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Seduction and Snacks - Tara Sivec (Chocolate Lovers #1)
Seduction and Snacks - Tara Sivec (Chocolate Lovers #1)
Seduction and Snacks - Tara Sivec (Chocolate Lovers #1)
Traductoras:
3
Moni Val_17 lunnanote
Jo Anelynn Ankmar
Annabelle CrisCras hermanaoscura
Mel Cipriano Jessy. karlamirandar
Amy Coraldone Mitzi.C
melusanti Autumn Night rihano
aa.tesares Mel Markham Andreani
perpi27 Majo_Smile ♥ Kass
Juli jackiejt Vero
Nico ♥...Luisa...♥ Joss
Correctoras:
Verito CrisCras Sofía Belikov
itxi Vericity Aimetz
Juli Maarlopez Melky2012
mterx Alaska Young NnancyC
Lalu ♥ val_mar Melii
Mel Cipriano Zafiro Gabihhbelieber
Lectura Final:
Juli
Diseño:
Deydra B.
Índice
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
4
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Futures and Frosting
Sobre el Autor
Sinopsis
Claire es una madre soltera de veinte-tantos años que a
regañadientes ayuda a su mejor amiga a vender juguetes sexuales
mientras intenta ganar suficiente dinero como para comenzar su propio
negocio y darle a su hijo pequeño de gran boca, pero
extremadamente adorable (cuando está durmiendo) una mejor vida.
Cuando Carter, el rollo de una noche de su pasado que cambió
su vida para siempre, aparece en el bar de su ciudad natal sin ningún
5 recuerdo sobre ella además de su único aroma a chocolate, Claire se
asegurará de que esta vez él la recuerde.
Con la evidente sorpresa de Carter al de pronto descubrir que
tiene un hijo de cuatro años y el pánico de Claire de que las estrías y su
escasa y casi nula experiencia en el dormitorio hagan que el hombre de
sus sueños corra a las montañas, la pareja hará lo que sea para
conseguir su “felices para siempre”.
Chocolate Lovers, #1
1
¿Arby’s alguien?
Traducido por aa.tesares
Corregido por Verito
6
Hola, mi nombre es Claire Morgan y nunca quiero tener hijos.
Para aquellos que se sienten de la misma manera, ¿soy yo o
parece como si estuvieras en el medio de una terrible reunión de
Alcohólicos Anónimos cada vez que alguien se entera de que nunca
quieres hijos? ¿Debería ponerme de pie, saludar a la habitación, y
confesar que me lleva al séptimo círculo del infierno en el qué
constantemente me encuentro? Se trata de una casa del terror donde
estoy rodeada de mujeres embarazadas que me piden que toque sus
protuberantes vientres y tenga un debate en profundidad acerca de
sus vaginas. No entienden por qué la palabra placenta nunca se debe
utilizar en una frase. Nunca. Especialmente con un café en la mitad del
día.
¿Sabes lo que me llevó a esta decisión? El video de salud que
vimos en clase en sexto grado. Ese retroceso a los años setenta en el
que tenían a una mujer gritando desesperadamente con el sudor
goteando de su rostro mientras su marido le acariciaba tiernamente la
frente con una toalla y le decía que lo hacía muy bien. A continuación,
la cámara enfocó la escena del crimen entre sus piernas: la sangre, la
sustancia viscosa, los coágulos, y el extraordinariamente largo hueco
porno que ahora tenía una cabeza diminuta apretando en su salida.
Mientras que la mayoría de las chicas cerca de mí decían: “¡Ahhhhhh!”
cuando el bebé empezó a llorar, las miré con repulsión murmurando:
“¿Qué diablos está mal con ustedes? Eso NO es normal.” A partir de ese
momento, mi lema era: Nunca voy a tener hijos.
—Así que, Claire, ¿qué quieres ser cuando seas grande?
—Nunca voy a tener hijos.
—Claire, ¿todavía no has elegido una especialidad?
—Nunca voy a tener hijos.
—¿Quiere papas fritas con eso?
—Nunca voy a tener hijos.
Por supuesto, siempre hay algunos en tu vida que creen que
pueden hacerte cambiar de opinión. Se casan, tienen un hijo y luego te
invitan a verlos esperando que seas abrumado por la emoción cuando
eches un vistazo a su nuevo pequeño milagro. En realidad, lo único que
puedes hacer es mirar la casa que no han tenido tiempo de limpiar en
seis semanas, oler sus cuerpos que no han tenido tiempo de bañar en
dos semanas, y ver sus ojos un poco escurridizos cuando le preguntas
cuando fue la última vez que tuvieron una noche de sueño reparador.
Se les ve reír con cada eructo y sonreír con cada pedo. Se las arreglan
para mencionar la caca en cada conversación, y tienes que
preguntarte quién es el loco aquí.
Luego están las personas que creen que tu frivolidad se debe a
algún problema secreto profundo y oscuro con tu útero que estás
7 compensando, y te miran a ti y a tu vagina con lástima. Susurran detrás
de tu espalda y de repente se convierte en un juego horrible de “El
Teléfono”, y todo el mundo piensa que tienes una amenaza de fertilidad
problemática donde el embarazo hará que tu vagina haga una
combustión espontánea y tu teta izquierda se caerá. ¡Detengan la
locura! Todas mis partes funcionan y por lo que sé, no tengo el síndrome
de explosión de vagina.
La simple verdad es que nunca pensé que empujar de mí un
diminuto humano que revuelva mi vagina en algo parecido a carne
asada que nadie va a querer ver, por no hablar de la explosión, fuera
una idea estelar. Fin de la historia.
Y seamos sinceros gente, nadie es sincero contigo con respecto al
nacimiento de un niño. Ni siquiera tu madre.
“Es un dolor que olvidas una vez que tengas ese dulce y pequeño
bebé en tus brazos.”
Tonterías. SON PURAS TONTERÍAS. Cualquier amiga, prima, o un
idiota extraño y curioso en la tienda de comestibles que te dice que no
es tan malo, es un completo mentiroso. Tu vagina es más o menos el
tamaño de la circunferencia de un pene. Hay que estirarla y abrirla y
convertirla en una cueva de murciélagos gigante para que la vida
humana que ha estado creciendo por nueve meses pueda salir por fin.
¿Quién en su sano juicio lo haría voluntariamente? Un día estás
caminando y piensas: “Sabes, creo que es hora de convertir mi vagina
en un Bistec de Arby’s1 y queso Cheddar (menos de queso cheddar) y
ensillarme durante un mínimo de dieciocho años para que alguien me
succione el alma de mi cuerpo y la voluntad de vivir, entonces soy el
caparazón de la persona que solía ser, y no puedo tener sexo ni siquiera
aunque pague por ello.”
Parece lógico que después de tantos años de predicar a todo el
mundo cómo nunca iba tener hijos, fui la primera de mis amigos en
***
27
—Él era mi tío favorito. El buen viejo tío Willie. Estoy seguro de que
voy a extrañarlo.
Rodé mis ojos y me bebí lo que quedaba de mi cerveza,
escuchando a mi mejor amigo Drew en el taburete junto a mí, tratando
de levantarse a una de las meseras.
—Ooooooh, pobrecito. Debes estar muy triste —dijo ella,
tragándose toda su mierda y pasando las manos por su cabello.
—Estoy devastado. Prácticamente excitado con dolor.
—¿Qué dijiste? No te pude escuchar por la música —gritó.
Solté un resoplido y miré sobre su cabeza para hacer contacto
visual con Drew, dándole una mirada que claramente decía: “No
puedo creer las palabras que están saliendo de tu boca.”
Con un beso en su mejilla y un golpe en su culo, se separaron y él
giro sobre su taburete para tomar un trago de su bebida.
—Tu tío Willie murió hace dos años. Y lo odiabas —le recordé a
Drew.
Golpeó su cerveza sobre la barra y se volvió para mirarme.
—¿Has olvidado lo increíble que era “Wedding Crashers”, Carter?
El duelo es el afrodisíaco más poderoso de la naturaleza, mi amigo.
Drew había sido mi mejor amigo desde el jardín de niños, y sin
embargo, a veces, las cosas que me decía me asombraban. El hecho
de que era un buen amigo y que estaba aquí para mí en mi momento
de necesidad, me ayudaba a pasar por alto su comportamiento
desagradable de prostituto la mayor parte del tiempo.
Drew llamó al mesero otra vez y ordenó dos tragos de tequila. A
este paso, me iría a casa en una camilla. Mis órganos comenzaban a
cerrarse por el licor corriendo en mis venas en vez de sangre y estoy
bastante seguro de que había una pequeña persona en mi cerebro
susurrando las palabras de “Ice Ice Baby” y jugando con mi visión.
Drew y yo trabajábamos para la misma planta automotriz y fuimos
recientemente transferidos de la planta en Toledo hacia la que se
hallaba a un par de horas en Butler. Compartíamos un apartamento en
Toledo, pero después de dos años de escucharlo pasar por las páginas
blancas, las páginas amarillas, y ocho directorios de negocios dentro de
un radio de dieciséis kilómetros, decidí que no compartir un espacio
pequeño con él era una necesidad. Todavía tengo un montón que
desempacar en la pequeña casa de estilo rancho que alquilaba y
comenzaba a arrepentirme de dejar a Drew convencerme de ahogar
mis penas en el fondo de una botella. Me conocía demasiado bien y
sabía que si yo estaba en casa, no desempacaría. Estaría allí sentado
solo, mirando una foto de mi ex preguntándome porque diablos gasté
tantos años con ella.
28 El mesero nos vertió los tragos, dejándolos rebosar y Drew tomó
ambos, dándome uno y levantando el suyo en el aire. De mala gana
hice lo mismo con el mío y traté de enfocarme en mantener mi mano
firme mientras que la habitación se inclinaba a un lado.
La mano vacía de Drew voló y me agarró por el codo,
dejándome en posición vertical y derramando un poco del trago en mi
mano.
Ups, supongo que era yo el que se inclinaba, no la habitación.
—Antes de que tu cara caiga del taburete, cabrón, me gustaría
hacer un brindis. Por mi mejor amigo Carter. Que nunca sea víctima de
otra puta caza fortunas.
Nos bebimos nuestros tragos y golpeamos los vasos en la barra.
—Gracias por no follártela, amigo —murmuré, tratando de no
pronunciar mal.
—Amigo, en primer lugar, nunca me follaría a ninguna chica por
la que estuvieras remotamente interesado, mucho menos salir en citas
por un largo periodo de tiempo. Y segundo, nunca podría aceptar una
proposición de esa puta. No le haría eso a mi pene. Él no ha hecho
nada malo y no merece el castigo de su vagina.
Suspiré, golpeé mis codos sobre la barra y apoyé la cabeza en mis
manos.
—Mi pobre pene. Debería comprarle un regalo —murmuré para
mí mismo.
Descubrir que mi novia de dos años me engañaba, dos días antes
de que se supusiera que íbamos a vivir juntos y comenzar una nueva
vida, era un gran dolor en mi culo. Y mi pene.
La consejera del dolor de Drew, la mesera, volvió para consolarlo
e interrumpió mi fiesta de lástima de mi pene. Al mismo tiempo, una
ráfaga de aire me rodeó cuando alguien pasó rápidamente, sus
zapatos hacían clic en el suelo de madera. Respiré justo en ese
momento y el olor del chocolate me abrumó e instantáneamente me
transportó en el tiempo hasta hace cinco años.
***
46
Tenía el mejor sueño de mi vida. Era uno de esos sueños calientes
dónde estás teniendo sexo, comienzas a tener un orgasmo y
lentamente despiertas a mitad del mismo, y no sabes si en realidad
acabas de tener un orgasmo o era parte de un sueño, pero sabes que
quieres que siga. Me sentía tibia y cómoda bajo las sabanas, y deslicé
mi mano hacia abajo entre mis piernas para ya sea hacerlo otra vez o
terminarlo. Justo cuando mis dedos empezaban a deslizarse dentro de
mi ropa interior, abrí mis ojos y grité.
—¡Mierda!
Mi hijo se encontraba parado junto a la cama mirándome
fijamente. Seriamente, a dos centímetros de mi cara, mirándome como
esos gemelos espeluznantes en “El resplandor”. Esperaba que empezara
a decir: “Ven a jugar con nosotros” en sus voces dobles extrañas
mientras trataba de no tener un ataque al corazón.
—Gavin, en serio. No puedes pararte aquí y mirar a mami. Es raro
—me quejé mientras ponía la mano en mi adolorida cabeza y trataba
de calmar mi latido cardiaco.
Dulce Jesús, ¿quién me dio una patada en la cabeza y cagó en
mi boca anoche?
—Dijiste una mala palabra, mami —me informó mientras se subía
a mi cama y se sentaba a horcajadas en mi cintura. Mi otra mano se
unió a la primera en mi cabeza y la agarré con fuerza, temiendo que la
cosa entera fuera a explotar por toda mi habitación.
—Sí, mami dijo malas palabras. A veces las mamis dicen malas
palabras. Eso sí, nunca las repitas, ¿entendido?
Empezó a saltar arriba y abajo sobre mi estómago como si
estuviera montando uno de esas estúpidas pelotas de salto con asas.
—Gavin, por favor. Mami no se siente bien —me quejé.
Paró de saltar y se inclinó hacia adelante para extender su cuerpo
encima del mío.
—¿Quieres que de’ de una paliza a tus amigos, mami? —susurró
con complicidad.
Quité las manos de mi cabeza y abrí los ojos para mirarlo.
—¿De qué estás hablando, Gav?
Levantó las manos y las puso en mi pecho, apoyando su barbilla
encima.
—Tus amigos, Mami. Los que te hiciedon enfermar —dijo en una
voz que claramente gritaba: “Es obvio”.
Envolví los brazos alrededor de su pequeño cuerpo, y negué con
47 la cabeza. —No tengo idea de lo que estás hablando, amigo.
Dejó salir un suspiro exasperado. Pobre chico. Quedó atrapado
con una madre tonta.
—Papá dice que tus amigos Johnny, Jack y José te hiciedon
enfermar. Los amigos no deberían hacer esas cosas, mami. Si Luke me
hicieda enfermar, ¡lo golpearía en los huevos!
—¡Gavin! Vamos, no decimos cosas como esas —lo regañé.
—Bien —resopló—. Le haría cosquillas en los huevos.
Jesucristo, en un cono de barquillo. Hay una razón por la que
algunos animales en la selva comen a sus crías.
—No hables de huevos —dije con un suspiro, dándome la vuelta
para que se metiera en la cama a mi lado con una risita mientras lo
hacía.
—Mi mejor amigo, Luke, habla de huevos. Una vez me mostró su
salchicha. ¿Las chicas tienen salchichas? Papá me llevó a desayunar y
comí agunos panqueques com jarabe y salchichas, y Papá anoche me
dejó tomar Dr. Pepper com la cena, y le dije que no tenía permitido
tomar refrescos con mi cena pero me dijo que no te contara, y dije
bueno pero lo olvidé. ¿Podemos ir al parque?
Hazlo parar. Por favor, Dios, sólo hazlo parar.
—ASÍ QUE, ¿CÓMO TE ESTÁS SINTIENDO, CLARE? —gritó mi padre
con todas sus fuerzas contra el marco de la puerta de mi habitación,
con una taza de café en las manos.
Entrecerré un ojo y lo miré a través de él, intentando mostrar una
mirada amenazadora, pero mi cara dolía demasiado para hacer eso.
—Muy gracioso, viejo. No me hagas ir allá y darte un puñetazo.
Cuando no me sienta como vomito. Y mis piernas empiecen a funcionar
otra vez —murmuré mientras Gavin, moviéndose inquietamente y
pateando, se apresuró encima de mí para salir de la cama.
Corrió por la habitación hacia mi papá y se tiró a sus piernas,
golpeando con su cabeza las joyas de la familia.
—¡Mierda! Gavin, tienes que ser cuidadoso ahí, amigo. —Mi papá
jadeó mientras lo levantaba.
—Papá, ¿podemos ir al parque de mierda?
Tengo que reconocerle a mi papá que nunca se ríe de esa
mierda. Eh, cosas. No sé cómo demonios siempre mantiene su
compostura. Siempre y cuando Gavin no hiciera esas mier… cosas en
público y me avergonzara demasiado, era difícil no reír.
—Gavin, ¿recuerdas la charla que tuvimos anoche sobre las
palabras de la gente grande? Bueno, “mierda” es una de esas palabras
de personas grandes. No la digas —dijo mi papá con severidad mientras
48 miraba a los ojos a Gavin.
—¿Puedo decirlas cuando sea un chico grande?
—Sí, puedes DECIRLAS cuando seas un chico grande —contestó.
Gavin parecía satisfecho con esa respuesta y olvidó todo acerca
del parque de mierda. Mi papá lo bajó, y él salió corriendo por la puerta
y por el pasillo hacia su cuarto.
—Gracias por verlo anoche después de que Liz llevara a Jim a
casa —dije mientras me impulsaba hacia arriba y me apoyaba contra el
cabecero.
—Sip.
Se quedó mirándome en silencio mientras le daba un sorbo a su
café caliente. Él sabía que algo pasaba. Me gustaba tener unos tragos
de vez en cuando, pero desplomarme como lo hice anoche,
especialmente en el trabajo, quería decir que sucedía algo malo.
Gracias a Dios que Liz estuvo conmigo en el bar toda la noche y se
aseguró de que no dejara caer más vasos o vomitara en el regazo de
alguien.
Ni siquiera sé cómo se supone que debo procesar lo que pasó
anoche. O mejor dicho, quién pasó anoche. En cuanto vi su rostro, lo
supe. Esos ojos eran un claro indicativo. Aparte del hecho de que solía
soñar con esos ojos azules, y recordaría su cara sin importar cuánto
tiempo haya pasado, he tenido que mirar a esos mismos ojos todos los
días por los últimos cuatro años.
¡Mierda!
Estaba bastante segura que el sueño mojado que tuve esta
mañana también era sobre él.
¡Doble mierda!
Su voz también era un claro indicativo. Esa voz profunda y ronca,
que murmuró las palabras “Jesús, eres tan jodidamente hermosa” en
ese cuarto oscuro hace cinco años, flotaba en mi mente todo el
tiempo. Después de volcar la bandeja llena de vasos y dejarme caer
detrás del bar, envié una mirada de pánico al otro extremo donde se
encontraba Liz. Sin dudarlo, llegó a mi lado para ver que estaba mal.
Mis frenéticas palabras de: “¡OH DIOS MÍO, OH DIOS MÍO, OH DIOS MÍO,
ES ÉL, MIERDA, LIZ, ES ÉL, Y ESTÁ AQUÍ Y ME VIO, Y OH DIOS MÍO NO
PUEDO HACER ESTO AHORA!” la incentivaron a la acción y levantó la
cabeza para verlo mejor. Después de algunos segundos bajó a mi
escondite y con un grito y un aplauso confirmó que era él.
Mi papá se quedó en la puerta zapateando sus pies, esperando a
que continuara. Necesitaba más tiempo para pensar sobre lo que iba a
hacer, pero nunca le ocultaba nada. Con un gran suspiro dramático, lo
solté. —Él entró al bar anoche.
49
Papá se me quedó mirando inquisitivamente por unos segundos
antes de entender. Sus ojos se abrieron como platos y quedó
boquiabierto. Sabía exactamente a quién me refería. Había un
pequeño puñado de hombres en mi vida y ambos sabíamos que los
llamaría por el nombre si estuviera hablando de ellos. La única persona
a la que nos referíamos como “él” durante estos últimos años…
¡Mierda, seguía sin saber su maldito nombre de mierda!
—¿Conseguiste su nombre esta vez? —preguntó papá de forma
sarcástica, prácticamente leyendo mi mente.
Sacudí la cabeza y la dejé caer en mis manos.
Mi papá dejó salir un suspiro. —Bueno, si regresa al bar y necesitas
que lo mate, déjamelo saber. Puedo hacer que parezca un accidente.
Si eras enemigo de George Morgan y lograbas verlo, era
demasiado tarde. Ya te había matado y aún no te habías dado cuenta.
***
2 Humphrey Bogart fue un actor de cine y teatro americano quien se caracterizaba por su estilo
cínico y moralmente dudoso.
noche después de decirme que usualmente le gustaban las chicas con
tetas grandes, pero que como era linda, haría una excepción.
Sabía que era una tontería tratar de convencerme de que tal vez
no era él, pero que Liz lo confirme me hacía sentir como una idiota.
—Mierda, mierda, mierda, mierda. ¿Viste sus ojos? Dios, esos eran
los ojos de Gavin, eran del mismo extraño color azul grisáceo con un
delineado negro. ¿Qué diablos voy a hacer? —le pregunté en estado
de pánico
—¡DIEZ!
—Gavin, después del tres viene el cuatro —le gritó Liz, mientras yo
trataba de no vomitar en el piso.
***
57
Ella descansó los codos sobre la barra y se inclinó más cerca de
mí. Me encontraba hechizado por sus ojos. Parecían piscinas de sirope
de chocolate Hershey’s. Era ella. Después de todos estos años,
finalmente podía ver su rostro. Estaba tan despampanante como la
recordaba.
—Te he estado buscando por todas partes —dije.
Se rió y los escalofríos se apoderaron de mis brazos. Recordaba
esa risa; era como música para mis oídos. Estiró su mano sobre el mesón
de la barra y acarició mi brazo, para luego colocarla sobre mi mano.
—¿Tus vasos de tragos normalmente te hablan? —preguntó con
una sonrisa.
—Espera, tú eres la chica del bar —dije, confundido.
—¿Lo soy? —preguntó con una sonrisa.
Se inclinó por completo sobre la mesa y presionó la mejilla contra
la mía, con sus labios muy cercanos a mi oído.
—Pregúntame cual es mi película favorita —murmuró.
Giré la cabeza y deslicé mi nariz contra su mejilla. Aún olía a
chocolate. Pero eso no tenía sentido. Alguien comenzó a tocar en la
puerta del bar, ella se separó y giró la cabeza en esa dirección.
Comenzó a caminar hacia atrás, mientras el golpeteo continuaba.
—¡Espera! No te vayas. Sólo dime tu nombre —rogué.
Continuó yéndose y la miré fijo a la cara, memorizando cada uno
de los detalles: ojos marrones, grueso cabello castaño, carnosos labios
en forma de corazón, y un hoyuelo en cada mejilla.
Así era como lucía la chica del bar. Pero esta tenía los mismos ojos
y la misma voz que MI chica. ¿Qué demonios está sucediendo?
—¡Por favor, dime tu nombre! —le grité.
Desperté de un salto ante el sonido del golpeteo y los latidos de
mi corazón tan fuertes como si hubiese corrido una maratón. Deslicé la
mano entre mi cabello y volví a recostarme, intentando recordar lo que
acababa de soñar. Estaba justo al borde de mi conciencia, pero
simplemente no podría alcanzarlo. Había algo que necesitaba recordar
sobre ese sueño. Cerré los ojos e intenté traerlo de vuelta. El silencio duró
sólo dos segundos antes de que los golpes contra mi puerta delantera
comenzaran a sonar e interrumpieran mis pensamientos.
—¡CALLATE YA! —grité hacia el incesante ruido, enojado por no
poder recordar.
Oh, Jesús, nunca beberé de nuevo.
Cada jodida vez que bebo, sueño con las cosas más extrañas.
58 ¿Por qué demonios no puedo recordar este? Tomé una de las
almohadas junto a mí y la apreté contra mis oídos, intentando
amortiguar el sonido de mi puerta siendo pateada.
—¡Abre la puerta, coge cabras! —El grito amortiguado de Drew se
escuchó al continuar golpeando mi puerta con sus puños. Sabía que si
no me levantaba, seguirá haciendo ruido, y entonces tendré que
matarlo.
Los golpes continuaron mientras me levantaba, aparté las
sábanas con rabia y me tropecé por toda la casa rentada con los ojos
cerrados. Todavía tenía cajas llenas de mierda que aún no había
desempacado repartidas por todo el lugar, así que las pateé de mi
camino con ira. Logré llegar a la puerta de enfrente sin romperme
ningún miembro, y la abrí con un gruñido de enojo.
—Jodida mierda, amigo, no te ves nada bien —dijo Drew, al pasar
junto a mí para entrar a la casa, usando una de sus franelas
características. Juro que este tipo tiene al menos unas doscientas
cincuenta de estas cosas. La franela de hoy decía: “Hoy hice pupú.”
—Claro, entra, Drew —murmuré para mí mismo mientras cerraba
la puerta de un portazo y le seguía hasta la sala—. Interrumpiste un
sueño muy bueno. Al menos, creo que era uno bueno, no lo recuerdo.
—¿Soñabas con la ardiente camarera por la que no podías dejar
de babear anoche? —preguntó, riéndose.
—Muy gracioso —dije con rostro inexpresivo mientras me apoyaba
contra el marco de la puerta y cruzaba los brazos sobre mi pecho.
—Si sólo estuviese bromeando, hermano. Su amiga rubia me
preguntó si habías tomado el autobús hacia el bar luego de que te
echaras la cerveza encima en vez de llevarla hacia tu boca, la cual se
encontraba completamente abierta mientras mirabas el trasero de la
camarera.
Guau, definitivamente no había sido una de mis mejores noches.
—Quizá deba ir hasta allá y disculparme con…
Mierda, mi mente estaba completamente en blanco.
—Otra chica cuyo nombre no conseguiste —concluyó Drew—. Al
menos, esta vez sabemos donde trabaja. Este lugar es un jodido
desastre —dijo moviendo cajas con el pie para poder abrirse espacio y
llegar hasta el sofá.
—¿Sólo viniste aquí para insultarme, o hay otra razón detrás de
esta visita tan temprano en la mañana?
—¿Temprano? Son las doce y media, idiota. Tenemos orientación
a la una —dijo al deslizar otra caja y dejarse caer en el sofá.
—¡MIERDA! ¿Estás bromeando? —grité y salí corriendo hacia la
59 cocina, tropezándome con las cajas durante todo el camino.
Efectivamente, el reloj del microondas decía que eran las doce y treinta
y cuatro. Demonios. No podía llegar tarde a orientación en la nueva
planta. Llevé el frente de mi camisa hasta mi nariz y la olí, haciendo una
mueca. Olía como a destilería.
Corrí hasta el baño y tomé la ducha más rápida conocida por el
hombre, luego me puse una camisa limpia de manga larga y unos
vaqueros. Drew rompió cada una de las leyes de tráfico, y logramos
llegar a la Planta Automovilística Butler con cinco minutos de
antelación.
La planta cerraba la producción los domingos, así que nuestro
pequeño grupo de transferidos seríamos los únicos que estaríamos allí
hoy. Éramos unos veinte, que habíamos sido transferidos desde distintas
plantas alrededor de los Estados Unidos, los que comenzaríamos a
trabajar allí mañana. Todas las plantas funcionaban básicamente de la
misma manera, así que no necesitaríamos aprender cómo hacer
nuestro trabajo ni nada por el estilo. Sólo llenaríamos los papeles que
necesitaban en Recursos Humanos y veríamos algunos videos sobre la
historia de la compañía y de cómo no debíamos acosar sexualmente a
ninguno de nuestros compañeros de trabajo.
Ese último siempre fue nuestro favorito. Era el mismo video que
habían estado mostrando desde hace como treinta años, que fue
grabado en los setenta y tenía música porno de fondo. Tomar a un
grupo de obreros ruidosos y ponerlos en un cuarto para mostrarles un
video que muestra a un tipo en un traje de pana poniendo sus manos
sobre el trasero de su secretaria, y obtienes una completa anarquía,
damas y caballeros.
Entramos en la planta por la puerta de empleados y fuimos hasta
una sala de conferencias que se encontraba junto a la puerta. Drew y
yo firmamos con nuestros nombres en la hoja de registros colgada en la
puerta y tomé asiento a una de las mesas pegadas al fondo de la
habitación. Miramos hacia todas las otras personas que comenzarían
con nosotros para ver si reconocíamos a alguien.
—Entonces, ¿qué clase de imbécil crees que será nuestro jefe? —
dijo Drew en voz baja. Un tipo sentado al otro lado de Drew se inclinó
hacia adelante y habló antes de yo pudiera contestar.
—En realidad es un tipo normal. Ha estado aquí por unos veinte
años, y mientras no la cagues, no se mete contigo. Soy Jim Gilmore —
dijo el chico, estirando la mano para que nosotros la estrecháramos
mientras Drew se encargaba de las presentaciones.
—Hola, soy Drew Parritt y este es Carter Ellis.
Cada uno estrechó su mano mientras Drew seguía hablando.
***
65 ***
67
La orientación tomó un par de horas. Cuando terminamos, Jim,
Drew y yo decidimos tomar una copa antes de ir a la casa de Jim. Nos
encontrábamos sentados junto a la ventana en una mesa alta en un
bar deportivo en el pueblo de al lado. Jim me agradaba mucho. Tenía
los pies en la tierra y era del lugar. Nos dio un montón de consejos sobre
lugares para visitar y cosas que hacer en esta área. La conversación
fluyó con facilidad y se sintió como si hubiéramos conocido a este tipo
por años.
—Creo que necesito saber algo más acerca de La Señorita
Cocoa Puffs —dijo Jim después de que tomara un trago de su cerveza.
Cerré los ojos, deseando que olvidara ese comentario que Drew había
hecho de regreso en la planta.
—Pensé que nunca lo preguntarías —dijo Drew con una sonrisa
mientras se recostaba en su silla y ponía las manos detrás de su cabeza.
—Oh, no vas a contar esta historia, idiota —le dije.
—Carter, soy la mejor persona para contar esta historia. Tengo
una perspectiva externa sobre la situación y puedo dar un mejor
recuerdo de los acontecimientos que tuvieron lugar esa noche.
Además, he tenido que hacer frente a tu culo quejoso los últimos cinco
años y tu constante necesidad de detenerte en las tiendas de chicas y
oler lociones femeninas. Tal vez Jim pueda meter un poco de razón en
ese cerebro tuyo.
Podía sentir mi cara poniéndose roja y no era porque estaba
cubierto por aquí. No podía creer que Drew estuviese diciendo esta
mierda. Necesitaría evaluar su estatus de mejor amigo cuando esta
noche terminara. Su tarjeta de membresía para el Club Amigos de
Carter Ellis iba a ser revocada. Y sí, me di cuenta de que sonaba como
un completo imbécil con sólo pensar en ello.
—Por lo tanto, es lo siguiente —comenzó Drew, ignorando
completamente la mirada enojada que lanzaba en su dirección—.
Hace cinco años, fuimos a una fiesta de fraternidad en tu escuela.
—Espera, ¿o sea que ninguno de los dos fue a la escuela allí? —
interrumpió Jim con entusiasmo.
Trata de contener tu emoción con mi humillación, idiota.
—Nop —dijo Drew, haciendo estallar la “p”. —Escuché acerca de
un amigo de un amigo… ya sabes cómo va. Como sea, llegamos a esta
fiesta y el pequeño Carter ve a esta chica en la habitación justo
cuando llegamos. Juro por la mierda que casi podías oír empezar a
tocar a “Dream Weaver” y ver las estrellas que rodeaban su cabeza. La
miró como una media hora antes de que finalmente le dijera que
dejara de ser un cobarde y fuera a hablar con ella. Ella tenía una amiga
caliente, así que estaba de acuerdo con toda esa mierda.
Puse los ojos en blanco por su recuento de la historia. Si no
68 recordaba mal, Drew me hizo llevarlo a ver una sacerdotisa vudú que
encontró en las páginas amarillas esa semana porque decía que la
amiga puso un hechizo en su pene. Durante dos semanas se acostó con
un paquete de novecientos gramos de pechugas de pollo sin piel en su
verga desde que se negó a sacrificar un pollo vivo.
—Por lo tanto, se pone a hablar con ella. Empiezan a citar una
estúpida mierda de cine y me aburren como la mierda, y volví mis
encantos a su amiga para pasar el tiempo. Nos llevamos bien y dejamos
a esos dos perdedores con su cosa nerd. Esta chica estaba
tremendamente buena y tenía un culo increíble. Encontramos la
habitación vacía más cercana y follamos como conejos toda la noche.
Drew tenía una mirada lejana en sus ojos como si estuviera
recordando cada detalle.
—Es gracioso, porque no podías recordar una mierda de ella al
día siguiente excepto por el hecho de que puso una maldición sobre tus
ramas y bayas para que se marchitaran y cayeran. ¿De repente lo
recuerdas perfectamente? Te despertaste en la bañera solo, imbécil de
mierda —le dije con una sonrisa.
—Oye, estamos hablando de ti, no de mí. Y pensé que
acordamos nunca volver a hablar de la maldición. Su alteza, Zelda
Crimson-Grass destacó lo importante que era —afirmó en serio.
—Así que, de todos modos, ¿dónde estaba? —preguntó Drew,
después de mirar a través de cada uno de sus hombros en caso de que
la gran y poderosa Zelda, que cobraba treinta y cinco dólares por
minuto y Visa, Mastercard y cheques de viajero, estuviese de pie detrás
de él sosteniendo un muñeco vudú con alfileres clavados entre las
piernas—. Carter se despierta a la mañana siguiente como la mierda
porque cree que su pene se está cayendo.
Jim se rió y estrelló su botella de cerveza en la mesa para limpiar
las gotas que goteaba por la barbilla. —Bueno, ¿por qué diablos
pensarías que tu pene estaba cayendo?
Resoplé. —Porque...
—Porque Carter folló a una virgen cuyo nombre nunca supo y
tenía una serpiente con un solo ojo sangriento —dijo, interrumpiéndome
con una sonrisa.
Me pareció oír a Jim gruñir un poco en voz baja y lo miré para ver
cuál era su problema, pero en ese momento llevó la cerveza de nuevo
hasta su boca y no me miró. Debo de haberlo imaginado. Me di la
vuelta para enfrentar a Drew para encontrar que no dejaba de reír.
—Está bien, en serio, lo estás haciéndolo sonar horrible. Necesitas
trabajar en tus habilidades de narración de cuentos, idiota —me quejé.
—No hay nada de lo que he dicho que no sea cierto. Estás
cabreado porque tras todos estos años de búsqueda nunca has sido
69 capaz de olerla de nuevo.
No, eso no suena raro en absoluto.
Después de percibir una extraña sensación casi airada de Jim los
últimos minutos, por fin pareció relajarse.
—Vaya, ¿De verdad buscaste a esta chica y nunca te enteraste
de quién era? —preguntó Jim.
Drew empezó a contestarle, pero le di un puñetazo en el brazo.
—Cierra la boca. Ahora es mi turno —le dije.
Suspiré. Odiaba pensar en esta parte. Por alguna razón hacía que
mi pecho doliera.
—Sí, la busqué. Habría dado cualquier cosa por hablar con ella de
nuevo y no me importa si me hace sonar como un marica. Le pregunté
a todos en esa maldita escuela y nadie me pudo decir nada. Incluso fui
a admisiones y traté de sobornar a la secretaria para que me dejara
mirar los anuarios —le expliqué.
—Ja, ja, ella llamó a la policía, ¿recuerdas? —rió Drew.
—Um, sí me acuerdo. Llamó a la policía porque le dijiste que
teníamos que mirar fotos de todo el alumnado femenino, para ver quién
me daba una erección. Pensó que era un pervertido.
—Así que, ¿por qué quieres encontrarla tan desesperadamente?
Quiero decir, todo el mundo tiene una aventura de una noche en algún
punto. La mayoría de los hombres se consideran afortunados de no
tener que hacer frente a toda esa mierda del día después —declaró
Jim.
Debería sentirme avergonzado por esta mierda, pero con toda
honestidad, no lo hice. A pesar de que acabábamos de conocerlo,
sentí como que Jim era el tipo de hombre en el que podía confiar y no
me juzgará, a diferencia de mi ex-mejor amigo que imitaba el acto de
tocar un violín para ir junto con mi tono triste.
—Había algo en ella —le dije con un encogimiento de hombros—.
Algo que me atrajo y me dio ganas de simplemente estar cerca de ella.
Hablamos durante horas mientras jugábamos beer pong. Tenía mi
sentido del humor y el mismo gusto por la música y el cine. Todo lo que
puedo recordar de ella sólo me dan ganas de encontrarla y ver si existe
de verdad. Y no tenía nada que ver con el sexo. Aunque, me gustaría
pedirle disculpas por haber arruinado su primera vez desde que estaba
completamente borracho. Sin embargo es más que eso. Ninguna mujer
ha estado siempre en mi mente tanto como ella. Y me vuelve loco que
no pueda recordar su cara —le dije, irritado mientras destapaba mi
botella de cerveza en la mesa.
El entendimiento pareció aclarar el rostro de Jim y asintió. La
cólera que juré vi aparecer y desaparecer rápidamente de sus
70 facciones durante todo este intercambio, de repente desapareció.
—Bien, ahora que sacaste del camino toda la mierda sentimental,
dile sobre el acosador espeluznante de mierda que eres —dijo Drew
enfáticamente.
—Vete a la mierda. No soy un acosador de mierda.
—Claro, porque arrastrar mi culo en todas las putas tiendas
femeninas, y quedarme de pie mientras hueles todo lo que está hecho
con chocolate, hecho cerca de algo con chocolate o hecho por algo
que caga chocolate no es raro en absoluto. Y no creo que hayas
olvidado la última vez hace unos meses, cuando la recepcionista nos
preguntó cuánto tiempo habíamos estado saliendo y pusiste tu brazo
alrededor de mí y dijiste: “Bueno, caramelo de azúcar, esta bestia sexy
grande y fuerte y yo hemos estado juntos durante mucho tiempo” —
dijo, imitando la voz aguda que usé en ese momento.
Jim echó la cabeza hacia atrás y se rió e incluso tuve que
burlarme del recuerdo. Cuando Drew se volvió para correr de la tienda
y le di una palmadita en el culo. Realmente no tuvo precio.
—Muy bien, así que después de cinco años no puedo sacar su
olor de mi cabeza. Gran cosa. Y no es como si buscara en cada tienda
que vende loción y fuera cada fin de semana. Si da la casualidad que
en una tienda venden lociones o jabones, voy y huelo algunos para ver
si por alguna remota posibilidad encuentro la que huele a ella. No
puedo dejar pasar la oportunidad de volver a encontrar ese olor. Me
vuelve jodidamente loco.
Ambos hombres se sentaron allí mirándome. Joder, me estaba
creciendo una vagina.
—Tú, mi amigo, tienes que sacar a esta chica de tu sistema de
una vez por todas. Tenemos que encontrarte una chica que no te joda
y te haga olvidar acerca de la Condesa Vagina de Chocula —dijo
Drew con un movimiento triste de su cabeza.
—Puede que tenga la chica para ti —dijo Jim con una sonrisa.
—¡Perfecto! —proclamó Drew con un duro golpe en mi espalda—.
¿Ves, amiguito? Puede que todavía haya esperanza para ti. Oye, tal vez
incluso podemos convencerla para untarse unos chocolates musketeers
en su vagina. Vamos, sólo dile que tienes un fetiche de Willy Wonka —
dijo Drew con una sonrisa, terminando su cerveza.
Le di una patada en la pierna de la silla mientras se echaba hacia
atrás en dos de ellas. Mientras lo miraba extender los brazos para
conseguir equilibrio y no caer de espaldas sobre el suelo de madera, me
pareció oír a Jim susurrar algo que sonó como—: Eso no será necesario.
***
71
76
Oh, Jesucristo. Oh, joder. ¿Puede una persona morir de
humillación? Jodidaputamierda.
—Creo que estoy teniendo un ataque al corazón. O tal vez un
derrame cerebral. ¿Cuál es el que hace que tu brazo izquierdo se
entumezca?
He perdido toda función cerebral. Esto es todo. Estoy muriendo.
Dile a mi gente que los quiero.
—Un derrame cerebral —dijo Liz con voz inexpresiva mientras me
seguía a la cocina.
—Mierda. Estoy teniendo un derrame cerebral. Siente mi pulso.
¿Se siente extraño? —le pregunté, estirando el brazo hacia ella.
Liz golpeó mi mano. —Maldita sea, Claire, contrólate.
—Carter, su nombre es Carter. Y no tiene ni idea de quién soy —
me quejé.
Joder, odio a las chicas chillonas. Me estoy convirtiendo en una
chica llorona e insegura. Voy a tener que patear mi propio culo. Liz se
inclinó delante del horno y dio un vistazo a la lasaña cocinándose. Se
puso de pie y cruzó los brazos en su pecho, apoyando la cadera contra
el frente del horno.
—¿Crees que lo que tienes es malo? Ese jodido retrasado de Drew
cree que se acostó conmigo. Puedo verlo en sus ojos. Está tratando de
recordar si sabe como luzco desnuda. Como si alguna vez dejase mis
“trozos de dama” cerca de alguien que viste una camiseta que dice:
“hoy hice pupú”. Ni siquiera recuerda como coqueteó conmigo esa
noche o como de cerca estuvo de tener su polla y pelotas
permanentemente dibujadas en su cara. ¿Me pregunto si se acuerda
del maleficio que puse sobre su tonto palo? De verdad creyó que yo
era una bruja ¡que idiota!
—¿De verdad Liz? ¿Estás comparando el hecho de que un
hombre no recuerda haberte dicho que se acostaría contigo porque
tenías unas buenas tetas a tener a mi donante de esperma de una
noche sentado a unos seis metros y no saber quien carajo soy? ¿En
serio? ¿Es eso lo que estás haciendo, porque sólo quiero asegurarme de
que entiendo esto correctamente y no fumé accidentalmente una pipa
de agua, llena de mala mierda en el camino de la que no sé nada? —
despotriqué.
Liz rodó los ojos. —Jesús, Doña Tonta Irritable, tranquilízate.
Puse mis manos en las caderas y le di mi mejor mirada de “Te voy
a joder”.
—De acuerdo, tienes razón en que esta no es la situación ideal
para reunirse con el padre de tu bebé. Pero está hecho. Él está aquí y
no hay nada que podamos hacer al respecto ahora. Después de todos
77 estos años de preguntas, finalmente sabes quién es y le puedes decir
sobre Gavin. Así que levanta tu tanga de chica grande y lleva a tu culo
allá.
Nos miramos sin expresión por un momento.
—Sé que elegiste eso pero no funcionó tan bien —le dije
—Sí, me di cuenta tan pronto como lo dije. La próxima vez sólo
seguiré con bragas de chica grande.
Comencé a dar vueltas por la cocina.
—¿Cuáles son las jodidas probabilidades, Liz? En primer lugar,
aparece en el bar de la nada y ahora está aquí. En tu casa. Y me habla
como si fuera una chica que acaba de conocer y que quiere llegar a
conocer.
—Bueno, técnicamente, eres una chica que acaba de conocer
—dijo con un encogimiento de hombros, como si no fuera gran cosa—.
Sé que nos preguntamos anoche si él no te había reconocido porque
estaba más borracho que Mel Gibson cuando llamó cerda en celo a su
esposa, pero creo que es seguro decir que no recuerda quien eres. Es
hora de enfrentar los hechos. Claire. Tu vagina no es tan memorable.
—Jódete —murmuré.
—No esta noche querida, tengo dolor de cabeza.
No era su culpa que pudiese ser tan indiferente a todo esto.
Nunca le dije lo mucho que pensé en él durante años. Ella no tenía ni
idea de lo mucho que el hombre sentado en su sala de estar, había
ocupado mis pensamientos y sueños. En todos los escenarios que había
inventado en mi cabeza sobre encontrarlo algún día, siempre
comenzaban de la misma forma. Él recordaba todo sobre esa noche
inmediatamente y se disculpaba por no tratar de encontrarme nunca.
Nos besaríamos bajo la lluvia, saltaríamos de la mano en una piscina y
montaríamos a caballo por la playa.
O tal vez he visto demasiados anuncios de tampones.
Volverlo a ver, saber que él no tenía ni idea de la noche que
pasamos juntos, era horrible. Sobre todo desde que yo criaba un
recuerdo de esa noche y tenía que pensar en ello cada vez que miraba
a mi hijo.
—¿Cómo se supone que comience a hablarle de Gavin cuando
ni siquiera tiene la más mínima idea de quién soy yo? Nunca me va a
creer. Va a pensar que soy una chiflada que está buscando ayuda
para su hijo. —Dejé mi cantaleta y me acerqué a Liz junto al horno.
—No necesariamente. Jim no se dio cuenta de quién era Drew
hasta poco antes de llegar aquí, cuando lo llevé a la cocina, pero supo
inmediatamente quien era Carter. Dijo que él habló de ti esta tarde en
el bar. Lo supo de inmediato cuando el pobre mencionó que hueles a
chocolate.
78
Dejé mi caminata maníaca y la miré. Mi corazón empezó a latir
con furia otra vez.
—¿Qué?
—Supongo que le dijo a Jim sobre una chica, y cito —se detuvo y
levantó las manos al aire para hacer comillas—: que conoció a una
chica en una fiesta de la fraternidad y ha pensado en ella durante
cinco años. Jim no tuvo la oportunidad de profundizar en todo lo que se
dijo porque elegiste ese momento para entrar a la casa diciéndole a
todo el mundo sobre tu vagina abandonada y Max, el precoz.
—Jodido infierno —susurré.
—Es por eso que Jim les invitó. No tuve la oportunidad de decirle
que habíamos visto a Carter la noche pasada en el bar así que no tenía
ni idea hasta que aparecieron en nuestra cocina.
¡Me recuerda! Bueno, no a mí, sino a la que conoció esa noche.
La “yo” que conoció en la fiesta. La “yo” cuya virginidad tomó. Tengo
que dejar de decir “yo”.
—Un pequeño aviso hubiera estado bien. ¿Sabes que existe este
pequeño e ingenioso artefacto llamado celular? —me quejé.
—Oh, cállate la puta boca. Me sorprendí tanto como tú. Llegaron
aquí poco antes que tú, y Jim tuvo unos treinta segundos para soltar
todo lo que pasaba mientras colgamos los abrigos —argumentó
mientras sacaba platos del armario.
—No hay forma de que estuvieras ni remotamente tan
sorprendida como yo. Si mañana me despertara con las tetas cosidas a
las cortinas, no sería más sorprendente que esto —le repliqué
petulantemente.
—Oye, traté de callarte varias veces. No es mi culpa que ahora
todo el mundo sepa que tienes una vagina irritable. Oye ¡la vagina
irritable! —Se rió de su propia broma—. Tal vez es como las entrañas
irritables y puedes conseguir alguna medicación para ello. —Jim
escogió ese momento para asomar la cabeza en la cocina.
—Si han acabado de discutir sobre la rabiosa vagina de Claire, los
chicos y yo quisiéramos comer algo este siglo.
—¿”Los chicos” y tú? Los acabas de conocer. ¿La Hermandad
YaYa ya tiene un apretón de manos secretos y una contraseña? —
bromeó Liz.
Jim hizo como si se agarrase la entrepierna. —Este es el apretón
de manos secreto y la contraseña es “el coño matador de Claire”.
Le lancé un guante del horno, golpeándolo en plena cara. En ese
momento, el timbre del horno se apagó y sonó el timbre de la puerta.
79 —Esa debe ser Jenny —dijo Lizz mientras abría la puerta del horno
y sacaba el pan de lasaña. Siendo la buena amiga que soy, tuve la
precaución de enviarle un texto, para avisarle que Jenny iba a unirse a
nosotros para la cena.
—Justo a tiempo, todos vamos a sentarnos a comer, ella dirá,
inevitablemente, un montón de estupideces y todo el mundo se
olvidara de tu Pikachu. Eso te dará tiempo suficiente para encontrar
una manera de decirle a Carter que sus muchachos saben nadar.
***
***
3Siglasde Situation Normal, All Fucked Up, Situación normal, todo jodido. Frase
perteneciente a la jerga militar que hace referencia a una mala situación inesperada,
cuando todo parece ir bien.
actuar un hombre de verdad. Tenía una necesidad irracional de
mostrarle todo lo que se había estado perdiendo.
Claro, porque soy el rey de todas las cosas sexuales. Mi pene
puede hacer que las mujeres se echen a llorar en las calles.
Las cosas se pusieron tontas según los hombres bebían más
cervezas y las mujeres intentaban pensar en nombres para el negocio
de Liz y Claire. No sabía por qué rechazaron “Sexo Oral Cubierto de
Caramelo”. Eso era brillante. Y me hizo pensar en chupar un caramelo,
frotarlo por la dulce parte húmeda entre las piernas de Claire y luego
deslizar mi lengua a lo largo del sendero de caramelo.
Luego recordé la vez en la escuela secundaria, cuando puse un
caramelo a medio comer en mi escritorio y de alguna manera cayó
89 dentro de uno de los cajones. Tres calcetines, un bolígrafo y un chico de
G.I. Joe estaban pegados a él cuando lo encontré un mes más tarde.
Probablemente no fuera buena idea poner algo así en cualquier
parte cerca de una vagina, especialmente de la vagina de Claire.
Ningún daño debía alcanzar jamás a la vagina de Claire.
Probablemente me imaginaba cosas, pero juro que cada vez que
la miraba, ella apartaba la vista rápidamente. Me hizo sonreír pensar
que también debía de estar mirándome. Sabía que Drew tenía razón.
Tenía que dejar de fantasear con una chica a la que no iba a volver a
ver. Fue hace cinco años, por amor de Dios. Actuaba como un idiota,
aferrándome a la diminuta pizca de información que tenía sobre ella.
Por lo que sabía, podría parecerse a Sloth de los Goonies y oler como las
bolas sudadas de Drew. Intenté olvidarla metiéndome en una relación
con Tasha un par de meses después de la fiesta de la fraternidad. Casi
cinco años después, seguía atrapado en la misma rutina de fantasear
con alguien a quien nunca volvería a ver. Para ser justos, debería de
haber sabido desde el principio que Tasha y yo no éramos la mejor idea.
Pasábamos la mayor parte de nuestro tiempo juntos en algún u otro tipo
de discusión. Tuvo una racha de celos que rayaba en la psicosis y
odiaba que no me comportara igual si otro hombre miraba en su
dirección. Lo que debería haber hecho era esperar por alguien como
Claire. Alguien dulce, divertida e inteligente; alguien que no tuviera otra
cara totalmente distinta como Tasha. Justo enfrente de mí, había una
mujer hermosa que me provocaba pensamientos sucios con sólo verla
respirar. Tenía que cortar esta mierda y tomar la oportunidad.
Aparte de los celos y peleas, sabía que una de las razones
principales por las que Tasha y yo no habíamos durado era porque no
era capaz de entregarme un cien por ciento porque no podía dejar de
preguntarme si ella podría estar allí afuera en alguna parte.
Eso y el hecho de que la vagina de Tasha tenía el mismo eslogan
que McDonalds: Más de diez millones servidos.
Estoy divagando.
Tenía que ponerle fin a esta estúpida fijación por alguna chica
misteriosa sin rostro que muy bien podría ser producto de mi
imaginación. Necesitaba tomar una oportunidad con alguien que se
encontraba sentada justo aquí, enfrente de mí, o iba a estar solo para
siempre. Estaba demasiado ocupado contemplando mi patética vida
como para fijarme en que Claire ya no estaba enfrente de mí y que se
había levantado para marcharse. Ya rodeaba la esquina del vestíbulo
cuando me di cuenta.
Me senté allí, mirando su espalda (bueno, su culo) el tiempo
suficiente para que Drew me diera un puñetazo en el brazo. Asintió en
dirección a ella sin mucha sutileza y de repente me di cuenta de que
todos los ojos se hallaban puestos en mí. Me miraban como: “¿Qué
mierda estás esperando?” Liz entrecerró los ojos en mi dirección y no
90 voy a mentir, me asustó un poco. Me levanté del sofá de un salto y salí
corriendo de la habitación, cogiéndola justo cuando terminaba de
ponerse el abrigo. Rodeando su espalda, abrí la puerta y me quedé de
pie junto a ella.
Se sorprendió por mi presencia y dio un pequeño salto ante el
sonido de mi voz y la puerta abriéndose. No podía apartar los ojos de
ella. Necesitaba besarla. Necesitaba besarla como necesitaba respirar.
¿Qué diablos me hacía esta mujer? Antes de hacer el ridículo
completamente por babear o empujarla contra la pared para poder
atacar sus labios, se dio la vuelta y atravesó la puerta sin decirme ni una
palabra después de que le dijera que la acompañaría hasta el coche.
Tenía una necesidad irracional de pasar más tiempo con ella. Quería
aprender qué la hacía sonrojarse (además de hablar sobre su vagina),
que canción se repetía en su iPod y cuál era su libro favorito. Quería
oírla decir mi nombre.
Joder, quería oírla suspirar, gritar y chillar mi nombre.
Así que le dije justo eso. Bueno, no todo eso. No quería que pidiera
una orden de alejamiento. Vi temblar las comisuras de su boca cuando
dije su nombre, casi como si la hubiera hecho feliz oírlo. Por un segundo,
pensé simplemente que se metería en el coche y se alejaría de la
calzada sin responderme. Luego murmuró algo que casi no se oía por
encima del ruido de un coche arrancando en la casa de al lado. Las
palabras que dijo forzaron a mi boca a abrirse y a empujar el recuerdo
de un sueño que había tenido recientemente al primer plano de mi
mente.
“Pregúntame cuál es mi película favorita.”
Interrumpió mis pensamientos diciéndome que la llamara. Para
cuando recordé de dónde conocía esa cita, su coche se había retirado
de la calzada y se alejaba a toda velocidad por la calle.
***
Durante las siguientes dos semanas, Claire y yo hablamos cada
noche por teléfono. Por desgracia, la planta me puso en el turno de
noche y horas extras durante las primeras semanas, por lo que nuestros
horarios nunca encajaban para que pudiéramos vernos. El único tiempo
libre que ambos teníamos para hablar era durante mi primer descanso
de quince minutos alrededor de medianoche todas las noches. Siempre
me disculpaba por llamarla a una hora de mierda, pero ella aseguraba
que era completamente perfecto. Por primera vez desde que podía
recordar, en verdad deseaba ir a trabajar porque sabía que conseguiría
oír la voz de Claire. Drew, quien trabajaba directamente enfrente de mí
en la línea de montaje, disfrutaba enormemente observándome
apresurarme hacia una esquina tranquila de la planta para hacer la
91 llamada. La primera vez, me preguntó a dónde iba, y cuando no le
respondí, me siguió todo el camino, gritándole a cada personas que iba
a llamar a mis padres para decirles que iba a salir del armario. Un golpe
bien dado en los testículos frenó su deseo de hacer eso nunca más,
pero la gente todavía se acercaba a mí y me daba palmaditas en la
espalda a modo de felicitaciones.
Durante quince minutos cada noche, Claire y yo hablábamos de
nada y de todo al mismo tiempo. Le hablé acerca de crecer con dos
hermanos mayores, los cuales confirmaron mi creencia en el hombre del
saco e hicieron que sus amigos me llamaran para decirme que eran
Papá Noel y que nunca recibiría otro juguete si no limpiaba sus
habitaciones mientras llevaba puestos un par de sus calzoncillos en la
cabeza.
Claire me habló sobre el divorcio de sus padres y de su decisión
de vivir con su padre, a quien ni siquiera había conocido y ya temía. Él
había ido a una fiesta de cumpleaños el fin de semana anterior y
cuando intentó detener una pelea, un tipo le dijo: “¿Qué vas a hacer al
respecto, abuelo?”. El padre de Claire le noqueó con un puñetazo y
dijo: “ESO es lo que voy a hacer al respecto, idiota”. Claire intentó
convencerme de que su padre era un osito de peluche gigante, pero
de donde yo venía, no temías encontrarte con un osito de peluche
gigante en un callejón oscuro por la noche por miedo a que te
arranque el cuero cabelludo y te tatúe su nombre en el culo.
Yo, lamentablemente, le hablé de Tasha y de la razón de la
ruptura. Incluso le conté acerca de cómo no sabía si realmente había
amado alguna vez a Tasha o sólo esperaba mi momento hasta que
llegara la persona correcta. No le hablé más acerca de la aventura de
una noche de la universidad sobre la que había hablado Drew en la
cena esa noche, y ella nunca me preguntó sobre ello, por suerte.
Incluso aunque resultaba fácil hablar con Claire sobre Tasha, parecía
incorrecto hablarle acerca de la mujer con la que había soñado
durante cinco años. Claire era dulce, inteligente y divertida, y no quería
contaminar nada de eso con un estúpido sueño. Cuanto más hablaba
con Claire y llegaba a conocerla, más evidente se hacía que ella podía
ser la que esperaba. Me sentía como si la mayoría del tiempo
habláramos más de mí que de ella, y cuando señalaba eso, se reía y
decía que no había mucho que contar porque su vida era demasiado
aburrida. Aun así, con cada llamada telefónica aprendía algo nuevo
sobre ella y estaba dispuesto a gastar el tiempo que tardara en saber
todo lo que había que saber.
Finalmente, después de quince días de vagar por las esquinas en
el trabajo, alejándome de las ruidosas máquinas para escuchar la suave
y ronca voz de Claire mientras ella yacía acurrucada en la cama bajo
las mantas hablando conmigo, iba a verla de nuevo. La planta
finalmente me había dado un sábado libre en el trabajo y estaba más
92 que feliz de pasarlo echándole un vistazo a la tienda de Claire y Liz
(bueno, al culo de Claire). Claire me había mandado unas cuantas
imágenes a mi teléfono en la última semana y por lo que podía decir,
hacían importantes progresos en el lugar. En realidad, no me importaba
si me encontraba con Claire en un vertedero; siempre y cuando pudiera
estar cerca de ella sería feliz.
A las diez de la mañana del sábado, me detuve frente a la
dirección que Claire me había dado de la tienda. Me senté en el coche
durante un minuto, repiqueteando con mis dedos contra el volante.
Probablemente había dormido unas tres horas la noche anterior. Todo lo
que hice fue dar vueltas en la cama, pensando en volver a ver a Claire
y estar lo suficientemente cerca para tocarla. Sin embargo, no voy a
mentir, lo que me tuvo sin dormir fue la cita que ella usó distraídamente
por el teléfono la noche anterior. Era la segunda vez que la usó cerca
de mí y no importaba lo mucho que tratara de empujarla de mi mente,
ese estúpidamente persistente pensamiento sobre ella aparecía de
nuevo. Mucha gente había visto la película “Heathers”. Y en realidad,
“Jódeme suavemente con una motosierra” podía ser una forma muy
popular de decir “mierda” en la actualidad.
Ajá, sí, claro.
Su uso de esa frase podía ser la mayor jodida coincidencia de la
historia del mundo, o simplemente era yo que me había subido en el
tren de la locura directamente hacia la ciudad de “cucú”. Saqué mi
teléfono del soporte para vasos y comprobé la hora, sonriendo cuando
vi la foto de Claire que usaba como fondo de pantalla. Había tenido
que soportar un montón de mierda de Drew cuando la vio, pero no me
importaba. Secretamente le pedí a Liz que me enviara una imagen de
Claire y estuvo más que feliz de hacerlo. La foto que me envió era una
imagen en blanco y negro de cerca de Claire, riéndose
descaradamente de algo, con una mano sosteniendo en alto su rostro y
sus dedos extendidos de tal forma que aún se podía ver su hermosa
sonrisa, la alegría en sus ojos y los hoyuelos en sus mejillas. Era
impresionante, y sólo esperaba ser capaz de poner esa mirada en el
rostro de Claire un día de estos y estar allí para presenciarlo.
Mirar la imagen de Claire en mi teléfono borró la confusión y las
preguntas de mi mente y me hizo sólo querer concentrarme en ella, no
en los fantasmas del pasado. Apagué el motor y salí, dándole
finalmente una buena mirada al edificio enfrente del que había
aparcado. Me quedé impresionado. Era más grande de lo que pensé
que sería y se veía genial desde el exterior. Podía ver a Liz por la
ventaba del frente en lo que debía de ser su lado de la tienda, así que
rodeé el coche dando un paso hacia la acera. Comencé a caminar
hacia la puerta principal y tuve que detenerme en seco cuando un niño
pasó volando por delante de mí, agitando los brazos y las piernas por
todo el lugar.
93
—¡Gavin, trae tu culo de regreso aquí!
Por instinto, mi brazo salió disparado y agarré la parte posterior de
la camisa del niño, deteniendo su huida. Un tipo, probablemente cerca
de los cincuenta, corrió hacia donde yo estaba.
—Oye, gracias por detenerlo —dijo, bajando la vista hacia el
chico con rostro severo, que probablemente me habría hecho temblar
si hubiera estado en el extremo receptor de tal mirada. Dejé ir su
camisa, confiando en que el pequeño fugitivo no fuera a ir a ninguna
parte ahora que había sido atrapado.
—Gavin, ¿cuántas veces tengo que decirte que no puedes
simplemente salir corriendo cuando te bajas del coche? Tienes que
tomar mi mano.
El niño se encogió de hombros. —No lo sé. Sólo corría mi culo para
llegar a la heladería ante de que todos se deditan.
Me cubrí la boca con la mano para ocultar mi risa. ¡Este niño tenía
pelotas! El pobre tipo simplemente hizo rodar los ojos ante el chico y
dejó salir un suspiro.
—Si disfrutas de tu cordura, no tengas hijos —me dijo el tipo antes
de agarrar la mano del niño y alejarse.
—¡Gracias por el consejo! —le grité mientras ellos dos entraban en
la heladería de al lado.
Justo entonces Liz me vio en la acera a través de la ventana y
abrió la puerta para mí.
—¡Buenos días! —dijo alegremente mientras entraba.
Dondequiera que mirara veía sujetadores, ropa interior y todo tipo
de mierda con volantes en perchas y en tablas expositoras. Casi podía
sentir mi polla marchitándose y retirándose hacia el interior de mi
cuerpo. No me importaba quitarle estas cosas a una mujer, pero estar
de pie en medio de una habitación rodeado de esta basura me hacía
estar demasiado en contacto con mi lado femenino.
Joder, ¿qué es ESO?
—Eso es una máscara de amordazar con bola, Carter. ¿Supongo
que no te va el bondage? —preguntó con seriedad, notando la
dirección de mi mirada.
—Uh, yo… umm…
¿No hace calor aquí de repente?
—¿Alguna vez has atado a tu pareja? ¿Usado látigos?
¿Experimentado con juegos anales? ¿Hecho un trío? ¿Dirías que eres
más dominante o sumiso? ¿Cuándo fue la última vez que te hiciste
94 pruebas de enfermedades de transmisión sexual?
—¿Qué? Quiero decir, yo…
—¿Cuántas parejas sexuales has tenido en los últimos cinco años?
¿Has sido condenado por algún delito sexual contra otro ser humano,
animal o planta?
—¡ELIZABETH!
Oh, gracias a Dios. No creo haber sido nunca más feliz de oír el
sonido de la voz de Claire.
—Tengo mis ojos sobre ti —susurró Liz, mirándome de arriba abajo
haciendo ese gesto de señalar de ella a mí con dos dedos.
—Tomo nota —murmuré mientras pasaba por su lado hacia la
puerta de detrás del mostrador, en donde Claire se encontraba de pie
con las manos en sus caderas. Ya que estaba ocupada mirando
fijamente a Liz por encima de mi hombro, disparándole miradas
asesinas, tuve la oportunidad de tomarla desapercibida. Era increíble
cómo parecía haberse vuelto aún más hermosa desde la última vez que
la vi. Quizás era porque la conocía mucho mejor que antes. Su cabello
estaba recogido en una cola de caballo desordenada con mechones
cayendo alrededor de su rostro. Me fijé en una mancha de harina o tal
vez azúcar en polvo en su mejilla y quise lamerla. Mi polla se endureció
con sólo pensar en saborear su piel.
—Me encargaré de ti más tarde, Liz —amenazó Claire.
—¡Cállate y lleva de vuelta tu sucio culo a la cocina donde
pertenece, puta!
Claire rodó los ojos y sacudió la cabeza detrás de ella.
—Vamos, te enseñaré mi parte de la tienda.
Buscó mi mano como si eso fuera lo más natural del mundo.
Cuando nuestras pieles se tocaron, tuve un momento difícil obligando a
mis pies moverse. Sólo quería quedarme ahí y observarla. Claire me
sonrió y giró, jalando mi mano y acercándome a ella. Caminamos a
través del almacén de la tienda de Liz y me tomó toda mi fuerza no
acercarme y agarrar su trasero. Joder, ella usaba vaqueros de nuevo.
Esta mujer en un par de vaqueros debería ser ilegal. Mi cerebro no
funcionaba cuando los usaba.
—Y esta es mi mitad de Seduction and Snacks. —Claire se paró
orgullosa mientras dejábamos el almacén de Liz y entrabamos a su
cocina. Con su mano aún sobre la mía, me condujo a través de la
cocina al frente de la tienda, indicándome cosas. Donde la tienda de
Liz era todo colores oscuros y telas, el lado de Claire era luminoso y
amplio y lleno de colores brillantes. Al frente de la tienda, tenía tres
paredes de color amarillo claro y una pared de color rosa claro. Detrás
del mostrador colgaba una pared del techo en la que se sostenían tres
pizarras, llenas de todo lo que la tienda ofrecía junto con los precios.
95 Debajo de las pizarras, la pared terminaba y se podía ver directo a la
cocina. Todo alrededor de la habitación se hallaba enmarcado con
imágenes de pastelitos, dulces y varias frases que tenían que ver con su
trabajo. Un cartel de madera de color rosa y marrón en una pared
declaraba: “El dinero no puede comprar la felicidad pero puede
comprar un chocolate, lo que es casi lo mismo”. Y otro cartel de color
amarillo y marrón en la puerta decía: “Una dieta balanceada es tener
una galleta en cada mano”. A parte del ambiente cálido y atmósfera
acogedora, el olor sólo te podía poner de buen humor. Por primera vez,
el olor de chocolate no me molestaba como usualmente lo hacía. Tal
vez, porque Claire estaba parada justo a mi lado, y todo lo que podía
pensar era en probarla a ella en lugar de los recuerdos que esa esencia
usualmente me traía. Di un paso hacia ella y tomé como una buena
señal el hecho que no se alejó o soltó mi mano.
—Seduction and Snacks es un gran nombre. Es probablemente
más apropiado que Mamadas y Productos Horneados.
Rió nerviosamente, pero aun así no se alejó de mí. Estando así de
cerca, podía ver que sus ojos no eran de sólo un marrón líquido.
También tenían pequeñas motas de oro que los hacía parecer como si
alguien hubiera rociado un puñado de brillantina en ellos.
—Este lugar luce genial —le dije, dando otro paso en su dirección,
queriendo estar tan cerca de ella como fuera posible. Me incliné más
cerca y deslicé mi mano libre en la suya, los dedos de nuestras manos
entrelazándose. Tragó saliva y lamió su labio nerviosamente pero no se
movió.
—Gracias —murmuró, sus ojos mirando mis labios.
Joder, ¿quería que la besara? ¿Debería hacerlo? ¿Inclinarme y
presionar mis labios con los suyos? ¿Por qué siento como si fuera un niño
de doce años sin experiencia? ¿Por qué no puedo parar de hacerme
estas preguntas molestas?
Di un último paso, haciendo desaparecer la distancia entre
nosotros. Solté sus manos para deslizar las mías detrás de ella y dejarlas
en lo bajo de su espalda, jalándola hacia mí durante el proceso. Sus
manos subieron a mi pecho pero no me alejó. Las dejó descansando
ahí y finalmente me miró a los ojos.
—Huele bien aquí. ¿Qué preparaste? —pregunté en voz baja,
inclinando la cabeza hacia sus labios, agradecido de que por fin
estuviera en mis brazos y sorprendido por cuán bien se sentía ahí.
—N-nada —tartamudeó—. Sólo hacía una lista de los suministros
que necesito ordenar y coloqué la harina en los estantes.
Me detuve con mis labios cerniéndose directamente sobre los
suyos. Podía sentir su aliento sobre mí, y tuve que contar hasta diez para
96 detenerme de empujarla contra la puerta y empujarme a mí entre sus
piernas.
—Huele a chocolate —susurré, haciendo chocar mis labios contra
los suyos.
No tenía ningún control sobre mí cuando me encontraba así de
cerca. Dos semanas de sólo escuchar su voz fue como el más tortuoso
juego previo en el mundo. Besé la esquina de su boca, su mejilla y justo
debajo de su oreja, respirando profundo el aroma de su piel. Toda la
sangre se me subió a la cabeza y mis brazos se apretaron alrededor de
su pequeña cintura.
Guau, ¿qué carajo?
Podía sentir su corazón latir desbocado en su pecho, el cual se
presionaba contra el mío, pero no fue eso lo que hizo que la habitación
pareciera borrosa.
Esto no puede ser cierto. ¿Por qué mierda mi subconsciente me
está jugando estas bromas justo ahora? Besé el punto abajo de su oreja
de nuevo sólo para estar seguro que no me volví loco y la sentí temblar
en mis brazos. Tomé otro profundo respiro de su aroma, acariciando con
la nariz los suaves mechones de su cabello que descansaban a un lado
de su cuello.
Jesucristo, definitivamente he tocado fondo. ¿Cómo es posible
que huela así? Me quedé ahí, respirando sobre su piel. Cinco años
buscando esto y estaba justo en mis brazos. Y ahora iba a lucir como un
total idiota pervertido porque esto me mataba. Necesitaba saber qué
es ese olor. Tenía que ser alguna clase de loción o alguna mierda y en
un loco y retorcido acto del destino, Claire usaba el mismo producto.
Una vez que este misterio estuviera resulto, finalmente podré, de una vez
por todas, olvidar esta tontería.
—Probablemente soy yo. Siempre huelo a chocolate —murmuró,
sus brazos deslizándose a mis hombros y rodeando mi cuello, sus dedos
colándose suavemente a través del cabello en la nuca. Algo acerca de
la sensación de sus dedos deslizándose contra la parte posterior de mi
cabeza se sentía tan familiar que fue mi turno de temblar.
¿Acabas de citar “Heathers”? Esa es mi película favorita.
Tengo algo por las chicas inteligentes, raras y morenas.
Olvidé cómo respirar por un minuto mientras pequeñas partes del
pasado intentaban abrirse camino en mi mente. Se sentía tan bien en
mis brazos; como si perteneciera ahí o tal vez había estado ahí antes...
No, no seas un idiota. Claire es dulce y hermosa y una buena
chica. No la confundas con un recuerdo, especialmente ahora.
“Bueno, jódeme suavemente con una motosierra.”
“Pregúntame cuál es mi película favorita.”
97
El pasado, presente y estúpidos sueños volaban alrededor de mi
cerebro intentando luchar por el primer lugar. De repente me vino a la
mente un recuerdo de en el que caía sobre ella en una cama extraña.
Su cuerpo era suave en todos los lugres correctos y su piel era lisa y no
podía tener suficiente de tocarla. Hizo los más asombrosos sonidos
cuando lamí la piel de su cuello justo debajo de su oreja. Me recordé
empujando dentro ella y apretando los ojos porque era jodidamente
apretada y caliente, y no quería que eso terminara antes de que
siquiera empezáramos. Recordé moverme lentamente dentro y fuera de
ella y rezando a Dios que sintiera lo mismo que yo porque quería hacerle
eso por siempre. Recordé despertarme la mañana siguiente, respirando
el aroma a chocolate que aún permanecía en la almohada y en las
sábanas y rezando para ser capaz de descubrir quién era.
Me alejé de Claire lo suficiente para poder ver su rostro. Observé
sus ojos, deseoso de que cada uno de mis recuerdos volviera para
entonces no sentirme tan confundido. Sus dedos continuaron jugando
con el cabello de mi nuca, poniendo todo en su lugar.
—¿Cuál es tu película favorita? —susurré.
Contuve el aliento, desesperado por una respuesta. Vi su cara ir
de satisfacción, a perpleja, a nerviosa. ¿Por qué se puso nerviosa? Era
una simple pregunta. A no ser que...
Miró hacia atrás y adelante entre mis ojos y la observé parpadear
conteniendo las lágrimas. Ver sus ojos así, tan brillantes y nerviosos
sacudió un recuerdo perdido y me atraganté con un suspiro. Con
perfecta claridad me vi sobre ella, tirando su pierna hacia arriba y
envolviéndola alrededor de mi cadera mientras la miraba a los ojos.
Recuerdo mirar sus ojos mientras me introducía en ella y forzándome a
detenerme cuando vi que parpadeaba rápidamente conteniendo las
lágrimas.
Recuerdo oír su jadeo como si algo le estuviera doliendo y le
pregunté si estaba bien. Nunca me respondió; sólo me miró con esos
ojos marrones hermosos y brillante, atrajo mi cara hacia la suya y me
besó. La cara de Claire, los ojos de Claire, el cuerpo de Claire.
—Heathers —murmuró.
Mi mente voló al presente con el susurro de confesión. Todo lo que
pude hacer fue observarla con desconcierto. El sentimiento de tenerla
en mis brazos, su respiración en mi rostro, el sonido de su risa y la forma
en que se sonrojaba cuando se avergonzaba, lo recordé todo.
Chocando nuestros hombros con complicidad mientras jugábamos
beer pong, el modo en que sus labios se sentían cuando la besé por
primera vez… era ella. Era Claire.
—Mi película favorita. Es Heathers —repitió, confundiendo mi
aturdido silencio por una discapacidad auditiva. Me miró como si
98 estuviera dispuesta a hacerme recordar. Con la esperanza de que yo
finalmente consiguiera una pista de por qué ella y Liz actuaban tan raro
cuando me conocieron. De por qué ella estaba tan nerviosa conmigo
aquella noche que aparecimos en la casa de Jim y Liz y trató de evitar
mirarme a los ojos a toda costa. Por qué todos en la mesa se veían
como si hubieran visto un fantasma cuando Drew mencionó a la virgen.
Por qué ella era reticente a compartir mucho conmigo durante nuestras
muchas conversaciones durante las últimas semanas. Ya sabía todo
sobre ella. Lo había compartido todo conmigo aquella noche tantos
años atrás.
—Eres tú —susurré, llevando mi mano a su mejilla—. Santa mierda.
Soltó una carcajada llorosa y cerró los ojos, apoyando la frente
contra mi barbilla.
—Oh, gracias a Dios —murmuró para sí misma, pero lo
suficientemente fuerte para que yo escuchara.
Busqué su barbilla y levanté su cara para poder verla.
—¿Por qué no dijiste nada? Probablemente pensaste que era un
completo imbécil.
Me sonrió. —Así es. Al principio. Liz quería patearte el culo.
—Creo que aún quiere hacerlo —dije sin expresión.
Volvió a sonreír y eso hizo que me temblaran las rodillas.
—Sinceramente, no sabía qué pensar cuando te vi y no dijiste
nada. Me imaginé que eras el típico idiota que tuvo incontables polvos
de una noche en la Universidad. Pero luego de unas cosas que Jim nos
contó que dijiste, Liz se dio cuenta que debes haber estado demasiado
ebrio esa noche para recordar algo de mí. Todavía me inclino a la idea
de que no fui demasiado memorable para empezar.
Rió de sus propias palabras pero noté que esa idea la molestaba.
—Ni siquiera bromees sobre eso. ¿Tienes alguna idea de cuánto
tiempo te he estado buscando? ¿Cuán loco cree Drew que estoy
porque sigo tratando de encontrar un perfume que huela a chocolate y
nada se acerque siquiera un poco a la forma en que te recuerdo?
Comenzaba a pensar que te había imaginado.
Atraje su cuerpo al mío y descansé mi frente contra la suya,
asustado de soltarme de ella por miedo a que desaparezca de nuevo.
¿Cómo podía ser real? Drew nunca va a creer esto. Joder, yo todavía
no me lo creo. Ahora que se encontraba así de cerca, podía oler su piel
sin siquiera intentarlo y eso me hizo sonreír.
—O no bebiste tanto como yo esa noche o tienes una maldita
buena memoria. ¿Cómo diablos me reconociste? —le pregunté.
99 Claire abrió la boca para hablar, pero justo entonces, la puerta
de la tienda se abrió y de repente se alejó de mis brazos mientras
ambos mirábamos en esa dirección. El pequeño niño corrió a través de
la habitación y solté una risa, imaginándome que se había escapado
otra vez de su padre.
—¡Mami! ¡Tego helado! —gritó mientras corría hacia nosotros.
Me quedé ahí de pie con mi boca abierta viendo cómo Claire se
inclinaba para atrapar al niño y él se arrojaba en sus brazos. Ella me miró
con total y completo horror.
Mierda. Tiene un niño. La he estado buscando por cinco años y
ella siguió adelante y tuvo un hijo. Bueno, esto apesta.
—Cariño, ese niño está a dos pasos de conseguir una de esas
correas para niños que venden en la tienda. O un collar de
electrochoques. Me pregunto si necesitas una orden de permiso para
cargar un taser.
Entró el padre que vi más temprano, y traté de no encogerme
mientras caminaba hacia donde Claire estaba agachada todavía
abrazando al niño y luciendo como si fuera a vomitar.
Claire tiene un fetiche por los hombres viejos. Este tipo debe estar
llegando a los cincuenta. Yo también vomitaría si estuviera aquí. Eso es
un poco asqueroso. Ella ha tocado esas viejas bolas arrugadas. Cuando
él se corre, apuesto a que es sólo una nube de humo evaporándose de
su pene. El tipo finalmente me miró, observándome de arriba abajo.
—¿Quién eres tú? —me preguntó, obviamente olvidando nuestro
encuentro hace unos momentos debido al Alzheimer.
—Tienes bolas viejas —murmuré enojado.
—¡George! ¡Pensé que había visto tu auto estacionarse hace unos
momentos! —exclamó Liz entrando desde su lado de la tienda
poniéndose al lado de Claire, ayudándola a ponerse de pie. Me quedé
mirando la nuca del tipo cuando Liz se acercó y él se giró para darle un
abrazo. Se le caía el cabello por el jodido amor de Dios. ¿Puede seguir
creciéndole vello a sus bolas? Quiero patearle sus viejas bolas sin vello.
Claire observaba nerviosamente de ida y vuelta entre Viejo y yo.
Me pregunto qué pensaría sobre el hecho de que Claire y yo tuvimos
algo en el pasado. Y que estuvo casi a punto de besarme justo antes de
que él llegara y nos interrumpiera.
—Dormí con tu esposa —afirmé, cruzando los brazos por delante y
observándolo. Los tres me miraron boquiabiertos con la misma mirada
de confusión en sus rostros.
—¿Domiste com mi Nana? ¿Te leyó una historia para dormir?
Papá dice que ronca.
George dio un paso hacia mí y tragué saliva.
100 Independientemente de lo viejas que eran sus bolas, estaba seguro de
que podría patearme el culo. O matarme y hacer que pareciera un
accidente.
—Papá —dijo Claire, advirtiéndole.
¿Papá? Oh, mierda, soy un idiota. Tengo el Síndrome de Tourette4
en la boca. Claire nunca mencionó su nombre ni una vez cuando habló
de su padre. Este era el hombre que golpeó a alguien en la cara por
llamarlo abuelo. Y ahora acabo de decirle que tiene bolas viejas.
Directamente me mataría.
—Mierda. No dormí con tu esposa. Gran error.
Detuvo sus pasos y si yo hubiera tenido un cerebro, hubiera
mantenido mi boca cerrada. Obviamente yo estaba ebrio el día que
repartieron esas cosas.
—Me confundí, quise decir que dormí con tu hija. —Oí el gemido
de Liz y vi como la boca de Claire caía abierta—. Pero no es lo que
piensas —continué rápidamente—. Quiero decir, los dos estábamos
muy, muy ebrios y ni siquiera sabía quién era ella hasta hace unos
minutos.
Oh por Dios, detente. ¡DETENTE!
Una de sus cejas se arqueó y juro que lo escuché hacer sonar sus
nudillos.
—Ella huele a chocolate y no me gusta ser azotado —solté
apresuradamente entrando en pánico.
—Jesucristo… —murmuró George, sacudiendo la cabeza.
Vi a Claire golpear a Liz detrás de George. Liz resoplaba con la
risa. Por supuesto que lo encontraba esto gracioso.
102
Oh mierda.
Mi padre iba a matar a Carter antes de que tuviera la
oportunidad de decirle que era el padre. Aunque, estaba bastante
segura de que ese barco había partido. O estaba mentalmente
desafiado o en shock. O yo me hallaba completamente perdida en el
hecho de que le gustaba gritar sobre bolas peludas y ser azotado.
A Gavin le gustaba hablar acerca de sus bolas todo el tiempo.
Puede ser hereditario…
—¿Quién eres tú? —susurró Carter, mirando directamente a Gavin
como si estuviera tratando de averiguar la raíz cuadrada de pi en su
cabeza.
—Soy Gavin Morgan, ¿quién rayos eres tú?
—¡GAVIN! —Lo regañamos todos, excepto Carter. Todavía se veía
como si fuera a vomitar
Mierda, no era así como lo imaginé. Sabía que después de todas
nuestras conversaciones y de lo mucho que había llegado a conocer a
Carter, esto iba a tener que aclararse pronto. Y había planeado decirle
hoy, facilitándoselo.
Después de que lo atiborrara con suficiente alcohol para ahogar
un caballo.
—Este es uno de los amigos de mamá, amigo —le dije a Gavin.
Por el momento “amigo” parecía mejor que “el padre que nunca
supiste que tenías” o “el chico que preñó a mamá”. Podía esperar hasta
que fuera un adolescente para marcarlo con esa información.
Gavin comenzó a aburrirse con la culpa de emoción en la
habitación, ya que todos más o menos sólo se quedaron parados allí y
esperando por la explosión en el cerebro de Carter. Gavin tenía la
capacidad de atención de un niño de dos años drogado con Trastorno
por Déficit de Atención por Hiperactividad. Comenzó a retocarse en mis
brazos así que lo bajé. Sostuve mi aliento mientras caminaba y se
paraba justo en frente de Carter con las manos en sus caderas.
—¿Eres un amido de mami? —preguntó.
Carter asintió con su boca abierta y sin ningún sonido. Estoy
bastante segura que él ni siquiera había escuchado a Gavin. Alguien
pudo haberle preguntado si le gustaba ver porno gay mientras pintaba
imágenes de gatitos y pudo haber asentido.
Antes de que alguien pudiera reaccionar, Gavin echó hacia atrás
uno de sus puñitos de furia y golpeó a la virilidad de Carter, que
inmediatamente se dobló por la cintura, apretando las manos entre sus
piernas y jadeando por respirar.
—¡Oh Dios mío! ¡Gavin! —grité, mientras me lancé sobre él, me
103 agaché y lo giré para que me mirara mientras mi papá y Liz se reían
como hienas detrás de mí.
—¿Que está mal contigo? No golpeamos a las personas. NUNCA
—lo regañé.
Mientras Carter trataba de respirar de nuevo, mi papá se las
arregló para parar de reír el tiempo suficiente para disculparse.
—Lo siento, Claire, eso es probablemente mi culpa. Dejé que
Gavin mirara “Fight Club” conmigo la noche pasada.
Soy la completa mortificación de Claire.
—Tus amidos te enfermaron la otra noche. Dijiste que él era tu
amido —explicó Gavin, como si lo hiciera con todo el sentido en el
mundo.
Eso sólo hizo que mi padre riera aún más fuerte.
—No estás ayudando, papá —gruñí entre dientes.
—No haces enfermar a mi mami, ¡pendejo idiota! —le gritó Gavin
a Carter, colocando los dos deditos arriba en sus ojos, y luego
apuntándolos directo a Carter justo como Liz lo había hecho antes.
—Jesucristo —jadeó Carter—. ¿Acaba de amenazarme?
—Jesutisto —repitió Gavin de nuevo.
Liz corrió sobre Gavin y luego lo recogió en sus brazos.
—Bien, hombrecito, ¿qué te parece si vamos con papá a pasear
y hablamos de palabras de personas grandes? —le preguntó mientras
caminaba hacia mi papá y lo agarró por el codo.
Me puse de pie y le lancé una mirada de agradecimiento. Sólo
sonrió y arrastró a mi papá por la puerta con Gavin hablándole al oído
de algo que vio en Bob Esponja.
Cuando Carter y yo por fin estuvimos solos, me atreví a mirarlo. No
parecía molesto. No parecía triste. Sólo se veía como si no tuviera ni
idea de donde estaba ni que día era. Nos quedamos mirando fijamente
durante varios minutos hasta que el silencio me empezó a molestar.
—¿Podrías decir algo por favor? —le rogué.
Hace apenas un momento se veía completamente feliz porque
finalmente descubriera quien era yo. Me sostuvo cerca e iba a
besarme. Ahora todo se arruinó y era mi culpa por no decirle antes.
Carter sacudió la cabeza como si estuviera tratando de aclararla.
—Eso era un niño —afirmó—. No me gustan los niños.
Me mordí la lengua. Seguía en shock. No podía echarlo a perder
con él porque dijo algo así. Demonios, ni siquiera me gustan los niños y
vivo con uno. Amo a mi hijo, pero eso no significa que me guste todo el
104 tiempo.
—Usé un condón. Sé que usé un condón —dijo en un tono
acusatorio, lanzándome una mirada de pánico.
Bien, hasta ahí llegó morderme la lengua. El placer que había
sentido antes cuando tenía su cuerpo presionado contra el mío y sus
labios en mi cuello, voló por la ventana.
—¿En serio? ¿De verdad puedes recordarlo? Porque estoy
bastante segura de que hasta hace unos veinte minutos no tenías ni
puta idea de quién era. Sin embargo tienes razón, usaste un condón. Te
lo pusiste en tres embestidas después que tomaras mi virginidad. Pero
déjame aclararte algo Einstein, no son cien por ciento efectivos,
especialmente cuando no se usan correctamente. —Echaba chispas.
—Me da arcadas cuando alguien vomita. Y no sé cómo cambiar
un pañal —dijo con horror.
—Carter, tiene cuatro. No usa pañales. Y no es Linda Blair de “El
Exorcista”. No anda vomitando todo el día —dije poniendo los ojos en
blanco.
—Mi salchicha duele. Necesito un trago —murmuró antes de
girarse y atravesar la puerta.
***
***
113
La próxima semana pasó rápidamente cuando no pensaba en
Carter, lo que era prácticamente cada segundo de cada día.
Está bien, así que supongo que en realidad pasó tan jodidamente
despacio que quería meter un tenedor oxidado en mi ojo. Quería hablar
con él y ver si estaba bien, pero cada vez que me decidía a tomar el
teléfono y marcar su número, lo dejaba otra vez. Independientemente
de la manera de mierda en que se enteró, ahora lo sabía. Si quería
saber toda la historia, si tuviera preguntas o inquietudes o simplemente
quería arrancarme la cabeza, la situación estaba en sus manos. Si
quería hablar, sabía dónde trabajaba y cómo encontrarme. Tal vez
estaba siendo terca, pero bueno. Era una chica y tenía todo el derecho
de pisotear y aguantar la respiración.
Manejé dos fiestas por Liz esta semana y tenía tres órdenes de
bandejas de galletas de las mujeres de allí, así que las cosas mejoraban
en ese aspecto. Además de las fiestas, me mantenía bastante
ocupada. Durante el día, horneaba y terminaba de preparar las cosas
en la tienda y en las noches, trabajaba como camarera y trataba de no
mirar la puerta cada vez que alguien entraba, esperando que fuera
Carter.
Para el jueves, había probado cada producto de la maleta
mágica de Liz y había decidido al diablo con los hombres. Iba a
casarme con Jack Rabbit. Íbamos a huir juntos y seríamos muy felices
haciendo pequeños bebés Jack Rabbit. Sin embargo a esa cosa le iba
a tener que crecer unos brazos y piernas. Después de algunos años de
estar casada con JR, no iba a poder caminar nunca más. JR tendría
que llevarme a Ciudad del Placer.
Me pasé todo el jueves en la cocina de la tienda, haciendo
papas fritas cubiertas de chocolate blanco y horneando galletas
Snickers Surprise para la fiesta que se celebraría la noche del sábado.
Sería la última fiesta que haría ya que la tienda abría la próxima
semana. Ahora que conocía todo el alboroto con estos juguetes
sexuales, me sentía un poco triste de ver que no iba a haber más fiestas.
Sin embargo, Liz me dijo que podía mantener mi maleta de diversión.
Le hice firmar una dispensa que indicaba que en caso de una
emergencia o la muerte de Claire Donna Morgan, estaba obligada a
retirar la maleta de las instalaciones a los quince minutos de dicha
emergencia y/o muerte. Siempre era una buena idea tener un plan
como este. Dios no permita que tu papá o tu abuela llegaran a la
escena primero y encontraran tu escondite. Simplemente no puedes
permitir que eso suceda. También probablemente es una buena idea
hacerlos eliminar el historial de Internet. En realidad, nadie tiene que
preguntarse por qué googleaste “tortuga teniendo un orgasmo” u
observabas muy de cerca la subasta de EBay de una vela de Jesús con
un pene.
114
No me juzgues. Google es mi enemigo después de unas copas de
vino.
Estaba bajo las mismas obligaciones contractuales para llegar a la
casa de Liz y Jim y borrar el historial de navegación de su computadora
dentro de quince minutos y eliminar cualquiera y todas las películas
pornográficas en su mesita de noche, en su cama, en el estante superior
de su armario, guardadas en su DVR, empaquetadas en la tercera caja
de la izquierda en el garaje y en el armario de la cocina, donde están
las tablas de cortar.
No estoy bromeando. Ella me hizo una lista.
Mientras mojaba una patata frita en el gran tazón plateado de
chocolate blanco derretido, me asomé a la parte delantera de la
tienda y sonreí. Gavin se encontraba acostado sobre su estómago junto
a las ventanas coloreando un dibujo. Cuando caminé por ahí hace un
rato, lo cubrió y me dijo que no se me permitía verlo. Sostuve la patata
sobre el tazón para que el exceso de chocolate se escurriera y luego la
dejé sobre la bandeja de papel de cera junto a mí justo cuando oí
abrirse la puerta que comunicaba mi tienda y la de Liz.
—Podrías simplemente girar a la derecha de nuevo y volver a tu
lado. Por última vez, no voy a decirte en una escala del uno a “santa
mierda” lo bueno que fue mi orgasmo anoche con el vibrador de
mariposa.
—Bueno, eso es una mierda. ¿Puedo ver al menos la próxima vez?
Mi cabeza se alzó y mi boca se abrió al escuchar la voz barítono
de Carter.
¿Por qué mierda estoy siempre hablando de mi culo cerca suyo?
Y por qué diablos está de pie allí, viéndose tan malditamente caliente
que quiero montar su rostro.
—Eh, estás goteando —dijo.
—Lo sé —murmuré, mirando fijamente sus labios.
Se rió y parpadeé de nuevo a la realidad cuando señaló el tazón.
—Me refiero a que el recipiente está inclinado. El chocolate está
goteando fuera.
Mi cabeza voló abajo y murmuré blasfemias mientras enderezaba
el cuenco y usaba los dedos para limpiar las gotas del borde del
recipiente y el mostrador.
Carter se acercó para pararse a mi lado y tal como en nuestros
últimos encuentros, su estrecha proximidad aceleró mi pulso.
—Lamento acercarme sigilosamente a ti. Liz me atrapó cuando
salía de mi coche y me arrastró a su lado, así podría darme una paliza
—explicó mientras me concentraba en limpiar el chocolate y trataba
de ignorar el calor de su cuerpo—. Espero que no te importe que me
115 presentara así. Me siento como un idiota por haberme tomado todo
este tiempo para hablarte.
Me quedé como una imbécil, tratando de no tocar nada porque
mis dedos estaban llenos de chocolate. Volví la cabeza hacia un lado y
encontré su cara a centímetros de la mía. Vi la sinceridad en sus ojos, y
sabía que nunca podría estar enojada con él por esto.
—Está bien, créeme. He tenido un montón de tiempo para
acostumbrarme a la idea. Siento que esto te haya surgido así de
repente. Te juro que tenía toda la intención de contarte. No quiero que
pienses que te lo oculte intencionadamente. Planeé decírtelo desde el
principio. Sólo trataba de averiguar cómo. Y entonces todo estalló antes
de que pudiera hacer nada al respecto —le expliqué.
Me di cuenta en ese momento que no quería que se enojara
conmigo. Quería más que nada que fuera capaz de manejar esto y
quedarse. Pasar la última semana yendo a dormir sin oír su voz fue triste
y deprimente. Tenerlo aquí en este momento me hizo darme cuenta de
lo mucho que lo extrañaba.
—Supongo que tenemos un montón de cosas de que hablar. No
tienes idea de cuántas preguntas se arremolinan en mi cabeza en este
momento —dijo.
Asentí y antes de que pudiera decir nada, cambió de tema.
—Pero por ahora, estoy en una cocina con una hermosa mujer
que tiene chocolate derretido en todos sus dedos —dijo con una
sonrisa.
Antes de que pudiera agarrar una toalla, se acercó y envolvió su
mano alrededor de una de mis muñecas y jaló mi mano hacia él.
Contuve la respiración cuando abrió la boca y deslizó mi índice cubierto
de chocolate en su boca. La yema de mi dedo se deslizó por la
aspereza de su lengua cuando chupó todo el chocolate mientras
lentamente sacaba el dedo a través de sus labios cálidos y húmedos.
¡Cóbrese, por favor!
—¡Mami, ya terminé de colorear mi dibujo!
El grito emocionado y el golpeteo de los pasos de Gavin mientras
entraba a la cocina, echaron un balde de agua fría por toda mi vagina.
Por una vez, me alegraba tener un “aguafiestas incorporado” en la
forma de un niño de cuatro años de edad. Me encontraba a una
chupada de dedo de distancia de tirar a Carter en el suelo y mostrarle
que era muy flexible.
Limpiándome rápidamente las manos en el delantal que llevaba,
me aparté de Carter y me agaché al nivel de mi hijo.
—¿Puedo ver tu dibujo ahora?
***
5
En español: Reglas y avisos para la organización del Pong.
13
Muslos temblando
Traducido por Melusanti, Mel Cipriano & Moni
Corregido por Alaska Young
123
Por el siguiente par de horas, miré el culo de Claire… eh, quiero
decir, la observé trabajar y conversé con ella cuando tenía unos
segundos.
También me convertí en un orgulloso miembro del equipo
P.O.R.N.O cuando me las arreglé para tirar una pelota de ping pong
que rebotó en la cabeza de T.J. y golpeó a Claire en las tetas. Se habló
de hacerme el capitán del equipo después de eso. Claire me dijo que
sabía muy bien cómo manejar mis bolas, y comencé a preguntarme si
me convertía en más que un pequeño pervertido por el hecho de que
me encendí cuando dijo “bolas”.
Me pregunto, ¿qué haría falta para que diga “polla”?
En ese momento T.J. caminaba por ahí, desatando su delantal y
guardándolo debajo de la barra. Probablemente debería haber sentido
un poco de celos por el hecho de que era un hombre bien parecido y
llegaba a estar muy cerca de Claire todo el tiempo, pero verlos
interactuar sólo me hizo reír. Eran como hermanos con la manera en
que se empujaban, lanzaban insultos de ida y vuelta, y parloteaban con
cualquiera que quisiera escucharlos. Como resultado de ello, decidí que
me gustaba T.J. y no tenía que matarlo.
—Oye, T.J., hazme un favor. Consigue que Claire diga “polla” y te
daré veinte dólares.
—Trato —dijo automáticamente antes de alejarse de mí.
Todos los clientes se habían ido, Claire acababa de girar el cartel
de “cerrado” y estaba en el proceso de regresar de la puerta principal.
—Oye, Claire, ¿recuerdas cuándo vino un tipo aquí hace unos
meses, golpeó tu culo y te llamó “Linda Claire”? ¿Cómo fue que lo
llamaste?
—Un chupa pollas —respondió distraídamente mientras llegaba
detrás de la barra y comenzaba a organizar las botellas.
Con una sonrisa soñadora en mi cara, deslicé un billete de veinte
a través de la barra hacia T.J. y él se alejó. Esta iba a ser una hermosa
amistad. Si él pudiera conseguir que llegara a decir “fóllame duro,
Carter” podría comprarle un pony.
T.J. se despidió y salió por la puerta mientras Claire terminó de
incorporarse. Después de unos minutos, dobló la esquina de la barra y se
sentó en un taburete a mi lado.
—Te ves cansada —le dije mientras ella descansaba su barbilla en
la mano y dejaba escapar un suspiro.
—¿Es una linda manera de decirme que me veo como una
mierda? —bromeó.
—Por supuesto que no. Si lucieras como la mierda, te lo diría.
124 También te diría si los vaqueros que usas hacen que tu culo se vea
grande, si algo que cocinaste sabía cómo si viniera de la suela de mi
zapato o si una broma que hiciste no era divertida en absoluto.
—Guau, eso es muy amable de tu parte —dijo con una risa.
—Es lo que hago.
Nos sentamos allí durante varios minutos, mirándonos. Nada de
esto parecía real todavía. No podía creer que estuviera aquí sentada
frente a mí. No podía creer que todavía era tan notable, divertida y
hermosa, y no podía creer que tuviera un hijo. Mi hijo.
—De alguna manera me sorprendes, ¿lo sabías? —le dije,
rompiendo el silencio.
Vi el rubor iluminar sus mejillas y miró hacia otro lado, con la
mirada fija en una servilleta para bebida que comenzó a triturar.
—No soy tan buena, créeme.
Sacudí la cabeza con incredulidad de como claramente no se
veía a sí misma muy bien.
—¿Estás bromeando? Te enganchaste con un perdedor total en
la noche de una fiesta universitaria, quedaste embarazada, tuviste que
renunciar a tus sueños y abandonar la escuela, trabajaste hasta tu culo,
criaste a un niño increíble y ahora vas a abrir tu propio negocio. Si eso
no es increíble, no sé lo que lo es.
Siguió rasgando la servilleta a un ritmo aún más rápido, mientras
yo continuaba.
—Eres fuerte, segura, hermosa y haces que todo parezca tan
condenadamente fácil. Estoy muy agradecido de haberte encontrado
de nuevo. Siempre estaré en deuda contigo por el cuidado de… de
nuestro hijo. Has hecho un trabajo increíble con él y eres tan generosa
que estoy atemorizado.
Uf, lo dije. Mi hijo. Gavin es mi hijo. Por raro que parezca, no me
dan ganas de arrojarme en un clavo oxidado.
Sin embargo, ella todavía no me miraba, y comenzaba a
ponerme nervioso. Me sentí muy mal por la servilleta para bebida que
ahora parecía un pequeño montón de nieve. Me acerqué y puse mi
mano sobre la suya para hacer que parara de juguetear con el
desorden.
—Oye, ¿qué está mal? —le pregunté.
Por fin volvió el rostro hacia el mío y no voy a mentir, me asusté
mucho al ver lágrimas en sus ojos. No quería hacerla llorar. En absoluto.
Si me pedía ponerme en el fuego ahora mismo, lo haría para no tener
que verla llorar.
125 —Gavin es maravilloso. Es inteligente y perfecto, es gracioso y es
el mejor niño del mundo. Tiene sus momentos, pero está muy bien
educado y es simplemente perfecto. ¡Perfecto! Cada persona que lo
conoce, lo adora y a cada segundo amo ser su madre… —se fue
apagando.
Sabía que recubría de azúcar las cosas. Si decía la palabra
“perfecto” una vez más iba a empezar a llorar yo. No quería la versión
suavizada. Quería saber todo, todo lo que me perdí. Lo bueno, lo malo y
lo feo. Su pie golpeaba nerviosamente el peldaño del taburete de la
barra, y se veía como si estuviera a punto de explotar. Sabía que con
todo lo que pasaba en este momento, tenía que estar bajo mucho
estrés. Era una madre soltera con un montón en el plato y sabía a
ciencia cierta que Gavin no era impecable. ¿Qué niño lo era? Pero ella
definitivamente quería que lo creyera. ¿De verdad le asustaba que
cambiara de opinión si conocía los horrores de ser padre? Siempre
había querido tener hijos algún día. Era uno de los mayores problemas
entre Tasha y yo. Sabía que no era todo arco iris y gatitos. Sabía que
podía absorberte la vida y hacerte perder la cordura.
—Está bien si quieres quejarte. Sólo puedo imaginar cuán difícil es
para ti.
—Amo a Gavin —repitió con convicción.
Me reí un poco de cómo se veía entrando en pánico.
—Nadie lo cuestiona. Pero no tienes que actuar como si tuvieras
todo bajo control el cien por ciento de las veces. No voy a pensar mal
de ti o Gavin si necesitas desahogarte, créeme. Quiero saberlo todo. No
mentí cuando te lo dije.
Ella se ablandó un poco. La servilleta finalmente quedó libre de su
abuso y su pie ya no golpeaba locamente. Sin embargo, todavía me
miraba con cautela. Sabía de una manera que podría conseguir que se
calmara y se abriera. Me puse de pie y me incliné sobre la parte superior
de la barra, estirando los brazos lo más lejos que pude, y envolviendo mi
mano alrededor de lo que necesitaba.
Me senté, agarré un vaso que descansaba boca abajo sobre la
barra y lo llené con Three Olive Vodka de uva, que ahora sabía que era
su favorito. Dejé la botella en la barra y la deslicé fuera del camino.
—Sé sincera —le dije mientras empujaba el vaso frente a ella.
Se mordió el labio, miró el vaso y luego a mí. Era como un libro
abierto y pude ver todas las emociones conflictivas mientras corrían por
su rostro hasta que finalmente lo dejó ir.
—¡AmoaGavinhastalamuerteperomevuelvemalditamenteloca! —
dijo lo más rápido que pudo y cerró la boca de inmediato.
***
Oh Dios mío. Oh santa mierda.
Era una maldita cobarde. Huí de él tan rápido como pude y
ahora me encontraba en el cuarto de almacenamiento pretendiendo
guardar la cerveza.
Probaría tu piel y hundiría mi cara entre tus piernas y haría que te
vinieras tan fuerte que olvidarías tu nombre.
Jesucristo en una galleta. No tenía experiencia con esta mierda.
Quería montarme a su pierna tan pronto como esas palabras salieron
de su boca. Claramente no las quería decir en voz alta, teniendo la
expresión de sorpresa en su rostro.
134
14
Capitán Narcolepsia
Traducido por Moni, Andreani & Lunnanotte
Corregido por Sofía Belikov
135
—Entonces, lo que me dices es que nuestra pequeña Claire tiene
un coño limpio, una vagina asiática, una cartera lisa para tu salchicha,
un coño sin pelo —gritó Drew sobre el ruido de la línea de montaje.
—Guau, estoy arrepentido de haberte dicho algo sobre anoche
—le grité.
Alcancé sobre mí el taladro hidráulico conectado al equipo de
perforación en el techo y lo tiré para sujetar la puerta del auto al cuerpo
del vehículo. Tenía tres minutos antes de que el siguiente auto bajara a
la línea y tener que lidiar con Drew siendo un idiota, iba a hacerme
arruinar todo y forzar la línea a cerrarse.
Eso y el hecho de que no podía dejar de pensar en lo que había
pasado con Claire y yo anoche en el cuarto detrás de la barra. Dulce
Jesús, era hermosa cuando se vino. Y los pequeños sonidos que hacía…
mierda, sólo pensar en ellos hacían que Carter Junior se levantara y
comenzara a rogar por ella. Espero que no piense que las cosas iban
muy rápido porque de verdad quería una repetición. Y ni siquiera me
importaba no venirme. Mirarla y sentirla venirse en mis manos era
suficiente satisfacción para mí.
—Amigo, sabes que tu secreto está a salvo conmigo. Nunca le
diré a un alma que llegaste a tercera base con la mami de tu bebé
anoche y que Chewbacca no vive en su ropa interior. Al menos ya no
tengo que preocuparme por ti.
Apagué el taladro y miré a través del auto a Drew, que montaba
la manija de la puerta delantera.
—¿Por qué estabas preocupado por mí?
—Ah, hermano, vamos. Estaban a un paso de enjabonar tu pene
con ganache6 de chocolate y tratar de darte una mamada —dijo.
—¿Acabas de decir ganache?
***
147
—Las cadenas y los látigos me excitan... v-v-v-vamos, vamos… S-S-
S-S-M-M-M…
—Gavin Allen Morgan, si no dejas de cantar esa canción te voy a
poner en la acera para que los recolectores de basura te recojan —le
grité por décima vez hoy, mientras terminaba de limpiar la cocina
después del almuerzo.
—Eso es aburrido —murmuró Gavin antes de pisotear hacia su
cuarto.
—Hablando de basura, ¿cuándo va a estar aquí este tipo,
Christy? —preguntó papá desde su asiento en la mesa de la cocina.
¿Por qué todo el mundo hoy se decidió a ponerme nerviosa?
—Es CARTER, papá. Deja de ser un idiota. Estará aquí cuando
despierte.
Mi papá hizo una producción de mirar hacia abajo, a su muñeca,
donde no había ni siquiera un reloj.
—Son las 12:48. ¿Qué clase de vago es este tipo?
Tiré el repasador en la mesa y me volví para darle a mi padre una
mirada asesina.
—Trabaja de noche, papá. Ya hemos hablado de esto. Un
comentario más viniendo de ti y voy a cambiar tu estado de Facebook
a “Me encanta el pene”.
Me acerqué a la nevera para agregar algunas cosas a mi lista de
compras que colgaba del congelador, y traté de no mirar el reloj.
Definitivamente me sentía ansiosa por ver a Carter.
Me encontraba hasta los ojos de cosas para la gran inauguración,
y Carter trabajaba muchas horas extras, así que no lo había visto desde
la cena de la semana anterior. Pero hablábamos por teléfono, y
también llamó un par de veces sólo para hablar con Gavin, lo que
totalmente hizo que mi corazón se derritiera.
Pensar en nuestro tiempo en la despensa me hizo ganar crédito
extra en la tarea de Liz sobre hacer mi camino a través de la maleta de
productos “quién necesita a un hombre”, por segunda vez. Liz tuvo un
gran nudo en la garganta cuando se lo dije por teléfono. Fue un
momento hermoso para las dos.
Esta noche trabajaba en el bar, así que Carter me iba a llevar
hasta allí. Llamé a Liz y le dije que ella y Jim deberían ir, así Carter no se
aburriría.
—Creo que tal vez voy a esconderme detrás del sofá y saltar
cuando él llegue aquí. Poner todo el temor de George sobre él —dijo mi
padre con un gesto de cabeza.
—No es gracioso. ¿Y no querrás decir el “temor de Dios”?
148 Se encogió de hombros. —Es lo mismo.
Dios dijo: “Hágase la luz” y George Morgan accionó el interruptor.
Aquello era lo más que mi padre había hablado de Carter desde
que se conocieron. Por supuesto, no era muy halagador, pero bueno,
era un progreso. Por lo menos, reconocía su existencia y no pensaba en
nuevas maneras de matarlo. Papá había estado bajando el alfabeto
desde hace una semana y finalmente se detuvo en la letra S.
Muerte por asfixia7 con una cesta de compras, en caso de que se
lo pregunten.
El timbre sonó y me apresuré a contestar. Me limpié las manos en
la parte delantera de mis pantalones vaqueros, me alisé el cabello y me
incliné hacia adelante para alcanzar el frente de mi camisa con la
mano, y tirar de cada una de mis niñas hasta que su excelente calidad
estuviera en plena exhibición. Me levanté de nuevo, respirando hondo,
y abrí la puerta. El corazón me dio un vuelco cuando vi a Carter de pie
allí.
—Sabes que hay ventanas en ambos lados de la puerta, ¿cierto?
¿Y que tus cortinas dejan ver todo? —dijo Carter con una sonrisa.
¿Por qué? ¿POR QUE? ¡Por el amor de Dios!
—Te daría mi sueldo completo de un mes si te agacharas delante
de mí y ahuecaras tus pechos otra vez —dijo al tiempo que entrábamos
por la puerta y la cerraba detrás de él.
Cerré los ojos, totalmente preparada para estar mortificada y no
hacer contacto visual, pero antes de que pudiera desear un gigantesco
agujero en el suelo que me tragara, los labios de Carter se hallaban en
los míos. Deslizó el brazo alrededor de mi cintura y me levantó contra él,
ahuecando mi mejilla con su mano mientras deslizaba su lengua más
allá de mis labios y la introducía lentamente en mi boca. Podía besar a
7Asfixia, en inglés „suffocation‟. Por eso es que dice que se detuvo en la letra S.
ese hombre por días, y nunca tener suficiente. Sus labios se movían
contra los míos, suaves y sensualmente, mientras su mano se deslizaba
por mi mejilla, mi cuello y se detenía sobre la piel desnuda justo encima
de mi corazón. Quería empujar su mano dentro de mi sujetador. Mis
puños se aferraron a la parte delantera de su camisa y se me escapó un
gemido cuando su mano avanzó sólo un poco más abajo. Si mi boca
no hubiera estado fusionada con la suya, podría haberle preguntado si
había dicho esa última parte en voz alta. O tal vez él podía leer mi
mente.
Toca mis pechos. Hazlo. El poder de mi mente te lo ordena.
Su mano detuvo su descenso y quise gritar. Su lengua continuó
deslizándose contra la mía, muy lentamente y me hubiera gustado tener
una de esas banderas verdes de las carreras de NASCAR. Hubiera
149
sacudido esa cosa por todas partes. La hubiera sacudido en el aire
como si simplemente no me importara.
¡Carter, arranca el motor! Se te ha entregado la bandera verde.
Todos los sistemas listos. Pisa el acelerador y deja que tu mano agarre
ese pecho.
—Si tocas las tetas de mi hija mientras estoy parado aquí, voy a
tener que poner caramelo en tu tráquea hasta que mueras.
Carter y yo nos separamos tan rápido que podrías haber pensado
que éramos adolescentes que acababan de ser atrapados teniendo
relaciones sexuales, en lugar de dos adultos maduros que tenían un hijo.
—¿Tu padre acaba de decirme que iba a ahogarme con
caramelo? —susurró Carter.
—Sí. Está en la letra C. Compórtate o veo un paraguas en tu
trasero en el futuro —susurré de regreso.
Mi padre se acercó a nosotros y miró a Carter de arriba a abajo.
—¿Tienes algún tatuaje, hijo?
Carter me miró con confusión y me encogí de hombros. Nunca se
sabía lo que iba a salir de la boca de mi padre.
—Uh, no. No, señor. No tengo —respondió Carter.
—¿Tienes una motocicleta?
—Bueno, tengo una bicicleta de montaña muy bonita que aún
está en almacenamiento, porque no he tenido tiempo de sacar una…
—Motocicleta, Cathy —interrumpió mi padre con un suspiro de
fastidio—. ¿Tienes una motocicleta?
Carter negó con la cabeza. —No, y mi nombre es Cart…
—¿Alguna vez has sido arrestado o estado en una pelea de bar?
—lo interrumpió una vez más.
—No, nunca he sido arrestado o me he metido en algún tipo de
pelea, señor Morgan —dijo Carter con una sonrisa confiada.
Mi padre se inclinó hacia mí.
—Claire, ¿estás segura de que este chico no es gay? —me susurró.
—¡Jesús, papá! No, no es gay —le grité en respuesta.
—Oiga… —dijo Carter, insultado por la pregunta de mi padre.
Mi padre se volvió hacia Carter y suspiró.
—Está bien, puedes salir con mi hija y conocer a su hijo. Pero si la
embarazas de nuevo…
—¡PAPÁ!
150 Mi padre me miró con las manos en sus caderas, el humo
prácticamente saliendo de mis orejas y luego continuó con su
advertencia como si yo no estuviera allí.
—… Voy a rastrear la faz de la tierra, cazarte como a un perro y
dejar su malhumorado culo fuera de tu puerta. No voy a tratar con otros
nueve meses de la Señorita Pantalones Molestos.
Oh, por el amor de Dios.
Miré hacia atrás y hacia adelante entre ellos mientras se miraban.
Carter asintió y le tendió la mano a mi padre, temblando.
—Trato —dijo Carter mientras se estrechaban las manos.
Maravilloso. Una gran, feliz y loca familia.
Justo en ese momento, Gavin voló a través de la sala de estar,
sosteniendo algo por encima de su cabeza.
—¡Carter! ¡Mira la nueva espada que tengo!
¡Dios santo!
Mi hijo entró corriendo a la habitación con mi Jack Rabbit sobre su
cabeza como si fuera un gladiador a punto de entrar en batalla. Un
gladiador con una “espada” color púrpura que tenía cinco
velocidades.
—Oooh, ¿qué hace este botón? —preguntó Gavin, deteniéndose
y apretando el botón que hacía que el remolino de perlas girara.
Volé hacia él y traté de arrebatarlo de su mano, pero no la soltó.
Frenéticamente, presioné todos los botones para conseguir que se
detuviera mientras jugaba al tira y afloja con Gavin. De repente golpeé
uno de los botones que cambió a velocidad “encorvar” e hizo que la
parte superior comenzara a girar y vibrar tan duro que los brazos de
Gavin se sacudieron.
—Mmmmmaaaammmáaaaa essss-tooo haccccee cosssquillassss.
Joder. ¿Cuándo este chico comenzó a ser tan fuerte?
—Gavin, ya basta. Esto no es un juguete —le dije con los dientes
apretados.
Jugaba un tira y afloja con un pene de goma y mi hijo. ¡Eso no
está bien, gente!
—Sí que es un juguete. ¿Por qué consigues todos los buenos
juguetes? —Gavin resopló mientras ponía todo su peso para tirar la cosa
de mi mano, y me tambaleé hacia delante.
—No, en serio chicos, no se preocupen. Lo tengo bajo control —
dije sarcásticamente a mi padre y Carter. Se encontraban de pie
hombro con hombro, a pocos metros de distancia, viendo el
espectáculo. Se miraron el uno al otro y se echaron a reír.
151
Por supuesto. AHORA están unidos, cuando trataba de luchar con
un juguete sexual en las manos de mi hijo.
—¡Gavin, suéltalo AHORA! —le grité.
—Es mejor hacer lo que dice tu madre, Gavin. Se pone de mal
humor cuando no puede jugar con su juguete —se rió mi papá.
Carter se echó a reír junto con él hasta que le lancé una mirada
que claramente decía: “Si no cierras la maldita boca y me ayudas,
nunca te dejaré entrar en mis pantalones de nuevo”.
Su boca se cerró rápidamente y finalmente se movió.
—Oye, Gavin, tengo algo para ti en el porche delantero. Y es un
juguete mucho mejor que el de tu madre. ¿Por qué no sales corriendo a
buscarlo? —sugirió Carter.
Gavin soltó el vibrador sin decir una palabra y salió corriendo por
la puerta principal.
—Eres muy afortunado de haberme ayudado cuando lo hiciste, o
habría habido consecuencias graves —le dije a Carter con enojo.
Obviamente, él no entendía la gravedad de la situación, ya que
ahora se reía mucho más. Mi papá se limpiaba las lágrimas de sus ojos.
Entonces miré y me di cuenta de que había estado pronunciando mi
punto, agitando el vibrador en el rostro de Carter.
Rápidamente bajé el brazo, abrí uno de los cajones del extremo
de la mesa, y empujé la maldita cosa en el interior, justo cuando Gavin
volvía corriendo a la casa con una pistola de juguete, un sombrero
vaquero y la insignia de sheriff pegada a su camisa.
—Chicos malos, chicos malos, ¿qué van a hacer, que van a hacer
cuando corte su salchicha? —cantó Gavin mientras apuntaba con su
arma a objetos al azar.
—Guau, los policías se han vuelto muy duros últimamente —
murmuró Carter.
***
***
159
Mi turno terminó un par de horas después de eso y necesitaba
desesperadamente una copa después de los acontecimientos de esta
noche. Tiré mi delantal detrás de la barra y todo el mundo se mudó a
una gran mesa para que pudiéramos sentarnos juntos. Después de
sentarnos, Carter nos dijo lo que sucedió afuera. Tasha afirmó que
cometió un gran error y que quería volver con Carter. Él se rió en su cara
y le dijo que llevara su cachonda e infestada vagina de regreso a
Toledo. También le informó que siempre me había querido, incluso
cuando estaba con ella, y ahora que me encontró, nunca me dejaría ir.
Aplausos.
Perdí la cuenta de cuántas bebidas consumí el resto de la noche.
Cada vez que ponía mi vaso vacío, se rellenaba por arte de magia.
Creo que Carter sabía que me estresé por la situación de Tasha y quería
que me relajara y tuviera una buena noche.
O quería emborracharme y aprovecharse de mí.
Mis pechos empezaron a saltar arriba y abajo, aplaudiendo y
gritando—: ¡Sí, por favor!
Seguí mirando hacia la puerta, esperando a que regresara Tasha.
Después de un tiempo, sin embargo, no sabía por qué puerta iba a
venir, ya que había al menos treinta cuando miré en esa dirección.
Miré hacia abajo en mi vaso, tratando de contar los cubos de
hielo y perdí la pista después de una.
Vaya, ¿qué pusieron en este vodka?
Carter se me quedó mirando, sonriendo y me llevó a horcajadas a
su regazo. Tenía muchas ganas de hacer algún tipo de movimiento,
pero no sabía nada acerca de esa mierda. Tenía la mano en su muslo y
la moví lentamente hacia arriba. Me detuve a pocos centímetros por
debajo de la protuberancia que no podía dejar de mirar. Quería frotar
mi vagina sobre esa mierda.
Sí, era consciente de que estaba sentada, en una mesa llena de
gente, con la mirada fija en el regazo de Carter como si fuera un oasis
en el desierto y no hubiera tenido un trago de agua en meses.
Pensé en cosas que podría susurrarle al oído que podrían
encenderlo.
—Deberíamos tener sexo.
Carter se rió y me besó en la mejilla.
—Pensé en voz alta ¿no?
—Sí, definitivamente pensaste en voz alta —dijo con una sonrisa.
Me aparté de él y agarré el brazo de Liz, llevándola conmigo.
—Vuelvo enseguida —murmuré a la mesa en general.
160
Saqué a Liz del bar, a unos tres metros de distancia de la mesa.
—No sé cómo sexo —me quejé.
—Uhm, ¿qué? —preguntó Liz.
—Quiero decir, sexy. No sé cómo sexy.
Liz se rió.
—¿Quieres decir que no sabes cómo ser sexy?
Me limité a asentir. Liz me tenía. Mi mejor amiga era la mejor de
todas. Ella era tan bonita, agradable y bonita.
—Cariño, lo estás haciendo muy bien. En caso de que no lo hayas
notado, Carter no ha sido capaz de apartar las manos de ti en toda la
noche. Y no pudiste verlo, pero cuando pusiste tu mano en su pierna, él
sólo tragó saliva con fuerza y mantuvo la mirada perdida en el espacio,
como si estuviera intentando no correrse en sus pantalones.
Empecé a entrar en pánico. Lo que era probablemente debido al
alcohol, pero ¿y qué? No sé nada acerca de seducir a un hombre. Iba
a hacer el ridículo.
—¿Estás seriamente asustada de esto? —preguntó Liz, todo rastro
de humor desapareciendo de su rostro cuando vio lo preocupada que
estaba.
—Siento que voy a vomitar. Estoy muy nerviosa.
Liz suspiró. —Claire, eres una perra caliente. Podrías estar allí y no
hacer nada y todavía tendría esa protuberancia en su entrepierna. Sólo
necesitas un poco de confianza. Repite conmigo: Soy una zorra muy
sucia.
Liz se quedó con las manos en las caderas, esperando a que lo
repitiera. Volví a mirar nerviosamente a Carter, pero se encontraba en
una profunda conversación con Drew.
—Esto es ridículo —me quejé.
—Lo que es ridículo es que no creas que puedes ser caliente. ¿De
verdad piensas que me gustaría ser tu amiga si pensara que no eras una
puta sucia que está al acecho en alguna parte? Dame un poco de
crédito, por favor. Eres la señorita por excelencia en las calles y una loca
en las sábanas.
—Tienes que dejar de citar el diccionario urbano —le dije.
Carter probablemente había estado con muchas mujeres.
Mujeres que podrían chupar una pelota de golf a través de una
manguera de jardín y bailar en un poste. Liz tenía buenas intenciones,
pero no sabía si podía sacar esto adelante.
—Estás empezando a molestarme. Así que di: soy una zorra muy
sucia.
161 Puse los ojos. Podía hacer lo que dijera o nunca iba a dejarlo
pasar.
—Soy una zorra sucia —murmuré en voz baja.
Bueno, se sentía un poco de bien decirlo en voz alta. Tal vez Liz
tenía razón.
—Vamos chica mala, puedes hacer algo mejor que eso. Hazlo de
nuevo, y pon tu vagina en ello —animó Liz.
Tomé una respiración profunda y lo dije un poco más fuerte.
Gracias a Dios había música sonando y gente hablando.
—Guau, ¿has visto eso? —preguntó Liz—. El palo de Carter se
marchitó y murió. Tienes que chupar eso, y no en el buen sentido. ¡Otra
vez!
Apreté los puños a mis costados y mi respiración se aceleró. Podría
ser una zorra sucia, podría ser más sucia que una prostituta en una orgía.
Bueno, tal vez no tan sucia.
Tomé una gran bocanada de aire y solté todos mis nervios, toda
mi ansiedad y todos mis miedos irracionales con una sola frase.
—¡SOY UNA ZORRA MUY SUCIA!
Por desgracia, la máquina de discos decidió cambiar a una
nueva canción en ese momento, por lo que el nivel de decibeles de la
barra se había reducido considerablemente. Estaba demasiado
ocupada en mi facultad de zorra para darme cuenta. Era una lástima
para mí que nadie más se hubiera preocupado de nada más que de mi
grito de confirmación.
Todo el mundo comenzó a vitorear y aplaudir de inmediato. Hubo
algunos chiflidos y silbidos y una persona demasiado celosa, que gritó—:
¡Guarda los tambores, zorra sucia!
Todo el mundo se sentía tan mal por mí que me enviaron bebidas
gratis durante la próxima hora. Y no podía ser grosera. Tuve que
tomarlas todas. Razón por la cual Carter ahora me ayudaba a entrar en
mi casa porque mis pies no querían cooperar y ¡oh mira, pizza!
Tropecé lejos de Carter y abrí la caja de cartón que mi padre dejó
sobre el mostrador, y me metí toda una pieza en la boca.
—Mfmmff, taaaan jodidamente bueno —murmuré entre
mordidas.
Carter se puso detrás de mí, sosteniendo mis caderas para
mantener el equilibrio mientras yo devoraba dos trozos más y bebía dos
vasos de agua.
—Joder, esta pizza es como… jodidamente buena —le dije,
limpiándome las manos grasientas en una toalla al lado de la caja.
163 —Sólo quería ser una zorra para gustarte, no quería que tu pene
estuviese decepcionado y Cara de Vagina va a darme una paliza
porque le dije que su vagina era un coche payaso.
Carter se rió de mis divagaciones, se agachó y me cogió en
brazos al estilo nupcial. Caminó por el pasillo hacia mi cuarto, y puso mi
cabeza en su pecho.
—En primer lugar, nunca dejaré que Tasha te dé una paliza, así
que ni siquiera pienses en eso —me aseguró y me puso suavemente
sobre mi cama. Agarró un par de pañuelos de mi mesita de noche y me
los entregó, se puso de rodillas al lado de mi cama.
—En segundo lugar —dijo en voz baja cuando me soné la nariz
mientras él levantaba las cobijas para que pudiera meterme debajo—.
No tienes que hacer nada para ser sucia o sexy. Ya eres todas esas
cosas con sólo respirar. Estoy en un constante estado de calentura
cuando estoy cerca de ti o cuando pienso en ti. No quiero que estés
nerviosa o preocupada con algo relacionado conmigo y sexo. Eres todo
lo que siempre he querido, Claire. Nunca dudes de eso.
Me hubiese gustado no estar borracha. Pondría su pene en mi
boca ahora.
Carter gimió y estaba demasiado borracha para preocuparme
de lo que acababa de decir en voz alta. Me acurruqué en las cobijas.
—Si sigues diciendo cosas así, voy romper la regla que me puse a
cuando te volví a encontrar —dijo Carter con un movimiento de cabeza
mientras ponía las cobijas sobre mis hombros y me alisaba el pelo fuera
de mi mejilla.
—¿Qué regla? —susurré, incapaz de mantener los ojos abiertos
por más tiempo.
Carter se inclinó hacia adelante y puso los labios en mi oído.
—La regla de que la próxima vez que esté dentro de ti, recordarás
y disfrutarás cada segundo.
Quería decirle que era muy arrogante pero sólo me hizo pensar en
pollas y me pregunté por qué a los gallos machos le llamaban pollos.
Me desmayé cantando “They come to snuff the rooster” de Alice
in Chains.
164
16
Se llaman pezones
Traducido por Karlamirandar & Mitzi.C
Corregido por Juli
165
El cuerpo de Claire se deslizó hacia abajo frente a mí y se puso de
rodillas, desabotonando mis jeans en un movimiento rápido. El sonido
del cierre, deslizándose hacia abajo, llenó el cuarto en silencio. Bajé la
mirada hacia ella estando en sus rodillas y traté de forzarme para no
agarrar su cabello rudamente y empujarla hacia donde la quería. Sus
suaves y delicadas manos alcanzaron el interior de mi pantalón y sacó
mi erección, sosteniéndola firmemente con sus labios llenos. Me dio un
vistazo a través de sus parpados caídos y sonrió antes de zambullir su
cálida y húmeda boca en mí. Absorbió todo el largo e hizo rotar su
lengua una y otra vez. Ahuecó sus mejillas, succionando tan fuerte
como podía mientras movía su boja arriba y abajo. La punta tocó su
garganta con cada succión causando que gimiera ruidosamente. Su
mano bombeó rápidamente arriba y abajo por mi longitud, justo debajo
de su boca y podía sentir mis bolas endurecerse con la fuerza de mi
liberación. Pasó su lengua desde la base hasta la punta, girándola
alrededor de la cabeza varias veces antes de alejarse y decir—: ¿Qué
le sucede a tu salchicha?
Gemí de nuevo y traté de empujarla de nuevo para que me
tomara con su boca.
—¿Qué le sucede a tu salchicha?
Me sacudí despierto y volví mi cabeza, gritando a todo pulmón
cuando vi a Gavin parado a casi un metro del sillón, mirando fijamente
entre mis piernas. Seguí su línea de visión y gemí cuando vi la enorme
erección matutina que asomaba por debajo de la manta.
Me senté rápidamente y amontoné la sabana alrededor de mi
regazo tanto como pude mientras Claire llegaba corriendo a la sala,
con una mirada de pánico en su cara por mi grito de unos momentos
atrás.
—¿Qué sucede? —preguntó con alarma mientras corría y se
arrodillaba cerca de Gavin.
Para de pensar sobre Claire en sus rodillas. Para de pensar sobre
Claire en sus rodillas. Piensa en esa vieja señora desnuda del Titanic.
Gavin me apuntó. —Carter tiene una gran salchicha, mamá. Aldo
está mal con él. Hizo los mismos sonidos que hago cuando me duele la
barriga.
Claire sofocó una risa y finalmente me miró a los ojos.
—¡Creo que no necesito preguntar si dormiste bien! —dijo brillante.
Sacudí la cabeza por lo animada que estaba tan temprano en la
mañana después de anoche.
—¿Cómo es posible que estés funcionando esta mañana? —
pregunté, mirándola. Aparte de mirarse un poco adormilada, todavía se
166 veía increíble. Su cabello se hallaba desordenado, tenía una pequeña
mancha de maquillaje debajo de un ojo y vestía una camiseta sin
mangas y shorts que han visto mejores días, de todos modos era la mujer
más hermosa que había visto.
Ella se río y apuntó a Gavin.
—Aprendes muy rápido como padre, no tienes tiempo para una
resaca. El Tylenol extra fuerte y rápido y yo nos hemos hecho muy
cercanos al pasar los años.
El teléfono sonó y ella se apuró saliendo de la sala para contestar,
dejando a Gavin parado ahí mirándome fijamente.
—Entonces, ¿cómo fue la pijamada anoche con el abuelo? —
pregunté mientras lanzaba lejos la cobija ahora que mi gloria mañanera
estaba bajo control.
Se encogió de hombros.
—¿Tengo una vagina?
Lo miré sin expresión alguna, sin estar seguro si escuché
correctamente.
—Uh, ¿qué? —pregunté, liberando mis piernas y poniendo mis pies
en el suelo.
Resopló con irritación hacia mí.
—Dije, ¿tengo una vagina?
Me giré hacia la cocina para ver a Claire al teléfono,
balanceándose de un lado al otro. Mierda, estaba solo en esto. ¿Cómo
diablos sabía la palabra “vagina”? Espera, tal vez no lo sabe. Tiene
cuatro, por Dios. Probablemente piense que Vagina significa Cleveland.
—Bueno, Gavin, um… ¿Sabes que significa esa palabra?
Por favor di Cleveland. Por favor di Cleveland.
—Papá vio una película anoche y el chico dijo que se sentía
como si estuviera manejando en una vagina. ¿Puedo manejar una
vagina? ¿Una vagina tiene ventanas y una bocina?
O madre mía de mierda.
—Mierda, ¡hijo de puta! —maldijo Claire mientras regresaba a la
sala.
Gavin abrió su boca pero Claire lo calló al instante.
—No te atrevas a repetir lo que dije. Ve a tu habitación y
encuentra ropa para ponerte. Hoy tienes que ir al trabajo con mami.
Gavin corrió deprisa y su comentario sobre la vagina quedó
momentáneamente olvidado cuando vi la cara de preocupación de
167 Claire.
—¿Qué está pasando? ¿Qué pasó?
Se desplomó cerca de mí en el sillón, descansando su cabeza en
el respaldo y cerró los ojos.
—Se suponía que mi papá iba a cuidar a Gavin hoy así podría
terminar algunas cosas en la tienda, pero le llamaron del trabajo —dijo
con un suspiro.
Bombilla.
—Puedo cuidarlo por ti —dije inmediatamente.
Levantó la cabeza y se me quedó mirando con la boca abierta.
—De verdad, Claire, déjame hacer esto por ti. Estaré feliz de
llevarlo hoy y pasar un poco de tiempo con él.
Después de cuarenta minutos en los que Claire listó todas las
pequeñas cosas que pudieron caber en su boca, haciéndome repetir
ocho veces el número del Centro de Toxicología y dibujarme un
diagrama con figuras en forma de palos en una servilleta de cómo
hacer resucitación cardiopulmonar, Gavin y yo le dimos un beso de
despedida a Claire, nos metimos al auto y nos dirigimos a la librería para
el tiempo de una historia.
Era un lugar público, lleno de niños y padres que sabían cómo
cuidar de niños en caso de que tenga algún problema o dudas. ¿Qué
podría salir mal?
***
***
***
179 Trojan, Durex, Lifestyles, Trojan Magnum (oh sí, mi polla de casi un
metro definitivamente encaja en esos), Contempo, Vivid y Rough Rider.
¿En serio? ¿Había una marca de preservativos llamada Rough
Rider? ¿Por qué no ir con “Fóllatela Duro” y termina con esto?
Me quedé parado en el pasillo de “planificación familiar” de la
tienda de comestibles, tratando de decidir qué marca de preservativos
era más eficaz. Planificación familiar... hazme el favor.
¿Cuántas personas llegaron a este pasillo, porque planeaban una
familia? Vinieron a este pasillo para EVITAR planificar una familia.
No podía comprar Trojan. Cada vez que abría la caja, escuchaba
esa melodía del comercial, maldición de Dios, “¡Hombre Troyano!” y
entonces pensaba en un hombre sobre un caballo. Durex me hacía
pensar en Playtex lo que a su vez me hizo pensar en tampones, lo cual
me hacía pensar en períodos, lo que hizo que me dieran arcadas.
LifeStyles me hacía pensar en Robin Leach y caviar. Los huevos de
peces no son sexy y tampoco lo era Robin Leach.
No iba a hacerme parecer un gran imbécil y comprar Trojan
Magnum. Si compraba esas cosas, tendría que hablar como Harry el
Sucio en el dormitorio. “¿Te sientes con suerte hoy, viendo mi pene
gigante, zorra?”
Claire probablemente no tomaría demasiado amablemente que
la llamara “zorra” antes de tener relaciones sexuales con ella.
Contempo sonaba aburrido, como ese músico contemporáneo,
John Tesh o alguna mierda por el estilo. Aburrido. Si la gente se
quedaba dormida mientras tenías relaciones sexuales con ellos,
necesitabas concentrarte.
Rough Rider ya estaba descartado, así que eso me dejaba con
Vivid. El video de Vivid era de una compañía que hace porno. Y las
cosas que quería hacerle a Claire podrían definitivamente ser
pornográficas. Sin embargo creo que vestirse como un chico FedEx
para poder entregar mi gran paquete al ama de casa cachonda,
mientras ella se inclinaba sobre el fregadero de la cocina, puede tener
que esperar por lo menos un par de semanas.
Cogí la caja grande de cuarenta y ocho que venía con una
botella gratis de gel lubricante y un anillo vibrador para el pene y los tiré
en el carrito. El anillo de pene me asustó un poco. La idea de algo
vibrando por mis bolas me puso nervioso. ¿Y si se produce un
cortocircuito? Grandes bolas de fuego no deberían ocurrir en el
dormitorio. Y estaba seguro que el olor a pelo de bola quemado
mataba el estado de ánimo.
—Deja de preocuparte. Estoy seguro de que Claire ni siquiera va a
darse cuenta de que tienes un pajarito.
180 Me di la vuelta para ver a Jim de pie en el pasillo con una sonrisa
y una caja de tampones en la mano.
—Muy gracioso, imbécil. Parece como si esta semana estuvieras
en el periodo. Asegúrate de conseguir un poco de Midol y una copia de
“La fuerza del Cariño” para que puedas desatar un buen llanto —
bromeé.
—Oye, “La fuerza del Cariño” es una conmovedora y hermosa
historia sobre la dinámica de una relación madre e hija. Muestra un
poco de respeto por Shirley McClain y Debra Winger, por el amor de
Dios. Esa película ganó cinco Oscar por...
—Jesús, cálmate, Nancy, ¿Liz sabe que hoy vas a utilizar su
vagina? —pregunté con fingido horror.
Jim sonrió. —Voy a fingir que no has dicho eso porque si le digo a
Liz, te sacaría tu escroto, amigo.
Él tenía razón en eso. Liz era un bulldog con rabia y la enfermedad
de las vacas locas. Me jodería si la molestaba.
—Puesto que acabo de atraparte comprando condones, y Claire
es como una hermana para mí, siento que debo decir unas palabras en
este momento —explicó, apartando algunas botellas de lubricante en
un estante junto a él para poder poner la caja de tampones y cruzar los
brazos frente a él.
Asentí. —Por supuesto.
—Me agradas Carter, pero primero conocí a Claire y estoy
comprometido con su mejor amiga, lo que significa, por las leyes de las
chicas, que ella tiene que gustarme aún más. Siento que es necesario
que use las palabras de algunos de los grandes de la historia para
establecer la sinceridad de la situación en la que nos encontramos.
Hizo una pausa y esperé a que continuara, apoyando el codo en
el mango de mi carro.
—Si te metes con el toro, consigues los cuernos.
»Si quieres lanzar puñetazos, tengo a Jack Johnson y Tom O'Leary
esperándote, aquí mismo.
»Te lanzaré a mi nena y también a su pequeño perro.
»Voy a sacarte los ojos y joder tu cráneo.
Asentí impresionado. —¿”Full Metal Jacket”? —pregunté.
—Sip.
—Muy bonito —contesté.
Jim se dio la vuelta y cogió sus tampones de las estanterías.
—Bueno, está bien entonces. Mi trabajo aquí ha terminado. Tengo
unas cuantas cosas más para recoger así que voy a hablar contigo más
tarde.
181
***
Una hora y media más tarde, me las arreglé para limpiar la casa,
cambiar las sábanas en la cama, hacer la cama extra en la habitación
de invitados para Gavin y colocar un par de cosas que compré para él
durante la semana pasada. Tal vez fue un poco exagerado, pero
bueno. Me perdí cuatro años de cumpleaños, navidades, días de San
Valentín, Días del Árbol, domingos y cualquier otro día que podría
haberle comprado algo. Tenía un montón de tiempo para compensar.
Mi hijo iba a pasar la noche en mi casa.
Quería saltar y aplaudir como una niña. Tenía ganas de
acurrucarme con él en el sofá en su pijama y ver la nueva película que
busqué. No podía esperar para meterlo en la cama y despertarme con
él mañana en la mañana y hacerle el desayuno. Quería experimentar
todas las cosas que hacían su día.
Quería oírle reír, escucharlo hablar y verlo interactuar con Claire.
Claire.
Hermosa, inteligente, divertida y sexy Claire, quien también iba a
pasar la noche en mi casa. No podía esperar a despertar en la mañana
con ella a mi lado. Me lo perdí hace cinco años, y no iba a pasar sin ese
momento. Quería que su cara fuera lo primero que viera cuando saliera
el sol y su cuerpo acurrucado junto al mío fuera lo primero que sintiera.
Pero, sobre todo, quería ser consciente de cada segundo. No quería
que la neblina del alcohol nos quitara nada esta noche.
Esperaba que ella no creyera que era demasiado atrevido por mi
parte comprar condones. Si no quería hacer nada, no había manera de
que la presionara. Pero si pedía que mi palpitante pitón del amor saliera
y jugara, no iba a quejarme.
Lancé una caja de fideos en una olla de agua hirviendo cuando
sonó el timbre. Puse el temporizador en la cocina y rápidamente
atravesé la sala y abrí la puerta. Tan pronto como se abrió, Gavin
irrumpió junto a mí y hacia la sala de estar.
—¡Hola, Carter! ¡Mami tiene pezones! ¿Tú tienes pezones? —
preguntó mientras se quitaba la mochila y vaciaba el contenido en el
medio del piso.
—Oh Dios mío, Gavin ¡el filtro! —lo regañó Claire mientras entraba
por la puerta, poniendo los ojos en mí. Me reí mientras cerraba la puerta
detrás de ella y traté de no agarrar su culo u olisquear su pelo.
Jesús, tenía un muy buen culo.
—¿Cuál es el problema con la pregunta de los pezones? —
182 pregunté mientras ambos nos parábamos en la entrada de la sala de
estar, mirando a Gavin revisar las cosas que había traído.
—Él entró a mi habitación cuando me vestía y me preguntó qué
eran. Pensé que debía ser honesta y ahora me doy cuenta de que fue
un gran error. Pasó todo el camino hasta aquí cantando “Todo lo que
quiero para Navidad son mis dos pezones delanteros.” Casi abrí la
puerta y lo empujé hacia el tráfico que se acercaba —dijo Claire con
una sonrisa.
—Mami detuvo el auto, abrió la puerta y me dijo que saliera y
caminara —me informó Gavin.
—Está bien, “casi” no es exactamente preciso —dijo
encogiéndose de hombros—. En mi defensa, le dije que si decía la
palabra “pezones” una vez más, iba a parar el coche y hacerlo
caminar. De acuerdo con su pediatra, es importante seguir siempre
adelante con tus amenazas.
Ayudé a Claire a quitarse el abrigo y cogí el de Gavin, que había
tirado en el suelo y colgué los dos en el armario.
—Tal vez ahora no es el mejor momento para decirte que esta
mañana me preguntó si tenía una vagina y luego me pidió que le leyera
“Los monólogos de la vagina” en la biblioteca.
Claire gimió y sacudió la cabeza.
—¿Qué diablos voy a hacer cuando comience preescolar en
unos meses? Va a ser como ese chico en la película “Un policía en el
Kindergarten” con la excepción de que va a anunciar que “¡los
muchachos tienen un pene y las niñas tienen vagina y mi mamá tiene
pezones!” —Envolví los brazos alrededor de su cintura y la atraje contra
mi lado, observando de nuevo lo bueno que se sentía su cuerpo junto al
mío.
—¿Te refieres a qué diablos vamos a hacer? —corregí. Tenía que
asegurarme de que entendía que no iba a cambiar de opinión acerca
de todo esto.
—No olvides, que también va a decirle a todos cuán grande es mi
salchicha. Al menos espero que lo haga. Tal vez debería recordarle la
maravilla que es mi salchicha.
Claire levantó sus cejas hacia mí y me di cuenta de que eso no
salió bien en absoluto.
—Eso también sonó mucho más vulgar de lo que quise decir.
Claire giró su cuerpo hacia el mío, así que nos encontrábamos
pecho a pecho y mi espalda quedó hacia Gavin. Ella apoyó los brazos
sobre mis hombros, dejando que sus dedos jugaran con el pelo en mi
183 nuca. Me puso la piel de gallina en los brazos y el Sr. Feliz acababa de
despertar de su siesta de la tarde y empezó a babear.
—¿Podemos prohibir la palabra salchicha? —preguntó con una
sonrisa.
Miré por encima del hombro a Gavin. Se hallaba de espaldas a
nosotros y ocupado hablando con su estatuilla de Batman,
preguntándole si tenía pezones. Miré de nuevo a Claire y dejé que mis
manos se deslizaran por sus caderas y alrededor de su culo para jalarla
contra mí.
—Sólo si utilizas la palabra “polla” a partir de ahora —dije con una
risa.
Empujó las caderas contra mí y dejé escapar un gemido cuando
entró en contacto con mi furiosa erección.
—T.J. me dijo que le pagaste veinte dólares la otra noche para
conseguir que dijera eso.
Mierda. T.J. iba a joderse la próxima vez que jugáramos P.O.R.N.O.
Él iba a conseguir un balón directo a su garganta. Puse los labios en la
comisura de sus labios y luego besé una ruta a través de su mejilla.
Cuando llegué a la suave piel justo detrás de su oreja, dejé que mi
lengua serpenteara para poder saborearla.
Dejó escapar un pequeño gemido y empujó las caderas de
nuevo hacia mí. Volvió la cara para que sus labios se cernieran por mi
oído.
—Polla, polla, po-lla —susurró, alargando las sílabas en la última.
—Maldito infierno… —murmuré, envolviendo los brazos alrededor
de su cintura y abrazándola con fuerza para que sus caderas dejaran
de moverse contra mí.
El temporizador de la cocina sonó y todos los pensamientos de los
labios de Claire y la “polla” se pusieron a un lado.
Me desenrollé de ella y todos nos dirigimos a la cocina para que
yo pudiera terminar los espaguetis.
La cena fue muy bien, a pesar de que Claire tuvo que recordarle
a Gavin cada diez segundos que dejara de hablar y comiera. Nunca he
oído a un niño hablar tanto en mi vida sobre cualquier cosa y todo, y
disfruté cada segundo de ello. Después de la cena, envié a Claire y
Gavin a la habitación de invitados mientras yo limpiaba los platos.
Unos segundos después, oí el grito de Gavin.
***
***
196
No voy a mentir. En medio de la penetración, juré haber oído a
alguien llamar a la puerta de mi dormitorio. No pude, por mi propia vida,
pensar en quién llamaría. Especialmente a la una de la mañana,
mientras mi pene estaba dentro de la chica de mis sueños. ¿Y si era un
asesino en serie? Francamente, incluso si alguien hubiera pateado la
puerta en ese momento, no me detendría. A menos que tuviera un
arma. Podríamos posiblemente dejar atrás a alguien con un cuchillo. Sin
embargo, un arma de fuego, no podríamos salir de eso. Quizás podría
morir feliz y en el interior de Claire.
Entonces me pregunté brevemente, si Jim había entrado y se iba
a quedar fuera de la puerta acosando y gritando cosas como: “Espero
que sepas lo que estás haciendo con esa cosa” o “Claire es como una
hermana para mí. Si no consigues que tenga seis orgasmos, voy a
destriparte como a un pez.”
Pensar en Jim durante este momento parecía mal y estuvo a
punto de hacer que mi pene se pusiera blando.
Casi.
Claire hizo una maniobra de superpotencia con su vagina que
hizo que se sintiera como si fuera un puño y apretaba a mi pene como
una pelota anti-estrés. ¡Santa madre de las vaginas!
Mi cabeza regresó al juego en ese punto —un poco demasiado.
Se sentía tan bien que no quería parar, pero su pequeña vagina se
mantuvo apretada y quería llorar porque se sentía tan bien. Era cálida y
apretada, y me encajaba a la perfección. Quería ser un total idiota y
decirle que su vagina se sentía como un pastel de manzana caliente, al
igual que en las películas. Pero no cualquier tarta de manzana, sino un
pastel de manzana de McDonald. Del tipo que es tan cálido y delicioso
que tienen que ponerla en el menú de un dólar por lo que podrías darte
el lujo de comer once. Comería ciento once mil millones de vaginas de
Claire. Los pequeños sonidos que hacía mientras se movía hicieron que
mi orgasmo llegara más rápido de lo que quería. Al oírla decir que no
quería que me detuviera y que quería sentirme llegar, casi hizo que me
explotara la cabeza... las dos.
Besé a Claire en un esfuerzo por tratar de frenar mi orgasmo
inminente, pero lo hizo peor. Su boca era lo más delicioso que he
probado, y su lengua se deslizó contra la mía e hizo que aumentara el
pulso de mi pene dentro de ella. Empujé en su calor acogedor tan
profundamente como pude que mi orgasmo estalló y casi tuve un
momento de pánico de que fuera a venirme con tanta fuerza que el
condón estallaría.
Todos sabíamos que tenía un esperma súper poderoso. Podría
suceder. Una vez más. Esas pequeñas jodidas cabezas golpeaban
contra el extremo del condón gritando en anarquía—: ¡El hombre está
tratando de limitarnos! ¡Maldito sea hombre!
197
Tras el primer latido de mi orgasmo, una pequeña voz llegó a
través de la puerta cerrada del dormitorio.
—Mami, tengo sed.
Me eché a reír en medio del disparo de miles de furiosos puñados
de esperma, que se sacudían en mi condón. Las piernas y los brazos de
Claire se hallaban bien envueltos alrededor de mí, y me dejé caer justo
encima de ella, cuidando de no poner todo mi peso. Me gustaría que
siguiera viva, así podríamos hacer esto otra vez. No me va mucho la
necrofilia.
Nos quedamos allí respirando con dificultad por unos minutos y
empecé a reírme de nuevo. ¿Cómo podía haber olvidado que había
un niño en la casa? De hecho, pensé que un asesino en serie podría
haber entrado y cortésmente llamó a mi puerta antes de irrumpir. Por
alguna razón, parecía más lógico que recordar que tenía un hijo y
estaba en la casa.
—¡Mami!
—¡Dame un minuto! —gritó Claire junto a mi oído.
Me esforcé por poder ver el rostro de Claire y preguntarle si la
próxima vez que hiciéramos esto, podíamos atarlo con cinta adhesiva a
la cama. No esperaba que su rostro se iluminara con tanta intensidad.
Bromeaba acerca de la cinta adhesiva. Más o menos.
—Vamos a tener que inventarle algo sobre lo que estábamos
haciendo —dijo.
—¿Tú…? mierda, mierda, mierda —farfullé, al tiempo que ponía
cara de “o”.
Ahí estaba de nuevo. Ese apretón de vagina. ¿Qué diablos fue
eso?
—Está bien, ¿qué carajo acabas de hacer con tu vagina? Creo
que acabo de venirme de nuevo.
Se rió y el movimiento empujó a mi pene de su vagina.
Quería hacer pucheros por la pérdida, pero luego me di cuenta
de que Gavin seguía fuera de la puerta del dormitorio.
Vaya, somos horribles. Espero que no esté sangrando por la
cabeza ni nada.
Lo siento, hijo, mamá y papá estaban ocupados jugando a
ocultar el salami. ¿Cómo te hiciste la herida en la cabeza?
Me moví al lado de Claire y cogí algunos Kleenex de la mesita de
noche para deshacerme del preservativo. Casi sonreí por el esperma en
el interior y les di mi dedo medio. Ja, ja, pequeños hijos de puta. ¡Esta
vez no!
***
***
El siguiente par de días pasó y lo único que pude hacer, fue dar
gracias a Dios por Carter. Me ayudó con todo lo que pudo, y tomaba a
Gavin de mis manos cada noche cuando llagaba a casa del trabajo.
Bueno, casi todas las noches. Se tomó la noche libre cuando Liz se
ofreció a cuidar a Gavin, así que por fin podíamos tener un tiempo a
solas sin temor a otra interrupción. Hice que Liz jurara no decir nada de
la historia, pero estoy bastante segura que Carter lo supo, cuando ella
empezó a preguntar cosas como: “¡Oye Carter, has visto esa nueva
película “Donkey Punch”? o “Claire y yo pensábamos tomar clases de
kick-boxing, ¿qué te parece Carter?
Me alegraba tanto descubrir que el sexo entre nosotros era tan
impresionante cuando estábamos solos, sin temer que un niño nos
interrumpiera en cualquier momento. Gané cinco estrellas de oro en la
noche de “Chupadas 101” y no me quedé afuera de la clase. O en la
cara.
Puedo reducir drásticamente mis horas en el bar, así que tuve más
tiempo para preparar todo para la apertura de la tienda.
Básicamente, en este momento, trabajaba tanto como podía. Si
tenía un par de horas libre, llamaba para ver si me necesitaban. A pesar
de que no era mi trabajo soñado y no tenía planeado quedarme ahí
para siempre, era algo agridulce no pasar todas mis noches allí. Los
Fosters habían sido buenos conmigo, me dieron un trabajo, sin hacerme
ninguna pregunta cuando me presenté hace cinco años como alguien
que acababa de abandonar la universidad y estaba embarazada.
Lloré como un bebé cuando anoche llamé y T.J. me dijo que no
me necesitaban. Ese bar era mi hogar lejos de casa y tenía tantos
recuerdos. Mi fuente se rompió en el almacén cuando agarraba una
botella de vodka. Gavin dio sus primeros pasos al pasar esa puerta
cuando una tarde mi papá lo llevó a almorzar. Pero lo más importante,
fue donde volví a encontrar a Carter.
El bar se encontraba en la misma calle de la tienda, y sabía que
seguiría pasado mucho tiempo allí, pero era extraño no estar todos los
días. Estaría mintiendo si dijera que una gran parte de mi tristeza no era
también debido a la ausencia del P.O.R.N.O en mi vida. Sin embargo,
anoche T.J. vino brillantemente, mientras yo abastecía el refrigerador
215
delantero de mi tienda con chocolate. Oí el timbre de la puerta detrás
de mí y pensé que era Carter con Gavin. En cuanto me di la vuelta, me
golpeó en la cara con tres pelotas de ping-pong. T.J. gritó que nunca
me habían golpeado tantas bolas en la cara mientras estaba sobria y
luego de dio la vuelta y salió corriendo.
Pasé el resto de la noche redactando un par de nuevas reglas
para P.O.R.N.O, una de las cuales incluía un penalti si múltiples bolas
eran sujetadas sin aprobación previa. Una taza se colocaría sobre una
mesa, una bola sería lanzada y si lograba caer en la taza, estaban a
salvo. Sin embargo, si la bola no caía en dicha taza, el lanzador de la
bola tenía que recibir un tiro directo a la cara. A esta regla la nombré
“Ahuecar las bolas”.
Drew vino para ayudarme a levantar algunas cajas pesadas y
encontró una copia de las reglas. Tres horas más tarde volvió con
camisas para todos que decía “Me encanta el P.O.R.N.O” y se hizo
capitán honorario del equipo.
Antes de que incluso tuviera oportunidad de preocuparme por
cómo pagaría mis cuentas hasta que la tienda empezara a ganar
dinero, Carter me hizo sentar una noche después de que Gavin y yo
pasáramos la noche y me dijo que iba a hacerse cargo de pagar por
todo hasta que todo marchara bien. Fue la noche de nuestra primera
pelea. Todo este tiempo había estado sola manteniendo a Gavin. No
había manera que quisiera aceptar la ayuda de Carter. Mi obstinado
culo se negó a verlo desde su punto de vista, por lo tanto resultó en una
gran pelea. Él se había perdido de tanto, y se sentía culpable cada día,
a pesar de que no era su culpa. Poder pagar mi factura de teléfono,
comprar zapatos nuevos para Gavin y su médico hacía que Carter
sintiera como si por fin fuera parte de nuestras vidas y no sólo un chico
con el título de “papá”. Tan independiente como era y tanto como
odiaba la idea de que alguien pagara mis cosas, no podía negarle esto
si era lo que quería y le haría feliz. Terminé mi berrinche, acordando lo
que pedía Carter y luego tuvimos “llamadas telefónicas” excitantes en
el lavadero cuando Gavin veía una película en la sala de estar.
Así que con la ayuda de Carter y mis horas reducidas en el bar, fui
capaz de terminar casi todo a unos días de la apertura. Lo único que
quedaba por hacer antes de tiempo era doblar todos los folletos que
Jenny hizo para mí. Carter se llevó a Gavin por la noche, así que pude
pasar algún tiempo con las chicas y me ayudaron a hacerlo.
Jim y Drew iban a hacerle compañía a Carter ya que yo tendría a
sus mujeres toda la noche. Aunque tuve que dejarle unas cosas claras a
Drew. Le dije que iba a comprar una raqueta de tenis y haría como
John McEnroe contra su culo si mi hijo llegaba con cualquier nuevo
repertorio de palabras.
216 Liz, Jenny y yo nos encontrábamos sentadas en el piso de mi sala
de estar rodeadas de miles de folletos plegados y desplegados y cuatro
botellas vacías de vino.
Esperen, eran cinco. Vacié la quinta botella en el vaso de Liz
después de que ella saltara y corriera al baño con sus manos entre sus
piernas como un niño porque tenía que orinar.
Me levanté y caminé hasta la cocina para agarrar otra botella de
vino. Al pasar por el cuarto de baño, me encontré con la puerta
abierta.
—Liz, ¿estás orinando con la puerta abierta?
Me miró con ojos locos y borrachos mientras se mecía hacia
adelante y hacia atrás en el inodoro y orinaba.
—Sí. ¿Te molesta?
—Sólo si te caes del inodoro y meas en mi piso —le dije y me alejé.
—¡Parece justo! —me gritó.
Después de que saqué el corcho de otra botella de vino y volvía
a llenar todos los vasos, Liz regresó a la sala, empujó del camino los
folletos y se recostó sobre su vientre con la barbilla en sus manos.
—Está bien, perras. Tiempo para un poco de verdad o reto —
balbuceó—. Jenny, ¿qué apodo le diste a tu vagina?
Jenny se ruborizó y se mordió el labio, bajando la mirada a su
regazo. Después de varios minutos en los que Liz y yo la incitábamos,
finalmente murmuró algo que sonaba como—: Agua.
—Repítelo, por favor. No tengo oído de perro —dije.
—Sin embargo, tienes una vagina que huele como un perro. —Liz
se echó a reír.
—Jódete, verruga anal.
—La llamé Waterford —dijo Jenny, interrumpiendo las bromas
entre Liz y yo.
Nos le quedamos viendo con las mismas miradas de confusión en
la cara.
—Explícate —dijo Liz tomando un sorbo de vino.
Jenny se encogió de hombros. —Ya sabes, Waterford es igual a
buena comida y esas cosas. Por lo tanto, sólo dejo que él mejor coma
de mi Waterford.
Liz soltó una risa. —¿Por qué no llamarla China entonces?
Jenny lo pensó durante un minuto.
—Pero nunca he estado en China —respondió con una mirada
217 perpleja en el rostro.
—¡Bueno, siguiente! —anuncié—. Liz, misma pregunta. ¡Nombra a
ese castor!
¿Por qué esta habitación se veía tan chueca?
Liz tomó otro gran trago de vino.
—Vajingo. Algo así como “tal vez la vajingo se comió tu pene” —
dijo en un acento australiano.
La radio de la cocina detuvo la secuencia de anuncios y pasó a
la música.
—Me encanta esta canción. Me envuelve —dijo Jenny pensativa.
—¿También te marco? —Liz se echó a reír.
—¡Sí, un tatuaje encima del culo! —le grité.
¿Por qué estoy gritando?
—No tengo un tatuaje —sostuvo Jenny.
—Es el turno de Claire y elijo reto —declaró Liz.
—Oye, soy yo la que elije —protesté.
—¡Cállate, perra! Te reto a que le envíes a Carter una foto de tus
tetas.
—Espera, ¿qué dijiste? —preguntó Jenny—. No puedo oírte sin mis
anteojos —murmuró mientras vertía más vino en su vaso. Liz la ignoró y
se escabulló, arrastrándose como un soldado, agarró mi teléfono que
yacía en medio de nosotras y me lo entregó. Sólo vacilé un segundo
antes de arrebatárselo de la mano y presioné el botón de la cámara,
bebiendo el resto de mi copa de vino para obtener valor.
Levanté mi camisa y el sujetador hasta mi cuello, sostenido mi
brazo delante de mí como podía y rápidamente tomé una foto. Me
acomodé la camisa y el sujetador y repasé la lista de contactos en mi
teléfono antes de que alguien dijera algo.
—¡Mierda, amiga! Me refería a una foto del escote. No necesito
que enseñes las bolsas divertidas delante de nosotras. Tengo que decir
sin embargo, que ahora estoy orgulloso de ti —dijo Liz atemorizada.
—Claire tiene tetas lindas —murmuró Jenny mientras bajaba la
mirada a la parte delantera de su camiseta.
Adjunté la foto de mis tetas con el mensaje: “Te extrañamos”,
luego lo envié.
¡Fue vigorizante! Me sentía como Juana de Arco. Pero tal vez de
la de la versión de la película “La leyenda de Billie Jean”. Ser quemada
en la hoguera no suena divertido. Pero podía cortarme el pelo y hacer
que la gente cantara “lo justo es justo” mientras me seguían a mí y a mis
amigos ilegales al otro lado de las fronteras estatales. Le di mi teléfono a
218 Liz y le mostré el mensaje.
—Oh, pequeño saltamontes, está claro que puedes ser adiestrada
—dijo Liz mientras se limpiaba una lágrima falsa del ojo.
—No me siento muy lurida —balbuceó Jenny mientras se dejaba
caer sobre su espalda y se quedó mirando el techo.
—¡Lúcida! Es lúcida, Jenny. Por qué mierda alguien no le da a esta
perra una Enciclopedia Británica —gritó Liz desde su lugar en el piso.
—¡Lo JUSTO ES JUSTO! —le grité levantando mi puño.
Empecé a doblar más volantes mientras Liz se arrastró sobre
Jenny e intentaba hacerla tomar un curso intensivo de escritura y
gramática.
Mientras Liz la hacía hacer flexiones con los brazos y le repetía
palabras, me levanté y me fui a la cocina para cortar un poco de queso
y traer un plato con galletas.
En retrospectiva, usar un rallador de queso cuando mi tipo de
sangre era actualmente vino positivo no era la mejor idea.
***
***
Drew y Jim se quedaron en mi casa con Gavin y yo partí hacia el
hospital.
¿Qué pasa si Claire tuvo un accidente con la cortadora y perdió
una mano? ¿O una cortadora de carne muy pesada cayó sobre su
pierna y la tenían que amputar? Mi casa no se hallaba capacitada
para silla de ruedas. ¡Joder! ¿Se podía comprar rampas para sillas de
ruedas en Walmart?
Para cuando llegué a la sala de emergencias, lamenté haber
dejado a Jim y Drew en la casa. Quedé atrapado en una habitación
con tres mujeres borrachas. Una de las cuales sollozaba histéricamente
que nuestro hijo iba a quedar huérfano mientras que las otras dos
221 decían mierda y gritaban cosas sin sentido a las personas que pasaban.
—Disculpe, señor, ¿sabe dónde podemos sacar una radiografía
de la engrampadora que está atrapada en su vagina? —pregunto Liz a
un interno que pasaba por allí, apuntando a Claire.
Le di al chico una mirada de disculpa antes de enfocar mi
atención en Claire.
—Nena, estás bien. Es sólo un pequeño corte en tu dedo. Dos
puntos no es gran cosa —le dije mientras la abrazaba.
Le chasqueé los dedos a Jenny y Liz que ahora se encontraban
en la esquina de la habitación tratando de ponerse guantes de goma
en la cabeza. Me dieron miradas inocentes, golpeándose entre sí y
siguieron riendo.
—¿No es gran cosa? ¿No es gran cosa? —dijo ruidosamente—.
Me preguntaron si tenía un testamento. ¡Casi me MUERO!
Sonreí, pero rápidamente lo enmascaré cuando me lanzó una
mirada sucia.
—Claire, es normal. Se lo preguntan a todos, tranquilízate.
—Estoy de acuerdo, ¿estás de acuerdo? —preguntó Liz.
—No ayudas —gruñí.
—No importa —respondió antes de girar al gabinete de suministros
en la sala.
—¿Qué pasaría si muero? Mi bebé estaría solo. —Rompió a llorar.
—Um, ¿hola? El padre está parado aquí —le recordé.
—Bien. Pero ¿qué pasa si algo nos pasara a los dos? Podrían
enviarlo con mi tía Gertie, la acaparadora que habla con sus cortinas y
come jabón —gimió.
Agarré su cara en mis manos y limpié las lágrimas, dándole un
beso suave en los labios.
—Está bien, si mañana hay un desastre natural y ninguno de
nosotros está aquí, estoy seguro de que a tu padre no le importaría
encargarse. ¿Por qué estás tan preocupada por esto?
—Me preguntaron si en caso de emergencia, alguien podría
darme la extremaunción… Pensaron que iba a morir, Carter. ¡Esto es
grave! —exclamó—. ¿Qué pasa si mi papá mañana tiene un ataque al
corazón o un asteroide aterriza sobre él cuando está caminando hacia
su coche después del trabajo?
No más canal de ciencia ficción para Claire antes de acostarse.
—Te juro que a todos les preguntan por la extremaunción. Pero,
¿te sentirías mejor si conseguimos algo por escrito para que no tengas
que preocuparte por esto? Podemos hacer una lista de personas de
222 diez páginas de longitud si te hace sentir mejor.
Asintió alegremente y lanzó los brazos alrededor de mi cuello.
—Muchísimas gracias, bebé. Te amo más de lo que a una
prostituta le encanta un día de exámenes gratis para enfermedad de
transmisión sexual en la clínica —me dijo borracha.
Le froté la espalda y le lancé una mirada asesina a Liz y a Jenny
cuando vi que borraron el pizarrón de la habitación de Claire con los
números de teléfono del hospital que colgaba en la pared. En lugar de
“Servició de comidas”, ahora decía “Servicio de putas”, y en lugar de
“Para una visita a la capilla, pregúntele a una enfermera” ahora decía
“Para un final feliz, pregúntele a una enfermera”.
El doctor entró entonces con papeles para dar de alta a Claire y
una receta para un antibiótico. Nos explicó todo y volvió a salir de la
habitación.
—¡Doctor, espere! ¡Este paciente necesita un enema! —gritó Liz
mientras Jenny agitaba un tubo de goma encima de su cabeza como
un lazo.
Creo que podemos decir con seguridad que algunas personas ya
serán tachadas de la lista de tutores.
20
¿Has visto a Mike Hunt?
Traducido por Joss, aa.tesares & Lunnanotte
Corregido por NnancyC
***
Carter consiguió que Gavin se levantara, se vistió y le dio de
comer el desayuno mientras yo tomaba una ducha y traté de sentirme
humana. Por mucho que no me gustaba hacerlo, vomitar ayudaba.
Tranquilizaba mis demonios.
Cuando salí de la ducha, me di cuenta que no tenía nada de
ropa... bueno, aparte de la camiseta que llevaba para dormir y la ropa
interior. ¿Dónde diablos estaba mi ropa?
Pasé por el armario de Carter y encontré una de sus camisas y
entonces busqué en su cajón de ropa interior por un par de bóxers. En
su lugar, en la parte de atrás, me encontré con una tanga masculina
roja.
Los dioses de la venganza me sonreían, mis amigos.
226 Me dirigí a la cocina, donde Carter limpiaba el desayuno y Gavin
le daba un plazo para su dinero.
—Mamá siempre me deja tener dulces después del desayuno.
Me puse de pie en las afueras de la puerta para que pudiera ver,
pero ellos no a mí. Gavin se encontraba sentado a la mesa de la cocina
y Carter estaba de espaldas a él, cargando cosas en el lavavajillas.
—Correcto, dulces después del desayuno. Y yo soy Santa Claus —
murmuró Carter en voz baja.
—¡¿Eres Santa Claus?! —preguntó Gavin con entusiasmo,
levantándose de su silla.
Carter dio la vuelta para enfrentarse a él con una mirada de
pánico en su rostro.
—¿Qué? No. Bueno, técnicamente... Espera, no. No, no, no. No
soy Santa Claus. Era sólo una expresión figurada —explicó.
—¿Qué es una expresión figurada?
—¡Mierda! —murmuró Carter.
Gavin lo señaló.
—Oooooohhh, dijiste mierda —acusó, asegurándose de susurrar la
palabra mala.
—¿Y qué? —argumentó Carter—. No se lo digas a tu madre.
—¿No decirme qué? —pregunté, atravesando la puerta con una
sonrisa.
Carter suspiró. —¿Ya lo has oído, no?
Me acerqué a Gavin y lo levanté en mis brazos para un abrazo.
—No tengo idea de qué estás hablando —dije mientras besaba
ambas mejillas de Gavin.
—¿Cómo dormiste anoche, hombrecito?
Me apretó tan fuerte como pudo hasta que tuve que sacarle los
brazos de mi cuello para poder respirar.
—Dormí bien. Pero anoche te arrastraste en mi cama conmigo y
me dijiste que nunca hablara con los reyes con caras sonrientes —me
dijo.
Carter se echó a reír, mientras yo gemía.
Le di a Gavin un último apretón y luego lo puse en sus pies.
—Corre a tu habitación y busca tus zapatos, ¿de acuerdo?
Vamos a ver a la tía Liz y al tío Jim en un rato.
Dejó escapar un grito de emoción y salió corriendo de la
habitación.
227 Me acerqué a Carter e incliné mi cuerpo al suyo mientras
descansaba contra el mostrador de la cocina.
—Te ves bien usando mi camisa —dijo mientras envolvía los brazos
alrededor de mí.
Besé su barbilla y lo miré.
—Luzco incluso mejor usando tus calzoncillos ajustados —dije con
una sonrisa cuando llevé el brazo a mi espalda y alcé una esquina de su
camisa para que pudiera ver.
Sacudió la cabeza y suspiró.
—No puedo creer que hayas encontrado estos. Mis bóxers me
irritaban en el trabajo, así que pensé en probar...
—No te preocupes —le interrumpí—. Me aseguraré de que todo el
mundo sepa que te pones ropa interior de chico grande.
Me reí y envolví los brazos alrededor de su cuello. Se inclinó y me
dio un beso dulce, chupando el labio superior en su boca y haciendo
que los dedos de mis pies se doblen.
—¿Dónde está mi ropa? —pregunté entre besos.
—Tu camisa está en la basura. La arrojaste allí anoche cuando
llegamos aquí y viste la sangre por todas partes. Dijiste que no podrías
nunca llevar algo que te recuerde cómo casi mueres en un terrible
accidente. Te quité los pantalones antes de que hicieras lo mismo con
ellos. Están en la secadora.
Negué con la cabeza y suspiré mientras Carter apretó su agarre
sobre mí y puso otro beso en mis labios.
—Múdate conmigo —dijo de pronto.
Sus labios se quedaron contra los míos y mis ojos se abrieron para
poder verlo. Me miró con tanta intensidad que no había manera de que
lo escuchara mal.
—Te amo —continuó rápidamente—. Amo a Gavin. Me encanta
despertarme con los dos en esta casa. No quiero perderme verlo atarse
los zapatos por primera vez, o escribir su nombre. No quiero despertar en
la mañana y no verte babear en la almohada a mi lado.
Me reí y le di un golpe en el brazo, la conversación se volvió
inmediatamente más ligera.
—Además, necesito a una mujer que esté descalza y
embarazada en la cocina haciendo pasteles de pollo cada noche —
dijo con una sonrisa.
—Bueno, entonces obviamente nunca nos conocimos, si quieres
que asuma ese papel.
Nos quedamos allí en la cocina, envueltos en los brazos del otro
228 con el pequeño jinete de Carter subiendo por mi trasero, y me di cuenta
que nunca había sido más feliz.
—Sí —dije.
Sus cejas se levantaron y su rostro se iluminó con una gran sonrisa.
—¿Sí? ¿En serio? —preguntó—. Estaba seguro de que tendría que
recurrir al soborno o la extorsión.
Asentí y se rió. —Sí, vamos a vivir contigo para que pueda
supervisar las estupideces que dices y darte un puñetazo en el riñón
cuando sugieras de nuevo que debería estar descalza y embarazada
en la cocina.
***
10 Hace referencia a una frase del libro “Mamita querida” de Christina Crawford.
Le di una mirada mordaz. No tenía que llamar la atención. Hacer
preguntas contundentes enviaría una señal de alerta.
Liz se encogió de hombros. —Eh, no soy buena con la disciplina. Si
es divertido y nadie está sangrando, no estás en problemas. Esa es mi
filosofía.
Entonces Gavin entró y apoyó la cabeza en mi brazo.
—Melissa me dijo que nadie puede acercarse a su zona
prohibida. ¿Qué significa eso? No me agrada. Es gritona. Le dije que mi
mamá no tenía miedo de golpear a un niño —dijo con un suspiro.
Escuchamos a Melissa gritar en la otra habitación y algunos
golpes fuertes.
***
***
***
—Hijo de perra eso duele. —Se podía oír a Jim gritando fuera de
cámara, mientras la vista en la televisión repentinamente cambió a una
toma del techo y un ruido fuerte llegó a través de los altavoces,
significando el punto de la transmisión en el que el hombre de la
238 cámara cayó sobre su trasero. Liz cayó del sofá, aterrizando sobre su
costado en un ataque de risa, Jim logró mantenerse sobre el sofá, pero
se dobló sobre la cintura, aferrándose a su estómago mientras se reía
junto con ella.
Todo lo que Claire y yo podíamos hacer era mirar fijamente en
shock a la repetición de la emisión de esta noche que Liz logró captar
en su DVR. Después de la catástrofe de la cocina y un montón de
disculpas del personal de BBS por decidir que una entrevista sorpresa
sería divertida, volvimos a casa de Liz y Jim para limpiar y ver si por algún
milagro, se produjo un apagón en el área.
No hubo suerte.
—Oh, aquí viene mi parte —dijo Drew emocionado mientras
saltaba sobre su lugar en el suelo y se inclinaba para subir el volumen
del televisor.
Repentinamente la cara de Drew entró en la toma mientras se
inclinaba sobre el hombre derribado, y la vista de la toma del techo de
la cocina de la tienda.
—Pase por Seduction and Snacks para la gran apertura de
mañana, y pruebe algunas de las tetas de Claire. ¡Están deliciosas! —
dijo con una sonrisa mientras mordía una de las tetas de chocolate que
tenía en su mano.
La cámara giró hacia donde la presentadora se quedó atónita
con Liz y Jenny, moviéndose frenéticamente en la cámara detrás de
ella y Jim de lado frotándose la cabeza y murmurando—: Joder, eso
duele.
—Regresamos contigo al estudio, Sam —tartamudeó mientras
miraba con los ojos muy abiertos y sin parpadear hacia la cámara. La
toma regresó al estudio donde inmediatamente comenzaron a hablar
del tiempo.
—Bueno, la buena noticia es que el hombre de la cámara logró
mostrarle a Butler que ustedes probaban el sabor del chocolate con su
pene y vagina —dijo Liz desde su lugar en el suelo.
—Si esa es la buena noticia, ¿cuál demonios es la mala? —
preguntó Claire.
—Bueno, ahora Drew es la imagen de Seduction and Snacks. —Liz
se echó a reír.
Todos miramos a Drew mientas quitaba pelusa de la parte de
enfrente de su camisa, que había sido el foco principal de la toma de
cámara.
Supongo que había cosas peores, Seduction and Snacks podría
ser famosa por una camiseta que decía: “¿Has visto a Mike Hunt?”.
239
21
Picazón en tu pie y una sonrisa marchita
Traducido por Majo_Smile ♥
Corregido por Melii
Fin
Futures and Frosting
Carter, Claire y Gavin han formado su
pequeña familia perfecta. Sus amigos se
van a casar y todo el mundo está
creciendo, madurando y listo para
enfrentar el futuro. ¿O lo están ellos?
Desde despedidas de soltera del infierno,
250
adicciones porno, cenas de béisbol y
propuestas de boda fallidas para descubrir
que todas las familias extensas están
repletas de locos, Carter y Claire
comienzan a cuestionar la solidez de los
lazos que los unen.
Desafortunadamente, estos lazos no tienen
nada que ver con esposas afelpadas y
todo que ver con las diferencias crecientes
entre ellos.
¿Sus amigos harán un lío de cosas con sus comentarios inapropiados y
necesidad de saberlo todo, o van a convencer a la pareja de que
“vivieron felices por siempre” a veces puede comenzar con un juego de
beer pong?
Sobre el autor
Tara Sivec es una autora best-selling,
esposa, madre, chófer, criada, cocinera de
comida rápida, niñera, y experta en el
sarcasmo. Vive en Ohio con su esposo y sus
dos hijos y espera con interés el día en que
los tres se convierten en adultos y se vayan.
251
Después de trabajar en el negocio de
correduría durante catorce años, Tara
decidió agarrar un bolígrafo y escribir, en
lugar de meterlo en su ojo por aburrimiento.
Es la autora de la serie Playing with Fire, Chocolate Lovers, Chocoholics
series, Fool Me Once y Watch Over Me.
En su tiempo libre, a Tara le encanta soñar con todo lo que va a hornear
y las siestas que tomará.
Traducido, Corregido y
Diseñado por:
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