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EL PAPEL QUE JUEGAN LOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES EN LA

INTERPRETACIÓN CONSTITUCIONAL

MARÍA ALEJANDRA TAPIERO COBALEDA

Los individuos pueden preguntarse por el por qué o para qué de las leyes, su
justificación, legitimación y fundamentación, y la necesidad o conveniencia de su
cumplimiento. Diferentes respuestas son posibles, desde las que fomentan el
sometimiento (irreflexivas y manipuladoras) hasta las que buscan comprensión
(con contenido filosófico o científico): la ley es la ley y hay que cumplirla y punto,
debes hacer lo que debes hacer; cuestionar las leyes es una impertinencia, un
pecado o un crimen muy grave; las leyes expresan la voluntad de alguna autoridad
muy poderosa a la cual conviene no enojar con su incumplimiento y así evitar
represalias; las leyes expresan la voluntad de una autoridad muy sabia y
benevolente y conviene obedecerlas por nuestro propio bien aunque no sepamos
por qué; las leyes de menor nivel se justifican mediante leyes de mayor nivel o
principios fundamentales; las normas adecuadas son necesarias y útiles porque
permiten y fomentan el desarrollo personal, la coordinación social y la convivencia
armoniosa.
Las leyes (reglas, normas, principios) pueden proceder del derecho positivo, de la
ética, la moral o la religión. Las leyes regulan, disciplinan y ordenan la conducta de
los individuos: expresan prohibiciones, obligaciones o derechos de los agentes
involucrados respecto a ciertas acciones o estados del mundo en diversas
circunstancias. Un acto concreto es ilegal (falta, delito, crimen, pecado) si viola
alguna ley, si no es conforme o compatible con ella: hacer algo prohibido, no hacer
algo obligatorio.
El incumplimiento de la ley suele implicar la aplicación de algún castigo contra el
infractor: daños físicos, encarcelamiento, multa, expulsión de un grupo. Las
autoridades (centralizadas o descentralizadas) generadoras y/o gestoras de las
leyes deben tener algún poder para conseguir su cumplimiento: fuerza física,
persuasión (por amor o por miedo), liderazgo de un grupo organizado.
No sólo hay leyes sobre acciones: también hay leyes sobre leyes, leyes más
abstractas y de mayor rango que inspiran y deben cumplir las leyes más concretas
y de rango inferior. Los reglamentos de un ministerio o departamento deben
cumplir y concretar las leyes que emanan del parlamento, que a su vez deben
cumplir y concretar la constitución de una nación. Una ley es inconstitucional si es
incompatible o contraria a la constitución; un reglamento puede ser no conforme
con alguna ley que lo afecta.
La existencia de niveles normativos se aprecia en frases como “las leyes deben
cumplirse”, “esto debería estar prohibido” o “prohibido prohibir”, que expresan
normas acerca de normas (y probablemente también la opinión del hablante
acerca de la conveniencia o no de esas reglas). Algunos pensadores pueden creer
erróneamente que un tema queda zanjado simplemente con invocar un principio
superior; sin embargo, al criticar una ley por ser incompatible con otra norma o
idea superior conviene recordar que ese principio superior quizás es a su vez
criticable: no es el único posible, o es criticable mediante otra norma más alta.
Las leyes prescriptivas, como órdenes o comandos, no son verdaderas o falsas
del mismo modo que las leyes descriptivas, sino que están vigentes o no, se
aplican o no, se exigen o no, y se cumplen o no. Lo que es verdadero o falso es si
una ley está en vigor o no, si se acata o no, y si se ha violado o no con alguna
acción concreta. Pero los contenidos de las normas pueden variar en el tiempo o
de un grupo social a otro.
Un buen sistema normativo es consistente y completo en la medida de lo posible:
las diferentes partes se apoyan y complementan mutuamente; está libre de
contradicciones, incompatibilidades, incoherencias o arbitrariedades; y es capaz
de producir una respuesta para todas las preguntas o problemas relevantes.
Los sistemas normativos suelen tener estructura jerárquica: no son conjuntos de
leyes desconectadas y todas al mismo nivel o con la misma importancia, sino que
algunas normas son más básicas que otras. El sistema legal tiene fundamentos
que soportan el sistema, o un núcleo central que lo cohesiona, o una cúspide que
lo culmina (según el punto de vista y dónde se coloquen los elementos
principales).
Que la estructura sea jerárquica no implica que históricamente primero aparezcan
las leyes abstractas fundamentales y a partir de ellas se deduzcan o generen las
reglas prácticas, concretas y detalladas. Es posible que primero existan diversas
normas específicas independientes cuyas interacciones e intentos de explicación o
justificación lleven a una integración y sistematización.
Las leyes pueden utilizarse como herramientas de poder: las normas son armas.
Los principios expresados en el nivel superior son muy importantes porque
controlan todas las demás normas y conductas: también son muy conflictivos
porque los individuos pueden no estar de acuerdo sobre sus contenidos y pelean o
discuten para imponer los que cada uno desea. Existen los principios superiores,
pero no suele haber acuerdo sobre cuáles son: puede haber consenso sobre
términos muy genéricos, pero desacuerdo sobre su interpretación (“libertad”,
“igualdad”, “justicia”). También puede suceder que los principios superiores no
importen demasiado si su interpretación es tan flexible que permiten
implementaciones concretas prácticas muy diferentes. Como seres humanos
intentamos controlarnos mutuamente unos a otros en su propio beneficio:
influyendo sobre sus preferencias y sobre el contenido de sus sentimientos
morales; e intentando que las leyes sean las que cada uno desea. Es posible
denunciar a un individuo por incumplir alguna ley, o denunciar una ley por ser
incompatible con otra superior.
Las normas están y operan en las mentes de los agentes (y tal vez en memorias
exosomáticas como los libros) para regular su propia conducta y la ajena. Las
leyes son generadas y gestionadas exclusivamente por los seres humanos, de
forma consciente o inconsciente, y cumplidas mediante acatamiento voluntario o
por imposición de los más fuertes y sometimiento de los débiles. Pero es común
que muchos individuos crean que algunas leyes proceden de divinidades
sobrenaturales, entidades sobrehumanas muy poderosas.
Todo sistema normativo tiene un número finito de niveles (al menos uno y quizás
sólo uno) y un nivel máximo o cúspide: este nivel superior no tiene ninguno por
encima que lo fundamente o justifique; si se invoca un nivel más alto como apoyo
o para rechazarlo, entonces resulta que no se trataba del nivel máximo. El nivel
superior es indiscutible y no se deduce o infiere de ningún otro: simplemente se
acepta o no.
Las normas morales o éticas también pueden tener diversos niveles. El nivel
superior puede ser una presunta voluntad divina, algún criterio filosófico
(utilitarismo, consecuencialismo, deontología, ética de las virtudes, liberalismo,
comunitarismo, socialismo, comunismo) o un conjunto de principios abstractos de
justicia: desigualdad según casta o estatus social, igualdad ante la ley
(universalidad, imparcialidad, totalmente universal o restringida a los miembros de
un grupo), igualdad mediante la ley.
La legalidad y constitucionalidad en el derecho positivo son equivalentes a la
justicia y legitimidad en la moral y la ética. Justificar o legitimar es invocar los
principios más abstractos, generales y universales. Pero lo que para unos es justo
o legítimo para otros es injusto o ilegítimo porque esos principios pueden ser
diferentes para distintos individuos. Para algunas personas las leyes que rigen la
sociedad deben estar sometidas a principios morales o éticos. El positivismo
jurídico rechaza el sometimiento de la ley a la moral. Pero esto no implica que la
ley positiva no tenga fundamentos de ningún tipo. El derecho puede
fundamentarse en principios generales y en diversas normas que regulan la
producción de leyes vigentes y exigibles. Por ello considero que la interpretación
constitucional puede ser subjetiva dependiendo de los hechos.

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