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Oración inicial
Ofrecer el Santo Rosario o Coronilla de la Divina Misericordia, por los corazones de cada uno de los
jóvenes que conformamos la Fraternidad del Movimiento de Encuentros Juveniles, para que
abramos nuestro corazón y podamos escuchar el llamado que Dios nos hace a amar como Él lo
hizo y le demos una respuesta valiente.
Objetivo General
Que como encuentristas identifiquemos el llamado universal que Dios hace a la humanidad. El
llamado al amor, a la felicidad y a la santidad
En los días anteriores hemos hablado sobre las resoluciones y propósitos para este año,
encontrarnos con nosotros mismos, analizar nuestro pasado para poder fijarnos esos objetivos que
queremos alcanzar. Ahora nos corresponde también hacernos la pregunta ¿Qué es lo que Dios quiere
de mí? Por lo que debemos dejar que Dios nos hable y entre a nuestro corazón, para encontrarme
con Él.
Dios siempre está en nuestra búsqueda. Nunca nos ha dejado abandonados. Recordemos el
pasaje donde Adán y Eva se escondían por miedo a Dios. Y fue Dios, quien salió al encuentro de
ellos, llamándolos, pero fueron ellos quienes no quisieron darle una respuesta por temor y vergüenza
por lo que habían cometido. (Gen 3, 8-9)
Este primer llamado de Dios a Adán y Eva lo podemos identificar como el llamado que Dios hace a
la humanidad entera representada en ellos. Un llamado. Un encuentro. Motivado por Dios. La gran
pregunta es ¿En qué consiste ese llamado? Para poder responder a esta pregunta debemos
contestar la siguiente: ¿Para qué nos creó Dios?
Y podemos encontrar diferentes razones, pero la verdadera respuesta ha sido encontrada por varios
Santos desde hace ya varios siglos, y es que Dios nos ha creado para amarnos y para que le
amemos. Porque Dios es amor y el amor es la respuesta a la pregunta o al llamado que nos hace a
cada uno.
¿Es tan sencillo? ¿Están simple lo que Dios me pide? Desde nuestra propia experiencia: ¿Es fácil
amar a Dios?
Recordemos aquella pregunta que el joven rico le hace a Jesús: ¿Qué debo hacer para ganar la vida
eterna? Y Jesús le respondió: cumple los mandamientos. (san Mateo 19, 16-22 ) Y el joven le dice
que los conoce y los ha cumplido, sin embargo, Jesús quiere explicarle que el cumplir los
mandamientos, va más allá de normas o reglas de vida, el verdadero significado de los mandamientos
es el AMOR. Para amar realmente, debemos dejar todo, implica entregarse, sacrificarse. Y así como
ese joven entiende que no había logrado cumplir completamente el primer mandamiento: “Amarás a
tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”… Su dios era cualquier otra cosa,
menos Dios mismo.
Dios siempre ha estado en nuestra búsqueda de nosotros, pero es el hombre, quien se aleja de Dios.
Somos nosotros quienes nos alejamos a través del pecado. El cumplimiento del llamado de Dios
a la humanidad entera no depende de Dios únicamente, depende de nosotros también. Ya nos
hemos encontrado en que somos libres. Y en esa libertad Dios nos deja elegir qué camino queremos
seguir, qué respuesta dar a ese llamado.
Es por esta razón que se vuelve difícil dar una buena respuesta. Es por esto que “cuesta” amar a
Dios. No porque Él no nos ame, siempre lo ha hecho. Si no porque a nosotros nos cuesta amarlo.
Dios, en su libertad, nos ama tanto que entregó a su Hijo único, para que por Él nosotros vivamos. Y
en esa libertad, nos deja elegir si queremos amarle con todo nuestro ser o no.
Esta santidad a la que Jesús nos llama es a tener una vida plena en Él, y no necesariamente a una
santidad de aspiración de estar en los altares, sino más bien a vivir en el Amor, dejándonos como
mandamiento principal: amar a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo.