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Cronología de simulación

La simulación es tan antigua como el hombre, mejor dicho, más antigua que el hombre. Decía Pascal
que "el hombre no es más que disfraz, mentira e hipocresía, y todas estas disposiciones tan alejadas
de la justicia y de la razón tienen una raíz natural en su corazón".

Ya los animales que existieron antes que los seres humanos, en muy diversas formas se sirvieron del
disfraz, del disimulo y del mimetismo o camuflaje para defenderse contra sus depredadores.
Muchos animales grandes y pequeños "se hacen los muertos" para disuadir a sus perseguidores y
utilizan otras muy diversas artimañas para engañar y hacer caer en la trampa a sus presas o pasar
desapercibidos.

En la Biblia encontramos varios claros ejemplos de simulación. El primero (Génesis, 31, 35) tiene
lugar cuando Laban penetra en la tienda de su hija Raquel buscando los ídolos que le habían robado.
Raquel que había sido la autora, tomó los ídolos, los puso en una albarda de un camello y se sentó
sobre ellos mientras Laban buscaba por toda la tienda sin hallarlos. Y entonces Raquel dijo a su
padre: "No se enoje mi señor, porque no me puedo levantar delante de ti, pues estoy con la
costumbre de las mujeres". Y Laban no encontró los ídolos y se marcho. Como vemos Raquel simula
una menstruación para evadir el registro de su padre.

Otra escena de simulación tiene lugar cuando David, para sustraerse a la cólera de Saúl (Samuel I,
21, l0 y ss.) y se refugia en la casa de Aquis, rey de Gat. Pero los criados del rey Aquis le reconocen
como el vencedor de Goliat y los filisteos. Dándose cuenta David de esto "tuvo gran temor de Aquis,
rey de Gat, y cambió su manera de comportarse delante de ellos y se fingió loco entre ellos y escribía
en las portadas de las puertas y dejaba correr la saliva por su barba". Aquis, al ver aquello, dijo a sus
siervos: "¿Véis que este hombre es demente? ¿Por qué lo habéis traído a mí? ¿Acaso me faltan locos
para que hayáis traído a éste?". El acceso de locura o quizás de supuesta epilepsia simulada, salvó a
David que pudo huir sin sufrir daño alguno.

Otro pasaje bíblico de simulación esté incluido también en el Génesis (Génesis, 27. 16 y ss.) cuando
Isaac, ya viejo y ciego, quiere dar la bendición y con ella la primogenitura y la herencia. Rebeca, que
sentía preferencia por ", coloca a éste en el lugar de Esaú, su otro hijo y verdadero primogénito.
Cubre las manos de Jacob con pieles de cabrito para simular los velludas manos de Esaú y prepara
la comida prevista. "¿Quién eres híjo mío?, pregunta Isaac a Jacob. Y éste le responde: Yo soy Esaú,
tu primogénito". E Isaac no le conoció porque sus manos eran velludas como las manos de Esaú y le
bendijo. Claro ejemplo de simulación, substitución de personalidad con engaño y complicidad de la
madre.
También Amnón, hijo de David, enamorado de su propia hermana simula estar enfermo para abusar
de ella (Samuel II, 13, 5-6).

Ulises, el héroe griego en cierto momento de su vida se hace el loco para no ir a la guerra de Troya
y quedarse con Penélope. Para ello pone un buey y un caballo juntos para arar el campo y siembra
sal en lugar de semillas.

También Solón, natural de la isla de Salamina, uno de los siete sabios de Grecia, por amor a su patria
simuló estar loco. Habiendo decretado los atenienses la pena de muerte contra cualquier ciudadano
que propusiera una nueva expedición para recuperar la Isla de Salamina que los megarianos les
habían arrebatado, Solón se fingió loco y fue a hablar como tal en la plaza pública. Sus palabras
reanimaron el valor de los atenienses, consiguiendo que el decreto fuera derogado y que se
organizase una nueva expedición que obtuvo el éxito, consiguiendo recuperar la isla (Plutarco, Vida
de hombres ilustres).

La mutilación del pulgar (pollices trunci) era la más frecuente y de ahí la palabra francesa poltron,
que se puede traducir por cobarde.

Suetonio cuenta que Claudio, cuando llegó a emperador contó que había simulado ser imbécil
durante el reinado de Calígula, lo que le salvó la vida.

Los personajes de los poetas latinos recurren con frecuencia a simulaciones para conseguir sus
diversos objetivos. Marcial en varias de sus epigramas hace aparecer a sus heroínas presas de
histerias, afección a la que recurren para conseguir fuera de su casa lo que los maridos no pueden
ofrecerles. Y se da el caso de que un tal Celius, que simulaba padecer la gota para evadirse de la
compañía de ciertos grandes personajes, acabó por padecerla de verdad.

En la Edad Medía eran frecuentes las simulaciones de enfermedades para rehuir los combates, pero
se dispuso que fuesen los tales examinados por tres caballeros y un cirujano para ver si era cierto.
Walter Raleigh fingió padecer locura y otras varias enfermedades para prolongar el proceso en el
que se vio envuelto y lograr así evadirse de la prisión.

El Papa Julio III que parecía que no quería asistir a un consistorio, fingió estar enfermo, cambiando
sus costumbres y lo hizo tan bien que acabó por enfermar realmente y morirse.

De Sixto V se dice que simuló una vejez precoz con objeto de ser elegido Papa. Y cuando lo consiguió
tiró las muletas, se irguió y entonó el Te Deum con voz potente.

La simulación colectiva por imitación de un modelo ha sido muy frecuente. Se cuenta el caso de Luis
XIV que sufría de hemorroides. La enfermedad se puso de moda y un gran número de los cortesanos
se hicieron atender por sus médicos pretextando padecer hemorroides, sólo para estar a la altura
del Rey Sol. Y se disgustaban cuando el médico les decía que no tenían nada y que no era necesario
hacer una operación.

Si el Rey tomaba una purga determinados días, sus cortesanos se purgaban también.

Talleyrand. cuando Napoleón regresó de la Isla de Elba, "diplomáticamente" se enfermó del hígado
y se fue a Carlsbad a tomar las aguas y quitarse de en medio hasta ver cómo se desarrollaban los
acontecimientos.

Las mujeres condenadas a la última pena, simulaban embarazos pues en este estado no podían ser
ejecutadas según la ley.

Pero donde las simulaciones llegaron a la profesionalidad y el tecnicismo más notable fue entre los
miembros de las Cortes de los milagros. Las personas dedicadas a la mendicidad en toda Europa
utilizaban los procedimientos más diversos. Para aparentar enfermedades que moviesen la piedad
de las buenas gentes que dejaban sus bolsas llenas de monedas. La simulación de lepra, llagas,
úlceras, cojeras, mal de San Víto o Baile de San Vito, idiotez. etcétera, fue constante.

En Francia, cuenta el doctor Boisseau de quien tomamos estos datos que había tres clases de
mendigos: les malingreux o enclenques, los francmitoux y los sabouleux o convulsionarios. Los
primeros fingían la debilidad, el agotamiento, los síncopes, el hambre. Los segundos, la hidropesía,
y los terceros las convulsiones y la epilepsia.

Algunos se ponían torniquetes para mostrar sus piernas o brazos hinchados. Otros, con sangre de
algún animal se untaban algún miembro para simular heridas. Algunos aprendían a masticar
pedazos de jabón que les proporcionaba la espuma necesaria saliendo de la boca mientras fingían
las convulsiones de la epilepsia. Las epidemias de demonopatías del siglo XV, XVl y XVII producían
abundancia de posesos. Muchos parece que tomaban substancias alucinógenas que hacían aparecer
delirios momentáneos.

Los accidentes nerviosos que en forma de epidemias aparecían en colegios, conventos y otras
instituciones no eran más que un capítulo de la simulación o histeria colectiva. La preparación de
úlceras hechas a base de cal viva era utilizada por los mendigos de Alemania en el siglo XVIII para
ablandar el corazón y el bolsillo de los incautos. Ciegos, sordomudos, cojos, mancos, eran parte del
gran mundo de las Cortes de los Milagros en toda Europa. España tuvo la palma de esta picaresca y
en todo tiempo el hampa mendicante ha conocido muy diversos trucos para engañar a la gente y
vivir de la caridad pública.

Las puertas de las Iglesias eran verdaderas salas de hospital de infecciosos, por entre cuyas filas de
enfermos tenían que pasar los que acudían a las ceremonias escuchando sus lamentos al tiempo
que miraban las "espantosas" enfermedades que ostentaban. Los grandes escritores. como Lope de
Vega, Cervantes, Quevedo, Calderón de la Barca, Shakespeare, hacen pasar por sus obras toda clase
de simuladores. La picaresca española está llena de notables casos de simulación profesional.
Hipócrates en su "Tratado de las Aguas, de los Aires y de los Lugares" ya hace mención de los que
simulan enfermedades para rehuir al servicio militar. Galeno dedica un extenso capítulo a la
simulación, señalando las enfermedades a que más frecuentemente se recurría en su tiempo como
flemones, hemoptisis, hematemesis, locura, reumatismo. Descubrió entre los simuladores a una
esclava que se había provocado una viva inflamación en la rodilla por medio de un emplasto de
Thapsia.

Ambrosio Paré cuenta varios casos como el de la mujer que había simulado un chancro en el seno.
Otra que simulaba una úlcera en la pierna atándose en ella un bazo de vaca y otros muchos casos.La
primera monografía sobre las enfermedades simuladas fue publicada por J.B. Silvaticus en 1594:
"De iis qui morbum simulant deprehendendis liber" (Mediolani, 1594). Divide las enfermedades
simuladas en: enfermedades sin síntomas aparentes, sólo alegadas por el individuo; enfermedades
provocadas y enfermedades disimuladas. En su obra da una serie de pautas y consejos para
descubrír los fraudes.
Otra obra muy antigua a la de Fortunatus Fidelis titulada "De relationibus medicorum", en la que
hay un capítulo dedicado a las simulaciones.

En 1606, Pierre Pigray en "Epitome des precéptes de Médecine et de chirurgie" se ocupa también
de las enfermedades simuladas. Descubre a una mujer que fingió una úlcera en el pecho pegándose
con cola sobre la piel un trozo de bazo de vaca, que manaba un material acuoso y sanguinolenta El
objetivo de la mujer era asistir a la ceremonia de la imposición de manos que el Rey hacía
periódicamente y que por entonces se creía que curaba las llagas y otras enfermedades.

Zacchias, verdadero fundador de la Medicina Legal en sus "Quaestionum medico-legalium" (1657)


trataba en extensión el tema de la enfermedad simulada. Señala las causas de la simulación: temor,
verecundia y lucrum en el capitulo de ´morborum simulatione".

Marc-Auréle Severin (1646) en De efficaci Medicina, Fabricius d'Acqua- pendente en Opera Omnia
(1687), J. Bohnius en De officio medici suplici, (1689), Valentini en Pandectae medicolegales
(Frankfurt, 1701). J.Fr. Zittmann (1706) en Medicina forense (Lipsiae 1706) consagran capítulos de
sus obras a la simulación.

En el siglo XVIII, Fr. Hoffmann en su obra De morbis Fictis (Halla, 1700) consagra una obra entera al
tema.

Fr.Willh Steurlin en 1711 en su Deaegroto mendace hace un extenso estudio de la simulación de


todo tipo.

En 1728, C. F. Luther publica su obra Dissertatio de simulatis ac dissimulatis (Erfurt, 1728),


Waldschmitt publica en 1728 también De morbis simulatis ac dissimulatis (Colonia, 1728). Gansen
en 1769, Disertatio de simulatis morbis et quomodo eos diagnoscere liceat (Goettingen, 1769) y
Vogel, R. A. en el mismo año publica su Dissertatio de morborum simulatione (Goettingen, 1769).

En el siglo XVIII, autores como Alberti, Teichmeyes, Ludwig, Kannengiesser, Fasselius, Pyl, Plenck,
Brendelius, Troppaneger, en sus Obras de Medicina Legal y Forense dedican capítulos enteros al
tema de la simulación que cada vez era más general.

Foderé en Francia en su Tratado de Medicina Legal dedica un extenso capítulo al tema. Lo mismo
hace Mahon, en 1801, en su Médecine Legale et police médicale
Varias tesis de Parls son dedicadas al tema, siendo digna de mención la de Daille Essai sur les
maladies simulées (París, 1818).

Todos los autores del siglo dedican buenos espacios a la enfermedad simuladas especialmente en
el ejército.

En Medicina Legal y Forense la palabra simulación no tiene sólo su restringido sentido gramatical
sino que se aplica a diversos géneros de fraude en materia de enfermedades al decir de Boisseu.

Metzger las denomina "enfermedades dudosas" y Orfila, Devergie, y otros señalaban las
enfermedades simuladas, disimuladas, pretextadas e imputadas. Marc las divide en enfermedades
simuladas en sus síntomas y simuladas en sus causas, las primeras son la imitadas y las segundas
son las provocadas. Zacchias distinguía entre simulatio latens y simulatio aperta. Las causas son el
temor, la vergüenza o el interés.

En realidad cuando se estudian con detalle se descubren ocho motivos fundamentales: interés
pecuniario, ambición, odio temor, tristeza. pereza, amor y fanatismo.

El Ejército se ha llevado siempre el monopolio de la simulación, aunque hoy son menos frecuentes
que en el pasado.

Las tentativas de simulación comienzan desde el momento mismo del examen para ser dado como
apto para el servicio. El joven conscripto simulará una enfermedad o alegará una causa de
incapacidad o provocará una lesión. El voluntario, que por el contrario desea entrar en el servicio,
hará en cambio esfuerzos para disimular sus incapacidades.

En Inglaterra a los simuladores de profesión se les llama en el Ejército de tierra malingerers y en la


marina skulkers. En el Ejército inglés a los amantes apasionados del Hospital se les llama Hospital
birds y en Francia, piliers d'Hópital.
Cuando el mes termina y hay permisos de convalecencia, hay siempre notables mejorías en las
enfermedades. Con las guerras los simuladores aumentan mucho.

La Ciencia tiene hoy medios de investigación de las simulaciones muy desarrollados pero también
los simuladores han aumentado en astucia y en inventos para vencer a la ciencia. Hay individuos
profesionales que cobran por enseñar a los reclutas los medios de darse de baja por enfermedad,
enseñándoles a provocar o simular enfermedades. Hay recetas que los soldados veteranos
transmiten a los novatos. En las guarniciones francesas de Africa había un Catecismo de maquillaje
(Catéchisme de maquillage).

Muchas veces sucede que las enfermedades provocadas se agravan y degeneran en enfermedades
serias graves. Conjuntivitis provocadas para darse de baja han producido la pérdida de la visión.
Uretritis provocadas han producido serias complicaciones uretroprostáticas o testiculares. En el
Ejército español de Africa se vendían a dos pesetas antiguamente algodones untados de pus de
gonorrea para provocársela y darse de baja por blenorragia. Con frecuencia el simulador es víctima
de su propia superchería.

El médico forense debe preguntarse: ¿Existe realmente la enfermedad? Si existe, ¿es exagerada,
agravada o entretenida? ¿Es debida a causas a que voluntariamente se ha expuesto el enfermo Hay
enfermedades que no pueden ser simuladasª (una pleuresia por ejemplo), otras en cambio son muy
fáciles de imitar, la sordera, la afonía, conjuntivitis, incontinencia de orina.

Muchas técnicas se han seguido para descubrir a los simuladores desde administrarles mica panis y
agua, fontis con mucha seriedad hasta la mixtura diabólica (aloes, asa fétida y goma amoniacal) que
dada en pequeñas dosis repetidas produce un estado nauseoso continuo por el que el falso enferma
no tarda en declararse curado. A veces se amenaza operar al enfermo exagerando la gravedad lo
que de vez en cuando da resultado. Boisseau descartaba el uso de la violencia, el dolor, la anestesia
con éter o cloroformo y los métodos rigurosos y disciplinarios.

La epilepsia y el corea han sido dos enfermedades muy frecuentemente simuladas. Recordemos los
coreas epidémicos de la Edad Media en las que el fraude jugaba un gran papel. Verdaderas tropas
de vagabundos, especialmente en los alrededores de Aix-la-Chapelle y Colonia, perfectamente
entrenados en los gestos y convulsiones de los enfermos hacían de ello su oficio y recorrían el país
en busca de aventuras (Hecker).

A mediados del siglo XVIII la simulación del Baile de San Vito (los franceses la llaman la danse de
Saint-Guy) estaban muy de moda entre ciertos grupos fanáticos. Lietaud cuenta en su Précis de
Médecine practique (París, 1761) que siempre había grupos de éstos en el centro de París y aún
existirían si no hubieran cesado por orden del Rey, pues era más asunto de la Policía que de la
Medicina.

La histeria es mucho más frecuente en las mujeres que en los hombres, pero también se presenta
en el hombre. Si en una sala de Hospital una paciente presentaba síntomas de histeria, no tardaba
en presentarse una verdadera epidemia de esta enfermedad entre las pacientes de la sala. Es lo que
le ocurría a Charcot cuando entraba en una sala de enfermas de la Salpetriére, que todas entraban
en convulsiones, probablemente porque querían atraer la atención del famoso médico.

La catalepsia por su etiología tiene estrechas relaciona con la histeria. Para algunos autores no sería
más que una forma de histeria con convulsiones tónicas. Ha sido con frecuencia simulada. Zacchias
cuenta el caso de una siciliana que cuando se encontraba en una iglesia, fingía caer en éxtasis y lo
hacía perfectamente. Se colocaba de pie, los brazos extendidos en forma de cruz, los párpados
inmóviles, ojos fijos y quedaba en esta posición una hora o más. A veces perdía el conocimiento. El
pueblo, según cuenta Zacchias la rodeaba imaginándose que estaba inspirada, animada por el soplo
divino.

En la Revista Unión Médica (Madrid, 1852) se relata que un condenado a muerte, Antonio Pérez, en
el momento de entrar en capilla cayó en un a estado cataléptico del que no pudieron sacarle los
medios ordinarios empleados, incluso el cauterio y en ese estado le dieron la extremaunción. A
pesar de todo fue llevado al lugar del suplicio, donde viendo que no había nada que esperar, se puso
a gritar y a pedir un confesor, acabando por contar que habla fingido resistiendo incluso la
cauterización.

La catalepsia se encuentra en algunos individuos unida al sonambulismo o noctambulismo. Este ha


sido simulado muchas veces para encubrir amores clandestinos y robos nocturnos.

Otra forma de simulación es la posesión diabólica y demoníaca. De Haën en el siglo XVII curaba
muchos de estos pretendidos posesos por medio de la fustigación.

Es muy conocida la historia de Marthe Brossier que a fines del siglo XVI simuló mucho tiempo la
demonomanía que fue estudiada médico-legalmente. Cuenta Prevost en sus Príncipes de
jurisprudence que esta mujer habiendo leído diferentes obras sobre "diablerías" reproducía los
diversos saltos y movimientos que se pretende hacen los posesos. Su padre aprovechó aquella
"habilidad" para ganar dinero llevándola de pueblo en pueblo.
En Angers le fue presentada al Obispo Mirón para ser examinada. Lo primero que ordenó éste fue
que durante varios días sólo se le diese por alimento agua bendita lo que ni la cambió ni alteró. Unos
días después le llevaron agua común no bendecida y una pila de agua bendita. Entonces Marta
viendo la pila, se tiró al suelo debatiéndose y haciendo signos extraños. El obispo le dijo que tenía
un trozo de la Vera Cruz, tomó un clavo de hierro y envolviéndolo en una gasa a manera de reliquia
lo ofreció a Marta para que lo besara y enseguida ésta empezó a hacer sus contorsiones diabólicas.

Luego el obispo pidió que le trajeran su libro de exorcismo y se hizo traer una obra de Virgilio y
comenzó a leerlo en latín. Entonces. Marta, pensando que eran las palabras del exorcismo, cayó en
tierra y se atormentó lo mejor que pudo. Descubierto así el fraude, el obispo la devolvió a Orleans,
se le quemó bajo la nariz un perfume indicado en el libro mezcla de azufre, asa fétida, galbanum,
ruda, etc y la "posesa" gritó bien fuerte: "¡Perdonadme. me abogo, ya se me ha ido!"

Esta desdichada engañó a un gran número de personas de los lugares por donde pasó. En París, por
orden del Rey, del Parlamento y del obispo, fue visitada y examinada por los más célebres médicos:
Marescot, Hellain, Rideau y Duret. Los médicos, después de examinarla dijeron que había mucho de
superchería, poco de enfermedad y nada de demonios. (Nihil a demone, multa ficta, a morbo
pauca.)

También se ha simulado la rabia. Orfila en su Tratado de Medicina Legal (1836) cuenta un caso.
Había un charlatán que pretendía curar la rabia y, que consiguió hacer reunir una comisión de
profesores de la Facultad de Medicina para examinar la eficacia del arcano de su invención. Un
sujeto que era cómplice suyo simuló la rabia. Fue llevado al Hospital de la Charité. Pero queriendo
examinar el brebaje usado para la supuesta cura, se vio que contenía ajo y vinagre entre otras cosas.

Enseguida prepararon una composición similar pero con asa fétida, vinagre, extracto de quinquina,
absinto, etc. y se le administró al día siguiente en lugar de la del pretendido curador. El simulador
después de haber hecho mil muecas, aparentó experimentar un gran bienestar y no tardó en
curarse.

Orgulloso del éxito conseguido el medicastro no sabía cómo expresar su alegría, cuando las
autoridades consideraron conveniente detener sus ímpetus haciéndole encerrar junto con su
cómplice.

También se ha intentado la simulación del tétanos, aunque con menor éxito.


La locura ha sido muy socorrida enfermedad para los simuladores desde los tiempos más remotos
como ya vimos. Sobre todo para rehuir un castigo, por miedo, para hacer anular contratos, para
conseguir la condena de otra persona, en las jóvenes para evitar las barreras que se oponen a su
unión con la persona deseada, otras veces por romper un matrimonio, etc. Los prisioneros de guerra
para conseguir su evasión. Los criminales para sustraerse al castigo.

La técnica más frecuente es la imitación de la locura. En otros tiempos se utilizaba la mandrágora.


El Viejo de la Montaña enloquecía a sus seguidores con una mezcla de mandrágora y de hashish, los
asesinos, o hashishin a los que luego incitaba a cometer toda clase de crímenes.

Cuando Galileo descubrió la rotación de la tierra alrededor del sol, el Santo Oficio le declaró loco, y
hoy la posteridad lo considera entre los genios.

San Juan de la Cruz se hizo pasar por loco en Granada hasta que consiguió crear su propio Hospital
para pobre y enfermos.

Lelut, cita a Pascal y Sócrates como enfermos de alucinaciones pero no puede catalogarlos como
dementes. Muchos de los grandes pensadores de la Humanidad hubieran sido dementes si se
siguiera este criterio: Arquímedes, Pitágoras, Demócrito, Malebranche por ejemplo. Hay que admitir
que la existencia de alucinaciones es compatible con la integridad de la razón.

La fiebre puede ser alegada, imitada o provocada. Hay quienes imitan un acceso febril a la perfección
haciendo castañetear los dientes, simulando escalofríos, acelerando el pulso e incluso produciendo
sudor abundante. En el ejército es frecuente utilizar el sistema de hacer ejercicio, lo que aumenta
la temperatura, hace sudar, acelera el pulso y además el sujeto se golpea el codo contra una pared
con fuerza lo que también hace subir la temperatura de ese lado del cuerpo.

Cardan (De rerum varietate, Bâle, 1557) hablaba de un veneno de la Isla de Ceylan cuyo contacto
bastaba para producir fiebre. También cuenta cómo cieno escarabajo hervido en aceite comunica a
éste la propiedad de producir fiebre al frotarse el trayecto del pulso con él. La introducción de
tabaco, cabezas de ajo en el recto produce aceleración del pulso, Foderé y Fallot cuentan estos
procedimientos hoy históricos. La canela, el jengibre, las cantáridas, se han usado con estos mismos
fines.
El vino puro hervido con canela y clavo, excita el sudor y aumenta la temperatura. Cualquiera de
estas substancias produce una fiebre tan sólo pasajera. Algunos combinaban estos efectos febriles
con una saburra lingual producida por medio de tiza, blanco de España o yeso.

La ictericia ya en tiempos de Ambrosio Pare, la simulaban embadurnando el cuerpo con hollín y raíz
de cúrcuma, jugo de celidonia o tintura de ruibarbo, azafrán, flores de retama, de cártamo o
estambres de lis. También el ácido pícrico ha sido utilizado con este mismo fin. Pero bastaba mirar
las conjuntivas oculares para descubrir el engaño pues éstas no pueden colorearse de amarillo con
estas substancias. Lo mismo se descubre mirando la mucosa bucal que los simuladores no pueden
teñir. Beck (1836) Elements of Medical Jurisprudence, cuenta que algunos simuladores conseguían
dar a sus heces la decoloración propia de las hepatitis, tomando repetidas veces pequeñas
cantidades de ácido clorhídrico, así como tomaban ruibarbo para dar a la orina el color amarillo.

Para simular la debilidad general algunos han llegado a tomar purgantes repetidas veces, vomitivos,
tabaco y todo aquello que produce una palidez real de la piel. Algunos se exponían a la acción del
ácido sulfuroso producido al quemar cerillas. Otros empalidecían su rostro comiendo cominos. Una
fórmula a base de bayas de enebro, tucia y carbón quemados, producen al recibir sus vapores en la
piel una extrema palidez de la cara, lo que fue utilizado por simuladores para imitar la debilidad
general.

Para imitar lesiones escrufulosas antiguamente no dudaban en utilizar el contacto de substancias


cáusticas en el cuello con jugo de euforbia para hinchar labios y nariz que era otro signo de los
antiguos escrofulosos.

El escorbuto se imitaba antiguamente con substancias irritantes con carmín, frutos rojos de opuntia
y otras substancias. Hasta ha habido sujetos que introducían una sanguijuela en la faringe para
obtener hemorragias abundantes. Otros han utilizado sangre de animales que simulaban escupir.

Guthrie cuenta la historia de un simulador que había tragado un trozo de tapón de corcho en el que
había fijado agujas de manera que la punta asomase al exterior. Aquel cuerpo extraño se detuvo en
la parte baja de la faringe, las puntas de las agujas acabaron por lesionar la carótida sobreviniendo
una hemorragia mortal.

Orfila cuenta cómo algunos individuos escupen trozos de pulmón de vaca que previamente habían
introducido en la boca, tomando al pie de la letra la creencia de que los tísicos escupen sus
pulmones.
El doctor Dorote de Nápoles refiere un increíble caso ocurrido en el Hospital de aquella ciudad. Un
criado doméstico que fue llevado al Hospital quiso quedarse allí indefinidamente para no trabajar y
para simular la tisis, llegó a recoger esputos que acababan de ser expectorados por un tuberculoso
de verdad, introduciéndolos en su boca, escupiéndolos delante del médico.

La ingestión de grandes cantidades de té y de café han servido a algunos para simular taquicardias.

En 1821 a 1822 se presentó una epidemia de "palpitaciones" en la artillería de la Marina inglesa, lo


que confundió durante un cierto tiempo a los médicos atribuyéndolo al exceso de trabajos,
ejercicios violentos, etc., pero cuando la "epidemia" se extendió a los soldados de la marina,
comenzaron a sospechar un fraude. Uno de los soldados confesó que empleaba para provocar la
taquicardia polvos de heléboro blanco (Veratrum album) en pequeñas dosis. La "epidemia" cesó al
poco tiempo.

Otras formas de simulación se refieren a dolores de estómago, vómitos alimentarios que las
histéricas utilizaron con frecuencia, simulando incluso vómitos de orina, materias estercoráceas,
sangre, etc. vómitos de gusanos y aún de reptiles han sido citados en mujeres simuladoras.

Las enteritis han sido provocadas por simuladores por medio de purgantes, sulfato de hierro, uso
prolongado de vinagre. En la India, los indígenas simulaban disenterías, masticando madera de palo
de Campeche que coloreaba de rojo los excrementos e introduciendo en el ano un supositorio de
jabón que producía excrementos mucosos o mucosanguinolentos como los de la disentería.

Algunos simulaban la dilatación del estómago ingiriendo tiza, yeso y vinagre que al ponerse en
contacto producían enorme cantidad de gas en el estómago.

Fue costumbre en otros tiempos de mendigos y pordioseros colocar almohadas sobre su abdomen
para simular la hidropesía. Foderé cita casos de mendigos que producían en niños deformidades
increíbles ligándoles los miembros para detener la circulación sanguínea o insuflándoles aire bajo la
piel e incluso fracturando brazos o piernas, luxándolos, etc.

La incontinencia de orina, la hematuria, la uretritis, balanopostitis han sido imitadas o provocadas.


Entre los soldados del siglo pasado era frecuente imitar un chancro en el glande o prepucio
quemando sobre él unos granos de pólvora o de yesca.
El reumatismo simulado fue motivo de licenciar a soldados en el pasado. Lordosis, cifosis y escoliosis
simuladas han sido descritas por muchos autores médico-legistas. Malgaigne cita el caso de un joven
que había logrado levantar y mover sus omoplatos poniéndolos perpendiculares a la piel. Le
llamaban el "ángel viviente" porque parecía que tenía alas.

Contracturas musculares y cojeras han sido recurso de muchos simuladores y aún anquilosis
simuladas, parálisis y hemiplejías, consecutivas a accidentes para demandar a empresas y
compañías de seguros sumas importantes.

Heridas imitadas o reales, equimosis, quemaduras son provocadas por los presos para acusar a sus
guardianes de malos tratos.

Las heridas y mutilaciones autoinflingidas tienen por objeto inculpar a otra u otras personas,
eximirse de servicios o trabajos. La simulación del suicidio por envenenamiento ha sido recurso muy
frecuente así como por sumersión o asfixia.

Por último la simulación de la muerte ha sido conseguida con éxito en repetidas ocasiones. Diversos
autores informan sobre individuos que a voluntad podían suspender la circulación y la respiración,
permaneciendo insensibles incluso al fuego. fuentes bibliográficas.

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