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TEMA 8.

LOS SEGUROS DE PERSONAS


1. INTRODUCCIÓN
En los seguros de personas el objeto asegurado es la propia persona, la cual soporta el riesgo
de ver comprometida su salud por una enfermedad o por un accidente, o el riesgo de perder la
vida antes de alcanzar una cierta edad o de sobrevivir a una edad determinada.
Se distinguen de los seguros contra daños en que no son seguros indemnizatorios. No lo son
porque si bien estos seguros pueden servir para reparar el daño o la necesidad que puede
producir un siniestro, pueden también utilizarse para obtener una prestación del asegurador
aunque el siniestro no produzca daño alguno, sino por el contrario, un ahorro o beneficio
económico. De otra, porque en ellos el importe de la prestación del asegurador se calcula a
priori, y producido el siniestro, se percibe íntegramente, haya o no daño, y, si lo hay,
independientemente de su cuantía. La existencia de daño efectivo y su valor son irrelevantes
para el régimen jurídico de estos seguros.
Los seguros de personas son seguros de previsión, de ahorro o de suma, porque producido el
siniestro, el asegurador paga la suma convenida (única o periódica), sin verse obligado a
averiguar si aquél ha producido o no daño, ni cuál sea su importe.
Todos los seguros de personas pueden celebrarse individual o colectivamente con referencia a
un grupo de ellas (seguro colectivo), en cuyo caso el grupo deberá estar delimitado por alguna
característica común extraña al propósito de asegurarse, estando ante un seguro estipulado por
cuenta ajena, actuando el tomador en interés del grupo asegurado.
En todos los seguros de personas se prohíbe la subrogación del asegurador en los derechos del
asegurado una vez pagada la indemnización, salvo por los gastos de asistencia sanitaria,
precisamente porque no es aplicable el principio indemnizatorio de los seguros de daños.

2. SEGURO DE VIDA
2.1 CONCEPTO Y CLASES
Concepto: el seguro de vida es aquel contrato de seguro en el que la prestación del asegurador
consiste en el pago al asegurado o al beneficiario o al beneficiario de una suma, de una o varias
veces, cuando se produzca un evento que se refiere a la duración de la vida humana.
El art. 83 LCS declara que por el seguro de vida el asegurador se obliga, mediante el cobro de la
prima estipulada y dentro de los límites establecidos en la Ley y en el contrato, a satisfacer al
beneficiario un capital, una renta u otras prestaciones convenidas, en el caso de muerte o bien
de supervivencia del asegurado, o en ambos eventos conjuntamente.
El tomador del seguro en un contrato de seguro individual de duración superior a 6 meses que
haya estipulado el contrato sobre la vida propia o la de un tercero tendrá la facultad de resolver
el contrato dentro del plazo de los 30 días siguientes a la fecha en la que el asegurador le
entregue la póliza o un documento de cobertura provisional. La facultad unilateral de resolución
del contrato deberá ejercitarse por escrito y a partir de la fecha de la expedición del mismo
cesará la cobertura del riesgo por parte del asegurador, y el tomador del seguro tendrá derecho
a la devolución de la prima que hubiere pagado, salvo la parte correspondiente al tiempo que el
contrato hubiera tenido vigencia
Clases:
Para el caso de muerte: en este seguro la cobertura se realiza para el caso de muerte del
asegurado, de forma que la obligación del asegurador depende de este hecho. Dentro de estos
seguros podemos distinguir:
• Temporal: la obligación del asegurador al pago de la indemnización se subordina al
hecho de que la muerte del asegurado se produzca dentro de un determinado período
de tiempo.
• Vida entera: la cobertura del riesgo de fallecimiento se extiende a toda la vida del
asegurado.
Estos seguros de vida se realizan por regla general sobre una sola cabeza, es decir, con relación
a la vida de una sola persona asegurada, pero pueden referirse a dos o más cabezas en el sentido
de que el asegurador tendrá que pagar la indemnización cuando fallezca cualquiera de las
personas que se mencionan en el contrato. En el caso de que el asegurado sea diverso al
tomador del seguro será preciso el consentimiento dado por escrito del asegurado, salvo que
pueda presumirse su interés por la existencia del seguro (art. 83).
La disciplina del contrato de seguro de vida para caso de muerte está influida, por la necesidad
de una precisa delimitación del riesgo. Sirven para este caso las normas generales sobre el deber
de declaración del tomador del seguro, antes de la conclusión del contrato, que se circunscribe
al deber de responder al cuestionario presentado por el asegurador sobre la salud del
asegurado, con referencia a los antecedentes familiares, en especial a la edad y causas de
fallecimiento de los padres, a las enfermedades padecidas por el asegurado, padecimientos
actuales, hábitos, etc.. La jurisprudencia, aun partiendo de la idea de valoración del
cumplimiento de ese deber de declaración del riesgo con criterios objetivos, con frecuencia se
aparta de ellos para hacer relevante el eventual vicio de la voluntad (dolo o culpa grave) o
existencia de buena fe, en su cumplimiento.
Al cuestionario se une, en especial cuando el capital asegurado es de cierta importancia, un
reconocimiento médico amplio efectuado por el médico del asegurador. Ahora bien, con el fin
de establecer una cierta seguridad o certeza en la relación aseguradora, primero por medio de
cláusulas contractuales y después por imperativo legal, se ha establecido que trascurrido un
determinado plazo el asegurador no podrá impugnar la validez de la conclusión del contrato. A
esto responde la indicación del artículo 89.1 referente a que el asegurador no puede impugnar
el contrato una vez trascurrido un año desde la fecha de su conclusión, salvo que el tomador
haya actuado con dolo (art. 89 LCS). Si la inexactitud se refiere a la edad del asegurado, el
asegurador podrá impugnar el contrato si la edad excede de los límites de admisión en él
establecidos (art. 90.1). Porque el contrato tiene como presupuesto unas bases técnicas en las
que la edad de los asegurados es un elemento de singular importancia. Es la propia LCS la que
establece la edad mínima que ha de tener el asegurado para caso de muerte (catorce años,
conforme el art. 83,4), pero también se fija en esas bases un límite de edad máximo de admisión
(de sesenta a setenta años). Si la inexacta indicación de la edad del asegurado no afecta a los
límites, el contrato se mantiene en vigor, pero con modificaciones en cuanto al importe de la
indemnización o de la prima, pues si la prima pagada es inferior a la que correspondería pagar,
la prestación del asegurador se reducirá en proporción a la prima percibida; por el contrario, si
es superior a la que debería haberse abonado, el asegurador está obligado a restituir el exceso
de las primas percibidas sin intereses (art. 90.2 LCS).
En la póliza se han de indicar expresamente los supuestos de muerte que están excluidos de la
cobertura del asegurador (art. 91). De este artículo deriva que el seguro de vida para caso de
muerte cubre, en general, todas las causas del fallecimiento del asegurado, salvo aquellas que
expresamente hayan sido excluidas.
Seguro para caso de vida: en este supuesto la obligación del asegurador está condicionada a la
supervivencia del asegurado en una determinada fecha, que se fija por medio de un plazo que
se empieza a contar a partir del momento de la celebración del contrato o bien con relación a la
edad del asegurado. El riesgo cubierto no es el fallecimiento del asegurado, sino el contrario de
la supervivencia, no siendo relevante a estos efectos la salud del asegurado. La necesidad o el
daño que se cubre en esta clase de seguro viene dado por la existencia de determinados gastos
(principalmente los de subsistir) cuando la capacidad de rédito del asegurado por causa de la
vejez –que lleva consigo su jubilación o el cese en su actividad productiva en los supuesto
previstos en el contrato, como pude ser la enfermedad- ha disminuido.
Las combinaciones de los seguros para caso de vida –como sucede también con los de muerte-
son muy variadas, tanto con relación a la naturaleza y cuantía de la prestación por parte del
asegurador (que pude ser un capital que entrega de una vez o una renta vitalicia fija o
revalorizable), como con referencia a las personas aseguradas, ya que pude contratarse con
relación a una o más cabezas.
Seguros mixtos: aquellos en los que el asegurador cubre alternativamente el riesgo de muerte
y el de supervivencia del asegurado, de forma que el asegurador queda obligado a abonar una
suma tanto si en una determinada fecha vive la persona asegurada como si falleciese antes de
esta fecha. La prestación del asegurador ha de efectuarse necesariamente, aunque no se sabe
el momento en que se realizará, por depender de la vida del asegurado. Los riesgos cubiertos
(muerte y supervivencia) no simplemente son opuestos, sino alternativos.
2.2 ELEMENTOS DEL CONTRATO
Elementos personales
• Pluralidad de elementos personales: en el contrato de seguro de vida surge una
pluralidad de elementos personales que supera los normales del contrato de seguro, en
especial cuando el seguro es para el caso de muerte, pues además del asegurador y del
contratante o tomador del seguro, que pude contratar por cuenta propia o ajena,
apareciendo en este último caso la figura del asegurado distinta de la del tomador (art.
7.1 y art. 83.2), surge la figura del beneficiario distinta del asegurado y del tomador del
seguro, al que corresponde los derechos que derivan del contrato.
Además, el riesgo del contrato puede referirse a la vida de un individuo (o de varios, de
forma que los asegurados pueden ser varios). En principio asegurado puede ser
cualquier persona, siempre que tenga más de catorce años y no esté incapacitado (art.
83, 4). Pude contratarse el seguro, según ha quedado indicado, sobre la vida de la misma
persona que participe en el contrato o sobre la vida de un tercero (bien en interés propio
o por cuenta del mismo tercero). La Ley califica como tomador del seguro al contratante
y asegurado a la persona titular del interés sobre la que incide el riesgo e indica que en
los seguros para caso de muerte, si son distintas las personas del tomador del seguro y
del asegurado, será preciso el consentimiento de éste, dado por escrito, salvo que pueda
presumirse de otra forma su interés por la existencia del seguro (art. 83.2). Si el
asegurado es menor de edad será necesaria, además la autorización por escrito de sus
representantes legales (art. 83.3).
• El beneficiario: además de las figuras del tomador del seguro y del asegurado, en el
seguro de vida aparece la de beneficiario como la persona que tiene derecho a la
indemnización pactada en el contrato. Con relación a la figura del beneficiario, la Ley se
ocupa de su designación, de su revocación y de su posición jurídica.
• La designación del beneficiario, que puede efectuarse sin que sea necesaria su
aceptación, corresponde al tomador del seguro o contratante, quien también pude
modificar posteriormente esa designación sin necesidad del consentimiento del
asegurador (art. 84.1). El beneficiario puede ser designado en la póliza, en una
declaración posterior escrita comunicada al asegurador o en testamento. Si en el
momento del fallecimiento del asegurado no hubiere designado beneficiario concreto,
la indemnización corresponderá al tomador del seguro, en cuanto que la Ley presume
que ha estado a su cargo el pago de las primas, o a sus herederos (art. 84 LCS). La Ley
establece reglas para la determinación de los beneficiarios cuando ésta sólo exista de
una forma genérica: 1. Si ha designado a los hijos como beneficiarios, lo serán todos los
descendientes con derecho a la herencia; 2. Si se hace en favor de los herederos del
tomador, del asegurado o de cualquier persona, se considerarán como tales los que
tenga dicha condición en el momento del fallecimiento del asegurado; 3. Si se hace en
favor de los herederos, sin mayor precisión, se considerarán como tales los que tengan
dicha condición en el momento del fallecimiento del asegurado; 4. La designación del
cónyuge como beneficiario atribuirá igualmente tal condición al que lo sea en el
momento del fallecimiento del asegurado. Estas normas aclaratorias sobre la
determinación del beneficiario cuando se haya designado de forma genérica se
completan con la que establece que los beneficiarios que sean herederos conservarán
dicha condición aunque renuncien a la herencia (art. 85).
• La regla general es que el tomador del seguro puede revocar la designación del
beneficiario en cualquier momento sin consentimiento del asegurador. La revocación
debe hacerse, según establece el artículo 84.2, en la misma forma establecida para su
designación; norma que ha de interpretarse, a nuestro juicio, en el sentido de que ha de
efectuarse en la misma forma utilizada por el tomador del seguro para realizar la
designación del beneficiario: si se hizo en póliza, mediante un suplemento a la misma;
si se hizo mediante una declaración escrita comunicada posteriormente al asegurador,
por medio de otra declaración similar; si se hizo en testamento, mediante una
modificación del mismo (cfr. Art. 87.1).
Esta facultad de revocación del beneficiario es, sin embargo, renunciable por parte del
tomador, de forma tal que nos encontraremos con una designación irrevocable del
beneficiario. Para ello, es preciso que el tomador renuncie de forma expresa y por
escrito a la facultad de revocar al beneficiario. Renuncia de revocación que se entiende
que ha de ser notificada al asegurador y al propio beneficiario. Tal renuncia, además de
dejar sin efecto la facultad del tomador del seguro de modificar la designación del
beneficiario, hace perder al tomador del seguro los derechos de rescate, anticipo,
reducción y pignoración de la póliza (art. 87.2).
• El derecho de crédito del beneficiario frente al asegurador, una vez que se ha producido
el evento previsto en el contrato que da nacimiento al mismo, aparece especialmente
fortalecido por la propia Ley, que lo quiere configurar como un derecho autónomo
frente al asegurador. Autonomía del derecho de crédito del beneficiario frente al
asegurador que se manifiesta, una vez que sea exigible como consecuencia de la
producción del hecho previsto en el contrato, tanto frente a las eventuales
reclamaciones de los herederos legítimos del tomador del seguro como de las que
formulen contra éste los acreedores de cualquier clase (art. 88.1). La Ley ha pretendido
establecer una primacía de este crédito del beneficiario frente al asegurador sobre
cualquier otro que pudiera nacer como consecuencia de la relación que otros
acreedores tuvieran respecto al tomador del seguro.
El párrafo segundo del artículo 88 hace referencia a un supuesto diverso: la declaración
de quiebra o concurso del tomador del seguro, que presupone la imposibilidad por parte
de éste de seguir pagando normalmente las primas pendientes de pago.
En tal hipótesis la Ley prevé que los órganos de representación de los acreedores podrán
exigir al asegurador la reducción del seguro, lo que implica que el derecho de crédito
del beneficiario se verá disminuido en la proporción correspondiente.
Objeto:
El riesgo: según su naturaleza cuyos efectos se desean prevenir, se escoge el tipo de seguro. Si
se teme morir antes de una edad, podrá estipularse un seguro para el caso de muerte, con cuyo
capital esos estudios puedan finalizarse. Si se teme a sobrevivir a una determinada edad, con la
reducción de las posibilidades laborales, podrá estipularse el seguro de supervivencia.
Cuando el riesgo cubierto es el de muerte, han de formularse varias revisiones. Así en la póliza
no suele cubrirse genéricamente la muerte del asegurado, cualquiera que sea su causa o el
suceso que provoca, sino que suele delimitarse ciertas causas y, sobre todo, excluirse otras. De
otra parte, cuando la muerte del asegurado se haya producido dolosamente por acción del
beneficiario, éste quedará privado de su derecho a percibir la prestación, pasando ésta a
integrarse en el patrimonio del tomador.
El art. 93. LCS considera asegurable el suicidio, con ciertas salvedades. De una parte, no se trata
de una cobertura automática, sino que dicho riesgo tan sólo quedará incluido a partir del
transcurso de un año desde la conclusión del contrato. Además se trata de una norma dispositiva
que admite pacto en contrario.
La característica fundamental del riesgo de muerte es que crece progresivamente conforme
aumenta la edad, porque aumenta la probabilidad de acaecimiento del siniestro. Lo que influye
en el cálculo y percepción de la prima.
La prima: es la contraprestación que paga el tomador por la prestación que asume el asegurador
para el caso que se produzca el siniestro. Lo normal es que sea una prima periódica, pagadera
de modo fraccionado por períodos de tiempo. Ordinariamente, el importe de la prima se calcula
en los seguros según la probabilidad de la producción del siniestro. Precisamente por eso en los
de muerte debería crecer progresivamente conforme aumente la edad del asegurado, para
evitarlo, se calcula y paga inicialmente una prima superior, con cuyos excesos se integra una
reserva, a cuyo cargo se cubren los defectos de percepción de los últimos años.
En cuanto al pago los seguros de vida plantean ciertas especialidades respecto del régimen
general. Si el impago tiene lugar dentro del plazo establecido en la póliza, que no podrá ser
superior a las dos primeras anualidades, el asegurador puede optar entre resolver el contrato o
exigir el pago de las primas en vía ejecutiva. Por el contrario, si el impago se produce a partir de
dicho plazo, la falta de pago de las primas producirá la reducción del seguro conforme a la tabla
de valores inserta en la póliza, pero el asegurador no tiene derecho a exigir el pago de las primas
insatisfechas (art. 95 LCS)
Forma: la póliza es el documento que recoge la perfección y las cláusulas del contrato. Es
transmisible mediante endoso cuando haya sido emitida a la orden y es susceptible de reducción
y de rescate.
La reducción de la póliza se aplica a los seguros para el caso de muerte y significa que, si el
tomador deja de pagar la prima después de un cierto período de vigencia establecido en la
póliza, que no podrá ser superior a 2 años, el contrato no se rescinde, sino que el valor de la
reserva matemática se imputa al pago de la prima impagada y otras futuras hasta agotarse,
reduciendo consiguientemente el valor de la póliza. Mientras tanto subsiste el seguro, aunque
reducido su valor. El tomador del seguro tiene derecho a rehabilitar la póliza reducida en
cualquier momento anterior a la muerte del asegurado, cumpliendo las condiciones pactadas.
El rescate de la póliza está reconocido como derecho del tomador o asegurador y significa la
facultad que éste posee de denunciarlo o resolverlo anticipadamente, con el fin de que el
tomador pueda obtener el valor de la reserva matemática en ese momento (valor de rescate).
Las pólizas pueden condicionar el ejercicio del derecho de rescate al pago efectivo como máximo
de las dos primeras anualidades.

3. SEGURO DE ENFERMEDAD Y ASISTENCIA SANITARIA


Así, mientras que en el seguro llamado de enfermedad el asegurador se obliga al pago de ciertas
sumas y gastos de asistencia sanitaria y farmacéutica, en el seguro de asistencia sanitaria el
asegurador se obliga a proporcionar al asegurado la asistencia médica y quirúrgica de toda clase
de enfermedades o lesiones, pero no concede indemnizaciones en metálico que sean optativas
en sustitución de la prestación de los servicios de asistencia sanitaria. En el caso de que la
sociedad aseguradora asuma la prestación de la asistencia sanitaria, la jurisprudencia hace
respetable al asegurador en el caso de que se produzca una conducta culposa en esa asistencia.
La LCS admite, no obstante, que por parte de un mismo asegurador se ofrezca al asegurado el
pago de los gastos de la asistencia sanitaria o la prestación directa de esa asistencia con el abono,
en cualquiera de los casos, de ciertas sumas diarias por la incapacidad temporal del asegurado.
Estas combinaciones han de respetar las normas de control administrativo, que han de ser
especiales en la hipótesis de la prestación directa por el asegurador de la asistencia sanitaria.
Imponiendo a las aseguradoras el deber de garantizar a los asegurados la libertad de elección
del prestador de los respectivos servicios. Este deber se traduce en la puesta a disposición del
asegurado de una relación de prestadores de servicios, salvo cuando en el contrato se hubiera
previsto de forma expresa un único prestador.

4. REFERENCIA AL SEGURO DE DEPENDENCIA


El estado de carácter permanente en que se encuentran las personas que, por razones derivadas
de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía
física, mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras personas o ayudas
importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria o, en el caso de las personas con
discapacidad intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su autonomía personal».
Pues bien, sin perjuicio de la atención a la «dependencia» por parte de la Administración pública,
se previó la posibilidad de la cobertura de la dependencia por medio de un contrato de seguro.
Los aspectos fundamentales de este contrato aparecen recogidos en el artículo 106 ter LCS. Por
este contrato el asegurador se obliga, dentro de los límites legales y contractuales y para el caso
de que se produzca la situación de dependencia al cumplimiento de la prestación convenida y
orientada a atender, total o parcialmente, directa o indirectamente, las consecuencias que para
el asegurado se deriven de la situación de dependencia. La definición de esta situación se remite
a la legislación antes citada (art. 106 ter 2 LCS). La prestación del asegurador podrá consistir en
abonar un capital o renta convenidos, en reembolsar los gastos derivados de la asistencia o en
garantizar al asegurado la prestación de los servicios de asistencia. El asegurador deberá poner
en este último caso a disposición del asegurado esos servicios y asumir directamente su coste.
Ha de recordarse que en este seguro rige igualmente la libertad de elección del asegurado en
los términos previstos por el artículo 106 quáter LCS. Por último, la oposición a la prórroga del
seguro de dependencia solo puede ser ejercida por el tomador.

6. SEGURO DE ACCIDENTES
NOCIÓN Y RÉGIMEN
El seguro de accidentes es el contrato de seguro que cubre al asegurado contra una lesión
corporal que deriva de una causa violenta, súbita, externa y ajena a la intencionalidad del
asegurado, que produzca invalidez temporal o permanente o muerte (art. 100 LCS). Si el
accidente se provoca intencionadamente por el asegurado, el asegurador queda liberado de su
obligación (art. 102). La jurisprudencia tiene declarado que el contrato cubre los accidentes
producidos cuando está vigente el contrato, aun cuando el fallecimiento o la incapacidad del
asegurado derivados del accidente se produzcan en un momento posterior.
La LCS dedica los artículos 100 a 104 a este seguro, y declara que las disposiciones contenidas
en los artículos 83 a 86 del seguro de vida y en la del párrafo 1 del artículo 87 son aplicables a
los seguros de accidentes (art. 100.2).
Al margen del seguro voluntario de accidentes, aparece el obligatorio de accidentes de trabajo,
que se rige por legislación especial (Ley de Seguridad Social y disposiciones complementarias).
EL RIESGO Y EL INTERÉS
El riesgo en el seguro de accidentes se centra en la lesión corporal, que ha de tener una
determinada causa y unas consecuencias que produzcan invalidez, temporal o permanente, o
muerte que el asegurador esté obligado a indemnizar.
El hecho de la lesión corporal puede decirse especialmente relevante a los efectos de la
determinación del riesgo, pero es insuficiente para su delimitación, ya que nos hallamos ante un
riesgo complejo en el que la posibilidad del evento dañoso ha de referirse a un proceso que
tiene diversas fases, que en tanto en cuanto no se completa su realización no tendremos el
siniestro, pues la lesión corporal ha de derivar de determinadas causas y, a su vez, para que la
lesión se califique como accidente, a los efectos de su aseguramiento, los efectos concretos de
invalidez (temporal o permanente) o muerte. En este sentido ha de indicarse que se precisa una
sucesión encadenada por una relación de causalidad, entre causas y efectos, y el párrafo primero
del artículo 100 de la Ley, al indicar los elementos que integran la definición legal de accidente,
ha querido poner de manifiesto la necesidad de esa concatenación.
El interés en este seguro se concreta en la relación económica existente entre el sujeto
y su propio cuerpo (considerado como un bien). El daño radica tanto en el que se produce al
propio cuerpo (que origina un daño emergente, en el que una de sus partes son los gastos de
asistencia médica) como en su capacidad productiva y de rédito (lucro cesante).
Al ser el seguro de accidentes un seguro de sumas puede existir más de un seguro sobre
un mismo interés. En este caso, la Ley establece el deber del tomador del seguro de comunicar
al asegurado la celebración de cualquier otro seguro de accidentes que se refiera a la misma
persona. El incumplimiento de este deber sólo puede dar lugar a una reclamación por los daños
y perjuicios que origine, sin que el asegurador pueda reducir de la suma asegurada cantidad
alguna por este concepto (art. 101).

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