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Prevención en salud, educación y trabajo.

Universidad Católica Argentina

“Santa María de los Buenos Aires”

Facultad de Psicología y Psicopedagogía

Departamento de Psicopedagogía

Parcial
La psicopedagogía y su importancia en la prevención de la violencia

Alumnas: Belén Gomez, Lucrecia Lavarello Tancredi y Jazmín Lucía Villarreal

Carrera: Licenciatura en psicopedagogía

Cátedra: Prevención en Salud, Educación y Trabajo

Profesora titular: Lic. Maria José Ferrari

Profesora asistente: Lic. Cecilia Solia

Turno: mañana

Comisión: “A”

Año: 2021
Prevención en salud, educación y trabajo.

Índice

1. La psicopedagogía desde un rol preventivo


2. La violencia
3. Tipos de violencia
3.a Bullying
3.b Cyberbullying
3.d Maltrato infantil: abuso sexual
4. Conclusión
5. Referencias Bibliográficas
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1. La psicopedagogía desde un rol preventivo

La psicopedagogía es la disciplina que tiene por objeto de estudio al


aprendizaje. Si bien desde su origen se la ha relacionado casi exclusivamente con
un rol reactivo, hoy en día conocemos la importancia que posee el psicopedagogo
para el trabajo preventivo en distintos campos de aplicación.

Esta disciplina puede identificar tempranamente diversos trastornos o


problemáticas no específicas del aprendizaje, ya que la mayoría de las veces
aquellos niños que no se comportan según lo esperado en clase, son enviados con
estos profesionales. En este sentido, la observación de la conducta resulta ser una
herramienta indispensable para detectar posibles factores de riesgo. Debido a que
en las escuelas se desarrolla el proceso enseñanza aprendizaje, es en el
rendimiento escolar donde primero se pueden observar anomalías o diferencias en
el comportamiento o desempeño de un alumno.

A causa de esto, el psicopedagogo debe estar familiarizado con los factores


de riesgo y las señales de alerta de situaciones tales como: violencia familiar,
bullying, maltrato infantil, abuso sexual infantil, violencia de género, adicciones,
trastornos del estado del ánimo, entre muchas otras circunstancias que no son
propias del aprendizaje, pero que le afectan. Con una mirada clínica atenta y
consciente, esta profesión puede ser de gran ayuda en la prevención primaria,
entendiendo a ésta como el conjunto de medidas que pueden implementar para
evitar la aparición de una determinada problemática.

Ramírez Palacio et al. (2006) mencionan una serie de principios que diversos
autores identificaron como propios de la intervención psicopedagógica. Uno de ellos
es el el principio de prevención, el cual implica actuar de manera anticipada para
que no se presenten futuras dificultades que impactarían de forma negativa en las
personas o en el contexto. En relación a esto, puede mencionarse como una de las
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formas de intervención psicopedagógica el modelo de programas, el cual apunta a


un abordaje más preventivo, realizando intervenciones directas y colectivas para
evitar situaciones o consecuencias negativas. Supone una actividad planificada,
fundamentada teóricamente, que apunta al logro de determinados objetivos. Para
alcanzar esto, es necesario una actuación conjunta y continua de diversos agentes,
quienes de manera colaborativa intentarán dar respuesta a las necesidades
detectadas en un contexto educativo, familiar, empresarial o comunitario. Pueden
desarrollarse programas que apunten al desarrollo diversas áreas, los cuales
tendrán finalidades y contenidos específicos. Este modelo se lleva a cabo a partir de
cuatro fases: en primer lugar, se evalúan las necesidades del contexto particular,
estableciéndose así las metas y objetivos que se quieren alcanzar. Seguido a esto
se diseña el programa, lo cual supone la planificación de los contenidos, delimitar
los destinatarios, la metodología, el tiempo y los recursos materiales y humanos que
se emplearán. Posteriormente se ejecuta el programa y se evalúan los resultados
obtenidos a partir de su implementación.

Si bien es crucial apuntar a la prevención primaria, es importante que el


psicopedagogo esté preparado y sepa cómo actuar ante casos de violencia y pueda
contribuir a la protección y bienestar de las víctimas desde su rol. En este sentido se
estaría apuntando a una prevención terciara, la cual tiene el objetivo de reducir los
efectos o secuelas de un determinado problema. Los esfuerzos se dirigen a proveer
programas de recuperación y rehabilitación para quieres han sido afectados por el
problema (Echeburua, 1998).

2. La violencia
En este escrito se pretende revisar el rol del psicopedagogo como agente
preventivo de la violencia en sus diferentes presentaciones. Debido a que la
violencia es una problemática social que afecta a las personas,
(independientemente del sexo, raza, edad, el nivel educacional, entre otros
factores), es importante mover recursos desde cada sector de la sociedad para
evitar sus consecuencias.
La violencia es considerada por la Organización Panamericana de la Salud
(OPS) como el “uso intencional de la fuerza física o el poder real o como amenaza
contra uno mismo, una persona, grupo o comunidad que tiene como resultado la
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probabilidad de daño psicológico, lesiones, la muerte, privación o mal desarrollo”


(2021). Es una acción socialmente nociva, que implica la existencia de una
asimetría de poder de quien ejerce la violencia hacia quien no puede defenderse o
repelerla. Las violencias implican acciones, relaciones y discursos que buscan
dominar y someter a las niñas, niños y adolescentes, aprovechándose de la
vulnerabilidad y desigualdad existente. Existen diferentes formas de clasificar los
tipos de violencia, los cuales pueden presentarse de manera combinada:

Las investigaciones de la UNICEF (2017) con respecto a la violencia,


muestran estadísticas preocupantes:
● 300 MILLONES de niños de 2 a 4 años en todo el mundo son habitualmente
víctimas de algún tipo de disciplina violenta por parte de sus cuidadores.
● 1 de cada 4 niños menores de 5 años viven con una madre que es víctima
de violencia de pareja.
● En todo el mundo, cerca de 130 millones de estudiantes entre las edades de
13 y 15 años experimentan casos de acoso escolar
● En 2015, la violencia costó las vidas de alrededor de 82.000 adolescentes
en todo el mundo.
● A nivel global, alrededor de 15 millones de mujeres adolescentes de 15 a 19
años han sido víctimas de relaciones sexuales forzadas en algún momento
de sus vidas.
● Según datos de la OMS, 1 de cada 5 mujeres y 1 de cada 13 hombres
adultos declararon haber sufrido abusos sexuales en la infancia.
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● Según el Informe «Estado Global sobre la prevención de la violencia contra


los niños 2020» publicado por la ONU, en el mundo se calcula que hay hasta
1000 millones de niños de entre 2 y 17 años que fueron víctimas de abusos
físicos, sexuales, emocionales o de abandono en el último año.
● En la Argentina, según un datos del gobierno nacional, el 53% de los casos
de abuso sexual infantil se produce en el hogar de la víctima, el 18% de los
casos se producen en la vivienda del agresor y el 10% de los casos en la
casa de un familiar, es decir, el 63% de los casos se producen en el
ámbito familiar del NNyA. De acuerdo a los datos mencionados, en el 47%
de los casos el abuso se produce entre los 6 y 12 años de edad de las
víctimas. En el 75% de los casos la agresión proviene de un familiar, en
el 40% se trata del padre, en el 16% del padrastro. El 89% de los agresores
son de género masculino.
● Estudios recientes señalan otro dato preocupante: entre el 20 y el 40% de los
abusos sexuales son cometidos por niños mayores, adolescentes y personas
con menos de 21 años. A la luz de estas cifras cobran importancia los
programas de detección temprana y tratamiento dirigidos tanto a las víctimas
como así también a aquellos niños que en la infancia presentan una conducta
sexual problemática. Sin tratamiento existen riesgos de que los últimos
puedan llegar a ser agresores sexuales en su vida adulta. En este sentido,
nuestra responsabilidad como profesionales de la salud y la educación es de
vital importancia.

Prevenir los hechos de violencia es un objetivo que la sociedad debe


perseguir. De esta forma se logrará un mayor bienestar general, contribuyendo a la
salud pública. Dado que la salud, según la OMS (2021) es ”un estado de completo
bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o
enfermedades“, no se debe dejar de lado que la violencia no solo es la causa de
gran cantidad de muertes y lesiones, sino que también constituye un factor de riesgo
importante para adicciones, enfermedades mentales, tendencia al suicidio,
enfermedades crónicas y problemas sociales.
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3. Tipos de violencia
Actualmente, la violencia es una problemática que se manifiesta de diversas
formas. Ya sea desde la violencia familiar, el maltrato infantil, el maltrato entre pares,
nuestra sociedad se encuentra atravesada por vínculos no sanos que atentan contra
el desarrollo integral de las personas.
3.1 Bullying
El bullying es considerado cualquier forma de violencia llevada a cabo en un
ambiente escolar y realizada entre pares. Esta situación debe ser mantenida y
puede darse tanto física como mentalmente. Si bien este problema no es un
fenómeno nuevo, se puede observar que se va actualizando y agravando con el
paso del tiempo, encontrándose incluso en edades muy tempranas (Cerezo, 2009).
Es importante destacar que el acoso escolar, para ser denominado como tal,
debe ser una violencia sostenida en el tiempo, con claras intenciones de dañar a la
otra persona de forma consciente, mostrando claramente la existencia de víctima y
de victimario (ya que existe una desigualdad de poder). Requieren de grupos
sociales que celebren, participen o callen lo que sucede para existir . Tener en claro
estas características permite evitar confusiones con otros comportamientos de los
alumnos u otras manifestaciones de violencia y, en consecuencia, elaborar
intervenciones más acordes y eficaces ( Bringiotti y Paggi, 2015).
Pueden diferenciarse distintos tipos de bullying:
● Bloqueo social: Es una forma de aislar a la víctima de un grupo al que
pertenece o anhela pertenecer.
● Hostigamiento: Consiste en el acoso constante y activo mediante faltas de
respeto, subestimaciones y humillaciones.
● Manipulación: Es la intención que tiene un acosador o bully de distorsionar la
imagen de otra persona, cambiando la percepción que otros tienen de ella.
De esta forma muchas veces el victimario logra que otros acosen a su
víctima.
● Intimidación: Consiste en amenazas que atentan contra las emociones del
que la sufre y le genera miedo y/o ansiedad.
● Agresiones: Mediante la violencia física se busca amedrentar a la víctima.
Puede ir desde violencias leves como empujones hasta situaciones más
dañinas.
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● Ciberacoso: También conocido como cyberbullying y que será abordado en el


punto 3.2.
En el acoso escolar suelen mencionarse 3 tipos de participantes: víctimas,
agresores y observadores. Las víctimas pueden presentar diversos perfiles:

Víctima provocativa La persona no considera ningún grado de culpabilidad en ella, su estilo de


respuesta a la victimización incluye episodios previos de irritación,
molestia o incluso violencia a los agresores antes de ser acosados.

Víctima reactiva La víctima responde a los ataques del agresor de forma inmediata y
contundente. De esta forma, minimiza su vulnerabilidad y desvía la
atención de los agresores a otras víctimas más débiles.

Víctima agresiva Aquella que proyecta las agresiones recibidas sobre otros individuos,
expresando su fuerza sobre ellos.

Víctimas seguras Los alumnos de excelentes calificaciones, exitosos y reconocidos por los
adultos de la institución, suelen ser el objetivo de muchos bullies.

Elaboración propia, basada en Bringiotti y Paggi, 2015.

Las víctimas tienen algunos “ denominadores comunes” como, por ejemplo, su


imposibilidad de salir de la situación sin apoyo, volviéndose más indefensos frente a
los ataques. Además, no cuentan con soporte de pares que los defiendan y no
verbalizan su problema por miedo a empeorar la situación. Esto viene acompañado
de un perfil inseguro, falta de confianza en sí mismos, pérdida de la autoestima y
valoración personal.
No siempre se hostiga a un tipo específico de persona. Puede padecer algún
trastorno específico del aprendizaje o discapacidades. A veces el acoso se debe a
la discriminación de minorías, ya sean sexuales, culturales o religiosas. Esto
depende en gran medida del ámbito escolar y el tipo de personas que convivan en
él, factores externos e internos.
Otro de los participantes en este hecho de violencia es el agresor. Se
caracteriza a un agresor como una persona de poca empatía, agresiva , con
tendencia a la dominancia, impulsivo, hostil y que utiliza la agresión como estrategia
de afrontamiento. Estos individuos suelen tener distorsiones cognitivas que hacen
que interpreten la realidad de forma diferente, usualmente depositando la culpa de
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sus comportamientos en la víctima. En la mayoría de los casos, los agresores tienen


una relación poco estable con sus padres o han vivido situaciones de acoso que
luego replican en otras personas. Además, su rendimiento escolar tiende a ser
insuficiente y se sienten menos apoyados por los docentes( Bringiotti y Paggi,
2015).
En tercer lugar, encontramos al grupo de observadores, quienes pueden
definirse como los testigos del maltrato entre pares. Estos participantes son los más
olvidados dentro de la investigaciones, pero su rol en el ciclo de acoso es muy
importante para producir cambios, aunque esto no sea sencillo y sin costo para
ellos. Los observadores pueden verse atraídos por ser parte de los episodios de
violencia, ya que prima la necesidad de pertenecer a un grupo social. Muchos de
ellos terminan valorando la violencia como forma de éxito social. No solo eso, sino
que hasta pueden llegar a culpar a la víctima por no defenderse de las agresiones.
Esto podría acarrearse a la percepción de los problemas ajenos en la edad adulta.
Otros testigos pueden sentir empatía con la víctima, pero sentirse indefensos como
ella para poder intervenir.
Los observadores pasan por un proceso de desensibilización, debido a la
continua exposición a la violencia. Esto los lleva a normalizarla e incluso
minimizarla, considerar que lo que sucede no es “ tan grave”. Este dato no es
menor, ya que afecta la capacidad de estas personas para reaccionar frente a actos
de violencia y se vuelven más vulnerables a ella (Bringiotti y Paggi, 2015) .
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Las consecuencias del bullying van desde problemas de autoestima, estrés


postraumático, depresión, deserción escolar, pensamientos suicidas, problemas de
control de ira, etc. Por esto como profesionales dentro del equipo orientación
escolar, es importante que los psicopedagogos realicen intervenciones que puedan
prevenir o disminuir estos fenómenos. Entre las actividades que pueden ayudar a
este objetivo se encuentran:
- Talleres de educación emocional y habilidades sociales.
- Sugerir a los docentes el uso de películas, cuentos o noticias que sirvan para
crear conciencia sobre esta problemática dentro del aula
- Informar a los padres sobre esta problemática y psicoeducar sobre
indicadores que sugieran el padecimiento de este tipo de acoso.

3.2. Cyberbullying
Se define al cyberbullying como aquella situación en la que una persona menor de
edad sufre amenazas, hostigamiento, humillación u otro tipo de molestias de forma
reiterada y deliberada por parte de otras personas menores a través de medios
electrónicos. El acoso se puede dar por diferentes vías. Las más utilizadas son:

“mensajes de texto (SMS), acoso telefónico (llamadas anónimas,


amenazantes o insultantes al móvil...), grabaciones de agresiones físicas o
vejaciones que son difundidas vía móvil o en Internet, acoso a través de
fotografías que se difunden por los móviles o se suben a YouTube, correos
electrónicos, mensajería instantánea, en sesiones de chat, en las redes sociales
(Facebook, Whatsapp, Twitter, Instagram...), páginas web (blogs, fotologs...) “
(Landazabal, et. al, 2018, pp 3)

Siguiendo esta definición, se observa que el Cyberbullying abarca un amplio


abanico de lugares y redes. Esto infunde una mayor inseguridad a la víctima debido
a que no existen lugares seguros, ya que las víctimas pueden recibir amenazas
desde cualquier medio electrónico. Además, acontece en un tiempo y lugar
inespecíficos, lo cual tiene por consecuencia que su generalización ocurra con
mayor velocidad, provocando a su vez mayor impacto emocional en las víctimas.
Usualmente, en un episodio de cyberbullying, el acosador utiliza un perfil falso para
amenazar o maltratar a su víctima. De esta forma, no solo evita ser consciente del
daño y del dolor que le causa, sino que también se resguarda de meterse en
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problemas, saliendo más impune que en los casos de bullying. Otra característica
que denota la gravedad de este fenómeno es el alcance que pueden llegar a tener
los ataques. Estas agresiones pueden viralizarse e incluso incitar a los espectadores
a llevar a cabo las mismas conductas. Esto genera en la víctima altos niveles de
angustia, porque siente que no puede huir del maltrato, ya que este no cesa al
terminar la jornada escolar y puede llegar a personas más allá de ese ámbito
Como se menciona anteriormente, el anonimato y la virtualidad son dos de las
características principales que distinguen al ciberbullying del bullying y que, en
ocasiones, convierten al primero en un fenómeno de mayor alcance (Berger, 2011).

Si bien la agresión es virtual, el daño para la víctima es real. El acoso afecta físico y
emocionalmente, produciendo una disminución en la autoestima y provocando
victimización psicológica, estrés emocional y rechazo social. Al igual que en el
acoso escolar, las agresiones deben ser una conducta sistemática, que se
mantiene en el tiempo y cuyos protagonistas son menores de edad.

Se puede mencionar un amplio abanico de consecuencias con respecto al


cyberbullying. Aunque las consecuencias más graves se evidencian en las
víctimas, tales como ansiedad, depresion, estrés postraumático, ideacion suicida o
suicidio, trastornos en el sueño, en la alumentacion, o la disminucion del rendimiento
académico; el agresor y sus complices tambien tienen consecuencias. El agresor
está asociado con bajo rendimiento académico, con consumo de alcohol y drogas,
con el desarrollo de una personalidad sin empatía, cruel e insensible frente al dolor
ajeno, con muchas conductas antisociales, con dificultades para cumplir las normas,
para controlar la ira y la impulsividad, todo ello generador de numerosos problemas
de adaptación personal, social y laboral a lo largo de su vida.
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3.3. Maltrato infantil: abuso sexual

El abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes es una de las peores


formas de violencia contra la niñez y adolescencia. Las víctimas sufren un daño
irreparable a su integridad física, psíquica y moral. Se daña su derecho a la
integridad, la intimidad, la privacidad y, principalmente, se vulnera el derecho a no
ser expuesto a ningún tipo de violencia, abuso, explotación o malos tratos (UNICEF,
2016).

Se lo puede entender como cualquier contacto sexual entre un niño o


adolescente y un adulto maduro, quien lo utiliza para complacerse en cualquier acto
con fines sexuales (estimulándose él mismo, al niño u otra persona). Incluyen
tocamientos, manoseos, violaciones, explotación o utilización en pornografía, obligar
a un NNyA a observar actos sexuales de otros, etc. Pueden existir abusos sexuales
realizados por una persona menor de 18 años cuando entre el agresor y la víctima
existe fuerza o asimetría de poder o diferencias etarias significativas. Los agresores
pueden ser del ámbito familiar, conocidos, vecinos, desconocidos, y pueden ser de
cualquier nivel socioeconómico y educativo. Se pueden distinguir tres tipos de abuso
sexual:
1. Abuso sexual simple: sucede cuando el niño, niña o adolescente es
sometido a contactos sexuales, manoseos o tocamientos en zonas
íntimas con fines sexuales.
2. Abuso sexual gravemente ultrajante: el niño, niña o adolescente es
sometido a una situación de abuso sexual que se reitera en el tiempo,
o que por sus circunstancias específicas, el tiempo, modo, lugar,
medio empleado entre otros factores especialmente humillantes o
denigrantes para la víctima, resulta especialmente grave.
3. Abuso sexual agravado por el acceso carnal: cuando se produce
un abuso sexual con penetración por cualquier vía, sea vaginal, anal o
bucal.
Cuando el agresor es una figura cercana (familiar) se establece entre este y
la víctima una relación de abuso, definida como una forma de interacción que se da
en un contexto de desequilibrio de poder, cuyo accionar del agresor ocasiona daños
físicos y/o psicológicos a la persona abusada (Echeburúa, 1998).
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A pesar de que constituye un problema creciente en el mundo, la mayoría de


los casos no son detectados ni denunciados (UNICEF, 2016). A diferencia del
maltrato físico, cuyo diagnóstico depende de la posibilidad de ver las lesiones y de
la negligencia adulta hacia el bienestar infantil, la detección del niño que fue o está
siendo víctima de abuso sexual depende de escucharlo para saber qué pasó. Se
dice que el niño constituye “la prueba, el testigo y la víctima”. Por esta razón, su
descripción de los hechos frecuentemente es la más importante, poderosa y, en
muchas ocasiones, la única evidencia del abuso cometido en su contra. Por ese
motivo, es imprescindible prestarles atención, privacidad y escucharlos sin juzgarlos.
Los niños tienen conocimientos básicos sobre la reproducción humana, pero
desconocen las modalidades de la sexualidad adulta, que se caracteriza por su
genitalidad explícita. Este es un indicador clave: los relatos de los NNyA abusados
sexualmente incluyen un conocimiento de la genitalidad adulta desfasado y anómalo
para la edad, que se suma a la presencia de un estado emocional negativo.
Muchas veces puede darse el fenómeno de “atrapamiento en el silencio”, es
decir, cuando los niños no pueden acudir a figuras de apoyo y comunicar su
experiencia traumática (Castañer y Griesbach, 2008). Muchas personas que fueron
víctimas de abuso pueden cargar con ello durante toda su vida sin poder expresar lo
sucedido, dejando huellas permanentes en su vida y salud mental. El mantenimiento
del silencio se sustenta en el hecho de que, por lo general el niño no logra percibirse
a sí mismo como víctima, sino como culpable o partícipe del delito. La concepción
de sí mismo como culpable imposibilita a la víctima hablar y pedir ayuda. Esto no
sólo se basa en la dinámica propia de victimización, sino también en el pensamiento
propio de la infancia, que es concreto y egocéntrico. La conjunción de estos factores
hace que el niño no posea las herramientas cognitivas y emocionales necesarias
para poder percibirse como víctima, o como merecedor de protección y
reivindicación. Esto se complejiza cuando el agresor pertenece a la misma familia
de la víctima. En este caso, la acción de autodefensa (pedir ayuda contando lo que
pasó) se vive como peligrosa, dañina, desleal, y puede terminar por omitirse. Así, el
niño termina concluyendo que hablar es malo, que provocará la destrucción de la
familia, de algún ser querido o de sí mismo.
Los NNyA víctimas de abuso sexual requieren de un entorno conformado por
adultos que sean comprensivos y contenedores, que les brinden acceso a los
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servicios asistenciales y los protejan tanto de posibles represalias como del proceso
de revictimización. Dependen de los docentes, psicólogos, psicopedagogos,
médicos, policías y operadores del sistema de protección integral y judiciales, que
deben estar capacitados para ofrecer un abordaje apropiado al trauma que
atraviesan.

Un efecto que aparece en todo niño que ha sido víctima de abuso es la


necesidad de poner en funcionamiento mecanismos psicológicos para explicarse lo
sucedido y poder seguir adelante. Algunos de estos son la disociación, la amnesia o
el bloqueo emocional, la constricción, la regresión, la negación y la acomodación
(Castañer y Griesbach, 2008).

Los NNyA que han sido o son abusados sexualmente pueden estar
aparentemente asintomáticos. Muchos muestran síntomas que no son específicos ni
exclusivos del abuso sino que se asemejan a otros tipos de trauma, como por
ejemplo el maltrato físico y emocional, haber sido testigos de violencia o haber
vivido catástrofes. Las manifestaciones adquieren diferentes expresiones
súbitas o solapadas, a saber:

● Incremento de pesadillas,temores y problemas para dormir


● Conducta retraída
● Hiperkinesia
● Enuresis
● Estallidos de angustia
● Ansiedad
● Depresión
● Rechazo a quedarse solos con una persona en particular
● Conocimiento inapropiado para la edad acerca de la sexualidad, que se
manifiesta mediante dibujos, conductas y lenguaje sexualizado
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¿Qué hacer frente a la sospecha de un abuso?

● Escucha adecuada: permanecer en calma, escuchar cuidadosamente y


evitar juzgar o culpar a quien nos está contando su situación. Dejar que se
exprese espontáneamente sin interrupciones o preguntas. Si lo que dice no
es suficiente para determinar la urgencia y gravedad del hecho, se deben
realizar preguntas amplias acordes a su edad madurativa. Comenzar, por
ejemplo, diciendo “contame qué pasó” y, después de escuchar su respuesta,
continuar con frases del tipo “contame más de eso”. Intentar, si es posible,
conocer quién, qué, dónde y cuándo sucedió el hecho. Nunca se debe obligar
al niño a hablar en el ámbito familiar frente al adulto sospechado, y mucho
menos enfrentarlo con él.
● Atención Inmediata: Si existe la necesidad de atención médica porque está
en riesgo la salud o la vida del niño o la niña, es imprescindible dirigirse al
centro de atención de salud más cercano para que le brinden la atención
adecuada.
● Deberán denunciar quienes se encuentran obligados a poner en
conocimiento de las autoridades la posible comisión de un delito contra niñas,
niños y adolescentes, según lo establecido por las Leyes 26061, 24417 y
demás normas provinciales (personal de organismos públicos, de gestión
estatal o privada, salud, educación, organismos de niñez, etc.). También
podrá ser denunciante la adulta con responsabilidad parental.

Prevención del abuso sexual infantil


La educación constituye una de las herramientas más valiosas para prevenir
el abuso sexual. En la sociedad, existe el mito de que los niños y niñas de
preescolar no necesitan obtener información sobre el abuso sexual porque se
aterrorizarían si son informados sobre el tema. En lugar de atemorizarse, los
programas educativos ayudarían a que, desde pequeños, desarrollen habilidades
para protegerse de una manera útil y eficaz de los agresores, enseñándoles
nociones acerca de su seguridad corporal, los límites saludables y las diferencias
entre tocamientos buenos, confusos y malos. La N° 26.150 de Educación Sexual
Integral establece el derecho de niñas, niños, adolescentes, jóvenes y personas
adultas a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos
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públicos, de gestión estatal y privada. Para esto, crea el Programa Nacional de


Educación Sexual Integral, que coordina el diseño, la implementación y evaluación
de la ESI en todas las jurisdicciones del país.
Su cumplimiento busca fortalecer las capacidades de los propios niños, niñas
y adolescentes para asumir una vida plena, tal como lo recomienda el Comité de los
Derechos del Niño en lo que refiere a la inclusión de contenidos de educación
sexual, de prevención de VIH Sida y de salud reproductiva en los programas
escolares. En el mismo sentido, la educación sexual constituye una oportunidad
para que la escuela, en articulación con otros actores, fortalezca la búsqueda de
respuestas eficaces a situaciones de vulneración de derechos, e implemente
medidas de protección y reparación para atender a estos problemas. Uno de los
objetivos de la ESI es promover aprendizajes de competencias relacionadas con la
prevención de las diversas formas de vulneración de derechos: maltrato infantil,
abuso sexual, trata de niños. Además, se busca que desarrollen competencias para
la verbalización de sentimientos, necesidades, emociones, problemas y la
resolución de conflictos a través del diálogo.
En cuanto a la Educación Inicial, la escuela desarrollará contenidos que
apunten al alcance de los siguientes propósitos formativos :
a. Conocimiento y exploración del contexto
b. Desarrollo de competencias y habilidades psicosociales
c. Conocimiento y cuidados del cuerpo
d. Desarrollo de comportamientos de autoprotección:
● El desarrollo y valoración de la noción del concepto de intimidad y la
valoración del respeto y cuidado de la intimidad propia y de los
otros/as.
● La identificación de situaciones que requieren de la ayuda de una
persona adulta según pautas de respeto por la propia intimidad y la de
los otros y de aquellas en las que pueden desenvolverse con
autonomía.
● La solicitud de ayuda ante situaciones que dañan a la propia persona
u a otros/as.
● El conocimiento y la apropiación de pautas que generen cuidado y
protección, vínculo afectivo y de confianza con el propio cuerpo como
estrategia para prevenir posibles abusos y que además permitan
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identificar y comunicar a personas adultas de confianza estas


situaciones.
● La distinción de cuando una interacción física con otra persona puede
ser adecuada y cuando no lo es y sentirse autorizados a decir “no”
frente a estas últimas.
● El conocimiento sobre el significado de los secretos y saber que nadie
puede obligarlos a guardar secretos de cosas que los hagan sentir
incómodos, mal o confundidos.
A continuación, se ofrecen consejos prácticos para alentar a los niños y las niñas a
ser abiertamente comunicativos acerca de cuestiones sexuales:
1. Enseñe a los niños y las niñas los nombres de las partes privadas del
cuerpo.
2. Enfatice que el agresor sexual puede ser tanto un familiar, como una persona
conocida o desconocida.
3. Hágales saber que tienen el derecho de decidir acerca de su propio cuerpo.
4. Brindarles seguridad en sí mismos. Anímelos a decir ¡NO! cuando no deseen
ser tocados, aún en formas que no sean sexuales
5. Deje en claro que desde los 3 años de edad ya no necesitan ayuda de otros,
adultos o adolescentes, para ocuparse de sus partes íntimas. Promueva la
autonomía del niño para ir al baño, vestirse y bañarse.
6. Enseñe a los NNyA a cuidar sus propias partes íntimas para que no tengan
que depender de otros.
7. Enseñe la diferencia entre los buenos secretos (una fiesta sorpresa) y los
malos secretos.
8. Si no se siente cómodo a la hora de dejar a un niño con alguien, no lo haga.
Y si tiene preocupaciones acerca de un posible abuso sexual, adopte una
actitud de escucha compresiva y haga las preguntas adecuadas.
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Conclusión
Los psicopedagogos deben estar atentos a todas las manifestaciones de violencia,
ya que dentro de su rol como orientadores educacionales no solo tienen una
posición privilegiada para realizar prevención, sino también para identificar
tempranamente esas situaciones que atentan contra el desarrollo e integridad de los
niños y adolescentes y evitar así, daños mayores o irreversibles. Por otro lado,
deben contar con la capacitación necesaria para saber actuar en los casos donde el
problema ya se encuentra instalado. Resulta indispensable el trabajo en equipo,
donde todos los miembros de la comunidad educativa se comprometan y busquen
desde su quehacer profesional prevenir la violencia.
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Referencias Bibliográficas

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https://www.unicef.org/argentina/media/9576/file/Las%20V%C3%ADctimas%20contr
a%20las%20Violencias%202019-2020.pdf

Lineamientos Curriculares para la Educación Sexual Integral


https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/lineamientos_0.pdf

Castañer, A. y Griesbach, M. (2008). La denuncia como elemento terapéutico para


el niño víctima del delito.
http://www.gobernacion.gob.mx/work/models/SEGOB/Resource/689/1/images/TOM
OI_19.PDF

Abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes Una guía para tomar acciones y
proteger sus derechos. https://www.unicef.org/argentina/media/1811/file
Berger, Christian: (2011) “Bullying: ficha”. Ministerio de Educación de Chile.
Prevención en salud, educación y trabajo.

FINAL
Link presentación:
https://docs.google.com/presentation/d/1eOFJB2Wfb4ardiGK8M_KFMLJptJEG16E
WN4wygtWC_c/edit?usp=sharing

EJE: violencia y rol del psicope en violencia (lucre)


violencia en discapacidad
(duelos (maria josé) y crisis) (belu)
psicope forense y el rol del psicope (jaz)

Violencia y discapacidad
ESTADÍSTICAS
Los niños con discapacidad sufren actos de violencia con una frecuencia casi
cuatro veces mayor que los que no tienen discapacidad, según una revisión
encargada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y publicada hoy en
la revista médica The Lancet.
Los resultados de la revisión indican:

● que los niños con discapacidad son víctimas de alguna forma de


violencia con una frecuencia 3,7 veces mayor que los no
discapacitados;
● víctimas de violencia física con una frecuencia 3,6 veces mayor; y
● víctimas de violencia sexual con una frecuencia 2,9 veces mayor.
Los niños cuya discapacidad se acompaña de enfermedad mental o
menoscabo intelectual son los más vulnerables, pues sufren violencia sexual
con una frecuencia 4,6 veces mayor que sus homólogos sin discapacidad.

La Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad,


promulgada por las Naciones Unidas, destaca la necesidad de proteger los
derechos de los niños con discapacidad y velar por que logren una
Prevención en salud, educación y trabajo.

participación en la sociedad que sea plena y en pie de igualdad. Ello entraña


evitar las experiencias negativas de la violencia contra los niños, que
acarrean una gran variedad de consecuencias negativas para la salud y el
bienestar en etapas posteriores de la vida. Cuando la prevención fracasa, la
asistencia y el apoyo de los niños que han sido víctimas de la violencia son
vitales para su recuperación.

Sabemos que los niños con discapacidades físicas, psíquicas y sensoriales


son más vulnerables o tienen un mayor riesgo de sufrir situaciones de
violencia y maltrato. La violencia y el maltrato de los niños con
discapacidades es un contexto del problema general del maltrato infantil
todavía poco investigado y divulgado, en todos sus aspectos, pero
especialmente en el de la prevención. Prevenir situaciones de violencia y de
maltrato contra los niños con discapacidades significa evitarles dolores
físicos, sufrimientos emocionales, dificultades para su integración y
secuelas añadidas a las que ya presentan por su discapacidad, además de
evitar grandes costes económicos a la comunidad.

(OMS) que considera que la violencia es «el uso deliberado de la fuerza


física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo contra uno mismo,
otra persona o un grupo o comunidad que cause o tenga muchas
probabilidades de causar lesiones, muerte, daño psicológico, trastornos del
desarrollo o privaciones».
La OMS diferencia la siguiente tipología de violencia:
• VIOLENCIA INTERPERSONAL: Actos violentos cometidos por un
individuo a un pequeño grupo de individuos (violencia familiar, violaciones
y agresiones sexuales por parte de extraños y violencia institucional).
• VIOLENCIA INSTITUCIONAL: Cubre un amplio abanico de actos y
comportamientos que van desde la violencia física, sexual y psíquica hasta
las privaciones y el abandono.
• VIOLENCIA COLECTIVA: la violencia colectiva es el uso instrumental de
la violencia por personas que se identifican a sí misma como miembros de
un grupo frente a otro grupo o conjunto de individuos con el fin de lograr
objetivos políticos, económicos y sociales. Adopta diversas formas:
conflictos armados, actos violentos perpetrados por los Estados, terrorismo
y crímenes organizados.

• MALTRATO FÍSICO: Violencia que comprende cualquier acto, no


accidental, que provoque o pueda producir daño en el cuerpo de la mujer,
tales como: bofetadas, golpes, palizas, fracturas, quemaduras, etc.
Prevención en salud, educación y trabajo.

• MALTRATO PSÍQUICO: Es la violencia más difícil de delimitar, se trata


de algo más serio que un insulto. Vendría a ser aquellos actos o conductas
que producen desvalorización o sufrimiento a las mujeres, comprenden
amenazas, humillaciones, exigencia de obediencia, culpabilización de la
víctima en torno a cualquier problema.

• MALTRATO SEXUAL: Violencia que imponga a la mujer una relación


sexual contra su voluntad.

Los menores con discapacidad como víctimas de


maltrato infantil: una revisión
https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1132-05592006
000300004
La protección adecuada de los derechos de los menores con discapacidad es
todavía una asignatura pendiente de nuestras sociedades. El objetivo de esta
revisión es aumentar la conciencia de los profesionales de la intervención
psicosocial del mayor riesgo que sufren los menores discapacitados de sufrir
cualquier tipo de abuso, no solo por factores asociados a su situación personal,
familiar y social, sino también por la mayor dificultad de los profesionales para
detectar las situaciones de maltrato, dar credibilidad a las sospechas sobre el
mismo, denunciarlas, y tratar adecuadamente las situaciones en los que el
maltrato efectivamente se produce, especialmente cuando se produce en
menores con discapacidad psíquica. Se plantea que el reconocimiento de esta
mayor vulnerabilidad y sus causas entre los profesionales relacionados con la
infancia y/o la discapacidad es el primer paso para la prevención y la detección
temprana y eficaz de estas situaciones.

Tanto los enfoques teóricos como las investigaciones que se han centrado en
estudiar al menor discapacitado como víctima de maltrato, tienden a encontrar
que los niños con discapacidad tienen mayor vulnerabilidad frente a diversas
formas de abuso

Si en los estudios sobre maltrato infantil se habla de que el maltrato detectado


no es más que la punta del iceberg de una realidad más amplia (Morales y
Costa, 1997), en el caso del maltrato a niños con discapacidad, las cifras
disponibles pueden ser consideradas aún menos representativas. Las mayores
dificultades de detección de este tipo de maltrato (Mitchelli, Turbille y Trunbull,
1999), y el hecho de que en las estadísticas sobre maltrato infantil no se registre
adecuadamente la posible discapacidad, hace que esta realidad sea invisible para
la mayor parte de la sociedad y, por tanto, su prevención menos efectiva.
Prevención en salud, educación y trabajo.

1.1. Tipos de maltrato y contexto


En el entorno de la protección a la infancia existe un amplio consenso en definir el
maltrato como toda acción u omisión no accidental que impide o pone en peligro la
seguridad de los menores de 18 años y la satisfacción de sus necesidades físicas y
psicológicas básicas (Palacios, Jiménez, Oliva y Saldaña, 1998).

Sin embargo, son muchas las realidades que se recogen dentro de esta definición: el
abandono o negligencia, el maltrato emocional, el maltrato físico, el abuso sexual, el
maltrato prenatal, la mendicidad, la corrupción, la explotación laboral, el síndrome de
Münchhausen por poderes o el maltrato institucional (Palacios y cols., 1998).

1.2. Tipos de discapacidad y maltrato


Cuando hablamos de discapacidad, tanto en niños como en adultos, estamos
refiriéndonos a una gran diversidad de situaciones. El carácter físico, psíquico o sensorial
de la discapacidad sitúa a los menores en contextos evolutivos muy diferentes. Parece
que el aumento de incidencia del maltrato se produce en cualquier tipo de discapacidad
aunque se ha observado que el abuso es más frecuente en discapacitados psíquicos
que en otros tipos de discapacidad (Cooke y Standen, 2002). Este aumento del riesgo de
maltrato en discapacitados psíquicos es especialmente evidente cuando nos referimos al
abuso sexual, que tiene una mayor incidencia en discapacitados psíquicos de grado
medio (Hernández, Horno y Santos, 2002).

FACTORES DE RIESGO

● factores de vulnerabilidad del niño o la discapacidad


○ mayor necesidad de atención en el cuidado físico o la higiene personal de
muchos de los menores con discapacidad les coloca en situaciones
propicias para el abuso sexual
○ el hecho de estar al cuidado de varias personas, especialmente si cambian
con cierta frecuencia, dificulta que estos menores puedan discriminar
quién es un extraño al que no se le debe permitir ciertos tipos de contacto
y quién no lo es
○ mayor dificultad para establecer la frontera entre el propio cuerpo y el
cuerpo del otro y, con ello, de distinguir lo que es un contacto físico normal
de un contacto abusivo, no sólo en el ámbito del abuso sexual, sino
también del maltrato físico.
○ los menores con alguna discapacidad tienen en ocasiones dificultades
especiales tanto para oponerse al maltrato como para comunicarlo y
denunciarlo. La mayoría de ellos tienen mayores dificultades físicas para
oponerse. Existe además, en algunos menores, una mayor dificultad
emocional para poner en riesgo una relación de la que se depende
vitalmente, o para oponerse a la autoridad cuando han sido educados en
la sumisión, la dependencia y la obediencia, como veremos más adelante
(American Accademy of Pediatrics, 2001). Cuando la discapacidad
comporta graves dificultades de comunicación, existen también mayores
Prevención en salud, educación y trabajo.
dificultades para quejarse adecuadamente o para denunciar a pesar de
que se reconozca el maltrato como tal
● factores familiares
○ aumento de las fuentes de estrés familiar, una dificultad para acceder o
capacitarse con recursos de afrontamiento adecuados y una mayor
dificultad para evaluar la situación en términos positivos. Estas dificultades
predicen un mayor riesgo de que la familia emprenda respuestas poco
adaptativas como la negligencia o el maltrato, según los modelos de estrés
y afrontamiento familia
○ el desequilibrio entre las expectativas y la realidad se da desde el
momento en que la familia conoce la discapacidad del niño. Cuanto mayor
es el desequilibrio menor es la capacidad de la familia de regular
cognitivamente el estrés que proviene de las demandas especiales
● factores educativos
○ carencia de educación sexual, deriva en que estos menores no son
orientados para distinguir las muestras de atención o de cariño apropiadas
e inapropiadas (American Academy of Pediatrics, 2001; Hernández y cols.
2002; Morris, 1998), para adecuar las manifestaciones afectivas al
contexto y a la persona a la que se dirigen, para abrir vías de expresión
adecuada de su propia sexualidad, ni para proteger su intimidad
○ importancia de generalizar los programas de educación sexual a los
discapacitados, en especial a los discapacitados intelectuales, y el
entrenamiento en habilidades sociales como el de Verdugo (1997), o el
entrenamiento en cómo resistirse a la presión de otros de Bermejo (1999).
● factores sociales
○ visión negativa y marginadora sobre la persona con discapacidad es
un mensaje hacia los potenciales agresores de la impunidad que
tendrá el maltrato, porque a los niños con discapacidad se les
reconocen, en la práctica, menos derechos que al resto

Mujer, discapacidad y violencia El rostro oculto de la


desigualdad - Grace Mun Man Shum Ángeles Conde
Rodríguez Inés Portillo Mayorga

Pues bien, pese a lo importante de este tema, resulta sintomático que un


colectivo de población femenina como es el de las mujeres con discapacidad no
aparezca reflejado, o lo haga escasamente, en las estadísticas generales y en las
que se publican sobre malos tratos específicamente desde las instituciones
públicas. Esta falta de datos se puso ya de manifiesto en el Foro Europeo de la
Discapacidad (1997) donde se llegaron a denominar a sí mismas «ciudadanas
invisibles», al no ser considerada su presencia como miembros de la sociedad.
El colectivo de mujeres con discapacidad representa un grupo con especiales
dificultades de integración social, sobre el que pesan prejuicios sociales,
discriminación, y una clara vulneración de sus derechos básicos (educación,
Prevención en salud, educación y trabajo.

trabajo, etc.), factores todos ellos —como explicaremos más adelante— que
apoyan el hecho de que, posiblemente sufran un índice mayor de violencia que el
resto de colectivos de mujeres. Es decir, que creemos que las mujeres con
discapacidad no sólo son víctimas de violencia familiar o doméstica, sino que
también padecen maltrato institucional, laboral, etc., pero que el tema ha
recibido escasa atención en los estudios generales sobre violencia.

En la Asamblea General de las Naciones Unidas se pone de manifiesto la


preocupación por este grupo. Así en su diseño de las Reglas Estándar para la
Igualdad de Oportunidades para las personas con discapacidad se incluye «la
necesidad de garantizar (por parte de los gobiernos) el acceso de las mujeres
con discapacidad y de sus familias a la información y los servicios disponibles en
el ámbito de la violencia contra la mujer» (regla n.º 9). El mismo documento, en
la Regla n.º 15.2. insiste en la «necesidad de la acción legislativa para cambiar
las condiciones que dan lugar a efectos adversos en la vida de las personas con
discapacidad, incluyendo el acoso y la victimización. Cualquier discriminación
contra las personas con discapacidad debe ser eliminada de la legislación
nacional y determinar sanciones apropiadas en caso de violación de los principios
de no-discriminación»

Como factor añadido encontramos, además, que los estudios existentes


presentan problemas de tipo metodológico: dificultades de comparación debido a
la utilización de indicadores diversos, no diferenciación de los distintos tipos de
violencia: física, emocional, sexual, etc.; uso de muestras muy heterogéneas, no
teniendo en cuenta, por ejemplo, el género; tratamiento de la discapacidad de
un modo global sin diferenciar los distintos tipos de discapacidad: física, psíquica
y sensorial y a las personas con discapacidad como si se tratara de un grupo
homogéneo, olvidando que responden a diferentes edades, nivel educacional,
nivel socioeconómico, etc. como cualquier otro grupo de población, debiendo
además ser considerado la severidad de la discapacidad y el momento de
aparición de la misma.

Si como venimos explicando, las mujeres nos encontramos en una situación


socio-familiar y laboral desfavorable frente a los hombres, en el colectivo de
mujeres que sufren algún tipo de discapacidad se aprecia esta situación de un
modo más acusado, puesto que a la discriminación de género se añaden las
situaciones discriminatorias y marginales que lleva asociada la discapacidad. Es
generalmente aceptado que las personas con discapacidad tienen menos
oportunidades y una calidad de vida inferior que las personas sin discapacidad.

Modelo individual o médico


El modelo individual se deriva de la Clasificación Internacional de Deficiencias,
Discapacidades y Minusvalías (CIDDM) de 1980 en el que la OMS propone el esquema:
Prevención en salud, educación y trabajo.
• DEFICIENCIA (Impairment): Cualquier pérdida o anormalidad de tipo psicológico,
fisiológica, anatómica o funcional.
• DISCAPACIDAD (Disability): Cualquier restricción o carencia (resultante de una
deficiencia) de la habilidad necesaria para ejecutar una actividad en una manera
considerada normal para una persona. Hace referencia a lo que las personas no pueden
hacer, por ejemplo, ver, oír o andar.
• MINUSVALÍA (Handicap): Desventaja resultante de una deficiencia o discapacidad que
limita el normal desarrollo de una persona en un determinado rol social. Por ejemplo, como
trabajador, pareja, madre, etc.

Se entiende también como una limitación considerar que la discapacidad sea el resultado
directo de una deficiencia y no el resultado de hechos de la sociedad que pueden ser
cambiados. Aunque pueda resultar una definición útil para el personal médico cuando
diagnostica y trata las deficiencias suele resultar inadecuado cuando se aplica, por ejemplo,
para la planificación social, pudiendo conducir a generar servicios que «ayuden» a las
personas discapacitadas a superar su condición, y sean «compensados» de sus
deficiencias, segregándola en servicios y unidades especiales.
Además, la consideración derivada del modelo puede resultar negativa para la forma en la
que las personas con discapacidad se perciben a sí mismas, internalizando mensajes
negativos sobre su propia condición y las dificultades que representa dicha condición para
la participación social, relacionándolas con limitaciones propias.

Modelo social de la discapacidad


ha sido promovido por las propias personas con discapacidad, que entienden que el modelo
individual no provee de una explicación adecuada a su situación, ya que su experiencia les
muestra que sus dificultades no vienen sólo generadas por su deficiencia sino por el modo
en que la sociedad está organizada

• DEFICIENCIA (Impairment): Hace referencia a una herida, enfermedad, o condición


congénita que causa o puede causar un efecto a largo plazo en las condiciones físicas o
limitaciones funcionales en un individuo en relación con lo común.
• DISCAPACIDAD (Disability): La pérdida o limitación de oportunidades para tomar parte en
sociedad en igualdad de oportunidades con otros debido a barreras sociales y ambientales.

La discapacidad se muestra como fruto de elementos o barreras de la organización social la


cual no cuenta, o lo hace de forma escasa, con personas que tienen alguna deficiencia.
Prevención en salud, educación y trabajo.
Prevención en salud, educación y trabajo.

DISCRIMINACIÓN
dos hechos importantes:
● uno es que cuando hablamos de discriminación por discapacidad no sólo nos hemos
referido a comportamientos ligados a ciertas situaciones, sino que también hacemos
mención a actitudes de rechazo, desprecio e indiferencia que se manifiestan en
distintas circunstancias, («Rechazo verbal, ridiculizarte, ignorarte, despreciarte,
insultarte» que señalan las propias personas con discapacidad en el informe del
CERMI) e incluimos también la sobreprotección o «solidaridad mal entendida» que
una buena parte de personas con discapacidad declaran como manifestaciones de
su situación de discriminación.
● existencia de una serie de barreras de tipo físico (arquitectónicas, de transporte, de
comunicación) y social (actitudinales, de género) que funcionan como obstáculos
que impiden o limitan la libertad de movimientos de las personas y dificultan su
desarrollo como ciudadanos. Es evidente que la discriminación condiciona
negativamente las posibilidades de desarrollo personal y de participación social y
dificulta la integración dejando fuera o en los márgenes a las personas que la
padecen.
Según los informes de Amnistía Internacional, la pobreza y la marginación social son
variables que se añaden al género y agravan la posibilidad de sufrir tortura y malos tratos.
En este sentido, las mujeres con discapacidad tendrían una mayor vulnerabilidad para
padecer actos de violencia dado que se trata de un colectivo en riesgo de exclusión social.
En un análisis realizado en el Proyecto Metis de la iniciativa europea Daphne (1998) son
señalados algunos factores que evidencian esta vulnerabilidad. Se trata de mujeres:
• Menos capaces de defenderse físicamente.
• Algunas de ellas presentan problemas de comunicación por lo que aumenta su dificultad
para expresar los malos tratos.
• Con dificultades para acceder a servicios convencionales de orientación, que debido a la
existencia de barreras arquitectónicas les resultan inaccesibles.
• Con una mayor dependencia de la asistencia y cuidados de otros, por lo que aumenta su
miedo a perder los vínculos y la provisión de cuidados si denuncia

Nosek y Howland (1997) señalan posibles causas que contribuyen a la mayor vulnerabilidad
de las mujeres con discapacidad:
• Dependencia de los demás para el cuidado durante más tiempo.
• Negación de sus derechos humanos como resultado de ser percibidas sin poder. • El
maltratador percibe que tiene un menor riesgo de ser descubierto.
• La dificultad de las víctimas de ser creídas.
• Menor información acerca de lo que es apropiado/inapropiado en aspectos relacionados
con la sexualidad.
• Mayor aislamiento social y mayor riesgo de ser manipulados.
• Mayor indefensión física y vulnerabilidad en lugares públicos.

Prevenir la violencia en niños discapacitados


Prevención en salud, educación y trabajo.

El maltrato de los niños con discapacidades es, por tanto, un problema


multicausal, y para el que no existe una solución sencilla o única. Al contrario, es
un problema que debe abordarse de forma simultánea desde varios niveles y en
múltiples sectores de la sociedad

Crisis y duelos frente al diagnóstico de


discapacidad
Crisis
Primera diapo:
Las familias que tienen un hijo con discapacidad afrontan una crisis movilizada a partir del
momento de la sospecha y posterior confirmación del diagnóstico. Cada familia es única y
singular y procesa esta crisis de diferentes modos. Según cómo se elabora la crisis del
diagnóstico, tiene lugar un crecimiento y enriquecimiento familiar, o por el contrario, se
pueden desencadenar trastornos de distinta intensidad. Sin embargo, los conflictos no
surgen a nivel familiar como una consecuencia directa de la discapacidad, sino de la falta de
herramientas y posibilidades de adaptarse a la situación.
La crisis según Caplan se puede definir como un periodo de desequilibrio psicológico en
personas que enfrentan circunstancias peligrosas, esas circunstancias constituyen para el
sujeto un problema importante que no puede por el momento ni evitar ni resolver con los
recursos acostumbrados. }

Las crisis pueden enmarcarse en dos tipos :


● crisis del desarrollo: Aquellas relacionadas al pasaje de una etapa de crecimiento a
otra. Por ejemplo el nacimiento del primer hijo, la adolescencia.
● crisis accidentales. Aquellas que se caracterizan porque tienen un carácter de
urgente, imprevisto e inesperado. La discapacidad entraría en este tipo.
2 diapo
Enfrentar la crisis para las familias puede significar una oportunidad de crecimiento,
madurez y fortalecimiento o un peligro de trastornos psicológicos o dificultades a nivel
vincular. En ese sentido es un momento decisivo y critico donde los riesgos son altos y la
adaptación o desadaptación ( junto con sus consecuencias) coexisten. Cada familia, en su
unicidad, procesará la crisis de diferentes modos
Cuando la familia no alcanza una resolución adecuada para la crisis se presentan ciertas
situaciones de conflicto a nivel vincular:
- Problemáticas del niño
- Problemáticas del hermano
- Dificultades de los padres
3 DIAPO
Son numerosos los factores que inciden en la resolución positiva o no de la crisis:
Prevención en salud, educación y trabajo.
- La historia de la pareja y la familia nuclear
- Duelos previos y su elaboración
- Sistemas de creencias de la familias
- Conflictos previos de la familia
- La capacidad de adaptarse a los cambios
- Nivel cultural y socioeconómico de la familia
- Capacidad de buscar ayuda y redes de sostén
- La presencia de otras crisis

En lo que respecta al vínculo paterno filial, lo que contribuye a una correcta adaptación y
crecimiento es abrazar los sentimiento ambivalentes que se producen en esta relación
desde un principio: inseguridad, culpa, miedo, rechazo, que a su vez se relacionan con
sentimientos positivos, creando interacciones complejas.

En toda crisis es necesaria la elaboración de duelos. La psiquiatra Elisabeth Kübler-


Ross mencionó 5 estadios en el curso de un duelo:
1. Negación
2. Ira
3. Negociación
4. Depresión
5. Aceptación
El duelo es el proceso psicológico al que nos enfrentamos tras las pérdidas y que consiste
en la adaptación emocional a las mismas. Este proceso engloba también otros factores
fisiológicos, cognitivos, comportamentales
Las pérdidas no siempre son físicas, también pueden ser abstractas. Como el duelo que
atraviesan todos los padres en su imaginario con respecto a su hijo. Se debe enfrentar el
hijo fantaseado con el hijo real.
Las fases planteadas por la autora no son tan lineales ni rígidas en el orden, pueden darse
algunas en simultáneo por ejemplo.

NEGACIÓN:
Es una reacción que se sigue de manera inmediata luego de la pérdida, con frecuencia
viene acompañada de un estado de shock, embotamiento emocional e incluso cognitivo.
En ocasiones se manifiesta como negación de la pérdida, pero no siempre sucede así,
puede ser más difuso o abstracto ( negar la importancia de la pérdida o de su carácter
definitivo.
En el caso de las familias de un hijo con discapacidad se puede pensar que hay un error en
el dx.

IRA:
Cuando se supera la negación, la persona experimenta sentimiento de frustración y de
impotencia con respecto a la propia capacidad de modificar las consecuencias de la
pérdida.
La frustración trae el enojo y la ira.
En esta etapa, la persona busca atribuir la culpa de la pérdida a algún factor, como puede
ser otra persona o incluso a sí mismo.
En el caso de la discapacidad----- pensar que uno o la pareja tiene genes defectuosos.
Prevención en salud, educación y trabajo.
Se debe superar esta frustración, ya que se relaciona con intentos psicológicos inútiles de
que el estado emocional y el contexto se mantenga igual que antes de la pérdida.

NEGOCIACIÓN:
La persona guarda la esperanza de que nada cambie y de que puede influir de alguna
manera en la situación.
Dentro del ejemplo, aquí entrarían los intentos por buscar una cura a la discapacidad,
aunque se sepa que no existe tal cosa aún.

DEPRESIÓN:

En esta etapa, la persona empieza a asumir de manera definitiva la realidad de la pérdida.


Ello genera sentimientos de tristeza y desesperanza junto con otros síntomas propios de los
estados depresivos como el aislamiento social, la falta de motivación.
EJEMPLO: La familia, aceptando que su hijo es diferente a los demás, pueden aislarse para
evitar miradas prejuiciosas o porque no se sienten comprendidos por el resto.

ACEPTACIÓN:
Esta fase genera un estado de calma debido a que la persona acepta que las pérdidas son
parte natural de la vida humana.
Se relaciona con la inevitabilidad de la pérdida y por ende el proceso de duelo.

Ahora, si bien la crisis que experimentan las familias frente al diagnóstico de discapacidad
es un factor de riesgo para trastornos y dificultades en el seno familiar, muchas personas se
desarrollan esa situación de forma sana. Esto se debe a que son personas resilientes.
La resiliencia se puede definir como la capacidad humana para hacer frente a las
adversidades de la vida, superarlas o incluso ser transformado por ellas. Es parte del
proceso evolutivo y debe promoverse desde la niñez.
La resiliencia depende de ciertas cualidades del proceso interactivo del sujeto con otros
humanos responsables de la construcción del sistema psíquico humano. no se nace
resiliente, sino que se promueve. Esto es muy importante ya que resulta un factor protector
y preventivo para la adaptación en general y en especial para superar las crisis que la vida
nos arroja.

Una familia resiliente es aquella que al estar inserta en una situación de adversidad, tiene la
capacidad de utilizar aquellos factores para sobreponerse a la adversidad, crecer y
desarrollarse adecuadamente, llegando a madurar y crecer pese a los pronósticos
desfavorables.

Las familias tienen ciertas características que les permiten ser resilientes:
- Humor familiar, para transformar ciertas situaciones en algo que puede hacer reir.
- Capacidad de proyectarse a futuro y anticipar tiempos mejores, sin ilusionarse
falsamente.
- Desculpar, para que nadie en la familia sienta el peso de la situación como propio.
- Capacidad de comunicarse abiertamente y de expresar emociones
Prevención en salud, educación y trabajo.
- Posibilidad de experimentar en conjunto sensaciones de complicidad y pertenencia.
- Ser flexibles y creativos para afrontar distintas situaciones
- Ejercer funciones de cuidado y preservación de forma estable y firme
- Capacidad de superar impotencias u obstáculos, no rendirse facil

Para lograr una resiliencia relacional, Froma Walsh plantea la importancia de:
- Reconocer los problemas y limitaciones que hay que enfrentar
- Hablar abiertamente de los problemas
- Registrar los recurso personales y colectivos existentes
- Organizar y reorganizar las estrategias y metodologías tantas veces como sea
necesario, evaluando logros y pérdidas.

PSICOPEDAGOGÍA FORENSE
http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2016/04/doctrina43165.pdf

Forense: para la Real Academia Española (2001), viene del latin Forensis, que
significa “perteneciente o relativo al foro”, y de Forum, que hace referencia a las
plazas o lugares públicos, donde se impartía justicia en la antigüedad. Se entiende
que en la actualidad, este concepto refiere a todo aquel que interviene en el foro o
sala de justicia, es decir, a todos los profesionales que participan en un proceso
judicial.
El Área de Psicopedagogía Forense del Poder Judicial fue creada con el objetivo de
generar un espacio de evaluación, diagnóstico e intervención en procesos judiciales.

La intervención psicopedagógica está centrada en la promoción de formas


operativas de aprendizaje en contextos de vulnerabilidad social, atendiendo
problemáticas ligadas al abandono y desamparo, a situaciones judicialización,
adicciones, y violencia.
ROL DEL PSICOPEDAGOGO
Dentro del juzgado de menores, la tarea del psicopedagogo es asesorar al juez en
los aspectos de nuestra disciplina, tales como:
● Características del sistema cognitivo de la persona: capacidades, dificultades,
patologías
● Características del aprendizaje y datos de la escolaridad
● Adaptación al entorno. Maneras de facilitarla.
● Necesidades Educativas Especiales
● Alteraciones de las funciones ejecutivas por adicciones
● Vínculos con el entorno
● Intereses, aptitudes y motivaciones
Prevención en salud, educación y trabajo.

MODALIDAD DE TRABAJO:
Existen dos instancias de intervención:
1) pericial (evaluaciones psicopedagógicas, aplicaciones de tests, donde se trabaja
con la persona) y la otra
2) de campo: Se va a las escuelas, no a hacer evaluación, pero sí conocer la
situación. Según sea el caso, de familia, donde el juez solicita que se aborde la
institución para conocer el rendimiento del menor, situación en la que llega a la
escuela (en casos de regímenes de visita, de divorcios conflictivos, entre otras)”

INSTRUMENTOS Y HERRAMIENTAS UTILIZADAS EN LA ACTIVIDAD JUDICIAL:


1) ENTREVISTAS a niños, padres y familiares
2) PRUEBAS PROYECTIVAS y PSICOMÉTRICAS
3) ESCALAS DE DESARROLLO
4) OBSERVACIÓN DEL JUEGO E INTERACCIÓN CON PROGENITORES
5) VISITAS A ESCUELAS, CENTROS DE ACCIÓN FAMILIAR, ENTREVISTAS CON
DOCENTES, CUIDADORES
6) ENTREVISTAS EN CÁMARA GESELL

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