Está en la página 1de 262

Freud en Vigotsky

Inconsciente y Lenguaje
Freud en Vigotsky
Inconsciente y Lenguaje

Mario Golder
Alejandro H. González
© 2006, de los autores
© 2006, FISyP
FISyP, Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas.
Av. Corrientes 1543, 5to. Piso.
(CP1042AAB) Buenos Aires, Argentina.
Tel./Fax 5077-8000
Mail: fisyp@rcc.com.ar
http://fisyp.rcc.com.ar

Primera edición, octubre de 2006


ISBN-10: XXXXXXXXXXXXXXXXXX
ISBN-13: XXXXXXXXXXXXXXXXXX
Hecho el depósito que indica la ley 11.723
Editado en Argentina

Producción editorial:
Darío Stukalsky

Corrección:
Julián Sánchez

Impreso en Artes Gráficas Piscis S.R.L.


Junín 845 (1113) Buenos Aires, Argentina,
en octubre de 2006, con una tirada de 500 ejemplares.

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, al-
macenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, mecánico,
óptico, químico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso del editor.
Índice

Introducción ......................................................................................................... 9

Prólogo ................................................................................................................ 15

Primera Parte. Historia y Reflexiones


Mario Golder ........................................................................................................ 19

Primer círculo .......................................................................................... 21


Segundo círculo ...................................................................................... 43
Tercer círculo. Freud y Marx ................................................................. 57
Cuarto círculo .......................................................................................... 83
Quinto círculo ....................................................................................... 109
Sexto círculo .......................................................................................... 127
Bibliografía ............................................................................................ 171

Segunda Parte. Inconsciente y Lenguaje


Alejandro H. González ....................................................................................... 173

Capítulo 1. Con plena conciencia ....................................................... 177


Capítulo 2. Inconsciente y Lenguaje .................................................. 199
Capítulo 3. Por amor al arte ................................................................ 237
Bibliografía ............................................................................................ 259
Introducción

Hasta los albores del siglo XIX “el hombre no existía”, nos enseña Foucault.
Las ciencias humanas nacen junto con la Revolución Industrial. Hasta ese
entonces, todo discurso acerca del hombre es de origen ético–religioso y, como
tal, imposición de normas que favorecen un orden social al que preservan.
Por ello su carácter es sagrado y no puede ser sometido a la mácula de la
duda. Se impone como verdad única e indubitable. Su esencia es la del “Dog-
ma”.
A partir de la Revolución Industrial, las verdades reveladas sobre el hom-
bre ceden su trono al discurso científico. El hombre comienza a tener, como
objeto del saber, una vida propia más allá de las normas que rigen su exis-
tencia social. Aún más: también esas normas serán objeto de indagación. El
hombre deja de ser únicamente un miembro de la comunidad, sujeto a una
mirada puramente ordenatoria, y comienza a convertirse en un individuo
pasible de una observación menos interesada y en objeto de saber, ahora
científico. Así nace la psicología, y junto con ella el psicoanálisis.
Experimentación, observación, inducción, deducción. Todas las herra-
mientas de la ciencia se vuelcan a desentrañar los misterios del alma, que,
fruto de este giro, se convirtió en psiquismo, mente, etc. El entusiasmo
iluminista parecía derribar todo obstáculo que supusiera un prejuicio
epistémico.
Ahora bien, si no nos dejamos llevar por un excesivo entusiasmo, notare-
mos que las cosas no funcionaron tan aceitadamente. Las rémoras del dis-
curso ético–religioso aún se podían encontrar en la base constitutiva del cam-
po de las ciencias psi. Así, cada escuela era arrastrada a postularse como un
saber totalizador de la mente, capaz de explicar el todo. Surgen entonces
territorios de exclusión, y cada verdad se propone por oposición a otras.
Esa fue la dinámica que mantuvo —y aún en parte mantiene— la psico-
logía y todo discurso sobre el psiquismo humano. Un conjunto de territorios
mutuamente excluyentes. De esa forma se comportó el psicoanálisis respec-
to de la psicología. Y la teoría socio-histórica también ejerció, a partir de los
años ‘30, una actitud sectaria ante el psicoanálisis.
El Dogma, sub especie de racionalidad, encuentra nueva existencia.Pero
el dogmatismo no se limita a interponer barreras entre las escuelas. La psico-
logía en sí se encuentra bajo una profunda presión social. El psicoanálisis,
10 | FREUD EN VIGOTSKY. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

más allá de la posible legitimidad de ciertas críticas, ha sido demonizado a


partir de los años ‘90. El efecto no se limitó a los legos: la comunidad psico-
lógica adoptó una actitud similar ante él.
Toda enunciación sobre el hombre es pasible de ejercer fuerte influencia
social, dependiendo de su difusión y aceptación. El psicoanálisis es el más
claro ejemplo de ello. Su repercusión social fue inmensa. Los estamentos
reguladores no pudieron dejar de prestar atención a sus palabras. Tampoco
a la teoría socio-histórica que propone una constitución sociogénica del
psiquismo; que demuestra cómo las peculiaridades psíquicas del hombre
dependen de factores sociales. Las diferencias entre los hombres no depen-
den de factores congénitos, sino de la distribución de los bienes culturales,
entre otros factores, también sociales.
Existe, pues, una puja entre la necesidad de contralor de cierto estado de
cosas y la necesidad de un saber objetivo sobre el hombre. En ese sentido, a
principios del siglo XX existía una situación sumamente favorable para dar
a luz fenómenos humanos que estuvieran en conflicto con ciertos valores
sociales. Por aquel entonces se creía fervientemente en el desarrollo perpe-
tuo, que dependía de la evolución de los integrantes de la sociedad. Esta
debía generar ciudadanos para continuar con su derrotero evolutivo. Cual-
quier obstáculo que se opusiera a la libre expresión y evolución de los indi-
viduos no podía menos que coartar el progreso social. El optimismo ciuda-
dano buscaba convertir a cada uno de los individuos en un factor activo. Un
productor de progreso. Un creador. Por ello se libraba una denodada batalla
contra cualquier obstáculo que se opusiera a la libre expresión de la creativi-
dad de los hombres. El modelo del Empresario se imponía como matriz de
construcción de subjetividades.
Sobre esta matriz el psicoanálisis, y su denuncia de factores limitantes,
no desentonaban. Aun oponiéndose a viejos dogmas éticos y denunciando
mecanismos de control social antiquísimos y efectivos hasta entonces. Para
ello hacía falta la profunda perspicacia y la valentía de Freud, que sacó a la
luz aquel territorio que la historia había condenado a los suburbios del espí-
ritu.
Pero el capitalismo siguió desarrollándose, y tomó nota de que no todos
pueden ser productores; de que no todos pueden ser empresarios. Ya hay
suficientes de ellos y difícilmente quieran más competencia. Así que hacen
falta consumidores. Sumisos agentes pasibles de manipulación. Carentes, prác-
ticamente, de capacidad crítica. Sencillas presas que respondan a los estímu-
los del mercado. Que no cuestionen el deseo. Desearán lo que les sugiera el
mercado. No deben replantear ni su existencia ni su lugar en la sociedad.
Evidentemente, ni la teoría socio-histórica ni el psicoanálisis son funcio-
nales a tal estado de cosas. La concepción del hombre que da sustento a estas
INTRODUCCIÓN | 11

escuelas no se adapta a los tiempos que corren. Si sólo indagaran los meca-
nismos de cognición humanos y los medios de manejo, sin cuestionar nada,
las cosas serían distintas para estas escuelas.
Pero también fueron factores sociales los que constituyeron el mayor obs-
táculo que impidió la constitución de un campo común en el que pudieran
interconectarse distintas escuelas de psicología. La parcelación y la disgre-
gación del campo son su resultado.
Como consecuencia de ello, no se había abordado la tarea que los autores
de este libro nos propusimos. Buscar puntos de encuentro y posibles con-
fluencias. Para ello repasaremos, en principio, las explícitas influencias que
ejerció Freud en Vygotski hasta los años ‘30. Influencias que no se limitaban
a una simple aceptación pasiva por parte del ruso de las enseñanzas del
médico vienés. Muchas veces era una actitud crítica lo que promovían las
enseñanzas de Freud en Vygotski.
Aunque sí queda en claro que el psicoanalista ha sido un interlocutor
privilegiado para el psicólogo de Gomel. Aun en los tiempos en que toda
mención a él haya sido acallada.
No se espere encontrar en estas páginas un texto que oponga una escuela
a la otra; o que intente imponer los métodos o principios heurísticos de una
corriente a los descubrimientos de la otra, dando por más certeras las ense-
ñanzas de uno u otro autor.
Este no es un libro de oposición o de crítica. Cuando se realiza alguna
anotación a las conclusiones o conjeturas de alguno de los científicos abor-
dados, la misma no contradice desarrollos de los seguidores contemporá-
neos —tanto de Freud como de Vygotski.
En la primera parte, el Dr. Mario Golder realiza un exhaustivo encuadre
histórico sobre la influencia que ejerció el genio austríaco sobre el de Gomel.
A través de varios documentos inéditos, se explora el mundo que rodeó al
genial psicólogo ruso. Cómo se fue gestando el silenciamiento de un fructí-
fero diálogo (aunque sólo hubiera sido unidireccional). Y cómo se conformó
el entorno de Vigotsky.
La pluma literaria del autor de la primera parte nos propone recorrer la
travesía por distintos “círculos”, guiados por el Príncipe de Dinamarca. Eso
nos lleva a la primera pasión teórica del psicólogo ruso. O debiéramos decir
soviético, en honor a su compromiso con los albores de la revolución. Con la
guía de Hamlet, descubriremos no sólo las extraordinarias volutas de un
pensamiento audaz con los destellos de su insumiso aprendizaje; también
nos llevará a conocer aquellas voces del dogma que opacaron la multiforme
luz de tan encumbrado debate intelectual. Veremos cómo comadronas del
poder se atrevieron a condenar pensamientos que jamás comprendieron.
Sometiendo al silencio el juego de las ideas.
12 | FREUD EN VIGOTSKY. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

En tanto que, en la segunda parte, escrita por Alejandro H. González, se


coteja una serie de conceptos nodulares de ambas teorías. A diferencia de
otros que sólo encontraron oposición, el autor propone complementariedad.
A partir del cotejo del Lenguaje Interior y el Proceso Primario, se alum-
bran novedosas conclusiones acerca del Significado, que se proponen como
punto de confluencia y posible colaboración de ambas escuelas. En tanto
que, en el capítulo sobre el arte, se abre la posibilidad de descubrir, a través
del significado, un horizonte novedoso a ciertos conceptos centrales de am-
bas teorías.
Una aclaración, que consideramos necesaria, antes de culminar esta bre-
ve introducción: los autores de este libro provenimos de la escuela socio-
histórica; adscribimos, por lo tanto, a sus fundamentos epistémicos. De allí
nuestra postura crítica a la metáfora biológica que, como friso de fondo, per-
mitió a Freud hilvanar sus extraordinarios descubrimientos y forjar una teo-
ría. Pero bien sabemos que ello no es más que lo que ya hemos dicho: una
metáfora. Ésta se ha visto modificada radicalmente en los aportes de varios
psicoanalistas posteriores, entre los cuales se destaca la figura de Lacan. Pero
aun a pesar de ello, los fundamentos sentados por Freud demuestran su
capacidad heurística.
Desde este criterio es que deben leerse los señalamientos hechos en ese
sentido por nosotros. No están hechos desde una posición descalificatoria
del psicoanálisis, posturas éstas más emparentadas con el desconocimiento
y el prejuicio, que con el frío análisis del saber encerrado en las enseñanzas
de Freud.
Por último, sabemos que se nos va a acusar de blasfemos y erróneos,
tanto por sectores de una escuela como de la otra. Ese riesgo es, justamente,
lo que nos animó a escribir este libro. Aunque de haber continuado las prác-
ticas medievales de ejercer una ígnea censura sobre los cuerpos de los
sacrílegos, seguramente este libro hubiera sido reservado a la crítica roedora
de los ratones.

Adición

El presente libro es el fruto de casi 20 años de amistad. Cimentada en


extraordinaria generosidad y desinterés de Mario Golder, quien me distin-
guió con sus enseñanzas y me brindó su afecto. Se comprenderá, pues, el
profundo dolor que me embarga al tener que agregar estas líneas a la breve
introducción que las precede. Su pérdida repercute profundamente en mis
sentimientos, y ello obnubila mi razón. Sin embargo, estas palabras las creo
necesarias para explicar el porqué de alguna información inconclusa en cuan-
INTRODUCCIÓN | 13

to a la bibliografía, cuya elaboración Mario había dejado para el final.


También las aprovecho para reconocer que la publicación del presente
libro hubiera resultado imposible sin el esfuerzo y la extraordinaria colabo-
ración, tanto de Beatriz, su esposa y compañera de tantos años, como de
Carolina y Gabriela, sus hijas. A ellas mi profundo agradecimiento y todo mi
afecto.
Prólogo

Este libro tiene la primera virtud de ser más que lo que su nombre pro-
mete.
Acomete la difícil tarea de explorar la presencia de un pensamiento
multivalente como el de Freud, y por añadidura creador de una disciplina
original y altamente controversial, en un pensador atravesado por las turbu-
lencias de la vida en la Rusia de los inicios del mil novecientos.
Es un fresco, y también un mosaico, que encara de manera original y
asimétrica la cuestión de las influencias y las deudas intelectuales, situando
a los protagonistas como singularidades creativas en circunstancias excep-
cionales.
La presencia de Freud en Vigotsky no es un hallazgo de disección, sino
que resulta del propio ahínco del psicólogo ruso en profundizar más allá de
sus premisas iniciales y en buscar afinidades de base que trascendieran los
marcos académicos convencionales.
Con rigor enhebrado en una narración interesante, el libro va desarro-
llando los vínculos entre contingencias biográficas, el desarrollo de ideas y
la elección de caminos, ubicándolas siempre en contexto.
Las condiciones de recepción de Freud por Vigotsky eran propicias: afán
cultural trasuntado en pasión por la literatura clásica y la filosofía, así como
una dedicación creciente a la intimidad de los procesos de la creación artísti-
ca y, por añadidura, con una suerte de marginalidad asumida.
En efecto, su condición de judío en el imperio zarista, las limitaciones
universitarias que eso implicaba —lo que lo lleva a estudiar en una universi-
dad popular— y la pluralidad de intereses que lo atraían, dan lugar a una
formación no convencional que lo marcó significativamente, pero que ha-
cen también a circunstancias muy peculiares.
Y aquí otro valor del libro, de índole histórico-crítica, al mostrar la exis-
tencia allá y entonces de una tradición de permeabilidad e interés activo
para las nuevas corrientes de ideas que en el occidente europeo se elabora-
ban.
Lo que ocurría no sólo en Moscú sino en otros centros culturales del vas-
to país, mostrando que en las circunstancias que rodean a Vigotsky no sólo
comienzan las “oleadas de traducciones” sino también cursos, seminarios,
intercambios referidos a —como se diría en el lenguaje de la época— “la
16 | FREUD EN VIGOTSKY. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

nueva ciencia psicoanalítica”.


El libro nos da una riquísima y necesaria contextualización, basada en un
profundo conocimiento de los autores que constituían la atmósfera natural
donde Vigotsky desarrollaba su pensamiento, señalando además que aque-
llos rasgos de apasionada apertura se potencian en las primeras épocas que
siguieron a la Revolución de Octubre, y también mucho más allá de lo que
habitualmente se piensa —ignorancia y prejuicios mediante.
De ahí que la época del “tercer círculo” vigotskiano, según la original
periodización expuesta, adquiera particular relevancia por las circunstan-
cias excepcionales en que tiene lugar, luego de la Revolución de Octubre, y
sus efectos en el caleidoscópico mundo cultural y científico ruso que intenta-
ba ser soviético.
Todo lo cual trasunta la importancia de figuras como Freud y Vigotsky,
pero también la encarnación en ellos de interrogaciones y aperturas de nota-
ble riqueza en el campo del pensamiento, que luego se opacarían en la noche
del dogmatismo.
Asume también particular valor la demostración de una circulación cre-
ciente de ideas psicoanalíticas, y no sólo de Freud sino de discípulos promi-
nentes y con vuelo propio, como es el caso de Melanie Klein.

Aceptando las premisas freudianas implícitas del arte como “espacio


transicional”, y la modelística psicoanalítica del sueño, el libro examina las
discrepancias por el escaso papel que a juicio de Vigotsky se le asigna a la
conciencia y a la forma.
Pero con un mérito no menor a destacar: la crítica siempre se hace desde
una actitud que supera el rechazo reflejo al psicoanálisis como portador de
un supuesto pesimismo irreductible, antagónico con la ingeniería del “hom-
bre nuevo” y sus diversas estribaciones.
Tengamos presente que el futuro es en Vigotsky un valor y operador
heurístico, mientras que el psicoanálisis es a veces transformado por sus
cultores y visto por sus críticos, especialmente marxistas, con una impregna-
ción inexorable de un pasatismo pesadamente determinista, biológicamente
anclado.

Ahora bien: como el texto lo muestra y desde discrepancias claramente


señaladas, Vigotsky capta en Freud una mezcla que le es afín: la admisión de
la complejidad inherente a los procesos psíquicos, su ligazón inextricable
con estructuras culturales y el anclaje en materialidades, aunque se exprese
especulativamente.
Lo cual explica su interés y, digamos, empatía conceptual, con un texto
como “Más allá del principio del placer”, recibido de manera ambivalente
PRÓLOGO | 17

en el propio medio psicoanalítico. Convergencia, entonces, del universo cul-


tural centroeuropeo con los meandros y sensibilidades “del alma rusa”, ela-
borada desde una perspectiva ilustrada y crecientemente hegeliano-marxis-
ta.
Hallándose allí las raíces de Vigotsky como pensador histórico y no sólo
como especialista, siendo uno de sus méritos no menores el haberse sustraí-
do a la versión biologista del materialismo vigente. Otro acierto de fondo es
que, implícitamente, los autores examinan el itinerario conceptual desde el
pensamiento maduro, aun cuando el orden expositivo transcurre a partir de
una idea feliz de sucesivos círculos.
El movimiento reconstructivo, en efecto, permite definir la confluencia
de intereses diversos sobre una vocación axial que va sedimentando, detec-
tando los hilos que enlazan aparentes heterogeneidades radicales: proble-
mas pedagógicos en niños, Hamlet, los Procesos Psicológicos Superiores…
Y señalando, de paso, la trascendencia asignada a Hamlet como persona-
je “subtextual”, lo cual es un hallazgo estético/ metodológico.
Apuntemos aquí la congruencia de Vigotsky con Freud en la veneración
por Shakespeare, “inventor de lo humano”, según Bloom, afirmación para
nada exagerada o meramente metafórica, pues lo humano en verdad se in-
venta, en la medida en que se trata de una construcción sociohistórica en la
que convergen distintos horizontes geológicos, cosa que los autores señalan
muy bien.
El libro no sólo evoca, relata y examina sino que, a través del periplo
vigotskiano, trae a la superficie cuestiones de total vigencia: por ejemplo, un
interrogante fundamental: ¿qué convierte una obra en un hecho artístico?
Además, y tal como se desprende acertadamente del texto, existe una
convergencia profunda con autores, como Luria y Leontiev, cuto talento
mostrara singulares frutos de pensamiento que se sobrepusieron a las condi-
ciones limitativas de un deductivismo que, desde dispositivos axiomáticos,
otorgaba caución a hallazgos muy poco por encima de la base empírica, sal-
vo en lo atinente al lenguaje, también jerarquizado desde el marxismo ofi-
cial. Consideración histórica que, gracias a la claridad y capacidad de sínte-
sis que trasuntan los últimos capítulos, permite poner en relación con una
tendencia a que el cotejo con el pensamiento de Freud se realice agudizando
sus rasgos mecanicistas, así como la supuesta concepción estratigráfica ani-
mal subyacente / humano, más que poniendo el acento en la producción
imaginante. Es cierto que Freud recae en planteos elementalmente adialécticos
y afanosos de hallar suelos en biologismos decimonónicos, y también que
no desarrolló el estudio de la conciencia en el sentido de la psicología tradi-
cional, pero no por disbalanceo en un implícito dispositivo psíquico que se
supone consistiendo en “una parte consciente y otra inconsciente”.
18 | FREUD EN VIGOTSKY. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

La heterogeneidad de su obra, en cambio, permite lecturas fecundas para


concepciones sociohistóricas, si se asume una actitud vigotskiana en proble-
máticas, claro está, renovadas.
Pues el logro epistémico freudiano, no intencional o “consciente” pero sí
legible en sus efectos, es un replanteo de base de los modos previos de con-
cebir los procesos de subjetivación y las estructuras resultantes. Eso no ex-
cluye la necesidad de estudios referidos a diversas áreas, estratos o funcio-
nes psíquicas, pero sobre un territorio conceptual diferente a aquél en el que
espontáneamente se sitúan las psicologías. Es obvio que esto no supone “más
verdad” auto y apriorísticamente adjudicada al psicoanálisis —sería una
arrogancia absurda— sino señalar la necesidad de una discusión previa res-
pecto a los planos de consistencia epistémica en
que los interlocutores se sitúan.
Esta cuestión se refleja en la discusión llena de complicadas cortesías de
psicoanalistas y psicólogos argentinos con el prof. Bassin, en Moscú, en 1971,
cuyo rescate y trascripción constituye un documento valioso e, incluso, con-
movedor, por toda el agua —y los escombros— que han corrido bajo los
puentes desde entonces.
En ella surge también un punto crucial: la cuestión de la clínica, teniendo
en cuenta que el campo analítico constituye el territorio consistente de indaga-
ción, contexto de descubrimiento esencial para el psicoanálisis. Todos los
otros materiales —escritos, obras de arte, testimonios, referencias culturales—
son secundarios y, en función de lo que pueden iluminar de las operaciones
clínicas, las transformaciones que se logran o sus imposibilidades y fracasos,
a ser examinados en el contexto de justificación. Pues la potencia esencial
del psicoanálisis reside en su condición de anudamiento práxico de materia-
les – intervenciones – efectos (nuevos materiales), recogido en un discurso teóri-
co, siendo su campo la principal fuente para la empiria psicoanalítica.
No entonces la observación de un sujeto objetivado sino de una
relacionalidad que expande en acto —y examina metódicamente— el ice-
berg que somos.

No se me escapa que lo que voy diciendo abre un territorio de polémicas,


pero creo que constituye el mejor reconocimiento al rigor y honestidad inte-
lectual de los autores.
Y también lo más cercano a un diálogo con Mario Golder, que una suerte
de pudor excesivo y recíproco postergara indefinidamente en vida de él, y
respecto del cual estas líneas son un mínimo y tardío testimonio.

Rafael Paz
PRÓLOGO | 19

PRIMERA PARTE
HISTORIA Y REFLEXIONES

MARIO GOLDER
Primer círculo

“...y dejad que yo relate al mundo —que aún lo ignora—


de qué modo han sucedido estos hechos”.
Hamlet, monólogo de Horacio, acto quinto.

Se trata de una larga y compleja historia que comienza en los albores del
siglo XX, años más, años menos. Una historia que muestra dos vertientes:
una relata los inicios del movimiento psicoanalítico en la Rusia zarista, la
otra marca el derrotero de la familia de Lev Semionovich Vigodsky (luego
Vigotsky), nacido en Bielorusia en l896. El lector poco avezado en estas lides
puede llegar a preguntarse el porqué de la necesidad de ensamblar estas
vertientes. Y de esto se trata, justamente: de encontrar el hilo conductor que
nos permita mantener esa necesaria coherencia.
Veamos entonces la primera vertiente. Intentaremos seguir el surgimien-
to del movimiento freudiano en Rusia. ¿Cuál era la situación de la psicología
en ese país, en esa época? Contrariamente a todo lo que se pueda pensar,
coexistían por ese entonces no menos de tres corrientes “mayores”, amén de
toda una seriada de vertientes “menores”. Nos vamos a detener sólo en las
principales. En primer lugar, la así llamada psicología experimental,
emparentada directamente con el origen de la psicología como ciencia autó-
noma a partir del laboratorio iniciático de Wundt, en Leipzig, Alemania, en
l879. La importancia de ese momento sólo en la actualidad comienza a ser
evaluado correctamente. Se establecen nuevos vínculos con la física y,
concomitantemente, la posibilidad de cuantificar y estudiar “científicamen-
te” el fenómeno psíquico. El éxito iniciático de Leipzig se traslada rápida-
mente al resto de los países europeos, entre ellos Rusia, que ya antes de la
finalización del siglo XIX tiene montados, en sus principales ciudades —y,
en especial, en el sur de ese vasto territorio (motivos que aparecerán explica-
dos en este libro)—, sendos laboratorios experimentales con todo el aparataje
necesario para aparecer señalados en cualquier Historia de la Psicología.
La otra vertiente se origina, por el contrario, en el norte, exactamente en
San Petersburgo, a partir del año l850. Se trata de la confluencia de una serie
de investigadores que postulaba una psicología “objetiva”, a partir del co-
nocimiento de la dinámica propia del Sistema Nervioso Central, en especial
22 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

del cerebro. Esta corriente, por su impronta neurofisiológica, iba a postular


un papel determinante en el acceso al conocimiento del psiquismo humano
(y no solamente humano). Se trata de investigar la base material que permi-
ta abordar al fenómeno psíquico a partir de las enseñanzas de Sechenov y de
su institución madre, lo que llevará insensiblemente a una futura configura-
ción de la Neuropsicología, una de las vedetts científicas del siglo XX.
Finalmente, debemos mencionar la vertiente espiritualista, que, como la
mencionada en primer lugar, se nutre en Alemania, a partir de sus filósofos
prominentes, desde Schopenhauer en adelante, quienes motivarían a los
psicólogos a bucear en las arenas de las experiencias profundas del “alma
humana”, con claros ribetes religiosos y místicos en experiencias trascen-
dentales, donde se cultiva una exaltación de lo espiritual en las que el sujeto
se sumerge en busca de respuestas maximalistas. Conocidos aspectos del
pensamiento ruso finisecular decimonónico mostraron su afinidad con es-
tos pensamientos, le dieron cabida y determinaron el contexto propicio al
nuevo pensamiento psicológico, cargado de pinceladas tremendistas. La li-
teratura clásica rusa, en especial la producción de Dostoievsky, testimonia
bien a las claras esta vertiente.
Pues bien, es en este marco, tan complejo en sus contextos político, eco-
nómico, histórico y cultural, en el que hacen su irrupción los postulados
freudianos, exactamente a comienzos del siglo XX. En primer lugar, muchos
especialistas rusos estudian y se forman en Berlín, donde rápidamente se
ponen en contacto con los primeros psicoanalistas de Alemania y Austria
(Freud, Jung, Adler, Jones, Abraham, etc.). De regreso a Rusia, llevan en sus
alforjas todas estas nuevas ideas, que se propagan rápidamente en Moscú,
Rostov, Odessa (otra vez el sur). Aparecen las primeras traducciones de Freud
al ruso. Será él mismo quien reconozca que en Rusia se efectúan las primeras
traducciones de su producción a una lengua extranjera. Freud también reco-
nocerá en el ruso Wulff, repetidamente citado en este círculo, como el verda-
dero psicoanalista de Rusia. No solo comienzan las oleadas de traducciones
del autor austríaco, sino que se realizan cursos y seminarios, se produce la
formación profesional, se viaja a las fuentes, se polemiza... Todo esto apare-
cerá mencionado en las próximas páginas, entremezclado con otra emer-
gencia, la de Vigotsky, según veremos a continuación.
La historia de la familia de Lev Semionovich ( se acostumbra a llamar así
a las personas, en Rusia: por su nombre y su patronímico; en este caso, Lev,
hijo de Semion. La utilización del apellido se guarda solo para situaciones
protocolares o académicas.) responde al cliché clásico del destino de las fami-
lias de origen judío de holgada posición económica. Este hecho no impedía
el mantenimiento de restricciones oficiales, como ser la de vivir en la llama-
da “zona”, donde la familia judía podía vivir y trabajar (también con limita-
MARIO GOLDER | 23

ciones). Recibe en ese terreno geográfico y cultural, familiar y educacional,


una impronta que iba a marcar a fuego su posterior desarrollo como intelec-
tual relevante hasta su temprana muerte, en l934. Su biografía, conocida a
través de los trabajos de J. Wertsch y M. Cole, de los Estados Unidos, Rene
Van der Veer, de Holanda, A. Riviere, de España, y de Iaroshevsky, Leontiev
y de su propia hija, Guita Lvovna, de la ex Unión Soviética, nos ahorran
páginas y páginas en este trabajo. Lo que sí nos interesará destacar es el
desarrollo de su pensamiento crítico y las fuentes bibliográficas de las que se
nutrió, en las que, sin duda alguna, el pensamiento freudiano ocupa un lu-
gar relevante.
Ya se ha analizado por sus biógrafos el enorme papel jugado por la lectu-
ra dentro del seno familiar, hecho que dejó una fuerte impronta, tanto en
nuestro autor como en sus padres y sus hermanos. La lectura de los clásicos
de la literatura universal, más el análisis exhaustivo de los clásicos rusos
Pushkin, Gogol, Chejov, Tolstoi y, en especial, F. Dostoievsky, y la
profundización en el pensamiento filosófico griego, al que sumaría el estu-
dio de las obras de Kant, Spinoza, Hegel y otros, conformarían el andamiaje
teórico sustentado en toda su futura producción. Señalo en especial a Spinoza
y a Hegel, quienes fueron decisivos, junto con Marx, por distintos y, al mis-
mo tiempo, confluyentes motivos, los determinantes en su formación como
pensador: los aportes teóricos de Spinoza, la metodología de la ciencia im-
pulsada por Hegel, las determinaciones histórico-culturales de Marx. Debe-
mos, sin duda, sumar a esta formación basal la afición a las artes, en especial
al teatro. Nos bastan para sustentar esta idea dos de sus trabajos, uno redac-
tado durante su formación adolescente, el otro en su temprana juventud,
dedicado al análisis del Hamlet shakesperiano, al que será dedicado el se-
gundo círculo, y su labor como crítico teatral en el período que va desde l9l9
hasta l924, cuando se consagra casi exclusivamente a la psicología y la edu-
cación.
En estos avatares iniciáticos, Lev Semionovich incluye la lectura de
Sigmund Freud en paralelo con la de Carl Marx. Personalmente, no he halla-
do datos fehacientes que certifiquen que ambos autores se encontraban en-
tre los títulos de la biblioteca paterna. No sería extraño que así fuera, por la
amplia difusión que ambos tuvieron en el marco de la intelectualidad, tanto
rusa como judía. Pero lo que sí quedó documentado son las conferencias
dictadas por Vigotsky en su ciudad natal, Gomel, dedicadas a Freud y su
Teoría del Inconsciente, a Einstein y su Teoría de la Relatividad, a Reed y su
libro Diez días que conmovieron el mundo, como así también sus críticas a los
espectáculos teatrales de las compañías capitalinas que realizaban sus giras
por el interior del país. Todo ello registrado en las biografías ya menciona-
das, tanto en inglés como en ruso.
24 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

Pero el encuentro directo con la producción freudiana, y de los más cons-


picuos representantes del enclave psicoanalítico, se produce en Moscú, a partir
de la estrecha amistad con Alexander Romanovich Luria en l924. Amistad
mantenida a lo largo de toda su vida. Es a partir de esos años liminares que
la inserción en la impronta analítica de esa época se vuelve rica y fluida.
También crítica. Veamos hechos y fechas que atestigüen esta posición. Es a
través de la Asociación Psicoanalítica Rusa —de la cual Luria ocupa el cargo
de secretario general— que el vínculo con el movimiento psicoanalítico in-
ternacional se viabiliza. Ambos autores se asocian a la Central Psicoanalítica
con sede en Viena. Participan de varios eventos psicoanalíticos, aunque
manteniendo sus intereses específicos en la psicología general. En el caso
concreto de Vigotsky, sus intereses en esos años giraban alrededor de la Psi-
cología Pedagógica y en la confección definitiva de su Psicología del Arte,
conformando simultáneamente un grupo de colegas en pos de la
estructuración de la futura Psicología Histórico-Cultural tal cual nos llega
en la actualidad. Se trata de una apretada y febril actividad en medio de
brotes de tuberculosis, brotes que le permitirán vivir sólo hasta l934. En l925
realiza un único viaje al exterior: concurre al Congreso Internacional de Edu-
cación de Sordomudos realizado en Londres. En escritos de la época apare-
ce, junto con el reconocimiento hacia los aportes de la psicología “profunda”
(y también a la psicología de la gestalt) una marcada identificación con los
postulados de raigambre paidológica, lo que le permite convertirse en un
claro mentor de estos postulados evolutivos.
Recordemos que pocos años más tarde a partir del enrarecimiento políti-
co con la consolidación del poder del stalinismo en la Unión Soviética tiene
lugar el Ukaz del Comité Central del Partido Comunista en julio de l936 con
el cual se borra todo vestigio de la paidología, tan cara a la psicología como
a la educación. Sobre el destino de las ideas psicoanalíticas y paidológicas de
la época dedicaremos los círculos venideros. Mientras tanto, volvamos a las
fuentes.
Si seguimos la bibliografía aparecida en el texto de la hija de Vigotsky, en
solo l925 aparecen:
- Educación especial (centrado en las escuelas de ayuda)
- Nuevos métodos de educación del lenguaje en niños sordomudos.
- Principio de Educación social en niños sordomudos
- Conciencia como problema de la Psicología de la Conducta
- Psicología y Marxismo
- Psicología del Arte
- Prólogo (junto con A. R. Luria) de Más allá del principio del placer, de S.
Freud
- Prólogo a Psicología del Inconsciente, de S. Freud.
MARIO GOLDER | 25

La mera mención de estos trabajos marca a las claras la amplia gama de


intereses de Lev.S. Por lo visto, los temas psicoanalíticos ocupan en esos años
un sitial destacado, hecho que se mantendrá todavía unos años más por lo
menos en la letra impresa. Son dos o tres años de supervivencia de esa liber-
tad creativa, en especial en las artes, en un espectro amplio y en las ciencias
humanas y sociales. Sin embargo, la situación vira, como lo expresamos en
citas arriba expuestas. Cada uno de los “gigantes del alma”, según la apro-
piada definición de Emilio Mira y López, que aparecerá en este libro, cerca-
nos a Vigotsky tendrán que tomar posturas diversas frente a los oscuros vien-
tos políticos que se avecinaban. En nuestro caso concreto, la vinculación con
Freud quedará implícita en toda su producción ulterior, quizás menos explí-
cita, quizás menos referenciada, a lo más camuflada, pero presente al fin.
Presente y referenciada en su afirmación acerca de los basamentos marxistas
que sustentan la ya presente Teoría Histórico-Cultural, que a su vez también
será denostada y vituperada, como se podrá apreciar en círculos venideros.
Este continuo texto y subtexto a lo largo de la producción vigotskiana
quedará presente en el desarrollo de Alejandro González, en la segunda par-
te de este libro.
Pero volvamos un poco atrás. Recuerden que la Rusia zarista fue uno de
los primeros países en donde Sigmund Freud encontró muchos adeptos. Ya
mencionamos que es el primer país que traduce y publica en ruso muchas
de sus obras capitales. Se puede saber que, hacia 1910, el psicoanálisis es
practicado tanto en Moscú como en Kiev, Rostov, Odessa y otras ciudades
importantes de Rusia. Se trata, entonces, de la “zona” (raion en ruso), en
donde la población de origen judío podía establecerse y desarrollar activida-
des laborales y profesionales, siempre que no implicaran cargos estatales.
Población ávida tanto en lo cultural como en lo científico y lo intelectual.
Freud, también judío, fue muy leído en esa época y los médicos, en tanto
profesionales liberales —los psiquiatras en particular—, incorporaron en su
práctica profesional los conceptos freudianos acerca del inconsciente. Mu-
chos de estos profesionales pudieron estudiar en Alemania u otros países,
donde intercambiaron experiencias, tomaron cursos y hasta fueron pacien-
tes de conocidos analistas del momento.
Por otro lado, científicos de la talla de Sechenov, Bechterew y Pavlov (quien
en l904 recibe el premio Nobel por sus investigaciones, las que consiguen un
importantísimo desarrollo de nuevas disciplinas, como la neurofisiología y
la psicofisiología) reconocen el importante status científico alcanzado por
las enseñanzas de Freud. Es conocido, por ejemplo, y contrariamente a lo
que se podría suponer, que el mismo Pavlov reconoce las búsquedas y el
camino iniciado por el padre del psicoanálisis. Sólo muchos años más tarde
aquel va a diferir sustancialmente con éste. Pero no nos adelantemos a los
26 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

acontecimientos.
Sigmund Freud, en su Contribución a la historia del movimiento psicoanalíti-
co, publicado por Payot, en París, en l966, escribía: “En Rusia, el psicoanáli-
sis no tarda en ser conocido y difundido ampliamente, tanto mis propias
obras como así también numerosas obras de mis discípulos, que han sido
traducidas al ruso. Esto no va a significar que ahora todos los rusos se han
puesto a incorporar una versión profundizada de mis teorías. Las contribu-
ciones de los propios especialistas rusos al psicoanálisis pueden todavía con-
siderarse poco relevantes. La ciudad de Odessa tiene en la persona de M.
Wulff al único psicoanalista competente de su país.”
Hablemos, entonces, de Wulff (aquello que pudimos saber). Trabajó en
Berlín, en una clínica privada. Su afinidad con las posturas freudianas le
hace perder su puesto. Su nombre puede encontrarse en la correspondencia
mantenida entre Freud y Abraham, con quien se encuentra en l909. Después
de las experiencias tenidas en Alemania, retorna a Rusia y se establece en
Odessa, donde, entre otras actividades afines, traduce al ruso a Abraham y
publica, en el mismo idioma, el comentario de Freud sobre Gradiva, de Jensen.
Es uno de los primeros miembros de la Internacional Psicoanalítica a través
de la sede constituida en Kazan, junto con Tatiana Rosenthal, formada con
Jung y Bleuler. Por su constante esfuerzo por divulgar el ideario psicoanalí-
tico, muchos médicos comienzan a aplicar el psicoanálisis en la ciudad de
Moscú, ya en 1910. Funda una revista: El alma de la vida. Participa activamen-
te en la publicación Psicoterapia, dirigida por Virubov. Traduce y publica en
ruso La interpretación de los sueños, de Freud. Finalmente, crea la Asociación
Psicoanalítica para la Creación Artística, institución que comienza sus acti-
vidades con solo ocho miembros, aumentando su caudal a veintiuno, de los
cuales solo tres son médicos. Participa de este staff el conocido matemático
Otto Schmidt.
Ya que hemos mencionado a Virubov, podemos decir que en esos años se
había convertido en colaborador permanente de la International Zeitschift für
Psychoanalisis. Como se cita más arriba, fue el creador de la publicación Psi-
coterapia, donde aparecen nuevas traducciones al ruso de Freud, Adler y Jung.
Publica también su Curso sobre sexualidad infantil en la etiología de las
psiconeurosis, dictado en 1908. Al año siguiente aparece Dos ensayos acerca del
método freudiano.
Otro de los conspicuos integrantes del círculo psicoanalítico ruso fue
Ossipov, del cual podemos decir que comienza su sabor profesional como
asistente de la conocida clínica psiquiátrica Serbsky, que dependía directa-
mente del rectorado de la Universidad Imperial de Moscú. Se recuerda su
defensa (realizada en forma de informe oral en 1905) de las tesis de Freud
referidas a la etiología sexual de la neurosis. Queda documentada la crítica
MARIO GOLDER | 27

por “exagerada y desmedida” de esta defensa, firmada por el propio Serbsky,


a la sazón director de la clínica. Continúa su labor profesional, como psi-
quiatra y como defensor de las posturas freudianas, lo que queda reflejado
en su publicación de 1911, Apuntes de Psiquiatría. Años más tarde, en 1913 y
1914, reaparece con nuevas menciones a Freud y a Jung, en las que hay por
vez primera referencias a Ferenczi, en una nueva monografía: Trabajos en la
Clínica Psiquiátrica Imperial de Moscú; crea una nueva institución: Asociación
Psiquiátrica Independiente, donde dedica un ciclo entero a la exposición sis-
temática de la obra freudiana. Finalmente, en el boletín de la Casa de Sigmund
Freud, en Viena, volumen segundo, número uno, de 1978, se podrá hallar: A
short account of Freudism. Notes in the history of psychoanalysis in the Soviet Union,
informe redactado por Vladimir Levitin y Hans Lobner, en donde aparece
enfatizada la labor intelectual de Ossipov durante las dos primeras décadas
del siglo XX. En este informe se hace referencia a un trabajo de Ossipov de
l908, publicado en una revista suiza, que rescata otro título menos conocido
de este autor: Psicología de los complejos y experiencias asociativas de la clínica.En
este punto, podemos afirmar que historiadores del movimiento psicoanalí-
tico reconocen la amplia difusión del pensamiento freudiano, antes y des-
pués de la revolución socialista de 1917. En este primer círculo que estamos
transitando nos abocamos, en general, a un primer momento, que va desde
las traducciones de los primeros trabajos de Freud hasta el impacto de los
hechos revolucionarios y la aparición del primer Hamlet, príncipe de Dina-
marca, de Lev Semionovich Vigotsky, y en los albores de estos acontecimien-
tos. Para la década de los años veinte nos vamos a reservar el siguiente círcu-
lo, en donde los eruditos estarán de acuerdo en reconocer que en Rusia, y en
esa década, se discute y se polemiza con y sobre Freud más que en Alemania
y Francia. La traducción al ruso de los originales de Freud en alemán se
realiza muy rápidamente. Ejemplos de ello son la traducción al ruso de Tres
ensayos sobre la Teoría de la Sexualidad, en los años 1909 y 1911; lo mismo cabe
decir de la versión rusa de Cinco lecciones de Psicoanálisis, aparecida sucesiva-
mente en 1911, 1912 y 1914.
Nuestras últimas referencias sobre este momento de la irrupción del psi-
coanálisis en la Rusia prerrevolucionaria: Pevnitsky, quien en l908 dicta un
curso acerca del tratamiento de obsesiones a lo largo del ideario freudiano;
los artículos de Heilmanovich, quien en la primera década del siglo se dedi-
ca a divulgar la obra de Freud. Cerremos las referencias con Sabina Spielrein,
quien en Rostov (una vez más el sur...), en el mismo año del comienzo de la
Primera Guerra Mundial —1914— dicta una serie de conferencias sobre psi-
coanálisis, lo que puede ser cotejado en distintas fuentes
bibliográficas.Decíamos más arriba que esta posibilidad de inserción del idea-
rio freudiano en la Rusia zarista encontraba terreno fértil, ya que el rápido
28 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

crecimiento de la psicología como ciencia independiente, en muchas de sus


vertientes —experimentalista, espiritualista, fenomenológica,
neuropsicológica, etc.—, basadas en filosofías afines y muy en boga por ese
entonces en el marco de esa Europa finisecular, lo hacía posible. También
mencionamos que el psicoanálisis, en nuestro caso particular, obtuvo una
fuerte inserción a partir de las numerosas traducciones. Y también recorda-
mos la fuerte tradición rusa de buscar una fuerte formación intelectual y
profesional en el extranjero, siendo especialmente cotizadas las plazas para
ese fin tanto en Alemania como en Suiza. Esta situación, netamente favora-
ble para el desarrollo de las ciencias, se mantuvo con variaciones —claro
está— determinadas por los avatares de la Guerra Mundial y la revolución
de Octubre, durante la década siguiente y hasta mediados o postrimerías de
los años veinte. Y en especial en lo atinente a las ciencias del hombre y al arte
en la multiplicidad de sus manifestaciones. No olvidemos que esa década
del veinte, tanto en ciencias humanas como en arte, fue llamada la década
de oro. Y al respecto no podemos dejar de considerar, aunque ya queda im-
plícito, el fuerte impacto de los acontecimientos de octubre de l9l7, sus pro-
legómenos y sus consecuencias. Son, sin duda alguna, variables de peso que
deben ser consideradas. En efecto, la inserción de una nueva filosofía y de
una nueva metodología de análisis socio-histórico de nuevo cuño, en la nue-
va estructura del país, imprimieron una fuerte impronta para la aceptación
o la polémica abierta sobre psicología y psicoanálisis.
Si bien en este párrafo nos estaremos adelantando casi medio siglo en el
relato de estos acontecimientos, evocaremos sólo que, en l955, en el Dicciona-
rio abreviado de filosofía, editado por el entonces Partido Comunista de la Unión
Soviética, se puede leer lo siguiente:

Freudismo: tendencia idealista reaccionaria muy extendida en la psicolo-


gía burguesa (...) hoy al servicio del imperialismo, que utiliza estas ense-
ñanzas con el objetivo de desarrollar y justificar instancias inferiores de la
conducta.

Cita que aparece en la obra de E. Jones Vida y obra de Sigmund Freud (París,
P.U.F., l969, tomo 3). Personalmente retomo esta cita e invito al lector a des-
menuzar algunos de los términos constitutivos del concepto: “Freudismo:
tendencia idealista reaccionaria muy extendida en la psicología burguesa...”.
A su vez, Elizabeth Roudinesco, en su Historia del Psicoanálisis en Francia,
en el segundo tomo, destaca como rasgo diferencial el hecho de que Freud
penetra en Rusia antes de la Revolución de l9l7, pero que se discutían sus
obras en mayor grado entre los intelectuales que entre los profesionales de la
psicoterapia. Ejemplos como estos son numerosos, y algunos ya son citados
MARIO GOLDER | 29

por algunos clásicos. Recordemos sólo como muestra de esta afirmación que
el propio León Trotsky, líder indiscutible de los procesos revolucionarios ci-
tados, durante algunos años previos a los eventos de Octubre, y durante su
forzado exilio en Austria, fue analizado por Alfred Adler, exactamente en
l9l3, participando al mismo tiempo de las actividades de distintos centros
psicoanalíticos de la Viena de preguerra.
Hemos hablado también del terreno propicio que Freud encontró en Ru-
sia durante las tres primeras décadas del siglo XX. Y que en parte esta situa-
ción quedaba favorecida por el fuerte desarrollo de las ciencias
neurofisiológicas y neuropsicológicas, que connotaron el fuerte perfil cientí-
fico de la psicología experimental de ese país. Ya se han escrito miles de
páginas acerca del enfoque teórico y aplicado, rescatado de la producción de
I. P. Pavlov. Pero lo que nos interesa en este breviario es sólo destacar algu-
nos de los aspectos que explican, en parte, la inserción de Freud en la psico-
logía rusa hasta (por lo menos en este primer círculo) la aparición del joven
Vigotsky en estas lides.
Lo que resulta importante es destacar que, en primer lugar, Pavlov fue
contemporáneo tanto de Freud como de Janet; también que, en l904, recibe
el premio Nobel por sus investigaciones acerca de las llamadas “secreciones
psíquicas”, lo que en última instancia nos llevará a categorizar la Actividad
Nerviosa Superior (A.N.S.) como base material que permite la emergencia
de los Procesos Psicológicos Superiores (P.P.S.), presentes en el ser humano.
También nos interesa consignar que Pavlov, en sus posturas, en especial en
las primeras, se manifestaba como un ferviente y militante anti psicólogo, ya
que exige a estos enrolarse, como condición sine qua non, detrás de los refle-
jos condicionados como variable (“condición”) que mediatiza la conducta
(vista como variable interviniente) de todos los procesos superiores. Pavlov
se concentra (¿se limita?) en los procesos de excitación y de inhibición, es
especial aquellos que permitan visualizar las tipologías fuertes y débiles de
la Actividad Nerviosa Superior, y que determinarían la aparición del coléri-
co o del melancólico (como tipologías esenciales).
Pero, atención, no confundamos ni entremos en transpolaciones equívo-
cas. Pavlov nunca se consideró psicólogo, manteniéndose siempre en el rol
de fisiólogo, en todo dentro de la fisiología como un claro experimentalista.
Siempre considerará a la psicología como un epifenómeno de la Actividad
Nerviosa Superior. Va a excluir el estudio de los fenómenos inconscientes
que vayan más allá de una explicación a través de los condicionamientos.
Sólo al final de su larga vida reconoce a la psicología en su status de ciencia,
la que deberá bregar por la obtención de un claro objeto y método propios.
“No me pidan otra cosa —afirmaba—; no se olviden de que soy un fisiólo-
go”. Todas estas referencias son hallables en la profusa bibliografía
30 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

pavloviana, en especial en los seminarios internos de su instituto llamados


“miércoles pavlovianos”
Recordemos, a fuer de ser justos, que Pavlov se desarrolla en medio de
un nuevo resplandor de la criticada psicología. Su verdadera época
reflexológica oscila entre los años 1902 y 1914. A partir de ese año busca, de
alguna manera, incursionar en la psicopatología, en temas vinculados a dis-
tintos procesos nerviosos, a la vida instintiva y a la importante gama de pro-
cesos inhibitorios. Cuando entre 1909 y 1910 aborda el estudio de las neuro-
sis experimentales (en perros), inicia una extensión de sus concepciones ha-
cia el abordaje de la sugestión (terapéutica). Todos estos conceptos se po-
drán hallar en su obra: Digresiones de un fisiólogo en el terreno de la psiquiatría.
Allí encontraremos una importante cita: “El estado catatónico de la
esquizofrenia proviene de un estado hipnótico crónico que protege a la célu-
la cortical de la enfermedad.”
A otro nivel de análisis deberemos visualizar cómo la política oficial del
estado stalinista buscó entronizar a la “psicología pavloviana”. Ya no se tra-
taba de una teoría científica, en la correcta acepción del término, sino de una
clara manipulación en pos del “hombre nuevo en gestación”. Para ello, las
enseñanzas de Freud no servían; para el caso, Freud era pesimista en la con-
sideración del futuro de la humanidad; en consecuencia, había que desechar-
lo. Para esa visión del estado tampoco Vigotsky servía. En consecuencia, ni
Freud ni Vigotsky debían existir.
Otro científico que sí deberá ser recordado es I. Sechenov (l829-l905), au-
tor de un texto liminar —Reflejos Cerebrales— aparecido en l863; también
Bechterew, con una clara orientación objetivista. Para este último, sólo la
reflexología era capaz de fundamentar una psicología como ciencia autóno-
ma, pero acorde con los postulados del marxismo. En l885, Bechterew crea
un nuevo laboratorio de psicología experimental, siguiendo la nueva orien-
tación experimentalista, derivada de Alemania e importada de Leipzig sólo
una década entes. Este fue finalmente el contexto que permitió, en su com-
plejidad, la emergencia de las teorías freudianas en la lejana Rusia zarista.
Este fue el contexto (siempre el contexto...) que nutrió al joven adolescente
Lev Semionovich para iniciar su derrotero en Psicología y Arte. El medio:
abordar la historia de Hamlet, príncipe de Dinamarca.

El hombre es como una saeta.


Pero una saeta pensante.
Blas Pascal

Con este epígrafe comienza el libro de Semion Dobkin Edades y Días, y


con un capítulo dedicado a recordar parte de la niñez y adolescencia de L. S.
MARIO GOLDER | 31

Vigotsky. En este primer círculo que estamos transitando evocaremos los


años que van de 1896 a 1915. La última fecha coincide en la intersección con
las obras de Freud publicadas hasta ese entonces, intersección que amerita
nuestro futuro segundo círculo, centrado en el estudio del Hamlet
shakesperiano.
La cita de Dobkin va a ser extensa, pero la considero precisa y ajustada
para este primer momento de acercamiento de nuestros dos personajes, evo-
cados en este texto:

Conocí a Lev Vigotsky desde la infancia, y conservo en mi memoria estos


recuerdos sobre él. Nunca fuimos amigos en el sentido de una amistad de
encuentros cotidianos. Nuestros encuentros se basaban en intereses com-
partidos, en cuestiones esenciales para comprender el sentido último de
la vida. Por ello, estoy seguro de que estas evocaciones no van a dar un
retrato acabado de su vida, pero sí van a registrar algunos de los rasgos
esenciales de este personaje.
Pienso que puede resultar interesante decir algunas pocas palabras sobre
la ciudad donde pasó su infancia y su adolescencia, sobre su familia y su
entorno. Gomel era, en términos relativos, una ciudad no muy grande per
se, pero una de las más animadas dentro de la ‘zona’ (territorio donde los
judíos podían asentarse dentro del imperio ruso).
La familia Vigodsky (Lev S. reemplazó la d por la t en la grafía de su
apellido en los tempranos años veinte, porque consideraba que su apelli-
do provenía de la localidad de Vigotovo, de donde eran oriundos sus
ancestros) era considerada una de las más cultas de la ciudad. Su padre
era jefe departamental del Banco Unido y, al mismo tiempo, representante
de una Sociedad de Seguros. Hombre de amplios horizontes, inteligente,
inclinado hacia lo económico, poseedor de una vena humorística cercana
a lo irónico. La realidad que lo rodeaba le daba sobradas razones para
adoptar esas actitudes. Estaba absorbido por numerosas actividades so-
ciales, ya que por ese entonces le estaba vedada una participación activa
en una serie de eventos. A pesar de estas limitaciones, alcanzó a desplegar
una amplia y rica actividad social y cultural. Bajo su iniciativa se pudo
organizar una excelente biblioteca pública. Tanto Lev. S. como yo la utili-
zamos con mucha frecuencia. Tenía una innata predisposición para el ejer-
cicio del liderazgo. Su madre, por el contrario, fue una mujer sumamente
reservada. Dominaba muy bien el alemán y era devota de la lectura de
Heine. Lev S. adquirió de ella esa devoción hacia el gran poeta alemán.
Lev. S. era el segundo hijo de una serie de ocho. Tenía una hermana ma-
yor, cuatro hermanas y dos hermanos menores. Estuvo siempre muy ape-
gado a su hermana Zina, un año y medio más joven. La familia ocupaba
32 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

un piso de seis cuartos, cuatro amplios y dos más pequeños. Una habita-
ción estaba ocupada por las tres hermanas mayores, otra por las dos me-
nores, la tercera por los tres varones. Había también un cuarto para los
padres, el comedor y el gabinete paterno. Por lo tanto, Lev S. no tenía un
cuarto para sí mismo. Pero nunca fue un problema encontrar un lugar
para el estudio o para una conversación amistosa. Con mucha frecuencia
el gabinete paterno quedaba a disposición de los hijos. Allí se realizaban
todo tipo de reuniones, pero también uno podía aislarse o encontrarse con
un grupo de amigos. El comedor jugaba como sitio propicio para la comu-
nicación, y con frecuencia se realizaban animadas e interesantes conversa-
ciones a la hora del habitual té vespertino, sentados los presentes de turno
alrededor de la amplia mesa. Las pláticas alrededor del samovar eran par-
te de la tradición familiar. Y todos estos rituales jugaron un papel impor-
tante en la formación de la personalidad de todos estos todavía niños, en
especial de los mayores. Con esto, creo que queda así retratada la atmósfe-
ra de la casa en la cual crecía Lev S.
No ingresó al gimnasium (escuela secundaria) en el momento esperado.
Existían dos gimnasiums para varones en Gomel, uno público y el otro
privado, destinado a la formación de niños de origen judío, dirigido por
el profesor Ratner. El secundario estatal era muy difícil. Se debía aprobar
un riguroso examen con altísimas calificaciones, pero la calidad de la en-
señanza impartida dejaba mucho que desear, por lo que sus padres deci-
dieron que continuase sus estudios desde la propia casa, con la guía de un
tutor, para luego poder aprobar los exámenes en calidad de estudiante
libre, y así ingresar al establecimiento estatal. Esta fue la forma elegida
para finalizar el ciclo medio a través de la enseñanza de Ratner, en espe-
cial en los dos últimos años. Pudo tener profesores destacados como
Solomon Ashpitz, entre otros. Éste, en sus años juveniles, estuvo confina-
do en Siberia debido a su participación en un movimiento revolucionario.
Persona sumamente talentosa a la vez que reservada. Resolvía sus necesi-
dades económicas dictando clases en forma privada; no era un tutor en el
sentido convencional del término. Tomaba como alumnos sólo a estudian-
tes talentosos en función de sus desarrollos posteriores. Por experiencia
era profesor de matemáticas, pero también enseñaba con éxito otras disci-
plinas. Persona delicada y poseedora de un humor fino, nunca interrum-
pía al alumno mientras éste estaba desplegando sus conocimientos. Acos-
tumbraba escuchar las lecciones manteniendo sus ojos cerrados, dando la
impresión de estar dormitando. Y si abría los ojos era para tomar un lápiz,
como hábito. Sin embargo, cuando el alumno finalizaba su exposición,
quedaba perfectamente claro que el docente no había perdido palabra de
todo lo expuesto. Al interrogar al pupilo le solicitaba que repitiera aque-
MARIO GOLDER | 33

llos párrafos donde se habían producido errores. Sus alumnos se benefi-


ciaron con el hecho de tener que analizar situaciones conflictivas, plan-
teando variables nuevas y creativas. De hecho, no ‘confeccionaba’ la res-
puesta, simplemente llevaba a pensar a su alumno y, por supuesto, como
personalidad tenía muchos puntos en común con Vigotsky. Eran encuen-
tros entre dos talentos.
Conocí personalmente a Lev S. en las siguientes circunstancias: la ya men-
cionada hermana Zina, y mi propia hermana mayor, Fonia, eran compa-
ñeras de curso y se hicieron muy amigas desde los primeros días de clase.
Cuando ya se encontraban en cuarto o quinto curso, decidieron realizar
un círculo de estudio de la historia del pueblo judío. El problema nacional
era de por sí un tema para una seria investigación en la Rusia zarista, casi
podría decir era un punto nodal, resultando natural que ese grupo juvenil
quisiera saber más acerca de su propio pueblo. En este círculo eran admi-
tidas sólo niñas de su misma clase, pero mi hermana logró incluirme. Y
todos nosotros elegimos a Lev S., dueño de casa, que por entonces tenía
solo quince años, como coordinador del grupo.
A pesar de su corta edad, Lev S. organizó para el debate la presencia de
algunos elementos para poder profundizar nuestros conocimientos. Para
comenzar, debo reconocer que tenía un manifiesto interés en el estudio de
la historia, lo que también era válido para los otros miembros del círculo.
Nosotros teníamos, por ejemplo, la pretensión de responder a interrogantes
como: ¿qué es la Historia?, ¿qué distingue o diferencia un pueblo del otro?,
¿cuál es el papel del hombre en la Historia? En otras palabras, lo que bus-
cábamos era profundizar la Filosofía de la Historia. Vigotsky, por ese en-
tonces, estaba identificado con la visión hegeliana de la historia. Su mente
era muy afín con la clásica formula: Tesis-Antítesis-Síntesis, que aparecía
muy citada en las exégesis de textos sobre historia.
El círculo se reunió con regularidad durante dos años, hasta el preciso
momento en que viajó a Moscú para ingresar en la universidad. Pero pue-
do asegurar que no sólo los integrantes del grupo, sino también el propio
Vigotsky, aprendieron mucho en este período. En función de la conduc-
ción del círculo tuvo que emprender muchas nuevas lecturas, y tuvo que
formularse nuevas hipótesis, a menudo muy abstractas. Muchos estudio-
sos conocen a Vigotsky como un psicólogo general y un investigador en el
estudio de discapacitados que necesitan una educación especial, y tam-
bién como un estudioso del arte. Actualmente se lo considera como un
‘pensador’, en el más amplio sentido de la palabra. Fue un verdadero pen-
sador histórico. Su enfoque siempre jerarquizaba a la historia frente a cual-
quier problemática. Esto, más tarde, aparecerá como característica fundante
de toda su producción. Característica que se hacía evidente en esos años
34 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

tempranos, cuando organizaba nuestras actividades intelectuales, siendo


nada más que adolescentes.
(...) Yo era tres años más joven que Lev S. y esto resulta, por lo general, un
muro infranqueable que separa a adolescentes de quince y doce años de
edad. Pero nuestra participación en el círculo de estudios nos acercó, he-
cho que nos permitió hablar sobre literatura y sobre historia. Con el paso
de los años, nuestras conversacionesse vinculaban, por lo general, a temas
que a ambos nos interesaban. Aunque él siempre sabía mucho más que
yo. Teníamos algunos otros intereses en común en aquellos lejanos años.
Uno de ellos era coleccionar estampillas, un hobby muy popular en esos
años. Nuestro interés por la filatelia nos llegó de la manera siguiente; Lev
S. tenía un primo, David Vigodsky, que era unos años mayor que ambos.
Más adelante, David se convirtió en un muy destacado lingüista y filólo-
go, muy cercano a Roman Jakobson y a Víctor Shklovsky, quien aparece
cálidamente evocado por la escritora Marietta Shaginyan en sus notas
autobiográficas: ‘corazón de oro, imaginación e inteligencia, hombre de
una gran erudición. No sólo conocía y amaba la poesía, sino que él mismo
era un poeta interesante y original. Creo que David tuvo una gran in-
fluencia en Lev S. durante todos estos años’. David era, entre otras cosas,
un entusiasta defensor del Esperanto. Era el representante local del movi-
miento esperantista en Gomel. Ambos, inspirados en el ejemplo de David,
comenzamos a estudiar con entusiasmo Esperanto. Los esperantistas uti-
lizaban ese lenguaje para comunicarse sobre toda suerte de acciones, in-
clusive la compra-venta e intercambio de sellos. Estudiar Esperanto y co-
leccionar sellos extendía nuestros horizontes y nos acercaba a lejanos paí-
ses. Lev S. contaba con un joven de Islandia como su primer corresponsal.
También tuvimos una verdadera pasión por el ajedrez. Lev S. era un buen
jugador. Su conocimiento de la teoría ajedrecista era conocido en toda la
ciudad; hasta creó un gambito no tradicional. Por el ajedrez mantuvo un
prolongado interés, aunque no desmedido. Lo que sí amó, desde su más
tierna juventud y hasta sus últimos días, fueron la poesía y el teatro. Bus-
caba recordar en su memoria y poder así recitar a sus poetas favoritos.
Como todo adolescente, era fanático de Pushkin pero, a diferencia de to-
dos nosotros, era adicto no a su poesía lírica sino a Una escena de Fausto,
Una vez vino un príncipe pobre, La pequeña tragedia y, muy especialmente,
Una fiesta en tiempo de la peste. En ocasiones extraía de la poesía entera sólo
algunos versos que consideraba esenciales, dejando de lado todo el resto.
Por ejemplo, el comienzo de Mozart y Salieri. No rescata del final todo el
monólogo de Salieri que, en general, se lo valora como muy significativo,
sino que desgrana de él sólo las palabras iniciales. Ellas le resultaban sufi-
cientes para la captación de la esencia. Otro de sus poetas favoritos era
MARIO GOLDER | 35

Blok. Estuvo siempre prendado, en especial, de un trozo de los Poemas


Italianos, que contenían, en alguno de sus versos, momentos de hondo
dramatismo. Todas estas impresiones vividas en esos años constituyeron
el largo camino hacia la determinación de sus futuros intereses, y sus fu-
turas actitudes hacia la vida.
Como ya he dicho antes, Lev S. pasó dos años enteros (séptimo y octavo
cursos) estudiando en la escuela dirigida por el prof. Ratner. Para él, este
hecho fue un gran cambio: transformar la cálida atmósfera familiar, ro-
deado casi en forma exclusiva por mujeres, a la compañía de jóvenes, con
la consabida dificultad en la interacción grupal. El nivel intelectual de es-
tos nuevos compañeros era alto, pero Vigotsky los superaba. La profundi-
dad de sus intereses, la agudeza en el análisis de temas complejos; en
síntesis: su extraordinaria habilidad para el momento del análisis. Todo
esto fue rápidamente detectado, tanto por sus compañeros como por sus
profesores.
En el verano de 1913, nuestras familias alquilaron cómodas dachas en los
suburbios de Gomel. Para ese entonces, Lev S. estaba finalizando el
gimnasium y se preparaba para el así llamado ‘examen diputacional’, es
decir, un examen presidido por un ‘diputado’, que, en realidad, era sólo
un representante de la autoridad educacional provincial competente, y de
quien dependía el puntaje final adjudicado al postulante. En la mayoría
de los casos, el funcionario designado era profesor del gimnasium estatal,
en donde, por lo general, subestimaban tanto a los profesores como a los
alumnos provenientes de colegios privados. Con frecuencia no disimula-
ban claros sentimientos antisemitas.
A pesar de todo esto, Vigotsky rindió en forma brillante todos sus exáme-
nes, con posibilidades de obtener un diploma de honor. Pero, al mismo
tiempo, llega una circular del Ministro de Educación Imperial, Kasso. En
la Rusia zarista quedaba vigente un cupo para admisión de judíos en ins-
tituciones de educación superior. Este cupo era del tres por ciento en las
universidades de Moscú y de San Petersburgo. En la práctica, esto impli-
caba que quien recibía medalla de oro casi aseguraba su admisión; una
medalla de plata significaba un cincuenta por ciento de posibilidades, en
tanto que quienes no recibían laudo en estas evaluaciones, no poseían
chance alguna de ingreso a las instancias superiores. Al conservar el cupo
del tres por ciento, la circular del ministro introdujo una nueva variante,
por la cual los jóvenes judíos aspirantes debían incluirse en un amplio
grupo de postulantes. La idea era muy simple: la educación superior de-
bería ser accesible a amplias masas de jóvenes que no llegaran a alcanzar
altos puntajes ni rangos laudatorios...
Recuerdo a Vigotsky sentado en la entrada de la dacha veraniega. A sus
36 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

pies jugaba su hermanita menor, mientras Lev S. le leía una poesía infan-
til. Ella se sentía muy feliz. (Ese verano recuerdo a mi amigo como herma-
no solícito y como hijo respetuoso). Luego de nuestro encuentro me mues-
tra el diario con la información que ilustraba la nueva circular ministerial,
hecho que significaba una gran tribulación para él y toda su familia, que
había depositado todos sus anhelos en sus futuros planes y expectativas
para la obtención de un título universitario.
‘Ahora –me dijo— ya no tengo posibilidades’.
Las noticias parecían monstruosas, por lo que alcancé a observar sincera-
mente:
‘Si no te admiten en la universidad, sería una gran injusticia. Estoy seguro
de que ingresarás. Apostemos’. Vigotsky, que era un gran apostador, se
sonrió y me tendió la mano. Afortunadamente gané la apuesta y obtuve
un libro de premio. No hubo un solo error en su examen final. Recibió en
consecuencia una medalla de oro.
Por insistencia de sus padres se matriculó en la Facultad de Medicina, que
era considerada la más rentable, ya que garantizaba un futuro modesto
pero seguro. A decir verdad, Lev S. estaba más interesado en el estudio de
las Humanidades, pero, ¿cuál era la opción? Historia y Filología queda-
ban excluidas, porque preparaban mayoritariamente profesores de ense-
ñanza secundaria, y a un judío le quedaba vedado ser empleado del esta-
do en el territorio zarista. La Facultad de Derecho también se encargaba
de la formación de futuros funcionarios judiciales, pero sin embargo abría
la oportunidad también del ejercicio liberal de la profesión de abogado.
Olvidaba consignar que el libro, fruto de la apuesta ganada a Lev S., era
un tomo que incluía las poesías de Bunin y una dedicatoria: ‘A Shenia,
como recuerdo de una apuesta perdida’. No creo que exista situación más
feliz para una apuesta perdida.
En ese período, los intereses de Vigotsky estaban muy lejos de la medici-
na, y apenas transcurrido un mes se pasa a la Facultad de Derecho. Mu-
chos años más tarde, en los últimos de su vida, trabajó e investigó en te-
mas vinculados con medicina y, ya siendo Profesor de Psicología, se ma-
tricula nuevamente en medicina con la intención de obtener el brevet de
médico. A pesar de no estar enamorado de la jurisprudencia, continuaba
regularmente sus cursos de derecho. Por lo menos, el título de abogado
significaba, para un judío, un derecho inalienable para poder vivir más
allá de la ‘zona’.
Para gratificarse, concurría simultáneamente a la Universidad Popular
Shaniavsky, en la propia ciudad de Moscú. Allí se matricula en asignatu-
ras como Historia y Filosofía. En la universidad imperial no existían estas
facultades, mientras que la Universidad Shaniavsky era una institución
MARIO GOLDER | 37

del más alto nivel académico, aun cuando sus títulos no estaban
homologados por las autoridades zaristas, y no otorgaban salida laboral a
sus poseedores. En 1911, el gobierno cercenó sus derechos a los estudian-
tes de la universidad imperial de Moscú. Muchos fueron expulsados como
resultado de una extensa huelga. El Ministro de Educación decretó una
ola de acciones represivas, y más de cien eminentes profesores fueron ale-
jados de sus cátedras, entre ellos Timiriazev, Lebedev, Zelinsky, Chapliguin,
Vernadsky. Muchos encontraron refugio en la universidad popular.
Vigotsky resultó ganancioso con el clima vivenciado en ella y por poder
interactuar libremente con sus compañeros y con los docentes de ella, cosa
que era inimaginable en el marco de la universidad imperial. Esto explica
que, muchos años más tarde, ya gravemente enfermo, acuda a su viejo
profesor de la universidad Shaniavsky, Y. Aichenwald, con el requerimiento
de lograr la publicación de muchos de sus trabajos, aún inéditos.
Los estudios de Derecho produjeron en Vigotsky un fuerte impacto. Re-
cuerdo que, en 1915 y en 1916, durante el período de vacaciones en Gomel,
organizó una velada literaria junto con su amigo Vladimir Uzin. Eligieron
para la velada un cuento de Garshin llamado Natalia Nicolaievna, en el cual
un hombre comete un asesinato por celos. Uzin enseguida asumió el pa-
pel de juez, en tanto que Lev S. tuvo la oportunidad de jugar los roles de,
por un lado, fiscal acusador, y, por el otro, abogado defensor. No pensó
antes en esa doble alternativa, y se preparó para argumentar desde ambas
posiciones, diametralmente opuestas. Al comenzar la velada, confieso que
estaba confundido: por supuesto que no se trataba de una situación real,
sino de una ficción literaria, pero ¡cómo era posible sostener puntos de
vista tan contrapuestos! Sólo mucho más tarde llegué a comprender que
Lev S. podía asumir argumentos a favor de ambas posiciones contrapues-
tas. Había adquirido, con la práctica forense, al analizar distintos casos,
ese don, pero en lo esencial de su pensamiento se sentía libre de cualquier
prejuicio, presentando sus conceptos en un marco de máxima pulcritud y
corrección. Toda su carrera científica estuvo signada por una extraordina-
ria habilidad para captar no sólo las cosas con las que se puede identificar,
sino también con puntos de vista diametralmente opuestos.
Es también posible que sus estudios en la Facultad de Derecho le hayan
ayudado a desarrollar, en especial, sus dotes de orador. Sin embargo, to-
davía en su infancia, ya apareció una marcada facilidad para expresar sus
ideas con claridad y con convencimiento. Era notoria su capacidad por
convencer al auditorio, y todo aquello que verbalizaba era dicho como un
todo interesante, y hasta excitante. Hubo momentos en los que las perso-
nas que lo rodeaban admitían sus inmejorables dotes para contar histo-
rias, a las que podía llegar a contestar: ‘No se trata de que yo tenga talento
38 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

para esto; se trata de que el tema en sí mismo es excitante’.


Pienso que, en este punto de la evocación, puedo incluir algo acerca de
Vladimir Uzin, persona que sin duda alguna influyó en el desarrollo de la
personalidad de Vigotsky. Uzin era mucho mayor. No poseía una educa-
ción formal pero, gracias a unas raras inteligencia y habilidad, se había
convertido en una de las personas más cultas de su tiempo; era un verda-
dero políglota, especialista en español y en latín. Antes de la revolución
de 1917 había escrito algunos trabajos sobre crítica literaria y ensayos so-
bre teatro, y al mismo tiempo realizado varias traducciones del español al
ruso. La edición de las obras de Lope de Vega apareció en esos años con su
prólogo. Pero en aquella época lograba ganar su sustento viviendo en la
ciudad provinciana de Gomel, dando clases privadas de latín y otras dis-
ciplinas afines. En su casa de vacaciones, Vigotsky decide retomar su latín
recibiendo clases de Uzin. Estos encuentros devinieron en una amistad de
años.
Durante sus años de estudiante se interesa apasionadamente por la litera-
tura. Perfeccionó aun más su ya rara habilidad por encontrar párrafos afi-
nes con su sensibilidad en sus autores predilectos. Por ejemplo, su poema
favorito, escrito por el original y satírico poeta Sasha Cherny, A un hombre
enfermo. Se extasiaba con todo aquello que estaba lejos de la sátira; gustaba
en especial de los versos abiertos: ‘Hay un sol caliente, hay niños inge-
nuos y la exquisita alegría de melodías y libros. Si no, todavía están
Beethoven y Pushkin, Heine y Grieg’. Quedó prendado de la poética de
Tiutchev de esos años. Junto con el poeta, Lev S. estaba en condiciones de
hallar ‘sus propias líneas’, donde podían coexistir no sólo lo lírico, sino
también el mensaje filosófico. Por ello le gustaba recitar estos versos:

‘Todavía creemos en milagros.


Por todas las lecciones y las verdades
que la vida nos ha dado,
sabemos de las bellezas que se han desvanecido
y de las fuerzas que no pueden agotarse.
Estas flores de una exquisitez sobrenatural
no van a separar su marchitez natural.
Y las caídas del rocío, depositadas en la mañana,
no mejoran con el sol del mediodía.
Es una creencia que no lo quiere engañar
si usted vive con ella sólo del principio al fin.
No debemos desear todo aquello que alguna
vez floreció.
No todo lo que fue debe pasar.’
MARIO GOLDER | 39

Lev S. siempre fue devoto admirador de Block, cuyo poema La rosa y la


cruz fue un inimaginable llamado para el análisis de su propia vida:

‘Hay miseria y pérdida total alrededor suyo.


¿Qué es lo que se está mintiendo alrededor suyo?
Levante sus propios harapos y coloque una cruz
en la férrea coraza de su pecho honrado.’

Frecuentemente me surge la vivencia de que Vigotsky, releyendo estos


versos, quedaba meditando acerca de su destino personal y de su futuro.
La rosa y la cruz.
Y, por supuesto, sintió una suma afinidad con la poesía de Heinrich Heine,
afinidad que surgió ya desde su más tierna infancia. Todos estos poemas
aquí presentados nos están comunicando algo sobre su aguda percepción,
ya en esos años; es en ese sentido que sus gustos literarios nos resultan
más que reveladores y premonitorios de sus primeros escarceos científi-
cos.
La ficción también ejerció una gran influencia en nuestro autor. Tenía en
alta estima toda la producción de Bunin, en especial su serie de cuentos
1912-1916 y, dentro de ellos, Luz de reposo. Hizo de este relato un análisis
que más tarde apareció incluido en su Psicología del Arte. Consideraba que
la novela de Andrés Bieli, Petersburgo, era una de las producciones más
destacables de su tiempo. De los autores clásicos rusos, Dostoievsky le
resultaba el más importante, en especial por dos de sus producciones: Los
hermanos Karamazov y Los poseídos, que también es conocida como Nikolai
Stavroguin. Ambas novelas fueron, a su vez, teatralizadas por el Teatro de
Arte de Moscú en inolvidables producciones.
Este, su interés por el teatro, ya se había manifestado en su etapa escolar.
Durante uno de los recesos por vacaciones dirigió El casamiento, de Gogol.
Podía asumir todos los roles de la obra, grandes y pequeños, y mantener
al mismo tiempo una comunicación directa con su público. Esperaba con
ansiedad las giras estivales de las compañías capitalinas. No dejaba de ver
a todas las obras presentadas, aunque muchas de las producciones eran
mediocres. Su afición por el teatro también se manifiesta en sus años uni-
versitarios. En Moscú, el Teatro de Arte era su favorito. Para el medio en
que Lev S. se movía, el Teatro de Arte traía cosos fuera de lo común, y sus
puestas escénicas provocaban sensaciones que nos hacían pensar en el
sentido de la vida. Su ferviente interés por el teatro le permitió conectarse
con los más importantes críticos del mundo teatral, como lo fueron Nico-
lás y Abraham Efros.
Al mencionar el papel jugado por el teatro en su futura vida profesional,
40 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

debo recordar el impacto recibido por Hamlet, de Shakespeare, visto por


primera vez siendo aún un niño. Este fue su más profundo y guardado
secreto. Lo vuelca más tarde en un trabajo publicado posteriormente como
suplemento a la primera edición de su Psicología del Arte. La versión
primigenia pudo haber sido revisada por el joven autor en años subsi-
guientes, pero los documentos atestiguan que fue redactada durante su
adolescencia. Considero que puede ser reiterativo afirmar que Vigotsky
había nacido pensador, y que, en la adolescencia, abordó el texto
shakesperiano como avezado pensador. En sus años universitarios, Gordon
Craig, el gran director inglés, confeccionó los escenarios para su Hamlet en
Moscú, con una puesta tan inspirada y tan audaz que despertó un entu-
siasmo inusitado en Lev S.
De los grandes pensadores del pasado, Baruch Spinoza fue uno de los
más importantes en el universo vigotskiano. Durante su corta vida man-
tuvo vivo el interés por el pensamiento y la obra de este filósofo. Concibió
y alcanzó a escribir una exégesis sobre Spinoza, pero nunca pudo darle
una forma definitiva. En l970, en la revista Temas de Filosofía se publicó un
esbozo, esta vez dedicado a Descartes, a quien Vigotsky vio como precur-
sor directo de las ideas spinozianas. Es probable que en los archivos per-
sonales de Vigotsky se encuentre un mayor desarrollo de estos trabajos.
En11915, su hermana Zinaida ingresó en los cursos para mujeres de la
Universidad de Moscú, arrendando un cuarto que albergaba a ambos her-
manos. No hay duda de que Zina estaba al tanto de los estudios de su
hermano sobre Spinoza, ya que ella misma, a su vez, eligió este tema como
monografía central, necesaria para su posterior graduación. Esta herma-
na, con el transcurrir de los años, se convirtió en una conocida especialista
como lingüista y coautora de muchos diccionarios de lenguas extranjeras,
publicados en ese entonces en su país. El contacto directo entre estos her-
manos debió de haber sin duda alguna influido en el desarrollo de los
intereses científico de Lev S.
¿Cuándo Vigotsky comenzó a interesarse en la psicología como ciencia, y
cómo llegó a cristalizar sus ideas? En parte, llega a la Psicología como un
corolario natural desde la obra literaria, en especial desde la novela psico-
lógica. Al mismo tiempo, su acceso a algunos textos de afamados lingüis-
tas apresuró su interés por lo psicológico. La primera de estas obras fue
Pensamiento y Lenguaje, de Alexander Potebnia, que ya había leído en su
no lejana adolescencia. Sin embargo, Potebnia era esencialmente un lin-
güista. Este libro había sido publicado en 1850 y desarrollaba temas cerca-
nos, sin duda, a la psicología. Reflexiones sobre problemas complejos, que
en los tiempos de Potebnia (incluso en los del Vigotsky de los primeros
años) eran considerados como ‘terra incógnita’ para la psicología, pueden
MARIO GOLDER | 41

haber actuado de momento inicial para su profundo y original Pensamien-


to y Habla. Incluso el título de estas dos originales obras aparece de acuer-
do a distintas traducciones superpuestos. Otros dos libros, leídos por
Vigotsky en sus años juveniles de estudiante universitario, lo influyeron
fuertemente para sus futuras elecciones vocacionales. Uno de ellos: Varie-
dades de la Experiencia Religiosa, de William James, visto por ese entonces
como el paradigma del psicólogo universal. Esta obra, monumental por
sus dimensiones, toma las experiencias místicas de muchas personas, en-
tre ellas la de Francisco de Asís y la de la espiritualista Madame Blavatsky.
James analiza estos testimonios en detalle, penetrando en cada una de
estas inusuales experiencias. Al mimo tiempo, aparece con frecuencia como
acrítico ante estas prácticas. Sin duda quedó muy impactado por este li-
bro, lo mismo que yo (lo recibí de sus propias manos para la lectura). Esto
nos permitió a los dos discutirlo extensamente. Yo ya estaba preparado
para dar una rápida respuesta acerca de las experiencias presentadas por
el autor, sobre cuáles eran auténticas y cuáles desatinadas, o un puro
charlatanerismo no digno de la más mínima atención. Pero Vigotsky solía
decir: ‘puede que sea verdad, puede que no’. A veces parecía que no esta-
ba dispuesto a discutir conmigo, simplemente por la diferencia de edad
entre nosotros. Todavía recuerdo, a la distancia, sus respuestas, las que
revelaban uno de los rasgos característicos de su pensamiento,en especial
su capacidad para apreciar los problemas de una manera diferente, anali-
zarlos con frecuencia desde ángulos contrapuestos, sin obviar cualquier
situación, por inverosímil que pareciera.
Por supuesto, la psicología como disciplina jugaba un papel importante
en la currícula de las Facultades de Historia y de Filosofía de la Universi-
dad Shiniavsky, por lo que es procedente citar que el segundo libro que se
convirtió en claro mojón en el futuro científico de Vigotsky fue Psicopatología
de la vida cotidiana, de Sigmund Freud. Las nuevas ideas propuestas por el
autor vienés —nuevas e inusuales—, provocaron nuevas búsquedas acer-
ca de las causas generales de los fenómenos psíquicos.
Y así, insensiblemente, hemos llegado al momento en que ambos queda-
mos comprometidos con nuevas e importantes misiones...”
Segundo círculo
La tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca

Así la consciencia hace de nosotros unos cobardes,


y así los primitivos matices de la resolución
desmayan bajo los pálidos destellos del pensar.
Hamlet, monólogo, acto tercero.

Al terminar sus estudios en la Universidad popular Shaniavsky, Vigotsky


comienza a escribir su trabajo de graduación, y eligió para ello el análisis de
la tragedia Hamlet, de William Shakespeare. El manuscrito de su investiga-
ción le ocupó doce cuadernillos, conservados en su archivo personal en dos
variantes. La primera versión, realizada en letra cursiva, fue escrita del 5 de
agosto al l2 de septiembre de 1915, cuando Lev S. se instaló en su casa pater-
na para pasar sus vacaciones. La variante definitiva fue redactada de regre-
so en Moscú, y figura en la misma 14 de febrero-28 de marzo de 1916.
Vigotsky amaba esta tragedia sobre el infortunado príncipe, amor que
conservó toda su vida. En su biblioteca personal conservó una gran canti-
dad de textos que analizan la producción de Shakespeare, así como ejempla-
res de distintas piezas de su autoría. Coleccionaba distintas versiones y tra-
ducciones del Hamlet. Muchas páginas las recordaba de memoria.
Triste destino el de los queridos libros de Vigotsky. Muchos de ellos fue-
ron utilizados por habitantes de casas linderas para calentar los cuartos en
los años terribles de la Segunda Guerra Mundial. La casa donde vivió su
familia sufrió sobremanera los bombardeos, y, durante un tiempo, sus puer-
tas y ventanas se mantuvieron destrozadas (la vivienda se encontraba en
una planta baja). Parte de los libros se perdió, entre ellos sus innumerables
versiones del Hamlet.
Destino inhabitual de esta producción juvenil, pero totalmente madura
del autor de Pensamiento y Habla. Destino inhabitual porque Tragedia de Hamlet,
príncipe de Dinamarca, de William Shakespeare, fue un texto que recién salió
a la luz a 52 años de ser escrita. Apareció como postfacio de la segunda edi-
ción de su libro Psicología del Arte. En este trabajo de graduación en una uni-
versidad popular, el autor realiza un trabajo original y personal de la obra,
44 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

muy distinto a toda la multiplicidad de textos dedicados al estudio de esta


tragedia clásica. El conocido especialista A. A. Aminst, en una intervención
en la Casa Central de Trabajadores en Arte, afirmó: “Los últimos sesenta
años de mi vida los he dedicado a Shakespeare. Cuando por vez primera
tomé en mis manos el trabajo de Vigotsky sobre Hamlet, comprendí que quien
escribió este texto a los 19 años de edad, es un genio.” Así, mi colega y amigo
A. A. Pusirei lo testimonia en su destacado libro La teoría Histórico-Cultural de
L. S. Vigotsky, en una edición de la Universidad de Moscú de 1986.Volviendo
a la intervención de Aminst, el disertante subrayó que este trabajo se dife-
rencia de la enorme cantidad de estudios anteriores en que no repite ni su-
braya otros enfoques. Su vertiente original va a estar dada por el grado de
singularidad y por un juicio simple, totalmente personal, en el estudio de la
tragedia shakesperiana.
Este trabajo iniciático de Vigotsky tuvo, una vez conocido, una evalua-
ción positiva no solo en su país de origen, sino también en el extranjero. Fue
publicado en muchos países, con adecuadas traducciones, y siempre como
postfacio a su Psicología del Arte, aunque también consignemos que, tanto en
Japón (1970) como en Italia (1973), esta temprana monografía aparece como
edición separada de aquélla. Esta obra no ha perdido interés, incluso en la
actualidad. Es así que, el recientemente fallecido filólogo y psicólogo A. A.
Leontiev escribe, en su libro L. S. Vigotsky, en 1990, en edición moscovita, ed.
Instrucción: “Otra vez leí el libro de Vigotsky sobre el Hamlet, y nuevamente
tuve la misma impresión. ¡Qué lenguaje! ¡Qué profundidad en el análisis del
hecho artístico! ¡Qué inserción en el mecanismo de la creación artística!”.
Evidentemente, nos encontramos ante un hecho poco frecuente: un trabajo
de graduación de un estudiante que despierta comentarios tan elogiosos de
especialistas, tanto de lingüística como de análisis literario —y a setenta años
de ser escrito...
Vigotsky se aboca, ahora, en Psicología del Arte, al análisis de distintas
teorías, en boga en ese entonces, acerca del vínculo existente entre la psicolo-
gía y la manifestación de lo artístico. En esa búsqueda, reconoce las limita-
ciones que acarrea el análisis acerca de cuál es la esencia del arte, si queda
limitado al fenómeno de lo consciente. Para un análisis del proceso creativo,
es necesario apelar a todo aquello que no resulta accesible, a todo aquello
que queda oculto a los procesos de la conciencia. Por ello, el autor busca
profundizar en el inconsciente como condición sine qua non para poder pe-
netrar en los misterios insondables del hecho artístico. Así, nuestro autor
rescata a pleno el estudio de aquellos fenómenos y procesos que no pueden
ser estudiados por una vía que no implique el abordaje de lo inconsciente.
Lo va decir explícitamente: “No existe un muro infranqueable entre la con-
ciencia y lo inconsciente.” A continuación va a destacar la dinámica de estos
MARIO GOLDER | 45

procesos, en los que es posible acceder a lo inconsciente desde la esfera de lo


consciente y, al mismo tiempo, se pueden derivar a lo inconsciente aquellas
vivencias, procesos, contenidos, que ocupaban su lugar en la esfera de lo
consciente.
En ese sentido, el análisis de la obra de arte, como así también del autor y
del receptor de ella, permiten una clara manifestación de todo aquello que
involucre el concepto de motivación, como mundo no consciente, profundo,
incomprensible a primera vista a todo aquello que va a implicar finalmente
el hecho de la creación artística, por un lado, y a la recepción de la misma,
por el otro. Lo contrario a ello sería el decurso de las racionalizaciones y los
cambios en la apreciación de lo artístico, producidos por el desarrollo de la
historia y la cultura en el psiquismo del receptor.
Otto Rank y Hans Sachs denuncian la incompletud del análisis de lo ar-
tístico abordado exclusivamente desde el plano de lo consciente. Lógicamente,
ambos autores, enrolados en la corriente psicoanalítica de primera línea, rei-
vindican el papel esencial que juega el inconsciente a través del “efecto del
sentimiento de lo doloroso y lo placentero” en la captación de la obra de
arte.
Estamos, entonces, finalmente, en el terreno del psicoanálisis que no solo
interpreta formas inconscientes de la conducta, como los sueños o las neuro-
sis. Es conocido el lugar en que los freudianos ubican la obra de arte: en una
posición intermedia entre, justamente, los sueños y las neurosis. El propio
Sigmund Freud añade a los sueños y las neurosis el análisis del juego infan-
til y de las fantasías diurnas. Al respecto existe una profusa documentación
de las entrevistas mantenidas en 1930 en la ex Leningrado, entre Vigotsky y
Elkonin, sobre el tema “Psicología del Juego”. En esta serie de encuentros
fueron abordadas, en forma especial, las interpretaciones psicoanalíticas del
fenómeno lúdico infantil. De acuerdo con Freud, Vigotsky reconoce el papel
de los deseos insatisfechos en la base de la creación poética, al mismo tiem-
po que los sueños y la fantasía.
Encontraremos en el texto analizado una oportuna cita de Vigotsky:

La base del arte está siempre constituida por inclinaciones y deseos in-
conscientes que aparecen en forma sublimada, es decir, acordes con nues-
tras exigencias morales y culturales. Precisamente por ello, los deseos re-
primidos alcanzan, a través del arte, su satisfacción en el plano de la for-
ma artística.

Pero también debemos mencionar que, más allá de estos acuerdos


liminares, surgieron notas discordantes entre ambos pensadores, en especial
en cuestiones de método. El autor ruso reclama por la falta de respuestas en
46 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

el psicoanálisis sobre problemas metodológicos. No encuentra respuestas en


el tema del placer estético, ni en el referido a las formas artísticas.
Freud entiende las variedades de las manifestaciones de lo artístico siem-
pre en consonancia con formas acordes de la sexualidad infantil. Por ende,
el Complejo de Edipo sería el “fundamento psicológico del arte”. En este
sentido, este complejo posee un valor particular, de cuya fuerza instintiva
sublimada han emergido obras de arte modelos para todos los tiempos y
todos los pueblos. Esta última referencia a la fuente freudiana pertenece a un
texto publicado en 1913, en San Petersburgo, con el título de La importancia
del psicoanálisis en las ciencias del espíritu.
Siguiendo con esta manifestación dialéctica de acuerdos y desacuerdos
con Freud, Vigotsky reconoce el papel del inconsciente (papel esencial), en
tanto que aquél iría a reducir casi a cero el papel de la conciencia. Esta, según
un claro aforismo de extracción marxiana, va a estructurar la diferencia en-
tre el hombre y el resto de la escala animal. Encontraremos en nuestro autor:

Si bien los psicólogos clásicos exageraban el papel de la conciencia, los


psicoanalistas desorbitan el otro extremo, reduciendo el papel de la con-
ciencia a cero, admitiendo únicamente en ésta la capacidad para servir
como instrumento ciego en manos de lo inconsciente.

Finalmente, la carencia por parte del psicoanálisis del estudio de la for-


ma. Pero en Vigotsky siempre encontraremos la aceptación a toda crítica de
orden metodológico; es así que destaca mucho el rol del chiste, al analizar
tres de las formas que puede adquirir lo artístico: el chiste, la comicidad y el
humor. En este análisis siempre va a intentar, por un lado, rescatar al psicoa-
nálisis como un sistema conceptual que subyace en la psicología del arte, y,
por el otro, considerar no sólo al inconsciente, sino incorporar el papel acti-
vo que puede jugar la conciencia. Recomienda enfáticamente la urgencia de
renunciar a la universalidad atribuida al pansexualismo, a los conflictos pri-
marios, e incita a incorporar las observaciones de toda índole que nos puede
brindar la vida humana.
Si hubiera que destacar un señalamiento final al freudismo, Vigotsky sos-
tiene:

En el caso en que consiga ofrecer una interpretación socio-psicológica co-


rrecta, tanto del simbolismo del arte, como de su desarrollo histórico, y
comprenda que el arte no puede explicarse de manera concluyente a par-
tir de la esfera reducida de la vida privada, sino que exige una interpreta-
ción que abarque la amplia esfera de la vida social.
El arte como inconsciente no es más que un problema, el arte como superación del
MARIO GOLDER | 47

inconsciente, he aquí la más probable respuesta.

Volvamos ahora a una insistente tendencia, que se podrá encontrar a lo


largo de la lectura de estas páginas, que es comprender la contextualización
histórico-sociológica que nos permite entender con mayor profundidad el
porqué y el cómo de la producción vigotskiana centrada en la compleja y
polisémica vinculación con la obra de Freud. Situémonos en julio de 1925.
Vigotsky regresa del Congreso Internacional de Educación de niños sordo-
mudos, en Londres. Consignemos de paso que es el único viaje realizado
por el autor al extranjero. Por las difíciles condiciones económicas y políticas
que atravesaba la nueva Unión Soviética, contó para su participación en el
evento con el apoyo ilimitado de Lunacharsky, a la sazón Ministro de Cultu-
ra. Su intervención en el Congreso de Londres versó exactamente sobre: The
principles of social educacion of deaf and dumb children in Russia.
A su regreso del extranjero tuvo que interrumpir su producción por el
agravamiento de su incipiente tuberculosis. Ya estaba preparado para la de-
fensa de su tesis doctoral. Su aprobación le permitiría ser docente libre en
una cátedra universitaria. El tema de la tesis: Psicología del Arte. El jurado
participante, notificado del avance de la enfermedad, resolvió: “Tomando
en consideración la enfermedad, libérese a L. S. Vigotsky de la defensa pú-
blica de su tesis, y otórguesele el derecho a la docencia en institutos de ense-
ñanza superior”. Pocos meses más tarde, exactamente el 5 de noviembre de
1925, el colegiado del Instituto de Psicología Experimental ratifica esta reso-
lución.
A pesar del avance de su enfermedad, no deja de lado su actividad cien-
tífica. En este período de tiempo escribe su monografía, base de su tesis doc-
toral sobre psicología del arte, libro que, como ya hemos mencionado más
arriba, fue publicado en 1965. Esta publicación post-mortem quedó a cargo
de V. V. Ivanov. El texto aparece con numerosos comentarios de Ivanov, que
son en sí mismos una verdadera y acotada investigación científica. Y el pró-
logo estuvo a cargo de A. N. Leontiev, uno de los componentes de la legen-
daria “troika” de la primera mitad de los años veinte, junto con A. R. Luria.
Tres años más tarde aparece una segunda edición, que se diferencia de la
primera en que incluye ahora su iniciática Tragedia de Hamlet, príncipe de Di-
namarca, de William Shakespeare. Una tercera edición aparece en 1986.
Se puede suponer que, a pesar de la profundización de sus intereses en
psicología, Lev S. tuvo una fuerte inclinación por la literatura y el arte. “La
transición de Vigotsky a su futura y definitiva especialidad como psicólogo
tuvo su lógica interna. Esta lógica quedó reflejada en su texto Psicología del
Arte, una verdadera transición en el exacto sentido de la palabra”, escribió el
también eminente psicólogo A. N. Leontiev. Digamos que Psicología del Arte
48 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

representa una generalización de las conferencias leídas en Gomel, de sus


tempranas investigaciones sobre el Hamlet, de sus análisis de las fábulas de
Krilov, y de sus críticas a las giras teatrales y a los espectáculos que hubo en
su ciudad entre los años 1916 y 1922.
Es interesante destacar que, en la monografía sobre Hamlet de 1916, y
luego en Psicología del Arte, el autor buscó desde el inicio descubrir el sentido
que subyace en la producción artística, basándose exclusivamente en el ma-
terial concreto del texto analizado. Poco a poco va girando en su análisis
hasta desmenuzar la obra artística.

Su intención —prosigue A.N.Leontiev— no es profundizar las polémicas


sobre formalismo o simbolismo, sobre futuristas o miembros del frente de
izquierda en arte. El tema esencial que se propone profundizar es más
abarcativo, más general en un sentido amplio: ¿Qué es lo que convierte a
la obra en un hecho artístico? ¿Qué es lo que la transforma en un momen-
to creativo?

Según el mismo Leontiev, nuestro autor llega al análisis de estos temas


pero, desde su asunción como psicólogo, utilizando, en la medida de sus
posibilidades, una metodología objetiva y analítica. En todas estas conduc-
tas, el pensamiento del autor aparece subrayando cada vez más el activo
papel del arte y su trascendencia para el futuro. En general, la producción de
Vigotsky no se centra tanto en la psicogénesis del proceso, sino en la proyec-
ción hacia el futuro de sus posibilidades. Considera que la propia sociedad
está transformándose, y en esta transformación se involucra el propio ser
humano. Se podrá leer en uno de los párrafos finales del texto emblemático:
“No podemos siquiera imaginar qué papel va a jugar el arte en esta transfor-
mación del hombre... Sin duda alguna, todo aquello que en este proceso va a
decirnos que el arte será vital. Sin un arte nuevo, no existirá el hombre nue-
vo.”
Un punto final nos podría colocar en situación de analizar por qué el
libro no fue publicado en esos años. Distintos autores nos transmitieron sus
opiniones, incluso la hija de Lev S., Guita Lvovna, escribía taxativamente:
“Nosotros no sabemos las causas por las cuales Psicología del Arte no apare-
ció publicada en los años veinte”. Sin embargo, testimonios obtenidos por
nosotros atestiguan fehacientemente que el intento de su publicación existió
“Futuras investigaciones —concluye— nos develarán esta incógnita.”

Palabras, palabras, palabras.


Hamlet, William Shakespeare
MARIO GOLDER | 49

En primer lugar, diremos que no estamos frente a la tragedia de


Shakespeare en calidad de hecho estético. Simplemente, como psicólogos
que somos, podemos reconocer que se trata de un verdadero enigma. Perci-
bimos cómo se presenta la opción entre el asombro y la incomprensión.
Vigotsky analiza la obra en la díada clásica S- SX (sujeto-sujeto).Y comenza-
rá su análisis fustigando el intento de ahondar sólo en las motivaciones y en
las necesidades del creador y donde se subestima la idiosincrasia propia del
espectador. Cabría una tercera posibilidad: centrarse en la propia obra de
arte y resolver los “enigmas” planteados en ella misma. El psicólogo se va
entonces a preguntar: “¿Por qué Hamlet, quien tenía que haber asesinado al
rey inmediatamente después de haber hablado con la sombra, no logra ha-
cerlo, y toda la tragedia se nutre de la historia de su inacción?”
Nuestro autor, en 1925, se plantea varias opciones:
a. Estudiar la psicología dubitativa del héroe. Pero parecería que esta
posición resulta insostenible, ya que cualquier lector avezado puede plan-
tear lo contrario a medida que se desarrolla la pieza teatral.
b. Considerar a Hamlet como un ser vivo, por lo que sus conductas van a
depender de los valores puestos en juego en cada sociedad. En esta postura,
lo que quedaría desdibujado es la esencia de la obra artística. Nos quedaría
una tercera alternativa:
c. Hamlet considerado como exponente de una severa impotencia
conductual. También un craso error, ya que una cantidad importante de los
versos de la obra están dedicados al héroe valiente, audaz, protagonista de
conductas concretas y conducentes a un fin claramente preestablecido.
Otro grupo de críticos llegará a sostener que los obstáculos a una conduc-
ta manifiesta se deberán a circunstancias de tipo objetivo (y por ende contra-
rias a las arriba señaladas). Serían entonces imposibilidades de tipo objetivo
a la realización de la venganza planeada. Todos —todos— los críticos afecta-
dos al análisis de la obra pecan por desconocer la tragedia como hecho esté-
tico. Desconocen el valor de lo subjetivo, de aquello que no se sabe, del por-
qué de cada conducta o, aún más complejo, de la falta de la conducta. Nin-
guna explicación resulta total en sí misma. Volvemos entonces al comienzo:
rescatamos el valor del enigma como elemento psicológico a ser tomado en
consideración.
Es justamente el valor psicológico lo que queda implícito en el primer
análisis realizado por Vigotsky, cuando se plantea Hamlet como un enigma,
enigma que es urgente develar, donde resultan insuficientes las
elucubraciones lógicas. Privar a la obra del enigma a descifrar, privarla del
camino hacia la toma de conciencia, sería privarla de lo esencial. Hamlet es,
entonces, oscura e incomprensible a primera vista. De esta manera opinan
unánimemente todos los críticos. Se la suele llamar tragedia de máscaras,
50 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

incluso tragedia incongruente, laberíntica —como se la define en la actuali-


dad. Enigmática, sí, pero apasionante. Otro grupo de críticos la considera
confusa, e incluso inasible. Nos llegamos a plantear entonces, ¿cuál es el
valor de Hamlet?
Vigotsky, sabiamente, incluye dentro de la galería de comentaristas de la
obra a Heine, a Turgueniev, a Hebbel, quienes aparecerán mencionados en
este libro en función de otras referencias. Pero el análisis de Lev S. no se
reduce a estas opiniones. Para él, Hamlet representa la voluntad heroica, la
pureza, la transparencia. El rey Claudio —su antítesis—, por el contrario, la
voluntad antiheroica, tenebrosa, sombría. Evidentemente, pares antitéticos.
Si se analiza el final de la pieza, las muchas muertes podrían semejarse a una
danza plena de movimiento. Psicológicamente hablando, es casi como una
contradicción más...Y efectivamente, así es, puesto que la psicología se en-
carga de las motivaciones: el héroe, en consecuencia, parece tener una perso-
nalidad, aunque de hecho no es más que un juego de máscaras.
Más adelante podemos inferir que Shakespeare introduce en la tragedia
el fantasma del padre, y por ello hace de su hijo un verdadero filósofo: moti-
vación del movimiento y de la resolución. La psicología del héroe no sería
más que una ilusión del espectador, y que el autor introduce como motiva-
ción... Sigamos: Hamlet introduce la sombra del padre, lo que equivaldría a
crear una motivación del movimiento; Hamlet filósofo: motivación de la
demora de la conducta. Finalmente, Hamlet que no se ocupa de la psicolo-
gía. No contemplamos la obra en pos del conocimiento de lo psicológico,
afirmaría unos de los críticos afectados a la obra, Eijembaum. En una de sus
aseveraciones, Vigotsky sostendrá que el tema de Hamlet es en esencia la
morosidad. Que quede claro que Shakespeare no pretende escribir un trata-
do de psicología, pero su psicología no es casual.
En la obra Hamlet no hace lo que quiere, sino lo que al autor dispone. Se
horroriza ante la imagen del padre, al mismo tiempo que se burla, ama a
Ofelia y se ríe de ella. No se puede encontrar explicación a muchos de los
actos planteados. ¿Qué analizar en Hamlet? ¿Psicología, creación? Esta es
una de las dudas que se plantea León Tolstoi. Dudas ante el hecho ficcional.
Tema de la moral y la ética al final de la vida del autor de Ana Karenina. Otros
críticos irán a desmitificar a Shakespeare: no habría que buscar carácter, pro-
fundidad, psicología, sino simplemente intriga y estructura teatral. Hay que
limitarse –sostienen— al hecho artístico. La opinión de Tolstoi escritor es
compartida por Vigotsky, para el que:
a. Hamlet no tiene un carácter definido;
b. hay que buscar en la obra efectos estéticos y no honduras psicológicas,
y
c. la falta de caracteres fue intencionada, en pos de encontrar efectos ar-
MARIO GOLDER | 51

tísticos.
Estos son todos elementos introductorios para que Vigotsky comience,
recién en este punto, el análisis de la obra. Es necesario tomar en cuenta tres
elementos:
l. Las fuentes
2. El argumento
3. Los personajes y sus interacciones
En consecuencia, para Vigotsky existe una triple contradicción en la tra-
gedia, sintetizada en la contradicción entre estos tres elementos. Con refe-
rencia al primer elemento, en su contraposición con el argumento, vemos
cómo la fábula originaria se va separando de él, cómo se desvía. Lo esencial
es la contradicción que subyace en la tragedia. Se centrará todo en nuestro
héroe, con dos movimientos contradictorios y opuestos. Unidad y contra-
dicción. Pero también aparecen otras contradicciones: ver la tragedia desde
la percepción del héroe y desde la visión del espectador. La síntesis será
entonces el desenlace trágico Veamos las palabras finales del texto en estu-
dio:

El espectador no experimenta ni satisfacción ni alivio tras la muerte del


rey; sus sentimientos en tensión no encuentran una solución ni simple ni
trivial. El rey ha muerto y al instante la decisión del espectador se traslada
a lo que sigue, la propia muerte del héroe, y en esta nueva muerte el es-
pectador siente y vivencia todas esas difíciles contradicciones que han des-
garrado su conciencia y su inconsciente durante todo el tiempo que ha
estado contemplando la tragedia.
Y cuando la tragedia —en las últimas palabras de Hamlet y en el discurso
de Horacio— vuelve aparentemente a describir su propio círculo, el es-
pectador percibe con toda claridad el desdoblamiento subyacente en la
estructura. El relato de Horacio devuelve al plano externo de la tragedia,
vuelve a sus ‘palabras, palabras, palabras’.
El resto, como dice Hamlet, es silencio.

Volvamos, sólo una vez más, al adolescente Vigotsky, y veamos cómo


plantea estas mismas situaciones diez años antes de la versión definitiva de
1925. Ya en el capítulo décimo de su trabajo liminar, escrito en 1915-1916,
encontramos:

Hemos terminado el análisis del Hamlet. Y al final del mismo la obra sigue
siendo para nosotros un verdadero enigma, incluso en mayor grado que
al comienzo. Pero el objetivo de estas líneas no era el de descubrir el mis-
terio de Hamlet, sino de aceptar el misterio, como tal —misterio—, digno
52 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

de ser sentido. Y si el carácter enigmático e incomprensible de la obra sólo


se ha reforzado a causa de esta interpretación, no se trata ya del misterio y
la incomprensibilidad iniciales, originadas por la oscuridad externa de la
tragedia, y que suponen un obstáculo en el camino de la percepción esté-
tica, sino de una sensación nueva, en profundidad, que se ha creado como
percepción del drama.
Sin entrar en el meollo del problema (limitaremos deliberadamente este
ensayo al aspecto estético de la tragedia), intentaremos, no obstante, in-
vestigar en rasgos generales hasta dónde hemos llegado, qué comienza
más allá de esto, y si no es arte ¿QUÉ ES?. Hamlet no es ni una tragedia del
destino, ni una tragedia de caracteres ¿Qué es? ¿Cómo definirla? Insólita,
distinta de todas las demás, no nos presenta un choque activo de volunta-
des ni una lucha contra obstáculos externos o internos. Se la puede llamar
con justicia la ‘tragedia de las tragedias’, no sólo porque todas las demás
parten de tragedias así, sino porque retornan a ella: Hamlet comienza allí
donde acaba toda tragedia corriente. Es la base y la cima, el alfa y el ome-
ga. Se basa toda ella en el dolor secular, originado por la vivencia misma
de la angustia de existir. En toda tragedia, detrás del frenético torbellino
de las pasiones humanas, de impotencia, de amor y odio, detrás de los
cuadros de aspiraciones ardientes y de fracasos, percibimos el eco lejano
de una sinfonía mística que nos habla de lo antiguo, de lo íntimo y entra-
ñable. Nos han separado del círculo del mismo modo que en otros tiem-
pos se separó la tierra. El dolor radica en esta eterna separación, en el
mismo ‘yo’, en el de que yo no sea tu, en que no se halle todo en torno de
mí, en que todo —el hombre, las piedras, las plantas— queda solo en el
inmenso silencio de la noche interna. E independientemente de que deno-
minemos de forma directa, inmediata, la causa del estado trágico: destino
o carácter del héroe. Llegaremos a pesar de todo a las fuentes de este esta-
do: la infinita y eterna soledad del ‘yo’, al hecho de que cada uno de noso-
tros se siente infinitamente solitario.
El significado de la tragedia reside precisamente en estas reunificaciones:
como si se tratara de su segundo sentido —del que habla Hamlet ya muer-
to—, el sentido del misterio de este mundo, del misterio de la vida o la luz
de la tragedia:

‘Vosotros, que palidecéis, y tembláis ante esta catástrofe y no sois más que
personajes mudos o simples espectadores de esta escena, si yo tuviera
tiempo (ya que la muerte es un esbirro cruel e inexorable en su ejecución),
oh! podría deciros... pero resignación. Yo muero, Horacio, tu vives... Díse-
lo así, con todos los incidentes, los grandes y los pequeños, que me han
impulsado...¡Lo demás es silencio!’
MARIO GOLDER | 53

La tragedia entera se basa en la muerte y el silencio. Se trata de la tragedia


más mística, en la cual el hilo del más allá se entrelaza con el de este mun-
do, en la cual el tiempo ha creado el foso de la eternidad; es un misterio
trágico, obra única en el mundo.
El propio Hamlet, ya en la tumba, podría habernos narrado a nosotros,
temblorosos y mudos espectadores, lo otro, el segundo significado de la
tragedia, pero ha sido conducido al otro mundo y él, al igual que los mis-
terios de ultratumba, calla.

En este ensayo no se menciona una sola palabra acerca de este segundo


sentido en forma directa, a pesar de que todo su contenido está abocado al
mismo. Repetimos: podríamos hablar de una manera directa de este “se-
gundo significado”, pero nos hallamos ante un tema muy especial, que exi-
ge un enfoque también especial; se trata de un tema del más allá (al igual
que este segundo sentido), metafísico, que sólo admite una actitud quasi
religiosa, la cual rebalsa los límites de la percepción estética de la tragedia.
En este caso, este segundo significado nos interesa únicamente dentro de los
reducidos límites de la tragedia, del círculo cerrado de sus palabras. Esta, sin
duda alguna, fue la finalidad última del ensayo: palpar este segundo signifi-
cado, este “lo demás es silencio” en el proceso de desarrollo de la tragedia a
través de las palabras. Al terminar el análisis, nos hemos acercado de plano
a aquello que queríamos definir: la muerte y el silencio, lugar y tiempo don-
de se ha sumergido la tragedia, su relato (lectura) y su “segundo sentido”.
La tragedia es preciso completarla dentro de nosotros mismos, en nues-
tras propias vivencias. La otra percepción de la tragedia nos habría horrori-
zado. Y esto es lo que confiere a la obra su carácter estético acabado. Pero
convengamos en que la percepción estética es una percepción “asustada”,
interrumpida, inacabada, que conduce inevitablemente a otras orillas: el si-
lencio completo de las palabras. El relato de sucesos sobrenaturales, de muer-
tes, de destrucción, delimita la percepción estética de la tragedia, su lectura,
y cierra nuestro círculo, volviendo al principio y repitiendo de la tragedia
sus “palabras, palabras, palabras”. Todo el relato, todo lo que hallamos en la
lectura, todo aquello que está sujeto a la percepción estética, todo esto, des-
pués de las palabras, palabras, palabras, todo lo demás es silencio.
En este punto sólo quisiera incorporar el análisis que realiza Rene Van
der Veer sobre el Hamlet… de Vigotsky de 1915-1916. Este análisis aparece en
el libro Understanding Vygotsky. A question of synthesis, escrito junto con Jean
Valsiner y publicado en los Estados Unidos en 1991, no publicado en espa-
ñol. Podríamos no concordar con Van der Veer en muchas de sus apreciacio-
nes. Esto quizás amerite un trabajo especial. Pero, en homenaje a la profun-
didad del análisis, a la exégesis de toda la producción vigotskiana —que
54 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

abarca literatura, arte, paidología, educación especial, psicoanálisis,


reactología, la Crisis en Psicología, las vinculaciones con otras teorías psico-
lógicas (en especial con la psicología de la Gestalt), la configuración de la
psicología Histórico-Cultural, la formación de conceptos, es decir, todo el
universo vigotskiano—, lo incluiremos.
Van der Veer sostiene, desde el inicio, que el planteo de Vigotsky queda
enmarcado dentro del idealismo en estética. Es interesante señalar que ya
polemiza con muchos biógrafos de éste al ubicarlo dentro de una filosofía
quasi materialista. A pesar de ello, reconoce un costado dialéctico visible,
recordando su acendrado interés por la dialéctica hegeliana, aparecido en
los tempranos años de la escuela secundaria. Dialéctica, metodología que lo
iba a acompañar toda su vida. Iniciando la interpretación de la tragedia
shakesperiana, lo que saltaría a la vista es la presencia de dos fuerzas que
actúan en absoluta interdependencia: por un lado, la presencia del día y la
noche; por el otro, la acción y la inacción, a las que podríamos añadir hechos
íntimos y externos, la vida y la muerte.
Llama poderosamente la atención —sostiene el psicólogo holandés— que
un adolescente de 19 años alcance a analizar los juegos antitéticos de una
gestalt artística. Podríamos perfectamente sumar a los pares propuestos la
duda y la impulsividad, la locura y la objetividad pensante. Es necesario
estar dotado de una importante claridad conceptual cuando se está anali-
zando una obra de la complejidad de Hamlet, tomando siempre en conside-
ración la unidad dialéctica de los opuestos. Incluso Van der Veer aporta al
análisis lingüístico, viendo en este sentido la mano de Bajtin, otro contempo-
ráneo de Vigotsky, pero del cual hablaremos en otro trabajo. De Bajtin toma
la posibilidad de la incorporación de lo dialógico y lo monológico entre las
formas que adoptan el discurso de los personajes de la tragedia. En lo
dialógico, el manejo externo comunicacional; en lo monológico, la exégesis
del discurso interno. Ya en su momento señalaba el propio Vigotsky que,
más allá del diálogo amable (por ende externo), el espectador del drama
puede sentir la presencia del monólogo (por ende interno) en silencio.
La tragedia vivida como mito es otro de los elementos constituyentes del
back ground propuesto por nuestro autor. Aquí tampoco hay duda de la in-
corporación que hace Vigotsky de los aportes de la antropología cultural y
del psicoanálisis. Constituía una temática emblemática en ambas disciplinas
en esa segunda década del siglo XX. Incluso ya en la primera versión del
Hamlet de 1916 Lev S. analiza, dentro de lo mítico, la figura de la sombra del
padre asesinado (otra vez la díada vida-muerte). Ya en párrafos anteriores se
ha incluido este par antitético como expresión de la oposición dialéctica, que
aparece remozada, diez años más tarde, cuando finaliza su Psicología del Arte.
Ahora nos encontramos a mediados de la década del veinte, y su interpreta-
MARIO GOLDER | 55

ción de la producción freudiana es profunda. En su ciudad de provincia dic-


ta conferencias sobre psicoanálisis, participa en Moscú de las actividades de
la Asociación Psicoanalítica Rusa, escribe con A. R. Luria el prefacio a la
edición en ruso de Más allá del Principio del Placer (prefacio que se podrá en-
contrar en nuestro sexto círculo). Es justamente en este prefacio donde se
podrá apreciar cómo Vigotsky aporta una nueva visión del “nuevo” Freud,
cuando otorga al Tanatos (como instinto) cierto grado de credibilidad. La
correspondencia con las díadas hegelianas resulta ahora inevitable; vida-
muerte, lados contrapuestos de una misma totalidad.
En general, podemos afirmar que la transición en una sola década, de lo
que va del Hamlet iniciático a la Psicología del Arte (1915-1925), marca otras
transiciones en la producción vigotskiana: es el pasaje del crítico de arte al
psicólogo creador de una nueva teoría general del psiquismo humano. Más
precisamente, esta década permite ya la utilización de nuevos conceptos
internalizados al calor de sucesos revolucionarios y de profundas lecturas
de clásicos marxistas, sin aditamentos dogmáticos y reiterativos, como fue
común encontrar a partir de los años treinta en gran parte de una nueva
intelectualidad en ascenso. No hay duda de que el análisis de los años vein-
ticinco difiere del de 1915. Mucho desaparece, mucho se mantiene. Mucho
aparece, y con fuerza, por primera vez. Desaparecen las exclamaciones ado-
lescentes que se encuentran en toda la lectura del primer texto. Desaparecen
las frecuentes referencias a los planos místicos con que interpretaba, en par-
ticular, los vínculos con el fantasma del padre.. También la visión de toda
una filosofía de esa época, proveniente de una línea que pasa por
Schopenhauer y deriva en Berdiaeff, autores muy leídos en la casa paterna.
Se mantienen las líneas hegelianas de contraposición entre pares
antitéticos como acción-inacción, vida-muerte, mundo externo-mundo in-
terno, monólogo-diálogo, etc. Y se incorporan todos los contenidos que
Vigotsky va a sostener hasta su desaparición, vinculados al análisis de la
producción artística, en especial literaria, relacionados con la estructura y el
contenido de la novelística, la fábula y la poética, en especial la de Bunin.
También quedan incorporados los conceptos iniciáticos que darán sopor-
te a su Psicología del Arte, donde aparece el estudio psicológico del mensaje.
En otras palabras, el estudio de los procesos psicológicos que facilitan la
creación del mensaje estético, donde los procesos conscientes e inconscien-
tes van a jugar roles preponderantes. Para el tema que nos importa en este
texto, Vigotsky manifiesta su preocupación profunda por la persistencia, en
el estudio de la obra artística, del elemento subjetivo en la apreciación de la
misma. Es un autor que dejará de sumergirse en fundamentaciones de or-
den psicológico, incorporando conceptos tomados de la recientemente ad-
quirida cosmovisión freudiana. Finalmente, resalta al máximo el mensaje
56 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

artístico, visualizado como producto del ser humano en tanto actor social.
Al efecto sostendrá una de sus tesis liminares de 1925: “El arte nunca podrá
ser explicado en su totalidad sobre la base de un pequeño círculo de la vida
personal. Demanda urgentemente una explicación desde el amplio círculo
de la vida social.”
En apretada síntesis: podemos, a esta altura de lo expuesto, señalar la
evolución de las motivaciones y los intereses, en especial en lo dedicado a la
recepción de la obra estética, desde un status inicial de crítica literaria en
cuanto a la recepción, por parte de un sujeto perceptor, de una comprensión
(subjetiva) del mensaje (1916), hasta el nuevo rol de científico, dedicado a
descubrir leyes generales a través de las cuales el ser humano se encuentra
inmerso en la compleja invención cultural, como podría ser la literatura (en
la multiplicidad de sus géneros) (1925). Ahora el autor aparece ocupado en
buscar el exacto rol que debe jugar el arte en la construcción de un “nuevo
hombre”.Y más específicamente en aras de formalizar nuevas leyes de la
psicología general.
Hay un espacio más para llegar al capítulo magno de la psicología
vigotskiana. Este espacio, este tránsito, partirá entonces de su Psicología del
Arte, de la manera que se ha pretendido enmarcar en este segundo círculo a
una nueva Psicología General, con mayúsculas. Pero esta transición final
escapa, y en mucho, a los objetivos de este libro. Esta es una tarea en la que
se embarcaron autores como Iaroshevsky, Leontiev, Kozulin, Van der Veer,
Wertsch, Cole y otros, con mayor o menor éxito. Pero sí nos consideramos
habilitados para hablar de una síntesis sumaria. Desde un hegelianismo ini-
cial, a una asunción de los postulados marxistas, marcan, en un sentido
amplio, el derrotero vigotskiano de estos primeros diez años de su quehacer
intelectual, años en los que la vinculación con el ideario psicoanalítico fue
estrecha, polémica a veces, crítica otras.
Podríamos decir que este período marca la propia protopsicología
vigotskiana. Luego vendrán sus otros escasos diez años, pocos para la vida
de un científico que bucea en los vínculos siempre dialógicos entre Pensa-
miento y Lenguaje, entre Psicología y Educación, entre Procesos Psicológi-
cos Elementales y Procesos Psicológicos Superiores, entre Desarrollo y Apren-
dizaje, entre lo Biológico y lo Social. En todas estas categorías fundamenta-
les, que hacen a las Ciencias del Hombre, Vigotsky intentó alcanzar una nue-
va espiral a través de sus personales síntesis.
Planteado de esta manera, el lector podrá entender por qué se presentó
este segundo círculo. Si se puede cerrarlo como tal, deberíamos dar lugar al
texto y al subtexto que subyacen a sus palabras. Como ya fue indicado: en
Vigotsky, siempre, siempre tenemos que hablar de texto, subtexto y, final-
mente, contexto.
MARIO GOLDER | 57

Tercer círculo
Freud y Marx

CLAUDIO- Mis palabras suben al cielo, mis afectos quedan en la tierra


Palabras sin afectos, nunca llegan a los oídos de Dios.
Hamlet: Acto 3, Escena XXIV

Comienza la década de oro en el pensamiento de los protagonistas o tes-


tigos de la gesta de 1917. De este período ya se ha hablado y publicado mu-
cho. El conocimiento que se tiene de la obra de Freud se ha fortalecido y se lo
comparte con los camaradas de ruta, todos afectados a una febril actividad
transformadora. Aunque el paso trascendental en este tópico se va a dar a
partir de 1924, fecha en que se produce el primer encuentro entre Vigotsky y
Luria. Pero no nos adelantemos a los hechos. Hay todo un período previo,
que va de 1918 a 1924, quizás el menos conocido por los biógrafos de Lev S.,
y que convendría sintetizar utilizando dos fuentes de primer orden: una de
ellas es nuestro ya conocido Dobkin, a quien abandonamos temporalmente
dos círculos atrás, y la otra es la biografía escrita por la hija de Vigotsky,
Guita Lvovna Vigotskaia, donde se encuentran datos inapreciables para la
justa captación, en especial de este período.
Dice Dobkin:

“Después de su graduación en la Universidad Shaniavsky, Vigotsky vuel-


ve a Gomel en 1918, donde su primo David ha comenzado a dictar un
curso de literatura en las escuelas. Por ese entonces, yo daba clases en la
Flotilla Naval del Dnieper. Nunca tuve una audiencia tan atenta, interesa-
da y pensante. Se escuchaba con avidez todo lo que se impartía, se trataba
de penetrar en el significado de los eventos históricos que se estaban pro-
duciendo. Como alumno mayor, en mi escuela había leído una traducción
de Richard Ferlong publicada en la revista ‘Pensamiento Ruso’. El argu-
mento giraba alrededor de un grabador que edita hermosos libros con
propios dibujos y propias ilustraciones. Su vida estaba plagada de ale-
grías y también de sinsabores. Vida excitante al fin. Todo esto me motivó
profundamente, por lo que decidí que, al acabar con mis deberes docentes
58 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

en la flotilla, sería editor. Y consideré que el momento oportuno había


llegado. Hablé con Lev S. acerca de mis planes y quedó prendado con la
idea a la que solo agregó: Debemos incluirlo a David.
Después de muchas discusiones, decidimos publicar los mejores monu-
mentos literarios del mundo, al mismo tiempo que a escritores contempo-
ráneos ¿Cuál sería el nombre de nuestra editorial? Pasamos horas discu-
tiendo el nombre, hasta arribar a un resultado consensuado: Edades y Días.
A continuación creamos un logo: una esfinge y una mariposa. No había
problemas en encontrar material para la publicación. Teníamos hasta la
intención de publicar las Obras Completas de Pushkin, luego un volumen
sobre los poetas elegíacos romanos, y otros clásicos no menos famosos.
Nos resultaba difícil optar entre obras de contemporáneos, no nos era fácil
ponernos en contacto con autores noveles. Pero las conexiones personales
de Vigotsky en Kiev, ciudad en donde vivió un corto y azaroso período,
facilitaban esto último: uno de los autores noveles con quien nos pudimos
contactar fue con Ilia Ehremburg, quien prontamente nos envió sus últi-
mos poemas, algunos de los cuales habían sido recientemente publicados
con el título de ‘Poemas sobre Rusia’. Ehremburg decidió cambiar este
título por el de ‘Fuego. En síntesis, fue el primer título que pudimos publi-
car.
También estaba planificado editar un ensayo de Vigotsky acerca de las
fábulas de Krilov, que luego aparecieron con modificaciones en ‘Psicolo-
gía del Arte’. Además, estaba en carpeta una seriada de David con una
selección de cuplés de su autoría. Existían en Gomel varias imprentas, y
hallamos una que aceptó nuestras propuestas con placer. Había una fábri-
ca de papel en los suburbios de la ciudad, por lo que en ese difícil año de
1919 no nos faltó papel, cuando en el país se carecía de ese vital elemento.
Es así, entonces, que nos abocamos a la publicación de nuestro primer
libro: la colección de poesías de Ehremburg. Deseábamos seguir nuestra
línea editorial con un título más equilibrado y armonioso, por lo que deci-
dimos por el francés, nacido en Grecia, Jean Meseas. Este título fue, empe-
ro, impreso en otra imprenta mucho mejor equipada, por lo que el libro
lució mucho más atractivo. Llegó por fin el momento de registrar nuestro
emprendimiento, lo que iba a ser un trámite rápido y poco burocrático. La
filial de la Unión de Prensa y sus directivos prometieron que de inmediato
serían adquiridos todos los ejemplares impresos por nuestra línea edito-
rial, con independencia de la cantidad editada. Lamentablemente, otras
circunstancias nos llevaron a una situación de fracaso total. Una comisión
especial llegó a la ciudad con la misión de relevar todas las fuentes locales
de prensa, y esto a su vez incluyó el tema de la falta nacional de papel. En
síntesis, el fin de nuestros desvelos editoriales.
MARIO GOLDER | 59

Nuestras propias circunstancias también cambiaron. David decidió por


ese entonces volver a Petrogrado, donde pensaba obtener una buena colo-
cación. Yo tuve oportunidad de ir a estudiar a Moscú. Lev S. se quedó en
Gomel algunos años más. Por ello tuve escasos datos de su vida durante
este nuevo período. Fue el momento de la organización de un laboratorio
de psicología en el profesorado de la ciudad, donde por lo visto dictó
interesantes conferencias, y donde ya pergeñaba su futuro libro ‘Psicolo-
gía Educacional’. En noviembre de 1926 recibo un libro de su autoría so-
bre el talentoso artista gráfico A. Bykovsky. En el ejemplar enviado apare-
ce una dedicatoria: Al querido Zhenia, inolvidable camarada en el viaje de
‘Edades y Días’, del autor, que espera un juicio severo. L. S. Vigotsky
No tengo mucho más para agregar. En 1920 me voy entonces a Moscú; él
ya no tenía un buen aspecto, debido al curso de su salud. Había muchas
dificultades para obtener alimentos y medicamentos. Ya la tuberculosis se
había instalado en su familia. Enferma gravemente y considera que no
hay demasiadas posibilidades de supervivencia. Solicita a un viejo crítico,
a quien conoció en Moscú en su etapa estudiantil, que se hiciera cargo de
todos sus escritos dispersos en caso de fallecimiento. Luego se produce un
relativo reestablecimiento, pero fue un gran intuitivo en el sentido de que
sus trabajos más importantes no se irían a publicar antes de su muerte
En 1924 se casa con Rosa Smechkova y se realiza el Congreso de
Neuropsicología que iba a cambiar el destino y la futura actividad laboral
de Vigotsky. Recibe concretas invitaciones para trasladarse al Instituto de
Psicología de Moscú. Se produce el primer encuentro con Luria y con
Leontiev y cambia toda su historia, que necesita, entonces, otros relatores...”
Finalizando sus recuerdos, Dobkin cierra la evocación: “...Recuerdo una
visita. Ya estaba muy enfermo, eran los últimos años de su vida. Me había
invitado a viajar con él a Sujumi, en el Mar Negro, para estudiar el com-
portamiento de los monos en un afamado centro experimental en la orilla
del mar: Es un trabajo tan interesante y todo estará tan tranquilo allá. Ten-
go miedo de ir solo. ¿Vienes conmigo? —dijo—, a lo que repliqué sin du-
dar : Por supuesto que sí...
Sin embargo, estos planes nunca se materializaron. La enfermedad iba en
aumento hacia lo peor. Muere en el Sanatorio Serebrianny Bor. Dijo al fi-
nal palabras ambiguas, expresivas y enigmáticas, que permiten distintas
interpretaciones. Cuando su conciencia se aclara un tanto, murmura sus
últimas palabras: ‘Estoy preparado...’ Y esto también puede ser entendido
de muy diferentes maneras.”

La biografía de la hija de Vigotsky publicada en 1991 nos proporciona


datos que son de suma utilidad para enmarcar nuestra intención de ver pun-
60 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

tos de encuentro entre la producción de su padre y la de Sigmund Freud. Ya


lo hemos dicho en algún momento: encuentro, conocimiento, reconocimien-
to, no implican identificación entre ambos. Algunas de las referencias apare-
cerán explícitas, otras quedarán a cargo de la sutileza del lector.
Partamos del regreso de Lev S. a Gomel, luego de la finalización de sus
cursos universitarios en Moscú. También se dijo que se instala la tuberculo-
sis en su familia. Muere un hermano de 14 años y, al poco tiempo, otro, de
tifus. Años de ocupación germana como consecuencia de la Primera Guerra
Mundial: hambruna generalizada, falta de trabajo etc.
En 1919 se libera de ocupantes la zona, y el poder soviético se hace cargo
de la ciudad. Se abren escuelas profesionales y técnicas, universidades obre-
ras, cursos de especialización, todo en medio de una compleja situación,
determinada por la intervención de los guardias blancos y distintas capas
del campesinado ruso. Es en estas condiciones que comienza la actividad
docente de Vigotsky, en calidad de profesor de literatura y, más tarde, de
psicología. Viejas crónicas dan cuenta del amplio espectro de sus activida-
des. En ellas se pueden encontrar, por un lado, clases de literatura, estética,
lengua rusa, teoría del arte y, por el otro, lógica, psicología general, experi-
mental, evolutiva y pedagógica. Completa su actividad con la de crítico tea-
tral y organizador de la vida cultural de esa importante ciudad de provincia.
Por las noches dicta conferencias sobre variados temas: se recogen docu-
mentos de conferencias sobre Shakespeare, Maiacovsky, Chejov, Tolstoi,
Pushkin, Esenin, Gorky, Korolenko. En especial, aparecen comentados dos
eventos: uno dedicado a Alberto Einstein y la teoría de la relatividad, el otro
al Psicoanálisis como método científico para el estudio del inconsciente.
Al respecto, en el número 492 del periódico Pravda Rural, del 8 de enero
de 1922, aparece la siguiente información:

El lunes ,9 de enero, en la Casa de los Trabajadores en Arte y Educación, se


dictará una conferencia a cargo de L. S .Vigotsky, sobre el tema: ‘Psicoaná-
lisis como método científico para el estudio del subconsciente’. La misma
se llevará a cabo a las 18 horas, y los miembros del sindicato de arte y de
educación tiene acceso gratuito.

Ya entramos entonces en el objetivo central de este libro. Tomemos nues-


tra ayuda bibliográfica para bucear ahora en las memorias de A. R. Luria su
propia aventura en las lides del psicoanálisis. En su libro The making of mind
reconoce el enorme peso que tuvo la revolución de 1917, cuando ella sólo
contaba con 15 años de edad. “Toda mi generación fue influida por la ener-
gía de los cambios revolucionarios. El ser humano siente liberación de su
energía cuando es parte de una sociedad capaz de realizar tremendos pro-
MARIO GOLDER | 61

gresos en un corto período de tiempo.” Luria proviene de la ciudad de Kazan,


ciudad ubicada a orillas del río Volga, la que en esos años alcanzaba una
población de 140.000 habitantes. Su padre fue un notable médico, especialis-
ta en medicina psicosomática, y que en 1923 se traslada con su familia a
Moscú, donde obtiene el cargo de Vicedirector del Instituto Central de Estu-
dios Médicos Avanzados. Por lo visto, A. R. Luria se educó en el seno de una
familia de origen judío típica de la intelectualidad progresista, sin quedar
afectado a supervivencias religiosas o tradicionales. Recibe su educación en
el marco de una sociedad sumamente estratificada, donde no había posibili-
dades de alteraciones ni cambios dentro de estos estamentos. Por ese enton-
ces, el Ministerio de Educación zarista instituyó un reglamento de acceso a
la enseñanza media y preparatoria, que “debería quedar liberada de la con-
currencia de hijos de cocheros, cocineros, mujeres-lavanderas, quiosqueros
y otras personas de ocupaciones similares, cuyos hijos, con quizás la excep-
ción de niños excepcionalmente dotados, no están preparados para abando-
nar el entorno social al cual pertenecen.”
Las nuevas condiciones revolucionarias determinan cambios también en
la educación de Luria. Había recibido, en su niñez, durante seis años, una
educación clásica, formal, en la que se incluían cinco horas semanales de
latín. Esa formación lingüística le permitió luego incorporar el inglés, fran-
cés y alemán. A pesar de la anarquía imperante, comienza sistemáticas lec-
turas de psicología, como así también del Brentano economista, en especial
su Teoría sobre la Energía Humana. Traduce y edita su versión en ruso, encar-
gada por la Asociación de Ciencias Sociales. Estuvo a la búsqueda de un
esquema simple (aunque ingenioso) para la comprensión de la vida social.
Por esos años de transición la visión académica se hallaba impregnada por
la Filosofía Alemana. En los laboratorios de psicología todavía se utilizaban
las metodologías propuestas por Wundt cincuenta años atrás. También se
utilizaban los modelos de la escuela de Wurzburgo y la concepción neo-
kantiana de los fenómenos psíquicos. En medio de este maremagnum
metodológico y conceptual, A. R. Luria toma sus primeros contactos con el
temprano psicoanálisis. La Interpretación de los Sueños y otros trabajos con-
temporáneos de Sigmund Freud fueron rápidamente traducidos al ruso, como
así también textos de Alfred Adler y Karl Jung (incluyendo sus Estudios
sobre Asociación de Palabras). Dice el propio Luria:

“Muchas de las ideas de Freud me parecían especulativas y hasta fantásti-


cas, pero el estudio de los conflictos emocionales y de los complejos, así
como el método de asociaciones, me resultaron sumamente promisorios.
Aquí —considero— encontré un enfoque científico que combinaba una
explicación fuertemente determinista de la conducta individual, concreta,
62 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

con una fuerte implicancia en los orígenes de las necesidades humanas en


términos de ciencia natura. Podría ser que el psicoanálisis pueda servir
como base para una psicología realmente científica. De esta manera se
podría superar la dicotomía nomotético-ideográfica.”

Ya a los veinte años Luria termina su formación universitaria y escribe


un libro que no se publica. Para el propio autor carecía de un gran valor
científico, pero, de acuerdo con sus palabras, “era característico de la joven
generación de su tiempo”. Y también característico de la época fue el esta-
blecimiento de pequeños grupos de estudios psicoanalíticos. Los logos de
sus papeles llevaban, en el encabezamiento, el nombre de la institución Aso-
ciación Psicoanalítica de Kazan, en ruso y alemán. Años más tarde escribió
otros textos basados en el enfoque psicoanalítico, incluso un libro que postu-
laba un acercamiento “objetivo” al psicoanálisis, pero que tampoco fue pu-
blicado. Sin embargo, comienza a sostener que “sería un craso error descen-
der a las profundidades de la conducta humana partiendo de las profundi-
dades biológicas de la mente, y excluir en ese intento a las determinaciones
sociales.”
En la búsqueda de las así llamadas metodologías “objetivas”, como ya
quedó expresado en otra parte de este trabajo, dos autores tan disímiles en-
tre sí como James y Jung impactan fuertemente a Luria. Del primero, sus
estudios sobre experiencias religiosas y místicas trascendentales, y del se-
gundo, sus estudios sobre diagnósticos asociativos. Luria anhela por esos
años acompañar estos intentos con la orientación “objetiva”, proclamada
tanto por Pavlov como por Bechterev. Estos últimos postulaban una medi-
ción objetiva de los procesos de excitación y de inhibición en el marco del
Sistema Nervioso Central. En esos años, posturas de este tipo poseían una
implicación quasi revolucionaria.
En 1923 se traslada definitivamente a Moscú y participa de la refundación
del Instituto de Psicología, en una compleja búsqueda de colocarse a tono
con las nuevas demandas que surgen, en las ciencias sociales, a partir de la
irrupción del ideario marxista en la cosmovisión de los jóvenes investigado-
res de la institución. Son los tiempos en que establece una amistad entraña-
ble con A. N. Leontiev, amistad personal, autoral y académica. Y, finalmente,
un año más tarde, irrumpe la figura líder de nuestro Lev. S. Vigotsky, para
así iniciar la actividad de la famosa troika, como fue mundialmente conoci-
da.
La intensidad en la incipiente labor profesional, y la fuerza de los cam-
biantes acontecimientos producidos en los protagonistas llevaron —como él
mismo lo reconoce en sus memorias— “a una situación fuertemente
ambivalente”. Por un lado, compartía los ingentes esfuerzos por mantener
MARIO GOLDER | 63

una búsqueda metodológica objetiva, siempre buscando evitar todo tipo de


simplificación esquemática. Por el otro, persistían sus propias apetencias en
el terreno del psicoanálisis. Quizás ya años antes había ido en pos de la su-
peración de la ambivalencia en la utilización de su método motriz combina-
do, en el que buscó analizar situaciones traumáticas, stress, conflictos; situa-
ciones fuertemente emocionales, en suma. Como también sostiene Luria:
“Decidí iniciar mi propio ‘psicoanálisis experimental’, utilizando la distor-
sión de las respuestas motrices como una expresión de conflictos emociona-
les internos.”
Esa fue la situación real que la joven generación atravesaba en esa época
crucial. Lo que predominaba sin duda alguna era la búsqueda de una meto-
dología objetiva. El caso citado de la motricidad combinada resulta un claro
ejemplo de ello. Tanto Luria como Leontiev estaban fuertemente motivados
para el análisis de situaciones emocionales que representaran estados vita-
les del ser humano. Esta intención encontró, aunque resulte difícil de creer,
fuertes oposiciones. En primer lugar, la ciencia “reactológica” que se estaba
imponiendo —incluso superando a la psicología “clásica” pre-revoluciona-
ria—; y, en segundo lugar, la aplicación práctica de la psicología, incluso
exportada en parte a los Estados Unidos como proto-iniciadora de los así
llamados detectores de mentiras, utilizados todavía en la actualidad. En efec-
to, en los estudios americanos la disfunción en la conducta en la esfera de lo
emocional y lo verbal puede ser utilizada para el estudio de motivaciones
internas ante un eventual hecho delictivo. Diría Luria que la utilización de
esta metodología en un sujeto podría ayudar a la incriminación, como pre-
suntos delincuentes, de personas alejadas de toda situación penal. Los pos-
teriores interrogatorios confirmarían o irían a desechar estas hipótesis. Un
sólo paso era necesario realizar hasta el clásico detector de mentiras.
Más tarde abandonaría por completo esta línea investigativa, para dedi-
carse de lleno al tema de las afasias y a la elaboración de pruebas destinadas
a una verdadera psicología evolutiva. Al final de su derrotero científico limi-
taría enfáticamente el valor de estas búsquedas tempranas. Un verdadero
mojón para superar esta situación fue el primer encuentro con Vigotsky, en
1924, “punto de arranque en mi vida.” Son sus palabras.
Estamos entonces en 1924. Vigotsky llega a Moscú para instalarse en for-
ma definitiva. Conoce a Luria, por ende y de primera mano a Freud, autor
que pasa a integrar el ideario del nuevo grupo. Sus lecturas previas de Gomel,
de Moscú en los años pre-revolucionarios —lo repetimos una vez más—
incluyen a Spinoza (en primer lugar), a Hegel, Marx, Engels, Freud, Pavlov,
Potebnia y los clásicos rusos, tanto en literatura como en filología y crítica
literaria.
Mientras tanto, sigue desarrollando sus actividades el incipiente movi-
64 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

miento psicoanalítico, originado alrededor de 1910 con las primeras traduc-


ciones de Freud al ruso. Recordemos, también, que el propio Freud tiene una
cuota de agradecimiento hacia la joven intelectualidad rusa, la que recoge el
ideario psicoanalítico fuera de Viena. Por otra parte, en esos años anteriores
a 1917 las ideas de una “psicología profunda” penetraron con mayor fuerza
en la inteligencia rusa en general, en la amplia gama de la avant-garde artísti-
ca que, en el terreno de la psicoterapia, estaba en manos de psiquiatras con
formación clásica o conservadora, pero siempre con una profunda apoyatu-
ra en una base neurofisiológica de primer nivel. Finalmente, y por la lógica
de nuestro desarrollo temático, recordaremos a continuación a aquellas fi-
guras participantes de ese círculo iniciático freudiano, algunos de los cuales
ya hemos destacado a comienzos del siglo veinte: Ossipov, Wulff, Ermakov
y otros. Ahora, a fuer de responsables en el cometido, nos corresponde se-
guir su suerte en los años veinte.
Ya de Ossipov dijimos que fue discípulo de Jung, que fue el iniciador de
la Biblioteca Psicoanalítica Rusa y que tuvo a su cargo las traducciones al
ruso de obras de Sigmund Freud tales como Tres ensayos sobre sexualidad, In-
terpretación de los sueños, Introducción al psicoanálisis. Al mismo tiempo, man-
tiene una profusa correspondencia con Freud y, bajo la estructura del Insti-
tuto Serbsky de psiquiatría, implementa la primera ambulancia
psicoterapéutica del mundo. Se consagra a dar cursos de psicoanálisis tanto
a psiquiatras como a médicos en general.
En lo que respecta a Wulff, recordamos su trayectoria en Odessa, ciudad
del sur de Rusia, incluida en la zona permitida a la población judía durante
el imperio zarista. Recordemos el profundo respeto demostrado por el mis-
mo Freud a su jerarquía como intelectual. Como muchos dentro de la pléya-
de de psicoanalistas rusos, se forma en Alemania, donde es paciente de K.
Abraham. Cuando se crea la Asociación Psicoanalítica Rusa, se convierte en
su primer presidente. En esta asociación Luria actúa como su secretario ge-
neral por varios años, como lo veremos más adelante. Wulff publica su pro-
pia evaluación sobre Gradiva y sobre Interpretación de los sueños. Sus reseñas
se pueden cotejar en la Revista Internacional de Psicoanálisis. A fines de la
década del veinte, ya enrarecido el clima político del país, emigra primero a
Alemania y, luego del advenimiento del nacionalsocialismo, con Hitler en el
poder, elige su último destino: Palestina.
Finalmente, recordaremos a Ermakov y a Viborov. El primero continúa la
difusión en Rusia de la producción psicoanalítica, traduciendo personalmente
distintos trabajos, tanto de Freud como de Jung y Adler. Crea y dirige la
publicación Psicoterapia, compartiendo la dirección con Viborov. Muere, como
tantos otros intelectuales, en un campo stalinista de concentración, en 1942,
alcanzando a traducir al ruso antes de su detención El porvenir de una ilusión,
MARIO GOLDER | 65

de Sigmund Freud. Nuestro conocido y querido A. R. Luria, como señala-


mos anteriormente, desempeña la secretaría general de la asociación rusa,
cargo que ocupa por cuatro años seguidos, y participa activamente de las
actividades de la famosa Casa de los niños, institución moscovita que com-
partía la sede con la asociación psicoanalítica. La Casa de los niños fue diri-
gida por Vera Schmidt quien, luego de la dimisión de Luria, ocuparía la se-
cretaría general, hasta su disolución pocos años más tarde.
No debemos cerrar entonces este cuadro introductorio sin dejar de men-
cionar el activísimo papel jugado por algunas de las psicoanalistas mujeres.
Mencionaremos sólo a las que más han trascendido hasta nuestros días, como
la ya nombrada Vera Schmidt, Tatiana Rosenthal y Sabina Spilrein. Hable-
mos un poco más de ellas. Vera es recordada, entre otras cosas, por la crea-
ción de la Casa de los niños, institución psicopedagógica basada en las
premisas teóricas del naciente psicoanálisis, centrado, en este caso, en el tema
de la educación. La Casa de los niños, en sus basamentos, aparece consagra-
da a la educación de niños en su preescolaridad, en especial en el período
evolutivo de uno a tres años. El personal docente a cargo de los niños debía
tener experiencia analítica a partir de su propio análisis: la casa comparte el
predio con la Asociación Psicoanalítica Rusa, que cuenta, en su origen (1924),
con quince miembros, de los cuales sólo cuatro son psiquiatras, y el resto
queda compuesto por historiadores del arte, profesores de estética, filosofía,
ciencias de la educación (entre ellas Vera), un matemático (Otto Schmidt), su
esposo, un físico, un escritor, un periodista y un funcionario del Estado.
Los especialistas de ese momento clave señalan que, en general, estos
quince miembros iniciáticos ocupan cargos importantes dentro de la estruc-
tura estatal. Para no agotar al lector, podemos afirmar que, en general, son
también personajes relevantes dentro de la cultura, y muy cercanos a la cú-
pula política del momento (vinculados, por ejemplo, a Nadeshda Krupskaia,
esposa de Lenin). Vera Schmidt es una de sus amigas personales. Gracias a
la gestión de algunos de estos miembros, fue posible publicar y oficializar
muchas de las actividades profesionales de la Casa y de la Asociación. Moshe
Wulff llega a afirmar: “La literatura psicoanalítica, en particular los libros de
Freud traducidos por mí, presenta, para las ediciones estatales, el mejor de
los negocios.”
Veamos otros ejemplos: en un solo mes de 1923 se vendieron dos mil
ejemplares de la traducción rusa de Introducción al Psicoanálisis, de Sigmund
Freud. Y si nos atenemos a la actividad de Vera Schmidt, ella misma no era
psicoanalista, pero estaba muy familiarizada con la teoría freudiana. Prime-
ro asume la conducción de la Casa, años más tarde es analista infantil. Esta
experiencia es única en el mundo; hoy es ampliamente conocida y, en gene-
ral, obtiene beneplácito en los círculos áulicos del psicoanálisis. Marie
66 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

Bonaparte y Anna Freud realizan comentarios que quedan registrados en


las publicaciones especializadas. Vera viaja especialmente a Berlín y a Viena
para informar sobre su experiencia. Freud, Abraham y Rank le dan, en esa
ocasión, recomendaciones y comentarios. Se pone en discusión la validez
del Complejo de Edipo dentro de la situación Pedagógica. Vera asiste, en
1927, al IX Congreso Internacional de Psicoanálisis, realizado en Innsbruck,
representando a su institución. Coincide su regreso a Moscú con el inicio de
las hostilidades a ambas instituciones: la Casa y la Asociación.
El propio Freud le sigue otorgando gran importancia al movimiento psi-
coanalítico ruso. En 1923, antes de los nubarrones políticos, le escribe a Sabi-
na Spilrein: “Vuestra intención de viajar a Rusia me parece mejor que mi
consejo de quedarse en Berlín. En Moscú podrá realizar un buen trabajo con
Wulff y Ermakov. Y finalmente Usted estará en su patria.” Después de Berlín
y Viena, Moscú ocupa el tercer lugar del mundo en la enseñanza y forma-
ción didáctica. En 1924 se ofrecen diez seminarios con cursos suplementa-
rios en la Universidad y en la Clínica Psiquiátrica. Mientras tanto, la Casa de
los niños continúa con sus actividades pedagógicas. Jardín de infantes único
en el mundo en ese entonces. Todas las actividades que giraron alrededor de
la Casa de los niños y de la Asociación Psicoanalítica fueron polémicas y
suscitaron vivos debates, muy característicos de esos primeros años de la
década del veinte. Se dictan cursos no sólo para psicoterapeutas en forma-
ción, sino también para pedagogos, psicólogos, estudiantes de arte, etc. Loa
autores más citados son Ferenczi, Klein y otros. La temática incluida en las
reuniones no excluyó los debates políticos, el papel del Estado, ideas genera-
les sobre arte, educación, etc. Años decisivos y definitorios en el destino de
la Casa de los niños: 1921-1924, año de inicio de las actividades y año de su
clausura, respectivamente. Es muy conocida la situación creada por la comi-
sión estatal, que intenta encauzar una denuncia recibida sobre “excitación
sexual” en detrimento de la salud de los párvulos asistentes a la institución.
La comisión discute en el mismo lugar de los “hechos”. Los médicos y los
pedagogos a favor, y el Comisariado en Educación en contra, por lo que la
castiga disminuyendo los subsidios. Una segunda comisión eleva ahora un
informe muy crítico, y se niegan los fondos necesarios para una adecuada
manutención. Milagrosamente, las actividades pueden continuar gracias al
aporte de los sindicatos mineros alemanes (que, paradigmáticamente, lle-
van el lema de Solidaridad Internacional), pero se debe reducir el personal
especializado. La concurrencia infantil decae significativamente. Una terce-
ra inspección cuestiona no sólo el funcionamiento de la institución sino tam-
bién los fundamentos teóricos y metodológicos. En consecuencia, en la pri-
mavera de 1924 finalizan las actividades de la Casa de los niños. Año en que
nuestro Vigotsky llega justamente a radicarse a Moscú, y en el cual su
MARIO GOLDER | 67

partenaire Luria sigue actuando como secretario de la Asociación Psicoanalítica


Rusa, en el mismo predio donde funcionaba el Jardín de Infantes.
Es el momento de mencionar a Sabina Spilrein, rescatada en una novela
de vasta difusión, donde se reflejan sus avatares iniciales en su vinculación
con Jung, en Suiza, a comienzos de siglo. Analista de figuras emblemáticas
de la psicología contemporánea, como Jean Piaget —en la juventud de éste—
, asesinada por los nazis junto con sus dos hijas en 1942. Spilrein pasa al
historial del acerbo teórico del psicoanálisis por el desarrollo que hace de un
nuevo concepto, clave dentro de la teoría freudiana: la Pulsión de Agresión;
tema éste que es retomado por el propio Freud en su concepción de Pulsión
de Muerte, y desarrollado en Más allá del Principio del Placer, que cuenta en la
versión rusa con un prefacio de Vigotsky. Una nueva vuelta espiralada de
esta apasionante historia.
En cuanto a Tatiana Rosenthal, se radica tempranamente en San
Petersburgo, donde crea el Instituto de Investigaciones sobre Patología Ce-
rebral, con base psicoanalítica. Su formación médica la hace en Zurich, Sui-
za. Una temprana lectura de La Interpretación de los sueños la orienta hacia el
psicoanálisis. Escribe un importante trabajo sobre Dostoievsky y crea otra
Casa de los niños pero, a diferencia de la moscovita, la suya está orientada a
niños con severas perturbaciones mentales. Todo su accionar en San
Petersburgo es relevante. Cuando en 1919 se crea el Instituto de Investiga-
ciones de Patología Cerebral, éste queda bajo la conducción del famoso
neurofisiólogo Bechterew; Tatiana se hace cargo de la conducción de trata-
mientos de las psiconeurosis, pero sobre bases psicoanalíticas. Desde los pri-
meros momentos, su sección comienza a destacarse no solamente por los
tratamientos iniciados, sino por las investigaciones realizadas y los semina-
rios y ateneos clínicos llevados a cabo, en los que cada uno de los colabora-
dores analizaba desde lo teórico el tratamiento de cada caso. Se extienden
bajo su influencia los objetivos generales de la terapia infantil. Los registros
que se han podido recoger muestran a las claras una inclinación sistemática
hacia temas educativos generales. Lo educacional, en psicología y en psicoa-
nálisis, estuvo siempre en la Rusia de los años veinte en un sitial de privile-
gio. Los datos biográficos sobre Rosenthal consignan su suicidio a los 36
años de edad.
Años favorables y situaciones favorables que permitieron ubican, en 1924
y 1925, el punto de encuentro entre Freud y Vigotsky, encuentro que se iba a
repetir en años subsiguientes. Ya hemos afirmado que, en 1925, Vigotsky —
junto con Luria— prologa la edición rusa de Mas allá del principio del placer,
cuya primigenia edición se realiza en alemán en 1920. Este prólogo el lector
lo podrá encontrar en el último círculo de este libro. La traducción del ruso
al español fue realizada por mí hace ya algunos años, y se sabrá disculpar
68 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

ciertas falencias terminológicas que puedan aparecer. En esa labor de tra-


ducción, más allá del deseo de hacer conocer esta rara avis, se notará la pro-
pia emoción del encuentro con el material, una gastada fotocopia en manos
de mis viejos amigos, en aquellos años de estudiantes aventajados de la nue-
va Facultad de Psicología de la Universidad de Moscú. Durante décadas se
había convertido en un material totalmente inhallable, y el momento de su
entrega a mis manos semejaba casi un ritual iniciático.
Es interesante observar como, tanto Vigotsky como Luria, analizan Mas
allá.... En primer lugar, ubican el texto, dentro de la producción freudiana,
como una obra emblemática, por la superación de postulados anteriores
defendidos por más de veinte años. Rescatan, asimismo, el pathos con que
Freud plantea la aparición del Eros y el Tánatos en una dimensión propia
del movimiento vanguardista en arte, movimiento al que tanto Luria como
Vigotsky adherían fuertemente en Rusia. No hay duda alguna de que Freud
fue un agudo bisturí en lo más profundo del hecho biológico. Se detecta una
perspectiva materialista en toda esta cosmovisión, donde aparece claramen-
te la incidencia de lo socio-histórico en las determinaciones de cuño biologista.
Freud propondría —y esto aparece claramente expresado en el prólogo—
analizar cómo el niño renuncia a la satisfacción de sus necesidades prima-
rias a través de las pulsiones, y es conducido, en forma imperceptible, a una
inserción en el orden cultural. El tema de la ausencia y el tema de la muerte
se convierten en liminares en la producción de Freud, justamente a partir de
los años veinte.
Por todo lo señalado, Vigotsky y Luria, en este prólogo, evalúan
dialécticamente la obra, por un lado frágil y ambivalente, y, por el otro, como
pieza pionera en estas lides Por lo que Freud es visto como:
a. Intelectual revolucionario, puesto a denunciar la persistencia de la moral
burguesa.
b. Introductor de la visión de la muerte, en una dimensión trágica (pulsión
de muerte).
c. Introductor del concepto de muerte como una determinación de neto
corte biológico.
Aunque pueda quedar implícita la dependencia de lo biológico a factores
de raigambre psicológica (psicologismo). Pero también podemos leer en Freud
que nos encontramos ante un instinto o pulsión que pierde su característica
psico-social para convertirse en tendencias que se hallan en la propia célula
viva (sin una significación filosófica del valor de la vida o la muerte para el
ser humano).
De alguna manera, Vigotsky y Luria se colocarían más allá de Freud al
destacar esa oposición dialéctica que existe entre la homeostasis y las formas
reactivas. Lo psicológico quedaría englobado dentro del mundo de lo bioló-
MARIO GOLDER | 69

gico. En el organismo, se entraría en una relación, una tendencia conserva-


dora biológica y una tendencia superadora de índole sociológica. Nuestros
dos autores/prologuistas parten de un hombre que proviene, en lo más re-
cóndito, de lo biológico, sobre lo cual edifica el edificio de lo socio-histórico-
cultural. En especial será en Vigotsky en quien encontraremos el desarrollo
teórico del fenómeno humano de la palabra, tanto en su vertiente verbal e
intelectual como en sus aspectos fonéticos y semánticos.
Como ya se dijo, en ese mismo año de 1925 se escribe este prólogo, y
Vigotsky entrega la tesis de su doctorado —Psicología del Arte—, a pesar del
estallido agudo de su grave enfermedad, que lo lleva a una severa y penosa
internación, que queda documentada a través de varias cartas enviadas a
sus amigos y colegas. El capítulo cuarto de este trabajo está consagrado a El
Arte y el Psicoanálisis, donde se cristalizan las posturas de ambos psicólogos
soviéticos. Quizás sea este el momento de mostrar la evolución sufrida por
el preclaro defensor del enfoque histórico-cultural, y su posterior ubicación
ante la ahora emblemática teoría planteada por Sigmund Freud. Destaque-
mos que, en lo básico, Lev S. sostendrá que el inconsciente es una parte cons-
titutiva del psiquismo humano. Ya no existe investigador que pueda alegar
algo contrario. Una lectura distinta de la evolución de su pensamiento, des-
de su Hamlet, príncipe de Dinamarca (1915-1916) hasta su postrer Pensamiento
y Habla (1934) nos habla de la existencia de esta categoría, y la necesidad de
buscar una adecuada metodología de estudio (del inconsciente) está presen-
te en todo momento en sus aspiraciones. El énfasis que colocó en estos pá-
rrafos no resulta casual. Lo sucedido en las décadas siguientes en su país,
por lo menos hasta mediados de los años cincuenta, nos alerta al respecto.
Una vez llegados a este momento, donde se enmarca el papel del incons-
ciente dentro de la plataforma vigotskiana de esos años, tanto para la con-
formación de la conducta como de la conciencia, podemos llegar a captar los
postulados de Freud desde la óptica vigostskiana. En esa instancia incorpo-
raremos, también, otras visiones, por ejemplo la de Otto Rank cuando inter-
preta el fenómeno del arte. Tanto el uno como el otro reconocen el papel de
los sueños en la constitución del hecho artístico, así como también incorpo-
ran la interpretación de los sueños como indicativos de la presencia de sínto-
mas neuróticos o de los juegos infantiles. Todos estos fenómenos se imbrican
íntimamente con el fenómeno del arte. Hasta ese punto encontramos un
mutuo acuerdo sobre estas implicancias teóricas.
Más allá, comienzan a aparecer connotaciones críticas que el psicólogo
ruso desarrolla en varios artículos, en especial su referencial Psicología del
Arte. Rescatamos, entre las críticas al psicoanálisis:
a. Una visión unilateral y hasta pueril del fenómeno artístico y
b. un determinismo pansexual: “La base del arte —plantearía Freud— está
70 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

en el deseo sexual infantil (Complejo de Edipo).” Otras observaciones van a


desembocar también en estas objeciones. Freud, en realidad, siempre respe-
tó todo lo vinculado al hecho artístico.
De lo que se trata, en realidad, es de hallar una adecuada relación entre el
hecho estético concreto y la intensidad de la excitación que lleva a la realiza-
ción de lo artístico, o también de la percepción de la obra de arte. Material
sobre estos tópicos se podrán encontrar con la lectura de Más allá del principio
del placer. En realidad, esta dificultad se vincula con la tesitura freudiana de
un pansexualismo universal cuando analiza un hecho específico. Dicha difi-
cultad convierte sus asertos en una pura formulación con ribetes míticos.
Una crítica similar sería válida también formulada desde las antípodas, en
la formulación pavloviana, tan cara a los reflexólogos dogmáticos.
Años atrás, en la década del sesenta, tanto Laplanche como Lacan cues-
tionan todo lo críptico que se puede hallar en el terreno de la psicología.
Pero hablar acerca de estas extensiones resulta válido para otro trabajo. De
no ser así, sólo conseguiríamos que discípulos de Lacan vayan a tomar tam-
bién esa posición de confundirse ante el hecho social en su confluencia con
la obra de arte.
Otra crítica estaría dada por la aseveración de Freud acerca de que la
energía puesta en el hecho artístico es inconsciente. Vigotsky nos va a plan-
tear el paulatino descubrimiento que va haciendo el artista ante su propia
obra, el análisis que deposita en ella, la energía desplegada en el quehacer
artístico. Es posible que ambos autores puedan confluir cuando rescatan desde
distintos ángulos que el arte aparece como expresión de deseos insatisfe-
chos. Deberemos reconocer que, tanto uno como el otro, resaltaron lo artísti-
co como una de las esencias que destacan al ser humano más allá del bagaje
biológico que porta. En el análisis de Gradiva, en Freud, queda muy claro. En
el Hamlet vigotskiano, otro tanto.
En el paralelismo planteado, Freud no comprende la vida social en el
análisis de la obra de arte. Se accede a la obra de arte a través de la puesta en
marcha de los instintos, que como tales son primitivos; también como tales
inmodificables, más que en la esfera de lo externo, a lo largo del transcurrir
de la civilización En la actualidad, el psicoanálisis contemporáneo incorpo-
ra en sus supuestos a la historia social. Veamos si no la lectura sobre Leonardo
da Vinci, Tótem y Tabú, y también Psicología de las masas y análisis del Yo. El Yo
y la masa tendrán un mismo objetivo de realización. Fueron las polémicas y
las discusiones de los años veinte, y esto debe quedar bien claro. Este pole-
mista (Vigotsky) buscó, a lo largo de su cortísima carrera, desembarazarse
de los resabios metafísicos que persistían a su alrededor. Se declara y escribe
como monista y como profundo conocedor de la dialéctica. No en vano,
desde su adolescencia, la lectura de Hegel era casi cotidiana, según sus pro-
MARIO GOLDER | 71

pios recuerdos. Hegel y también Spinoza. En la producción de los últimos


diez años de su vida, su análisis fue tanto biológico como psicológico y so-
ciológico. Nunca el estudioso de su producción podrá encontrar atisbos si-
quiera reduccionistas.
Siempre vinculado a Vigotsky, ya nos acostumbramos a visualizar el per-
fil de Luria, quien, como ya se dijo, comienza todavía en Kazan, su ciudad
natal, una actividad en el Círculo Psicoanalítico de esa ciudad. Amén de la
correspondencia directa con Freud, guardada celosamente en sus archivos
personales, y de la cual hemos hecho referencia en un libro anterior, en Kazan
se registraron sus conferencias sobre diferencias sexuales y sobre psicología
y costumbres. Primero desde Kazan, luego desde Moscú, envía con regulari-
dad información a la Sociedad Internacional Psicoanalítica de Viena. Partici-
pa en discusiones acerca del incipiente freudomarxismo, y también sobre
Materialismo y Psicoanálisis
Roudinesco expresa, sobre este período, que tiene una gloria efímera en
los años post-revolucionarios. Luria considera al Psicoanálisis como una
psicología de raigambre monista. Pero en 1928 publica sus últimos trabajos
sobre psicoanálisis, porque luego de ese período pasa a especializarse en el
cerebro, luego en el lenguaje, más tarde en el desarrollo general cognitivo,
para finalmente dedicarse a la patología del lenguaje.
Otro historiador de ese período, Olivier Sachs, considera que las grandes
apetencias de Luria fueron siempre los procesos de la memoria y de la ima-
ginación. Según muchos especialistas, en Luria los conceptos liminares del
psicoanálisis están presentes, de alguna manera, en toda su posterior pro-
ducción, aunque en su propia autobiografía define a este período como una
“moda juvenil.”
En síntesis: dijimos que el psicoanálisis tuvo años de gloria en la etapa
inmediatamente posterior al triunfo de la revolución de 1917. Mojones que
nos indican, entre otros, lo efímero de este período, lo atestiguan: la clausura
en 1924 de la Casa de los niños; la renuncia a su cargo de Secretario General
de la Asociación Psicoanalítica de Moscú por parte de A. R. Luria; la emigra-
ción, primero a Berlín, luego a Palestina, de Moshe Wulff; la pérdida de to-
dos los cargos de Ermakov, a pesar de lo cual puede traducir y publicar El
Porvenir de una Ilusión, aunque al poco tiempo es arrestado y muere joven en
un campo de concentración, etc, etc.
Durante mi propia estadía en Moscú, entre los años 1965 y 1970 (con
algunas intermitencias), escuché, de algunos colegas y también de estudian-
tes, y siempre en relación al tema psicoanálisis – educación, las demandas
de Nadeshda Krupskaia, esposa de Vladimir Lenin, por traducir al ruso, y
en consecuencia publicar, una de las tempranas producciones de Melanie
Klein referida a las necesidades de una correcta educación sexual infantil.
72 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

Este pequeño libro estaba basado en las propias experiencias de Klein con su
pequeña hija. Tuve en mis manos una gastada fotocopia de dicho libro (gas-
tada porque el fotocopiado era prácticamente inexistente en esos años y en
ese país). El prólogo soviético al libro de Melanie Klein aparece en otro libro
de mi autoría, publicado en Buenos Aires en 2001. Decía en él:

“El segundo documento que aparece en este apéndice —estoy convencido


de que va a concitar la atención y el asombro por parte del lector— es otro
prólogo, pero esta vez a una de las obras tempranas y significativas de la
psicoanalista inglesa Melanie Klein. En síntesis, aspiro a hacer público
que Melanie Klein ya era conocida a través de una tirada masiva y de una
edición popular, apenas a un año de la muerte de Lenin, ya que me refiero
a un libro publicado en 1925, cuando recién comienzan a aparecer las pri-
meras obras de la etapa psicológica de Vigotsky.”

El prólogo a Klein constituye un argumento más a favor del enalteci-


miento y el dinamismo de aquellos años veinte post-revolucionarios. Los
editores y los intelectuales, identificados con los objetivos que se trazaba el
nuevo estado, rápidamente hacen conocer los aportes científicos mundiales
que consideran más necesarios y que, por ende, ayudarían a la consolida-
ción de un estilo de vida y una educación de nuevo tipo.
He elegido este material entre muchos otros que tengo en mi poder, por-
que, en última instancia, refleja el grado de amplitud de los nuevos psicólo-
gos y educadores, quienes, con independencia de apasionadas polémicas,
tanto en la arena interna como en la internacional, no cesaban de profundi-
zar en cada uno de los aportes que conformaban su métier. Esta situación es
ya harto conocida por nuestros lectores, pero recordemos que ha de cambiar
drásticamente en la década siguiente. A punto tal que, a partir de los años
treinta, resultaba impensable encontrar algún ejemplar de un libro de Melanie
Klein en las librerías (por agotado) o en las bibliotecas (por censurado). Tal
es así que desapareció de los lugares naturales cualquier trabajo, tanto de los
fundadores como de los disidentes del tronco psicoanalítico internacional.
El interesado puede verificar estas palabras cotejando los pies de página de
cualquier libro de psicología: toda referencia a libros de orientación analítica
era obtenida de ediciones extranjeras, y nunca vendidas en la Unión Soviéti-
ca o de traducciones que ¡oh casualidad! se editaron no más allá de 1929.
En resumen, este prólogo aparece en el apéndice comentado por una doble
motivación: por mostrar el calor y la amplitud de la búsqueda científica de
esos años (léanse con atención las palabras de su editor de 1925), y por el
más alto convencimiento de la inhallabilidad de estos materiales durante
tantos años. Hecho de por sí nefasto para el desarrollo de la ciencia psicoló-
MARIO GOLDER | 73

gica en general. No hay desarrollo posible en ninguna ciencia cuando no


existe una polémica entra o inter-teórica amplia y democrática Mi amigo y
colega Breslav, de la Universidad de Riga supo acercarme el pequeño texto
de Melanie Klein, conservado por él como una reliquia. En su propio gabi-
nete en Riga (ahora capital de Letonia) trabajé una noche entera traduciendo
este prólogo, Y gracias a su gentileza, ahora aparece aquí impreso, para que
podamos compartir esa irreproducible emoción que significó corroborar lo
pensado y pergeñado durante tantos años.
Dos años más tarde, uno de los conspicuos especialistas en Vigotsky del
mundo, el holandés René Van der Veer, me facilitó también una fotocopia de
una traducción del mismo año de 1925 al ruso, pero ahora de Más allá del
principio del Placer. Y también ¡oh casualidad! ese obsequio lo recibo reco-
rriendo junto con él los parques de la Universidad de Leyden, lugar donde
Sigmund Freud se entrevistó con el músico Gustav Mahler, en 1908 durante
ocho horas consecutivas, ante un angustioso llamado terapéutico de éste.
Pero de esto hablaremos en un trabajo futuro.
Retornando ahora a la labor psicoanalítica en la Rusia de los años post-
revolucionarios, se podría apreciar como rasgo esencial que los personajes
evocados superaban, casi en su mayoría, la mera actividad clínica indivi-
dual, y extendían sus intereses a la esfera de lo educacional. Más claramente,
el enfoque psicoanalítico se extendió del análisis del adulto al análisis del
niño, y de éste a la temática de lo educacional. A este giro de lo clínico a lo
educacional deberemos sumar una creciente resistencia por parte de la so-
ciedad rusa a la hipótesis de la etiología sexual de las neurosis. Es la época
en que el concepto de “pansexualismo” ligado a la teoría freudiana comien-
za a teñir negativamente la percepción de dicha teoría. Fenómeno que se
visualiza no solo en la Rusia de esos años, sino que se expande a Europa en
general, casi siempre acompañado de una connotación crítica. La crítica apa-
recía porque la teoría englobaba muchos roles de lo social, situación muy en
ebullición en la época, luego de las críticas acerbas a la moral burguesa
victoriana.
Se comienza a criticar el incluir la sexualidad (en todas sus manifestacio-
nes y variantes) en la educación infantil, en distintas situaciones sociales
referidas a la mujer, al amor libre, etc. En Rusia, este nuevo giro a los aconte-
cimientos tuvo ribetes virulentos: la sexualidad desaparece como tema, de la
literatura, del cine, del teatro y, también, de la vida cotidiana. El stalinismo
en ciernes y su visión de los códigos éticos y morales impondrán nuevamen-
te, y en pocos años, un ascetismo y una rigurosidad en la vida íntima, por lo
que la ascendente carrera del movimiento psicoanalítico sufrirá un colapso,
y en poco tiempo su práctica se reduce sólo a algunas ciudades sureñas que
ya le habían dado cabida durante el imperio zarista. Fenómeno que baja
74 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

lenta pero inexorablemente del norte al sur. El vínculo existente entre el


reflexólogo Bechterew y la psicoanalista Rosenthal se diluye rápidamente;
Ermakov alcanza a publicar su análisis sobre la melancolía en los cuadros de
Durero, a diez años de sus trabajos sobre Freud y Bleuler; el destino final de
la Casa de los niños, de la Asociación Psicoanalítica Rusa... Los vientos ya no
son los mismos, y la curva descendente comienza a ser cada vez más pro-
nunciada, a pesar de algunos chispazos cada vez más esporádicos. Las acti-
vidades académicas finales de la Asociación giran sobre “Neurosis y Alco-
holismo”, sobre “Delincuencia infantil y adolescente”. En 1927 Averbuj y
Fridman analizan el tema “Psicoanálisis y Homosexualidad.” Lo habíamos
adelantado: los tiempos ya eran otros...

No es menos importante incluir en este círculo otro tipo de polémicas,


como por ejemplo la comentada en otros años entre Freud y Pavlov. Pero
este objetivo nos demandaría páginas y páginas; por otra parte, ya deben de
ser conocidas por el lector interesado. En los años 50 y 60, varias editoriales
argentinas se encargaron de enmarcar este tema, en especial a partir de la
óptica de Wells. Simplemente, nuestro deseo es el de mostrar el contexto
dentro del cual Vigotsky inicia su periplo psicológico moscovita, que va de
1924 a 1934, fecha de su prematura muerte. Dentro de este contexto, quedan
por supuesto incluidos los avatares atravesados por el movimiento psicoa-
nalítico con el cual interactuó directamente, y hasta compartió áreas tanto
físicas como intelectuales. Por ello, nos reduciremos sólo a mencionar algu-
nos hitos que reforzarán nuestro intento contextualizador.
1923. León Trotsky envía una carta a Iván Pavlov con el objetivo de des-
pertar su atención sobre “los contactos posibles entre la teoría psicoanalítica
de Freud y la teoría de los reflejos condicionados”. Hace, en la misma misi-
va, una evocación de toda su experiencia personal en Viena, durante los
años diez en los que participó de las actividades de círculos psicoanalíticos
de esa ciudad, y en donde fue paciente personal de Alfredo Adler. Sostiene
Trotsky:

“En la base, la teoría psicoanalítica se apoya en el hecho de que los proce-


sos psicológicos representan una compleja superestructura sustentada en
procesos de base fisiológica. El lugar que ocupan los procesos psíquicos
‘superiores’ y los fenómenos fisiológicos ‘inferiores’ devienen en una aplas-
tante mayoría de situaciones subconscientes, se manifiestan en los sue-
ños, etc. Vuestra teoría sobre los reflejos condicionados considero que abar-
ca la concepción de Freud como un caso especial: la sublimación de la
energía sexual. Este es un tema favorito de la escuela freudiana. Se apoya
en la emergencia de las bases sexuales de los reflejos condicionados...”.
MARIO GOLDER | 75

Trotsky sostenía que el condicionamiento pavloviano podrá a su vez ser


útil al psicoanálisis, un soporte más científico a sus postulados. En 1926 y
1927, en su conocido trabajo Cultura y Socialismo, vuelve a enfatizar que el
psicoanálisis deviene en una escuela de base materialista. Por ello, se opone
radicalmente a una condena sumaria en contra de la misma. Son sus pala-
bras:

“La tentativa de declarar al psicoanálisis como incompatible con el mar-


xismo y de volver la espalda sin ceremonia alguna resulta exageradamente
simplista. En ningún caso estamos obligados a adoptar al marxismo. Se
trata de una hipótesis de trabajo que puede aportar —y que evidentemen-
te aporta— hipótesis y conclusiones que se inscriben en la línea de la psi-
cología materialista... Pero nosotros no tenemos ni motivos ni derechos de
levantar un decreto en contra de otra vía, aunque esta aparezca menos
segura, vía que se esfuerza por anticipar conclusiones, y cuando el cami-
no de lo experimental marcha con pasos mucho más lentos...”.

Este texto muestra cómo la polémica había cobrado estado público. En la


arena internacional —Freud, Jones y Ferenczi incluidos—, los psicoanalistas
se oponen a la conformación de vínculos entre su ciencia y la esfera de lo
político. Sólo una mínima cantidad de ellos brindaba una batalla en pos de
esta posibilidad (Abraham, Fenichel, Fromm). Otros autores, entre ellos Reich,
piensan transformarla en un arma revolucionaria. En Francia, Georges
Politzer (fusilado por los nazis en 1942) brega por estas nuevas concepcio-
nes.
Entran en juego las nuevas obras de Freud, como Tótem y Tabú y Moisés y
la religión monoteísta, donde se vinculan los temas del poder, la política, lo
religioso y la imagen constitutiva del padre. Estamos ante una nueva
cosmovisión de corte pesimista de su autor acerca de los destinos finales de
la civilización, visualizada a través de la represión, la angustia y la agresivi-
dad. El escepticismo en Freud parte, entre otros determinantes, de su consi-
deración de la estructura de lo instintivo visto como eterno y universal, lo
que, en consecuencia, nos llevaría a la imposibilidad de cualquier transfor-
mación social.
En una relación más directa con los acontecimientos de octubre de 1917,
una primera consideración favorable a las posturas de Freud se transforma
posteriormente en una abierta hostilidad. (Como contracara, podemos afir-
mar que la psicología rusa en los años veinte incorporaba, aunque con repa-
ros, muchas de las premisas básicas del psicoanálisis. Esto ya lo pudimos
observar en los escritos pertinentes del Vigotsky y del Luria de esos años). El
triunfo de la política stalinista en los tempranos treinta, y la crítica al psicoa-
76 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

nálisis de ser, en esencia, una ciencia burguesa, ya no pudo ser visualizado


por el autor de Pensamiento y Habla debido a su temprana muerte. Ya en 1927
deja de enviar informaciones a la Internacional Psicoanalítica de Viena, y
renuncia como integrante de ella en 1927. Existe una estrecha relación entre
el ya comentado intento de Vera Schmidt con su Casa de los niños con otras
propuestas, aparecidas tanto en Rusia como en otros países europeos, en
aras de una liberación de la conducta humana, tanto tiempo sometida a los
rígidos códigos ético-morales, y cuya expresión máxima fue la puesta en
marcha del código victoriano. La avanzada intelectual rusa tuvo en otro pla-
no la apoyatura de Alexandra Kollantai, en Rusia, y de Wilhelm Reich, en
Alemania, reivindicando la “liberación sexual” o el “amor libre”, sostenidos
firmemente por los líderes libertarios de esos y otros países. En lo que nos
atañe específicamente en este trabajo, debemos contextualizar exactamente
el año 1925 como la cumbre de la búsqueda de incorporación del psicoanáli-
sis freudiano a las posturas transformativas iniciadas en octubre de 1917.
Veamos con mayor detalle: Vigotsky, con su inserción con debates de esa
envergadura, exactamente diez años antes con su Hamlet, príncipe de Dina-
marca, con su labor docente y de divulgación en su ciudad, Gomel, su Psico-
logía del Arte, de 1925, sus otros trabajos, su prólogo al libro de Freud, Más
allá... y, en especial, con toda la labor conjunta realizada con su entrañable
colega y amigo A. R. Luria, convalida este momento de máxima inserción en
el plenario polémico, lo que justifica el título de nuestro libro. A todas estas
publicaciones podremos sumar los siguientes eventos:

1924 Aparición del libro, Marxismo y Psicoanálisis, con capítulos redactados


por nuestros ya conocidos Wulff, Luria y Friedmann.
1924 Artículos escritos por Jurinetz, Deborin y Talheimer que aparecen en
la revista Bajo las banderas del marxismo, con ataques frontales a las
posiciones sustentadas por los arriba citados, desde una aparente po-
sición materialista histórica. En ellos se denuncia el intento psicoana-
lítico volcado a los hechos sociales. Crean una aserción que fue
emblemática —a su manera— en estos autores: “Toda metapsicología
es la clara expresión de una metafísica.”
1925 Debates propuestos en la Casa de Prensa de Moscú sobre Psicoanáli-
sis y Psicología del Arte.
1925 Artículos aparecidos en Novedades Rojas, escritos por Zalkind, bajo el
título Freudismo y Marxismo. En ellos, el autor intenta desarticular al
psicoanálisis freudiano de una teoría general de la libido. Se estudian
defendiendo estas nuevas posturas otros tipos de pulsiones, como la
pulsión social y la pulsión hacia el poder, siguiendo en este caso las
enseñanzas de Alfred Adler. Se intenta reconciliar el crecimiento de la
MARIO GOLDER | 77

reflexología como doctrina oficial, reflexología que se impone paula-


tinamente en cualquiera de las variantes posibles.
1925 Reissner, otra de las figuras presentes en estos debates, busca conciliar
o corregir la fuerza metapsicológica de las teorías de Freud, que resul-
taban “poco afines” con el materialismo en boga.
1925 Se registran más de veinte actividades de la Asociación Psicoanalítica
Rusa. Proyecto de crear una publicación panrusa de psicoanálisis.
1925 Aparece la traducción al ruso de Mas allá del principio del placer, de
Freud, con prólogo de Vigotsky y Luria.
1926 Se registran veintiséis actividades de la Asociación Psicoanalítica Rusa.
1926 Ermakov propone unificar los conceptos psicoanalíticos con los de
hipnosis.
1927 Aparición del libro de Mijail Bajtin (1895-1975) sobre freudismo, bajo
el pseudónimo de Voloshinov. Hecho de por sí significativo: amparar-
se en el nombre de uno de sus colaboradores y de esa manera evitar
una confrontación personal (¿ideológica?). Más allá de estas conjetu-
ras, no existen documentos que demuestren el contacto (quasi inevi-
table) entre dos intelectuales de fuste como Bajtin y Vigotsky, traba-
jando en la misma ciudad, en la misma unidad académica. En ese
libro, ya hace años traducido al español, se pueden encontrar capítu-
los enteros consagrados a la crítica, justamente al arriba mencionado
Zalkind por su Freudismo y Marxismo; también a Bykovsky por sus
Fundamentos metodológicos a la teoría psicoanalítica de Freud; también a
Reissner por su trabajo Las opiniones de Freud y de su escuela sobre reli-
gión; y, finalmente, a nuestro caro A. R. Luria por su Psicoanálisis en
tanto sistema de una psicología monista. Lo que de alguna manera resulta
extraño es una adhesión a las ríspidas adhesiones al Jurinetz de 1924.
1927 Aparecen menor cantidad de sesiones en la asociación;
Luria renuncia a ella como secretario. Asunción de Vera Schmidt;
Wulff abandona Rusia y se radica en Berlín;
Vigotsky deja de ser miembro de la Asociación Internacional de Viena
1929 Podríamos decir que este año marca la finalización del debate, insta-
lado en el seno de la sociedad soviética, acerca del psicoanálisis; nos
estamos refiriendo al debate Reich-Sapir. Nuestro Vigotsky no dejó de
conocer los trabajos que constituyeron el meollo de dicho debate. La-
mentablemente, no contamos con los documentos que fijen su posi-
ción. Pero vayamos a los hechos.

Wilhelm Reich: psicoanalista y miembro del Partido Comunista alemán.


Visita Moscú precisamente en 1929, y brinda una conferencia en la Acade-
mia Comunista sobre la fusión entre las teorías marxistas y las freudianas. A
78 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

pesar de lo urticante que resultaba el tema por ese entonces, la conferencia


es publicada como artículo en la revista Bajo la bandera del marxismo, publica-
ción que siempre se caracterizó por reflejar los puntos de vista oficiales acer-
ca de las principales temáticas sociopolíticas. Van der Veer sostiene que esta
impensada (e impensable) publicación fue un mero pretexto para la presen-
tación de una versión demoledora que estuvo a cargo de I.D. Sapir y publi-
cada —¡oh casualidad!— en el mismo número de la revista. También, en un
rasgo de “amplitud”, la editorial se reserva el derecho de no compartir los
puntos de vista del invitado alemán. La secuencia de este debate sería más o
menos así:
a. Trabajo de Jurinetz de 1924, ya comentado, que nos lleva a
b. respuesta de Reich (1929), que nos lleva
c. respuesta de Sapir (1929), lo que lleva a
d. desaparición del psicoanálisis de la Unión Soviética.
En síntesis, ¿qué es lo que se propone Reich? Sus escritos son conocidos
por nuestros lectores, centrados en su posición acerca de un freudomarxismo.
Lo podemos resumir así: en primer lugar, Reich reconoce que el psicoanáli-
sis no puede ser considerado como una visión abarcativa de la sociedad,
como sí lo es el marxismo; en segundo lugar, debe ser incluido como método
psicológico que intenta explicar y describir la vida mental sobre una base
científico-natural; en tercer lugar, los movimientos sociales, como ser las ac-
ciones de las masas, las reformas agrarias, la ciencia política, son fenómenos
que no pueden ser abarcados por el freudismo; en cuarto lugar, el marxismo
es el que debe analizar los fenómenos sociales, mientras que el psicoanálisis
debe estudiar al ser humano en sociedad y, en quinto lugar, y finalmente:
estos dos métodos científicos pueden complementarse y enriquecerse recí-
procamente.
Reich habla de complementación y no de incompatibilidad. Reich en-
frenta claramente la posición de Jurinetz —lo que ya mencionamos antes—
, sin duda conocida por el analista alemán por la versión del trabajo de aquél,
traducida y publicada en Berlín en 1925. No coincide, entonces, en conside-
rar al psicoanálisis como concepción idealista, y tampoco comparte las
adjetivaciones de Jurinetz de considerar al psicoanálisis como producto de
una sociedad burguesa en desintegración.
Recapitulando las posiciones conceptuales de Reich, veremos que, acerca
del materialismo, sostiene los puntos nodales de Marx y Engels en cuanto a
la mente como fenómeno material; pero, a su vez, ésta debe ser estudiada en
su área específica. Reich busca evitar todo tipo de mecanicismo dentro del
todo materialista: esta postura lo lleva a compatibilizar el psicoanálisis con
el principio marxista. Ahora, veamos el problema desde el psicoanálisis (des-
de la doctrina de los instintos). Reich defiende el instinto sexual, así como
MARIO GOLDER | 79

también el de autopreservación, ambos de base orgánica. Con referencia al


instinto de muerte, ya muestra algunas reservas. Al respecto, vuelve a soste-
ner que, aunque se conserva el valor de la vida instintiva, ésta siempre que-
dará regulada por el principio de realidad, que en su esencia responde a las
demandas de una determinada sociedad y, en última instancia, de las es-
tructuras económicas.
Concluye —estas son sus palabras—: “El psicoanálisis no puede imagi-
nar a un niño fuera de una sociedad, se reconoce a un niño sólo como ser
social”, de donde se puede desprender que el superego del niño es un claro
producto de reglas y preceptos que prevalecen en la familia, que a su vez
resulta también producto de las condiciones económicas de vida. Conocien-
do las categorías básicas del psicoanálisis, las que no corresponde aquí eva-
luar, queda ya (hace tiempo) claro que otorga crédito, en el desarrollo del ser
humano, tanto a los factores biológicos como sociales. Cuando Reich analiza
desde sus posiciones el complejo de Edipo, incorpora las contribuciones de
la antropología cultural a partir de Malinovsky, quien rechaza las posturas
de considerar este complejo como inmanente, universal e independiente de
la historia social. Reich cierra esta dilatada polémica afirmando, consecuen-
te con su pensamiento, que el Edipo queda determinado por las estructuras
económicas y, por lógica, va a desaparecer en el marco de una sociedad de
cuño socialista.
Cerrando esta apretada síntesis, veremos que Reich discute al psicoanáli-
sis desde una posición fuertemente sociologista. La represión de los instin-
tos sexuales proviene de la existencia de una mentalidad burguesa, repre-
sión que en última instancia conllevará la aparición de transtornos neuróticos.
De esta manera, Reich promueve las transformaciones que irán a acarrear
las revoluciones sociales que eliminarán, al final del camino, todos aquellos
factores que limitan o impidan la libre expresión de las tendencias sexuales.
Para una sociedad transformada en esa dirección al psicoanálisis le cabrían,
en esencia, las siguientes funciones:
l. Elucidar la construcción de la historia a través del análisis de los mitos;
2. tomar en estudio la sexualidad y la salud mental y
3. la observancia de la aparición de nuevas generaciones, que crecerán en
nuevas situaciones, aptas para la manifestación y el desarrollo de sus ape-
tencias y necesidades.
Es ante esta toma de partido por una concepción claramente
freudomarxista que aparece de inmediato la respuesta de Sapir, justificando
con creces esta polémica y su inserción en este preciso momento. Entrando
de lleno en ella, se trata, como ya se ha dicho, de una respuesta que, creemos,
fue orquestada en 1929 para dar un golpe final a la inserción del psicoanáli-
sis en la Unión Soviética. Ya el stalinismo se consolidaba en el poder político
80 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

que desembocaría, en pocos años, en una dictadura centralizada que mane-


jaría toda la impronta científica y artística con una fuerza sin precedentes, y
que cobraría muchas víctimas en uno y otro terreno. A Sapir le tocó en suer-
te, consciente o inconscientemente, ser uno de los iniciadores de tal calvario.
Comienza su respuesta aumentando —digamos, mejor, exagerando— las
pretensiones sociologistas de Freud. Para ello se basa en determinadas obras,
como Psicología de las masas y análisis del Yo, Tótem y Tabú y El futuro de una
ilusión, sosteniendo que se trata de obras iniciáticas de Sigmund Freud en el
terreno de la sociología. Para poner claridad en tales incursiones, propone la
lectura de Marx y Engels, a las que sumaría Plejanov, quienes, según sus
consideraciones, van a resolver el problema de las relaciones científicas en-
tre sociedad, psicología social y psicología individual. Veamos, según Sapir,
algunas de estas incumbencias:
Psicología Social: es estudiar el psiquismo (social) intermedio entre el
psiquismo individual y los fenómenos socioeconómicos que le competen. El
ser humano, al ser personaje activo, será al mismo tiempo un co-creador de
la ideología, con vinculaciones objetivas con la estructura de clase, en cual-
quiera de sus formas.
Psicología individual: entrará en conflicto con las fuerzas sociales por lo
que siempre las leyes de lo individual se subordinarán a las leyes de lo so-
cial, considerado como un todo. En este punto, Sapir repite que los factores
socio-económicos serán los que determinen el proceso psicológico indivi-
dual. También que la metodología psicoanalítica, al fundamentarse en ins-
tintos biológicos, y el marxismo, al basamentarse en una legalidad
socioeconómica, no deberán amalgamarse, ya que constituyen matrices de
niveles diferentes.
A continuación, Sapir limita al máximo las propuestas integradoras de
Reich, a saber:
a. Imposibilidad de integrar la rica variedad de los motivos (internos).
b. Preponderancia en la determinación de la conducta de factores socia-
les, por encima de factores biológicos.
c. Factores biológicos se transforman finalmente en actos conscientes.
d. A pesar de que los motivos psicológicos se manifiesten, ellos no son
otra cosa que procesos sociales objetivados.

A pesar de que Sapir extiende sus críticas a Freud en la arena de la psico-


logía de lo individual, va a reconocer que es en ese terreno donde aquél
puede destacarse con especial fuerza. Reconoce en Freud el considerar al
psiquismo como un sistema dinámico que permite el interjuego de diferen-
tes subsistemas (uno de los cuales sería —obviamente— el inconsciente).
Pero incluso en este aspecto va a tener reparos: si nos referimos a motivacio-
MARIO GOLDER | 81

nes profundas:
a. estas no siempre son inconscientes;
b. no siempre son tan poderosas como para imponer una acción;
c. en muy pocas ocasiones presentan su costado biológico , y
d. pierden todo su poderío ni bien aparezcan circunstancias favorables.
Consecuente con estas posturas, sostendrá que el psicoanálisis exageró el
rol de la libido en el desarrollo humano. Cuando nos hallamos frente a una
temática sexual —afirma— su existencia queda sometida al contralor de otros
motivos, más jerarquizados y de base social. En general, las fuerzas biológi-
cas sólo son capaces de mostrar las posibilidades para el desarrollo (y en
donde lo económico va a jugar sólo como un indicador en la solución final).
Sintetizando, entonces, la respuesta de Sapir al intento iniciado por Reich,
podemos decir que aquél no va a considerar la teoría psicoanalítica como
una teoría de nivel tal que pueda competir con el enfoque marxista. Aún
más: esto supera al análisis de la posición freudiana, y va a alcanzar a cual-
quiera de las teorías que puedan tener que ver con lo psicológico-social o lo
sociológico. El de Reich no fue el único intento por aproximarse a estas teo-
rías, pero todos ellos se encontraron con la valla insalvable que impediría
cualquier tipo de polémica posible (y deseable).
Consideramos que limitar el debate al enfrentamiento entre lo biológico
y lo social disminuía las posibilidades de un diálogo constructivo. Incluso
más: cuando Sapir reitera su fuerte apuesta por las determinantes
socioeconómicas, quedarán desdibujadas, en esa polémica, los elementos
claros y suficientes que puedan avalar esta su postura. Seguramente Sapir
no supo dimensionar el mojón histórico que iba a iniciar: poco tiempo más y
el psicoanálisis va a desaparecer del circuito científico de ese país. Defeccionan
muchas figuras prominentes, emigran otras, se cierran las instituciones, des-
aparecen las publicaciones, se esfuma de las bibliotecas oficiales toda biblio-
grafía psicoanalítica...

Mucho me hizo recordar esto a la desaparición sufrida por la propia figu-


ra de León Trotsky: no solo se esfumaron sus escritos, sus libros, también
desapareció su figura en los cuadros que reflejaban los acontecimientos re-
volucionarios de 1917, donde es sabido que tuvo una labor de primerísimo
rango. Como por arte de magia su retrato desapareció de la visión del espec-
tador atento, mientras que se ensanchaban otras figuras. Trotsky Kaputt. De
esa misma manera Vigotsky estuvo desaparecido durante veinte años, así
como también Freud, Jung, Adler y tantos otros líderes del movimiento psi-
coanalítico mundial. No existieron. Y lo peor: se creyó que nunca más se iba
a mencionarlos en el desarrollo de la ciencia, cualquiera que esta fuere.
Pero quizás lo más grave consiste en la autocensura que muchos psicólo-
82 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

gos se impusieron, y no siempre debido a motivos intelectuales o académi-


cos. Simplemente de Freud no se habló más, no era citado bibliográficamente,
durante mucho tiempo no se lo referenció sino para reflotar posturas como
las de Jurinets, en 1924, o de Sapir, en 1929. Esto pasó con Freud y su escuela,
esto también pasó con Vigotsky y su escuela, cuando la teoría Histórico-
Cultural, en Psicología y en Educación, simplemente dejó de ser comentada.
En el quinto círculo se podrá apreciar cómo Vigotsky, Leontiev y otros auto-
res, fueron objetos de la misma feroz crítica. Crítica despiadada que los bo-
rraba de la superficie científica de toda una generación
Un solo ejemplo: una importantísima colega rusa, especializada en el tema
de Personalidad en general y Personalidad del adolescente en particular, no
menciona ni una vez el nombre de Freud y, por consiguiente, no figura en
sus citas bibliográficas. Censura, autocensura, el zeitgeist del stalinismo: esto
y mucho más. Zakrito (“cerrado”, en ruso). Lo comenta Marie Langer en
nuestro sexto círculo. “Los documentos arden”, decía el escritor Bulgakov
en la década del treinta. Arden en todas direcciones.
MARIO GOLDER | 83

Cuarto círculo

“... y ahora buenos amigos, como amigos que sois,


condiscípulos y compañeros de armas.”
Hamlet, acto segundo.

Y ahora buenos amigos, condiscípulos y compañeros de armas. Las pala-


bras puestas por Shakespeare en el segundo acto de su Hamlet se ajustan
plenamente a los buenos amigos y condiscípulos de Vigotsky en su corto
derrotero de diez años. Luego vendrán los monstruosos y sangrientos, retra-
tados en el círculo siguiente. En éste no.
Nos estamos refiriendo a Zaporoyetz, Leontiev, Elkonin, Luria. Faltan
muchos otros, a decir verdad. Hombres y mujeres. Aparecen mencionados,
no hubo lugar en este círculo para más. De todas maneras, la elección es
buena, no quepa duda alguna. A ellos sí los pude conocer personalmente,
hablé con ellos, tomé sus clases, los visité en sus casas, los entrevisté para un
libro editado hace mucho tiempo. Con todos ellos hablé de Freud en Vigotsky.
No sólo porque intuía esa vinculación, no sólo porque queríamos todos —
ellos y yo— profundizar en el derrotero que va desde el conocimiento pro-
fundo que tuvo Lev S. del psicoanálisis, en su país y fuera de él, hasta la
confección final de su concepción histórico-cultural de la psicología y la edu-
cación, sino porque el deshielo y la desestalinización, ocurrida en los 60 y
’70, no era todavía tan efectiva que permitiera un fluido intercambio de bi-
bliografía, de especialistas y de eventos con el campo psicoanalítico —y no
sólo psicoanalítico.
Recuerdo con exactitud cómo estos cuatro maestros, con suma modestia
y discreción, me solicitaban mayor información, libros, agendas científicas,
de todo lo que acontecía en Europa o América sobre estas lides. Yo aprove-
chaba mi posibilidad, como extranjero, de viajar con frecuencia fuera de la
entonces Unión Soviética, para reingresar con algún portafolio cargado de
libros inhallables en Moscú o en Leningrado.
Recién muchos años más tarde pude entender la importancia y la tras-
cendencia que pudo haber tenido el encuentro entre Leontiev y Lacan en
Paris (relatado en la biografía de Lacan a cargo de Roudinesco), o la impor-
84 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

tancia del XVIII Congreso Internacional de Psicología Científica, realizado


en Moscú en 1966 (lo que permitió conectarse con lo más representativo del
pensamiento “psi” en general del mundo entero). Entiendo el personal agra-
decimiento de F.V. Bassin cuando es entrevistado por una delegación argen-
tina —entre los que estaban Marie Langer, Emilio Rodrigué, Fernando Ulloa,
Tato Pavlovsky, Gillou, Diego García Reynoso y muchos más, en una sesión
de más de tres horas de duración, todos sentados sobre el piso de un pasillo
de un hotel céntrico de Moscú (relatado en detalle en el sexto círculo). Era el
propio Bassin, eminencia del campo científico de esa época, quien agradecía
la posibilidad de conectarse con el psicoanálisis vivo.
Los científicos convocados en este círculo compartieron, todos, las in-
quietudes, los desconciertos y las polémicas que sostenía Vigotsky a diario,
polémicas consigo mismo, con su entorno académico, que surgía o que se
sumergía al calor de los sucesos revolucionarios de la época. El psicoanálisis
también jugaba un papel importante en esta dinámica en la que participaron
Lunacharsky, Krupskaia, Kollantai, Trotsky, Freud, Adler, Jung y también
muchos otros.

A. V. Zaporoyetz (1905 -1981)

De un artículo consagrado a L.S. Kurbas, director de teatro, escrito meses


antes de su fallecimiento en 1981:

“(...) el propio Kurbas tuvo la idea de construir un teatro ‘filosófico’ en el


convencimiento de que la creatividad del actor y del director deberían
construirse no sobre una intuición pura, sino en base a la relación cons-
ciente hacia los acontecimientos imaginados, sobre una comprensión pro-
funda de su sentido interno. Todo esto despertó en mí — y puede ser que
no lo haya advertido— un profundo interés hacia la psicología, hacia el
conocimiento científico del mundo interno del hombre, al estudio de las
leyes del surgimiento de sus pensamientos y vivencias emocionales, el
proceso de establecimiento de sus cualidades personales.
Todo esto influyó para que, al fin y al cabo, dejara el teatro e ingresara a la
Universidad de Moscú a estudiar psicología. Me convertí en alumno del
conocido especialista L. S. Vigotsky... Pensaba que existía una semejanza
entre las concepciones de Kurbas, en la síntesis de lo sensitivo y lo racio-
nal, en la creación actoral, y las ideas desarrolladas por Vigotsky, vincula-
das a la unidad que debe existir entre afecto e intelecto. Ahora como en
Psicología del Arte, que en esos años no estaba todavía publicada, podemos
decir que realmente las concepciones acerca del arte en estas dos persona-
MARIO GOLDER | 85

lidades eran muy semejantes. Tanto el talentoso director como el sabio ya


conocían personalmente al Ministro de Educación de Ucrania, luego am-
bos se encontraron en Moscú... El director mostró en una ocasión ensayos
de una obra infantil. Comenzó a hablar de la niñez, a la que consideraba
como un juego, un ‘teatro para sí’, un desarrollo de la personalidad. Kurbas
consideraba que educar al actor es una de las tareas que arranca desde la
infancia, desde la niñez, y que no por azar en antes fue egresado de la
escuela de danzas, a la que ingresó ya a los siete años. Es necesario educar
a los niños como seres activos y libres, quienes deberán saber improvisar,
deberán saber escribir, ser también ellos mismos autores; sólo de un niño
así se puede obtener un verdadero actor.
En la velada en cuestión, Kurbas habló acerca de un nuevo enfoque para
analizar las vivencias del actor ante un determinado rol. Recuerdo perfec-
tamente cómo lo llamó: ‘Arlequinada psicológica’. Yo tomaba nota de todo,
puede que no literalmente, pero sí, afortunadamente, exacta. ‘Fíjense —
decía Kurbas en esa ocasión—: ¡Qué ideas está desarrollando nuestro ve-
cino Vigotsky a su grupo! Estuve hablando con Lev S. cinco horas y quedé
pasmado por su amplitud de miras. Qué personalidad avasallante. ¿Y sa-
ben lo que resultó realmente asombroso? Hablaba de cuáles eran las nece-
sidades de nosotros los trabajadores del teatro. Sí, nos hablaba de todo lo
que era muy cercano a todos nosotros. Amar al teatro... amar al arte... ser
intuitivos. ¡Y esto no es reflexología!’”.

De una carta enviada al grupo de “cinco” el 13 de abril de 1929, desde


Tashkent, por Lev.S. (El grupo de cinco estaba compuesto por Zaporoyetz,
Bozhovich, Slavina, Levina, Morozaba):

“Al quinteto:
Mis queridos amigos: discúlpenme el que les responda en prosa a la poe-
sía enviada por ustedes, y un tanto por demás serio y reacio a las bromas;
en cada broma hay una cuota de seriedad, por esta vez es sólo un frag-
mento de nuestra comunicación, y paso entonces a responder; en general,
reconozco que la poesía ahora no me es cercana, y una adecuada respues-
ta la pospongo hasta el momento en que pueda corregir esa falencia.
Vuestro pequeño libro (con las poesías en lugar de los monos de la isla de
Tenerife) fue leído con gran satisfacción; quisiera que mis ‘obras escogi-
das’ le produzca a cada uno de ustedes esta misma satisfacción.
Hablando en serio, y en dos palabras: en los últimos versos han expresado
todo lo que representa en la actualidad el fundamental leitmotiv de todos
mis sentimientos, mi mundo de sentimientos.
(...) Camino al fin lejano, nunca me hubiera decidido a colocarme en estas
86 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

situaciones, en estas aperturas (el leitmotiv, lo asumo) si no hubiera senti-


do que ustedes también están dispuestos, desde un extremo, a reconocer
el inmenso camino que se abre ante el psicólogo siguiendo las huellas de
la historia del psiquismo. Ante ustedes, una nueva tierra: cuando antes
percibí esta situación, en primer lugar me asombré: me resulta hasta aho-
ra sorprendente que, en las actuales circunstancias, con la falta de claridad
ante muchas cosas, haya personas que han comenzado a elegir su camino
y se mantengan firmes en él. Viví un sentimiento de gran asombro cuando
Alexander Romanovich (Luria), en su momento, fue el primero que inició
la marcha, y cuando Alexei Nicolaievich (Leontiev) siguió sus pasos. Y
ahora, el asombro se convierte en alegría cuando veo que por las huellas
abiertas no me siento solo, sino que ya son cinco colegas: se clarifica este
amplio camino.
Mi sentimiento básico: sentimiento de lo grandioso del actual trabajo para
los psicólogos (estamos viviendo una época de revoluciones geológicas
en psicología).
Pero esto nos hace infinitamente responsables, serios en un máximo nivel,
casi trágicos (en la mejor y actual y no lejana significación de esta palabra).
Esta es la situación de aquellos pocos que llevan adelante la nueva línea
en ciencia (especialmente en las ciencias del hombre). Es necesario experi-
mentar en uno mismo mil veces, soportarlo todo antes que resolverse,
porque todo esto es un camino difícil que exige todo del ser humano. Con
el máximo afecto estrecho la mano a cada uno de ustedes... Nosotros con-
servaremos vínculos personales y una amistad verdadera más allá de to-
das las circunstancias.
Vuestro, L. Vigotsky”

Alexei Nikolaievich Leontiev (1903-1979)

La lectura detallada de la secuencia de su producción científica supera


las posibilidades de este libro. Pero, intentando siempre mantener la cohe-
rencia interna que hace interesante cualquier lectura, podremos decir que
siempre, en Leontiev, vamos a encontrar claras vinculaciones con Vigotsky,
que orientaba “la troika”, y con Luria y sus explícitas referencias a la escuela
psicoanalítica, en especial cuando encara la confección de su libro “Activi-
dad, Conciencia y Personalidad” (1975). Para entender estas secuencias consi-
dero necesario presentar dos momentos que permiten justificar nuestra hi-
pótesis.
De la profusa producción y tareas emprendidas por nuestro autor, vere-
mos:
MARIO GOLDER | 87

1) La creación de la Facultad de Psicología, dentro del organigrama de la


universidad estatal Lomonosov, de Moscú. Poco a poco, las grandes ciudades
de la ex Unión Soviética fueron, a su turno, creando facultades similares,
que emergían, en todos los casos, de las secciones de filosofía existentes ya
desde el imperio zarista. En esta nueva situación, que lleva a esta ciencia al
rango académico de facultad, Leontiev juega un papel esencial, que ya había
estado gestando a lo largo de los últimos años. Por otra parte, en el mundo
entero se están sucediendo situaciones similares: el ascenso de la psicología
hasta llegar al rango de facultades autónomas a partir del tronco de base de
las facultades de filosofía, que habían reducido el nivel de su psicología al de
nuevo departamento, sección o laboratorio. Las universidades argentinas
pasaron por un mismo y simultáneo proceso.
Es necesario consignar que, juntamente con esta creación, y en su carác-
ter de autoridad máxima, invita a asumir la conducción de las distintas cáte-
dras a los mejores exponentes de la generación vigotskyana o post-
vigotskyana. Es así que pueden convalidar las jerarquías de sus conocimien-
tos profesores de la talla de Luria, Galperin, Zeigarnik y otros —entre ellos,
el mismo Leontiev, profesor titular de psicología general. Decanato y titula-
ridad hasta su muerte, producida catorce años después.
2) El otro evento que marca en especial el año de 1966 es la realización del
XVIII Congreso Internacional de Psicología, convocado por la Asociación
Internacional de Psicología Científica (y del que participamos varios colegas
de la Argentina). Por la lógica de las circunstancias fue elegido presidente
honorífico del evento Piaget, y nuestro Leontiev presidente ejecutivo. A la
sazón yo estaba realizando mis primeros escarceos en la preparación de mis
exámenes (en ruso), en la elaboración de mi tesis de doctorado defendida,
justamente, en esa facultad recientemente creada (julio de 1970), siendo
orientadores de ella Leontiev (decano) y Galperin (titular de la cátedra de
psicología evolutiva).
Lo realmente importante es consignar la trascendencia de este evento,
realizado en ese país en el momento de apertura hacia la psicología interna-
cional, y que permitió una proyección exterior a nuestro autor.
El aporte más significativo a la psicología es su teoría de la Actividad,
superación significativa del esquema cartesiano vigente todavía en esa épo-
ca. Se puede encontrar antecedentes de esta posición ya en su maestro y
colega Vigostsky. Su derrotero pasaría por hacer depender esta categoría de
las necesidades, los motivos y las emociones.
Dentro de la categoría general de actividad desarrolla sus visiones acerca
de la acción (en la que el motivo y el objeto suelen no concordar). Leontiev se
pregunta sobre la estructura de lo interno, cuando el ser humano refleja
subjetivamente el mundo de lo real; es justamente a través de su accionar
88 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

que la actividad obtiene un resultado final.


¿Qué es entonces su teoría de la Actividad? Un accionar con motivos
propios (siendo en algunos casos estos motivos conscientes, y en otros no).
Por este camino se llega a formular una segunda teoría: la de conciencia
(en función del lenguaje), visualizada como un reflejo de lo real, por medio o
a través de significados lingüísticos. Es el pasaje coherente: el proceso de
interiorización se inicia en un accionar externo y finaliza en operaciones y
procesos internos. Recuérdese que el propio Vigotsky colocaba en el inte-
rregno de lo externo y lo interno el lenguaje egocéntrico, tema que sirvió
para activar viejas polémicas, en especial con las posturas de Piaget. Aquí
también Leontiev se muestra anticartesiano, destacando la intervención de
las así llamadas variables intermedias, donde lo interno quedará vinculado
definitivamente a un concepto que Freud no podría menos que concordar:
el “sentido personal”.
Llegamos por fin a 1975, cuando aparece “Actividad, Conciencia y Persona-
lidad”. Es interesante destacar que su traducción al español aparece en Bue-
nos Aires sólo tres años después, durante la dictadura militar, por lo que su
venta resulta riesgosa en las librerías. Recuerdo que se la podía hallar en los
puestos que se encuentran en los andenes de las estaciones del subterráneo.
Tuve el honor de participar en su traducción y en su revisión. Podríamos
decir, con seguridad, que estamos frente al legado científico de su autor. Lo
presenta como una totalidad que, como tal, no tiene la pretensión de ser
aditiva en la presentación de las tres categorías de su título: actividad, con-
ciencia y personalidad. Es el planteo de la relación del hombre con la socie-
dad, relación que se presenta en espiral dialéctica, que va desde lo externo a
un proceso de interiorización, que engloba la formación de la imagen (ima-
gen ideal).Es el momento de la actividad como categoría. Y de la formación
de la conciencia que, a su vez, actuaría —valga la redundancia— acti-
vamente sobre esta actividad.
La temática de los motivos y de los fines, ya expuestos, se vinculará tam-
bién con la acción, en especial con su costado operacional. Al respecto po-
dríamos entender que, en consecuencia, se van estructurando nuevas uni-
dades, o bloques funcionales, como los solía denominar V. P. Zinchenko. El
propio A. R. Luria, en el campo de la neuropsicología, entonces frente a una
relación sumamente jerarquizada, porque en ella participan los motivos de
la actividad. Ya en 1972, nos habla en uno de sus trabajos presentados: los
motivos como unidad constitutiva de la “Gestalt” de la actividad. Recuerdo
de conversaciones personales de 1970 con Leontiev, su relato de encuentros
en Francia con colegas psicoanalistas, a quienes presentaba su visión de la
categoría personalidad. Entre ellos figuran encuentros con Lacan, como apa-
rece en otro de mis libros.
MARIO GOLDER | 89

A los estudiosos de la temática “personalidad” de nuestras latitudes les


sería muy interesante ponerse en contacto con esta obra, porque, contraria-
mente a lo que se podría pensar, abre una nueva unidad de análisis para esta
categoría que ha estado tan vapuleada en nuestro medio (y en muchas oca-
siones no de una manera responsable).
Si hay algo de lo que no me cabe duda, es de que sus últimos alientos
científicos estuvieron consagrados, de una manera directa o quizás
mediatizada, al problema de la personalidad. Podemos vincular, por ejem-
plo, personalidad y arte, y encontraremos algunos mojones que convalidan
esta idea. Recordaremos sus estudios, todavía en vida de Vigotsky, sobre
cinematografía, en especial sobre la percepción del movimiento en el espec-
tador, en directa vinculación con el famoso director Eisenstein; recordare-
mos también su conmovedor y profundo prefacio a la “Psicología del Arte”,
de Vigotsky, en la edición de los sesenta.
Finalmente, recordaremos sus artículos sobre psicología y literatura pu-
blicados “post mortem”, en 1981, junto con manuscritos no editados sobre
arte, que debían aparecer en futuras ediciones de “Actividad, Conciencia y
Personalidad”, escritos a mediados de los años setenta...
Todos estos comentarios fueron referidos al Leontiev teórico, portador
de un cuerpo conceptual considerable. Quizás para justificar con mayor ple-
nitud su participación en este círculo debamos considerar otros aspectos de
su vida: el Leontiev abriendo ahora su propia personalidad al entorno de
colegas y amigos, y el tipo de vínculo emocional que establecía tanto con sus
maestros como con sus colegas y discípulos. Al respecto, podemos ver su
profusa correspondencia, salvada de las contingencias de la guerra.
Estas cartas juegan un enorme papel en la percepción de estos “gigantes
del alma”, como le gustaba decir a Emilio Mira y López desde su exilio lati-
noamericano. Permítanme una sola digresión (por ejemplificadora): Natalia
Morozova, una de las integrantes del quinteto vigotskyano, recibe corres-
pondencia tanto de Vigotsky como de Leontiev, quince años después, du-
rante la evacuación de la segunda guerra mundial al este asiático:

“29 de julio de 1930


Querida Natalia Grigorievna:
En primer lugar, reconozco que su carta me inquietó y hasta me angustió.
Después —pensando— alcancé a entender con profundidad su estado aní-
mico en el momento en que escribía. Me entristecieron las situaciones que
tiene que atravesar en su vida cotidiana, pero también reconozco que el
peor instante ya debe de haber pasado. Me resultan muy cercanos estos
momentos, estas horas en las que las fuerzas nos abandonan, sombríos
estados anímicos y hasta una falta total de voluntad, la profunda triste-
90 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

za… Diría que, llegando hasta los límites de la desesperación, de cuando


la falta de voluntad —o lo que queda de ésta— busca alejarse de estas
situaciones, de liberarse de las mismas, de poder mantenerse, al menos,
como ser pensante, y poder resolver personalmente quedarse fuera, ale-
jarse —tal como usted escribe— de todos. En mi propia vida yo ya atrave-
sé por estos estados. Los conozco bien.
(...) Para terminar esta carta: esto es todo. Y ahora, si está de acuerdo con-
migo, le pido que me escriba sobre todo lo concreto, en forma completa y
detallada, sin temores y turbaciones acerca de todo lo que estaba suce-
diendo, sobre todo aquello que no funciona, qué es lo que ha sucedido y
qué es lo que la lleva a la desesperación.
Espero su carta y la escucharé con máxima atención.
Suyo
Lev S. Vigotsky”.

“11 de marzo de 1942


Querida Natalia Grigorievna:
Como sea le escribo sobre la universidad (desde la retaguardia), sobre el
segundo tomo de mi libro, pero lo fundamental: le escribo sobre el desier-
to. Acabo de pasar varios días en el desierto, y regreso lleno de sol, incluso
diría hasta borracho de sol. Usted no sabe lo que es vivir en la superficie
de la arena, escuchar al desierto, días y noches respirar en medio de un
silencio absoluto; en una oportunidad perdí la orientación en medio del
desierto, caminé hasta el amanecer, moviéndome entre las dunas, cubier-
to con una sábana blanca (por la noche en el desierto hace mucho frío), sin
armas, sin nada para comer, sin agua, ni compases (todo había quedado
en el campamento), bajo la clara iluminación de la luna... El desierto es
algo terriblemente agresivo, severo; al mismo tiempo, seductor, nos im-
pulsa a penetrar en él. Uno está como en una situación de trance, más y
más.
Pude tirar unos tiros a los suslik, pude recoger algunas tortugas: Primero
en aras de la ciencia, luego para la preparación de una sopa y un paté de
hígado y huevos del mismo animal. Tuve que dormitar sobre la arena
caliente con una temperatura de 35 grados a la sombra, registrado por el
termómetro de campaña, aunque sin el estuche en que lo debía contener.
La exactitud de la temperatura no la pude comprobar porque del calor
vergonzosamente reventó.
(...) …ahora sobre mi persona: comencé ya el segundo tomo de mi libro,
con la confirmación de las ideas científicas de Vigotsky. Tengo la impre-
sión de haber cumplido con una grande responsabilidad, sin poses de
objetividad ni de historiador, casi de memoria, con algunos apuntes y
MARIO GOLDER | 91

documentos estrictamente personales. Nos veremos pronto en la Rusia


europea.
Suyo
A. N. Leontiev”

Daniel B. Elkonin (1904-1984)

Si analizamos con profundidad los temas de periodización en psicología


evolutiva, no podemos dejar de considerar los aportes de Elkonin. Varias
décadas en la historia de la psicología, en especial a partir de los años treinta
del siglo pasado, estuvieron dedicados al desarrollo psicológico del ser hu-
mano, en especial al desarrollo de la niñez y la adolescencia. Los aportes de
la escuela de epistemología genética (Piaget), la escuela francesa (Wallon,
Zazzo), la escuela histórico-cultural (Vigotsky, Luria, Leontiev), que hicie-
ron especial hincapié en el tema de la periodización evolutiva (desarrollo),
sus causas determinantes —justamente biológicas y culturales—, permitien-
do encontrar semejanzas y diferencias entre las mismas; algo más de ellas
puede, incluso, asombrar al estudioso contemporáneo. Situación dialéctica
actual que hasta nos puede parecer paradojal.
Pero profundizar en este tema escapa al objetivo de este libro, por lo que
remito al lector a la profusa bibliografía que hay al respecto, incluso en espa-
ñol, gracias al enorme esfuerzo de importantes editoriales hispanoparlantes.
Elkonin analiza, en su producción, dos sistemas de relaciones, de víncu-
los, que establece el hombre: a) con las cosas, y b) con otras personas, relacio-
nes interpersonales y en la clásica díada S-SX (sujeto-sujeto). Como es de
suponer, centra en Piaget el proceso de desarrollo intelectual en el niño, en el
discurso de las relaciones pre-lógica y, más tarde, lógica, de éste con los obje-
tos físicos. En el vínculo persona-persona como sistema, Elkonin va a utili-
zar la teoría freudiana. Los puntos a y b constituyen dos teorías que no se
entrecruzan entre sí (aunque en historia de la psicología se han realizado
intentos y algunos hallazgos al respecto).
Una importante etapa de la historia de la psicología quedará justamente
centrada en el desarrollo del psiquismo humano como resultado de meca-
nismos adaptativos y transformadores en la citada relación, ya sea con obje-
tos o con personas. Como hemos dicho más arriba, se han desprendido dos
teorías: una focalizada en el intelecto y su desarrollo; en la vida afectiva y las
necesidades, la otra. Acá nuestro autor se refiere claramente a Freud y a las
neofreudianas. Más allá de la diferencia citada, en el contenido concreto psi-
cológico estas dos concepciones son afines entre sí, ya sea por el análisis del
tema del desarrollo psíquico, o porque en ambas el tema del desarrollo apa-
92 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

rece como una evolución de mecanismos adaptativos de conducta. Sólo aquí


estamos repitiendo conceptos conocidos por nuestros lectores, en el sentido
de que para Piaget el intelecto es básicamente un mecanismo de adaptación,
y su desarrollo sería sólo consecuencia de distintas etapas de su adaptación
al mundo objetal. Freud y sus discípulos sostendrán, a su vez, mecanismos,
como por ejemplo la censura, y otros de los ahora clásicos. En síntesis, meca-
nismos adaptativos del niño al mundo de las personas (mundo cultural).
En su Diario científico, el 4 de diciembre de 1981 (texto lamentablemente
no traducido ni publicado en español), reconoce:

“Existen nuevas teorías del desarrollo, en particular las teorías america-


nas con base psicológica. Entonces nos surge una pregunta: ¿cómo es po-
sible unificar dos concepciones aparentemente contrapuestas, el
conductismo por un lado y el psicoanálisis por el otro? Esto ahora ya lo
puedo comprender”.

Lo genial que encontramos en las enseñanzas de Freud radica en que, si


podemos superar su gradiente sexual, podremos encontrar la malla muy
fina de las relaciones sociales (las más disímiles, que oscilan entre lo más
particular y lo más general). Más allá de todos los traumas psíquicos (la dis-
tancia con el pecho maternal, complejo de Edipo), aparecen con claras evi-
dencias relaciones sociales. ¿Cuáles? En este momento surgen las evidentes
limitaciones de Freud. Este va a sostener relaciones de tipo antagónico en
una sociedad determinada por su universalidad. Y si es el tema de estudiar
la teoría conductista, podemos observar que se trata de un enfoque
“adaptativo”, a partir del comportamiento de una rata blanca de laboratorio
o de un robot manipulado a distancia.
Otra de las fuentes bibliográficas para un análisis del vínculo de la con-
cepción de Elkonin con la teoría psicoanalítica es, quizás, la “obra magna”
de aquél: su Psicología del Juego. Obra publicada por primera vez en ruso en
1978 por Editorial Pedagógica, de Moscú, y casi en forma simultánea, tradu-
cido al español por Pablo del Río editor, en Madrid, 1980. En este sentido,
vuelve a aparecer la difusión, para el lector hispanoparlante, de la mejor
producción de textos encuadrados en la teoría histórico-cultural iniciada por
Vigotsky. En la década del 60 también se traduce y publica en Buenos Aires
Pensamiento y Lenguaje, de Vigotsky, sólo dos años después de que apareciera
este texto en los Estados Unidos.
La dedicatoria del autor, de Psicología del Juego dice: “A la memoria de
mis hijas Natasha y Galea, y de su mamá, trágicamente asesinadas durante
la Gran Guerra Patria”. Pero sobre estos temas hablaremos en un futuro li-
bro dedicado a Vigotsky judío.
MARIO GOLDER | 93

Antes de entrar en nuestro tema, intentaremos sintetizar una definición


que reaparece en su “Psicología...”. Nada mejor que los apuntes del propio
Vigotsky para una conferencia acerca de la psicología del preescolar. La ac-
ción adquiere por primera vez sentido en el juego, o sea que se toma con-
ciencia de ella. La acción sustituye a otra acción, igual que las cosas sustitu-
yen a otras cosas.
¿Cómo transforma un niño una cosa en otra, una acción en otra? Me-
diante el movimiento en el campo psicológico no ligado con el campo visi-
ble, con las cosas reales que supeditan a todas las cosas y acciones reales.
Este movimiento en el campo de lo semiopsicológico es lo más importante
del juego: por una parte, el movimiento en un campo abstracto (el campo de
los significados surge antes que las operaciones arbitrarias con las significa-
ciones), aunque el modo de moverse es situacional, concreto (o sea, no lógi-
co sino eficiente). La aparición en el campo semántico, pero con movimien-
to, como si fuera real. Es la contradicción genética principal del juego.
Ahora bien, entrando finalmente en tema, la teoría psicoanalítica freudiana
influyó con fuerza en la comprensión de la naturaleza del juego infantil.
Esta influencia nos llega a través de Karl Bühler, quien incorpora enfática-
mente el principio del placer y también se refleja como claro sostén en las
posiciones de Buytendijk, quien rescató de Freud el tema de los impulsos
primarios. Igual influencia recibida de la teoría freudiana se puede encon-
trar, aunque en distinto grado, de los estructuralistas, primero Koffka, luego
Kurt Lewin y finalmente Jean Piaget con su epistemología genética. Es indu-
dable la gravitación del enfoque freudiano, tanto en la metodología general
como en su aplicación terapéutica a través de lo que en esa época comenzó a
llamarse Play therapy.
Elkonin se apoya en el texto de Freud Más allá del principio del placer, tra-
ducido del alemán al ruso en 1925. (En otro lugar de nuestro texto se lee el
prólogo a cargo de Vigotsky y Luria). En especial, Elkonin considera el aná-
lisis de la neurosis traumática, aunque Freud sostiene al respecto: “Propon-
go que dejemos de lado el oscuro y sombrío tema de la neurosis traumática
y nos aboquemos al funcionamiento del aparato psíquico en sus formas de
actividad más precoces. Me estoy refiriendo al ‘juego infantil’”.
En otro momento de Psicología del Juego, Elkonin observa cómo Freud
analiza la conducta de un niño de un año y medio: basándonos en nuestras
observaciones de la secuencia de vida de algunas personas, nos atrevemos a
reconocer que en la vida psíquica existe realmente una tendencia a una re-
constitución obsesiva que supera los límites del principio del placer. Ahora
nos inclinamos a incluir en esta tendencia los ensueños de los neuróticos y
las inclinaciones generales infantiles.
Es en este punto de la visualización de la situación traumática que Freud
94 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

añade a su Principio del placer (en el cual basa la dinámica de toda la vida
psíquica) un nuevo principio a su punto de partida: la aspiración a la muer-
te.
Nos encontramos, por lo tanto, ante dos impulsos primarios: un deseo de
muerte como reconstitución obsesiva y un deseo de vivir (a través de la con-
servación del poder, del afianzamiento). Ambos, unidos, constituyen, para
Freud, las fuerzas dinámicas de la actividad psíquica. A partir, entonces, de
estas instancias, Freud realiza en el plano de lo teórico un análisis general de
la situación general del juego (infantil); ambos, unidos, constituyen para Freud
las fuerzas dinámicas de la actividad psíquica. Las aproximaciones a las que
arriba Elkonin en su análisis serían las siguientes:
1) Freud considera que, por ejemplo, cuando el niño arroja un juguete
lejos de sí, estaría simbolizando el alejamiento de la madre, representación
simbólica de la situación traumática. Todo análisis de Freud es realizado a
través de lo simbólico. En especial, todo aquello que resulta traumatizante
(aquello que se arroja estaría representando una situación de partida —en el
plano de lo inconsciente, por supuesto).
2) A medida que transcurren las distintas etapas evolutivas en el discu-
rrir del tiempo, los objetos lúdicos continúan siendo objetos simbólicos (sub-
jetivos) dentro de un sentido amplio de la situación. Lo importante, en este
punto, sigue siendo la situación traumatizante.
3) Se pone en duda la capacidad simbólica de edades tan tempranas. Otra
dificultad dentro del plano de la psicología general sería la dificultad del
manejo de lo sintético-operacional.
4) Freud no ofrece pruebas de sus hipótesis en un plano experimental.
5) Para él la infancia es sinónimo de situación traumática, por la presión
ejercida por los conflictos. Sería la misma postura mantenida por William
Stern; esta coincidencia aparece también en sus concepciones sobre autismo
y egocentrismo.
6) Los neoanalistas consideran que todas estas teorías se extienden al
análisis de toda la actividad infantil. Ejemplos de ello son Melanie Klein,
Susan Isaacs y Lowenfeld; ya en 1932, Klein analiza el valor fuertemente
simbólico de los objetos lúdicos (máquinas, dispositivos, motores), mientras
que Isaacs estudia la simbología del acto sexual de los padres en los años 30
y 32; Lowenfeld, en 1935, analizó las fantasías inconscientes a través de la
ingesta y el funcionamiento esfinteriano.
Elkonin hace una síntesis final donde intenta englobar, por un lado, la
actividad lúdica infantil, visualizada a través de manipulaciones con objetos
—neopictórico, el modelaje—, y, por el otro, la interpretación psicoanalítica
de ellos, como expresión simbólica de impulsos sexuales y de tendencias a
una reconstrucción de corte obsesivo.
MARIO GOLDER | 95

También, nuestro autor va a sostener con fuerza que, con la persistencia


de este tipo de interpretaciones psicoanalíticas, la psicología del juego per-
dería su especificidad. Interpretaciones que permitirían ver al niño sólo en
el manejo de su fantasía inconsciente, de la forma de satisfacción de sus de-
seos (inconscientes) de contenido sexual. El niño quedaría limitado, en su
percepción, como un ser introvertido en medio de un mundo de impulsos
obsesivos biológicos (sexuales). Se trata de una plasmación simbólica de
impulsos vinculados a mecanismos primarios. Sí abordamos el estudio de
los mecanismos de defensa que intervienen en estas actividades lúdicas,
veríamos, en primer instancia, desplazamiento, condensación, formación
simbólica, identificación, etc.
Elkonin cierra su análisis sosteniendo que Freud parte de la premisa de la
patología para configurar, en una segunda instancia, la salud (psíquica).
Podríamos decir que, de alguna manera, está confrontando la teoría de la
sexualidad infantil con la teoría (general) del juego. La primera conduce el
análisis a la arena de la metafísica (como filosofía); la segunda, al desarrollo
de la vida psíquica (psicología). Temas estos de aguda polémica en un plano
teórico, lo que amerita un mayor despliegue y un más exhaustivo conoci-
miento de ambos representantes, tanto del psicoanálisis como de la psicolo-
gía histórico-cultural.

Datos Biográficos:
Elkonin, Daniil B. (1904- 1984). Uno de los más destacados discípulos y
continuadores de la escuela iniciada por Vigotsky. Acostumbraba a llamarse
su discípulo. A su vez fue colega, amigo tanto de Luria como de Leontiev,
Zeigarnik, Boyovich, Zaporoyetz, Zinchenko, Davidod, todos ellos
sostenedores y continuadores del enfoque histórico-cultural, en psicología y
en ciencias de la educación.
Nació en la región de Poltava, pasando luego a San Petersburgo, donde
cursó en el Instituto Pedagógico Herzen y, a partir de 1929, a los 25 años,
comienza a trabajar en esa institución como docente e investigador. Comienza,
en ese año, una estrecha colaboración con Vigotsky, a quien visita con fre-
cuencia en esa ciudad. Se conservan fragmentos que documentan los inter-
cambios epistolares entre ambos científicos. Esta lectura permite apreciar la
incidencia de éste en la formación intelectual de Elkonin en lo referido a
psicología del juego.
Desde 1937 y hasta el comienzo de la segunda guerra mundial es, simul-
táneamente, maestro de escuela y docente en el Instituto de Pedagogía; es-
cribe un texto de aprendizaje de la lengua rusa dedicado a habitantes de
zonas esteparias del extremo septentrional de Siberia. Sufre limitación de
sus actividades profesionales, a partir del decreto de julio de 1936 del Parti-
96 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

do Comunista de la Unión Soviética, en el que ese prohíbe la actividad de los


“paidólogos” en los marcos educativos. Sobre esto ya hemos escrito en otro
libro.
En 1940 hace la defensa de su candidatura al doctorado, cuya tesis está
dedicada al desarrollo del lenguaje en preescolares. Durante la guerra —
1941-1945— fue oficial de las Fuerzas Armadas, en donde recibe órdenes y
ascensos hasta el grado de teniente coronel. En ese lapso son fusiladas su
esposa y sus dos hijas. A lo largo de la guerra sigue dando clases en institu-
ciones militares, adonde convoca a sus colegas de la camada vigotskyana.
En 1953 se desmoviliza y pasa a trabajar en el Instituto de Psicología de la
Academia de Ciencias Pedagógicas de la Federación Rusa, en una doble ta-
rea de docente e investigador. En 1962 defiende su tesis doctoral; en 1968 es
nombrado miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de la Unión
Soviética y Profesor de la Universidad de Moscú. Su especialidad: psicolo-
gía evolutiva, en especial infantil. Se vincula activamente no sólo con los
colegas soviéticos ya mencionados —a los que cabe añadir el nombre de
Galperin—, sino también con psicólogos americanos que, por motivos di-
versos, quedan vinculados al enfoque vigotskyano, en especial Bruner,
Bronfenbrenner, Cole, Wertsch, etc.
Por su iniciativa se crean escuelas experimentales, donde son investiga-
dos problemas de psicología pedagógica y psicología evolutiva. Proyectó la
creación de un centro de la infancia que incluyera enseñanza preescolar, es-
colar, elemental y escolar media en una misma unidad.
V. V. Davidov, uno de los más célebres continuadores de la línea de pen-
samiento de Vigotsky y Elkonin, define la postura teórica de este último:

“El niño recién nacido es un ser indefenso, pero en su indefensión queda


implícita una inmensa fuerza, como potencial, en cuyo contenido aparece
representada cada época de la sociedad humana en la que se desarrolla. El
niño, con la ayuda de los adultos —y en la intervención con éstos— domi-
na todas las capacidades humanas, satisface sus necesidades, tanto orgá-
nicas como espirituales, que le resultan indispensables en uno u otro pe-
ríodo evolutivo. El dominio, por parte del individuo, de las capacidades
históricamente acumuladas por la actividad del género humano, constitu-
ye la base del desarrollo del psiquismo. Gracias a estas capacidades, el
hombre creó toda la riqueza de su cultura material y espiritual. El indivi-
duo, al incorporar esta forma, se desarrolla (en el proceso de comunica-
ción con las personas de su entorno). Al mismo tiempo, incorpora la va-
riedad de la cultura de su género y, en este proceso de apropiación, se
desarrolla como persona”.
MARIO GOLDER | 97

[Nótese que, para Davidov, el término “apropiación” corresponde a la


definición de Carlos Marx; en psicología del desarrollo, esta definición es
utilizada, entre otros colegas, por, A.N. Leontiev y D. B. Elkonin]
No podemos finalizar esta presentación de Elkonin sin cumplir con dos
compromisos.
El primero: mencionar su Psicología no-clásica, término que a fines del
siglo XX pasó a caracterizar a la reciente generación de psicólogos que se
enrolaban en la herencia vigotskyana, cuando los aires se estaban enrare-
ciendo en psicología —y no sólo en psicología.
Aclarando el concepto, el autor sostiene que es necesario retomar el aná-
lisis de las obras tempranas del autor de Pensamiento y Lenguaje, en especial
de Psicología del Arte, escrito, como ya vimos, en los primeros años de la
década del 20. Aquí se va a centrar en el proceso de interiorización; volva-
mos al recién nacido: necesita indefectiblemente de los medios social, cultu-
ral, y lingüístico, que va interiorizando. Este ser que incorporó en su desa-
rrollo (social) la cultura —en el sentido amplio del término— será, entonces,
percibido de una manera no-clásica. Posición valiente y con grandes posibi-
lidades de futuro, que aparecerá con su nuevo enfoque, polemizando con la
psicología clásica —a la que nos tiene acostumbrado esta ciencia desde por
lo menos el siglo XVIII.
El segundo: propongo un corto listado de obras de D. B. Elkonin, publi-
cadas en inglés y en español, para mejor conocimiento del lector interesado:
1) The psychology of mastering the elements of reading, London, 1963 En: B.
Simon & J. Simon (Eds.) Educational Psychology In The U.S.S.R Stanford
C.A.: Stanford University Press.
2) The problem of instruction and development in the works of L. S. Vigotsky,
Armonk- New York, Soviet Psychology, 1967, Nº3.
3) Some results of the study of the psychological development of preschool age,
Handbook of contemporany soviet psychology, N.Y-London, 1969.
4) Toward the problem of stages of the mental development of the child, Armonk-
New York, Soviet psychology, 1972, Vol X, Nº3.
5) The psychology of preschool children, Cambridge, Mass XXIII, 1973.
6) The psychology of reading . Comparative reading, N.Y., 1973.
7) Psicología del juego, Madrid, 1980.

Alexander Romanovich Luria (1902-1977)

A partir de su padre, médico prestigioso en la ciudad de Kazan, ya A. R.


Luria se muestra interesado en una medicina psicosomática, especialidad
que, en las décadas del diez y el veinte del siglo XX, se abría lentamente
98 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

camino como orientación en psiquiatría. Quedaban incluidos en los intere-


ses del futuro del investigador las enseñanzas de Freud, en especial, pero
tambiénlas de Jung. Fue toda una época en la que la utilización de respues-
tas asociativas era objeto de estudio, tanto experimental como aplicado a la
clínica psiquiátrica. Se partía de un conocimiento que la época permitía de la
dupla mencionada: en lo teórico, Sigmund Freud, y en lo aplicado al enfo-
que clínico, Jung. Estos autores, a pesar de lo que se pudiera pensar, eran
ampliamente conocidos y traducidos en el medio intelectual de la Rusia
zarista. A partir de estas lecturas —comunes tanto a Luria padre como a
Luria hijo—, desarrollaron en nuestro autor una fuerte motivación hacia el
descubrimiento de lo profundo y de la esfera motivacional como determi-
nantes de la conducta humana. Metodología válida para el acceso a la esfera
de la conciencia. Otras técnicas de acceso resultaban improductivas para te-
ner un claro entendimiento del porqué de determinadas conductas, inexpli-
cables para un abordaje tradicional de la psicología empírica de fines de
siglo XIX. Los Luria buscaron fuentes de información originales, así como
también encontrar mecanismos asociativos que permitieran vincular el trans-
curso ideacional, tanto en la conducta normal como en la patológica.
Si tenemos que atenernos a un esquema que nos facilite comprender las
improntas que guiaron la búsqueda científica de Luria a lo largo de su vida,
podríamos decir que aporta un enorme bagaje experimental, una utilización
de conceptos teóricos, emanados de la producción de Freud y de Jung. Esta
conjunción de científicos, a su vez, enriquece las etapas cognitiva y
motivacional de la conducta (humana).Por ambas orientaciones, cognitiva y
motivacional, convalidan en la trama intrincada de los procesos psíquicos.
Se puede sostener que, en una de las vertientes neoconductistas americanas,
Tolman también toma en consideración el análisis, tanto de los procesos de
conciencia como de los inconscientes, como exponentes esenciales de la de-
terminación de la conducta.
A partir de la primera mitad de los años veinte, y del encuentro liminar
entre Vigotsky y Luria, manifiestan explícitamente interés por el estudio de
los motivos que organizan la conducta. Se identifican con la metodología de
asociación libre y de posterior análisis de reacciones asociativas, y sus conse-
cuentes tiempos de reacción. Se trata, de alguna manera, de la promoción,
en la Rusia post-revolucionaria, de las ideas psicoanalíticas, para convertir a
esta teoría en una totalidad experimental.
Particularmente, Luria no estaba muy interesado en revelar la naturaleza
de los mecanismos inconscientes. Desde el comienzo de su vida científica
atribuyó al entorno social la determinación de la conducta individual. Esto
tampoco condesciende con la aceptación del esquema S.-R. (estímulo-res-
puesta), característico del conductismo ortodoxo de primera hora.
MARIO GOLDER | 99

En consecuencia, se acerca al Freud de La interpretación de los Sueños, que


ya hace años se había traducido al ruso. Y también concuerda con Adler y
con Jung; este último, a su vez, concuerda con sus estudios psicodiagnósticos
por asociación de palabras. No se acerca tanto al Freud interpretativo y espe-
culativo, ni al Freud plagado de elucubraciones fantásticas, pero sí concuer-
da con su postura sobre conflictos emocionales, y con la fundamentación
acerca de los complejos. Para su visión clínica de la ciencia, acepta la utiliza-
ción de sus métodos asociativos (muy en boga en esas décadas). A Luria le
resulta procedente, al respecto, polemizar con Freud, quien, muy lejos del
diseño experimental, demuestra la existencia de un perfil determinista en su
propia conceptualización de la conducta. Por un lado, se trata de una con-
ducta concreta y, por el otro, de una conducta individual. Freud, en este punto,
va a explicar el origen de los complejos humanos en términos de ciencia,
pero de una ciencia natural. Estamos frente a un reduccionismo freudiano
de corte natural-biológico. Más tarde va a separar las aguas entre ambas
teorías, en función de determinaciones finales del problema psíquico. En
apretada síntesis: junto con Freud, clara aceptación del determinismo. Lejos
de Freud, el tipo de determinismo que sostienen ambos autores. A primera
vista, Luria pudo buscar en el psicoanálisis una visión científica para una
nueva psicología. Podría, entonces, superarse la clásica dicotomía, prove-
niente de la filosofía clásica europea anterior a este período. Efectivamente,
esto lo pueden evocar los memoriosos de la enseñanza de la filosofía en las
universidades estatales argentinas. Las clásicas divisiones que establecían
entre lo nomotético y lo ideográfico: lo primero, abocado a la ley general que
plasma el caso particular, mientras que lo segundo aboga por el estudio de
lo individual como caso aislado y no como ejemplo de una legalidad (natu-
ral) más abarcativa. Se recordará el enfrentamiento de Windelband y Rickert
contra Dilthey, quien buscaba rescatar una psicología realista, aunque en
verdad nunca puede superar el plano de lo descriptivo.
El 1923, Luria escribe un libro —que nunca fue publicado— sobre todos
estos temas. El autor lo consideraba una simple monografía sin valor rele-
vante en lo científico. Pero era muy joven (21 años), y su necesidad por tras-
cender era muy alta. Dirige, a esa edad, un círculo psicoanalítico que se re-
úne periódicamente en su ciudad durante dos años, hasta que se traslada
definitivamente a Moscú. Este círculo llevaba el nombre de Asociación
Psicoanalítica de Kazan. En su carácter de titular de la institución, le escribe
a S. Freud a Viena, solicitando la inscripción de dicha institución a la Inter-
nacional Psicoanalítica. Al poco tiempo, el propio Freud le responde con
una misiva, encabezada “Querido presidente”. La carta tenía dos objetivos:
por un lado, manifestar su beneplácito por la existencia del círculo y, por el
otro, la autorización expresa para la traducción de uno de sus últimos
100 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

libros.¿Sería Más allá del principio del placer?.


En el círculo psicoanalítico de Kazan se analizan pacientes derivados del
Hospital Psiquiátrico de la ciudad. Entre los pacientes tratados figura uno
de los nietos de Fedor Dostoievsky. Entre paréntesis, uno de los literatos más
apreciados, tanto por Vigotsky como por Luria.
En la secuencia de obras escritas por este último, aparece otro trabajo, de
cuño psicoanalítico, que tampoco fue publicado; ya por ese entonces, escri-
bía: “Pero llego a la conclusión de que es imposible acceder al estudio de la
conducta humana, incluso al conocimiento de las profundidades biológicas
de la mente, si excluimos del análisis los determinantes sociales”.
Como ya en parte fue comentado en este libro, dos trabajos resultarán
básicos para la presente y futura cosmovisión de Luria. Uno de ellos, de Karl
Jung (Estudios diagnósticos sobre asociación, de 1910); y el otro, de William James
—conocido en la época por su voluminosa Psicología General, y en especial
por la difusión de la teoría de las emociones—, en co-autoría con Lange.
Personalmente, recuerdo la temática James - Lange en el estudio de las emo-
ciones y su correlato somático, tema que tenía bastante importancia en la
currícula básica de la nueva carrera de psicología, recientemente implanta-
da en las universidades argentinas. Pero en este momento nos estamos refi-
riendo al libro: Variedades de la experiencia religiosa, libro que, en la comuni-
dad americana psicológica, causó un profundo impacto, sobre todo por ser
parte de los primeros escarceos en la antropología cultural y en una inci-
piente psicología social, que tendría gran difusión en los Estados Unidos de
comienzos de siglo.
Sumadas a estas lecturas se suceden otras, relativas al psicoanálisis —en
especial Freud, Adler y Jung—, en las que, más allá de todo lo atinente a lo
teórico-metodológico, Luria, por su especial estilo, trató de llevar estos con-
tenidos asimilados a la vertiente de lo experimental. Esta orientación, im-
puesta a toda su producción, la mantuvo con coherencia hasta los últimos
años de su vida.
A tanto tiempo de estas búsquedas queda clara la orientación que se iba
consolidando. Los primeros atisbos metodológico-experimentales se centran
en las respuestas (como tales motrices) que emergen como distorsiones sub-
jetivas en las pruebas registradas en los protocolos. El parentesco con las
pruebas de asociación de palabras de Jung es evidente. Para Luria, su inter-
pretación es que el emergente distorsivo es visto como clara expresión de la
esfera “interna” del paciente o del entrevistado, en especial de los conflictos
expresados por lo emocional y las distintas tonalidades puestas en juego. En
este sentido, usa una especial técnica asociativa compuesta, mixta, y que va
a lograr especial aceptación en los Estados Unidos. De alguna manera, esta
textura resulta precursora del “detector de mentiras” de mucha utilización
MARIO GOLDER | 101

—todavía hoy— en la esfera de lo jurídico-penal. Se le pide a la persona una


respuesta matriz y, en forma simultánea, a cada respuesta verbal-asociativa
se le agrega un nuevo problema. Aquí lo simultáneo significa considerar lo
verbal y lo motriz en una unidad, en un solo sistema referencial. Fue una
experiencia realizada en conjunto con Leontiev, en la cual se presentaba al
experimentado palabras de uso común junto con estímulos, intercalándolos
con otros estímulos de fuerte sentido emocional. Al mismo tiempo se le pide
una respuesta de tipo motriz, como por ejemplo —en el preciso momento de
aparición del estímulo crítico— oprimir una perilla. De esta manera, el obje-
tivo es indagar lo emocional y la incidencia de lo subjetivo en cada uno de
los entrevistados. Para Freud resultaba claro que se trataba de descubrir lo
oculto detrás de lo emocional, y los motivos más allá de lo experimental.
El pragmatismo de la justicia criminal norteamericana —como ya diji-
mos— utilizó esta misma metodología en su quehacer profesional. Los psi-
cólogos forenses analizaron el vínculo existente entre lo verbal y lo motriz
ante la presencia de estímulos (en este caso palabras) comprometidos
afectivamente. En Estados Unidos se trabajó durante años con detenidos
sospechados por actos criminales. Este detector de mentiras es, en síntesis,
una prueba que utiliza una metodología objetiva en busca del impacto, lo
que produce estímulos con alta carga emocional. Esta metodología surge
entonces en Rusia, y es utilizada en varios países —especialmente en los
Estados Unidos a partir de la introducción que hace el gestaltista Wertheimer
en este medio científico.
Es interesante destacar que, por ese entonces —precisamente en 1932—
se publicó en los Estados Unidos ( ¡y no en su país!) el libro de Luria: Natura-
leza de los conflictos humanos por la editorial Horsely - Gantt, que ya había
publicado Reflejos Condicionados, de Pavlov. En la historia de la psicología tal
metodología se conoce como ·”Método motriz-combinado”. Años más tar-
de, el propio autor relativizó el valor del mismo. Ya existía el entrañable
víncul con Vigotsky, que —dice— mantuvo firme durante la vida de este
último, que muere en junio de 1934. Luria lo sobrevive más de 40 años y es,
en consecuencia, testigo presencial y participante de muchos avatares en su
país, científicos, sociales y políticos.
Volviendo a nuestro tema convocante, en los años ’25, tanto Vigotsky
como Luria protagonizan la así llamada “Crisis en psicología”, que también
se manifiesta en la vecina psiquiatría de ese entonces. Esta situación, acla-
rémoslo, abarca prácticamente todo el continente europeo; es encarnada en
Rusia por Vigotsky y en Francia por Politzer, los que, casi en forma simultá-
nea, denuncian la situación que atraviesa la ciencia psicológica, con prepon-
derancia de lo descriptivo, lo asistemático y, finalmente, lo meramente sub-
jetivo. Cada uno de estos términos es analizado por el autor ruso, acompa-
102 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

ñado en toda ocasión por Luria. Por ese entonces (segunda mitad de la déca-
da del veinte), Vigotsky ya ha sistematizado una concepción crítica de la
producción freudiana en lo atinente a la “psicología profunda”, en un extre-
mo, y en el otro al excesivo énfasis puesto en la naturaleza biológica del
hombre. Nuevamente se acercan los extremos.
Por su parte, Luria, dentro de su profusa producción, escribe un trabajo,
ahora sí publicado, en 1929, llamado Psicología y Clínica, donde va a incluir:
a) los aportes pavlovianos, en especial los dedicados a las neurosis experi-
mentales; b) sus propias investigaciones sobre métodos motrices combina-
dos; c) los trabajos de Binet sobre psicología diferencial; d) los trabajos de
Piaget (en su primera etapa investigativa) acerca del desarrollo del pensa-
miento; y, los que hoy nos interesa de manera especial: e) los aportes de la
escuela psicoanalítica, tomando en consideración trabajos de Freud, Jung y
Adler sobre desórdenes psicogenéticos.
Finalmente, podemos señalar que este preciso período (1925-1930) es un
momento, en la historia de la psicología, de consolidación de la teoría histó-
rico-cultural en psicología y educación, y comienzo, en consecuencia, de la
superación de la crisis arriba mencionada. Período en la nueva sociedad so-
viética pleno de entusiasmo, pero también de criticismo en todas las áreas
de las ciencias humanas y el arte. Corresponde a la génesis y eclosión del
movimiento vanguardista. conocido y valorizado en el mundo entero. Nos
referimos a la “década de oro”, que también ayudó a la proyección de la
psicología en la arena internacional. Pero también fueron testigos de la apa-
rición de nuevas críticas, luego sistemáticas y agresivas, provenientes de las
esferas oficiales. La crítica se centra con fuerza contra la psicología histórico-
cultural (Vigotsky y su escuela), y también contra la psicología psicoanalítica
(Freud y su escuela). Estas críticas, preludio de medidas más drásticas y coer-
citivas, salen, en primera instancia, del diario oficial Pravda, de las revistas
especializadas —muchas de las cuales dejan de aparecer—, de las críticas de
los propios colegas de Luria, de los lingüistas “oficiales”. Luria, por el juego
de presiones ejercido, por la dimensión y proyección de su figura, se ve obli-
gado a renunciar a su cargo de secretario de la Sociedad Psicoanalítica Rusa.
Sigue una sucesión de críticas científicas —y de las otras—, presiones socia-
les que obligan (sí o sí) a una conducta autocrítica y autorreferencial. Las
referencias al psicoanálisis se restringen cada vez más, rescatándose sólo en
forma esporádica lo empírico y lo metodológico. Su obra Naturaleza de los
conflictos humanos fue anatomizada como claro exponente de un neo-freu-
dismo, cuando en lo general se trata de una obra en la que aborda la temáti-
ca de lo emocional, lo cognitivo, en sus esferas experimental y clínica.
Ya los nombres de Freud y Jung aparecen muy pocos citados. No se en-
cuentran en las referencias bibliográficas. Proceso de censura y autocensura
MARIO GOLDER | 103

que invade toda la esfera de las ciencias humanas.


En 1940, exactamente un año después de la segunda guerra mundial,
aparece editada la Gran Enciclopedia Soviética, que lamento no haber podido
cotejar. En su volumen número 47, Luria debe escribir el capítulo referido al
Psicoanálisis. Por lo sabido a través de colegas especializados en historia de
la psicología, este capítulo de las enciclopedias abarcaba:
1- Descripción de los principales conceptos de la teoría.
2- Historia del movimiento psicoanalítico.
3- Metodología psicoanalítica (en este capítulo, Luria podía aprovechar
al máximo sus conocimientos).
4- Crítica al psicoanálisis: peso excesivo de la determinación biológica de
la conducta.
5- Subestimación del significado histórico-cultural en psicología. Ya
Vigotsky había muerto seis años atrás.

Datos biográficos:
Alexander Romanovich Luria (1902-1977). Nace en Kazan el 16 de julio
de 1902, y muere en Moscú el 14 de agosto de 1977. Psicólogo, médico, doc-
tor en psicología y en ciencias médicas. Profesor titular de neuropsicología y
psicopatología de la Universidad Estatal de Moscú, desde su creación, en la
Facultad de Psicología, en 1966, y hasta su muerte. Miembro correspondien-
te de la Academia de Ciencias Pedagógicas de la Unión Soviética.
En su ciudad natal, Kazan, estudia en la Facultad de Ciencias Sociales, al
mismo tiempo que realiza trabajos de investigación en psicología del traba-
jo. Realiza prácticas psicoanalíticas, crea un círculo de estudios psicoanalíticos
(que dirige hasta 1924). Una de sus primeras investigaciones estuvo consa-
grada a los estados afectivos y a la metodología de las respuestas, verbales y
motrices, en relación con estados afectivos y sus connotaciones emociona-
les. Los resultados de estas investigaciones aparecen años más tarde en su
libro Naturaleza de los Conflictos Humanos.
En Moscú continúan sus actividades como psicoanalista; es secretario de
la Asociación Psicoanalítica Rusa; prologa junto con Vigotsky Más allá del
principio de placer, de Freud (texto que figura en este libro). En 1924 se produ-
ce el encuentro entre Vigotsky y Luria, lo que permite desarrollar una pro-
funda y estrecha colaboración entre ambos jóvenes científicos, a los que se
suma A. N. Leontiev y, pocos años más tarde, otros cinco integrantes, que
constituyen el núcleo inicial que configura la nueva teoría histórico-cultural
en psicología, bajo la coordinación de L. S. Vigotsky.
Escriben en conjunto Estudios sobre la Historia de la Conducta (1930).
En 1931 y 1932 dirige unas famosas expediciones al Asia central, en una
de las cuales participa el conocido gestaltista Koffka. El objetivo de estas
104 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

expediciones fue constatar el papel que juegan los factores culturales,


lingüísticos y educacionales en el desarrollo de los PPS (procesos psicológi-
cos superiores). Ya en la época de su realización, el centralismo stalinista
criticó y llevó al olvido los resultados obtenidos. Sólo una revista americana
pudo publicar datos de esos resultados en los 30. No debe llamar la atención
que la publicación de estas investigaciones sólo apareciera 40 años después,
en un libro que se llama Desarrollo Histórico de los Procesos Cognoscitivos, que
oportunamente cuenta con una traducción al español.
La década del treinta es esencial para definir el futuro intelectual de A. R.
Luria. Hemos dicho que la colaboración con Vigotsky continúa. Lo señalan
así los artículos firmados en conjunto, la distribución de tareas a realizar en
la difícil época que se avecinaba. Afortunadamente, las obras encargadas y
el profuso epistolario, que se mantuvo en forma invariable hasta la desapa-
rición de Vigotsky, lo atestiguan. Dos ejemplos: la correspondencia entre
ambos sabios, durante la realización de las expediciones científicas, y cuan-
do aparecían serias tensiones grupales y organizativas —y también perso-
nales— que ensombrecían el necesario clima de creación para llevar a cabo
los altísimos objetivos, que ambos se planteaban, para el futuro de una cien-
cia unificada.

“Febrero 1926
Querido A. R.
Hace tiempo que quiero escribir, pero en derredor tengo tal situación,
durante todo este tiempo, que me resulta difícil y hasta vergonzoso tomar
una pluma en la mano y ponerme a pensar con tranquilidad (…)
Me siento fuera de la vida. Mejor dicho: me siento entre la vida y la muer-
te; todavía no entré en una etapa de desesperación, pero ya abandoné
toda esperanza. Por eso mi pensamiento vuela hacia temas de la vida fu-
tura y el trabajo
... ésta se convierte en una gran piedra fundamental para tu futuro trabajo
y es la confirmación de tu metodología.... Para mí este tema de ‘El método’
es el tema crucial, es el tema de la verdad. Se trata, sin duda, de un verda-
dero descubrimiento científico. Pero aún veo, desde un plano teórico,
muchas dificultades para poder vincular las nuevas pruebas presentadas
con las conclusiones a las que se ha arribado; se produce una cierta ilusión
en la frontera que existe entre las alteraciones afectivas y cualquiera de las
otras; desaparece la especificidad de lo afectivo, tiembla todo tu teoría de
las emociones.
De todo corazón quisiera tener la oportunidad de una ‘entrevista privada’
contigo, para poder intercambiar con tu seminario mis propias ideas al
respecto (...) Poder formular una invitación para que, tanto mis colabora-
MARIO GOLDER | 105

dores como los de tu grupo, se puedan unificar en un solo objetivo, pero,


al mismo tiempo, poder delimitar aspectos diferenciados de investigación
(...) pienso en el trabajo sobre ciegos y sordomudos.
Escribe si puedes sobre las novedades aparecidas en la literatura rusa y
extranjera.
Tuyo L. S”.

“1 de julio de 1931
Querido A.R.:
Ya te escribí a Samarcanda y a Fergan sobre mis sentimientos —que no se
pueden comparar a ningunos otros— cuando recibí tus protocolos y los
informes. En nuestras investigaciones hemos dado un nuevo paso, enor-
me, decisivo, crucial, que corrobora plenamente nuestros puntos de vista.
Y esto también sería válido para cualquier contexto investigativo llevado
a cabo en Europa. Expediciones de este tipo hubieran constituido un ver-
dadero suceso...
Me acompaña un sentimiento de asombro, en el más alto sentido de la
palabra. Es como estar frente a un éxito muy serio en el plano de lo inter-
no.
Recibí el informe número 5 y, como todos los anteriores, son de por sí un
gran acontecimiento: una investigación sistemática de las relaciones exis-
tentes en una psicología histórica, en la filogenia viva... en todo lo que no
existía antes, ya que nadie había trabajado en esa dirección, desde ningún
punto de vista. Para nuestra clínica, para las pruebas con niños, se trata de
algo nuevo, de algo inesperado (reconozco que por lo menos para mí lo
es). Constituye un feliz y brillante capítulo.
L.S. Vigotsky”

“11 de julio de 1931


Querido A. R.
Te escribo en un estado de entusiasmo no vivido con frecuencia. Acabo de
recibir los resultados del protocolo nº 3. Es el día más luminoso que —
literalmente— nos abre las puertas para una serie de temas psicológicos.
Ésta es mi real impresión. No tengo duda alguna de que se trata de prue-
bas muy significativas y material de primer nivel.
Nuestro nuevo camino alcanzó (contigo), no sólo por las ideas, sino por la
práctica, en el experimento, nuevos capítulos de la psicología. Se ha abier-
to un nuevo capítulo en la psicología, en la psicología concreta...
Siento al mismo tiempo y agradecimiento y alegría y orgullo.
L.S. Vigotsky”
106 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

A partir de 1930, estudian y trabajan en psicología genética, en especial


en factores genéticos y sociales en el desarrollo mental de los gemelos (tema
tratado por varias escuelas psicológicas en esa época). Analiza la importan-
cia del lenguaje en la organización de varios procesos psicológicos en niños,
y en particular en la organización de movimientos voluntarios y en la con-
ducta en general.
Paulatinamente, la investigación clínica va ocupando un lugar de prefe-
rencia en la actividad de Luria. En 1936 lo encontramos como Profesor de
Psicología y como estudiante de medicina en el primer instituto médico de
Moscú. Investiga, en especial, el problema de las afasias.
Durante la segunda guerra mundial, dirige los trabajos de rehabilitación
de un hospital en la retaguardia. El material clínico obtenido le permite pu-
blicar, inmediatamente después de la guerra, una serie de trabajos que obtu-
vo gran resonancia, dentro y fuera de su país. La preocupación central, en
esos momentos, era el diagnóstico de las alteraciones de lenguaje y su poste-
rior rehabilitación en pacientes con lesiones locales del cerebro.
Ya promediando la década del 50, se centra en fundar las bases de la
neuropsicología, rama de la ciencia ubicada a horcajadas de la psicología y
la neurofisiología. Sobre tal punto, en la definición que aparece en el Diccio-
nario Psicológico, podemos leer:

“Neuropsicología: rama de las ciencias psicológicas entre la psicología y


medicina (neurología y cirugía neurológica). Se ocupa de los mecanismos
cerebrales de las funciones mentales superiores en relación con las lesio-
nes cerebrales. Su fundador, A.R. Luria, desarrolla las ideas de L. S. Vigotsky
sobre las determinaciones sociales y la estructura sistémica de las funcio-
nes mentales superiores. Luria crea una teoría de la localización sistemáti-
ca, dinámica, de los procesos mentales. La neuropsicología está dividida
en varias ramas: clínica, rehabilitativa, experimental, psicofisiológica e
infantil. Utiliza el análisis del síndrome de los desórdenes de las funcio-
nes mentales superiores para calificar a estos desórdenes y así diagnostica
lesiones cerebrales. Los métodos analíticos desarrollados por Luria repre-
sentan un conjunto de test especiales en referencia a variados procesos
cognitivos (diferentes tipos de percepción, memoria, lenguaje y pensa-
miento) y arbitrarias acciones. Estos métodos fueron estudiados para ana-
lizar síndromes neuropsicológicos y combinaciones estables de los desór-
denes de funciones mentales superiores en distintas estructuras lesiona-
das del cerebro. La mayor significación de la neuropsicología esta dada al
desarrollar las bases metodológicas generales de las investigaciones psi-
cológicas, y para diagnosticar lesiones localizadas del cerebro y el resta-
blecimiento de sus funciones afectadas”.
MARIO GOLDER | 107

Finalmente, en las décadas del 60 y 70, realiza ciclos de investigaciones


vinculadas con las funciones de lóbulos frontales del cerebro. Luria escribió
más de 300 trabajos y treinta libros, muchos de esos oportunamente traduci-
dos a diferentes idiomas.
Tiene un enorme prestigio en la arena internacional. Es miembro de la
Academia de Ciencias de los Estados Unidos, de la Academia Americana de
Artes y Ciencias, de la Academia Americana de Pedagogía; es miembro ho-
norario de las sociedades de psicología inglesa, francesa, suiza, española,
etc., y Rector honorario en las universidades de Leicester (Inglaterra),
Neumetry (Holanda), Lublin (Polonia), Tampere (Finlandia), Bruselas (Bél-
gica) etc.
Traducciones de obras de A.R. Luria al español:
- Afasias traumáticas (1947)
- Funciones corticales superiores del hombre (1960)
- Pequeño libro sobre una gran memoria (1968)
- El mundo perdido y recobrado (1971)
- Principios de neuropsicología (1973)
- Neuropsicología de la memoria (1976)
- Lenguaje y conciencia (1979)
- Etapas del camino recorrido (1982)
Etc...
Quinto círculo

“…así conoceréis de actos impúdicos, sangrientos y monstruosos; de muertes pro-


ducidas por la astucia y la violencia, y, como remate, de maquinaciones fallidas
cayendo por descuido sobre la cabeza de sus inventores; he aquí lo que finalmente
he de contaros.”
Hamlet, Monólogo de Horacio, acto 5.

“Lo demás es silencio”.


Hamlet, acto 5.

“Un personaje muy conocido por todos nosotros nos recomendaba votar a favor
de... y sostenía con su habitual cinismo ‘¿ cómo hacerles entender que vuestro
héroe ahora es polvo, que lo que ustedes pretenden no tiene el menor asidero?’
Sigue insistiendo todo lo que está aquí levantado: por un lado resulta cómico, pero
por el otro, peligroso. Si necesitan apoyo, entonces apelen más arriba, apelen a las
instancias.
(…) No podemos hacer nada en realidad. Se cerrarán todas las puertas para publi-
car. Se cerrarán todas las puertas para poder realizar nuestros doctorados. Este se
convierte ahora en un verdadero imposible. Pero podemos decir que también fui-
mos felices, porque en su momento pudimos decir no.
(…) Y es increíble ese sentimiento de libertad. En ese preciso instante entendemos
que la libertad interior es antes que nada un compromiso con la propia conciencia.
Pero también digamos que todo esto, al fin de cuentas, resulta muy poco, o, lo que
es peor, resultaba poco significativo porque, en última instancia, toda tu entrega
no hacía más que actuar en contra de la verdad.
(...) V.V. Davidov y D.B. Elkonin fueron, ambos, expulsados del consejo académi-
co del Instituto. Yo fui testigo de esa acción verdaderamente delictiva. En los he-
chos, se destruyeron los laboratorios en los cuales ellos trabajaban en forma exclu-
siva, y en donde se estaban gestando las bases teóricas de la educación. Bajo este
golpe cayeron muchos colegas, con trabajos de extraordinario valor: Problemas
filosóficos y psicológicos del desarrollo de la educación. ¡Trate cualquiera de uste-
des encontrar por acaso este libro!”
Elena Goriujina, 1980

“David Vigotsky tradujo a Blasco Ibáñez, Arderius, Jean Risale. Tradujo otros
españoles y latinoamericanos de Venezuela, Uruguay, México, Bolivia, Ecuador,
110 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

Brasil. Tradujo del alemán a Johann Becher, del francés a Vaillant Cauturier, del
inglés a Browning y Tennyson. Tradujo las novelas El expreso siberiano, de
Heller, y El Golem, de G. Meyrink.
(...) Arrestado el 14 de febrero de 1938 en Leningrado, acusado de preparar actos
terroristas. Condenado, sus últimos años los pasó en un campo de concentración,
donde murió.
(...) 1990. Requiem en la revista Arte de Leningrado: ‘David Isakovich Vigodsky
(1893-1943). Poeta, traductor, crítico literario, tradujo prosa y poesía de treinta
lenguas occidentales y orientales. En 1930 fue nombrado presidente de la Socie-
dad Hispanoamericana en Leningrado. Visitado por Rafael Alberti, Pla y Beltian,
Maldestam, Shaginian, Tinianov, Tijonov; arrestado en 1937 y muerto en 1943
en un campo de concentración. Rehabilitado post-mortem en 1956"
Guita Lvovna Vigoskaia

Este círculo no necesita otras presentaciones.


¿Cómo caracterizar las opiniones de Jurinets V. en este círculo? Quizás
debamos remitirnos a la opinión de A. R. Luria, publicada en la Internationale
Zeitschrift Psychoanalyse de 1925: “Lamentablemente, Jurinets es totalmente
incompetente en el dominio de las ciencias naturales”. Poco se sabe de su
persona y de su actuación en esa época. Filósofo que aparece en la publica-
ción Bajo las banderas del marxismo en 1924. Seguramente, el trabajo al que nos
referimos aparece en 1925 traducida al alemán bajo el nombre de Psychoanalyse
Und Marxismus en la traducción del número 1 de la publicación: Unter Dem
Banner Des Marxismus. Más allá de estos datos bibliográficos, muy poco po-
demos agregar a su biografía académica. Rastrear nuevos datos a la distan-
cia témporo-espacial nos resulta quasi imposible... Me pregunto si es necesa-
rio.
Con el ánimo de justificar su inclusión en este círculo es que Jurinets apa-
rece como uno de los primeros críticos a las concepciones de acercamiento
entre Freud y Marx. Afortunadamente, en años siguientes aparecieron otros
intentos mucho más representativos de esta búsqueda de acercamiento, en
especial Reich, en su paradigmática polémica con Sapir, que entró amplia-
mente en la historia mundial del psicoanálisis. En otro momento de este
libro hemos hecho referencia a los debates que en esa época se realizaban en
Rusia, en especial en Moscú. Mencionamos también que un exponente de
estas vivaces opiniones se realizó no sólo en lugares académicos propicios,
sino que se extendió a otros ámbitos, como la citada Casa de la Prensa, lugar
preferido por la intelectualidad rusa para realizar amplios debates sobre te-
mas contemporáneos puestos sobre el tapete. En este caso, Jurinets empren-
MARIO GOLDER | 111

de una cruzada en contra de los líderes de la Asociación Psicoanalítica Rusa,


es decir, entre otros, contra Wulff, Zalkind, Friedmann, Luria, Reissner; tam-
bién mencionamos que la Academia Comunista, según información de Luria,
albergó otro debate acerca de Psicoanálisis y Psicología del Arte. Recorde-
mos que se trata del mismo año en que Vigotsky publica su propia Psicología
del Arte, con capítulos enteros dedicados al psicoanálisis.
En realidad, aquel trabajo tiene, como aporte teórico, un valor rayano en
lo nulo. Se trata de una visión crítica de la cosmovisión freudiana plagada de
errores y deformaciones. Según Van Der Veer, posiblemente deliberadas.
Aparece el psicoanálisis como un exponente más de la desintegración de la
“sociedad burguesa occidental”. Ubica geográficamente el origen de esta
teoría en la explotación campesina de las zonas aledañas a Austria, Hungría,
Serbia, donde, según las palabras de Jurinets, Freud “tomó mucho del espí-
ritu de esta forma de capitalismo”. Alerta el autor, con terror, la relación que
se estableció por esos años entre freudismo y marxismo. Arriesga varias hi-
pótesis: entre ellas, la brillantez y la espectacularidad pseudo-terapéutica de
los escritos de Freud, aunque, por otro lado, alerta sobre el superficial cono-
cimiento que se tiene de la teoría y metodología marxistas por parte de los
defensores del psicoanálisis. Si pudiéramos transcribir exactamente las
parrafadas que otorga Jurinets al tema, podríamos apreciar que la monoto-
nía de la exposición ocultó una falta de necesaria profundización, observa-
ble en toda la lectura de ellas.
Para ello busca polemizar con los mejores exponentes del psicoanálisis
clásico (Freud, Jung, Adler y otros), pero su objetivo clave es el enfrentar
tanto a los psicoanalistas locales como a aquellos que, viniendo de las ense-
ñanzas de Freud, estaban incluyéndose en la creación de una nueva psicolo-
gía de corte histórico-cultural, como es el caso de Luria. Considero que la
elección de Luria como objeto de su crítica no es casual. Ya por ese entonces
había aparecido su trabajo: Psicoanálisis como sistema en la psicología monista
en un libro colectivo compilado justamente por Kornilov, quien pocos años
antes había encabezado la gran revuelta en el terreno de la psicología, des-
plazando a las cabezas psicológicas en el terreno de lo académico, lo que
finalmente permitió el ingreso de Luria, Leontiev y Vigotsky al Instituto de
Psicología de Moscú.
Para ser más exactos, Jurinets intentó demoler la posición de Luria, quien
sí considera al freudismo como base de una psicología monista, mientras
que aquél propone, sin fundamentos científicos, todo lo contrario. Se limita
a consignas dogmáticas que no ayudarán a esclarecer el problema. Con se-
guridad, Jurinets desconocía la profusa producción de los jóvenes Luria y
Vigotsky acerca de este tema. Si tomamos en consideración al primero, en-
contraremos, en la bibliografía recogida por la Internationale Zeitshrift Für
112 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

Psychoanalyse desde 1922 (es decir, cuando el autor no tenía más de veinte
años) no menos de quince referencias, algunas de las cuales citamos a conti-
nuación:
1922 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 8, pág. 390.
1922 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 8, págs. 523-25.
1923 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse nº 9, págs. 103-5.
1923 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse nº 9, publicación de K.
Sotonin: Las ideas en la clínica filosófica.
1923 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 9 : El Temperamento.
1923 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 9: Actividades de la socie-
dad psicoanalítica de Kazan, págs. 114-7.
1923 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 9: Actividades de la Socie-
dad Psicoanalítica de Kazan, págs. 238-9.
1923 Psicoanálisis a la luz de las tendencias fundamentales y de la psicología
contemporánea
1924 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 10: Actividades de la socie-
dad rusa, págs. 113-15.
1924 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 10: Actividades de la socie-
dad rusa, pág. 243.
1925 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 11: Actividades de la socie-
dad rusa, págs. 136-7.
1925 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 11: Actividades de la socie-
dad rusa, págs. 395-8.
1926 Etc, etc. Así de seguido hasta 1927, año en el que renuncia a su cargo
de secretario de la institución, que cierra sus puertas en forma definitiva en
1933.

Pero volvamos a Jurinets cuando sostenía que Freud no alentaba una


teoría de base materialista. Más allá de esta apreciación, que puede ser dis-
cutida, lo importante es el estilo que el autor utiliza en pos de “los actos
impúdicos, sangrientos y monstruosos” para sostener sus aciertos.
Shakespeare precede con sus palabras esta metodología. Por un lado, está
claro que Freud no se centra en las propiedades y en la dinámica del sistema
nervioso central, por más que no sean pocas sus referencias sobre este tema.
Se trata de cómo dos enfoques de una búsqueda científica que no se tocan en
puntos comunes. Años más adelante, esta misma polémica se va a instalar
contraponiendo a Freud con Pavlov. Pero era otra época, aunque los
enfrentamientos fueron igualmente ácidos y las disyuntivas pasaban por otros
canales de lo ideológico y político.
Jurinets hace otro centro de la crítica en el libro de Freud Más allá del
principio del placer, obra que, como ya ha sido informado al lector, aparece en
MARIO GOLDER | 113

ruso en 1925, con prólogo justamente de Luria y Vigotsky. Por lo que eviden-
temente toma el texto original de 1920. Llega a conclusiones tales como que
Freud no entra en consideraciones para vincular sus “neurosis traumáticas”
con lesiones orgánicas del sistema nervioso. En consecuencia, Freud vería
los procesos psíquicos como entidades independientes en estructuras cere-
brales. Aún más: atribuye a Freud una consideración del psiquismo más allá
de lo temporal y más allá de lo espacial. Postura similar a las de Bergson,
Nietszche o Simmel. Es decir, sienta en el banquillo de los acusados a Freud,
con el cargo de idealismo filosófico.
No contento con todo lo argumentado, Jurinets emprende también la otra
vía: ahora Freud no es monista. Van der Veer opina que hasta hay un desco-
nocimiento del significado filosófico del término, que existe una confusión
al adjudicar lo monista a algo que tenga consistencia o coherencia (interna).
Personalmente no creo que llegue a esos extremos, más conocedor que el
colega holandés de las polémicas filosóficas de esa época; creo que Jurinets
buscaba categorizar la pertenencia de Freud filosóficamente en la disyunti-
va entre materialismo e idealismo, y ubicarlo lógicamente entre monista y
dualista. Hecha esta salvedad, no le quito al autor toda la enorme cuota de
dogmatismo a ultranza, en su lucha por obtener una uniformidad pensante,
de la que ni los clásicos marxistas ni los líderes políticos del hecho revolucio-
nario hicieran gala en momento alguno.
A partir de estos momentos, Jurinets se aboca a la tarea de buscar contra-
dicciones e inconsistencias en la producción freudiana. La metodología adop-
tada no importa. Es así que, a troche y moche, comienza a comparar libros
del mismo autor en diferentes períodos, y libros escritos por diferentes psi-
coanalistas sobre el mismo tema. Por un lado, es absolutamente válido
visualizar la evolución del pensamiento en la producción de cada autor, en-
contrar un hilo conductor, en este análisis, de la creciente complejidad, pro-
ducto de la maduración de la experiencia de las vivencias acumuladas. Es
válido seguir el camino evolutivo de la creación intelectual. En Freud se pue-
den diferenciar sus libros escritos a fines del siglo XIX y su producción a
partir de Mas allá... Eso no entra en discusión. El Beethoven de la primera
sinfonía, el Beethoven de la novena sinfonía. En Freud, como en Beethoven,
es fácil seguir el derrotero creativo. Pero sí entra en discusión al respecto del
tema del monismo o no. Cuando Freud habla del ego o del instinto, no está
resolviendo si el enfoque es dualista o no. Jurinets queda muy lejos de anali-
zar el tema del monismo o del dualismo en el sentido filosófico, lo cual esta-
mos acostumbrados a hacer.
Podríamos decir que nuestro autor no deja títere con cabeza al analizar
los temas de la sociología o la psicología social. Con excesiva liviandad se
anima a discutir los basamentos de la psicología social, otra de las vertientes
114 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

de la psicología que se desarrolló con ímpetu, paralelamente al origen del


psicoanálisis. Desecha como fantástico el origen de la sociedad primitiva
propuesto por Freud en Tótem y Tabú, contraponiéndolo al matriarcado pri-
mitivo rescatado por Engels; todo sirve a su idea acerca de la incomprensión
del psicoanálisis de los fenómenos masivos, y lleva a callejones sin salida
todo intento de análisis científico. Freud es visto como detractor de la masa,
como fenómeno a considerar, como limitando a la misma al rincón de lo
regresivo. Considero que este aserto está muy lejos de la realidad en la pro-
yección de las ideas acerca del fenómeno de las masas.
Otra vez Jurinets levanta las banderas de las masas obreras, para él opuesta
al pequeño grupo de “intelectuales” que concluye que el psicoanálisis no
tiene nada que decir en el campo de la política, y si vamos más a lo concreto,
en las reformas en el campo. “En consecuencia —resume para nosotros—, el
psicoanálisis no puede decir nada en esos dominios cuando el marxismo es
considerado el alma de la historia”. No pierde ocasión, en su “final de ópe-
ra”, de condenar a aquel psicoanalista que trata de interpretar al comunis-
mo y al bolchevismo como fenómenos patológicos insertos en la historia de
la humanidad, y donde aflora una tendencia homosexual en el slogan de
difusión mundial “trabajadores del mundo uníos”. Como bien indica Van
der Veer: “Las ideas de Freud pueden ser incompatibles con el marxismo; el
error de Jurinets es tratar de demostrarlo”.
Pensemos sólo que la inclusión del análisis del panfleto de Jurinets se
debe, una vez más, al análisis del contexto que demuestra la situación en
que se encontraba Freud a mediados de la década del 20, en la Rusia donde
recién afloraba la producción de Vigotsky. Esta es la única razón que justifica
su selección en el presente texto.
Quizás resulte beneficioso, ante la lectura de las páginas precedentes,
buscar en la obra original de Vigotsky un antídoto a tantos improperios. Al
mismo tiempo, el lector podría acercarse a uno de los trabajos menos divul-
gados de él, aunque uno de los más significativos: El significado histórico de la
crisis en psicología, una investigación metodológica, escrito en 1927, durante su
internación en una clínica cercana a Moscú. Tomemos un fragmento y com-
paremos forma y contenido:

(Hablando de Freud)
“... por consiguiente, vemos de dónde surge Freud y hacia dónde se dirige
su sistema: de Schopenhauer y Lipps a Kolnay y la psicología de las ma-
sas. Hace falta ser sumamente intolerante para silenciar la metapsicología,
la psicología social, la teoría de la sexualidad de Freud, cuando se explica
el sistema del psicoanálisis. Ese modo de exponer el sistema llevaría a que
una persona que no conociera a Freud obtuviera una idea equivocada de
MARIO GOLDER | 115

él. El propio Freud habría sido el primero en protestar contra la denomi-


nación de ‘sistema’. En su opinión, uno de los mayores méritos del psicoa-
nálisis y de su autor consiste en que éste se elude conscientemente del
carácter de sistema (1925). El mismo Freud rechaza el ‘monismo’ del psi-
coanálisis: no insiste en reconocer el carácter exclusivo y original de los
hechos descubiertos por él, no trata en absoluto de ‘ofrecer una teoría ex-
haustiva de la vida espiritual del hombre’. Se limita a exigir la aplicación
de su tesis para completar y corregir nuestros conocimientos obtenidos
por cualquier medio. En otro lugar dice que el psicoanálisis se caracteriza
por su técnica y no por su contenido. También manifiesta que la teoría
psicológica es sólo temporal y que será sustituida por una teoría orgáni-
ca.”

Para concluir expresando que no se puede hacer una crítica del psicoaná-
lisis sin realizar un exhaustivo análisis de él, y mucho menos con la “inge-
nua superposición de los rasgos de dos sistemas distintos”.
Los autores de este libro desean fervientemente que la diatriba crítica de
Jurinets haya sido adecuadamente enmarcada por el lector.
Pero volvamos al círculo alrededor del cual estamos girando: P. Razmyslov
presenta, en el año de la muerte de Vigotsky, un sonado artículo en el Libro
sobre la revolución proletaria. El trabajo se llama Sobre la teoría histórico-cultural
en la psicología de Vigotsky y Luria. Van der Veer habla de “artículo infaman-
te”. Nosotros, simplemente, lo incluimos en el círculo de lo que Shakespeare
llamó “impúdicos, sangrientos, monstruosos”. En realidad, estas diatribas
no hacen más que continuar otras ya existentes en la década anterior; se
apoyan en, por ejemplo, sostener que las ideas de Vigotsky son tan generales
y abarcativas que no pueden definir las específicas cualidades de infancia y
adolescencia de un cercano mundo comunista. Suavemente, comienza criti-
cando a Vigotsky y Luria por la amplitud paralizante de sus ideas. No duda
en presentar citas de Marx y Engels en lo concerniente al desarrollo de la
conciencia individual. De este concepto liminar, que sostiene la conciencia
individual a partir de la conciencia de clase, deriva en una fuerte crítica a
Vigotsky sobre sus escasas referencias a los “colectivos sociales”. No hace
más que señalar —como lo hace Vigotsky— que el individuo se apropia de
las ideas y los valores del grupo, pero a éste lo remite a la influencia
neopositivista de Durkheim y Lévy–Bruhl. Se pregunta “¿qué quiere signifi-
car Vigotsky cuando afirma que cada función psicológica aparece dos veces,
primero en un plano Inter-psicológico y luego en el plano Intra-psicológi-
co?”. Se pregunta Razmystov: ¿no se trata entonces, exactamente, de las ideas
de Durkheim? Escuchemos, a continuación, parte de su dialéctica:
116 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

“Donde resulte necesario hablar desde nuestros puntos de vista sobre la


clase y la producción del entorno, sobre la influencia de la escuela, la van-
guardia a cargo del movimiento Pioneros, y el movimiento de las juventu-
des comunistas como exponentes de la influencia del partido comunista
del proletariado...”.

Van der Veer hace un buen listado de todas las acusaciones ya citadas, a
las que agrega ahora ataques en un terreno personal, buscando “errores teó-
ricos”, refiriéndose a las obras tempranas de Vigotsky y, un día, a los “peca-
dos psicoanalíticos” de ambos autores. A todo lo que significaba, a fines de
los treinta, consecuencias trágicas terminales.
Uno de los autores de este libro tuvo la oportunidad de entrevistar, por
primera vez, en 1988, a Guita Lvovna, hija de Lev S. Sentados en su escrito-
rio, en un antiguo y hasta modesto departamento, compartido con su hija y
su familia, comenzamos la entrevista junto a documentos, fotografías, cartas
recibidas de todo el mundo, su archivo personal, su correspondencia. Me
obsequian una reciente edición de Psicología del Arte (Moscú, Editorial Peda-
gógica, 1987) con una dedicatoria: “A Mario Golder, con mis mejores senti-
mientos de amistad y agradecimiento”. Pero el motivo de esta evocación es
otro. Al promediar la entrevista, y llegando a los inevitables temas que justi-
fican este quinto círculo, Guita, con visible emoción, relata acontecimientos
familiares, como la detención del tío David —uno de los más importantes
hispanistas de la época, traductor de la novelística latinoamericana de los
veinte y treinta—, su confinamiento y muerte en un campo de concentración
y su rehabilitación en la época post-stalinista. En algún libro anterior se ha
hablado en extenso sobre este tema. Finalmente, y como pensando para sí,
dice más o menos lo siguiente: “Usted sabe... mi padre muere en junio de
1934 de una larga tuberculosis. Su muerte podría haber sido muy otra si
hubiese seguido viviendo…”. La referencia era muy clara. Como el círculo
evoca al Hamlet de Shakespeare, acto quinto: “lo demás es silencio”.
También encontramos seres impúdicos y monstruosos, como los descri-
be Shakespeare, todavía en vida de Vigotsky. En el texto Libro sobre la revolu-
ción proletaria encontramos un capítulo de P. Razmislov, llamado: Terapia his-
tórico-cultural en la psicología de Vigotsky y Luria, donde el autor denunciaba y
alertaba sobre lo negativo desde el punto de vista político presente en la
teoría de Vigotsky: la denuncia era clara: “La teoría de este autor, según el
científico, reaccionario, anti marxista y enemigo de la lucha de clases, conlle-
va en la práctica a conclusiones anti-soviéticas”.
En otro trabajo que tenemos pensado, podremos dedicarle a Razmislov
mucho más lugar, porque sus diatribas hicieron época en esa década del
treinta, en especial las consagradas a enlodar todos los esfuerzos de este
MARIO GOLDER | 117

enfoque en psicología y educación (aportados por éstos y otros autores, en-


juiciados en este capítulo). Pero ya podemos asegurar que los epítetos enu-
merados eran causal de despido, exilio, prisión y hasta muerte, como ya lo
hemos demostrado en algunos de nuestros libros anteriores.
Podemos tomar otro caso, quizá menos virulento y agresivo que el ante-
rior, pero no menos perjudicial para el destino, la difusión y la referencia de
la obra de Vigotsky, en su país y en el extranjero. Estamos hablando de V. N.
Kolbanovsky, figura de prestigio, del cual podemos rescatar algunos traba-
jos que llegaron a nuestras manos —algunos en su idioma original, algunos
transcritos al inglés por alguno de los especialistas en el mundo—; de este
enfoque, Razmislov, por lo visto en su ataque, siempre frontal, se mantiene
coherente en todo momento; en cambio Kolbanovsky toma, en 1934 una
postura, y en 1936 cambia radicalmente su longitud de onda y, lo que en la
primera fecha iba a caracterizar en el libro Pensamiento y Lenguaje como “he-
cho significativo para la ciencia” y a su autor como “brillante psicólogo so-
viético”, en 1936 (recuérdese el ukaz de julio de ese año en contra de la psico-
logía y sus sostenedores) vira radicalmente de posición: el decreto del comi-
té central del partido comunista pasó a convertirse en una “excelente resolu-
ción”. Afirma entonces que en Vigotsky existe “una serie de posiciones teó-
ricas (...) incorrectamente formuladas, que posibilitan concluir en posturas
políticas reaccionarias”.
Si afinamos la mirada y la exactitud de las fechas, podremos ver que el
referido decreto es de julio de 1936, y estas palabras de Kolbanovsky se leen
en agosto del mismo año. El archivo personal de la familia Vigotsky obtuvo
un estenograma de esas reuniones. Convengamos, claro, en que cuando se
publica el decreto ya existía en la sociedad soviética de esa época el terreno
propicio para su divulgación. Quizá dos años fueron suficientes para deter-
minar tan drásticos cambios.
Veamos cómo las críticas adoptan formas diferentes en ambos casos:
Rudneva y Kolbanovsky. Veamos las de este último, para dedicarle a la pri-
mera las páginas siguientes. En efecto, Kolbanovsky mantiene una posición
dual, en la que, por un lado, busca “conservar las afirmaciones correctas de
Vigotsky”, pero, por otro lado, tomando el conocido concepto de zona de
desarrollo proximal, el crítico dice: “Materialmente no existe ninguna nece-
sidad entre nosotros de mantener esta zona de desarrollo como criterio para
la explicación de la maduración intelectual del niño, no nos es necesaria y, es
más, es equivocada. Esto lo debemos afirmar en forma contundente. Pero no
debemos dejar al niño junto al agua con jabón que lo limpie. No se puede negar lo
siguiente: Cuando el psicólogo, ya sea por los tests o sin su utilización, como
por el camino de la observación, el estudio del niño, las entrevistas con él,
etc, deberán definir qué de todo esto alcanza a diagnosticar a este niño.
118 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

¿Podemos con esta metodología imitarlos sólo por estos fenómenos, por
aquellos que demuestran la personalidad de ese niño en determinado mo-
mento, confiar en sus expresiones externas para determinar el desarrollo
intelectual del niño como tal?”
La respuesta de Kolbanovsky no tarda en llegar. Siempre de acuerdo al
estenograma citado, es la siguiente: “Por supuesto que no. La tarea de nues-
tra ciencia consiste en que, para profundizar en la esencia del niño, para
poder acceder a lo profundo, lo que le manifestación externa no muestra
Nosotros no vamos a llamarlo zona de desarrollo proximal, pero vamos, sí,
a evaluar al niño que tenemos entre nosotros (...) no por aquello que nos
muestre en seguida, sino por aquello que es capaz de hacer en el futuro.
Nosotros deberemos profundizar en su naturaleza psicológica. Sólo lo pue-
de responder el principio que rige una investigación científica completa...”.
Con todo respeto, y en silencio, leo las palabras inspiradas que, con emo-
ción, vierte la hija de Vigotsky recordando estos hechos. Personalmente, y
con el “extrañamiento” que nos dicta la distancia temporal, mi condena al
clima que dictó, directa o indirectamente, éste y el juicio que leerán a conti-
nuación, sería mucho más lapidario. Pero veamos cómo lo considera Guita
Lvovna exactamente:

“Quiero pedir disculpas al lector por esta cita tan prolongada. Pero quiero
transmitir (para que se sienta) la atmósfera de esos años, para que puedan
ver con sus propios ojos lo que significaba y se entendía por discusión
científica. En verdad, de científicas estas discusiones tenían muy poco,
opinión libre no existió. En realidad, se trataba de una destrucción plani-
ficada y organizada de lo científico. Y el propio autor no pudo apoyarse
en la verdadera ciencia. No podía responder con su verdad.
¿Qué más podemos añadir en este punto?
(…)
. El 4 de julio, cuando apareció el decreto del Comité Central del Partido
Comunista —en el que se enjuiciaba la paidología— no había duda algu-
na de que afectaba el nombre de Lev S. Claro, él publicaba textos
paidológicos, dirigía la cátedra de paidología, era autor de una serie de
trabajos, en cuyos títulos figuraba “paidología”, “paidología del adoles-
cente”, “paidología de la edad escolar”, “diagnostico del desarrollo y clínica
paidológica del niño difícil”, etc. Este decreto, con todas las consecuencias
que de él emanaban, lastimó su figura: sus libros prácticamente desapare-
cieron, su nombre quedó relegado al olvido…
Puede ser que estas conclusiones no hubieran debido ser tan severas, por
cuanto Lev S. había muerto y, por consiguiente, ninguna “actividad
malintencionada” estaba en sus manos. Puede ser que su nombre no justi-
MARIO GOLDER | 119

ficara semejantes calificativos... si no hubiera aparecido el artículo de E. I.


Rudneva. En este punto sí que se apuró. El trabajo se llamaba Las desviacio-
nes paidológicas de L. S. Vigotsky, y apareció en 1937, en Moscú. E. I. Rudneva
tampoco se encuentra entre los vivos. Y sobre los muertos se estila hablar
bien o callar. Yo, personalmente, hubiera elegido la segunda variante, pero
no puedo dejar de hablar sobre ello, porque estoy segura de que jugó un
papel decisivo en el destino de la herencia creativa de mi padre.
En ese trabajo se suceden citas aisladas de su producción. Separadas de
contexto. Fueron montadas de manera tal que al lector se le imponía una
clara sensación de que al autor a quien están dirigidas estas imprecaiones
no debían ser otras que negativas. En el trabajo, Lev S. no aparece como
malo o como enemigo, pero el lector es llevado a tal situación. Llega de
forma espontánea a esa conclusión. Ahora ya quedan pocos de aquellos
que han leído ese trabajo, muchos simplemente ni han escuchado su nom-
bre, ni tienen noción de lo que había escrito en su época. Pero para llegar
a entender todo lo que en su momento sucedía, es necesario, aunque sea a
vuelo de pájaro, conocer los hechos.
El trabajo fue escrito en un tono condenatorio. Las palabras, la teoría, la
investigación, cuando estaban vinculadas a Vigotsky, siempre eran cita-
das entre comillas. El autor investigado era mencionado como “falso
teorizador” sobre temas de educación y desarrollo. Reconociendo la ur-
gencia y la actualidad del decreto del Comité Central del Partido Comu-
nista de la Unión Soviética, del 4 de julio de 1936, Rudneva exige una
denuncia de esa “concepción antimarxista y falsificada”. Y como uno de
los “baluartes” de la paidología, cuyos libros determinaron un gran dete-
rioro en la escuela soviética, fue L. S. Vigotsky, la autora insta a profundi-
zar dicha denuncia y a expulsar de la escena del científico dichas teorías,
cuando todavía algunos de sus continuadores no han sido denunciados
(Luria, Leontiev , Shiff y otros). “El análisis de sus trabajos descubre el
carácter antimarxista de sus puntos de vista, y una vinculación orgánica
con el enfoque antileninista de la teoría de la escuela”; ‘su trabajo y el de
sus discípulos, sobre los niños, resulta una clara afrenta contra nuestra
infancia soviética, y nos conduce a absurdos tests y encuestas vinculadas
a Piaget ,Claparède y otros;
“Resulta que Vigotsky niega la influencia de la educación en el desarrollo;
considera que ‘no ocasiona cambios en el desarrollo del niño’, que soste-
ner esta posición es ‘totalmente incorrecto, es una afirmación insultan-
te...’. En la base de los temas psicológicos cognoscitivos (...) se mantiene
en posiciones de un idealismo subjetivo, pero como un ecléctico, unido a
un mentalismo vulgar... ignorando las enseñanzas marxistas y leninistas;
antimarxista, antileninista es también su teoría del surgimiento y desarro-
120 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

llo del lenguaje (...) y la confrontación de la palabra oral y la palabra escri-


ta es idealista, formal y escolástica.
Especialmente negativas son sus concepciones sobre la zona de desarrollo
proximal. La teoría de la zona de desarrollo proximal “que Vigotsky y sus
alumnos consideran propia, pertenece a la escuela del americano McCarthy
(...) De esta manera, Vigotsky y sus continuadores dejan a la escuela y al
maestro totalmente indefensos ante el cambio posible en el desarrollo in-
fantil (...) Es una teoría sin duda anticientífica. (...) Su teoría sobre la crisis
es sólo un esbozo de teoría que desmoviliza el accionar del maestro. (...)
La profundamente errada teoría de Vigotsky ocasiona un profundo mal a
la escuela. (…) Este sistema propuesto por Vigotsky debe dejarse total-
mente de lado, y no sólo corregirlo. La base metodológica de todo lo ex-
presado es una expresión de la concepción de Mach acerca del intelecto,
de su autodesarrollo, de su independencia del mundo externo, un divor-
cio metafísico entre pensamiento y contenido. (…)
Vigotsky pasa de una metódica burguesa a otra. (...) La labor experimental
de Vigotsky y, en general, sus investigaciones, ocupan un lugar muy limi-
tado. Habla mucho de los resultados de sus investigaciones experimenta-
les y demasiado poco de su propia metodología de investigación. Tanto a
él como a sus colaboradores (Luria, Sajarov, Shiff, Zankov, Leontiev) les
cabe la enorme responsabilidad de divulgar entre nosotros una metodolo-
gía burguesa, en parte la de Piaget. (...) La metodología de Vigotsky-Sajarov
no se diferencia en lo más mínimo de la que utiliza el conocido psicólogo
alemán fascista N. Ach. (…)
Estos absurdos experimentos no hacen otra cosa que denigrar a nuestra
infancia. (...) Vigotsky, con frecuencia, se apoya en los demagógicos escri-
tos de Neusseman, uno de los más conspicuos apologistas de la germanía
fascista. (...) Para los paidólogos, entre ellos para Vigotsky, las imprecaciones
en contra de nuestros niños de familias obreras se asemejan a la aprecia-
ción de los imperialistas sobre los pueblos colonizados, como una mera
justificación de la ocupación de nuevos territorios en nombre del progreso
y la cultura”.
Para finalizar: “...la teoría del desarrollo cultural es una teoría
contrarrevolucionaria que hay que erradicar”.

Son las palabras finales de Guita Lvovna, hija de Vigotsky: “Por lo visto,
realmente es suficiente. Es difícil, no tiene sentido escribir todo esto. Y consi-
dero que también leerlo resulta claro. Si Lev S. hubiera estado vivo en 1937,
cualquiera de estos fragmentos hubiera sido suficiente para acabar con su
vida y con su destino. Pero ya no estaba entre los vivos (así hubiera dicho,
por suerte)”. Mi amigo B.P. Zinchenko escribió, en 1989: “Vigotsky tuvo la
MARIO GOLDER | 121

suerte de morir a tiempo, antes de todo esto...”.

También podemos leer, en el artículo En pos de una firme adhesión al bolche-


viquismo en cuestiones de psicología, de M.N. Maslina, escrito en Temas de filoso-
fía, nº 2, 1948, Moscú, estos fragmentos:.

“En las presentes condiciones, la forma marxista-leninista de abordar los


problemas psicológicos adquiere una especial significación. Nuestra lu-
cha ideológica contra teorías e influencias pseudo científicas y reacciona-
rias de orden burgués, existentes en la psicología, aún no se ha desarrolla-
do de manera suficiente. Los psicólogos soviéticos todavía no se han so-
metido a una profunda crítica frente a los embates y conceptos pseudo
científicos de la psicología burguesa.
La psicología burguesa parte de una concepción idealista de la mente,
separando la mente y la conciencia de los hombres de su existencia social.
Hace derivar los rasgos psicológicos del hombre de leyes mentales su-
puestamente eternas, inmanentes e inmutables, de un caudal intuitivo y
de sus impulsos inconscientes. La psicología burguesa pretende ser una
ciencia independiente de las clases sociales, una ciencia sobre la mente del
‘hombre en general’, pero que de hecho está subordinada, como las demás
ciencias, a los intereses políticos del imperialismo contemporáneo. Ya en
su época manifestó Lenin que ‘dentro de la burguesía, la imparcialidad no
constituye, por lo general, más que una expresión hipócrita, encubierta y
pasiva de lealtad para con la clase de los satisfechos, de los amos y los
explotadores’. La índole de la psicología burguesa se revela con claridad
prístina en estos momentos en que sus exponentes extranjeros han toma-
do abierta posición al servicio del imperialismo y de la propaganda, en
favor del individualismo y del egoísmo desvergonzados y de baja condi-
ción zoológica.
(...) Desde este punto de vista, los psicólogos soviéticos deberán colaborar
activamente en las tareas de eliminar de la conciencia del pueblo soviético
todo vestigio de capitalismo. Se hace imprescindible evaluar con criticis-
mo nuestra literatura psicológica, de los últimos años. Con este fin, exa-
minaremos a continuación la obra del profesor Leontiev, recientemente
publicada1.
La psicología burguesa separa de manera esencial la conciencia ante los
acontecimientos del mundo material-objetivo. Leontiev, por el contrario,
va a destacar que la actividad mental interna se encuentra unida en forma

1 Leontiev, A. N., Estudios sobre el desarrollo del psiquismo, Moscú, 1947.


122 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

indisoluble a la actividad externa. A pesar de ello, no ofrece una sólida


explicación materialista de esta cuestión. No destaca lo suficiente el papel
fundamental y decisivo de la actividad material de los hombres, su exis-
tencia social. El autor se limita, simplemente, a afirmar que la transforma-
ción de la estructura interior de la conciencia individual de los hombres
depende de la existencia social. Va a intentar presentar un plan de investi-
gación psicológico concreto, cuya única finalidad sería la emergencia del
hombre nuevo que creará una vida nueva, socialista, que nos conducirá al
goce pleno de las mejores capacidades y tendencias de la humanidad.
En esta concepción de la evolución histórica de la conciencia individual,
propuesta por el profesor Leontiev, se pueden observar opiniones discuti-
bles, a la vez que graves deficiencias, y un cierto número de juicios perso-
nales que merecen una fundamentada crítica.

(…) Por ejemplo, recurre escasamente a las opiniones de Lenin y Stalin


acerca de la conciencia; por otra parte, ni siquiera se beneficia por las ob-
servaciones del camarada Stalin acerca de su especialidad, y que se pue-
den encontrar en la obra de este último ¿ Anarquía o Socialismo?
(…) Leontiev incurre en la grave falacia de caracterizar de manera poco
satisfactoria los rasgos distintivos de nuestra nueva etapa. Su lectura es
pálida y fragmentaria; es evidente que no puede mostrar la verdadera
riqueza espiritual del nuevo ser soviético y la alta tesitura moral a las que
se accede en las condiciones de vida reinantes en una comunidad socialis-
ta. Esto debería constituir el tema primordial en todas las ciencias sociales
incluyendo, por supuesto, a la psicología.
(...) El profesor Leontiev incurre, en su obra, en una serie de graves erro-
res, en especial debidos a su enfoque apolítico y ‘objetivista’. Por ejemplo,
no presenta una concreta crítica dirigida contra la naturaleza reaccionaria
de la psicología burguesa contemporánea en sus variadas manifestacio-
nes. Cuando la crítica aparece, ésta es débil e insuficiente.
En la lectura de su libro vemos un sinnúmero de referencias a los ‘grandes
famosos’, ‘celebrados hombres de ciencia burguesa’. Llama la atención el
hecho de que pase por alto toda la obra realizada en nuestro país. Así, por
ejemplo, al explicar el ‘sustrato material de la mente’, no concede una jus-
ta atención a las enseñanzas de Pavlov, justamente a la base psicológica de
la mente, sin la cual resulta imposible tratar de manejar científicamente el
tema en cuestión. Es evidente que no hace una estimación correcta de las
investigaciones de sus colegas rusos, en especial las enseñanzas de Pavlov
en el terreno del estudio de los reflejos condicionados.
(...) …estos y otros hechos señalan con claridad que el autor no se apoya
en los principios leninistas del partidismo. Muchos de los temas aborda-
MARIO GOLDER | 123

dos aparecen en forma harto académica, en especial los dedicados al desa-


rrollo de la conciencia humana. Tampoco aborda la temática económica de
manera correcta. Así, por ejemplo, escribe: ‘El obrero vende su trabajo’.
Así expresado no es más que una reiteración de las posiciones de la econo-
mía burguesa, ya desenmascarada hace mucho tiempo por Marx.
Finalmente, la obra está escrita con un lenguaje pesado y excesivamente
oscuro. Aparecen con frecuencia formulaciones carentes totalmente de
sentido. El estilo doctoral asumido es señal de una escasa consideración
por parte del autor hacia sus lectores.
Como conclusión, Leontiev necesitará realizar una revisión general de la
obra, para poder eliminar toda su serie de consideraciones insuficientes y
equivocadas en ella vertidas.
En psicología, como en todas las esferas de nuestra tarea ideológica, es
necesario trasladar a la esfera de la vida —¡en forma urgente!— el inalte-
rable principio del partidismo bolchevique”.

Con seguridad, estos dos apellidos (Rudneva y Maslina) el lector no los


conoce. Seguramente no los conocerá nunca, a no ser que sea un especialista
dedicado a la distorsión que la segunda mitad de la década del treinta
orquestó en contra de la escuela histórico-cultural, en psicología y educa-
ción, iniciada por L.S. Vigotsky y continuada, hasta el día de hoy, por sus
muchos sostenedores, ahora en el mundo entero. Nos estamos refiriendo a
A.V. Kozyrev y a P.A. Turko, quienes, dos años después de la muerte de
aquél y, concominantemente con él ya famoso (por lo menos en este libro)
decreto del Comité Central del Partido Comunista en contra de la psicolo-
gía, publican, en el nº 2 de la revista Escuela Superior, otra diatriba en contra
del autor de Pensamiento y Lenguaje. Esta diatriba lleva el nombre de La escue-
la pedagógica del profesor L.S. Vigotsky.
Este texto no amerita su transcripción total, aunque sí de algunos puntos
esenciales, que se suceden, uno a uno, a lo largo de no más de trece páginas.
Veamos nuestro intento.
1.- Crítica a la así llamada “Escuela paidológica de Leningrado”. Kozyrev
y Turko eran trabajadores científicos del afamado Instituto Pedagógico Su-
perior Herzen de esa ciudad. Tanto de las memorias de la hija de Vigotsky,
como de los recuerdos del propio Elkonin —antes evocado en otro de nues-
tros círculos— surge la frecuente visita que hacía éste a la ciudad del norte
de Rusia, en una apretada agenda que incluía clases, conferencias, semina-
rios, controles, encuentros científicos, etc. Por ejemplo, de estas entrevistas
entre Elkonin y Vigotsky surge la idea de Psicología del Juego (del primero
de ellos). Muchos exponentes oportunamente consultados atestiguan la pro-
funda repercusión del pensamiento histórico-cultural en los medios acadé-
124 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

micos y científicos leningradenses


2.-Crítica a la posición de Kolbanovsky (anteriormente citado). Pero nó-
tese que los comentarios están dirigidos al autor en 1934, año de la muerte
de Vigotsky. Ya se mencionó que podemos hablar de dos Kolbanovsky. En
ese año realiza un elogioso prefacio a Pensamiento y Lenguaje. El segundo es
de 1936, y la posición cambia radicalmente, adaptándose fieramente a las
exigencias del poder político. Queda claro que la crítica es al autor en 1934.
“La evaluación de Kolbanovsky es sumamente positiva”. Por lo tanto, hay
que denunciarlo como parcialmente responsable de la popularidad de
Vigotsky en los círculos de Leningrado.
3.-En este período se desarrolla el concepto de zona de desarrollo próximal,
pero nuestros Kozyrev y Turko critican, acertadamente, de este concepto,
que “no hace más que repetir el viejo eslogan sobre la herencia de la ense-
ñanza”. Critican el no haber incorporado la posición de Montessori de que
los niños pueden aprender a escribir a los cuatro o cinco años de edad.
Vigotsky acepta la existencia de períodos óptimos para enseñar y aprender
tópicos específicos. Y es en este momento que nuestros inquisidores se pre-
guntan cómo hará el Partido, en consecuencia, para terminar con el analfa-
betismo de las masas de adultos. De ahí una conclusión en forma de pregun-
ta: ¿cómo pueden los obreros ser preparados para conducir los destinos de
la patria? No con intelectuales como Vigotsky, quien sostiene la inferioridad
biológica de la clase obrera.
4.-Van der Veer asegura que, en estas imprecaciones, los autores no hacen
más que transcribir frases enteras del decreto de 1936 en contra de la
paidología. El trasfondo es refutar los basamentos que planteó Vigotsky acerca
de la zona de desarrollo próximal, ya conocida por todos los estudiosos del
tema desarrollo: el aprendizaje puede anteceder y antecede al proceso de
desarrollo (véase este tema en la polémica con Piaget). Principio general,
donde el aprendizaje no determina, por ejemplo, una correspondencia
unívoca con el desarrollo, etc, sería inaceptable en el país, en esa época. La
enorme y trágica falencia de los autores-críticos es considerar que se estaría
ante una determinación biologista que condiciona la posibilidad del desa-
rrollo.
5.-Ya aparecidos los trabajos de Stalin sobre el problema nacional y la
lingüística, nuestros críticos afirman que Vigotsky comete varios errores en
los temas lingüísticos y, que carece, por ende, de conocimientos necesarios
para abordar temas donde ya existen posiciones “definitivas”.
6.-Para ellos la paidología como ciencia no tiene derecho a la existencia.
Dicho en otros términos, la crítica se extiende en amplitud y en profundi-
dad, centrada en la figura de Vigotsky. Y no solamente en ello. Por ejemplo,
Levina, integrante pionera del grupo de los ocho iniciáticos de la teoría his-
MARIO GOLDER | 125

tórico-cultural, aparece condenada por las referencias laudatorias hacia la


producción vigotskiana. La categoría intelectual de Levina, sobre la que no
se ha escrito suficiente, era a la sazón Jefa de la Facultad de Paidología del
mencionado Instituto Pedagógico Herzen. Es el motivo. Su relevancia inte-
lectual era lo que molestaba y los “nuevos tiempos exigían una urgente de-
puración”. Levina, quien, entre otras obras, en 1936, año letal, había osado
publicar en Moscú su obra Psicología del lenguaje infantil en paidología. Otra
víctima: el discípulo de Vigotsky, Zankov, quien escribe, junto con Shiff y
nuestro conocido Elkonin Desarrollo Mental Infantil en los procesos educativos,
y que viene publicando desde 1930 trabajos sobre memoria, recuerdo activo,
etc. A él se le increpa haber tomado posturas de Vigotsky sobre conceptos
científicos y conceptos cotidianos.
Queremos terminar este desagradable relato acerca de los “actos impúdi-
cos, sangrientos y monstruosos producidos por la astucia y la violencia” como
los encara el autor de Hamlet. Nada mejor que transcribir cómo nuestros
críticos finalizan su trabajo:

“El ejemplo de acrítica recepción y exaltación del profesor L.S. Vigotsky,


subraya nuevamente la necesidad de una vigilancia de clase, intensificada
en todos los dominios de nuestro conocimiento científico, dado que en el
trabajo de sabotaje el enemigo utiliza todas las posibilidades, y hace eclo-
sión donde no lo esperamos”.

En la dramática conversación entre la reina y Hamlet, ella le implora:

“¡Oh Hamlet, no digas más! ¡Tus razones me hacen dirigir la vista a mi


conciencia, y allí distingo tan negras y profundas manchas, que acaso nunca
podrán borrarse”.
Sexto círculo

“…palabras, palabras, palabras...”


Hamlet, acto segundo

Mis últimos libros siempre finalizan con una especie de apéndice; se lla-
maron: un apéndice necesario, uno, otro un apéndice más que necesario. En
este caso, los círculos que nos acompañaron se cerrarán con el “palabras,
palabras, palabras...” que pronuncia nuestro héroe homenajeado, nuestro
Hamlet, Príncipe de Dinamarca. Este sexto círculo contiene documentos autén-
ticos, que atestiguan nuestra búsqueda por contextualizar dos situaciones. A
saber: seguir los pasos del primer Vigotsky que sin duda alguna abreva en
Freud, Jung y Adler, en especial durante los diez primeros años de su pro-
ducción intelectual, en el calendario de 1915 a 1925, en una edad cronológica
de los 20 a los 30 años de su no muy larga vida.
El segundo hito trata de testificar, también, la inserción del primer Freud,
del psicoanálisis, de sus primeros continuadores en Rusia de esa época, pero
con un sesgo distinto. Hemos tratado de demostrar el impacto de esta con-
cepción en documentos históricos liminares: la Rusia de los últimos años del
régimen zarista y la Rusia de los primeros años post-revolucionarios a partir
de los acontecimientos trascendentales de octubre de 1917. Pero no nos va-
mos a contentar sólo con la inserción de una teoría en un medio fértil para
ello. Se trata también de la aparición de los jóvenes psicoanalistas rusos —la
mayoría de ellos formados en Austria y Alemania antes de la primera guerra
mundial—, de su regreso a Rusia, de su radicación en ciudades del sur de
Rusia y Ucrania (la zona posible para el asentamiento de profesionales ju-
díos), etc., etc.
El primer documento presentado es el prólogo a la traducción rusa del
libro Más allá del principio del placer, publicado en Austria en 1920 y editado
en ruso en 1925. Ambos prologuistas, nuestros Lev S. Vigotsky y A. R. Luria,
ameritan en ese entonces excelentes trayectorias como para encabezar ese
cometido. Ambos son muy jóvenes (29 y 23 años, respectivamente), y pre-
sentan al lector uno de lo autores emblemáticos del siglo. Ambos son cono-
cedores, lectores, exégetas del psicoanalista, a pesar de desarrollar una línea
128 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

de pensamiento distinta, lo que llevaría a la confección de una teoría históri-


co-cultural con un eje que pasaría por Spinoza-Hegel-Marx, en el caso de
Vigotsky; en el caso de Luria, conocimiento, adhesión, y polémica con el
autor de La interpretación de los Sueños, lo que le hace crear una asociación
psicoanalítica en su ciudad, Kazan, reconocida personalmente por Freud, y
secretario, luego, de la asociación psicoanalítica rusa; luego inicia otro de-
rrotero que lo lleva a ser considerado, en la arena internacional, como fun-
dador de una nueva disciplina: la neuropsicología. Ambos de una cultura
vastísima y de una coherencia interna que no impide una confrontación teó-
rica y metodológica; ambos víctimas, de una manera u otra, de los avatares
histórico-políticos impulsados por Stalin y sus adláteres: todo ello amerita
con creces la introducción del texto de Freud.
Documento liminar, momento de cambio, el libro traducido y prologado
por estos autores marca el punto más alto de esta avant-garde en psicología
que, justamente en 1925, convalidó el apelativo de “década de oro” en las
ciencias y el arte. Vanguardia que sólo el élan vital del momento revoluciona-
rio, de transformaciones estructurales, podía prever.
Como segundo testigo de este último círculo se presenta el Diccionario
Psicológico Abreviado, editado por Progress Publishers. Diccionario que apa-
rece en Moscú en 1985 y es traducido al inglés en 1987. La seriedad de la
publicación está garantizada por el hecho de que la redacción general quedó
a cargo de A.V. Petrovsky y M.G. Yaroshevsky, especialistas en temas de la
teoría psicológica y de la historia de la psicología. Conocí a ambos en las
décadas del 70 y 80. Del primero tengo en mis manos trabajos editados en
ruso sobre distintos aspectos de la psicología social; del segundo, utilizo como
libro de consulta su Historia de la Psicología y un clásico, su Psicología del siglo
XX. Su libro sobre Vigotsky es hoy uno de los ensayos más serios sobre este
autor. Es un referente importante ante la profusa bibliografía al respecto:
Kozulin, Wertsch, Van der Veer, Lompscher, Holzman, Daniels, Elhammouni,
Duarte, nuestros propios trabajos, etc.
El porqué de la inclusión, en este círculo, de algunos términos definidos
en el diccionario está dado por conocer la visión académica de términos de
alguna manera vinculados a la jerga psicoanalítica tradicional. La visión fue
muy distinta en los veinte, muy crítica (dogmáticamente crítica) en los 40, de
mayor amplitud en los 60.
Por esta razón, el lector interesado podría ponerse de acuerdo con la per-
cepción de la realidad psicoanalítica mundial desde la órbita de la psicolo-
gía soviética de los 80. Una vez afianzado el enfoque histórico-cultural en
psicología y educación (hay que señalar que nunca, en ese país, fue la única
teoría con aceptación total dentro de la grey científica), ya muertos todos los
representantes más importantes de esa corriente de pensamiento (Luria en
MARIO GOLDER | 129

1977, Leontiev en 1979 , Zaparoyetz en 1981, Elkonin en 1984, etc.), la visión


del hecho psicoanalítico en 1985 permitirá entender los vínculos, las polémi-
cas existentes, la percepción actualizada de esta línea de pensamiento referi-
da a la obra en cuestión.
Este es el único sentido de esta inserción, y es por eso que, de la multipli-
cidad de términos, hemos seleccionado sólo algunos que consideramos que
pueden ser de interés. Ellos son:
- Análisis existencial.
- Catarsis.
- Defensas psicológicas.
- Freudismo.
- Freudomarxismo-
- Neofreudismo.
- Psicoanálisis.
- Psicología del yo.
- Psicología profunda.
- Teoría histórico-cultural.
Luego es el turno de Melanie Klein. Lo que en los 20 era un cuasi conoci-
miento inmediato de la obra de un pensador importante, en los 60, 70 y 80 se
convertía en una rara avis, inhallable, ni siquiera existente en las bibliotecas
nacionales o especializadas. Acceder a uno de estos ejemplares era toda una
aventura —también del bolsillo, ya que la cotización de un Klein subía a las
nubes. Lo mismo sucedía con Freud, Lacan y Fenichel. Más allá de lo anec-
dótico, y vivenciado personalmente, el caso Melanie Klein en la Rusia de los
veinte (que es lo que nos convoca en este libro) resulta paradigmático. Que-
dó unida a los nombres de Kollontai, Rosa Luxemburgo, Nadezhda Krupskaia
(compañera de Lenin) y otras, que subvirtieron el clásico rol de la mujer y la
educación infantil en esa etapa de transición de lo conservador, de lo tradi-
cional, a nuevas formas libertarias, que sólo una revolución radical podía
proporcionar.
En las aulas de la Facultad de Psicología de la Universidad Estatal de
Moscú se hablaba de la gestión personal de Nadezhda Krupskaia sugirien-
do la edición del libro iniciático de Melanie Klein. Había quedado impactada
por las nuevas formas de relación entre el adulto y el niño, entre la madre y
el niño, por la aceptación de la sexualidad infantil, y por el destierro de todo
lo que fuera transmisión errónea y mistificada acerca del origen de las cria-
turas, apoyado en referencias fantásticas y estrambóticas.
También podemos destacar que ese libro aparece enmarcado en una co-
lección llamada Biblioteca Psicológica y Psicoanalítica, dirigida por nuestro
ya conocido I.D. Ermakov, por ese entonces presidente de la Asociación
Psicoanalítica Rusa (secretaría a cargo de otro conocido nuestro: A.R. Luria).
130 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

Así como Freud reconoce que las primeras traducciones de sus obras a
otro idioma fueron realizadas en Rusia en la primera década del siglo XX,
Melanie Klein recibe la posibilidad de trascender sus propias fronteras, con
su libro, primero traducido al ruso y publicado a pocos años de ser escrito.
Es interesante consignar la extensión que se buscaba en esa Rusia de los 20 a
las arenas de lo pedagógico. Esa también fue la intención de la propia Melanie
Klein: trascender a la sociedad, a la educación general, a la escuela, a los
vínculos entre adultos y niños. No olvidemos la formación profesional de la
autora, y entenderemos su afán didáctico-pedagógico, más allá de la rique-
za y originalidad de su postura psicoanalítico-clínica.
Dice el propio prologuista: “El psicoanálisis no pretende crear una escuela
pedagógica nueva, pero sí este método puede resultarnos eficaz cuando no existan
adecuadas metodologías sobre esta temática”.
Melanie Klein en la Rusia de Vigotsky, Luria, Leontiev. Hecho objetivo.
Era coherente para el pathos de la época. Luego desapareció su figura por
décadas. Hoy buscamos su justa valoración.
Los dos últimos testimonios vienen “en tándem”, como lo grafica una
conocida expresión porteña. Me explico: El libro que prologa Marie Langer,
con su pluma tan ágil como irónica, es editado en Buenos Aires a posteriori
de un encuentro realizado en junio de 1971, en el marco de la Facultad de
Psicología de la Universidad Estatal de Moscú, en la entonces Unión Sovié-
tica. Se había constituido un grupo de psicoanalistas, psiquiatras y psicólo-
gos, argentinos y uruguayos, deseosos de ver, en vivo y en directo, el desa-
rrollo, el estado actual de la psicología en ese país, visitar instituciones aca-
démicas y de salud mental, servicios psiquiátricos, entrevistarse con perso-
nalidades del área —algunas conocidas en nuestros medios universitarios y
profesionales. En el grupo psicoanalítico, proveniente en especial de un gru-
po escindido del psicoanálisis tradicional, y que había asumido un fuerte
compromiso con el entorno social y político en el que vivían nuestros países
en ese entonces, tiene especial interés ver cómo se desarrolla el mundo ana-
lítico en una sociedad “”transformada”. Se conocía lo que todo este libro ha
tratado de demostrar: la fuerte incidencia del ideario freudiano en los pri-
meros años de la revolución de 1917, producto de toda una serie de antece-
dentes formativos, que arrancaban desde comienzos de siglo y que aparecen
expuestos en los primeros círculos.
El grupo también conocía los acontecimientos históricos y políticos que
determinaron la casi desaparición de ese ideario durante el período staliniano,
con la secuela de mutilaciones, deformaciones y desapariciones (en todo sen-
tido). Freud zakrito (cerrado, en ruso) como lo señaló Marie Langer; Vigotsky
zakrito, como lo señalamos nosotros. Todo zakrito. Cuando las sombras co-
menzaron a esfumarse, las figuras queridas fueron adquiriendo lentamente
MARIO GOLDER | 131

sus necesarias dimensiones, lentamente y, en algunos casos, no en las direc-


ciones adecuadas. Esto era lo que el grupo de colegas buscaba conocer con la
mejor disposición posible.
Los acontecimientos en nuestros países, los nuevos encuadramientos, los
nuevos compromisos asumidos con la realidad socio-política, justificaban
plenamente este encuentro. Efectivamente, fueron recibidos los treinta cole-
gas con la máxima cordialidad posible, conferencias, conversaciones, visi-
tas, encuentros, se realizaron unos tras otros en una apretada agenda. Final-
mente, fuera del programa establecido, pudimos (con esfuerzos e insistencia
múltiples) encontrarnos con Bassin, autor del libro sobre el inconsciente que
Langer prologó. De ese encuentro surgió el último documento que presenta-
mos, rescatado milagrosamente gracias a varias circunstancias favorables,
como ser: la presencia de un grabador que pudo registrar casi textualmente
el desarrollo del encuentro, la ayuda inapreciable de una traductora amiga
que se avino a colaborar con el grupo —y trabajó traduciendo del ruso al
español al informante y del español al ruso las preguntas y los señalamientos
de los psicoanalistas argentinos y uruguayos. Las circunstancias y el lugar
del escrito ya Marie lo expuso con ironía y con humor. No era para menos. El
inmenso hotel donde nos alojábamos sólo podía proporcionar un lugar ade-
cuado si se acompañaba el encuentro con un cáterin con caviar, champagne,
coñac, etc. Si no era así todo zakrito. La astucia latinoamericana sorteó todos
los impedimentos de una manera creativa. Treinta adultos sentados en el
suelo en un corredor del hotel, el homenajeado y su traductora acodados en
el alféizar de una de las amplias ventanas que miraban a las murallas del
Kremlin, eventuales pasajeros que nos miraban azorados llegando a sus ha-
bitaciones, algunos estudiantes que nos acompañaban en la aventura, gozo-
sos —por varias razones— de lo que estaba sucediendo.
Lo que estaba zakrito (cerrado) se convirtió en un todo atkrito (abierto), y
fueron horas de información, debate, polémica, comprensión y, también —
digámoslo— incomprensión acerca de la temática presentada. Me imagino
la percepción que de lo que estaba aconteciendo pasaba por la mente de
Bassin. En mi opinión eran satisfacción y beneplácito del acontecimiento
que se estaba dando. Impensable en años anteriores, por la forma y por el
contenido.
Es la primera vez que aparece este documento. A veces, en la desgrabación,
no se reconoció la voz de todos los participantes; otras se pierde la captación
de algunas de las preguntas o comentarios. Pero desde un punto de vista
general, el registro del encuentro fue positivo. Algunos de los participantes
nos acompañan hasta hoy en estas “aventuras del espíritu”, otros murieron
trágicamente en manos de las dictaduras militares que se implantaron en
nuestros países años después (pocos). Otros de los presentes tuvieron que
132 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

exiliarse, en salvaguarda de sus vidas y sus familias. Algunas queridas figu-


ras ya no están.
Si Gilou García Reynoso, Emilio Rodrigué, Fernando Ulloa, Guillermo
Bigliani, Lea Nuss, Arturo Di Stéfano, Juan Carlos Domínguez, Matul Bece-
rra, se encuentran con estos papeles se sonreirán ante la evocación de ese
encuentro. Mi modesto homenaje a todo aquello que se fantaseó y se adivi-
nó como posibles reencuentros en función de un otro “porvenir de la ilu-
sión”.

Prólogo a la edición en ruso de Más allá del principio del placer,


de Sigmund Freud
Lev. S. Vigotsky y A. R. Luria, 1925

Entre las grandes figuras de nuestro tiempo Freud es, posiblemente, una
de las más intrépidas. Cualidad esta que siempre se considera como virtud
que favorece más al hombre práctico que al estudioso o al pensador. El cora-
je es siempre necesario al hombre de acción, pero pareciera que es necesaria
una infinitamente mayor cantidad de valentía para pensar. En todo momen-
to la erudición está poblada de una serie de pensamientos indeterminados,
tímidos pensamientos o de hipótesis cautelosas. Pareciera como si el reparo
hacia otros senderos haya devenido en atributo esencial para un trabajo aca-
démico.
Freud hace su aparición como verdadero revolucionario. El grado de
oposición soportado por el psicoanálisis ante círculos académicos oficiales,
es testimonio de un testigo inapelable, defendiéndose de una “culpabilidad”
por haber osado infringir ciertas viejas tradiciones de la moral burguesa —y
de una correspondiente educación— y, por ende, habrá sobrepasado los lí-
mites de todo aquello que debe ser aceptable. Este nuevo enfoque científico
y sus sostenedores estuvieron obligados a pasar largos períodos de tiempo
en un aislamiento más que tenebroso. Una más que violenta hostilidad y
una más que abierta resistencia se acumularon contra esta nueva ciencia, en
todos los niveles de la sociedad. El propio Freud nos dice que “fue uno de
aquellos que habían perturbado el sueño del mundo”,1 como lo sostenía
Hebbel. Esto es lo que exactamente sucedió.
Todo el alboroto provocado por la emergencia de nuevas disciplinas fue
paulatinamente disminuyendo. Sin embargo, cualquier nuevo ensayo en el

1 Se refiere a las palabras de Freud aparecidas en su Historia del movimiento psicoa-


nalítico, 1914.
MARIO GOLDER | 133

campo psicoanalítico era recibido con marcada hostilidad. Si bien ya no en


forma global, ese previo tratamiento fue parcialmente modificado, hasta lo-
grar una tibia aceptación de la nueva disciplina. Ya había una zona de inte-
rés marcado, una mirada más penetrante y una fuerte curiosidad que los
mismos opositores anteriores no podían ocultar. El psicoanálisis hace tiem-
po que dejó de ser solamente una técnica utilizada en psicoterapia. Ahora
pasa a englobar toda una serie de temas básicos de la psicología general, de
la biología, de la historia de la cultura, incluso de todo lo llamado
geistewissenschaften.
En especial aquí, en Rusia, la psicología freudiana pasa por un período
muy particular, no sólo en los medios cultos, sino también en lo que respecta
al público en general. Durante los últimos años, casi todas las obras de Freud
han sido traducidas y publicadas en ruso. Ante nuestra vista, comienza a
formalizarse una nueva y original vertiente, en nuestro país, apoyándose en
la teoría de los reflejos condicionados, que intenta amalgamar la psicología
freudiana y el marxismo, con el ulterior objetivo de desarrollar un nuevo
sistema de una “psicología freudiana reflexológica” en el espíritu del mate-
rialismo dialéctico. Por consiguiente, una transcripción de Freud a un len-
guaje pavloviano constituye un intento objetivo por decodificar a la oscura
“psicología profunda”, y una prueba acabada de la vitalidad de esta teoría y
de su inagotable potencial de investigación.
Pero para Freud, con el mero reconocimiento de su obra, esta superada
“época heroica” no se convierte automáticamente en cosa del pasado; es
necesario ahora un coraje mucho mayor, y desplegar una otra enorme cuota
de heroísmo. Todo lo consignado anteriormente, referido a su “aislamiento
espléndido” —construyó su vida como un “Robinson Crusoe en su isla de-
sierta”—, ahora se convierte en nuevas y serias amenazas.
Aparición de una serie de falsedades vinculadas a principios básicos de
la nueva teoría, y necesidad de una “verdad científica” que conforme los
gustos y exigencias de la visión burguesa del mundo.
Los golpes que antes provenían del enemigo ahora provienen de los alia-
dos. Aún más, muchas de las luminarias que encontraron su lugar en aquel
“submundo” del psicoanálisis, ahora poco confortable para sus gustos, aban-
donan el barco.2 Este conflicto interno requiere un esfuerzo mucho mayor
que una confrontación clásica con opositores. Su idiosincrasia básica le per-

2 Basado en la propia descripción de Freud en su Historia del movimiento psicoa-


nalítico, las frases “espléndido aislamiento, “edad heroica”, la comparación con
“Robinson Crusoe en su isla desierta”, y la frase sobre el “submundo del psicoa-
nálisis“ fueron utilizadas por su autor para denunciar la generalizada resistencia
a sus ideas.
134 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

mite convalidar que se halla suficientemente sólo para seguir con sus ideas y
con su propia lógica, para alcanzar una conclusión final. Actuaciones difíci-
les de terribles jornadas en la que muchos lo abandonan y se salen de la
empresa a pesar de un inicio solidario y común. Este cruento proceso por
mantener una posición maximalista llevó a Freud a quedarse virtualmente
aislado como pensador, incluso en el apogeo de su ascenso científico, del
interés por el psicoanálisis.
La presente traducción de Más allá del principio del placer (1920) al ruso, y
que hoy está siendo ofrecida al lector, completa otras traducciones de las
obras tempranas de Freud. La importancia y la polémica despertadas por
esta obra son tales que psicoanalistas ortodoxos pasan algunas veces en si-
lencio por su lectura, cuanto más lejos posible de lo que debe corresponder a
su círculo de lectores, amplio en Rusia; uno se siente combatiendo contra los
prejuicios que considera que deberían haber desaparecido ya hace tiempo.
Este libro establece justamente esta sensación por las inesperadas conclu-
siones a las que arriba. Una primera edición del texto parece contradecir
claramente todo aquello que estamos acostumbrados a considerar como ver-
dad científica irrefutable. Aún más: El autor contradice algunas postulaciones
básicas colocadas por sí mismo en producciones tempranas. Aquí Freud cam-
bia no sólo opiniones básicas precisamente defendidas, sino que cuestiona
muchos de sus propios asertos, denunciando muchas de las revelaciones
psicoanalíticas en cuestión. Toda la intrepidez de su pensamiento aparece en
este libro y ensancha sus horizontes.
Nosotros ya nos hemos habituado a considerar el principio de
autoconservación del organismo viviente y el principio de su adaptación a
las condiciones impuestas por el entorno en el cual tiene que vivir como
principios básicos-explicativos para todas las ciencias biológicas. El instinto
de preservación de la vida de las especies y el cómo conducir la adaptación
al entorno por el mejor y más fácil camino aparecen como las piezas esencia-
les que dirigen el desarrollo de todo lo orgánico. En un total acuerdo con
estas premisas de la biología tradicional, Freud ya había formulado con an-
terioridad una teoría sobre los principios vinculados a la actividad psíquica:
la llamó tendencia superior por la cual los procesos psíquicos quedan subor-
dinados al principio del placer. Sin embargo, la obtención del placer y el
alejamiento del temor no son exclusivos, ni son quienes dirigen los procesos
psíquicos. La necesidad de una adaptación va a crear la necesidad de una
adaptación explícita al principio de realidad, que a su vez dista de la media-
ción del placer con un eslogan presente: Se pospone algo que resulta más
confiable. Todo esto nos puede parecer elemental al extremo,3 un verdadero

3 Paráfrasis de un pasaje del libro aquí presentado.


MARIO GOLDER | 135

axioma, que para todos los aparentes críticos se acerca al reino de aquello
que es irrefutable, a las verdades autoevidentes.
Sin embargo, todos los datos que se han obtenido por las investigaciones
psicoanalíticas impulsan a la mente más allá de las limitaciones de las ver-
dades autoevidentes. Es este intento de la mente de ir más allá de esta ver-
dad —Más allá del principio del placer— el que otorga la fuerza creativa
para la confección de este libro. Pero, de acuerdo con Freud, aún más ele-
mental que este principio —y a pesar de lo paradójico que pueda parecer—
, es el principio de la pulsión de muerte, que es un principio básico, primor-
dial y universal, común a toda la materia viva. Es necesario diferenciar entre
dos tipos de pulsiones, una de esas, más accesible a la observación, ha sido
estudiada durante mucho tiempo. Se trata del Eros; en un sentido más am-
plio, la libido, que incluye no sólo el impulso sexual y sus varias manifesta-
ciones, sino también el instinto global de autopreservacion. Esto es, en apre-
tada síntesis, lo que constituye la pulsión de vida.
El otro tipo de pulsión —uno de cuyos típicos ejemplos puede ser el sa-
dismo— es designado como pulsión de muerte. Como afirma el mismo Freud
en otro libro, el propósito de esta clase de impulso es “colocar la vida orgáni-
ca nuevamente en un estado inanimado”, es decir, sus objetivos son
“reestablecer un estado de cosas que han sido perturbadas por la emergen-
cia de la vida”; para toda la vida, ha regresado una existencia inorgánica de
la materia.4
Al mismo tiempo, toda la vida positiva, protegiendo tendencias del tipo
de la lucha por la autopreservación, etc., es visualizada como componentes
instintivos, cuya función es la de asegurar que el organismo pueda conti-
nuar su jornada individual hacia la muerte, y la de detener todas las proba-
bilidades ajenas a su retorno a la existencia orgánica. Al mismo tiempo, la
vida representa el sentido de restaurar el equilibrio perturbado de la energía
vital, como caminos circulares conducentes a la muerte; esto conduce a un
conflicto perpetuo y a un compromiso entre pulsiones irreconciliablemente
opuestas.
Una construcción como esta produce una resistencia natural contra sí
misma, por dos razones: En primer lugar, Freud (1920) señala que a su pro-
ducción se la entiende en un contraste con algunos de sus otros argumentos.
Y estos no serían nada más que una cuidada translación de observaciones
fácticas al lenguaje de la teoría. Pero en este caso la reflexión suplanta con
frecuencia a la observación. El pensamiento especulativo reemplaza lo ma-
gro del material fáctico. Por consiguiente, uno puede, con rapidez, llegar a la
impresión de que en este caso estamos trabajando con especulaciones meta-

4 Tomado del texto de Sigmund Freud: El ego y el yo, Moscú, 1923.


136 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

físicas mayores que proposiciones científicamente computables. Por lo que


no resulta difícil colocar signos de igualdad entre lo que el propio Freud
llama punto de vista metapsicológico y otro similar, metafísico.
En segundo lugar, cualquiera puede descubrir que varias objeciones con-
tra la esencia de estas ideas llegarán en forma inevitable a nuestra mente. La
sospecha es que probablemente estos conceptos están cercanos a la psicolo-
gía de un pesimismo desesperanzado, y que el autor pueda estar intentando
penetrar en la decadente filosofía del Nirvana y la muerte bajo la fachada de
recurrir a principios biológicos.
¿No es sumamente sugestivo que el mero propósito de la vida sea la
muerte, considerando nada más breve que la dinámica de la emergencia de
una biología científica y ciencia de la vida?
Ambas objeciones pueden motivar a cualquier lector a considerar el pre-
sente trabajo con extrema cautela, y alguien puede incluso encontrar que no
hay sitio para eso en el esquema de un psicoanálisis científico, y que puedan
ser reemplazados por la construcción de una psicología freudiana
estructurada reflexológicamente. Sin embargo, un lector atento no encontra-
rá dificultades en autopersuadirse de que ambas objeciones son infundadas
y no se erigirán en faros que iluminen el toque necesario del pensamiento
crítico.
Freud mismo señala la infinita complejidad y oscuridad del problema en
cuestión. Denomina a este campo de estudio como dos cantidades descono-
cidas o misteriosas donde no se penetra más que a través de lo hipotético.
Los métodos científicos que utiliza soportan toda acusación acerca de la na-
turaleza metafísica de sus especulaciones. Este trabajo es un escalón impres-
cindible del conocimiento empírico, pero no en la esencia de lo trascendente
y suprasensorial, sólo en el dominio de lo hasta ahora poco explorado. Lo
que está en discusión es lo aún no descubierto, no lo incognoscible. El pro-
pio Freud insiste en que sólo sus objetivos y sus sobrios resultados lo hacían
muy feliz por cambiar el lenguaje metafísico de la psicología por la termino-
logía fisiológica o química (si esto no implicara renunciar a todos los inten-
tos por descubrir los fenómenos que estaba estudiando). La biología es una
tierra que brinda infinitas posibilidades, y el autor está preparado para con-
ceder que su posición puede finalizar bien y así quedar superada.
¿Significa esto que el propio autor está dudando de que su suposición
queda privada de cualquier valor científico o significación alguna? No. Freud
afirma que igualmente no está convencido de la veracidad de sus afirmacio-
nes, y que no desea que otros se inclinen a aceptarlas. No está seguro de la
propia extensión de ellas. Piensa que en ese nivel uno va a enfrentarse por
completo con el “factor emocional” de la convicción. De esto se trata. Esto
demuestra la verdadera naturaleza y el valor científico de las ideas expresa-
MARIO GOLDER | 137

das en esta obra. La ciencia no consiste exclusivamente en juicios


estandarizados, respuestas fundadas, tesis viables, reglas y hechos reales.
En igual medida, consiste incluso en búsquedas de la verdad, procesos de
descubrimiento, suposiciones, peligros y experiencias. El pensamiento cien-
tífico difiere del pensamiento religioso en que demanda una creencia en sí
mismo como prerrequisito. “Es seguramente posible lanzarse asimismo en
una línea de pensamiento —dice Freud en 1920— y continuar en donde sea a
partir de una simple curiosidad científica”. Hoy afirma que “el psicoanálisis
intentó con fuerza no convertirse en un sistema”.5 Y si no se esperan en esta
jornada pensamientos guiados, entonces nosotros deberemos exhibir coraje
para conducir este esfuerzo sin temor, como un paseo a lo largo de los Alpes,
arriesgando una caída al fondo de un precipicio en cualquier momento, “sólo
para aquellos que no sufren vértigo” de acuerdo a la hermosa frase de León
Chestov, que llevan las rutas alpinas abiertas a la filosofía y a la ciencia.6
En situaciones como ésta, cuando el propio autor está dispuesto a cam-
biar su camino en cualquier momento, y es el primero en tener dudas sobre
la verdad de sus ideas, obviamente no pueden existir referencias acerca de
esta situación supuestamente saturada con una filosofía de muerte. No hay
filosofía de ningún tipo a ser encontrada en ella; sus orígenes están en una
ciencia exacta, y están dirigidos hacia una ciencia exacta, por lo que lo que
hay que hacer es tomar un salto vertiginoso, gigante, desde el punto más
extremo de hechos científicos firmemente establecidos, a la espera de lo aún
no descubierto más allá de lo obvio. Pero uno no debe olvidarse de que, en
general, el psicoanálisis tiene como objetivo continuar su camino más allá
de lo que es aparente.
Y en algún sentido, el papel de todo conocimiento científico no consiste
en verificar lo obvio, pero sí acceder a hechos que resultan más creíbles y
reales que lo que resulta evidente; en el mismo camino, así como los descu-
brimientos de Galileo se produjeron más allá de lo obvio, así debieran ser los
descubrimientos del psicoanálisis.
Los errores de comprensión es factible que ocurran, sólo porque algunas
de las terminologías psicoanalíticas usadas por el autor tienden a ser un tan-
to ambiguas cuando están aplicadas a conceptos biológicos o químicos. La
pulsión de muerte y los esfuerzos referidos a la muerte que queda vinculada
a todos los organismos vivos puede, incluso, en una primera mirada, apare-
cer rápidamente como una nueva vuelta hacia una filosofía de corte pesi-

5 Posiblemente sea una paráfrasis de los artículos de la enciclopedia freudiana


6 Según L. Chestov, el pensamiento metafísico requiere de los dogmas y la ciencia,
accesible sólo a aquellos que no temen a los Alpes en los caminos de la especula-
ción.
138 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

mista. Pero la razón para ello es el hecho de que, hasta ahora, la psicología
tuvo siempre el hábito de tomar de la biología sus conceptos básicos, sus
hipótesis y sus principios explicativos, aplicándolos ante cada situación con-
creta. Todo lo que hasta entonces ha sido aceptado para los organismos vi-
vos siempre se lo derivaba al reino de la psicología. Pareciera que siempre
fue así; por vez primera, y en esta instancia, la biología reconoce una deuda
con la psicología; al pensamiento científico se le ha colocado simplemente el
atuendo del dibujo de sus conclusiones, a partir del análisis de la psicología
humana y aplicándolo a las leyes universales de la vida orgánica. En este
caso especial, la biología pasa a depender de la psicología. A causa de todo
ello, resulta altamente necesario reconsiderar los conceptos del instinto, de
pulsión, etc. Se pierde el carácter original de determinantes psicológicos, que pasan
a significar sólo tendencias generales a ser descubiertas en la célula viva, sin la de-
pendencia de cualquier evaluación filosófica de la vida y la muerte en el contexto de
la mente humana. Sin excepción alguna, Freud atribuye los instintos a proce-
sos fisiológicos o químicos en el interior de la célula viva, y sólo los utiliza
para designar la dirección de la restauración de un equilibrio energético.
El valor y el mérito de toda hipótesis van a estar medidos por el grado de
sus apetencias prácticas; en esto radica su contribución al progreso y su uso
como principio explicativo. En ese sentido, la mayor evidencia del valor cien-
tífico de la hipótesis de pulsión de muerte primario se la aprecia en el propio
desarrollo de la misma idea que Freud expone en Das Ich und das Es (El Yo y
El Ello),7 donde la teoría psicológica sobre la compleja estructura de la perso-
nalidad, sobre la ambigüedad y el instinto de destrucción, etc., están vincu-
ladas directamente con todas las ideas presentes en este libro.
Pero Freud pudo formular su hipótesis con apoyatura biologista general
que parece ser promisoria. De una vez y para siempre romper con cualquier
tipo de conceptos teleológicos, en defensa tanto de la biología como de la
psicología.
Cada instinto está dependiendo, causalmente, de sus condiciones pre-
vias. Cada instinto posee un carácter conservador, y queda impelido hacia
atrás, y no hacia adelante. De esta manera se construye (hipotéticamente) un
puente entre la ciencia de los orígenes y el desarrollo de la vida orgánica y la
materia inorgánica. Por vez primera en este tipo de hipótesis, la totalidad
orgánica queda integrada con tanta fuerza en el contexto general de una
totalidad.
Freud está inclinado a extender esta premisa en cada partícula de la sus-
tancia viva, en cada célula; ambas categorías de instinto coexisten en parce-
las desiguales e intercambiables. Y esto como resultado de la combinación

7 Así aparece en el original ruso.


MARIO GOLDER | 139

de los organismos más primitivos unicelulares en la creación de formas


multicelulares de vida: “El instinto de muerte de la célula individual puede
estar neutralizado con éxito, y los impulsos destructivos ser desviados hacia
el mundo externo”.8 Este tipo de ideas abre enormes posibilidades para el
estudio de una sublimación social de los mencionados instintos de muerte.
El organismo social multicelular genera grandes e incontables posibili-
dades para neutralizar y sublimar esta pulsión de muerte, transformándola
en impulsos creativos del ser humano social.9
En función de todas estas razones, nosotros creemos que el nuevo libro
de Freud, dada su extraordinaria valentía y originalidad de pensamiento,
será recibido, tanto en los círculos especializados como por los lectores en
general, con la atención e interés que merece. Puede que este interés no en
todo momento depare la aceptación de las hipótesis propuestas, o las confir-
maciones fácticas con las investigaciones en curso y con un análisis crítico.
El verdadero descubrimiento de una nueva América –una tierra mas allá del
principio del placer– como Colón que realiza una proeza histórica, más allá
que logre un acabado mapa del nuevo continente, o que se llegue a coloni-
zarlo. Antes que nada, la busqueda de la verdad resulta más fascinante más
ilustrativo, más fructífero y misterioso que todo lo descubierto, que la ver-
dad en sí.
Antes de la aparición de esta traducción al ruso, ya se había suscitado
una viva polémica sobre todos estos problemas en los círculos de estudio.
Entre las opiniones que fueron volcadas hubo reclamos en el sentido de que
Freud había abandonado sus posiciones primigenias y que, justamente, este
trabajo había iniciado un camino de divergencia sustancial con el pensa-
miento materialista contemporáneo.
Nosotros creemos que un análisis profundo de este libro no justifica estos
asertos. En Más allá del principio del placer, Freud desarrolla nuevas ideas,
sustentadas con profundidad y amplitud como piedras angulares del psi-
coanálisis, dado que ahora nos invita a penetrar en su propio laboratorio
pensante. En esencia, todo lo que se respira en este libro nos distancia, por
lógica, de las tempranas ideas de Freud, y nos anticipa todo lo nuevo: ¡cuán
originales nos parecen todas estas páginas!
No es para nada intención del autor sostener que sus propuestas son ab-
solutamente válidas. Él mismo no está seguro de ellas, y cuando desarrolla
sus ideas sólo desea perfilar conclusiones generales en el plano de lo no bio-
lógico, basándose en datos de aspectos de la vida psíquica ya previamente

8 Esta cita y la que sigue son tomadas del The Ego and the Id (1923).
9 El término “multicelular“ es utilizado por Freud en Más allá del principio de
placer.
140 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

investigados. ¿Adónde nos está conduciendo? ¿Cuáles de estas tendencias


tienen aplicaciones metodológicas en el plano de lo general? ¿Están ocultas
debajo de ellas conjeturas aún indescifrables?
En la base de todas sus propuestas se encontrará, en este libro, una única
tendencia; concretamente, un intento por reproducir un esquema biológico
general proyectado a la vida psíquica. Freud no se siente plenamente cómo-
do con los postulados psicológicos, como por ejemplo el propio “principio
del placer”, el cual —de acuerdo al psicoanálisis— regularía toda la conduc-
ta humana. Freud se halla en la búsqueda de una significación más profun-
da de la conformación de lo biológico con las leyes de la naturaleza, y en-
cuentra una solución en el principio general de preservación del equilibrio.
Una tendencia general observada en el mundo de lo inorgánico para mante-
ner una eventual disminución del nivel de tensión energético. Estabilidad y
regresión a la existencia inorgánica, éstas son las tendencias básicas de la
biología pura, cuyos ecos aparecen en las profundidades del psiquismo hu-
mano (“la compulsión a repetir estados ya estructurados”).
Sin embargo, estos extraños procesos fundados en la vida psíquica no
constituyen atributos especiales del “espíritu”; solamente nos están relatan-
do algo sobre la existencia de más lejanas leyes, que incluyen ambas activi-
dades psíquicas y los más jerarquizados procesos biológicos. En este libro la
psicología queda incorporada a la esfera de los fenómenos biológicos gene-
rales y la misma tendencia que fue a su vez parte del mundo inorgánico
reflejado justamente en esta psicología. Para nosotros, un extraño concepto
como el “instinto de muerte” (Todestriev) puede significar nada más que
una comprobación de ese eco de algunas leyes más profundas, de naturale-
za biológica; un intento para superar el pensamiento psicológico conceptual
de “instinto”, y para descubrir lo verdadero del significado biológico.
Desde un enfoque exclusivamente psicológico en función de los princi-
pios de la vida psíquica y los instintos, hasta llegar a un enfoque biológico:
esta es la ruta que Freud toma, en función de expandir sus primeras hipóte-
sis.
Sin embargo, si las tendencias biológicas conservadoras, al preservar el
equilibrio inorgánico, están contenidas dentro de las leyes profundas de la
vida psíquica, ¿cómo puede ser explicado el desarrollo de la humanidad,
desde sus formas inferiores hasta las superiores? ¿Dónde estamos nosotros
para observar el derrotero de la progresión tormentosa del proceso históri-
co? Freud nos provee con una muy interesante y profunda respuesta desde
un ángulo materialista: incluidas dentro de los vericuetos del psiquismo
humano, aún se conservan tendencias conservadoras de la biología esencial.
Y si, en un análisis final, incluso Eros es parte de las propias fuerzas que
hacen posible, para nosotros, escapar de este estado de biologismo
MARIO GOLDER | 141

conservativo, y que le hace posible impulsarnos hacia el progreso y la activi-


dad, son fuerzas externas. En nuestros términos, condiciones externas del
entorno material en el cual el individuo existe.
Son ellas las que representan la verdadera base del progreso, son ellas las
que crean la personalidad real y logran, por un lado, adaptarse, y por el otro,
configurar formas nuevas de la vida psíquica. Finalmente, son ellas las que
reprimen o transfieren los vestigios de la vieja ideología conservadora. En
este tema, Freud y su psicología son completamente sociales, y, en este sen-
tido, se colocan por delante de otras teorías de cuño materialista que se creían
en mejores circunstancias que Freud para revelar o invalidar al sujeto de la
fundación materialista de la teoría.
Por consiguiente, y de acuerdo con Freud, la historia del psiquismo hu-
mano abarca dos tendencias: la conservadora-biologista y la progresista-
sociologista. Es decir, estos factores desde sus inicios, donde la totalidad de
la dialéctica del organismo queda expuesta y se hace responsable de la “es-
piral” diferencial del desarrollo del ser humano. Este libro representa, al res-
pecto, un paso adelante, —y no un retroceso— a lo largo de la construcción
de la totalidad de un sistema monista. Después de haber leído este libro, un
defensor de la dialéctica no puede dejar de percibir su enorme potencial en
función de una comprensión otra vez monista del mundo.
Resulta casi innecesario concordar con cada uno de los muchos postula-
dos de Freud, como tampoco aceptar todas sus hipótesis; pero lo que sí re-
sulta importante es estar capacitado para descubrir el derrotero que va des-
de las tendencias generales hacía las nociones singulares (pueden incluso no
tener todas el mismo valor), para así lograr una explicación materialista del
mundo.
Pero una cosa sí ha sido definitivamente cumplida en este libro: La psico-
logía ha perdido su especificidad mística. Freud demostró que algunas de
las leyes generales que gobiernan el resto del mundo han sido totalmente
superadas. “Las deficiencias en nuestra descripción probablemente desapa-
rezcan, si estamos en situación de reemplazar nuestros términos psicológi-
cos por otros de raigambres fisiológica o química”.
La ciencia burguesa está dando paso al materialismo, esta tarea es fre-
cuentemente dificultosa y prolongada, pero nosotros sólo tenemos que en-
contrar en sus entrañas islotes de materialismo que están apareciendo para
liberarlos y hacer buen uso de ellos.
Las siguientes definiciones pueden dar cuenta del estado de prejuicio
respecto al psicoanálisis en la U.R.S.S. aun mucho tiempo después del stali-
nismo.
142 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

Concise, Psychological Dictionary, Progress Publisher, Moscow,


1985.

Psicoanálisis: Conjunto de métodos en función de revelar propuestas


psicoterapéuticas basados en lo específico en las experiencias emocionales
humanas y las actividades determinadas por motivos inconscientes.
Freudismo: Rama así llamada a partir de los conceptos aportados por el
psicólogo Sigmund Freud acerca del desarrollo de la personalidad y su es-
tructura, determinadas por factores mentales irracionales antagónicos a la
conciencia. Formaliza una psicoterapia basada en ellos. Habiéndose origi-
nado como una concepción que explica y trata las neurosis, Freud desarrolló
consecuentemente una enseñanza general acerca del hombre, la sociedad y
la cultura, para adquirir una mayor influencia en el mundo capitalista. La
esencia del freudismo está en la idea de una controversia fuertemente con-
solidada entre fuerzas psíquicas inconscientes (una de las más importantes
es las urgencias sexuales: libido) insertas profundamente en el hombre y la
necesidad de sobrevivir en un medio hostil a ese individuo. La proclama
social que crea una “censura” de la conciencia ocasiona un trauma psíquico
y ahoga la energía de las urgencias inconscientes, que emergen en forma de
síntomas neuróticos, sueños, actos fallidos (orales o escritos), olvido de lo
displacentero, etc.
Freud distingue los siguientes tres componentes en la estructura de la
personalidad: id (ello), ego (yo) y super ego (súper yo). El ello es la fuente de
instintos ciegos, sexuales o agresivos, que oscilan con instantes de gratifica-
ción, más allá de las relaciones del sujeto con la realidad externa. El yo perci-
be la información sobre el mundo circundante y las condiciones del cuerpo,
retiene la información en la memoria y regula las respuestas individuales en
función a una autopreservación, ayudando a la adaptación, a la realidad
externa. El súper yo abarca los estándares, las proclamas morales y el entor-
no asimilado por el individuo —la mayoría de las veces en forma incons-
ciente— en el transcurrir de la educación, en especial a partir de los padres.
A partir de un mecanismo en el que el niño se identifica a sí mismo con
un adulto (padre), el id se manifiesta a sí mismo en forma de conciencia, y
puede provocar sentimientos de miedo y de culpa, en concordancia con las
demandas del id, del súper ego de y la realidad externa (con la cual el indivi-
duo está compelido a adaptarse), donde el ego es incompatible; finalmente, y
en forma inevitable, se encuentra a sí mismo en una situación conflictiva.
Esto crea un verdadero estrés, del cual el individuo se preserva a sí mismo
de la represión, racionalización, sublimación y regresión. Alegando que la
niñez determina sin ambigüedad el carácter y las actitudes de un adulto
individual, Freud otorga a la infancia un importante rol en la formación de
MARIO GOLDER | 143

las motivaciones. Visualiza la tarea de la psicoterapia en la revelación del


sufrimiento de las experiencias emocionales, y en la liberación de ellas a
través de la catarsis, que defiende necesidades reprimidas y la comprensión
de las causas de los síntomas neuróticos. Con este fin, utiliza el análisis de
los sueños, la asociación libre, etcétera. En el transcurrir de la psicoterapia, el
terapeuta evalúa la resistencia del paciente, la que es subsecuentemente re-
emplazada por actitudes emocionales positivas, es decir, por la transparen-
cia a través de la cual el ego del paciente crece en amplitud, permitiendo
resolver la fuente de sus conflictos y convirtiéndose en una forma inofensi-
va. Freud introduce algunos problemas importantes en la psicología;
específicamente, las motivaciones inconscientes, la correlación de los fenó-
menos mentales normales y patológicos, las defensas psicológicas, el rol del
sexo, el efecto de los traumas psíquicos en la conducta adulta, así como tam-
bién una compleja estructura de la personalidad, las contradicciones y los
conflictos en la estructura psicológica de la persona. También la interpreta-
ción de estos temas.
En Freud el avance científico resulta inaceptable, por la derivación
biologista, con el objetivo de subordinar el psiquismo a urgencias instintivas
asociales, donde la libido omnipotente (pansexualismo) y la conciencia re-
sultan antagónicas. En función de todo esto, avanza equivocadamente al
interpretar los factores psicológicos como una determinación, tanto de la
vida orgánica como de la vida social. Al subordinar la historia y la cultura de
la sociedad humana a este factor, Freud mistifica a ambos, tomando una
vertiente ideológicamente reaccionaria.
Psicología profunda: Una serie de vertientes de la psicología occidental se
centra en el significado primario de la conducta humana, en las fuerzas pro-
fundas de la personalidad, su fuerza y sus actitudes por debajo de la “super-
ficie de la conciencia”. Las más conocidas dentro de estas vertientes, y
abarcadoras del mencionado tema, son el freudismo, la psicología indivi-
dual de Alfred Adler, la psicología analítica de Karl Jung, el enfoque
“hórmico” de William Mc Dougall, el análisis existencial de Ludwig
Binswanger, y el neofreudismo. Las ideas de la psicología profunda tuvie-
ron cierto impacto en medicina. Rechazando el introspeccionismo, que iden-
tificaba la mente con sus “miradas” en la conciencia del sujeto, la psicología
profunda toma un tema irreconciliable con las teorías deterministas científi-
cas, en su interpretación acerca de los motivos de la conducta humana. La
psicología profunda otorga un papel activo, dinámico, centrado básicamen-
te en las motivaciones inconscientes, supuestamente inherentes a la estruc-
tura dinámica de la mente del sujeto. A partir de la doctrina marxista, Vigotsky
se opone a ambas visiones de la psicología (el estudio de la conciencia a
través del método introspectivo o el método de autoobservación) y a la psi-
144 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

cología profunda. Vigotsky va a proponer el análisis de la correlación entre


el sistema de funciones psicológicas (incluyendo afectos y deseos) y las for-
mas histórico-culturales mutables.
Neofreudismo: Vertiente psicológica cuyos defensores tratan de superar el
biologismo del clásico freudismo, e introduce contenidos básicos dentro de
un contexto social. Entre los más conocidos representantes de esta tendencia
están Karen Horney, Erich Fromm y Harry Stack Sullivan (todos ellos de los
Estados Unidos). De acuerdo con Horney, las neurosis son causadas por la
ansiedad que se instala en el niño cuando encuentra un entorno hostil. La
ansiedad crece con más fuerza cuando los padres del niño y otras personas
no le proveen de atención y amor suficientes.
Fromm explica la neurosis por la falta de habilidad individual para lo-
grar la necesaria armonía con la estructura social de la sociedad moderna, lo
que lleva a formas de sentimientos de soledad y alienación con sus persona-
jes cercanos, y da lugar a caminos neuróticos librados a sí mismo.
Sullivan encuentra la fuente de la neurosis en estados preocupantes que
perturban las relaciones interpersonales. A pesar de apoyar en apariencia
factores que hacen a la vida social, esta corriente sobredimensiona lo indivi-
dual a partir de inclinaciones inconscientes como básicamente independien-
tes y en continuo conflicto con la sociedad. Además, la sociedad es vista
como una suerte de “alienación general”, como hostil a las tendencias que
hacen al desarrollo de la personalidad.
Freudomarxismo: Vertiente del psicoanálisis que intenta vincular a Freud
y a Marx, sosteniendo que algunos aspectos en ambas teorías poseen ele-
mentos en común. El freudomarxismo distorsiona la esencia del marxismo,
por un lado, y tiende a ampliar el psicoanálisis a expensas del prestigio del
marxismo, por el otro. El primer referente de esta versión fue W. Reich, quien
sostuvo que la base revolucionaria del proletariado debe ser complementa-
da con una nueva política de educación sexual. Marcusse, continuador de
Reich, sostiene que la esencia de la explotación capitalista puede restringir la
satisfacción de las urgencias humanas, incluso las pulsiones. Al mismo tiem-
po, reduce la base revolucionaria a una batalla centrada en la liberación de
los instintos. De acuerdo con Marcusse, las fuerzas revolucionarias quedan
constituidas por los “marginados” de la sociedad, y asigna una ubicación
similar a los estudiantes y desempleados, lumpenproletarios y minorías na-
cionales. Estas consideraciones hacen de Marcusse el ideólogo de izquier-
distas y anarquistas, englobando también a camadas de jóvenes.
Erich Fromm reclama que el freudismo es afín al marxismo y merece una
atención especial. Manipula las ideas de Marx y sustituye con frecuencia su
esencia, para imponer su propio punto de vista.Incluso intenta crear la im-
presión de que su teoría estuvo inspirada en el marxismo, continuando, al
MARIO GOLDER | 145

mismo tiempo, su crítica al capitalismo desde posiciones humanistas abs-


tractas. Todos los intentos freudomarxistas son, desde lo científico, incom-
patibles entre sí y con el marxismo.
Psicología del yo: Vertiente del psicoanálisis que se desarrolla en respuesta
a la ortodoxia del freudismo. Contrario a este último, que parte de la vida
instintiva y pulsional como elementos individuales dominantes, la psicolo-
gía del yo sostiene que el yo (conciencia) juega un rol más importante y más
independiente de lo que Freud considera. Al margen de esto, regula las rela-
ciones individuales con el entorno convirtiéndose en una entidad relativa-
mente autónoma, con sus propias características estructurales y sus propios
sistemas de mecanismos de defensa. En este caso, las funciones del yo no
son directamente independientes de las pulsiones. En la Psicología del yo el
conflicto, noción clave para el psicoanálisis, queda reemplazado por la no-
ción de “diálogo”, que implica un diálogo individual con el entorno y, por
ende, una autonomía original del yo. Psicología del yo que simplifica el en-
torno, la sociedad analizada sólo como el contexto individual inmediato, y
reduce el proceso de desarrollo del yo hacia una adaptación. Esta teoría falla
al reducir las verdaderas regularidades de la sociedad al funcionamiento de
lo individual. Sus más conspicuos representantes son Ana Freud, Eduard
Von Hartmann y Erik Erikson.
Análisis existencial: Método sugerido por Ludwig Binswanger para anali-
zar la personalidad en la totalidad y en la unicidad de su existencia. De acuer-
do con el análisis existencial, la verdad individual puede revelarse a través
de la absorción en sí mismo para seleccionar como totalmente independien-
tes “proyectos de vida”. Cuando la apertura del individuo hacia el futuro
desaparece, comienza a sentirse a sí mismo, su mundo interno como aban-
donado, su potencial evolutivo oculto al horizonte visual, y así se desarrolla
una neurosis. El significado del análisis existencial es visto como una ayuda
a un neurótico, considera que es libre y capaz de una autodeterminación. El
análisis existencial parte de una falsa premisa filosófica de la persona total.
Puede solamente manifestarse cuando se es libre de asociaciones causales
con el mundo material y su medio social.
Defensas psicológicas: Sistemas reguladores específicos de estabilización
de la personalidad, removiendo o minimizando sentimientos de ansiedad
que emergen con la aparición de un conflicto vigente.
El funcionamiento de las defensas consiste en “guardar” la esfera de la
conciencia ante la emergencia de emociones traumáticas negativas en la per-
sonalidad. En un sentido amplio, este concepto se utiliza para visualizar
cualquier conducta, movilizando al displacer psicológico que pueda estruc-
turar toda personalidad considerada como “negativismo”, que son falsas
sustituciones de actividades (Zeigarnik, Bratush) y que altera el sistema de
146 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

relaciones interpersonales. Entendido en un sentido estrecho, describe una


alteración de los contenidos de la conciencia como resultado del funciona-
miento de una serie de mecanismos de defensa: represión, negación, proyec-
ción, identificación, racionalización, conversión, etc. En más de una ocasión
aparecen descritos en la ficción literaria (Dostoievsky, Tolstoi y otros). La
defensa, entonces, como premisa acerca de la prioridad de orígenes incons-
cientes e intuitivos (generalmente sexuales), como resultado de un choque
con los “mecanismos de protección” del yo consciente. Este (censor interno)
queda sujeto a varias transformaciones (represión, sublimación y semejan-
tes). El problema de una caracterización significativa de las defensas queda
resuelto de manera diferente por representantes de varias escuelas en psico-
logía. Es así que el neoanálisis reconoce la necesidad de los mecanismos de-
fensivos, cuando el sujeto desarrolla un sentimiento de inferioridad, cuando
aparece una amenaza en el valor y significado de la personalidad. La teoría
personalística considera a la defensa como una consecuencia de las contra-
dicciones existentes en la estructura del yo, donde el objetivo final del proce-
so defensivo consiste en un acuerdo entre el contenido real de la conciencia
y el concepto del yo, etcétera. La actitud hacia varios conceptos psicológicos
queda determinada por la evaluación crítica general de las teorías psicológi-
cas de la personalidad (psicoanálisis, neoconductismo, etc.), hacia los con-
ceptos de la esencia y naturaleza de las defensas que han tenido lugar. La
psicología soviética analiza las defensas y su problema desde un punto ini-
cial de la enseñanza marxista sobre personalidad. Defensa es una manifesta-
ción de la interacción existente entre la persona y el entorno, en una situa-
ción de un set posible o real, contrariado en una actividad y la realización de
la necesidad de ser una personalidad totalmente madura. Es habitual subdi-
vidir las defensas en exitosas y frustrantes. Las exitosas se visualizan por la
disminución o cese de la ansiedad, lo que provoca los impulsos, mientras
que las otras no pueden determinar la constante reiteración de los impulsos.
La manera específica por la que actúan los mecanismos de defensa varía
según diferentes autores.
Catarsis: Inicialmente, shock emocional. Estado de purificación interna
vivido por un espectador de la tragedia clásica como resultado de un senti-
miento especial de lo que acontece con el destino del héroe, que, como regla,
concluye con su muerte. En psicoanálisis, procedimiento terapéutico especí-
fico que consiste en una disminución de la tensión. “Reacción” hacia un afecto,
el cual se había reprimido en el subconsciente y convertido en causa de un
conflicto neurótico.
Teoría histórico-cultural: Teoría del desarrollo psicológico del ser humano,
presentada en los años 20 y 30 por el psicólogo soviético Lev S. Vigotsky, con
la participación de sus colaboradores A. N. Leontiev y A. R. Luria. Para la
MARIO GOLDER | 147

formulación de esta teoría, se analizó críticamente las experiencias aporta-


das por la psicología de la Gestalt, la escuela psicológica francesa y la parti-
cipación del suizo Jean Piaget, y también la orientación estructuralista
semiológica, en especial en lingüística y crítica literaria (Bajtin, Sapir,
Saussure), la escuela formalista en crítica literaria y Opoyaz, la sociedad so-
viética para el estudio del lenguaje poético, y otros.
Gran importancia tuvo la orientación fundada por la filosofía de base
marxista. De acuerdo con esta teoría histórico-cultural, la mayor regulación
de la ontogénesis de la mente se visualiza en la interiorización, por parte del
niño, de la actividad socio-histórica externa (es decir, realizada juntamente
con los adultos y mediatizada por los signos). Como resultante, la estructura
formada por funciones psicológicas “naturales” comienza a quedar
mediatizada por signos interiorizados, y las funciones psíquicas se convier-
ten en “culturales”. Lo que emerge entonces en estas funciones pasa a con-
vertirse en consciente y en voluntario. Por consiguiente, la interiorización
actúa también como socialización. En el curso de la interiorización, la es-
tructura de la actividad externa queda transformada y comprimida, en el
orden de ser otra vez transformada y “desplegada” en el proceso de exterio-
rización, cuando la actividad social se construye sobre la base de la función
psíquica. El lenguaje signo-palabra aparece como instrumento universal que
transforma las funciones psíquicas. Lo que aquí se subraya es la posibilidad
de poder explicar el carácter verbal y simbólico de los procesos cognitivos
humanos. En esta teoría, en el nivel psicológico general, y desde otras posi-
ciones metodológicas, aparecieron problemas presentados por los defenso-
res del interaccionismo simbólico y por los defensores de la hipótesis de Sapir
y Whorf. Para sostener las principales proposiciones de esta teoría, Vigotsky
y sus colegas desarrollaron un “método de doble estimulación”, con la ayu-
da del cual el proceso de mediación simbólica queda modelado, y el meca-
nismo de “implantación” de símbolos en la nueva estructura de las funcio-
nes psíquicas —atención, memoria, pensamiento— puede ser estudiado.
Como producto de esta teoría surge el conocido concepto de “zona de desa-
rrollo próxima”, período de tiempo en el cual se logra una reestructuración
de los procesos psicológicos del niño, bajo la influencia de la interiorización
de las estructuras de la actividad, mediatizada por los signos y realizada en
forma conjunta con el adulto. Esto reviste una gran importancia en aras de
una teoría general del aprendizaje, teoría que ha sido sometida a crítica por
algunos discípulos de Vigotsky, por la contraposición existente entre funcio-
nes psíquicas naturales y culturales. Se analizan los mecanismos de sociali-
zación dirigidos primariamente por los signos-símbolos (lenguaje); también
por subestimar el papel jugado por la actividad humana orientada a un fin.
Este último tema se convirtió en el punto de partida de los discípulos de
148 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

Vigotsky, quienes elaboraron una teoría de la estructura de la actividad en


psicología. En la actualidad, esta teoría se vincula con los análisis de los pro-
cesos de comunicación, con el estudio de la naturaleza dialógica de una serie
de procesos cognitivos, y con el uso, en psicología, de distintas metodologías
para estudios semiótico-estructurales.

Melanie Klein: Desarrollo de un niño


Prólogo

Editorial: Biblioteca Psicológica y Psicoanalítica.


Director: Profesor I.D. Ermakov.
Año de edición: 1925.

El pequeño libro Desarrollo de un niño, de Melanie Klein, despierta un


gran interés, en especial en los años que estamos viviendo: es el interés por
el desarrollo sexual y la formación infantil en general. Son temas que, por
ahora, hemos ido resolviendo de una manera exclusivamente artesanal, don-
de todo iba a depender de cómo cada uno de los protagonistas infantiles se
vinculara con lo uno o con lo otro. Hasta ahora, todo había tomado la forma
de pensamientos sentimentales, enternecedores, vinculados, por ejemplo,
con la vida de las flores, de los vegetales o de las cenizas, que actúan como
gérmenes de futuras plantas. Todos estos relatos y explicaciones muy excep-
cionalmente iban a satisfacer a quienes deben ponerse en contacto con niños
en función de la problemática sexual.
Para quien hubiera adoptado esa anticuada metodología, a lo sumo po-
día resolver, por ese camino, sus propias vergüenzas o inhibiciones, pero iba
a sembrar en sus niños desconfianza, despertar insatisfacciones y, por ende,
se obtenía un virtual alejamiento de la verdadera y adecuada información.
Era lógico que si estas personas no realizaban inteligentemente sus obliga-
ciones, la necesaria información iba a quedar en manos de amigos o conoci-
dos de manera casual, a veces con ribetes de índeseabilidad o de grosería.
¿Cómo superar esta situación?
El núcleo del libro de Melanie Klein que presentamos se basa, fundamen-
talmente, en observaciones que la autora realizó sobre un niño con el cual
ensayó un temprano psicoanálisis. El resultado obtenido fue, por lo visto,
brillante; en especial, en lo atinente a la dependencia que se tiene en el pro-
ceso infantil del fenómeno de desplazamiento. Klein analiza las posibilida-
des de desarrollo y el aumento del potencial de las capacidades infantiles,
tratando de eliminar por esa vía todo lo que actúe como inhibidor del creci-
miento. Lo fundamental en este tratamiento psicoanalítico —el hermoso,
MARIO GOLDER | 149

claro y enriquecedor ejemplo presentado en el trabajo de Melanie Klein—


podrá ser entendido con facilidad por el lector.
Se podrán encontrar en el libro elementos útiles para quien quisiera —
pero aún no se siente en condiciones de— acercar a los niños a la realidad y,
por esa vía, liberarlos de toda esa serie de representaciones inadecuadas,
apartadas totalmente de la verdad. De no ser así, se dificulta en gran medida
el grado de libertad necesario y la independencia del pensamiento, por ejem-
plo, en todo lo atinente a una orientación hacia contenidos, no sólo sexuales
sino también religiosos.
El psicoanálisis no pretende crear una escuela pedagógica nueva, pero sí
nos puede resultar efectivamente necesario como método, sobre todo, cuan-
do no se cuenta todavía con una eficaz ayuda en estos temas. La autora pre-
senta sus aportes, que son válidos, a una pedagogía contemporánea, que,
por otro lado, se ha mostrado tan beneficiosa en la resolución de distintos
aspectos de la vida cotidiana.

Prólogo al libro El problema del inconsciente, de F.V. Bassin, a


cargo de Marie Langer, Buenos Aires, Editorial Gránica, 1972.

Prólogo dirigido en especial al lector que haya leído este libro antes de
leer el prólogo. Porque es él quien podría preguntarse cómo es posible que
yo, psicoanalista desde hace mucho tiempo, pueda haber auspiciado la pu-
blicación de este libro, tan abiertamente y apasionadamente antianalítico.
¿O será que, sumergida en la marea marxista, se abandonó el análisis? Y el
lector analizado se dará cuenta, desde ya, de que mi discusión con él respon-
de a una discusión con una parte mía. Contestaré, pues, a ésta y a él expli-
cando por qué este libro, y su publicación, en este momento, en este Buenos
Aires nuestro, me parece de alto interés.
La historia empieza en junio de 1971, cuando treinta psiquiatras, psicoa-
nalistas y psicólogos fuimos a la Unión Soviética para conocer sus institucio-
nes de salud mental, y un subgrupo numeroso para discutir sobre psicoaná-
lisis. Nos habían dicho que éste, después de la hibernación stalinista de va-
rias décadas, estaba resurgiendo. Llegamos desconcertamos y quedamos
desconcertados. Nos miraron como a bichos raros, ya que nos presentamos
abiertamente como marxistas-psicoanalistas. ¿Eso existe? Pero nos recibie-
ron bien. Nos hicieron conocer instituciones psiquiátricas espléndidas, con
una socioterapia únicamente factible en un país socialista. Solamente cuan-
do preguntamos qué tipo de psicoterapia practicaban surgía la confusión y
todo era distinto. Teníamos un programa sobrecargado, casi sin un momen-
to libre. Pero en este programa faltaba Bassin (no así Luria y Leontiev, sabios
150 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

espléndidos que sí nos comprendían, nos deslumbraban con su cultura e


inteligencia y nos trataban con cariño y fina ironía).
Sabíamos vagamente de la existencia de Bassin, hombre empecinado, ya
que reivindicaba, en la Unión Soviética, desde hacía mucho tiempo, la exis-
tencia del inconsciente. Nos enteramos allá de que había escrito un best seller
sobre el tema. Que la preocupación por esta problemática estaba ahora a la
orden del día, nos lo demostraba la afluencia de los psicólogos jóvenes que
venían a nuestro hotel cada noche, para discutir. Eran jóvenes, ávidos y en-
tusiastas. Hicimos muy buenos amigos.
Explicamos a nuestros anfitriones moscovitas que queríamos conocer a
Bassin. Tuvimos suerte, porque acababa de llegar de Georgia a pasar unos
días en Moscú. El hotel Rossia es inmenso. Abarca dos cuadras de ancho por
dos de largo. Modernísimo, con TV. en cada habitación single, muchos res-
taurantes y cuatro cafeterías por cada dos pisos. Pero Bassin cabía solamente
de noche en nuestro programa, y en Moscú, a las once menos cuarto, ya no
se sirve nada, y a las once todo está zacrito (cerrado, creo, no se exactamente
cómo se traduce, pero esta palabra, maligna para nosotros los porteños —
noctámbulos—, nos sonaba a “sagrado”). Por eso nos reunimos en el palier,
enorme, todos sentados sobre el piso alfombrado y Bassin, nuestro invitado
de honor, sobre el alféizar de la ventana. Disponíamos de un poco de vodka
y de chocolate, el resto, zacrito, no había más. No hacía falta que hubiera,
porque cuando Bassin comenzó a exponer, todos quedamos fascinados. Va-
lía la pena ver como, por otro camino, se llegaba a un encuentro. Discutimos
mucho. Con malos entendidos, porque no sabíamos qué era el set y no ha-
blábamos únicamente el lenguaje de las primeras obras de Freud. Somos
más sofisticados. Pero, igualmente, la discusión lo satisfizo a él, a los estu-
diantes moscovitas, a nuestros compañeros de viaje, a los psiquiatras casi
antianalíticos, y a nosotros, los psicoanalistas. La experiencia resultó positi-
va. Por eso, cuando casi de madrugada acompañamos al doctor Bassin a la
salida del hotel y él nos aseguró, con toda su cortesía de viejo profesor euro-
peo, cuán estimulante le había sido discutir con nosotros que veníamos de
afuera, le propuse la traducción de su libro. Él aceptó encantado, y aquí está.
Dos citas: “Los hombres se creen libres sólo cuando tienen conciencia de
sus actos, pero desconocen las causas que determinan dichos actos” (Spinoza),
y “... y la historia de las ideas es la historia de las transformaciones, y por lo
tanto también de la lucha de las ideas” (Lenin), encabezan, con mucho acier-
to, este libro. A través de ellas Bassin nos aclara, desde el primer momento,
su doble tarea: la científica y la ideológica. Y la justifica, apoyándose en las
palabras de Pavlov: “El psicólogo que se limita a estudiar las percepciones
conscientes es como un hombre que camina en medio de la bruma con una
linterna en la mano que sólo ilumina una porción reducida del sendero”. No
MARIO GOLDER | 151

se puede, ni se debe, seguir negando, en la Unión Soviética, la existencia del


inconsciente. Existe, con o contra la ideología oficial, guste o disguste Freud,
quiérase o no.
El inconsciente comenzó a existir, no solamente gracias al deshielo, sino
cuando se comprendió que criticar a Freud como “idealista”, sin poder ofre-
cer algo a cambio de la doctrina criticada, esteriliza y no sirve. Fue la
neurofisiología, la neurocibernética y las investigaciones de Usnadze sobre
el set, lo que permitió un abordaje materialista-dialéctico del problema, trans-
formando al inconsciente del “mito idealista” en objeto científico, digno de
ser investigado. (Pavlov, sin embargo, el gran Pavlov, siempre había
enfatizado como fundamental el descubrimiento de Freud de que se puede
curar al enfermo haciendo consciente lo inconsciente).
La neurocibernética, ¿Qué puedo decir al lector sobre un tema del cual
no se más de lo que sabrá cuando haya leído este libro? Para el psicoanalista
porteño, el contacto con esta ciencia puede ser atractivo e inquietante. Des-
pierta respecto. Pasaría como puede ocurrir con la ciencia ficción: aporta un
camino y un conocimiento nuevos.
La neurocibernética trata sobre la teoría de los mecanismos que aseguran
la posibilidad de la elaboración inconsciente de información, y de la regula-
ción inconsciente de las reacciones biológicas del comportamiento. De ahí se
abre un nuevo abordaje a la comprensión de los mecanismos psicosomáticos.
Pero el campo específico de Bassin es el set. Este término designa un sis-
tema de estímulo que, una vez formado, da un significado a la información
que sea, y facilita el surgimiento de varias formas de actividad de determi-
nación probabilística. A mi entender, el set corresponde en mucho a nuestro
concepto de fantasía inconsciente que, sin embargo, determina nuestras ac-
titudes y nuestro comportamiento.
Podemos y debemos aprender mucho de Bassin. La neurocibernética y la
teoría del set ofrecen algunas aperturas, cuyo alcance todavía no podemos
medir. Pero Bassin desarrolla estos conocimientos sobre la crítica al psicoa-
nálisis como una música de fondo que, lamentablemente, surge y tapa a
veces con estridencia el tema principal.
Es una pena que ocurra así. ¿Es una pena que ocurra así? No se. Tal vez,
después de la larga guerra fría entre el psicoanálisis y las ciencias soviéticas,
no pueda llegarse de otro modo a una convivencia pacífica que apunte a un
enriquecimiento mutuo para el futuro. Hay momentos y coincidencias posi-
bles “en la historia de la lucha de las ideas”, y esta lucha lleva inevitable-
mente a confusiones y distorsiones en ambos lados. Por eso hay ciertos erro-
res en los conceptos psicoanalíticos de Bassin que no escaparán al lector in-
formado (a veces se toma por Inconsciente lo que Freud define como
Preconsciente). No es cierto que para Freud la sublimación fuera siempre un
152 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

antagonismo entre la conciencia y las pulsiones inconscientes, mientras que


Bassin reivindica para la escuela de Usnadze un sinergismo funcional. Tam-
bién para nosotros la sublimación lograda es eso. Tampoco es sostenible que,
según Freud, la represión se supera únicamente a través de la simbolización,
ya que existen muchas otras vicisitudes. Pero se consigue, también, a través
de esta larga exposición y discusión, un lento acercamiento, y cuando llega-
mos al estudio de los sueños, enfocado con todas las nuevas armas de las
ciencias soviéticas, Bassin reconoce la validez de los conceptos de regresión
y de complejo.
Daría la impresión de que Bassin sostiene una guerra en dos frentes, y
esto siempre resulta difícil. La guerra abierta está dirigida contra Freud y el
“freudismo”, pero la guerra secreta que se trasluce se libra contra una ideo-
logía ya debilitada, que veía como enemigo peligroso al concepto de “In-
consciente” en sí. Este segundo frente tiene una larga historia, ligada al ais-
lamiento forzoso que sufrió la Unión Soviética, durante decenios y en todos
los terrenos. La contraparte de esta ignorancia ideológica es nuestro desco-
nocimiento de los aportes soviéticos. Por eso la aparición de este libro me
parece importante.
Muy sobre el final Bassin admite lo obvio, es decir, que Freud, en la déca-
da del 90 del siglo pasado, no podía basarse en la neurofisiología, a causa del
difícil desarrollo de ésta, ni tampoco “en la psicología, porque la teoría de la
estructura funcional de la acción espontánea, la noción de la función
organizativa de los sets, no existía aún, ni siquiera en embrión”. Pero le re-
procha después su poca inclinación experimental, y predice finalmente que
“el destino de una teoría que no puede proporcionar explicaciones, aunque
en otros sentidos disponga de aspecto fuertes, está sellada de antemano”.
¿Será así realmente? Caminamos por Moscú un compañero de viaje —de
quien sabía que la militancia política le importaba más que la ciencia— y yo.
“Me quedé preocupada —le comenté— por la manera como enfocan aquí al
psicoanálisis. ¿Creés posible que esta situación se repita en Argentina, cuan-
do lleguemos al socialismo? De ninguna manera —me contestó—, porque
ustedes, los psicoanalistas, y nosotros, somos los ahora compañeros de lu-
cha, seguiremos siendo naturalmente compañeros después, para construir
bien una nueva sociedad”
MARIO GOLDER | 153

Marie Langer
Encuentro con F.V. Bassin, Junio de 1971, Corredor del cuarto piso, Hotel
Rossia, Moscú.
Comienza el encuentro con una breve exposición del profesor Bassin acer-
ca de su libro El problema del inconsciente.

“Recientemente se realizó un encuentro internacional entre investigado-


res de mi país y una serie de psicoanalistas, en especial de los Estados
Unidos y de Canadá. Allí estuvieron Masserman, Witkower, Chertok y
otros. Se conversó y se discutió mucho. Personalmente, pude convencer-
me de que este tipo de encuentros, si bien saludables, nos muestran la
falta de concordancia que existe todavía entre nosotros, de que todavía no
nos conocemos bien. Por eso le doy mucha importancia a oportunidades
como esta que nos reúne esta noche.
Es saludable que este tipo de encuentros permita el intercambio de opi-
niones y clarifique todo lo referente al carácter de las divergencias de base.
Así intentaremos superar la falta de un intercambio más fluido. Reitero mi
satisfacción por la acogida que me están brindando.
Comenzaré por relatarles los motivos que me llevaron a la confección de
mi libro. Aproximadamente en la década del veinte, la Unión Soviética
prestaba gran atención a las teorías de Freud. Muchos especialistas —al-
gunos muy reconocidos— eran partidarios del freudismo. Intentaron com-
binar la teoría psicoanalítica de Freud con el enfoque propuesto por Marx
en sus extensiones hacia la psicología. Es muy sabido que las ideas de
Freud, más allá del fuerte aporte psicopatológico, se proyectan hacia ribe-
ras filosóficas y sociológicas. Pero convengamos en que existía una fuerte
incompatibilidad de aquella teoría con la sociología y la filosofía de base
marxista. Lamentablemente, el diálogo fue interrumpido. Durante mu-
chos, demasiados años, en nuestra literatura no hubo lugar para el freu-
dismo, ni una aceptación, ni un rechazo. Simplemente fue un tema no
considerado. De ello todo el cúmulo de consecuencias negativas. Se mar-
ginó la propuesta de Freud de análisis del problema del Inconsciente, del
papel que juega el inconsciente en la organización de la conducta, y tam-
bién en la determinación del estado de las funciones psicológicas propias
del organismo humano. Se trata de un problema real y sumamente impor-
tante. Imposible su negación.
Debemos reconocer que Freud ha elaborado su teoría acerca del psicoaná-
lisis. Nos ubicamos a comienzos del siglo XX. Podríamos decir que podría
también haberse apoyado en el desarrollo de la fisiología del cerebro; si-
tuación que el mismo Freud reconoce: no haberse apoyado, para la com-
prensión de su teoría, en los aportes de la nueva psicología científica, a
154 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

pesar de su origen apenas esbozado.


El carácter contemplativo de la concepción freudiana, su actitud específi-
ca ante lo experimental, su utilización de un aparato conceptual que —
desde nuestro punto de vista actual— no consideramos adecuado. Quizás
podemos sintetizar nuestra opinión diciendo, primero: el problema pro-
puesto por Freud es, sin duda alguna, de gran importancia, y segundo:
concomitantemente con ello, la elaboración teórica y experimental hoy
debe ser abordada de manera distinta. La ciencia describe todos los días,
ante nosotros, estudiosos del tema, nuevos mecanismos que buscan abor-
dar el problema del inconsciente. Todavía necesitamos de una gran ayuda
metodológica para la elaboración final del problema del inconsciente.
Durante muchos años el psicólogo georgiano Dimitri Usnadze elaboró
una teoría sobre el tema. Usnadze falleció a fines de la década del 40, pero
hasta hoy trabaja un importante equipo sobre sus ideas. En la actualidad,
este grupo científico conforma una de las escuelas más importantes den-
tro de nuestra psicología; esto, en el marco del Instituto de Psicología de la
Academia de Ciencias de Georgia. Este Instituto se encuentra en la capital
de Georgia, Tbilisi, y justamente lleva el nombre de Usnadze. La teoría y
los trabajos experimentales se escriben tanto en ruso como en georgiano.
No hace mucho, una serie de investigaciones fue publicada en inglés y
francés. Bueno, para la escuela que estamos comentando, lo central gira
alrededor de la categoría de actitud, de alguna manera similar al set en
inglés y a la ustanovska en ruso. Atención: similares pero no idénticas.
Daremos un ejemplo desde lo experimental; nos servirá para mostrar cómo
la escuela georgiana entiende este concepto de actitud. Supongamos que
entregamos al experimentado dos esferas de distinto peso, pero del mis-
mo volumen, para que mantenga, en su mano izquierda, la más pesada.
Esto es necesario repetirlo varias veces. Pero, repentinamente, se entregan
dos esferas que contienen el mismo peso. En esta situación, la persona
sentirá que en la mano izquierda está la esfera de menor peso. Resulta —
creo— un claro ejemplo de que, en el experimentado, bajo la influencia de
ciertos estímulos, se crea en su psiquismo una determinada actitud. Acti-
tud que es naturalmente inconsciente. Lo inconsciente se manifestará ex-
clusivamente para este experimento. De otra manera no hubiéramos co-
nocido el surgimiento de este fenómeno, en términos de actitud.
Por actitud, entonces, entendemos el estado funcional determinado por la
experiencia anterior, fenómeno del que no se toma conciencia directa (en
consecuencia es inconsciente) y, por ende, puede influir en conductas pos-
teriores. De esta manera, la escuela de Usnadze define su postura teórica:
así formula el concepto de actitud.
El ejemplo que hemos utilizado es, sin duda, muy simple; hasta —diría—
MARIO GOLDER | 155

resulta elemental. Pensemos que el hombre acciona con actitudes mucho


más complejas, complejas a la vez que dinámicas. La dinámica del desa-
rrollo humano influye claramente en su propia conducta, y las relaciones
con la conciencia (humana) son relaciones harto complejas. Este es un pro-
blema que se sigue discutiendo, es un problema litigioso, que genera vi-
vas polémicas, incluso en el seno de la escuela de Usnadze. Tanto él como
sus discípulos consideraron que la actitud, por esencia, es un fenómeno
inconsciente. Pero hay otros especialistas en el tema que consideran que
las actitudes pueden ser tanto inconscientes como conscientes. El tránsito
de lo inconsciente a actitudes conscientes —y viceversa— pasa a conver-
tirse en uno de los momentos más trascendentes de la conducta humana.
Nosotros consideramos que la actitud puede surgir primero como fenó-
meno inconsciente, pero después puede transformarse en una actitud cons-
ciente, en especial cuando ésta se enfrenta con una dificultad en su reali-
zación. Según una ley muy conocida por todos ustedes, la ley del despla-
zamiento, ésta puede hacerse inconsciente; entonces no puede desplazar-
se, pero sí reprimirse.
Dicho en otras palabras: una actitud, al comienzo, puede aparecer como
inconsciente para después transformarse en consciente; pero este transcu-
rrir puede chocar con la imposibilidad de su manifestación en una con-
ducta consciente. Es como una segunda ley derivada de la anterior a tra-
vés de la represión, y así volver al terreno de lo inconsciente; sin embargo,
desde este determinado sitial seguirá influyendo en la conducta. Es aquí,
en este punto, donde nos topamos con los fenómenos ya descriptos por
Freud; después nuevamente puede volver a ser consciente. Y así de segui-
do...
Esta es entonces la teoría del Inconsciente que postula la escuela de
Usnadze, mediatizado por el concepto de actitud. Hay un concepto cen-
tral: la actitud que nos vincula al análisis de lo inconsciente. A través de
estos conceptos y ejemplos vemos los puntos de semejanza y diferencia
con los conceptos emanados de Freud. Voy a tratar de mencionarlos de
alguna manera. Hay ciertos puntos que aparecen —creo yo— como los
más importantes a destacar.
En primer lugar, la relación existente entre lo consciente y lo inconsciente.
Es posible que nosotros no tengamos una idea correcta sobre los puntos
de vista de Freud. Pero a nosotros también nos parece que Freud, en su
obra, subrayaba relaciones de antagonismo entre la esfera de lo consciente
y la de lo inconsciente. A lo mejor, podemos resumir toda la teoría de
Freud diciendo que es la descripción del modo en que lo inconsciente
puede superar las trabas o el freno en que se mantiene la conciencia.
Y como el punto de vista del psicoanálisis ya es tan conocido por ustedes,
156 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

convengamos en que nos encontramos ante fuerzas hostiles que se contra-


ponen. Nosotros consideramos que es una forma de explicación, como
aspecto real propio de la vida psíquica. Pero también convengamos en
que nos encontramos ante una explicación unilateral —y, en ese sentido,
es simplista.
En segundo lugar, las relaciones entre lo consciente y lo inconsciente no se
reducen sólo a relaciones de tipo antagónico, y estas otras formas no son
de poca monta; son, por ejemplo, relaciones sinérgicas, muchas de las cua-
les actúan de sostén para distintos aspectos de la vida psicológica normal.
Nosotros damos a este momento categoría de principio, porque si noso-
tros ocupamos el bastión de que lo inconsciente resulta ser enemigo de lo
consciente, y como Freud consideraba la fuerza de lo inconsciente para
determinación de la conducta humana, se desprenderían concesiones
inexactas, sobre todo en el plano de lo sociológico. Es bien conocido por
nosotros el profundo pesimismo que sustentaba Freud con respecto al fu-
turo de la humanidad. A un paso de arribar a tales conclusiones, son in-
aceptables las derivaciones políticas que emergen del psicoanálisis.
Pero debo, al mismo tiempo, reconocer que, si nos mantenemos en un
plano científico, me parece que estas conclusiones (generalizadas en nues-
tro medio) pueden llevarnos a cierta unilateralidad para explicar todo este
arduo problema; me refiero —obviamente— al problema de la relación
entre lo consciente y lo no consciente. Este es el punto central que quiero
explicar ante ustedes. Precisamente este punto puede aclararles toda nues-
tra actitud ante Freud.
Pero, finalmente, el segundo punto que quise presentarles es el que queda
vinculado directamente a la teoría general de la actitud, tomada ésta como
unidad funcional (y precisamente la teoría de lo Inconsciente está operan-
do como unidad funcional). Hablando de actitudes, ésta se convierte en el
elemento principal que nos permite hacer un análisis del inconsciente. Se
trata del elemento funcional más pequeño y básico con el que podemos
operar para estudiar el inconsciente, así como en la teoría pavloviana el
elemento esencial es el condicionamiento. En consecuencia, el concepto
de actitud pasa a ser el elemento sine qua non para el análisis del incons-
ciente.
Una de las ventajas que nos depara la utilización de este concepto de acti-
tudes radica en que nos permite superar una contradicción lógica, amén
de que nos habilita al análisis del esquema psicoanalítico clásico. Este es-
quema nos va a permitir comprender la represión de los afectos, que apa-
rentemente no era posible analizar. Si nosotros nos munimos de un esque-
ma parecido nos estamos basando en la descripción de un estado psicoló-
gico que no detenta el sujeto, es un aspecto reprimido...
MARIO GOLDER | 157

Gilou Roger de García Reynoso: Cada estado psíquico... Si amo a alguien


también estoy haciendo mal a alguien. En función del sujeto del aconteci-
miento. Si hablamos del afecto que es reprimido... ¿es un estado psíquico
que no tiene sujeto? He aquí una contradicción... Si tomamos en conside-
ración el estado psíquico consciente, siempre hay un sujeto, y si tomamos
en consideración estados reprimidos, ¿no hay sujeto?
Bassin: Si tomamos en consideración el concepto de actitud tal como lo
intentamos presentar, estas contradicciones que la colega plantea se pue-
den superar, porque las actitudes pueden existir como estados inconscientes
desde un principio. No presuponen la conciencia. Nos resulta más funcio-
nal la utilización de actitudes (en muchos momentos, hasta nos resulta
más cómodo que la utilización de afectos reprimidos).
María Langer: ¿Usted nos ha querido decir que allí no hay afectos repri-
midos?
Bassin: Yo pienso que cuando se habla de afecto reprimido se entiende
que, de base, es un afecto que no es reprimido, pero que luego sí es repri-
mido. En esencia se trata del mismo afecto en cuestión. Pero aquí reconoz-
co una contradicción: si se trata de un afecto, entonces debe existir un
sujeto portador.
Gilou: Entonces, ¿qué tipo de relación sujeto-objeto se aplica?
Bassin: Un afecto, si es reprimido, si se transforma en inconsciente, noso-
tros pensamos que no se trata del mismo afecto, afecto que solamente es
reprimido. Aquí estamos ante una actitud; en otras palabras, estamos frente
a una actitud inconsciente. Si yo amo a alguien esto es consciente; si se
reprime ese amor, entonces no se trata de ese amor: no se debe inferir que
estoy hablando de un subconsciente, un espacio cualquiera en donde se
ubica ese amor rechazado. Pero ya no se trata de ese amor, ya no es el
amor. Ahora se trata de una actitud.
Pregunta: ¿Entonces el amor se convierte en una actitud?
Bassin: No. Veamos un ejemplo: un joven ama a una joven. Todo es cons-
ciente: es un amor, es una emoción, es un sentimiento. Pero, incluso si el
joven ama a la joven apasionadamente, y en ese momento está en su acti-
vidad laboral, su conciencia está afectada a la tarea concreta; pero puede
escuchar mencionar el nombre de la joven, y su cabeza girará
automáticamente en su búsqueda. Y esto nos indica la presencia de una
actitud con existencia de un profundo afecto. Lo que debe ser objeto de
estudio es el proceso psíquico de la actitud y las leyes que lo determinan.
Esto es posible, marca la diferencia de mi postura teórica con el psicoaná-
lisis.
Siguiendo con mi presentación, quiero hablar de un tercer punto: el papel
158 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

de lo simbólico, primeramente abordado por Freud y luego ampliado por


la escuela psicosomática, empleado en general para la explicación de dis-
tintos trastornos orgánicos, como una úlcera de estómago, una colitis
ulcerosa, asma, diabetes, distintos eczemas, etc.
Aquí, me parece, nos encontramos ante un problema más complicado. En
primer lugar, resulta dudoso que, utilizando este esquema, nos sea posi-
ble explicar la propia dinámica del mecanismo de lo orgánico, por cuanto
tiene que ver con enfermedades de tipo funcional; en realidad, lo que se
observa con frecuencia es la aparición de estos trastornos, los que deben
ser concebidos como la simbolización de afectos reprimidos. Veamos un
ejemplo concreto: supongamos que una señora con síntomas histéricos no
quiere presentarse a rendir un examen, por lo que desarrolla una parálisis
histérica en una de sus piernas: antes esto era simplemente analizado como
un clásico ejemplo de simbolización del aspecto reprimido en el lenguaje
corporal. Por eso la gran importancia que las escuelas, tanto psicoanalítica
como psicosomática, otorgan al mecanismo de simbolización como tram-
polín de lanzamiento para la aparición de la enfermedad. En estos casos
(en las enfermedades histéricas), nosotros consideramos que no estamos
ante una simbolización auténtica, sino ante una imitación del proceso de
simbolización; sería algo así como una pseudosimbolización que surge
sobre la base de fenómenos autohipnóticos, los que fueron analizados
minuciosamente por la escuela de Pavlov.
Este autor tiene un trabajo donde polemiza con el científico francés Pierre
Janet, que se llama Sobre la naturaleza de la histeria. En esta obra, Pavlov
trata de explicar casos como el mencionado; es interesante que Pavlov
diga “consecuencia de relaciones fatales”; Así el psicólogo va a llamar a
los mecanismos que se forman en personas histéricas, en personas some-
tidas a una clara autohipnosis.
Desde nuestro punto de vista, todo aquello que constituye, para Freud, el
verdadero símbolo, es solamente una imitación del mismo; los mecanis-
mos que engendran tales imitaciones no constituyen una alteración pri-
maria, no expresan el contenido reprimido a través del símbolo elegido,
como lo postula la escuela psicosomática, sino que, por lo contrario, son la
expresión de afectos producidos por vía de la autohipnosis. En esto con-
siste nuestra propia concepción, nuestra concepción acerca de los trastor-
nos psicosomáticos. Quizás podríamos polemizar entre nosotros sobre los
distintos momentos de una conversión, o sobre la psicogénesis del len-
guaje corporal y otros temas afines. Esto, en síntesis, es lo que quería trans-
mitirles sobre este tema, y que seguramente va a motivar un diálogo salu-
dable en esta singular platea.
Pero antes de nuestra polémica quisiera presentarles, sin ánimo alguno de
MARIO GOLDER | 159

agotarlos, nuestra propia posición sobre los mecanismos de defensa.


Por supuesto, todos partimos del trabajo de Ana Freud El yo y los mecanis-
mos de defensa. Si es así, plantearemos entonces un problema de tipo
metodológico a través de una pregunta: ¿Es real la existencia de defensas
psicológicas? Para que no haya duda alguna, yo pienso y sostengo que no
sólo estamos ante un concepto real, sino que se trata de uno de los instru-
mentos, de los mecanismos, más importantes de la conciencia del hombre.
Sin esta presencia nunca podremos comprender la conducta humana, y
mucho menos su patología —en términos de psicoterapia.
Pavlov, dentro de su postura fisiologista (importante para subrayar), des-
cribió, por ejemplo, los mecanismos afectados a la defensa (fisiológica):
los mecanismos de defensa psicológica complementan a los mecanismos
de defensa fisiológica y juegan un papel muy relevante, quizás el más
relevante en la determinación de la conducta en estudio. Nos deberíamos
preguntar, entonces: ¿En qué consiste la diferencia entre nuestra compren-
sión de la mecánica de la defensa psicológica y la de la escuela
psicoanalítica?
Si vencemos una serie de reparos, ustedes podrán encontrar, en Pavlov,
una serie de formas de actividad psíquica propias de la conciencia, y que
eran interpretadas como clara expresión de una defensa psicológica. Y en
esta serie encontrarán casi todos los mecanismos de defensa freudianos:
sublimación, proyección, etc. Estos mecanismos de defensa, desde el pun-
to de vista de Freud, se ponen en marcha cuando aparece un claro antago-
nismo entre la esfera de lo consciente y lo inconsciente. Nosotros conside-
ramos, en primer lugar, que los mecanismos de defensa psicológicos se
ponen en movimiento no sólo en las instancias de conflictos entre las esfe-
ras de lo consciente y lo inconsciente, sino cuando aparecen conflictos (no
antagónicos) entre actitudes que pueden ser plenamente conscientes. Son
mecanismos que operan en forma constante, y que juegan un importante
papel en la conducta de lo cotidiano, sin consolidarse como series de com-
portamientos estables de la actividad psíquica, sino que se trata de la reor-
ganización de las propias actitudes que se sirven de base. Reitero: las de-
fensas psicológicas se ponen en marcha más allá de la presencia de con-
flictos entre la esfera de lo consciente y lo inconsciente. Se ponen de mani-
fiesto ante conflictos en el plano de las actitudes en la esfera de lo plena-
mente consciente.
En segundo lugar, sobre estos mecanismos, reconocemos su aparición en
múltiples ocasiones.
Y hay un tercer lugar: se trata de mecanismos que no se limitan a las for-
mas específicas de actividad —como lo sostenía Freud—, sino que confi-
guran una constante reorganización de actitudes. Voy a dar otro ejemplo
160 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

concreto. Todos nosotros nos manejamos con dos actitudes en estado de


conflicto; citemos simplemente el amor y el deber. El conflicto va a des-
aparecer si estos dos sistemas actitudinales constituyen una parte de la
estructura de una actitud más general (forman parte de una estructura
más general). Al entrar en la estructura de una actitud más amplia, se
elimina de esta forma el conflicto. Claro: justamente en esto va a radicar la
diferencia existente entre el hombre y el animal.
Si tomamos el ejemplo del mundo animal, podemos observar el siguiente
fenómeno —ya estudiado por el tan mencionado Pavlov. El ejemplo es
conocido: dos timbres en la audición de un perro. Un timbre va a signifi-
car que el perro está por recibir un alimento; el otro indica que no lo va a
recibir. Si vamos a tocar los dos timbres en forma simultánea el perro su-
frirá una crisis (con la clara imposibilidad para incorporar ambos estímu-
los dentro de una estructura más general). Se podría superar el conflicto
ni bien se tienda a la reorganización de las actitudes, e incorporándolas a
una estructura única general y abarcativa. Y finalmente: la escuela
psicoanalítica, por lo visto, no se ha desplegado hacia el hecho de la exis-
tencia de una jerarquía de niveles dentro del aparato psíquico, que permi-
ta visualizar leyes vinculadas a reacciones psicosomáticas. Distintas leyes
que respondan a distintos niveles. En alguno de estos niveles, el ser hu-
mano puede lograr un alto nivel de inmunidad, como respuesta a influen-
cias nocivas que lo perjudican. En estos y en otros niveles existen leyes de
carácter tanto fisiológico como psicológico. Es precisamente en este punto
donde podemos encontrar diferencias entre nuestros enfoque comunes.
(El grupo pide aclaración sobre este punto). Para aclarar, entonces, voy a citar
una investigación acerca del estado de salud de dos grupos de madres. En
un primer grupo, las madres son indispensables para el desarrollo de sus
hijos, en especial en lo que se refiere a la dependencia económica; en el
segundo, un grupo experimental de madres, éstas no eran tan necesarias
para la resolución económica de sus hijos. La observación atenta permitió
apreciar el grado de perturbación entre ambos grupos de madres. El re-
sultado de la investigación demostró que aquellas madres que eran indis-
pensables para sus hijos se conflictúan mucho menos, comparativamente
menos que esas madres que no resultan económicamente necesarias para
sus hijos. Y cuando la madre se hace menos necesaria en el plano de lo
económico comienza un camino cercano a una neurosis.
Esto puede ser un ejemplo de una actitud poderosa que puede alterar todo
el nivel de desarrollo de los procesos fisiológicos del organismo. Esta ley
resulta muy importante. Sin su existencia no podríamos entender los fe-
nómenos referidos a la índole de las perturbaciones. Otra muestra de lo
funcional que nos resulta utilizar el concepto de actitud y la posibilidad
MARIO GOLDER | 161

de visualizar su aplicación.
Con esto creo haber presentado los aspectos teóricos y metodológicos de
nuestro enfoque, aunque sólo sobre el tema del inconsciente. Ahora sí
quisiera pasar al diálogo con ustedes. Quizás no lo crean, pero para mí
también resultan muy provechosos estos intercambios con colegas extran-
jeros. Para aclarar —justamente el diálogo— nosotros no llegamos a Mos-
cú a discutir nuestro acuerdo o no con el Freud filosófico o con el Freud
sociológico. Creo también que no estamos de acuerdo con el Freud pesi-
mista con respecto al futuro del hombre. Entonces sí, ahora comencemos
el intercambio.
Carlos Plá: Mucho me gustaría una ampliación sobre la definición del con-
cepto de actitud. ¿Podría ser preparación para la acción (concepto que
manejamos en Argentina)? ¿O sería otra cosa?
Bassin: Actitud es una función, un proceso, que se manifiesta en forma
global en la psiquis del hombre. Por lo tanto, visualizable en su conducta
y en su sistema fisiológico, analizable también en ese plano, y que com-
promete al organismo. Se va gestando a partir de la experiencia anterior y,
a su vez, va a influir en la conducta posterior. Claro que algunos de noso-
tros, en nuestras investigaciones, pensamos tanto desde el campo de lo
inconsciente como de lo consciente. Pero también nos resulta evidente —
y creo que también para ustedes— que no hemos llegado a un pleno acuer-
do. Por ejemplo, tanto el propio Usnadze como sus continuadores consi-
deran que la actitud siempre es un proceso inconsciente. Y entonces estoy
de acuerdo con el colega en el sentido que actitud podría ser definida
como disposición hacia la acción. Pero, yendo un poco más allá, diría que
no se reduce solamente a ella; hasta podría decir que, más bien, se presen-
ta como factor, que en primer lugar prepara para la acción y luego regula
su realización, la realización de la acción misma. Añadamos que, a medi-
da que la acción transcurre, se constata su cumplimiento. Por eso pode-
mos concluir que la actitud se convierte en factor de regulación.
Los fisiólogos contemporáneos de la regulación biológica —y también los
cibernéticos modernos— dedican muchos esfuerzos a esta teoría, y utili-
zan con frecuencia el concepto de actitud. De ahí que este concepto se está
acercando tanto al concepto de programa de la acción.
Alguien, que no he podido identificar, le solicita al profesor Bassin que de
su visión sobre el concepto de significado
Bassin: Este tema todavía no lo hemos considerado, pero este concepto
tiene una enorme importancia; es, en esencia, un concepto similar a una
estructura, mientras que el concepto de actitud es un concepto dinámico.
Mientras que la actitud sería para nosotros factor de regulación de la ac-
ción, el significado sería la determinación de la situación que propone la
162 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

acción dentro de un sistema de valores.


Pregunta de emisor no identificado: ¿Son válidos los conceptos de Cons-
ciente e Inconsciente en función de la categoría de significado?
Bassin: Sí, por supuesto, y lo estaremos desarrollando.
Pregunta con emisor no identificado: Entonces, si esto es así, ¿por qué la
necesidad —por usted planteada— de basarse en la fisiología del cerebro
para comprender las leyes propias del inconsciente, cuando en realidad
pertenecían al plano de los psicológico?
Bassin: Como ustedes bien saben, Freud estaba seguro de que el trabajo
inconsciente del cerebro estaba vinculado íntimamente con la fisiología
del cerebro —y no sólo del cerebro— sino también del sistema nervioso
central. En su juventud, escribió un proyecto que sólo fue publicado 50
años después, en el cual ya presentaba las leyes propias del cerebro sobre
la base de un lenguaje puramente fisiológico; pero está claro que el pro-
yecto fue elaborado mucho antes de hacer su inmersión en el terreno de la
psicología profunda.
Después llega, por la lógica de sus conceptos, a otra convicción: la fisiolo-
gía no puede ayudar en la elaboración del problema del inconsciente. Puede
ser que en aquel entonces esta posición fuera la científica. Por supuesto
que, en la actualidad, ya comprendemos con mayor profundidad las leyes
del cerebro en lo fisiológico. Que quede claro que, cuando estamos frente
a los problemas que presenta el inconsciente, nosotros sostendremos con
énfasis que somos psicólogos y no fisiólogos.
Aún más: cuando abordamos la problemática fisiológica también somos
psicólogos. Esto, entre nosotros, es un real paso adelante. Esta nueva si-
tuación parece consolidarse cuando pasamos a analizar al cerebro en fun-
ción de mecanismos de información.
Un círculo nuevo ante nosotros. Surgen nuevos trabajos ligados a la ciber-
nética —con la intención de analizar al cerebro cuando procesa la nueva
información recibida—, y cuando la cibernética analiza estos procesos sos-
tiene que se está elaborando una idea de la conciencia. Nueva. Se afirma
que se está trabajando sobre nuevos valores de la conciencia.
En mi país se ha escrito mucho al respecto. No lo suficiente en cantidad y
calidad. En otros países también, en trabajos como los de Erwitt y George,
entre otros. De este modo, entonces, la cibernética dio un fuerte apoyo a la
teoría del Inconsciente, como así también en cuanto a lo que corresponde
a la conciencia.
En todo caso, nosotros tenemos, hoy en día, cierta noción de cómo está
estructurado el sistema neuronal, cómo en este sistema se ha elaborado la
información que se suministra al cerebro. Personalmente, pienso que es
justo —siguiendo esta línea de investigación—, que debe elaborarse una
MARIO GOLDER | 163

nueva teoría del Inconsciente, y no limitarnos a la fisiología en su acep-


ción clásica, porque ésta, en este caso, nos ayuda poco, mientras que la
cibernética, por lógica, nos da una gran ayuda.
Comentario de emisor no identificado: Es indiscutible la utilidad del tra-
bajo interdisciplinario, necesario para poder entender al hombre, a la ci-
bernética, a la sociología, etcétera. Lo que sí se plantea es la necesidad de
no extrapolar. Lo que muchos colegas acaban de plantear con sus pregun-
tas es la necesidad de mantener al inconsciente como objeto de estudio,
instrumento específico de nuestro campo científico. El trabajo de relacio-
nes bipersonales con hipótesis interpretativas. En suma, puedo sostener,
en nombre de nuestro grupo, que existe una opinión unánime acerca de lo
positivo del trabajo interdisciplinario. Pero también compartimos un tema
en que de manera imperceptible se extrapola de una esfera a la otra.
Bassin: Hemos dicho que las búsquedas o investigaciones
interdisciplinarias, hoy en día, tienen una enorme importancia. Para eso
podemos presentar muchísimos ejemplos. La culminación del desarrollo
de una ciencia se va a dar en el punto de confluencia de distintas esferas.
Esto va a crear enormes dificultades para el especialista, y, por otra parte,
va a imponer exigencias de nuevo tipo, surgidas por la excitante prepara-
ción de la nueva generación de científicos, que no sólo tienen que tener
conocimientos profundos, sino también amplios y abarcativos. Se crea una
situación muy compleja. Cada ciencia profundiza sus objetivos, e incluso
el especialista no alcanza a estudiar lo suficiente su propia especialidad en
forma exhaustiva. Por otro lado, la labor científica trae aparejados deter-
minados problemas, problemas cardinales que no pueden ser soluciona-
dos a partir de las posibilidades de una sola disciplina. El problema del
inconsciente nos sirve de ejemplo en este caso. Para profundizar el proble-
ma del inconsciente va a ser necesaria la colaboración de investigadores
de distintas especialidades: psicólogos, cibernetistas, fisiólogos, sociólo-
gos, filósofos, trabajadores del arte, educadores, etc.
Carlos Plá: Vamos a hacer una pregunta antes de comenzar a discutir los
puntos que Bassin trajo a consideración. Freud descubrió la organización
psíquica como consciente e inconsciente; pero, más tarde, desarrolló otro
esquema en donde la cualidad de consciente e inconsciente era sólo un
aspecto del problema, lejos de ser el decisivo. La nueva propuesta fue yo,
súper yo y, ello. Entonces, ¿qué piensa el profesor Bassin de este segundo
esquema de Freud?
Bassin: Por supuesto, conocemos estas dos posturas, y reconocemos la
diferencia entre ambas. Personalmente, pienso que esos conceptos consti-
tuyen una expresión simbólica de la realidad. Pero nosotros intentamos
poner de relieve, enfatizar, el sentido de cada uno de estos parámetros.
164 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

Cada una de estas instancias la abordamos de una manera estrictamente


simbólica. El súper yo es todo aquello que, en el “interior” del hombre,
indica la moral, el sentimiento del deber; es decir, todos aquellos estímu-
los que se crean en él como miembro de su grupo. Eso sería la vergüenza,
el temor. Por otro lado, en el ello colocaremos, indicaremos, todo aquello
que hay en el sujeto a partir de su herencia biológica. Y en el centro, el yo.
Es la consignación simbólica de lo que tratará de dirigir y orientar el prin-
cipio del placer. Realmente, nos parece que se trata de un esquema que
refleja la relación en términos reales, pero diría que todo es tan lacónico
que necesitaría de una explicación más profunda.
Emilio Rodrigué: Esta reformulación de la acción del propio Freud contie-
ne algunas de las cuestiones planteadas por usted. Tomó, por ejemplo, la
autohipnosis como pseudosímbolo de la histeria, cuando Freud afirma
que el afecto reprimido no tiene sujeto. Creo que esa problemática ya apa-
recía en Freud en 1914. Creo que una forma de elaborarla sería introducir
la concepción de “narcisismo”. Pregunto al profesor Bassin su opinión al
respecto.
Bassin: Me resulta muy difícil contestar a esta pregunta tan puntual. No
conozco esa tendencia en la obra de Freud.
Comentario de emisor no identificado: Mi pregunta es sobre el significa-
do de una verdadera simbolización y la diferencia que existiría con una
pseudosimbolización.
Bassin: La idea de la conversión se basa en la proposición de que existen
alteraciones de la expresión no sólo a través del habla, sino también con la
ayuda del estado corporal; de ahí el concepto de “lenguaje corporal”. Este
concepto se aplica ampliamente en la literatura psicoanalítica, en forma
de expresión simbólica de vivencias como alguna función primaria. Esta
es una categoría, a mi entender, característica tanto para el psicoanálisis
como para la escuela psicosomática clásica. Es posible, también, otro pun-
to de vista para la comprensión de cómo aparece en tendencias a una ex-
presión simbólica de vivencias (como función primaria). No pueden sur-
gir datos cuando el estado del cuerpo expresa, en forma simbólica, un
aspecto reprimido. Pero, en realidad, se trata sólo de consecuencias de
una autohipnosis. Por ejemplo, en la parálisis de una pierna (típico ejem-
plo de expresión simbólica), que en realidad es solamente consecuencia
de un estado autohipnótico. He tratado de sintetizar en una sola respuesta
varios de los interrogantes planteados.
Marie Langer: Pero en realidad existe una simbolización no sólo primaria
sino auténtica. La bandera es el símbolo de la patria...
Bassin: Vea usted: en nuestra teoría sobre la relación entre pensamiento y
lenguaje, la palabra que no tiene sentido es un lenguaje hueco. La palabra
MARIO GOLDER | 165

es simbólica. Repito: para nosotros la palabra, cuando es palabra, es sím-


bolo. Cuando estamos ante una parálisis no pensamos en algo parecido al
lenguaje. La leyes de simbolización son las mismas tanto para el lenguaje
como para el cuerpo, pero en alguna ocasión, a causa de una autosugestión,
estamos frente a un cuadro clínico, por ejemplo, una úlcera de estómago
(en cada enfermedad orgánica hay un aspecto funcional en juego). Incluso
en casos orgánicos aparece siempre una pseudosimbolización, como en la
histeria...
Marie Langer: Cuando hay una simbolización verdadera. Pero hay algo
que sigo sin comprender, cuando usted sostiene que el lenguaje de por sí
es simbólico, pero que el cuerpo no. Afirma que el cuerpo es
pseudosimbólico, y que sólo a través de un estado de autohipnosis se po-
dría expresar algo parecido a un símbolo... pero que no se rige por las
leyes simbólicas del lenguaje, y por eso no podemos hablar de lenguaje
corporal... Necesitaría una nueva explicación sobre el tema.
Gilou Roger de García Reinoso: ¿Cuáles son las relaciones que existen entre
el proceso primario y el proceso secundario? Por otro lado, la simbolización
de la histeria y la simbolización que algunas veces se manifiesta en enfer-
medades psicosomáticas, ¿estarían en relación con el proceso primario?
¿La simbolización propia del lenguaje lo estaría con el proceso secunda-
rio?
Bassin: La simbolización del lenguaje es verdadera; luego, no estamos
hablando de simbolización en la clínica; entonces, se trata de otra cosa,
que no es la expresión de una tendencia por hacer a través del cuerpo un
cuadro simbólico.
Carlos Plá: Una situación clínica: un paciente expresa su significado de
sentirse atacado a través de un síntoma corporal, por ejemplo, una crisis
asmática. El paciente puede que mejore de estos síntomas, y pasa enton-
ces a delirar y a sentirse atacado.
Bassin: Las dos formas de pensar un significado: en un momento, el sínto-
ma corporal, y en otro momento, el delirio de persecución. Parecería un
ejemplo que demuestra la expresión del mismo significado, pero en dis-
tintas áreas, en especial en el área de la mente. Estaríamos ante un ejemplo
de dos maneras distintas de expresar un significado inconsciente, no com-
prensible por la hipótesis de la autohipnosis. Precisamente, comentamos
aquellos casos que pueden ser explicados solamente a través de una ten-
dencia primaria de expresar vivencias, reprimidas y no reprimidas, en el
lenguaje lo corporal.
Carlos Plá: Me parece que no logro ser claro. Es posible que el profesor no
advierta la diferencia. La dificultad nuestra es poder entender este ejem-
plo a través del concepto de autohipnosis.
166 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

Bassin: La hipótesis es que la autohipnosis, por supuesto, no es la única


hipótesis que aplicamos para expresar la relación entre vivencias y deter-
minados cambios fisiológicos. Existen mecanismos distintos como, por
ejemplo, el descrito por primera vez por Cannon, que consiste en los vín-
culos existentes entre determinados estados psíquicos y sus cambios fisio-
lógicos pertinentes. Tenemos, por ejemplo, la ira, el temor que aporta un
cuadro fisiológico concretamente distinto. La lógica diferencia es la exis-
tencia de cuadros de base distintos. En este caso puntual, no nos vamos a
centrar en la idea del símbolo. Vamos a imaginarnos que el hombre en
cuestión tiene ciertas vivencias ligadas con el miedo, y que esto puede
provocar ciertos cambios en su tracto intestinal, y que en forma simultá-
nea está bajo otras condiciones, y que esto pueda ser expresado mediante
un lenguaje corporal, y que también pueda ser expresado a través de un
trastorno psíquico: en este preciso caso será posible vincularlos, pero sólo
como una alternativa. Es un interrogante.
La escuela psicosomática irlandesa hace hincapié en situaciones similares.
En el hombre puede desaparecer una colitis ulcerosa y al mismo tiempo
aparecer una psicosis. La realidad es difícil y compleja. Pero estamos en
condiciones de afirmar que una vivencia reprimida puede expresarse en
el lenguaje corporal. Sin duda alguna. Tenemos que dirigirnos a la idea
del símbolo, que es expresarse en el lenguaje propio de las relaciones en-
tre las vivencias y la fisiología. Fue Alexander quien habló mucho sobre el
tipo de relaciones entre estos elementos puestos a consideración. Hay un
libro de Cannon llamado La sabiduría del cuerpo, donde se pueden visualizar
las relaciones entre el tipo de vivencias en juego y sus correlatos fisiológi-
cos.
Carlos Plá: Sí, en efecto, el concepto de autohipnosis es pariente del con-
cepto de estado hipnótico de Breuer como un estado previo a la manifes-
tación histérica. Ahora, una pregunta distinta: ¿cuáles son las leyes de la
dinámica de las actitudes?
Bassin: Es muy difícil expresarlo en forma sintética. Actitudes que se
estabilizan y actitudes dinámicas, actitudes que se transforman fácilmen-
te, actitudes que se limitan sólo a la esfera de lo fisiológico, actitudes que
se extienden a toda una serie de actividades fisiológicas. Es una concep-
ción, una teoría bastante compleja y bastante abarcativa, y ya pueden apre-
ciar que, por todo lo dicho, todas sus leyes no pueden ser mencionadas
tan brevemente.
Pregunta de emisor no identificado: Consideramos que el inconsciente es
objeto de conocimiento. Una ciencia como el psicoanálisis posee una me-
todología que le va a permitir acceder a dicho objeto. No creemos que sea
propiamente el inconsciente, a nivel psicológico, el objeto de estudio de la
MARIO GOLDER | 167

cibernética o de la neurofisiología, como parece afirmar el profesor Bassin


¿Que hay de cierto en esta postulación? Son, sin duda, objetos distintos de
estudio.
Bassin: Estoy de acuerdo. Nosotros estudiamos la cibernética yendo a las
fuentes científicas acerca del funcionamiento del cerebro sólo cuando sur-
gen problemas con los procesos objetivos materiales que sirven de base a
la cuestión del inconsciente en el cerebro. Sabemos que las formas deter-
minadas de las redes neuronales ayudan a entender los mecanismos fisio-
lógicos con la ayuda de los cuales se produce la elaboración de la informa-
ción recibida. En este plano, el especial plano de la cibernética, pueden
participar en la elaboración del problema del inconsciente, que —concor-
damos— sigue constituyendo un problema psicológico.
Pregunta de emisor no identificado: ¿Cómo podemos aplicar los concep-
tos vertidos por el profesor Bassin sobre el Inconsciente en la clínica
psicoterapéutica de las perturbaciones psicológicas?
Bassin: En todos estos años de mi trabajo en el Instituto de Neurología
adjunto a la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, se intenta elabo-
rar un enfoque psicosomático para el amplio problema de las parálisis
cerebrales. Para eso estudiamos el estado psíquico de los enfermos en el
período inmediato anterior a la parálisis central. Hemos podido estable-
cer que el método de análisis se deberá basar en una teoría psicológica que
contenga la presencia de actividades conscientes e inconscientes. Se ha
podido, también, establecer que, en muchísimos casos, la parálisis cere-
bral surge como consecuencia de un conflicto en el interior de distintas
actividades (psicológicas). La persistencia del conflicto es la que provoca
el daño cerebral. Me parece pertinente, en esta síntesis, presentar un caso:
un chofer sufre, a las cinco de la mañana, un serio conflicto familiar, y
debe luego conducir su camión —muy cargado— por un camino peligro-
so, durante aproximadamente 12 horas. Este hombre no está en condicio-
nes de ocuparse de su trabajo habitual debido a la existencia del grave
conflicto familiar, pero debe cumplir con su obligación laboral, lo que pro-
duce, en consecuencia, la represión de sus vivencias. Este caso concreto
quedó registrado así: ‘el paciente no estaba en condiciones de poner en
funcionamientos sus mecanismos de defensa psicológicos; no estaba en
condiciones de cambiar sus propias actitudes psicológicas, esa actitud psi-
cológica que reprime el conflicto. Finalmente arriba el chofer a su lugar de
destino después de 12 horas de conducir el camión. En el lugar de destino
sufre una parálisis cerebral’. Se trata claramente de un caso de imposibili-
dad de utilización adecuada de mecanismos de defensa psicológicos. Esta
dificultad generó, sin duda alguna, un agudo estado crítico. Que quede
claro que este caso no constituye una prueba contundente; sin embargo,
168 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

nos planteamos, en calidad de hipótesis, esta aproximación. Muchas otras


observaciones en la clínica de traumas psíquicos confirmaron con creces
esta patogenia.
Pregunta de emisor no identificado:¿Cuál es la aplicación del concepto de
Consciente y de Inconsciente en la clínica de la infancia y adolescencia, y
en la neurosis del adulto?
Bassin: Digámoslo así: lo inconsciente se comprende como algo que que-
da vinculado con el crecimiento de actitudes inconscientes. Se tratará de
poner en relieve esas actitudes (inconscientes) y observar su dinámica en
directa consonancia con las leyes que se han mencionado cuando aborda-
mos el tema actitud.
Marie Langer: ¿La historia vital del individuo es importante en todo lo
que respecta a las actitudes?
Bassin: Seguramente, seguramente. Esto no quiere decir que sea lo único
importante. Para la historia de las actitudes, constituye uno de los puntos
importantes de la vida humana.
Marie Langer: Considero que ya nos hemos abusado de su persona en
esta reunión, por lo que pido en nombre de todo el grupo mil disculpas.
Bassin: Deseo que quede claro que no tenemos una teoría acabada de lo
inconsciente. Estamos lejos de ello, y sólo tenemos una comprensión
abarcativa del tema. Ustedes pueden apreciar que, en muchos momentos,
aparece como una reacción negativa a las posturas psicoanalíticas. Sin
embargo, quiero que ustedes se lleven la convicción de que nuestra con-
cepción —la que estoy comentando esta noche— es real; se pueden abrir
nuevas perspectivas de trabajo. Me gustaría escuchar de ustedes una opi-
nión al respecto.
Emilio Rodrigué: En general, considero que tenemos que seguir elaboran-
do. Esta es una contestación espontánea e inmediata. Me parecieron im-
portantes los conceptos aquí vertidos, como por ejemplo convergencia y
divergencia. Entre diferencias esenciales, centrales, lo vinculado al incons-
ciente. Otro tema: me interesó —y mucho— el ejemplo de los dos tipos de
valor, porque la noción de valor es, justamente, lo que estamos tratando
de reformular en Argentina. Hay un tercer punto que a mí particularmen-
te me interesó, aunque todavía no lo he pensado seriamente. Me explico:
el tema del conflicto que se puede dar a nivel de las instancias completa-
mente conscientes. Sobre ese punto, confieso, debo pensar más.
Guillermo Bigliani: Dos comentarios que me surgen, que son como un
interrogante que me planteo. El primero: En su posición la noción de an-
gustia no aparece, y para nosotros la angustia es un tema que ocupa un
lugar central para poder entender el suceder psíquico. El segundo: lo que
usted, Bassin, planteó como una necesidad: una psicología que se pregun-
MARIO GOLDER | 169

te siempre por el sujeto y no se transforme en una psicología sin sujeto;


esto me parece algo de extraordinario valor, para seguir pensando.
Marie Langer: Le agradezco muchísimo su paciencia y su buena disposi-
ción para con todos nosotros. Le pregunto sobre la posibilidad de iniciar
un continuo intercambio bibliográfico...
Noel Feldman: Estamos muy contentos con la exposición que hemos reci-
bido. Se que tienen mucha importancia los momentos descritos por Bassin
en su misión del funcionamiento psicológico, particularmente en dos
momentos: el primero, el que respecta a la simbolización; y el segundo, el
referido a los afectos en las actitudes, donde se particulariza una contra-
dicción con el psicoanálisis (en el tema del afecto reprimido de la concep-
ción psicoanalítica). Considero que estos son temas particularmente inte-
resantes que deberán ser desarrollados en un futuro inmediato.
Gilou Roger García Reinoso: ¿En este país todas las escuelas psicológicas
están de acuerdo con las posiciones del profesor?
Bassin: Con seguridad no están todos de acuerdo, porque existen distin-
tas tendencias. Menciono sólo las revistas de psicología en donde apare-
cen comentarios polémicos y provechosos, así como también una revista
de psiquiatría, Korsakov.
Juan Carlos Domínguez: Me gustaría, en lo personal, saber más sobre su
conceptualización sobre actitud ¿Cuál es el criterio, cuál es el alcance que
se da al tema de actitud? Porque si no es así, podríamos volver a caer en la
falta de una verdadera sistematización o de una necesaria metodología.
Veamos actitudes: es un concepto muy trabajado por la psicología social
—en especial por la psicología social americana—, y por toda la teoría del
aprendizaje...
Bassin: El concepto de actitud no se elabora solamente a partir de la escue-
la de Usnadze en Georgia. En Francia, ya hace años se celebró un
simpósium internacional dedicado al problema de la actitud. Se pueden
leer en un volumen todos los informes. El concepto de actitud también se
elabora en la escuela psicosomática norteamericana. Pero existen todavía
diferencias en cuanto a la comprensión de la naturaleza de la actitud entre
la escuela de Usnadze y otras escuelas. La utilización del concepto de acti-
tud como tema central de la psicología es sólo característica de la escuela
de Usnadze. Ya en el XVIII Congreso Internacional de Psicología, realiza-
do en Moscú en 1966, se llegó a expresar la idea de que el concepto de
actitud se convierte en el problema central de la psicología contemporá-
nea.
¿Me piden una definición de actitud?... Diría... se crea por la experiencia.
Diría que puede ser tanto consciente como inconsciente. Diría que se ma-
nifiesta tanto en la conciencia del hombre como en sus conductas. Diría
170 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES

que se manifiesta en el estado fisiológico del organismo humano y que, al


constituirse, aparece como reguladora de la actividad, que prepara la emer-
gencia definitiva de la actividad. Diría, finalmente, que está íntimamente
vinculada al concepto que hoy en día existe en nuestras ciencias, llamado
‘modelo de futuro’. Soy yo el que debe agradecer este encuentro...
MARIO GOLDER | 171

Bibliografía:

Cole, M. (1996) Cultural Psychology. Londres: Harvard University Press.


Elkonin, D. B. (1989) Selección de Trabajos Psicológicos. Moscú: Ed. Pedagógi-
ca.
Elkonin, D. B. (1978) Psicología del Juego. Moscú: Ed. Pedagógica.
Golder, Mario (1986): Reportajes a la psicología Soviética. Buenos Aires: Ed.
Cartago.
Harry Daniel (1993) Charting the Agenda: Educational Activity after Vigotsky.
Londres: Ed. Routledge.
Jones, Ernest (1992) Vida y Obra de Sigmund Freud. Buenos Aires: Ed. Hormé.
Leontiev. A. N. (1990) L. S. Vigotsky Moscú: Ed. Instrucción.
Levitin, K. ( 1982) One is not a Personality. Moscú: Ed. Progreso.
Luria, A. R. (1979) The making of mind. Londres: Harvard Universtiy
Press.Pavlov, Ivan P. (1956) Los Reflejos condicionados aplicados a la
psicopatología y a la psiquiatría. Montevideo: Ed. Pueblos Unidos.
Roudinesco, Elizabeth (1994) Histoire de la psychanalyse en France. París:. Ed.
Fayard.
Valsiner, Jaan (1988) Developmental Psychology in the Soviet Union. Brighton:
The Harvester Press.
Van der Veer, Rene y Valsiner, Jaan (1991) Understanding Vigotsky: a quest for
synthesis. Cambridge: Ed. Blackwell.
Vygodskaia, Guita L. y Lifanova, T. M. ( 1996) L. S. Vygotsky: Vida, acciones y
retrato. Moscú: Ed. Academia.
Yaroshevsky, M. G. ( 1985) Historia de la Psicología. Moscú: Ed. Pedagógica.
Yaroshevsky, M. G. (1991) L.S. Vygotsky: In search for the new Psychology. St.
Petersburg: Ed. Foundation for The History of Science.
SEGUNDA PARTE
INCONSCIENTE Y LENGUAJE

ALEJANDRO H. GONZÁLEZ
Prefacio segunda parte

Comparar las ideas de dos autores de la talla de los que nos convocan —
y no han abundado los de su especie— nunca ha sido fácil..
Ello implica una toma de posición, una parcialidad que limita nuestro
pensamiento, aún más allá de los límites propios de su capacidad. Sin em-
bargo, esta tarea se presenta como indispensable para comprender los posi-
bles puntos de encuentro —y aquellos en los que las distancias se abisman.
Pero también para indagar cómo el claroscuro que dicha comparación deno-
ta permite echar luz por el contraste que engendra. Podremos comprender
más de aquellos procesos que llamamos conscientes si los contrastamos con
aquellos otros que se ha dado en llamar inconscientes. La relación inversa es
también cierta.
Se puede pensar esta parte del libro como un ensayo sobre dichos con-
trastes. Así podremos, quizá, al final del libro, comprender algo sobre el sig-
nificado, habiendo contrastado, justamente, su transcurrir en aquella zona
en la que trastabilla.
También nos acercaremos a los límites de la mediatización en la que ésta
se torna ambigua en la inmediatez.
Así, los capítulos que siguen son sólo un intento de superar el dogmatismo.
Pero tomando el especial recaudo de no caer en una posición ecléctica. Mez-
cla sin razón de diversidades específicas. Sin respeto por las diferencias es
imposible descubrir las equivalencias.
Intentamos, pues, respetar los estatutos de cada escuela, aunque la con-
cepción epistémica del hombre es abordada en consonancia con los postula-
dos vigotskyanos, los que se enriquecen con la mirada psicoanalítica. Los
fundamentos de Vigotsky son los más cercanos al ideario de quienes escribi-
mos estas páginas.
Capítulo 1
Con plena conciencia

1.

Partiremos por lo que constituye, a nuestro entender, el punto de mayor


distancia entre los desarrollos finales de ambos autores. Allí donde se pue-
den observar las diferencias más pronunciadas, tanto metodológica como
filosóficamente. El problema de la conciencia, punto de partida de nuestro
recorrido, también constituía por aquel entonces el origen de toda investiga-
ción.
Ni Vigotsky ni Freud fueron una excepción a tal circunstancia.
No se escapa a mi atención el hecho de que comenzar por el estudio de la
conciencia implica cierta injusticia para con Freud. Este punto no es, justa-
mente, el de mayor desarrollo en la teoría del médico vienés, en tanto que
para Vigotsky es el punto nodal de sus hipótesis. De allí la gran diferencia de
atención que han brindado uno y otro a dicho tema.
Pero elegir este tópico como punto de partida nos permitirá avanzar des-
de el punto de mayor distancia a zonas en las que hay una gran proximidad
temática. Punto de confluencia de observaciones que permiten abrir nuevos
horizontes a la interacción de las ideas de nuestros autores.
El insigne psicoanalista tuvo que enfrentar sus hallazgos clínicos pertre-
chado de los instrumentos conceptuales que, por aquel entonces, buscaban
explicar el escurridizo fenómeno del pensar consciente. Rápidamente, tales
ideas se mostraron insuficientes para explicar sus descubrimientos. Debido
a ello se vio forzado a construir su propio esquema teórico. Bien puede de-
cirse que tuvo que fundar una teoría acerca de la Conciencia que se ajustara
a la imagen del Inconsciente que elaboró. Así como Vigotsky y sus continua-
dores indagaron la conciencia en sus aspectos eficientes, Freud la abordó en
sus fallos.
Muchas son las menciones críticas hechas por Freud sobre las concepcio-
nes de conciencia que por aquel entonces imperaban en el entorno intelec-
tual por él conocido. Todas ellas equiparaban lo psíquico a lo consciente,
descartando lo no consciente como no psíquico. (Freud El yo y el Ello, capítu-
lo sobre la Conciencia y el Inconsciente. Lecciones Introductorias al Psicoa-
nálisis, Lección I Introducción. Compendio del Psicoanálisis: Cap. IV: Las Cuali-
178 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

dades de lo Psíquico). Debido a su calidad de texto inaugural, tomaremos de la


La Interpretación de los sueños el siguiente pasaje, extraído del último aparta-
do de su capítulo final: “Hasta ahora hemos hecho psicología por nuestra
propia cuenta; pero es ya tiempo de que volvamos nuestros ojos a las opinio-
nes teóricas de la psicología actual para compararlas con nuestros resulta-
dos. El problema de lo inconsciente en la psicología es, según las rotundas
palabras de Lipps, menos un problema psicológico que el problema de la
psicología. Mientras que la psicología se limitaba a resolver este problema
con la explicación de que lo psíquico era precisamente lo consciente, y que la
expresión ‘procesos psíquicos inconscientes’ constituía un contrasentido
palpable, quedaba excluido todo aprovechamiento psicológico de las obser-
vaciones que el médico podía efectuar en los estados anímicos anormales. El
médico y el filósofo sólo se encuentran cuando reconocen ambos que los
procesos psíquicos inconscientes constituyen la expresión adecuada y per-
fectamente justificada de un hecho incontrovertible. El médico no puede sino
rechazar con un encogimiento de hombros la afirmación de que la concien-
cia es el carácter imprescindible de lo psíquico, o si su respeto a las manifes-
taciones de los filósofos es aún lo bastante fuerte, suponer que no tratan el
mismo objeto ni ejercen la misma ciencia. Pero también una sola observa-
ción, comprensiva de la vida anímica de un neurótico, o un solo análisis
onírico, tienen que imponerle la convicción indestructible de que los proce-
sos intelectuales más complicados y correctos, a los que no es posible negar
el nombre de procesos psíquicos, pueden desarrollarse sin intervención de
la conciencia del individuo”. (Subrayado mío).
Tal como se expresa en el texto anterior, respecto de la conciencia Freud
tuvo que hacer psicología por su cuenta. Fue así que desarrolló una teoría
acerca de ella que puede rastrearse desde el Proyecto de Psicología (desgracia-
damente, se perdió el articulo acerca de la conciencia y la atención), hasta el
Compendio de Psicoanálisis. Diversos son los textos en los que emprende una
explicación de su concepto de Conciencia. En todos ellos esta aparece como
“una cualidad de lo anímico”, que habrá de sufrir modificaciones en el trans-
curso de la vida del sujeto (como la incorporación del lenguaje), pero que
éste compartiría con otros miembros del reino animal. Sin embargo, Freud la
presenta como de difícil acceso a la explicación.
Siguiendo a varios autores, podemos decir que su teoría acerca de la con-
ciencia presenta diversas vertientes o características.
En su primer obra de porte, Proyecto de una psicología para neurólogos, en la
cual pueden verse plasmados en ciernes conceptos centrales de su obra, que
luego desarrollaría, el maestro vienés escribe, en los capítulos 7 y 8: “La con-
ciencia es aquí el lado subjetivo de una parte de los procesos físicos del siste-
ma de neuronas, a saber, de los procesos w. (Perceptuales)”. Un poco más
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 179

adelante, escribe que la conciencia nos habrá de brindar cualidad o sensa-


ciones que son “algo otro” dentro de una gran diversidad. Definiendo a la
conciencia como la que permite la cualidad de distinción de la cantidad de
excitación proveniente de los órganos de los sentidos, Freud le adjudica esa
función al sistema w.., en su Proyecto... o, como más tarde en toda su obra lo
habrá de llamar, al sistema PCc. Resumiendo, podemos decir que los órga-
nos de los sentidos proveen la “cantidad” (energía) con que se nutre al siste-
ma nervioso, en tanto que el sistema PCc. nos da la cualidad de tales sensa-
ciones.
Este sistema presenta la característica de la fugacidad: lo consciente per-
siste, como tal, sólo por un instante. Y plantea que, desde un punto de vista
tópico, este sistema se ubica en el extremo sensorial del aparato psíquico. Se
nutre por las excitaciones externas provistas por los órganos sensoriales, a
las cuales transforma en sensaciones conscientes.
Planteado así, el problema de la conciencia estaría incompleto, quedan-
do fuera la explicación del fenómeno de la memoria. Al respecto, afirma
Freud que este sistema carece de la cualidad de la memoria. Es más, ambos
sistemas son inconciliables, pues no podría un mismo sistema recibir impre-
siones y dejar una huella mnémica. Si las impresiones permanecieran cons-
cientes, muy pronto se reduciría la capacidad para la recepción de nuevas
excitaciones.
A partir de una idea de Breuer, crea dos sistemas separados: el de la per-
cepción y el de la memoria. Este último está basado en la capacidad re-
presentacional, que tiene un origen perceptual (que luego pierde, como con-
secuencia de los sucesivos reordenamientos lógicos a que el material senso-
rial, depositado en las huellas mnémicas, es sometido en el transcurso del
tiempo).
En La pizarra mágica, artículo aparecido en 1924, Freud escribió: “He su-
puesto que inervaciones de investidura son enviadas y vueltas a recoger en
golpes periódicos rápidos, desde el interior hasta el sistema PCc., que es
completamente permeable. Mientras el sistema permanece investido de ese
modo, recibe las percepciones acompañadas de conciencia y transmite la
excitación hacia los sistemas mnémicos inconscientes; tan pronto la investi-
dura es retirada, se extingue la conciencia y la operación del sistema se sus-
pende”. Por lo tanto, la conciencia supone, además de la percepción, un acto
interno, un movimiento pulsional de investidura de los órganos de los sen-
tidos con atención. Sin atención no hay conciencia.
Además de estímulos desde el exterior a través de los órganos sensoria-
les, la conciencia es excitada desde el interior por los estímulos pulsionales,
a través de una serie de modificaciones que los transforman en cualidades
de la serie placer-displacer. Tales afectos son procesos de descarga interna
180 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

relacionados con las variaciones de la tensión de la pulsión; de tales varia-


ciones, los afectos serían la expresión cualitativa.
La transformación de la pulsión en afecto es la primera conversión cuali-
tativa, aun anterior a la constitución de representaciones. En un principio, la
conciencia se orientará hacia el interior, hacia los procesos somáticos, y sólo
posteriormente aprenderá a dirigir las investiduras de atención hacia la pe-
riferia exterior prestando atención a las cualidades sensoriales.
Finalmente, Freud propone una tercera distinción dentro del fenómeno
de la conciencia. A esta especial instancia la denominará, en sus primeros
escritos, “Conciencia – Pensar –Secundaria”, para darle posteriormente el
nombre que la ha de acompañar en el resto de la obra freudiana, y en el
corpus teórico del psicoanálisis; es decir, el Preconsciente o Prec., en cuyo
interior anidarán aquellos contenidos que, sin ser conscientes, en un mo-
mento dado pueden llegar a serlo, sin que se oponga la censura. Dependien-
do de su investidura de atención el acceso a la conciencia.
La principal característica de este sistema consistirá en su asociación a la
representación palabra. Esta circunstancia le brinda nuevos atributos, que
serán de profundo auxilio en la tarea clínica, pues a través del lenguaje la
conciencia extiende su influencia a los procesos inconscientes, y así logra,
por la interposición de la palabra, tornar consciente lo inconsciente.
Pero este no es el único mecanismo a través del cual lo inconsciente se
hace consciente. Tal como propone en el inicio de El Yo y el Ello, no sólo las
representaciones logran acceso a la conciencia, también lo hacen las sensa-
ciones. Pero a éstas no les es menester la asociación con la palabra para ad-
quirir tal estado. Dice el autor: “Dicho de otro modo: la diferenciación de Cc.
y Prec. carece de sentido en lo que respecta a las sensaciones, que no pueden
ser sino conscientes o inconscientes. Incluso cuando se hallan enlazadas a
representaciones verbales, no deben a éstas su acceso a la conciencia, sino
que llegan a ella directamente.” De acuerdo con este pasaje, se puede inferir
que Freud no hace distinción alguna entre la percepción y la conciencia que
de tal percepción se tenga.
Avanzando en la lectura del texto freudiano, nos encontramos con una
observación de particular relevancia para nuestros fines, pues allí concluye:

“Vemos ahora claramente el papel que desempeñan las representaciones


verbales. Por medio de ellas quedan convertidos los procesos mentales
interiores en percepciones. Es como si hubiera de demostrarse el principio
de que todo conocimiento procede de la percepción externa. Dada una
sobrecarga del pensamiento, son realmente percibidos los pensamientos
—como desde fuera—, y tenidos así por verdaderos.”
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 181

A modo de síntesis, podríamos presentar el siguiente esquema acerca de


la concepción de Conciencia que nos propuso el genio vienés. El fenómeno
de la conciencia se encuentra ligado en forma indisoluble a la percepción,
principalmente a la percepción externa. Algunos contenidos de origen inter-
no logran ser percibidos por la interposición de representaciones interme-
dias (lenguaje), que les brindan a esos contenidos la cualidad de “exteriori-
dad”. Esto le permite al sistema PCc. tomarlos como percepciones exteriores
y admitirlos en su seno, tornándolos así conscientes.

2.

Tal como hemos visto hasta aquí, Freud se excusa de dar una explicación
sobre el fenómeno de la conciencia. Podría decirse que sus postulaciones
sobre ella son meramente descriptivas. Más específicamente, describe su ar-
ticulación en el ámbito clínico. Bástenos, a modo de ejemplo, la siguiente
cita, extraída de una de sus últimas producciones:

“El punto de partida de dicho estudio está dado por el singular fenómeno
de la conciencia, un hecho refractario a toda explicación y descripción. No
obstante, cuando alguien se refiere a la conciencia, sabemos al punto por
propia experiencia lo que con ello se quiere significar” (Esquema de Psicoa-
nálisis, Parte I: Las cualidades psíquicas).

Tampoco puede explicar su origen, ni describe sus cualidades esenciales.


Quizá —como en ningún otro tema—, el contraste de la riqueza teórica
en sus hipótesis acerca de la Conciencia y el Inconsciente denuncia que su
verdadero objeto de estudio lo constituyó este último. Todas sus menciones
respecto de la conciencia tienen como objetivo final dar cuenta de aquél. Sus
teorías al respecto se dirigen a dar el marco referencial necesario para com-
prender el mundo subjetivo que sus pacientes desplegaban en su consulta.
El dolor y la pena, la lucha del sujeto por manifestarse, fueron su central
motivo de interés.
Pero la forma en que nuestro autor enfrenta el tema de la conciencia tiene
consecuencias teóricas interesantes. Dejaremos para más tarde la compara-
ción de las derivaciones teórico-practicas de ambas postulaciones. Bástenos
por ahora decir que la conciencia es descripta por Freud en los términos de
una dinámica energética, metáfora heredada de su formación como investi-
gador en neurología.
182 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

3.

No es tarea breve desarrollar la teoría de Vigotsky acerca de la concien-


cia. Su extensión está en directa relación a la importancia que adquirió ese
concepto en su obra. A diferencia de Freud, para quien la conciencia era un
obstáculo al descubrimiento cabal del Inconsciente; en Vigotsky constituye
el nódulo central de sus investigaciones. Todos sus esfuerzos estuvieron di-
rigidos a la elucidación de dicho tema.
No es nuestra intención agotar la descripción de las concepciones de
Vigotsky respecto de la conciencia. Existen varios textos que pueden brindar
una acabada idea de sus teorías al respecto. Por nuestra parte, nos limitare-
mos a presentar los puntos nodales de ella. Pero, por sobre todo, aquellos
que tengan relevancia en la comparación de las hipótesis que desarrollaron
al respecto los autores que aquí nos convocan. Nos limitaremos a marcar las
diferencias y la relación que, a nuestro entender, existe entre sus concepcio-
nes.
De todos modos, el desarrollo del concepto de conciencia encontrará su
continuidad en el próximo capítulo, cuando avancemos sobre el Lenguaje
Interior.
Otra salvedad, que nos sentimos obligados a realizar, es que la temprana
muerte del genio ruso truncó despiadadamente la culminación de su tarea.
Fueron sus continuadores los que pudieron elaborar una más acabada teoría
de la conciencia. No obstante, fueron las ideas de aquél las que constituye-
ron una guía rectora del trabajo de estos. Tal como lo han declarado Luria y
Leontiev, sus trabajos son una continuación de las bases sentadas por nues-
tro autor.
Recurriremos a ellos cuando sus textos expresen más claramente algunas
concepciones que en Vigotsky sólo tuvieron el nivel de esbozo.
Al igual que Freud, Vigotsky tuvo una actitud crítica frente al cuadro de
situación de la psicología de aquel entonces. Las ideas de las distintas co-
rrientes de pensamiento, acerca del psiquismo en general y de la conciencia
en particular, no colmaban sus expectativas teóricas. Las nociones de sus
contemporáneos al respecto no podían explicar los fenómenos que tanto a
Vigotsky como a Freud interesaban.
Es justamente en el ámbito de sus intereses en donde comienzan a divi-
dirse las aguas del curso de sus orientaciones teóricas. Freud se topó con los
dolores del cuerpo causados por los problemas del espíritu. Ese constituyó
su gran descubrimiento y el centro de toda su atención. Allí donde la con-
ciencia trastabilla, o su función contradice los intereses del sujeto. Su idea
acerca de la conciencia surge de la comprobación clínica, en la que ésta sólo
desempeña un rol insalubre, no tanto por las causas de su constitución, sino
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 183

por los contenidos de que se colma. Freud extendió a sus investigaciones su


vocación médica. Y en tal función se dedicó a indagar en un territorio vir-
gen, donde las dolencias no obedecían a las leyes que dictaba la psicología
contemporánea a él.
En tanto que Vigotsky se vio arrastrado a la psicología, en busca de res-
puestas para su interés artístico. Su pasión por la literatura lo llevó a pregun-
tarse por los caminos que permiten que aquellos productos del hombre al-
cancen tal grado de complejidad. En oposición a Freud, Vigotsky se interesó
por el éxito de la conciencia. Justamente en los productos en que logra su
más alto rendimiento. El arte, la ciencia, la educación se convirtieron en el
mayor objeto de su interés. Donde los productos que brinda satisfacen no
sólo las más altas expectativas sociales, sino también los deseos del sujeto.
La conciencia como aliada social y aliada al sujeto. La conciencia que
permite al hombre crear obras de arte y teorías (entre ellas el psicoanálisis).
Que diseñó los grandes logros humanos. Aquella cuyos frutos devuelven al
hombre una imagen más satisfactoria de sí. Que también fue su aliada en la
liberación respecto de varias ataduras naturales, y otras de índole social.
En esta divergencia encontramos la clave para comprender las diferen-
cias entre uno y otro autor referidas al problema de la conciencia. Sus puntos
de partida los llevaron por caminos diferentes. Freud asumió una posición
que observa amplificadamente el costo que paga el hombre para vivir en
sociedad; el psicólogo de Gomel vio en la conciencia una capacidad que le
brinda nuevas posibilidades y aptitudes a la especie humana, gracias a su
origen social. Dos facetas del mismo fenómeno.

4.

La concepción definitiva de Vigotsky sobre la conciencia no se encuentra


totalmente desarrollada en un texto específico: se debe rastrear a través de
diversos escritos. No hallaremos una definición concluyente. Debe
reconstruirse, principalmente en aquellas producciones posteriores a 1930.
En textos tales como Herramienta y símbolo en el desarrollo del niño. de 1930, y
La historia del desarrollo de las funciones psicológicas superiores, de 1931, se en-
cuentran depositadas las hipótesis centrales de su concepción, cuya culmi-
nación se cumple en Pensamiento y Lenguaje, de 1934.
Sin embargo, existen intentos anteriores de aproximación al problema,
cuyo punto de partida consistió en hacer una clara delimitación en cuanto al
fenómeno de la conciencia: ésta es un atributo específico y exclusivo del gé-
nero humano. No es fruto de la mera maduración del sistema nervioso, ni
un simple atributo de éste. Por el contrario, su esencia se encuentra en el
184 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

devenir social, que transforma y optimiza el funcionamiento de aquél. Tales


postulaciones son la puesta en marcha, como plan de trabajo, de la concep-
ción marxista del psiquismo humano —más específicamente, de la concien-
cia1.
En su ponencia presentada al II Congreso Panruso, de 1924, La conciencia
como problema de la psicología de la conducta, estas nociones aparecen, no como
hipótesis corroboradas por la observación experimental, sino como princi-
pios que la psicología debe seguir. El principal objeto de dicha presentación
consistió en remarcar el imperativo de una clara delimitación en el estudio
de la conciencia, delineando así el derrotero que debían seguir las investiga-
ciones en ese sentido. Los postulados básicos que se desprenden de su posi-
ción epistémica pueden resumirse en estos tres puntos:
- Origen social.
- Construida con y por el lenguaje.
- Es una característica diferencial del hombre respecto del resto de los ani-
males.
Sin embargo, en dicho artículo aún resuenan ecos de aquella psicología
“naturalista” que él critica. En él propone una explicación de la conciencia a
través de la teoría de los reflejos condicionados, de Pavlov. Así, aquella se
revelaría como resultado de la concatenación e inscripción de los reflejos en
una “cadena refleja” en la que, al adquirir la propia conducta la capacidad
de ser un irritante para sí misma, se convierte en la base de la conciencia.
Esto es, cuando un reflejo genera una nueva cadena refleja.
Ese artículo finaliza con la postulación del origen social de la conciencia,
aunque ésta no aparece como culminación de ninguna serie de observacio-
nes, constituyendo en ese contexto una mera declaración de principios.
Un dato interesante —aunque su valor sea anecdótico— lo constituye la
coincidencia que encuentra nuestro autor entre las ideas que propone y la
división entre el Yo y el Ello, expresada por Freud. Todavía, por aquel enton-
ces, el psicoanalista era mencionado como un referente explicito del joven
ruso.

1 Recorriendo la obra de Marx y Engels, encontramos más de una referencia al


tema de la conciencia que contienen aquellos postulados básicos de la hipótesis
de Vigotsky. Ya en la Ideología Alemana, Marx sostiene la íntima relación entre la
conciencia y el lenguaje. También en los Manuscritos de 1844 postula que la dife-
rencia entre el hombre y el resto de la escala biológica se asienta en la conciencia,
pero ésta como atributo de la actividad laboral. En este sentido, es notoria la simi-
litud del sabio alemán con Feuerbach, que también reivindica, en Esencia del
Cristianismo, que la línea divisoria que separa al hombre del resto de los anima-
les pasa por la conciencia.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 185

Otro artículo inaugural es el publicado por primera vez en 1930, aunque


su estilo y las ideas allí desarrolladas delatan un origen anterior. En dicho
escrito, cuyo titulo resulta más que sugerente: La psique, la conciencia, el In-
consciente, desarrolla una serie de hipótesis relacionada al vínculo existente
entre los procesos psíquicos y los fisiológicos. Hasta ese entonces, siguen sin
aparecer los aportes distintivos de nuestro autor. Sus concepciones —si bien
en actitud de disconformidad ante la situación de la psicología— aún no
incursionan en las innovaciones que en sus obras posteriores encontramos.
Sin embargo, este artículo presenta para nosotros un particular interés,
pues Vigotsky hace en él un análisis acerca de la pertinencia del concepto de
Inconsciente. Al final del texto deja abierto un interrogante respecto de la
relación existente entre el inconsciente y el lenguaje: “...únicamente desea-
mos señalar que el germen positivo, encerrado en esta conexión entre lo in-
consciente y lo no verbal (que señalan también otros autores), sólo puede
verse culminado y desarrollado sobre la base de la psicología dialéctica”.
Desafío que, como veremos mas tarde, posiblemente haya resuelto al final
de su carrera.

5.
Será recién en sus obras posteriores que encontraremos, en forma efecti-
va, las concepciones innovadoras acerca de la conciencia, que ameritaron
que nuestro autor tuviera un lugar destacado en la historia de la psicología.
La mayor diferencia, en el punto de partida, que existió entre él y otros
psicólogos coetáneos, estaba dada por el bagaje epistemológico y filosófico.
Vigotsky era un psicólogo con una vasta formación filosófica dialéctica y
materialista. De Hegel, Marx y Engels toma las concepciones básicas y el
método de investigación.
De ellos adquiere el concepto por el cual el hombre se autoconstituye al
construir su vida. Todas las cualidades humanas que lo distinguen del resto
de los animales surgen de la forma en que el hombre edifica su existencia: a
través de su actividad social, cuyo eslabón esencial es el trabajo. De allí que
la conciencia, cualidad exclusiva del hombre, tenga un origen social.
Fruto de la evolución biológica, surgen las premisas orgánicas que hacen
posible la aparición de los Procesos Psicológicos Superiores (PPS de aquí en
más); sin embargo, la legalidad a que están sujetos depende principalmente
del desarrollo histórico social. A diferencia del resto de los órganos corpora-
les, el cerebro no genera por sí los frutos de su funcionamiento. “El cerebro
no genera los pensamientos, como el hígado secreta la bilis”, dirá Vigotsky.
El desarrollo del pensamiento consciente es el resultado de las modificacio-
nes progresivas que sufre la relación del hombre con la naturaleza. Es decir,
186 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

de cómo progresa la actividad generadora de la sociedad. De qué forma, en


torno del trabajo, en la actividad de la que depende la subsistencia del gru-
po, se fueron forjando las diferentes necesidades de comunicación, y los ins-
trumentos que se inventaron a tal fin. Atrás quedará entonces el predominio
de las leyes biológicas, que ceden su imperio a la novedosa legalidad que
nace junto con el hombre, y al que, a su vez, hacen nacer: las leyes
sociohistóricas.
Debido a sus fundamentos epistemológicos es que Vigotsky fue a buscar
la esencia de la conciencia fuera de los límites del propio cuerpo, en el deve-
nir social.
En función de que, en sus convicciones, va ganando terreno la certeza de
que los PPS surgen en función de su mediatización por las herramientas
simbólicas, desarrolla el instrumento de investigación que le irá permitien-
do corroborar sus hipótesis y descubrir los mecanismos internos de la cons-
titución de las funciones más complejas. Dicho método le permite modificar
sustancialmente el tipo de experimento que se llevaba a cabo hasta enton-
ces.
El “Método de Doble Estimulación”, tal el nombre que recibió, consistía
en proponer distintos problemas al sujeto de la experimentación, y proveer-
lo de herramientas que le pudieran ser útiles en la resolución de aquellos. La
capacidad del sujeto para la utilización de los instrumentos, y el rol que cum-
plen en la resolución de los problemas, serán las fuentes a través de las cua-
les Vigotsky va recabando información para dilucidar los intrincados proce-
sos por los que se van reestructurando, progresivamente, las funciones que
sustentan al pensamiento elaborado.
Al partir de la categoría de Otrazenie, acuñada por Lenin, que define a la
conciencia como el reflejo activo y generalizado de la realidad, la aplicación
del método ideado por Vigotsky le permitió estudiar, en detalle, cómo se
cumple el progreso de los elementos que constituyen la conciencia.

6.

En el esquema vigotskyano, la conciencia surge como la culminación de


todo un proceso de progresivas modificaciones, fruto de la interacción so-
cial, en las funciones que la componen. Como expresó Luria en su investiga-
ción en niños rurales: “Las circunstancias sociales en las que crece el niño
tienen que dejar inevitablemente su marca sobre los mecanismos que
subyacen a los procesos psicológicos complejos, y no sólo en el contenido de
esos procesos”.
La estructura básica y natural de las funciones psicológicas —que viene
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 187

inscripta en el hardware del hombre— es paulatina y progresivamente reem-


plazada, a medida que los instrumentos simbólicos van aumentando su in-
cidencia en la regulación de dichos procesos. Así, la memoria, la atención, la
percepción y el pensamiento dejarán de responder a sus bases naturales, y se
convertirán en PPS.
En esta modificación no sólo se pone en juego la estructura interna de
dichas funciones, sino también la interconexión funcional y su relación je-
rárquica.
En el caso de la percepción, vemos que es radicalmente modificada por
su encuentro con el lenguaje. En sus investigaciones al respecto, Vigotsky
constató que los niños más pequeños presentan serias dificultades al descri-
bir verbalmente la acción que observan en una lámina, y sólo pueden hacer
referencia a los elementos inconexos que la componen. Si en vez de solicitar-
les que hagan una descripción verbal se les pide que se abstengan de hablar
y la describan mediante pantomima, los niños pequeños no presentarán
problemas en describir la situación global. Esto demuestra que el niño tiene
fuertes limitaciones en la verbalización de sus impresiones.
Sin embargo, el lenguaje ya le presta un servicio de suma importancia: le
permite distinguir, a través de la función referencial —la más elemental del
lenguaje—, los distintos elementos que la componen, superando así el natu-
ral sincretismo. Esto, a su vez, le brinda la posibilidad de generar centros
estructurales en su campo perceptual.
Más adelante, como consecuencia del desarrollo de la internalización de
funciones más cercanas a la estructura del significado, el lenguaje va adqui-
riendo un papel sintetizador del campo perceptual.
Gracias al lenguaje, la percepción humana no es simplemente de formas
y colores, sino de sentidos y significados. Toda percepción es significativa.
Dice Vigotsky: “No observo una esfera negra con dos manecillas, sino que
veo un reloj y puedo distinguir perfectamente una manecilla de la otra”.
Por otra parte, las decisiones, gracias a la intermediación de la palabra,
dejan de ser impulsivas y sometidas a la lógica de la percepción. Entre el
problema planteado y la elección de los actos adecuados para resolverlo, el
niño interpola, una vez adquirido un determinado nivel verbal,
mediatizadores semióticos que le permiten planificar sus acciones.

La atención es otra de las funciones que aborda en su estudio. Aquella


que en su estado natural es regulada por factores congénitos, que determi-
nan que se dirija hacia aquellos estímulos que tengan un directo valor bioló-
gico para el individuo, característica que implica su imposibilidad de tras-
cender el presente.
Gracias a su encuentro con la palabra, la atención sufre profundos cam-
188 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

bios, y comienza a integrar el pasado y el futuro de la situación, y adquiere la


capacidad de proyectar estructuradamente un plan de acción, limitando así
el conjunto de estímulos a los que habrá de responder. Esto le permite al
sujeto una mayor capacidad para controlar sus impulsos, y guiar su conduc-
ta en la prosecución de un objetivo, redundando esto en un incremento en
su grado de libertad respecto de las constricciones del exterior, así como de
la perentoriedad de sus propios impulsos, haciendo lugar a un reemplazo
de la regulación biológica por una estructurada a partir de elementos
significantes.
Si lo pensamos dentro del esquema freudiano, es a través de estos me-
dios que el entorno (la sociedad) va sembrando las bases de los mecanismos
a través de los cuales podrá controlar al individuo: logrando que éste se
controle a sí mismo. No obstante, también tiene su aspecto positivo, pues
con esos mismos medios el sujeto puede ejercer la crítica de los controles
sociales, y no meramente actuarlos.

7.

El estudio de la memoria, un tópico que generó fuertes controversias,


también recibió los novedosos aportes de la visión vigotskyana.
Los investigadores contemporáneos de Vigotsky consideraban esta fun-
ción como una prolongación, en el hombre, de las características naturales
que se presentan en el resto de la escala animal.
Los estudios de aquel entonces apuntaban a escudriñar los fenómenos
más elementales de la memoria, a la que consideraban como un reservorio
natural de acontecimientos pretéritos, desgajados de su interconexión con el
resto del movimiento psíquico.
Gracias a su innovador método de investigación, Vigotsky logró darle un
sesgo específico al estudio de la memoria humana, al insertarla dentro del
flujo de capacidades reformuladas por la influencia social.
En tal sentido, propone una concepción según la cual la memoria sufre
radicales modificaciones, en virtud del cambio de interconexión funcional
con el resto de los PPS, principalmente con el pensamiento. De esta manera,
desemboca en una teoría sistémica del aparato psíquico, que está en total
consonancia con las bases epistemológicas de su teoría.
Acerca de la memoria, Vigotsky introduce la misma innovación que le
permitió repensar el resto de las funciones. La generación de señales auxilia-
res, que permiten al hombre sobrepasar las restricciones biológicas de la
memoria, son la piedra de toque de las hipótesis del psicólogo ruso.
Toma dos términos para referirse a esta capacidad. Por un lado se en-
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 189

cuentra la “mneme”, que es la forma natural, biológicamente heredada, de


retención de estímulos, que el hombre comparte con el resto de los animales.
En tanto que la “memoria mnemotécnica” es la que, basada en artificios
instrumentales, organiza los procesos de memorización específicamente
humanos.
El psicólogo ruso describe el pasaje gradual, en el niño, hacia una mayor
utilización de aquellos medios auxiliares en el desarrollo de la memoria. En
sus experiencias, demostró que los niños más pequeños se muestran incapa-
citados para aprovechar las señales auxiliares con que se los provee. En las
primeras etapas de desarrollo, el niño no modifica el proceso de memoriza-
ción con la utilización de los medios auxiliares, ya que los integra a la lógica
de la memoria básica. En tal sentido, su desarrollo va a ir en la dirección en
que los signos reorganizan su capacidad de memorizar cada vez con mayor
fuerza.
Las experiencias que dieron lugar a dicha concepción —realizadas junto
con Leontiev— consistían en proponerle al niño recordar una serie de quin-
ce palabras, en primer término sin ayuda externa; posteriormente se le su-
ministraba la posibilidad de dar respuesta con el apoyo de tarjetas con dibu-
jos; más tarde, la experiencia se complicaba aún más con la anexión de tér-
minos abstractos.
El resultado de este estudio arrojó cifras que demostraban el desarrollo
que sufre la memoria y la progresiva utilización de las herramientas simbó-
licas. En los preescolares, el uso de ayuda mnemotécnica no produjo signifi-
cativos avances. En cambio, en los niños de 7 y 8 años, el uso de instrumen-
tos de apoyo llevaba a un 75% el recuerdo de palabras, cifra que sólo alcan-
zaba un 35% si el experimento se realizaba sin el auxilio de los apoyos exter-
nos.
En tanto que en los adultos tampoco eran significativas las diferencias
con el uso de las ayudas. En este caso, Vigotsky dedujo que se debía a que los
sujetos ya habían interiorizado las estrategias de mediación. Esto es, que ya
se encuentra realizado el reemplazo de la memoria natural por un sistema
constituido por la abstracción y el discurso, que someten a su ley el proceso
del recuerdo.
Es decir que, a medida que los instrumentos semióticos van adquiriendo
una mayor influencia en el recuerdo, la memoria se va “logicalizando” (para
usar el término utilizado por Vigotsky). Debido a ello, su relación con el
pensamiento sufre un cambio radical. Proceso este resumido en la siguiente
formula clásica: “Para el niño pequeño pensar significa recordar; sin embar-
go, para el adolescente, recordar significa pensar”
190 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

8.

El conjunto de modificaciones que sufre las funciones ya descriptas, por


su encuentro con el entorno semiótico, realiza una total reformulación del
territorio en el que hará su aparición la conciencia, y preludia al cambio
esencial del aparato psíquico: La radical transformación de los procesos del
pensamiento por su encuentro con el lenguaje. Sólo a través de tales muta-
ciones aparece la conciencia.
La travesía del “pensamiento práctico” hasta convertirse en “pensamiento
verbal” fue objeto de la más exhaustiva indagación, hecha por Vigotsky y
más tarde continuada por sus discípulos. En su obra cúlmine, nuestro autor
describe el complejo proceso del encuentro entre el pensamiento y el lengua-
je. Todas las modificaciones que sufren uno y otro, así como la progresión de
los cambios que desembocaran en la constitución de la conciencia, son obje-
to de su análisis.
En sus concepciones encontramos un profundo debate con las escuelas
psicológicas que por aquel entonces ya indagaban la relación existente entre
la conciencia y el lenguaje. Ante ellos, Vigotsky adopta una postura crítica
que no deja de tomar los aportes válidos que, a su entender, han realizado.
Así va integrando las ideas mas avanzadas de su época, y las reelabora a
partir de sus propios descubrimientos, realizados en función de su método
de experimentación. El método epistémico desarrollado por Vigotsky se
muestra como un claro heredero de la “lógica en acto”, puesta en juego por
Marx en El Capital. Parte de un principio metodológico que supone encon-
trar “la molécula” constitutiva del fenómeno a estudiar. Así como para el
filósofo alemán la unidad elemental de análisis del Capital lo constituye la
mercancía, para Vigotsky es “el significado” la unidad mínima que contie-
ne, dentro de sí, los atributos del pensamiento verbal. De allí que el estudio
del proceso individual de interiorización de los significados elaborados so-
cialmente constituya el nodo central de sus investigaciones.
Sucintamente trataremos de describir los resultados de dichas investiga-
ciones.
Vigotsky comienza por la descripción del dramático encuentro entre pen-
samiento y lenguaje. En la existencia previa a dicho encuentro, el intelecto
existe bajo la forma de pensamiento práctico, heredero directo de las cuali-
dades biológicas del SNC. Los niños menores a dos años (cifras que hoy han
cambiado gracias a la más temprana y sostenida estimulación) resuelven las
tareas a que se enfrentan, recurriendo a ese tipo de pensamiento, que no es
sustancialmente diferente al de los primates superiores. Este pensamiento
funciona sobre la base de leyes organizadas por el campo perceptivo, y se
regula de acuerdo con el método de ensayo y error. Es la actualidad del cam-
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 191

po perceptual al que tiene acceso el niño el que constriñe el conjunto de


operaciones —mentales y prácticas— que éste puede realizar.
Al mismo tiempo, el niño produce una serie de balbuceos que son los
prolegómenos del lenguaje significativo que posteriormente adquirirá. Tam-
bién existe, en casi todas las especies animales, una prehistoria del lenguaje
humano. Los animales superiores poseen un desarrollado lenguaje emocio-
nal, que se despliega ante estímulos con alguna ligazón a las necesidades del
individuo. Sin embargo, estas vocalizaciones no transmiten información
objetiva acerca de la situación. Sólo expresan el estado emocional del emisor.
Algunas veces con intención comunicativa, otras veces sin ella.
De esta forma se distinguen una fase preintelectual en el habla y una fase
prelingüística en el desarrollo del pensamiento.
Todo cambia a partir del encuentro de ambas líneas de desarrollo. El pen-
samiento sufre una reestructuración radical, y el lenguaje se convierte en el
vehículo que permite al sujeto apropiarse del acervo cultural de la humani-
dad, y adquiere una nueva función en la regulación de la conducta.

9.

Pero —tal como en el resto de los fenómenos ya descriptos— la relación


del pensamiento con la palabra tiene su propia historia. Atraviesa por dife-
rentes fases, que se diferencian unas de otras por la creciente relevancia que
adquiere el lenguaje en la dirección de los procesos del pensar.
Dicha transformación sigue el mismo derrotero de los otros cambios, desde
afuera hacia adentro. De proceso interpsicológico a intrapsicológico. De len-
guaje externo, pasando por el lenguaje egocéntrico, al Lenguaje Interior.
El proceso de adquisición lingüística comienza con una paulatina expan-
sión fonética. Al principio, una sola palabra expresa todo un pensamiento,
es decir, constituye en sí misma una frase. Lentamente se van incorporando
términos, hasta obtener la composición de una frase completa. De ello con-
cluye Vigotsky que, en el plano fonético, la evolución va de la parte al todo:
“Como en el niño el pensamiento surge como un todo borroso y amorfo,
debe expresarse con una sola palabra”. En tanto que, en el plano semántico,
sigue el camino inverso, ya que al principio una palabra expresa todo un
pensamiento, hasta que paulatinamente el niño va discriminando las unida-
des semánticas que lo componen: “En el plano semántico el lenguaje va del
todo a la parte”.
En la progresiva adquisición del lenguaje se muestra —quizá más clara-
mente que en ningún otro fenómeno— el proceso de interiorización de los
instrumentos psicológicos. En él se observa cómo el niño, luego de utilizar la
192 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

herramienta, consigue manejar la función que en ella se expresa. Por ejem-


plo, el niño utiliza las estructuras gramaticales antes de manejar las catego-
rías lógicas inscriptas en ellas (Vigotsky: 1981).
Otro aspecto que sufre un proceso de evolución es la capacidad de discri-
minación de la fonética respecto de la gramática. Progresivamente, el niño
va reconociendo que la palabra tiene una vida independiente respecto de
aquello que representa. Ello redunda en un incremento de la conciencia en
la utilización del lenguaje.
Otro aspecto que sufre un progreso crucial es el de la función de la pala-
bra. Al principio, la palabra sólo tiene un valor referencial. La “Referencia
Objetal” es la que domina el valor de la palabra en la mente infantil.
Sólo más adelante comenzará el lenguaje a introducir al niño, a través del
significado, en el mundo conceptual. Pero éste no hace su aparición de una
vez y para siempre, manteniéndose igual a sí mismo; por el contrario, su
concreción también se encuentra sujeta al devenir de un proceso de adquisi-
ción progresiva, que Vigotsky indaga y describe a través de su estudio del
desarrollo del concepto.
Dicho estudio se llevó adelante gracias a una modificación del método
de Ach, realizado por Vigotsky y Sakharov (un discípulo tempranamente
desaparecido). El procedimiento consiste en presentar, a niños de distintas
edades, figuras geométricas de variados colores, que llevan inscriptas en su
cara inferior distintos nombres que las agrupan de acuerdo a criterios que
toman en cuenta cualidades diferentes a las clásicas distribuciones de la geo-
metría. En el proceso del descubrimiento de los conjuntos que designan los
distintos términos, Vigotsky indaga las condiciones de formación del con-
cepto —y su evolución.
Como resultado de sus observaciones, concluye que ese proceso se divi-
de en tres fases, cada una de las cuales tiene varias etapas.
Bajo el nombre de “Cúmulo Inorganizado”, Vigotsky denominó la pri-
mera forma de agrupación que realizan los niños. Esta forma de clasificar no
es otra cosa que un conglomerado sincrético, en el que la palabra cumple un
rol meramente denotativo frente a fenómenos inarticulados. Este sincretismo
surge porque el niño realiza las uniones en función de impresiones fortuitas,
confundiendo —dice el autor— relaciones subjetivas con objetivas.
Esta fase se divide, a su vez, en tres etapas. En la primera de ellas, el niño
reúne los elementos basándose en el método del ensayo y error; Posterior-
mente se habrá de guiar por la posición espacial de los objetos, y, por último,
intentará dar, aunque de forma sumamente inestable, significado a las pala-
bras.
A la segunda fase Vigotsky la denominó “Pensamiento en Complejos”.
Ya el niño no se deja arrastrar únicamente por impresiones subjetivas, sino
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 193

que intenta conciliar éstas con conexiones objetivas, realmente existentes,


entre los objetos. Si bien su pensamiento es bastante objetivo y coherente (al
menos mucho más que en la fase anterior), aún no alcanza el grado de abs-
tracción y generalización lógica que se requiere para constituir auténticamente
un concepto.
En su descripción se distinguen cinco tipos de complejos, que evolucio-
nan a partir del “complejo asociativo”, en el que cualquier vínculo es toma-
do en cuenta para integrar un objeto en una categoría. Otro tipo de comple-
jos son las “colecciones”: agrupaciones realizadas sobre la base de cualida-
des complementarias que se encuentran en la actividad práctica. Los objetos
que las componen suelen estar agrupados por una actividad práctica co-
mún.
Los “complejos en cadena” es otra de las variantes. En ellos el sujeto va
cambiando de un objeto al otro el atributo por el que los incluye en la agru-
pación. En principio puede ser por el color, luego por el tamaño, más tarde
por la forma, etc. Ello demuestra que el niño aún no tiene la capacidad de
aislar, abstraer, un atributo, y sostenerlo establemente, sino que hace ingre-
sar al objeto con todos sus atributos, por lo que su atención será atrapada
consecutivamente por distintas cualidades.
En tanto que el “complejo difuso” es una de las manifestaciones de este
nivel, aún más cambiante e inestable que la anterior.
Para el final de esta enumeración, Vigotsky coloca al “Pseudo-concepto”,
el que fenotípicamente es similar al concepto, pero genotípicamente diferen-
te, ya que se basa en las cualidades sensibles de los objetos escogidos. Como
las vías de desarrollo están guiadas por las significaciones de las palabras
que le transmiten los adultos, este tipo de complejos será, por su similitud
con los conceptos, el que predomine sobre el resto.
Como el adulto transmite el eslabón final, es decir, el concepto ya “arma-
do” en torno del cual el niño construye el pseudo-concepto, éste adquiere
una apariencia igual al de aquél, lo que conduce a considerar como idénticos
ambos tipos de procesos, con la consiguiente equiparación del nivel de pen-
samiento infantil respecto del adulto. Pero de no existir la constricción que
imponen los significados, los complejos evolucionarían de forma sumamen-
te diferente, y harían imposible la comunicación verbal.
Gracias a la transmisión de significados por parte del entorno del niño,
éste puede establecer una comunicación con el adulto que genera la ilusión
de que ambos piensan igual. Pero aunque ambos se refieran a las mismas
cosas cuando hablan, los procesos mentales que se ocultan detrás difieren
drásticamente. Es decir que “las palabras del niño y del adulto coinciden en
sus referentes pero no en sus significados”.
Finalmente, en la tercera fase ya aparecen los conceptos. Aunque este
194 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

mismo período también se divide en varias etapas. En ellas el niño va lo-


grando avances en la consecución del proceso de abstracción. Primero reali-
za abstracciones por similitud perceptual. A ello le sigue la etapa de “con-
ceptos potenciales” (nombre que Vigotsky toma de Gross). Estos aparecen
como una forma de agrupar basada en un solo atributo, de raigambre
perceptual o funcional. Es la etapa en la que el niño, al solicitársele una defi-
nición, responderá a partir de aquello que se puede hacer con el objeto cuya
definición le fue solicitada.
Por último, el adolescente puede trabajar con conceptos reales. Aunque
sólo después de lograr abstraer atributos y sintetizarlos nuevamente.
Finalmente, Vigotsky hace una salvedad que resulta interesante a nues-
tros fines. Al final de sus descripciones, indica que aún cuando han logrado
trabajar con conceptos verdaderos, los adolescentes (y de igual manera los
adultos) “no abandonan las formas más elementales, las que aún priman en
determinadas áreas de su pensamiento”.

10.

Tal como vimos, el proceso de instauración del pensamiento consciente


recorre un largo camino, que sigue el derrotero de la interiorización progre-
siva de las herramientas semióticas. Gracias a ellas, el niño va reemplazando
“en determinadas áreas de su pensamiento” las formas de reflejo subjetivo
por estructuras lógico-objetivas. Es un pasaje desde el sincretismo del pen-
samiento amorfo a las secuencialidad del pensamiento verbal. Todo ello en
virtud de la paulatina instauración del orden del significado como regente
del pensar. Aunque este reinado se extienda únicamente a los terrenos que
alcanza su poder. Que, por cierto, no es urbi et orbi.
Aun en los primeros pasos de su adquisición, el lenguaje se encuentra
sujeto a la impronta idiosincrásica. Su contenido principal es el Sentido Per-
sonal. Sólo a partir de su desarrollo, y luego de varios años gastados en su
empleo, logrará ser portador cabal del “tesoro conceptual”, laboriosamente
labrado en la historia de la sociedad.
Esto será posible sólo gracias al desarrollo del Lenguaje Interior, que será
objeto de nuestra atención en el próximo capítulo, para el cual también deja-
mos el desarrollo del concepto de “Significado” que maneja la escuela fun-
dada por el psicólogo ruso.
El resultado final de todo el proceso de evolución del pensamiento verbal
permite al sujeto acceder al pensamiento abstracto, al reflejo generalizado
de la experiencia —tanto externa como interna. Todo ello gracias al auxilio
que brinda la palabra. La última frase de su libro expresa poéticamente el
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 195

resultado de sus investigaciones: “Una palabra es un microcosmos de con-


ciencia humana”.
Como expresara Bassin:

“La percepción consciente es una forma psíquica cuyas premisas madu-


ran no sólo a lo largo de las condiciones de la evolución filogenética, sino
también en la ontogénesis del hombre. La psicología soviética, gracias so-
bre todo a las profundas investigaciones de Vigotsky y su escuela, logró
demostrar convincentemente toda la complejidad del paso de la edad en
la cual aún falta la separación del sujeto cognoscente respecto del mundo
circundante, al nivel en que ya existe dicha separación” (Bassin: 1979).

Pero, a diferencia de los psicólogos contemporáneos de él, Vigotsky nun-


ca postuló que la conciencia abarque la totalidad de lo psíquico, ni que go-
bierne todos los procesos2. Por el contrario, es una herramienta más del
psiquismo del hombre. Aunque una herramienta privilegiada. Por otra par-
te, postula en más de una oportunidad las serias dificultades y las imposibi-
lidades de expresar todo el pensamiento según los requerimientos de la con-
ciencia, es decir, la incapacidad del lenguaje de contener la plenitud del pen-
samiento. En todo momento deja lugar a la posibilidad de que dicha función
fracase. Pero esto será objeto de una más detenida atención cuando tratemos
el Lenguaje Interior.
Sin embargo, el manejo de la palabra le da al hombre la posibilidad de
integrar sus propias tendencias dentro del contexto de decisión, de la regu-
lación de su conducta. Pero sólo cuando estas tendencias acceden a la con-
ciencia, proceso que en ningún lugar de la obra vigotskyana es declarado
ineludible o imprescindible. Tal como expresa en el capítulo destinado al
desarrollo de los conceptos científicos, en Pensamiento y lenguaje:

“Antes de seguir adelante, deseamos aclarar el término conciencia, tal como


lo usamos al hablar de funciones no conscientes que se ‘tornan conscien-
tes’. (Utilizamos el término no consciente para distinguir lo que no es to-
davía consciente del término freudiano Inconsciente, que resulta de la re-
presión, que es un desarrollo posterior, un efecto de la diferenciación rela-
tivamente alta de la conciencia). La actividad de la conciencia puede to-
mar distintas direcciones, puede iluminar sólo unos pocos aspectos del
pensamiento o un acto. Recién he atado un nudo, lo he hecho tan cons-

2 Esta vertiente del pensamiento de Vigotsky es desarrollada por Tulviste a través


del concepto de “Heterogeneidad del Pensamiento”.
196 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

cientemente que no puedo explicar cómo, puesto que mi conocimiento


estaba más centrado en el nudo que en mis propios movimientos, en el
cómo de mi acción. Cuando la última se convierte en objeto de mi conoci-
miento, tendré entonces conciencia total de la misma. Usamos el término
conciencia para dar a entender conocimiento de la actividad de la mente,
la conciencia de ser consciente. Un preescolar que en respuesta a esta pre-
gunta: ‘¿conoces tu nombre?’, lo diga, carece de conocimiento reflexivo;
conoce su nombre, pero no es consciente de conocerlo.” (Vigotsky: 1981)

11.

Para finalizar este capítulo, extraeremos algunas conclusiones prelimi-


nares acerca de las ideas que estos autores desarrollaron sobre la conciencia.
En principio, resulta evidente que ambos encararon dicho tema con pre-
disposiciones casi opuestas.
Freud se preocupó en desentrañar el origen y el funcionamiento de la
estructura del Inconsciente. Sus hipótesis acerca de la conciencia son cons-
trucciones armadas en función de sus observaciones clínicas. En ningún
momento de su obra se plantea la tarea de explicar la conciencia en su faz de
productividad, aquella que le ha permitido al hombre generar sus más ela-
boradas obras. Las loables y las que no lo son. Las obras de arte y los planes
de guerra.
Por el contrario, lo que atrapa la atención freudiana es el desempeño en
sus pacientes como resistencia a la expresión de los factores pulsionales que
subyacen al síntoma. Por ello, no se preocupa en explicarla, se limita a des-
cribir su manifestación clínica. Pero esta descripción se encuentra fuerte-
mente influida por una visión naturalista, de evidente raigambre
neurofisiológica. El reconocimiento de las modificaciones que produce el
lenguaje, en principio, es concordante con la postura de muchos psicólogos
contemporáneos. Por otra parte, la palabra viene a modificar una conciencia
preexistente. Existe una relación simple, sencilla, de la palabra con la con-
ciencia. La palabra nombra: tal la única función que menciona Freud.
La conciencia, en el estatuto freudiano, es una cualidad de lo psíquico,
que sufre ciertas modificaciones a lo largo de su existencia. Modificaciones
que no alteran fundamentalmente su esencia.
En Vigotsky, por el contrario, la conciencia y los procesos psicológicos
superiores constituyeron su centro de interés. Su atención se concentró en la
explicación de los mecanismos por los cuales el hombre accede a la creación
de grandes obras y a la resolución de complejas preguntas. No es ajeno a ello
que su interés por la psicología surge en la interrogación de los mecanismos
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 197

que le permiten al artista plasmar la obra de arte.


Frente a tal programa, Vigotsky no puede más que quedar defraudado
por las pocas respuestas que podía brindarle la psicología de aquel enton-
ces. Por ello traza un plan que le permita dar una explicación de los procesos
que convocan su interés.
Cuenta para ello con un bagaje filosófico-epistemológico que lo nutrirá
fuertemente. En la búsqueda de la concreción de los postulados filosóficos
que promueven su tarea, genera un método acorde con los supuestos bási-
cos que sustentan sus indagaciones.
Para Vigotsky la conciencia es una cualidad diferencial del hombre, pero
no es un atributo inherente a su calidad de miembro de la especie. Cada
individuo debe conquistarla (o dejarse conquistar por ella). La sociedad im-
pone a sus miembros, como tributo a su ingreso, la condición de la concien-
cia.
Decíamos que el hombre, para acceder a la conciencia, debe ejercer una
actividad de conquista. Dicha actividad tiene un desarrollo, no sólo en el
individuo, sino también en la historia humana.
El acceso a la conciencia está indisolublemente ligado al progresivo ma-
nejo del lenguaje, pero no en sus funciones más sencillas, sino en las más
elaboradas. No sólo en su carácter denotativo, sino en la connotación y las
funciones mas elevadas del lenguaje.
A modo de conclusión, podríamos decir que la diferencia de abordaje
respecto de la conciencia esta en relación indisoluble al programa de indaga-
ción y a los presupuestos epistémicos de cada uno.
Freud buscó explicar el padecer de sus pacientes. Se topó con aquellos
aspectos de la conciencia que no hacen más que obturar las posibilidades de
expresión del sujeto. Este es un rasgo parcial de la conciencia. Un rasgo inhe-
rente a su origen, pero de carácter sesgado, que depende de contingencias
históricas y sociales. Freud le aplicó a su descripción el modelo insular bioló-
gico, lo que le sirvió de sustento ideológico para enhebrar en un marco teó-
rico sus descubrimientos.
Su objeto de estudio fue el inconsciente, y sólo ponderó la conciencia en
su relación con aquél. No fue otra su pretensión. Pero su aporte no fue me-
nor. Puso sobre el tapete una de las funciones sociales de la conciencia, cues-
tionando así uno de los pilares en los que se asienta la construcción de la
sociedad. Justamente el instrumento de control social por antonomasia, en
la faceta más desventajosa para sus miembros.
Vigotsky, por su parte, centró su interés en el desentrañamiento de los
recovecos de los PPS y la conciencia como su corolario. Todo su esfuerzo se
centró en superar las limitaciones que tenían las concepciones de sus coetá-
neos. Se basó en los aportes de una epistemología que deposita en la socie-
198 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

dad los resortes de la creación de las notas distintivas del hombre. Su teoría
es heredera de esa tradición, para la cual no existe una irremediable contra-
dicción entre los intereses de la sociedad y la de sus componentes.
Así, se vio conducido a explorar el aspecto productivo de la conciencia,
aquel por el cual el hombre se integra y es integrado a su comunidad, y ésta
le brinda las posibilidades de su superación. Por esa vía se acercó a los secre-
tos de la conciencia.
Vigotsky delineó el plano general de una cualidad, de la que Freud captó
uno de sus sectores.
Enfocados en esa perspectiva, sus posturas respecto de la conciencia se
nos muestran no sólo compatibles sino también complementarias.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 199

Capítulo 2
Inconsciente y Lenguaje.

En el capítulo anterior vimos cómo las ideas de nuestros autores sobre la


conciencia se mantenían en territorios linderos y complementarios. Así, Freud
centró su interés en el aspecto conflictivo de ella. Es decir, cuando se expresa
como factor perturbador del desempeño del individuo. En su estudio aplicó
los mismos supuestos médicos que le permitieron explicar los fenómenos
inconscientes. Pero, al extenderlos más allá de su ámbito específico y propo-
nerlos a la explicación de la conciencia como sistema, se mostraron carentes
de la validez que tienen en la explicación del Inconsciente. No obstante, sus
aportes tuvieron el valor de demostrar que la conciencia, al actuar como
obturador de las manifestaciones pulsionales, cumple un rol patógeno.
Vigotsky centralizó su atención en los factores eficientes de la conciencia.
Aquellos que son funcionales al sujeto. Al romper con el modelo solipsista
pudo sentar las bases de una teoría general de la conciencia y los PPS. Gra-
cias a su propuesta para comprender la esencia mediatizada de estos proce-
sos pudo desentrañar los íntimos resortes de la conciencia.
Podríamos decir que, en tanto que Vigotsky se ocupó de la conciencia
como un atributo favorable al hombre, cuya esencia se encuentra en la me-
diatización de los procesos psíquicos por la adquisición de los instrumentos
sociales del pensamiento, Freud describió cómo ese contacto social tiene as-
pectos nocivos para el individuo.
Frente a esta complementariedad que descubrimos, hemos remarcado
que, a nuestro entender, el mayor disenso se produce en cuanto a la concep-
ción general del aparato psíquico. No obstante, dicho desacuerdo no repre-
senta un obstáculo insalvable, pues al prestar una más detenida atención a
ciertos aspectos de ambas teorías, nos sorprenderá encontrar la existencia de
una serie de fenómenos, muy concretos y relevantes, que muestran, por su
similitud, un importante punto de confluencia. Justamente en los bordes de
sus indagaciones, ambos autores describieron un conjunto de procesos, que,
a poco de desbrozar el camino, se nos muestran de naturaleza similar (si,
por cautela, no osamos definir como idénticos).
De un lado, tenemos las formas de funcionamiento del Inconsciente, con
el proceso primario y las otras peculiaridades de su accionar, descriptas por
Freud. Del otro lado, tenemos las peculiaridades del Lenguaje Interior (L.I.):
200 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

cuando el pensamiento aún no se ha sometido a la lógica del lenguaje signi-


ficativo, ni el lenguaje se convirtió en pensamiento; cuando aún gobiernan
las cualidades menos desarrolladas, cuando los instrumentos de mediación
aún no han logrado imponer toda su capacidad.
Finalmente, y a partir de este punto de confluencia, propondremos una
serie de ideas que nos permitirán abrir un nuevo campo de hipótesis compa-
rativas, que den cuenta de los orígenes y de las diferencias, así como tam-
bién de las posibilidades de aplicar las herramientas heurísticas que ambas
corrientes nos dan, para abordar, con instrumentos teóricos enriquecidos, el
estudio de la subjetividad.

2.

Iniciaremos nuestro periplo con el último texto de Vigotsky, que contiene


sus postreros y, quizá, más trascendentales aportes a la psicología. En Pensa-
miento y Lenguaje expone las conclusiones de su estudio sobre el objeto de
interés que guió sus investigaciones finales.
La apertura a nuestro campo la encontramos ya en el epígrafe del capítu-
lo último. Con ese fin, Vigotsky escogió un verso del poeta acmeísta, Osip
Mandelstam:

“He olvidado la palabra que quería pronunciar,


y mi pensamiento, incorpóreo,
regresa al reino de las Sombras”

A través de este poético fragmento, Vigotsky declara su concepción acer-


ca de la constitución del pensamiento verbal y, con él, de la conciencia mis-
ma. Pero no sólo de ellos es que nos habla; también nos advierte acerca del
destino de aquel pensamiento que no logra plasmarse en palabras, que en su
derrotero a la conciencia “desvía” su camino y se extravía por territorios
desprovistos del “fulgor” de la razón pensante (todo heredero del iluminis-
mo oponía la luz de la razón a las sombras de su ausencia). Más explícita-
mente, al final del capítulo escribe “...una palabra sin pensamiento es una
cosa muerta, y un pensamiento desprovisto de palabra permanece en la som-
bra”. La orfandad verbal, la desnudez oratoria, condena al pensamiento a
vagar fuera de los límites del “luminoso” territorio de la conciencia.
La idea misma de un regreso o una permanencia en las sombras supone
que éstas son su punto de partida. La metáfora nos indica que, para arribar
a las “luminosas alturas” que permitan estructurar la alocución desplegada,
o cualquier idea que pretenda la calidad de consciente, el pensamiento tuvo
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 201

que realizar un arduo recorrido.


Este camino fue estudiado y detallado por Vigotsky al indagar la alocu-
ción verbal. En su descripción, establece como punto de partida al motivo de
aquélla, que puede ser un deseo, un anhelo, una necesidad, una emoción o
un interés. Este motivo da origen al pensamiento “aún no verbal”. Para al-
canzar el estado de verbal, dicho pensamiento debe primero estructurarse
como lenguaje interior, para posteriormente encontrar los significados que
lo contengan y así, por último, “encarnarse” en palabras.
Acto seguido, el autor nos aclara: “El desarrollo puede detenerse en cual-
quier punto de su complicado curso; es posible una inmensa variedad de
movimientos y formas aún desconocidas para nosotros”. Señala que el estu-
dio de dichas variaciones se encuentra fuera de los alcances de su tarea. Es
por ello que decidimos indagar alguna variación posible.

3.

Tal como fue expuesto, uno de los momentos en el desarrollo de la for-


mulación verbal del pensamiento lo constituye el Lenguaje Interior.
En función de ello, realizaremos un ejercicio ideal y nos permitiremos —
tal como nos habilita la descripción vigotskyana— suponer que el curso se
detiene allí, un instante antes de que el pensamiento se encuentre con los
significados culturalmente elaborados.
Al aceptar el ejercicio mental propuesto, nos hallaremos frente a un pen-
samiento que participará de las características del ya mencionado Lenguaje
Interior. Las mismas fueron estudiadas por Vigotsky a través del Lenguaje
Egocéntrico (L.E.), es decir, la peculiar producción lingüística que acompaña
ciertas actividades infantiles, y que para nuestro autor cumple un rol esen-
cial en la interiorización del lenguaje.
En el estudio de dicha formación, Vigotsky se encontró con una serie de
particulares características que le son inherentes. Sobre estas peculiaridades
expresó que resultaban sumamente llamativas para un observador exterior,
al punto de llegar a convertir dicho lenguaje en indescifrable para él, a me-
nos que pueda indagar más al niño emisor.
Veamos cuáles son las características que se observan en el L.I. Lo prime-
ro que se encontraría un observador sería la tendencia —notoria por cier-
to— a la abreviación. El Lenguaje Egocéntrico (que se va tornando cada vez
más idiosincrásico con el desarrollo) muestra una extensión mucho menor a
la del lenguaje desplegado. Esto se compadece con la tendencia a substraer
el sujeto de la frase y los términos que se encuentran ligados a él. La razón de
ello es muy sencilla: el sujeto conoce aquello de lo que habla, por lo tanto su
202 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

enunciación es innecesaria. El Tema queda fuera de la comunicación, por lo


que aparece en primer plano el Rema, es decir, la nueva información que
sobre aquél se introduce. Esto convierte al L.I. en un lenguaje para el cual la
predicación es su sustancia. Así, la elisión de morfemas es su norma, y lo
semántico pasa al primer plano.
Pero no son estas las únicas características que tiene el Lenguaje Interior.
Por el contrario; otras peculiaridades, quizá más extrañas que aquéllas, fue-
ron halladas durante su investigación. Una de ellas, de particular relevancia,
consiste en la Preeminencia del Sentido sobre el Significado. Vigotsky toma la
diferencia entre sentido y significado del psicólogo suizo (contemporáneo
de él) Paulhan, quién definió al sentido como “el conjunto de sucesos psico-
lógicos que la palabra evoca en el sujeto”. Esto es, el contexto interno del
sujeto, determinado en primer lugar por el motivo de su conducta, que le
adjudica su valor, y será el que defina la acepción que adquirirán los térmi-
nos de una frase. Otros factores subjetivos que intervienen en la constitución
del sentido son las vivencias anteriores a las que dicho término se encuentra
asociado.
Es así que, en este nivel de desarrollo del pensamiento, la carga semánti-
ca de los términos será más cercana a factores internos individuales (los
motivos, las evocaciones, emociones y sentimientos) que a externos, social-
mente elaborados.
Podríamos decir que, de detenerse el proceso en este punto, aún no se
hallaría cumplido plenamente aquel requisito que Leontiev, en consonancia
con Vigotsky, reclama como inherente a todo proceso que devenga conscien-
te, que consiste en la separación del motivo de la acción y el reflejo de la
realidad (Leontiev: 1983, Cap. II, y 1978, Cap. IV). Requisito indispensable
de la existencia misma de procesos conscientes (para la escuela sociohistórica).
Como una consecuencia natural de ello, el sujeto mismo no se encuentra
inscripto como un dato objetivo en su pensamiento consciente.

4.

Detengámonos un instante en la interesante descripción que hace, justa-


mente Leontiev, de la relación existente entre el “sentido personal” y la “par-
cialidad de la conciencia” Esto nos permitirá ahondar con mayor profundi-
dad en la relación entre sentido y significado, brindándonos, en última ins-
tancia, valioso material para nuestra propuesta final.
Leontiev (1978) describe las complejas vicisitudes que atraviesa el senti-
do personal para encarnarse en significados y así constituirse en material
consciente. En tal sentido, no deja pasar la oportunidad para aclararnos que
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 203

sólo en contadas ocasiones los sentidos personales encuentran los significa-


dos que los expresen plenamente. Y nos advierte: “En determinadas condi-
ciones, la falta de coincidencia de los sentidos y los significados en la con-
ciencia individual puede asumir el carácter de verdadero extrañamiento entre
ellos, e incluso de antagonismo”. Esta posibilidad ya se encuentra presente
en lo que constituye el fundamento sensorial de la conciencia, o como él la
llama, la profunda prehistoria de ella. Es decir, en la existencia de dos tipos de
sensorialidad que mediatizan la conducta en el medio material. Ya que, por
un lado, tenemos aquella sensibilidad que registra las cualidades de los ob-
jetos externos, y, por el otro, aquella en que se inscribe la relación entre di-
chas cualidades y su capacidad de satisfacer las necesidades del individuo.
Dicha relación encuentra la posibilidad de ruptura sólo en el hombre, cuan-
do los significados refractan el mundo exterior independientemente de la
relación de este con sus necesidades, sus motivos, su vida.
Sin embargo, son los significados los que permiten incorporar en la con-
ciencia su propia posición subjetiva ante el mundo. Pero “al funcionar en la
conciencia individual, estos no se realizan a sí mismos, sino al movimiento
del sentido personal encarnado en ellos, de este ser-para-sí del sujeto con-
creto” (Leontiev: 1998).
Un poco más adelante, nos dice Leontiev que los sentidos personales que
encierran en sí la relación del sujeto con los objetos de su actividad “... pue-
den no encontrar significados objetivos que los encarnen adecuadamente y
comienzan a vivir como si vistieran ropa ajena. Pero el ser del individuo no
es, a diferencia del ser social, autoparlante, es decir, el sujeto carece de un
lenguaje propio, elaborado por él mismo; su toma de conciencia de los fenó-
menos de la realidad sólo puede operarse por medio de significados ‘acaba-
dos’ que asimila del exterior, es decir, conocimientos, conceptos, opiniones,
que recibe en la comunicación en unas u otras formas de la comunicación,
individual o de masas. Es esto lo que crea la posibilidad de introducir en su
conciencia, de imponerle, representaciones e ideas tergiversadas o fantásti-
cas, incluso aquellas que no tienen base alguna en su experiencia real, vital.
Carentes de esta base, ponen de manifiesto en la conciencia del hombre su
inestabilidad; a la vez, se convierten en estereotipos, y, como cualquier este-
reotipo, pueden ejercer resistencia, por lo cual sólo pueden destruirlas serias
confrontaciones vitales” (Leontiev: 1978,Cap. IV, pto. 4).
Como vemos, la relación entre el mundo del sentido y su encarnación en
el significado no es, para esta escuela, una relación sencilla y automática.
Por el contrario, siempre se desarrolla de forma dramática. Y las resonancias
de dichas descripciones no pueden dejar de traer a nuestra memoria las pro-
fundas enseñanzas del psicoanálisis.
204 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

5.

Volvamos ahora a las peculiaridades del L.I. Una vez que aceptamos que
el sentido personal dirige su conformación, surge ante nosotros una nueva
peculiaridad que hace aún más complicada su comprensión. Esta caracterís-
tica estará dada por lo que Vigotsky denominó la Aglutinación de Palabras, a
la que define como la formación de neologismos sobre la base de la unión de
diferentes términos en uno solo. Dicha particularidad no es atributo exclusi-
vo del L.I. —nos dice el autor. También se encuentra en el lenguaje desplega-
do; por ejemplo, las palabras que expresan ideas complejas en algunos idio-
mas, como el alemán.
Esta característica también sufre modificaciones en el desarrollo del Len-
guaje Egocéntrico. A medida que éste va evolucionando hacia el Lenguaje
Interior, dicha tendencia se agudiza cada vez más. Luria (1982) dice al res-
pecto que el lenguaje se pliega progresivamente. En un principio, el Lenguaje
Egocéntrico tiene una estructura muy similar a la del lenguaje desplegado,
pero a medida que se va desarrollando se vuelve más inaudible y más con-
centrado, por lo que aumenta la tendencia a formar términos que condensan
toda una serie de palabras. Podríamos decir que este fenómeno es el efecto
extremo del proceso de contracción que sufre el lenguaje cuando se mani-
fiesta como L.E. o L.I.
Otro ejemplo que nos da Vigotsky acerca de este fenómeno, en el lengua-
je desplegado, es la conversación entre dos personajes centrales, en la novela
Ana Karenina, de Tolstoi, en el que, con las iniciales de una frase, Levin logra
hacerse entender por Kitty. Dicho ejemplo tiene la peculiaridad de haber
sido tomado de un episodio de la vida real del autor de la novela.
La última peculiaridad que Vigotsky describe es solidaria y complemen-
taria de la anterior. Bajo el nombre de Influjo de sentido describe el proceso
por el cual el sentido de los diversos términos se desliza y fluye entre los
componentes de la frase. Como resultado de este proceso, unos pocos voca-
blos contienen los sentidos de la frase completa.
A pesar de que habla del deslizamiento que se produce en el lenguaje
interior, da como ejemplo la sobrecarga de sentido en las obras literarias. Por
ejemplo, Almas Muertas, de Gogol, en cuyas páginas se va deslizando el sen-
tido literal aplicado a los siervos que, aún muertos, integraban el patrimonio
sometido a intercambios comerciales. En el transcurso de la obra el título se
va resignificando de forma tal que termina describiendo a los personajes
físicamente vivos pero espiritualmente inertes. A través de este ejemplo, el
autor aclara cómo dicho proceso, característico del Lenguaje Interior, tam-
bién se encuentra en el lenguaje externo desplegado, buscando con ello dar
una imagen más acabada del fenómeno.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 205

No obstante, se preocupa en diferenciar este hecho literario del proceso


tal como se presenta en el L.I., al decir que “En el lenguaje interiorizado, el
fenómeno llega a su punto culminante. Una sola palabra está tan saturada
de sentido que se requerirían muchas otras para explicarla en el lenguaje
exterior. No es raro que el lenguaje egocéntrico resulte inexplicable para los
demás”. Les pediremos a quienes nos hayan acompañado hasta aquí que
retengan esta frase, pues guarda una asombrosa similitud con otra que más
adelante traeremos a colación.
Una vez agotada la enumeración de características del L. I., hagamos un
sucinto compendio de aquello que encontramos: modificaciones gramatica-
les —como la elisión de fonemas y morfemas— que determinan una marca-
da reducción en la extensión de la frase. A ello se le agrega otro motivo de
contracción en la tendencia a elidir el sujeto y los términos a él asociados,
dando al L.I un contenido plenamente predicativo.
En tanto que, en el plano semántico, tenemos la preeminencia del sentido
sobre el significado, la aglutinación1 mediante la cual varios términos se unen
y conforman un neologismo, proceso similar al de aquellas lenguas que ge-
neran palabras de la unión de otras para dar albergue a nuevos significados.
Ello supone el influjo de sentido mediante el cual los sentidos de diversos
términos circulan de unos a otros confluyendo en los vocablos “aglutinados”.
Por lo tanto, un pensamiento “aún no verbal” que detuviera su marcha
en tal instancia tendría las características que le son propias al Lenguaje In-
terior: Un fuerte proceso de contracción, que supone la elisión de términos,
junto a la preeminencia del sentido (los factores subjetivos del significado
por sobre los objetivos), influjo o movilidad de sentido y aglutinación de
términos que derivan en la formación de nuevas palabras (neologismos).
En tales condiciones, no se lograría aún el rendimiento que define al pro-
cesamiento consciente de los contenidos.

1 En El arte y la imaginación en la infancia aparece un antecedente de esta idea. En el


capitulo sobre “El Arte y la Realidad”, al hacer alusión al enlace entre la imagina-
ción y la realidad, Vigotsky describe el enlace emocional, una de cuyas formas de
manifestación es la “Ley del signo emocional común”, según la cual “todo lo que
nos causa un efecto emocional coincidente tiende a unirse entre sí pese a que no
se vea entre ellos semejanza alguna, ni exterior ni interior. Resulta una combina-
ción de imágenes basada en sentimientos comunes, o en un mismo signo emocio-
nal aglutinante de los elementos heterogéneos que se vinculan”.
206 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

6.

A quienes nos hayan acompañado hasta aquí, les habremos de pedir una
nueva concesión a su voluntad, y solicitaremos se muestren benignos con
una licencia que nos tomaremos. Dicha licencia consiste en una pequeña
modificación de la nomenclatura utilizada por Vigotsky para referirse a los
fenómenos descriptos. Así, al influjo de sentido bien se lo puede describir como
el desplazamiento que se produce en el sentido o carga semántica de los
diferentes componentes de una frase; en tanto que a la aglutinación la descri-
bimos como la condensación que se produce entre sus términos.
Gracias a esta pequeña licencia que se nos concede descubriremos dos
cosas. La primera es que no forzamos en nada el sentido de los términos,
pues expresamos con distintas palabras los mismos procesos. La segunda, y
más importante, es que hemos introducido en nuestra descripción el mundo
de las sombras, descubierto e investigado por Freud.
Efectivamente, bajo el concepto de Proceso Primario, Freud engloba las
más notorias cualidades inherentes al funcionamiento del sistema Incons-
ciente.
El concepto de Proceso Primario aparece ya en el Proyecto de Psicología. En
dicha obra se define al Proceso Primario como un particular modo de proce-
samiento inconsciente de la energía circulante.
Desde dicho ensayo, Freud intenta dar una explicación, basada en un
modelo biológico- energético (paradigma que por aquel entonces primaba
en las ciencias), sobre las características que presentan los movimientos a
través de los cuales los deseos buscan su satisfacción, es decir, cómo las
pulsiones buscan “derivar” (entregar, descargar) su carga.
Sugiere que, para que ello suceda, el sistema Icc. debe tener cualidades
que permitan un movimiento más libre de las cargas de las representaciones,
y así lograr la satisfacción alucinatoria a través de la identidad de percepción.
Es decir, cargar una representación con la energía pulsional, de forma tal
que permita obtener la cancelación alucinatoria del impulso deseante. En el
decurso de tal proceso, las cargas fluyen libremente entre las representacio-
nes, constituyendo esto la peculiaridad “económica” por excelencia del in-
consciente, que se define por ser habitado por energía libre en oposición a la
Energía Ligada que rige el Proceso Secundario, propio del sistema CC.
Dicho libre peregrinar de la energía se manifiesta a través de dos proce-
sos principales, que resultan ser solidarios el uno con el otro. El primero de
estos es aquel por el cual una representación (o término de un pensamiento)
puede atraer sobre sí la carga (que, en un modelo epistémico diferente, bien
puede ser semántica) de toda una serie de representaciones. A este fenómeno
se lo conoce bajo el término de Condensación.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 207

La primear exposición pormenorizada que realiza Freud de dicho modo


de funcionamiento inconsciente es la que se encuentra en La Interpretación de
los sueños (1899- 1900).
En el capítulo dedicado al Trabajo del Sueño, hace una descripción de los
procesos deformativos que tienen lugar en la constitución del sueño. Aun-
que previamente a realizar la descripción Freud nos impone una aclaración
en la que nos previene que:

“Pensamientos del sueño y contenido del sueño se nos presentan como


dos figuraciones del mismo contenido en dos lenguajes diferentes; mejor
dicho, el contenido del sueño se nos aparece como una transferencia de
los pensamientos del sueño a otro modo de expresión, cuyos signos y
leyes de articulación debemos aprender a discernir por vía de compara-
ción entre el original y su traducción. Los pensamientos del sueño nos
resultan comprensibles sin más tan pronto como llegamos a conocerlos. El
contenido del sueño nos es dado, por así decir, en una pictografía, cada
uno de cuyos signos ha de transferirse al lenguaje de los pensamientos del
sueño. Equivocaríamos manifiestamente el camino si quisiésemos leer esos
signos según su valor figural en lugar de hacerlo según su referencia
signante.”

Es decir, los elementos del sueño se encuentran conectados entre sí por


su relación simbólica, no por su cualidad imaginaria. Ya aquí Freud parece
querer indicarnos que en las producciones oníricas tiene una singular parti-
cipación la legalidad del lenguaje. Aún no es tiempo de extraer todas las
conclusiones a que dicha peculiaridad nos habilitaría.
Sigamos, pues, adelante. Una vez transpuesta esta breve introducción, el
psicoanalista se lanza a describir qué es lo que entiende por Condensación.
Allí nos dice que

“Lo primero que muestra al investigador la comparación entre contenido


y pensamientos del sueño es que aquí se cumplió un vasto trabajo de con-
densación. El sueño es escueto, pobre, lacónico, si se lo compara con la
extensión y la riqueza de los pensamientos oníricos. Puesto por escrito, el
sueño ocupa media página; en cambio, si se quiere escribir el análisis que
establecen los pensamientos del sueño se requiere un espacio seis, ocho o
doce veces mayor.”

Bástenos remitir al lector a la frase de Vigotsky, que oportunamente le


encarecimos retener, referida a la diferencia de extensión que se produce en
el L.I., debido al fenómeno de Aglutinación. No es esta la única coincidencia
208 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

que habremos de encontrar, aunque para el de Gomel el estado “condensa-


do” del pensamiento sea el estado natural y no le sea necesario un “trabajo”
específico para alcanzarlo. Por el contrario, el estado desplegado del pensa-
miento es el que supone un proceso “artificial” que transforme la nube del
pensamiento preverbal en la lluvia de palabras del pensamiento verbal y el len-
guaje desplegado.
Volviendo al texto freudiano, él mismo nos brindará, a través de una se-
rie de ejemplos, la posibilidad de comprender más acabadamente el proceso
de condensación tal como se expresa en el sueño. Gracias a esta peculiaridad
gramática del mundo imaginario, un rostro puede ser varios. Tras una imagen
se oculta una encrucijada de vivencias diferentes. Sin embargo, el hilo que
teje la urdimbre es siempre el mismo: las vivencias personales que revisten
tales imágenes e ideas, más allá de su significado objetivo. Lo que los une es
la similitud de repercusiones individuales que dichos contenidos objetivos
despiertan en el soñante.
Tomaremos sólo algunos de los ejemplos que nos da Freud para com-
prender con mayor profundidad el proceso aludido. El primero de ellos es el
que publica bajo el nombre de El sueño de los abejorros, en el cual la relatora
recuerda un sueño en el que mantiene encerrados dos abejorros, que mori-
rán a causa de la asfixia si no los libera inmediatamente. Abre la caja y, en
tanto que uno de los insectos escapa volando, el otro se muestra muy agota-
do y muere al estrellarse contra la ventana que alguien ordenó cerrar a la
durmiente.
El análisis posterior revela que la asociación de tales ideas está relaciona-
da con episodios banales y supuestamente inconexos del día anterior. No
obstante, dichos sucesos se encuentran relacionados, para la sujeto, por la
crueldad infantil demostrada por su hija para con los insectos. Esta peculia-
ridad del carácter infantil de su hija contrasta con su actual actitud bonda-
dosa. Tal contraposición es asociada a otra similar respecto de lo engañosas
que pueden llegar a resultar las diferencias entre el aspecto externo y la cata-
dura moral de las personas. Ello se enlaza con la posibilidad de ser descu-
bierta en relación a los apetitos sexuales que la atormentan. Tampoco la elec-
ción de los insectos en el sueño es ajena a la preocupación de índole sexual
que la aflige por aquel entonces, ya que con ellos se preparaba, en esos tiem-
pos, un compuesto al que se le adjudicaban fuertes propiedades afrodisíacas,
que hubieran podido ayudar a su marido a obtener la erección que ella de-
seaba.
Vemos en el ejemplo anterior que las imágenes que aparecen rinden su
significación a las vinculaciones vivenciales que poseen en el entramado
psíquico de quién sueña.
Esta peculiaridad queda aún más en evidencia en el desarrollo del Sueño
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 209

de la monografía botánica:

“(...)De esta primera búsqueda obtenemos la impresión de que los ele-


mentos ‘botánica’ y ‘monografía’ han sido recogidos en el contenido del
sueño porque pueden exhibir los contactos más ricos con la mayoría de
los pensamientos oníricos, y, por tanto, figuran puntos nodales donde se
reúnen muchísimos de los pensamientos oníricos; han sido recogidos,
entonces, porque son multívocos con referencia a la interpretación del
sueño. El hecho que está en la base de esta explicación puede expresarse
también de otra manera, diciendo: Cada uno de los elementos del conteni-
do del sueño aparece como sobredeterminado, como siendo el subrogado
de múltiples pensamientos oníricos.”

Sobredeterminación semántica de cada elemento. Esto es: cada compo-


nente del sueño manifiesto se encuentra sobrecargado de sentido. Coagula
líneas semánticas completas.
Un componente importante en este sueño es que está construido por con-
ceptos que han perdido su calidad de tales —la de ser generalizaciones abs-
tractas desgajadas de la repercusión individual— en favor de los sentidos
personales, es decir, por su cualidad de aglutinar bajo su signo las experien-
cias personales a las que se encuentran conectados. Instrumentos de media-
ción que se degradan a su simple cualidad representacional concreta, y no
obstante conservan, en parte, la cualidad de ser representaciones elaboradas
Aún más interesante resultará para nuestro estudio la característica que
al final de la descripción le adjudica al fenómeno de la condensación en el
sueño:

“El trabajo de condensación del sueño se muestra con la máxima eviden-


cia cuando ha escogido como objetos palabras y nombres. Las palabras
son manejadas por el sueño con la misma frecuencia que las cosas, y expe-
rimentan idénticas urdimbres que las representaciones-cosa del mundo.
Cómicas y raras creaciones léxicas son el resultado de tales sueños.” (Su-
brayado mío). Luego de ello, desgrana una serie de ejemplos en los que se
producen condensaciones de varios términos, creando neologismos.
Maistollmütz (Mais {maíz} + toll {loco} + mannstoll {ninfómana} + Olmütz
[ciudad de Moravia]); Autodidasker (autodidacta y Lasker unidas por pre-
ocupaciones familiares del autor) figuran entre los ejemplos que Freud
nos trae para clarificar su posición.
210 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

Para aumentar nuestro asombro ante la similitud señalada, al final de


dicho capitulo escribe:

“Las deformaciones léxicas del sueño se asemejan mucho a las que cono-
cemos en la paranoia, pero que tampoco faltan en la histeria y en las ideas
obsesivas. Tanto para el sueño como para las psiconeurosis la fuente co-
mún son los artificios verbales de los niños, que en ciertos períodos tra-
tan de hecho a las palabras como si fuesen objetos e inventan lenguajes
nuevos y formaciones sintácticas artificiales. (...) El análisis de las forma-
ciones léxicas carentes de sentido que aparecen en los sueños es particu-
larmente apto para mostrar la operación condensadora del trabajo oníri-
co. Aquí hemos seleccionado unos pocos ejemplos, pero no debe inferirse
que ese material es raro u observable sólo por excepción. Más bien es muy
frecuente...”. (Las negritas son nuestras).

La palabra, y su lógica, aparecen en la base del fenómeno onírico de la


condensación. Pero en el sueño la palabra participa con la cualidad de la
literalidad. El soñante no crea frases nuevas. Por el contrario, aquellas que
aparecen en el contenido del sueño no son otra cosa que recuerdos de frases
escuchadas2. Como si en el estado del sueño el sujeto perdiera la posesión
del lenguaje. O simplemente este se redujera a su expresión primaria: la cua-
lidad imaginaria de la Referencia Objetal.
Para concluir, diremos que la condensación no es atributo exclusivo del
trabajo del soñar. Por el contrario, su actividad se encuentra presente en to-
das las formaciones del Inconsciente. En el lapsus, el chiste y el síntoma, su
presencia es fácilmente detectable. Aunque en los dos primeros es donde
más se observa su accionar sobre el lenguaje.

7.

La otra cara del Proceso Primario la constituye el fenómeno del desplaza-


miento. Este concepto, como el de condensación, también se encuentra suje-

2 Dondequiera que en un sueño ocurran dichos que como tales sean expresamente
distintos de pensamientos, vale sin excepción la regla de que el dicho onírico
tiene su origen en un dicho recordado dentro del material onírico. La literalidad
de los dichos es conservada sin cambios o bien sufre ligeros desplazamientos en
la expresión; a menudo, el dicho onírico es un emparchado de diversas reminis-
cencias verbales; la literalidad es lo que se mantiene idéntica, pero su sentido se
altera en lo posible haciéndolo diverso o multívoco.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 211

to a modificaciones a lo largo de la obra de Freud.


En el Proyecto... dicho proceso aparece en términos de energía neuronal o
“cantidad” que se desplaza a través de vías neurales. Ya en la Traumdeutung,
distingue en dicho concepto dos cualidades particulares. Por un lado, se re-
fiere con el término de Transferencia al proceso por el cual la carga psíquica
de una representación se corre hacia otra, reservando el término de despla-
zamiento al proceso por el cual las catexias de las representaciones más im-
portantes en el pensamiento formador del sueño (o contenido latente), se
transmiten a representaciones de menor importancia. Dichos procesos —
descriptos con mayor profundidad en el análisis del trabajo del sueño— no
son, sin embargo, para Freud, sinónimo de entidad mórbida. Por el contra-
rio, el autor los considera como fenómenos corrientes de la vida psíquica
normal, aunque de un nivel primitivo.
Los procesos de desplazamiento pueden recaer tanto sobre las significa-
ciones de las representaciones como sobre las asociaciones que se establecen
entre las diversas ideas.
Otras obras, además de la Traumdeutung y El Proyecto…, también presen-
tan descripciones del fenómeno. Así, en el articulo publicado bajo el titulo
de Recuerdos de Infancia y Recuerdos Encubridores, incluido en la Psicopatología
de la Vida Cotidiana, se define al proceso de desplazamiento como el resulta-
do de transferir las cargas psíquicas de fenómenos psíquicos de gran rele-
vancia a otros que, por su importancia, no debieran asumir el valor que ad-
quieren en el pensamiento vigil. Ello da lugar a la subsistencia de anodinas
reminiscencias, cuya persistencia no encuentra su explicación en sí misma,
sino sólo en virtud a su asociación con hechos pretéritos de valor significati-
vo realmente relevante, que han caído víctimas de la censura, en el cono de
sombras que les impone la represión.
Si bien en la descripción del fenómeno del desplazamiento Freud hace
hincapié en la transmutación del acento psíquico de ciertos recuerdos, esto
sólo puede producirse en virtud de la capacidad de transferir catexias3 entre
representaciones diversas. Es decir, sólo con el deslizamiento del sentido
subjetivo entre dos elementos de un pensamiento (que, como bien describe

3 En función de la comodidad de exposición nos permitiremos mantener los térmi-


nos utilizados originalmente por Freud, aunque los mismos tengan una raíz de
evidente reminiscencia energética. Renombrar, por ejemplo, cada aparición del
término catexia por valor semántico, carga semántica, etc., resultaría redundante,
aunque se ajuste más a la concepción de los autores de este libro. Sepan pues que
mantener dichos términos no significa adhesión a su significado por parte nues-
tra.
212 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

Vigotsky, sólo puede dividirse en función del lenguaje) se logra el efecto


descripto. Realmente, no hay que realizar una muy ardua labor intelectual
para encontrar la conexión de esto con el concepto de influjo de sentido.

8.

Resultan particularmente perceptibles, en la explicación de estos fenó-


menos, las diferencias al traducir de uno a otro sistema de ideas las observa-
ciones comunes. Sin embargo, no podemos dejar de apreciar la similitud
existente entre los fenómenos sobre los que se han referido ambos científi-
cos.
Esta semejanza no ha pasado desapercibida a otros autores de la escuela
sociohistórica. Alex Kozulin (1994) se detuvo en ellas. Aunque postuló que
la diferencia entre ambos consistía en que, en tanto el influjo de sentido, así
como el fenómeno de aglutinación, son actividades normales en el proceso
de despliegue del habla, la condensación y el desplazamiento no son sino
manifestaciones del Proceso Primario, “una actividad psicológica primitiva
o regresiva”. Ahora bien: si la formación de una alocución verbal (proceso
en el cual se produce la investigación vigotskyana) se detuviera en el paso
en que se producen la aglutinación y el influjo de sentido, sus resultados
bien podrían considerarse regresivos y primitivos. Pero también para Freud
la expresión consciente de los deseos recorre un camino que atraviesa dife-
rentes estadios, sólo que, por chocar contra una interdicción, algunos deseos
no logran franquear las etapas primitivas de su desarrollo, o, si lograron en
algún momento hacerlo, y luego, por descubrir causas que ameriten su cen-
sura, dejan de manifestarse, encuentran su exutorio a través de métodos pri-
mitivos. Los síntomas son la más clara expresión de ello. Entonces, en coin-
cidencia con Vigotsky, podemos decir que los fenómenos del pensamiento
verbal elaborado que desembocan en la conciencia, surgen de procesos que
son justamente “una actividad psicológica primitiva o regresiva” más allá
de su habitualidad entre los fenómenos psíquicos. Vigotsky y sus discípulos
describieron la traducción de los mismos como un acto dramático y siempre
complejo, que no siempre obtiene el exitoso desarrollo a su formulación cons-
ciente.
Más allá de haber descartado —sobre la base de un concepto, a mi enten-
der, erróneo— la similitud de las peculiaridades del L.I. respecto de las del
proceso primario, la mención de Kozulin tiene el mérito de señalar una equi-
valencia allí donde varios autores hubieran preferido callar. Más adelante
nos volveremos a encontrar con este autor y otra perspicaz observación de
su parte.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 213

9.

Al seguir adelante, vemos que las características de funcionamiento del


Inconsciente no se agotan con las del proceso primario. Otras peculiarida-
des, relacionadas con grandes modificaciones a la lógica de la conciencia,
fueron encontradas y descriptas por Freud en diversos trabajos. Para referir-
nos a ellas citaremos el texto que produjo en su último año de vida, y que
fuera publicado en forma póstuma.
En él, hace el autor un racconto de las leyes que imperan en el incons-
ciente, acerca de las cuales declara: “Las reglas decisorias de la lógica no
tienen validez alguna en lo inconsciente; se puede decir que es el reino de la
alógica.” (Freud: 1938–1940). Entre tales cualidades de la alógica escoge, como
primer ejemplo, una peculiaridad que contradice un principio básico del
pensamiento racional: “Aspiraciones de metas contrapuestas coexisten lado
a lado en lo inconsciente sin mover a necesidad alguna de compensarlas. O
bien no se influyen para nada entre sí, o, si ello ocurre, no se produce ningu-
na decisión, sino un compromiso que se vuelve disparatado por incluir jun-
tos unos elementos inconciliables. Con esto se relaciona que los opuestos no
se separen, sino que sean tratados como idénticos...”. El “principio de con-
tradicción” caduca en el reino de las sombras. Toma como ejemplo una pe-
culiaridad de los idiomas antiguos: “Algunos lingüistas han discernido que
en las lenguas más antiguas sucedía lo mismo, y opuestos como fuerte-dé-
bil, claro-oscuro, alto-profundo se expresaban originariamente por medio
de una misma raíz, hasta que dos diversas modificaciones de la palabra pri-
mordial separaron entre sí ambos significados. Restos del doble sentido ori-
ginario se conservarían en una lengua tan evolucionada como el latín, en el
uso de altus (‘alto’ y ‘profundo’), sacer (‘sagrado’ e ‘impío’), etc.”. Este último
párrafo no deja de asombrar por el extraordinario parecido que guarda res-
pecto del siguiente, de Vigotsky, en Pensamiento y Lenguaje: “La formación
del complejo es también responsable de que, en diferentes situaciones, una
misma palabra pueda tener distintos significados, o aún opuestos, mientras
exista alguna forma de unión entre ellas... Aquí nos encontramos con una
perfecta analogía con algunas lenguas antiguas (el hebreo, el chino, el latín)
en las cuales una palabra también indica las opuestas. Los romanos, por
ejemplo, usaban el mismo vocablo para alto y profundo. Tal enlace de signi-
ficados opuestos sólo es posible como resultado del “pensamiento en com-
plejos”. Descubrimos, pues, sin mucho esfuerzo, que el “pensamiento en
complejos” comparte algunas peculiaridades del mundo Inconsciente. Don-
de la palabra aún no ha acabado de imponer sus reglas, la individualidad
produce los efectos de forma visible. Aunque en el caso del lenguaje se trate
de la individualidad del grupo social, que todavía no introdujo la diferencia
214 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

en ciertas categorías. Por lo que la lógica de la objetividad comparte su im-


perio con la legalidad de la percepción. El principio de oposición aparece
suspendido, tanto en los procesos Inconscientes como en el “pensamiento
en complejos”. Es notorio que ambos autores hayan descubierto la “suspen-
sión” de ciertos principios lógicos que hasta entonces se consideraban inhe-
rentes, “naturales” al pensamiento. Aunque esto los llevó a conclusiones
distintas: en tanto que para Freud la suspensión era fruto de un “trabajo”
especial de una instancia; para Vigotsky era el resultado de una inacabada
maduración de los procesos del pensar, fruto de la incompleta adquisición
de las herramientas de mediación semiótica.
Si volvemos al ejemplo lingüístico, nos resulta poco satisfactorio consi-
derar dicha similitud como fruto del azar; por el contrario, nos parece más
convincente considerarla una demostración de que Vigotsky mantuvo vivo
el diálogo con Freud al escribir su propia obra.

Otra peculiaridad del funcionamiento del Inconsciente consiste en la in-


dependencia respecto del tiempo. Resultado de las observaciones en sus pacien-
tes a partir de las cuales deduce que el deseo persiste más allá de los avatares
de la realidad exterior. El valor determinante de las tendencias no depende
de su lugar en la diacronía, sino de factores inherentes al ordenamiento del
deseo. En Las propiedades particulares del Sistema Inc., incluido en la recopila-
ción que vio la luz bajo el titulo de Trabajos sobre Metapsicología, escribe: “Los
procesos del sistema Icc son atemporales, es decir, no están ordenados con
arreglo al tiempo, no se modifican por el transcurso de este ni, en general,
tienen relación alguna con él. También la relación con el tiempo se sigue del
trabajo del sistema Cc”. Aunque este es un principio en el que el propio
Freud se contradice, al expresar que los acontecimientos traumáticos los son
debido a la resignificación que sufren a partir de la madurez sexual. Sin
embargo, este concepto tiene su validez, si no se lo absolutiza, para com-
prender la persistencia del deseo y de ciertas estructuras subjetivas a lo largo
del tiempo, sin que éste parezca hacerles mella. La persistencia de un deseo
o tendencia que migra de un objeto a otro, a lo largo de la vida de un sujeto,
tiene varios ejemplos, no sólo en la clínica, sino también en el arte.
Es este un punto en el que, a primera vista, no aparece un posible parale-
lo con la obra de Vigotsky. Pero, si prestamos atención a nuestro entorno,
veremos que la posibilidad de sujeción de nuestras impresiones o tenden-
cias a una escala temporal sólo es posible merced al conjunto de mediadores
semióticos que inventó la humanidad. Muchos de ellos sumamente apara-
tosos, pero otros un tanto más sutiles, que van marcando el pasaje y la ins-
cripción de los sujetos a nuevas exigencias sociales. Bautismos, comuniones
y todos los rituales institucionalizados de iniciación o pasaje, dejando de
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 215

lado relojes, calendarios y agendas, son un claro ejemplo de cómo los miem-
bros de una sociedad deben sujetar sus necesidades a las exigencias exter-
nas, brindando una temporalización de nuestras tendencias. Es decir que,
para dominar la percepción subjetiva del tiempo, la sociedad generó un sin-
número de mediatizadores ad hoc que implican la sujeción de la subjetividad
a la “objetividad” temporal.

10.

Dejamos para el final, no sin intención, la cualidad del funcionamiento


Inconsciente que ha generado varias polémicas, siendo quizá el concepto
que más oposición ha despertado entre los cultores de la escuela
sociohistórica. Aunque, para ser justos, esto se debió más al influjo de los
divulgadores de Freud que a las propias palabras del médico austriaco. Nos
referimos a la preponderancia, en los territorios del Inconsciente, del Princi-
pio de Placer por sobre el de Realidad.
Para comprender un poco más en profundidad los alcances de este con-
cepto, nos vemos llevados a repasar el desarrollo que Freud hace del par
opositivo a lo largo de su obra. Así, en el ensayo publicado bajo el titulo
Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico (1911), hace una expo-
sición de las peculiaridades del desarrollo que desemboca en la aparición
del principio de realidad. En dicho trabajo, queda claro que la concepción de
Freud acerca de la subsistencia del principio de placer se basa en la observa-
ción de las producciones patológicas, que inhiben al sujeto para habérselas
adecuadamente con las demandas que impone la realidad (la vida social)
para la satisfacción de sus necesidades y deseos. Por ejemplo, el psicótico
resuelve —según esta teoría— dicha contradicción por la vía alucinatoria,
gracias a la cual la fantasía se transforma en el refugio escogido ante la im-
posibilidad de tolerar la frustración que impone la realidad.
En tanto que en el neurótico son las estructuras sintomáticas las que cons-
tituyen el testimonio del alejamiento del sujeto de la realidad, aunque siga
conectado a ella en el resto de su vida anímica. Un deseo que ha quedado
atrapado en la lógica de épocas pretéritas, promueve su realización con la
puesta en acto de fantasías que encuadran los datos de la realidad a su satis-
facción. Pero, al mismo tiempo, logra, en dicho acto, la expresión de aquellas
imposiciones de la realidad que generaron la repulsa de la conciencia. El
triunfo, en el Inconsciente, del Principio de Placer, no es, por lo tanto, otra
cosa que la estructuración de la fantasía en derredor de la satisfacción del
deseo, modificando y reestructurando los datos de la realidad a tal fin. Para
ello puede llegar a servirse, en procesos patógenos, de actos de omisión o
216 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

negación de la realidad.
Freud no afirma que tal principio ejerza un imperio total sobre la vida
anímica, salvo en los casos de patología extrema (psicosis). Aunque tampo-
co está limitado únicamente a procesos de índole patológica, pues el artista
tiene la capacidad de manejarse dentro de los límites del principio del placer
sin por ello perder el contacto con la realidad. El creador puede, así, dar
rienda suelta a aquellas fantasías que, en el caso del neurótico, lo atan a
principios anímicos primitivos, sin posibilidad de elaboración a partir de
medios maduros. El artista logra ser rey, príncipe, héroe, sin tener que luchar
para obtenerlo. Pone a la realidad a disposición de sus propios anhelos.
Así, pues, la primacía del ordenamiento de los productos psíquicos en
cumplimiento de las demandas subjetivas es lo que define al principio del
placer. Sin embargo, Freud indica que es uno de los objetivos del tratamien-
to psicoanalítico el lograr que el sujeto se avenga a las exigencias de la reali-
dad, y logre posponer la satisfacción de sus deseos en función de las deman-
das de la misma.
El reordenamiento del material psíquico que, bajo el imperio del princi-
pio del placer, tiene lugar, se manifiesta refractario a las influencias de la
realidad. Dicha realidad la constituyen las imposiciones sociales, a través de
las cuales el sujeto mediatiza su relación consigo mismo. En este sentido,
podemos señalar que el entorno en que nace el psicoanálisis prestó un parti-
cular auxilio a su aparición. Claro que hay que contar con la genial percep-
ción de Freud para aprovecharlo.
La sociedad victoriana, contexto histórico y social del psicoanálisis, tuvo,
entre otras, dos peculiaridades que permitieron el nacimiento de éste. Por
un lado, un asfixiante clima de opresión a la manifestación individual y fuertes
restricciones sexuales. Por otro lado, era una sociedad sumamente raciona-
lista, en la que las explicaciones sobre el hombre debían tener la impronta
científica requerida.
La posibilidad de brindar una explicación científica del hombre, sus pa-
siones y su modo de actuar, sustrajo, en parte, de la exclusividad ético-reli-
giosa a un sector del discurso sobre aquél. Se pudo hablar del hombre sin
someterse plenamente al imperio del ordenamiento ético-moral de la socie-
dad. Junto con ello, las fuertes presiones restrictivas ponen de manifiesto,
con la mayor claridad alcanzada hasta entonces, las consecuencias de la cen-
sura sobre la expresión de tendencias individuales. Ante la atenta mirada
del genio, no sólo se manifiesta aquello que tiene cierto grado de evidencia.
Al no tener el límite estrecho de lo evidente, Freud dio varios pasos más allá,
e hizo aflorar estructuras fundantes, comunes a muchas sociedades.
Aunque también es cierto que muchos descubrimientos que el psicoaná-
lisis dio como universalmente válidos se muestran sujetos a variaciones his-
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 217

tóricas y culturales. Aún así, permitió desentrañar aspectos que se encuen-


tran en la constitución de la relación de los individuos con la sociedad. Acuer-
dos inaugurales de ésta que dejan su impronta en sus integrantes.

Volviendo al Principio de Placer, su imperio supone el reordenamiento


del material psíquico a partir de la reverberación individual, idiosincrásica,
en función de un único objetivo. Pero si ampliamos el espectro y no limita-
mos los fenómenos de reestructuración del material a la mera satisfacción
del deseo, nos enfrentaremos, aquí también, con otro de los principios que
rige en el L.I.
La preponderancia del sentido por sobre el significado nos indica que el
reordenamiento del material psíquico se produce aquí a partir de las rever-
beraciones subjetivas que produce. Aunque no se limitan únicamente a la
prosecución del placer, pues intervienen otros sucesos psicológicos, la preemi-
nencia del sentido es un caso más amplio de reorganización del material
psíquico a partir de los factores subjetivos, antes que dicho material psíqui-
co caiga bajo el influjo de la mediación significante. Podríamos decir que el
principio del placer es un caso específico de la preeminencia del sentido,
aunque labore con una diversidad de material más amplia que el lingüístico.
Sin embargo, y tal como veremos más adelante, no deja de sufrir las influen-
cias del lenguaje en sus manifestaciones.
Aunque en sus investigaciones Vigotsky también encontró ejemplos del
principio del placer en la utilización del lenguaje por niños pequeños, cuan-
do estos “...no logran resolver fácilmente la tarea impuesta, combinan inten-
tos directos destinados a obtener el resultado deseado con una cierta con-
fianza en el lenguaje emocional . Unas veces el lenguaje expresa los deseos
del pequeño, mientras que otras sirve de sustituto el logro real del objetivo.”
(Subrayado mío) (Instrumento y símbolo p.54). El deseo de resolver se impone
a los requisitos de la realidad. Aunque no siempre dependiendo de la bús-
queda de satisfacción del deseo, la “tendencia a compensar con una super-
abundancia de conexiones subjetivas la insuficiencia de las relaciones objeti-
vas bien aprendidas, y a confundir estos vínculos subjetivos con enlaces rea-
les entre las cosas” (Vigotsky, 1934), también nos indica que el lenguaje está
sujeto al embate del deseo cuando son principios menos desarrollados los
que controlan los procesos psíquicos.
No obstante, no debemos olvidar que, en su debate con Piaget acerca de
los fenómenos del pensamiento autista y egocéntrico, Vigotsky manifiesta
su desacuerdo con relación a la idea psicoanalítica del Principio del Placer
como opuesto a la del Principio de Realidad. Allí, el psicólogo ruso rechaza
la hipótesis freudiana del Principio de Placer como rector de la organización
psíquica, pues lo considera una substancialización incorrecta. Puesto que
218 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

para que exista la posibilidad de obtener placer —dice Vigotsky— se debe


contar con un pensamiento realista. No se puede obtener la satisfacción de
una necesidad o un deseo sin reconocer, aunque de forma incipiente, las
cualidades de la realidad en que dicha necesidad debe cumplirse. Ambos
principios no pueden separarse uno del otro. Son dos caras de la misma
moneda. Como corolario de dicha discusión, Vigotsky propone que, para
lograr la reorganización del pensamiento en función de la satisfacción del
deseo, es menester un alto grado de desarrollo del pensamiento realista.
Si bien la oposición puede parecer tajante a primera vista, una mirada un
poco más atenta nos permite descubrir que, a pesar de todo, ambas posicio-
nes pueden encontrar un punto de equilibrio. Podemos compartir la idea de
Vigotsky respecto del rechazo a la substancialización que se produce respec-
to del principio del placer, y la anteposición temporal al pensamiento realis-
ta o Principio de Realidad.
Esta aparente contradicción se resuelve al dirigir nuestra atención hacia
la “realidad” que circunda al niño en sus primeros años de vida. Aquellos en
los que el psicoanálisis sitúa la constitución de aquel principio debatido. Si
analizamos con detenimiento, resultará evidente que la “realidad” del niño,
su entorno, es una construcción social. O, al decir de Rafael Paz (1992), el
espacio de la subjetivación se entrama en la socialización primordial, donde lo ge-
nérico se torna singular y la biología, cuerpo erógeno. El niño depende plenamen-
te del entorno familiar inmediato, que —en los casos benéficos— se encuen-
tra plenamente dispuesto a la satisfacción de los deseos infantiles, transmi-
tiéndole un sentido a las conductas y al lugar del infante en el mundo. El
“mundo” (más cercano al umwelt) se centra en los deseos del niño. Los adul-
tos “resultantes” de esa infancia son los que trata y de los que se trata en
psicoanálisis.
Sólo a regañadientes se abandona tan ideal estado, conservando por el
resto de la vida la añoranza por la vuelta a ese período omnipotente, en que
se es todo para el todo. El principio de placer, en estos casos, no es otra cosa que
el respeto por el principio de realidad. La realidad consiste en que el placer
infantil es soberano para el deseo de la madre. No es otra cosa que el pensa-
miento realista del niño el que lo lleva a considerar que su placer es regla.
La relatividad de tales observaciones depende de la variabilidad huma-
na y de su subordinación a las condiciones reales (condicionadas socialmen-
te) de su instauración. No todos los niños crecen en dicho clima, ni el mismo
es una homogénea realidad para los que sí lo viven. Los casos extremos de la
variabilidad se encuentran en el marasmo (Spitz: 1965), y los casos interme-
dios abundan en la clínica. Pero siempre que encontremos la posibilidad de
desear, detrás hallaremos diversas cuotas de amor en aquella socialidad pri-
mordial. Puesto en palabras del psicólogo ruso: “A partir de los primeros días
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 219

del desarrollo del niño, sus actividades adquieren un significado propio en un siste-
ma de conducta social, y al dirigirse hacia un objetivo concreto, se refractan a través
del prisma del entorno del pequeño. El camino que va del niño al objeto y del objeto al
niño pasa a través de otra persona” (Vigotsky: 1979). Esta otra persona es, pri-
mordialmente, la madre o “sustituto guardador” del niño, para quien el de-
seo infantil es ley. Generalmente porque él es su deseo. Y su propio deseo se
convierte en ley.
Tendremos una visión más acabada de la concepción en este aspecto si
leemos la nota aclaratoria, añadida por Freud al ensayo dedicado a
Formulaciones sobre los dos principios del suceder psíquico. Allí precisa que el
esquema por él planteado sólo es pensable a partir de las condiciones parti-
culares en que crece el niño humano. Esto es, bajo los cuidados de su madre.
Como consecuencia de ello, la completa superación del principio del placer
se obtiene únicamente tras la plena independencia respecto de los padres.
Si regresamos a las observaciones de Vigotsky, en el mismo párrafo en
que señala la sustitución que realiza el niño del acto por la “expresión de
deseos”, escribe: “El niño puede intentar resolver la tarea a través de
formulaciones verbales y mediante súplicas para obtener la ayuda del expe-
rimentador”; es decir que el otro debe cumplir, en la fantasía infantil, la sa-
tisfacción de su deseo. Es sólo a partir del lenguaje que se logra sustituir la
realidad por la fantasía. Cuando aún el lenguaje conserva la calidad infantil
de reemplazo del objeto mencionado. Mientras la palabra, portadora de ocul-
tas relaciones sociales, conserva su estatuto de equivalencia con la realidad,
previo a que se tome conciencia de su carácter instrumental (Luria: 1979).

11.

Detengamos nuestra marcha por un instante y hagamos un breve resu-


men de las coincidencias que hemos señalado hasta aquí. Vimos que la aglu-
tinación expresa, en el corpus teórico de Vigotsky, idénticos fenómenos que
los agrupados por Freud bajo el concepto de condensación. A este respecto,
existe también una gran similitud entre este principio y uno mencionado
por Vigotsky en El arte y la imaginación bajo la denominación de “Ley del
signo emocional común”, según la cual el hombre tiende a combinar imáge-
nes diferentes sobre la base de un sentimiento común.
En tanto que el Influjo de Sentido se nos mostró equivalente al proceso de
desplazamiento, así como fueron señalados, en el “pensamiento en comple-
jos”, fenómenos que se corresponden a la ausencia de contradicción de que
adolecen ciertos contenidos procesados al modo inconsciente. Similitud
remarcada por el ejemplo basado en los lenguajes antiguos que nos brindan
220 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

ambos autores.
Por otro lado, señalamos que la ausencia de temporalidad no es otra cosa
que la carencia de la tarea de mediatización instrumental, o de la preponde-
rancia de subjetivación de la dimensión temporal. “Una vez tu finado padre
nos dijo que no se puede medir el tiempo por días, como el dinero por centa-
vos o pesos, porque los pesos son iguales y cada día es distinto y tal vez cada
hora” señala Borges en Juan Muraña.
Por ultimo, hemos propuesto la idea según la cual el Principio de Placer
es un caso particular —aunque de singular importancia— del mismo princi-
pio de ordenamiento subjetivo del material psíquico, que se manifiesta en el
Lenguaje Interior a través de la Preponderancia del Sentido.
Si bien estas similitudes acercan notoriamente las posturas de ambas es-
cuelas, no por ello podemos dejarnos arrastrar por un optimismo desmedi-
do y no señalar las diferencias sustanciales que perduran entre ambas co-
rrientes. Principalmente en los fundamentos epistemológicos.
Es ampliamente reconocido que Freud parte de un modelo atomista-ener-
gético para teorizar sus descubrimientos. Su formación médico-biológica es
la que le brinda el sustento epistemológico que utiliza para pensar los fenó-
menos a los que lo enfrentaba la clínica. Fue justamente a partir de la clínica
que postuló una concepción global del psiquismo.
De allí se derivó, de forma casi ineluctable, una aproximación solipsista
al psiquismo. El modelo atomista primó en las teorizaciones de Freud acerca
del desarrollo de las funciones psíquicas. Este le sirvió como el andamiaje
imaginario que sustentó el desarrollo de las hipótesis con que elaboró sus
descubrimientos.
Debido a ello se deduce el desarrollo de ciertas funciones como la mani-
festación de un programa evolutivo, en el que los factores externos sólo ac-
túan como obstáculo traumático que desvía el “normal desarrollo”, o como
incentivo que alienta la manifestación de alguna función programada.
Los factores externos modifican dichas funciones, aunque no son los que
determinan su aparición. Así, la conciencia, que Freud le adjudica también a
los animales4, se ve modificada, en vez de generada, por el enlace de los con-
tenidos psíquicos provenientes del interior con la palabra. Es decir, la pala-

4 “Unos procesos concientes en la periferia del yo, e inconsciente todo lo otro en el


interior del yo: ese sería el más simple estado de cosas que deberíamos adoptar
como supuesto. Acaso sea la relación que efectivamente exista entre los animales;
en el hombre se agrega una complicación en virtud de la cual también procesos
interiores del yo pueden adquirir la cualidad de la conciencia.” Esquema del psi-
coanálisis, Cap. I, pto. IV, “Cualidades psíquicas”.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 221

bra sólo hace perceptibles a una conciencia preexistente los estímulos prove-
nientes del interior del sujeto. Emociones, tensiones, pulsiones y el pensa-
miento —gracias a su conexión con el lenguaje— acceden a una conciencia
que está preparada para recibirlos.
Por otra parte, se ha señalado críticamente la concepción romántica de la
humanidad (cfr. Ratner: 1994), que anima la obra freudiana y asume la exis-
tencia de individuos en beligerante contradicción con la sociedad.
Es aquí donde encontramos el mayor grado de contradicción respecto de
la escuela fundada por Vigotsky: difieren en cuanto a la concepción global
del hombre y de los fundamentos de sus procesos psíquicos. Se diferencian
en tanto concepción general del psiquismo. Aunque en la actualidad el psi-
coanálisis se define como ciencia del Inconsciente, al hablar estrictamente de
Freud, éste postuló la fundación de una teoría que abarcara la comprensión
del psiquismo como totalidad. Sin embargo, aún postulando diferencias al
respecto, nadie puede discutir los fundamentales aportes del genial médico
vienés a la comprensión de nuestro funcionamiento psíquico y de ciertos
aspectos de la relación del individuo con la sociedad.
Para la escuela sociohistórica, a partir de su inscripción en la tradición
epistémica materialista, las peculiaridades distintivas del hombre son fruto
de su inserción social. Dicha inserción instaura las reglas que rigen el desa-
rrollo de su aparato psíquico. Aquél ya no será determinado desde adentro
hacia afuera, como en los individuos de otras especies, cuyo desarrollo ex-
presa un programa congénito. La línea de determinación se invierte, y es
desde afuera hacia el interior. El individuo ha dejado de comunicarse con el
medio y consigo mismo de forma inmediata, individualmente. Su relación
con el entorno y consigo mismo se convierte en mediatizada. Esto transfor-
ma radicalmente su estructura psicológica. Es central en la concepción de
Vigotsky la idea de que el desarrollo psíquico humano deja de responder a
leyes biológicas (cuya información acompaña al individuo al momento de
nacer) y pasa a depender de las legalidades histórica y social.
En función de ello, surgen procesos psíquicos inexistentes en el resto de
la escala biológica, el más complejo de los cuales es la conciencia, cuyo pleno
funcionamiento supone la interiorización, por parte del sujeto, de las herra-
mientas elaboradas a lo largo de la historia de la humanidad. Pero también
se modifican, sobre la base de la legalidad social, el pensamiento, la memo-
ria, la atención, la percepción, es decir, todas aquellas funciones que la psico-
logía clásica estudió enmarcada en una concepción biologicista.

Este origen social también explica las diferencias interindividuales. El


diferente acceso a los instrumentos psicológicos genera diferencias indivi-
duales. Aún más: en el mismo individuo coexisten procesos altamente ela-
222 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

borados con aquellos otros que se manejan de acuerdo con las leyes que
corresponden a etapas menos avanzadas de los procesos psicológicos, en
función de la mayor o menor eficiencia con que sean conducidos por las
herramientas de mediatización. Vigotsky expresó esta idea en varios pasajes
de su obra.
Como vemos, para Vigotsky, aún en los adultos que lograron internalizar
adecuadamente los instrumentos psicológicos —con su consecuente desa-
rrollo de los PPS—, conviven fenómenos psíquicos en los que la mediatiza-
ción no imprime plenamente su lógica. Para él, esto era particularmente no-
torio respecto del ámbito de las emociones y sentimientos, los que también
sufren un proceso de socialización, pero que no siempre encuentran los me-
dios que le permitan su expresión consciente5. Tomando en préstamo las
palabras de Leontiev, “el ser del individuo no es autoparlante”. Una bella
forma de expresar la complejidad de la traducción del mundo interior a la
complejidad del lenguaje, es la siguiente frase de Chesterton, citada por
Borges: “El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más
innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal... Cree,
sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son
representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y chi-
llidos. Cree que del interior de una bolsita salen realmente ruidos que signi-
fican todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo.”
En otros términos ya Vigotsky denunció la dificultad estructural del sig-
nificado para dar expresión consciente al mundo interior. En éste, el lengua-
je abandona la pretensión de la precisión y se transforma en alusivo.

12.

Dotados ya de estos elementos, y basándonos en las similitudes plantea-


das, nos tomaremos el atrevimiento de proponer una lectura vigotskyana
del fenómeno del Inconsciente. Ella no es opuesta al psicoanálisis. (Por el
contrario, a nadie pasará inadvertido que guarda similitudes con las
postulaciones lacanianas en este aspecto. Sin embargo, con ellas también
tiene diferencias epistemológicas). Más bien puede ser considerada como
un aporte más a la comprensión del territorio descubierto por Freud.
Por otro lado, esta lectura no incursionará respecto de las formaciones
del inconsciente. Tampoco respecto de las constelaciones en que se organiza.

5 “¿Cómo puede expresarse el corazón? ¿Cómo podrán comprenderlo los otros?”


F. Tjutchev, citado por Vigotsky.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 223

Partiremos, para nuestro objetivo, de los fenómenos ya señalados. Esto


es, la existencia de procesos conceptuales junto con otros que provienen de
etapas preconceptuales; el desarrollo desigual entre ellos depende del nivel
de evolución de los instrumentos psicológicos que mediaticen dichos proce-
sos. Esto es particularmente notorio en el fenómeno del L.I., antes de que
éste alcance su concreción en significados, lo que a nuestro entender explica
su notoria similitud con los fenómenos del Proceso Primario.
A partir de ello, abordaremos la investigación de los fenómenos del in-
consciente a través de la luz de la mediación semiótica.
Este análisis no es una entera novedad, pues ya Vigotsky consideraba
que las formaciones psicológicas contenían en sí los diferentes momentos (en
el sentido hegeliano) o estratos de su proceso de desarrollo, que se ponen en
juego o activan dependiendo de las condiciones concretas de la actividad.
En sus estudios de psicopatología expuso sus concepciones acerca de los
fenómenos de regresión y desarrollo. Aunque al exponer esto tenía in mente,
primordialmente, al aspecto cognitivo, también encontró que dicha relación
era aplicable al fenómeno afectivo. Por ejemplo, la hipobulia, descripta por
Kretschmer, ha sido estudiada también por Vigotsky, quién señaló que dicha
patología era consecuencia de un bajo nivel de desarrollo de la mediación en
la respuesta a los estímulos del ambiente. Cuanto más elevado es el nivel de
mediación mayor es el grado de motivación que se desarrolla y se pone en
juego en dichas respuestas.
Siguiendo la distinción en respuestas primitivas y respuestas personales, he-
cha por Kretschmer, Vigotsky señaló que las respuestas primitivas no eran
de por sí patológicas, sino que constituían una clase de respuesta generada
anteriormente en el desarrollo ontogénico, que por las circunstancias fun-
cionales adquiere un rol dominante. Una de sus cualidades más destacables
consiste en su generalidad, es decir, resultan más impersonales que una res-
puesta personal.
Pero Vigotsky plantea como única alternativa al funcionamiento desa-
rrollado de la mediación su absoluta ausencia. El modelo regresivo que ma-
nejó en sus estudios psicopatológicos consiste, justamente, en que la regre-
sión se produce a estadios no mediatizados, cuando lo que responde al esti-
mulo es la dotación orgánica del sujeto. Los PPS ceden su puesto a los proce-
sos básicos puros.
No obstante, los síntomas, los sueños y demás manifestaciones del in-
consciente remiten a formaciones en las que, como ya hemos visto, el len-
guaje se encuentra presente. Esto ya marca una gran diferencia respecto de
las respuestas congénitas. Aunque también, por sus peculiaridades, dichos
fenómenos se distinguen de aquellos en los que el lenguaje adquiere el po-
der directriz. La conciencia depende esencialmente de que el significado di-
224 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

rija los procesos. El lenguaje como portador de significados cuyo origen tras-
ciende al sujeto es el que permite la existencia de procesos conscientes, pues
es la fuente de los más elevados procesos de mediatización.
Pero no siempre que aparece el lenguaje es portador de significados, y
tampoco siempre dirige los procesos en los que actúa. Su simple presencia
no asegura la subordinación del resto de los procesos psíquicos a su orden.
Freud descubrió que en las formaciones del inconsciente la palabra se en-
cuentra presente, pero en su mera cualidad de representación. Sus funciones
más elaboradas no ingresan dentro de los límites de dichas formaciones. En
ellas queda fuera de asunto el poder del significado.
También Vigotsky, como ya hemos visto, demostró que sólo en instancias
superiores la palabra rinde el total de sus frutos. Previo a ello, comparte la
dirección del pensamiento con procesos menos desarrollados. El lenguaje
emocional —del que ya hiciéramos mención— es un claro representante. La
etapa de preverbalización del L.I. es, quizá, el más limpio de los ejemplos
que podamos encontrar. En tal estado, el lenguaje comparte con otras for-
mas de regulación la dirección de los procesos en los que interviene.

13.

Esta desigual participación de los instrumentos mediatizadores en los


procesos psicológicos nos conduce a proponer, como auxilio conceptual, un
Factor de Mediación, al que definiremos, provisionalmente, como aquella
medida de influencia de los instrumentos mediadores sobre los procesos
psíquicos en los que actúan. Dicho factor iría desde la simple presencia que
no modifica el funcionamiento hasta la plena imposición de la legalidad del
instrumento en sí. Así, en el lenguaje emocional se puede pensar que el Fac-
tor de Mediación de la palabra es bajo, ya que el lenguaje se encuentra fuerte-
mente determinado por agentes subjetivo-emocionales. Es decir que, si bien
la palabra ha llegado a modificar el pensamiento, éste aún se rige por las
características de las emociones involucradas. En la tensión existente entre
los factores subjetivos y objetivos del pensamiento, los primeros aún predo-
minan sobre los segundos6. En tanto que en el pensamiento científico, expo-

6 No es posible soslayar la tensión existente entre estas dos formas de procesar la


información, a pesar de considerar que el pensamiento subjetivo debe tener bási-
camente un fuerte componente realista. Pero dicho realismo se encuentra en un
nivel inferior de desarrollo, por lo tanto sujeto a las parcialidades subjetivas. No
considerar ello sería caer en el error de pensar que los avances de los PPS no
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 225

nente máximo del pensamiento verbal, aquellos se encuentran fuertemente


limitados en su accionar (aún considerando el Principio de Incertidumbre),
en virtud de que el lenguaje ha impuesto plenamente su legalidad
mediatizadora.
La diferencia entre el pensamiento consciente (es decir, mediatizado ver-
balmente) y el pensamiento no consciente se presenta claramente al compa-
rar a aquél con el pensamiento animal. En éste, el reflejo de la realidad se
encuentra parcializado por la inmediata conexión de la información proce-
sada con los factores motivadores del accionar del animal. Así, en el ejemplo
dado por Leontiev (1983) en el artículo sobre el estadio del psiquismo ani-
mal, la actinia modifica su valor de acuerdo con el estado de necesidad del
ermitaño. Si está hambriento, la actinia se convierte en alimento, y si se en-
cuentra sin su caparazón, se convierte en protección. Es decir que el mismo
objeto adquiere, en dos circunstancias diferentes, dos sentidos diferentes: no
existen para el ermitaño características estables y objetivas de la actinia. Se
podría pensar —aplicando un concepto psicoanalítico— que se trata del
imperio absoluto del Principio de Placer; no obstante, vemos que al menos
el ermitaño le reconoce a la actinia las características que le permiten cum-
plir tanto una como otra función. Características que, objetivamente, tiene la
actinia. Pero su reflejo se limita a las peculiaridades reales que están asocia-
das a los motivos del accionar del ermitaño.
Aunque este principio no se limita a la variabilidad en el reflejo de un
objeto determinado, sino que también, varios objetos, por satisfacer la mis-
ma necesidad o generar el mismo estado emocional en el sujeto, son agrupa-
dos en la misma “categoría” por el animal. En estos casos, el Factor de Media-
ción es nulo.
También el infante agrupa bajo el mismo género una gran diversidad de
objetos, por el simple hecho de que despiertan la misma reacción emotiva.
El pequeño Albert de Watson bien puede considerarse el ejemplo primitivo
de esto. Nadie se animaría a discutir estas verdades, que a esta altura del
desarrollo de la psicología son de Perogrullo, y constituyen una de las pri-
meras peculiaridades de la psicología animal e infantil descriptas por los
psicólogos de principios del siglo XX.
Si avanzamos sobre los procesos en los que interviene el lenguaje, Luria
describe también cómo en los niños las equivalencias emocionales suponen
agrupamientos de objetos disímiles bajo el mismo signo (Luria: 1979). En tal

conllevan ningún adelanto. En todo caso, la parcialidad del reflejo subjetivo es tal en
relación con la objetividad del pensamiento verbal organizado a través de los
significados.
226 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

nivel, el lenguaje aún no dirige el pensamiento; no obstante, introduce mo-


dificaciones sustanciales a su funcionamiento. Tal como es descripto por
Vigotsky y el autor precitado, la referencia objetal es la función más elemen-
tal que desempeña la palabra en los procesos psíquicos, y como tal es la
primera en ser incorporada por el pensamiento infantil. En este nivel, el len-
guaje cumple casi un rol de acompañamiento en el proceso del pensar, el
cual aún se encuentra dirigido principalmente por las pautas de los procesos
primitivos, inmediatos del psiquismo. La imagen mantiene la supremacía
por sobre el concepto. La emoción sobre la reflexión, la necesidad sobre el
deseo. En estos casos, el Factor de Mediación es incipiente.
Pero ya el pensamiento ha cambiado radicalmente, la palabra ha entre-
gado sus primeras contribuciones. Ya desde sus funciones primitivas, el ha-
bla comienza a independizar al niño del contexto. No completamente aún,
pero sí le brinda los aportes primeros para su liberación. Permite establecer
de forma más estable las primeras discontinuidades en la homogénea reali-
dad. Esta se divide en diferentes nombres, que se mantienen mas allá de las
variaciones subjetivas del niño.
Desde ahora el niño puede nombrar, ser nominado y nombrarse, tanto
en su integridad como en sus peculiaridades individuales. Pero aún no se
desprende del nivel afectivo e imaginario. Estos siguen siendo “la locomoto-
ra que arrastra al tren”. No obstante, ya se diferencia del simple nivel de
pensamiento perceptivo emocional. Aún la más simple presencia del len-
guaje opera modificaciones sustanciales. Ellas son las que encontramos en el
Lenguaje Interior y en el proceso primario.
En el Lenguaje Interior, convierte la “nube del pensamiento” en las “go-
tas de palabras” en que consiste el pensamiento verbal. Ya desde su función
referencial, el lenguaje permite desmontar la representación sincrética en
unidades simples, permitiendo así combinaciones más ricas entre distintos
elementos del pensamiento, aunque dicha combinación esté regida por pro-
cesos más primitivos y subjetivos. Esta nueva complejidad que incorpora el
lenguaje —que no alcanza para dirigir el pensamiento— es lo que encontra-
mos en las formaciones del Inconsciente, de allí sus extrañas formas.
Es decir que el proceso primario, así como el lenguaje interior, participan
de las cualidades de los dos sistemas que los integran. Por un lado, el mundo
de la palabra le brinda la capacidad de análisis y preservación de los ele-
mentos del todo indiferenciado del pensamiento, en virtud de la función
más elemental del lenguaje, que es la de la referencia objetal. Y por otro lado,
la tendencia a conjugar, bajo la misma categoría, elementos de cualidades
reales disímiles por su equivalente resonancia subjetiva. Ya sea por factores
propios del devenir imaginario como por factores emocionales.
En ellos el Factor de Mediación es equivalente. Aún los resultados finales
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 227

del pensamiento mantienen un movimiento pendular entre la modificación


que introduce el signo y las fuerzas propulsoras del mundo subjetivo.

14.

El Factor de Mediación nos permite medir el grado de incidencia que tie-


nen los instrumentos psicológicos en los procesos que intervienen. De allí
que tendremos dos extremos. En uno, los procesos plenamente dirigidos por
las herramientas semióticas y, en el otro, aquellos en los que éstas se presen-
tan como levemente influyentes. A estos últimos podríamos considerarlos
como desarrollos Protomediatizados. Ellos conviven, no sólo en la misma so-
ciedad, sino también en el mismo individuo. Las Formaciones del Inconsciente
se nos presentan como un claro ejemplo, así como los más simples compo-
nentes del L.I.
En el largo periplo que sufre el psiquismo en la conformación de proce-
sos conscientes, el lenguaje va cumpliendo un papel cada vez más impor-
tante, hasta que llega a dirigir el proceso mismo del pensamiento, pero sólo
en sus expresiones más desarrolladas. Es en ese momento cuando el lengua-
je despliega por completo su papel mediatizador de los procesos psíquicos,
e impone un límite a los factores subjetivos, permitiendo así la separación
del objeto del pensamiento respecto de las tendencias subjetivas. Abriendo,
por otro lado, un hiato entre el individuo y su visión del mundo por el que se
cuela la ideología (moral, religiosa, etc.), expresada en el mismo idioma de
objetividad que el discurso científico. Esta impostura servirá a los fines de
reproducción de la estructura social vigente7.
Volviendo a la cuestión del desarrollo de la capacidad mediadora del len-
guaje, sólo cuando el significado, con su poder de reestructuración de los
campos semánticos, y su capacidad categorial, impone su estatuto, la con-
ciencia adquiere su pleno desarrollo. Recién cuando puede integrar dentro
de sí los propios procesos psíquicos. Es esta la aclaración que realizó Vigotsky
al abordar el problema de la conciencia en la instauración, a través de la
educación, de los conceptos científicos. Dice allí: “Antes de seguir adelante,
deseamos aclarar el término conciencia, tal como lo usamos al hablar de
funciones no conscientes que se ‘tornan concientes’ (...) La actividad de la

7 Ya desde los albores de la humanidad el conocimiento de la naturaleza y el orde-


namiento social han estado inextricablemente unidos. Las estructuras totémicas
no son otra cosa que la utilización del modelo de conocimiento objetivo de la
naturaleza en el ordenamiento social, tal como Levy Strauss nos ha enseñado.
228 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

conciencia puede tomar distintas direcciones, puede iluminar sólo unos po-
cos aspectos del pensamiento o un acto. Recién he atado un nudo, lo he
hecho tan conscientemente que no puedo explicar cómo, puesto que mi co-
nocimiento estaba más centrado en el nudo que en mis propios movimien-
tos, en el cómo de mi acción. Cuando la última se convierte en objeto de mi
conocimiento, tendré entonces conciencia total de ella. Usamos el término
conciencia para dar a entender conocimiento de la actividad de la mente, la
conciencia de ser consciente.”
Mientras no se desarrolle en plenitud el conjunto de funciones que le dan
sustento, la conciencia aparecerá como un remedo de sí misma. Aunque para
el común o el lego tengan la apariencia de tal, aún la conciencia (que incluye
como factor imprescindible el conocimiento de los propios procesos psíqui-
cos) no se ha desplegado completamente. Continúa siendo un saber que no se
sabe a sí mismo.
Ello es porque el lenguaje cumple plenamente con su función de
mediatizador sólo cuando se manifiesta como portador de información ob-
jetiva que constriñe la inmediatez perceptual del sujeto. Hasta que el niño
no internaliza el significado como instrumento rector de su pensar, la pala-
bra le brindará nuevas posibilidades, pero no atempera, con la fuerza que lo
hará más tarde, la parcialidad que le impone el carácter subjetivo del pensa-
miento y la percepción.
Hasta no someterse al significado, el lenguaje es otro elemento subordi-
nado a los vaivenes de otros factores de la subjetividad. Sigue siendo una
imagen, y, como tal, persiste en su funcionamiento perceptual.
En sí misma, la palabra tiene un valor subjetivo muy importante, relacio-
nado con el control y el poder, que el niño también se lo adjudica en su
relación al medio, no sólo social sino también físico. El obsesivo con sus ri-
tuales verbales conserva esta particularidad del pensamiento infantil8.
Las formaciones del Inconsciente, el proceso primario como cualidad in-
herente a ellas, se muestran como claros ejemplos de estos procesos

8 No queremos con lo anterior decir que, luego del pleno dominio de la capacidad
verbal, el lenguaje se independice completamente de los vaivenes de la subjetivi-
dad, ni que la conciencia impere con omnímodo poder en todos los ámbitos psí-
quicos. O que sea el pleno regulador de la conducta. Vigotsky nunca propuso tan
peregrina idea. Todos los autores que lo han seguido bien saben que la conciencia
es un factor que puede o no aparecer en determinados procesos psíquicos. Pero
tampoco se admite que la conciencia cumpla únicamente un rol de comparsa de
un inconsciente todopoderoso, y que ello sea regla aplicable a todos los indivi-
duos. Pero discutir ello nos insumiría un espacio del que en el presente trabajo no
disponemos.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 229

protomediatizados, en los que el lenguaje modifica pero no dirige los proce-


sos9. No hablamos de premediatización o inmediatez para los fenómenos
englobados bajo concepto de Proceso Primario, sino de protomediatización.
Aunque también se encuentran fenómenos de inmediatez entre los incons-
cientes. Pero no son estos los que imprimen las cualidades descriptas bajo el
signo del Proceso Primario.

Significado
En este punto podríamos detenernos para preguntarnos cuáles son las
características del significado que lo convierten en el factótum de la concien-
cia. En principio, podemos señalar dos cualidades evidentes.
La primera de ellas es la cualidad —inédita hasta la aparición del hom-
bre— que implica la separación del sujeto cognoscente respecto del objeto
conocido. A dicha peculiaridad se le dio el poco feliz nombre de objetividad,
que supone una visión muy optimista acerca de la capacidad del concepto
de captar la realidad. Mantendremos, no obstante, dicho término a los fines
de economía expositiva. Esto no significa que aceptemos una visión simplis-
ta sobre la verdad, pero tampoco nos dejamos arrastrar por las corrientes
perpetuamente de moda que proponen la incognoscibilidad del mundo.
Posturas más que antiguas, pero constantemente renovadas en presunta ca-
lidad de novedosas.
La segunda característica es la de su índole coercitiva. Es decir, que los
mismos se imponen a los individuos como precondición de pertenencia a la
sociedad. Podríamos pensar que, al decir de Lacan, ella sería una de las con-
diciones que transforman al individuo en sujeto.
Ahora bien; la escuela sociohistórica postula —a partir de los axiomas
del materialismo histórico— el origen social de tales aspectos. A diferencia
de las propuestas de otras escuelas arraigadas en tradiciones epistemológicas
o filosóficas diferentes, que le suponen al significado un origen a partir de su
propio entramado que se autosustenta en el mundo del lenguaje, la escuela
fundada por Vigotsky propone la remisión del origen del significado a la
actividad social. Allí encuentra su esencia y explicación.
Dicha Actividad es siempre grupal, lo que preforma la cualidad conocida
como objetividad, tal como a continuación pasaremos a explicar. Previo a la
aparición del Significado, toda conducta y proceso psíquico, como parte in-

9 El desarrollo de la evidente similitud de dicho postulado con las ideas de Lacan


excede los objetivos del presente trabajo. Pero no quisiera dejar de señalar que
nuestra hipótesis parte de supuestos sumamente diferentes y mantiene diferen-
cias sustanciales respecto de la misma interacción del lenguaje con el Inconscien-
te.
230 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

tegrante de ella, se encuentra impulsada y constreñida por el motivo indivi-


dual de cada miembro de la especie: La necesidad de origen endógeno. Si
bien la misma suele ser biológica —lo que le imprime un carácter general—
actúa como motor individual. A partir de ella el entorno es percibido sobre
la base del eje que ella misma genera. De allí su parcialidad y —para decirlo
en términos antropomórficos— subjetividad. Sólo aquello que se encuentra
en directa relación con la necesidad ingresa al campo de lo perceptual y es
reconocido únicamente en su concomitancia con la motivación del indivi-
duo. Las cualidades que se le reconocen al objeto desaparecen si se modifica
su sentido biológico, al cambiar el estado interno del animal.
En cambio con la irrupción del significado del entorno comienza a ser
percibido en sus notas específicas, que permanecen, para el hombre, más
allá de su estado interno (el madero al que se asirá el náufrago conserva para
este las cualidades objetivas, aún más allá de la modificación radical de su
relación con el sujeto, según nos enseñó Luria). Esta peculiaridad del signifi-
cado es explicable a partir de que en su origen grupal se modifican radical-
mente las condiciones del reflejo. En primer término, el motor de la actividad
ya no es la necesidad individual; de ahora en más, el objetivo grupal viene a
ocupar su lugar en la motorización de la conducta de sus miembros. La efi-
cacia grupal se transforma, pues, en el motor centrípeto de toda conducta y
en relación con él se organiza la percepción, que se debe aunar dando origen
a los diferentes medios de comunicación.
Descentrada de los individuos, la percepción comienza a organizarse so-
bre la base de las peculiaridades de la actividad grupal. En ella cada miem-
bro desempeña un rol diferente y complementario. Se modifica así el punto
de vista individual, y entre todos los componentes del grupo se constituye un
punto de vista que, por exterioridad a los individuos, podríamos denominar
virtual o transaccional según la llama Smagorinsky (2002). Se origina en este
espacio grupal y se estabiliza y hace transmisible en los signos que crearon,
ad hoc, sus miembros, pero que son a la vez resultado y condición ineludible
de su aparición.
Por otra parte, la complementariedad de los puntos de vista de los com-
ponentes grupales, generada por los diferentes lugares que ocupan en el
colectivo, da lugar a la organización del espacio perceptual, el cual no cierra
su sentido si no se logra integrar la posición del conjunto. Esta exterioridad
duplicada es la que mediará las relaciones del individuo con su entorno; sus
necesidades se tamizan por el rasero grupal que modifica su impulso; su
reflejo no se limita únicamente a lo relacionado con su interés particular: de
ahora en más es el interés del grupo el que se interpone en la percepción.

En segundo término, debido al estado de indefensión primordial, la vida


ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 231

de cada uno depende de la eficacia grupal. La pertenencia al grupo es el


único reaseguro para la subsistencia. Ello le da un poder a la comunidad,
que lo ejerce con mano férrea, haciendo sentir el poder coercitivo de sus
producciones. El significado adquiere la cualidad de coerción, si es que el
sujeto habrá de recibir los beneficios grupales. Fuera del ámbito del signifi-
cado no hay inserción social posible. Así, la “pulsión de autoconservación”
transforma en sumisos sujetos a los componentes del grupo, al quedar cons-
tituida como tal (a diferencia del instinto) por éste.
Así, la sociedad logra filtrar con el mismo carácter de presunta “asepsia
objetiva” las pautas de funcionamiento social, muchas de ellas —si es que
no la mayoría— de absoluto tono arbitrario. Sin distinción entre los signifi-
cados “científicos” y los que nutren la regulación social, estos se imponen al
sujeto con la misma fuerza que brinda la “verdad” respecto de la naturaleza.
Aparecen, tal como ésta, a los ojos del sujeto, como desinteresadas prescrip-
ciones. Expresadas en los mismos términos, no hay distinción posible entre
las reglas de interacción y el saber científico. A medida que aprende las cua-
lidades del entorno físico, incorpora, sin distinguirlas, las pautas de regula-
ción de su conducta, en el entorno social. Que también prohíbe lo que él
mismo genera.
Es la actividad social la que engendra los significados y, con ellos, la línea
divisoria entre los procesos psíquicos que denominamos concientes de los
que no lo son. Así, podemos apreciar que una rémora del saber médico se
coló al considerar el funcionamiento psíquico. Al considerar a la conciencia
y al inconsciente como funciones físicas, éstas se convierten en cualidades
inherentes a un sistema que haya alcanzado un cierto grado de maduración.
Está siempre allí para procesar aquello que cae bajo su dominio. Cada órga-
no tiene un conjunto de funciones, que desarrolla (más allá de toda patolo-
gía) dentro de ciertos parámetros, independientemente de la influencia ex-
terior, siempre que ésta no alcance niveles tales que inhiban su accionar.
En tanto que si los consideramos funciones en un sentido matemático,
esto es, resultantes del encuentro de ciertas variables, nos habremos acerca-
do más a la comprensión del funcionamiento consciente. Son los significa-
dos en interacción con los procesos psíquicos los que permiten entender cómo
se procesan conscientemente los contenidos. El nivel de procesamiento (para
usar una metáfora cibernética a la que es tan afecta el cognitivismo) cons-
ciente dependerá de la maduración de las dos variables intervinientes.
Una curiosidad que nos permite poner en juego la dialéctica es la rees-
tructuración radical de la sensorialidad que dio lugar a la posibilidad de
generar significados. El continente del significado, es decir, el significante,
surge a partir de la producción por el propio hombre de un entorno senso-
rial inexistente hasta su aparición.
232 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

El hombre produce el material sensible carente de sentido propio, que


resulta ser el continente ideal de toda información que en él se quiera depo-
sitar, a los fines de compartirla. Información que, por otra parte, no es dada
directamente a los sentidos, si no que es fruto de un proceso particular de
adquisición o creación por parte de la comunidad humana.
Ello es gracias a la evolución de nuevas áreas cerebrales, que brindaron
una mayor capacidad de procesamiento de información, que colisionó con
aquella que los órganos de los sentidos (casi idénticos a los predecesores en
la escala biológica) podían entregar. Esa contradicción se resuelve al crear,
justamente, todo ese mundo sensorial inédito constituido por el universo de
la palabra.

15.

Por último, nos quedaría por entender el porqué de la subsistencia de


procesos y contenidos que no acceden al nivel de la conciencia, en tanto que
otros sí lo hacen. Y en el abordaje de este punto volvemos a descubrir la
calidad de complementarios que tienen los objetos de estudio de Vigotsky y
Freud.
Vigotsky, por haberse involucrado en el proceso social que le tocó vivir,
se abocó a aportar, desde la psicología, mejoras en las influencias sociales
institucionalizadas que promueven los PPS. Para ello, estudió en profundi-
dad aquellos procesos que derivan en las más altas producciones de la men-
te. No sólo para comprenderlas, sino para manejarlas y distribuir sus benefi-
cios. Esto convirtió a los procesos de internalización del pensamiento elabo-
rado en su principal objeto de estudio. El sistema educativo fue el medio
privilegiado de investigación. Estudió al sujeto en su faceta de productor
social, cuando la demanda de su actividad exige a su pensamiento alcanzar
los más altos rendimientos. Podríamos decir que estudió los aspectos de la
subjetividad asociados al rol que la sociedad le adjudica a sus miembros
como productores.
En tanto que Freud se introdujo en el estudio del psiquismo desde su
posición de médico. Estudió los factores que causan dolor, patología y
disfuncionalidad social. Se encontró con las peculiaridades de las más ínti-
mas relaciones intersubjetivas. Allí donde el sujeto debe resolver —las más
de las veces por sí mismo— los problemas que le plantea la compatibilización
de sus impulsos con el entorno. Entorno en el que, con la pobreza de sus
instrumentos, tiene que solventar, y, a veces, conciliar, algunas necesidades
y deseos con los imperativos que el medio le plantea. Ese grado de inmedia-
tez del sujeto con los conflictos es lo que genera las constelaciones psíquicas
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 233

que el psicoanálisis ha estudiado, y sobre las cuales ninguna escuela pudo


encontrar tan sutiles explicaciones.
El sujeto como portador de sus dolores y deseos, en el precio que debe
pagar para obtener los beneficios de la vida social; eso es lo que Freud estu-
dió. Es decir, cuando el individuo no tiene los instrumentos adecuados que
le permitan manejar conscientemente dichos procesos. O cuando los instru-
mentos del pensamiento, generados y transmitidos socialmente, contradi-
cen sus motivaciones y las condenan al mundo de las sombras. El mundo
victoriano fue un claro ejemplo de ello. Gracias a él Freud encontró, extre-
mados, los fenómenos que la represión engendra.
Allí donde cada uno debe arreglárselas con lo que tiene es donde el psicoa-
nálisis encuentra su función. Y es justamente por ello que el invento freudia-
no fue boicoteado en su propio campo. Entregó a la sociedad demasiados
conceptos valiosos, que ella, con fuerte reticencia al principio, pero con pau-
latina aceptación después, fue incorporando al acervo cultural con que edu-
ca a sus individuos, para habérselas consigo y con los demás.
Así fueron disminuyendo, hasta casi desaparecer, en los sectores ilustra-
dos de las sociedades que acogieron al psicoanálisis, los extremos fenóme-
nos neuróticos con que se encontraron Freud y sus antecesores. Las conver-
siones histéricas al estilo de Ana O., que fueran tan frecuentes por aquel
entonces, hoy son raras apariciones en la cultura urbana occidental.
No obstante, el psicoanálisis sigue demostrando su capacidad en la inda-
gación de procesos formadores de sintomatología.
Pues bien: los dos puntos de partida de nuestros autores delinearon el
abordaje de dos factores diferentes (no opuestos) de la subjetividad. Por un
lado, Vigotsky estudió al hombre en su intersección con los determinantes
sociales, y aplicó sus descubrimientos a profundizar la comprensión de su
conducta como actor social, como productor. Es por ello que sus enseñanzas
parecen haber quedado, injustamente según nuestra interpretación, confi-
nadas a comprender únicamente los procesos educativos.
Por otro lado, Freud estudió a ese actor social como portador de tenden-
cias que entran en conflicto con la sociedad. Más aún, de tendencias genera-
das por su propia inserción social primaria. Sin romper con sus fuentes
epistémicas, buscó una solución atomista al fenómeno del Inconsciente. Por
ello la respuesta que halló fue la de presuntos mecanismos inherentes al de-
sarrollo psíquico. La represión y la censura son las causas que hacen que
ciertos contenidos no accedan a la conciencia, la cual debiera ser su destino
natural, más allá del origen inconsciente de todo contenido.
Es también aquí donde la escuela de Vigotsky puede hacer su aporte.
Pues, tal como lo hemos visto, el acceso al procesamiento consciente no es
un destino natural de ningún pensamiento o contenido psíquico. Por el con-
234 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

trario, para arribar allí debe encontrar los significados correspondientes. De


no lograr el encuentro con el significado, su “elevación” al estado consciente
es imposible.
De allí que la pregunta no será ¿por qué un contenido psíquico es In-
consciente?, sino ¿porque debiera ser consciente?

No obstante, no todo es tan sencillo, pues muchas veces —y a pesar de


contar con los significados adecuados— aún resultan inmanejables ciertas
tendencias o pulsiones. Ello se deriva de su intensidad, que muestra la fali-
bilidad de los mecanismos sociales en la regulación de la conducta. El caso
de gran parte de los abusadores sexuales, así como otras tantas manifesta-
ciones compulsivas, así lo demuestran, Pues dichos sujetos suelen repetir
desde el papel de victimarios lo que han sufrido como victimas, y su con-
ducta, sintomática, es sumamente resistente a la intervención terapéutica.
Otros tipos de episodios postraumáticos demuestran el mismo grado de in-
docilidad a la regulación de sus efectos por vía de los medios propios de la
conciencia. Esta peculiaridad de los procesos inconscientes nos demuestra
que el modelo energético mantiene cierta pertinencia en este nivel. Estos
aún sufren una fuerte influencia de los procesos neurofisiológicos,
mensurables en términos biológicos. De allí que el modelo propuesto por
Freud para comprender el mundo inconsciente sea adecuado si se lo preser-
va dentro de sus límites.
Otro elemento que también debemos marcar es la diferencia esencial en-
tre los significados que mediatizan la relación con el entorno natural, y aque-
llos que lo hacen respecto del mundo social y la relación consigo mismo. En
tanto que los primeros pueden tener un gran nivel de objetividad, los restan-
tes se encuentran subordinados al devenir de la “subjetividad” social, y es-
tán en relación directa con las directrices canónicas de la sociedad de la que
emanan. Algunos pseudosignificados, bajo la condición de norma, elabora-
dos socialmente contradicen decididamente la expresión de necesidades y
tendencias inherentes al sujeto. Siendo la represión en sí misma una estruc-
tura de mediatización del sujeto consigo mismo, elaborada socialmente, que
deja librada a una resolución individual, demasiado íntima para que un
manejo conceptual más elaborado logre inmiscuirse. Aún más: los mismos
conceptos deniegan el acceso a la conciencia de tales impulsos y emociones.
La sociedad ha desarrollado varios métodos represivos que desembocan
en el mecanismo de represión individual. La mayor parte de ellos relaciona-
dos con la palabra. Ya sea por su ausencia (de aquello que no se habla y tiene
cierto grado de evidencia está prohibido) o porque su presencia inhibe,
descoloca o, directamente, promete castigo ante la mera expresión de aque-
llo que debe reprimirse. Aunque en estos casos el lenguaje se encuentra más
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 235

sometido a un devenir imaginario que a uno conceptual.


Es decir, que debido al desarrollo histórico también han ido evolucionan-
do los mecanismos de control social. A la par de los mecanismos plenamente
basados en estructuras de significación, coexisten otros cuyo despliegue de-
pende de otras contingencias, principalmente imaginarios, que apuntan a
factores que no favorecen su manejo conciente. Aunque en su base se en-
cuentra una lógica de raigambre semiótica, sus mecanismos de transmisión
interpersonal excluyen la posibilidad de acceso a la conciencia, pues se ba-
san en la contracara del lenguaje.
Otra de las causas que no permiten el acceso al procesamiento consciente
está dada por la ausencia, lisa y llana, de los significados adecuados. Bien
puede ser debido a que tales contenidos sean de índole sumamente
idiosincrásica, tal como los generados en la mixtura de sentimientos que
genera toda relación intersubjetiva. O más intensamente en aquellas que
conforman los ejes de la subjetividad (relaciones intrafamiliares primarias).
En dichas relaciones quedan innominados muchos de sus efectos, máxime
cuando son aquellos que se encuentran en condiciones de nominarlos los
que no accedieron a los instrumentos que así lo permiten.
Múltiples y complejos son los motivos por los que ciertos contenidos no
acceden a la capacidad de ser procesados conscientemente. Pero todos ellos
son generados por determinadas relaciones sociales, y son instrumentos for-
jados socialmente los medios por los que el individuo habrá de procesarlos.
La sociedad toma nota de las formas psíquicas de procesar, y con estos ele-
mentos genera nuevos medios instrumentales que le permiten ejercer el con-
trol de sus integrantes. Así, en varias sociedades los sueños sirven para to-
mar decisiones grupales, lo que genera nuevas formas del soñar.
La sociedad tuvo que desarrollar los mecanismos de control social, y fue
pasando por distintas etapas de mediatización; desde los métodos primiti-
vos que se gestan en derredor de la imagen y de sentimientos primarios
(temor por sobre todas las cosas), con materiales primitivos y aún poco
mediatizados (en términos de cognición serían los nudos del pañuelo o las
muescas en los palos), hasta los alambicados métodos de coerción social,
basados en estrategias lingüísticas complejas, con que hoy se sirve la socie-
dad para sostener un estado de cosas que pocas veces es exhibido claramen-
te a través del discurso.
Estos mecanismos, cuya enumeración excedería con creces los objetivos
del presente trabajo, dejan su impronta en el devenir psíquico individual, y
estructuran parte importante de su funcionamiento. Aunque siempre tien-
den a limitar la expresión de disposiciones individuales consideradas
disruptivas de cierto estado de cosas.
236 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

Aunque es justo decir que debemos distinguir aquellas normas que be-
nefician al individuo de aquellas otras que ejercen un poder coercitivo en
beneficio de una situación social determinada (por ejemplo, la cultura
victoriana ayudó a mantener el poder monárquico en Inglaterra). No conce-
bimos que exista una plena oposición entre el individuo y la sociedad como
tal. Esta es un logro que ha permitido al hombre devenir como tal. Sin em-
bargo, sabemos que también pide ciertos renunciamientos que resultan one-
rosos a sus miembros. Todos ellos bajo la forma de imperativos éticos, explí-
citos o implícitos, agrupados en estructuras ideológicas.
El precio individual, relegado a las sombras, está en la base de las conste-
laciones descubiertas por el psicoanálisis. Agrupadas en derredor de fanta-
sías formadoras de estructuras reguladoras de conductas, constituyen uno
de los grandes aportes del psicoanálisis al estudio de la subjetividad.
En este campo, la teoría sociohistórica puede aportar, a partir de la con-
cepción sociogénica mediatizada, el orden de determinaciones eficientes.
Considerando como tales la estructura de intermediación social por la que el
individuo se relaciona consigo y con su entorno.

Finalmente, podemos decir que la consideración —a partir de la escuela


inaugurada por Vigotsky— de las formas que adquieren los procesos in-
conscientes nos permite pensar en fenómenos en los que los instrumentos
de mediación semiótica, debido a factores sociales, no alcanzan la madurez
suficiente que les otorgue la capacidad de imprimir su lógica más compleja,
aquella que les permite construir la conciencia. Así, funcionan como
protomediatizadores, brindando solamente sus cualidades más primitivas, ge-
nerando así la particularidad formal de los fenómenos del Inconsciente.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 237

Capítulo 3
Por amor al arte

1.

Finalizaremos nuestro estudio recorriendo un camino al que ambos au-


tores dedicaron también su pasión. El arte, principalmente la literatura, fue
objeto de interés de ambos desde su adolescencia. Este amor por la creación
artística los acompañó también al campo científico.
El hecho de que sea la literatura la rama del arte que con mayor asidui-
dad ocupó sus reflexiones no debe ser considerado casual, ya que en ella, tal
como en los campos de investigación de ambos autores, es la palabra la que
brinda su estatuto específico.
En la obra de Freud, de entre todos los artistas fueron dos escritores los
que concitaron la mayor cantidad de referencias: Shakespeare y Goethe; son
los autores más citados por el médico vienés, una muestra de la profunda
influencia que ejercieron en su pensamiento.
Por otra parte, Freud consideraba como tarea poco fructífera cualquier
intento de indagación de los más recónditos vericuetos de la mente sin ser-
virse del auxilio de la literatura. Famosa es su recomendación a todo aquel
que quisiera ejercer el oficio psicoanalítico de que habitara el “Universo lite-
rario”.
Se puede pensar que, para Freud, el arte ha sido un manantial enriquece-
dor de su tarea intelectual, y un muy buen aliado en sus investigaciones
teóricas.
En tanto que, en el caso de Vigotsky, el acceso mismo a la psicología se
produjo a partir de su pasión por el arte. El interés primigenio de nuestro
autor se encuentra situado, justamente, en derredor del fenómeno artístico.
En ello desempeñó un rol sumamente relevante su primer entorno intelec-
tual, constituido mayoritariamente por artistas y literatos para quienes los
estudios de lingüística desempeñaban un papel central. No resulta pues,
sorprendente, saber que sus primeras obras —y entre ellas la que le permi-
tiera acceder al título de psicólogo— estuvieron dedicadas al arte.
Si bien el arte constituyó para ambos un manantial de inspiración, en su
obra científica su referencia a él desempeña un rol diferente. En Freud el arte
servirá, primordialmente, para corroborar sus descubrimientos clínicos. Más
238 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

allá de su revolucionario aporte acerca de las motivaciones del artista, sus


obras dedicadas al tema no tienen otra pretensión —él así lo declara— que la
de corroborar la ubicuidad del método psicoanalítico.
Para Vigotsky, en cambio, la indagación del arte en sí lo impulsa a pro-
fundizar su estudio del psiquismo humano. Investiga el hecho artístico como
una de las claves para comprender el funcionamiento de la mente.

2.

No resulta ser un secreto, en estos tiempos, la profunda dificultad con


que se encontró Freud en la propagación de sus ideas. Múltiples fueron las
resistencias que tuvo que enfrentar el padre del psicoanálisis para lograr
imponer, o al menos hacer aceptar, sus revolucionarios descubrimientos.
Varios fueron los métodos que utilizó con el fin de salvar dichos obstáculos.
El obstáculo a vencer consistía en que la mayor demostración sobre la
efectividad de sus propuestas se encontraba circunscripta al privadísimo
ámbito de la clínica particular. Solamente sus pacientes y el círculo íntimo de
estos podían ser testigos de la eficacia de sus ideas.
Para contrarrestar este inconveniente, Freud debía demostrar que sus ideas
podían ser eficazmente utilizadas en producciones accesibles a un número
mucho más extendido de personas. Ya que sus innovaciones estaban referi-
das al mundo de los sentimientos, el arte constituyó un campo más que con-
veniente para demostrar la validez de sus ideas. Con la creación artística
Freud mantuvo, a lo largo de su obra, una relación dual: fue tanto fuente de
inspiración como objeto de estudio.
Por lo demás, sentía una gran identificación con los artistas, pues ellos
también habían sufrido similares dificultades en la aceptación de sus pro-
puestas. Tanto estos como él le mostraban a la sociedad aquellos aspectos
que ésta no se encuentra dispuesta a aceptar de buen grado.
Muchos fueron los contemporáneos de Freud que señalaron su particu-
lar relación con el arte, y principalmente con la literatura. Todos ellos enco-
miaron la especial capacidad de memorizar pasajes enteros de distintas obras
literarias, principalmente de Shakespeare, su autor predilecto.
La relación del psicoanalista con el arte fue tal que más de un comentaris-
ta de su vida afirmó que, de no haberse dedicado a la medicina, probable-
mente hubiera sido escritor.
E. Jones afirmaba que Freud tenía una visión de los autores fuertemente
influenciada por el romanticismo. Los consideraba como “seres misteriosos
con inspiración sobrehumana y casi divina”. Aunque, por otro lado —siem-
pre según Jones—, manifestaba sentimientos hostiles por la posesión de ta-
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 239

les dones.
La profunda influencia que ejerció la literatura en su obra queda refleja-
da en que uno de sus mayores aportes encuentra su nombre y explicación en
la tradición artística. Edipo, en su versión literaria, dio el material imaginario
que auxilió a Freud en la comprensión y desentrañamiento de uno de los
aspectos centrales de su teoría. No desconocía el mito, pero sus referencias
eran a la traducción literaria hecha por Sófocles.
En la carta a Fliess del 15 de octubre de 1897, Freud describe sus senti-
mientos hacia sus progenitores basándose en la obra de Sófocles y en Hamlet,
de Shakespeare. A través de ellas comenta a su amigo las hipótesis a las que
había arribado respecto de las constelaciones afectivas infantiles, las que re-
gulan la constitución de la subjetividad que encontraba tras los síntomas de
sus pacientes. Esta asociación de las obras mencionadas más adelante fue
objeto de análisis en La interpretación de los sueños.

3.

Varias fueron las obras en las que nuestro autor aplicó el método creado
por él para el análisis de distintas producciones artísticas. En todas ellas deja
en claro que no es su intención ni su interés el realizar un análisis estético.
Por el contrario, afirma que su objetivo consiste en demostrar que las mis-
mas leyes que dan origen a las producciones del inconsciente son aquellas
que encontramos en la base de toda producción artística.
Aplicar sus descubrimientos para lograr el desentrañamiento de los se-
cretos de la creación artística resultó ser una particular tentación. Gracias a
esto, Freud dejó sentada una convicción que acompañaría a todo estudio de
la producción artística de allí en adelante: El origen de la obra de arte provie-
ne de procesos inconscientes.
Las producciones en las que Freud desgranó sus conclusiones acerca de
la relación entre psicoanálisis y arte pueden, si nos dejamos arrastrar por
una pasión categorizadora, ser catalogadas en dos tipos de ensayos. Por un
lado, aquellos que indagan en la obra en sí; y por el otro, los que incursionan
en la intimidad del artista. Aunque la excepción de una obra particular vie-
ne a desbaratar nuestra “prolija” clasificación. El ‘Moisés’ de Miguel Ángel es
un estudio que se refiere a la aplicación del acto de análisis pormenorizado
que realiza el psicoanálisis.
Entre los ensayos dedicados a la investigación de la obra artística, tene-
mos el análisis de una novela de William Jensen: La Gradiva, tal el nombre
con que dicho texto sobrevivió en la tradición psicoanalítica. En esta catego-
ría, también podemos incluir los ensayos El motivo de la elección del cofre y
240 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

Varios tipos de carácter descubiertos en la labor analítica.


En el ensayo dedicado a la novela de Jensen —obra cuya supervivencia
en la memoria se debe a la mención freudiana— el mismo Freud nos previe-
ne, en exquisita prosa (tal como era su costumbre), que la síntesis por él
realizada habrá de operar en detrimento de la belleza intrínseca del trabajo
analizado.
La descripción se centra en el contenido psicológico de la novela, en las
motivaciones e interjuegos emocionales que el narrador pone a nuestro al-
cance. Es la descripción del delirio del joven arqueólogo Norberto Hanold lo
que da origen a la trama. Su desarrollo describe el paulatino reemplazo de la
percepción de la realidad por el pensamiento delirante.
A lo largo de la obra, y en tanto que Freud va aplicando los principios
técnicos del psicoanálisis, surgen diversas corroboraciones respecto de dis-
tintas postulaciones psicoanalíticas. Así, encuentra en el delirio del protago-
nista las peculiaridades del retorno de lo reprimido, siendo, aquello que retor-
nó, constituido en derredor de un elemento perteneciente al erotismo infan-
til del protagonista.
En dos sueños del protagonista encuentra Freud la oportunidad de di-
fundir otros conceptos de su obra. Así, Freud pone en práctica la técnica de
análisis de producciones oníricas y, al servirse de ella, encuentra un fuerte
auxilio para la comprensión del conflicto que atraviesa al arqueólogo de la
novela.
Al realizar un minucioso examen de los sueños, deduce las motivaciones
íntimas que mueven al protagonista. Confirma así que aquellos descubri-
mientos que le fueron de gran utilidad en la clínica para comprender los
penosos procesos de sus pacientes, también resultan aplicables a la com-
prensión del contenido de una obra literaria. Los conceptos descriptivos de
las constelaciones inconscientes no sólo se muestran válidos como herra-
mientas hermenéuticas del funcionamiento del neurótico en la consulta: tam-
bién son útiles en la comprensión de la obra literaria.
No obstante, Freud no da por concluida allí su labor. En un apéndice
agregado a la segunda edición nos indica que, al leer una entrevista hecha al
autor de la novela, se descubre que en la infancia de éste se encuentran aque-
llos impulsos reprimidos que dieran origen a la trama.
Un elemento que consideramos de particular relevancia lo constituye una
peculiaridad de la obra que llamó la atención a nuestro autor, y en la cual
pone un especial énfasis. Hace hincapié en que el delirio se sirve de tropos
lingüísticos para hacer retornar lo reprimido.
Retomando el hilo, vemos que todo el interés se encuentra centrado en
demostrar que el leitmotiv de la obra se puede comprender sirviéndose de
sus descubrimientos clínicos. Analiza las motivaciones de la obra, dejando
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 241

de lado las cuestiones de índole técnica. Vigotsky subrayó particularmente


este punto, y señaló, luego de aceptar el extraordinario aporte de Freud a la
comprensión del arte, que tal falencia debía ser subsanada, ya que se conver-
tía en tarea de la psicología explicar qué es lo que permite a una producción
convertirse en arte.

4.

No es nuestra intención realizar una exhaustiva indagación de los apor-


tes que en cada artículo o ensayo realiza Freud respecto de los íntimos meca-
nismos que descubre en las obras analizadas. Ya suficiente ingenio y tinta se
han gastado para que nos dediquemos a repetir lo que otros, con más agude-
za y buen gusto, expresaron antes que nosotros. Por ello no sería justo que se
nos pida un pormenorizado análisis de cada obra mencionada.
Nos limitaremos a realizar una comparación en la aproximación que hi-
cieron nuestros autores al fenómeno artístico.
Continuando con Freud, vemos que, en la misma línea de La Gradiva, es
decir, el análisis de los mecanismos psicológicos y las mociones pulsionales
puestos en juego en la obra, se encuentra el artículo El motivo de la elección del
cofre. En este ensayo (cuya motivación íntima —según la confesión epistolar
que le hiciera a Ferenczi— se relacionaba con sus tres hijas) Freud hace un
profundísimo estudio, en el que vuelve a indagar los motivos ocultos que
aparecen, ya no en una composición, sino a lo largo de toda una serie de
obras literarias, y aún en motivos de índole mítica.
El análisis de estas obras pone al descubierto que, en todas las elecciones,
la preferencia se enlaza siempre al mismo tipo de objeto ofrecido a la elec-
ción. Ya sea que se trate de metales como de mujeres, en todos los casos la
voluntad recae sobre aquella oferta que a primera vista tiene menos valor: El
plomo, en desmedro del oro y la plata; la hija más silenciosa, en detrimento
de las más simpáticas y conversadoras.
Tras ello no deja de ver Freud la reiteración del mito de las Moiras o Par-
cas de la mitología griega, de las cuales la tercera es la que tiene en sus ma-
nos el destino de finitud de los hombres. La muerte, como sino ineluctable,
se troca en objeto de elección. La muerte, destino final rechazado por la hu-
manidad, es transformada en amor, elección voluntaria, que permite resol-
ver así una fuerte contradicción interna que promueve sentimientos angus-
tiosos.
En el artículo Varios Tipos de carácter descubiertos en la labor analítica, desa-
rrolla la investigación de la obra literaria como ejemplo y confirmación del
acierto de sus hipótesis. De cómo las tendencias inconscientes logran su ex-
242 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

presión, ya no en conductas especificas, sino en el carácter de los pacientes,


o en el de los héroes de las obras literarias. La profunda indagación respecto
de la forma de comportarse de estos personajes descubre en ellos los mis-
mos patrones de actuación que la labor analítica encuentra en sus pacientes.
Las pulsiones que pugnan por encontrar su expresión en la conducta, la
represión, la angustia, el dolor, los mismos factores que actúan en el padecer
de sus pacientes, vuelven a encontrarse en el origen de las obras artísticas. El
psicoanálisis se muestra eficiente en la investigación del contenido de un
campo que, en principio, parece ajeno al de la clínica. En la motivación artís-
tica actúan las mismas fuerzas que encuentra Freud en el análisis de sus
pacientes.

5.

Otra obra en la que aplica el mismo método es en el estudio que realiza


sobre el Moisés de Miguel Ángel. Pero con una sustancial diferencia, ya que
en este texto no busca los motivos inconscientes que germinaron la obra,
sino que pone a prueba el método de analizar la realidad a través de detalles
menores. Como quien va al mercado en busca de fruslerías, a través de las
que indaga la cultura, así se comporta el psicoanálisis, parece decirnos Freud
en este ensayo.
Allí realiza un análisis de un conjunto de opiniones de distintos críticos
de arte que estudiaron la obra del artista del renacimiento. Resalta que, entre
ellos, no existe acuerdo respecto de las razones de la expresión del persona-
je. Ni tampoco con relación a la circunstancia histórica que da origen a la
expresión.
Freud encuentra en un detalle menor, en el que nadie reparó con anterio-
ridad, cómo se halla relacionada su mano derecha con las tablas de los man-
damientos y la barba. Detrás de ellos descubre la clave para descifrar los
misterios, que habían permanecido ocultos a sus antecesores, en el descifra-
miento de las cualidades de la obra.
El análisis de la obra de Miguel Ángel fue instrumentado por Freud para
demostrar la ubicuidad de su método de indagación. En oposición a una
metodología que hace hincapié en las evidencias conscientes, el psicoanáli-
sis busca donde se produce la fisura en la que el significado no constituye
una expresión cerrada en sí misma. El acto fallido, la equivocación, el lapsus
o el gesto inadvertido del Moisés, son las puertas de acceso a una realidad
oculta a un observador inadvertido.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 243

6.

Además de estudiar diversas obras y ver cómo en ellas se encuentran


plasmadas las estructuras psíquicas que encontró en la neurosis, también
incursionó en la investigación de los propios autores a través de sus obras. El
artista mismo se convierte en objeto de análisis. Varios son los textos que
realiza analizando, a través de ciertas producciones, tendencias ocultas a la
percepción directa del artista y del espectador.
En un texto de 1910, Freud realiza un estudio acerca de la personalidad
de Leonardo Da Vinci. Para ello, utiliza distintas fuentes de información.
Testimonios de contemporáneos, análisis de críticos, producciones del pro-
pio Leonardo —que van desde sus obras hasta su diario íntimo. Todo ello
compone el material del que se nutre dicho estudio.
Un rasgo del artista del renacimiento es tomado por Freud para abrir el
juego en su análisis. Varios biógrafos y comentaristas del autor de la Gioconda
refieren que tenía serias dificultades en la culminación de sus obras. Entre su
inicio y su finalización solían interponerse prolongados interludios tempo-
rales. En casi todas estas oportunidades, Leonardo dilapidaba su tiempo en
la profundización de estudios que lo alejaban de la realización de la obra.
Aunque también solía pasar largos períodos sin producir obra alguna.
Así, a través del testimonio de contemporáneos y discípulos, nos pone al
corriente de que Leonardo se enredaba en la profundización de detalles de
la obra que le impedían avanzar en su trabajo. Aún más: muchos de sus
trabajos, valorados profundamente por sus contemporáneos y por la crítica
ulterior, no fueron considerados por él como obras acabadas. Por el contra-
rio, el autor encontraba incompletas y objeto de mejoras dichas creaciones.
Esta peculiaridad del carácter del artista es enlazada por Freud con una pre-
sunción respecto de la elección sexual del pintor italiano. Pero por sobre
todas las cosas, con la forma en que el artista italiano habría resuelto el com-
plejo de castración a partir de la relación con sus figuras parentales.
Para arribar a tales conclusiones, Freud se vale de comparaciones con
producciones similares de sus propios pacientes, o de otros a cuyo conoci-
miento accede gracias al comentario de sus colegas. Tales transpolaciones,
en algunos casos, no carecen de osadía. Tampoco le es ajeno tal atributo a la
libertad con la que se permitía avanzar en sus conclusiones.
Sin embargo, justo es decir que tales textos no eran considerados por el
propio Freud como de pleno valor probatorio. Por el contrario, el mismo
psicoanalista nos dice, al final del tratado, que sus resultados son condicio-
nales y carecen de la posibilidad de encontrar probanza, por la sencilla ra-
zón de que su objeto de estudio desapareció. Su valor real reside en que en
sus páginas Freud plasmó, de forma sistematizada, sus hallazgos clínicos.
244 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

Los aplicó a una personalidad conocida, lo cual incrementa el interés de su


lectura. Este es el plano desde el cual son leídos hoy en día por sus seguido-
res.
Otro texto que recorre un camino similar es el referido al estudio de
Dostoievsky. En él, Freud anuda varios conceptos hipotéticos surgidos de la
clínica, que descubren formaciones afectivas forjadas en la institucionalidad
familiar. Parricidio, culpa, bisexualidad, histeria, castración, resolución del
Complejo de Edipo. De cómo los peculiares cauces que recorrió la resolu-
ción de tales mojones en la estructuración de la subjetividad, generaban los
motivos de las obras y aún de la vida del artista.
Otro tanto puede decirse de otras obras, como aquella referida a un re-
cuerdo infantil de Goethe en Poesía y Verdad, un texto autobiográfico del es-
critor alemán.
Como vemos, es el magma profundo que se desplaza bajo las obras y les
ofrece su fulgor lo que fue objeto de estudio del psicoanalista. Respecto de la
capacidad técnica que debe poseer el artista, y de cómo la adquiere, Freud
dice que no es objeto de estudio del psicoanálisis. Dicho territorio lo deja en
manos de la estética. Su atención se dirige al contenido que la obra expresa,
no a los medios técnicos, ni a como el artista los adquiere o como el hombre
(la sociedad, la historia, la cultura) los genera.
Para Freud el arte es un medio de liberación y expresión de tensiones
reprimidas. Y a éstas es a las que dirige su estudio. Corroborar la pertinencia
de los grandes descubrimientos del psicoanálisis en su aplicación al estudio
de famosas producciones o personajes famosos es el objetivo de sus ensayos.
El Inconsciente, con todos sus recodos y alambicados mecanismos, no es
patrimonio exclusivo de los pacientes que concurren a su consulta:también
se muestra operante como gestor de grandes producciones del espíritu hu-
mano.

7.

Internarnos en el territorio del arte a través de Vigotsky supone acceder a


la puerta de ingreso que llevó a nuestro autor a interesarse en la psicología,
y constituyó el tema que mayor interés despertó en él.
Es por ello que no podemos considerar casual que su primera obra de
regular envergadura esté dedicada a echar una mirada psicológica al proce-
so artístico. Su Psicología del Arte es un intento por dar respuesta a sus inquie-
tudes en este campo. Dicha obra contiene capítulos enteros dedicados a la
crítica literaria, al estudio literario en sí, y otros al análisis psicológico de este
fenómeno.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 245

Tal como expresara Leontiev, dicho libro se trata de una “obra de transi-
ción”, en la que el autor realiza sus primeros pasos en el territorio de la psi-
cología por el sendero que le traza una disciplina que le era familiar. Así,
entre los capítulos que componen dicho libro nos encontraremos con textos
producidos durante su primera juventud y su adolescencia. La monografía
sobre Hamlet, cuya primera versión fue escrita entre 1915 y 1916, es un claro
ejemplo de ello. Junto a estos trabajos hallamos otros en los que su produc-
ción se encuentra dirigida específicamente a ser publicados en el libro. Entre
estos últimos encontramos desarrolladas las opiniones de nuestro autor acerca
de las posiciones adoptadas por las distintas escuelas psicológicas —entre
ellas el psicoanálisis— acerca del fenómeno artístico.
Múltiples fueron los avatares que sufrió la obra hasta ser publicada; baste
como ejemplo mencionar que la misma fue concluida por su autor en el año
de 1925 y sólo vio la luz en 1965, esto es, cuarenta años más tarde, luego de
sufrir una muy prolongada censura.
Tal como en el Proyecto... de Freud, en esta primera gran obra de Vigotsky
habremos de hallar, en forma germinal, muchos de los conceptos que serán
centrales en su obra posterior.
Ya desde el principio veremos que, en su estudio sobre el Príncipe de
Dinamarca, Vigotsky realiza un análisis basado en el método de Hegel, au-
tor que lo atrapó desde sus años de estudiante universitario. De esta forma,
su estudio parte de los opuestos que motorizan la obra y se expresan en el
contradictorio carácter del protagonista: la impulsividad y la duda, la acción
y la tendencia a la inacción. También en otros aspectos de la trama —como el
drama entre la situación externa y los conflictos internos— Vigotsky lo ve
manifestarse a través de la oposición entre el discurso externo y el diálogo
interior.
No obstante, en esta monografía aún se ven los trazos de un pensamiento
que se encuentra en proceso de maduración. Su análisis del texto aún se
realiza en términos de una concepción pragmática de él. Esto es, el efecto
que busca transmitir el autor a través de su obra y las formas en que la mis-
ma es interpretada por el lector. Aun así, es dable destacar que, a diferencia
de Freud, Vigotsky muestra de forma temprana la intención de analizar el
fenómeno artístico a partir de los artificios técnicos de que está compuesta la
obra de arte.
Por ello, en el análisis de la misma obra que realiza en 1925 se puede
observar con claridad la evolución del interés de Vigotsky hacia el análisis
del texto en sí mismo y de la psicología del lector. Esto es, el efecto que la
obra literaria produce en el lector, resignando la posibilidad de indagar en
los procesos psíquicos del autor, ya que su interés está dirigido a constituir
un estudio más objetivo de la obra literaria; es que, para intentar examinar el
246 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

proceso de gestación por parte del autor, se debiera contar con un pormeno-
rizado detalle de sus procesos psíquicos, conscientes e inconscientes, así como
la situación objetiva en que fue elaborada la obra.
En busca de mayor objetividad, limitará su estudio a aquello que consi-
dera como el único dato objetivo con que se cuenta para tal empresa. Es
decir, el mensaje artístico. Ello permite, según nuestro autor, entender las vías
de producción de los sentimientos del receptor.
Con el fin de analizar el mensaje artístico, toma a la fábula como objeto
de análisis. Realiza una descripción en la que, siguiendo los preceptos
dialécticos, destaca la presencia de dos líneas afectivas opuestas, que han de
despertar en el lector sendas tendencias afectivas, que duplicarán la oposi-
ción de las primeras. El desarrollo de la fábula permite la resolución de di-
cha contradicción en el desenlace de la misma, lo que le permite al lector
resolver la contradicción engendrada en él. Es así como tiene lugar la catarsis
que explicaría el efecto estético de la obra.
Si bien se trata de un intento de dar bases objetivas al estudio del arte,
Vigotsky no logró liberarse del testimonio subjetivo del lector, que, en gran
parte de la obra, es él mismo.

8.

A través del estudio de un relato de Bunin —uno de sus autores preferi-


dos en la primera juventud—, pone de relieve su concepción acerca de la
relación existente entre el contenido y la forma en la obra de arte. En este
punto volvemos a encontrar la fuerte influencia del método dialéctico en su
pensamiento. Postula que entre la forma, constituida por el ritmo respirato-
rio y la cadencia del relato, y el contenido, existe una contradicción, que
genera un estado de tensión en el lector, resuelta únicamente a través de la
conclusión.
Es así como concluye que existe una Ley General de la Reacción estética,
según la cual se produce una síntesis de estímulos opuestos, cuya resolución
es la que produce la reacción catártica. Ello surge en virtud del carácter ins-
trumental del fenómeno artístico, que redirige la conducción de las diferen-
tes reacciones entre sí, logrando que una reacción débil dirija el conjunto de
reflejos. Por aquel entonces, bajo la evidente influencia de las ineludibles
doctrinas pavlovianas, Vigotsky encuentra en esta peculiaridad la clave para
la comprensión de la conciencia.
Como vemos, en este artículo descubrimos dos de las ideas centrales que
desarrollará más adelante. Por un lado, el carácter mediado de los procesos
psíquicos superiores; y, por otro lado, cómo estos, a partir de su naturaleza
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 247

instrumental (que él le adjudica al fenómeno artístico), desarrollan una nue-


va capacidad de dirección de los procesos que, en estructuras menos desa-
rrolladas que la humana, se encuentran incoordinados.
Ya por aquel entonces, Vigotsky explicaba, a través del proceso de me-
diación instrumental, a través de herramientas gestadas socialmente, el fun-
cionamiento de las funciones psíquicas más elevadas.

9.

En el capítulo IV, Vigotsky nos ofrece un material más que valioso a los
efectos de contrastar sus posiciones de aquel entonces y las que proponía
Freud. Bajo el titulo de El arte y el Psicoanálisis, nuestro autor hace un repaso
de la propuesta freudiana en este campo, marcando sus coincidencias y sus
diferencias.
Por la época en que produjo el libro, Vigotsky mostraba un vivo interés
en los aportes de Freud a la comprensión del fenómeno artístico. Las cróni-
cas de aquel entonces refieren que el psicólogo ruso dio varias conferencias
en el ciclo de extensión psicoanalítica que, bajo la dirección de Ermakov, se
dictaba en el Kindergarten. En 1924, y en calidad de invitado, dio una charla
con el título de El uso del método psicoanalítico en literatura. Posteriormente, el
10 de mayo de 1927, y ya como miembro ordinario de la Sociedad
Psicoanalítica Rusa, presentó, en el mismo curso, el trabajo denominado La
psicología del arte en los escritos de Freud.
Este capítulo se inicia reconociendo los fracasos a que han conducido los
intentos de explicar el arte basándose únicamente en el estudio de la con-
ciencia. Dicho camino “no nos permitirá avanzar demasiado”, y prueba de
ello son los fallidos intentos de las corrientes psicológicas que fueran anali-
zadas por él en capítulos anteriores. A la luz de éstas afirma que “no es pre-
cisa una gran perspicacia para observar que las causas más inmediatas del
efecto artístico subyacen en el inconsciente”.
Acto seguido, asume la defensa del psicoanálisis cuando este recurre a la
inferencia como aquel método que nos conduce a la comprensión del in-
consciente, tal como otras ciencias (la historia, la arqueología, etc.) indagan
su objeto de estudio sin tener contacto directo con él. De la misma forma, el
inconsciente puede ser deducido a través de sus manifestaciones externas,
las que nos permiten conocer de su existencia e investigar su legalidad.
En este sentido, las obras de arte son parte de los medios que nos brindan
un acceso privilegiado al inconsciente. Por ello, reconoce a Freud y al psicoa-
nálisis el desarrollo de la concepción que encuentra en el inconsciente el
motor de la obra de arte.
248 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

Remarca que toda explicación consciente posterior, que intente dar cuen-
ta de los sentimientos y las emociones puestas en juego ante aquélla, deben
ser considerados como una racionalización o autoengaño pergeñado postfáctum.
En esta primera parte del capítulo en la que rescata los que, para él, son
los fundamentales aportes del psicoanálisis a la comprensión del fenómeno
artístico, reconoce como un acierto la propuesta freudiana de emparentar el
proceso artístico con los juegos infantiles y los ensueños diurnos. Acepta la
idea según la cual debemos buscar en los deseos insatisfechos, ocultos al
escrutinio ajeno —y muchas veces al de la propia conciencia—, los motivos
primarios del hecho artístico.
Tampoco ejerce crítica al hecho de parangonar al artista con el neurótico,
pues aquellos también utilizan un subterfugio para expresar sus tendencias,
aunque ello les permita hacerlo de forma más directa.
Sin embargo, luego de reconocidas las bondades del método psicoanalí-
tico aplicado al arte, Vigotsky realiza una crítica en cuanto a la concepción
que respecto de la forma, en la obra del arte, sustenta esta escuela.
En este punto se inicia lo que podríamos considerar como una segunda
parte del capítulo. En ella se puede apreciar una clara delimitación de los
márgenes entre una y otra escuela. De aquí en más, Vigotsky adopta una
postura crítica, fijando posiciones referidas ya no sólo al arte, sino a toda
manifestación medianamente compleja del espíritu humano.
Considera Vigotsky que la concepción freudiana tiene su punto más dé-
bil en la explicación que realiza del papel que juega la forma en la obra de
arte.
Rechaza la idea por la cual el psicoanálisis iguala, en su explicación, la
composición morfológica de la obra de arte a la que adquieren los sueños
diurnos y los juegos. Es decir, la deformación de su origen real a través de la
producción de un placer preliminar (Vorlust) que sirve de cebo o carnada y
logra engañar al lector respecto de la fuente de placer.
Tampoco se muestra proclive a aceptar la división de las diferentes disci-
plinas artísticas según las diversas fuentes de placer sexual infantil, que se-
ría la responsable de la postulación psicoanalítica según la cual debajo de
toda manifestación artística se encuentra el Complejo de Edipo.
Para Vigotsky, la apelación a dicha constelación psíquica como recurso
general para explicar las diferentes manifestaciones del arte resulta inacep-
table. Pues con ello la forma misma del arte se transforma en “un apéndice
insustancial”, escatimándole así al arte la comprensión de su “papel social”.
Por otra parte, esta idea niega la posibilidad de modificación histórica, ya
que las tendencias a las que alude el psicoanálisis habrían permanecido in-
variables a lo largo de la historia. De ser así —dice Vigotsky—, no se logran
explicar las distintas funciones sociales que cumplió el arte a lo largo de
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 249

diferentes períodos históricos.


Más adelante dirá que el psicoanálisis no logra extraer todos los frutos de
sus propias aportaciones debido a dos “pecados”:
A) El “pansexualismo”. Ante ello, dirá Vigotsky que, además de motivos
sexuales, existen otras fuentes de motivación para el arte.
B) Relegar el rol de la conciencia, convirtiéndola en comparsa del incons-
ciente. Con esto, el psicoanálisis contradice la evidencia de que es la con-
ciencia la que “distingue al hombre del animal” (cita tomada por Vigotsky
de Marx), ya que “en el hombre la conciencia sustituye al instinto, o el suyo
es un instinto consciente” (Marx).
A la concepción sobre la conciencia expresada por el psicoanálisis opone
su protesta, al decir que existen varias investigaciones que demostrarían que
en ésta se producen también complejos procesos, dando como ejemplo una
investigación de Lazurski que demostraba las variadas recombinaciones que
sufren, en la conciencia de los sujetos de su experiencia, los distintos compo-
nentes de un juicio leído previamente.
Con el menoscabo del rol de la conciencia en la creación y degustación
artística que propugna el psicoanálisis, dice Vigotsky que “se ha borrado el
límite del arte como una actividad social consciente y la formación de sínto-
mas en los neuróticos, o la acumulación desordenada de imágenes en los
sueños”.
Hagamos aquí un alto, pues en este punto es donde más claramente se
muestran las diferencias de intereses —y por lo tanto de rumbos— que mos-
traron nuestros autores.
Para Freud, la preocupación principal consistía en comprender cómo el
hombre debe arreglárselas con aquellas tendencias “internas” (para llamar-
las de algún modo) que generan conflicto con el medio. El arte se mostró
como el campo en el que se libra dicha batalla; por lo tanto, un terreno fecun-
do para el psicoanálisis. El drama del artista —como el del neurótico o el del
soñante— es el mismo: Conciliar sus impulsos internos con las demandas
sociales como un intento de atenuar el dolor individual.
En tanto que para Vigotsky el problema va más allá del ámbito indivi-
dual, por lo que indaga acerca del origen y el rol social de toda producción
anímica. No de los individuos como agentes de su propia vida, sino como
miembros de una comunidad. Cómo, en calidad de tales, han forjado estos
instrumentos de los que sólo se entiende su ley al relacionarlos con el con-
junto social en el que circulan.
Para Freud se trata del drama individual que repercute y se manifiesta en
el ámbito social. Para Vigotsky se trata del drama social que prefigura y en-
gendra al individuo.
Aquél centró su interés en el dolor individual, y a su superación dirigió
250 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

sus esfuerzos. En cambio el ruso, contemporáneo y participe de un profun-


do movimiento social, se interesaba por cómo el proceso comunitario en-
gendra y modifica el espíritu humano.
Esto se expresa en la queja que hace Vigotsky acerca de la concepción
psicoanalítica que postula que el artista sólo busca resolver conflictos indivi-
duales, quitándole toda relevancia a la búsqueda consciente, por parte del
artista, de objetivos sociales.

10.

Más allá de todas estas críticas, Vigotsky no descartaba los aportes


freudianos como instrumento de indagación que sirve para esclarecer los
misterios del arte. Por el contrario, consideraba que debía ahondarse aún
más en la aplicación de aquellos postulados que rescatara al principio del
capítulo. Esto lo llevará a expresar que “el método psicoanalítico espera aún
su realización”, debiéndose sacar más provecho de los valores que tal teoría
encierra. Aunque para ello el psicoanálisis debe tomar a la conciencia tam-
bién como un factor activo y autónomo, renunciando a remitir toda produc-
ción a los conflictos y a la sexualidad infantil.
También le reprocha a Freud el no haber realizado una prolija investiga-
ción de los medios técnicos que utiliza el arte, tal como la que hiciera respec-
to del Witz. Acerca de este ensayo, Vigotsky realiza un encendido elogio,
pues permite remitir la producción individual a un procedimiento técnico
que nuestro autor estima de origen social. Gracias a ello, el psicoanálisis
hubiera logrado salir de los estrechos márgenes del individuo y situar así
sus investigaciones sobre el arte en la más amplia esfera de la vida social.
Concluye Vigotsky: “El arte como inconsciente no es mas que un proble-
ma; el arte como superación del inconsciente, he aquí su más probable res-
puesta”. Ello entronca con la búsqueda y la postura de Vigotsky respecto del
arte como artificio social. Para nuestro autor, el arte es un instrumento crea-
do por la sociedad para dar respuesta a ciertas cuestiones concretas que debe
resolver la humanidad. Un instrumento relacionado con el despliegue emo-
tivo y afectivo. Un artefacto cuya utilidad consiste en brindar a los sujetos la
posibilidad de encontrar expresión o de formular en una estructura codifi-
cada sus sentimientos más recónditos. Es por ello que Vigotsky se refiere al
arte como “una técnica social del sentimiento”.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 251

11.

Habiendo ya recorrido los aspectos centrales de las hipótesis de ambos


autores acerca de un tema tan caro a ellos, creemos encontrarnos en condi-
ciones de proponer una serie de ideas tentativas acerca del arte, que surgen
de la confluencia de los aportes de nuestros dos héroes intelectuales. Anuda-
remos a ellas algunas propuestas de otros autores un tanto más modernos.
En función de ello, creemos poder integrar las conclusiones a que hemos
arribado en el capítulo anterior acerca del significado y la constitución de los
procesos inconscientes.
Ahora bien; tal como hemos visto en los capítulos precedentes, sólo la
intervención plena del significado permite el acceso a la conciencia de los
procesos psicológicos. Así, si el arte es la expresión consciente de fenómenos
inconscientes; esto es —parafraseando a Vigotsky—, un instrumento social
para que accedan al rango de conscientes ciertos contenidos hasta ese enton-
ces reprimidos. El significado no puede estar ausente en este proceso.
Pero el significado que se pone en juego en el arte tendrá necesariamente
cualidades diferentes al de otras áreas narrativas, pues el discurso artístico
se define de forma casi opuesta al discurso científico. No sería, pues, desca-
bellado considerar que la indagación de esta diferencia nos abriría, quizá,
nuevas perspectivas para descubrir las cualidades del significado, y acceder
así a un conocimiento más profundo de éste.
Para ello vamos a intentar definir mejor esta diferencia, explorando la
distinción que realiza J. Bruner (1996) acerca de los dos tipos de pensamien-
to: el narrativo o sintagmático y el argumentativo o paradigmático. Dos for-
mas diferentes de construir significados. El arte queda claramente vincula-
do al primer tipo de pensamiento.
Como ya hemos visto, el significado se construye mancomunadamente,
al establecerse un espacio supraindividual de aprehensión de la realidad,
tanto social como natural. Esto permite al grupo compartir una visión co-
mún del campo de la experiencia. Ello establece la condición de posibilidad
de la acción común. Lograr una perspectiva común supone desplazar a la
periferia de la percepción la impresión subjetiva. El carácter coercitivo se
impone, pues, como requisito fundamental del significado para lograr la
aquiescencia de los individuos. No obstante, la supresión que intenta del
reflejo individual lo despoja de la riqueza de la variabilidad con la que se
puede alimentar la creación y las modificaciones de perspectiva. Si la rígida
precisión se impusiera plenamente, atentaría aun contra el discurso científi-
co, campo en que la exactitud se convierte en un bien más que preciado, al
dejar afuera la posibilidad de variación y metaforización que supone la fle-
xibilidad del pensamiento.
252 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

Flexibilidad esta que permite inscribir la variabilidad individual en el


discurso social. O encarnar el discurso social en la variabilidad individual.
Esto es, impediría la traducción de los precisos conceptos supraindividuales
en la diversidad de los mundos subjetivos. La rigurosa imposición social
debe encarnarse en el entramado afectivo-emotivo de los sujetos. A su vez,
estos revierten al discurso social la riqueza de sus variaciones.
Esta función de indudable valor social es desempeñada con gran preci-
sión por el arte. Reflejo de constelaciones inconscientes, “instrumento social
de la emoción”, el arte —en oposición al discurso científico— se caracteriza
por la imprecisión de sus significados. La referencialidad propia de aquél
deja de ser de estricta fidelidad y se somete a la fluidez de la metáfora. Su
función social queda demostrada por las variaciones adaptativas que su
aplicación sufre acompañando al devenir social. Se demuestra variable his-
tóricamente. Retomamos con esta noción el profundo aporte realizado por
Umberto Eco (1984) a la comprensión del fenómeno artístico. Gracias a él
comprendimos que el significado deja de ser cerrado y rígido cuando es
puesto en juego en el arte, y pasa a ser abierto y ambiguo. Es decir, sujeto al
valor de la metáfora, que históricamente fue ganando un mayor espacio de
libertad e individuación. A partir del arte Barroco, la relación del mensaje
estético y el individuo se fue haciendo cada vez más abierta y ambigua, y
con ello se fue abriendo paso la “modernidad” en el arte. Con él se fue
incrementando la estimulación de la perspectiva individual en la
decodificación de la obra de arte.
Como el capitalismo necesita de sujetos constituidos en función de una
individualización mayor que en los anteriores estadios, el arte adquiere cua-
lidades acordes con el impulso histórico. Fomenta un aumento en la carga
subjetiva al momento de aprender el mensaje artístico. Fue mudando su re-
lación entre el significante y el significado desde la “alegoría” del clasicismo
—por alusión a un concepto o idea único a través de una referencia no lineal
connotativa (idea preconcebida por el autor hacia la cual conduce al espec-
tador)—, hasta un orden de sugerencias no cerradas en las que el mensaje se
cierra sólo con las aportaciones emotivas del receptor. Siempre diferentes.
Dependientes del contexto individual.
Barthes (Sobre Racine), por su parte, dice que “para que se cumpla el jue-
go es preciso respetar ciertas reglas, es necesario, por un lado, que la obra sea
verdaderamente una forma que designe un sentido incierto, no un sentido
cerrado”. En tanto que Jakobson afirma que “la ambigüedad es una propie-
dad intrínseca, inalienable, de todo mensaje centrado en sí mismo; en resu-
men, es un corolario obligado de la poesía”. O “la supremacía de la función
poética sobre la función referencial no hace desaparecer la referencia (la
denotación), sino que la hace más ambigua”.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 253

En la obra de Eco que hemos mencionado, el autor profundiza el estudio


de la ambigüedad del discurso ético recurriendo a la teoría de la informa-
ción. Aunque como Eco ignoraba la teoría sociohistórica, desconocía el rol
del significado en la constitución de la conciencia, no asumió que la infor-
mación, para ser eficiente, debe adquirir, aunque más no sea mínimamente,
las peculiaridades del significado.
¿A qué cualidades hacemos referencia? A su capacidad de reordenar los
procesos psíquicos en los que interviene. En principio, la restricción al influ-
jo subjetivo sobre la percepción de la realidad. Como ya vimos al referirnos
al Lenguaje Interior, la merma en la influencia del significado se traduce en
la subjetivación y subsecuente conversión en sentido. En las experiencias
relatadas al tratar dicho tema, ello redundaba en la incomunicabilidad por
extrema individualización del mensaje. Este es un efecto inaceptable para la
eficiencia —y supervivencia— grupal. El sujeto debe adecuar su captación a
una visión compartida comunalmente. A un código común.
Es decir, el significado es en esencia —y nada nuevo descubrimos con
ello— un fenómeno comunicativo que integra, a quien de él se apropia, al
mundo comunal (o, mutatis mutandis, el mundo comunal puede apropiarse
de los sujetos).
A través de él se transmite el saber adquirido y aceptado por la comuni-
dad, y los valores que la rigen. Lo prohibido queda explicitado a través de él,
o silenciado. El silencio es una marca de lo prohibido, lo condenado y lo
expulsivo. Un requisito para la aceptación social es la incorporación y el
manejo del significado.
En definitiva, los dos rasgos del significado lo constituyen como:
A) Un fenómeno de comunicación
B) Un fenómeno de integración social.
De no manejarlo, el individuo queda marginado del ámbito social. Ello
se encuentra anudado a las características que fundan las modificaciones
psíquicas. Es decir, la “objetividad” (objetividad que no significa veracidad),
que más bien significa la imposición de un punto de vista externo conforma-
do socialmente. La sociedad le dirige un mensaje al sujeto advirtiéndole que
“las cosas no son como le parecen sino que son como la comunidad dice”.
Estas puntuaciones no significan mi adhesión al nihilismo cognitivo, fruto
de una corriente tan antigua como la más vieja tradición filosófica, que nie-
ga toda comunión entre conocimiento y realidad. Hay diversos grados de
adecuación progresiva. La historia de la ciencia es la historia de los errores
del conocimiento, en tanto que en el esquema de regulación social hay una
relativa eficacia en los fines que se intenta obtener.
Ahora bien, esta objetividad no es una simple referencia al denotátum. Por
el contrario, el real cumplimiento del desarrollo del significado se logra cuan-
254 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

do se hace ingresar al objeto denotado en una determinada intersección de


relaciones lógicas. Cuando más se aleja de las repercusiones subjetivas. Es
decir, cuanto más se aleja de su opuesto: el sentido.
Esto es, cuanto más preciso ese significado más se aleja del sentido. Me-
nos ambiguo y, por tanto, más restrictivo del ámbito idiosincrásico en la cons-
titución de los procesos del pensar. En este estado, la sumisión de los proce-
sos de pensamiento a los preceptos externos es casi completa. Así, en el arte
la sociedad renuncia a imponer de forma taxativa restricciones que sumer-
jan completamente las tendencias individuales. Por el contrario: las alienta a
emerger y produce con ello el efecto de fruición estética.
¿Cómo es que el significado así concebido produce el efecto estético? ¿Po-
demos, a partir del significado, entender qué procesos despierta para alcan-
zar el estado catártico de que nos habló Aristóteles, y retomó Freud y tam-
bién Vigotsky?
Intentaremos una respuesta.
Ya que la ambigüedad es la característica del significado puesto en juego
en el arte, el mismo se resuelve con una alta participación individual. La
sociedad rescata por el arte lo que inhibe por la moral, las reglas y la ciencia.
Restituye al orden del discurso la variabilidad que reprime en otras áreas;
esta particularidad parece estar emparentada con la capacidad de relectura
y subsecuente movilidad de la percepción social.
El artificio de la imprecisión se pone en juego ya desde la presentación
ficcional de la obra de arte, aunque es más evidente en la literatura. Se pro-
pone como un ejercicio de fantasía, aunque se solicita de antemano la sus-
pensión de la incredulidad. Como fantasía, pues, se limitan las restricciones.
El ámbito privado no implica el mismo riesgo que la actuación pública. Se
busca la implicación subjetiva que exprese aquello que permanece oculto en
otras circunstancias. El significado, fruto compartido de una visión
supraindividual, se individualiza. Individualización que no alcanza los ri-
betes de ininteligibilidad que, por ejemplo, sí tiene —en virtud de la casi
ausencia del significado—, el lenguaje egocéntrico. Por el contrario, genera
en la comunidad de espectadores la presunción de una comunidad de códi-
go. Ya sea por el efecto pre-barroco de la alegoría, símbolo de interpretación
unívoca, o por el moderno supuesto de compartir la individualidad de la
interpretación.
En todos los casos, estos procesos subjetivos, que hasta su encuentro con
el signo artístico habían permanecido inexpresados, adquieren la cualidad
de consciente al producirse dicho encuentro. Desde ese momento no sólo
adquieren la capacidad de concienciación, sino también que, y a partir de
aquélla, generan la impresión de ser aceptados por la comunidad. Efecto de
alivio, disminución de la censura, a la vez que instrumentalización
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 255

concienciadora. Efecto subjetivador que se traduce en encontrar la expre-


sión, el signo, de aquello que siento y no puedo expresar, a la vez que es
aceptado por la comunidad. Pues el significado es fruto de una percepción
comunitaria, no puede haber significado que no sea aceptado por el grupo.
Aunque el mismo sea un grupo confabulatorio y subversivo.
El arte, pues, al asumir la función de un signo difuso en su valor, repre-
senta un instrumento que permite llevar a nivel consciente procesos subjeti-
vos que hubieran permanecido ajenos a la conciencia. Las formas del signi-
ficado sirven, por sí mismas, para incluir, en el torrente de la conciencia (aún
en forma provisional e inestable), procesos que hasta ese momento se en-
contraban destinados a vagar por otros íntimos recovecos de la subjetividad
psíquica.
Es entonces que, por su contraste con el discurso científico, el arte de-
muestra que en la base del significado se encuentra, no información pura,
sino una instrucción de restricción. Así, si contáramos con algún tipo de in-
vestigación que confirmara esta conclusión —hasta aquí meramente lógica,
sin basamento empírico—, nuestra hipótesis se vería fuertemente enriqueci-
da.
Tal como ya debe suponer el lector, dichas investigaciones existen. Existe
un estudio sumamente interesante de Cowley, Moodley y Fiori-Cowley (2004)
que, siguiendo la línea de hipótesis iniciada por Paul Thibault sobre la géne-
sis social del Significado, llevaron a cabo una investigación realizada con
diferentes díadas materno-filiales en Sudáfrica. Las mismas fueron tomadas
desde el nacimiento del niño hasta el año de edad, de diferentes grupos étnicos
y culturales.
Este interesante trabajo propone, en oposición a las hipótesis cognitivistas
—que suponen un proceso “intelectualista” en la evolución de la utilización
de significados—, que ésta se trata de una apropiación progresiva que tiene
su origen en las relaciones intersubjetivas primarias. Es decir, en la relación
del niño con su primera cuidadora y, por tanto, iniciadora en el devenir so-
cial: la madre. Por lo que queda implicada completamente la relación
intercorporal afectiva.
En tal encuadre, el niño se va apropiando y utilizando los medios del
entorno en la satisfacción de sus necesidades. Esta circunstancia, según los
autores, es la que habilita al cuidador a regular semióticamente la conducta
del niño a través de distintas constricciones. Comparan los autores esta rela-
ción con el vals, por los continuos interjuegos de mutua adaptación. Aun-
que, a diferencia de aquella danza, existe un miembro de la pareja —la ma-
dre— que conduce. Así que nosotros podríamos darle un toque más localista
y compararla con el tango, con el que no hay diferencia.
En este proceso, el niño va decodificando las señales que le son enviadas,
256 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

primero de forma icónica, luego indicativa, hasta acceder finalmente al ni-


vel simbólico. Ello los lleva a considerar que, durante todo este primer esta-
dio, toda actividad expresiva del niño es protosemiótica. En ella el cuidador
no transmite tanto creencias, conocimientos o lenguaje, sino (básicamente a
través de los distintos intercambios) cómo el cuerpo se comporta
culturalmente. Así, el niño se ve constreñido a obtener aquello que necesita
o desea de acuerdo a pautas corporales impuestas culturalmente.
Afirman que, aún en toda actividad plenamente lúdica, “la
intersubjetividad primaria es inseparable del control”. Dando como ejem-
plo de ello a Florence que “amenaza” con tomar al niño si es desobediente, a
la vez que le indica que, si bien el padre no se encuentra allí, pronto vendrá
(haciendo los investigadores la aclaración de que en la cultura de Florence el
padre es claramente una figura de autoridad). Con esta actitud, la madre
obtiene que su hija vuelva al estado de inmovilidad, es decir, consigue que
su hija haga lo que ella quiere.
Varias son las referencias que podríamos tomar de este interesante y se-
rio trabajo destinado a demostrar como la semiogénesis se produce, no como
un desarrollo formal de forma individual, sino como fruto de una interacción
corporal temprana, en la que se ponen en juego (como varias veces remarcan
los autores) necesidades y deseos, y en la que la cuidadora va adaptando, en
ese juego interactivo, al niño a la cultura, a través de un conjunto de
constricciones y de control que harán que el niño ingrese al interjuego
semiótico.
El proceso de semiosis comienza, según este trabajo, a los 3 meses de
edad. En dicho período, el niño produce, en toda su actividad expresiva, un
“sentido particular”. Posteriormente, ello es completado por significados
preformados socialmente, los cuales, tal como Perinat y Sarduy mostraron,
se estabilizan alrededor de los 4 años.
Esta última observación nos remite a la incógnita que dejara abierta Roland
Barthes (1977) al final de su estudio sobre la narración. Allí escribe el notable
semiólogo: “en todo caso, y sin querer forzar la hipótesis filogenética, puede
ser significativo que sea en el mismo momento (hacia los tres años) cuando
el niño ‘inventa’ a la vez la frase, el relato y el Edipo”(subrayado mío).
A la luz de lo que hemos desarrollado a lo largo de estos últimos capítu-
los, podríamos arriesgar alguna hipótesis que nos permita conjugar ambas
líneas de desarrollo.
Si, tal como se desprende de la relación (descripta por nosotros) entre el
Lenguaje Interior y el Inconsciente, éstos se construyen por la estructuración
subjetiva del material (sujeta a leyes más cercanas a lo perceptivo y al pensa-
miento práctico), pero constreñida y enriquecida por las más elementales
funciones del lenguaje. Y ello es así debido a que ese ámbito es ajeno al do-
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 257

minio absoluto de la ley del significado.


Y por otro lado y tal como surge de la relación del significado en las dos
márgenes de su devenir, esto es, en la ciencia y en el arte, aquel se instituye
sobre la base de las constricciones que impone al devenir subjetivo del pen-
sar. Instaurando las restricciones que imprimen la separación del sujeto y el
objeto. Permitiendo al pensamiento reconocer la independencia del objeto
respecto de las apetencias y otros factores subjetivos, que configuran al sa-
ber no consciente. En cuya base, como hemos visto que demuestran los estu-
dios de Cowley–Moodley, existen instrucciones de restricción en una rela-
ción intersubjetiva primaria, que instaura al infante en el devenir del deseo.
Ello, pues, significaría que la total apropiación del significado comporta-
ría la sumisión del individuo a las restricciones que impone aquél. Donde lo
que es, es, independientemente de mi relación circunstancial con ese ser. Ya
no se adapta, como hasta entonces, la realidad a mi necesidad, sino que ésta,
domeñada por el significado, se adapta a la realidad y constituye al deseo.
Resultando de ello que la relación ideal con el mundo, el Yo Ideal, queda
sumergido por el peso del significado. No será ya la relación omnipotente
con el mundo, vehiculizada por esa relación intersubjetiva primaria con la
nutriente amorosa. De ahora en más, el vínculo con el mundo estará atrave-
sado por un cúmulo de imposibilidades que tienen su origen en las reglas
impuestas a través de la significación. Ya no será un ser omnipotente y todo-
poderoso el que se las vea con el entorno; por el contrario, si la ley que subyace
al significado logra imponerse (condición sine qua non para todo individuo
que aspire a convertirse en sujeto social), el niño adaptado socialmente deja
de ser el emperador de su reino para pasar a ser el súbdito de un imperio
ajeno1.
De no limitarnos al juego imaginario en que Freud capturó ese proceso,
veremos en todo ello una tan llamativa similitud con el concepto de “castra-
ción” que no nos deja de tentar el establecer una vía de investigación en ese
sentido.

1 Tal como concluye el ensayo de Cowley- Moodley- Fiori-Cowley, parece reforzar


esta impresión: “It is nicely ironic that, in Briardene, cultural activity starts with
thula, or learning when to be quiet. Far from being the core of language, symbols
serve in setting up complex cognitive loops between people, practices that sustain
the myths that dominate our lives”
258 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

Cierre

Para concluir, podemos decir que, quizá de forma más contundente que
en cualquier otro punto de su producción, en el tema que acabamos de ana-
lizar se ponen en claro las diferencias y los puntos de complemento de una y
otra escuela. Una, buscando respuesta al dolor individual, descubrió los tor-
tuosos caminos que recorren los motivos de nuestro accionar. Denunció el
precio que debe pagar todo individuo por pertenecer a una sociedad. No
buscó cambiarla (aunque la influencia de sus ideas ha producido extraordi-
narios cambios), sólo buscaba aliviar el dolor de sus pacientes.
La otra buscó entender los mecanismos más complejos, y encontró los
aportes que hace la sociedad a sus miembros. Descubrió que sin ellos el hom-
bre no es tal, ya que todo lo que hay en él de humano se lo debe a su inmer-
sión en la vida social. Encontrándose inmersa en un proceso revolucionario,
buscó métodos para mejorar los medios con que la sociedad nutre a sus miem-
bros.
El abordaje hecho por nuestros dos autores muestra las dos facetas más
reconocibles del arte: Como exutorio de pasiones ocultas y como instrumen-
to social de procesamiento semiótico de las fuerzas que atraviesan a los suje-
tos.
Iniciamos nuestro recorrido buscando puntos de contacto entre ambos
autores. No dejamos de señalar sus diferencias y sus similitudes. Aquí, al
final, hemos visto cómo ambos caminos se unen en aquello que luego deli-
mitará el campo de estudio de cada uno. Este libro es una invitación a rom-
per con prejuicios que separan y empobrecen. Llenas de resquemores y es-
crúpulos, ambas teorías se desarrollaron independientemente. Probablemen-
te, este sea nuestro humilde aporte al encuentro de las ideas de dos genios
que revolucionaron, gracias a su valentía, la concepción del hombre.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 259

Bibliografía

Azcoaga, Juan E. (1997) Vygotski: Fundador de la Neuropsicología. Buenos Ai-


res: Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina. Septiembre de 1997.
Barthes, Roland (1977) “Introducción al análisis estructural de los relatos”.
En Silvia Niccolini (comp.), El análisis estructural. Buenos Aires: Centro
Editor de América Latina..
Bassin, F.V. (1978) El problema del Inconsciente. Buenos Aires. Granica Editor.
Berdichevski, F.; García Barcelo, A.; Azcoaga, Juan E.; Sirkin, A.M.; Golder,
M. (1988) Psicología y Nuevos Tiempos. Buenos Aires: Ed. Cartago.
Blanck, Guillermo (1984) Vygotski – Memoria y Vigencia. Buenos Aires: C&C
Ediciones.
Bruner, Jerome: (1991) Actos de Significado Madrid: Alianza Editorial..
(1996) Frames for Thinking. Ways of making meanings. En Olson, D. y Torrance,
N. Modes of Thought. Explorations in culture and cognition. Londres:
Cambridge University Press.
Cowley, Stephen J., Moodley, Sheshni; Firori-Cowley, Agneses (2004)
Grounding Signs of Culture: Primary Intesubjectivity in Social Semiosis. MIND,
CULTURE, AND ACTIVITY Nº 11 109-132.
Eco, Umberto (1984) Obra Abierta Barcelona: Ed. Planeta-Agostini..
Foucault, Michel: (1988) Las palabras y las cosas. Mexico D.F. Ed. Siglo XXI.
Freud, Sigmund: (1978) Buenos Aires: Amorrortu Ed.
(1895-1950) Proyecto de Psicología
(1892-1898 [1950]) Fragmentos de correspondencia con Fliess
(1900) La interpretación de los Sueños
(1901) Psicopatología de la vida cotidiana
(1905) “El chiste y su relación con lo Inconsciente
(1907 [1906]El delirio y los sueños en la ‘Gradiva’ de W. Jensen
(1908 [1907]) El creador literario y el fantaseo
260 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

(1910) Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci


(1910) Sobre el sentido antitético de las palabras primitivas
(1911) Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico
(1913) El motivo de la elección del cofre
(1912 [1912–1913]) Tótem y Tabú
(1914) El Moisés de Miguel Ángel
(1915) Trabajos sobre Metapsicología
(1916) Algunos tipos de carácter dilucidados por el trabajo psicoanalítico.
(1917) Un recuerdo de infancia en Poesía y Verdad.
(1920) Más allá del Principio de Placer.
(1923) El Yo y el Ello.
(1928 [1927]) Dostoievski y el parricidio.
(1938-1940) Esquema del Psicoanálisis
Jones, Ernest: (1982) Vida y Obra de Sigmund Freud Buenos Aires. Editorial
Hormé
Kon, I. S.: (1984) El descubrimiento del Yo Buenos Aires: Ediciones Directa..
Kozulin, Alex (1994) La psicología de Vygotski Madrid: Alianza Editorial..
Le Goff, Jacques: (1974) La baja edad media Madrid Ed. Siglo XXI.
Leontiev, Alexis (1978) Actividad, Conciencia y Personalidad. Buenos Aires: Ed.
Ciencias del Hombre.
Mismo autor(1983) El Desarrollo del Psiquismo. Madrid: Ed. Akal Universita-
ria.
Levi-Strauss, Claude (1984) Antropología Estructural. Buenos Aires: Eudeba.
Mismo autor El pensamiento salvaje. México: Fondo de Cultura Económica.
Luria, Alexandr R.
(1979) El papel del Lenguaje en el desarrollo de la Conducta. Buenos Aires: Ed.
Cartago.
(1979) Conciencia y Lenguaje. Madrid: Pablo del Río Editor.
(1980) Los procesos cognitivos. Análisis socio-histórico Barcelona: Ed.
Fontanella.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 261

(1980) Introducción Evolucionista a la Psicología. Barcelona: Ed. Fontanella.


Luria A. R., Leontiev, A. N. y Vygotski, L. S. (1973) Psicología y pedagogía.
Madrid: Akal,
Paz, Rafael (1992) Exploración del Campo Analítico Buenos Aires. Zona Erógena,
Verano ’92 Nº12—
Perinat, A., Sadurni, M. (1999).The ontogenesis of meaning: An interactional
approach,en Mind, Culture, and Activity: An International Journal. CaliforniaNº
6. Pp 53–76.
Ratner, Carl (1994) The unconscious: A perspective from Sociohistorical Psychology,
en The Journal of Mind and Behavior, Autumn 1994, Volume 15, Number 4,
Pp 323-342. USA: The Institute of Human Behavior.
Smagorinsky, Meter (2002) If Meaning is Constructed, What’s it Made of?.
Georgia: University of Georgia.
Spitz, René A. (1965) El primer año de vida del niño. México: Fondo de Cultura
Económica.
Van der Veer, René; Valsiner, Jaan (1991): Understanding Vygotsky: a quest for
synthesis.
Cambridge: Blackwell Ed. .
(1994): The Vygotsky Reader Cambridge: Blackwell Ed.
Vigotsky, Lev S.
(1924):Los métodos de investigación reflexológicos y psicológicos. Madrid: O.E.,
tomo I. Ed. Visor.
(1925-1972): Psicología del Arte. Barcelona: Barral Editores.
(1925) La conciencia como problema de la Psicología de la Conducta. Madrid:
O.E., tomo I. Ed. Visor.
(1930a) La psique, la conciencia y el inconsciente. Madrid: O.E., tomo I. Ed.
Visor.
(1930b) (1982) La imaginación y el arte en la Infancia. Madrid: Akal Editor.
(1930c): El método instrumental en psicología. Madrid: O.E., tomo I. Ed. Vi-
sor.
(1934): Pensamiento y Lenguaje. O.E., tomo II. Madrid: Ed. Visor.
(1931) Historia del desarrollo de las funciones psíquicas superiores. En Obras
Escogidas, tomo III. Ed. Visor. Madrid, 2000.
262 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE

Wertsch, James (1988) Vigotsky y la formación social de la mente Barcelona:


Paidós.
(1991) Voces de la Mente. Madrid: Ed. Visor.

También podría gustarte