a ciencia cierta que no la
remodelaron. Además, Liz nunca me podía mirar a los ojos cuando
mentía, y maldijo dos veces seguidas.
—Liz, es demasiado. No puedo dejar que hagas esto.
—Oh, maldita sea, Claire. Esta mierda vino con el maldito lugar, y
los malditos dueños anteriores sólo querían deshacerse de la maldita
cosa.
Mentirosa, mentirosa, maldita cara de maldita osa.
La parte de la tienda de Liz era igual de bonita, sólo sin la
54 asombrosa cocina que tenía en mi lado. Me mostró donde quería que
fuera la pared que iba a separar los dos espacios, exactamente en el
medio, pero no iba a ir extendida hasta la parte delantera. Ella quería
suficiente ambiente hasta las ventanas para que los clientes pudieran
caminar de adelante hacia atrás, entre las dos tiendas. Proporcionaría
suficiente privacidad en caso de que mis clientes no estuvieran muy
entusiasmados con mirar los consoladores, lencería y lubricantes del
lado de la tienda de Liz. Dijo que podríamos poner una puerta atrás en
mi cocina, en donde ambas pudiéramos ir y venir sin tener que ir a las
partes principales de las tiendas. La parte delantera de ambos lados
tenía un mostrador en donde pondríamos la caja registradora. El lado
de Liz contaba con mesas para exhibición en toda la parte delantera,
así podía exponer los artículos que tendría para la venta. La mía por
ahora estaba vacía, así que podría probablemente poner algunas
mesas para que las personas se sentaran en un futuro. Me di cuenta que
hizo cambios al lugar mucho antes de incluirme, sabiendo muy bien,
que no sería capaz de rechazarlo cuando viera el trabajo duro que
puso en eso. Donde mi lado se hallaba abierto de par en par, para
poder ver la cocina entera estando de pie en la parte delantera, el
lado de Liz tenía una pared justo detrás del mostrador, ya que, la parte
de atrás de su tienda sería sólo inventario. Había pensado en todo, y yo
estaba totalmente impresionada con todo lo que ella había hecho en
tan poco tiempo.
Mientras Gavin corría como loco, nos sentamos en el piso con
todos los papeles esparcidos alrededor nuestro. Estábamos hasta el
cuello con los permisos de zonificación, licencias de impuestos sobre las
ventas, planes de negocios, pólizas de seguros y otras cientos de
formularios que hicieron girar mi cabeza. Este sueño estaba tan cerca
que podía tocarlo, pero el miedo de no poder permitírmelo me tenía
mordiéndome las uñas hasta los talones. Podía tomar turnos extras en
Fosters para ahorrar más dinero y por supuesto estaba el ingreso
adicional que obtendría del sufrimiento del grupo de juguetes sexuales
de Liz para fiestas. Pero aun así no sería suficiente para la renta, y me
negaba a dejar que Liz invirtiera más dinero por mí. Liz llamó a mi padre
antes de que pidiera protestar, y él se reunió con nosotras en la tienda
para echar un vistazo.
—Entonces, ¿qué piensas? —le pregunté mientras él abría la caja
de fusibles y revisaba.
—El cableado es bueno, la cocina está en un circuito
independiente del sistema de seguridad —respondió.
—No me refiero a eso.
Quería que metiera algo de sentido en mí, como sólo él sabía,
diciéndome que estaba loca por pensar que podía hacer algo así;
llamándome idiota por tener mi cabeza en las nubes. Mi padre cerró la
caja de fusibles y se giró para mirar hacia el techo.
55
—¿Recuerdas cuando ibas en la universidad, y yo pagaba por tu
habitación y comida todos los meses? —preguntó mientras examinaba
todos los artefactos de iluminación—. Bueno, por los pasados cinco años
he estado poniendo ese dinero en una cuenta todos los meses, sólo en
caso de que algún día lo necesitaras. Con los gastos de intereses, hay
un poco más de cincuenta mil en estos momentos.
Mi boca cayó abierta por la sorpresa, y Liz que se encontraba
cerca, sin ni siquiera tratar de fingir que escuchaba a escondidas,
comenzó a gritar lo suficientemente fuerte como para romper la barrera
de sonido. Saltó y echó los brazos alrededor de mi padre, mientras yo
me quedé parada tratando de procesar lo que él me había dicho.
—Señor Morgan, si no fuese el mejor amigo de mi padre, montaría
su pierna ahora mismo —dijo Liz con entusiasmo.
—Hay una… tengo… mi perro está en el veterinario —balbuceó
mi papá torpemente mientras se alejaba de Liz, y salía de la tienda.
—Tu padre no tiene un perro —dijo Liz mientras la campana de la
puerta sonaba con su partida.
—No, tus amenazas sobre follar finalmente lo han vuelto loco.
A Liz le tomó una hora convencerme de que no era egoísta tomar
el dinero que mi papá me ofrecía. Era dinero que había guardado para
mí, para que hiciera lo que quisiera. Así que, ¿por qué no utilizarlo para
poner en marcha el negocio que siempre he soñado? Con el dinero, las
preocupaciones se irían por el momento. Liz me pidió hacer una
bandeja de artículos para llevar a la fiesta que reservó para mí al día
siguiente. Era de Jenny, una amiga de su prima, diseñadora gráfica. Se
ofreció a ayudar a Liz con volantes, folletos y cosas por el estilo. Liz le
dejó saber que haría su fiesta y que necesitaría ayuda creando algo
para también anunciar mi tienda. Ella estuvo de acuerdo en ayudarnos,
siempre y cuando lograra probar algunas muestras gratis. Podía dejarla
probar mi vagina si hacía eso por mí.
Después de la fiesta, iría a la casa de Liz y Jim para la cena y algo
de vino, así podríamos hablar más y sugerir más nombres para nuestro
negocio.
Nuestro negocio. Me repetía esas palabras una y otra vez mientras
manejaba a casa desde la tienda, tratando de asimilarlo. Todo pasaba
demasiado rápido. Dos días atrás la idea de tener mi propio negocio
era sólo un sueño imposible, que había imaginado que pasarían años y
años para que alguna vez sucediera.
Estacioné en mi entrada, y en silencio desabroché a Gavin para
poder llevarlo a casa y acostarlo. Mientras lo levantaba de su asiento y
sostenía su cabeza en mi hombro, él envolvió los brazos alrededor de mi
cuello y apretó.
56 —Dienes que cortar el césped com una serpiente de malvavisco
—balbuceó durmiendo—. Me resbalé con un centavo.
Solté una carcajada por sus hábitos de hablar dormido, mientras
entraba en la casa y lo acostaba en su cama.
Me pregunté si él también hablaría en sus sueños.
Liz ocupó suficientemente mi mente para no pensar en el padre
de Gavin durante toda la mañana, pero ahora que me hallaba sola
con mis pensamientos, su reaparición en mi vida gritó en mi cabeza, y
era en todo lo que podía pensar. Por lo que sabía, podría estar pasando
por la ciudad y nunca lo vería o escucharía sobre él de nuevo. Había
estado muy borracho para recordar la vez que nos conocimos, y
obviamente la historia se repetía. Anoche, no tenía ni idea de quién era
yo.
Me negaba a admitir que me dolía un poco no haber provocado
ningún tipo impacto en él cinco años atrás. Especialmente, cuando yo
tenía que vivir con un recuerdo suyo todos los días.
7
Abrir boca, insertar vodka
Traducido por Annabelle & Moni
Corregido por CrisCras

57
Ella descansó los codos sobre la barra y se inclinó más cerca de
mí. Me encontraba hechizado por sus ojos. Parecían piscinas de sirope
de chocolate Hershey’s. Era ella. Después de todos estos años,
finalmente podía ver su rostro. Estaba tan despampanante como la
recordaba.
—Te he estado buscando por todas partes —dije.
Se rió y los escalofríos se apoderaron de mis brazos. Recordaba
esa risa; era como música para mis oídos. Estiró su mano sobre el mesón
de la barra y acarició mi brazo, para luego colocarla sobre mi mano.
—¿Tus vasos de tragos normalmente te hablan? —preguntó con
una sonrisa.
—Espera, tú eres la chica del bar —dije, confundido.
—¿Lo soy? —preguntó con una sonrisa.
Se inclinó por completo sobre la mesa y presionó la mejilla contra
la mía, con sus labios muy cercanos a mi oído.
—Pregúntame cual es mi película favorita —murmuró.
Giré la cabeza y deslicé mi nariz contra su mejilla. Aún olía a
chocolate. Pero eso no tenía sentido. Alguien comenzó a tocar en la
puerta del bar, ella se separó y giró la cabeza en esa dirección.
Comenzó a caminar hacia atrás, mientras el golpeteo continuaba.
—¡Espera! No te vayas. Sólo dime tu nombre —rogué.
Continuó yéndose y la miré fijo a la cara, memorizando cada uno
de los detalles: ojos marrones, grueso cabello castaño, carnosos labios
en forma de corazón, y un hoyuelo en cada mejilla.
Así era como lucía la chica del bar. Pero esta tenía los mismos ojos
y la misma voz que MI chica. ¿Qué demonios está sucediendo?
—¡Por favor, dime tu nombre! —le grité.
Desperté de un salto ante el sonido del golpeteo y los latidos de
mi corazón tan fuertes como si hubiese corrido una maratón. Deslicé la
mano entre mi cabello y volví a recostarme, intentando recordar lo que
acababa de soñar. Estaba justo al borde de mi conciencia, pero
simplemente no podría alcanzarlo. Había algo que necesitaba recordar
sobre ese sueño. Cerré los ojos e intenté traerlo de vuelta. El silencio duró
sólo dos segundos antes de que los golpes contra mi puerta delantera
comenzaran a sonar e interrumpieran mis pensamientos.
—¡CALLATE YA! —grité hacia el incesante ruido, enojado por no
poder recordar.
Oh, Jesús, nunca beberé de nuevo.
Cada jodida vez que bebo, sueño con las cosas más extrañas.
58 ¿Por qué demonios no puedo recordar este? Tomé una de las
almohadas junto a mí y la apreté contra mis oídos, intentando
amortiguar el sonido de mi puerta siendo pateada.
—¡Abre la puerta, coge cabras! —El grito amortiguado de Drew se
escuchó al continuar golpeando mi puerta con sus puños. Sabía que si
no me levantaba, seguirá haciendo ruido, y entonces tendré que
matarlo.
Los golpes continuaron mientras me levantaba, aparté las
sábanas con rabia y me tropecé por toda la casa rentada con los ojos
cerrados. Todavía tenía cajas llenas de mierda que aún no había
desempacado repartidas por todo el lugar, así que las pateé de mi
camino con ira. Logré llegar a la puerta de enfrente sin romperme
ningún miembro, y la abrí con un gruñido de enojo.
—Jodida mierda, amigo, no te ves nada bien —dijo Drew, al pasar
junto a mí para entrar a la casa, usando una de sus franelas
características. Juro que este tipo tiene al menos unas doscientas
cincuenta de estas cosas. La franela de hoy decía: “Hoy hice pupú.”
—Claro, entra, Drew —murmuré para mí mismo mientras cerraba
la puerta de un portazo y le seguía hasta la sala—. Interrumpiste un
sueño muy bueno. Al menos, creo que era uno bueno, no lo recuerdo.
—¿Soñabas con la ardiente camarera por la que no podías dejar
de babear anoche? —preguntó, riéndose.
—Muy gracioso —dije con rostro inexpresivo mientras me apoyaba
contra el marco de la puerta y cruzaba los brazos sobre mi pecho.
—Si sólo estuviese bromeando, hermano. Su amiga rubia me
preguntó si habías tomado el autobús hacia el bar luego de que te
echaras la cerveza encima en vez de llevarla hacia tu boca, la cual se
encontraba completamente abierta mientras mirabas el trasero de la
camarera.
Guau, definitivamente no había sido una de mis mejores noches.
—Quizá deba ir hasta allá y disculparme con…
Mierda, mi mente estaba completamente en blanco.
—Otra chica cuyo nombre no conseguiste —concluyó Drew—. Al
menos, esta vez sabemos donde trabaja. Este lugar es un jodido
desastre —dijo moviendo cajas con el pie para poder abrirse espacio y
llegar hasta el sofá.
—¿Sólo viniste aquí para insultarme, o hay otra razón detrás de
esta visita tan temprano en la mañana?
—¿Temprano? Son las doce y media, idiota. Tenemos orientación
a la una —dijo al deslizar otra caja y dejarse caer en el sofá.
—¡MIERDA! ¿Estás bromeando? —grité y salí corriendo hacia la
59 cocina, tropezándome con las cajas durante todo el camino.
Efectivamente, el reloj del microondas decía que eran las doce y treinta
y cuatro. Demonios. No podía llegar tarde a orientación en la nueva
planta. Llevé el frente de mi camisa hasta mi nariz y la olí, haciendo una
mueca. Olía como a destilería.
Corrí hasta el baño y tomé la ducha más rápida conocida por el
hombre, luego me puse una camisa limpia de manga larga y unos
vaqueros. Drew rompió cada una de las leyes de tráfico, y logramos
llegar a la Planta Automovilística Butler con cinco minutos de
antelación.
La planta cerraba la producción los domingos, así que nuestro
pequeño grupo de transferidos seríamos los únicos que estaríamos allí
hoy. Éramos unos veinte, que habíamos sido transferidos desde distintas
plantas alrededor de los Estados Unidos, los que comenzaríamos a
trabajar allí mañana. Todas las plantas funcionaban básicamente de la
misma manera, así que no necesitaríamos aprender cómo hacer
nuestro trabajo ni nada por el estilo. Sólo llenaríamos los papeles que
necesitaban en Recursos Humanos y veríamos algunos videos sobre la
historia de la compañía y de cómo no debíamos acosar sexualmente a
ninguno de nuestros compañeros de trabajo.
Ese último siempre fue nuestro favorito. Era el mismo video que
habían estado mostrando desde hace como treinta años, que fue
grabado en los setenta y tenía música porno de fondo. Tomar a un
grupo de obreros ruidosos y ponerlos en un cuarto para mostrarles un
video que muestra a un tipo en un traje de pana poniendo sus manos
sobre el trasero de su secretaria, y obtienes una completa anarquía,
damas y caballeros.
Entramos en la planta por la puerta de empleados y fuimos hasta
una sala de conferencias que se encontraba junto a la puerta. Drew y
yo firmamos con nuestros nombres en la hoja de registros colgada en la
puerta y tomé asiento a una de las mesas pegadas al fondo de la
habitación. Miramos hacia todas las otras personas que comenzarían
con nosotros para ver si reconocíamos a alguien.
—Entonces, ¿qué clase de imbécil crees que será nuestro jefe? —
dijo Drew en voz baja. Un tipo sentado al otro lado de Drew se inclinó
hacia adelante y habló antes de yo pudiera contestar.
—En realidad es un tipo normal. Ha estado aquí por unos veinte
años, y mientras no la cagues, no se mete contigo. Soy Jim Gilmore —
dijo el chico, estirando la mano para que nosotros la estrecháramos
mientras Drew se encargaba de las presentaciones.
—Hola, soy Drew Parritt y este es Carter Ellis.
Cada uno estrechó su mano mientras Drew seguía hablando.

60 —¿Por cuánto tiempo has estado trabajando aquí?


—Sólo algunos meses. Mi prometida y yo acabamos de mudarnos
desde Toledo —dijo.
—¿En serio? De allí es de donde nos acabamos de mudar
nosotros. Trabajábamos en la Planta Automovilística de Toledo y fuimos
reubicados aquí —expliqué.
Jim se rió. —Supongo que es un mundo pequeño. Mi prometida es
de Butler y nos conocimos en la Universidad de Ohio. Se quiso mudar
aquí tan pronto nos graduáramos, así que aquí estamos.
—Oye, nosotros fuimos un fin de semana allí, a una fiesta. Cielos,
Carter, probablemente no recuerdas esa fiesta, ¿verdad? —preguntó
Drew con sarcasmo, sabiendo de sobra lo mucho que recordaba la
fiesta.
—Cállate, imbécil —gruñí—. Entonces, Jim, ¿cómo es que viniste a
la orientación hoy?
—Me enviaron para darles un tour de la planta cuando termine, y
presentarles a su nuevo capataz.
—Con tal de que me deje en paz y no esté sobre mi trasero todo
el tiempo, nos llevaremos muy bien —dijo Drew.
—Creí que te gustaban los hombres grandes y rudos sobre tu
trasero —bromeé.
—Me debes haber confundido contigo y esa vagina que te
creció. Recuérdamelo de nuevo, ¿cuánto fue la última vez que tuviste
sexo? Porque estoy bastante seguro que logré que mi polla se mojara
anoche mientras tú estuviste ladrando como un perro y te desmayaste
en el estacionamiento.
—No creo que yo estaría alardeando sobre tocar el trasero de
una chica que tiene un producto de carne como apodo para su vagina
—le recordé.
—Sí, ese no fue mi mejor momento. Estoy tan decepcionado de
mí mismo que prácticamente puedo saborearlo.
—¿Sabe a semen? —pregunté.
—Jódete. No era un hombre —respondió Drew, recostándose
sobre el respaldo de su silla y cruzando los brazos.
—Jim, por favor, dime que conoces chicas ardientes —suplicó
Drew.
Jim dejó salir una risotada. —Puede que tengan suerte, chicos; mi
prometida tiene algunas amigas solteras.
—No te preocupes por el mariquita aquí a mi derecha —dijo Drew
mientras Jim tomaba un sorbo de su botella de agua—. Ha estado
61 enganchado de una chica de una sola noche con la que estuvo hace
cinco años que olía a Cocoa Puffs.
Jim escupió algo de su agua y comenzó a ahogarse con el resto.
Drew tuvo que estirar la mano para darle golpetazos en la espalda.
Luego de recuperarse, se quedó allí mirándome de forma extraña.
¿Qué demonios pasaba con la gente, que últimamente me
miraban así? Anoche en el bar y ahora esto. Algo andaba mal con las
personas de este pueblo.
Justo entonces, uno de los supervisores entró e introdujo el video
de acoso sexual en la máquina. Todo el mundo comenzó a aplaudir y
gritar cuando la música comenzó.
—Oigan, ¿por qué no vienen esta noche a cenar y tomarnos unos
tragos? —preguntó Jim sobre los gritos de los empleados, al comenzar a
girarse de nuevo para ver hacia el frente de la habitación—. Mi
prometida puede ver si son lo suficientemente buenos para sus amigas
—dijo con una sonrisa.

***

—Oye, Claire, ¿este lubricante realmente sabe a tarta de fresa?


—Um, claro —respondí.
—¿El Jack Rabbit alcanza tu punto G o necesito conseguir algo
más para eso?
—¿Estás segura de que estas velas de aceite para masaje
queman en frío? La última vez que mi novio y yo tratamos con aceite
caliente, su pene obtuvo quemaduras de segundo grado.
Mátenme. Sólo mátenme ahora mismo.
—¿Dónde colocas exactamente el anillo de pene en un chico?
Debimos haberlo puesto en el lugar incorrecto porque después de unos
minutos se perdió en mi vagina. Ese fue el viaje más extraño a la sala de
emergencias, déjame decirte.
Voy a perder mi mierda si alguien me hace más jodidas preguntas
que no puedo responder. Eso es todo lo que han estado haciendo
durante la última media hora. ¡MIERDA! Estas personas necesitan
comprar algo ya y dejar de hablarme.
—¿Dejas que un chico use un vibrador en ti? He escuchado que
eso es muy caliente.
—De acuerdo, miren —grité, sosteniendo mis manos en alto para
que callaran sus parloteos—. Tengo cero experiencia con cualquiera de
estas cosas. Sólo estoy haciendo esto como un favor a mi amiga para
poder conseguir algún dinero extra para mi nuevo negocio. He tenido
62 exactamente un compañero sexual y medio en mi vida y ambos fueron
experiencias bastante desagradables. La primera fue en la universidad y
los dos estábamos completamente ebrios, nunca supe su nombre y me
embarazó. La siguiente fue con un amigo, decidí intentarlo de nuevo y
ver si mejoraba. Su papá tenía una llave de su casa y entró después de
dos penetraciones, lo cual mató completamente cualquier estado de
humor con el que hubiera comenzado. He decidido que mi vagina está
maldita. Mis orgasmos han sido todos auto-inducidos y nunca ha sido
con cualquier cosa que requiera baterías, un limpiador especial,
instrucciones o una advertencia de arma de destrucción masiva. Si
quieren realizar un pedido, estaré en la cocina. Prueben las papas
tostadas cubiertas de chocolate.
Me di la vuelta y salí de la habitación y fui directamente a la
cocina. ¿Dónde había un gigantesco agujero en el suelo para tragarte
cuando necesitas uno? Cada mujer allí probablemente estuviera
hablando sobre lo perdedora que era y que le iban a decir a todos los
que conocían que nunca hicieran negocios con nosotras. Mierda, Liz
iba a despedirme. Iba a tener que decirle a la gente que me
despidieron de la venta de vibradores. Ni siquiera puedo vender pollas
falsas en una habitación llena de mujeres calientes. ¿Cómo te
recuperas de eso? Y encima de todo, escupí mis más profundos y
oscuros secretos en una habitación llena de extrañas.
—Oh, cariño, pobrecita —dijo Jenny mientras entraba a toda prisa
en la cocina y lanzaba los brazos a mí alrededor. Una cosa que la gente
nueva aprendía sobre mí muy rápido: no invadas mi espacio personal o
serás golpeado en el cuello.
Me quedé allí tiesa como una tabla con los brazos a los lados. No
entendía a los abrazadores. De verdad. Una amable y fuerte palmada
en la espalda funcionaba bien.
—Te voy a comprar un Jack Rabbit —proclamó Jenny.
—Guau, no, en serio está bien —traté de argumentar mientras me
liberaba del abrazo. Esa cosa me asustaba demasiado. Cuatro
velocidades, orejas y cuentas que giraban. Deberías conseguir un
permiso de la ciudad para tener esa cosa.
Después de varios minutos de halagos, Jenny logró llevarme de
nuevo a la habitación, y después de que anunció que me iba a
comprar un juguete, toda la habitación estalló en consentimiento. Para
mi gran mortificación, comenzaron a comentar entre ellas sobre lo que
me iban a comprar. Tuve que dibujar una línea cuando comenzaron a
hablar sobre hacerme una fiesta de Virgen de Vibrador. Escuché las
palabras cubos de hielo con forma de pene y ensalada de pasta de
pene, y comencé a ganar un dolor de cabeza infernal. En cualquier
momento todas iban a unir sus manos y cantar Kumbayá a mi vagina —
mi pobre vagina rechazada que nunca conoció el toque vibrante de
un pene de goma. Lo siento vagina, supongo que debí haber cuidado
63 mejor de ti.
Al final de la presentación, vendí el doble de lo normal porque
todas compraron dos de todo, uno para ellas y uno para mí. Si mi
vagina no estuviera cubierta en algodón y vaqueros, se habría ofendido
ante sus miradas de lástima. Juro que mientras ellas hacían sus pedidos,
miraban hacia abajo, entre mis piernas. Ahora sé cómo se sienten las
chicas con enormes pechos cuando un chico no las mira a los ojos.
Cuando la última chica se fue con un abrazo para mí y para
Jenny, y una bolsa de regalos de diversión en su mano, ambas nos
derrumbamos en un sofá en la sala de estar.
—Gracias por hacer esta fiesta esta noche, Claire —dijo con una
sonrisa—. Y gracias por la increíble bandeja de postres. En serio, tienes
un don. Esos pretzels cubiertos con chocolate y rociados con caramelo
casi me dieron un orgasmo. Y eso es decir demasiado considerando
que toda la noche estuve rodeada de fibriladores.
Mis ojos se abrieron de golpe y levanté la cabeza de su lugar de
descanso en el respaldo del sofá para mirar el perfil de Jenny a mi lado,
mientras revisaba distraídamente sus uñas con manicura. Era una
persona agradable y nos llevábamos muy bien, pero algunas de las
cosas que salieron de su boca esta noche aturdieron mi mente.
—Um, Jenny ¿quieres decir desfibriladores?
Por qué siquiera usaba esa palabra en una oración sobre una
fiesta de juguetes sexuales estaba más allá del alcance de mi
imaginación, a menos que ella asumiera que algo de lo que había en
mi bolsa de trucos le pararía el corazón de alguien. Ahora que lo pienso,
casi tuve un ataque al corazón cuando vi el tamaño del Gape
Gargantuan. ¿Dónde se suponía exactamente que una mujer va a
meter esa cosa, en la Presa Hoover para conectarlo desde arriba?
—Espera, ¿qué dije? Quise decir vibrador. ¡Oh, Dios mío, eso es tan
raro!
Negué con la cabeza y me levanté del sofá para empacar todas
las cosas extras en la maleta que Liz me dio para los suministros. Qué
suerte la mía, tengo que mantener toda esta mierda en mi casa. Si algo
me pasaba y la policía, o alguna otra autoridad, tenía que pasar por mi
casa, iba a ser completamente humillada desde el más allá si
encontraban esta maleta.
Oh, Jesús, ¿y si mi papá encontraba esta cosa? Él iba a pensar
que soy un fenómeno. ¿Qué mujer necesitaba una maleta con treinta y
siete vibradores y noventa y nueve botellas de lubricante? Mierda,
necesitaba guardar estas cosas en casa de Liz. Todavía no necesitaba
decirle a papá sobre la parte del negocio de Liz. Ninguna chica debería
ser obligada a tener una conversación sobre vibradores con su padre.
Eso estaba mal en muchos niveles. Él podía darse cuenta la primera vez
64 que entrara en la tienda, justo como todos los demás.
—Entonces, voy a comenzar a trabajar en tu volante esta semana
tan pronto como me envíes las fotos de los productos que quieres
destacar. Voy a hacer uno para ti, uno para Liz y luego uno que
combine las dos tiendas. ¿Dijiste que van a reunirse esta noche y decidir
el nombre? —preguntó Jenny.
—Sí, me dirijo hacia la casa de ella y Jim esta noche —le expliqué
mientras cerraba la maleta—. Oye, ¿por qué no vienes conmigo?
Puedes ayudarnos con la lluvia de ideas.
—Oh, no lo sé. No quiero molestar.
Tiré de la manija plástica de la parte superior de la maleta y la
miré.
—Definitivamente no molestarás. Ya conoces a Liz y siempre hace
suficiente comida para alimentar a un ejército. En serio, no le importará.
—Bueno, si crees que va a estar bien, creo que voy a pasar por
allí. En serio necesito salir y divertirme. Tal vez ella pueda encontrarme
algún chico soltero. Estoy tan desesperada que podría conformarme
con uno feo y desempleado, siempre y cuando tenga una higiene
decente y sepa hacerme sexo oral.
La miré fijamente, deseando poder borrar esa oración de mi
memoria.
—Voy a terminar de limpiar aquí, y podría tratar de lograr un
orgasmo también. Te veré allí.
Estoy muy segura de que mi cabeza explotó.
—Um, ¿Jenny? ¿Dijiste que vas a tratar de lograr un orgasmo?
Por favor Dios, déjame haberla escuchado mal.
—Bueno, ¡duh! Tengo que asegurarme de que lo que compré
funcione apropiadamente, ¿no? Si no me hace venirme lo
suficientemente rápido, lo voy a devolver. Tengo una regla de dos
minutos y medio.
Oh Jesús. Por favor no permitas que me dé un vibrador usado con
el olor de su vagina. ¿Qué demonios se suponía que voy a hacer con
eso? ¿Necesito un traje especial para tratar materiales peligrosos para
manejar un vibrador devuelto? Este no era un tema incluido en mi
paquete de empleado nuevo.
—De acuerdo, bueno, entonces te veré en casa de Liz —dije
mientras salía corriendo de su casa, colocando la maleta sobre las
ruedas detrás de mí tan rápido como las piernas temblorosas de esa
cosa lo permitieran.

65 ***

Quince minutos más tarde estaba caminando hasta la casa de Liz


y Jim y entrando en ella. Liz corrió hacia la esquina en el vestíbulo con
una mirada de pánico en su cara.
—Elizabeth Marie Gates, me debes una muy grande. Esa fue la
experiencia más horrible de mi vida —le grité mientras me
desabrochaba el abrigo.
—Claire, tengo que decirte…
—Cuando invité a Jenny a cenar, decidió decirme que iba a
pasar un rato a solas con su vibrador antes de venir aquí —dije con
horror, interrumpiéndola—. No voy a ser capaz de mirarla a los ojos en
toda la noche.
—Claire, hay algo…
—Pudiste haberme advertido que estas mujeres estarían
haciéndome miles de preguntas sobre lubricadores y puntos G que no
tendría ni puta idea de cómo responder. “Oh, todo lo que necesitas
hacer es estar allí de pie y tomar las órdenes de todas” —me quejé con
mi mejor imitación de la voz de Liz mientras me quitaba la chaqueta.
—Necesitas…
—Perdí mi mierda después de la pregunta sobre anillos de pene
atrapados en vaginas y les dije todo sobre mi estelar historial sexual.
¡Jesucristo, Liz, una mujer que tiene una experiencia sexual y media, y
que ni siquiera se acercó a venirse durante ellas, NO debería vender
juguetes sexuales! —grité, tirando mi abrigo en el gancho que había
junto a la puerta y volviéndome para mirarla.
—Claire, es posible que quieras mantener…
—Les dije sobre Max, Liz. ¡MAX! La cosa de la que juramos nunca
volver a hablar. Les dije que penetró dos veces antes de que su papá
entrara —dije mientras comenzaba a caminar al revés fuera del
vestíbulo—. Puedo decir por la mirada de horror en tu rostro que te das
cuenta de lo asombrosa que fue para mí esta noche.
—No digas nada…
—¿Por qué demonios siquiera pensaste que sería buena para
esto? —pregunté mientras me detenía en la sala de estar—. Para el final
de la noche, cada mujer en esa habitación le dedicaba miradas tristes
a mi vagina. Mi vagina va a acomplejarse, Liz. Ya me está juzgando
porque sólo se ha venido con mi mano. Y no cuento follarme en seco a
tu pierna aquella vez que estábamos muy borrachas después de los
finales de primer año —argumenté mientras Jim se acercaba a mi lado
con una botella de vodka Grape Three Olive en su mano.
66 Lo miré y luego a Liz.
—¿Por qué demonios me están mirando así? —le pregunté a ella.
Su boca estaba abierta y seguía mirando hacia atrás, sobre mi hombro.
Oh mierda.
Miré a Jim y me dio una sonrisa tranquilizadora y me dio la botella
de vodka.
Oh puta mierda.
—Hay alguien detrás de mí, ¿verdad? —susurré.
Liz asintió. Tragué saliva con fuerza y estiré la mano a ciegas hacia
un lado para tomar la botella de la mano de Jim. Él ya le había quitado
el tapón para mí, así que la llevé a mis labios y tomé un buen trago, mis
ojos llorosos cuando el caliente alcohol se deslizó por mi garganta y
calentó mi estómago. Lentamente me di la vuelta hacia la música,
dispuesta a morir de humillación. Cuando di la vuelta completa, la
botella de vodka se deslizó de mi mano. Gracias a Dios por la rapidez
de los reflejos de Jim. Su mano salió disparada y agarró la botella antes
de que se estrellara contra el suelo.
—Entonces, ¿quién quiere otra copa? —preguntó Liz alegremente
detrás de mí.
8
Locos por los Cocoa Puffs
Traducido por ♥...Luisa...♥
Corregido por Vericity

67
La orientación tomó un par de horas. Cuando terminamos, Jim,
Drew y yo decidimos tomar una copa antes de ir a la casa de Jim. Nos
encontrábamos sentados junto a la ventana en una mesa alta en un
bar deportivo en el pueblo de al lado. Jim me agradaba mucho. Tenía
los pies en la tierra y era del lugar. Nos dio un montón de consejos sobre
lugares para visitar y cosas que hacer en esta área. La conversación
fluyó con facilidad y se sintió como si hubiéramos conocido a este tipo
por años.
—Creo que necesito saber algo más acerca de La Señorita
Cocoa Puffs —dijo Jim después de que tomara un trago de su cerveza.
Cerré los ojos, deseando que olvidara ese comentario que Drew había
hecho de regreso en la planta.
—Pensé que nunca lo preguntarías —dijo Drew con una sonrisa
mientras se recostaba en su silla y ponía las manos detrás de su cabeza.
—Oh, no vas a contar esta historia, idiota —le dije.
—Carter, soy la mejor persona para contar esta historia. Tengo
una perspectiva externa sobre la situación y puedo dar un mejor
recuerdo de los acontecimientos que tuvieron lugar esa noche.
Además, he tenido que hacer frente a tu culo quejoso los últimos cinco
años y tu constante necesidad de detenerte en las tiendas de chicas y
oler lociones femeninas. Tal vez Jim pueda meter un poco de razón en
ese cerebro tuyo.
Podía sentir mi cara poniéndose roja y no era porque estaba
cubierto por aquí. No podía creer que Drew estuviese diciendo esta
mierda. Necesitaría evaluar su estatus de mejor amigo cuando esta
noche terminara. Su tarjeta de membresía para el Club Amigos de
Carter Ellis iba a ser revocada. Y sí, me di cuenta de que sonaba como
un completo imbécil con sólo pensar en ello.
—Por lo tanto, es lo siguiente —comenzó Drew, ignorando
completamente la mirada enojada que lanzaba en su dirección—.
Hace cinco años, fuimos a una fiesta de fraternidad en tu escuela.
—Espera, ¿o sea que ninguno de los dos fue a la escuela allí? —
interrumpió Jim con entusiasmo.
Trata de contener tu emoción con mi humillación, idiota.
—Nop —dijo Drew, haciendo estallar la “p”. —Escuché acerca de
un amigo de un amigo… ya sabes cómo va. Como sea, llegamos a esta
fiesta y el pequeño Carter ve a esta chica en la habitación justo
cuando llegamos. Juro por la mierda que casi podías oír empezar a
tocar a “Dream Weaver” y ver las estrellas que rodeaban su cabeza. La
miró como una media hora antes de que finalmente le dijera que
dejara de ser un cobarde y fuera a hablar con ella. Ella tenía una amiga
caliente, así que estaba de acuerdo con toda esa mierda.
Puse los ojos en blanco por su recuento de la historia. Si no
68 recordaba mal, Drew me hizo llevarlo a ver una sacerdotisa vudú que
encontró en las páginas amarillas esa semana porque decía que la
amiga puso un hechizo en su pene. Durante dos semanas se acostó con
un paquete de novecientos gramos de pechugas de pollo sin piel en su
verga desde que se negó a sacrificar un pollo vivo.
—Por lo tanto, se pone a hablar con ella. Empiezan a citar una
estúpida mierda de cine y me aburren como la mierda, y volví mis
encantos a su amiga para pasar el tiempo. Nos llevamos bien y dejamos
a esos dos perdedores con su cosa nerd. Esta chica estaba
tremendamente buena y tenía un culo increíble. Encontramos la
habitación vacía más cercana y follamos como conejos toda la noche.
Drew tenía una mirada lejana en sus ojos como si estuviera
recordando cada detalle.
—Es gracioso, porque no podías recordar una mierda de ella al
día siguiente excepto por el hecho de que puso una maldición sobre tus
ramas y bayas para que se marchitaran y cayeran. ¿De repente lo
recuerdas perfectamente? Te despertaste en la bañera solo, imbécil de
mierda —le dije con una sonrisa.
—Oye, estamos hablando de ti, no de mí. Y pensé que
acordamos nunca volver a hablar de la maldición. Su alteza, Zelda
Crimson-Grass destacó lo importante que era —afirmó en serio.
—Así que, de todos modos, ¿dónde estaba? —preguntó Drew,
después de mirar a través de cada uno de sus hombros en caso de que
la gran y poderosa Zelda, que cobraba treinta y cinco dólares por
minuto y Visa, Mastercard y cheques de viajero, estuviese de pie detrás
de él sosteniendo un muñeco vudú con alfileres clavados entre las
piernas—. Carter se despierta a la mañana siguiente como la mierda
porque cree que su pene se está cayendo.
Jim se rió y estrelló su botella de cerveza en la mesa para limpiar
las gotas que goteaba por la barbilla. —Bueno, ¿por qué diablos
pensarías que tu pene estaba cayendo?
Resoplé. —Porque...
—Porque Carter folló a una virgen cuyo nombre nunca supo y
tenía una serpiente con un solo ojo sangriento —dijo, interrumpiéndome
con una sonrisa.
Me pareció oír a Jim gruñir un poco en voz baja y lo miré para ver
cuál era su problema, pero en ese momento llevó la cerveza de nuevo
hasta su boca y no me miró. Debo de haberlo imaginado. Me di la
vuelta para enfrentar a Drew para encontrar que no dejaba de reír.
—Está bien, en serio, lo estás haciéndolo sonar horrible. Necesitas
trabajar en tus habilidades de narración de cuentos, idiota —me quejé.
—No hay nada de lo que he dicho que no sea cierto. Estás
cabreado porque tras todos estos años de búsqueda nunca has sido
69 capaz de olerla de nuevo.
No, eso no suena raro en absoluto.
Después de percibir una extraña sensación casi airada de Jim los
últimos minutos, por fin pareció relajarse.
—Vaya, ¿De verdad buscaste a esta chica y nunca te enteraste
de quién era? —preguntó Jim.
Drew empezó a contestarle, pero le di un puñetazo en el brazo.
—Cierra la boca. Ahora es mi turno —le dije.
Suspiré. Odiaba pensar en esta parte. Por alguna razón hacía que
mi pecho doliera.
—Sí, la busqué. Habría dado cualquier cosa por hablar con ella de
nuevo y no me importa si me hace sonar como un marica. Le pregunté
a todos en esa maldita escuela y nadie me pudo decir nada. Incluso fui
a admisiones y traté de sobornar a la secretaria para que me dejara
mirar los anuarios —le expliqué.
—Ja, ja, ella llamó a la policía, ¿recuerdas? —rió Drew.
—Um, sí me acuerdo. Llamó a la policía porque le dijiste que
teníamos que mirar fotos de todo el alumnado femenino, para ver quién
me daba una erección. Pensó que era un pervertido.
—Así que, ¿por qué quieres encontrarla tan desesperadamente?
Quiero decir, todo el mundo tiene una aventura de una noche en algún
punto. La mayoría de los hombres se consideran afortunados de no
tener que hacer frente a toda esa mierda del día después —declaró
Jim.
Debería sentirme avergonzado por esta mierda, pero con toda
honestidad, no lo hice. A pesar de que acabábamos de conocerlo,
sentí como que Jim era el tipo de hombre en el que podía confiar y no
me juzgará, a diferencia de mi ex-mejor amigo que imitaba el acto de
tocar un violín para ir junto con mi tono triste.
—Había algo en ella —le dije con un encogimiento de hombros—.
Algo que me atrajo y me dio ganas de simplemente estar cerca de ella.
Hablamos durante horas mientras jugábamos beer pong. Tenía mi
sentido del humor y el mismo gusto por la música y el cine. Todo lo que
puedo recordar de ella sólo me dan ganas de encontrarla y ver si existe
de verdad. Y no tenía nada que ver con el sexo. Aunque, me gustaría
pedirle disculpas por haber arruinado su primera vez desde que estaba
completamente borracho. Sin embargo es más que eso. Ninguna mujer
ha estado siempre en mi mente tanto como ella. Y me vuelve loco que
no pueda recordar su cara —le dije, irritado mientras destapaba mi
botella de cerveza en la mesa.
El entendimiento pareció aclarar el rostro de Jim y asintió. La
cólera que juré vi aparecer y desaparecer rápidamente de sus
70 facciones durante todo este intercambio, de repente desapareció.
—Bien, ahora que sacaste del camino toda la mierda sentimental,
dile sobre el acosador espeluznante de mierda que eres —dijo Drew
enfáticamente.
—Vete a la mierda. No soy un acosador de mierda.
—Claro, porque arrastrar mi culo en todas las putas tiendas
femeninas, y quedarme de pie mientras hueles todo lo que está hecho
con chocolate, hecho cerca de algo con chocolate o hecho por algo
que caga chocolate no es raro en absoluto. Y no creo que hayas
olvidado la última vez hace unos meses, cuando la recepcionista nos
preguntó cuánto tiempo habíamos estado saliendo y pusiste tu brazo
alrededor de mí y dijiste: “Bueno, caramelo de azúcar, esta bestia sexy
grande y fuerte y yo hemos estado juntos durante mucho tiempo” —
dijo, imitando la voz aguda que usé en ese momento.
Jim echó la cabeza hacia atrás y se rió e incluso tuve que
burlarme del recuerdo. Cuando Drew se volvió para correr de la tienda
y le di una palmadita en el culo. Realmente no tuvo precio.
—Muy bien, así que después de cinco años no puedo sacar su
olor de mi cabeza. Gran cosa. Y no es como si buscara en cada tienda
que vende loción y fuera cada fin de semana. Si da la casualidad que
en una tienda venden lociones o jabones, voy y huelo algunos para ver
si por alguna remota posibilidad encuentro la que huele a ella. No
puedo dejar pasar la oportunidad de volver a encontrar ese olor. Me
vuelve jodidamente loco.
Ambos hombres se sentaron allí mirándome. Joder, me estaba
creciendo una vagina.
—Tú, mi amigo, tienes que sacar a esta chica de tu sistema de
una vez por todas. Tenemos que encontrarte una chica que no te joda
y te haga olvidar acerca de la Condesa Vagina de Chocula —dijo
Drew con un movimiento triste de su cabeza.
—Puede que tenga la chica para ti —dijo Jim con una sonrisa.
—¡Perfecto! —proclamó Drew con un duro golpe en mi espalda—.
¿Ves, amiguito? Puede que todavía haya esperanza para ti. Oye, tal vez
incluso podemos convencerla para untarse unos chocolates musketeers
en su vagina. Vamos, sólo dile que tienes un fetiche de Willy Wonka —
dijo Drew con una sonrisa, terminando su cerveza.
Le di una patada en la pierna de la silla mientras se echaba hacia
atrás en dos de ellas. Mientras lo miraba extender los brazos para
conseguir equilibrio y no caer de espaldas sobre el suelo de madera, me
pareció oír a Jim susurrar algo que sonó como—: Eso no será necesario.

***
71

Cuando llegamos a la casa de Jim, su novia salió de la cocina


para recibirnos y Drew y yo nos detuvimos en nuestros pasos.
—Oye, ¿no es la chica del bar de anoche? —le pregunté. Era la
mujer con el pelo rubio que no había tenido miedo de reprender a Drew
en su pobre intento de tratar de meterse en sus pantalones—. Liz,
¿verdad?
Tan pronto como nos vio, sus ojos se agrandaron y su boca se
abrió de golpe. Pero recobró la compostura rápidamente y sonrió.
—Guau, me sorprende que recuerdes. Cuando saliste del bar,
llorabas y cantabas a todo pulmón “I got ninety-nine problems and the
bitch is all of them”.
Hice una mueca ante el recuerdo que francamente, no me
acordaba en absoluto.
—No te preocupes por eso —se rió cuando vio mi malestar—, fue
muy divertido reírse de ti toda la noche —bromeó.
—Recuérdame que nunca me emborrache cerca tuyo de nuevo.
Podría despertar con la cabeza rapada —le dije con una sonrisa. Liz nos
hizo señas para que la siguiéramos por el resto del camino a la sala de
estar.
—No te preocupes, nunca haría algo así —prometió con una
sonrisa mientras encontrábamos un lugar para sentarnos y se relajaba
junto a Jim en el sofá.
—No mientas, cariño —se rió Jim mientras giraba el brazo
alrededor de Liz y la apoyaba en el respaldo del sofá—. La noche que
te conocí, tuve que arrancarte un marcador negro de la mano, porque
ibas a escribir “insertar pene aquí” en la mejilla de un tipo con una
flecha apuntando a la boca. ¿No estaba desmayado en algún lugar
del ba…?
Liz se levantó del sofá de repente y agarró la mano de Jim.
—Cariño, ¿puedo hablar contigo un momento en la cocina? —
preguntó ella, llevándolo antes de que pudiera responder.
—Lo siento, enseguida regresamos —dijo Jim por encima de su
hombro mientras pasaba rápidamente de la habitación.
Drew se inclinó hacia delante, puso los codos sobre sus rodillas y
me susurró desde el otro lado de la mesa de café.
—Joder, esa chica todavía se ve tan condenadamente familiar.
Espero que no me haya acostado con ella. Eso sería un poco raro, ¿no?
Quiero decir, acabamos de conocer a este tipo. Está bien. No quiero
tener que decirle que he visto la vagina de su novia. Puede que no
comamos la cena y estoy jodidamente muerto de hambre.
72
—Drew, estoy bastante seguro de que si eso hubiera pasado, ella
hubiera dicho algo a estas alturas —le aseguré.
—No sé hombre. Parecía sorprendida de vernos. Apuesto a que
están ahí ahora discutiendo sobre mi pene. ¿Qué crees que está
diciendo? ¿Crees que le dice que fue el mejor sexo que ha tenido? No
me he metido en una pelea por un tiempo. Tal vez debería estirar.
—Jesús, ¿cómo encaja tu ego por las puertas? —le pregunté
mientras el sonido de la puerta abriéndose delante y cerrándose
detenía las reflexiones de Drew.
Más rápido de lo que he visto a nadie moverse, Liz salió volando
de la cocina y corrió hacia la puerta principal. Tenían un vestíbulo en la
esquina de la sala de estar, así que no pudimos ver quién acababa de
llegar, pero sin duda podía oírla.
—Elizabeth Marie Gates, me debes una muy grande. Esa fue la
experiencia más horrible de mi vida.
Mierda, conozco esa voz. Y ¿por qué estoy repentinamente
pensando en perros ladrando?
Voces silenciadas llenaron la habitación cuando Jim paseó por la
cocina con una gigantesca botella de vodka de uva en una mano y
dos botellas de cerveza en la otra. Inclinó la cabeza y se quedó
mirando a Drew con una mirada divertida en su rostro y por un
momento, me pregunté si tal vez Drew tenía razón sobre dormir con Liz.
Después de unos segundos, sin embargo, sonrió como si acabara de
recordar el chiste de una broma, puso las cervezas en la mesa de café
frente a Drew y yo y se volvió hacia el vestíbulo, pero no se movió de
donde se encontraba de pie.
La voz desde el vestíbulo de repente se hizo muy fuerte.
—Perdí mi mierda después de la pregunta sobre anillos de pene
atrapados en vaginas y les dije todo sobre mi estelar historial sexual.
¡Jesucristo, Liz, una mujer que tiene una experiencia sexual y media, y
que ni siquiera se acercó a venirse durante ellas, NO debería vender
juguetes sexuales!
Ouch. Probablemente no deberíamos estar escuchando esto. Se
va a enojar.
Jim desenroscó la tapa del vodka y la arrojó sobre la mesa de
café donde cayó un par de veces antes de llegar a detenerse. Pensé
que iba a tomar un trago directamente de la botella o algo así, pero se
quedó allí aferrándose a ella, como si estuviera esperando algo. Al
menos Liz trataba de hacerla hablar un poco más bajo. Escuchamos
algunos de sus intentos, pero fueron totalmente desapercibidos.
Mierda, uno de nosotros debía decir algo. Alertar de nuestra
presencia al doblar la esquina o toser o algo así. Pero como los
73 imbéciles que somos, nos sentamos allí esperando oír más.
El nombre de Max fue gritado y algo sobre que él consiguió dos
penetraciones antes de que su padre entrara. Bien, ahora quería
escuchar más. Drew debió de haber tenido la misma idea, porque los
dos inclinamos el cuerpo más cerca a la puerta, así podíamos oír mejor.
Afortunadamente, no había necesidad de eso. De repente, todo era
alto y claro, mientras ella caminaba de nuevo a nosotros en la sala de
estar, mientras que Liz la seguía, sacudiendo la cabeza frenéticamente.
—¿Por qué demonios siquiera pensaste que sería buena para
esto? —dijo mientras se detuvo y se puso las manos en las caderas.
Era la chica del bar de anoche. ¡Aleluya! Y no me juzguen sólo
porque sabía que era ella tan pronto como vi su culo. Ese era un muy,
muy buen culo. Quería ponerme de rodillas y alabar a Dios y a los
fabricantes de los vaqueros que llevaba puestos. Quería follar ese culo.
Espera, eso no salió bien. Quiero decir, ¿qué chico no querría?
Pero ella puede no estar en ese tipo de cosas. Eso es algo de lo que
tienes que hablar con una mujer. No sólo ir a hurgar o te dan un
puñetazo en la cara y te gritan las palabras: “¡SÓLO PARA SALIDA!”.
La palabra “vagina” gritada justo en ese momento fue lo único
que me sacó de mi mente y el sueño de mi verga fuera del culo de esta
chica.
—Para el final de la noche, cada mujer en esa habitación le
dedicaba miradas tristes a mi vagina. Mi vagina va a acomplejarse, Liz.
Jim era el único de nosotros con algo de cerebro en este punto.
Se acercó a las dos mujeres y se quedó en silencio al lado de la que
tenía el gran culo, con la botella de vodka todavía en mano.
—Ya me está juzgando porque sólo se ha venido con mi mano. Y
no cuento follarme en seco a tu pierna aquella vez que estábamos muy
borrachas después de los finales de primer año.
He perdido toda función motora. Que alguien me vea y revise si
acabo de correrme.
—Oh Dios mío, creo que acabo de mojarme —susurró Drew
emocionado.
—¿Por qué demonios me están mirando así? —preguntó la mujer
con irritación mientras miraba hacia atrás y adelante entre Liz y Jim. Ella
susurró algo y Liz asintió y miró en nuestra dirección. Por la velocidad con
la que se llevó la mano y agarró la botella de vodka y resopló, supongo
que se dio cuenta de que había otras personas en la sala escuchando
su charla sobre bla, bla, bla, masturbación, bla, bla, acción chica-con-
chica. Volvió lentamente su cuerpo y sus ojos volaron a los míos. Sentí
como si el aire hubiese sido noqueado de mí y vi la botella de vodka
deslizarse de sus manos. Jim tranquilamente metió el brazo y cogió la
74
botella antes de que tocara el suelo, mientras me quedaba allí sentado
mirando a la mujer más hermosa que había visto.
Bueno, sé que la vi anoche, pero estaba borracho y los objetos en
ojos de ebrio pueden parecer más calientes de lo que en realidad son.
Mi recuerdo de su rostro en mi mente no podría haber sido tan preciso
como pensaba que era. Por suerte, era tan hermosa como lo
recordaba. Y ahora, me sentí muy mal de verla tan horrorizada por todo
lo que dejó escapar a Liz cuando pensaba que nadie más estaba aquí.
—Entonces, ¿quién quiere otra copa? —preguntó Liz alegremente
mientras se movía por la belleza de pelo castaño.
Drew y yo sin palabras levantamos nuestras botellas de cerveza
para mostrar a Liz que estábamos listos. Ella agarró el brazo de la pobre
muchacha y la arrastró hasta el salón. La vi traer la botella de vodka de
nuevo hasta sus labios y tomar otro trago mientras caminaba. Liz le
arrebató la botella de las manos y la dejó de golpe sobre la mesa de
café.
—Carter, está es Claire. Claire, este es Carter —dijo Liz, por alguna
razón, haciendo hincapié en nuestro nombre. Temía un poco por la vida
de Liz en estos momentos. Tenía miedo de que Claire pudiese sacarle los
ojos.
—Nos conocimos más o menos anoche —le dije con una sonrisa,
tratando de mover la atención a mí y salvar a Liz de la desfiguración.
Claire dejó escapar una risa histérica.
Liz se sentó en el sofá, jalando a Claire a su lado.
—Bueno, tenemos unos pocos minutos antes de que la cena esté
lista. Jim me dice que ustedes se acaban de mudar aquí desde Toledo,
¿verdad? —preguntó Liz mientras Jim caminaba delante de las mujeres
tomando asiento al otro lado de Claire.
Asentí. —Sí, nos trasladaron aquí desde la planta Automotriz de
Toledo.
Volví la mirada hacia Claire. Su rodilla se movía arriba y abajo a
un ritmo frenético. Liz se acercó y le puso la mano para detener el
movimiento.
—Entonces, Claire, ¿cuánto tiempo has sido una camarera? —le
pregunté. Quería saber todo lo que había en ella. Y no iba a mentir, me
moría de ganas de oír de nuevo su voz y aprender más sobre su vagina
y aprender con qué frecuencia se encontraba con amigas para follar.
Mierda, por favor, que no tenga una erección en estos momentos.
—Casi cinco años —dijo mientras otra risa incómoda brotaba de
ella y Jim levantó la mano para palmearla en la espalda un par de
veces.
¿Cuánto del vodka de esa botella había tomado?
75 —Liz, no puedo soportarlo más —interrumpió Drew—. Te ves tan
jodidamente familiar.
Claire se puso de pie, la rodilla golpeó en la mesa de café y
derribó las dos botellas de cerveza. Gracias a Dios que ya se hallaban
vacías.
—Creo que he oído que el temporizador del horno se apagó. Liz,
¿escuchaste que el temporizador se apagó? —preguntó.
Liz sacudió la cabeza casualmente. —Nop. Definitivamente no
escuché el temporizador —dijo con una sonrisa.
Vi como Claire nos daba la espalda y se enfrentaba a Liz.
—El temporizador sin duda se apagó. Simplemente no lo
escuchaste porque no prestabas atención. Tenemos que ir a ver la
comida. Debido a que el temporizador se apagó.
—Oye, Liz —dijo Drew—. ¡Creo que está tratando de decir que el
temporizador se apagó!
Se rió de su propia broma y extendí la mano y le golpeé el brazo.
Verla pasar de horrorizada a avergonzada a nerviosa era
fascinante. Era como un hermoso choque de trenes y no podía dejar de
mirarla.
Liz suspiró y finalmente se puso de pie, sonriéndonos a Drew y a mí
mientras se disculpaba y seguía a Claire en la cocina.
Drew se inclinó y me susurró al oído—: ¿Has visto la forma en la
que me miraba Liz? Creo que definitivamente me acosté con ella.
9
El coño matador de Claire
Traducido por hermanaoscura & Mel Markham
Corregido por MaarLopez

76
Oh, Jesucristo. Oh, joder. ¿Puede una persona morir de
humillación? Jodidaputamierda.
—Creo que estoy teniendo un ataque al corazón. O tal vez un
derrame cerebral. ¿Cuál es el que hace que tu brazo izquierdo se
entumezca?
He perdido toda función cerebral. Esto es todo. Estoy muriendo.
Dile a mi gente que los quiero.
—Un derrame cerebral —dijo Liz con voz inexpresiva mientras me
seguía a la cocina.
—Mierda. Estoy teniendo un derrame cerebral. Siente mi pulso.
¿Se siente extraño? —le pregunté, estirando el brazo hacia ella.
Liz golpeó mi mano. —Maldita sea, Claire, contrólate.
—Carter, su nombre es Carter. Y no tiene ni idea de quién soy —
me quejé.
Joder, odio a las chicas chillonas. Me estoy convirtiendo en una
chica llorona e insegura. Voy a tener que patear mi propio culo. Liz se
inclinó delante del horno y dio un vistazo a la lasaña cocinándose. Se
puso de pie y cruzó los brazos en su pecho, apoyando la cadera contra
el frente del horno.
—¿Crees que lo que tienes es malo? Ese jodido retrasado de Drew
cree que se acostó conmigo. Puedo verlo en sus ojos. Está tratando de
recordar si sabe como luzco desnuda. Como si alguna vez dejase mis
“trozos de dama” cerca de alguien que viste una camiseta que dice:
“hoy hice pupú”. Ni siquiera recuerda como coqueteó conmigo esa
noche o como de cerca estuvo de tener su polla y pelotas
permanentemente dibujadas en su cara. ¿Me pregunto si se acuerda
del maleficio que puse sobre su tonto palo? De verdad creyó que yo
era una bruja ¡que idiota!
—¿De verdad Liz? ¿Estás comparando el hecho de que un
hombre no recuerda haberte dicho que se acostaría contigo porque
tenías unas buenas tetas a tener a mi donante de esperma de una
noche sentado a unos seis metros y no saber quien carajo soy? ¿En
serio? ¿Es eso lo que estás haciendo, porque sólo quiero asegurarme de
que entiendo esto correctamente y no fumé accidentalmente una pipa
de agua, llena de mala mierda en el camino de la que no sé nada? —
despotriqué.
Liz rodó los ojos. —Jesús, Doña Tonta Irritable, tranquilízate.
Puse mis manos en las caderas y le di mi mejor mirada de “Te voy
a joder”.
—De acuerdo, tienes razón en que esta no es la situación ideal
para reunirse con el padre de tu bebé. Pero está hecho. Él está aquí y
no hay nada que podamos hacer al respecto ahora. Después de todos
77 estos años de preguntas, finalmente sabes quién es y le puedes decir
sobre Gavin. Así que levanta tu tanga de chica grande y lleva a tu culo
allá.
Nos miramos sin expresión por un momento.
—Sé que elegiste eso pero no funcionó tan bien —le dije
—Sí, me di cuenta tan pronto como lo dije. La próxima vez sólo
seguiré con bragas de chica grande.
Comencé a dar vueltas por la cocina.
—¿Cuáles son las jodidas probabilidades, Liz? En primer lugar,
aparece en el bar de la nada y ahora está aquí. En tu casa. Y me habla
como si fuera una chica que acaba de conocer y que quiere llegar a
conocer.
—Bueno, técnicamente, eres una chica que acaba de conocer
—dijo con un encogimiento de hombros, como si no fuera gran cosa—.
Sé que nos preguntamos anoche si él no te había reconocido porque
estaba más borracho que Mel Gibson cuando llamó cerda en celo a su
esposa, pero creo que es seguro decir que no recuerda quien eres. Es
hora de enfrentar los hechos. Claire. Tu vagina no es tan memorable.
—Jódete —murmuré.
—No esta noche querida, tengo dolor de cabeza.
No era su culpa que pudiese ser tan indiferente a todo esto.
Nunca le dije lo mucho que pensé en él durante años. Ella no tenía ni
idea de lo mucho que el hombre sentado en su sala de estar, había
ocupado mis pensamientos y sueños. En todos los escenarios que había
inventado en mi cabeza sobre encontrarlo algún día, siempre
comenzaban de la misma forma. Él recordaba todo sobre esa noche
inmediatamente y se disculpaba por no tratar de encontrarme nunca.
Nos besaríamos bajo la lluvia, saltaríamos de la mano en una piscina y
montaríamos a caballo por la playa.
O tal vez he visto demasiados anuncios de tampones.
Volverlo a ver, saber que él no tenía ni idea de la noche que
pasamos juntos, era horrible. Sobre todo desde que yo criaba un
recuerdo de esa noche y tenía que pensar en ello cada vez que miraba
a mi hijo.
—¿Cómo se supone que comience a hablarle de Gavin cuando
ni siquiera tiene la más mínima idea de quién soy yo? Nunca me va a
creer. Va a pensar que soy una chiflada que está buscando ayuda
para su hijo. —Dejé mi cantaleta y me acerqué a Liz junto al horno.
—No necesariamente. Jim no se dio cuenta de quién era Drew
hasta poco antes de llegar aquí, cuando lo llevé a la cocina, pero supo
inmediatamente quien era Carter. Dijo que él habló de ti esta tarde en
el bar. Lo supo de inmediato cuando el pobre mencionó que hueles a
chocolate.
78
Dejé mi caminata maníaca y la miré. Mi corazón empezó a latir
con furia otra vez.
—¿Qué?
—Supongo que le dijo a Jim sobre una chica, y cito —se detuvo y
levantó las manos al aire para hacer comillas—: que conoció a una
chica en una fiesta de la fraternidad y ha pensado en ella durante
cinco años. Jim no tuvo la oportunidad de profundizar en todo lo que se
dijo porque elegiste ese momento para entrar a la casa diciéndole a
todo el mundo sobre tu vagina abandonada y Max, el precoz.
—Jodido infierno —susurré.
—Es por eso que Jim les invitó. No tuve la oportunidad de decirle
que habíamos visto a Carter la noche pasada en el bar así que no tenía
ni idea hasta que aparecieron en nuestra cocina.
¡Me recuerda! Bueno, no a mí, sino a la que conoció esa noche.
La “yo” que conoció en la fiesta. La “yo” cuya virginidad tomó. Tengo
que dejar de decir “yo”.
—Un pequeño aviso hubiera estado bien. ¿Sabes que existe este
pequeño e ingenioso artefacto llamado celular? —me quejé.
—Oh, cállate la puta boca. Me sorprendí tanto como tú. Llegaron
aquí poco antes que tú, y Jim tuvo unos treinta segundos para soltar
todo lo que pasaba mientras colgamos los abrigos —argumentó
mientras sacaba platos del armario.
—No hay forma de que estuvieras ni remotamente tan
sorprendida como yo. Si mañana me despertara con las tetas cosidas a
las cortinas, no sería más sorprendente que esto —le repliqué
petulantemente.
—Oye, traté de callarte varias veces. No es mi culpa que ahora
todo el mundo sepa que tienes una vagina irritable. Oye ¡la vagina
irritable! —Se rió de su propia broma—. Tal vez es como las entrañas
irritables y puedes conseguir alguna medicación para ello. —Jim
escogió ese momento para asomar la cabeza en la cocina.
—Si han acabado de discutir sobre la rabiosa vagina de Claire, los
chicos y yo quisiéramos comer algo este siglo.
—¿”Los chicos” y tú? Los acabas de conocer. ¿La Hermandad
YaYa ya tiene un apretón de manos secretos y una contraseña? —
bromeó Liz.
Jim hizo como si se agarrase la entrepierna. —Este es el apretón
de manos secreto y la contraseña es “el coño matador de Claire”.
Le lancé un guante del horno, golpeándolo en plena cara. En ese
momento, el timbre del horno se apagó y sonó el timbre de la puerta.

79 —Esa debe ser Jenny —dijo Lizz mientras abría la puerta del horno
y sacaba el pan de lasaña. Siendo la buena amiga que soy, tuve la
precaución de enviarle un texto, para avisarle que Jenny iba a unirse a
nosotros para la cena.
—Justo a tiempo, todos vamos a sentarnos a comer, ella dirá,
inevitablemente, un montón de estupideces y todo el mundo se
olvidara de tu Pikachu. Eso te dará tiempo suficiente para encontrar
una manera de decirle a Carter que sus muchachos saben nadar.

***

Quince minutos más tarde nos encontrábamos todos sentados


alrededor de la mesa del comedor, llenando nuestros platos.
Afortunadamente, mi vergüenza anterior fue empujada a un lado
mientras miraba a Drew elogiar a Jenny. Por desgracia, no podía ignorar
la situación. Carter se sentó justo enfrente de mí y no podía dejar de
mirarlo.
Mierda, es sexy. Quiero decir, muy, muy sexy. Se agrandó mucho
en cinco años. Apuesto a que se entrena.
Es probable que sea un corredor. Tiene un aspecto magro. Me
pregunto quién le corta el pelo. Parece que paga una pequeña fortuna
para que se vea como que si no le importase cómo luce. Le queda muy
bien.
¡Mierda! Enfócate. ¿A quién le importa qué tipo de productos
utiliza para el cabello? ¿Cómo vas a decirle a este hombre que es
padre?
Oye, Carter, ¿qué tal este clima loco que hemos tenido?
Hablando de locura, tu esperma tiene un contragolpe loco.
El murmullo de las conversaciones en la mesa me sacó de mis
pensamientos.
—Así que estaba en el carril de la izquierda y algún idiota trató de
acercarse a mí. Tuve que detenerme para no golpear al médium.
Todos dejaron lo que hacían y esperaron a que Jenny corrigiera su
error. A menos que de verdad quisiese decir que casi chocó con el auto
a alguien que pudiera comunicarse con los muertos.
—Um, Jenny ¿te refieres a una desviación? —preguntó Jim
cuando el silencio alrededor de la mesa duró demasiado tiempo.
Ella se detuvo con el tenedor a medio camino de la boca y lo
miró divertida. —¿A esa cosita de cemento en el medio de la carretera
no se la llama médium?
Carter trató de encubrir una risa al toser, y vi a Drew darle un
puñetazo en la cara.
80
—Está bien, Jenny. Puedes llamarlo como quieras —dijo Drew
acariciando su mano con tranquilidad.
—Oh Claire, olvide decírtelo. La compra que hice esta noche
funciona impresionante.
Nunca debí haber tomado un trago de agua en ese momento.
Tan pronto como las palabras salieron de la boca de Jenny, tomé una
respiración profunda por la sorpresa y el agua salió por el conducto
equivocado. Comencé a toser y lagrimear, las lágrimas corrían por mi
cara mientras Liz ponía el tenedor sobre la mesa y empezaba a
golpearme en la espalda.
—¿Qué compraste? —preguntó Drew con la boca llena de fideos
y salsa, ignorando por completo el hecho de que me moría en la mesa
frente a él. Carter, al menos, me dio una mirada preocupada y quedó
medio parado como si estuviera preparándose para saltar por encima
de la mesa para asegurarse de que estaba bien. Su preocupación por
mí, era caliente.
Oye, Carter, hablando de calor. Tu inyección de carne caliente
tuvo una cita para jugar con mis huevos.
—El mejor vibrador que he tenido —anunció Jenny con orgullo,
respondiendo a la pregunta de Drew. Fue su turno de ahogarse. Algo
de lasaña salió volando de su boca mientras él se golpeaba el pecho
con el puño y Carter le golpeaba la espalda con la mano. Esto
empezaba a parecerse a una convención de Heimlich.
—En serio, Liz, tienes grandes productos a la venta. No puedo
esperar a probar el resto de cosas que compré ¿y tú, Claire? ¿Has
tenido algo de tiempo a solas con todos los juguetes que compraste
esta noche? —dijo con un guiño y un meneo de sus cejas.
—Espera, ¿las chicas en la fiesta te compraron vibradores? —
preguntó Liz, de repente olvidando el hecho de que todos tenían que
estar pensando en algo que no sea mi parte de abajo.
—Nop, esto no es para nada incomodo. Gracias por preguntar —
dije en voz baja, rodando los ojos.
—¿Podemos volver a lo que dijo Jenny? Me gustaría más detalles
sobre su tiempo a solas: ubicación, iluminación ambiental, de pie o
sentada y si la próxima vez necesitas un ayudante. Tengo una excelente
fuerza en la parte superior del cuerpo —dijo Drew con un guiño mientras
se recuperaba del hecho de que se le atascaran los fideos en su
tráquea.
—Qué asco —murmuré.
—Así que, ¿de verdad vendes juguetes sexuales? —me dijo Carter
con una mirada soñadora en sus ojos cuando se inclinó hacia mí, con
los codos apoyados en la mesa.
81 Podía sentir mi cara calentarse. Esta no era una conversación que
quería tener con él. Trataba de encontrar una manera de decirle que su
amada mayonesa tuvo habilidades locas y nadie en esta mesa podía
dejar de hablar de vibradores.
—Técnicamente, no los vende. Sólo lo hace como un favor para
mí —intervino Liz, salvándome de tratar de explicar—. Empezamos un
negocio juntas. Estoy vendiendo juguetes sexuales y ella va vender
galletas y caramelos.
—Me gusta el sexo y los dulcesssss —cantó Drew jodiendo
completamente las palabras de la canción.
—Oh, así que para responderte Liz, ¡sí! —dijo Jenny por encima de
la mala interpretación de Drew de la canción de sexo y dulces—. ¡Esta
noche todo el mundo le compró un vibrador a Claire! ¿Con cuántos
acabaste? ¿Once? —preguntó Jenny—. Todavía no puedo creer que
no hayas usado uno. Es insano. No hay orgasmo que se parezca a los
que puedes conseguir con uno de esos cachorros.
Esto no sucedía en estos momentos. ¿Era un sueño? Como uno de
esos en los que estabas desnuda de pie delante de toda la secundaria
y todo el mundo te estuviese señalando y riéndose. Sólo que esta vez,
estoy tumbada desnuda en la mesa del comedor y todos me están
apuntado consoladores.
—Oh, dios mío, lo sé, ¿verdad? —concordó Liz, inclinada hacia
delante para poder verme—. Puedo tener múltiples orgasmos en
segundos con el Jack Rabbit.
Liz era una traidora. Benedict Liz. Así es como iba a llamarla de
ahora en adelante. Jodida Benedict Liz.
—Sin ofender, cariño —dijo ella avergonzadamente a Jim.
—No me ofendes, amor. Siempre y cuando te vengas, soy feliz —
dijo con una sonrisa mientras se inclinaba y la besaba en el hombro.
—Claire, absolutamente tienes que irte a casa esta noche y usar
el Jack Rabbit. Y luego llámame inmediatamente y dame un reporte —
dijo Jenny excitadamente.
—No, no debería usar el JR la primera noche, eso la marcará de
por vida. Necesita aliviarse usando juguetes. ¿Alguno te ha comprado
una bala? —preguntó Liz casualmente con una mirada en mi
dirección—. Una bala es la mejor apuesta para tu primera vez. Es
pequeña, no hace mucho ruido pero es poderosa como la mierda —
explicó Liz—. Te tomará treinta segundos, como máximo.
¿En serio discutían en la cena cómo debería darme un orgasmo,
como si estuvieran discutiendo las instrucciones para armar una
biblioteca? Inserte la ranura A en la vagina y retuerza. ¡¿Qué diablos
está pasando ahora?!
82
—Lo siento —le dije a Carter—. Usualmente mi vagina no es el
tema de conversación en la cena.
Era el único que me oyó desde que todos los demás en la mesa
seguían… ¡joder! Todavía hablaban de mi maldita vagina.
—Quizás debería usar el delfín azul. ¡Es tan tierno con su nariz de
botella, los adorables pequeños ojos y la aleta! ¡Podría inventar toda
una historia sobre él nadando hasta su canal! —anunció Jenny.
Carter se echó a reír y me dio una sonrisa tranquilizadora y por
alguna extraña razón quería treparme por encima de la mesa y lamer su
boca.
—Está bien, ahora tengo curiosidad. Balas, conejos, delfines…
¿seguimos hablando de vibradores o son personas raras metidas en
zoofilia? Quiero ver estas cosas y lo que pueden hacer. Claire, ve a tu
auto y tráelos aquí —dijo Drew mientras sacaba el teléfono de su
bolsillo—. Esta cosa tiene una video cámara en algún lado… —Se fue
apagando, apretando un montón de botones.
—Um, no. No traeré los vibradores que no he negado ni
confirmado recibir. Así que cállate y come tu cena, todos ustedes.
—Es una lástima que este tipo Max no tuviera una bala. Podrías, al
menos, haberlo logrado antes de que su papá vuelva a casa —se rió
Jenny.
—Oooooh, ¿es el tipo del que hablaban cuando entraron? ¿Qué
pasó? —preguntó Drew, olvidándose momentáneamente sobre filmar
porno amateur en su teléfono celular.
—No. Absolutamente no —protesté.
—Vamos, Claire, no es la gran cosa, sólo responde —rogó Jenny
con una sonrisa.
—Vamos, Claire —apoyó Drew mientras yo seguía sentada allí con
los brazos cruzados mirándolo.
—¡Responde la pregunta, Claire! —dijeron severamente Drew y
Jenny al mismo tiempo mientras trataban de dominar sus risas.
—Sí, porque nunca he escuchado la referencia a la pelicula The
Breakfast Club —murmuré.
—Ahh, no te sientas mal, Claire. Todos tuvieron una experiencia
sexual embarazosa. Diablos, cuando iba en la universidad, Carter tuvo
sexo con una virgen estando borracho y nunca supo su nombre.
En algún lugar del cielo, el niño Jesús está llorando. O quizás soy
sólo yo y el sonido de mi dignidad muriendo. Estoy segura que Jim, Liz y
yo lucimos como si hubiésemos presenciado un horrible accidente de
auto. Y técnicamente, es algo así. Se sentía como si la mesa estuviera
bloqueada con cinta de las escenas del crimen. “Sigan moviéndose,
83 gente, no hay nada que ver aquí, sólo mi dignidad siendo tirada por el
retrete.”
Estoy bastante segura que dejé de respirar y Liz golpeó a Jim en el
pecho para que cierre su boca, la cual seguía trabada totalmente
abierta en la posición de: “¡santa mierda, ¿qué acaba de pasar?!”. Me
pregunté por un minuto si todo esto era un gran plan elaborado para
hacerme tropezar y hacerme confesar y que todo el mundo en la mesa
estaba involucrado en ello. Mis ojos miraron hacia Carter para ver su
reacción y lucía avergonzado, no como si quisiera retorcer mi cuello por
mantener en secreto lo que él sabía, y sabía que yo sabía que él sabía.
¡Mierda!
Empecé a golpear mi pie nerviosamente, mi pierna saltaba de
arriba hacia abajo. Liz se estiró bajo la mesa y puso una mano en mi
rodilla.
—Drew, Jesús, hombre —murmuró Carter, negando con la
cabeza.
—Claire…
Interrumpí a Liz. Me daba una mirada que claramente decía que
era el momento perfecto para sincerarme, pero todavía no estaba lista
para eso. Esto no era algo que puedes soltar en la mesa frente a las
personas. En su lugar, dejé que fluya el vómito verbal.
—Así que, solía trabajar con este tipo Max en el bar. Éramos
buenos amigos y parecía que teníamos mucho en común.
Convenientemente pasé por alto la parte en la que nuestro
interés principal era que ambos éramos padres solteros.
—Tratamos de cambiar hacia amigos con beneficios hace unos
años atrás. Su reciente viudo padre se había retirado y se mudó al
apartamento sobre su garaje. Era a mediados de verano y todos nos
encontrábamos en la casa mirando una película. Su padre decidió
levantarse e ir a pescar por unas horas. Así que, se fue y empezamos a ir
al sofá.
Todos en la mesa dejaron de comer y me miraban fijamente
mientras la historia salía de mi boca en una larga y continuada oración.
No puedo creer que esté haciendo esto. Estoy cubriendo una
humillación con otra.
—Entonces, estábamos desnudos de la cintura para abajo y se
lanza directamente dentro. Exactamente dos segundos después, la
puerta del frente se abre y su padre entra. Está demasiado ocupado
tratando de pasar por la puerta con una caña de pescar y una caja de
trastos así que no se da cuenta que estamos luchando en el sofá
tratando de lanzar una manta sobre nuestra mitad inferior.
84 Los hombros de Drew temblaban en una risa silenciosa, Carter
lucía apenado por mí y todos los demás se limitaron a asentir, ya que
antes habían oído esta historia.
—Por lo tanto, su padre entra directo al salón, se sienta en el
medio del piso con su espalda hacia nosotros y comienza a organizar su
caja de pesca y senderismo, y empieza a hablarnos acerca de cómo el
lago fue cerrado para la pesca. Mientras tanto, estamos bajo una
pesada manta de lana en el sofá detrás de él a mediados de julio.
—Para nada sospechoso —se burló Carter.
Por fin lo miré cuando me di cuenta que no se reía abiertamente
de mí y tomé una respiración profunda para continuar.
—Sí, para nada, considerando que Max no tenía aire
acondicionado y ese día estábamos como a 37 grados.
Drew negó con la cabeza, divertido. —¿Entonces, qué diablos
hicieron?
—Bueno, me senté ahí horrorizada y Max empezó a buscar su
bóxer en los cojines del sofá. Cuanto más buscaba, más amenazaba
con volar la manta de mi regazo desnudo. Me aferraba a esa cosa
como un salvavidas mientras su padre continuaba murmurando acerca
de señuelos y carnadas a tres metros delante de nosotros. Finalmente
Max encuentra su bóxer y pantalones cortos y empieza a contonearse
dentro de ellos bajo la manta. Mientras tanto, sigo tratando de
mantener la manta sobre mí y buscar mi ropa interior al mismo tiempo,
pero no pudo encontrarla por ningún lado. Encontré mis pantalones
cortos, así que me los puse y casi grité en victoria cuando Max arroja la
manta de nuestro regazo porque yo sudaba el culo bajo esa cosa.
Todo el mundo se divirtió profundamente con mi historia, y no me
importaba demasiado en este punto, ya que no hablaba de mis
orgasmos o la metedura de pata de Carter con la virgen.
—Te estás olvidando de la mejor parte, Claire —me recordó Jim.
—Oh, sí. Así que, cuando Max sacó la manta, mi ropa interior
debe haber estado atrapada en alguna parte de ella. Fue volando por
el aire y golpeó a su padre en la nuca.
—¿Y qué hiciste? —preguntó Carter.
—Hice lo que haría cualquier mujer adulta que se aprecie cuando
enfrenta una situación como esa. Me puse de pie, corrí de la casa y
fingí que nunca pasó.

***

El resto de la noche fue bastante bien, dejando de lado las


85 miradas como platos y los asentimientos en dirección a Carter que Liz
me daba cada par de minutos cuando había una pausa en la
conversación. Ella realmente esperaba que sólo suelte esta mierda
frente a todos. “Por qué sí, esté pastel de manzana es delicioso. ¿Sabías
que manzana viene de la palabra en latín alum? Lo que significa, ¿me
dejaste embarazada?”
Terminamos de cenar y Liz hizo que los hombres lavaran los platos
así ella, Jenny y yo podíamos empezar la lluvia de ideas para el nombre
del negocio. Habíamos llegado a tres que amábamos y no podíamos
decidirnos. Y entonces se nos unieron los chicos y las sugerencias
inmediatamente fueron a la alcantarilla. Es increíble, en serio, cuán
rápido pueden ir de cero a sucio.
Penes de plástico y Pastas.
Pollas y Galletas.
Sexo y Dulce (te daré una chance de adivinar quién sugirió esa).
Lubricantes y Dedos de Dama.
Anillos de Polla y Confiterías.
Me senté en el sofá fingiendo prestar atención, pero todo lo que
podía hacer era mirar fijamente a Carter. Cada vez que sonreía, sentía
como si alguien me golpeara en el estómago, lo que era estúpido. Ni
siquiera lo conocía. Era un chico de una noche.
Un chico de una noche con el que me sentía lo suficientemente
cómoda como para darle uno de los regalos más importantes y el poco
tiempo que pasé con él fue suficiente para crear un recuerdo duradero
de cuan parecidos éramos. Fue suficiente también para crear otro
recuerdo duradero que he tenido que amar, cuidar y moldear por mí
misma en algo que espero que se asemeje a un niño de buen
comportamiento y que no necesite años de terapia debido a mis
habilidades como padres.
Sin embargo, ninguna de las similitudes en nuestras personalidades
o cuan atraída estaba por él antes y ahora, tuvieron ninguna incidencia
en este momento. Tan pronto como le diga que es el padre de un niño
de cuatro años y medio, probablemente va a odiarme. Al menos tuve
nueve meses para acostumbrarme a la idea. ¿Qué hombre soltero,
hermoso en sus veinte quiere que le digan que cargaba la gran
responsabilidad de cuidar un niño por el resto de su vida?
Va a enloquecer cuando le diga. Va a gritar, darse la vuelta y
correr. Como uno de esos dibujos animados que cargan contra una
puerta y todo lo que ves es un agujero gigante en la madera con la
forma de ellos corriendo. Necesitaba prepararme para eso. Y no era
como si pudiera culparlo. Era una situación completamente loca que
ninguno en su sano juicio se le ocurriría creer. De todas formas, Gavin y
86 yo lo hicimos bastante bien hasta ahora por nuestra cuenta. No puedes
extrañar algo que nunca has tenido. Si él decide no volver a hablarnos,
que así sea.
¿Entonces, por qué pensar en eso de repente me puso triste?
Miré mi reloj y me di cuenta que eran casi las diez. Necesitaba
volver a casa y relevar a mi papá de sus labores de niñera.
—Oye, ¿a dónde te vas? Ni siquiera son las diez todavía —dijo
Drew mientras me levantaba del sofá y comenzaba a moverme hacia
el recibidor a buscar mi abrigo.
—Lo siento, necesito volver a casa para que Ga… eh terminar la
colada —dije, tropezando con mis palabras.
Maldición, casi digo Gavin. Soy una gallina de mierda. Debería
haberlo dicho y terminar con esto. Liz hizo una mueca en mi casi-error y
Jim tosió.
—Te llamaré mañana y podemos repasar algunas cosas más —
dijo Liz levantando las cejas.
Sé que “repasar algunas cosas” se refería a que iba a golpearme
por no decirle algo a Carter esta noche.
Genial, estaré esperando por eso.
Me despedí de todos y rápidamente salí al vestíbulo. Había
llegado hasta mi abrigo cuando Carter llegó corriendo por la esquina.
—Oye, te acompaño hasta tu auto —dijo mientras abría la puerta
principal para mí con una sonrisa.
Me quedé de pie allí como una idiota, sólo mirándolo fijamente.
Debería decirle. Justo ahora, mientras estamos afuera solos.
Oye, no me recuerdas, pero soy a la que le quitaste la virginidad
hace cinco años atrás y bueno, ¿adivina qué? ¡Es un niño!
No podía hacerlo. Aparté la mirada y salí, apurando los pasos
hasta mi auto y poniendo tanta distancia entre nosotros como pudiera.
¿No había mencionado Liz que Carter le dijo a Jim algo sobre su “chica
misteriosa” oliendo a chocolate? No necesitaba que hiciera la
conexión. Ahora no. Necesitaba más tiempo. Necesitaba decidir qué
decir y descubrir qué tipo de chico era. ¿Quería siquiera tener hijos?
¿Planeaba quedarse en la ciudad por un tiempo o pedir otra
transferencia? Quizás ya tiene otros seis hijos dispersos por el mundo de
los que no se ocupaba. Oh Dios, ¿qué si decide que quiere ser padre de
Gavin y quedarse cerca, luego algo le ocurre a la madre de sus hijos
ilegítimos y de repente obtiene la custodia de ellos y tenemos, no uno,
sino siete niños? Y todos nos odian porque nunca estuvimos allí para
ellos y Gavin vuelca su vida en las calles haciendo trucos por crack
87 porque algún vagabundo llamado Fromunda Cheese le dijo que el
crack NO te enloquece. Necesito más tiempo. Necesito formular un
plan que mantenga a Gavin lejos del problema. También necesito
calmarme. No es como si Carter estuviera rogando por mi atención o
pidiendo volver a verme. Estaba siendo agradable y acompañándome
a mi auto. Fin de la historia.
Carter me siguió y se detuvo junto al capó mientras yo abría la
puerta y me volvía para enfrentarlo.
—Me gustaría volver a verte, Claire —dijo suavemente.
—Bueno, jódeme suavemente con una motosierra —murmuré
mientras me quedé de pie con la puerta del auto abierta.
Su boca cayó abierta por un segundo y creí ver reconocimiento
cruzar su cara.
Mierda, acabo de citar “Heathers”. Ni siquiera me di cuenta de lo
que decía. La parte loca de mí quiso que recordara, que sumara dos
más dos y se dé cuenta que yo era la chica de la fiesta de fraternidad.
Jesús, prácticamente actuamos toda la película mientras jugábamos
beer pong. Cambiamos citas una y otra vez hasta que nuestros lados
dolían de la risa. Pero su silencio me probó que cualquier recuerdo de
mí que pudiera tener seguía encerrado a cal y canto en los recovecos
más lejanos de su mente.
—Llámame. Liz puede darte mi número —espeté antes de que
pudiera cambiar de parecer. Me subí al coche, lo encendí y salí
rápidamente hacia el camino, mirando por el espejo retrovisor a Carter,
todavía de pie en la entrada, haciéndose cada vez más pequeño
mientras me alejaba.
10
Seduction and Snacks… and Snafu’s3
Traducido por Autumn Nigh & CrisCras
Corregido por Alaska Young

88 No pude dejar de mirar a Claire durante toda la cena. Me sentía


mal porque todo el mundo parecía estar metiéndose con ella, pero era
tan adorable cuando se avergonzaba. Sus mejillas se sonrojaban con un
color rosa, bajaba la mirada hacia su regazo y tiraba del lóbulo de su
oreja izquierda.
Jesús, acababa de usar la palabra adorable como si estuviera
hablando de un jodido cachorrito. Espera, eso no sonaba bien. Aunque
si ella fuera un cachorrito, probablemente sería jodido por algo, porque
ella es tan caliente. Así que en realidad sería un cachorrito jodido.
Quiero decir, ¿qué perro no querría aprovecharse de ese culo? Tengo
que dejar de ver Animal Planet. Claire no es un cachorrito, uno que folla
o que no lo hace. Periodo.
Tuve un momento difícil para acabar mi cena. La lasaña era
increíble, pero todo en lo que podía pensar era en Claire dándose
placer con un vibrador.
O con su mano.
O con un vibrador y su mano.
O con un vibrador y su mano en mi mano.
Bueno, hola allí, Sr. Erección.
Claramente tengo problemas cuando se trata de esta mujer que
acabo de conocer. Parte de mí quiere arrancarle la cabeza al tipo ese,
Max, sólo porque consiguió tocarla, besarla y estar dentro de ella. Pero
cuando ella terminó con su historia, sólo quería encontrarlo para poder
señalarlo y reírme de él. ¿Qué tipo de idiota intenta tener sexo con una
mujer en su sofá con su padre viviendo allí, yendo y viniendo a su
antojo? Muy suave, amigo. Dejé de estar celoso del tipo en ese punto.
Ahora, todo lo que quería hacer era mostrarle a ella cómo puede

3Siglasde Situation Normal, All Fucked Up, Situación normal, todo jodido. Frase
perteneciente a la jerga militar que hace referencia a una mala situación inesperada,
cuando todo parece ir bien.
actuar un hombre de verdad. Tenía una necesidad irracional de
mostrarle todo lo que se había estado perdiendo.
Claro, porque soy el rey de todas las cosas sexuales. Mi pene
puede hacer que las mujeres se echen a llorar en las calles.
Las cosas se pusieron tontas según los hombres bebían más
cervezas y las mujeres intentaban pensar en nombres para el negocio
de Liz y Claire. No sabía por qué rechazaron “Sexo Oral Cubierto de
Caramelo”. Eso era brillante. Y me hizo pensar en chupar un caramelo,
frotarlo por la dulce parte húmeda entre las piernas de Claire y luego
deslizar mi lengua a lo largo del sendero de caramelo.
Luego recordé la vez en la escuela secundaria, cuando puse un
caramelo a medio comer en mi escritorio y de alguna manera cayó
89 dentro de uno de los cajones. Tres calcetines, un bolígrafo y un chico de
G.I. Joe estaban pegados a él cuando lo encontré un mes más tarde.
Probablemente no fuera buena idea poner algo así en cualquier
parte cerca de una vagina, especialmente de la vagina de Claire.
Ningún daño debía alcanzar jamás a la vagina de Claire.
Probablemente me imaginaba cosas, pero juro que cada vez que
la miraba, ella apartaba la vista rápidamente. Me hizo sonreír pensar
que también debía de estar mirándome. Sabía que Drew tenía razón.
Tenía que dejar de fantasear con una chica a la que no iba a volver a
ver. Fue hace cinco años, por amor de Dios. Actuaba como un idiota,
aferrándome a la diminuta pizca de información que tenía sobre ella.
Por lo que sabía, podría parecerse a Sloth de los Goonies y oler como las
bolas sudadas de Drew. Intenté olvidarla metiéndome en una relación
con Tasha un par de meses después de la fiesta de la fraternidad. Casi
cinco años después, seguía atrapado en la misma rutina de fantasear
con alguien a quien nunca volvería a ver. Para ser justos, debería de
haber sabido desde el principio que Tasha y yo no éramos la mejor idea.
Pasábamos la mayor parte de nuestro tiempo juntos en algún u otro tipo
de discusión. Tuvo una racha de celos que rayaba en la psicosis y
odiaba que no me comportara igual si otro hombre miraba en su
dirección. Lo que debería haber hecho era esperar por alguien como
Claire. Alguien dulce, divertida e inteligente; alguien que no tuviera otra
cara totalmente distinta como Tasha. Justo enfrente de mí, había una
mujer hermosa que me provocaba pensamientos sucios con sólo verla
respirar. Tenía que cortar esta mierda y tomar la oportunidad.
Aparte de los celos y peleas, sabía que una de las razones
principales por las que Tasha y yo no habíamos durado era porque no
era capaz de entregarme un cien por ciento porque no podía dejar de
preguntarme si ella podría estar allí afuera en alguna parte.
Eso y el hecho de que la vagina de Tasha tenía el mismo eslogan
que McDonalds: Más de diez millones servidos.
Estoy divagando.
Tenía que ponerle fin a esta estúpida fijación por alguna chica
misteriosa sin rostro que muy bien podría ser producto de mi
imaginación. Necesitaba tomar una oportunidad con alguien que se
encontraba sentada justo aquí, enfrente de mí, o iba a estar solo para
siempre. Estaba demasiado ocupado contemplando mi patética vida
como para fijarme en que Claire ya no estaba enfrente de mí y que se
había levantado para marcharse. Ya rodeaba la esquina del vestíbulo
cuando me di cuenta.
Me senté allí, mirando su espalda (bueno, su culo) el tiempo
suficiente para que Drew me diera un puñetazo en el brazo. Asintió en
dirección a ella sin mucha sutileza y de repente me di cuenta de que
todos los ojos se hallaban puestos en mí. Me miraban como: “¿Qué
mierda estás esperando?” Liz entrecerró los ojos en mi dirección y no
90 voy a mentir, me asustó un poco. Me levanté del sofá de un salto y salí
corriendo de la habitación, cogiéndola justo cuando terminaba de
ponerse el abrigo. Rodeando su espalda, abrí la puerta y me quedé de
pie junto a ella.
Se sorprendió por mi presencia y dio un pequeño salto ante el
sonido de mi voz y la puerta abriéndose. No podía apartar los ojos de
ella. Necesitaba besarla. Necesitaba besarla como necesitaba respirar.
¿Qué diablos me hacía esta mujer? Antes de hacer el ridículo
completamente por babear o empujarla contra la pared para poder
atacar sus labios, se dio la vuelta y atravesó la puerta sin decirme ni una
palabra después de que le dijera que la acompañaría hasta el coche.
Tenía una necesidad irracional de pasar más tiempo con ella. Quería
aprender qué la hacía sonrojarse (además de hablar sobre su vagina),
que canción se repetía en su iPod y cuál era su libro favorito. Quería
oírla decir mi nombre.
Joder, quería oírla suspirar, gritar y chillar mi nombre.
Así que le dije justo eso. Bueno, no todo eso. No quería que pidiera
una orden de alejamiento. Vi temblar las comisuras de su boca cuando
dije su nombre, casi como si la hubiera hecho feliz oírlo. Por un segundo,
pensé simplemente que se metería en el coche y se alejaría de la
calzada sin responderme. Luego murmuró algo que casi no se oía por
encima del ruido de un coche arrancando en la casa de al lado. Las
palabras que dijo forzaron a mi boca a abrirse y a empujar el recuerdo
de un sueño que había tenido recientemente al primer plano de mi
mente.
“Pregúntame cuál es mi película favorita.”
Interrumpió mis pensamientos diciéndome que la llamara. Para
cuando recordé de dónde conocía esa cita, su coche se había retirado
de la calzada y se alejaba a toda velocidad por la calle.

***
Durante las siguientes dos semanas, Claire y yo hablamos cada
noche por teléfono. Por desgracia, la planta me puso en el turno de
noche y horas extras durante las primeras semanas, por lo que nuestros
horarios nunca encajaban para que pudiéramos vernos. El único tiempo
libre que ambos teníamos para hablar era durante mi primer descanso
de quince minutos alrededor de medianoche todas las noches. Siempre
me disculpaba por llamarla a una hora de mierda, pero ella aseguraba
que era completamente perfecto. Por primera vez desde que podía
recordar, en verdad deseaba ir a trabajar porque sabía que conseguiría
oír la voz de Claire. Drew, quien trabajaba directamente enfrente de mí
en la línea de montaje, disfrutaba enormemente observándome
apresurarme hacia una esquina tranquila de la planta para hacer la
91 llamada. La primera vez, me preguntó a dónde iba, y cuando no le
respondí, me siguió todo el camino, gritándole a cada personas que iba
a llamar a mis padres para decirles que iba a salir del armario. Un golpe
bien dado en los testículos frenó su deseo de hacer eso nunca más,
pero la gente todavía se acercaba a mí y me daba palmaditas en la
espalda a modo de felicitaciones.
Durante quince minutos cada noche, Claire y yo hablábamos de
nada y de todo al mismo tiempo. Le hablé acerca de crecer con dos
hermanos mayores, los cuales confirmaron mi creencia en el hombre del
saco e hicieron que sus amigos me llamaran para decirme que eran
Papá Noel y que nunca recibiría otro juguete si no limpiaba sus
habitaciones mientras llevaba puestos un par de sus calzoncillos en la
cabeza.
Claire me habló sobre el divorcio de sus padres y de su decisión
de vivir con su padre, a quien ni siquiera había conocido y ya temía. Él
había ido a una fiesta de cumpleaños el fin de semana anterior y
cuando intentó detener una pelea, un tipo le dijo: “¿Qué vas a hacer al
respecto, abuelo?”. El padre de Claire le noqueó con un puñetazo y
dijo: “ESO es lo que voy a hacer al respecto, idiota”. Claire intentó
convencerme de que su padre era un osito de peluche gigante, pero
de donde yo venía, no temías encontrarte con un osito de peluche
gigante en un callejón oscuro por la noche por miedo a que te
arranque el cuero cabelludo y te tatúe su nombre en el culo.
Yo, lamentablemente, le hablé de Tasha y de la razón de la
ruptura. Incluso le conté acerca de cómo no sabía si realmente había
amado alguna vez a Tasha o sólo esperaba mi momento hasta que
llegara la persona correcta. No le hablé más acerca de la aventura de
una noche de la universidad sobre la que había hablado Drew en la
cena esa noche, y ella nunca me preguntó sobre ello, por suerte.
Incluso aunque resultaba fácil hablar con Claire sobre Tasha, parecía
incorrecto hablarle acerca de la mujer con la que había soñado
durante cinco años. Claire era dulce, inteligente y divertida, y no quería
contaminar nada de eso con un estúpido sueño. Cuanto más hablaba
con Claire y llegaba a conocerla, más evidente se hacía que ella podía
ser la que esperaba. Me sentía como si la mayoría del tiempo
habláramos más de mí que de ella, y cuando señalaba eso, se reía y
decía que no había mucho que contar porque su vida era demasiado
aburrida. Aun así, con cada llamada telefónica aprendía algo nuevo
sobre ella y estaba dispuesto a gastar el tiempo que tardara en saber
todo lo que había que saber.
Finalmente, después de quince días de vagar por las esquinas en
el trabajo, alejándome de las ruidosas máquinas para escuchar la suave
y ronca voz de Claire mientras ella yacía acurrucada en la cama bajo
las mantas hablando conmigo, iba a verla de nuevo. La planta
finalmente me había dado un sábado libre en el trabajo y estaba más
92 que feliz de pasarlo echándole un vistazo a la tienda de Claire y Liz
(bueno, al culo de Claire). Claire me había mandado unas cuantas
imágenes a mi teléfono en la última semana y por lo que podía decir,
hacían importantes progresos en el lugar. En realidad, no me importaba
si me encontraba con Claire en un vertedero; siempre y cuando pudiera
estar cerca de ella sería feliz.
A las diez de la mañana del sábado, me detuve frente a la
dirección que Claire me había dado de la tienda. Me senté en el coche
durante un minuto, repiqueteando con mis dedos contra el volante.
Probablemente había dormido unas tres horas la noche anterior. Todo lo
que hice fue dar vueltas en la cama, pensando en volver a ver a Claire
y estar lo suficientemente cerca para tocarla. Sin embargo, no voy a
mentir, lo que me tuvo sin dormir fue la cita que ella usó distraídamente
por el teléfono la noche anterior. Era la segunda vez que la usó cerca
de mí y no importaba lo mucho que tratara de empujarla de mi mente,
ese estúpidamente persistente pensamiento sobre ella aparecía de
nuevo. Mucha gente había visto la película “Heathers”. Y en realidad,
“Jódeme suavemente con una motosierra” podía ser una forma muy
popular de decir “mierda” en la actualidad.
Ajá, sí, claro.
Su uso de esa frase podía ser la mayor jodida coincidencia de la
historia del mundo, o simplemente era yo que me había subido en el
tren de la locura directamente hacia la ciudad de “cucú”. Saqué mi
teléfono del soporte para vasos y comprobé la hora, sonriendo cuando
vi la foto de Claire que usaba como fondo de pantalla. Había tenido
que soportar un montón de mierda de Drew cuando la vio, pero no me
importaba. Secretamente le pedí a Liz que me enviara una imagen de
Claire y estuvo más que feliz de hacerlo. La foto que me envió era una
imagen en blanco y negro de cerca de Claire, riéndose
descaradamente de algo, con una mano sosteniendo en alto su rostro y
sus dedos extendidos de tal forma que aún se podía ver su hermosa
sonrisa, la alegría en sus ojos y los hoyuelos en sus mejillas. Era
impresionante, y sólo esperaba ser capaz de poner esa mirada en el
rostro de Claire un día de estos y estar allí para presenciarlo.
Mirar la imagen de Claire en mi teléfono borró la confusión y las
preguntas de mi mente y me hizo sólo querer concentrarme en ella, no
en los fantasmas del pasado. Apagué el motor y salí, dándole
finalmente una buena mirada al edificio enfrente del que había
aparcado. Me quedé impresionado. Era más grande de lo que pensé
que sería y se veía genial desde el exterior. Podía ver a Liz por la
ventaba del frente en lo que debía de ser su lado de la tienda, así que
rodeé el coche dando un paso hacia la acera. Comencé a caminar
hacia la puerta principal y tuve que detenerme en seco cuando un niño
pasó volando por delante de mí, agitando los brazos y las piernas por
todo el lugar.
93
—¡Gavin, trae tu culo de regreso aquí!
Por instinto, mi brazo salió disparado y agarré la parte posterior de
la camisa del niño, deteniendo su huida. Un tipo, probablemente cerca
de los cincuenta, corrió hacia donde yo estaba.
—Oye, gracias por detenerlo —dijo, bajando la vista hacia el
chico con rostro severo, que probablemente me habría hecho temblar
si hubiera estado en el extremo receptor de tal mirada. Dejé ir su
camisa, confiando en que el pequeño fugitivo no fuera a ir a ninguna
parte ahora que había sido atrapado.
—Gavin, ¿cuántas veces tengo que decirte que no puedes
simplemente salir corriendo cuando te bajas del coche? Tienes que
tomar mi mano.
El niño se encogió de hombros. —No lo sé. Sólo corría mi culo para
llegar a la heladería ante de que todos se deditan.
Me cubrí la boca con la mano para ocultar mi risa. ¡Este niño tenía
pelotas! El pobre tipo simplemente hizo rodar los ojos ante el chico y
dejó salir un suspiro.
—Si disfrutas de tu cordura, no tengas hijos —me dijo el tipo antes
de agarrar la mano del niño y alejarse.
—¡Gracias por el consejo! —le grité mientras ellos dos entraban en
la heladería de al lado.
Justo entonces Liz me vio en la acera a través de la ventana y
abrió la puerta para mí.
—¡Buenos días! —dijo alegremente mientras entraba.
Dondequiera que mirara veía sujetadores, ropa interior y todo tipo
de mierda con volantes en perchas y en tablas expositoras. Casi podía
sentir mi polla marchitándose y retirándose hacia el interior de mi
cuerpo. No me importaba quitarle estas cosas a una mujer, pero estar
de pie en medio de una habitación rodeado de esta basura me hacía
estar demasiado en contacto con mi lado femenino.
Joder, ¿qué es ESO?
—Eso es una máscara de amordazar con bola, Carter. ¿Supongo
que no te va el bondage? —preguntó con seriedad, notando la
dirección de mi mirada.
—Uh, yo… umm…
¿No hace calor aquí de repente?
—¿Alguna vez has atado a tu pareja? ¿Usado látigos?
¿Experimentado con juegos anales? ¿Hecho un trío? ¿Dirías que eres
más dominante o sumiso? ¿Cuándo fue la última vez que te hiciste
94 pruebas de enfermedades de transmisión sexual?
—¿Qué? Quiero decir, yo…
—¿Cuántas parejas sexuales has tenido en los últimos cinco años?
¿Has sido condenado por algún delito sexual contra otro ser humano,
animal o planta?
—¡ELIZABETH!
Oh, gracias a Dios. No creo haber sido nunca más feliz de oír el
sonido de la voz de Claire.
—Tengo mis ojos sobre ti —susurró Liz, mirándome de arriba abajo
haciendo ese gesto de señalar de ella a mí con dos dedos.
—Tomo nota —murmuré mientras pasaba por su lado hacia la
puerta de detrás del mostrador, en donde Claire se encontraba de pie
con las manos en sus caderas. Ya que estaba ocupada mirando
fijamente a Liz por encima de mi hombro, disparándole miradas
asesinas, tuve la oportunidad de tomarla desapercibida. Era increíble
cómo parecía haberse vuelto aún más hermosa desde la última vez que
la vi. Quizás era porque la conocía mucho mejor que antes. Su cabello
estaba recogido en una cola de caballo desordenada con mechones
cayendo alrededor de su rostro. Me fijé en una mancha de harina o tal
vez azúcar en polvo en su mejilla y quise lamerla. Mi polla se endureció
con sólo pensar en saborear su piel.
—Me encargaré de ti más tarde, Liz —amenazó Claire.
—¡Cállate y lleva de vuelta tu sucio culo a la cocina donde
pertenece, puta!
Claire rodó los ojos y sacudió la cabeza detrás de ella.
—Vamos, te enseñaré mi parte de la tienda.
Buscó mi mano como si eso fuera lo más natural del mundo.
Cuando nuestras pieles se tocaron, tuve un momento difícil obligando a
mis pies moverse. Sólo quería quedarme ahí y observarla. Claire me
sonrió y giró, jalando mi mano y acercándome a ella. Caminamos a
través del almacén de la tienda de Liz y me tomó toda mi fuerza no
acercarme y agarrar su trasero. Joder, ella usaba vaqueros de nuevo.
Esta mujer en un par de vaqueros debería ser ilegal. Mi cerebro no
funcionaba cuando los usaba.
—Y esta es mi mitad de Seduction and Snacks. —Claire se paró
orgullosa mientras dejábamos el almacén de Liz y entrabamos a su
cocina. Con su mano aún sobre la mía, me condujo a través de la
cocina al frente de la tienda, indicándome cosas. Donde la tienda de
Liz era todo colores oscuros y telas, el lado de Claire era luminoso y
amplio y lleno de colores brillantes. Al frente de la tienda, tenía tres
paredes de color amarillo claro y una pared de color rosa claro. Detrás
del mostrador colgaba una pared del techo en la que se sostenían tres
pizarras, llenas de todo lo que la tienda ofrecía junto con los precios.
95 Debajo de las pizarras, la pared terminaba y se podía ver directo a la
cocina. Todo alrededor de la habitación se hallaba enmarcado con
imágenes de pastelitos, dulces y varias frases que tenían que ver con su
trabajo. Un cartel de madera de color rosa y marrón en una pared
declaraba: “El dinero no puede comprar la felicidad pero puede
comprar un chocolate, lo que es casi lo mismo”. Y otro cartel de color
amarillo y marrón en la puerta decía: “Una dieta balanceada es tener
una galleta en cada mano”. A parte del ambiente cálido y atmósfera
acogedora, el olor sólo te podía poner de buen humor. Por primera vez,
el olor de chocolate no me molestaba como usualmente lo hacía. Tal
vez, porque Claire estaba parada justo a mi lado, y todo lo que podía
pensar era en probarla a ella en lugar de los recuerdos que esa esencia
usualmente me traía. Di un paso hacia ella y tomé como una buena
señal el hecho que no se alejó o soltó mi mano.
—Seduction and Snacks es un gran nombre. Es probablemente
más apropiado que Mamadas y Productos Horneados.
Rió nerviosamente, pero aun así no se alejó de mí. Estando así de
cerca, podía ver que sus ojos no eran de sólo un marrón líquido.
También tenían pequeñas motas de oro que los hacía parecer como si
alguien hubiera rociado un puñado de brillantina en ellos.
—Este lugar luce genial —le dije, dando otro paso en su dirección,
queriendo estar tan cerca de ella como fuera posible. Me incliné más
cerca y deslicé mi mano libre en la suya, los dedos de nuestras manos
entrelazándose. Tragó saliva y lamió su labio nerviosamente pero no se
movió.
—Gracias —murmuró, sus ojos mirando mis labios.
Joder, ¿quería que la besara? ¿Debería hacerlo? ¿Inclinarme y
presionar mis labios con los suyos? ¿Por qué siento como si fuera un niño
de doce años sin experiencia? ¿Por qué no puedo parar de hacerme
estas preguntas molestas?
Di un último paso, haciendo desaparecer la distancia entre
nosotros. Solté sus manos para deslizar las mías detrás de ella y dejarlas
en lo bajo de su espalda, jalándola hacia mí durante el proceso. Sus
manos subieron a mi pecho pero no me alejó. Las dejó descansando
ahí y finalmente me miró a los ojos.
—Huele bien aquí. ¿Qué preparaste? —pregunté en voz baja,
inclinando la cabeza hacia sus labios, agradecido de que por fin
estuviera en mis brazos y sorprendido por cuán bien se sentía ahí.
—N-nada —tartamudeó—. Sólo hacía una lista de los suministros
que necesito ordenar y coloqué la harina en los estantes.
Me detuve con mis labios cerniéndose directamente sobre los
suyos. Podía sentir su aliento sobre mí, y tuve que contar hasta diez para
96 detenerme de empujarla contra la puerta y empujarme a mí entre sus
piernas.
—Huele a chocolate —susurré, haciendo chocar mis labios contra
los suyos.
No tenía ningún control sobre mí cuando me encontraba así de
cerca. Dos semanas de sólo escuchar su voz fue como el más tortuoso
juego previo en el mundo. Besé la esquina de su boca, su mejilla y justo
debajo de su oreja, respirando profundo el aroma de su piel. Toda la
sangre se me subió a la cabeza y mis brazos se apretaron alrededor de
su pequeña cintura.
Guau, ¿qué carajo?
Podía sentir su corazón latir desbocado en su pecho, el cual se
presionaba contra el mío, pero no fue eso lo que hizo que la habitación
pareciera borrosa.
Esto no puede ser cierto. ¿Por qué mierda mi subconsciente me
está jugando estas bromas justo ahora? Besé el punto abajo de su oreja
de nuevo sólo para estar seguro que no me volví loco y la sentí temblar
en mis brazos. Tomé otro profundo respiro de su aroma, acariciando con
la nariz los suaves mechones de su cabello que descansaban a un lado
de su cuello.
Jesucristo, definitivamente he tocado fondo. ¿Cómo es posible
que huela así? Me quedé ahí, respirando sobre su piel. Cinco años
buscando esto y estaba justo en mis brazos. Y ahora iba a lucir como un
total idiota pervertido porque esto me mataba. Necesitaba saber qué
es ese olor. Tenía que ser alguna clase de loción o alguna mierda y en
un loco y retorcido acto del destino, Claire usaba el mismo producto.
Una vez que este misterio estuviera resulto, finalmente podré, de una vez
por todas, olvidar esta tontería.
—Probablemente soy yo. Siempre huelo a chocolate —murmuró,
sus brazos deslizándose a mis hombros y rodeando mi cuello, sus dedos
colándose suavemente a través del cabello en la nuca. Algo acerca de
la sensación de sus dedos deslizándose contra la parte posterior de mi
cabeza se sentía tan familiar que fue mi turno de temblar.
¿Acabas de citar “Heathers”? Esa es mi película favorita.
Tengo algo por las chicas inteligentes, raras y morenas.
Olvidé cómo respirar por un minuto mientras pequeñas partes del
pasado intentaban abrirse camino en mi mente. Se sentía tan bien en
mis brazos; como si perteneciera ahí o tal vez había estado ahí antes...
No, no seas un idiota. Claire es dulce y hermosa y una buena
chica. No la confundas con un recuerdo, especialmente ahora.
“Bueno, jódeme suavemente con una motosierra.”
“Pregúntame cuál es mi película favorita.”
97
El pasado, presente y estúpidos sueños volaban alrededor de mi
cerebro intentando luchar por el primer lugar. De repente me vino a la
mente un recuerdo de en el que caía sobre ella en una cama extraña.
Su cuerpo era suave en todos los lugres correctos y su piel era lisa y no
podía tener suficiente de tocarla. Hizo los más asombrosos sonidos
cuando lamí la piel de su cuello justo debajo de su oreja. Me recordé
empujando dentro ella y apretando los ojos porque era jodidamente
apretada y caliente, y no quería que eso terminara antes de que
siquiera empezáramos. Recordé moverme lentamente dentro y fuera de
ella y rezando a Dios que sintiera lo mismo que yo porque quería hacerle
eso por siempre. Recordé despertarme la mañana siguiente, respirando
el aroma a chocolate que aún permanecía en la almohada y en las
sábanas y rezando para ser capaz de descubrir quién era.
Me alejé de Claire lo suficiente para poder ver su rostro. Observé
sus ojos, deseoso de que cada uno de mis recuerdos volviera para
entonces no sentirme tan confundido. Sus dedos continuaron jugando
con el cabello de mi nuca, poniendo todo en su lugar.
—¿Cuál es tu película favorita? —susurré.
Contuve el aliento, desesperado por una respuesta. Vi su cara ir
de satisfacción, a perpleja, a nerviosa. ¿Por qué se puso nerviosa? Era
una simple pregunta. A no ser que...
Miró hacia atrás y adelante entre mis ojos y la observé parpadear
conteniendo las lágrimas. Ver sus ojos así, tan brillantes y nerviosos
sacudió un recuerdo perdido y me atraganté con un suspiro. Con
perfecta claridad me vi sobre ella, tirando su pierna hacia arriba y
envolviéndola alrededor de mi cadera mientras la miraba a los ojos.
Recuerdo mirar sus ojos mientras me introducía en ella y forzándome a
detenerme cuando vi que parpadeaba rápidamente conteniendo las
lágrimas.
Recuerdo oír su jadeo como si algo le estuviera doliendo y le
pregunté si estaba bien. Nunca me respondió; sólo me miró con esos
ojos marrones hermosos y brillante, atrajo mi cara hacia la suya y me
besó. La cara de Claire, los ojos de Claire, el cuerpo de Claire.
—Heathers —murmuró.
Mi mente voló al presente con el susurro de confesión. Todo lo que
pude hacer fue observarla con desconcierto. El sentimiento de tenerla
en mis brazos, su respiración en mi rostro, el sonido de su risa y la forma
en que se sonrojaba cuando se avergonzaba, lo recordé todo.
Chocando nuestros hombros con complicidad mientras jugábamos
beer pong, el modo en que sus labios se sentían cuando la besé por
primera vez… era ella. Era Claire.
—Mi película favorita. Es Heathers —repitió, confundiendo mi
aturdido silencio por una discapacidad auditiva. Me miró como si
98 estuviera dispuesta a hacerme recordar. Con la esperanza de que yo
finalmente consiguiera una pista de por qué ella y Liz actuaban tan raro
cuando me conocieron. De por qué ella estaba tan nerviosa conmigo
aquella noche que aparecimos en la casa de Jim y Liz y trató de evitar
mirarme a los ojos a toda costa. Por qué todos en la mesa se veían
como si hubieran visto un fantasma cuando Drew mencionó a la virgen.
Por qué ella era reticente a compartir mucho conmigo durante nuestras
muchas conversaciones durante las últimas semanas. Ya sabía todo
sobre ella. Lo había compartido todo conmigo aquella noche tantos
años atrás.
—Eres tú —susurré, llevando mi mano a su mejilla—. Santa mierda.
Soltó una carcajada llorosa y cerró los ojos, apoyando la frente
contra mi barbilla.
—Oh, gracias a Dios —murmuró para sí misma, pero lo
suficientemente fuerte para que yo escuchara.
Busqué su barbilla y levanté su cara para poder verla.
—¿Por qué no dijiste nada? Probablemente pensaste que era un
completo imbécil.
Me sonrió. —Así es. Al principio. Liz quería patearte el culo.
—Creo que aún quiere hacerlo —dije sin expresión.
Volvió a sonreír y eso hizo que me temblaran las rodillas.
—Sinceramente, no sabía qué pensar cuando te vi y no dijiste
nada. Me imaginé que eras el típico idiota que tuvo incontables polvos
de una noche en la Universidad. Pero luego de unas cosas que Jim nos
contó que dijiste, Liz se dio cuenta que debes haber estado demasiado
ebrio esa noche para recordar algo de mí. Todavía me inclino a la idea
de que no fui demasiado memorable para empezar.
Rió de sus propias palabras pero noté que esa idea la molestaba.
—Ni siquiera bromees sobre eso. ¿Tienes alguna idea de cuánto
tiempo te he estado buscando? ¿Cuán loco cree Drew que estoy
porque sigo tratando de encontrar un perfume que huela a chocolate y
nada se acerque siquiera un poco a la forma en que te recuerdo?
Comenzaba a pensar que te había imaginado.
Atraje su cuerpo al mío y descansé mi frente contra la suya,
asustado de soltarme de ella por miedo a que desaparezca de nuevo.
¿Cómo podía ser real? Drew nunca va a creer esto. Joder, yo todavía
no me lo creo. Ahora que se encontraba así de cerca, podía oler su piel
sin siquiera intentarlo y eso me hizo sonreír.
—O no bebiste tanto como yo esa noche o tienes una maldita
buena memoria. ¿Cómo diablos me reconociste? —le pregunté.
99 Claire abrió la boca para hablar, pero justo entonces, la puerta
de la tienda se abrió y de repente se alejó de mis brazos mientras
ambos mirábamos en esa dirección. El pequeño niño corrió a través de
la habitación y solté una risa, imaginándome que se había escapado
otra vez de su padre.
—¡Mami! ¡Tego helado! —gritó mientras corría hacia nosotros.
Me quedé ahí de pie con mi boca abierta viendo cómo Claire se
inclinaba para atrapar al niño y él se arrojaba en sus brazos. Ella me miró
con total y completo horror.
Mierda. Tiene un niño. La he estado buscando por cinco años y
ella siguió adelante y tuvo un hijo. Bueno, esto apesta.
—Cariño, ese niño está a dos pasos de conseguir una de esas
correas para niños que venden en la tienda. O un collar de
electrochoques. Me pregunto si necesitas una orden de permiso para
cargar un taser.
Entró el padre que vi más temprano, y traté de no encogerme
mientras caminaba hacia donde Claire estaba agachada todavía
abrazando al niño y luciendo como si fuera a vomitar.
Claire tiene un fetiche por los hombres viejos. Este tipo debe estar
llegando a los cincuenta. Yo también vomitaría si estuviera aquí. Eso es
un poco asqueroso. Ella ha tocado esas viejas bolas arrugadas. Cuando
él se corre, apuesto a que es sólo una nube de humo evaporándose de
su pene. El tipo finalmente me miró, observándome de arriba abajo.
—¿Quién eres tú? —me preguntó, obviamente olvidando nuestro
encuentro hace unos momentos debido al Alzheimer.
—Tienes bolas viejas —murmuré enojado.
—¡George! ¡Pensé que había visto tu auto estacionarse hace unos
momentos! —exclamó Liz entrando desde su lado de la tienda
poniéndose al lado de Claire, ayudándola a ponerse de pie. Me quedé
mirando la nuca del tipo cuando Liz se acercó y él se giró para darle un
abrazo. Se le caía el cabello por el jodido amor de Dios. ¿Puede seguir
creciéndole vello a sus bolas? Quiero patearle sus viejas bolas sin vello.
Claire observaba nerviosamente de ida y vuelta entre Viejo y yo.
Me pregunto qué pensaría sobre el hecho de que Claire y yo tuvimos
algo en el pasado. Y que estuvo casi a punto de besarme justo antes de
que él llegara y nos interrumpiera.
—Dormí con tu esposa —afirmé, cruzando los brazos por delante y
observándolo. Los tres me miraron boquiabiertos con la misma mirada
de confusión en sus rostros.
—¿Domiste com mi Nana? ¿Te leyó una historia para dormir?
Papá dice que ronca.
George dio un paso hacia mí y tragué saliva.
100 Independientemente de lo viejas que eran sus bolas, estaba seguro de
que podría patearme el culo. O matarme y hacer que pareciera un
accidente.
—Papá —dijo Claire, advirtiéndole.
¿Papá? Oh, mierda, soy un idiota. Tengo el Síndrome de Tourette4
en la boca. Claire nunca mencionó su nombre ni una vez cuando habló
de su padre. Este era el hombre que golpeó a alguien en la cara por
llamarlo abuelo. Y ahora acabo de decirle que tiene bolas viejas.
Directamente me mataría.
—Mierda. No dormí con tu esposa. Gran error.
Detuvo sus pasos y si yo hubiera tenido un cerebro, hubiera
mantenido mi boca cerrada. Obviamente yo estaba ebrio el día que
repartieron esas cosas.
—Me confundí, quise decir que dormí con tu hija. —Oí el gemido
de Liz y vi como la boca de Claire caía abierta—. Pero no es lo que
piensas —continué rápidamente—. Quiero decir, los dos estábamos
muy, muy ebrios y ni siquiera sabía quién era ella hasta hace unos
minutos.
Oh por Dios, detente. ¡DETENTE!
Una de sus cejas se arqueó y juro que lo escuché hacer sonar sus
nudillos.
—Ella huele a chocolate y no me gusta ser azotado —solté
apresuradamente entrando en pánico.
—Jesucristo… —murmuró George, sacudiendo la cabeza.
Vi a Claire golpear a Liz detrás de George. Liz resoplaba con la
risa. Por supuesto que lo encontraba esto gracioso.

4 Síndrome de Tourette es un trastorno neuropsiquiátrico heredado con inicio en la


infancia, caracterizado por múltiples tics físicos (motores) y vocales (fónicos).
—A mí tampoco me gusta ser azotado. ¿Por qué no tengo vellos
en mis bolas? Mami, ¿no lo vas azotar o sí?
—Sí, mami, dinos. ¿Vas a azotar a Carter por ser un chico malo? —
dijo Liz en su mejor voz de Marilyn Monroe. En el caos de la tormenta de
mierda que sucedía, nunca tuve una buena mirada del niño que Claire
cargaba. Me había dado la espalda hasta hace unos segundos y no
había prestado atención cuando lo atrapé antes de que se escapara
de la tienda. Claire tuvo que haberlo pasado a su otro brazo para así
poder golpear a Liz. Ahora, él me miraba. Era un niño muy apuesto. Pero
eso no era sorprendente ya que se parecía a ella. Pero había algo sobre
él...
Incliné la cabeza hacia un lado y él hizo lo mismo. Me di cuenta
que nadie hablaba, pero no podía apartar los ojos de él. Los bordes de
101
mi visión empezaron a volverse negros y sentí que me iba a desmayar. Él
tenía mis ojos. ¡Tenía mis jodidos ojos! Rápidamente intenté hacer los
cálculos, pero mi cerebro era un revoltijo ¡y no podía recordar que
número seguía después de la papa!
¿Qué mierda está sucediendo justo ahora? Esto no podía ser real.
Mi esperma me traicionó. De repente tuve una visión de mi esperma
nadando y hablando con la voz de Bruce Willis como en “Look Who’s
Talking”. “¡Vamos! ¡Nada más rápido! ¡Esta pequeña mierda no tiene
idea de que escapamos del condón! ¡Yupi, hijo de puta!
Mi esperma Bruce Willis es un patea traseros y piensa que es Jhon
McClane de “Die Hard”. Esa es la única explicación para esta jodida
cosa.
—¿Quién eres tú? —pregunté al niño con mis ojos fijos en él,
cuando finalmente encontré mi voz.
—Soy Gavin Morgan, ¿quién rayos eres tú?
11
Buenas vibraciones
Traducido por Jackiejt & Ankmar
Corregido por val_mar

102
Oh mierda.
Mi padre iba a matar a Carter antes de que tuviera la
oportunidad de decirle que era el padre. Aunque, estaba bastante
segura de que ese barco había partido. O estaba mentalmente
desafiado o en shock. O yo me hallaba completamente perdida en el
hecho de que le gustaba gritar sobre bolas peludas y ser azotado.
A Gavin le gustaba hablar acerca de sus bolas todo el tiempo.
Puede ser hereditario…
—¿Quién eres tú? —susurró Carter, mirando directamente a Gavin
como si estuviera tratando de averiguar la raíz cuadrada de pi en su
cabeza.
—Soy Gavin Morgan, ¿quién rayos eres tú?
—¡GAVIN! —Lo regañamos todos, excepto Carter. Todavía se veía
como si fuera a vomitar
Mierda, no era así como lo imaginé. Sabía que después de todas
nuestras conversaciones y de lo mucho que había llegado a conocer a
Carter, esto iba a tener que aclararse pronto. Y había planeado decirle
hoy, facilitándoselo.
Después de que lo atiborrara con suficiente alcohol para ahogar
un caballo.
—Este es uno de los amigos de mamá, amigo —le dije a Gavin.
Por el momento “amigo” parecía mejor que “el padre que nunca
supiste que tenías” o “el chico que preñó a mamá”. Podía esperar hasta
que fuera un adolescente para marcarlo con esa información.
Gavin comenzó a aburrirse con la culpa de emoción en la
habitación, ya que todos más o menos sólo se quedaron parados allí y
esperando por la explosión en el cerebro de Carter. Gavin tenía la
capacidad de atención de un niño de dos años drogado con Trastorno
por Déficit de Atención por Hiperactividad. Comenzó a retocarse en mis
brazos así que lo bajé. Sostuve mi aliento mientras caminaba y se
paraba justo en frente de Carter con las manos en sus caderas.
—¿Eres un amido de mami? —preguntó.
Carter asintió con su boca abierta y sin ningún sonido. Estoy
bastante segura que él ni siquiera había escuchado a Gavin. Alguien
pudo haberle preguntado si le gustaba ver porno gay mientras pintaba
imágenes de gatitos y pudo haber asentido.
Antes de que alguien pudiera reaccionar, Gavin echó hacia atrás
uno de sus puñitos de furia y golpeó a la virilidad de Carter, que
inmediatamente se dobló por la cintura, apretando las manos entre sus
piernas y jadeando por respirar.
—¡Oh Dios mío! ¡Gavin! —grité, mientras me lancé sobre él, me
103 agaché y lo giré para que me mirara mientras mi papá y Liz se reían
como hienas detrás de mí.
—¿Que está mal contigo? No golpeamos a las personas. NUNCA
—lo regañé.
Mientras Carter trataba de respirar de nuevo, mi papá se las
arregló para parar de reír el tiempo suficiente para disculparse.
—Lo siento, Claire, eso es probablemente mi culpa. Dejé que
Gavin mirara “Fight Club” conmigo la noche pasada.
Soy la completa mortificación de Claire.
—Tus amidos te enfermaron la otra noche. Dijiste que él era tu
amido —explicó Gavin, como si lo hiciera con todo el sentido en el
mundo.
Eso sólo hizo que mi padre riera aún más fuerte.
—No estás ayudando, papá —gruñí entre dientes.
—No haces enfermar a mi mami, ¡pendejo idiota! —le gritó Gavin
a Carter, colocando los dos deditos arriba en sus ojos, y luego
apuntándolos directo a Carter justo como Liz lo había hecho antes.
—Jesucristo —jadeó Carter—. ¿Acaba de amenazarme?
—Jesutisto —repitió Gavin de nuevo.
Liz corrió sobre Gavin y luego lo recogió en sus brazos.
—Bien, hombrecito, ¿qué te parece si vamos con papá a pasear
y hablamos de palabras de personas grandes? —le preguntó mientras
caminaba hacia mi papá y lo agarró por el codo.
Me puse de pie y le lancé una mirada de agradecimiento. Sólo
sonrió y arrastró a mi papá por la puerta con Gavin hablándole al oído
de algo que vio en Bob Esponja.
Cuando Carter y yo por fin estuvimos solos, me atreví a mirarlo. No
parecía molesto. No parecía triste. Sólo se veía como si no tuviera ni
idea de donde estaba ni que día era. Nos quedamos mirando fijamente
durante varios minutos hasta que el silencio me empezó a molestar.
—¿Podrías decir algo por favor? —le rogué.
Hace apenas un momento se veía completamente feliz porque
finalmente descubriera quien era yo. Me sostuvo cerca e iba a
besarme. Ahora todo se arruinó y era mi culpa por no decirle antes.
Carter sacudió la cabeza como si estuviera tratando de aclararla.
—Eso era un niño —afirmó—. No me gustan los niños.
Me mordí la lengua. Seguía en shock. No podía echarlo a perder
con él porque dijo algo así. Demonios, ni siquiera me gustan los niños y
vivo con uno. Amo a mi hijo, pero eso no significa que me guste todo el
104 tiempo.
—Usé un condón. Sé que usé un condón —dijo en un tono
acusatorio, lanzándome una mirada de pánico.
Bien, hasta ahí llegó morderme la lengua. El placer que había
sentido antes cuando tenía su cuerpo presionado contra el mío y sus
labios en mi cuello, voló por la ventana.
—¿En serio? ¿De verdad puedes recordarlo? Porque estoy
bastante segura de que hasta hace unos veinte minutos no tenías ni
puta idea de quién era. Sin embargo tienes razón, usaste un condón. Te
lo pusiste en tres embestidas después que tomaras mi virginidad. Pero
déjame aclararte algo Einstein, no son cien por ciento efectivos,
especialmente cuando no se usan correctamente. —Echaba chispas.
—Me da arcadas cuando alguien vomita. Y no sé cómo cambiar
un pañal —dijo con horror.
—Carter, tiene cuatro. No usa pañales. Y no es Linda Blair de “El
Exorcista”. No anda vomitando todo el día —dije poniendo los ojos en
blanco.
—Mi salchicha duele. Necesito un trago —murmuró antes de
girarse y atravesar la puerta.

***

Para cuando Liz y mi padre regresaron a la tienda con Gavin, no


estaba de humor para hablar con ninguno. Puse a Gavin en el auto y fui
a casa sin decir palabra. Probablemente me comportaba como una
bebé grande, pero no me importaba. Me enojé con ellos por pensar
que todo esto era gracioso, conmigo misma por no contarle a Carter
tan pronto como lo vi, y también me molestaba estar enojada por todo
esto.
¿A quién le importaba si se asustó y probablemente nunca nos
volvería hablar? No era como si estuviéramos perdiéndonos de algo.
Gavin no tenía ni idea quién era. ¿Cómo puedes perder algo que
nunca has tenido?
Pero lo tuve. Literalmente. E incluso, aunque para este momento
estaba jodida, sabía lo qué perdí. Por dos semanas se abrió para mí y
sabía mucho más de él que antes. Sabía que ama a su familia y quiere
más que nada tener una propia algún día. Sé que es un trabajador
fuerte y podría hacer cualquier cosa por los que ama. Por un momento,
fue agradable tenerlo aquí. Estar en la misma habitación con él, verlo
sonreír y escucharlo reír, sentir sus brazos alrededor de mí y saber que no
estaba sola en esta locura de la cosa de la paternidad.
Mierda. Estaba bien y jodida. Me importaba. Lo quería en mi vida,
105
en la vida de Gavin. Quería que Gavin conociera a su padre y quería
que Carter supiera qué clase de personita increíble ayudó a crear.
Quería pasar más tiempo a su lado y quería que me conociera. No en la
versión parcial que le di por teléfono por miedo a meter la pata con
Gavin o en la versión de fantasía de aroma de chocolate que tuvo
todos estos años, la verdadera yo. La que puso sus sueños en espera
para criar a su hijo, la que haría todo de nuevo en un minuto si eso
significara tener otra vez a Gavin en su vida, la no tan perfecta loca que
saltaba a conclusiones y locuras sobre las cosas más mundanas y que
daría todo por volver a aquella mañana hace cinco años y estar
acurrucada en los brazos de ese chico que olía como la canela dulce y
cuyos besos eran más caliente que un infierno.
Pasé el resto del día limpiando la casa de arriba a abajo. Esta fue
una clara señal de que me sentía agitada. Odiaba limpiar.
Me encontraba sobre mis manos y rodillas sacando toda la
mierda bajo el sofá. Una envoltura de pop-tart, un palo de paleta y una
taza entrenadora con algo grueso que probablemente alguna vez fue
leche.
Jesús, Gavin no había usado vasos entrenadores en más de un
año.
—Mami, ¿van a vedir personas para una fiesta?
—No, no vamos a tener una fiesta, ¿por qué? —le pregunté
mientras recogía dos centavos, una de cinco y cuatro envoltorios vacíos
de bocadillos de fruta.
—Poque estás limpiando. Sólo limpias cuando viede la gente.
Saqué la cabeza de debajo del sofá y me senté sobre mis pies.
—No es cierto —argumenté.
—Sí.
—No, no es así.
—Aja.
—No.
—Sí.
¡Aaaaaah! Estoy discutiendo con un niño de cuatro años.
—¡Suficiente, Gavin! —grité—. Ve a limpiar tu habitación.
—Madito infierno —murmuró.
—¿Qué acabas de decir? —le pregunté con una voz severa.
—Te amo, mami —dijo con una sonrisa, antes de lanzar los brazos
alrededor de mí y apretarme.
Maldita sea. Soy demasiado fácil.
106 Ignoré tres llamadas de Liz durante todo el día y una de mi papá.
Los mensajes de voz de Liz no eran sorprendentes.
—Deja de ser una idiota. Llámame.
—¿Ya sacaste el palo de tu trasero?
—…. ¡OH SÍ! ¡Más duro Jim! Oh mierda sí…
Esa perra me marcó con su trasero mientras tenía sexo con Jim.
El mensaje de voz de mi papá mostró cuan preocupado se sentía
por mi bienestar.
—¿Dejé mi sombrero Budweiser en tu casa la semana pasada?
A medida que el día avanzaba, empecé a sentir lástima por
Carter. Lo sentí de verdad y en cierto modo fue tomado por sorpresa. Un
minuto se inclinaba para besarme y al siguiente descubrió que era el
padre de un niño de cuatro años.
Buen Dios, casi me besó.
Mi mano se pausó en el proceso de poner nuestros platos de la
cena en el lavavajillas, y miraba al espacio mientras recordaba lo que
pasó entre nosotros antes de que todo se fuera a la mierda. Debería
estar tratando de pensar en lo que le iba a decir a Carter cuando
habláramos de nuevo, pero el recuerdo de esta mañana seguía
demasiado fresco en mi mente y había sido un largo tiempo desde que
dejé que un hombre se acercara a mí. Mi cuerpo estaba hambriento de
afecto. Y aunque no podía negar que una pequeña parte de mí
siempre había soñado con estar con Carter de nuevo. Completamente
sobria esta vez, así podría recordar cada simple detalle. Me
avergonzaba admitir que él siempre había sido la estrella en mi rollo del
placer. Excepto que siempre fueron cosas inventadas ya que no había
mucho acerca de nuestro primer encuentro que pudiera ser usado
como material de masturbación aparte de los besos y de cuán caliente
se veía. Ahora tenía hechos de la vida real para usar. Sus labios habían
sido suaves y cálidos en la piel sensible de mi cuello. Sentí la punta de su
lengua escabulléndose y probándome, y quería más. Su aliento en mi
mejilla hizo acelerar mi corazón y el calor explotó entre mis piernas.
Cuando sus manos firmes y brazos fuertes se enrollaron alrededor de mí
y me atrajeron en su dirección, sentí cada centímetro de su cuerpo,
incluyendo lo mucho que me quería. Los últimos años había estado en
un pequeño puñado de citas que nunca habían ido más allá de los
besos. Ninguno de esos hombres nunca me hizo sentir siquiera un poco
de lo que Carter hizo. Nunca quise más con ninguno de ellos, nunca
soñé en cómo sería sentir sus labios y lenguas moviéndose sobre cada
centímetro de mi cuerpo desnudo. ¿Cómo sería estar con él sin la
neblina del alcohol? ¿Se tomaría su tiempo? ¿Sus manos serían fuertes y
exigentes en mi cuerpo, o suaves y gentiles? El pitido de un nuevo
mensaje de texto en mi teléfono me sacó de mis fantasías, y casi solté el
107 plato que sostenía. Lo metí en el lavavajillas y cerré la puerta antes de
caminar hacia la mesa y agarrar el celular.
Si no vas a llamarme, al menos haz algo para aliviar tu tensión.
Agarra la bala que recibiste en la fiesta de Jenny para una
prueba. Repórtate mañana conmigo ~ Liz, La Perra Bala.
Puse los ojos en blanco y borré el mensaje sin responderle. ¿Por
qué no me sorprende que Liz acabara de enviarme un mensaje de
texto ordenándome que me masturbara? Apagué la luz de la cocina e
hice mi camino hacia el pasillo para comprobar a Gavin. Dormía
profundamente así que suavemente cerré la puerta de su habitación y
caminé por el pasillo hacia mi propia habitación. Después de ponerme
una camiseta sin mangas para dormir y cepillarme los dientes, me
acurruqué en mi cama mirando hacia el techo, pensando en Carter.
Y sus manos.
Y dedos.
Y labios.
¡Mierda!
¿Debería estar pensando en cómo iba a enfrentar esta situación?
Mi conquista de una sola noche apareció después de casi cinco años y
se veía tan apuesto como siempre y me hacía sentir cosas que no
quería permitirme sentir. Debería estar haciendo planes. Conduciendo a
su casa para poder disculparme por la forma en que le cayó encima
esta enorme bomba. Tuve nueve meses para prepararme para esto. Él
no tuvo tiempo, ni a alguien en quien confiara o realmente conociera
para que le ayudara a conseguir control.
Mi corazón amenazaba con derretirse a medida que mi cerebro
rápidamente cambió de tema y recordé la expresión de su rostro
cuando finalmente me reconoció. ¿De verdad me había estado
buscando todo este tiempo? Parecía tan imposible e irreal. Pero Jesús,
la expresión en sus ojos cuando se dio cuenta de que era yo... era casi
demasiado. Se veía como un moribundo que acababa de recibir el
indulto de la vida. Su rostro se iluminó y su sonrisa hizo que mis rodillas se
debilitaran.
No, esos habían sido su lengua y la erección presionando sobre tu
cadera.
Dios, olía increíble. Todavía olía a canela y a niño. Bueno, ¿ahora
sería a hombre, no? Y oh, qué hombre. Froté mis muslos cuando sentí el
familiar hormigueo entre mis piernas. Mierda, nunca iba a quedarme
dormida a este ritmo o a tomar decisiones importantes. Me sentí como
un cable de alta tensión a punto de estallar en llamas. Pasé los dedos
sobre mi labio inferior al recordar la sensación de sus labios suavemente
deslizándose hacia atrás y adelante sobre los míos. Dios, quería tanto en
ese momento que me besara. Quería sentir su lengua contra la mía, y
108
quería saber si sabía igual a cómo hace tantos años. Estaba agitada y
ahora, caliente como el infierno. Sabía que tenía que hacerme cargo
de esto o nunca iba a llegar a dormirme. Quería hacerme cargo de
esto con los pensamientos frescos de Carter en mi mente, pero de
repente, la idea de mi propia mano brindándome la liberación que
necesitaba, no sonaba tan emocionante. Quería que fuera su mano la
que me tocara, que sus dedos se deslizaran a través de mí y me llevaran
hasta el borde. Mi mano no lo iba a hacer por mí en este momento.
Observé de mala gana, la maleta negra apoyada contra mi pared y le
di una mirada sucia.
—Maldita sea, Liz —murmuré para mis adentros mientras con furia
arrojaba las mantas de encima de mí y me dirigía a la maleta. Abrí la
cremallera, metí la mano y la cerré en torno a una de las bolsas selladas
de fábrica, de plástico transparente, que contenía lo que necesitaba.
Tan pronto como la tuve en la mano, hice una pausa y miré alrededor
para asegurarme que nadie me había visto. Ya sabes, sólo en caso de
que de repente viviera con diez personas que pudieran estar de pie en
mi habitación, mirándome sin mi conocimiento. Resoplé con frustración,
me metí en la cama y me apoyé contra la cabecera. Era una mujer
adulta, independiente y de veinticuatro años de edad. ¿Por qué diablos
me asustaba tanto por usar un vibrador? Este era el siglo veintiuno, por
amor de Dios. Mi abuela probablemente tenía una de esas cosas.
Uuuughhh, qué asco. Acabo de vomitar un poco en mi boca.
Nota mental: pensar en abuelas masturbándose no está, repito NO está
aprobado en la lista de material para darte placer.
Decidida a hacer esto antes de que tuviera alguna otra idea
repugnante sobre una pariente que pueda o no ser propietaria de un
novio con pilas, rasgué el plástico con los dientes y vacié el contenido
del paquete en mi regazo. Agarré el remoto azul, ovalado y de plástico,
dejando que los treinta centímetros o menos de cuerda fina que venía
unida se desenrollara hasta un pequeño cilindro plateado que colgaba
al final frente a mis ojos como un péndulo, oscilando lentamente hacia
adelante y atrás.
Te estás calentando mucho. Voy a contar hacia atrás y cuando
llegue a uno, serás una mujer satisfecha.
Puse los ojos en blanco y me deslicé hacia abajo hasta que mi
cuerpo quedó completamente tendido de espaldas. Coloqué el
remoto abajo de mi cadera y miré el pequeño maní de plata de placer.
Tuve un momento de pánico tratando de averiguar si realmente creía
en los fantasmas y si lo hacía, ¿me miraban en este momento? ¿Se
encontraba de pie en la esquina, el Sr. Phillips, el viejo sucio que vivía al
otro lado de la calle cuando era pequeña y que murió de un ataque al
corazón cuando tenía doce años, esperando a que me complaciera a
mí misma? ¿Mi bisabuela, Rebecca, se hallaba de pie esperando para
109
gritarme y decirme que me iba a castigar si no podía reprimirlo?
¡Hijo de puta!
—Será mejor que valgas todas estas dudas, mi pequeño amigo —
amenacé al juguete a batería.
Negué con la cabeza ante mi estupidez por hablar en voz alta a
un vibrador, cerré los ojos y prendí la maldita cosa con mi mano libre
que seguía apoyada en el remoto antes de perder los nervios.
Esa cosa podía ser pequeña, pero tenía una señal. Se sacudió a la
vida en mi mano y si antes no había fantasmas en mi cuarto, el zumbido
de esta cosa era seguro que despertaría a esos cabrones de la muerte y
los traería directamente a la fuente del ruido para ver lo que causaba el
alboroto.
Volé bajo las sábanas, arrastrando la bala conmigo y
abrazándola con fuerza contra mi estómago, en un esfuerzo por
amortiguar el ruido. Cuando eras pequeño y tenías miedo del hombre
del saco, esconderte debajo de las sábanas significaba que no podía
verte ni agarrarte el pie mientras dormías. Una historia verdadera. Pensé
que las mismas reglas se aplicaban a las personas muertas viendo
masturbarte. Estar debajo de las sábanas significaba que en realidad no
sucedía. ¡No puedes verme! ¡Mis sábanas son mágicas y hacen
desaparecer mi vagina!
Curiosamente, las vibraciones de esta cosa contra mi estómago
se sentían bien. Algo así como un masaje leve que me daba algo de
calma. La calma es buena. La necesito. Tomé una respiración profunda
y una vez más me relajé sobre el colchón, cerrando los ojos, evocando
las imágenes de Carter de esta mañana, sus ojos, su boca, la lengua
húmeda y caliente de Carter inmersa entre mis pechos. Bueno, eso no
sucedió. Pero esto era una ilusión y podía soñar despierta, incluso con
Carter lamiéndome si así lo quería. Y lo quería. Quería que lamiera y
chupara mi cuello. Quería que lamiera y chupara mis pezones. Quería
que lamiera y chupara un sendero que bajara por mi estómago hasta
hundir su boca entre mis piernas. Mi mano que sostenía el vibrador,
siguió el mismo camino que la boca de Carter hizo en mi mente, hasta
hacer descansar el pequeño tubo vibrante justo por encima de mi ropa
interior.
Guau. Bien, esto era bueno.
Empujé la bala un poco más fuerte contra mí y mis caderas se
sacudieron hacia adelante cuando pequeñas punzadas de placer me
atravesaron.
—Jesús, Dios.... —murmuré, así como algunas otras palabras
incoherentes de conmoción y pavor.
Mis caderas se sacudieron contra el vibrador y solté un pequeño
gemido de placer, por lo bien que se sentía. Esto era una locura. No iba
110 a durar más de un minuto con esta cosa. Podía sentir la humedad en mi
ropa interior y las palpitaciones a través de todo mi sexo, y de repente
quería más que nada sentir ese frío, metálico y liso juguete directamente
contra mi piel desnuda. Más rápido de lo que antes me había movido,
deslicé la bala hacia mi estómago y lo empujé y a mi mano debajo de
mi ropa interior, rápidamente presionando en el lugar que le pertenecía.
Tan pronto como las vibraciones y el metal liso entró en contacto
directo con la desnudez entre mis piernas, un fuerte gemido se escapó
de mis labios, mi cabeza voló hacia atrás y los ojos se cerraron
fuertemente. Con esta cosa palpitando entre mis piernas, no necesitaba
imágenes de Carter, pero todavía las quería. Imaginé sus suaves dedos
empujando dentro de mí, sus labios jalando mi pezón en su boca y su
pulgar frotando en círculos alrededor de la zona tan sensible que la
bala tocaba. Las sensaciones eran increíbles y grité en sorpresa,
arqueando mi espalda con la primera ola del orgasmo que sacudió mi
núcleo mientras frotaba la bala rápidamente dentro de mí.
—Santo infierno —gemí mientras cabalgaba ola tras ola de
placer que hizo que doblara los dedos de los pies. Jadeaba por mi
liberación y por la energía lentamente drenada de mí, pero mis manos
todavía deslizaban la bala a través de mi humedad y la froté
rápidamente contra mi muy sensible clítoris fuera de toda razón. Antes
de que pudiera formar un pensamiento coherente, otro orgasmo, algo
menos intenso que el primero, me atravesó y puso fin a todos mis
movimientos. Tenía la boca abierta, pero no salía ningún sonido mientras
contenía el aliento y sentía el latido intenso de mi liberación, palpitando
a través de mí. Varios minutos pasaron antes de que mi cerebro
empezara a funcionar de nuevo. Saqué la bala de mi ropa interior antes
de que tuviera la oportunidad de continuar y convertirme en uno de los
anfitriones locos del programa “My Strange Addiction”, que se encerró
en su habitación y no hacía más que masturbarse y ver el canal Food
Network todos los días. Rápidamente apagué el vibrador; la culpa
repentina de un zumbido en la habitación hacía que esta se sintiera
inquietantemente tranquila.
Me quedé allí en la cama como un palo, incapaz de levantar
cualquiera de mis extremidades durante varios minutos, mientras mis
párpados se cerraban por el cansancio. Cuando por fin recuperé el uso
de mis brazos, me acerqué a la mesita de noche, sin sentarme y tomé
mi celular para comenzar un nuevo mensaje de texto.
Perra Bala: Tarea asignada completada. Mi vagina nunca será la
misma. ~ Claire

***

Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Bueno, quizá


111 no de mis pensamientos, del estado catatónico podía haber sido más
preciso. Durante dos días, no había hecho nada más que ir a trabajar y
quedarme mirando las paredes vacías de mi casa, desde que Claire
soltó la bomba sobre mí. Me arrastré malhumorado hacia la puerta y la
abrí. Encontré a Drew con una camisa negra que decía “Alice in
Chains” con una foto de Alice de “Brady Bunch” que llevaba una
mordaza de bola, esposas y cadenas. Sonrió y levantó un paquete de
seis de cerveza.
—Hombre sobrio entra, hombre borracho sale.
Cerré la puerta en sus narices y me dirigí de nuevo hacia mi lugar
en el sofá.
Volvió a abrir la puerta y entró.
—Está bien, Mary, no hay necesidad de actuar como un bebé —
dijo mientras ponía las cervezas sobre la mesa y se dejaba caer en el
sofá junto a mí. Mi nariz se arrugó en disgusto por el olor que provenía de
él.
—Jesús, Drew, ¿qué mierda es ese olor? —gemí mientras me
tapaba la nariz con la mano.
—No seas enemigo. La recogí hoy. Es la colonia Tim McGraw.
—Querrás decir que son las bolas de Tim McGraw. Eso huele a
puro orín de gato, amigo.
—Jódete —se quejó Drew.
—No, gracias. El olor a orín no hace nada por mí.
Drew resopló y cruzó los brazos sobre el pecho y se quedó
mirándome.
—Muy bien, sácalo. Antes de que corra a la tienda y te compre
medicina para los cólicos y tampones.
Mi cabeza cayó hacia atrás del sofá. Sabía que estaba siendo un
maldito, pero no podía evitarlo. Mi mundo acababa de estallar en mi
cara.
—Ella tiene un hijo. Soy padre —murmuré.
—Sí, lo entendí del correo de voz que me dejaste anoche.
Aunque, tengo que decir que tratar de descifrar “Bruce Willis la dejó
embarazada con mis bolas peludas de chocolate en la fiesta de
fraternidad” me tomó un tiempo para aclarar. Por fortuna, tuve la
versión de Jim y Liz, ya que no respondías a mis llamadas.
—¿Qué diablos voy a hacer? —le pregunté mientras levantaba la
cabeza para mirarlo.
—Primero, vas a hablar con ella y obtener la historia completa. Sé
112 que estás en estado de shock, pero sentarte aquí todo el día tocando
tu vagina, no va a mejorar las cosas. Así que levántate, hombre. Ve a
hablar con ella. Te pasaste todos estos años tratando de encontrarla y
aquí está, justo en frente de ti. Tiene un poco de equipaje. ¿Quién no lo
tiene?
—¿Un poco de equipaje? Drew, tiene un hijo. Eso es más que un
poco de equipaje —me quejé.
—Despierta y mira el espejo, papá. También es tu hijo. Y has
pasado los últimos años tratando de sacarla de tu sistema con cualquier
chica que apenas soportas. Eso no es sólo equipaje, eso es bolsas,
maletas, maletines, mochilas y bolsas de maquillaje Clinique.
Le di una mirada inquisitiva.
—¿Qué? Me gusta estar hidratado. Una piel sana es el signo de
una vida saludable. Necesito una bolsa de maquillaje para mis
exfoliantes, limpiadores de poro y loción reafirmante de piel.
Drew se puso de pie y se volvió hacia mí.
—En las palabras del gran presentador Maury Povich, tú ERES el
padre.
Le di las gracias por las cervezas y la charla y le vi salir a su cita
con Jenny. No era una sorpresa, teniendo en cuenta la forma en que
casi le folló la pierna en la cena la noche que se conocieron. Según
Drew, habían pasado todo su tiempo juntos desde entonces. La gente
salía, se enamoraba, vivía sus vidas y yo me hallaba aquí atrapado con
mi cabeza en el culo, gogleando demandas contra las empresas de
condones y dándome cuenta de que NO PODIA ASIMILAR LA VERDAD.
¿Podía hacer esto? ¿Podía ser el padre de alguien?
Supongo que sólo había una manera de averiguarlo.
12
P.O.R.N.O
Traducido por Juli & Anelynn*
Corregido por Zafiro

113
La próxima semana pasó rápidamente cuando no pensaba en
Carter, lo que era prácticamente cada segundo de cada día.
Está bien, así que supongo que en realidad pasó tan jodidamente
despacio que quería meter un tenedor oxidado en mi ojo. Quería hablar
con él y ver si estaba bien, pero cada vez que me decidía a tomar el
teléfono y marcar su número, lo dejaba otra vez. Independientemente
de la manera de mierda en que se enteró, ahora lo sabía. Si quería
saber toda la historia, si tuviera preguntas o inquietudes o simplemente
quería arrancarme la cabeza, la situación estaba en sus manos. Si
quería hablar, sabía dónde trabajaba y cómo encontrarme. Tal vez
estaba siendo terca, pero bueno. Era una chica y tenía todo el derecho
de pisotear y aguantar la respiración.
Manejé dos fiestas por Liz esta semana y tenía tres órdenes de
bandejas de galletas de las mujeres de allí, así que las cosas mejoraban
en ese aspecto. Además de las fiestas, me mantenía bastante
ocupada. Durante el día, horneaba y terminaba de preparar las cosas
en la tienda y en las noches, trabajaba como camarera y trataba de no
mirar la puerta cada vez que alguien entraba, esperando que fuera
Carter.
Para el jueves, había probado cada producto de la maleta
mágica de Liz y había decidido al diablo con los hombres. Iba a
casarme con Jack Rabbit. Íbamos a huir juntos y seríamos muy felices
haciendo pequeños bebés Jack Rabbit. Sin embargo a esa cosa le iba
a tener que crecer unos brazos y piernas. Después de algunos años de
estar casada con JR, no iba a poder caminar nunca más. JR tendría
que llevarme a Ciudad del Placer.
Me pasé todo el jueves en la cocina de la tienda, haciendo
papas fritas cubiertas de chocolate blanco y horneando galletas
Snickers Surprise para la fiesta que se celebraría la noche del sábado.
Sería la última fiesta que haría ya que la tienda abría la próxima
semana. Ahora que conocía todo el alboroto con estos juguetes
sexuales, me sentía un poco triste de ver que no iba a haber más fiestas.
Sin embargo, Liz me dijo que podía mantener mi maleta de diversión.
Le hice firmar una dispensa que indicaba que en caso de una
emergencia o la muerte de Claire Donna Morgan, estaba obligada a
retirar la maleta de las instalaciones a los quince minutos de dicha
emergencia y/o muerte. Siempre era una buena idea tener un plan
como este. Dios no permita que tu papá o tu abuela llegaran a la
escena primero y encontraran tu escondite. Simplemente no puedes
permitir que eso suceda. También probablemente es una buena idea
hacerlos eliminar el historial de Internet. En realidad, nadie tiene que
preguntarse por qué googleaste “tortuga teniendo un orgasmo” u
observabas muy de cerca la subasta de EBay de una vela de Jesús con
un pene.
114
No me juzgues. Google es mi enemigo después de unas copas de
vino.
Estaba bajo las mismas obligaciones contractuales para llegar a la
casa de Liz y Jim y borrar el historial de navegación de su computadora
dentro de quince minutos y eliminar cualquiera y todas las películas
pornográficas en su mesita de noche, en su cama, en el estante superior
de su armario, guardadas en su DVR, empaquetadas en la tercera caja
de la izquierda en el garaje y en el armario de la cocina, donde están
las tablas de cortar.
No estoy bromeando. Ella me hizo una lista.
Mientras mojaba una patata frita en el gran tazón plateado de
chocolate blanco derretido, me asomé a la parte delantera de la
tienda y sonreí. Gavin se encontraba acostado sobre su estómago junto
a las ventanas coloreando un dibujo. Cuando caminé por ahí hace un
rato, lo cubrió y me dijo que no se me permitía verlo. Sostuve la patata
sobre el tazón para que el exceso de chocolate se escurriera y luego la
dejé sobre la bandeja de papel de cera junto a mí justo cuando oí
abrirse la puerta que comunicaba mi tienda y la de Liz.
—Podrías simplemente girar a la derecha de nuevo y volver a tu
lado. Por última vez, no voy a decirte en una escala del uno a “santa
mierda” lo bueno que fue mi orgasmo anoche con el vibrador de
mariposa.
—Bueno, eso es una mierda. ¿Puedo ver al menos la próxima vez?
Mi cabeza se alzó y mi boca se abrió al escuchar la voz barítono
de Carter.
¿Por qué mierda estoy siempre hablando de mi culo cerca suyo?
Y por qué diablos está de pie allí, viéndose tan malditamente caliente
que quiero montar su rostro.
—Eh, estás goteando —dijo.
—Lo sé —murmuré, mirando fijamente sus labios.
Se rió y parpadeé de nuevo a la realidad cuando señaló el tazón.
—Me refiero a que el recipiente está inclinado. El chocolate está
goteando fuera.
Mi cabeza voló abajo y murmuré blasfemias mientras enderezaba
el cuenco y usaba los dedos para limpiar las gotas del borde del
recipiente y el mostrador.
Carter se acercó para pararse a mi lado y tal como en nuestros
últimos encuentros, su estrecha proximidad aceleró mi pulso.
—Lamento acercarme sigilosamente a ti. Liz me atrapó cuando
salía de mi coche y me arrastró a su lado, así podría darme una paliza
—explicó mientras me concentraba en limpiar el chocolate y trataba
de ignorar el calor de su cuerpo—. Espero que no te importe que me
115 presentara así. Me siento como un idiota por haberme tomado todo
este tiempo para hablarte.
Me quedé como una imbécil, tratando de no tocar nada porque
mis dedos estaban llenos de chocolate. Volví la cabeza hacia un lado y
encontré su cara a centímetros de la mía. Vi la sinceridad en sus ojos, y
sabía que nunca podría estar enojada con él por esto.
—Está bien, créeme. He tenido un montón de tiempo para
acostumbrarme a la idea. Siento que esto te haya surgido así de
repente. Te juro que tenía toda la intención de contarte. No quiero que
pienses que te lo oculte intencionadamente. Planeé decírtelo desde el
principio. Sólo trataba de averiguar cómo. Y entonces todo estalló antes
de que pudiera hacer nada al respecto —le expliqué.
Me di cuenta en ese momento que no quería que se enojara
conmigo. Quería más que nada que fuera capaz de manejar esto y
quedarse. Pasar la última semana yendo a dormir sin oír su voz fue triste
y deprimente. Tenerlo aquí en este momento me hizo darme cuenta de
lo mucho que lo extrañaba.
—Supongo que tenemos un montón de cosas de que hablar. No
tienes idea de cuántas preguntas se arremolinan en mi cabeza en este
momento —dijo.
Asentí y antes de que pudiera decir nada, cambió de tema.
—Pero por ahora, estoy en una cocina con una hermosa mujer
que tiene chocolate derretido en todos sus dedos —dijo con una
sonrisa.
Antes de que pudiera agarrar una toalla, se acercó y envolvió su
mano alrededor de una de mis muñecas y jaló mi mano hacia él.
Contuve la respiración cuando abrió la boca y deslizó mi índice cubierto
de chocolate en su boca. La yema de mi dedo se deslizó por la
aspereza de su lengua cuando chupó todo el chocolate mientras
lentamente sacaba el dedo a través de sus labios cálidos y húmedos.
¡Cóbrese, por favor!
—¡Mami, ya terminé de colorear mi dibujo!
El grito emocionado y el golpeteo de los pasos de Gavin mientras
entraba a la cocina, echaron un balde de agua fría por toda mi vagina.
Por una vez, me alegraba tener un “aguafiestas incorporado” en la
forma de un niño de cuatro años de edad. Me encontraba a una
chupada de dedo de distancia de tirar a Carter en el suelo y mostrarle
que era muy flexible.
Limpiándome rápidamente las manos en el delantal que llevaba,
me aparté de Carter y me agaché al nivel de mi hijo.
—¿Puedo ver tu dibujo ahora?

116 Gavin lo apretó contra su pecho y sacudió la cabeza.


—Lo siento, mami. Hizze este dibujo para el pequeño gusano —
dijo con seriedad.
Oí a Carter reír detrás de mí.
—Eh, ¿has dicho “pequeño gusano”? —le pregunté.
—Síp —dijo, haciendo estallar la “p”.
—¿Quiero saber sobre quién estás hablando?
Gavin señaló detrás de mí a Carter.
—Él. Papá lo llamó azzí el día en que lo conocimos.
Gemí de vergüenza. Uno de estos días mi padre iba a tener que
darse cuenta de que Gavin es un loro.
—No me gusta tu nombre. Es raro. Y no pareces tan pequeño
para mí —dijo Gavin a Carter—. Pero aun así, te debujé esto.
Pasó a mí alrededor y le entregó el papel a Carter. Le eché un
rápido vistazo y me di cuenta de que era un dibujo de un muñeco de
palitos grande siendo golpeado por un muñeco de palitos pequeño.
—Bueno, al menos ahora tengo una foto para conmemorar
nuestro primer encuentro —dijo Carter sin expresión y en voz baja.
—Gavin, ¿qué tal si sólo lo llamas Carter? —dije, mirando a Carter
con mis cejas levantadas en pregunta, para asegurarme que le parecía
bien.
Asintió y me sonrió, y luego se puso en cuclillas, así que ambos nos
encontrábamos al nivel de los ojos de Gavin.
—Muchas gracias por mi dibujo —dijo con una sonrisa.
Gavin no era muy amable con los extraños, sobre todo porque
puse el temor de Dios en él cuando tuvimos la discusión acerca del
peligro de los extraños. En retrospectiva, decirle que todos los extraños
querían comerlo no fue mi mejor momento. Tener que explicarle a un
grupo de niños llorando en la fila para ver a Santa por qué mi niño
gritaba “¡NO TE ACERQUES A ÉL! ¡COMERÁ TUS DEDOS!” no era nada
fácil. Liz tuvo que convencerme de no llevarlo al veterinario y ponerle un
chip GPS en su cuello. Algo me dijo, sin embargo, que cualquier persona
que se llevara a mi hijo, lo devolvería en una hora. No serían capaces
de soportar las patadas a las nueces y las maldiciones.
Gavin no solía hablar con extraños a menos que yo lo impulsara a
hacerlo. La facilidad con la que habló a Carter me sorprendió.
—De nada, Carter. Papá va a venir a recogerme para que mami
pueda darle cerveza a la gente. Papá me permite ver películas que
mami no me deja ver y puedo tener soda y quiero tener un perro, pero
mi amigo Luke tiene un jeep que conduce en el patio y me lastimé la
rodilla y se cortó y mami me puso una curita en ella y me dijo “supéralo”,
117
así que no iba a llorar y, ¿sabías que los vampiros chupan?
—¡Gavin! —gritó mi papá antes de que yo tuviera la oportunidad
de hacerlo.
Había entrado en la tienda durante la oración corrida de Gavin y
se hallaba casi en la cocina cuando lo oyó tirar esa bomba.
Rápidamente me puse de pie y me enfrenté a él con las manos en las
caderas.
—Papá, te dije que no tenía permitido ver esa película.
—Oye, Carter, ¡soy equipo Jacob, perra! —gritó Gavin.
—¡Gavin Allen! ¿Quieres que ponga jabón en tu boca? —le
pregunté con severidad.
Gavin se encogió de hombros. —El jabón sabe a cereal Fruity
Pebbles.
Mi papá se acercó al mostrador y agarró a Gavin antes de que yo
pudiera patearlo como a una pelota de fútbol.
—Lo siento, Claire, la otra noche dieron “Vampires Suck” en el
cable y no había nada más. Estarás feliz de saber que se cubrió los ojos
durante las cosas de s-e-x-o —explicó.
—Súper —murmuré.
—¡Vi tetas! —gritó Gavin alegremente.
—Bueno, pudo haber espiado un par de veces —admitió mi
padre después del anuncio de Gavin.
De todos los momentos para que Gavin actuara completamente
como... bueno, Gavin, por supuesto que tenía que ser cuando Carter se
presentó. No era de extrañar que no hubiera dicho ni pío en los últimos
minutos. Probablemente estaba aturdido estúpido.
Miré detrás de mí y vi a Carter de pie completamente inmóvil,
mirando por encima de mi hombro a mi papá. Me di la vuelta justo a
tiempo para atrapar a mi padre haciendo esa cosa que Gavin y Liz
hicieron el otro día, de apuntar los dos dedos a los ojos y hacia Carter.
Oh, por el amor de Dios. Es como si de repente tuvieran un saludo
familiar.
—Papá, deja eso. Carter, no has sido presentado oficialmente.
Este es mi padre, George.
Carter le tendió la mano. —Es un placer...
—Deja la m-i-e-r-d-a —lo interrumpió mi papá.
De alguna manera no sonaba tan amenazante cuando tenía que
deletrearlo todo. Esto podría funcionar, siempre y cuando Gavin
estuviera aquí como un amortiguador.
118 —Tengo mis ojos en ti. Estuve en Nam y todavía tengo esquirlas en
mi piel de las b-o-m-b-a-s. ¿Te gusta el olor del napalm por la mañana,
hijo?
—¡PAPÁ! ¡Suficiente! —lo regañé.
Me incliné y le di a Gavin un beso en la mejilla.
—Te veré más tarde, bebé. Sé bueno con papá ¿está bien?
Se acercó disimuladamente y trató de tirar hacia abajo la parte
delantera de mi camisa.
—Dédjame ver tus tetas.
Tomé su mano antes de que pudiera dar a todos un espectáculo
erótico y lancé una mirada asesina a mi papá que seguía allí de pie
riendo.
—Oye, no le enseñé eso. Debe ser un hombre de tetas.
Carter se echó a reír, pero rápidamente se detuvo cuando mi
padre se volvió hacia él.
—¿Eres un hombre de tetas, Carter? —le preguntó
amenazadoramente.
—Yo... bueno... eh... yo... no.
Puse los ojos hacia mi papá y rescaté a Carter.
—Dile adiós a Carter —le dije a Gavin.
—¡Adiós, Carter! —dijo Gavin con una sonrisa y un saludo con la
mano mientras mi papá daba media vuelta y salía de la cocina.
—Papá, ¿qué es Nam? ¿Es un parque? ¿Podemos ir allí? —oí a
Gavin preguntar, mientras salían por la puerta principal. Con un gran
suspiro, me volví hacia Carter.
—Lo siento —dije tímidamente—. Voy a entender totalmente si te
das la vuelta y corres lejos, muy lejos. No tomaría represalias contra ti.
—¿Claire?
Dejé de juguetear con mi delantal y finalmente levanté la vista
hacia él.
—Cállate —dijo con una sonrisa.

***

Después de que mi papá y Gavin se fueron, Carter me ayudó a


limpiar la cocina y a ordenar todo. Hablamos más a profundidad de lo
que habíamos hablado por teléfono, ahora que no me sentía tan
preocupada por resbalarme. Finalmente descubrí que Carter se coló en
119 la fiesta de fraternidad esa noche y que ni siquiera iba a la Universidad
de Ohio. Se sintió horrible por todo el tiempo que perdí con Liz y Jim
tratando de encontrarlo, y me sentí culpable otra vez por dejarlo esa
mañana. Especialmente ahora mismo, cuando estaba era tan lindo y
asombrosamente comprensivo en todo.
Por ahora, Carter se quedaba. Aunque no iba a contener mi
respiración. Dijo que quería pasar tiempo con nosotros y hacer esto de
la manea correcta, pero aún tampoco ha pasado tiempo a solas con
Gavin.
Como Gavin amablemente dijo, tenía que darle cerveza a la
gente esta noche, así que después de que terminamos de limpiar,
Carter me acompañó calle abajo hacia el bar así podíamos seguir
hablando. Recordé lo fácil que era hablar con él hace cinco años y
cómo parecía entenderme y a mi humor cuando nadie más lo hacía.
Me hizo sentir cómoda y reír. Todas esas cosas pasaron cuando
hablamos por teléfono pero algunas veces era más difícil duplicar ese
nivel de comodidad cuando te encontrabas cara a cara. Con toda
honestidad, casi parecía más fácil estar con él así, para poder evaluar
por su rostro las reacciones a las cosas que yo decía y ver su expresión
cuando le contaba algo sobre Gavin. Me hizo desear haber hecho
tantas cosas de forma diferentemente. Estaba triste porque se había
perdido el comienzo de la vida de Gavin. Lo veía ahora como un
pequeño niño contestón, caminando y hablando, pero no llegó a
experimentar las mejores partes, las partes que hicieron su actitud,
berrinches y malos hábitos que merecieron la pena con la primera
sonrisa, las primeras palabras, los primeros pasos, los primeros abrazos de
oso, el primer “te amo”.
Esas eran todas las cosas que me detenían de vender mi niño en
una venta de cochera todos los días, y Carter no tenía esas cosas. Me
preocupaba que sus expectativas pudieran ser muy altas. ¿Qué si no
podía formar una conexión con Gavin? Me sentía conectada a Carter
de una manera que nunca tuve con nadie más. Me hacía sentir cosas
que sólo había soñado. Pero no sólo tenía que pensar en mí. Tenía que
pensar en mi hijo y en cómo iba a afectarlo todo esto.
Por ahora, supongo que sólo tenía que dejar a Carter en nuestras
vidas y ver a donde nos llevaba.
Cuando llegamos al bar, me cambié rápidamente a mis
pantaloncillos negros y camiseta de Fosters Bar and Grill y me sorprendió
ver a Carter poniéndose cómodo en la barra cuando salí del baño.
Fui detrás del mostrador y me acerqué para pararme frente a él.
—Creí que te ibas a casa —dije mientras me apoyaba en mis
codos.
Se encogió de hombros hacia mí y sonrió. —Pensé, ¿por qué ir a
120 una casa vacía cuando puedo sentarme aquí y mirar a una chica
caliente toda la noche?
Me sonrojé y traté de reprimir la sonrisa atontada que sentía.
—Bueno, tienes mala suerte. Sólo estoy yo aquí esta noche.
No, absolutamente no estoy buscando cumplidos.
—Entonces creo que es bueno que tú seas la mujer más caliente y
más sexy que he visto.
Aquí, atrapado, atrapado, atrapado.
Me incliné sobre la barra un poco para acercarme más y él hizo lo
mismo. No me importaba si estaba en el trabajo, quería besarlo. Y casi
no había gente. Todavía era temprano.
Lamí mis labios mientras miraba su boca y lo escuché gemir
suavemente. Un centímetro más y podría correr mi lengua por su labio
superior.
—¡AY!
Me alejé bruscamente de Carter y grité cuando algo golpeó
contra mi nuca.
Frotando mi mano contra el lugar, me giré para ver a T.J. con sus
dos brazos en el aire haciendo un baile de victoria.
—¡Golpe directo, Morgan! ¡Ese es otro punto para mí! —gritó
mientras corría hacia el pizarrón detrás de la barra al otro extremo de mí
y puso una marca de anotación bajo su nombre.
—Hijo de puta —murmuré mientras me giraba de regreso hacia
Carter.
—Eh, ¿qué diablos fue eso? —preguntó con una sonrisa.
Antes de que pudiera decirle que sólo era T.J siendo un idiota, el
hombre en cuestión se acercó rápidamente y se paró a mi lado detrás
de la barra. Golpeó una pelota de ping pong en la parte superior de
enfrente de Carter.
—Eso, amigo mío, es una cosita que nos gusta llamar P.O.R.N.O.
—Guau, tu idea de porno y la mía son un poco diferentes —dijo
Carter mientras cogía la pelota de ping pong y la rodaba en sus manos.
—No, no, no. No porno. P.O.R.NO —lo deletreó.
Carter lucía completamente perdido.
—Es sólo un juego que practicamos cuando aquí está lento —dije.
T.J. descansó una mano en la barra y la otra en su cadera.
—Claire, no subestimes la maravilla que es P.O.R.N.O. Estás
devaluando completamente lo único que me hace no querer matarme
121
cada vez que vengo al trabajo. Un poco más de respeto por el
P.O.R.N.O, por favor.
T.J. giró su atención hacia Carter —Claire hizo las reglas —dijo T.J.
emocionadamente mientras sacaba un pedazo de papel debajo de la
barra.
—¿Reglas? —cuestionó Carter—. ¿No sólo le lanzas la pelota a
alguien?
T.J empujó el papel a través de la parte superior de la barra y
Carter lo tomó para leerlo.
—Al contrario, mi amigo. Siempre se necesita que haya reglas en
P.O.R.N.O. Si no, él lanzaría una pelota, ella lanzaría una pelota, todos
lanzarían una pelota… sería una anarquía.
—Está bien, Club de la Pelea, aléjate antes de que rompa la regla
de los tres metros de distancia y arroje una en tu cara —le dije.
T.J. se alejó y Carter se echó a reír mientras leía las reglas en voz
alta.
—Regla número uno: P.O.R.N.O es más divertido con amigos,
invítalos. Si no, sólo te ves patético jugando P.O.R.N.O solo. Regla
número dos: los objetos afilados nunca deben ser usados en P.O.R.N.O.
Sacarle los ojos a alguien arruinaría el momento. Regla número tres: el
ataque sorpresa o “acción por la puerta trasera” debe venir con
advertencias por adelantado o tener una aprobación anterior. Regla
número cuatro: sólo dos pelotas se permiten en el juego en todo
momento para evitar una confusión de pelotas, a menos que sea
aprobado por los jueces. Regla número cinco: P.O.R.N.O se termina
cuando el otro jugador o jugadores digan que se acabó. Si no, alguien
se quedará sosteniendo pelotas inútiles.
Sí, algunas veces actúo como un chico de doce años. No me
juzgues.
—Entonces ¿qué significa exactamente P.O.R.N.O y cómo llego a
entrar en esta acción? —preguntó Carter con un meneo de sus cejas.
—Bueno, el título oficial es Pong Organization Rules and Notices 5.
Pero algunas veces lo acortamos a “lanzar mierda el uno al otro”.
Francamente, no estoy segura de que puedas manejar el P.O.R.N.O,
Carter. Es un juego intenso de habilidad, determinación y astucia —le
expliqué con una sonrisa mientras tomaba la pelota de su mano, me
giré rápidamente y la lancé a través de la barra para golpear a T.J
directamente en el culo mientras limpiaba una de las mesas.
—Jodida perra —gritó T.J.
—Es todo sobre ser talentoso con tus manos —dije mientras me
giraba para mirar a Carter.
122 No tenía absolutamente ninguna idea de dónde venía esta
audacia. Me sentía como si canalizara a Liz.
—No te preocupes, Claire, soy muy bueno con mis manos. Tengo
el presentimiento que sería excelente en el P.O.R.N.O. Todo es cuestión
de cómo dobles tus dedos y el ritmo que uses… cuando lanzas la
pelota. Algunas veces tienes que hacerlo lento y gentil, y algunas veces
tienes que hacerlo duro y rápido.
Dulce bebé de las insinuaciones, Batman.
—¿A qué hora acabas?
En cerca de diez segundos.
—No hasta la una. Tengo que cerrar esta noche —le dije mientras
apretaba mis muslos y pensaba en sus dedos acariciando y
presionando duro y rápido y gentil y… ¡joder!
—¿Puedo esperar aquí mientras trabajas? Puedo ayudarte a
cerrar y podemos hablar… o lo que sea —dijo mientras miraba mis
labios.
¡SÍ! ¡Santa madre de los degenerados del SÍ! Sí, sí, ¡joder sí!
—Sí, como sea —dije con un encogimiento de hombros mientras
me alejaba para abastecer el congelador de cerveza y pegar mi
vagina ahí para enfriarla.

5
En español: Reglas y avisos para la organización del Pong.
13
Muslos temblando
Traducido por Melusanti, Mel Cipriano & Moni
Corregido por Alaska Young

123
Por el siguiente par de horas, miré el culo de Claire… eh, quiero
decir, la observé trabajar y conversé con ella cuando tenía unos
segundos.
También me convertí en un orgulloso miembro del equipo
P.O.R.N.O cuando me las arreglé para tirar una pelota de ping pong
que rebotó en la cabeza de T.J. y golpeó a Claire en las tetas. Se habló
de hacerme el capitán del equipo después de eso. Claire me dijo que
sabía muy bien cómo manejar mis bolas, y comencé a preguntarme si
me convertía en más que un pequeño pervertido por el hecho de que
me encendí cuando dijo “bolas”.
Me pregunto, ¿qué haría falta para que diga “polla”?
En ese momento T.J. caminaba por ahí, desatando su delantal y
guardándolo debajo de la barra. Probablemente debería haber sentido
un poco de celos por el hecho de que era un hombre bien parecido y
llegaba a estar muy cerca de Claire todo el tiempo, pero verlos
interactuar sólo me hizo reír. Eran como hermanos con la manera en
que se empujaban, lanzaban insultos de ida y vuelta, y parloteaban con
cualquiera que quisiera escucharlos. Como resultado de ello, decidí que
me gustaba T.J. y no tenía que matarlo.
—Oye, T.J., hazme un favor. Consigue que Claire diga “polla” y te
daré veinte dólares.
—Trato —dijo automáticamente antes de alejarse de mí.
Todos los clientes se habían ido, Claire acababa de girar el cartel
de “cerrado” y estaba en el proceso de regresar de la puerta principal.
—Oye, Claire, ¿recuerdas cuándo vino un tipo aquí hace unos
meses, golpeó tu culo y te llamó “Linda Claire”? ¿Cómo fue que lo
llamaste?
—Un chupa pollas —respondió distraídamente mientras llegaba
detrás de la barra y comenzaba a organizar las botellas.
Con una sonrisa soñadora en mi cara, deslicé un billete de veinte
a través de la barra hacia T.J. y él se alejó. Esta iba a ser una hermosa
amistad. Si él pudiera conseguir que llegara a decir “fóllame duro,
Carter” podría comprarle un pony.
T.J. se despidió y salió por la puerta mientras Claire terminó de
incorporarse. Después de unos minutos, dobló la esquina de la barra y se
sentó en un taburete a mi lado.
—Te ves cansada —le dije mientras ella descansaba su barbilla en
la mano y dejaba escapar un suspiro.
—¿Es una linda manera de decirme que me veo como una
mierda? —bromeó.
—Por supuesto que no. Si lucieras como la mierda, te lo diría.
124 También te diría si los vaqueros que usas hacen que tu culo se vea
grande, si algo que cocinaste sabía cómo si viniera de la suela de mi
zapato o si una broma que hiciste no era divertida en absoluto.
—Guau, eso es muy amable de tu parte —dijo con una risa.
—Es lo que hago.
Nos sentamos allí durante varios minutos, mirándonos. Nada de
esto parecía real todavía. No podía creer que estuviera aquí sentada
frente a mí. No podía creer que todavía era tan notable, divertida y
hermosa, y no podía creer que tuviera un hijo. Mi hijo.
—De alguna manera me sorprendes, ¿lo sabías? —le dije,
rompiendo el silencio.
Vi el rubor iluminar sus mejillas y miró hacia otro lado, con la
mirada fija en una servilleta para bebida que comenzó a triturar.
—No soy tan buena, créeme.
Sacudí la cabeza con incredulidad de como claramente no se
veía a sí misma muy bien.
—¿Estás bromeando? Te enganchaste con un perdedor total en
la noche de una fiesta universitaria, quedaste embarazada, tuviste que
renunciar a tus sueños y abandonar la escuela, trabajaste hasta tu culo,
criaste a un niño increíble y ahora vas a abrir tu propio negocio. Si eso
no es increíble, no sé lo que lo es.
Siguió rasgando la servilleta a un ritmo aún más rápido, mientras
yo continuaba.
—Eres fuerte, segura, hermosa y haces que todo parezca tan
condenadamente fácil. Estoy muy agradecido de haberte encontrado
de nuevo. Siempre estaré en deuda contigo por el cuidado de… de
nuestro hijo. Has hecho un trabajo increíble con él y eres tan generosa
que estoy atemorizado.
Uf, lo dije. Mi hijo. Gavin es mi hijo. Por raro que parezca, no me
dan ganas de arrojarme en un clavo oxidado.
Sin embargo, ella todavía no me miraba, y comenzaba a
ponerme nervioso. Me sentí muy mal por la servilleta para bebida que
ahora parecía un pequeño montón de nieve. Me acerqué y puse mi
mano sobre la suya para hacer que parara de juguetear con el
desorden.
—Oye, ¿qué está mal? —le pregunté.
Por fin volvió el rostro hacia el mío y no voy a mentir, me asusté
mucho al ver lágrimas en sus ojos. No quería hacerla llorar. En absoluto.
Si me pedía ponerme en el fuego ahora mismo, lo haría para no tener
que verla llorar.
125 —Gavin es maravilloso. Es inteligente y perfecto, es gracioso y es
el mejor niño del mundo. Tiene sus momentos, pero está muy bien
educado y es simplemente perfecto. ¡Perfecto! Cada persona que lo
conoce, lo adora y a cada segundo amo ser su madre… —se fue
apagando.
Sabía que recubría de azúcar las cosas. Si decía la palabra
“perfecto” una vez más iba a empezar a llorar yo. No quería la versión
suavizada. Quería saber todo, todo lo que me perdí. Lo bueno, lo malo y
lo feo. Su pie golpeaba nerviosamente el peldaño del taburete de la
barra, y se veía como si estuviera a punto de explotar. Sabía que con
todo lo que pasaba en este momento, tenía que estar bajo mucho
estrés. Era una madre soltera con un montón en el plato y sabía a
ciencia cierta que Gavin no era impecable. ¿Qué niño lo era? Pero ella
definitivamente quería que lo creyera. ¿De verdad le asustaba que
cambiara de opinión si conocía los horrores de ser padre? Siempre
había querido tener hijos algún día. Era uno de los mayores problemas
entre Tasha y yo. Sabía que no era todo arco iris y gatitos. Sabía que
podía absorberte la vida y hacerte perder la cordura.
—Está bien si quieres quejarte. Sólo puedo imaginar cuán difícil es
para ti.
—Amo a Gavin —repitió con convicción.
Me reí un poco de cómo se veía entrando en pánico.
—Nadie lo cuestiona. Pero no tienes que actuar como si tuvieras
todo bajo control el cien por ciento de las veces. No voy a pensar mal
de ti o Gavin si necesitas desahogarte, créeme. Quiero saberlo todo. No
mentí cuando te lo dije.
Ella se ablandó un poco. La servilleta finalmente quedó libre de su
abuso y su pie ya no golpeaba locamente. Sin embargo, todavía me
miraba con cautela. Sabía de una manera que podría conseguir que se
calmara y se abriera. Me puse de pie y me incliné sobre la parte superior
de la barra, estirando los brazos lo más lejos que pude, y envolviendo mi
mano alrededor de lo que necesitaba.
Me senté, agarré un vaso que descansaba boca abajo sobre la
barra y lo llené con Three Olive Vodka de uva, que ahora sabía que era
su favorito. Dejé la botella en la barra y la deslicé fuera del camino.
—Sé sincera —le dije mientras empujaba el vaso frente a ella.
Se mordió el labio, miró el vaso y luego a mí. Era como un libro
abierto y pude ver todas las emociones conflictivas mientras corrían por
su rostro hasta que finalmente lo dejó ir.
—¡AmoaGavinhastalamuerteperomevuelvemalditamenteloca! —
dijo lo más rápido que pudo y cerró la boca de inmediato.

126 —Toma un trago —le dije, señalando el vaso en estímulo.


Sin dudarlo, agarró el vaso y se inclinó hacia atrás, golpeándolo
en la barra cuando terminó.
—Sigue adelante —le dije mientras me inclinaba más cerca de
ella y le servía más vodka en el vaso.
—La primera vez que dijo “mami”, mi corazón se derritió por
completo. Pero ese niño nunca se calla. Nunca. Incluso habla en sus
sueños. Una vez, cuando íbamos en auto, iba hablando sin cesar sobre
las ovejas, papas a la francesa, su salchicha y la cortadora de césped,
paré el coche en medio de la calle y salí. Cuando caminé alrededor del
auto y regresé, seguía hablando, preguntándome si las cortadoras de
césped tienen salchichas. Nunca. Para. De. Hablar.
—Toma un trago —le dije de nuevo con una sonrisa.
Se lo bebió, golpeando el vaso delante de mí esta vez, así podría
volver a llenarlo. Lo hice, empujándolo hacia ella.
—Gané veinticinco kilos cuando estaba embarazada. ¿Tienes
alguna idea de lo que se siente mirar hacia abajo y no ser capaz de ver
tu vagina?
—Uh, no —murmuré.
—Mi culo tenía su propio código postal.
—Si te hace sentir mejor, es un culo increíble.
—Gracias.
Le serví otro y ni siquiera tuve que pedir que lo bebiera.
—Sus abrazos son la cura mágica para todo. Pero ¿tienes alguna
idea de lo mucho que caga, vomita y llora un bebé? Él vomitaba como
proyectil cada botella que bebía. Beber, eructar, escupir. Enjabonar,
enjuagar, repetir.
El trago desapareció.
—No pudo dormir toda la noche hasta que tuvo tres años y
medio. Me harté tanto que le dije que Shasta el Monstruo del Sueño
vivía debajo de su cama y mordería sus pies si salía de ella en medio de
la noche por algo que no fuera que la casa estuviera en llamas.
Echó la cabeza hacia atrás y terminó otro trago.
—No puedo creer que no me odies ahora mismo —dijo.
—¿Por qué te odiaría?
—Porque básicamente te usé por sexo y nunca te hablé de nuevo
—explicó.
—Cariño, de donde vengo, eso es como Navidad para un
hombre —le dije con una sonrisa, tratando de aligerar su humor—.
127 Debería ser el único en pedirte disculpas. —Acerqué mi mano y giré su
rostro hacia mí.
Dios, era tan hermosa. Y yo era un completo idiota por querer
tomar ventaja de que estuviera un poco achispada. Pero, joder,
necesitaba besarla. He esperado cinco años para probarla de nuevo.
Inclinó su cabeza para poder rozar su mejilla contra la palma de mi
mano, y casi olvido lo que había estado tratando de decirle.
—Lo acepto, los dos estábamos bastante fuera de sí esa noche,
pero si hubiera sabido que nunca habías… que tú… que yo era el
primero, habría hecho un montón de cosas diferentes —admití.
Como mirar tu cuerpo desnudo y memorizar cada centímetro de
él, arremolinar mi lengua alrededor de tus pezones y chuparlos dentro
de mi boca hasta que gimieras mi nombre. Probaría tu piel y hundiría mi
cara entre tus piernas y haría que te vinieras tan fuerte que olvidarías tu
nombre.
—Santa mierda —murmuró, con una mirada vidriosa en su rostro.
Acabo de decir todo eso en voz alta, ¿no?
Se sentó allí, mirándome con la boca abierta, y me preocupé de
que lo jodiera regiamente. Era demasiado pronto para que yo hablara
de su vagina y lo mucho que quería llegar a ser su Mejor Amigo por
Siempre. Claro, he pasado los últimos cinco años glorificando cada
cosa que podía recodar de ella, y durante la semana pasada me
preocupaba de que tal vez mis recuerdos eran mejores que la realidad,
pero eso fue una estupidez. Era tan increíble sentada aquí, frente a mí,
como lo fue en mis sueños, y necesitaba que lo supiera. Abrí la boca,
pero antes de que pudiera pronunciar las palabras, saltó del taburete,
murmurando algo sobre una reserva de cervezas en el refrigerador en la
parte de atrás. Pasó junto a mí y me quedé sentado en el taburete con
una botella de vodka y el olor a chocolate flotando en el aire.

***
Oh Dios mío. Oh santa mierda.
Era una maldita cobarde. Huí de él tan rápido como pude y
ahora me encontraba en el cuarto de almacenamiento pretendiendo
guardar la cerveza.
Probaría tu piel y hundiría mi cara entre tus piernas y haría que te
vinieras tan fuerte que olvidarías tu nombre.
Jesucristo en una galleta. No tenía experiencia con esta mierda.
Quería montarme a su pierna tan pronto como esas palabras salieron
de su boca. Claramente no las quería decir en voz alta, teniendo la
expresión de sorpresa en su rostro.

128 —¡Mierda! —murmuré en voz alta, golpeando una caja vacía de


cerveza.
Excepto que no estaba vacía y mi puño se conectó con latas
llenas de cerveza.
—¡Hijo de una maldita puta! —maldije mientras sacudía mi mano
magullada, pateando con el pie y conectándolo con una botella de
tequila que fue rodando por el suelo.
—Espero que este abuso de alcohol no sea por algo que dije.
Me di la vuelta para encontrar a Carter apoyado contra el marco
de la puerta. ¿Por qué siempre tenía que ser testigo de mi estupidez
mortificante?
—Quiero decir, en serio, ¿qué te ha hecho esa botella de tequila?
—me preguntó mientras comenzaba a caminar hacia mí.
—¿Quieres decir, a parte del hecho de perjudicar mi juicio por lo
que perdí mi virginidad con un chico realmente sexy que conocí en una
fiesta universitaria, quedé embarazada y nunca supe el nombre del
chico porque soy una completa y total perra y ahora que está aquí,
siento que estoy tan fuera de mi liga cuando está cerca porque tengo
cero experiencia con esta mierda? —divagué.
Carter se detuvo frente a mí y me dio una sonrisa torcida.
—¿Crees que soy sexy?
Rodé los ojos ante su intento de aligerar el ambiente y
completamente tapar mi admisión nerviosa.
—Sabes, tienes toda la razón. Ese tequila es un verdadero idiota.
Adelante, patéalo hasta la mierda. Podrías también acabar con la
cerveza. La vi mirándote gracioso.
Me reí ante lo ridículo de esta conversación. No estaba ebria pero
estaba placenteramente tomada por nuestro juego de antes de
Verdad o Verdad como para ser capaz de ver el humor en esta
situación. Cuando dejé de reír, él extendió la mano y apartó un mechón
de cabello de mi mejilla que había escapado de mi cola de caballo y
eso me recordó mucho a la noche que nos conocimos y dejé escapar
un pequeño suspiro.
—Vamos a dejar algo claro. No eres una perra. No te culpo por
nada de lo que hiciste. No te voy a mentir y decir que no apestó
totalmente despertar a la mañana siguiente y no tenerte allí conmigo y
luego pasar cinco años preguntándome si te había imaginado. Pero
nunca pensaría que eras una perra por hacer lo que hiciste —dijo
mientras se acercaba un poco más—. No te mentí cuando dije que
habría hecho las cosas muy diferentes contigo esa noche —dijo en voz
baja mientras se movía tan cerca de mí que nuestros pechos y muslos se
tocaban. Tragué cuando levantó la mano y la puso en mi cadera.
—Te habría besado más —dijo, inclinándose y colocando un
129
suave beso en la esquina de mi boca.
—Habría sostenido tu cuerpo contra el mío por más tiempo así
podría sentir cada centímetro de ti —susurró contra mi mejilla mientras
envolvía el brazo alrededor de mi cintura y me jalaba con fuerza hacia
él.
La mano que descansaba en mi cadera se deslizó hacia arriba
por el costado de mi cuerpo. Rozó mis costillas y contra el lado de mis
pechos hasta que su palma estuvo encima de mi corazón.
—Te habría tocado por todas partes y habría tomado el tiempo
de sentir el latido de tu corazón contra mi mano.
Lamí mis labios y traté de controlar mi respiración. Dios, me
encantaba su olor, la manera en que hablaba y sus manos en mí.
¿Cómo he vivido por tanto tiempo sin estas cosas?
—Más que todo, nunca habría tomado ni siquiera un sorbo de
alcohol esa noche, para que cada momento contigo hubiera sido
grabado en mi memoria y que el recuerdo de cómo se sentía tu piel
contra mis manos estuviera tan claro como el agua.
Estaba segura de que él podía escuchar los latidos de mi corazón
haciendo eco a través del cuarto. Sabía que podía sentir lo rápido que
latía con cada palabra que decía.
—Mierda, Claire —murmuró—. Sólo estar cerca de ti me vuelve
loco.
Dobló las rodillas ligeramente y luego empujó contra mí para que
pudiera sentir exactamente de lo que hablaba. Mis manos volaron
hasta sus hombros en un esfuerzo por sostenerme y acercarlo más. Una
de mis piernas automáticamente se levantó para envolverse alrededor
de su cintura y traerlo más cerca de mí. Sus labios fueron hasta mi
cuello, y estoy muy segura de que gemí. Cuando volvió hasta mi oreja,
susurró—: Si esto es demasiado, muy pronto, sólo dime que me detenga
y lo haré.
¿Era muy pronto? ¿Actuaba como una puta completa justo
ahora frotándome sobre él? Era una madre por el amor de Dios.
Una madre que nunca se había acostado apropiadamente y que
estaba excitada como la mierda.
—Si te detienes, asesinaré directamente a tu culo —susurré
mientras sus labios se abrieron paso hacia los míos y se conectaron.
Nuestras bocas apenas habían chocado cuando sentí su lengua
empujando suavemente más allá de mis labios. Deslicé mi lengua
contra la suya, y gimió en mi boca, empujando sus caderas más duro
contra mí. Tenía una sensación de hormigueo por todas partes como en
una novela romántica y cursi. Mis pechos palpitaban y mis muslos se
estremecían.
130 ¡TENÍA MUSLOS QUE SE ESTREMECÍAN!
Sentí como si fuera a explotar si no me tocaba. Quería tanto que
me tocara que casi dolía. Soy tan mala en hablar sucio. Sólo la idea de
decir “toca mi coño” me hacía querer abochornarme. Podía tratar
“deja que tus dedos hagan la caminata”. O tal vez “pon tus huellas
digitales en mis chuletas.”
¡Concéntrate, Claire!
Oh Dios mío, su lengua era mágica. ¿Dónde diablos aprendió a
besar? Apuesto a que su papá le enseñó.
Espera no. Eso sonó asqueroso.
Jesús, me convertía en un charco de baba al igual que mi ropa
interior.
¡TOCA MI VAGINA!
Si gritaba en mi cabeza, tal vez se daría cuenta. Su lengua rodeó
la mía y su mano fue hacia mi trasero para deslizarme hacia arriba y
abajo en contra de su dureza.
¡PON TU MANO EN MI VAGINA!
Mi pierna se deslizó hacia abajo por su cadera y la sensación de
la mezclilla áspera de sus vaqueros contra mi muslo desnudo me hizo
gemir. Nos llevó hacia atrás y me empujó contra la pared del cuarto de
almacenamiento, profundizando el beso y haciéndolo más lento al
mismo tiempo. Mis manos agarraban el cabello de su nuca tan fuerte
que creo que arranqué algunos desde la raíz.
Su mano que tocaba mi culo, se alejó y casi grité con frustración
hasta que lo sentí deslizarse alrededor de la parte delantera de mi muslo
y lentamente se acercó hacia el dobladillo de mis pantalones cortos.
¡OH DIOS MÍO, VA A TOCAR MI VAGINA!
¿Recordé ponerme ropa interior sexy y no pantaletas de periodo?
Ya sabes de lo que hablo. Las enormes pantaletas de abuelita que sólo
usas cuando la marea carmesí está fluyendo. Las que nunca permites
que vean un hombre o bestia.
Rompió el beso mientras sus dedos se colaron por debajo de la
pierna de mis pantalones cortos y… Oh gracias niñito Jesús y los
sabelotodo, recordé que me puse una tanga de Victoria’s Secret
cuando me vestí temprano.
—Sé que esto no compensa la mierda de esa noche, pero quiero
hacerte sentir bien, Claire. ¿Puedo tocarte? —preguntó suavemente
contra mis labios mientras me miraba a los ojos.
¿No podía sentir mis muslos palpitantes y mis gritos cerebrales?
¡Necesito tus dedos dentro de mí!

131 Síp, lo adivinaste.


—Mierda. Esa es la cosa más caliente que he escuchado.
No tuve tiempo para estar mortificada de que lo había dicho en
voz alta. Él hacía lo que le pedí y su mano se deslizó hasta el borde de
mis pantalones hasta que sus dedos se deslizaron por la parte delantera
de mi ropa interior.
—Mierda —murmuré y tiré de mis caderas contra su mano.
Nunca nadie me había tocado así. Pensaba que ser tocada era
todo lo mismo, y llevado por los mismos sentimientos, tanto si era un
hombre o yo misma yendo a tientas por allí.
Evidentemente me equivocaba.
Los dedos de Carter moviéndose arriba y abajo, muy lentamente
contra el trozo delgado de satén, me dieron ganas de gritar como loca
de placer.
—Puedo sentir lo mojada que estás —susurró mientras sus dedos se
movían a un lado y jugaban con el borde de mi ropa interior.
Siempre me sonrojaba cuando escuchaba a otras personas
hablar sucio, y me avergonzaba por ellos y las cosas raras que salían de
sus bocas. Quiero decir, realmente, ¿podían oírse? Era cursi y todo
“fóllame más duro” y “Oh, estás tan apretada, nena”. ¿Quién decía esa
basura? Obviamente, me había estado perdiendo a Carter hablando
sucio. Era caliente. Y no quería que se detuviera. Podía hablar toda la
noche acerca de cuán apretada, húmeda y jodidamente fantástica
era. Colocó varios besos pequeños en mis labios mientras se tomaba un
dulce tiempo trabajando con sus dedos debajo de mi ropa interior.
Utilizando el dorso de su mano, empujó la pierna de mis pantalones
cortos, abriéndolas para darse mejor acceso. Contuve la respiración y
traté de no pensar en el hecho de que un chico nunca me había
tocado de esa manera. Era muy triste, la verdad. Y aún más deprimente
era el hecho de que sentía lástima por mí misma cuando sus dedos se
preparaban para ir a darse un baño en la Y.
Rompí la fiesta de compasión cuando sentí dos de sus dedos
entrando en contacto con mi piel desnuda, mojada.
—Oh, Dios mío —murmuré, dejando caer la cabeza contra la
pared con un ruido sordo.
Sí, mucho mejor que mis propios dedos. Mis propios dedos ahora
iban a sentirse como las manos de Sinbad en la película “Houseguest”,
cuando se pone el polvo blanco derivado de la cocaína y quedan
sueltos como peces muertos, golpeando a la mesa. Sus dedos eran lisos
y suaves, y santa mierda, me tocaban y sentían lo mucho que quería
esto y el hecho de que Liz me obligaba a depilarme regularmente.
Nota mental: pedirle perdón a Liz por llamarla Sádica Perra
Vagina cada vez que hacía una cita de depilación brasileña para mí.
132 Debido a su dedicación por mi “amiguita”, Carter no tuvo que
descubrir un ñu en mis pantalones en esos momentos, y dejar de hacer
lo que hacía para ir en busca de una podadora.
Él se abalanzó, colocó un beso con la boca abierta en mi cuello y
empujó lentamente un dedo dentro de mí, dejando que el pulgar se
apoyara contra mi clítoris mientras me daba tiempo para adaptarme a
lo que hacía.
Mantuvo el dedo inmóvil dentro de mí, me agarró más fuerte en la
nuca y empujó las caderas hacia delante, haciendo que el dedo vaya
más profundo y su pulgar se deslizara contra mí.
Eso fue demasiado, y a la vez no lo suficiente. Sentí que iba a
terminar mucho antes de lo que quería que terminara, porque la forma
en que movía sus dedos era puro genio. Y eso era sorprendente en sí
mismo. Siempre había necesitado un carrete lleno de películas porno en
mi mente para poder acabar. Ahora, no podía pensar en otra cosa que
lo que me hacía en ese momento. Vecinos Traviesos, Madres Sexys y
Alocadas, ninguna de ellas era necesaria.
Empezó a empujar y a tirar con el dedo dentro y fuera de mí,
poco a poco, e hizo una maniobra gloriosa donde curvó el dedo antes
de empezar a sacarlo, haciéndome querer jadear como un perro y
lamer un lado de su cara. Sus labios y su lengua encontraron cada
centímetro de mi cuello, y su pulgar hizo círculos más rápido hasta que
balanceé mis caderas contra su mano casi con fuerza.
Gemía y gemía, y no tenía tiempo de estar avergonzada porque
sonaba como una puta sucia o de que hubiera un verdadero hombre
vivo realmente tocando mi vagina, porque me encontraba de verdad
a un segundo de explotar.
De verdad.
Sacó su dedo de mí, y utilizó las yemas para rodear mi clítoris
hasta que me vine contra su mano.
—¡Ohhh, oh, Dios! ¡Joder! ¡Carter!
Sus dedos no se detuvieron y se tragó mis gritos con su boca
mientras me empujaba contra su mano, sin querer dejar ese
sentimiento. Hice todo tipo de ruidos en su boca mientras seguía
besándome, y saqué cada pizca de mi orgasmo hasta que mis piernas
temblaron y apenas podía mantenerme de pie. Cuando dejé de mover
mis caderas, y lo último de mi liberación se desvaneció, él sacó su mano
de mis pantalones cortos y envolvió el brazo alrededor de mí,
besándome lentamente, dejando que su lengua se deslizara
perezosamente contra la mía. No sabía cuánto tiempo nos
quedaríamos allí en el almacén, envueltos en los brazos del otro,
besándonos. Me podría haber pasado horas besándolo y nunca tomar
aire.
133
Finalmente nos detuvimos, nuestras bocas se separaron y nos
quedamos mirando el uno al otro.
—Fue lo más caliente que he visto en mi vida. Debería haberlo
hecho hace cinco años —dijo Carter con una sonrisa.
—Bebé, si hubieras hecho eso hace cinco años, habría esposado
tu brazo a mi vagina y te hubiera obligado a hacerlo todos los días.
Carter se echó a reír y luego su rostro se puso serio de inmediato.
—Claire, tengo que preguntarte algo. Y es muy importante.
Oh, Dios mío, iba a pedirme tener un trío. O a decirme que en
realidad era de Canadá, que necesitaba una tarjeta verde, y que esa
era la única razón por la que se encontraba aquí. Oh mierda, ¿y si no le
gustaba mi vagina? ¿Qué si se sentía rara? Me he sentido cerca de eso
a menudo. Mi ginecólogo nunca se quejó. De hecho, me dijo que tenía
un muy buen útero. ¿Por qué demonios a Carter no le gustaba mi
vagina? Mierda, ¿y si era dendrófilo y le gusta tener sexo con los
árboles?
—Me gustaría pasar algún tiempo con Gavin.
Sabía que iba a decir eso.
—Está bien si no te sientes cómoda con que esté a solas con él
por el momento, ya que realmente no me conoces. Pero me gustaría
verlo.
No pude detener la sonrisa que se hizo cargo de mi cara. No sólo
sus dedos se merecen un premio importante, como una lámpara de pie,
o un monumento nacional erigido en su nombre (¡je, je, erigido!), él en
realidad había tomado la iniciativa y me pidió pasar tiempo con Gavin,
incluso después de ser golpeado en las nueces y amenazado con la
señal visual de dos dedos.
Gavin finalmente iba a estar cerca de un hombre que no fuera mi
padre o Jim.
Y yo podría tener pronto a Carter de puntillas en mis tulipanes.

134
14
Capitán Narcolepsia
Traducido por Moni, Andreani & Lunnanotte
Corregido por Sofía Belikov

135
—Entonces, lo que me dices es que nuestra pequeña Claire tiene
un coño limpio, una vagina asiática, una cartera lisa para tu salchicha,
un coño sin pelo —gritó Drew sobre el ruido de la línea de montaje.
—Guau, estoy arrepentido de haberte dicho algo sobre anoche
—le grité.
Alcancé sobre mí el taladro hidráulico conectado al equipo de
perforación en el techo y lo tiré para sujetar la puerta del auto al cuerpo
del vehículo. Tenía tres minutos antes de que el siguiente auto bajara a
la línea y tener que lidiar con Drew siendo un idiota, iba a hacerme
arruinar todo y forzar la línea a cerrarse.
Eso y el hecho de que no podía dejar de pensar en lo que había
pasado con Claire y yo anoche en el cuarto detrás de la barra. Dulce
Jesús, era hermosa cuando se vino. Y los pequeños sonidos que hacía…
mierda, sólo pensar en ellos hacían que Carter Junior se levantara y
comenzara a rogar por ella. Espero que no piense que las cosas iban
muy rápido porque de verdad quería una repetición. Y ni siquiera me
importaba no venirme. Mirarla y sentirla venirse en mis manos era
suficiente satisfacción para mí.
—Amigo, sabes que tu secreto está a salvo conmigo. Nunca le
diré a un alma que llegaste a tercera base con la mami de tu bebé
anoche y que Chewbacca no vive en su ropa interior. Al menos ya no
tengo que preocuparme por ti.
Apagué el taladro y miré a través del auto a Drew, que montaba
la manija de la puerta delantera.
—¿Por qué estabas preocupado por mí?
—Ah, hermano, vamos. Estaban a un paso de enjabonar tu pene
con ganache6 de chocolate y tratar de darte una mamada —dijo.
—¿Acabas de decir ganache?

6 Ganache es la preparación base de las trufas de chocolate.


Drew se encogió de hombros. —Sí. Jenny ahora me hace ver la
cadena de comida todo el tiempo. Desde que comenzó a diseñar los
volantes para Claire, ha decidido que quiere aprender a cocinar. Pasó
veinte minutos el otro día buscando una receta en línea para glaseado
hecho con azúcar confederada.
La risa burbujeó de mí y volví a trabajar en el auto.
—¿Le dijiste que tratara de buscar en el Sur Profundo por ese
azúcar? También podrías advertirle sobre el Azúcar Rebelde —me reí.
—Vamos, hombre. No seas un idiota. No tuve el corazón para
decirle que se llama azúcar glasé.
Nop, no voy a tocar eso.

136 —Entonces, ¿Jenny y tú van a ir donde Claire esta noche? —


pregunté, cambiando el tema.
Claire definitivamente estuvo de acuerdo con dejarme ver a
Gavin. Se le ocurrió que comenzar en grupo sería la mejor manera así
que invitó a todos a su casa esta noche a cenar.
—No me lo perdería por nada del mundo. Incluso conseguí una
nueva camiseta para la ocasión —dijo Drew con una sonrisa.

***

A las seis en punto llamé a la puerta de Claire. Escuché pasos


golpeando contra el suelo y de repente la puerta se abrió de golpe.
Miré al pequeño hombrecito que se encontraba de pie allí,
mirándome y no pude evitar sonreír. Jesús, se parecía mucho a Claire.
Pero sus ojos… guau, eran exactamente los mismos que los míos.
—Hola, Gavin —le dije mientras saqué un regalo envuelto por
detrás de mi espalda y se lo di—. Te traje esto.
Gavin me lo arrebató de la mano, se dio la vuelta y salió
corriendo lejos de la puerta, gritándole a Claire.
—¡MAMAAAÁ! ¡Ese tipo me compró aldo!
Me reí y entré a la casa, cerrando la puerta detrás de mí.
Claire vivía en una casa de un solo piso, tipo casa originaria de
Inglaterra, y lo primero que noté cuando entré a la sala de estar fue
cuán hogareña era. Había velas encendidas en la mesa de café y un
manto sobre la chimenea y el olor de la cena viniendo de la cocina era
muy apetitoso. Caminé alrededor de la habitación mirando todas las
fotos que tenía en prácticamente cada superficie: fotos de cuando era
pequeña, fotos con su papá, fotos de sus amigos y de Gavin. Mi
corazón se encogió cuando vi una foto de Claire, su vientre redondo
con nuestro hijo. Se veía tan joven. Levanté la foto del manto para mirar
mejor. Así era como lucía cuando la conocí, menos el vientre de
embarazada. Ver esta foto me puso triste y enojado, no con ella. Nunca
podría estar enojado con ella por nada. Los dos éramos jóvenes y
estúpidos y ninguno de los dos usó el cerebro esa noche. Me enojaba
haberme perdido eso. Me perdí ver su estómago crecer, me perdí la
posibilidad de poner mi mano sobre ella y sentirlo patear.
—¡Ay! —grité cuando sentí un pie conectarse con mi espinilla.
Miré hacia abajo para ver a Gavin mirándome. Tanto para
perderse en la sensación de su patada. Creo que mi espinilla recordará
eso por siempre.
—Oye, olvidadé tu nombre. ¿Puedo llamarte caca de perro?
137 Antes de que pudiera formular algún tipo de respuesta a esa
solicitud, escuché la voz de Claire detrás de mí.
—¡Gavin!
—¡No lo hice! —juró, con una mirada de pánico en su cara.
—Sí, claro —dijo ella sin expresión—. El nombre de este buen
hombre es Carter, ¿recuerdas? Deja de tratar de llamar a todo caca de
perro.
Me di la vuelta para encontrarla apoyada en el marco de la
puerta que conducía a la cocina, dándole una mirada de enojo a
Gavin.
—No te ofendas —dijo, volviendo su mirada hacia mí—. La
semana pasada, cada vez que le hacías una pregunta, él contestaba
“las vacas gordas estúpidas son estúpidas”, sin importar cuál era la
pregunta.
Me reí, agradecido de que toda la cosa de caca de perro no era
porque ya decidió odiarme. Claire se abrió paso a través de la
habitación hacia donde me encontraba y miró hacia la foto que seguía
en mi mano.
—Oh Dios mío, por favor no mires esa foto. Parece que tengo un
tumor gigante. Un tumor que me pateaba la vagina y me hacía
orinarme cuando estornudaba —dijo con un gruñido—. Te acabo de
decir que me orinaba en los pantalones, ¿no? —preguntó.
—Sí, algo así. Está bien, sólo le mandaré un mensaje de texto a
cuatro de mis contactos sobre ello en vez de mandárselo a mi agenda
entera.
De repente me di cuenta de que nos hallábamos cara a cara y
estaba lo suficientemente cerca para besarla. Me incliné hacia delante
para hacer justo eso, olvidándome completamente de que no
estábamos solos en la habitación.
—Ma-má, ¿puedo abrir mi regado ahora?
Nos detuvimos a unos centímetros de la boca del otro y bajamos
la mirada hacia al lado de nosotros.
Claire suspiró y se alejó de mí.
—Sí, puedes abrir tu regalo ahora —respondió.
Se dejó caer al piso justo donde había estado y comenzó a rasgar
el papel, pedazos de él volaban en todas direcciones.
—No tenías que darle nada —me dijo suavemente.
Me encogí de hombros. —No es gran cosa, es poco.
—Mamá, ¡Mira! Son crayones y marcadores y pintura y guau,
puedo colorear cosas y hacer dibujos —dijo Gavin, emocionado,
138
levantando todo para que Claire viera.
—Es genial, cariño. ¿Puedes ponerlos en el cuarto de mami, en mi
cama y luego jugamos con ellos?
—Pero quiero jugar ahora —se quejó Gavin, dejando caer la caja
de crayones a sus pies—. ¡Mierda!
—¡Gavin Allen! —gritó Claire.
Sabía que no debía reírme, así que desvié la mirada y comencé a
pensar en cachorros muertos y esa escena de “Field of Dreams”, donde
el personaje de Kevin Costner va a jugar con su papá. Dios, esa escena
me dominaba todo el tiempo.
—La siguiente mala palabra que salga de tu boca va a merecer
una nalgada, ¿me entiendes? Dile a Carter gracias por el regalo y ve a
tu habitación hasta que sea hora de la cena.
—Gracias, Carter —murmuró Gavin mientras caminaba por el
pasillo.
Cuando se fue, comencé a reír y Claire me golpeó en el brazo.
—Lo siento, pero fue muy divertido.
Rodó los ojos y caminó a la cocina, conmigo detrás de ella.
—Sí, es un vacilón. Vuelve a mí después de que estés en público
con él. Como, digamos, en la iglesia. Y cuando llega a una zona muy
tranquila y todo lo que se pueda escuchar sea la fuente en la parte
posterior de la iglesia y luego la voz de Gavin se escuche muy fuerte,
diciendo: “¡Mamá! ¡Oigo a Jesús orinando!” No es tan gracioso
entonces.
Miré hacia el mostrador detrás de ella y mi mandíbula cayó.
Cubriendo cada superficie disponible, había chocolate, galletas y
dulces —todo tipo imaginable.
—¿Estoy en el taller de Willy Wonka?
Ella se rió y abrió la tapa de una gran olla en la estufa y agitó el
contenido.
—Bueno, esta noche decidí hacerles mis conejillos de Indias. Y
Jenny va a tomar unas cuantas fotos de algunos de los artículos para
mis anuncios, ya que no tengo nada mejor que mi celular como
cámara.
Me quedé en un trance. Puede que tenga una debilidad leve por
los dulces.
—Santo infierno, ¿qué son todas esas cosas? —pregunté,
apuntando a una fila de chocolate blanco del tamaño de mi puño con
caramelo en la parte superior.
—Oh, son algo nuevo, con lo que estoy experimentando. Derretí
139 un tazón de chocolate blanco, agregué pretzels triturados y patatas
fritas y luego una vez solidificados, los rocío de caramelo en la parte
superior. Puede que haya exagerado con el tamaño. Ahora se llaman
Gotita.
Dulce María en el cielo. Quería pedirle a esta mujer que tuviera
mis bebés.
Oh, espera…
Sonó un golpe en la puerta principal y Claire me pidió que fuera a
abrir mientras ella ponía la mesa y terminaba.
Jenny y Drew fueron los siguientes en llegar. Mantuve la puerta
abierta para ellos y sacudí la cabeza hacia Drew mientras Jenny
entraba y se dirigía a la cocina para hablar con Claire.
—¿En serio, Drew? —le pregunté, mirando su camisa.
Había una foto de un niño pequeño disparando una pistola sobre
su cabeza. La camisa decía: “No golpees a los niños. No, en serio. Ahora
tienen armas”.
—¿Qué? Hoy en día, los niños son el diablo. Esta camiseta es un
servicio de anuncio para ti. Algún día me lo agradecerás. Entonces,
¿dónde está el pequeñín? ¿Necesita que le cambien su pañal o algo?
Tal vez puedo mostrarle mi coche o darle un poco de caramelo —dijo
mientras miraba a mí alrededor y frotaba sus manos.
—Tiene cuatro años, Drew. No usa pañales. Y tal vez quieras
bajarle a tu espeluznante actuación de secuestrador de quinta.
—Lo que sea. Llévame a tu semilla del demonio —dijo Drew.
Caminamos más allá de la cocina y asomé mi cabeza y le
pregunté a Claire si podíamos ir a la habitación de Gavin. Me dijo
dónde era, caminamos por el pasillo y lo encontré sentado en el suelo
en medio de su cuarto, chorreando un tubo de pasta de dientes en la
alfombra.
—Vaya, hola, niño grande. ¿Qué estás haciendo? —le pregunté
mientras rápidamente me acercaba a él y tomaba el tubo ahora vacío
de su mano.
Él simplemente se encogió de hombros. —No sé.
Mierda. ¿Qué hago? ¿Debo ir por Claire? Aunque no quería que
el niño pensara que soy un traidor. Se enfadaría conmigo por acusarlo.
Espera, yo era el adulto. No puedo dejar que pase sobre mí. Tenía que
hacerle saber quién era el jefe. Y justo ahora, no era Tony Danza.
—Estoy seguro de que no debes poner pasta de dientes en el
suelo, ¿cierto? —le pregunté.
—Eso es una pregunta tonta, Carter. Por supuesto que no debe
poner pasta de dientes en el suelo —dijo Drew seriamente.
140
Lo miré sobre el hombro y le di una mirada sucia.
—Lo sé. Estoy tratando de lograr que admita que lo que hizo
estaba mal —le dije entre dientes.
—Está bien, Dr. Phil. Estoy muy seguro de que sabe qué está mal,
de lo contrario, no lo habría hecho. Los niños son tontos. Todo el tiempo
hacen cosas que no deben porque pueden. Ser un adulto es una
mierda. No puedo salirme con la mía poniendo pasta de dientes en mi
suelo.
Era como tratar con dos niños.
—¿Por qué harías…? ¿Sabes qué? No importa —dije, volviéndome
hacia Gavin.
—Tu mamá no estará muy feliz contigo por hacer este lío. ¿Por
qué no me muestras donde están las toallas y lo limpiamos antes de que
lo vea?
Listo. No me odiará por acusarlo y aun así le hice saber que era
algo malo. Soy un padre maravilloso.
Obviamente a Gavin le emocionaba mucho limpiar si eso
significaba que no le diríamos a Claire lo que hizo. Brevemente me
pregunté si ella iba a averiguarlo y posiblemente cortar mi pene o
ahogarme mientras dormía. Y entonces, me pregunté si le dijera, ¿Gavin
me pegaría en las pelotas de nuevo o tal vez va por la garganta esta
vez? No sé si temer a mi hijo o a su madre.
Veinte minutos después, la alfombra se hallaba como nueva y
Drew y yo nos sentados estilo indio en el centro de la habitación de
Gavin, rogándole a todos los altos poderes que conocíamos, que las
chicas no entraran en la habitación en este mismo minuto.
Gavin decidió que debíamos jugar a los disfraces. Tratamos de
conseguir que jugara a algo varonil, como policías y ladrones, o
encender mierda en el fuego, cualquier cosa menos esto.
Desafortunadamente, no podías ganar una discusión con un niño de
cuatro años, sin importar lo mucho que trates. Ambos, Drew y yo,
estábamos actualmente vestidos como bebés, con chupetes en las
bocas y apretando a los animales de peluche. Nos puso a cada uno
estos gigantes sombreros de sol de Claire que se caían sobre nuestros
rostros. El de Drew era rosa y el mío blanco. Tracé la línea cuando quiso
ponerme unos de sus viejos pañales sin usar que encontró en un cajón
de su armario desde antes de que él entrenara para ir al baño.
—Oye, tío Drew, tengo un secreto que contarte —dijo Gavin.
Drew se sacó el chupete de la boca.
—Dámelo.
Gavin se inclinó junto a su oreja y le susurró lo suficientemente alto
141 para que yo pudiera oírlo.
—Hueles a carne y queso.
Gavin se alejó de la oreja de Drew y éste puso los ojos en blanco.
—Amigo, tu secreto apesta —dijo él.
—¡TÚ APESTAS!
—Chicos, la cena está lista, así que deberían…
Las palabras de Claire se cortaron cuando dobló la esquina de la
habitación y nos pilló. El abrupto detenimiento de sus pies causó que
Jenny, quien la había estado siguiendo muy de cerca, chocara contra
su espalda. Claire puso la mano sobre su boca para ocultar sus risitas. A
Jenny no podría haberle importado menos esconder su placer de la
situación. Se inclinó sobre la cintura mientras se mataba de risa y
señalaba.
—Oh mi Dios, que alguien me diga que tienen un cámara —dijo
Jenny entre risas.
—¿Quieres que lo escupa? Porque no me asusta ir allá —amenazó
Drew.
Nos arrancamos nuestra mierda de bebé mientras que las chicas
se reían y Gavin chocaba los cinco. Drew y yo nos quedamos de pie
mientras que Jenny levantaba a Gavin en sus brazos y le decía lo
impresionante que era y lo arrullaba por todas partes. Él devoró cada
palabra y juro que ese niño nos sonrió con suficiencia mientras ponía su
cabeza sobre el pecho de Jenny, el cual se encontraba actualmente
en plena exhibición debido a su remera escotada y su sostén de realce.
—Oh mi dios, estoy tan celoso de ese niño. Me gustaría estar
acunado en sus tetas. Acunado como un bebé —susurró Drew.
—¿Te oyes a ti mismo? —pregunté mientras todos salíamos de la
habitación de Gavin y caminábamos hacia el comedor, donde fuimos
recibidos por Liz y Jim que ya estaban sentados.
***

Después de una extremadamente deliciosa cena, donde sólo


hubo un mínimo de peleas entre los dos niños, y por niños me refiero a
Drew y Gavin, Claire comenzó a sacar bandeja tras bandeja de sus
dulces golosinas.
Ahora todo lo que podía pensar eran en las dulces golosinas de
Claire sobre una bandeja, sus deliciosas tetas sobre una bandeja de
plata. Me encantaría comerla de una bandeja. Quiero lamer sus globos.
—Carter, ¿quieres un poco?
142 —Joder, sí.
—Ahhh, Carter dijo la palabra t-o-d-e-r mamá —acusó Gavin.
Ups.
—¿Quién te enseñó a deletrear? —preguntó Drew con una sonrisa
burlona.
—Amigo, tengo cuatro —respondió Gavin.
Me excusé para ir al baño antes de que hiciera algo todavía más
vergonzoso. Me quedé allí, orinando y tratando de no pensar en Claire
estando desnuda en una bandeja, cuando la puerta del baño se abrió
repentinamente y Gavin entró.
—Oh, oye, Gavin —dije nerviosamente mientras trataba de girar
mi cuerpo de él sin tener que interrumpir el flujo—. Uh, estoy usando el
baño, amigo. ¿Puedes cerrar la puerta?
Hizo lo que le pedí, sin embargo, no salió de la habitación antes
de que cerrara la puerta. Ahora se encontraba encerrado en un
espacio pequeño y cerrado mientras yo trataba de hacer pis. Y ahora
miraba fijamente mi pene. Bien, esto no era para nada incómodo. —
Um, Gavin, ¿Puedes mirar a otra parte? Oh, oye, mira ese pato en la
bañera. Eso es bastante genial.
Seguía mirando. ¿Era algo con lo que debería estar preocupado?
—Guau, Carter, tienes una salchicha ENORME.
De pronto, que Gavin esté conmigo en el baño no parecía tan
malo. Si pudiera haber estado conmigo en el baño en octavo grado y
distribuido ese pequeño chisme para que lo escuchara Penny Frankles,
quizá no hubiera ido solo al baile de graduación de octavo grado.
Terminé de orinar, subí el cierre de mis pantalones y tiré de la
cadena, al mismo tiempo traté de no darme una palmada a mí mismo.
Sí, tenía una salchicha enorme. Puedes apostar tu dulce culo que era
así. Casi necesitaba una carretilla para llevarla a todas partes. Y como
lo dijo un niño, debe ser cierto.
Regresamos a la mesa y no podía quitar la sonrisa arrogante de mi
cara.
—¿De qué te ríes? ¿Tienes gases? —bromeó Drew.
—Oye, mami, Carter tiene una salchicha ENORME —dijo Gavin
con la boca llena de galletas, levantando las manos en el aire a casi un
metro de distancia, como cuando le dices a alguien lo grande que es el
pez que acabas de atrapar.
Claire rápidamente se estiró y bajó los brazos de Gavin mientras
todos los demás en la mesa se echaron a reír. Me senté de nuevo y
sonreí, tratando de mantener mi pene anaconda debajo de la mesa
143 para no asustar a nadie.
—Oye, tío Drew, ¿quieres escuchar un chiste sucio? —preguntó
Gavin, emocionado.
—No sé, ¿te golpearan por eso? —respondió Drew seriamente. Era
casi emocionante que a Drew le preocupara que Gavin se metiera
problemas.
—¡El cerdo se cayó en el lodo y caminó al otro lado de la calle a
la suciedad y luego subió al techo! —gritó Gavin, cayendo
inmediatamente en una ataque de risas por su “broma sucia”.
Todo el mundo se rió del intento de humor de Gavin —excepto
Drew.
—Amigo, eso no fue para nada gracioso —dijo Drew con una
cara seria.
—¿Quieres un pedazo de mí? —gritó Gavin, levantando su puñito
en el aire.
—Bien, suficiente. Gavin ve a ponerte tu pijama y voy enseguida
para leerte una historia —dijo Claire.
Gavin correteó de la silla, dando una última mirada amenazadora
a Drew antes de correr a su habitación. Cinco pares de ojos volvieron su
atención a Drew.
—¿Qué? —preguntó—. No fue divertido y no lo entendí.
—Está bien, Claire —dijo Liz, apartando su atención de Drew,
probablemente para que no sintiera la necesidad de estrangularlo—.
Tiempo del verdadero espectáculo. Cuéntanos que tienes aquí —dijo,
apuntando a todas las bandejas en la mesa.
Claire rodeó la mesa, señalando qué era cada artículo. Galletas
Snicker con relleno de chocolate, nueces cubiertas de chocolate en
forma de tortuga, bocadillos de chocolate y nueces, dulces de
mantequilla, papas fritas cubiertas con chocolate, Pretzels, frutos secos,
cacahuates, pasas, barras de aros inflados con miel, tocino y una
galleta llamada Cranberry Hootycreek, galleta horneada con relleno de
arándanos, que Drew insistió en llamar Hooterpeep.
Todo era increíble y creo que todos estábamos en un coma de
azúcar para el momento en que probamos todo. Jenny rodeó la mesa y
tomó unas cuantas fotos de todo para los anuncios antes de que
inhaláramos las cosas y Claire se sonrojó, una sombra brillante de color
rojo por todos los cumplidos que le lanzamos.
—Definitivamente conseguí algunas buenas fotos, Claire. Creo
que para la portada de los folletos deberíamos pacíficamente
centrarnos en las cosas cubiertas de chocolate —explicó Jenny.
—¿Quieres decir específicamente? —preguntó Jim.
144 —Eso es lo que dije —replicó ella—. Pacíficamente.
—Oye, Claire, ¿puedo ir contigo para meter a Gavin en la cama?
—pregunté, esperanzado de desviar la atención del extraño uso de
Jenny del idioma Inglés.
Su rostro se iluminó con mi pregunta, que al instante agradecí que
tuviera la previsión de preguntar.
Fuimos todos a limpiar la mesa del comedor y nos dirigimos a la
habitación de Gavin para encontrarlo dormido sobre su caja de
juguetes. Me reí tan pronto lo vi.
—No te rías —susurró ella con una sonrisa en su rostro—. Ese no es
el lugar más divertido en el que lo he visto dormirse. Tengo un álbum
completo de fotos dedicado a sus hábitos de dormir. Atrás del sofá
como un gato, sentado en la mesa del comedor, boca abajo en la
mesa del comedor, bajo el árbol de Navidad sobre un motón de
juguetes, en su armario, en el inodoro… lo que menciones, ha dormido
en ello. Es como un caballo. Prácticamente puede dormir de pie. Jim le
dio el nombre indio de Jefe “Dormirencualquierlugar” y Liz lo cambió
recientemente a Capitán Narcolepsia.
Ella se movió silenciosamente dentro de la habitación y alzó su
pequeño cuerpo fácilmente, dándole un beso a su cabeza mientras se
acercaba a su cama. Me apoyé en el marco de la puerta, tratando de
no ponerme demasiado sentimental y femenino sólo de ver lo dulce
que era verla cuidándolo. Lo cubrió con una manta, alisó su cabello y lo
besó de nuevo antes de darse la vuelta y caminar hacia mí.
—Así que, señor Ellis, ¿qué tan asustado está ahora por esta
mierda de crianza hogareña? —preguntó.
Había una sonrisa en su rostro mientras permanecía justo enfrente
de mí, pero podría decir que seguía allí para aparentar. Ella estaba muy
nerviosa por cómo manejaba todo esto. Miré por encima de su hombro
al pequeño niño que dormía profundamente en su cama y mi corazón
empezó a latir más rápido. Tuve una innegable urgencia de aferrarme a
él y nunca dejarlo ir, para protegerlo de cualquier cosa mala que
pudiera ponerse en su camino y para defenderlo de cosas que dan
miedo como el legendario asustador de niños, Boogey, y payasos.
Cállate, los payasos asustan como la mierda.
Volví a mirar a la increíble mujer de pie delante de mí y sabía que
sentía lo mismo por ella.
—No quiero que el hombre Boogey te atrape y odio a los payasos
—solté sin pensar.
Se echó a reír y palmeó mi mejilla en simpatía. Era horrible en esto.
No reaccionaba bien bajo presión. Me preocupaba por ella y Gavin y
quería que supiera que no iba a ninguna parte. ¿Cuán jodidamente
difícil era decir eso?
145
—Eso no es lo que quiero decir. Quiero decir, sí, odio a los payasos.
Son tontos y espeluznantes y hombres adultos no deberían llevar nunca
nada con lunares o zapatos gigantes.
¡Maldita sea, detén el vómito de palabras!
Antes de que pudiera abrir la boca y sacar un zapato gigante de
payaso, Claire tapó mi boca con su mano.
—Está bien si estás asustado. No te culparía, créeme. Esto es
mucho para asimilar —dijo suavemente—. Repentinamente vas de solo
y libre a una familia integrada.
Respiré hondo y traté de nuevo, levantando y quitando su mano
de mi boca, apoyándola completamente sobre mi pecho.
—Déjame comenzar diciendo que soy muy, muy malo en hacer
todas estas cosas “sensiblera y hablar sobre mis sentimientos”. Aunque si
le preguntas a Drew, seguramente no estaría de acuerdo puesto que
pasó cinco años escuchándome lloriquear como un bebé de lo mucho
que quería encontrarte. Después de todo este tiempo de pasar años
volviendo loco a todo el mundo al tratar de volver a encontrar tu olor,
no voy a joder esto completamente y correr asustado hacia la noche.
Su pulgar se movió hacia atrás y adelante sobre mi pecho,
llevando su otra mano hasta mi mejilla antes de inclinarse hacia
adelante y colocar un suave beso en mis labios. Cuando tiró su cabeza
hacia atrás, envolví los brazos alrededor de su pequeña cintura y
descansé mi frente contra la suya.
—Sé que después de que me enteré, huí de la escena como un
conductor de “Hit and Run”, pero te prometo Claire, nunca me asustaré
de nuevo.
Se apartó y me miró a los ojos mientras las comisuras de su boca e
tornaban en una sonrisa.
—¿De verdad acabas de citarme a “Cocktail”?
—Sí, sí, lo hice. Si quieres que me ponga loco a lo Tom Cruise y que
salte en un sofá por ti, puedo hacerlo totalmente.
—¿ME ESTÁS TOMANDO EL PELO? ¡MÁS BIEN, QUISIERA QUE ME
TOMARAS EL CULO!
La voz retumbante de Drew desde la sala de estar llamó nuestra
atención. Dimos una última mirada a Gavin antes de cerrar su puerta, y
luego caminamos de la mano por el pasillo hasta encontrar a todos
sentados alrededor de la sala de estar, jugando un juego perverso de
“¿Qué prefieres?”, que consistía en decir dos cosas muy locas y elegir
una.
Claire y yo nos sentamos uno al lado del otro en el sofá. Puse el
brazo alrededor de sus hombros y se acurrucó a mi lado. Nada se había
146 sentido tan perfecto en un largo tiempo.
—Muy bien, mi turno —dijo Drew—. Jim, ¿qué prefieres, que tu
nombre porno sea Hugh G. Rection o Mike Unstinks?
15
Soy una zorra sucia
Traducido por Mel Cipriano & Val_17
Corregido por Sofía Belikov

147
—Las cadenas y los látigos me excitan... v-v-v-vamos, vamos… S-S-
S-S-M-M-M…
—Gavin Allen Morgan, si no dejas de cantar esa canción te voy a
poner en la acera para que los recolectores de basura te recojan —le
grité por décima vez hoy, mientras terminaba de limpiar la cocina
después del almuerzo.
—Eso es aburrido —murmuró Gavin antes de pisotear hacia su
cuarto.
—Hablando de basura, ¿cuándo va a estar aquí este tipo,
Christy? —preguntó papá desde su asiento en la mesa de la cocina.
¿Por qué todo el mundo hoy se decidió a ponerme nerviosa?
—Es CARTER, papá. Deja de ser un idiota. Estará aquí cuando
despierte.
Mi papá hizo una producción de mirar hacia abajo, a su muñeca,
donde no había ni siquiera un reloj.
—Son las 12:48. ¿Qué clase de vago es este tipo?
Tiré el repasador en la mesa y me volví para darle a mi padre una
mirada asesina.
—Trabaja de noche, papá. Ya hemos hablado de esto. Un
comentario más viniendo de ti y voy a cambiar tu estado de Facebook
a “Me encanta el pene”.
Me acerqué a la nevera para agregar algunas cosas a mi lista de
compras que colgaba del congelador, y traté de no mirar el reloj.
Definitivamente me sentía ansiosa por ver a Carter.
Me encontraba hasta los ojos de cosas para la gran inauguración,
y Carter trabajaba muchas horas extras, así que no lo había visto desde
la cena de la semana anterior. Pero hablábamos por teléfono, y
también llamó un par de veces sólo para hablar con Gavin, lo que
totalmente hizo que mi corazón se derritiera.
Pensar en nuestro tiempo en la despensa me hizo ganar crédito
extra en la tarea de Liz sobre hacer mi camino a través de la maleta de
productos “quién necesita a un hombre”, por segunda vez. Liz tuvo un
gran nudo en la garganta cuando se lo dije por teléfono. Fue un
momento hermoso para las dos.
Esta noche trabajaba en el bar, así que Carter me iba a llevar
hasta allí. Llamé a Liz y le dije que ella y Jim deberían ir, así Carter no se
aburriría.
—Creo que tal vez voy a esconderme detrás del sofá y saltar
cuando él llegue aquí. Poner todo el temor de George sobre él —dijo mi
padre con un gesto de cabeza.
—No es gracioso. ¿Y no querrás decir el “temor de Dios”?
148 Se encogió de hombros. —Es lo mismo.
Dios dijo: “Hágase la luz” y George Morgan accionó el interruptor.
Aquello era lo más que mi padre había hablado de Carter desde
que se conocieron. Por supuesto, no era muy halagador, pero bueno,
era un progreso. Por lo menos, reconocía su existencia y no pensaba en
nuevas maneras de matarlo. Papá había estado bajando el alfabeto
desde hace una semana y finalmente se detuvo en la letra S.
Muerte por asfixia7 con una cesta de compras, en caso de que se
lo pregunten.
El timbre sonó y me apresuré a contestar. Me limpié las manos en
la parte delantera de mis pantalones vaqueros, me alisé el cabello y me
incliné hacia adelante para alcanzar el frente de mi camisa con la
mano, y tirar de cada una de mis niñas hasta que su excelente calidad
estuviera en plena exhibición. Me levanté de nuevo, respirando hondo,
y abrí la puerta. El corazón me dio un vuelco cuando vi a Carter de pie
allí.
—Sabes que hay ventanas en ambos lados de la puerta, ¿cierto?
¿Y que tus cortinas dejan ver todo? —dijo Carter con una sonrisa.
¿Por qué? ¿POR QUE? ¡Por el amor de Dios!
—Te daría mi sueldo completo de un mes si te agacharas delante
de mí y ahuecaras tus pechos otra vez —dijo al tiempo que entrábamos
por la puerta y la cerraba detrás de él.
Cerré los ojos, totalmente preparada para estar mortificada y no
hacer contacto visual, pero antes de que pudiera desear un gigantesco
agujero en el suelo que me tragara, los labios de Carter se hallaban en
los míos. Deslizó el brazo alrededor de mi cintura y me levantó contra él,
ahuecando mi mejilla con su mano mientras deslizaba su lengua más
allá de mis labios y la introducía lentamente en mi boca. Podía besar a

7Asfixia, en inglés „suffocation‟. Por eso es que dice que se detuvo en la letra S.
ese hombre por días, y nunca tener suficiente. Sus labios se movían
contra los míos, suaves y sensualmente, mientras su mano se deslizaba
por mi mejilla, mi cuello y se detenía sobre la piel desnuda justo encima
de mi corazón. Quería empujar su mano dentro de mi sujetador. Mis
puños se aferraron a la parte delantera de su camisa y se me escapó un
gemido cuando su mano avanzó sólo un poco más abajo. Si mi boca
no hubiera estado fusionada con la suya, podría haberle preguntado si
había dicho esa última parte en voz alta. O tal vez él podía leer mi
mente.
Toca mis pechos. Hazlo. El poder de mi mente te lo ordena.
Su mano detuvo su descenso y quise gritar. Su lengua continuó
deslizándose contra la mía, muy lentamente y me hubiera gustado tener
una de esas banderas verdes de las carreras de NASCAR. Hubiera
149
sacudido esa cosa por todas partes. La hubiera sacudido en el aire
como si simplemente no me importara.
¡Carter, arranca el motor! Se te ha entregado la bandera verde.
Todos los sistemas listos. Pisa el acelerador y deja que tu mano agarre
ese pecho.
—Si tocas las tetas de mi hija mientras estoy parado aquí, voy a
tener que poner caramelo en tu tráquea hasta que mueras.
Carter y yo nos separamos tan rápido que podrías haber pensado
que éramos adolescentes que acababan de ser atrapados teniendo
relaciones sexuales, en lugar de dos adultos maduros que tenían un hijo.
—¿Tu padre acaba de decirme que iba a ahogarme con
caramelo? —susurró Carter.
—Sí. Está en la letra C. Compórtate o veo un paraguas en tu
trasero en el futuro —susurré de regreso.
Mi padre se acercó a nosotros y miró a Carter de arriba a abajo.
—¿Tienes algún tatuaje, hijo?
Carter me miró con confusión y me encogí de hombros. Nunca se
sabía lo que iba a salir de la boca de mi padre.
—Uh, no. No, señor. No tengo —respondió Carter.
—¿Tienes una motocicleta?
—Bueno, tengo una bicicleta de montaña muy bonita que aún
está en almacenamiento, porque no he tenido tiempo de sacar una…
—Motocicleta, Cathy —interrumpió mi padre con un suspiro de
fastidio—. ¿Tienes una motocicleta?
Carter negó con la cabeza. —No, y mi nombre es Cart…
—¿Alguna vez has sido arrestado o estado en una pelea de bar?
—lo interrumpió una vez más.
—No, nunca he sido arrestado o me he metido en algún tipo de
pelea, señor Morgan —dijo Carter con una sonrisa confiada.
Mi padre se inclinó hacia mí.
—Claire, ¿estás segura de que este chico no es gay? —me susurró.
—¡Jesús, papá! No, no es gay —le grité en respuesta.
—Oiga… —dijo Carter, insultado por la pregunta de mi padre.
Mi padre se volvió hacia Carter y suspiró.
—Está bien, puedes salir con mi hija y conocer a su hijo. Pero si la
embarazas de nuevo…
—¡PAPÁ!
150 Mi padre me miró con las manos en sus caderas, el humo
prácticamente saliendo de mis orejas y luego continuó con su
advertencia como si yo no estuviera allí.
—… Voy a rastrear la faz de la tierra, cazarte como a un perro y
dejar su malhumorado culo fuera de tu puerta. No voy a tratar con otros
nueve meses de la Señorita Pantalones Molestos.
Oh, por el amor de Dios.
Miré hacia atrás y hacia adelante entre ellos mientras se miraban.
Carter asintió y le tendió la mano a mi padre, temblando.
—Trato —dijo Carter mientras se estrechaban las manos.
Maravilloso. Una gran, feliz y loca familia.
Justo en ese momento, Gavin voló a través de la sala de estar,
sosteniendo algo por encima de su cabeza.
—¡Carter! ¡Mira la nueva espada que tengo!
¡Dios santo!
Mi hijo entró corriendo a la habitación con mi Jack Rabbit sobre su
cabeza como si fuera un gladiador a punto de entrar en batalla. Un
gladiador con una “espada” color púrpura que tenía cinco
velocidades.
—Oooh, ¿qué hace este botón? —preguntó Gavin, deteniéndose
y apretando el botón que hacía que el remolino de perlas girara.
Volé hacia él y traté de arrebatarlo de su mano, pero no la soltó.
Frenéticamente, presioné todos los botones para conseguir que se
detuviera mientras jugaba al tira y afloja con Gavin. De repente golpeé
uno de los botones que cambió a velocidad “encorvar” e hizo que la
parte superior comenzara a girar y vibrar tan duro que los brazos de
Gavin se sacudieron.
—Mmmmmaaaammmáaaaa essss-tooo haccccee cosssquillassss.
Joder. ¿Cuándo este chico comenzó a ser tan fuerte?
—Gavin, ya basta. Esto no es un juguete —le dije con los dientes
apretados.
Jugaba un tira y afloja con un pene de goma y mi hijo. ¡Eso no
está bien, gente!
—Sí que es un juguete. ¿Por qué consigues todos los buenos
juguetes? —Gavin resopló mientras ponía todo su peso para tirar la cosa
de mi mano, y me tambaleé hacia delante.
—No, en serio chicos, no se preocupen. Lo tengo bajo control —
dije sarcásticamente a mi padre y Carter. Se encontraban de pie
hombro con hombro, a pocos metros de distancia, viendo el
espectáculo. Se miraron el uno al otro y se echaron a reír.
151
Por supuesto. AHORA están unidos, cuando trataba de luchar con
un juguete sexual en las manos de mi hijo.
—¡Gavin, suéltalo AHORA! —le grité.
—Es mejor hacer lo que dice tu madre, Gavin. Se pone de mal
humor cuando no puede jugar con su juguete —se rió mi papá.
Carter se echó a reír junto con él hasta que le lancé una mirada
que claramente decía: “Si no cierras la maldita boca y me ayudas,
nunca te dejaré entrar en mis pantalones de nuevo”.
Su boca se cerró rápidamente y finalmente se movió.
—Oye, Gavin, tengo algo para ti en el porche delantero. Y es un
juguete mucho mejor que el de tu madre. ¿Por qué no sales corriendo a
buscarlo? —sugirió Carter.
Gavin soltó el vibrador sin decir una palabra y salió corriendo por
la puerta principal.
—Eres muy afortunado de haberme ayudado cuando lo hiciste, o
habría habido consecuencias graves —le dije a Carter con enojo.
Obviamente, él no entendía la gravedad de la situación, ya que
ahora se reía mucho más. Mi papá se limpiaba las lágrimas de sus ojos.
Entonces miré y me di cuenta de que había estado pronunciando mi
punto, agitando el vibrador en el rostro de Carter.
Rápidamente bajé el brazo, abrí uno de los cajones del extremo
de la mesa, y empujé la maldita cosa en el interior, justo cuando Gavin
volvía corriendo a la casa con una pistola de juguete, un sombrero
vaquero y la insignia de sheriff pegada a su camisa.
—Chicos malos, chicos malos, ¿qué van a hacer, que van a hacer
cuando corte su salchicha? —cantó Gavin mientras apuntaba con su
arma a objetos al azar.
—Guau, los policías se han vuelto muy duros últimamente —
murmuró Carter.
***

Perdoné a Carter en nuestro viaje al bar porque, vamos, mírenlo.


No podía guardarle rencor y fantasear acerca de su pene. Era un gran
conflicto de intereses.
Los negocios empezaban a mejorar en el bar mientras la multitud
después del trabajo comenzaba a aparecer alrededor de las siete. Liz y
Jim cenaron con Carter en una de las cabinas, y los tres se acercaron a
la barra después de terminar. En uno de mis muchos viajes a pie junto a
ellos, Carter se acercó y me agarró del brazo. Hizo girar su silla hacia un
lado para que pudiera jalarme entre sus piernas. Puse mi bandeja vacía
152 en la parte superior de la barra junto a él, y puso las manos en mis
caderas.
—¿Recuerdas cuando te dije que siempre te diría si tu culo se veía
gordo? —preguntó.
Oh hombre, sabía que no debería haber lamido el plato de
chocolate con leche anoche después de que terminé de hacer las
tortugas. Podía sentir mis piernas cada vez más grandes mientras estaba
allí. ¿Se frotaban juntas cuando caminaba? Apuesto a que a él le
preocupaba que mis muslos fueran a iniciar una chispa.
Sólo tú puedes prevenir los incendios de muslos. Ese Smokey, el oso
idiota, sólo se preocupaba por el bosque. A la mierda con el bosque. Mi
vagina podía prenderse en fuego porque Carter pensaba que yo
estaba gorda.
—Cierra tu cerebro. No iba a decirte que te ves gorda —regañó.
Ya lo sabía.
—Iba a decir que me olvidé de mencionar, también, que siempre
voy a decirte cuando tu culo se vea tan jodidamente increíble que
quiero envolver mis manos alrededor de él cada vez que pasas por ahí.
Me mordí el labio inferior y sonreí.
—¿Algo más?
Sí, otra vez buscaba piropos. Acababa de tener un colapso de
muslo infernal. Obtendría eso.
—Sí —respondió Carter después de besarme suavemente—.
También voy a decirte siempre que tus piernas se vean tan largas y sexys
que en lo único que puedo pensar es en tenerlas alrededor de mi
cintura.
Besó mis labios otra vez.
—Y siempre te diré cuándo estés tan hermosa que mejor que
alguien llame a Dios, porque se está perdiendo un ángel.
—Ahh, ¿acabas de usar una línea cursi para mí? —pregunté.
—He estado esperando para usarla desde que tenía quince años
—dijo Carter con una sonrisa.
—¿Todavía no terminaron, chicos? Acabo de vomitar en mi boca
un poco escuchando esta mierda —murmuró Liz desde su asiento, al
otro lado de Carter.
—Bueno, ¿no es el par más lindo?
Me aparté de Carter cuando oí la voz femenina detrás de mí,
chorreando sarcasmo.
—Tasha, ¿qué diablos estás haciendo aquí? —preguntó Carter
mientras se levantaba.
153 Espera, espera, ¡mierda! ¿Tasha? ¿Su ex? ¿La que estuvo
saliendo con Carter antes de que él viniera aquí? ¿No es esto un
pepinillo en el sándwich de mierda que es mi vida? Por supuesto que
tenía que parecerse a una estrella porno. Cabello largo y rubio, ojos
azules y una piel perfecta. Por no hablar de la más diminuta cintura
conocida por el hombre y el mejor par de tetas que he visto. Tenían que
ser falsas. Las tetas reales no eran tan perfectamente redondas. Si no la
hubiera odiado a primera vista, podría haberle preguntado si me
dejaba tocar. Me resultaba familiar. Se apartó el cabello detrás de uno
de sus hombros y de repente recordé de dónde la conocía.
—Oye, estuviste en la fiesta de juguetes sexuales de Jenny, hace
unas semanas.
Sentí a Liz caminar a mi lado.
—Oh sí, me acuerdo de ella. Tasha Cara de Vagina —dijo Liz con
una sonrisa mientras se cruzaba de brazos frente a ella.
Ella resopló con irritación. —Es Tasha Tentadora.
—No, estoy bastante segura de que era Cara de Vagina —dijo Liz,
mirándome para que lo confirmara.
Asentí en acuerdo.
—Oh, definitivamente lo es. Probablemente no recuerda porque
hablamos de eso a sus espaldas —le dije con un encogimiento de
hombros.
Antes de darme cuenta, la vulgaridad se hallaba en mi rostro.
—Escucha, puta, sólo porque eres el nuevo sabor de la semana
de Carter, eso no te hace nada especial.
Entonces se desató todo el infierno. Carter comenzó a gritarle a
Tasha, Tasha nos gritaba a todos nosotros, y Liz la empujó lejos de mí. Yo
me quedé allí, en medio de la conmoción, en estado de shock.
—Eso es suficiente, Tasha —dijo Carter con enojo—. Dime lo que
quieres, o vete. No puedes aparecer aquí de la nada e insultar a Claire.
Ella me dio otra mirada punzante antes de volver sus ojos a Carter.
—Guau, seguro que no te tomó mucho tiempo encontrar una
putita para sumergir tu mecha, ¿cierto? —preguntó Tasha
sarcásticamente.
¡Oh, infiernos no! No acababa de llamarme puta.
Di un paso hacia ella, con las manos temblando por la necesidad
de perforar esa petulante mirada de su cara.
—Eso es muy gracioso, considerando que he oído que jodiste a
toda la guía telefónica cuando salías con Carter. Tu vagina es un
154 gigantesco agujero como el que el iceberg dejó en el Titanic. Es una
escena del crimen en tus pantalones, con cientos de personas gritando
con horror y tratando desesperadamente de saltar.
Ni siquiera sabía lo que decía en ese momento. Soltaba tonterías
porque me enojé. Y parecía que le había puesto el dedo en la cabeza,
o la vagina. Tasha se me echó encima como un toro. Todo el mundo se
movió a la vez. Me corrí a un lado, Carter, Liz y Jim se pusieron delante
de mí, y agarraron a Tasha mientras ella amenazaba con matarme.
Resulta que las estrellas de porno-putas-ex-novias no son tan bonitas
cuando tienen el rostro rojo tomate, saliva volando de su boca y sus
miembros se agitan por todo el lugar.
Carter finalmente consiguió hacerse con el codo de Tasha y
empezó a llevarla hasta la puerta principal, mientras continuaba
gritando insultos y amenazas de muerte contra mí. Carter hizo contacto
visual conmigo y articuló “Lo siento” antes de desaparecer por la puerta
principal junto con la loca.
No voy a mentir, me sentía un poco asustada. Se sentía como si
todo el mundo en el lugar estuviera mirándome. Estaba muy ruidoso,
nadie tenía ni idea de lo que acababa de suceder, pero todavía me
ponía nerviosa. Odiaba ser el centro de atención. Y odiaba sentirme
insegura porque, en ese momento, Carter salió, solo, con su ex-novia.
Por supuesto, ella se hallaba obviamente a una lamida de ventana de
viajar en el autobús corto, pero ese conocimiento no hacía nada para
aliviar mi mente.
Le hice saber a una de las otras camareras que se acercó, que
me iba a tomar un descanso de minutos. Liz me empujó hacia abajo
sobre su taburete y Jim se puso detrás de mí, frotando mis hombros para
tratar de aliviar la tensión. Ninguno de los dos dijo mucho. Creo que
esperando que tuviera un colapso mental, o que me acurrucara en
posición fetal y me chupara el pulgar. Nunca antes había estado en
ningún tipo de pelea. Hablaba de un buen partido, pero la primera vez
que alguien había venido a mí, corrí hacia otro lado. Una vez en la
escuela secundaria, Liz y yo caminábamos por el centro comercial y
una loca chica emo nos pasó y golpeó su hombro contra el mío. Sin
pensarlo, me di vuelta y grité—: ¡Deja de escribir poesía y llorar, y mira
por dónde vas!
Ella se detuvo en seco y se dio la vuelta, junto con el resto de su
depresión, ojo negro incluido y mucho maquillaje. Rápidamente, me
clavé la pajita de mi granizado de cereza en la boca y señalé con mi
pulgar a Liz.
—¿Qué nos hemos perdido, chicos? —preguntó Drew, viniendo
detrás de nosotros unos minutos más tarde, con su brazo alrededor de
Jenny mientras el resto nos quedábamos allí, mirando hacia la puerta
donde Carter había desaparecido.
155 Me di la vuelta para mirarlo de frente y a la camisa que decía:
“¿Me afeité mis bolas para esto?”
—Alguien acaba de intentar matarme —le dije con voz
horrorizada.
—¿Qué? ¿Quién? —preguntó Drew.
—Tasha —dijo Liz con disgusto.
Jenny se vio inmediatamente culpable.
—¡Oh, mierda! ¿Ya estaba aquí? Claire, lo siento mucho. Tasha es
toda mi culpa.
—¿De qué diablos estás hablando? ¿Conoces a esa perra loca?
—le preguntó Liz.
—Fuimos juntas a la universidad. Me llamó hace unas semanas y
me dijo que estaría en la ciudad, que quería reunirse. Es por eso que
estaba en la fiesta de juguetes sexuales. Se suponía que sólo pasaría el
fin de semana, pero decidió quedarse más tiempo. No tenía idea de
que conocía Carter hasta hace poco. Ella me preguntó si lo conocía, y
dijo que era un viejo amigo al quería saludar. No fue sino hasta después
de que le dije que ustedes iban a estar aquí esta noche, que me
acordé que ella salía con un tipo llamado Carter. Es por eso que vine
aquí. Pensé que llegaríamos antes que ella, y así poder solucionar este
problema.
Drew quitó su brazo de Jenny y se volvió hacia mí, saltando a la
acción.
—Está bien, Claire, esto es lo que tenemos que hacer primero.
¿Sabes cómo golpear? —preguntó Drew mientras tomaba mis brazos y
miraba seriamente a mis ojos.
—¿Qué? No. ¿De qué estás hablando? No voy a pelear con ella
—le dije, rodando los ojos.
—No entiendes. He conocido a este fenómeno durante años. ¿Te
ha amenazado? —preguntó Drew.
—Sí, ese contenedor de semen dijo que iba a patear el culo de
Claire —le dijo Liz.
—¡Oh, es el momento! ¡Está encendido como el videojuego de
Frogger! —gritó Drew de emoción.
—¿No querrás decir como Donkey Kong? —le preguntó Jim
mientras se levantaba detrás de Liz y deslizaba los brazos alrededor de
su cintura.
—Nunca me gustó Donkey Kong. Así que no estaba encendido.
Frogger simplemente funciona mejor para mí.

156 —Drew, nada va a estar encendido. Nunca he estado en una


pelea y no voy a empezar ahora. Carter la llevó afuera y espero que la
mande al infierno. Problema resuelto —le dije.
Drew me miró con horror. —Claire, no creo que entiendas la
gravedad de esta situación. Ahora, tanto como odio a Tasha como una
erupción de fuego ardiente en mi polla, todavía está caliente. Y Claire,
eres totalmente una mamá que me follaría.
Lo miré con confusión. —Drew, ¿qué diablos tiene eso que ver
con esto?
—Es como si ni siquiera me conocieras Claire —dijo Drew
tristemente con un movimiento de cabeza.
Soltó mis brazos y dio un paso atrás, secándose una lágrima
imaginaria debajo de su ojo.
—Jim, ayúdame por aquí, hombre. Estoy demasiado enfadado
para continuar.
Jim desenredó sus brazos de Liz y dio un paso hacia delante para
acariciar a Drew en la espalda.
—Como Drew ha señalado, Claire, eres caliente. Y si bien todos
estamos de acuerdo en que a la loca hay que ponerla en su lugar, por
desgracia, también está buena. Y las dos son chicas con el pelo largo. Y
estamos en un restaurante que tiene aproximadamente cuatro
diferentes sabores de Jell-O en el cuarto de atrás —explicó Jim, serio.
—Oh, Dios mío, ¿me estás jodiendo? —preguntó Liz—. ¿Se trata de
querer ver a dos chicas pelear en un charco de Jell-O?
—Liz. SIEMPRE se trata de querer ver a dos chicas pelear en un
charco de Jell-O. Nunca, nunca hay que olvidarlo —dijo Drew, sin rastro
de humor en su voz—. Jell-O es deliciosa.
Liz me miró. —Sabes, a pesar de que estos dos idiotas hablan con
sus pollas en este momento, probablemente deberías aprender cómo
golpear algo. Ya sabes, por si acaso Carter no puede hacerla entrar en
razón. Si ella vuelve aquí, obviamente, todos te defenderemos, pero
¿que sí que te acecha cuando descargas comestibles de tu coche? ¿O
salta a tu asiento trasero mientras conduces por la carretera? —
preguntó.
—Oh Dios mío, ¡¿qué te sucede?! ¡Esto no me ayuda en
ABSOLUTO! —grité.
—Muy bien, eso fue probablemente una exageración. Además,
sus pechos son demasiado grandes para saltar en el asiento trasero de
un coche. Será totalmente la primera vez —respondió Liz con un
encogimiento de hombros—. Y ahora, puedes aprender cómo hacer
estallar uno de esos implantes sin romperte una uña.
¿Esto de verdad está ocurriendo? No quería aprender a pelear.
157 Debería haber mantenido la boca cerrada con los comentarios hacia la
cara de genitales femeninos gigantes.
Drew se volvió hacia mí y puso las dos manos en el aire con las
palmas hacia afuera.
—Muy bien, ajusta tus bolas de metal y golpéame —dijo Drew,
ensanchando su postura.
Me quedé allí con las manos en las caderas mirando a todo el
mundo. Todos seguían allí, esperando a que golpeara la mano de Drew.
—Esta es la idea más estúpida jamás dicha —me quejé.
—Vamos, Claire, déjalo ir. Luego puedes salir y arrancar su mierda
como un ciclope —dijo Jenny.
—¿Cíclope? —preguntó Jim.
—Ya sabes, este otro nombre para como, un huracán o un
tornado. Cíclope.
Todos ladeamos la cabeza con confusión.
Drew suspiró. —Es ciclón, bebé.
Tomé ese momento para respirar y golpear la mano de Drew para
que pudiera tomarlo por sorpresa. Drew me miró con confusión mientras
saltaba hacia atrás y adelante en mi pose de boxeador. Eso se sintió
bien. Eso me hizo sentir muy bien. Golpeé la mierda de su mano. ¡Vamos
perra!
—Claire, ¿qué diablos fue eso? —preguntó Drew.
—¿Asustado? Ese fue mi puño de furia. ¡PERRA! —le grité.
Drew puso las manos en sus caderas y me miró fijamente.
—Golpeas como un bebé borracho. Espero que tenses tu vagina
más que eso. De lo contrario, me siento mal por el pene de Carter.
—¿Por qué nos sentimos mal por mi pene?
Carter se acercó detrás de mí antes de que pudiera decirle a
Drew que mi vagina y el pene de Carter no eran de su incumbencia.
—Entonces, ¿qué tal, hombre? ¿Qué demonios quería la puta
coge palos? —preguntó Drew.
Carter suspiró. —Oh, sólo decirme el gran error que cometió al
convertir su vagina en una tienda abierta las veinticuatro horas. Y cómo
entendió eso de “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”.
—Guau, citó una canción de Cinderella. ¿No tiene miedo de
sacar la artillería pesada? —preguntó Liz.
Todo el mundo se reía y hacía una gran broma sobre esto, pero
no era gracioso. No era divertido. Esa perra quería matarme. O por lo
menos darme un puñetazo en el rostro. ¿Todo el mundo ya se olvidó de
158 ese hecho? Quería darme un puñetazo. En el rostro. Con el puño.
—Odio tener que arruinar la diversión, pero la puta quiere darme
una paliza, en el rostro.
Liz me dio una mirada tranquilizadora.
—Cálmate, Long Duk Dong8, puedes golpear como una abuela
después de beberte una botella de cerveza, pero recuerda Claire:
sabes cómo dar un golpe que es lo más importante en este momento —
dijo Liz con una palmadita en mi espalda.
La miré confundida durante unos segundos antes de recordar
que hablaba acerca del Club de Lucha de borrachos del año pasado.
—Lo siento, pero ¿por qué Claire sabe cómo dar un golpe? No sé
si me gusta a dónde va esto —dijo Carter, nervioso.
—Bueno, el año pasado Jim nos hizo observar diez mil veces un
Club de Lucha. Y mientras estoy a favor de un poco de acción sin
camisa, como Brad Pitt, Claire y yo decidimos tomar un trago cada vez
que Edward Norton hablaba en tercera persona. Cerca de veinte
minutos después, éramos basura. No sé de quién fue la idea, pero Claire
y yo empezamos nuestro propio Club de Lucha en la sala de estar —
explicó Liz.
—Fue tu idea, Liz. Te pusiste de pie frente a mí, levantaste tu
camisa y dijiste: dame un puñetazo en el estómago tan duro como
puedas, hija de puta.
Jim se echó a reír al recordar de nuevo esa noche. No fue mi
mejor momento. Golpeé incluso peor que cuando estaba borracha, ya
que apenas rasguñé a Liz. Ella, sin embargo, podía golpear como un
luchador de la Federación Mundial de Lucha Libre con esteroides.
—Ah, sí, ¡eso es correcto! Esa fue una de las mejores ideas que he
tenido cuando he bebido. Nos golpeamos entre nosotras una y otra vez

8 Estudiante extranjero de intercambio en “Dieciséis velas”.


hasta que empezaste a silbar y gritar: “¡Soy la hemorragia interna de
Claire y necesitas cortar esta mierda!”
Carter miró hacia atrás y adelante entre nosotras, simplemente
moviendo la cabeza con incredulidad.
—No te preocupes por nuestra chica, Carter. Estuvo en unos diez
rounds antes de rendirse —dijo Jim con una sonrisa—. Y te alegrará
saber que tengo todo en video.
—¿Hubo Jell-O? Dime que había Jell-O —pidió Drew emocionado.

***

159
Mi turno terminó un par de horas después de eso y necesitaba
desesperadamente una copa después de los acontecimientos de esta
noche. Tiré mi delantal detrás de la barra y todo el mundo se mudó a
una gran mesa para que pudiéramos sentarnos juntos. Después de
sentarnos, Carter nos dijo lo que sucedió afuera. Tasha afirmó que
cometió un gran error y que quería volver con Carter. Él se rió en su cara
y le dijo que llevara su cachonda e infestada vagina de regreso a
Toledo. También le informó que siempre me había querido, incluso
cuando estaba con ella, y ahora que me encontró, nunca me dejaría ir.
Aplausos.
Perdí la cuenta de cuántas bebidas consumí el resto de la noche.
Cada vez que ponía mi vaso vacío, se rellenaba por arte de magia.
Creo que Carter sabía que me estresé por la situación de Tasha y quería
que me relajara y tuviera una buena noche.
O quería emborracharme y aprovecharse de mí.
Mis pechos empezaron a saltar arriba y abajo, aplaudiendo y
gritando—: ¡Sí, por favor!
Seguí mirando hacia la puerta, esperando a que regresara Tasha.
Después de un tiempo, sin embargo, no sabía por qué puerta iba a
venir, ya que había al menos treinta cuando miré en esa dirección.
Miré hacia abajo en mi vaso, tratando de contar los cubos de
hielo y perdí la pista después de una.
Vaya, ¿qué pusieron en este vodka?
Carter se me quedó mirando, sonriendo y me llevó a horcajadas a
su regazo. Tenía muchas ganas de hacer algún tipo de movimiento,
pero no sabía nada acerca de esa mierda. Tenía la mano en su muslo y
la moví lentamente hacia arriba. Me detuve a pocos centímetros por
debajo de la protuberancia que no podía dejar de mirar. Quería frotar
mi vagina sobre esa mierda.
Sí, era consciente de que estaba sentada, en una mesa llena de
gente, con la mirada fija en el regazo de Carter como si fuera un oasis
en el desierto y no hubiera tenido un trago de agua en meses.
Pensé en cosas que podría susurrarle al oído que podrían
encenderlo.
—Deberíamos tener sexo.
Carter se rió y me besó en la mejilla.
—Pensé en voz alta ¿no?
—Sí, definitivamente pensaste en voz alta —dijo con una sonrisa.
Me aparté de él y agarré el brazo de Liz, llevándola conmigo.
—Vuelvo enseguida —murmuré a la mesa en general.
160
Saqué a Liz del bar, a unos tres metros de distancia de la mesa.
—No sé cómo sexo —me quejé.
—Uhm, ¿qué? —preguntó Liz.
—Quiero decir, sexy. No sé cómo sexy.
Liz se rió.
—¿Quieres decir que no sabes cómo ser sexy?
Me limité a asentir. Liz me tenía. Mi mejor amiga era la mejor de
todas. Ella era tan bonita, agradable y bonita.
—Cariño, lo estás haciendo muy bien. En caso de que no lo hayas
notado, Carter no ha sido capaz de apartar las manos de ti en toda la
noche. Y no pudiste verlo, pero cuando pusiste tu mano en su pierna, él
sólo tragó saliva con fuerza y mantuvo la mirada perdida en el espacio,
como si estuviera intentando no correrse en sus pantalones.
Empecé a entrar en pánico. Lo que era probablemente debido al
alcohol, pero ¿y qué? No sé nada acerca de seducir a un hombre. Iba
a hacer el ridículo.
—¿Estás seriamente asustada de esto? —preguntó Liz, todo rastro
de humor desapareciendo de su rostro cuando vio lo preocupada que
estaba.
—Siento que voy a vomitar. Estoy muy nerviosa.
Liz suspiró. —Claire, eres una perra caliente. Podrías estar allí y no
hacer nada y todavía tendría esa protuberancia en su entrepierna. Sólo
necesitas un poco de confianza. Repite conmigo: Soy una zorra muy
sucia.
Liz se quedó con las manos en las caderas, esperando a que lo
repitiera. Volví a mirar nerviosamente a Carter, pero se encontraba en
una profunda conversación con Drew.
—Esto es ridículo —me quejé.
—Lo que es ridículo es que no creas que puedes ser caliente. ¿De
verdad piensas que me gustaría ser tu amiga si pensara que no eras una
puta sucia que está al acecho en alguna parte? Dame un poco de
crédito, por favor. Eres la señorita por excelencia en las calles y una loca
en las sábanas.
—Tienes que dejar de citar el diccionario urbano —le dije.
Carter probablemente había estado con muchas mujeres.
Mujeres que podrían chupar una pelota de golf a través de una
manguera de jardín y bailar en un poste. Liz tenía buenas intenciones,
pero no sabía si podía sacar esto adelante.
—Estás empezando a molestarme. Así que di: soy una zorra muy
sucia.
161 Puse los ojos. Podía hacer lo que dijera o nunca iba a dejarlo
pasar.
—Soy una zorra sucia —murmuré en voz baja.
Bueno, se sentía un poco de bien decirlo en voz alta. Tal vez Liz
tenía razón.
—Vamos chica mala, puedes hacer algo mejor que eso. Hazlo de
nuevo, y pon tu vagina en ello —animó Liz.
Tomé una respiración profunda y lo dije un poco más fuerte.
Gracias a Dios había música sonando y gente hablando.
—Guau, ¿has visto eso? —preguntó Liz—. El palo de Carter se
marchitó y murió. Tienes que chupar eso, y no en el buen sentido. ¡Otra
vez!
Apreté los puños a mis costados y mi respiración se aceleró. Podría
ser una zorra sucia, podría ser más sucia que una prostituta en una orgía.
Bueno, tal vez no tan sucia.
Tomé una gran bocanada de aire y solté todos mis nervios, toda
mi ansiedad y todos mis miedos irracionales con una sola frase.
—¡SOY UNA ZORRA MUY SUCIA!
Por desgracia, la máquina de discos decidió cambiar a una
nueva canción en ese momento, por lo que el nivel de decibeles de la
barra se había reducido considerablemente. Estaba demasiado
ocupada en mi facultad de zorra para darme cuenta. Era una lástima
para mí que nadie más se hubiera preocupado de nada más que de mi
grito de confirmación.
Todo el mundo comenzó a vitorear y aplaudir de inmediato. Hubo
algunos chiflidos y silbidos y una persona demasiado celosa, que gritó—:
¡Guarda los tambores, zorra sucia!
Todo el mundo se sentía tan mal por mí que me enviaron bebidas
gratis durante la próxima hora. Y no podía ser grosera. Tuve que
tomarlas todas. Razón por la cual Carter ahora me ayudaba a entrar en
mi casa porque mis pies no querían cooperar y ¡oh mira, pizza!
Tropecé lejos de Carter y abrí la caja de cartón que mi padre dejó
sobre el mostrador, y me metí toda una pieza en la boca.
—Mfmmff, taaaan jodidamente bueno —murmuré entre
mordidas.
Carter se puso detrás de mí, sosteniendo mis caderas para
mantener el equilibrio mientras yo devoraba dos trozos más y bebía dos
vasos de agua.
—Joder, esta pizza es como… jodidamente buena —le dije,
limpiándome las manos grasientas en una toalla al lado de la caja.

162 Muy bien, basta de postergarlo. Es hora de hacer esta mierda.


Me volví en los brazos de Carter y le di mi mejor mirada sensual,
cantando mi mantra una y otra vez.
Soy una zorra sucia. Soy una zorra sucia.
—¿Estás bien, Claire? ¿Tienes algo en el ojo?
Carter tomó mis mejillas e inclinó la cabeza hacia atrás para
poder mirar mi ojo, que NO tenía nada, sólo atractivo sexual.
Soy una zorra sucia y borracha. Soy una zorra sucia y borracha.
Arranqué mi rostro lejos de sus manos y decidí seguir con una
sonrisa. Era más seguro.
Podía hacer esto, podía hacer esto completamente.
Levanté el dobladillo de mi camisa sobre mi estómago, mi
sujetador de encaje negro, y mi cabeza.
Excepto que, mi camisa quedó atrapada en las horquillas en la
cima de mi cabeza. Me hallaba parada aquí, frente a Carter con mi
camisa pegada alrededor de mi cabeza y la barbilla y los brazos
pegados al frente de mi rostro.
Soy el gran Dios Cornholio. Soy el gran Cornholio. Necesito gotitas
para mi ojo.
Empecé a bufar y Carter se inclinó sobre sus rodillas para poder
alcanzar la apertura de mi camisa.
—Cariño, ¿qué estás haciendo? —me preguntó con una sonrisa.
—Puede ser que necesite algo de ayuda para desnudarme —le
dije entre bufidos de risa.
—¿Dijiste castrado9?

9 Juego de palabras con Nuded, desnudarme y Neutered, castrado.


La pregunta de Carter me hizo reír aún más, lo que me hizo llorar
aún más, lanzando sollozos con mocos corriendo por mi nariz.
Señoras y señores, ahora han entrado a la parte de la noche de
llorar con un borracho. Por favor, pongan sus respaldos en posición
vertical y traten de no mirar el choque de trenes a su izquierda.
Carter me ayudó a ponerme mi camisa de nuevo y puso las
manos de nuevo en mi rostro, secándome las lágrimas con los pulgares.
—Oye, ¿por qué las lágrimas? ¿Qué sucede? —me preguntó en
voz baja.
Eso me hizo llorar más fuerte. Él era tan agradable, bonito y…
dulce. Sollocé en voz alta.

163 —Sólo quería ser una zorra para gustarte, no quería que tu pene
estuviese decepcionado y Cara de Vagina va a darme una paliza
porque le dije que su vagina era un coche payaso.
Carter se rió de mis divagaciones, se agachó y me cogió en
brazos al estilo nupcial. Caminó por el pasillo hacia mi cuarto, y puso mi
cabeza en su pecho.
—En primer lugar, nunca dejaré que Tasha te dé una paliza, así
que ni siquiera pienses en eso —me aseguró y me puso suavemente
sobre mi cama. Agarró un par de pañuelos de mi mesita de noche y me
los entregó, se puso de rodillas al lado de mi cama.
—En segundo lugar —dijo en voz baja cuando me soné la nariz
mientras él levantaba las cobijas para que pudiera meterme debajo—.
No tienes que hacer nada para ser sucia o sexy. Ya eres todas esas
cosas con sólo respirar. Estoy en un constante estado de calentura
cuando estoy cerca de ti o cuando pienso en ti. No quiero que estés
nerviosa o preocupada con algo relacionado conmigo y sexo. Eres todo
lo que siempre he querido, Claire. Nunca dudes de eso.
Me hubiese gustado no estar borracha. Pondría su pene en mi
boca ahora.
Carter gimió y estaba demasiado borracha para preocuparme
de lo que acababa de decir en voz alta. Me acurruqué en las cobijas.
—Si sigues diciendo cosas así, voy romper la regla que me puse a
cuando te volví a encontrar —dijo Carter con un movimiento de cabeza
mientras ponía las cobijas sobre mis hombros y me alisaba el pelo fuera
de mi mejilla.
—¿Qué regla? —susurré, incapaz de mantener los ojos abiertos
por más tiempo.
Carter se inclinó hacia adelante y puso los labios en mi oído.
—La regla de que la próxima vez que esté dentro de ti, recordarás
y disfrutarás cada segundo.
Quería decirle que era muy arrogante pero sólo me hizo pensar en
pollas y me pregunté por qué a los gallos machos le llamaban pollos.
Me desmayé cantando “They come to snuff the rooster” de Alice
in Chains.

164
16
Se llaman pezones
Traducido por Karlamirandar & Mitzi.C
Corregido por Juli

165
El cuerpo de Claire se deslizó hacia abajo frente a mí y se puso de
rodillas, desabotonando mis jeans en un movimiento rápido. El sonido
del cierre, deslizándose hacia abajo, llenó el cuarto en silencio. Bajé la
mirada hacia ella estando en sus rodillas y traté de forzarme para no
agarrar su cabello rudamente y empujarla hacia donde la quería. Sus
suaves y delicadas manos alcanzaron el interior de mi pantalón y sacó
mi erección, sosteniéndola firmemente con sus labios llenos. Me dio un
vistazo a través de sus parpados caídos y sonrió antes de zambullir su
cálida y húmeda boca en mí. Absorbió todo el largo e hizo rotar su
lengua una y otra vez. Ahuecó sus mejillas, succionando tan fuerte
como podía mientras movía su boja arriba y abajo. La punta tocó su
garganta con cada succión causando que gimiera ruidosamente. Su
mano bombeó rápidamente arriba y abajo por mi longitud, justo debajo
de su boca y podía sentir mis bolas endurecerse con la fuerza de mi
liberación. Pasó su lengua desde la base hasta la punta, girándola
alrededor de la cabeza varias veces antes de alejarse y decir—: ¿Qué
le sucede a tu salchicha?
Gemí de nuevo y traté de empujarla de nuevo para que me
tomara con su boca.
—¿Qué le sucede a tu salchicha?
Me sacudí despierto y volví mi cabeza, gritando a todo pulmón
cuando vi a Gavin parado a casi un metro del sillón, mirando fijamente
entre mis piernas. Seguí su línea de visión y gemí cuando vi la enorme
erección matutina que asomaba por debajo de la manta.
Me senté rápidamente y amontoné la sabana alrededor de mi
regazo tanto como pude mientras Claire llegaba corriendo a la sala,
con una mirada de pánico en su cara por mi grito de unos momentos
atrás.
—¿Qué sucede? —preguntó con alarma mientras corría y se
arrodillaba cerca de Gavin.
Para de pensar sobre Claire en sus rodillas. Para de pensar sobre
Claire en sus rodillas. Piensa en esa vieja señora desnuda del Titanic.
Gavin me apuntó. —Carter tiene una gran salchicha, mamá. Aldo
está mal con él. Hizo los mismos sonidos que hago cuando me duele la
barriga.
Claire sofocó una risa y finalmente me miró a los ojos.
—¡Creo que no necesito preguntar si dormiste bien! —dijo brillante.
Sacudí la cabeza por lo animada que estaba tan temprano en la
mañana después de anoche.
—¿Cómo es posible que estés funcionando esta mañana? —
pregunté, mirándola. Aparte de mirarse un poco adormilada, todavía se
166 veía increíble. Su cabello se hallaba desordenado, tenía una pequeña
mancha de maquillaje debajo de un ojo y vestía una camiseta sin
mangas y shorts que han visto mejores días, de todos modos era la mujer
más hermosa que había visto.
Ella se río y apuntó a Gavin.
—Aprendes muy rápido como padre, no tienes tiempo para una
resaca. El Tylenol extra fuerte y rápido y yo nos hemos hecho muy
cercanos al pasar los años.
El teléfono sonó y ella se apuró saliendo de la sala para contestar,
dejando a Gavin parado ahí mirándome fijamente.
—Entonces, ¿cómo fue la pijamada anoche con el abuelo? —
pregunté mientras lanzaba lejos la cobija ahora que mi gloria mañanera
estaba bajo control.
Se encogió de hombros.
—¿Tengo una vagina?
Lo miré sin expresión alguna, sin estar seguro si escuché
correctamente.
—Uh, ¿qué? —pregunté, liberando mis piernas y poniendo mis pies
en el suelo.
Resopló con irritación hacia mí.
—Dije, ¿tengo una vagina?
Me giré hacia la cocina para ver a Claire al teléfono,
balanceándose de un lado al otro. Mierda, estaba solo en esto. ¿Cómo
diablos sabía la palabra “vagina”? Espera, tal vez no lo sabe. Tiene
cuatro, por Dios. Probablemente piense que Vagina significa Cleveland.
—Bueno, Gavin, um… ¿Sabes que significa esa palabra?
Por favor di Cleveland. Por favor di Cleveland.
—Papá vio una película anoche y el chico dijo que se sentía
como si estuviera manejando en una vagina. ¿Puedo manejar una
vagina? ¿Una vagina tiene ventanas y una bocina?
O madre mía de mierda.
—Mierda, ¡hijo de puta! —maldijo Claire mientras regresaba a la
sala.
Gavin abrió su boca pero Claire lo calló al instante.
—No te atrevas a repetir lo que dije. Ve a tu habitación y
encuentra ropa para ponerte. Hoy tienes que ir al trabajo con mami.
Gavin corrió deprisa y su comentario sobre la vagina quedó
momentáneamente olvidado cuando vi la cara de preocupación de
167 Claire.
—¿Qué está pasando? ¿Qué pasó?
Se desplomó cerca de mí en el sillón, descansando su cabeza en
el respaldo y cerró los ojos.
—Se suponía que mi papá iba a cuidar a Gavin hoy así podría
terminar algunas cosas en la tienda, pero le llamaron del trabajo —dijo
con un suspiro.
Bombilla.
—Puedo cuidarlo por ti —dije inmediatamente.
Levantó la cabeza y se me quedó mirando con la boca abierta.
—De verdad, Claire, déjame hacer esto por ti. Estaré feliz de
llevarlo hoy y pasar un poco de tiempo con él.
Después de cuarenta minutos en los que Claire listó todas las
pequeñas cosas que pudieron caber en su boca, haciéndome repetir
ocho veces el número del Centro de Toxicología y dibujarme un
diagrama con figuras en forma de palos en una servilleta de cómo
hacer resucitación cardiopulmonar, Gavin y yo le dimos un beso de
despedida a Claire, nos metimos al auto y nos dirigimos a la librería para
el tiempo de una historia.
Era un lugar público, lleno de niños y padres que sabían cómo
cuidar de niños en caso de que tenga algún problema o dudas. ¿Qué
podría salir mal?

***

—¿…y el sexo? Oh puedes sólo despedirte de eso. Antes de tener


a nuestro hijo, mi esposa era una zorrita sucia. Me daba sexo oral
mientras conducía por la autopista, se vestía con un sucio uniforme de
enfermera y me encontraba en la puerta cuando yo regresaba del
trabajo y donde sea que fuéramos, siempre estacionábamos el auto en
nuestro camino a casa y fallábamos en el asiento delantero.
El hombre sentado a mi lado dejó salir un gran suspiro. Era otro
padre que conocí cuando Gavin y yo llegamos a la librería. Se
encontraba ahí con su hijo de tres años e hija de ocho años. Su hija era
de una relación pasada y tuvo a su hijo con su esposa actual.
Comenzamos a platicar cuando me senté junto a él en uno de los
sillones, mientras los chicos se sentaban en un círculo con un montón de
niños, unos metros allá escuchando a la bibliotecaria leyéndoles un
libro. Después de contarle la versión resumida de mi relación con Claire
y Gavin, le pedí unos consejos sobre padres desde que él ha estado en
esa cuadra por más tiempo que yo. Aunque sabía que se iba a
convertir en un discurso de “cuántos hijos arruinaron mi vida”.
168
—Pero luego de que nació nuestro hijo, mi pene se fue a la lista de
“no llamar”. A veces, si es que escuchaba con atención, podía
escuchar un tamborileo continuo hecho por mis bolas solitarias —me
susurró mientras saludaba y sonreía a su hijo.
Jesús. Claire y yo todavía no hemos tenido la parte del sexo. ¿Será
así? Antes de exigirle a este hombre que me dijera algo bueno así no
tendría pesadillas esta noche, su hija, Finley, corrió hacia él con un libro
en sus manos
—Papi, ¿puedes leerme este libro sobre caballos? —preguntó
dulcemente mientras escalaba en su regazo.
—Claro, pequeña —le contestó, envolviendo un brazo alrededor
de su hija y tomando el libro de su mano.
¿Ves? Mira qué dulces pueden ser los niños. Pueden ser un poco
desastrosos a veces pero definitivamente tienen corazones de oro. Y no
había nada más dulce que ver a un padre con su hija.
—Oh Jesús, María y José… ¿Dónde conseguiste este libro? —
preguntó el hombre mientras unos cuantos padres miraban en su
dirección y le lanzaban miradas sucias.
Me incliné para ver cuál era el problema y me di cuenta que el
libro en su mano era “El gran libro de historias lésbicas con caballos”. Mi
boca se abrió con horror y miré alrededor para ver si alguien había
notado que había porno en la sección de niños en la librería.
—Cariño, ve por otro libro —le dijo calmadamente mientras
escondía el libro tras su espalda
—Pero quiero ese, tiene caballos —discutió ella.
—Bueno, no puedes leer este. Es un libro para grandes. No es para
niños.
Finley rodó los ojos y resopló, entregándole el otro libro que había
traído con ella. —“Comedores de popo”.
Esta vez, su padre fue el que rodó los ojos. —¿”Comedores de
popo”? ¿Otra vez? De verdad, Finley. Necesitas encontrar otro
pasatiempo. Tiene esta cosa sobre el popo —me dijo, tomando el
libro—. Cuando era pequeña, solía pintar, con su dedo, su cuarto con el
popo de su pañal.
Él lanzó una risita al recordar y cubrí mi boca con la mano para
dejar el vómito dentro. Me quedé mirando las manos de la niña
esperando verlas cubiertas de mierda.
—Algunas veces cuando estábamos en el parque, corría hacia mí
y me decía que tenía un regalo para mí. Me mostraba su mano que
estaba cubierta de popo de gato que encontraba en la caja de arena.
Ahhhh, buenos tiempos —dijo con una inclinación de su cabeza.
169 ¿Algunas veces? ¿Eso sucedió más de una vez? ¿Pintura de
popo? ¿Regalos de popo? ¿No deberían, los niños, nacer con el
conocimiento de que no debes tocar el popo? ¿Gavin está al tanto de
que esa es una regla que nadie debe romper?
Lo miré, rebuscando en una caja de libros que alguien había
puesto junto al círculo de lectura y preguntándome si encontraría popo
ahí y me la traería. ¿Qué si trataba de pintarme con eso?
Probablemente gritaría. Y no puedes gritar en la librería. ¿Qué haré?
¿¿¿QUÉ HARÉ???
—Así que sí, buena suerte con toda esa cosa de ser padre, amigo
—me dijo el hombre, parándose para irse.
Me senté ahí, en el sillón, tratando de parar el ataque de pánico
que estaba casi seguro que tenía. Necesitaba una bolsa de papel para
respirar en ella. ¿Por qué jodidos no traje una bolsa de papel? Oh Jesús.
Manos de popo. ¡MANOS DE POPO!
—¡Carter! ¡Oye, Carter! —gritó Gavin mientras corría hacia mí y
muchos otros adultos lo callaban.
Me quedé mirando a sus manos, orándole a Dios que no hubiera
mierda en ellas. ¿Cómo le explicaría a Claire que hice a nuestro hijo
caminar hasta casa desde la librería porque no quería huellas de
mierda dentro de mi auto? Hice una mueca mientras él corría hacia mí,
preparándome para un pastel de mierda en la cara o una bola de
mierda en el brazo. Corría tan rápido que no pudo pararse a tiempo por
lo que se estrelló entre mis piernas.
Oh mierda, por favor no dejes que haya mierda en mis piernas.
Tan pronto como golpeó mis piernas, escaló a mi regazo. Apreté
tanto los ojos que me dio dolor de cabeza.
Oh dulce Jesús. Aquí viene. Un sándwich de mierda. Hará que
pretenda que me lo coma como los niños que te hacen una galleta
con plastilina Play-Doh. El término “Sonrisa de mierda” tendrá al fin un
significado en mi vida.
—Te tengo algo, Carter. Adivina qué mano —dijo emocionado.
Oh, Dios, por favor no me hagas elegir. Será siempre la mano sin
mierda en ella.
La impaciencia de Gavin creció con mi silencio. —Anda, Carter,
abre los ojos. No seas una gallina.
Tragué nerviosamente, tratando de pensar en todas las formas
para desinfectar la mierda de la piel.
¿El blanqueador quema? Probablemente después de que quite
una capa de piel con una lija, quemará. Abrí los ojos lentamente hasta
que pude ver a Gavin tener sus brazos detrás de su espalda.
—Vamos, elige uno de mis brazos y ve qué conseguí —dijo
170 emocionado.
—Vaya, creo que elegiré esa mano —dije sin entusiasmo cuando
golpeé su brazo derecho.
Adiós limpieza, piel sin mierda. Te recordaré con cariño.
Gavin rebotó arriba abajo en mis muslos y balanceó su brazo
derecho enfrente de mí.
—¡Elegiste la correcta! ¡Aquí vamos! —dijo muy emocionado.
Miré hacia abajo nervioso y respiré un profundo suspiro de alivio
cuando vi lo que había en su mano.
Un libro. Un hermoso, crujiente, nuevo libro de librería. No un libro
cubierto de mierda, o un libro hecho de mierda. Sólo un libro. El título
decía: “¡Vamos, sé feliz!”.
Lo tomé de su manito y lo sostuve en el aire para ver las imágenes
de la portada de cachorros jugueteando en un campo.
—Este es un libro genial. ¿Cómo lo elegiste? —le pregunté
mientras ponía la mano que sostenía el libro en mi hombro y me miró a
los ojos.
—Porque me gustas. Y mami dice que es lindo hacer cosas para
hacer feliz a la gente. Quiero que seas feliz.
Todo lo que podía hacer era sentarme ahí y mirarlo fijamente.
Ahora lo entendía. Entendía porque Claire no se desmoronó desde que
supo que estaba embarazada, porque desistió de la escuela y renunció
a todo por este pequeño niño. De repente me di cuenta que mi
corazón estaba sentado ahí en mi regazo y aunque no estuve aquí los
primeros cuatro años de su vida, lo amé incondicionalmente
simplemente porque era mío. Era una parte de mí. Lo supe sin una duda,
podría dar mi vida por asegurarme de que él estuviera a salvo. Envolví
los brazos alrededor de su cuerpito, esperando que no piense más en mí
como un extraño y me deje abrazarlo.
Se inclinó contra mí sin duda y descansé mi frente contra la de él.
—Amigo, ya soy el chico más feliz del mundo —le dije
suavemente.
Gavin se me quedó mirando por un par de minutos y sacó su otro
brazo desde detrás de la espalda. —Bien, entonces luego de que leas
ese, puedes leer este.
Me alejé de él y miré hacia abajo a su mano un libro titulado: “Los
monólogos de la vagina”.

***

Después de dejar la librería, llevé a Gavin por helado y luego


171 fuimos a la casa de Claire. Fiel a su estilo, Gavin habló todo el camino a
casa y comencé a preguntarme si era como una grabadora de cuerda
y probablemente necesitaría golpear un lado de él para hacerlo parar.
Resistí la urgencia. A penas.
Cuando llegamos a la casa, me senté en el sofá y Gavin tomó un
álbum de fotos de una de las mesas y trepó en mi regazo con él. Dio la
vuelta a todas las hojas, explicándome cada foto. Vi cada cumpleaños,
navidad, Halloween y todo lo demás que me perdí, y con el comentario
de Gavin en cada evento, casi me sentí como si estuviera ahí.
También aprendí unas cuantas cosas acerca de Claire. Como el
hecho de que tiene una prima que no puede soportar.
—Esa es Heather. Es la prima de mi mami. Mami dice que es una
zorra —dijo Gavin, apuntando al grupo en la foto que fue tomada en
una reunión familiar.
También aprendí que Gavin parecía tener una afición por rociar
cosas por toda la casa, mostradas por, al menos, cinco páginas del
álbum. Creo que debería de haberle tomado una foto al accidente de
la pasta unas semanas atrás.
—¿Cómo es que hay tantas foto de ti haciendo desastres, Gavin?
—pregunté mientras daba la vuelta a la siguiente página que mostraba
una foto de él sentado en el suelo de la cocina en una pila de granos
de café, cereal, avena y algo que parecía a jarabe—. Espero que
hayas limpiado todo eso por mami.
—Limpiar es ridículo —contestó.
Considerando el actual estado de mi propia casa, no pude
discutir ese hecho.
Continuamos mirando el resto de las fotos en ese álbum y otros
cuatro antes de notar que Gavin se hallaba inusualmente tranquilo en
mi regazo. Miré hacia abajo y vi que se había dormido sentado.
Torpemente recogí mis manos bajo sus piernas y lo llevé a su habitación
exactamente como se durmió —con su espalda contra mi pecho y sus
piernas colgando fuera de mis manos. Sabía que había algún tipo de
regla sobre “nunca despertar a un bebé dormido” y pensé que también
debía aplicarse a los niños ya que podrían entrar en muchos más
problemas que un bebé. Después de conseguir meterlo en la cama,
regresé a la sala y me relajé en el sofá. Encendí la televisión, hojeando
los canales hasta encontrar algo que ver. Una hora más tarde justo
cuando empecé a dormitar, mi teléfono sonó por probablemente la
décima vez desde que dejé la casa más temprano con Gavin. Sonreí
mientras sacaba mi teléfono de mi bolsillo, sabiendo que sería Claire de
nuevo.
¿Cómo va todo? ¿Está todo bien? ~ Claire.
Ni siquiera podía estar ofendido de que esté tan preocupada. Era
172
comprensible. Sorprendentemente, estar a solas con Gavin no estaba
nada mal. Él era muy bien educado, mejor que cualquier niño con el
que haya estado.
Perfecto. Gavin acaba de recibir su primer baile privado. En este
momento está colocado con Red Bull y crack y me enteré que no le
gusta el whisky. ~ Carter.
Me reí y pulsé enviar. Mi teléfono sonó inmediatamente con su
respuesta, como sabía que lo haría.
Espero que al menos surgiera de la chica caliente y no de alguna
cara de mantequilla con enfermedades venéreas.
Y tu hijo prefiere vodka, como su madre. ~ Claire.
Mi risa a su respuesta era tan fuerte que miré por el pasillo para
asegurarme de no despertar a Gavin. Rápidamente le escribí una
respuesta. A pesar de que me hizo una broma, sabía sin duda que
enmascaraba un poco de miedo.
Todo está bien, mamá. Lo mismo que hace cinco minutos cuando
preguntaste :) ~ Carter.
Mi teléfono sonó no menos de cinco segundos después.
¡Oh, cállate! No es él el que me preocupa. Tenía miedo de que te
hubieran atado con cinta aislante a una silla o que ahora tengas tu
cabeza rapada. ~ Claire.
El timbre de la puerta sonó y mientras me levantaba para
averiguar quién era, rápidamente envié otro texto dejándole saber que
nuestro hijo no era capaz de dominarme.
Todavía.
Abrí la puerta para encontrar a Drew de pie ahí con una caja en
sus manos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté.
Drew pasó junto a mí entrando a la casa.
—Encantado de verte también, jodido cerdo. Tengo todos los
volantes, folletos de Claire y toda la demás mierda que Jenny hizo por
ella. Me pidió que los dejara aquí. ¿Qué estás haciendo aquí? Y ¿por
qué sigues con la misma ropa que anoche? ¿Por fin tuviste sexo con la
mamá sexy?
Tomé la caja de sus manos y rodé los ojos.
—¿Vas a callarte ya, idiota? Gavin está durmiendo.
Drew miró más allá de mí hacia la habitación de Gavin.
—Bueno, tengo un regalo para el pequeño engendro —dijo con
una sonrisa mientras sacaba una camisa de su bolsillo trasero. La levantó
173 frente a mí y todo lo que pude hacer fue sacudir la cabeza.
—No lo hiciste. Oh Dios mío, Claire va a matarte —le dije.
Miré mi reloj, dándome cuenta de que Gavin estuvo inconsciente
por bastante tiempo.
—Oye, ¿cuánto tiempo duermen los niños? —le pregunté.
—¿Me estás preguntando? ¿Cómo diablos voy a saberlo?
¿Cuándo fue la última vez que lo chequeaste?
Lo miré sin comprender.
Mierda, ¿tenía que ver cómo estaba? Se quedó dormido. ¿Qué
demonios podía pasar mientras dormía?
Me di la vuelta y corrí por el pasillo hasta la habitación de Gavin
con Drew justo en mis talones.
—¡Mierda! Oh mierda.
La cama de Gavin se hallaba vacía, las cubiertas tiradas como si
se despertó y las arrojó.
Ataqué el cuarto, mirando detrás de la puerta, debajo de la
cama y en el armario.
—Oh, Jesús. Lo perdí. Ya lo jodidamente perdí —grité en pánico
mientras revolvía su armario y saqué un payaso de peluche del fondo
de la pila.
¿Ese chico de Poltergeist no dejó que lo atrapen en su armario por
un payaso malo? ¡Mierda!
—No lo perdiste. No es como si pudo haber ido lejos. Sólo hay una
manera de salir de esta casa y él habría tenido que pasar por delante
de ti para llegar a ella.
Drew salió de la habitación mientras me quedaba allí tratando de
no llorar mientras ahogaba la mierda del estúpido payaso que se llevó a
mi hijo.
Claire iba a odiarme. Nuestro hijo fue absorbido en los abismos del
infierno, mientras yo veía “General Hospital”. Dios las maldiga, Brenda y
Sonny por hacerme perder el foco.
¿Y si se metió en la ventilación y se desmayó en algún lugar de las
paredes? Oh mi Dios, pudo haberse metido en la nevera y asfixiado.
¿No te dicen que pongas una soga alrededor de tu refrigerador? O
espera, eso era sólo cuando lo pones a la acera, ¿no?
¡Mierda! No sabía nada.
—¡Carter, lo encontré! —gritó Drew desde el pasillo.
Salí corriendo de la habitación de Gavin y al final del pasillo,
encontré a Drew en la puerta del baño muriéndose de la risa.

174 —¿De qué demonios te ríes? —le pregunté furioso mientras lo


empujaba para pasarlo
Y entonces lo vi.
Gavin, sentado en el borde del fregadero con alguna mierda
blanca en su rostro.
—Gavin, ¿qué tienes en tu cara? ¿Es ese el maquillaje de mamá?
Negó con la cabeza.
—Nop, es esto —dijo, y me entregó el tubo vacío.
Lo tomé y miré hacia abajo. Crema para la dermatitis del pañal.
Mi hijo se puso crema para la dermatitis del pañal en todo su rostro. Y
cuando digo todo su rostro, lo digo en serio. Prácticamente cada
superficie estaba cubierta, incluyendo los labios.
Drew vino detrás de mí y miró por encima de mi hombro.
—Amigo, puso crema de culo en su cara. Sabes, voy a tener que
empezar a llamar a tu hijo cara de culo, ¿no? —rió Drew.
—Cállate, idiota —le dijo Gavin.
—Cállate. Tú eres el que tiene la cara de culo —replicó Drew.
Tomé una toalla del armario de la ropa y corrí bajo el fregadero.
—Ambos cállense y dejen de discutir —les dije mientras empezaba
a fregar la mierda blanca de la cara de Gavin. ¿De qué diablos hacen
estas cosas, cemento? Es como si hubiera sido rociado sucesivamente.
¿Y por qué esta toalla huele a menta?
La sustancia blanca empezaba a salir, pero en su lugar ahora era
sustancia azul. ¿Qué dem…?
Levanté la toalla y me di cuenta que se encontraba lleno de lo
que sea que era esta cosa azul. Lo traje hasta la nariz y lo olí.
—Hay pasta de dientes en la toalla —murmuré.
Drew metió la mano en el armario de la ropa, agarrándome otra.
—Eh, ¿qué coño? —dijo, dejando caer la toalla en el suelo.
Miré sus manos y estaban cubiertas con pasta de dientes. Regresé
al armario y recogí algunas de las toallas. Cada una estaba manchada
con pasta de dientes. Y pegado en la esquina trasera de uno de los
estantes se hallaba el tubo vacío.
Me di la vuelta para mirar a Gavin.
—¿Por qué pusiste pasta de dientes sobre todo?
Se encogió de hombros. —No sé.
Me las arreglé para encontrar una toalla limpia en el fondo de la
pila en una de las estanterías y conseguí limpiar a Gavin. Drew lo llevó a
jugar en su habitación mientras yo limpiaba la pasta de dientes y el lío
175 de la crema para la dermatitis del pañal y puse todas las toallas de
menta fresca en el lavado. Iba caminando delante de la puerta
después de que comenzara la lavadora cuando Claire entró.
—Cariño, estás en casa —le dije con una sonrisa.
Se rió y se acercó a mí, serpenteando sus brazos alrededor de mi
cintura.
—¿Sonaría muy cursi si te digo lo maravilloso que es entrar y verte
aquí? —preguntó.
Le besé la punta de su nariz.
—Sí, sonarías como una chica necesitada. Simplemente no
comiences a ponerte pegajosa de lo contrario se va a poner muy tonto.
Golpeó mi pecho y me rodó los ojos.
—Estoy bastante segura de que te gustaría que esté un poco
pegajosa —dijo con una sonrisa mientras traía sus caderas contra las
mías. Puse las manos en su cintura y la froté contra la erección que tenía
desde que entró por la puerta.
—Creo que tiene razón, señorita Morgan —dije, mientras me
inclinaba para besarla.
—¡Quita tus manos de mi mujer!
Aparté los labios de Claire y los dos nos reímos al escuchar la
diatriba furiosa de Gavin.
—Gavin, ¿qué estás usando? —preguntó Claire mientras se salía
de mis brazos y caminaba hacia él.
Drew se acercó por detrás y sonrió.
—Hola, guapa. ¿Te gusta la camisa que le conseguí?
Gavin se paró ahí con orgullo, tirando del dobladillo de la camisa
hacia abajo de manera que Claire pueda leerlo.
—¿Dotado como un niño de cinco años? —leyó, dándole a Drew
el mal de ojo.
—Podría conseguirle una como la mía. Tienen de su tamaño —dijo
Drew.
Creo que todos podemos decir que la camisa que Gavin llevaba
era mucho mejor que tener una que diga: “Mírame con disgusto si
quieres hacerme volar”.
Claire pateó a Drew después de darle las gracias por dejar sus
cosas de Jenny, y decidió dejar que Gavin mantenga la camisa porque,
seamos honestos, era demasiado divertido para sacársela. Todavía no
estaba listo para dejar a Claire y Gavin, pero necesitaba una ducha y
algo de ropa limpia. Ya que Claire trabajó todo el día, la invité a ella y
176 Gavin a mi casa para la cena. Y le dije que empacara una bolsa para
los dos.

***

Corría frenéticamente alrededor de mi habitación tratando de


encontrar algo de ropa que diga: “Quiero volverte loco después de que
nuestro hijo vaya a dormir, pero no quiero parecer demasiado
cachonda o desesperada”. Lavé y acondicioné mi cabello tres veces,
me afeité las piernas dos veces y me puse suficiente loción que Carter
podría ser capaz de simplemente pedir prestado mis piernas la próxima
vez que quiera masturbarse. Apoyada en mi tocador, sostenía un par de
tangas de encaje blanco mientras trataba de mantener mi toalla
envuelta a mí alrededor apretando los brazos contra los costados de mis
pechos. Tiré la ropa interior blanca de nuevo en el cajón. Blanco era
para vírgenes. No quería ser una virgen. Quería ser una chica
jodidamente caliente que usa ropa interior roja y cachonda. Pero no
tan cachonda.
Mi celular sonó y luché con la toalla mientras pateaba en mi
armario y alcanzaba el teléfono. Respondí y lo sostuve contra mi oreja
con mi hombro.
—Usa el culotte de encaje rojo de cadera baja a juego con el
sujetador de realce.
—Liz, ¿qué coño? ¿Cómo...? Yo no... —balbuceé en el teléfono.
Dejó escapar un suspiro dramático.
—Bueno, trasero apestoso, ya que no me ibas a decir que esta
noche vas a montar el expreso de Carter, tuve que buscar en otra
parte.
—Liz, me acabo de enterar hace treinta minutos. Iba a llamarte, te
lo juro. ¿Cómo diablos sabes de todos modos?
—Oh, Jim encontró a Carter comprando condones extra
pequeño en el supermercado. No me había dado cuenta que las
hacían en tallas para niños.
—Ja, ja, muy gracioso, coño grande —le respondí con sarcasmo—
. Hablando de vaginas gigantes, últimamente no he recibido ninguna
llamada accidental. ¿Jim se ha tomado un descanso de explorar en tu
pozo sin fondo?
Entonces Gavin entró en mi habitación con su mochila de Toy
Story. Le emocionaba mucho la idea de tener una fiesta de pijamas en
casa de Carter. Discutió conmigo que podía empacar su propia bolsa.
Tuve que echarle un vistazo mientras lo hacía. La última vez que fue con
mi papá, empacó un calcetín sucio, ocho animales de peluche y un
tenedor de plástico.
177
—Liz, me tengo que ir. Tu ahijado acaba de entrar y tengo que
terminar de arreglarme —expliqué cuando Gavin trepó a mi cama y
empezó a saltar.
Chasqueé los dedos y apunté a la cama. Inmediatamente puso
sus piernas delante de su cuerpo y cayó sobre su trasero.
—Asegúrate de empacar jarabe antihistamínico y cinta adhesiva.
No necesitas que nadie grite “mami”, cuando hay un pene dentro de ti.
Y no importa si Carter trata de decirte lo contrario, nunca es caliente si
lo dice. Nunca. Confía en mí.
No necesitaba la imagen mental de Jim gritando, “mami”,
mientras arremetía contra Liz. Rápidamente terminé la llamada y agarré
el sujetador rojo y la ropa interior de mi segundo cajón. Liz me lo compró
hace dos años antes de llevarme en una cita a ciegas que me había
arreglado. El chico se presentó una hora antes, preguntando si
podíamos follar para que pudiera irse. Al parecer, su madre necesitaba
recuperar su coche y quería que limpie su habitación antes de que ella
llegara a casa. No era necesario decir que las etiquetas nunca se
retiraron de la ropa interior de encaje rojo.
Me puse el sujetador mientras Gavin se sentó mirándome por el
espejo. Aprendí desde el principio que era imposible hacer algo sola
cuando tienes un niño pequeño. Cubrirme y correr a esconderme detrás
de una puerta, si él entraba cuando me vestía sólo lo hacía más curioso
e inquisitivo. Y por curiosidad, me refiero a molesto. Era mejor seguir con
mis asuntos y si surgían preguntas, podía manejarlos de una manera
competente y madura. En teoría.
—¿Estás podiéndote los pechos, mamá? —preguntó Gavin.
Me reí y sacudí la cabeza ante su pregunta.
—Bueno, este sujetador es bastante acolchado, así que supongo
que sí. —Me di la vuelta para mirarlo mientras terminaba de tirar las
correas y alcancé mis vaqueros que dejé al pie de la cama.
—Oye, mamá, ¿qué son esas coshitas rojas? —preguntó.
—¿Qué cosas rojas? —le respondí distraídamente mientras me
ponía mis vaqueros y miraba las cuatro camisas diferentes que preparé.
—Las coshitas rojas en tus pechos.
Cerré los ojos e incliné la cabeza. Bueno, esta era mi oportunidad
de ser un adulto. Hizo una pregunta razonable, por lo que debo darle
una respuesta razonable. ¿Cierto? Pero tiene sólo cuatro. ¿Cuál es la
edad adecuada para aprender la palabra “pezones”? ¿Debería ser
honesta con él o inventar algo? Iba a ir a la guardería en pocos meses.
¿Qué si hablaban de biberones o veían a un gatito bebiendo leche de
su madre? Si inventaba algo, mi hijo saldría con: “No, profesor. Mi mami
dijo que esos se llaman “nu-nu de vacas” y están allí sólo para decorar”.
178 Mi hijo crecería marcado de por vida cuando todos se burlen de
él por poner un “nu-nu de vacas” en un biberón. Podía oír la voz de
Robert Dinero en mi cabeza: “Tengo “nu-nu de vacas”, Greg, ¿puedes
ordeñarme?”
—Se llaman pezones, Gavin.
La honestidad es la mejor política. Vamos a ir con eso.
Se sentó allí durante unos minutos sin decir nada. Mentalmente
me daba palmaditas en la espalda por ser una buena madre y ser
capaz de ser veraz con mi hijo.
—Pezones —dijo en voz baja.
Asentí, orgullosa de que él no tenía ningún problema con la
palabra de gente grande y no algo tonto. Todavía tenía pesadillas
sobre el hecho de que mi padre llamó “chu-chu laney” a una vagina
cuando yo crecía.
—Pezones, pezones, pezones. Es divertido de decir.
Mierda. Pude haber hablado demasiado pronto.
Saltó de la cama y salió corriendo de mi habitación, cantando
“Brilla, brilla estrellita” pero sustituyendo cada palabra con “pezón”.
17
Cinta adhesiva para el triunfo
Traducido por rihano, Vero & Mel Cipriano
Corregido por Aimetz

179 Trojan, Durex, Lifestyles, Trojan Magnum (oh sí, mi polla de casi un
metro definitivamente encaja en esos), Contempo, Vivid y Rough Rider.
¿En serio? ¿Había una marca de preservativos llamada Rough
Rider? ¿Por qué no ir con “Fóllatela Duro” y termina con esto?
Me quedé parado en el pasillo de “planificación familiar” de la
tienda de comestibles, tratando de decidir qué marca de preservativos
era más eficaz. Planificación familiar... hazme el favor.
¿Cuántas personas llegaron a este pasillo, porque planeaban una
familia? Vinieron a este pasillo para EVITAR planificar una familia.
No podía comprar Trojan. Cada vez que abría la caja, escuchaba
esa melodía del comercial, maldición de Dios, “¡Hombre Troyano!” y
entonces pensaba en un hombre sobre un caballo. Durex me hacía
pensar en Playtex lo que a su vez me hizo pensar en tampones, lo cual
me hacía pensar en períodos, lo que hizo que me dieran arcadas.
LifeStyles me hacía pensar en Robin Leach y caviar. Los huevos de
peces no son sexy y tampoco lo era Robin Leach.
No iba a hacerme parecer un gran imbécil y comprar Trojan
Magnum. Si compraba esas cosas, tendría que hablar como Harry el
Sucio en el dormitorio. “¿Te sientes con suerte hoy, viendo mi pene
gigante, zorra?”
Claire probablemente no tomaría demasiado amablemente que
la llamara “zorra” antes de tener relaciones sexuales con ella.
Contempo sonaba aburrido, como ese músico contemporáneo,
John Tesh o alguna mierda por el estilo. Aburrido. Si la gente se
quedaba dormida mientras tenías relaciones sexuales con ellos,
necesitabas concentrarte.
Rough Rider ya estaba descartado, así que eso me dejaba con
Vivid. El video de Vivid era de una compañía que hace porno. Y las
cosas que quería hacerle a Claire podrían definitivamente ser
pornográficas. Sin embargo creo que vestirse como un chico FedEx
para poder entregar mi gran paquete al ama de casa cachonda,
mientras ella se inclinaba sobre el fregadero de la cocina, puede tener
que esperar por lo menos un par de semanas.
Cogí la caja grande de cuarenta y ocho que venía con una
botella gratis de gel lubricante y un anillo vibrador para el pene y los tiré
en el carrito. El anillo de pene me asustó un poco. La idea de algo
vibrando por mis bolas me puso nervioso. ¿Y si se produce un
cortocircuito? Grandes bolas de fuego no deberían ocurrir en el
dormitorio. Y estaba seguro que el olor a pelo de bola quemado
mataba el estado de ánimo.
—Deja de preocuparte. Estoy seguro de que Claire ni siquiera va a
darse cuenta de que tienes un pajarito.
180 Me di la vuelta para ver a Jim de pie en el pasillo con una sonrisa
y una caja de tampones en la mano.
—Muy gracioso, imbécil. Parece como si esta semana estuvieras
en el periodo. Asegúrate de conseguir un poco de Midol y una copia de
“La fuerza del Cariño” para que puedas desatar un buen llanto —
bromeé.
—Oye, “La fuerza del Cariño” es una conmovedora y hermosa
historia sobre la dinámica de una relación madre e hija. Muestra un
poco de respeto por Shirley McClain y Debra Winger, por el amor de
Dios. Esa película ganó cinco Oscar por...
—Jesús, cálmate, Nancy, ¿Liz sabe que hoy vas a utilizar su
vagina? —pregunté con fingido horror.
Jim sonrió. —Voy a fingir que no has dicho eso porque si le digo a
Liz, te sacaría tu escroto, amigo.
Él tenía razón en eso. Liz era un bulldog con rabia y la enfermedad
de las vacas locas. Me jodería si la molestaba.
—Puesto que acabo de atraparte comprando condones, y Claire
es como una hermana para mí, siento que debo decir unas palabras en
este momento —explicó, apartando algunas botellas de lubricante en
un estante junto a él para poder poner la caja de tampones y cruzar los
brazos frente a él.
Asentí. —Por supuesto.
—Me agradas Carter, pero primero conocí a Claire y estoy
comprometido con su mejor amiga, lo que significa, por las leyes de las
chicas, que ella tiene que gustarme aún más. Siento que es necesario
que use las palabras de algunos de los grandes de la historia para
establecer la sinceridad de la situación en la que nos encontramos.
Hizo una pausa y esperé a que continuara, apoyando el codo en
el mango de mi carro.
—Si te metes con el toro, consigues los cuernos.
»Si quieres lanzar puñetazos, tengo a Jack Johnson y Tom O'Leary
esperándote, aquí mismo.
»Te lanzaré a mi nena y también a su pequeño perro.
»Voy a sacarte los ojos y joder tu cráneo.
Asentí impresionado. —¿”Full Metal Jacket”? —pregunté.
—Sip.
—Muy bonito —contesté.
Jim se dio la vuelta y cogió sus tampones de las estanterías.
—Bueno, está bien entonces. Mi trabajo aquí ha terminado. Tengo
unas cuantas cosas más para recoger así que voy a hablar contigo más
tarde.
181

***

Una hora y media más tarde, me las arreglé para limpiar la casa,
cambiar las sábanas en la cama, hacer la cama extra en la habitación
de invitados para Gavin y colocar un par de cosas que compré para él
durante la semana pasada. Tal vez fue un poco exagerado, pero
bueno. Me perdí cuatro años de cumpleaños, navidades, días de San
Valentín, Días del Árbol, domingos y cualquier otro día que podría
haberle comprado algo. Tenía un montón de tiempo para compensar.
Mi hijo iba a pasar la noche en mi casa.
Quería saltar y aplaudir como una niña. Tenía ganas de
acurrucarme con él en el sofá en su pijama y ver la nueva película que
busqué. No podía esperar para meterlo en la cama y despertarme con
él mañana en la mañana y hacerle el desayuno. Quería experimentar
todas las cosas que hacían su día.
Quería oírle reír, escucharlo hablar y verlo interactuar con Claire.
Claire.
Hermosa, inteligente, divertida y sexy Claire, quien también iba a
pasar la noche en mi casa. No podía esperar a despertar en la mañana
con ella a mi lado. Me lo perdí hace cinco años, y no iba a pasar sin ese
momento. Quería que su cara fuera lo primero que viera cuando saliera
el sol y su cuerpo acurrucado junto al mío fuera lo primero que sintiera.
Pero, sobre todo, quería ser consciente de cada segundo. No quería
que la neblina del alcohol nos quitara nada esta noche.
Esperaba que ella no creyera que era demasiado atrevido por mi
parte comprar condones. Si no quería hacer nada, no había manera de
que la presionara. Pero si pedía que mi palpitante pitón del amor saliera
y jugara, no iba a quejarme.
Lancé una caja de fideos en una olla de agua hirviendo cuando
sonó el timbre. Puse el temporizador en la cocina y rápidamente
atravesé la sala y abrí la puerta. Tan pronto como se abrió, Gavin
irrumpió junto a mí y hacia la sala de estar.
—¡Hola, Carter! ¡Mami tiene pezones! ¿Tú tienes pezones? —
preguntó mientras se quitaba la mochila y vaciaba el contenido en el
medio del piso.
—Oh Dios mío, Gavin ¡el filtro! —lo regañó Claire mientras entraba
por la puerta, poniendo los ojos en mí. Me reí mientras cerraba la puerta
detrás de ella y traté de no agarrar su culo u olisquear su pelo.
Jesús, tenía un muy buen culo.
—¿Cuál es el problema con la pregunta de los pezones? —
182 pregunté mientras ambos nos parábamos en la entrada de la sala de
estar, mirando a Gavin revisar las cosas que había traído.
—Él entró a mi habitación cuando me vestía y me preguntó qué
eran. Pensé que debía ser honesta y ahora me doy cuenta de que fue
un gran error. Pasó todo el camino hasta aquí cantando “Todo lo que
quiero para Navidad son mis dos pezones delanteros.” Casi abrí la
puerta y lo empujé hacia el tráfico que se acercaba —dijo Claire con
una sonrisa.
—Mami detuvo el auto, abrió la puerta y me dijo que saliera y
caminara —me informó Gavin.
—Está bien, “casi” no es exactamente preciso —dijo
encogiéndose de hombros—. En mi defensa, le dije que si decía la
palabra “pezones” una vez más, iba a parar el coche y hacerlo
caminar. De acuerdo con su pediatra, es importante seguir siempre
adelante con tus amenazas.
Ayudé a Claire a quitarse el abrigo y cogí el de Gavin, que había
tirado en el suelo y colgué los dos en el armario.
—Tal vez ahora no es el mejor momento para decirte que esta
mañana me preguntó si tenía una vagina y luego me pidió que le leyera
“Los monólogos de la vagina” en la biblioteca.
Claire gimió y sacudió la cabeza.
—¿Qué diablos voy a hacer cuando comience preescolar en
unos meses? Va a ser como ese chico en la película “Un policía en el
Kindergarten” con la excepción de que va a anunciar que “¡los
muchachos tienen un pene y las niñas tienen vagina y mi mamá tiene
pezones!” —Envolví los brazos alrededor de su cintura y la atraje contra
mi lado, observando de nuevo lo bueno que se sentía su cuerpo junto al
mío.
—¿Te refieres a qué diablos vamos a hacer? —corregí. Tenía que
asegurarme de que entendía que no iba a cambiar de opinión acerca
de todo esto.
—No olvides, que también va a decirle a todos cuán grande es mi
salchicha. Al menos espero que lo haga. Tal vez debería recordarle la
maravilla que es mi salchicha.
Claire levantó sus cejas hacia mí y me di cuenta de que eso no
salió bien en absoluto.
—Eso también sonó mucho más vulgar de lo que quise decir.
Claire giró su cuerpo hacia el mío, así que nos encontrábamos
pecho a pecho y mi espalda quedó hacia Gavin. Ella apoyó los brazos
sobre mis hombros, dejando que sus dedos jugaran con el pelo en mi
183 nuca. Me puso la piel de gallina en los brazos y el Sr. Feliz acababa de
despertar de su siesta de la tarde y empezó a babear.
—¿Podemos prohibir la palabra salchicha? —preguntó con una
sonrisa.
Miré por encima del hombro a Gavin. Se hallaba de espaldas a
nosotros y ocupado hablando con su estatuilla de Batman,
preguntándole si tenía pezones. Miré de nuevo a Claire y dejé que mis
manos se deslizaran por sus caderas y alrededor de su culo para jalarla
contra mí.
—Sólo si utilizas la palabra “polla” a partir de ahora —dije con una
risa.
Empujó las caderas contra mí y dejé escapar un gemido cuando
entró en contacto con mi furiosa erección.
—T.J. me dijo que le pagaste veinte dólares la otra noche para
conseguir que dijera eso.
Mierda. T.J. iba a joderse la próxima vez que jugáramos P.O.R.N.O.
Él iba a conseguir un balón directo a su garganta. Puse los labios en la
comisura de sus labios y luego besé una ruta a través de su mejilla.
Cuando llegué a la suave piel justo detrás de su oreja, dejé que mi
lengua serpenteara para poder saborearla.
Dejó escapar un pequeño gemido y empujó las caderas de
nuevo hacia mí. Volvió la cara para que sus labios se cernieran por mi
oído.
—Polla, polla, po-lla —susurró, alargando las sílabas en la última.
—Maldito infierno… —murmuré, envolviendo los brazos alrededor
de su cintura y abrazándola con fuerza para que sus caderas dejaran
de moverse contra mí.
El temporizador de la cocina sonó y todos los pensamientos de los
labios de Claire y la “polla” se pusieron a un lado.
Me desenrollé de ella y todos nos dirigimos a la cocina para que
yo pudiera terminar los espaguetis.
La cena fue muy bien, a pesar de que Claire tuvo que recordarle
a Gavin cada diez segundos que dejara de hablar y comiera. Nunca he
oído a un niño hablar tanto en mi vida sobre cualquier cosa y todo, y
disfruté cada segundo de ello. Después de la cena, envié a Claire y
Gavin a la habitación de invitados mientras yo limpiaba los platos.
Unos segundos después, oí el grito de Gavin.

***

Agarré la mano de Gavin, y fuimos hacia la parte de atrás de la


184 casa donde Carter dijo que se encontraba la habitación de invitados.
Pensé que era muy dulce que Carter hubiera arreglado una habitación
para Gavin.
Llegamos a la puerta y la abrí. Gavin dio un paso adentro y dejó
escapar un grito.
—¿QUÉ DEMONIOS?
De inmediato corrió adentro de la habitación y me quedé ahí
parada con la boca abierta, incapaz de reunir la capacidad de decirle
que vigilara su boca.
Carter tenía una tienda de juguetes en la habitación de invitados.
¡Había una maldita casa de árbol en la esquina! ¡Una casa de árbol!
¿Cómo metió eso aquí?
Poco a poco reparé en cada rincón de la habitación y luego lo
hice de nuevo sólo para asegurarme de que no alucinaba.
No, definitivamente había una pila de al menos un centenar de
animales de peluche en la esquina, una litera con mantas de autos de
carrera, tres pistas Hot Wheels que se cruzaban por toda la habitación,
un montón de rompecabezas, una mesa de dibujo llena de libros para
colorear y lápices de colores y un estante lleno de cubos multicolores
que guardaban coches, camiones monstruos, hombres del ejército,
legos y Dios sabe qué más.
Gavin recorrió toda la habitación, tocando todo.
—Santa mierda —murmuré.
Gavin detuvo su ascenso hacia la casa del árbol y me miró.
—Mamá, no puedes decir mierda —regañó.
Me eché a reír histéricamente.
—Oh, sí puedo. Puedo decir mierda. Soy un adulto, por el amor de
mierda. Tú eres el que no puede decir mierda. ¡Mierda! ¡Saco de
mierda!
Podía sentir la quemadura en la parte posterior de mi garganta y
una picadura en mis ojos que indicaba que iba a llorar. ¡Mierda! Lo hizo.
Ahora estaba enamorada del imbécil. Le compró a mi... a nuestro hijo
una maldita tienda de juguetes. No habría hecho esto si no fuera en
serio. Sé que me lo dijo, en varias ocasiones. Quería mucho creerle, pero
no había pensado en esto. No podía seguir adelante y convertir esto en
algo real hasta que estuviera cien por ciento segura de que él nunca
dejaría a Gavin. Podría dejarme, podría cambiar de opinión acerca de
nosotros y sabía que yo sobreviviría. Pero nunca, nunca dejaría que mi
hijo fuera lastimado así. Mirando esta habitación, pensando en cuán
fácilmente nos dejó tomar su vida y cambiar cuales fueran los planes
que tenía para su futuro, sabía sin duda que quería que él fuera el
padre de Gavin. Ya no era sólo un donante de esperma. Era un padre.
185 Y supe que sería uno malditamente bueno.
Dejé que las lágrimas cayeran de mis ojos y corrieran por mis
mejillas mientras le sonreía a nuestro hijo, revisando felizmente todos sus
juguetes nuevos. Oí una garganta aclararse detrás de mí y me di media
vuelta para ver a Carter de pie ahí, tímidamente, con las manos en los
bolsillos.
—Así que, um, ¿en cuántos problemas estoy? No pensaba en
conseguir tanto, pero una vez que llegué a la tienda, no pude evitarlo.
¡Ellos hacen Hot Wheels que cambian de color en el agua, Claire! Y un
camión de basura llamado Stinky que se mueve sola, y recoge los
juguetes, y luego eructa. ¿Sabías que había algo llamado MoonSand?
Oh, oh y Aqua Sand que curiosamente parece un revestimiento aislante
cuando lo pones en el agua, pero cuando lo sacas...
Me lancé hacia sus brazos y corté sus palabras con mis labios.
Obviamente se sorprendió, pero me cogió con facilidad en sus brazos y
me devolvió el beso. Vertí todo lo que tenía en ese beso, toda mi
felicidad, toda mi confianza y todo mi amor. Le dejé saber con mis
labios lo agradecida que me sentía por haber sido bendecida con un
hombre como él en mi vida. Podría haberlo besado por días y nunca
llegar a buscar aire. Lo único que me hizo parar fue el sonido del silencio
absoluto en el cuarto detrás de nosotros.
Rompí el beso y Carter dejó escapar un gruñido de protesta que
hizo que mis partes femeninas hormiguearan sabiendo que él no quería
parar. Manteniendo los brazos a su alrededor, volví la cabeza.
—¿Dónde está Gavin?
—Oooh esto es caliente. Y hace que mis manos cosquilleen —
escuchamos decir a Gavin desde otra habitación.
Suspiré. —Mierda, ¿en qué se metió ahora? —murmuré, mientras a
regañadientes salía de los brazos de Carter.
Carter comenzó a sonreír, pero inmediatamente tuvo una mirada
de horror en su rostro. Dio media vuelta y salió corriendo de la
habitación antes de que pudiera preguntarle qué le pasaba. Seguí
detrás de él y me encontraba justo en sus talones cuando dobló la
esquina hacia su dormitorio. Era como algo salido de una película.
Carter saltó y se lanzó por el aire, con los brazos extendidos frente a él
como Superman. Se desplazó a través del cuarto y aterrizó sobre su
estómago en la cama junto a Gavin, pero no antes de quitarle algo de
su mano. Me quedé parada ahí con la boca abierta, tratando de
entender qué diablos pasaba.
—Oyeeeee —se quejó Gavin con el ceño fruncido.
Carter estaba boca abajo en la cama, sus hombros temblaban
tan fuerte que el cuerpo de Gavin saltaba. ¿Lloraba? Oh Dios mío,
¿tenía un ataque de nervios?
186 —Carter, ¿qué diablos? —pregunté
—¿Qué diablos, Carter? —repitió Gavin
—¡Gavin! —lo regañé mientras Carter continuaba teniendo un
ataque o lo que sea que hacía.
—Pero mamaaaaá, me quitó la loción. —Gavin hizo un puchero.
Me acerqué a la cama para ver lo que Gavin señalaba. Había un
pequeño tubo de algo en la mano de Carter sobre la cama. Tan pronto
como me acerqué lo suficiente para verlo, Carter lo agarró y se dio la
vuelta sobre su espalda. Y ahora podía ver que él no se moría de un
ataque de epilepsia, sino que se reía sin control.
—No es gracioso, Carter. Me quitaste mi loción —se quejó Gavin.
Esto sólo hizo que Carter se riera más fuerte hasta que jadeaba en
busca de aire. Lo miré confusa. Sólo levantó el brazo y me dio el tubo
de... ¿KY Warming Liquid?
Oh Jesús, maldito infierno. ¿Lubricante? Puso lubricante en sus
manos. Sólo me tomó unos segundos el darme cuenta de que Gavin
estaba rodeado de condones. Un par de ellos abiertos y fuera de sus
envolturas.
—Tus globos apestan, Carter —se quejó Gavin.
Me desplomé en la cama junto a Carter y me reí con él.

***

A los veinte minutos de “Toy Story 2”, Gavin se durmió


profundamente con la cabeza en el regazo de Carter. Me levanté para
ir al baño y cogí mi celular de la mesa de la cocina así podía tomar una
foto a hurtadillas. Era demasiado lindo para no documentar.
Le di unos golpecitos a Carter en el hombro una vez que guardé
mi teléfono y señalé a Gavin, luego hice un gesto hacia su habitación. Él
torpemente intentó acomodar sus brazos alrededor de Gavin y noté
que le asustaba despertarlo.
—Está bien —susurré—. No se va a despertar.
Carter sacudió la cabeza y murmuró algo que sonó como—: Sí,
claro, hasta que de repente desaparece y te das cuenta de que ha
sido devorado por un payaso.
Se movió rápidamente, acomodando a Gavin en sus brazos,
como lo hizo mil veces antes y Gavin nunca movió una pestaña por el
movimiento. Seguí detrás de Carter por el pasillo y sonreí al ver a Gavin
con la cabeza ubicada en el hueco del cuello de Carter y sus brazos
colgando inertes a los costados. Entramos en el dormitorio, pasando por
encima de todos los juguetes así no tropezaríamos, y me quedé atrás
187 mientras Carter ponía suavemente a Gavin en la litera de abajo y lo
cubría. Me costó mucho no llorar cuando apartó el pelo de Gavin de su
frente como yo solía hacer todas las noches.
—Mi lonchera tiene pezones de vaca —murmuró Gavin en su
sueño antes de rodar para enfrentar la pared.
Carter volvió a mirarme.
—¿Qué demonios fue eso? —susurró él con una sonrisa.
Me acerqué para rodearlo, me incliné y besé la cabeza de Gavin.
—Tu hijo habla dormido —le informé a Carter mientras tomaba su
mano y lo sacaba de la cama—. Esperaba de algún modo que fuera
hereditario. No hablo dormida, y si tú tampoco, entonces tal vez tiene
que ver con lo que come antes de dormir.
Carter se aferró a mi mano mientras caminábamos por la
habitación. —Lamento decir que no hablo dormido. ¿Qué come antes
de dormir?
—Dietilamida de ácido lisérgico, hongos, la merienda habitual
para los niños antes de acostarse.
Antes de llegar a la puerta, Carter me soltó la mano, se acercó a
la pared y prendió una luz de noche que tenía la forma de un coche de
carreras. Me acompañó a la puerta y me cogió la mano de nuevo.
—¿Ves? Esto es lo que le pasa a la juventud americana —susurró—
. Muchas galletas de chocolate sin suficiente ácido.
Me quedé parada ahí mirándolo. ¿Un cuarto lleno de juguetes y
una luz de noche? Este hombre había pensado en todo.
—¿Qué? —preguntó, cuando no me moví.
—Sólo me sorprendes, eso es todo —dije con una sonrisa mientras
lo sacaba al pasillo, y cerraba la puerta del cuarto de Gavin detrás de
mí.
Caminamos en silencio por el pasillo hasta el dormitorio de Carter,
los dos sabíamos que sin lugar a dudas este era el siguiente paso. Quería
volver a acostarme con él desde el primer momento que lo vi en el bar.
Parecía que hubiera pasado mucho tiempo, pero aquí, en este
momento, por fin se sentía bien.
Carter cerró la puerta de su habitación y me acerqué para
bloquearla por si acaso. Gavin dormía como un tronco, pero estaba en
un lugar extraño, así que no sé qué tan bien lo iba a hacer. Tal vez eso
era egoísta por mi parte, pero después de cinco largos años y sin tiempo
sola, creo que me merecía esto. Además, prefería mucho más que nos
golpeara la puerta para alertarnos de que se despertó en lugar de
simplemente irrumpir para preguntarnos por qué luchábamos desnudos.
La única luz en la habitación provenía de una pequeña lámpara
188
en la mesilla de noche que arrojaba un brillo suave en la habitación.
Nos quedamos en la puerta mirándonos fijamente. Lo extraño era que
no era para nada extraño. Quería disfrutarlo todo. Quería recordar
cada segundo de este momento. No quería tener sólo fragmentos de
una noche de borrachera en mi mente. Quería recordar cada caricia,
cada mirada y cada sentimiento. Nunca lamentaré la primera vez que
tuvimos sexo porque me trajo a Gavin. Pero esta vez significaría más,
porque esta vez, amaba a este hombre con todo mi corazón.
En tan sólo unos minutos, iba a estar totalmente desnuda delante
de él.
Oh Dios mío, en tan sólo unos minutos iba a estar desnuda.
Delante de Carter.
Mierda, tengo estrías en mi culo. Está bien, sólo mantendré sus ojos
lejos de mi culo desnudo.
Se agachó y tomó mi mano, atrayéndome a su pecho. No soltó
mi mano mientras envolvía nuestros brazos detrás de la espalda,
entrelazando los dedos. Su otra mano se acercó a descansar en mi
mejilla mientras me miraba a los ojos.
—Antes de hacer esto, necesitas saber algo —susurró.
Va a decirme que es gay.
—Estoy un cien por ciento y absolutamente enamorado de ti y de
Gavin.
Mis labios temblaron y mi corazón dio un vuelco. Cerré los ojos y
traté de contener las lágrimas mientras apoyé mi frente contra la suya.
Una vez que conseguí controlar mis emociones, me aparté para poder
ver su rostro.
—Yo también te amo, Carter —susurré.
Una sonrisa iluminó su rostro y levanté la mano y dejé que mis
dedos trazaran la forma de sus labios. Me besó los dedos y empezó a
caminar hacia atrás, hacia la cama. Me encantó la forma en que me
miraba como si yo fuera su mundo. Creo que nuestra primera vez juntos
ni siquiera hicimos contacto visual.
Cuando la parte de atrás de mis rodillas golpeó el borde, me
inclinó hacia atrás, abrazándome y bajándome poco a poco, hasta
que sentí la suavidad de la cama contra mi espalda y el calor duro de
Carter contra mi frente. Su brazo se sostuvo fuertemente alrededor de
mi cintura y me levantó lo suficiente para que pudiera movernos más
arriba en la cama. Levanté las piernas y las envolví alrededor de sus
caderas. Puse las manos en sus mejillas y estiré el cuello hacia arriba
para poder besarlo. El beso empezó suave y dulce, pero cambió
rápidamente. Podía sentir su dureza justo en el vértice de los muslos y un
estallido de calor se apoderó de mí y humedeció mi ropa interior. Carter
189 movió las caderas un poco y gemí en su boca abierta. Ese sonido le
debe haber dado la señal de “todos los sistemas activados” porque
empujó su lengua en mi boca y trasladó la dureza de sus vaqueros
contra mí. Moví las manos hacia abajo hasta el dobladillo de la camisa
y los deslicé debajo. El calor de su piel suave al instante calentó mis
manos frías mientras las llevé a la parte delantera de su estómago y el
pecho. Empujé mis antebrazos más arriba para levantar su camisa en la
parte delantera de su cuerpo. Él rompió el beso para llevar la mano
detrás de sí y agarrar un puñado de su camisa, tirando hacia arriba
sobre su cabeza y la arrojó a un lado.
Se levantó por encima de mí en un brazo, repitiendo los
movimientos que acababa de realizar en él. Apoyó la mano en la parte
baja de mi estómago y sus dedos se deslizaron bajo el dobladillo de mi
camisa. Miró su mano, ya que poco a poco se trasladó hasta mi
estómago y entre mis pechos. Agarré la parte inferior de la camisa y la
tiré hacia arriba, arqueando la espalda para poder quitármela y tirarla
en la misma dirección en que fue la camisa. Su palma que descansaba
en mi pecho se deslizó hacia un lado, yendo a la parte superior de mi
pecho y quitando la parte superior del sujetador rojo de encaje. Suspiré,
cerrando los ojos e inclinando la cabeza hacia atrás mientras su mano
se envolvió en mi pecho por encima de mi sujetador.
—Eres tan hermosa —susurró mientras acariciaba la suave curva,
haciéndome gemir. Antes de que pudiera pensar en alguna idea
coherente, sus dedos se deslizaron debajo del borde de mi sujetador y
bajó la cabeza para sumergir sus cálidos labios húmedos para capturar
mi pezón y halarlo con su boca.
En este punto ya estaba lista. Mis manos apretaban sus hombros y
mis uñas se clavaban en su piel mientras su lengua arremolinaba de un
lado para otro. ¿Cómo fue que nunca supe que había un nervio que
conectaba desde mi pezón derecho a mi vagina? ¡Santo cielo! Cada
vez que él chupaba, sentía un cosquilleo allí y me volvía loca.
—Tienes demasiada ropa —murmuré estirando el brazo entre
nosotros para desabrochar sus vaqueros. Se apartó de mí y se puso de
pie junto a la cama para bajarse los pantalones y bóxer mientras yo me
desabrochaba mis vaqueros.
Mierda, allí está el pene —su poderoso, poderoso pene que iba a
estar dentro de mí de un momento a otro. ¿Se ve más grande? Tal vez
sea la iluminación. Espero que esta iluminación no sea como la del
vestuario y haga que mi culo se vea más grande.
—Me estás haciendo autoconsciente al mirar fijamente mi pene.
No hace ningún tipo de trucos, así que espero que no estés esperando
a que haga malabares, ni nada —dijo Carter con una sonrisa mientras
se inclinaba hacia abajo y enganchaba los dedos en la cinturilla de mis
vaqueros y la ropa interior y empezó a deslizarlos por mis piernas.
190
No pienses en la cicatriz de la cesárea o las estrías alrededor. Si no
piensas en ellas, no son reales.
Mierda, va a verme desnuda. Tal vez si mira hacia otro lado o
cierra los ojos, vería mejor. Podría ser como el comercial de Old Spice.
Mira hacia abajo, hacia arriba, ahora mírame. Soy una modelo de
Maxim.
—Me pregunto si tienes un permiso para eso y si va a caber en mí
—bromeé astutamente, descansando las manos sobre la parte superior
de la cicatriz situada encima del pequeño triángulo de vello púbico.
Bueno, no bromeaba. ¿Cómo diablos entró esa cosa la última vez, y por
qué no caminé gracioso a la mañana siguiente?
Carter notó mis intenciones y de inmediato apartó mis manos y las
sostuvo abajo a los lados.
Si intento aplanar el estómago con más fuerza, me voy a romper
un músculo.
—No te cubras, por favor. Me encanta cada centímetro de tu
cuerpo —dijo con sinceridad mientras descansaba una rodilla en la
cama junto a mi muslo y dio un beso suave sobre la cicatriz de la
cesárea. Amaba cada centímetro de mi cuerpo antes de que Gavin lo
estirara como una bandita elástica en una resortera. Por supuesto, su
recuerdo de mi cuerpo esa noche no era muy claro, pero estoy
bastante segura de que recuerda que en ese entonces mi culo no tenía
un mapa de estrías y que muy bien podría enseñar una clase de
geografía si desnudarme delante de los estudiantes no estuviera mal
visto.
Soltó una de mis manos y usó su brazo para sostenerse mientras se
inclinaba sobre mí y miró mi cuerpo. Las puntas de sus dedos siguieron
varias veces la línea de mi cicatriz de un lado a otro. Por un momento
tenía una mirada triste en sus ojos, y de ninguna manera lo permitiría
cuando estábamos a unos segundos de tener un momento sexy. Agarré
sus dedos y los moví, colocándolos sobre mi pecho.
Muy bien, estoy mejorando en esto. No era extraño en absoluto.
Quería su mano en mi seno, así que puse la mano en mi seno. Listo.
Levantó la vista y me sonrió y luego se arrodilló en el suelo junto a la
cama. Le di una mirada inquisitiva mientras deslizaba las dos manos por
mis caderas, a través de mis muslos y las deslizó por detrás de las rodillas.
Empecé a decirle que volviera aquí cuando, de repente, me atrajo
hacia sí hasta que mis rodillas se doblaron en el borde de la cama y mis
piernas colgaban a cada lado de él. Antes de que pudiera pronunciar
una protesta, se inclinó y besó el interior de mi muslo.
Oh, Jesús. Oh mierda santa, va a poner su boca sobre mí.
191 La punta de su lengua hizo un sendero desde el interior de mi
muslo a mi hueso de la cadera, donde puso los labios y succionó con
suavidad. Cerré los ojos y apreté las sábanas mientras besaba un
camino desde la cadera a mi hueso púbico.
Oh mierda, él estaba allí. Estaba terriblemente mojada y
probablemente ahora me podía oler. Debería haber comido fresas o
melón o una docena de rosas o toda una planta de menta. ¿Eso
funcionaba para las mujeres? Leí en un artículo que funcionaba para los
hombres. Su esperma sabía a lo que comían. ¿Mi vagina sabía a
espaguetis? ¡Maldita sea! No debería haber cenado.
Sus manos se deslizaron de nuevo por mis piernas a la parte
superior de mis muslos, hasta que sus pulgares se deslizaron en los labios
de mi sexo. Dejó de besar el área alrededor de mi triángulo de rizos,
sacó un poco la cabeza y vio lo que hacía con los dedos. Tenía un ojo
abierto en este momento para que pudiera ver cuál era su siguiente
paso. A pesar de que me volvía loca por el hecho de que mi vagina
podría saber a Chef Boyardee, era un poco caliente ver a Carter
mirarme mientras sus manos descansaban sobre mis muslos y deslizaba
su pulgar hacia arriba y abajo por mi humedad.
Sus pulgares se deslizaron una última vez, extendiendo mi apertura
a su paso. Gimió, y antes de que pudiera disculparme por no dejar que
mis partes femeninas hicieran gárgaras con enjuague bucal, bajó la
cabeza y envolvió sus labios y su lengua a mí alrededor. Un grito
ahogado salió de mi boca mientras arqueaba la espalda y golpeé mi
mano sobre la cama.
Toda la vergüenza fue olvidada cuando su boca se puso en
contacto conmigo.
Cada pensamiento voló de mi cabeza y lo único que podía hacer
era sentir lo que me hacía. Pasó su lengua y succionó, dejando que sus
labios y lengua se deslizaran hasta mi apertura y de regreso. Aplastó la
lengua y lamió sobre la parte superior de mi clítoris arriba y abajo, una y
otra vez. Su aspereza y su cálido aliento golpeando mi piel mojada, me
hizo jadear y empezar a mover las caderas al ritmo de su lengua.
Separó los labios, usando la firme punta para golpetear contra el punto
más sensible a un ritmo febril.
Ya podía sentir al acecho el hormigueo de mi orgasmo, justo fuera
de mi alcance. Podía oír los sonidos de sus labios y lengua en mí, y ni
siquiera me importaba una mierda que ahora mismo, una gran
cantidad de esos sonidos hicieran eco por toda la habitación tranquila.
Carter iba a hacerme tener un orgasmo con su boca. Sólo pensarlo
hacía que cada centímetro de mí latiera y mis caderas se empujaran
más rápido en su contra. Su lengua se deslizó por mi apertura y se abrió
camino dentro de mí. Mis piernas empezaron a temblar ante la
necesidad de la liberación, y podía oírme jadeando de deseo. Empujó
su lengua dentro y fuera de mí lentamente, una y otra vez, antes de
192 volver a chupar. Besó mi clítoris cómo me había besado en la boca
todas las veces anteriores —labios suaves, arremolinando la lengua,
chupando la piel. Una de sus manos se alejó de mi muslo y sentí la punta
de su dedo girando en contra de mi apertura. Su dedo se burlaba
mientras su boca seguía devorándome.
En la bruma de placer, me oí gritar “sí, sí” una y otra vez,
animándolo a empujar con el dedo en mi interior. Sus labios y su lengua
nunca dejaron su asistencia en mí, mientras cumplía con mis deseos. Su
dedo largo se deslizó lentamente hasta que estuvo tan profundo que
pude sentir los nudillos apretados contra mi piel. Con una audacia que
no sabía que poseía, lo agarré de la cima de la cabeza y lo sostuve
contra mí, mis caderas empujaban erráticamente mientras que el dedo
comenzaba a moverse dentro y fuera. Movió la cabeza de lado a lado
de modo que su boca se deslizó hacia atrás y adelante por encima de
mí, mientras seguía empujando su dedo. Antes de darme cuenta, mi
orgasmo me invadió. Agarré su pelo con mis puños y lo mantuve en su
lugar mientras resistía mis caderas y gritaba de placer.
—¡Oh, Dios! Ohhhhhh ¡SÍ!
Carter siguió lamiendo cada gota mientras yo jadeaba y gemía
en mi liberación, y lentamente descendía de lo alto. Si no lo apartaba,
probablemente no iba a parar nunca. Pero lo necesitaba. Solté mi
agarre de muerte de su pelo, y llevé sus brazos hacia mi cuerpo. Se
arrastró sobre mí, cerniéndose sobre mi parte superior, y me sonrió.
—Sabes tan jodidamente bien. Podría hacer eso toda la noche.
Una vez más, que Carter hablara sucio me encendió
sorprendentemente. Estaba bastante segura de que dejé escapar un
gruñido mientras deslizaba mi mano entre nuestros cuerpos y la envolvía
alrededor de su dureza, que descansaba contra mi muslo. Canalicé mi
zorra sucia, y bombeé mi mano arriba y abajo de su longitud lisa y dura.
Froté el pulgar hacia atrás y adelante a través de la humedad que se
filtraba por la punta, extendiéndola por todo.
—Joder, mierda necesito estar dentro de ti —balbuceó Carter,
incoherentemente. Rápidamente, deslizó las manos alrededor de la
parte superior de la cama y ciegamente tomó uno de los condones.
Cuando su mano finalmente lo consiguió, se puso de rodillas entre mis
piernas y observé como quitaba el preservativo de la envoltura y luego
lo colocaba en la punta de su pene, deslizándolo hacia abajo. Nunca
pensé que algo así sería caliente, pero ¡hijo de puta! Verlo tocarse,
incluso si era sólo para poner un condón, era malditamente
impresionante. Tan pronto como se enfundó, volví a llevar la mano entre
nosotros y la envolví alrededor de su longitud, con la necesidad de
tocarlo. Se inclinó sobre la parte superior de mi cuerpo, envolviendo el
brazo alrededor de mi cintura para atraerme a él y nos deslizamos hasta
la mitad de la cama. Puse mi brazo libre alrededor de sus hombros y lo
193 acerqué más para poder colocarlo justo en mi apertura. Doblé mis
rodillas para que su cuerpo estuviese acunado entre mis piernas, y él
empujó sus caderas hacia delante, lo suficiente para que su punta
hinchada entrara.
Tan diferente de la primera vez y, sin embargo, exactamente
igual. Su cuerpo todavía encajaba en el mío como si estuviera hecha
para estar allí. Su piel contra la mía todavía lograba que mi cuerpo
cosquilleara de expectación. Aparté la mano de él y la envolví
alrededor de su espalda, aferrándome con fuerza.
Me miró a los ojos y solté un—: Te amo.
Dejó escapar un suspiro tembloroso. —Mucho —susurró en
respuesta—. Nunca, nunca lamentaré nuestra primera vez, pero daría
cualquier cosa para que hubiese sido un poco más de esta manera.
Lo acerqué incluso más, hasta que dobló los codos y apoyó los
antebrazos a ambos lados de mi cabeza, inclinando las muñecas para
que sus manos pudieran alisar el pelo de la frente.
—Lo único que importa ahora es que estoy aquí contigo —
contesté en voz baja.
Me miró a los ojos mientras me daba un beso suave en los labios, y
lentamente se empujó completamente dentro de mí.
Jeeeeeeesús.
Todo el aire abandonó mis pulmones y le di las gracias a los dioses
de la vagina húmeda, de que hubiera suficiente lubricación por allí y
que no tuviera que forzar para entrar. Él no se movió y me di cuenta de
que contenía el aliento. Debo haber estado conteniendo el aliento.
Prácticamente acababa de poner una pelota roja y gigante de
whiffleball dentro de una pajilla. Me sentí completa, y me sorprendió
mucho cómo podía estirarme para adaptarme a él. Y aún más, lo bien
que se sentía tenerlo dentro de mí esta vez. Empezó a respirar de nuevo
mientras lentamente se retiraba, y tan suavemente empujaba de nuevo
dentro.
—Joder, te sientes tan bien —gimió mientras continuaba
moviéndose tranquilamente dentro y fuera de mí. Me di cuenta de que
trataba de contener el miedo de hacerme daño. Sabía que lo mataba
pensar en cómo dolió nuestra primera vez, pero era virgen entonces, el
dolor era inevitable. No necesitaba que se controle de manera tan
rígida. Ahora no. Quería sentir su pasión y la fuerza de su necesidad.
Deslicé audazmente mis manos por su espalda, agarrando su trasero y
empujándolo más profundo dentro de mí.
—Más —gemí contra sus labios.
De inmediato, se retiró casi por completo, y luego empujó de
nuevo, duro, golpeando su pelvis contra mí. Manteniéndose inmóvil,
dejó escapar un suspiro tembloroso y apoyó la frente contra la mía.
194 —Mierda, lo siento. No quiero hacerte daño pero te quiero tanto
—susurró.
—No me voy a romper, Carter. Por favor, no te detengas. Te
necesito.
Apartó su cabeza de la mía para poder mirarme a los ojos, y traté
de transmitirle, lo mejor que pude, que estaba bien. Debe haber visto la
verdad. Su brazo se movió del lado de mi cabeza mientras que su mano
se deslizaba por mi cuerpo hasta llegar a mi muslo. Envolvió su mano
alrededor de mi pierna y la levantó en alto para que mi rodilla se
apoyara en el costado de su cuerpo. Puso otro dulce beso en mis labios,
alejó sus caderas y deslizó su longitud por mí. Apreté mi pierna contra su
costado en la anticipación, y luego empujó de nuevo en mí con un
movimiento rápido. Fue mucho más profundo esta vez y empujé las
caderas hacia delante para encontrarme con su embestida. Gimió
contra mis labios y tragué el sonido con la boca, besándolo con todo lo
que tenía. Mis manos todavía agarraban su trasero y me empujaba con
más fuerza contra él para que continuara. No dudó, estableciendo un
ritmo con sus movimientos dentro y fuera de mí. Lo mantuvo constante,
golpeando en mí tan profundo como pudo hasta que los dos
estábamos cubiertos de una fina capa de sudor, jadeando y gimiendo
entre besos.
—Mierda, nena, no voy a ser capaz de durar si sigo así —gruñó
mientras trataba de frenar sus movimientos.
—No te detengas. Quiero sentirte —susurré contra sus labios.
No podía creer que esas palabras salieron de mi boca, pero eran
ciertas. Quería sentir que perdía el control y obtener el placer para su
cuerpo. Necesitaba saber que podía hacerle eso.
Él gruñó y atacó a mi boca con un profundo y alucinante beso
mientras sus caderas se estrellaban contra mí a un ritmo aún más rápido.
La cama crujía con cada embestida. Clavé mis uñas en la espalda y
envolví las dos piernas alrededor de su cintura para sostenerme en el
viaje. Su lengua empujó en mi boca al igual que su dura longitud
empujaba en mí, y estaba tan caliente que podría haber tenido otro
orgasmo si simplemente no hubiera oído un pequeño golpe en la puerta
del dormitorio.
Carter no era consciente, así que cerré los ojos y esperé a que
nuestro hijo no estuviera en la puerta escuchando, y siendo marcado de
por vida.
Carter sacó su boca de mis labios y comenzó a empujar de forma
errática. Sabía que él estaba cerca. Realmente no quería parar, pero sin
duda no me imaginé el segundo golpe en la puerta.
¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Por el amor de Dios, Gavin, por favor no
digas nada. Quiero que esto sea bueno para Carter, no arruinado por
195 una vocecita que decía que tenía que hacer pis.
Soy una madre horrible.
—Oh mierda, Claire, oh mierda —gimió Carter.
Oh Dios, ¿debo hacerlo callar? ¿Sutilmente poner mi mano sobre
su boca?
Empujó con fuerza una vez más y lo sentí en mi interior, pulsando
con su liberación.
Oh, gracias a Dios. Quiero decir, oh maldición, ¿ya terminó?
—Mami, tengo sed.
Carter se echó a reír en medio de su liberación, entrando y
saliendo de mí un par de veces más antes de derrumbarse encima de
mí. Nos quedamos allí durante unos segundos, tratando de recuperar el
aliento.
Nunca va a querer tener sexo conmigo otra vez. Olvídate de
asustar a nuestro hijo, sólo había asustado a su pene. Acabo de tener el
mejor sexo de mi vida y nunca voy a tener una repetición, porque el
pene de Carter acaba de morir.
Descanse en paz, mi amigo, descanse en paz. Aquí yace el pene
de Carter. Miembro amado, trabajador y todo un buen chico.
—¡Mami! —gritó desde afuera, en el pasillo.
—¡Dame un minuto! —grité justo al lado de la oreja de Carter.
Carter se levantó y me miró con una sonrisa.
Aquí viene, la despedida del pene.
—Dame treinta minutos, y haremos esto otra vez. La próxima vez,
sin embargo, lo pegaremos con cinta adhesiva a la cama.
18
Papá del bebé
Traducido por kass & aa.tesares
Corregido por gabihhbelieber

196
No voy a mentir. En medio de la penetración, juré haber oído a
alguien llamar a la puerta de mi dormitorio. No pude, por mi propia vida,
pensar en quién llamaría. Especialmente a la una de la mañana,
mientras mi pene estaba dentro de la chica de mis sueños. ¿Y si era un
asesino en serie? Francamente, incluso si alguien hubiera pateado la
puerta en ese momento, no me detendría. A menos que tuviera un
arma. Podríamos posiblemente dejar atrás a alguien con un cuchillo. Sin
embargo, un arma de fuego, no podríamos salir de eso. Quizás podría
morir feliz y en el interior de Claire.
Entonces me pregunté brevemente, si Jim había entrado y se iba
a quedar fuera de la puerta acosando y gritando cosas como: “Espero
que sepas lo que estás haciendo con esa cosa” o “Claire es como una
hermana para mí. Si no consigues que tenga seis orgasmos, voy a
destriparte como a un pez.”
Pensar en Jim durante este momento parecía mal y estuvo a
punto de hacer que mi pene se pusiera blando.
Casi.
Claire hizo una maniobra de superpotencia con su vagina que
hizo que se sintiera como si fuera un puño y apretaba a mi pene como
una pelota anti-estrés. ¡Santa madre de las vaginas!
Mi cabeza regresó al juego en ese punto —un poco demasiado.
Se sentía tan bien que no quería parar, pero su pequeña vagina se
mantuvo apretada y quería llorar porque se sentía tan bien. Era cálida y
apretada, y me encajaba a la perfección. Quería ser un total idiota y
decirle que su vagina se sentía como un pastel de manzana caliente, al
igual que en las películas. Pero no cualquier tarta de manzana, sino un
pastel de manzana de McDonald. Del tipo que es tan cálido y delicioso
que tienen que ponerla en el menú de un dólar por lo que podrías darte
el lujo de comer once. Comería ciento once mil millones de vaginas de
Claire. Los pequeños sonidos que hacía mientras se movía hicieron que
mi orgasmo llegara más rápido de lo que quería. Al oírla decir que no
quería que me detuviera y que quería sentirme llegar, casi hizo que me
explotara la cabeza... las dos.
Besé a Claire en un esfuerzo por tratar de frenar mi orgasmo
inminente, pero lo hizo peor. Su boca era lo más delicioso que he
probado, y su lengua se deslizó contra la mía e hizo que aumentara el
pulso de mi pene dentro de ella. Empujé en su calor acogedor tan
profundamente como pude que mi orgasmo estalló y casi tuve un
momento de pánico de que fuera a venirme con tanta fuerza que el
condón estallaría.
Todos sabíamos que tenía un esperma súper poderoso. Podría
suceder. Una vez más. Esas pequeñas jodidas cabezas golpeaban
contra el extremo del condón gritando en anarquía—: ¡El hombre está
tratando de limitarnos! ¡Maldito sea hombre!
197
Tras el primer latido de mi orgasmo, una pequeña voz llegó a
través de la puerta cerrada del dormitorio.
—Mami, tengo sed.
Me eché a reír en medio del disparo de miles de furiosos puñados
de esperma, que se sacudían en mi condón. Las piernas y los brazos de
Claire se hallaban bien envueltos alrededor de mí, y me dejé caer justo
encima de ella, cuidando de no poner todo mi peso. Me gustaría que
siguiera viva, así podríamos hacer esto otra vez. No me va mucho la
necrofilia.
Nos quedamos allí respirando con dificultad por unos minutos y
empecé a reírme de nuevo. ¿Cómo podía haber olvidado que había
un niño en la casa? De hecho, pensé que un asesino en serie podría
haber entrado y cortésmente llamó a mi puerta antes de irrumpir. Por
alguna razón, parecía más lógico que recordar que tenía un hijo y
estaba en la casa.
—¡Mami!
—¡Dame un minuto! —gritó Claire junto a mi oído.
Me esforcé por poder ver el rostro de Claire y preguntarle si la
próxima vez que hiciéramos esto, podíamos atarlo con cinta adhesiva a
la cama. No esperaba que su rostro se iluminara con tanta intensidad.
Bromeaba acerca de la cinta adhesiva. Más o menos.
—Vamos a tener que inventarle algo sobre lo que estábamos
haciendo —dijo.
—¿Tú…? mierda, mierda, mierda —farfullé, al tiempo que ponía
cara de “o”.
Ahí estaba de nuevo. Ese apretón de vagina. ¿Qué diablos fue
eso?
—Está bien, ¿qué carajo acabas de hacer con tu vagina? Creo
que acabo de venirme de nuevo.
Se rió y el movimiento empujó a mi pene de su vagina.
Quería hacer pucheros por la pérdida, pero luego me di cuenta
de que Gavin seguía fuera de la puerta del dormitorio.
Vaya, somos horribles. Espero que no esté sangrando por la
cabeza ni nada.
Lo siento, hijo, mamá y papá estaban ocupados jugando a
ocultar el salami. ¿Cómo te hiciste la herida en la cabeza?
Me moví al lado de Claire y cogí algunos Kleenex de la mesita de
noche para deshacerme del preservativo. Casi sonreí por el esperma en
el interior y les di mi dedo medio. Ja, ja, pequeños hijos de puta. ¡Esta
vez no!

198 —Kegel —dijo Claire, mientras rápidamente agarró su camisa y la


lanzó por encima de su cabeza, y luego se puso la falda. No se me
escapó el hecho de que no se puso su ropa interior.
—Espera, ¿qué? ¿Qué dijiste de Kegel? ¿Por qué hablamos sobre
cereal?
En este punto, Gavin sacudía la manija de la puerta tan fuerte
que no me sorprendería si la cosa se quedaba en su mano. Levanté las
piernas a un lado de la cama y me puse mi bóxer, caminando hacia la
puerta con Claire.
—No Kellogs, Jenny, los ejercicios de Kegel. —Claire se rió—. Y son
la explicación a mi vagina impresionante.
Quería aplastar su pequeño lindo culo por el comentario de
Jenny, pero no tuve tiempo. Abrió la puerta para encontrar a Gavin de
pie con la cabeza contra el marco de la puerta con aire aburrido.
Claire se arrodilló y lo tomó en sus brazos.
—Oye, amigo, ¿estás bien? ¿Tuviste miedo o algo así? —le
pregunté, revolviendo el pelo de la cima de su cabeza.
—¿Qué hacían aquí?
Caramba, no hay nada como ir derecho al grano.
Claire se apartó de él y me miró.
—Uh... ummmm —tartamudeó.
—¿Jugaban a un juego? —preguntó.
Me reí por eso, preguntándome si Claire me golpearía si le
hablaba de las reglas de ocultar el salami. La primera regla de ocultar el
salami es nunca llamar a una puerta cerrada durante el juego, a menos
que estés sangrando por los ojos o algo se esté quemando. Al igual que
su cabello. Todo lo demás podía esperar hasta que el juego haya
terminado.
—Bueno, hicimos una llamada telefónica. Una llamada telefónica
muy importante —explicó Claire.
Gavin la miró como si no le creyera.
—Fue una llamada de larga distancia —le expliqué—. Y era muy
grande e importante. No podíamos esperar ni un minuto más para
hacer la llamada y una vez realizada, no pudimos detenerla o hubiera
sido... doloroso. Así que por eso no respondimos a la puerta cuando
llamaste. Sí, una llamada telefónica muy grande. Tu madre gritó al ver lo
grande que era.
Claire se acercó y me pellizcó el muslo por eso, pero no pude
evitarlo.
—Tu padre está exagerando —dijo secamente. Mi boca se abrió y
199 Gavin me miró divertido. Claire sólo se arrodilló y me dio una mirada
molesta, sin siquiera darse cuenta de lo que acaba de dejar caer.
Un enjambre de mariposas comenzó a aletear en mi estómago, y
quería agacharme, alzarlos a los dos y saltar por la habitación. Todavía
no habíamos hablado sobre decirle a Gavin quién era yo. Quería más
que nada que me llamara “papá”, pero no quería apresurar las cosas
con Claire. Había hecho todo esto sola durante tanto tiempo, que no
quería invadir su terreno. Quería que ella tomara esta decisión, sabiendo
que confiaba en mí.
Pude ver cuando se dio cuenta. Su cara se puso terriblemente
pálida y por un segundo me preocupó un poco que pudiera vomitar en
mis pies descalzos. Miró hacia atrás y adelante entre Gavin y yo, varias
veces antes de que sus ojos se posaran en los míos y rápidamente se
puso de pie.
—Oh, Dios mío. Lo siento. No tengo ni idea de por qué solté eso —
susurró, mirando a Gavin para ver si podía oírla. Él se quedó mirándonos
como si fuéramos idiotas.
—Mierda. ¡Lo siento! Le diré que era una broma. Le diré que
hablaba de la llamada telefónica o algo así. Oh, Dios mío, soy una
idiota —murmuró.
Froté sus brazos de arriba y abajo para calmarla.
—Oye, escúchame. Está bien. En realidad, está más que bien.
Quería preguntarte sobre esto, pero me daba miedo que creyeras que
era demasiado pronto —le expliqué.
Dejó escapar un suspiro de alivio.
—¿Estás seguro? No quiero que hagas algo de lo que no estés
listo.
—Nena, estuve listo para esto tan pronto como dejé de ser un
estúpido y fui a hablar contigo después de esa primera semana.
Se inclinó y me dio un beso rápido antes de darse la vuelta para
recoger a Gavin.
—Por lo tanto, Gavin. ¿Sabes lo que es un papá? —le preguntó.
Me miró y pensó por unos minutos. Empecé a preocuparme. ¿Y si
no soy como quería que fuera su padre? ¿Y si pensaba que yo era
demasiado estricto o demasiado estúpido? Mierda, no hice que
limpiara la pasta de dientes del suelo. Los papás no dejan que sus hijos
hagan cosas así. Los súper papás llevan a sus hijos a clubs de striptease y
hacen grandes fiestas en sus casas y fuman marihuana con ellos en las
tardes de domingo mientras recogen sus equipos de fútbol de fantasía.
—¿Papá es tu papi? —preguntó.
Claire asintió. —¡Eres muy listo, hombrecito! Sí, papá es mi papá. Y
200 Carter es tu papá.
Los dos nos quedamos en silencio mientras Gavin miró hacia atrás
y adelante entre nosotros.
Me está midiendo en estos momentos.
—Te llevaré para que tengas un baile privado y fumaré marihuana
contigo durante tu equipo de fantasía de la semana —le espeté.
Claire me miró como si hubiera perdido la cabeza.
—¿Puedo llamarte papá tonto? —preguntó finalmente Gavin con
indiferencia, ignorando mi arrebato.
Gavin pidió un padre y vio que él era bueno.
Sí, cité la Biblia y comparé a mi hijo con Dios. Cállate.
Claire se echó a reír, por la petición de Gavin.
—¿Qué tal si sólo lo llamas “papi”? —preguntó ella.
—¿Qué tal si lo llamo “cara de papi”? —respondió Gavin.
Este chico hacía sobre cómo llamarme. Era un genio. Y me
preocupé por ninguna razón. Me acerqué y tomé a Gavin de los brazos
de Claire.
—¿Qué tal si dejamos que mamá se vaya a dormir, y tú y yo
hablamos de mi nuevo nombre, mientras que regresamos a la cama? —
le pregunté.
Claire se puso de puntillas para besar la mejilla de Gavin y luego
se inclinó para hacer lo mismo con la mía. Gavin puso su cabeza en mi
hombro y envolvió los brazos alrededor de mi cuello.
—Está bien, papá del bebé.
Claire y yo nos echemos a reír ante eso. Mientras caminaba por el
pasillo, volví la cabeza y le murmuré las palabras “gracias”, antes de
llevar a Gavin a su habitación.
***

No sabía por qué me preocupaba tanto que Carter enloqueciera


cuando le dije a Gavin que él era su padre. Esto me demostró una vez
más lo maravilloso que era.
Mientras que Carter ponía a Gavin en la cama, metí la mano en
mi bolsa de viaje y saqué la camiseta sin mangas y pantalones cortos
de mi traje de pijama, y me cambié. Me lavé los dientes y luego regresé
a la cama para acurrucarme bajo las mantas, y esperé a que Carter
volviera. Empezaba a dormitar cuando sentí la cama hundirse y unos
brazos alrededor de mi cintura. Sonreí y me acurruqué de nuevo en su
201 cuerpo caliente.
—¿Todo va bien? —murmuré adormilada.
—Sí, decidió que no tenía más sed pero me hizo leerle una historia.
Y nos comprometimos a ser “papito” por ahora —dijo con una sonrisa.
—Se te está haciendo fácil. Hace dos semanas seguía refiriéndose
a mí como “vieja”.
Me quedé allí rodeada por los brazos de Carter y era lo más
cómodo.
Durante unos cinco minutos.
Esto sólo demostraba que todo lo que hacían en las películas era
un montón de mierda. Su brazo estaba bajo mi cuello en la almohada,
lo cual me inclinaba la cabeza en un ángulo incómodo. Ya podía sentir
el comienzo de un calambre. Empecé a sudar como una puta en la
iglesia con el otro brazo fuertemente cubierto sobre mi cintura y sus
piernas enredadas con las mías. Con mi culo sudoroso y el picor del pelo
de su pierna, se sentía como si tuviera cien picaduras de mosquitos en
las piernas.
Sería un error darle una patada, ¿no?
Moví un poquito mi cuerpo. No quería que piense que no quería
abrazarlo, pero me volvía loca tratando de permanecer inmóvil. Tal vez
si esperaba lo suficiente, me quedaría dormida y lo podría quitar de
encima. Los Cunningham tenían razón al dormir en camas separadas en
“Happy Days”. Es por eso que todas las personas en ese entonces se
veían tan bien descansadas y felices. Howard no frotaba las piernas
peludas de sobre las de Marion.
—Suéltalo, Claire —murmuró Carter en mi oído.
Mierda. Ahora se iba a poner incómodo. Acabábamos de tener
sexo por primera vez en años, e iba a decirle que se alejara de mí para
que pudiera dormir. Soy la persona menos romántica del mundo.
—¿Qué?
—Has estado inquieta y suspirando por los últimos diez minutos —
contestó.
Tengo tourette, síndrome de piernas inquietas o un corazón de
babuino que se sacude y me hace suspirar cada vez que la cosa late.
Mierda, ¿no le enseñaba siempre a Gavin a ser honesto? Y ahora
trataba de encontrar una manera de decirle a Carter que tenía
órganos de mono en lugar de decirle la verdad.
—Puessss, nunca he pasado la noche con nadie. Bueno, excepto
con Liz, pero siempre he estado borracha.
Carter hizo un sonido parecido a un de tos para cubrir un ahogo.
202 —¿Puedes repetirlo? Poco a poco, y con más detalles —murmuró.
Me reí y le di un golpe al brazo en mi cintura.
—Lo digo en serio.
—Yo también. ¿Estabas desnuda cuando lo hiciste? Dime que sí —
respondió.
Corazón de babuino, verdad. Corazón de babuino, verdad...
—Mi cuello me está matando y estoy tan caliente que mi piel
podría provocar que la manta se incendiara —divagué.
Carter permaneció en silencio. Demasiado tranquilo.
Mierda, herí sus sentimientos.
—Oh, gracias a Dios —dijo, mientras alejaba sus dos brazos—. Mi
brazo se quedó dormido y mis piernas tenían un calambre.

***

—Los bichos consiguieron una loción cuando el perro les hizo


cosquillas. ¡Ja, ja, granjero!
Permanecí acostada en la cama durante unos minutos, viendo la
primera luz del alba deslizarse a través de las cortinas. Tuve que golpear
mi mano sobre mi boca, cuando Carter empezó a hablar en sueños.
Jesús, hablando de “de tal palo, tal astilla”. Obviamente nadie
tiene idea los hábitos de sueño de Carter. Sólo pensar en alguna otra
mujer durmiendo en la misma cama que él me hizo sentir herida, así que
empujé esos pensamientos por el momento.
Estaba tumbado boca arriba, con un brazo sobre su cabeza en la
almohada y la otra apoyada en la cima de su estómago. Si estuviera en
una película porno, él estaría desnudo bajo la sábana con su pene de
tamaño olímpico sobresaliendo, e yo estaría cachonda y tiraría de la
sabana para mamarlo.
No estaba cachonda, y esto no era un porno. Pero había visto las
suficientes para más o menos saber qué hacer. Eché un vistazo al reloj
de la mesita de noche y deduje que tenía por lo menos una hora antes
de que Gavin despertara. Volví a mirar la cara pacífica de Carter y
recordé cómo se sentió tener su boca entre mis piernas anoche.
Bueno, podría hacer esto. Me dio dos orgasmos alucinantes desde
que lo conocí. En este momento, estoy a la cabeza. Tiempo para nivelar
un poco las cosas, así no me sentiría tan egoísta.
Poco a poco me acerqué y tiré las sabanas por su cuerpo hasta
que se agruparon alrededor de sus tobillos. Apoyada en mi codo, usé la
203 punta de los dedos para jalar suavemente de su piel la banda de su
bóxer para que pudiera mirar.
Bueno, hola, grandote.
Vaya, me sentía muy zorra. Quería lamer su pene.
Je, je. Eso rimaba…
¡Enfócate!
Deslicé mi cuerpo más cerca del suyo y luego me incliné hacia
abajo, hasta que mi cara se hallaba a la par con su cintura. Mi codo
resbaló un poco en la sabana, haciendo que mis dedos se alejaran de
su ropa interior, por lo que pude apoyarme y no caer encima de él. El
elástico chasqueó contra su piel y detuve todo movimiento y
respiración, mirando su cara por cualquier señal de despertar.
—Panecillos en el sótano —murmuró Carter en su sueño.
Miré entre sus piernas y me di cuenta de que Señor Muchos-
Orgasmos se despertaba. Eh, ¿quién lo hubiera imaginado? Soñar con
panecillos lo excitaba. Debo hacer panecillos para el desayuno. Me
pregunté si Carter tenía arándanos. No se puede superar los panecillos
de arándanos frescos, pero supongo que si yo…
¡Maldita sea! ¿Por qué era tan difícil centrarme en el pene? Sobre
todo uno muy bueno como el de Carter.
¡Eh, pene duro!
Cerré los ojos y canalicé a Jenna Jameson, pero sin las
desagradables inyecciones labiales y el ojo negro de Tito. Tan
lentamente como pude, me puse a cuatro patas y me monté a
horcajadas en las piernas de Carter. Sin darme más tiempo para pensar
en panecillos o estrellas porno, sumergí la cabeza y acaricié mi nariz
contra su longitud.
Vaya, se puso más duro cuando lo hice. ¡Fantástico! Quería verlo
crecer.
¡Cha-cha-cha-chia!
Mierda, no el tema musical de Chia Pet justo antes de lamer un
pene.
Apoyé los codos en la cama a cada lado de las caderas de
Carter, y levanté mi culo en el aire para no tocar sus piernas y
molestarlo. Muy cuidadosamente, alejé el elástico de su piel y lo bajé
sobre su erección.
Eché un vistazo rápido a su cara, satisfecha porque seguía
dormido. Dejé escapar el aliento que había estado conteniendo, y se
deslizó sobre su pene ya que en este punto mi boca se encontraba
alrededor de una pulgada de distancia. Lo vi ponerse increíblemente
duro y más largo.
204 ¿En serio? ¿Mi aliento le hizo eso? ¿O es que todavía sueña con
panecillos?
Me encogí de hombros. No iba a cuestionar al pene.
Era grande y poderoso, como el Mago de Oz. Y ahora, el Mago
quería que lamiera su pene de ladrillos amarillos. Incliné mi barbilla
hacia adelante y puse mi lengua sobre la base, justo por encima del
borde de su ropa interior, que todavía conservaba. Deslicé mi lengua a
lo largo de él, completamente sorprendida por la piel suave y tersa. Mi
lengua se sumergió en el pequeño valle justo debajo de la cabeza de
su pene y añadí algo de presión con la punta de mi lengua como vi en
un programa muy excitante
Carter dejó escapar un pequeño gemido mientras dormía y
sonreí.
Acerqué mi cuerpo un poco más, dejando que mi lengua se
deslizara hacia arriba y sobre la cabeza de su pene. Giré alrededor de
la punta un par de veces y luego llevé mis labios alrededor de la
cabeza y la chupé en mi boca.
Carter gimió esta vez y miré para ver que todavía tenía los ojos
cerrados.
Bueno, esto no estaba tan mal. Podía hacerlo. ¡Era una sucia
chupa pene! Liz estaría muy orgullosa.
Eso me recordó que tenía que llamar a Liz más tarde y ver si
quería ayudarme a hacer trescientos penes de chocolate para una de
sus fiestas este fin de semana.
Metí la cabeza un poco más bajo y tomé más de Carter en la
boca, dejando que mi lengua siguiera girando en torno a la cabeza.
Probé un poco la humedad que se filtró y fue mágicamente deliciosa,
como los cereales Lucky Charms. Pero más salado. Y sin el duende.
¡Tréboles verdes, herraduras amarillos, penes rosas!
Me reí un poco cuando pensé eso. Me reía con el pene de Carter
en la boca. Gracias a Dios que seguía durmiendo. No creo que reírse
del pene de un hombre lo haría sentirse bien.
Chupé más duro y lo llevé tan lejos en mi boca como pude sin
atragantarme. Vomitar en su pene no sería una buena introducción al
mundo de las mamadas.
Era grande y completo en mi boca, y de verdad no podía creer lo
que sucedía en este momento y nadie lo presenciaba.
Yo, Claire Morgan, tenía un pene en mi boca. Debería haber
aplausos o palmadas en la espalda. Tal vez debería haber esperado
hasta que Carter estuviera despierto para esto. Apuesto a que me daría
una de esas palmadas lentas de golf como en las películas. O por lo
205 menos diría: “Así me gusta”.
Poco a poco fui arriba y abajo de su longitud, dejando que mis
labios húmedos se deslizaran sobre su piel suave.
Las caderas de Carter se sacudieron un poco hacia adelante y
gimió de nuevo, mareándome totalmente por el poder. Hasta que una
vez más, pasé su longitud con mi Boca Aspiradora (Sí, cambié su
nombre por el de una aspiradora. No me juzgues.) Y levanté la vista
para ver sus ojos moviéndose hasta abrirse y su cuerpo se congeló por
completo.
Mis labios se hallaban apretados alrededor de la cabeza de su
pene cuando dejó escapar un grito.
—¡NO HAY NADA MALO CON MI SALCHICHA! ¡LE PASA A TODOS
LOS HOMBRES!
Sus piernas se sacudieron debajo de mí, enviándome hacia atrás,
hacia el pie de la cama mientras lo vi trepar a la cabecera de la cama,
cubriendo con las dos manos la parte del pene que sobresalía de su
ropa interior.
—¿Dónde está Gavin? —preguntó, mientras sus ojos buscaban
frenéticamente por la habitación—. No tiene una vagina.
Me quedé allí sobre mi espalda al final de la cama, apoyada en
los codos, preguntándome qué diablos acababa de suceder.
—Um, supongo que todavía duerme. Y supongo que tú también
—contesté.
—¿Dónde está el productor de panecillos?
Extendí una de mis piernas y empujé su muslo con el pie.
—¡Carter! —grité—. ¡Despierta!
Finalmente me miró y su rostro se arrugó por la confusión.
Parpadeó y sacudió la cabeza rápidamente como si estuviera tratando
de poner las cosas en su lugar.
—Tuve otro sueño en el que me dabas una mamada, al igual que
la otra mañana, cuando Gavin se encontraba en la sala de estar
viéndome dormir. Maldita sea, este parecía tan jodidamente real —
murmuró.
No tenía ni idea de lo que hablaba en estos momentos.
Sus ojos todavía miraban con preocupación la habitación, como
si esperara que Gavin saltara de debajo de la cama o algo, y gritara—:
¡Sorpresa! ¡Vi a mami mamándotela!
Me miró de nuevo. —¿Por qué estás sentada en el borde de la
cama?
Suspiré y luego volví a la parte superior de la cama, a su lado.
Cuando llegué allí, apoyé la espalda contra la cabecera de la cama y
206 bajé la mirada hacia su regazo donde sus manos todavía se cruzaban
por encima de su pene que sobresalía de la parte superior de su ropa
interior. Siguió mi línea de visión, movió las manos rápidamente y tiró de
su ropa interior hasta cubrirse.
Qué lástima.
—Bueno, Carter, esta vez no soñabas. Mi boca estaba en tu pene
cuando decidiste empezar a agitarte y gritar sobre tu salchicha y
nuestro hijo con una vagina.
La expresión de su rostro habría sido divertida si mi boca no
estuviera deprimida por la pérdida de su pene. A su pene se le debe
permitir tener el lema de Twizzler: “Hace felices a las bocas.”
—Oh, Dios mío. Dime que no interrumpí una mamada. Di que no
es así y podemos fingir que no acabo de patearte de mi pene. No creo
que mi ego se recupere de algo así.
Extendí la mano y le acaricié la mejilla.
—Lo siento, cariño, mi boca y labios estaban, de hecho, en todo
tu pene mientras dormías —le susurré.
Gimió.
—Tengo que decir, sin embargo, que estoy un poco sorprendida
porque nunca supe que las mamadas incluían patadas de burro al
esternón.
Gimió de nuevo, pero esta vez en irritación.
—¡Mierda! No es mi culpa. Siempre que estoy cerca de ti, incluso si
es inconsciente, mi pene se pone duro, y tengo sueños sucios sobre ti.
Pensé que tenía una repetición de la otra mañana y me asusté.
Me miró e hizo puchero.
—¿Hazlo de nuevo? Porfi —suplicó.
Me reí de lo mucho que se parecía a un niño.
La puerta del dormitorio se abrió de repente y Gavin entró
corriendo en la habitación y se subió a la cama en medio de los dos.
—Buenos días, mami —dijo Gavin, mientras se acurrucaba a mi
lado.
Carter suspiró, sabiendo que ya no serviría la súplica. Sonrió
cuando me vio envolver a Gavin en mis brazos y deslizarme por la
cabecera para meterme bajo las sábanas.
Una vez que nos encontrábamos situados, Gavin miró por encima
del hombro a Carter.
—Buenos días, papá malhumorado —dijo, antes de volver a
mirarme a la cara y jugar con mi pelo.

207 Me reí de eso. Carter se veía un poco malhumorado.


Sacudió la cabeza y se rió junto a mí.
La mano de Gavin tomó mi mejilla y me miró seriamente a los ojos.
—Oye, mamá —dijo.
Lo apreté más fuerte y sonreí.
—Sí, cariño.
—Déjame ver tus tetas —dijo.
19
Esta paciente necesita un Enema, AHORA.
Traducido por Nico & Andreani
Corregido por Melky2012

Tenía su boca en mi pene.


208
Nos encontrábamos sentados en el sofá después de comer, y
todo lo que podía hacer era ver la boca de Claire sobre la cabeza de
Gavin.
Esto es malo en tantos niveles.
Pero mierda, Jesús, esos labios rojos y llenos estaban envueltos
alrededor de mi pene y la alejé. Claro, inconscientemente, pero aun
así… la pateé de mi polla como a una pelota de fútbol. Esa era la regla
número uno del sexo... Nunca alejes a una chica de tu polla, si tiene la
boca en ella. Si sus dientes están involucrados y la está azotando como
un juguete, eso es otra historia.
Dejé escapar un gran suspiro y volví mi atención a la película.
—¿Cómo dices que se llama? —pregunté.
Gavin se acurrucó a mi lado con los pies en el regazo de Claire.
—Buscando a Nemo —murmuró Gavin.
Vimos la película en silencio unos minutos, y me sentí como un
niño otra vez disfrutando de lo que ocurría en la pantalla. Había pasado
un largo tempo desde que vi una caricatura.
—Mierda, ¿acaban de matar a la esposa de ese pescado? —
solté anonadado.
—Sip —respondió Gavin—. Ese gran pescado se la acaba de
comer.
Lo dijo con tanta calma, como si no fuera gran cosa que el pez
de la historia amorosa acabara de ser asesinado. ¿Qué diablos está mal
con esta película? Esto no podía ser adecuado para los niños. Creo que
no era apropiado para mí.
—¿Estás segura de que es una película para niños? —le pregunté
a Claire. Se echó a reír y sacudió la cabeza.
Una hora después, Gavin dormía con la cabeza en mi regazo y
Claire se encontraba apoyada en la dirección opuesta a mí, con su
codo en el brazo del sofá y su cabeza en su mano.
Si tenía que escuchar a Nemo decir “papi” otra vez, iba a llorar
como un bebé. Tomé el control y quité la película.
Claire levantó la cabeza de su mano y me dio una mirada
inquisitiva.
—Tenemos que poner otra. Esta es muy deprimente. Mataron a la
pobre esposa del pez en los primeros cinco minutos y luego en el resto
de la película tenemos que ver la misma y pobre búsqueda de su hijo
que escapó. ¿Qué clase de jodido enfermo hizo de eso una película
para niños? —susurré enojado, tratando de no despertar a Gavin.
209 —Bienvenido a la escuela de la vida de Disney/Pixar —dijo
secamente.
Me reí de su comparación.
—Oh Vamos, no hay manera de que todas sean como esta. No
recuerdo haber estado aterrorizado por ver películas cuando era un
niño.
—Eso es porque eras un niño. No entendías lo que sucedía, como
Gavin. De todos modos, creo que hacen estas películas de niños más
para los adultos —explicó.
Sacudí la cabeza con incredulidad.
—Lo siento, pero recuerdo todos los grandes clásicos de Disney y
no hay manera de que encuentres nada que provoque pesadillas en
ellos.
Levantó la ceja en desafío.
—Bien, bien. Bambi —le dije.
Se echó a reír.
—¡Oh, por favor! Esa es la más fácil. El padre de Bambi huyó a las
colinas tan pronto el palo se volvió rosa. Su madre era un ciervo soltero,
viviendo en casas de bajo alquiler en la zona prostituida del bosque
donde hay pandillas de conejitos. Su madre es asesinada en un tiroteo,
dejando solo a Bambi, y obligándolo a crecer muy rápido.
Demonios. Me había olvidado de eso. Había pasado mucho
tiempo desde que vi Bambi.
—Está bien, está bien. ¿Y la Sirenita? Una criatura marina hermosa
se enamora del apuesto príncipe.
Cállate. Tenía primos pequeños y Ariel era caliente. Los hombres
podían pasar horas mirando a la sirena caliente, preguntándose como
podían acostarse con ella.
Pero en serio, ¿cómo follan las sirenas?
Claire asintió. —Oh sí. La dulce Ariel que tuvo que dar todo,
incluida su identidad por un hombre. Dios no permita que el príncipe Eric
tenga un poco de agallas. No, Ariel tiene que renunciar a sus amigos, a
su familia, su hogar y toda su vida por él. Eric sólo toma y toma y nunca
da.
Me devané los sesos tratando de pensar en otra película clásica
de niños y seguí contemplando cómo se folla a una sirena. Tal vez
puedas sentar a la sirena en una silla. Y la polla encontraría
mágicamente un agujero en la aleta.
—Bien, entonces, ¿qué hay de la Bella y la Bestia? La chica más
hermosa de toda la tierra de enamora de la personalidad de la bestia,
210 en lugar de su apariencia. No puedes encontrar nada malo en ello.
Además, te da una lección.
Le di una sonrisa satisfecha.
Tal vez haya algún botón mágico que haga que las piernas de la
sirena se separen lo suficiente para metérsela. ¡OOOhhhh! Como un
pezón mágico. Presionas el pezón y vez su coño.
—Error —respondió—. Una chica bonita sin dinero, se enamora de
la bestia millonaria y abusiva, “Oh ¿ese moretón? Tropecé en las
escaleras”.
Ella inclinó su cuerpo hacia mí.
—Podría seguir todo el día haciendo esto, créeme —dijo—. Y
tampoco puedes olvidar lo impresionante que es el dibujo del pene en
la cubierta original de la Sirenita, y el susurro de “Niños, quítense la ropa”
en Aladdin.
La miré con horror.
Y no voy a mentir, miré sus tetas y me pregunté si tendría algún
pezón mágico. Eso merecería algún tipo de mierda Premio Nobel de la
Paz.
—A partir de ahora. Gavin sólo va a ver películas saludables como
“Anchorman” y “La semilla de Chucky” —le dije—. Y este año tú te vas a
vestir de Ariel para Halloween.
Claire sólo rodó los ojos, se inclinó para recoger a Gavin de mi
regazo y desapareció por el pasillo. Unos minutos después regresó y la
observé cruzar la habitación hacia mí. Se sentó a horcajadas sobre mis
piernas, y mis manos fueron inmediatamente a su cadera para
mantenerla en su lugar mientras deslizaba sus manos por mi cuello y los
enredaba en mi cabello.
—Debería estar dormido por un rato, ¿quieres matar el tiempo? —
preguntó con una risita.
—¿Puedo tocar tus pechos? —le pregunté esperanzado.
No era como si le fuera a decir que no, si me preguntaba si podía
jugar con mis gemelos, pero siempre era bueno establecer las reglas
antes del juego, así no habría incomodidades.
Se rió y besó la comisura de mi boca.
—Sí, definitivamente —dijo contra mis labios—. No estoy usando
sostén.
Acceso más fácil al pezón mágico.
—¡Genial! —me animé.
Callé su risa con un beso, tomándome mi tiempo mientras
exploraba cada centímetro de su boca. Había estado en un estado de
211 semi-dureza cuando entró a la habitación. Escuchar sus gemidos
mientras la besaba me llevó derechito al territorio de la erección. Mis
manos frotaron su culo y la atraje hacia abajo, a la fuerza ubicada en
mis vaqueros. Movió sus caderas hacia adelante y atrás sobre mí y pasé
las manos por la parte posterior de su camisa para poder sentir su piel.
Mis manos rozaron su espalda desde arriba hacia abajo, lentamente,
hasta que sentí su piel ponerse de gallina.
Nuestras lenguas se arremolinaron juntas mientras envolvía mis
manos alrededor de su cuerpo, debajo de la camisa, así podía jalarla
hacia mi pecho. Sus caderas continuaban moviéndose contra mí, y me
sentí como un adolescente de nuevo, restregándome en el sillón de mi
padre en el sótano.
Sólo que esta vez, los frenos de Abby Miller no se atascaron en mi
pelo tratando de lamer el lóbulo de mi oreja. Y por lamer, me refiero a
derramar un litro de saliva, hasta que sonaba como si estuviera
nadando.
Deslicé las manos por los costados de Claire y la parte delantera
de su cuerpo. Mis manos se movían en círculos alrededor de sus pechos,
y sentí sus pezones endurecerse bajo mi tacto. Se empujó con más
fuerza contra mi polla, y los dos gemimos. Joder, quería estar dentro de
ella, pero no era algo que pudiéramos hacer aquí, en el sillón, con un
niño de cuatro durmiendo al final del pasillo.
Sus manos se retiraron de la parte de atrás de mi cabello y las
puso sobre las mías debajo de su camiseta. Apretó sus manos y me
ayudó a ejercer tanta presión sobre su carne blanda que daría mi
huevo izquierdo por poner mi boca ahí.
Está bien, tal vez mi huevo izquierdo no.
Ni el derecho, si vamos al caso.
Mierda, olviden los huevos. Sólo quería lamer sus tetas.
El beso se profundizó a medida que trabajábamos juntos,
acunando y acariciando sus pechos. Sus muslos se apretaron en mis
caderas y gimió en mi boca mientras se apretaba contra mí. Hacer que
Claire tuviera un orgasmo diario, era mi nueva misión en la vida. Los
sonidos que hacía y como se movía contra mí, era el cielo. Pero
necesitaba tocarla.
Necesitaba sentir lo mucho que deseaba esto.
Mientras lo pensaba, ella apartó mi mano de su pecho por la
parte delantera de su cuerpo hasta que nuestras manos se deslizaron
por la cinturilla de sus pantalones de yoga.
—Mierda, no estás usando ropa interior —murmuré mientras
empujaba mi mano por sus suaves rizos y mis dedos se deslizaron
212 fácilmente en su humedad. No podía hacer mucho más que gemir
suavemente mientras cubría mis dedos con los suyos. La mano de Claire
se quedó sobre la mía y me mostró cuando aumentar la presión y
disminuir el ritmo. Deslizar los dedos por su humedad con su pequeña y
suave mano guiándome, era la maldita cosa más caliente.
Con su otra mano apretada alrededor de mi cuello, se echó
hacia atrás para que su cuello estuviera expuesto. Fácilmente metí dos
dedos dentro de ella y besé su cuello mientras mi pulgar se movía en
círculos rápidos alrededor de su punto más sensible. Sus caderas se
sacudieron en mis manos mientras metía y sacaba mis dedos. Sostuve
mi pulgar en el lugar así que se deslizaba adelante y atrás sobre la yema
de mi dedo, marcando el paso para su liberación.
Agarré su nuca y la atraje hacia abajo para un beso abrasador.
Tan pronto como nuestros labios y lenguas chocaron, ella explotó. Sus
gemidos y quejidos fueron amortiguados por mi boca, lo cual era
bueno.
Tuve la sensación de que estaría gritando si nuestras bocas no
estuvieran fusionadas.
Se movió en mis dedos mientras los metía en su calor apretado
hasta que la última gota de su orgasmo se apoderó de ella. Se apartó
de mi boca y se desplomó contra mi pecho con su rostro en el hueco
de mi cuello.
Mis dedos se quedaron profundamente dentro de ella, dejándola
sin aliento, y sentí cada pulso.
—Dame dos segundos para recuperarme, y te la voy a chupar
como…
—Gaga ah-ah-ahhh, rama llama llama, want you bad bromance.
El sonido de Gavin en el final del pasillo nos congelo. Se dirigía
para acá y ambos estábamos hechos piedra.
Claire me miró con los ojos muy abiertos y no podía sacar mis
dedos de su vagina.
¿Por qué mierda no podía sacar los dedos de su vagina?
En circunstancias normales, los quería ahí veinticuatro horas al día.
Pero empezaba a ver el error en mis acciones. Había algunas
situaciones en las que no podías tener tus dedos dentro de una vagina.
Como cuando vas a cambiar la gasolina, o tienes una limpieza dental,
o cuando tu niño de cuatro años entra en la habitación.
—¿Qué hacen?
Lo único que nos salvaba era el hecho de que el sofá se
encontraba de espaldas al pasillo, y lo único que podía ver era mi nuca
213 y la cara avergonzada de Claire.
—Um, papi necesitaba un abrazo —respondió Claire.
—¡Ohhhh! Quiero darle un abrazo a papi.
—¡NO! —gritamos.
Claire miró su regazo y luego mi cara con una mirada de pánico.
Me encogí de hombros. Ahora me negaba a mover mis dedos.
¿Qué pasa si Gavin quería darme la mano? Sé que no es algo que hace
un niño de cuatro años, ¡pero Jesucristo! Él necesitaría terapia por años
después de eso.
Incliné la cabeza hacia atrás tanto como podía, así que pude ver
a Gavin pateando la alfombra con su pie.
—Oye, amigo. ¿Puedes hacerme un favor? En el tocador de mi
habitación hay un montón de dinero, ¿Puedes llevarlo a tu habitación y
ponerlo en tu alcancía? —le sugerí.
Sus ojos se agrandaron y comenzó a rebotar en sus pies.
—Sí, ¡me ENCANTA el dinero!
Con eso, se dio la vuelta y echó a correr por el pasillo. Podíamos
oír el tintineo cuando recogió el dinero y se lo llevó a su habitación.
Finalmente nos relajamos cuando nos dimos cuenta de que lo
mantendría ocupado el tiempo suficiente para movilizarnos, o al menos
sacar mis dedos de la vagina de Claire.
Se bajó de mi regazo y se dejó caer a mi lado en el sofá mientras
lo escuchábamos poner las monedas dentro de la alcancía y cantar
otro verso de “Bad Bromance”.
—De verdad necesito enseñarle algo de buena música. Como
Zeppelin o The Beatles —dije mientras acomodaba el problema dentro
de mis pantalones.
—En realidad, pensaba en grabar nuestro propio Kidz Bop.
Excepto que lo llamé “Kidz Bop - Canciones Prohibidas” —dijo con una
sonrisa.
—Esa es una idea estelar. Ese chico ha vivido de ti el tiempo
suficiente. Es hora de que consiga un trabajo.
Asintió con una cara seria.
—Es cierto. Ya aprendió “S&M”. Tal vez podríamos poner un poco
de “Golddigger” de Kanye.
—Creo que podría vender más si tiene un poco de rap —le dije—.
“Bitches Ain't Shit” o “Ninety-Nine Problems”. Sólo tenemos que
enseñarle un poco más de actitud.

214 Mientras nos reíamos, Gavin volvió corriendo a la sala de estar.


—Tienes once y algo con siete monedas, papito. Ve y cómprame
un poco de pavo para el almuerzo, debilucho.
Supongo que podemos omitir las lecciones de actitud.

***

El siguiente par de días pasó y lo único que pude hacer, fue dar
gracias a Dios por Carter. Me ayudó con todo lo que pudo, y tomaba a
Gavin de mis manos cada noche cuando llagaba a casa del trabajo.
Bueno, casi todas las noches. Se tomó la noche libre cuando Liz se
ofreció a cuidar a Gavin, así que por fin podíamos tener un tiempo a
solas sin temor a otra interrupción. Hice que Liz jurara no decir nada de
la historia, pero estoy bastante segura que Carter lo supo, cuando ella
empezó a preguntar cosas como: “¡Oye Carter, has visto esa nueva
película “Donkey Punch”? o “Claire y yo pensábamos tomar clases de
kick-boxing, ¿qué te parece Carter?
Me alegraba tanto descubrir que el sexo entre nosotros era tan
impresionante cuando estábamos solos, sin temer que un niño nos
interrumpiera en cualquier momento. Gané cinco estrellas de oro en la
noche de “Chupadas 101” y no me quedé afuera de la clase. O en la
cara.
Puedo reducir drásticamente mis horas en el bar, así que tuve más
tiempo para preparar todo para la apertura de la tienda.
Básicamente, en este momento, trabajaba tanto como podía. Si
tenía un par de horas libre, llamaba para ver si me necesitaban. A pesar
de que no era mi trabajo soñado y no tenía planeado quedarme ahí
para siempre, era algo agridulce no pasar todas mis noches allí. Los
Fosters habían sido buenos conmigo, me dieron un trabajo, sin hacerme
ninguna pregunta cuando me presenté hace cinco años como alguien
que acababa de abandonar la universidad y estaba embarazada.
Lloré como un bebé cuando anoche llamé y T.J. me dijo que no
me necesitaban. Ese bar era mi hogar lejos de casa y tenía tantos
recuerdos. Mi fuente se rompió en el almacén cuando agarraba una
botella de vodka. Gavin dio sus primeros pasos al pasar esa puerta
cuando una tarde mi papá lo llevó a almorzar. Pero lo más importante,
fue donde volví a encontrar a Carter.
El bar se encontraba en la misma calle de la tienda, y sabía que
seguiría pasado mucho tiempo allí, pero era extraño no estar todos los
días. Estaría mintiendo si dijera que una gran parte de mi tristeza no era
también debido a la ausencia del P.O.R.N.O en mi vida. Sin embargo,
anoche T.J. vino brillantemente, mientras yo abastecía el refrigerador
215
delantero de mi tienda con chocolate. Oí el timbre de la puerta detrás
de mí y pensé que era Carter con Gavin. En cuanto me di la vuelta, me
golpeó en la cara con tres pelotas de ping-pong. T.J. gritó que nunca
me habían golpeado tantas bolas en la cara mientras estaba sobria y
luego de dio la vuelta y salió corriendo.
Pasé el resto de la noche redactando un par de nuevas reglas
para P.O.R.N.O, una de las cuales incluía un penalti si múltiples bolas
eran sujetadas sin aprobación previa. Una taza se colocaría sobre una
mesa, una bola sería lanzada y si lograba caer en la taza, estaban a
salvo. Sin embargo, si la bola no caía en dicha taza, el lanzador de la
bola tenía que recibir un tiro directo a la cara. A esta regla la nombré
“Ahuecar las bolas”.
Drew vino para ayudarme a levantar algunas cajas pesadas y
encontró una copia de las reglas. Tres horas más tarde volvió con
camisas para todos que decía “Me encanta el P.O.R.N.O” y se hizo
capitán honorario del equipo.
Antes de que incluso tuviera oportunidad de preocuparme por
cómo pagaría mis cuentas hasta que la tienda empezara a ganar
dinero, Carter me hizo sentar una noche después de que Gavin y yo
pasáramos la noche y me dijo que iba a hacerse cargo de pagar por
todo hasta que todo marchara bien. Fue la noche de nuestra primera
pelea. Todo este tiempo había estado sola manteniendo a Gavin. No
había manera que quisiera aceptar la ayuda de Carter. Mi obstinado
culo se negó a verlo desde su punto de vista, por lo tanto resultó en una
gran pelea. Él se había perdido de tanto, y se sentía culpable cada día,
a pesar de que no era su culpa. Poder pagar mi factura de teléfono,
comprar zapatos nuevos para Gavin y su médico hacía que Carter
sintiera como si por fin fuera parte de nuestras vidas y no sólo un chico
con el título de “papá”. Tan independiente como era y tanto como
odiaba la idea de que alguien pagara mis cosas, no podía negarle esto
si era lo que quería y le haría feliz. Terminé mi berrinche, acordando lo
que pedía Carter y luego tuvimos “llamadas telefónicas” excitantes en
el lavadero cuando Gavin veía una película en la sala de estar.
Así que con la ayuda de Carter y mis horas reducidas en el bar, fui
capaz de terminar casi todo a unos días de la apertura. Lo único que
quedaba por hacer antes de tiempo era doblar todos los folletos que
Jenny hizo para mí. Carter se llevó a Gavin por la noche, así que pude
pasar algún tiempo con las chicas y me ayudaron a hacerlo.
Jim y Drew iban a hacerle compañía a Carter ya que yo tendría a
sus mujeres toda la noche. Aunque tuve que dejarle unas cosas claras a
Drew. Le dije que iba a comprar una raqueta de tenis y haría como
John McEnroe contra su culo si mi hijo llegaba con cualquier nuevo
repertorio de palabras.
216 Liz, Jenny y yo nos encontrábamos sentadas en el piso de mi sala
de estar rodeadas de miles de folletos plegados y desplegados y cuatro
botellas vacías de vino.
Esperen, eran cinco. Vacié la quinta botella en el vaso de Liz
después de que ella saltara y corriera al baño con sus manos entre sus
piernas como un niño porque tenía que orinar.
Me levanté y caminé hasta la cocina para agarrar otra botella de
vino. Al pasar por el cuarto de baño, me encontré con la puerta
abierta.
—Liz, ¿estás orinando con la puerta abierta?
Me miró con ojos locos y borrachos mientras se mecía hacia
adelante y hacia atrás en el inodoro y orinaba.
—Sí. ¿Te molesta?
—Sólo si te caes del inodoro y meas en mi piso —le dije y me alejé.
—¡Parece justo! —me gritó.
Después de que saqué el corcho de otra botella de vino y volvía
a llenar todos los vasos, Liz regresó a la sala, empujó del camino los
folletos y se recostó sobre su vientre con la barbilla en sus manos.
—Está bien, perras. Tiempo para un poco de verdad o reto —
balbuceó—. Jenny, ¿qué apodo le diste a tu vagina?
Jenny se ruborizó y se mordió el labio, bajando la mirada a su
regazo. Después de varios minutos en los que Liz y yo la incitábamos,
finalmente murmuró algo que sonaba como—: Agua.
—Repítelo, por favor. No tengo oído de perro —dije.
—Sin embargo, tienes una vagina que huele como un perro. —Liz
se echó a reír.
—Jódete, verruga anal.
—La llamé Waterford —dijo Jenny, interrumpiendo las bromas
entre Liz y yo.
Nos le quedamos viendo con las mismas miradas de confusión en
la cara.
—Explícate —dijo Liz tomando un sorbo de vino.
Jenny se encogió de hombros. —Ya sabes, Waterford es igual a
buena comida y esas cosas. Por lo tanto, sólo dejo que él mejor coma
de mi Waterford.
Liz soltó una risa. —¿Por qué no llamarla China entonces?
Jenny lo pensó durante un minuto.
—Pero nunca he estado en China —respondió con una mirada
217 perpleja en el rostro.
—¡Bueno, siguiente! —anuncié—. Liz, misma pregunta. ¡Nombra a
ese castor!
¿Por qué esta habitación se veía tan chueca?
Liz tomó otro gran trago de vino.
—Vajingo. Algo así como “tal vez la vajingo se comió tu pene” —
dijo en un acento australiano.
La radio de la cocina detuvo la secuencia de anuncios y pasó a
la música.
—Me encanta esta canción. Me envuelve —dijo Jenny pensativa.
—¿También te marco? —Liz se echó a reír.
—¡Sí, un tatuaje encima del culo! —le grité.
¿Por qué estoy gritando?
—No tengo un tatuaje —sostuvo Jenny.
—Es el turno de Claire y elijo reto —declaró Liz.
—Oye, soy yo la que elije —protesté.
—¡Cállate, perra! Te reto a que le envíes a Carter una foto de tus
tetas.
—Espera, ¿qué dijiste? —preguntó Jenny—. No puedo oírte sin mis
anteojos —murmuró mientras vertía más vino en su vaso. Liz la ignoró y
se escabulló, arrastrándose como un soldado, agarró mi teléfono que
yacía en medio de nosotras y me lo entregó. Sólo vacilé un segundo
antes de arrebatárselo de la mano y presioné el botón de la cámara,
bebiendo el resto de mi copa de vino para obtener valor.
Levanté mi camisa y el sujetador hasta mi cuello, sostenido mi
brazo delante de mí como podía y rápidamente tomé una foto. Me
acomodé la camisa y el sujetador y repasé la lista de contactos en mi
teléfono antes de que alguien dijera algo.
—¡Mierda, amiga! Me refería a una foto del escote. No necesito
que enseñes las bolsas divertidas delante de nosotras. Tengo que decir
sin embargo, que ahora estoy orgulloso de ti —dijo Liz atemorizada.
—Claire tiene tetas lindas —murmuró Jenny mientras bajaba la
mirada a la parte delantera de su camiseta.
Adjunté la foto de mis tetas con el mensaje: “Te extrañamos”,
luego lo envié.
¡Fue vigorizante! Me sentía como Juana de Arco. Pero tal vez de
la de la versión de la película “La leyenda de Billie Jean”. Ser quemada
en la hoguera no suena divertido. Pero podía cortarme el pelo y hacer
que la gente cantara “lo justo es justo” mientras me seguían a mí y a mis
amigos ilegales al otro lado de las fronteras estatales. Le di mi teléfono a
218 Liz y le mostré el mensaje.
—Oh, pequeño saltamontes, está claro que puedes ser adiestrada
—dijo Liz mientras se limpiaba una lágrima falsa del ojo.
—No me siento muy lurida —balbuceó Jenny mientras se dejaba
caer sobre su espalda y se quedó mirando el techo.
—¡Lúcida! Es lúcida, Jenny. Por qué mierda alguien no le da a esta
perra una Enciclopedia Británica —gritó Liz desde su lugar en el piso.
—¡Lo JUSTO ES JUSTO! —le grité levantando mi puño.
Empecé a doblar más volantes mientras Liz se arrastró sobre
Jenny e intentaba hacerla tomar un curso intensivo de escritura y
gramática.
Mientras Liz la hacía hacer flexiones con los brazos y le repetía
palabras, me levanté y me fui a la cocina para cortar un poco de queso
y traer un plato con galletas.
En retrospectiva, usar un rallador de queso cuando mi tipo de
sangre era actualmente vino positivo no era la mejor idea.

***

—¡Patéalo en las nueces!


Me senté en el sofá y rodé los ojos mientras comenzaba una
nueva ronda en la lucha UFC que veíamos.
—Bueno, en serio. Basta con la charla de patear nueces —
regañé.
Drew me miró e hizo un puchero. —Oh vamos, tu hijo ni siquiera
está despierto.
Miré hacia detrás de mí donde Gavin dormía en el sofá. Su
cuerpecito se encontraba sobre el brazo del sofá, la cabeza y brazos
colgaban hacia el suelo y las rodillas empujaban en los cojines. ¿Cómo
demonios se durmió de esa manera?
—Sólo trato de salvarte de la ira de Claire. En serio, es por tu
propia seguridad —dije mientras miraba su camisa que mostraba una
pareja caminando en la arena con las palabras: “Disfruto de largos
paseos en la playa... después anal”.
—Pondré mis nueces encima de ustedes. —La voz amortiguada
de Gavin se escuchó desde su posición tendido en la orilla.
Miré a Drew acusadoramente.
—Oye, Carter —dijo Jim mientras salía de la cocina—. ¿Por qué
Claire me envió una foto de sus tetas y dice: “Te pestañamos”.

219 —¿Qué? —preguntamos Drew y yo al unísono.


Jim me alcanzó su celular y me incliné hacia delante para ver.
—¿En serio? ¿Las tetas de Claire están en ese teléfono? —gritó
Drew, saltando del sillón y tratando de agarrar el teléfono antes de que
yo llegara a él.
Entré en pánico, volé del sillón reclinable en la esquina y aterricé
sobre la espalda de Drew, envolviendo los brazos alrededor de su
cuello.
—¿Qué carajo estás haciendo? Baja de mi espalda idiota —gritó
Drew retorciéndose y dado vueltas, tratando de deshacerse de mí.
—Ni siquiera pienses en mirar esa foto, chupa penes —amenacé
mientras trataba de aferrarme a su cuello con un brazo y alcanzar el
teléfono de Jim con el otro.
El teléfono sonó de repente y Jim lo acercó hacia él para ver lo
que decía.
Drew dejó de moverse y los dos nos quedamos quietos.
Bien, Drew se quedó allí parado; yo todavía colgaba de su
espalda como un tallarín mojado.
—Muy bien, ahora Jenny me pregunta si esta noche quiero comer
en China. ¿Qué mierda ocurre con sus mujeres?
Me bajé de la espalda de Drew y Jim me entregó su teléfono. Abrí
el mensaje de Claire y mi mandíbula cayó.
Sí, eran sus tetas. Dulce Jesús. Reenvié el mensaje a mi teléfono,
ya saben, para poder preguntarle sobre él más adelante... y otras cosas.
El teléfono sonó en mis manos y era Liz.
—Responde. Pregúntale por qué Claire me está enviando fotos
sucias —dijo Jim con una sonrisa.
Presioné contestar y puse el teléfono en mi oído, rápidamente lo
aparté cuando escuché unos gritos a través del receptor.
—Jesucristo, ¿quién está gritando? —preguntó Drew.
Sacudí la cabeza y me encogí de hombros, tratando de poner el
teléfono en mi oído.
—¡Juro por Dios que si vomitas en este taxi te perforaré el cuello!
¡Deja de ser una marica!
—¡Oye! —grité, tratando de hacerme oír sobre los gritos—. ¡HOLA!
Los gritos continuaron y los tres nos movimos a la cocina para no
despertar a Gavin.
—¡Eres una madre por Dios! Es sólo un poco de sangre. ¿Podrías
220 dejar de gritar?
—¡LIZ! ¡HOLA! —grité otra vez, una vez que llegamos a la cocina.
Drew se reía pero yo conocía esos gritos. Y escuchar que Liz
mencionara la palabra “sangre” me asustó un poco. ¿Claire sangraba?
—Drew, llama a Jenny —dije rápidamente.
Unos segundos después, oí sonar un teléfono en mi llamada
telefónica y la voz de Jenny gritando sobre los gritos de Claire y Liz.
Colgué ya que no iba a llegar a ningún lado y me volví a Drew.
—Ah, ¡Yo también te amo, cariño!
Le di a Drew un puñetazo en el hombro y le indiqué que fuera al
grano, levantándole el dedo.
—Oye, nena, ¿qué está sucediendo? ¿Por qué grita Claire? —
preguntó, alejando el teléfono y pulsando el botón de altavoz.
Los gritos y la disputa explotaron en el cuarto y todos hicimos una
mueca de dolor.
—Claire tiene tetas lindas —dijo Jenny.
Rodé los ojos.
—Nena, enfócate. ¿Qué pasa? ¿Dónde están? —preguntó Drew.
—¡Me estoy muriendo! ¡Oh Dios mío, voy a sangrar hasta la muerte
en un taxi que huele a pis y curry!
—¿Por qué mierda Claire está sangrado en un taxi?
—Claire tuvo un assidente. Axiscente. Se cortó —mal articuló
Jenny.
—Bien, señoras, estamos en el Hospital General de Butler. No, no
me paguen; sólo salgan de mi taxi de una maldita vez.

***
Drew y Jim se quedaron en mi casa con Gavin y yo partí hacia el
hospital.
¿Qué pasa si Claire tuvo un accidente con la cortadora y perdió
una mano? ¿O una cortadora de carne muy pesada cayó sobre su
pierna y la tenían que amputar? Mi casa no se hallaba capacitada
para silla de ruedas. ¡Joder! ¿Se podía comprar rampas para sillas de
ruedas en Walmart?
Para cuando llegué a la sala de emergencias, lamenté haber
dejado a Jim y Drew en la casa. Quedé atrapado en una habitación
con tres mujeres borrachas. Una de las cuales sollozaba histéricamente
que nuestro hijo iba a quedar huérfano mientras que las otras dos
221 decían mierda y gritaban cosas sin sentido a las personas que pasaban.
—Disculpe, señor, ¿sabe dónde podemos sacar una radiografía
de la engrampadora que está atrapada en su vagina? —pregunto Liz a
un interno que pasaba por allí, apuntando a Claire.
Le di al chico una mirada de disculpa antes de enfocar mi
atención en Claire.
—Nena, estás bien. Es sólo un pequeño corte en tu dedo. Dos
puntos no es gran cosa —le dije mientras la abrazaba.
Le chasqueé los dedos a Jenny y Liz que ahora se encontraban
en la esquina de la habitación tratando de ponerse guantes de goma
en la cabeza. Me dieron miradas inocentes, golpeándose entre sí y
siguieron riendo.
—¿No es gran cosa? ¿No es gran cosa? —dijo ruidosamente—.
Me preguntaron si tenía un testamento. ¡Casi me MUERO!
Sonreí, pero rápidamente lo enmascaré cuando me lanzó una
mirada sucia.
—Claire, es normal. Se lo preguntan a todos, tranquilízate.
—Estoy de acuerdo, ¿estás de acuerdo? —preguntó Liz.
—No ayudas —gruñí.
—No importa —respondió antes de girar al gabinete de suministros
en la sala.
—¿Qué pasaría si muero? Mi bebé estaría solo. —Rompió a llorar.
—Um, ¿hola? El padre está parado aquí —le recordé.
—Bien. Pero ¿qué pasa si algo nos pasara a los dos? Podrían
enviarlo con mi tía Gertie, la acaparadora que habla con sus cortinas y
come jabón —gimió.
Agarré su cara en mis manos y limpié las lágrimas, dándole un
beso suave en los labios.
—Está bien, si mañana hay un desastre natural y ninguno de
nosotros está aquí, estoy seguro de que a tu padre no le importaría
encargarse. ¿Por qué estás tan preocupada por esto?
—Me preguntaron si en caso de emergencia, alguien podría
darme la extremaunción… Pensaron que iba a morir, Carter. ¡Esto es
grave! —exclamó—. ¿Qué pasa si mi papá mañana tiene un ataque al
corazón o un asteroide aterriza sobre él cuando está caminando hacia
su coche después del trabajo?
No más canal de ciencia ficción para Claire antes de acostarse.
—Te juro que a todos les preguntan por la extremaunción. Pero,
¿te sentirías mejor si conseguimos algo por escrito para que no tengas
que preocuparte por esto? Podemos hacer una lista de personas de
222 diez páginas de longitud si te hace sentir mejor.
Asintió alegremente y lanzó los brazos alrededor de mi cuello.
—Muchísimas gracias, bebé. Te amo más de lo que a una
prostituta le encanta un día de exámenes gratis para enfermedad de
transmisión sexual en la clínica —me dijo borracha.
Le froté la espalda y le lancé una mirada asesina a Liz y a Jenny
cuando vi que borraron el pizarrón de la habitación de Claire con los
números de teléfono del hospital que colgaba en la pared. En lugar de
“Servició de comidas”, ahora decía “Servicio de putas”, y en lugar de
“Para una visita a la capilla, pregúntele a una enfermera” ahora decía
“Para un final feliz, pregúntele a una enfermera”.
El doctor entró entonces con papeles para dar de alta a Claire y
una receta para un antibiótico. Nos explicó todo y volvió a salir de la
habitación.
—¡Doctor, espere! ¡Este paciente necesita un enema! —gritó Liz
mientras Jenny agitaba un tubo de goma encima de su cabeza como
un lazo.
Creo que podemos decir con seguridad que algunas personas ya
serán tachadas de la lista de tutores.
20
¿Has visto a Mike Hunt?
Traducido por Joss, aa.tesares & Lunnanotte
Corregido por NnancyC

223 Oh santo infierno. ¿Dónde está el mono que me pateó en la


cabeza y se cagó en mi boca?
—Creo que me estoy muriendo —dije con voz ronca.
La risa de Carter sacudió la cama y forzó un poco de vómito en
mi garganta. Apreté la mano sobre mi boca y empecé a respirar por la
nariz para hacer que se detenga.
—Por favor, no vuelvas con eso de: “Me estoy meriendo”. Es muy
temprano y no estoy lo suficientemente despierto como para decir algo
reconfortante —respondió Carter mientras frotaba lentamente círculos
en mi espalda.
Empecé a preguntarle de qué demonios hablaba cuando los
golpes en mi cabeza se convirtieron en destellos de recuerdos de la
noche anterior.
—Oh, Dios mío, envié una foto de mis tetas a Jim —gemí cuando
una nueva oleada de náuseas me invadió.
—También te lanzaste en al estacionamiento de la sala
emergencia, llamaste a Drew y le dijiste que eras la Reina Mona Golpea
Pollas y después firmaste un Testamento en una servilleta del Burger King
y luego le pediste al trabajador del autoservicio que lo validara.
Nunca beberé otra vez. Nunca beberé otra vez.
—¿Por qué no puedo ser una de esas personas que cuando
beben se olvidan de todo? Sería muy bueno en este momento si no
tuviera que recordar estas cosas —murmuré.
Sentí la cama moverse detrás de mí y unos segundos más tarde, el
brazo de Carter me rodeó y sostuvo una servilleta delante de mi cara.
—Lo siento, cariño, incluso si te olvidaras, todavía tengo la prueba
de tu estupidez —dijo con una risa. Tomé la servilleta y miré la escritura
desordenada mientras él se escabullía bajo las sábanas detrás de mí.
—No quiero estar muer... Morir. Muerta. Esa servigeta de Burger
Doble sólo sirvió como mi testamento, ¡Arg! Por cierto, las patatas fritas
aquí apestan. Si muero, no alimenten a mi hijo con esa mierda de papas
fritas. Tampoco le den a mi hijo el rey espeluznante abusador que está
en sus comerciales. ¿Qué diablos está mal con ese tipo? Tiene un
cuerpo normal y una cara de plástico que siempre está sonriente. No
está bien, hombre. No es correcto. Mis oídos se sienten divertidos.
Me pregunté si anoche alguien me dio drogas. Esta fue la única
vez en mi vida que esperaba estar drogada, así podría echarle la culpa
a algo que no sea yo siendo una borracha horrible.
—Guau, está bien, si tuviste la intención de sacar el tema de tener
un testamento redactado por un abogado y sacar un nuevo certificado
de nacimiento de Gavin en el que esté tu nombre. Probablemente
224
deberías haber hecho eso antes de que me bebiera todo el vino —le
expliqué.
—Bueno, por suerte para ti, soy influyente en ciertos lugares para
borrachos. A pesar de que apenas sabía lo que decías anoche, me di
cuenta de que esto es importante para ti. También es importante para
mí. Dios prohíba que algo nos pase, pero me haría sentir mejor saber
que Gavin va a estar bien. Quiero decir, sé que tenemos a tu padre y,
aunque no los conoces bien, mis padres son totalmente consientes con
todo lo que tiene que ver con Gavin, pero estoy de acuerdo en que
deberíamos tener a alguien más joven como un plan B por si acaso. Sé
que vamos a estar terriblemente ocupados para el próximo mes más o
menos una vez que la tienda se inaugure mañana, y no tendremos
tiempo para sentarnos y hablar de esto, así que pensé que tal vez
podíamos traer a nuestros amigos en los próximos días y ver cómo les va
con Gavin. Ya sabes, algo así como una entrevista secreta.
Tenía muchas ganas de vomitar en este momento, pero tuve que
contenerlo de nuevo porque Carter merecía mi completa y no-vomitiva
atención.
—No puedo creer que tomes en serio lo de anoche.
Carter se deslizó a mi lado de la cama, apretando su cuerpo
contra el mío mientras envolvía los brazos alrededor de mi cintura.
—Tomo todo lo que dices en serio. Incluso cuando estás enviando
mensajes sexuales a nuestros amigos y gritando en la ventana de
servicio que quien sea que haga tu hamburguesa no escupa en ella —
dijo Carter, dándome un beso en mi sien.
Levanté la mano delante de mi cara y me di cuenta del vendaje
envuelto alrededor de mi dedo medio por primera vez.
—Supongo que al montarme casi me corté el dedo medio. Será
divertido sacarle el dedo a todos cuando me pregunten qué pasó —
dije con un suspiro—. ¿Sabes lo que acabo de recordar? Hoy Liz y Jim
están de niñeros de su primita durante unas horas. Planeaba ir allí para
que ella y Gavin pudieran jugar mientras Liz llena lo último de nuestra
documentación. Podrías venir con nosotros y podríamos hacer nuestra
primera entrevista espía súper secreta.
Carter se apoyó en un codo para poder mirarme.
—¿Tendré que usar un anillo decodificador secreto y tener un
nombre en clave de espionaje, como “IchybonSnagglewhip” o
“Bonanza Challywag”?
Volví la cabeza y lo miré a los ojos.
—¿Voy a tener que decir esos nombres en voz alta, delante de la
gente que conocemos? —pregunté.

225 —Sólo si nuestra cobertura es descubierta.


Apoyó la cabeza en la almohada detrás de mí y en cuestión de
segundos, podía sentir su pene duro contra mi culo.
—¿En serio? ¿Hablar de “Bonanza Challywag” te excita?—
pregunté con una sonrisa, tratando de no hacer una mueca cuando la
acción me revolvió el estómago.
Su mano, que descansaba en mi estómago, se coló debajo de mi
camiseta y se deslizó por el frente de mi cuerpo hasta que entró en
contacto con mi pecho desnudo.
—Cualquier cosa que diga, haga o piense contigo me excita —
dijo en voz baja mientras su palma estaba sobre mi pezón. Empujé mis
caderas y froté mi culo contra su longitud, mientras amasaba mi pecho
y me besó a un lado de mi cuello. Su cabeza se apartó bruscamente de
mí y su mano detuvo la exploración de mi carne.
—Vas a vomitar, ¿no es así? —preguntó mientras apreté los ojos
pensando en arcoíris y los gatitos y otras cosas que no me daban ganas
de vomitar.
No funcionó. El arcoíris me hizo pensar en “Prueba el arcoíris", lo
que me hizo pensar en chocolates y la bolsa del cuarto de kilo que comí
anoche antes de acostarme. Los gatitos me hicieron pensar en las
pulgas y las cajas de arena con pequeños trocitos que parecían rollitos
de chocolate cubiertos de rocas y...
Salté de la cama y corrí al baño, apenas llegué a tiempo antes de
que vaciara el contenido de mi estómago —que coincidentemente se
parecía un poco a un arcoíris.
—Está bien, mi pene no se siente ofendido en lo más mínimo por lo
que acabas de hacer —gritó Carter desde el dormitorio.

***
Carter consiguió que Gavin se levantara, se vistió y le dio de
comer el desayuno mientras yo tomaba una ducha y traté de sentirme
humana. Por mucho que no me gustaba hacerlo, vomitar ayudaba.
Tranquilizaba mis demonios.
Cuando salí de la ducha, me di cuenta que no tenía nada de
ropa... bueno, aparte de la camiseta que llevaba para dormir y la ropa
interior. ¿Dónde diablos estaba mi ropa?
Pasé por el armario de Carter y encontré una de sus camisas y
entonces busqué en su cajón de ropa interior por un par de bóxers. En
su lugar, en la parte de atrás, me encontré con una tanga masculina
roja.
Los dioses de la venganza me sonreían, mis amigos.
226 Me dirigí a la cocina, donde Carter limpiaba el desayuno y Gavin
le daba un plazo para su dinero.
—Mamá siempre me deja tener dulces después del desayuno.
Me puse de pie en las afueras de la puerta para que pudiera ver,
pero ellos no a mí. Gavin se encontraba sentado a la mesa de la cocina
y Carter estaba de espaldas a él, cargando cosas en el lavavajillas.
—Correcto, dulces después del desayuno. Y yo soy Santa Claus —
murmuró Carter en voz baja.
—¡¿Eres Santa Claus?! —preguntó Gavin con entusiasmo,
levantándose de su silla.
Carter dio la vuelta para enfrentarse a él con una mirada de
pánico en su rostro.
—¿Qué? No. Bueno, técnicamente... Espera, no. No, no, no. No
soy Santa Claus. Era sólo una expresión figurada —explicó.
—¿Qué es una expresión figurada?
—¡Mierda! —murmuró Carter.
Gavin lo señaló.
—Oooooohhh, dijiste mierda —acusó, asegurándose de susurrar la
palabra mala.
—¿Y qué? —argumentó Carter—. No se lo digas a tu madre.
—¿No decirme qué? —pregunté, atravesando la puerta con una
sonrisa.
Carter suspiró. —¿Ya lo has oído, no?
Me acerqué a Gavin y lo levanté en mis brazos para un abrazo.
—No tengo idea de qué estás hablando —dije mientras besaba
ambas mejillas de Gavin.
—¿Cómo dormiste anoche, hombrecito?
Me apretó tan fuerte como pudo hasta que tuve que sacarle los
brazos de mi cuello para poder respirar.
—Dormí bien. Pero anoche te arrastraste en mi cama conmigo y
me dijiste que nunca hablara con los reyes con caras sonrientes —me
dijo.
Carter se echó a reír, mientras yo gemía.
Le di a Gavin un último apretón y luego lo puse en sus pies.
—Corre a tu habitación y busca tus zapatos, ¿de acuerdo?
Vamos a ver a la tía Liz y al tío Jim en un rato.
Dejó escapar un grito de emoción y salió corriendo de la
habitación.
227 Me acerqué a Carter e incliné mi cuerpo al suyo mientras
descansaba contra el mostrador de la cocina.
—Te ves bien usando mi camisa —dijo mientras envolvía los brazos
alrededor de mí.
Besé su barbilla y lo miré.
—Luzco incluso mejor usando tus calzoncillos ajustados —dije con
una sonrisa cuando llevé el brazo a mi espalda y alcé una esquina de su
camisa para que pudiera ver.
Sacudió la cabeza y suspiró.
—No puedo creer que hayas encontrado estos. Mis bóxers me
irritaban en el trabajo, así que pensé en probar...
—No te preocupes —le interrumpí—. Me aseguraré de que todo el
mundo sepa que te pones ropa interior de chico grande.
Me reí y envolví los brazos alrededor de su cuello. Se inclinó y me
dio un beso dulce, chupando el labio superior en su boca y haciendo
que los dedos de mis pies se doblen.
—¿Dónde está mi ropa? —pregunté entre besos.
—Tu camisa está en la basura. La arrojaste allí anoche cuando
llegamos aquí y viste la sangre por todas partes. Dijiste que no podrías
nunca llevar algo que te recuerde cómo casi mueres en un terrible
accidente. Te quité los pantalones antes de que hicieras lo mismo con
ellos. Están en la secadora.
Negué con la cabeza y suspiré mientras Carter apretó su agarre
sobre mí y puso otro beso en mis labios.
—Múdate conmigo —dijo de pronto.
Sus labios se quedaron contra los míos y mis ojos se abrieron para
poder verlo. Me miró con tanta intensidad que no había manera de que
lo escuchara mal.
—Te amo —continuó rápidamente—. Amo a Gavin. Me encanta
despertarme con los dos en esta casa. No quiero perderme verlo atarse
los zapatos por primera vez, o escribir su nombre. No quiero despertar en
la mañana y no verte babear en la almohada a mi lado.
Me reí y le di un golpe en el brazo, la conversación se volvió
inmediatamente más ligera.
—Además, necesito a una mujer que esté descalza y
embarazada en la cocina haciendo pasteles de pollo cada noche —
dijo con una sonrisa.
—Bueno, entonces obviamente nunca nos conocimos, si quieres
que asuma ese papel.
Nos quedamos allí en la cocina, envueltos en los brazos del otro
228 con el pequeño jinete de Carter subiendo por mi trasero, y me di cuenta
que nunca había sido más feliz.
—Sí —dije.
Sus cejas se levantaron y su rostro se iluminó con una gran sonrisa.
—¿Sí? ¿En serio? —preguntó—. Estaba seguro de que tendría que
recurrir al soborno o la extorsión.
Asentí y se rió. —Sí, vamos a vivir contigo para que pueda
supervisar las estupideces que dices y darte un puñetazo en el riñón
cuando sugieras de nuevo que debería estar descalza y embarazada
en la cocina.

***

Unas horas más tarde, Liz y yo terminábamos nuestra


documentación en su mesa de la cocina. Jim y Carter estaban
sentados a la mesa teniendo su propia conversación, mientras que
Gavin y Melissa, la primita de ocho años de Jim, jugaban.
Gavin se encontraba en este momento en la sala viendo una
película, pero Melissa había estado corriendo por la cocina a toda
velocidad, gritando lo más fuerte que pudo durante los últimos quince
minutos. Carter y yo nos pasamos entre nosotros miradas secretas de vez
en cuando acerca de la conversación que tuvimos en el coche de
camino hacia aquí. No íbamos a disciplinar a Gavin en absoluto en todo
el tiempo en su casa. Dejaríamos que Liz y Jim se encargaran y ver lo
que hacían. Tenía experiencia de primera mano del tipo de cuidadores
que eran, ya que eran mis mejores amigos, así que esto fue, sobre todo,
para el beneficio de Carter. Sabía a ciencia cierta que Liz y Jim eran
maravillosos con los niños y después de hoy, Carter estaría más que
dispuesto a asignarlos como tutores de respaldo de Gavin.
Sorprendentemente, no tendríamos necesidad de disciplinar a
Gavin de todos modos. Se comportaba muy bien. Melissa, por otro lado,
me recordó una vez más, que algunos animales en la naturaleza se
comen a sus crías. Era un terror. Después de su vigésima séptima vuelta
a la cocina, agitando las manos sobre su cabeza y gritando, Liz
finalmente tuvo suficiente.
—¡Melissa! Basta ya —dijo con severidad.
El pequeño terror, efectivamente se detuvo. Durante dos
segundos. Entonces comenzó de nuevo y salió corriendo de la
habitación gritando como si su culo estuviera en llamas. Su culo estaría
en llamas pronto si no cerraba la puta boca.
—¿Eso es todo lo que vas a hacer? —pregunté.
229 —No —respondió Liz mientras levantaba la vista del papel que
firmaba—. La próxima vez que corra le voy a dar una patada.
Poco convencional, pero me parecía bien. Soñaba con empujar
una vela romana en sus pantalones y rociarla con líquido para
encendedores.
—Por lo tanto, Melissa parece un poco... muy nerviosa —le dijo
Carter a Jim.
Jim asintió en acuerdo. —Es una niña linda, pero sólo puedo
soportarla en pequeñas dosis. Una vez nos la llevamos a cenar con
nosotros y estaba siendo una pesadilla, así que Liz la hizo sentarse en el
coche mientras pagamos la factura. Llegamos a la mitad de camino a
casa cuando nos dimos cuenta de que no se encontraba en el coche
—dijo riendo—. ¿Recuerdas Liz? ¡Comiquísimo!
Carter me miró con horror y traté de no hacer contacto visual.
Todo el camino hasta aquí todo lo que hice fue presumir lo buenos que
eran Liz y Jim con Gavin y cómo estaban hecho para ser padres. Ups.
Me había olvidado de esa historia. En su defensa, Melissa era Satanás.
Yo también la habría olvidado.
Melissa hizo otra vuelta por la cocina y fiel a su palabra, Liz asomó
su pie. La niña molesta de tercer grado cayó de bruces en el suelo.
—¡NO MÁS PERCHAS DE ALAMBRES10! —le gritó Liz.
—Eres extraña —dijo Melissa mientras se levantaba y se fue
corriendo de la habitación.
—Buen trabajo, mamita querida —dije.
—Por lo tanto, Liz, cuando tengas hijos, ¿cómo vas a disciplinarlos?
—preguntó Carter.

10 Hace referencia a una frase del libro “Mamita querida” de Christina Crawford.
Le di una mirada mordaz. No tenía que llamar la atención. Hacer
preguntas contundentes enviaría una señal de alerta.
Liz se encogió de hombros. —Eh, no soy buena con la disciplina. Si
es divertido y nadie está sangrando, no estás en problemas. Esa es mi
filosofía.
Entonces Gavin entró y apoyó la cabeza en mi brazo.
—Melissa me dijo que nadie puede acercarse a su zona
prohibida. ¿Qué significa eso? No me agrada. Es gritona. Le dije que mi
mamá no tenía miedo de golpear a un niño —dijo con un suspiro.
Escuchamos a Melissa gritar en la otra habitación y algunos
golpes fuertes.

230 —¿Qué demonios está haciendo ahí? —preguntó Liz.


—El gato está siendo malo —dijo Gavin.
El gato de Liz y Jim era conocido por ser una pequeña bola de
terror, causando estragos en las personas inocentes cuando menos lo
esperaban. Una vez, cuando le hacía cosquillas a Gavin en el suelo,
saltó desde Dios sabe dónde y aterrizó de espaldas con sus dientes y
garras insertados a dos pulgadas de profundidad en mi piel. Odiaba a
ese gato, pero creo que odiaba más a Melissa. Esperemos que el gato
la estuviera poniendo en su lugar.
—¿El gato los arañó? —pregunté, mirando sus brazos en busca de
marcas de garras.
—No, no se quedó en la maleta —explicó.
Todos los adultos en la mesa nos miramos en silencio. Ante el
sonido de otro golpe de la sala, todos saltamos y salimos corriendo de la
cocina.

***

Después de asegurarnos de que Melissa no iba a entrar en el


territorio de asesina en serie por asfixiar a un gato, nos dirigimos a casa.
—Esa no fue la mejor representación de sus habilidades como
padres —traté de explicar mientras Carter sacaba el coche de su
camino de entrada.
—Oye, Gavin —dijo Carter mientras miraba en el espejo
retrovisor—. ¿Qué palabra nueva te enseñó hoy la tía Liz?
—Ladyboner11 —dijo Gavin mientras miraba por la ventana.
Carter me dio una mirada mordaz.

11 Ladyboner: Cuando una mujer está excitada por un hombre o mujer.


—La tía Liz dijo que tienes una Ladyboner para papi. ¿Le
compraste un regalo? Yo también quiero uno —se quejó Gavin.
Después de parar en mi casa para recoger algunas cosas,
regresamos a donde Carter y dormimos a Gavin para una siesta. Carter
por fin dejó de intentar convencerme de que Liz y Jim estaban fuera de
la lista cuando me dijo una sola palabra.
Drew.
Si yo estaba dispuesta a dar a ese niño gigante una oportunidad,
tenía que tener la mente abierta con mis amigos. Por lo menos
acordamos esperar hasta después de la apertura de la tienda para
decirle a Gavin que nos íbamos a mudar. Si le decíamos ahora, estaría
fastidiándonos cada minuto a partir de ahora hasta que lo hagamos,
231 preguntando si ya era el momento. No tenía necesidad de luchar
contra el impulso de dejarlo fuera de la casa mientras me ocupaba con
la tienda. Una persona no puede tratar con tanto.

***

Después de la siesta de Gavin, el papá de Claire se detuvo para


recogerlo para una pijamada. Él entró sin tocar y procedió a pasar
cada habitación. Una vez que vio todo lo que había que ver, me dijo
que la casa era “suficientemente buena”. Extrañamente, eso era lo más
agradable que me dijo desde que nos conocimos así que sentí como si
hubiésemos tenido un momento.
Me incliné para darle un abrazo y me detuvo con su mano.
—No quieres hacer eso, hijo.
Di un paso atrás y le di una mirada simpática.
—¿Vietnam, eh? ¿Sigue siendo difícil para usted acercarse a las
personas? —pregunté.
—No. Todavía no estoy seguro de que no seas gay y si tratas de
jugar a agarra-culos, va a ponerse muy incómodo cuando tenga que
romper tus dedos en dos.
Un día de estos iba a quebrar a este hombre, recuerda mis
palabras.
Nos despedimos de Gavin y Claire salió poco tiempo después
para dirigirse a la tienda y hacer algunas pocas cosas de último minuto
para la apertura de mañana.
Me ofrecí para encontrarla allí, después de ducharme y hacer
unos recados.
Claire me había dado una llave de repuesto para la tienda, así
que me permití entrar por la puerta principal dos horas más tarde.
Afuera se hallaba oscuro y dejé las luces de la tienda apagadas
mientras cuidadosamente hacía mi camino hasta la cocina en la parte
trasera.
Escuché música y doblé la esquina de la cocina para ver a Claire
lamiendo chocolate derretido de su dedo medio. Mi polla saltó a la vida
mientras la veía girar su dedo en su boca y balancear su cuerpo a los
ritmos eróticos de la canción que se reproducía.
Rodeé el borde del mostrador, donde ella trabajaba y me paré
detrás, poniendo los brazos a cada lado de ella con mis manos planas
sobre el mostrador. Incliné mi cuerpo cerca del suyo, levantando una
mano para mover su cabello de su cuello y empujarlo detrás de su
hombro. Siguió trabajando, volteando moldes de chocolate y dejando
el producto final sobre toallas por lo que nada se rompería. Su cuerpo se
232
movía al compás de la música y de vez en cuando se deslizaba contra
mí. Cuando puse mi boca a un lado de su cuello, sus movimientos se
entrecortaron.
—¿Son penes y tetas de chocolate? —pregunté.
—Sí —gimió mientras la punta de mi lengua saboreara su piel—.
recuerdos para la fiesta... mierda... mmmm.
Sonreí contra su cuello cuando gimió y coloqué otro beso con la
boca abierta, esta vez dejando que mis dientes rozaran su piel. Vi
mientras la piel de gallina coloreaba su piel y la escuché tomar una
respiración al estremecerse. Seguí mordiendo y chupando suavemente
a un lado de su cuello hasta que finalmente se hartó de concentrarse
en los moldes de chocolate. Los dejó caer al mostrador y golpeó sus
manos a un lado de las mías, derramando un tazón de chocolate
derretido en el proceso. El líquido tibio salpicó sobre su mano y corrió por
el borde del mostrador, haciendo un charco en el suelo.
—¡Mierda! —Claire se rió mientras alzaba las manos del mostrador
y trataba de quitarse algo de chocolate. Agachó su cabeza para mirar
el charco en el suelo y levanté mi brazo y llevé todo su cabello al frente
de su otro hombro por lo que la parte trasera de su cuello quedó al
descubierto y pasé mi dedo por el desastre de chocolate derretido en
el mostrador y luego lo deslicé por su nuca, dejando una mancha de
chocolate.
—¿Acabas de poner chocolate en mi cabello? —preguntó
distraídamente.
Mi mano se deslizó alrededor de su cintura y empujé por debajo
del dobladillo de su camisa hasta que toque la piel suave y cálida de su
estómago. Moví la boca hacia su nuca y deslicé mi mano dentro de sus
pantalones. Mis dedos se deslizaron justo dentro de su ropa interior y a
trasvés del suave triangulo de rizos. Uní mis labios a su piel cubierta de
chocolate y suavemente chupé mientras dos de mis dedos se
deslizaban en ella, resbalando en su interior.
—Oh, Dios mío —gimió suavemente mientras yo empujaba y
sacaba mis dedos de su interior, cubriéndolos con su humedad—.
Olvídalo, puedes poner chocolate donde quieras.
Ella se sentía muy bien, mejor que cualquier cosa en el mundo.
Podría estar aquí toda la noche tocándola y nunca me cansaría
de ello. Mordisqueaba y chupaba detrás de su cuello, asegurándome
de quitar todo el chocolate que había puesto allí. Estaba feliz de
descubrir que el lugar justo debajo del nacimiento de su cabello la
volvía loca. Cada vez que mis dientes rozaban esa zona, ella gemía y
sacudía sus caderas contra mi mano. Alcé la mano libre del mostrador y
la puse debajo de su camisa, levantando la copa de su sujetador sobre
uno de sus pechos. Ahuequé su plenitud en mi palma y luego moví dos
dedos en círculos alrededor de su pezón. Copié los mismos movimientos
233
con mi otra mano, dando vueltas mis dedos a través del calor entre sus
piernas.
El compás de la música y el sonido de sus suaves gemidos llenaron
la habitación y me encontraba a unos dos segundos de explotar en mis
pantalones por sólo escucharla y sentirla deshacerse en mis manos.
Moví las manos contra su trasero y fue mi turno para gemir. Era suave
contra mi dureza, húmeda contra mis dedos calientes y la piel de su
cuello sabía salada y dulce, como los pretzels cubiertos de chocolate
que ella hacía. Estaba a punto de decirle algo estúpido como que ella
era el ying de mi yang. Pero con toda honestidad, lo era. Quería más
que nada que sea mía. Siempre. Ese pensamiento debería haberme
asustado. Si fuera cualquier otra mujer, probablemente lo haría. Pero no
Claire. Nada sobre ella me asustaba, excepto la idea de perderla. Sus
caderas empezaron a moverse más rápido y besé un camino hacia su
oreja.
—Te amo mucho —susurré, deslizando mi mano más abajo y
empujando dos dedos en su apretado calor. Claire gimió fuertemente
mientras movía mis dedos dentro y fuera de ella y mi otra mano seguía
burlándose de su pezón. Mis manos se sintieron repentinamente vacías
ya que fueron arrancadas de ella y de su pecho, cuando se giró
abruptamente para enfrentarme.
Los dos miramos hacia abajo, a la parte delantera de su camisa
que era un lío de chocolate debido a mis manos y al estar inclinada
sobre el derrame en el mostrador. Me reí hasta que puso sus manos en
mis mejillas y limpió el chocolate de toda mi cara.
—Te amo más que al chocolate —dijo con una sonrisa.
Sus manos se deslizaron por enfrente de mi camisa, dejando un
rastro de chocolate a su paso y fueron a trabajar en mis pantalones.
Antes de darme cuenta, los había bajado hasta mis muslos. Me estiré
por sus caderas pero ella apartó mis manos.
—No, no, no, es mi turno de jugar —dijo con una sonrisa perversa
en sus labios.
Mi polla saltó contra mi estómago, como preparándose para
hacer una danza giga. Cuando ella lamió sus labios y lo miró, gemí. Por
un segundo llevó las manos detrás de su espalda, jugueteando con
algo. Antes de que pudiera decirle que ahora no era momento para
empezar a limpiar nuestro desorden, besó mis labios y sentí algo caliente
y húmedo deslizarse alrededor de la cabeza de mi pene.
Se retiró, deslizándose por mi cuerpo y mi boca cayó abierta.
Oh, dulce Jesús, es que... es que ella va a...
Envolvió la mano alrededor de mi base y sus labios alrededor de
la cabeza y me succionó en su boca. Ni siquiera supe qué tipo de
234 palabras incoherentes salieron de mi boca. Pude haber dicho las
palabras “shamhow”12 y “joder”. Me incliné hacia ella y mis manos
golpearon contra el mostrador, salpicando chocolate sobre el frente de
mi camisa mientras Claire comenzaba a lamer todo, asegurándose de
lamer cada gota de chocolate derretido que frotó allí con sus dedos
cuando me besó.
Ella lamía el chocolate de mi polla. Sentí como si estuviera en una
película porno... una muy, muy buena película porno con mejor música
y un excelente argumento. No como aquella vez espeluznante con el
tipo que pone mantequilla de maní en su johnson y deja que su perro...
Sus labios se deslizaron alrededor y hacia abajo de mi longitud,
tomando gran parte en su boca, y me olvidé del perro lamiendo la
polla. Gracias a Dios. Comenzó a un ritmo lento, moviendo su cabeza
arriba y abajo, succionando duro cada vez que llegaba a la punta,
antes de volver a hundir su boca sobre mí. Sentí como si debiera lanzar
mis puños al aire o darle a Claire una ronda de aplausos, pero eso sería
convertir rápidamente esto en un mal territorio porno. Pude sentir mis
bolas endurecerse y puse las manos sobre sus hombros y la atraje hacia
mí. Tan bueno como se sentía estar en su boca, necesitaba su interior
ahora mismo. Deslicé las manos sobre la pretina de sus pantalones y
ropa interior y los deslicé por sus caderas lo suficiente para que pudiera
sacar una pierna.
Levantando a Claire, la senté en el borde del mostrador,
moviéndola de lado un poco para que no estuviera sentada en el
chocolate. Separé sus rodillas así podía ponerme entre ellas. Sus manos
cayeron en el charco de chocolate a cada lado de sus caderas y la
agarré por su cintura mientras ella empezaba a deslizarse a través del
desastre. Golpeó una mano pegajosa sobre mi hombro, dejándola
impresa y haciéndonos reír.

12 Nombre de toalla absorbente alemana.


Oh, dulce Jesús, ¿era música porno lo que sonaba de fondo?
¿Protagonizaba “Penes y la fábrica de chocolate” o “Chocolate se
derrite en su vagina, no en su mano?”
Me abalancé y la besé, chupando sus labios dentro de mi boca y
lamiendo golosamente chocolate con mi lengua. Una vez que lo
conseguí todo, ella empujó su lengua sobre la mía y la giró en mi boca.
Sabía a Claire y chocolate, y tuve un momento donde quise llorar como
un bebé porque mi sueño de los últimos cinco años se encontraba
frente a mí. Agarré la parte trasera de sus rodillas y jalé sus piernas
alrededor de mi cintura, mis manos se deslizaron por sus muslos y sobre
su culo. Succioné su lengua dentro de mi boca y la atraje hacia el
borde del mostrador mientras mi dureza descansaba contra su húmedo
calor.
235
Sus brazos envolvieron mis hombros y empujé mis caderas hacia
delante, hundiéndome dentro de ella lentamente hasta que mi pelvis
estuvo alineada contra la de ella.
Mi boca nunca dejó la suya mientras me hundía dentro de ella y
giraba mis caderas, frotándome contra ella.
Gimió en mi boca y con fuerza se empujó contra mí, creando
fricción donde ella lo necesitaba. Sus piernas se apretaron alrededor de
mis caderas y presioné las manos sobre su culo, meciéndola con más
fuerza y más rápido contra mí. Me mataba no moverme, no deslizarme
dentro y fuera de su calor que apretaba a mí alrededor, pero sabía que
le gustaba lo que hacía y eso era todo lo que importaba. Nuestro beso
nunca paró cuando la sentí apretarse a mí alrededor.
Sus caderas se movieron más rápido y arañó mis hombros
mientras me movía contra ella y giraba mis caderas, empujándola
hacia el olvido.
Profundicé el beso y tragué sus gritos mientras se venía. Sus manos
se aferraron a mi cabello y no podría haberme importado menos que
esta noche tuviera que lavar el chocolate.
Quité una mano de su trasero y la apoyé en el mostrador junto a
ella para hacer más palanca mientras salía por completo y volvía a
estrellarme en su interior. Las estrellas estallaron detrás de mis ojos
cerrados por las sensaciones que se dispararon a través de mí.
Los gemidos de Claire y sus maldiciones en voz baja me hicieron
moverme más rápido y con más fuerza. Gracias a Dios por eso, porque
no había manera de que pudiera ser suave. Necesitaba follarla en el
mostrador de la cocina, simple y sencillamente. Mi mano libre se deslizó
debajo de una de sus rodillas por lo que su pierna colgó sobre el pliegue
del codo. Levanté su pierna más alta y empujé profundamente dentro
de ella hasta que ambos gemimos.
Me hundí dentro de ella duro y rápido, moviendo mis caderas a la
velocidad de la luz. El olor del chocolate llenó el aire, su caliente
humedad me cubrió mientras bombeaba dentro y fuera y los sonidos de
nuestros cuerpos golpeando juntos dispararon mi orgasmo como un tren
de carga. Mi orgasmo me rasgó y juro que era el mejor que tuve.
Empujé dentro de ella una última vez y me quedé quieto hasta que los
últimos estremecimientos de mi liberación desaparecieron.
Dejé caer mi frente sobre la suya y nos quedamos quietos,
tratando de recuperar nuestro aliento. Mi brazo se deslizó de debajo de
su pierna y cayó sin fuerza a mi costado. Sentí mi pulso dentro de ella
mientras envolvía los brazos a su alrededor y acercaba su cuerpo.
Después de estar algunos minutos así, finalmente recuperé la
capacidad para hablar.
236
—Va a gustarme mucho todo esto del negocio de chocolate si es
así como vamos a pasar nuestras noches.
Claire se echó a reír y miró alrededor. —Parece que una bomba
de chocolate explotó aquí dentro.
Había chocolate en nuestro cabello, podía sentir el chocolate
seco sobre mi cara y brazos y nuestras camisas se hallaban
completamente cubiertas. Miré hacia abajo y vi huellas de manos de
chocolate en los muslos y caderas de Claire y la mitad de sus
pantalones estaban empapados de chocolate, que todavía goteaba
del borde del mostrador. Estábamos tan ocupados con nuestro brillo
post-coito y riendo del desastre que hicimos, que no oímos cuando se
abrió la puerta que conectaba con la tienda de Liz.
—¡SORPRESA! —gritaron varias voces cuando miramos hacia la
puerta en estado de shock.
—Oh mi jodido Dios, ¿estás bromeando? —gritó Liz mientras se
encogía y trataba de no dejar caer el pastel que tenía en su manos.
—Oh Jesús, mis ojos. ¡MIS OJOS! —chilló Jim mientras se cubría su
cara con las dos manos y se giraba.
—¿Esas son tetas de chocolate? —preguntó Drew, caminando
hacia nosotros, agarrando un trozo del mostrador y haciéndolo estallar
dentro de su boca.
Mi polla, ahora completamente encogida, seguía dentro de
Claire. Esto era como el maldito día de los dedos en la vagina. ¿Qué
diablos estaba mal con mi vida?
—¡Siento llegar tarde! ¿Te sorprendiste? —preguntó Jenny mientras
se abría paso entre Liz y Jim, deteniéndose repentinamente cuando vio
la posición en la que nos encontrábamos. En el mostrador. Mostrando
nuestros traseros, cubiertos en chocolate.
—¡Je, je, Claire tiene tetas y penes de chocolate pegados a su
trasero! —Rió Drew.
Así que eso explicaba los extraños golpes que sentía en su culo.
Por un minuto me preocupó un poco que ella pudiera tener forúnculos o
alguna espeluznante enfermedad de la piel acerca de la que no sabía.
—Espero por Dios que limpies ese mostrador —regañó Liz.
—Y mis ojos —murmuró Jim, todavía de espaldas hacia nosotros.
Claire no se había movido o dicho una palabra y yo casi quería
poner mi dedo bajo su nariz para ver si todavía respiraba.
—Queríamos sorprenderte con un pastel de “Buena suerte con la
apertura de la tienda” pero parece que comenzaron a celebrar sin
237 nosotros. —Jenny se echó a reír—. Drew, ¿por qué todavía no hemos
jugado con chocolate? Necesitamos remedial eso.
—Remediar, nena. Remediar —corrigió Drew mientras agarraba
otra teta de chocolate del mostrador a pocos centímetros del trasero
de Claire y se la comía.
¿Por qué mierda todo el mundo seguía de pie en esta cocina?
—Te he traído una muestra de mi nueva loción comestible. Es
sabor a pastel de embudo. Me imaginé que tú y el Carter chico
pondrían sabor a su vida si jugaban a ser el trabajador del carnaval y la
persona inocente que asiste a la feria —dijo Liz mientras arrojaba la
botella de loción sobre el mostrador. En su lugar, parece que debería
haber traído un pedazo de tela para cubrirte.
—Supongo que Jim y tú ya probaron la loción, ¿verdad?
¿Pretendías ser la puta con un auto lleno de millones de enanos
saliendo en manada de tu vagina? —dijo Claire sarcásticamente.
—Este es el Sistema de Radiodifusión de Butter, viniendo a ustedes
en vivo desde la cocina del lado de Snacks de “Seduction and Snacks”,
mañana será la apertura del nuevo negocio, justo en el corazón de
Butler.
Una mujer en un traje de negocios repentinamente entró por la
puerta con un micrófono en su mano y un hombre con una cámara
siguiéndola detrás. El gigante foco en la parte superior de la cámara nos
cegó y todo el mundo comenzó a gritar, pero no antes de escuchar las
palabras—: Viniendo a usted en vivo...
Esto es un sueño. Tiene que ser un jodido sueño.
La mujer perfectamente peinada con el cabello esponjado se
detuvo en seco cuando vio mi culo cubierto de chocolate. Su grito de
“Santa Mierda” ahora era transmitido en miles de salas de estar de
Butler.
Afortunadamente, el hombre de la cámara captó la escena
frente a él y reaccionó más rápido que ella. Se giró rápidamente,
golpeando su cámara contra la cabeza de Jim antes de tropezar hacia
atrás, deslizándose a través del chocolate derramado y derretido, y
estrellándose en el suelo sobre su espalda.

***

—Hijo de perra eso duele. —Se podía oír a Jim gritando fuera de
cámara, mientras la vista en la televisión repentinamente cambió a una
toma del techo y un ruido fuerte llegó a través de los altavoces,
significando el punto de la transmisión en el que el hombre de la
238 cámara cayó sobre su trasero. Liz cayó del sofá, aterrizando sobre su
costado en un ataque de risa, Jim logró mantenerse sobre el sofá, pero
se dobló sobre la cintura, aferrándose a su estómago mientras se reía
junto con ella.
Todo lo que Claire y yo podíamos hacer era mirar fijamente en
shock a la repetición de la emisión de esta noche que Liz logró captar
en su DVR. Después de la catástrofe de la cocina y un montón de
disculpas del personal de BBS por decidir que una entrevista sorpresa
sería divertida, volvimos a casa de Liz y Jim para limpiar y ver si por algún
milagro, se produjo un apagón en el área.
No hubo suerte.
—Oh, aquí viene mi parte —dijo Drew emocionado mientras
saltaba sobre su lugar en el suelo y se inclinaba para subir el volumen
del televisor.
Repentinamente la cara de Drew entró en la toma mientras se
inclinaba sobre el hombre derribado, y la vista de la toma del techo de
la cocina de la tienda.
—Pase por Seduction and Snacks para la gran apertura de
mañana, y pruebe algunas de las tetas de Claire. ¡Están deliciosas! —
dijo con una sonrisa mientras mordía una de las tetas de chocolate que
tenía en su mano.
La cámara giró hacia donde la presentadora se quedó atónita
con Liz y Jenny, moviéndose frenéticamente en la cámara detrás de
ella y Jim de lado frotándose la cabeza y murmurando—: Joder, eso
duele.
—Regresamos contigo al estudio, Sam —tartamudeó mientras
miraba con los ojos muy abiertos y sin parpadear hacia la cámara. La
toma regresó al estudio donde inmediatamente comenzaron a hablar
del tiempo.
—Bueno, la buena noticia es que el hombre de la cámara logró
mostrarle a Butler que ustedes probaban el sabor del chocolate con su
pene y vagina —dijo Liz desde su lugar en el suelo.
—Si esa es la buena noticia, ¿cuál demonios es la mala? —
preguntó Claire.
—Bueno, ahora Drew es la imagen de Seduction and Snacks. —Liz
se echó a reír.
Todos miramos a Drew mientas quitaba pelusa de la parte de
enfrente de su camisa, que había sido el foco principal de la toma de
cámara.
Supongo que había cosas peores, Seduction and Snacks podría
ser famosa por una camiseta que decía: “¿Has visto a Mike Hunt?”.
239
21
Picazón en tu pie y una sonrisa marchita
Traducido por Majo_Smile ♥
Corregido por Melii

240 Sorprendentemente la emisión de nuestros trapos sucios, o mejor


dicho, la cocina y bocas sucias, no disuadió a nadie de venir a la
inauguración de Seduction and Snacks. Pero si una persona más me
pregunta si el señor Hunt está disponible, voy a darle un puñetazo en el
riñón.
Carter, Gavin, Liz, Jim y yo llegamos a la tienda un par de horas
antes de abrir para terminar los últimos detalles y preparar todo.
Afortunadamente, la apertura de hoy no requirió las tetas y penes de
chocolate. Drew comió todos los que no se pegaron a mi culo. Ahora
que pienso en ello, pudo haber comido también esos. Me acordé que
dijo algo acerca de una “Regla de los cinco segundos de culos”, que
no debe confundirse con el original “Regla de los cinco segundos” para
cuando se te cae la comida al suelo. Lo desconecté cuando le dijo a
Carter—: ¡Será mejor que su culo esté tan limpio que puedas ver tu cara
en él!
Para nuestra sorpresa, había una cola de gente en la acera
esperando que abramos.
¿Está era mi vida en este momento? ¿Cómo he llegado hasta
aquí? Hace unos meses, era una madre soltera sin vida social o
perspectivas románticas en cualquier lugar en mi futuro, y me hallaba
estancada en un trabajo sin futuro en un bar. Ahora, abría un negocio,
para hacer lo que me gustaba todos los días, y encontré al amor de mi
vida que era el mejor padre del mundo para nuestro hijo.
Ah, y mi vagina recibía ejercicios regulares, de manera casi diaria.
No podía olvidar la exquisitez ya que probablemente era lo más
importante. Pensaba que si mi vagina tenía que esperar más tiempo
para la acción, se levantaría y saldría de mi interior para encontrar otro
par de piernas en los que ubicarse. Me habría convertido en una mujer
falsa. Si abría las piernas, me parecería a Barbie con su coño de plástico
que no tiene agujero. Al menos Ken no se perdía de pegarse a ella.
Pobre hombre, sólo tenía un par de calzoncillos sin bulto. Esto es
probablemente por qué cuando era más joven, siempre les hacía follar
sin ropa. No había mucho más que pudieran hacer, de verdad.
La tienda ha estado abierta durante dos horas y todavía tenía
que estar vacía. Liz y yo mantuvimos la puerta contigua abierta para
que la gente pudiera mirar de un lado a otro. Me preocupaba un poco
cómo tomaría la gente de Butler el tener una tienda de juguetes
sexuales en el centro, pero me sorprendió gratamente averiguar
cuántas personas sucias vivieron aquí. Liz iba a resucitar la vida sexual
de todo el mundo en esta ciudad con un consolador.
Ella preparó el frente de su tienda con sólo lo necesario. Más que
nada con ropa interior, lubricantes, lociones para masajes, velas y otras
cosas que eran valoradas para todo público, así no asustaría a nadie
que pasara por allí. Dejó catálogos en el mostrador con fotos de todos
241
los demás elementos que se encontraban en la parte posterior de la
tienda. Uno podría simplemente señalar lo que quisiera y ella iría atrás y
lo conseguiría por ti, envolviéndolo en un pequeño bolso negro para
que nadie supiera lo que era.
Mi padre tomó el lado de la tienda de Liz con tanto entusiasmo
como yo esperaba. Pasó las puertas contiguas y se detuvo en seco en
medio de una rejilla de ligas y corsés. Echó un vistazo alrededor y
proclamó alegremente—: ¡Bah! —Luego regresó a mi lado.
Gavin, naturalmente, era la vida de la tienda. Pasó por la entrega
de muestras con el lema: “Una para ti, seis para mí”. Fue así que por las
doce de la tarde, saltó sobre el azúcar. Para el final del día, iba a tener
que rasparlo del techo.
Me paré junto a la caja registradora, terminando un pedido de
galletas de un cliente cuando me di cuenta que Carter hablaba con un
tipo por la ventana delantera. Tenía un niño pequeño en sus brazos y
Carter reía de algo que dijo el tipo. Estaba de espaldas a mí, así que no
tenía idea de quién era, pero algo en él resultaba familiar. Di las gracias
al cliente, le di un folleto y me dirigí hacia Carter.
Carter me vio caminar hacia él y sonrió.
—Esta es mi chica —dijo mientras levantaba el brazo para que
pudiera acomodarme a su lado.
El chico se volvió al oír las palabras de Carter y cuando nos vimos,
no estaba segura de quien tenía la expresión más sorprendida en su
cara.
—¿Oh, Dios mío, Max?
—¿Claire? —respondió, igualmente sorprendido.
Carter miró entre ambos, obviamente desconcertado.
—Esperen, ¿se conocen? —preguntó.
—Um, sí. Pero lo más importante, ¿cómo lo conoces tú? —
pregunté.
Esto era tan incomodo que deseé que un meteorito se estrellara
en la calle. Necesitaba un caos total en este momento para distraer a
todos de esta situación demencial.
—Conocí a Max en la biblioteca cuando llevé a Gavin una tarde
para que pudieras trabajar, ¿recuerdas? Me dio algunos consejos sobre
las alegrías de la paternidad. —Carter se rió.
Max no había apartado los ojos de mí durante el intercambio y
me reí con nerviosismo. No creía que esto terminara bien. En absoluto.
—De todos modos, ¿cómo se conocen? —volvió a preguntar
Carter.
242
Lo miré y traté de transmitirle con mis ojos que esto se iba a poner
extraño. Carter no entendió la indirecta y me miró expectante.
—Hola, tierra a Claire —dijo Carter con una sonrisa—. ¿Qué le
pasa a tu cara?
Suspiré, pensando que ya podría terminar con esto.
—Carter, es Max —dije, levantando las cejas y esperando que lo
captara.
Sólo se rió y negó con la cabeza.
—Sí. Ya lo hemos dicho. ¿Estás bien? —preguntó mientras se
inclinaba hacia mí.
—Carter. Es. MAX —dije de nuevo, acentuando el nombre de Max
con una gran sonrisa falsa.
Carter me miró como si estuviera loca por 3.2 segundos más
cuando la bombilla por fin estalló en su cerebro. En serio, ¿cuántos
malditos Max conocía? No era como si el nombre del tipo fuera John o
Mike y él podría haber asumido que era otra persona. Su nombre era
Max, joder. Tan pronto como lo conoció, ¿no debería haber aparecido
una bandera roja en su cabeza?
Sin duda apareció ahora. La cabeza de Carter se echó hacia
atrás y adelante, entre Max y yo tan rápido que casi parecía que
sacudió la cabeza. Tal vez así era. Su cerebro podría estar en una
sobrecarga en estos momentos y gritara—: ¡Nooooooooooo! ¡Error de
cálculo!
—¿Eres Max? —preguntó.
Max asintió, por fin apartando la mirada de mí para mirar a su hijo,
que se retorcía en sus brazos.
—Eres Max —afirmó.
Me reí incómodamente. —Creo que ya lo hemos cubierto, cariño
—dije con una sonrisa y los dientes apretados.
Deja que la locura comience.
Carter comenzó a reírse.
Cerré los ojos, sin querer presenciar lo que sin duda iba a seguir.
¿Por qué alguna vez pensé que era necesario compartir todos los
detalles de esta historia? ¿Por qué?
—¡El de las dos penetraciones! —dijo Carter con entusiasmo,
seguido por más risas.
Max se quedó allí con una mirada aturdida en su rostro.
Entonces Carter levantó el brazo y lo señaló, sin dejar de reír, debo
243 añadir.
—¡Eres el tonto!
—Oh Jesús —murmuré.
—¿Qué? —preguntó Max.
Carter sonreía como un demente.
—Nada —le dije a Max—. No le hagas caso.
—¿Dónde está su ropa interior? —preguntó Carter,
repentinamente serio.
El hijo de Max comenzó a patalear en un intento por bajar. Él lo
levantó más arriba en sus brazos y me dio una sonrisa.
—Bueno, será mejor que me vaya. Fue bueno verte de nuevo,
Claire. Buena suerte con la tienda —dijo mientras se dirigía a la puerta y
usaba la espalda para abrirla.
—Podría decirlo DOS veces más —rió Carter.
Golpeé su brazo mientras Max levantaba la mano en un saludo.
Carter se despidió de él, moviendo la mano en el aire
frenéticamente como si fuera un niño pequeño viendo un desfile.
—¡Regresa! —gritó Carter mientras Max salía hacia la acera—. A
Claire le gusta cuando la gente dura más de dos segundos.
Max finalmente desapareció de la vista y Carter se volvió hacia
mí, con una sonrisa persistente en su rostro.
—¿Qué? —preguntó cuando vio mi mirada.
—Cuando estés listo para comenzar a actuar como un adulto,
avísame —dije.
—Los adultos son los más pequeños, ¿verdad? —me gritó mientras
me alejaba.
Negué con la cabeza mientras me dirigía al mostrador. En ese
momento, mi papá regresó del lado de Liz con un bolso negro agarrado
firmemente en su mano.
Oh dulce Jesús, hoy mi cerebro no podía aguantar más locura…
Nos detuvimos frente a los demás y trató de ocultar la bolsa en su
espalda.
—Papá, ¿acabas de comprar algo en la tienda de Liz? —
pregunté desconcertadamente.
¿Que en la jodida mierda iba a necesitar de ahí? ¿QUÉ? Oh Dios,
¿dónde está Jim? Necesito su ojo blanqueador.
—Bueno, tengo una cita esta noche —afirmó con total
244 naturalidad.
—¡Así que llevaras algunos chocolates! O una caja de galletas.
Estoy bastante segura de que lo que hay en esta tienda no es material
de primera cita —dije con pánico.
Podría haber lubricante con sabor en la bolsa. O un anillo para el
pene. O una correa. Oh dulce madre jodida de Jesús, ¿y si ha pasado
mucho tiempo desde que mi padre ha estado con una mujer que
ahora juega para el otro equipo? Nada en contra de los homosexuales.
Me encantan los hombres gays. En la universidad tenía un amigo gay
con el que me gustaría seguir en contacto. Le gustaba mostrarme su
impresionante radar gay, señalando cada hombre gay dentro de un
radio de tres kilómetros. ¿Qué diría si estuviera aquí en este momento?
“Oh, Claire, ese hombre es más gay que Richard Simmons sudando por
los viejitos en un arco iris.”
Cuando llevé a Gavin a la biblioteca la semana pasada, había un
libro llamado “Compañero de cuarto de papá” en la sección de niños.
¿Debería volver y conseguir ese libro? Tal vez debía comprar una copia
para futuras referencias. También había uno llamado “Ojalá papá no
bebiera tanto” y “Me duele cuando hago popo”.
¿Qué demonios le ha pasado a la literatura infantil desde que era
pequeña?
Sabía que sin importar qué, amaría a mi padre. Eso era un hecho.
Para citar a mi película favorita: “¡Amo a mi muerto, hijo gay!”
Bueno, amo a mi muerto, padre gay. Er, es decir a mi padre gay.
Necesito un trago.
—¡No teman, el señor Hunt está aquí! —proclamó Drew mientras
entraba de la mano de Jenny. Mi padre levantó su ceja a la camisa de
Drew que decía: “Descansa con tu almeja afuera”.
—Hola, señor M., ¿cómo va todo? —preguntó él mientras se
acercaba y estrechaba la mano de mi padre.
Va un poco a la izquierda de la Avenida Perez Hilton.
—Oh, mira ya va a probar la mercancía —dijo Drew, acariciando
la espalda de mi padre en forma de felicitación mientras se reía del
bolso negro que seguía firmemente aferrado en sus manos.
—¡Claire, la tienda se ve muy bien! —me dijo Jenny mientras me
daba un rápido abrazo.
—Gracias, mi papá tiene un compañero de cuarto —solté.
Los tres me miraron en silencio.
—Mamá, ¿puedo tener otra galleta? —preguntó Gavin, corriendo
hacia mí y estrellándose contra mi pierna.
—No, no hay más galletas. Ya tuviste una galleta de chocolate.
245 Obviamente, no fue suficiente para ti y ahora quieres probar una
diferente. Apuesto a que quieres probar una galleta de mantequilla de
maní, que es exactamente lo contrario. Las galletas de mantequilla
están en un equipo diferente que las galletas con chispas de chocolate.
Supongo que las galletas de chocolate ya no te satisfacen ¿no? Un día
te despertaste y decidiste que querías comer una galleta
completamente diferente a la que siempre te ha gustado desde que
naciste. No puedes decidir a tu edad que deseas una galleta diferente.
No funciona de esa manera. ¡Escoge una galleta y te quedas con ella!
Gavin me miró con confusión. Su pobre cerebro de cuatro años
probablemente iba a explotar.
—Bien, ¿puedo tener una ventosa de chocolate, entonces? —
preguntó inocentemente.
Era muy consciente de que nadie se movía y que todos seguíen
de pie allí, mirándome como si estuviera teniendo un ataque de nervios.
Tal vez era así. Tenía un padre gay, se me permitía enloquecer.
—Oye, mamá, ¿adivina qué? Anoche papá besó a alguien —dijo
Gavin con una sonrisa.
Oh Dios, aquí viene. ¿Quién era? ¿Bill de la ferretería? ¿Tom de la
cafetería de la esquina? ¿Quién sería mi nuevo padrastro-tío-amigo?
—Gavin, se supone que es un secreto. —Mi papá se rió
incómodamente.
Ja, ja, qué historia tan divertida. Mi papá y Gavin tenían un
secreto. ¿No es lindo? ¿No es esto jodidamente lindo? Me gusta que mi
hijo no esté en lo absoluto desconcertado al ver besarse a dos hombres.
Esto muestra una gran promesa para el futuro de este país. Sin embargo,
¡no me gusta que no esté en absoluto desconcertado al ver a su
abuelito chuparse la cara con un amigo!
—¡Ah, ja, ja, un secreto! —Me eché a reír histéricamente—.
Supongo que el tipo está fuera de la bolsa eh, ¿papá? ¿O debería decir
del armario? Uf, ¿hace calor aquí? —divagué, abanicando mi cara con
la mano.
Carter se acercó entonces, dejando su puesto en la puerta para
recibir a los clientes. Debe haber visto mis ojos locos desde el otro lado
de la tienda y sabía que estaba seriamente enloqueciendo. Peor que
aquella vez que comí una galleta de marihuana en la escuela
secundaria y luego vimos el “Mago de Oz” mientras escuchaba “The
Wall” de Pink Floyd, cuando todo el mundo sabe que se supone que
debes escuchar “The Dark Side of the Moon” y empecé a llorar porque
Toto me miraba divertido y cuando ladró salió como: “¡Oye tú, parado
en el pasillo, con la picazón en tu pie y una sonrisa marchita ¿puedes
oírme?” y pude oírlo y mis pies empezaron a picar. Lloré durante tres
horas diciéndole a todos que la galleta era mala y me mataría en mi
246 sueño.
No consuman drogas.
—Claire, ¿estás bien? —preguntó Carter, recogiendo a Gavin en
brazos de pie a mi lado.
—¡Estoy súper! ¡Nunca he estado mejor! ¡Este es el mejor día de mi
vida! —dije con una gran sonrisa—. Todos deberíamos ir atrás y fumar un
poco de marihuana.
¿Qué diablos escupí de mi boca?
—George, olvidaste tu recibo —dijo Liz mientras se acercaba a su
lado con una hoja de papel en la mano.
—Sue va a amar ese camisón, te lo digo. La seda es tan suave y
ese color melocotón va a parecer increíble con su tono de piel —dijo Liz,
acercándose al lado de mi papá y entregándole el recibo.
Espera, ¿qué? ¿Sue? ¿Había un chico llamado “Sue” en Butler?
¿No debería saber esto?
Mi padre se sonrojó y rápidamente me miró.
—Uh, sí. Gracias, Liz. Estoy seguro de que a ella le encantará.
¡Ella! Sue es una mujer. Ella es una Sue.
—¡Ella es ella! —proclamé.
El brazo de Carter que no sostenía a Gavin se envolvió alrededor
de mi cintura para sostenerme. Estaba segura de que pensó que en
cualquier momento iba a romperme de forma permanente, y caerme
de bruces en el suelo sin poner mis manos para detenerme como
algunos de esos idiotas en el programa Tosh.0.
Podía oír la voz de Tosh en mi cabeza—: Bueno, vamos a ver eso
de nuevo en cámara lenta. ¡Ahora mira como cae, sin poner los brazos
y luego BAM! ¡Cae de bruces! ¡Vaya, eso tiene que doler!
—Probablemente debería haberte dicho esto antes, Claire. Estoy
viendo a Sue Zammond. ¿Ya sabes, esa mujer que dirige la agencia de
viajes sobre la avenida Short? Así que, sí. Estoy viéndola —dijo George,
arrastrando sus pies.
—Bien por ti, George —le dijo Carter mientras le daba un abrazo
de felicitaciones. Mi padre no había salido con nadie en serio desde
que mi mamá se fue. Por la expresión en su cara, yo diría que las cosas
con Sue podrían estar dirigiéndose en esa dirección y me alegré por él.
Carter, George y Drew se acercaron al mostrador para ayudar a
algunos clientes, mientras que las chicas y yo nos quedamos atrás y
miramos.
—Estoy tan enamorada de Drew —dijo Jenny con un suspiro—. No
247 puedo mirarlo sin pensar en su rostro cuando tiene un orgasmo.
—¡Jesús, Jenny! No es necesario compartir —se quejó Liz.
—Así que van en serio, ¿eh? —pregunté, tratando de no vomitar
al pensar en las palabras Drew y el rostro en el orgasmo en una sola
frase.
Ella asintió y sonrió.
—¡Sí! Me va a llevar a Chicago la próxima semana para conocer
a sus padres. ¡Estoy tan emocionada! Nunca he estado en el Windy
Cindy —dijo alegremente.
Liz abrió la boca y rápidamente la cubrí con mi mano.
—No lo hagas. Sólo... no —le dije.
Drew se acercó por detrás de Jenny y luego envolvió los brazos
alrededor de su cintura, inclinándose para besarla en la mejilla.
—Disculpa, ¿me preguntaba si había algún lugar en el que pueda
poner mi erección?
Jenny soltó una risita y Liz hizo gestos de arcadas.
—Así que Liz, ¿ys han puesto una fecha de boda, Jim y tú? —
preguntó Drew, manteniendo los brazos firmemente alrededor de
Jenny.
—En realidad sí. Así que será mejor que mantengan sus
calendarios bien libre para el próximo par de meses. Habrá reuniones y
discusiones y citas y pruebas —dijo mientras marcaba los elementos con
los dedos—. Ah, y Claire, queremos que Gavin sea nuestro portador del
anillo.
La miré como si estuviera loca.
—¿Has conocido a mi hijo? —pregunté.
Ella se rió de mí.
Pobre y confusa Liz. Lo averiguará muy pronto. Cuando esté de
pie en la parte trasera de la iglesia, en el día más importante de su vida
y mi hijo corra por el pasillo a toda velocidad frente a ella, arrojando la
almohada en la cabeza de su abuela y diciéndole escroto sucio al tío
de Jim.
—Liz, ¿qué piensas del vello facial para la boda? —preguntó Drew
seriamente mientras pasaba sus dedos por la barbilla.
—Ni siquiera pienses en tener una barba tipo “mosca” en mi
boda, Drew. No está permitido —respondió ella.
Liz volvió su atención a mí. —Hablando del futuro, ¿qué será lo
próximo para Claire y Carter?
¿Qué es lo siguiente? La mejor pregunta es “qué no es”. Tanto
248 estaba cambiando. Jesús, tanto ya HABÍA cambiado.
Vi a Carter caminar hacia mí con Gavin en sus brazos, haciéndole
cosquillas y haciéndolo reír tontamente. Tomé unas cuantas
respiraciones profundas y me calmé. Todo el mundo que amaba se
encontraba de pie en esta habitación, en mi tienda, feliz y saludable.
Carter se acercó a mi lado y pasó su brazo alrededor de mi cintura,
recordándome que sin importar lo que viniera en mi camino, no tendría
que enfrentarlo sola. Tenía a mis amigos, a mi familia y a Carter.
La semana próxima pondría mi casa en el mercado. Me asusté un
poco. Me convertí en una madre en esa casa. Aprendí a amar a otro
ser humano, más que a mi propia vida en esa casa. Pero llegó el
momento de decir adiós y pasar a cosas más grandes y mejores. En
unos pocos meses, empezaríamos nuestro futuro juntos y manejaríamos
cualquier cosa que la vida arrojara en nuestro camino. Sabía que
tendríamos dificultades. Sabía que tendríamos muchas cosas a las que
amoldarnos mientras aprendíamos a vivir juntos pero también sabía que
íbamos a hacer todo lo necesario para que funcione.
Conocí a un chico en una fiesta de fraternidad, lo vencí en un
juego de beer pong y lo dejé tomar mi virginidad y a cambio me dio un
bebé. No es un comercio justo, pero no lo cambiaría por nada del
mundo.
Me volví hacia Carter y envolví los brazos alrededor de su cintura y
me puse de puntillas para besar la mejilla de Gavin mientras nuestros
amigos charlaban detrás de nosotros con mi papá.
—Oye Gavin, ¿adivina qué? Papá y yo tenemos algo que decirte.
Carter me miró con una mirada sorprendida. Acordamos esperar
hasta que la fecha se acercara para decirle a Gavin, pero no podía
aguantarlo más. No me importaba si él me volvía loca preguntándome
si ya era el momento. Me sentía feliz y emocionada y quería que mi
hombrecito también lo sintiera.
Esperé a que Carter me diera el visto bueno para continuar. Le
pronuncié las palabras “te amo” y traté de no llorar. Este hombre era
todo lo que siempre había soñado y más. Y era todo mío.
Él asintió en acuerdo y sus labios formaron un “te amo” a modo
de respuesta.
Levanté mi mano y alisé el pelo de Gavin de su frente, dejando
que mis dedos se arrastren por sus mejillas y sobre sus dulces hoyuelos.
—Vamos a vender nuestra casa y luego vamos a vivir en la casa
de papá con él —le expliqué.
Gavin se me quedó mirando durante unos minutos y luego
cambió su enfoque a Carter.

249 —¿En serio? —preguntó.


Carter asintió. —En serio, amigo.
Gavin me miró y sonrió, abriendo la boca para esperar decirnos lo
feliz que era.
—¡SANTA MIERDA!

Fin
Futures and Frosting
Carter, Claire y Gavin han formado su
pequeña familia perfecta. Sus amigos se
van a casar y todo el mundo está
creciendo, madurando y listo para
enfrentar el futuro. ¿O lo están ellos?
Desde despedidas de soltera del infierno,
250
adicciones porno, cenas de béisbol y
propuestas de boda fallidas para descubrir
que todas las familias extensas están
repletas de locos, Carter y Claire
comienzan a cuestionar la solidez de los
lazos que los unen.
Desafortunadamente, estos lazos no tienen
nada que ver con esposas afelpadas y
todo que ver con las diferencias crecientes
entre ellos.
¿Sus amigos harán un lío de cosas con sus comentarios inapropiados y
necesidad de saberlo todo, o van a convencer a la pareja de que
“vivieron felices por siempre” a veces puede comenzar con un juego de
beer pong?
Sobre el autor
Tara Sivec es una autora best-selling,
esposa, madre, chófer, criada, cocinera de
comida rápida, niñera, y experta en el
sarcasmo. Vive en Ohio con su esposo y sus
dos hijos y espera con interés el día en que
los tres se convierten en adultos y se vayan.
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Después de trabajar en el negocio de
correduría durante catorce años, Tara
decidió agarrar un bolígrafo y escribir, en
lugar de meterlo en su ojo por aburrimiento.
Es la autora de la serie Playing with Fire, Chocolate Lovers, Chocoholics
series, Fool Me Once y Watch Over Me.
En su tiempo libre, a Tara le encanta soñar con todo lo que va a hornear
y las siestas que tomará.
Traducido, Corregido y
Diseñado por:

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