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Inconsciente y Lenguaje
Freud en Vigotsky
Inconsciente y Lenguaje
Mario Golder
Alejandro H. González
© 2006, de los autores
© 2006, FISyP
FISyP, Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas.
Av. Corrientes 1543, 5to. Piso.
(CP1042AAB) Buenos Aires, Argentina.
Tel./Fax 5077-8000
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Producción editorial:
Darío Stukalsky
Corrección:
Julián Sánchez
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, al-
macenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, mecánico,
óptico, químico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso del editor.
Índice
Introducción ......................................................................................................... 9
Prólogo ................................................................................................................ 15
Hasta los albores del siglo XIX “el hombre no existía”, nos enseña Foucault.
Las ciencias humanas nacen junto con la Revolución Industrial. Hasta ese
entonces, todo discurso acerca del hombre es de origen ético–religioso y, como
tal, imposición de normas que favorecen un orden social al que preservan.
Por ello su carácter es sagrado y no puede ser sometido a la mácula de la
duda. Se impone como verdad única e indubitable. Su esencia es la del “Dog-
ma”.
A partir de la Revolución Industrial, las verdades reveladas sobre el hom-
bre ceden su trono al discurso científico. El hombre comienza a tener, como
objeto del saber, una vida propia más allá de las normas que rigen su exis-
tencia social. Aún más: también esas normas serán objeto de indagación. El
hombre deja de ser únicamente un miembro de la comunidad, sujeto a una
mirada puramente ordenatoria, y comienza a convertirse en un individuo
pasible de una observación menos interesada y en objeto de saber, ahora
científico. Así nace la psicología, y junto con ella el psicoanálisis.
Experimentación, observación, inducción, deducción. Todas las herra-
mientas de la ciencia se vuelcan a desentrañar los misterios del alma, que,
fruto de este giro, se convirtió en psiquismo, mente, etc. El entusiasmo
iluminista parecía derribar todo obstáculo que supusiera un prejuicio
epistémico.
Ahora bien, si no nos dejamos llevar por un excesivo entusiasmo, notare-
mos que las cosas no funcionaron tan aceitadamente. Las rémoras del dis-
curso ético–religioso aún se podían encontrar en la base constitutiva del cam-
po de las ciencias psi. Así, cada escuela era arrastrada a postularse como un
saber totalizador de la mente, capaz de explicar el todo. Surgen entonces
territorios de exclusión, y cada verdad se propone por oposición a otras.
Esa fue la dinámica que mantuvo —y aún en parte mantiene— la psico-
logía y todo discurso sobre el psiquismo humano. Un conjunto de territorios
mutuamente excluyentes. De esa forma se comportó el psicoanálisis respec-
to de la psicología. Y la teoría socio-histórica también ejerció, a partir de los
años ‘30, una actitud sectaria ante el psicoanálisis.
El Dogma, sub especie de racionalidad, encuentra nueva existencia.Pero
el dogmatismo no se limita a interponer barreras entre las escuelas. La psico-
logía en sí se encuentra bajo una profunda presión social. El psicoanálisis,
10 | FREUD EN VIGOTSKY. INCONSCIENTE Y LENGUAJE
escuelas no se adapta a los tiempos que corren. Si sólo indagaran los meca-
nismos de cognición humanos y los medios de manejo, sin cuestionar nada,
las cosas serían distintas para estas escuelas.
Pero también fueron factores sociales los que constituyeron el mayor obs-
táculo que impidió la constitución de un campo común en el que pudieran
interconectarse distintas escuelas de psicología. La parcelación y la disgre-
gación del campo son su resultado.
Como consecuencia de ello, no se había abordado la tarea que los autores
de este libro nos propusimos. Buscar puntos de encuentro y posibles con-
fluencias. Para ello repasaremos, en principio, las explícitas influencias que
ejerció Freud en Vygotski hasta los años ‘30. Influencias que no se limitaban
a una simple aceptación pasiva por parte del ruso de las enseñanzas del
médico vienés. Muchas veces era una actitud crítica lo que promovían las
enseñanzas de Freud en Vygotski.
Aunque sí queda en claro que el psicoanalista ha sido un interlocutor
privilegiado para el psicólogo de Gomel. Aun en los tiempos en que toda
mención a él haya sido acallada.
No se espere encontrar en estas páginas un texto que oponga una escuela
a la otra; o que intente imponer los métodos o principios heurísticos de una
corriente a los descubrimientos de la otra, dando por más certeras las ense-
ñanzas de uno u otro autor.
Este no es un libro de oposición o de crítica. Cuando se realiza alguna
anotación a las conclusiones o conjeturas de alguno de los científicos abor-
dados, la misma no contradice desarrollos de los seguidores contemporá-
neos —tanto de Freud como de Vygotski.
En la primera parte, el Dr. Mario Golder realiza un exhaustivo encuadre
histórico sobre la influencia que ejerció el genio austríaco sobre el de Gomel.
A través de varios documentos inéditos, se explora el mundo que rodeó al
genial psicólogo ruso. Cómo se fue gestando el silenciamiento de un fructí-
fero diálogo (aunque sólo hubiera sido unidireccional). Y cómo se conformó
el entorno de Vigotsky.
La pluma literaria del autor de la primera parte nos propone recorrer la
travesía por distintos “círculos”, guiados por el Príncipe de Dinamarca. Eso
nos lleva a la primera pasión teórica del psicólogo ruso. O debiéramos decir
soviético, en honor a su compromiso con los albores de la revolución. Con la
guía de Hamlet, descubriremos no sólo las extraordinarias volutas de un
pensamiento audaz con los destellos de su insumiso aprendizaje; también
nos llevará a conocer aquellas voces del dogma que opacaron la multiforme
luz de tan encumbrado debate intelectual. Veremos cómo comadronas del
poder se atrevieron a condenar pensamientos que jamás comprendieron.
Sometiendo al silencio el juego de las ideas.
12 | FREUD EN VIGOTSKY. INCONSCIENTE Y LENGUAJE
Adición
Este libro tiene la primera virtud de ser más que lo que su nombre pro-
mete.
Acomete la difícil tarea de explorar la presencia de un pensamiento
multivalente como el de Freud, y por añadidura creador de una disciplina
original y altamente controversial, en un pensador atravesado por las turbu-
lencias de la vida en la Rusia de los inicios del mil novecientos.
Es un fresco, y también un mosaico, que encara de manera original y
asimétrica la cuestión de las influencias y las deudas intelectuales, situando
a los protagonistas como singularidades creativas en circunstancias excep-
cionales.
La presencia de Freud en Vigotsky no es un hallazgo de disección, sino
que resulta del propio ahínco del psicólogo ruso en profundizar más allá de
sus premisas iniciales y en buscar afinidades de base que trascendieran los
marcos académicos convencionales.
Con rigor enhebrado en una narración interesante, el libro va desarro-
llando los vínculos entre contingencias biográficas, el desarrollo de ideas y
la elección de caminos, ubicándolas siempre en contexto.
Las condiciones de recepción de Freud por Vigotsky eran propicias: afán
cultural trasuntado en pasión por la literatura clásica y la filosofía, así como
una dedicación creciente a la intimidad de los procesos de la creación artísti-
ca y, por añadidura, con una suerte de marginalidad asumida.
En efecto, su condición de judío en el imperio zarista, las limitaciones
universitarias que eso implicaba —lo que lo lleva a estudiar en una universi-
dad popular— y la pluralidad de intereses que lo atraían, dan lugar a una
formación no convencional que lo marcó significativamente, pero que ha-
cen también a circunstancias muy peculiares.
Y aquí otro valor del libro, de índole histórico-crítica, al mostrar la exis-
tencia allá y entonces de una tradición de permeabilidad e interés activo
para las nuevas corrientes de ideas que en el occidente europeo se elabora-
ban.
Lo que ocurría no sólo en Moscú sino en otros centros culturales del vas-
to país, mostrando que en las circunstancias que rodean a Vigotsky no sólo
comienzan las “oleadas de traducciones” sino también cursos, seminarios,
intercambios referidos a —como se diría en el lenguaje de la época— “la
16 | FREUD EN VIGOTSKY. INCONSCIENTE Y LENGUAJE
Rafael Paz
PRÓLOGO | 19
PRIMERA PARTE
HISTORIA Y REFLEXIONES
MARIO GOLDER
Primer círculo
Se trata de una larga y compleja historia que comienza en los albores del
siglo XX, años más, años menos. Una historia que muestra dos vertientes:
una relata los inicios del movimiento psicoanalítico en la Rusia zarista, la
otra marca el derrotero de la familia de Lev Semionovich Vigodsky (luego
Vigotsky), nacido en Bielorusia en l896. El lector poco avezado en estas lides
puede llegar a preguntarse el porqué de la necesidad de ensamblar estas
vertientes. Y de esto se trata, justamente: de encontrar el hilo conductor que
nos permita mantener esa necesaria coherencia.
Veamos entonces la primera vertiente. Intentaremos seguir el surgimien-
to del movimiento freudiano en Rusia. ¿Cuál era la situación de la psicología
en ese país, en esa época? Contrariamente a todo lo que se pueda pensar,
coexistían por ese entonces no menos de tres corrientes “mayores”, amén de
toda una seriada de vertientes “menores”. Nos vamos a detener sólo en las
principales. En primer lugar, la así llamada psicología experimental,
emparentada directamente con el origen de la psicología como ciencia autó-
noma a partir del laboratorio iniciático de Wundt, en Leipzig, Alemania, en
l879. La importancia de ese momento sólo en la actualidad comienza a ser
evaluado correctamente. Se establecen nuevos vínculos con la física y,
concomitantemente, la posibilidad de cuantificar y estudiar “científicamen-
te” el fenómeno psíquico. El éxito iniciático de Leipzig se traslada rápida-
mente al resto de los países europeos, entre ellos Rusia, que ya antes de la
finalización del siglo XIX tiene montados, en sus principales ciudades —y,
en especial, en el sur de ese vasto territorio (motivos que aparecerán explica-
dos en este libro)—, sendos laboratorios experimentales con todo el aparataje
necesario para aparecer señalados en cualquier Historia de la Psicología.
La otra vertiente se origina, por el contrario, en el norte, exactamente en
San Petersburgo, a partir del año l850. Se trata de la confluencia de una serie
de investigadores que postulaba una psicología “objetiva”, a partir del co-
nocimiento de la dinámica propia del Sistema Nervioso Central, en especial
22 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
acontecimientos.
Sigmund Freud, en su Contribución a la historia del movimiento psicoanalíti-
co, publicado por Payot, en París, en l966, escribía: “En Rusia, el psicoanáli-
sis no tarda en ser conocido y difundido ampliamente, tanto mis propias
obras como así también numerosas obras de mis discípulos, que han sido
traducidas al ruso. Esto no va a significar que ahora todos los rusos se han
puesto a incorporar una versión profundizada de mis teorías. Las contribu-
ciones de los propios especialistas rusos al psicoanálisis pueden todavía con-
siderarse poco relevantes. La ciudad de Odessa tiene en la persona de M.
Wulff al único psicoanalista competente de su país.”
Hablemos, entonces, de Wulff (aquello que pudimos saber). Trabajó en
Berlín, en una clínica privada. Su afinidad con las posturas freudianas le
hace perder su puesto. Su nombre puede encontrarse en la correspondencia
mantenida entre Freud y Abraham, con quien se encuentra en l909. Después
de las experiencias tenidas en Alemania, retorna a Rusia y se establece en
Odessa, donde, entre otras actividades afines, traduce al ruso a Abraham y
publica, en el mismo idioma, el comentario de Freud sobre Gradiva, de Jensen.
Es uno de los primeros miembros de la Internacional Psicoanalítica a través
de la sede constituida en Kazan, junto con Tatiana Rosenthal, formada con
Jung y Bleuler. Por su constante esfuerzo por divulgar el ideario psicoanalí-
tico, muchos médicos comienzan a aplicar el psicoanálisis en la ciudad de
Moscú, ya en 1910. Funda una revista: El alma de la vida. Participa activamen-
te en la publicación Psicoterapia, dirigida por Virubov. Traduce y publica en
ruso La interpretación de los sueños, de Freud. Finalmente, crea la Asociación
Psicoanalítica para la Creación Artística, institución que comienza sus acti-
vidades con solo ocho miembros, aumentando su caudal a veintiuno, de los
cuales solo tres son médicos. Participa de este staff el conocido matemático
Otto Schmidt.
Ya que hemos mencionado a Virubov, podemos decir que en esos años se
había convertido en colaborador permanente de la International Zeitschift für
Psychoanalisis. Como se cita más arriba, fue el creador de la publicación Psi-
coterapia, donde aparecen nuevas traducciones al ruso de Freud, Adler y Jung.
Publica también su Curso sobre sexualidad infantil en la etiología de las
psiconeurosis, dictado en 1908. Al año siguiente aparece Dos ensayos acerca del
método freudiano.
Otro de los conspicuos integrantes del círculo psicoanalítico ruso fue
Ossipov, del cual podemos decir que comienza su sabor profesional como
asistente de la conocida clínica psiquiátrica Serbsky, que dependía directa-
mente del rectorado de la Universidad Imperial de Moscú. Se recuerda su
defensa (realizada en forma de informe oral en 1905) de las tesis de Freud
referidas a la etiología sexual de la neurosis. Queda documentada la crítica
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Cita que aparece en la obra de E. Jones Vida y obra de Sigmund Freud (París,
P.U.F., l969, tomo 3). Personalmente retomo esta cita e invito al lector a des-
menuzar algunos de los términos constitutivos del concepto: “Freudismo:
tendencia idealista reaccionaria muy extendida en la psicología burguesa...”.
A su vez, Elizabeth Roudinesco, en su Historia del Psicoanálisis en Francia,
en el segundo tomo, destaca como rasgo diferencial el hecho de que Freud
penetra en Rusia antes de la Revolución de l9l7, pero que se discutían sus
obras en mayor grado entre los intelectuales que entre los profesionales de la
psicoterapia. Ejemplos como estos son numerosos, y algunos ya son citados
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por algunos clásicos. Recordemos sólo como muestra de esta afirmación que
el propio León Trotsky, líder indiscutible de los procesos revolucionarios ci-
tados, durante algunos años previos a los eventos de Octubre, y durante su
forzado exilio en Austria, fue analizado por Alfred Adler, exactamente en
l9l3, participando al mismo tiempo de las actividades de distintos centros
psicoanalíticos de la Viena de preguerra.
Hemos hablado también del terreno propicio que Freud encontró en Ru-
sia durante las tres primeras décadas del siglo XX. Y que en parte esta situa-
ción quedaba favorecida por el fuerte desarrollo de las ciencias
neurofisiológicas y neuropsicológicas, que connotaron el fuerte perfil cientí-
fico de la psicología experimental de ese país. Ya se han escrito miles de
páginas acerca del enfoque teórico y aplicado, rescatado de la producción de
I. P. Pavlov. Pero lo que nos interesa en este breviario es sólo destacar algu-
nos de los aspectos que explican, en parte, la inserción de Freud en la psico-
logía rusa hasta (por lo menos en este primer círculo) la aparición del joven
Vigotsky en estas lides.
Lo que resulta importante es destacar que, en primer lugar, Pavlov fue
contemporáneo tanto de Freud como de Janet; también que, en l904, recibe
el premio Nobel por sus investigaciones acerca de las llamadas “secreciones
psíquicas”, lo que en última instancia nos llevará a categorizar la Actividad
Nerviosa Superior (A.N.S.) como base material que permite la emergencia
de los Procesos Psicológicos Superiores (P.P.S.), presentes en el ser humano.
También nos interesa consignar que Pavlov, en sus posturas, en especial en
las primeras, se manifestaba como un ferviente y militante anti psicólogo, ya
que exige a estos enrolarse, como condición sine qua non, detrás de los refle-
jos condicionados como variable (“condición”) que mediatiza la conducta
(vista como variable interviniente) de todos los procesos superiores. Pavlov
se concentra (¿se limita?) en los procesos de excitación y de inhibición, es
especial aquellos que permitan visualizar las tipologías fuertes y débiles de
la Actividad Nerviosa Superior, y que determinarían la aparición del coléri-
co o del melancólico (como tipologías esenciales).
Pero, atención, no confundamos ni entremos en transpolaciones equívo-
cas. Pavlov nunca se consideró psicólogo, manteniéndose siempre en el rol
de fisiólogo, en todo dentro de la fisiología como un claro experimentalista.
Siempre considerará a la psicología como un epifenómeno de la Actividad
Nerviosa Superior. Va a excluir el estudio de los fenómenos inconscientes
que vayan más allá de una explicación a través de los condicionamientos.
Sólo al final de su larga vida reconoce a la psicología en su status de ciencia,
la que deberá bregar por la obtención de un claro objeto y método propios.
“No me pidan otra cosa —afirmaba—; no se olviden de que soy un fisiólo-
go”. Todas estas referencias son hallables en la profusa bibliografía
30 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
un piso de seis cuartos, cuatro amplios y dos más pequeños. Una habita-
ción estaba ocupada por las tres hermanas mayores, otra por las dos me-
nores, la tercera por los tres varones. Había también un cuarto para los
padres, el comedor y el gabinete paterno. Por lo tanto, Lev S. no tenía un
cuarto para sí mismo. Pero nunca fue un problema encontrar un lugar
para el estudio o para una conversación amistosa. Con mucha frecuencia
el gabinete paterno quedaba a disposición de los hijos. Allí se realizaban
todo tipo de reuniones, pero también uno podía aislarse o encontrarse con
un grupo de amigos. El comedor jugaba como sitio propicio para la comu-
nicación, y con frecuencia se realizaban animadas e interesantes conversa-
ciones a la hora del habitual té vespertino, sentados los presentes de turno
alrededor de la amplia mesa. Las pláticas alrededor del samovar eran par-
te de la tradición familiar. Y todos estos rituales jugaron un papel impor-
tante en la formación de la personalidad de todos estos todavía niños, en
especial de los mayores. Con esto, creo que queda así retratada la atmósfe-
ra de la casa en la cual crecía Lev S.
No ingresó al gimnasium (escuela secundaria) en el momento esperado.
Existían dos gimnasiums para varones en Gomel, uno público y el otro
privado, destinado a la formación de niños de origen judío, dirigido por
el profesor Ratner. El secundario estatal era muy difícil. Se debía aprobar
un riguroso examen con altísimas calificaciones, pero la calidad de la en-
señanza impartida dejaba mucho que desear, por lo que sus padres deci-
dieron que continuase sus estudios desde la propia casa, con la guía de un
tutor, para luego poder aprobar los exámenes en calidad de estudiante
libre, y así ingresar al establecimiento estatal. Esta fue la forma elegida
para finalizar el ciclo medio a través de la enseñanza de Ratner, en espe-
cial en los dos últimos años. Pudo tener profesores destacados como
Solomon Ashpitz, entre otros. Éste, en sus años juveniles, estuvo confina-
do en Siberia debido a su participación en un movimiento revolucionario.
Persona sumamente talentosa a la vez que reservada. Resolvía sus necesi-
dades económicas dictando clases en forma privada; no era un tutor en el
sentido convencional del término. Tomaba como alumnos sólo a estudian-
tes talentosos en función de sus desarrollos posteriores. Por experiencia
era profesor de matemáticas, pero también enseñaba con éxito otras disci-
plinas. Persona delicada y poseedora de un humor fino, nunca interrum-
pía al alumno mientras éste estaba desplegando sus conocimientos. Acos-
tumbraba escuchar las lecciones manteniendo sus ojos cerrados, dando la
impresión de estar dormitando. Y si abría los ojos era para tomar un lápiz,
como hábito. Sin embargo, cuando el alumno finalizaba su exposición,
quedaba perfectamente claro que el docente no había perdido palabra de
todo lo expuesto. Al interrogar al pupilo le solicitaba que repitiera aque-
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pies jugaba su hermanita menor, mientras Lev S. le leía una poesía infan-
til. Ella se sentía muy feliz. (Ese verano recuerdo a mi amigo como herma-
no solícito y como hijo respetuoso). Luego de nuestro encuentro me mues-
tra el diario con la información que ilustraba la nueva circular ministerial,
hecho que significaba una gran tribulación para él y toda su familia, que
había depositado todos sus anhelos en sus futuros planes y expectativas
para la obtención de un título universitario.
‘Ahora –me dijo— ya no tengo posibilidades’.
Las noticias parecían monstruosas, por lo que alcancé a observar sincera-
mente:
‘Si no te admiten en la universidad, sería una gran injusticia. Estoy seguro
de que ingresarás. Apostemos’. Vigotsky, que era un gran apostador, se
sonrió y me tendió la mano. Afortunadamente gané la apuesta y obtuve
un libro de premio. No hubo un solo error en su examen final. Recibió en
consecuencia una medalla de oro.
Por insistencia de sus padres se matriculó en la Facultad de Medicina, que
era considerada la más rentable, ya que garantizaba un futuro modesto
pero seguro. A decir verdad, Lev S. estaba más interesado en el estudio de
las Humanidades, pero, ¿cuál era la opción? Historia y Filología queda-
ban excluidas, porque preparaban mayoritariamente profesores de ense-
ñanza secundaria, y a un judío le quedaba vedado ser empleado del esta-
do en el territorio zarista. La Facultad de Derecho también se encargaba
de la formación de futuros funcionarios judiciales, pero sin embargo abría
la oportunidad también del ejercicio liberal de la profesión de abogado.
Olvidaba consignar que el libro, fruto de la apuesta ganada a Lev S., era
un tomo que incluía las poesías de Bunin y una dedicatoria: ‘A Shenia,
como recuerdo de una apuesta perdida’. No creo que exista situación más
feliz para una apuesta perdida.
En ese período, los intereses de Vigotsky estaban muy lejos de la medici-
na, y apenas transcurrido un mes se pasa a la Facultad de Derecho. Mu-
chos años más tarde, en los últimos de su vida, trabajó e investigó en te-
mas vinculados con medicina y, ya siendo Profesor de Psicología, se ma-
tricula nuevamente en medicina con la intención de obtener el brevet de
médico. A pesar de no estar enamorado de la jurisprudencia, continuaba
regularmente sus cursos de derecho. Por lo menos, el título de abogado
significaba, para un judío, un derecho inalienable para poder vivir más
allá de la ‘zona’.
Para gratificarse, concurría simultáneamente a la Universidad Popular
Shaniavsky, en la propia ciudad de Moscú. Allí se matricula en asignatu-
ras como Historia y Filosofía. En la universidad imperial no existían estas
facultades, mientras que la Universidad Shaniavsky era una institución
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del más alto nivel académico, aun cuando sus títulos no estaban
homologados por las autoridades zaristas, y no otorgaban salida laboral a
sus poseedores. En 1911, el gobierno cercenó sus derechos a los estudian-
tes de la universidad imperial de Moscú. Muchos fueron expulsados como
resultado de una extensa huelga. El Ministro de Educación decretó una
ola de acciones represivas, y más de cien eminentes profesores fueron ale-
jados de sus cátedras, entre ellos Timiriazev, Lebedev, Zelinsky, Chapliguin,
Vernadsky. Muchos encontraron refugio en la universidad popular.
Vigotsky resultó ganancioso con el clima vivenciado en ella y por poder
interactuar libremente con sus compañeros y con los docentes de ella, cosa
que era inimaginable en el marco de la universidad imperial. Esto explica
que, muchos años más tarde, ya gravemente enfermo, acuda a su viejo
profesor de la universidad Shaniavsky, Y. Aichenwald, con el requerimiento
de lograr la publicación de muchos de sus trabajos, aún inéditos.
Los estudios de Derecho produjeron en Vigotsky un fuerte impacto. Re-
cuerdo que, en 1915 y en 1916, durante el período de vacaciones en Gomel,
organizó una velada literaria junto con su amigo Vladimir Uzin. Eligieron
para la velada un cuento de Garshin llamado Natalia Nicolaievna, en el cual
un hombre comete un asesinato por celos. Uzin enseguida asumió el pa-
pel de juez, en tanto que Lev S. tuvo la oportunidad de jugar los roles de,
por un lado, fiscal acusador, y, por el otro, abogado defensor. No pensó
antes en esa doble alternativa, y se preparó para argumentar desde ambas
posiciones, diametralmente opuestas. Al comenzar la velada, confieso que
estaba confundido: por supuesto que no se trataba de una situación real,
sino de una ficción literaria, pero ¡cómo era posible sostener puntos de
vista tan contrapuestos! Sólo mucho más tarde llegué a comprender que
Lev S. podía asumir argumentos a favor de ambas posiciones contrapues-
tas. Había adquirido, con la práctica forense, al analizar distintos casos,
ese don, pero en lo esencial de su pensamiento se sentía libre de cualquier
prejuicio, presentando sus conceptos en un marco de máxima pulcritud y
corrección. Toda su carrera científica estuvo signada por una extraordina-
ria habilidad para captar no sólo las cosas con las que se puede identificar,
sino también con puntos de vista diametralmente opuestos.
Es también posible que sus estudios en la Facultad de Derecho le hayan
ayudado a desarrollar, en especial, sus dotes de orador. Sin embargo, to-
davía en su infancia, ya apareció una marcada facilidad para expresar sus
ideas con claridad y con convencimiento. Era notoria su capacidad por
convencer al auditorio, y todo aquello que verbalizaba era dicho como un
todo interesante, y hasta excitante. Hubo momentos en los que las perso-
nas que lo rodeaban admitían sus inmejorables dotes para contar histo-
rias, a las que podía llegar a contestar: ‘No se trata de que yo tenga talento
38 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
La base del arte está siempre constituida por inclinaciones y deseos in-
conscientes que aparecen en forma sublimada, es decir, acordes con nues-
tras exigencias morales y culturales. Precisamente por ello, los deseos re-
primidos alcanzan, a través del arte, su satisfacción en el plano de la for-
ma artística.
tísticos.
Estos son todos elementos introductorios para que Vigotsky comience,
recién en este punto, el análisis de la obra. Es necesario tomar en cuenta tres
elementos:
l. Las fuentes
2. El argumento
3. Los personajes y sus interacciones
En consecuencia, para Vigotsky existe una triple contradicción en la tra-
gedia, sintetizada en la contradicción entre estos tres elementos. Con refe-
rencia al primer elemento, en su contraposición con el argumento, vemos
cómo la fábula originaria se va separando de él, cómo se desvía. Lo esencial
es la contradicción que subyace en la tragedia. Se centrará todo en nuestro
héroe, con dos movimientos contradictorios y opuestos. Unidad y contra-
dicción. Pero también aparecen otras contradicciones: ver la tragedia desde
la percepción del héroe y desde la visión del espectador. La síntesis será
entonces el desenlace trágico Veamos las palabras finales del texto en estu-
dio:
Hemos terminado el análisis del Hamlet. Y al final del mismo la obra sigue
siendo para nosotros un verdadero enigma, incluso en mayor grado que
al comienzo. Pero el objetivo de estas líneas no era el de descubrir el mis-
terio de Hamlet, sino de aceptar el misterio, como tal —misterio—, digno
52 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
‘Vosotros, que palidecéis, y tembláis ante esta catástrofe y no sois más que
personajes mudos o simples espectadores de esta escena, si yo tuviera
tiempo (ya que la muerte es un esbirro cruel e inexorable en su ejecución),
oh! podría deciros... pero resignación. Yo muero, Horacio, tu vives... Díse-
lo así, con todos los incidentes, los grandes y los pequeños, que me han
impulsado...¡Lo demás es silencio!’
MARIO GOLDER | 53
artístico, visualizado como producto del ser humano en tanto actor social.
Al efecto sostendrá una de sus tesis liminares de 1925: “El arte nunca podrá
ser explicado en su totalidad sobre la base de un pequeño círculo de la vida
personal. Demanda urgentemente una explicación desde el amplio círculo
de la vida social.”
En apretada síntesis: podemos, a esta altura de lo expuesto, señalar la
evolución de las motivaciones y los intereses, en especial en lo dedicado a la
recepción de la obra estética, desde un status inicial de crítica literaria en
cuanto a la recepción, por parte de un sujeto perceptor, de una comprensión
(subjetiva) del mensaje (1916), hasta el nuevo rol de científico, dedicado a
descubrir leyes generales a través de las cuales el ser humano se encuentra
inmerso en la compleja invención cultural, como podría ser la literatura (en
la multiplicidad de sus géneros) (1925). Ahora el autor aparece ocupado en
buscar el exacto rol que debe jugar el arte en la construcción de un “nuevo
hombre”.Y más específicamente en aras de formalizar nuevas leyes de la
psicología general.
Hay un espacio más para llegar al capítulo magno de la psicología
vigotskiana. Este espacio, este tránsito, partirá entonces de su Psicología del
Arte, de la manera que se ha pretendido enmarcar en este segundo círculo a
una nueva Psicología General, con mayúsculas. Pero esta transición final
escapa, y en mucho, a los objetivos de este libro. Esta es una tarea en la que
se embarcaron autores como Iaroshevsky, Leontiev, Kozulin, Van der Veer,
Wertsch, Cole y otros, con mayor o menor éxito. Pero sí nos consideramos
habilitados para hablar de una síntesis sumaria. Desde un hegelianismo ini-
cial, a una asunción de los postulados marxistas, marcan, en un sentido
amplio, el derrotero vigotskiano de estos primeros diez años de su quehacer
intelectual, años en los que la vinculación con el ideario psicoanalítico fue
estrecha, polémica a veces, crítica otras.
Podríamos decir que este período marca la propia protopsicología
vigotskiana. Luego vendrán sus otros escasos diez años, pocos para la vida
de un científico que bucea en los vínculos siempre dialógicos entre Pensa-
miento y Lenguaje, entre Psicología y Educación, entre Procesos Psicológi-
cos Elementales y Procesos Psicológicos Superiores, entre Desarrollo y Apren-
dizaje, entre lo Biológico y lo Social. En todas estas categorías fundamenta-
les, que hacen a las Ciencias del Hombre, Vigotsky intentó alcanzar una nue-
va espiral a través de sus personales síntesis.
Planteado de esta manera, el lector podrá entender por qué se presentó
este segundo círculo. Si se puede cerrarlo como tal, deberíamos dar lugar al
texto y al subtexto que subyacen a sus palabras. Como ya fue indicado: en
Vigotsky, siempre, siempre tenemos que hablar de texto, subtexto y, final-
mente, contexto.
MARIO GOLDER | 57
Tercer círculo
Freud y Marx
Este pequeño libro estaba basado en las propias experiencias de Klein con su
pequeña hija. Tuve en mis manos una gastada fotocopia de dicho libro (gas-
tada porque el fotocopiado era prácticamente inexistente en esos años y en
ese país). El prólogo soviético al libro de Melanie Klein aparece en otro libro
de mi autoría, publicado en Buenos Aires en 2001. Decía en él:
nes profundas:
a. estas no siempre son inconscientes;
b. no siempre son tan poderosas como para imponer una acción;
c. en muy pocas ocasiones presentan su costado biológico , y
d. pierden todo su poderío ni bien aparezcan circunstancias favorables.
Consecuente con estas posturas, sostendrá que el psicoanálisis exageró el
rol de la libido en el desarrollo humano. Cuando nos hallamos frente a una
temática sexual —afirma— su existencia queda sometida al contralor de otros
motivos, más jerarquizados y de base social. En general, las fuerzas biológi-
cas sólo son capaces de mostrar las posibilidades para el desarrollo (y en
donde lo económico va a jugar sólo como un indicador en la solución final).
Sintetizando, entonces, la respuesta de Sapir al intento iniciado por Reich,
podemos decir que aquél no va a considerar la teoría psicoanalítica como
una teoría de nivel tal que pueda competir con el enfoque marxista. Aún
más: esto supera al análisis de la posición freudiana, y va a alcanzar a cual-
quiera de las teorías que puedan tener que ver con lo psicológico-social o lo
sociológico. El de Reich no fue el único intento por aproximarse a estas teo-
rías, pero todos ellos se encontraron con la valla insalvable que impediría
cualquier tipo de polémica posible (y deseable).
Consideramos que limitar el debate al enfrentamiento entre lo biológico
y lo social disminuía las posibilidades de un diálogo constructivo. Incluso
más: cuando Sapir reitera su fuerte apuesta por las determinantes
socioeconómicas, quedarán desdibujadas, en esa polémica, los elementos
claros y suficientes que puedan avalar esta su postura. Seguramente Sapir
no supo dimensionar el mojón histórico que iba a iniciar: poco tiempo más y
el psicoanálisis va a desaparecer del circuito científico de ese país. Defeccionan
muchas figuras prominentes, emigran otras, se cierran las instituciones, des-
aparecen las publicaciones, se esfuma de las bibliotecas oficiales toda biblio-
grafía psicoanalítica...
Cuarto círculo
“Al quinteto:
Mis queridos amigos: discúlpenme el que les responda en prosa a la poe-
sía enviada por ustedes, y un tanto por demás serio y reacio a las bromas;
en cada broma hay una cuota de seriedad, por esta vez es sólo un frag-
mento de nuestra comunicación, y paso entonces a responder; en general,
reconozco que la poesía ahora no me es cercana, y una adecuada respues-
ta la pospongo hasta el momento en que pueda corregir esa falencia.
Vuestro pequeño libro (con las poesías en lugar de los monos de la isla de
Tenerife) fue leído con gran satisfacción; quisiera que mis ‘obras escogi-
das’ le produzca a cada uno de ustedes esta misma satisfacción.
Hablando en serio, y en dos palabras: en los últimos versos han expresado
todo lo que representa en la actualidad el fundamental leitmotiv de todos
mis sentimientos, mi mundo de sentimientos.
(...) Camino al fin lejano, nunca me hubiera decidido a colocarme en estas
86 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
añade a su Principio del placer (en el cual basa la dinámica de toda la vida
psíquica) un nuevo principio a su punto de partida: la aspiración a la muer-
te.
Nos encontramos, por lo tanto, ante dos impulsos primarios: un deseo de
muerte como reconstitución obsesiva y un deseo de vivir (a través de la con-
servación del poder, del afianzamiento). Ambos, unidos, constituyen, para
Freud, las fuerzas dinámicas de la actividad psíquica. A partir, entonces, de
estas instancias, Freud realiza en el plano de lo teórico un análisis general de
la situación general del juego (infantil); ambos, unidos, constituyen para Freud
las fuerzas dinámicas de la actividad psíquica. Las aproximaciones a las que
arriba Elkonin en su análisis serían las siguientes:
1) Freud considera que, por ejemplo, cuando el niño arroja un juguete
lejos de sí, estaría simbolizando el alejamiento de la madre, representación
simbólica de la situación traumática. Todo análisis de Freud es realizado a
través de lo simbólico. En especial, todo aquello que resulta traumatizante
(aquello que se arroja estaría representando una situación de partida —en el
plano de lo inconsciente, por supuesto).
2) A medida que transcurren las distintas etapas evolutivas en el discu-
rrir del tiempo, los objetos lúdicos continúan siendo objetos simbólicos (sub-
jetivos) dentro de un sentido amplio de la situación. Lo importante, en este
punto, sigue siendo la situación traumatizante.
3) Se pone en duda la capacidad simbólica de edades tan tempranas. Otra
dificultad dentro del plano de la psicología general sería la dificultad del
manejo de lo sintético-operacional.
4) Freud no ofrece pruebas de sus hipótesis en un plano experimental.
5) Para él la infancia es sinónimo de situación traumática, por la presión
ejercida por los conflictos. Sería la misma postura mantenida por William
Stern; esta coincidencia aparece también en sus concepciones sobre autismo
y egocentrismo.
6) Los neoanalistas consideran que todas estas teorías se extienden al
análisis de toda la actividad infantil. Ejemplos de ello son Melanie Klein,
Susan Isaacs y Lowenfeld; ya en 1932, Klein analiza el valor fuertemente
simbólico de los objetos lúdicos (máquinas, dispositivos, motores), mientras
que Isaacs estudia la simbología del acto sexual de los padres en los años 30
y 32; Lowenfeld, en 1935, analizó las fantasías inconscientes a través de la
ingesta y el funcionamiento esfinteriano.
Elkonin hace una síntesis final donde intenta englobar, por un lado, la
actividad lúdica infantil, visualizada a través de manipulaciones con objetos
—neopictórico, el modelaje—, y, por el otro, la interpretación psicoanalítica
de ellos, como expresión simbólica de impulsos sexuales y de tendencias a
una reconstrucción de corte obsesivo.
MARIO GOLDER | 95
Datos Biográficos:
Elkonin, Daniil B. (1904- 1984). Uno de los más destacados discípulos y
continuadores de la escuela iniciada por Vigotsky. Acostumbraba a llamarse
su discípulo. A su vez fue colega, amigo tanto de Luria como de Leontiev,
Zeigarnik, Boyovich, Zaporoyetz, Zinchenko, Davidod, todos ellos
sostenedores y continuadores del enfoque histórico-cultural, en psicología y
en ciencias de la educación.
Nació en la región de Poltava, pasando luego a San Petersburgo, donde
cursó en el Instituto Pedagógico Herzen y, a partir de 1929, a los 25 años,
comienza a trabajar en esa institución como docente e investigador. Comienza,
en ese año, una estrecha colaboración con Vigotsky, a quien visita con fre-
cuencia en esa ciudad. Se conservan fragmentos que documentan los inter-
cambios epistolares entre ambos científicos. Esta lectura permite apreciar la
incidencia de éste en la formación intelectual de Elkonin en lo referido a
psicología del juego.
Desde 1937 y hasta el comienzo de la segunda guerra mundial es, simul-
táneamente, maestro de escuela y docente en el Instituto de Pedagogía; es-
cribe un texto de aprendizaje de la lengua rusa dedicado a habitantes de
zonas esteparias del extremo septentrional de Siberia. Sufre limitación de
sus actividades profesionales, a partir del decreto de julio de 1936 del Parti-
96 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
ñado en toda ocasión por Luria. Por ese entonces (segunda mitad de la déca-
da del veinte), Vigotsky ya ha sistematizado una concepción crítica de la
producción freudiana en lo atinente a la “psicología profunda”, en un extre-
mo, y en el otro al excesivo énfasis puesto en la naturaleza biológica del
hombre. Nuevamente se acercan los extremos.
Por su parte, Luria, dentro de su profusa producción, escribe un trabajo,
ahora sí publicado, en 1929, llamado Psicología y Clínica, donde va a incluir:
a) los aportes pavlovianos, en especial los dedicados a las neurosis experi-
mentales; b) sus propias investigaciones sobre métodos motrices combina-
dos; c) los trabajos de Binet sobre psicología diferencial; d) los trabajos de
Piaget (en su primera etapa investigativa) acerca del desarrollo del pensa-
miento; y, los que hoy nos interesa de manera especial: e) los aportes de la
escuela psicoanalítica, tomando en consideración trabajos de Freud, Jung y
Adler sobre desórdenes psicogenéticos.
Finalmente, podemos señalar que este preciso período (1925-1930) es un
momento, en la historia de la psicología, de consolidación de la teoría histó-
rico-cultural en psicología y educación, y comienzo, en consecuencia, de la
superación de la crisis arriba mencionada. Período en la nueva sociedad so-
viética pleno de entusiasmo, pero también de criticismo en todas las áreas
de las ciencias humanas y el arte. Corresponde a la génesis y eclosión del
movimiento vanguardista. conocido y valorizado en el mundo entero. Nos
referimos a la “década de oro”, que también ayudó a la proyección de la
psicología en la arena internacional. Pero también fueron testigos de la apa-
rición de nuevas críticas, luego sistemáticas y agresivas, provenientes de las
esferas oficiales. La crítica se centra con fuerza contra la psicología histórico-
cultural (Vigotsky y su escuela), y también contra la psicología psicoanalítica
(Freud y su escuela). Estas críticas, preludio de medidas más drásticas y coer-
citivas, salen, en primera instancia, del diario oficial Pravda, de las revistas
especializadas —muchas de las cuales dejan de aparecer—, de las críticas de
los propios colegas de Luria, de los lingüistas “oficiales”. Luria, por el juego
de presiones ejercido, por la dimensión y proyección de su figura, se ve obli-
gado a renunciar a su cargo de secretario de la Sociedad Psicoanalítica Rusa.
Sigue una sucesión de críticas científicas —y de las otras—, presiones socia-
les que obligan (sí o sí) a una conducta autocrítica y autorreferencial. Las
referencias al psicoanálisis se restringen cada vez más, rescatándose sólo en
forma esporádica lo empírico y lo metodológico. Su obra Naturaleza de los
conflictos humanos fue anatomizada como claro exponente de un neo-freu-
dismo, cuando en lo general se trata de una obra en la que aborda la temáti-
ca de lo emocional, lo cognitivo, en sus esferas experimental y clínica.
Ya los nombres de Freud y Jung aparecen muy pocos citados. No se en-
cuentran en las referencias bibliográficas. Proceso de censura y autocensura
MARIO GOLDER | 103
Datos biográficos:
Alexander Romanovich Luria (1902-1977). Nace en Kazan el 16 de julio
de 1902, y muere en Moscú el 14 de agosto de 1977. Psicólogo, médico, doc-
tor en psicología y en ciencias médicas. Profesor titular de neuropsicología y
psicopatología de la Universidad Estatal de Moscú, desde su creación, en la
Facultad de Psicología, en 1966, y hasta su muerte. Miembro correspondien-
te de la Academia de Ciencias Pedagógicas de la Unión Soviética.
En su ciudad natal, Kazan, estudia en la Facultad de Ciencias Sociales, al
mismo tiempo que realiza trabajos de investigación en psicología del traba-
jo. Realiza prácticas psicoanalíticas, crea un círculo de estudios psicoanalíticos
(que dirige hasta 1924). Una de sus primeras investigaciones estuvo consa-
grada a los estados afectivos y a la metodología de las respuestas, verbales y
motrices, en relación con estados afectivos y sus connotaciones emociona-
les. Los resultados de estas investigaciones aparecen años más tarde en su
libro Naturaleza de los Conflictos Humanos.
En Moscú continúan sus actividades como psicoanalista; es secretario de
la Asociación Psicoanalítica Rusa; prologa junto con Vigotsky Más allá del
principio de placer, de Freud (texto que figura en este libro). En 1924 se produ-
ce el encuentro entre Vigotsky y Luria, lo que permite desarrollar una pro-
funda y estrecha colaboración entre ambos jóvenes científicos, a los que se
suma A. N. Leontiev y, pocos años más tarde, otros cinco integrantes, que
constituyen el núcleo inicial que configura la nueva teoría histórico-cultural
en psicología, bajo la coordinación de L. S. Vigotsky.
Escriben en conjunto Estudios sobre la Historia de la Conducta (1930).
En 1931 y 1932 dirige unas famosas expediciones al Asia central, en una
de las cuales participa el conocido gestaltista Koffka. El objetivo de estas
104 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
“Febrero 1926
Querido A. R.
Hace tiempo que quiero escribir, pero en derredor tengo tal situación,
durante todo este tiempo, que me resulta difícil y hasta vergonzoso tomar
una pluma en la mano y ponerme a pensar con tranquilidad (…)
Me siento fuera de la vida. Mejor dicho: me siento entre la vida y la muer-
te; todavía no entré en una etapa de desesperación, pero ya abandoné
toda esperanza. Por eso mi pensamiento vuela hacia temas de la vida fu-
tura y el trabajo
... ésta se convierte en una gran piedra fundamental para tu futuro trabajo
y es la confirmación de tu metodología.... Para mí este tema de ‘El método’
es el tema crucial, es el tema de la verdad. Se trata, sin duda, de un verda-
dero descubrimiento científico. Pero aún veo, desde un plano teórico,
muchas dificultades para poder vincular las nuevas pruebas presentadas
con las conclusiones a las que se ha arribado; se produce una cierta ilusión
en la frontera que existe entre las alteraciones afectivas y cualquiera de las
otras; desaparece la especificidad de lo afectivo, tiembla todo tu teoría de
las emociones.
De todo corazón quisiera tener la oportunidad de una ‘entrevista privada’
contigo, para poder intercambiar con tu seminario mis propias ideas al
respecto (...) Poder formular una invitación para que, tanto mis colabora-
MARIO GOLDER | 105
“1 de julio de 1931
Querido A.R.:
Ya te escribí a Samarcanda y a Fergan sobre mis sentimientos —que no se
pueden comparar a ningunos otros— cuando recibí tus protocolos y los
informes. En nuestras investigaciones hemos dado un nuevo paso, enor-
me, decisivo, crucial, que corrobora plenamente nuestros puntos de vista.
Y esto también sería válido para cualquier contexto investigativo llevado
a cabo en Europa. Expediciones de este tipo hubieran constituido un ver-
dadero suceso...
Me acompaña un sentimiento de asombro, en el más alto sentido de la
palabra. Es como estar frente a un éxito muy serio en el plano de lo inter-
no.
Recibí el informe número 5 y, como todos los anteriores, son de por sí un
gran acontecimiento: una investigación sistemática de las relaciones exis-
tentes en una psicología histórica, en la filogenia viva... en todo lo que no
existía antes, ya que nadie había trabajado en esa dirección, desde ningún
punto de vista. Para nuestra clínica, para las pruebas con niños, se trata de
algo nuevo, de algo inesperado (reconozco que por lo menos para mí lo
es). Constituye un feliz y brillante capítulo.
L.S. Vigotsky”
“Un personaje muy conocido por todos nosotros nos recomendaba votar a favor
de... y sostenía con su habitual cinismo ‘¿ cómo hacerles entender que vuestro
héroe ahora es polvo, que lo que ustedes pretenden no tiene el menor asidero?’
Sigue insistiendo todo lo que está aquí levantado: por un lado resulta cómico, pero
por el otro, peligroso. Si necesitan apoyo, entonces apelen más arriba, apelen a las
instancias.
(…) No podemos hacer nada en realidad. Se cerrarán todas las puertas para publi-
car. Se cerrarán todas las puertas para poder realizar nuestros doctorados. Este se
convierte ahora en un verdadero imposible. Pero podemos decir que también fui-
mos felices, porque en su momento pudimos decir no.
(…) Y es increíble ese sentimiento de libertad. En ese preciso instante entendemos
que la libertad interior es antes que nada un compromiso con la propia conciencia.
Pero también digamos que todo esto, al fin de cuentas, resulta muy poco, o, lo que
es peor, resultaba poco significativo porque, en última instancia, toda tu entrega
no hacía más que actuar en contra de la verdad.
(...) V.V. Davidov y D.B. Elkonin fueron, ambos, expulsados del consejo académi-
co del Instituto. Yo fui testigo de esa acción verdaderamente delictiva. En los he-
chos, se destruyeron los laboratorios en los cuales ellos trabajaban en forma exclu-
siva, y en donde se estaban gestando las bases teóricas de la educación. Bajo este
golpe cayeron muchos colegas, con trabajos de extraordinario valor: Problemas
filosóficos y psicológicos del desarrollo de la educación. ¡Trate cualquiera de uste-
des encontrar por acaso este libro!”
Elena Goriujina, 1980
“David Vigotsky tradujo a Blasco Ibáñez, Arderius, Jean Risale. Tradujo otros
españoles y latinoamericanos de Venezuela, Uruguay, México, Bolivia, Ecuador,
110 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
Brasil. Tradujo del alemán a Johann Becher, del francés a Vaillant Cauturier, del
inglés a Browning y Tennyson. Tradujo las novelas El expreso siberiano, de
Heller, y El Golem, de G. Meyrink.
(...) Arrestado el 14 de febrero de 1938 en Leningrado, acusado de preparar actos
terroristas. Condenado, sus últimos años los pasó en un campo de concentración,
donde murió.
(...) 1990. Requiem en la revista Arte de Leningrado: ‘David Isakovich Vigodsky
(1893-1943). Poeta, traductor, crítico literario, tradujo prosa y poesía de treinta
lenguas occidentales y orientales. En 1930 fue nombrado presidente de la Socie-
dad Hispanoamericana en Leningrado. Visitado por Rafael Alberti, Pla y Beltian,
Maldestam, Shaginian, Tinianov, Tijonov; arrestado en 1937 y muerto en 1943
en un campo de concentración. Rehabilitado post-mortem en 1956"
Guita Lvovna Vigoskaia
Psychoanalyse desde 1922 (es decir, cuando el autor no tenía más de veinte
años) no menos de quince referencias, algunas de las cuales citamos a conti-
nuación:
1922 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 8, pág. 390.
1922 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 8, págs. 523-25.
1923 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse nº 9, págs. 103-5.
1923 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse nº 9, publicación de K.
Sotonin: Las ideas en la clínica filosófica.
1923 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 9 : El Temperamento.
1923 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 9: Actividades de la socie-
dad psicoanalítica de Kazan, págs. 114-7.
1923 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 9: Actividades de la Socie-
dad Psicoanalítica de Kazan, págs. 238-9.
1923 Psicoanálisis a la luz de las tendencias fundamentales y de la psicología
contemporánea
1924 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 10: Actividades de la socie-
dad rusa, págs. 113-15.
1924 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 10: Actividades de la socie-
dad rusa, pág. 243.
1925 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 11: Actividades de la socie-
dad rusa, págs. 136-7.
1925 Internationale Zeitshrift Für Psychoanalyse, nº 11: Actividades de la socie-
dad rusa, págs. 395-8.
1926 Etc, etc. Así de seguido hasta 1927, año en el que renuncia a su cargo
de secretario de la institución, que cierra sus puertas en forma definitiva en
1933.
ruso en 1925, con prólogo justamente de Luria y Vigotsky. Por lo que eviden-
temente toma el texto original de 1920. Llega a conclusiones tales como que
Freud no entra en consideraciones para vincular sus “neurosis traumáticas”
con lesiones orgánicas del sistema nervioso. En consecuencia, Freud vería
los procesos psíquicos como entidades independientes en estructuras cere-
brales. Aún más: atribuye a Freud una consideración del psiquismo más allá
de lo temporal y más allá de lo espacial. Postura similar a las de Bergson,
Nietszche o Simmel. Es decir, sienta en el banquillo de los acusados a Freud,
con el cargo de idealismo filosófico.
No contento con todo lo argumentado, Jurinets emprende también la otra
vía: ahora Freud no es monista. Van der Veer opina que hasta hay un desco-
nocimiento del significado filosófico del término, que existe una confusión
al adjudicar lo monista a algo que tenga consistencia o coherencia (interna).
Personalmente no creo que llegue a esos extremos, más conocedor que el
colega holandés de las polémicas filosóficas de esa época; creo que Jurinets
buscaba categorizar la pertenencia de Freud filosóficamente en la disyunti-
va entre materialismo e idealismo, y ubicarlo lógicamente entre monista y
dualista. Hecha esta salvedad, no le quito al autor toda la enorme cuota de
dogmatismo a ultranza, en su lucha por obtener una uniformidad pensante,
de la que ni los clásicos marxistas ni los líderes políticos del hecho revolucio-
nario hicieran gala en momento alguno.
A partir de estos momentos, Jurinets se aboca a la tarea de buscar contra-
dicciones e inconsistencias en la producción freudiana. La metodología adop-
tada no importa. Es así que, a troche y moche, comienza a comparar libros
del mismo autor en diferentes períodos, y libros escritos por diferentes psi-
coanalistas sobre el mismo tema. Por un lado, es absolutamente válido
visualizar la evolución del pensamiento en la producción de cada autor, en-
contrar un hilo conductor, en este análisis, de la creciente complejidad, pro-
ducto de la maduración de la experiencia de las vivencias acumuladas. Es
válido seguir el camino evolutivo de la creación intelectual. En Freud se pue-
den diferenciar sus libros escritos a fines del siglo XIX y su producción a
partir de Mas allá... Eso no entra en discusión. El Beethoven de la primera
sinfonía, el Beethoven de la novena sinfonía. En Freud, como en Beethoven,
es fácil seguir el derrotero creativo. Pero sí entra en discusión al respecto del
tema del monismo o no. Cuando Freud habla del ego o del instinto, no está
resolviendo si el enfoque es dualista o no. Jurinets queda muy lejos de anali-
zar el tema del monismo o del dualismo en el sentido filosófico, lo cual esta-
mos acostumbrados a hacer.
Podríamos decir que nuestro autor no deja títere con cabeza al analizar
los temas de la sociología o la psicología social. Con excesiva liviandad se
anima a discutir los basamentos de la psicología social, otra de las vertientes
114 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
(Hablando de Freud)
“... por consiguiente, vemos de dónde surge Freud y hacia dónde se dirige
su sistema: de Schopenhauer y Lipps a Kolnay y la psicología de las ma-
sas. Hace falta ser sumamente intolerante para silenciar la metapsicología,
la psicología social, la teoría de la sexualidad de Freud, cuando se explica
el sistema del psicoanálisis. Ese modo de exponer el sistema llevaría a que
una persona que no conociera a Freud obtuviera una idea equivocada de
MARIO GOLDER | 115
Para concluir expresando que no se puede hacer una crítica del psicoaná-
lisis sin realizar un exhaustivo análisis de él, y mucho menos con la “inge-
nua superposición de los rasgos de dos sistemas distintos”.
Los autores de este libro desean fervientemente que la diatriba crítica de
Jurinets haya sido adecuadamente enmarcada por el lector.
Pero volvamos al círculo alrededor del cual estamos girando: P. Razmyslov
presenta, en el año de la muerte de Vigotsky, un sonado artículo en el Libro
sobre la revolución proletaria. El trabajo se llama Sobre la teoría histórico-cultural
en la psicología de Vigotsky y Luria. Van der Veer habla de “artículo infaman-
te”. Nosotros, simplemente, lo incluimos en el círculo de lo que Shakespeare
llamó “impúdicos, sangrientos, monstruosos”. En realidad, estas diatribas
no hacen más que continuar otras ya existentes en la década anterior; se
apoyan en, por ejemplo, sostener que las ideas de Vigotsky son tan generales
y abarcativas que no pueden definir las específicas cualidades de infancia y
adolescencia de un cercano mundo comunista. Suavemente, comienza criti-
cando a Vigotsky y Luria por la amplitud paralizante de sus ideas. No duda
en presentar citas de Marx y Engels en lo concerniente al desarrollo de la
conciencia individual. De este concepto liminar, que sostiene la conciencia
individual a partir de la conciencia de clase, deriva en una fuerte crítica a
Vigotsky sobre sus escasas referencias a los “colectivos sociales”. No hace
más que señalar —como lo hace Vigotsky— que el individuo se apropia de
las ideas y los valores del grupo, pero a éste lo remite a la influencia
neopositivista de Durkheim y Lévy–Bruhl. Se pregunta “¿qué quiere signifi-
car Vigotsky cuando afirma que cada función psicológica aparece dos veces,
primero en un plano Inter-psicológico y luego en el plano Intra-psicológi-
co?”. Se pregunta Razmystov: ¿no se trata entonces, exactamente, de las ideas
de Durkheim? Escuchemos, a continuación, parte de su dialéctica:
116 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
Van der Veer hace un buen listado de todas las acusaciones ya citadas, a
las que agrega ahora ataques en un terreno personal, buscando “errores teó-
ricos”, refiriéndose a las obras tempranas de Vigotsky y, un día, a los “peca-
dos psicoanalíticos” de ambos autores. A todo lo que significaba, a fines de
los treinta, consecuencias trágicas terminales.
Uno de los autores de este libro tuvo la oportunidad de entrevistar, por
primera vez, en 1988, a Guita Lvovna, hija de Lev S. Sentados en su escrito-
rio, en un antiguo y hasta modesto departamento, compartido con su hija y
su familia, comenzamos la entrevista junto a documentos, fotografías, cartas
recibidas de todo el mundo, su archivo personal, su correspondencia. Me
obsequian una reciente edición de Psicología del Arte (Moscú, Editorial Peda-
gógica, 1987) con una dedicatoria: “A Mario Golder, con mis mejores senti-
mientos de amistad y agradecimiento”. Pero el motivo de esta evocación es
otro. Al promediar la entrevista, y llegando a los inevitables temas que justi-
fican este quinto círculo, Guita, con visible emoción, relata acontecimientos
familiares, como la detención del tío David —uno de los más importantes
hispanistas de la época, traductor de la novelística latinoamericana de los
veinte y treinta—, su confinamiento y muerte en un campo de concentración
y su rehabilitación en la época post-stalinista. En algún libro anterior se ha
hablado en extenso sobre este tema. Finalmente, y como pensando para sí,
dice más o menos lo siguiente: “Usted sabe... mi padre muere en junio de
1934 de una larga tuberculosis. Su muerte podría haber sido muy otra si
hubiese seguido viviendo…”. La referencia era muy clara. Como el círculo
evoca al Hamlet de Shakespeare, acto quinto: “lo demás es silencio”.
También encontramos seres impúdicos y monstruosos, como los descri-
be Shakespeare, todavía en vida de Vigotsky. En el texto Libro sobre la revolu-
ción proletaria encontramos un capítulo de P. Razmislov, llamado: Terapia his-
tórico-cultural en la psicología de Vigotsky y Luria, donde el autor denunciaba y
alertaba sobre lo negativo desde el punto de vista político presente en la
teoría de Vigotsky: la denuncia era clara: “La teoría de este autor, según el
científico, reaccionario, anti marxista y enemigo de la lucha de clases, conlle-
va en la práctica a conclusiones anti-soviéticas”.
En otro trabajo que tenemos pensado, podremos dedicarle a Razmislov
mucho más lugar, porque sus diatribas hicieron época en esa década del
treinta, en especial las consagradas a enlodar todos los esfuerzos de este
MARIO GOLDER | 117
¿Podemos con esta metodología imitarlos sólo por estos fenómenos, por
aquellos que demuestran la personalidad de ese niño en determinado mo-
mento, confiar en sus expresiones externas para determinar el desarrollo
intelectual del niño como tal?”
La respuesta de Kolbanovsky no tarda en llegar. Siempre de acuerdo al
estenograma citado, es la siguiente: “Por supuesto que no. La tarea de nues-
tra ciencia consiste en que, para profundizar en la esencia del niño, para
poder acceder a lo profundo, lo que le manifestación externa no muestra
Nosotros no vamos a llamarlo zona de desarrollo proximal, pero vamos, sí,
a evaluar al niño que tenemos entre nosotros (...) no por aquello que nos
muestre en seguida, sino por aquello que es capaz de hacer en el futuro.
Nosotros deberemos profundizar en su naturaleza psicológica. Sólo lo pue-
de responder el principio que rige una investigación científica completa...”.
Con todo respeto, y en silencio, leo las palabras inspiradas que, con emo-
ción, vierte la hija de Vigotsky recordando estos hechos. Personalmente, y
con el “extrañamiento” que nos dicta la distancia temporal, mi condena al
clima que dictó, directa o indirectamente, éste y el juicio que leerán a conti-
nuación, sería mucho más lapidario. Pero veamos cómo lo considera Guita
Lvovna exactamente:
“Quiero pedir disculpas al lector por esta cita tan prolongada. Pero quiero
transmitir (para que se sienta) la atmósfera de esos años, para que puedan
ver con sus propios ojos lo que significaba y se entendía por discusión
científica. En verdad, de científicas estas discusiones tenían muy poco,
opinión libre no existió. En realidad, se trataba de una destrucción plani-
ficada y organizada de lo científico. Y el propio autor no pudo apoyarse
en la verdadera ciencia. No podía responder con su verdad.
¿Qué más podemos añadir en este punto?
(…)
. El 4 de julio, cuando apareció el decreto del Comité Central del Partido
Comunista —en el que se enjuiciaba la paidología— no había duda algu-
na de que afectaba el nombre de Lev S. Claro, él publicaba textos
paidológicos, dirigía la cátedra de paidología, era autor de una serie de
trabajos, en cuyos títulos figuraba “paidología”, “paidología del adoles-
cente”, “paidología de la edad escolar”, “diagnostico del desarrollo y clínica
paidológica del niño difícil”, etc. Este decreto, con todas las consecuencias
que de él emanaban, lastimó su figura: sus libros prácticamente desapare-
cieron, su nombre quedó relegado al olvido…
Puede ser que estas conclusiones no hubieran debido ser tan severas, por
cuanto Lev S. había muerto y, por consiguiente, ninguna “actividad
malintencionada” estaba en sus manos. Puede ser que su nombre no justi-
MARIO GOLDER | 119
Son las palabras finales de Guita Lvovna, hija de Vigotsky: “Por lo visto,
realmente es suficiente. Es difícil, no tiene sentido escribir todo esto. Y consi-
dero que también leerlo resulta claro. Si Lev S. hubiera estado vivo en 1937,
cualquiera de estos fragmentos hubiera sido suficiente para acabar con su
vida y con su destino. Pero ya no estaba entre los vivos (así hubiera dicho,
por suerte)”. Mi amigo B.P. Zinchenko escribió, en 1989: “Vigotsky tuvo la
MARIO GOLDER | 121
Mis últimos libros siempre finalizan con una especie de apéndice; se lla-
maron: un apéndice necesario, uno, otro un apéndice más que necesario. En
este caso, los círculos que nos acompañaron se cerrarán con el “palabras,
palabras, palabras...” que pronuncia nuestro héroe homenajeado, nuestro
Hamlet, Príncipe de Dinamarca. Este sexto círculo contiene documentos autén-
ticos, que atestiguan nuestra búsqueda por contextualizar dos situaciones. A
saber: seguir los pasos del primer Vigotsky que sin duda alguna abreva en
Freud, Jung y Adler, en especial durante los diez primeros años de su pro-
ducción intelectual, en el calendario de 1915 a 1925, en una edad cronológica
de los 20 a los 30 años de su no muy larga vida.
El segundo hito trata de testificar, también, la inserción del primer Freud,
del psicoanálisis, de sus primeros continuadores en Rusia de esa época, pero
con un sesgo distinto. Hemos tratado de demostrar el impacto de esta con-
cepción en documentos históricos liminares: la Rusia de los últimos años del
régimen zarista y la Rusia de los primeros años post-revolucionarios a partir
de los acontecimientos trascendentales de octubre de 1917. Pero no nos va-
mos a contentar sólo con la inserción de una teoría en un medio fértil para
ello. Se trata también de la aparición de los jóvenes psicoanalistas rusos —la
mayoría de ellos formados en Austria y Alemania antes de la primera guerra
mundial—, de su regreso a Rusia, de su radicación en ciudades del sur de
Rusia y Ucrania (la zona posible para el asentamiento de profesionales ju-
díos), etc., etc.
El primer documento presentado es el prólogo a la traducción rusa del
libro Más allá del principio del placer, publicado en Austria en 1920 y editado
en ruso en 1925. Ambos prologuistas, nuestros Lev S. Vigotsky y A. R. Luria,
ameritan en ese entonces excelentes trayectorias como para encabezar ese
cometido. Ambos son muy jóvenes (29 y 23 años, respectivamente), y pre-
sentan al lector uno de lo autores emblemáticos del siglo. Ambos son cono-
cedores, lectores, exégetas del psicoanalista, a pesar de desarrollar una línea
128 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
Así como Freud reconoce que las primeras traducciones de sus obras a
otro idioma fueron realizadas en Rusia en la primera década del siglo XX,
Melanie Klein recibe la posibilidad de trascender sus propias fronteras, con
su libro, primero traducido al ruso y publicado a pocos años de ser escrito.
Es interesante consignar la extensión que se buscaba en esa Rusia de los 20 a
las arenas de lo pedagógico. Esa también fue la intención de la propia Melanie
Klein: trascender a la sociedad, a la educación general, a la escuela, a los
vínculos entre adultos y niños. No olvidemos la formación profesional de la
autora, y entenderemos su afán didáctico-pedagógico, más allá de la rique-
za y originalidad de su postura psicoanalítico-clínica.
Dice el propio prologuista: “El psicoanálisis no pretende crear una escuela
pedagógica nueva, pero sí este método puede resultarnos eficaz cuando no existan
adecuadas metodologías sobre esta temática”.
Melanie Klein en la Rusia de Vigotsky, Luria, Leontiev. Hecho objetivo.
Era coherente para el pathos de la época. Luego desapareció su figura por
décadas. Hoy buscamos su justa valoración.
Los dos últimos testimonios vienen “en tándem”, como lo grafica una
conocida expresión porteña. Me explico: El libro que prologa Marie Langer,
con su pluma tan ágil como irónica, es editado en Buenos Aires a posteriori
de un encuentro realizado en junio de 1971, en el marco de la Facultad de
Psicología de la Universidad Estatal de Moscú, en la entonces Unión Sovié-
tica. Se había constituido un grupo de psicoanalistas, psiquiatras y psicólo-
gos, argentinos y uruguayos, deseosos de ver, en vivo y en directo, el desa-
rrollo, el estado actual de la psicología en ese país, visitar instituciones aca-
démicas y de salud mental, servicios psiquiátricos, entrevistarse con perso-
nalidades del área —algunas conocidas en nuestros medios universitarios y
profesionales. En el grupo psicoanalítico, proveniente en especial de un gru-
po escindido del psicoanálisis tradicional, y que había asumido un fuerte
compromiso con el entorno social y político en el que vivían nuestros países
en ese entonces, tiene especial interés ver cómo se desarrolla el mundo ana-
lítico en una sociedad “”transformada”. Se conocía lo que todo este libro ha
tratado de demostrar: la fuerte incidencia del ideario freudiano en los pri-
meros años de la revolución de 1917, producto de toda una serie de antece-
dentes formativos, que arrancaban desde comienzos de siglo y que aparecen
expuestos en los primeros círculos.
El grupo también conocía los acontecimientos históricos y políticos que
determinaron la casi desaparición de ese ideario durante el período staliniano,
con la secuela de mutilaciones, deformaciones y desapariciones (en todo sen-
tido). Freud zakrito (cerrado, en ruso) como lo señaló Marie Langer; Vigotsky
zakrito, como lo señalamos nosotros. Todo zakrito. Cuando las sombras co-
menzaron a esfumarse, las figuras queridas fueron adquiriendo lentamente
MARIO GOLDER | 131
Entre las grandes figuras de nuestro tiempo Freud es, posiblemente, una
de las más intrépidas. Cualidad esta que siempre se considera como virtud
que favorece más al hombre práctico que al estudioso o al pensador. El cora-
je es siempre necesario al hombre de acción, pero pareciera que es necesaria
una infinitamente mayor cantidad de valentía para pensar. En todo momen-
to la erudición está poblada de una serie de pensamientos indeterminados,
tímidos pensamientos o de hipótesis cautelosas. Pareciera como si el reparo
hacia otros senderos haya devenido en atributo esencial para un trabajo aca-
démico.
Freud hace su aparición como verdadero revolucionario. El grado de
oposición soportado por el psicoanálisis ante círculos académicos oficiales,
es testimonio de un testigo inapelable, defendiéndose de una “culpabilidad”
por haber osado infringir ciertas viejas tradiciones de la moral burguesa —y
de una correspondiente educación— y, por ende, habrá sobrepasado los lí-
mites de todo aquello que debe ser aceptable. Este nuevo enfoque científico
y sus sostenedores estuvieron obligados a pasar largos períodos de tiempo
en un aislamiento más que tenebroso. Una más que violenta hostilidad y
una más que abierta resistencia se acumularon contra esta nueva ciencia, en
todos los niveles de la sociedad. El propio Freud nos dice que “fue uno de
aquellos que habían perturbado el sueño del mundo”,1 como lo sostenía
Hebbel. Esto es lo que exactamente sucedió.
Todo el alboroto provocado por la emergencia de nuevas disciplinas fue
paulatinamente disminuyendo. Sin embargo, cualquier nuevo ensayo en el
mite convalidar que se halla suficientemente sólo para seguir con sus ideas y
con su propia lógica, para alcanzar una conclusión final. Actuaciones difíci-
les de terribles jornadas en la que muchos lo abandonan y se salen de la
empresa a pesar de un inicio solidario y común. Este cruento proceso por
mantener una posición maximalista llevó a Freud a quedarse virtualmente
aislado como pensador, incluso en el apogeo de su ascenso científico, del
interés por el psicoanálisis.
La presente traducción de Más allá del principio del placer (1920) al ruso, y
que hoy está siendo ofrecida al lector, completa otras traducciones de las
obras tempranas de Freud. La importancia y la polémica despertadas por
esta obra son tales que psicoanalistas ortodoxos pasan algunas veces en si-
lencio por su lectura, cuanto más lejos posible de lo que debe corresponder a
su círculo de lectores, amplio en Rusia; uno se siente combatiendo contra los
prejuicios que considera que deberían haber desaparecido ya hace tiempo.
Este libro establece justamente esta sensación por las inesperadas conclu-
siones a las que arriba. Una primera edición del texto parece contradecir
claramente todo aquello que estamos acostumbrados a considerar como ver-
dad científica irrefutable. Aún más: El autor contradice algunas postulaciones
básicas colocadas por sí mismo en producciones tempranas. Aquí Freud cam-
bia no sólo opiniones básicas precisamente defendidas, sino que cuestiona
muchos de sus propios asertos, denunciando muchas de las revelaciones
psicoanalíticas en cuestión. Toda la intrepidez de su pensamiento aparece en
este libro y ensancha sus horizontes.
Nosotros ya nos hemos habituado a considerar el principio de
autoconservación del organismo viviente y el principio de su adaptación a
las condiciones impuestas por el entorno en el cual tiene que vivir como
principios básicos-explicativos para todas las ciencias biológicas. El instinto
de preservación de la vida de las especies y el cómo conducir la adaptación
al entorno por el mejor y más fácil camino aparecen como las piezas esencia-
les que dirigen el desarrollo de todo lo orgánico. En un total acuerdo con
estas premisas de la biología tradicional, Freud ya había formulado con an-
terioridad una teoría sobre los principios vinculados a la actividad psíquica:
la llamó tendencia superior por la cual los procesos psíquicos quedan subor-
dinados al principio del placer. Sin embargo, la obtención del placer y el
alejamiento del temor no son exclusivos, ni son quienes dirigen los procesos
psíquicos. La necesidad de una adaptación va a crear la necesidad de una
adaptación explícita al principio de realidad, que a su vez dista de la media-
ción del placer con un eslogan presente: Se pospone algo que resulta más
confiable. Todo esto nos puede parecer elemental al extremo,3 un verdadero
axioma, que para todos los aparentes críticos se acerca al reino de aquello
que es irrefutable, a las verdades autoevidentes.
Sin embargo, todos los datos que se han obtenido por las investigaciones
psicoanalíticas impulsan a la mente más allá de las limitaciones de las ver-
dades autoevidentes. Es este intento de la mente de ir más allá de esta ver-
dad —Más allá del principio del placer— el que otorga la fuerza creativa
para la confección de este libro. Pero, de acuerdo con Freud, aún más ele-
mental que este principio —y a pesar de lo paradójico que pueda parecer—
, es el principio de la pulsión de muerte, que es un principio básico, primor-
dial y universal, común a toda la materia viva. Es necesario diferenciar entre
dos tipos de pulsiones, una de esas, más accesible a la observación, ha sido
estudiada durante mucho tiempo. Se trata del Eros; en un sentido más am-
plio, la libido, que incluye no sólo el impulso sexual y sus varias manifesta-
ciones, sino también el instinto global de autopreservacion. Esto es, en apre-
tada síntesis, lo que constituye la pulsión de vida.
El otro tipo de pulsión —uno de cuyos típicos ejemplos puede ser el sa-
dismo— es designado como pulsión de muerte. Como afirma el mismo Freud
en otro libro, el propósito de esta clase de impulso es “colocar la vida orgáni-
ca nuevamente en un estado inanimado”, es decir, sus objetivos son
“reestablecer un estado de cosas que han sido perturbadas por la emergen-
cia de la vida”; para toda la vida, ha regresado una existencia inorgánica de
la materia.4
Al mismo tiempo, toda la vida positiva, protegiendo tendencias del tipo
de la lucha por la autopreservación, etc., es visualizada como componentes
instintivos, cuya función es la de asegurar que el organismo pueda conti-
nuar su jornada individual hacia la muerte, y la de detener todas las proba-
bilidades ajenas a su retorno a la existencia orgánica. Al mismo tiempo, la
vida representa el sentido de restaurar el equilibrio perturbado de la energía
vital, como caminos circulares conducentes a la muerte; esto conduce a un
conflicto perpetuo y a un compromiso entre pulsiones irreconciliablemente
opuestas.
Una construcción como esta produce una resistencia natural contra sí
misma, por dos razones: En primer lugar, Freud (1920) señala que a su pro-
ducción se la entiende en un contraste con algunos de sus otros argumentos.
Y estos no serían nada más que una cuidada translación de observaciones
fácticas al lenguaje de la teoría. Pero en este caso la reflexión suplanta con
frecuencia a la observación. El pensamiento especulativo reemplaza lo ma-
gro del material fáctico. Por consiguiente, uno puede, con rapidez, llegar a la
impresión de que en este caso estamos trabajando con especulaciones meta-
mista. Pero la razón para ello es el hecho de que, hasta ahora, la psicología
tuvo siempre el hábito de tomar de la biología sus conceptos básicos, sus
hipótesis y sus principios explicativos, aplicándolos ante cada situación con-
creta. Todo lo que hasta entonces ha sido aceptado para los organismos vi-
vos siempre se lo derivaba al reino de la psicología. Pareciera que siempre
fue así; por vez primera, y en esta instancia, la biología reconoce una deuda
con la psicología; al pensamiento científico se le ha colocado simplemente el
atuendo del dibujo de sus conclusiones, a partir del análisis de la psicología
humana y aplicándolo a las leyes universales de la vida orgánica. En este
caso especial, la biología pasa a depender de la psicología. A causa de todo
ello, resulta altamente necesario reconsiderar los conceptos del instinto, de
pulsión, etc. Se pierde el carácter original de determinantes psicológicos, que pasan
a significar sólo tendencias generales a ser descubiertas en la célula viva, sin la de-
pendencia de cualquier evaluación filosófica de la vida y la muerte en el contexto de
la mente humana. Sin excepción alguna, Freud atribuye los instintos a proce-
sos fisiológicos o químicos en el interior de la célula viva, y sólo los utiliza
para designar la dirección de la restauración de un equilibrio energético.
El valor y el mérito de toda hipótesis van a estar medidos por el grado de
sus apetencias prácticas; en esto radica su contribución al progreso y su uso
como principio explicativo. En ese sentido, la mayor evidencia del valor cien-
tífico de la hipótesis de pulsión de muerte primario se la aprecia en el propio
desarrollo de la misma idea que Freud expone en Das Ich und das Es (El Yo y
El Ello),7 donde la teoría psicológica sobre la compleja estructura de la perso-
nalidad, sobre la ambigüedad y el instinto de destrucción, etc., están vincu-
ladas directamente con todas las ideas presentes en este libro.
Pero Freud pudo formular su hipótesis con apoyatura biologista general
que parece ser promisoria. De una vez y para siempre romper con cualquier
tipo de conceptos teleológicos, en defensa tanto de la biología como de la
psicología.
Cada instinto está dependiendo, causalmente, de sus condiciones pre-
vias. Cada instinto posee un carácter conservador, y queda impelido hacia
atrás, y no hacia adelante. De esta manera se construye (hipotéticamente) un
puente entre la ciencia de los orígenes y el desarrollo de la vida orgánica y la
materia inorgánica. Por vez primera en este tipo de hipótesis, la totalidad
orgánica queda integrada con tanta fuerza en el contexto general de una
totalidad.
Freud está inclinado a extender esta premisa en cada partícula de la sus-
tancia viva, en cada célula; ambas categorías de instinto coexisten en parce-
las desiguales e intercambiables. Y esto como resultado de la combinación
8 Esta cita y la que sigue son tomadas del The Ego and the Id (1923).
9 El término “multicelular“ es utilizado por Freud en Más allá del principio de
placer.
140 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
Prólogo dirigido en especial al lector que haya leído este libro antes de
leer el prólogo. Porque es él quien podría preguntarse cómo es posible que
yo, psicoanalista desde hace mucho tiempo, pueda haber auspiciado la pu-
blicación de este libro, tan abiertamente y apasionadamente antianalítico.
¿O será que, sumergida en la marea marxista, se abandonó el análisis? Y el
lector analizado se dará cuenta, desde ya, de que mi discusión con él respon-
de a una discusión con una parte mía. Contestaré, pues, a ésta y a él expli-
cando por qué este libro, y su publicación, en este momento, en este Buenos
Aires nuestro, me parece de alto interés.
La historia empieza en junio de 1971, cuando treinta psiquiatras, psicoa-
nalistas y psicólogos fuimos a la Unión Soviética para conocer sus institucio-
nes de salud mental, y un subgrupo numeroso para discutir sobre psicoaná-
lisis. Nos habían dicho que éste, después de la hibernación stalinista de va-
rias décadas, estaba resurgiendo. Llegamos desconcertamos y quedamos
desconcertados. Nos miraron como a bichos raros, ya que nos presentamos
abiertamente como marxistas-psicoanalistas. ¿Eso existe? Pero nos recibie-
ron bien. Nos hicieron conocer instituciones psiquiátricas espléndidas, con
una socioterapia únicamente factible en un país socialista. Solamente cuan-
do preguntamos qué tipo de psicoterapia practicaban surgía la confusión y
todo era distinto. Teníamos un programa sobrecargado, casi sin un momen-
to libre. Pero en este programa faltaba Bassin (no así Luria y Leontiev, sabios
150 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
Marie Langer
Encuentro con F.V. Bassin, Junio de 1971, Corredor del cuarto piso, Hotel
Rossia, Moscú.
Comienza el encuentro con una breve exposición del profesor Bassin acer-
ca de su libro El problema del inconsciente.
de visualizar su aplicación.
Con esto creo haber presentado los aspectos teóricos y metodológicos de
nuestro enfoque, aunque sólo sobre el tema del inconsciente. Ahora sí
quisiera pasar al diálogo con ustedes. Quizás no lo crean, pero para mí
también resultan muy provechosos estos intercambios con colegas extran-
jeros. Para aclarar —justamente el diálogo— nosotros no llegamos a Mos-
cú a discutir nuestro acuerdo o no con el Freud filosófico o con el Freud
sociológico. Creo también que no estamos de acuerdo con el Freud pesi-
mista con respecto al futuro del hombre. Entonces sí, ahora comencemos
el intercambio.
Carlos Plá: Mucho me gustaría una ampliación sobre la definición del con-
cepto de actitud. ¿Podría ser preparación para la acción (concepto que
manejamos en Argentina)? ¿O sería otra cosa?
Bassin: Actitud es una función, un proceso, que se manifiesta en forma
global en la psiquis del hombre. Por lo tanto, visualizable en su conducta
y en su sistema fisiológico, analizable también en ese plano, y que com-
promete al organismo. Se va gestando a partir de la experiencia anterior y,
a su vez, va a influir en la conducta posterior. Claro que algunos de noso-
tros, en nuestras investigaciones, pensamos tanto desde el campo de lo
inconsciente como de lo consciente. Pero también nos resulta evidente —
y creo que también para ustedes— que no hemos llegado a un pleno acuer-
do. Por ejemplo, tanto el propio Usnadze como sus continuadores consi-
deran que la actitud siempre es un proceso inconsciente. Y entonces estoy
de acuerdo con el colega en el sentido que actitud podría ser definida
como disposición hacia la acción. Pero, yendo un poco más allá, diría que
no se reduce solamente a ella; hasta podría decir que, más bien, se presen-
ta como factor, que en primer lugar prepara para la acción y luego regula
su realización, la realización de la acción misma. Añadamos que, a medi-
da que la acción transcurre, se constata su cumplimiento. Por eso pode-
mos concluir que la actitud se convierte en factor de regulación.
Los fisiólogos contemporáneos de la regulación biológica —y también los
cibernéticos modernos— dedican muchos esfuerzos a esta teoría, y utili-
zan con frecuencia el concepto de actitud. De ahí que este concepto se está
acercando tanto al concepto de programa de la acción.
Alguien, que no he podido identificar, le solicita al profesor Bassin que de
su visión sobre el concepto de significado
Bassin: Este tema todavía no lo hemos considerado, pero este concepto
tiene una enorme importancia; es, en esencia, un concepto similar a una
estructura, mientras que el concepto de actitud es un concepto dinámico.
Mientras que la actitud sería para nosotros factor de regulación de la ac-
ción, el significado sería la determinación de la situación que propone la
162 | PRIMERA PARTE. HISTORIA Y REFLEXIONES
Bibliografía:
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ
Prefacio segunda parte
Comparar las ideas de dos autores de la talla de los que nos convocan —
y no han abundado los de su especie— nunca ha sido fácil..
Ello implica una toma de posición, una parcialidad que limita nuestro
pensamiento, aún más allá de los límites propios de su capacidad. Sin em-
bargo, esta tarea se presenta como indispensable para comprender los posi-
bles puntos de encuentro —y aquellos en los que las distancias se abisman.
Pero también para indagar cómo el claroscuro que dicha comparación deno-
ta permite echar luz por el contraste que engendra. Podremos comprender
más de aquellos procesos que llamamos conscientes si los contrastamos con
aquellos otros que se ha dado en llamar inconscientes. La relación inversa es
también cierta.
Se puede pensar esta parte del libro como un ensayo sobre dichos con-
trastes. Así podremos, quizá, al final del libro, comprender algo sobre el sig-
nificado, habiendo contrastado, justamente, su transcurrir en aquella zona
en la que trastabilla.
También nos acercaremos a los límites de la mediatización en la que ésta
se torna ambigua en la inmediatez.
Así, los capítulos que siguen son sólo un intento de superar el dogmatismo.
Pero tomando el especial recaudo de no caer en una posición ecléctica. Mez-
cla sin razón de diversidades específicas. Sin respeto por las diferencias es
imposible descubrir las equivalencias.
Intentamos, pues, respetar los estatutos de cada escuela, aunque la con-
cepción epistémica del hombre es abordada en consonancia con los postula-
dos vigotskyanos, los que se enriquecen con la mirada psicoanalítica. Los
fundamentos de Vigotsky son los más cercanos al ideario de quienes escribi-
mos estas páginas.
Capítulo 1
Con plena conciencia
1.
2.
Tal como hemos visto hasta aquí, Freud se excusa de dar una explicación
sobre el fenómeno de la conciencia. Podría decirse que sus postulaciones
sobre ella son meramente descriptivas. Más específicamente, describe su ar-
ticulación en el ámbito clínico. Bástenos, a modo de ejemplo, la siguiente
cita, extraída de una de sus últimas producciones:
“El punto de partida de dicho estudio está dado por el singular fenómeno
de la conciencia, un hecho refractario a toda explicación y descripción. No
obstante, cuando alguien se refiere a la conciencia, sabemos al punto por
propia experiencia lo que con ello se quiere significar” (Esquema de Psicoa-
nálisis, Parte I: Las cualidades psíquicas).
3.
4.
5.
Será recién en sus obras posteriores que encontraremos, en forma efecti-
va, las concepciones innovadoras acerca de la conciencia, que ameritaron
que nuestro autor tuviera un lugar destacado en la historia de la psicología.
La mayor diferencia, en el punto de partida, que existió entre él y otros
psicólogos coetáneos, estaba dada por el bagaje epistemológico y filosófico.
Vigotsky era un psicólogo con una vasta formación filosófica dialéctica y
materialista. De Hegel, Marx y Engels toma las concepciones básicas y el
método de investigación.
De ellos adquiere el concepto por el cual el hombre se autoconstituye al
construir su vida. Todas las cualidades humanas que lo distinguen del resto
de los animales surgen de la forma en que el hombre edifica su existencia: a
través de su actividad social, cuyo eslabón esencial es el trabajo. De allí que
la conciencia, cualidad exclusiva del hombre, tenga un origen social.
Fruto de la evolución biológica, surgen las premisas orgánicas que hacen
posible la aparición de los Procesos Psicológicos Superiores (PPS de aquí en
más); sin embargo, la legalidad a que están sujetos depende principalmente
del desarrollo histórico social. A diferencia del resto de los órganos corpora-
les, el cerebro no genera por sí los frutos de su funcionamiento. “El cerebro
no genera los pensamientos, como el hígado secreta la bilis”, dirá Vigotsky.
El desarrollo del pensamiento consciente es el resultado de las modificacio-
nes progresivas que sufre la relación del hombre con la naturaleza. Es decir,
186 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE
6.
7.
8.
9.
10.
11.
dad los resortes de la creación de las notas distintivas del hombre. Su teoría
es heredera de esa tradición, para la cual no existe una irremediable contra-
dicción entre los intereses de la sociedad y la de sus componentes.
Así, se vio conducido a explorar el aspecto productivo de la conciencia,
aquel por el cual el hombre se integra y es integrado a su comunidad, y ésta
le brinda las posibilidades de su superación. Por esa vía se acercó a los secre-
tos de la conciencia.
Vigotsky delineó el plano general de una cualidad, de la que Freud captó
uno de sus sectores.
Enfocados en esa perspectiva, sus posturas respecto de la conciencia se
nos muestran no sólo compatibles sino también complementarias.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 199
Capítulo 2
Inconsciente y Lenguaje.
2.
3.
4.
5.
Volvamos ahora a las peculiaridades del L.I. Una vez que aceptamos que
el sentido personal dirige su conformación, surge ante nosotros una nueva
peculiaridad que hace aún más complicada su comprensión. Esta caracterís-
tica estará dada por lo que Vigotsky denominó la Aglutinación de Palabras, a
la que define como la formación de neologismos sobre la base de la unión de
diferentes términos en uno solo. Dicha particularidad no es atributo exclusi-
vo del L.I. —nos dice el autor. También se encuentra en el lenguaje desplega-
do; por ejemplo, las palabras que expresan ideas complejas en algunos idio-
mas, como el alemán.
Esta característica también sufre modificaciones en el desarrollo del Len-
guaje Egocéntrico. A medida que éste va evolucionando hacia el Lenguaje
Interior, dicha tendencia se agudiza cada vez más. Luria (1982) dice al res-
pecto que el lenguaje se pliega progresivamente. En un principio, el Lenguaje
Egocéntrico tiene una estructura muy similar a la del lenguaje desplegado,
pero a medida que se va desarrollando se vuelve más inaudible y más con-
centrado, por lo que aumenta la tendencia a formar términos que condensan
toda una serie de palabras. Podríamos decir que este fenómeno es el efecto
extremo del proceso de contracción que sufre el lenguaje cuando se mani-
fiesta como L.E. o L.I.
Otro ejemplo que nos da Vigotsky acerca de este fenómeno, en el lengua-
je desplegado, es la conversación entre dos personajes centrales, en la novela
Ana Karenina, de Tolstoi, en el que, con las iniciales de una frase, Levin logra
hacerse entender por Kitty. Dicho ejemplo tiene la peculiaridad de haber
sido tomado de un episodio de la vida real del autor de la novela.
La última peculiaridad que Vigotsky describe es solidaria y complemen-
taria de la anterior. Bajo el nombre de Influjo de sentido describe el proceso
por el cual el sentido de los diversos términos se desliza y fluye entre los
componentes de la frase. Como resultado de este proceso, unos pocos voca-
blos contienen los sentidos de la frase completa.
A pesar de que habla del deslizamiento que se produce en el lenguaje
interior, da como ejemplo la sobrecarga de sentido en las obras literarias. Por
ejemplo, Almas Muertas, de Gogol, en cuyas páginas se va deslizando el sen-
tido literal aplicado a los siervos que, aún muertos, integraban el patrimonio
sometido a intercambios comerciales. En el transcurso de la obra el título se
va resignificando de forma tal que termina describiendo a los personajes
físicamente vivos pero espiritualmente inertes. A través de este ejemplo, el
autor aclara cómo dicho proceso, característico del Lenguaje Interior, tam-
bién se encuentra en el lenguaje externo desplegado, buscando con ello dar
una imagen más acabada del fenómeno.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 205
6.
A quienes nos hayan acompañado hasta aquí, les habremos de pedir una
nueva concesión a su voluntad, y solicitaremos se muestren benignos con
una licencia que nos tomaremos. Dicha licencia consiste en una pequeña
modificación de la nomenclatura utilizada por Vigotsky para referirse a los
fenómenos descriptos. Así, al influjo de sentido bien se lo puede describir como
el desplazamiento que se produce en el sentido o carga semántica de los
diferentes componentes de una frase; en tanto que a la aglutinación la descri-
bimos como la condensación que se produce entre sus términos.
Gracias a esta pequeña licencia que se nos concede descubriremos dos
cosas. La primera es que no forzamos en nada el sentido de los términos,
pues expresamos con distintas palabras los mismos procesos. La segunda, y
más importante, es que hemos introducido en nuestra descripción el mundo
de las sombras, descubierto e investigado por Freud.
Efectivamente, bajo el concepto de Proceso Primario, Freud engloba las
más notorias cualidades inherentes al funcionamiento del sistema Incons-
ciente.
El concepto de Proceso Primario aparece ya en el Proyecto de Psicología. En
dicha obra se define al Proceso Primario como un particular modo de proce-
samiento inconsciente de la energía circulante.
Desde dicho ensayo, Freud intenta dar una explicación, basada en un
modelo biológico- energético (paradigma que por aquel entonces primaba
en las ciencias), sobre las características que presentan los movimientos a
través de los cuales los deseos buscan su satisfacción, es decir, cómo las
pulsiones buscan “derivar” (entregar, descargar) su carga.
Sugiere que, para que ello suceda, el sistema Icc. debe tener cualidades
que permitan un movimiento más libre de las cargas de las representaciones,
y así lograr la satisfacción alucinatoria a través de la identidad de percepción.
Es decir, cargar una representación con la energía pulsional, de forma tal
que permita obtener la cancelación alucinatoria del impulso deseante. En el
decurso de tal proceso, las cargas fluyen libremente entre las representacio-
nes, constituyendo esto la peculiaridad “económica” por excelencia del in-
consciente, que se define por ser habitado por energía libre en oposición a la
Energía Ligada que rige el Proceso Secundario, propio del sistema CC.
Dicho libre peregrinar de la energía se manifiesta a través de dos proce-
sos principales, que resultan ser solidarios el uno con el otro. El primero de
estos es aquel por el cual una representación (o término de un pensamiento)
puede atraer sobre sí la carga (que, en un modelo epistémico diferente, bien
puede ser semántica) de toda una serie de representaciones. A este fenómeno
se lo conoce bajo el término de Condensación.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 207
de la monografía botánica:
“Las deformaciones léxicas del sueño se asemejan mucho a las que cono-
cemos en la paranoia, pero que tampoco faltan en la histeria y en las ideas
obsesivas. Tanto para el sueño como para las psiconeurosis la fuente co-
mún son los artificios verbales de los niños, que en ciertos períodos tra-
tan de hecho a las palabras como si fuesen objetos e inventan lenguajes
nuevos y formaciones sintácticas artificiales. (...) El análisis de las forma-
ciones léxicas carentes de sentido que aparecen en los sueños es particu-
larmente apto para mostrar la operación condensadora del trabajo oníri-
co. Aquí hemos seleccionado unos pocos ejemplos, pero no debe inferirse
que ese material es raro u observable sólo por excepción. Más bien es muy
frecuente...”. (Las negritas son nuestras).
7.
2 Dondequiera que en un sueño ocurran dichos que como tales sean expresamente
distintos de pensamientos, vale sin excepción la regla de que el dicho onírico
tiene su origen en un dicho recordado dentro del material onírico. La literalidad
de los dichos es conservada sin cambios o bien sufre ligeros desplazamientos en
la expresión; a menudo, el dicho onírico es un emparchado de diversas reminis-
cencias verbales; la literalidad es lo que se mantiene idéntica, pero su sentido se
altera en lo posible haciéndolo diverso o multívoco.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 211
8.
9.
lado relojes, calendarios y agendas, son un claro ejemplo de cómo los miem-
bros de una sociedad deben sujetar sus necesidades a las exigencias exter-
nas, brindando una temporalización de nuestras tendencias. Es decir que,
para dominar la percepción subjetiva del tiempo, la sociedad generó un sin-
número de mediatizadores ad hoc que implican la sujeción de la subjetividad
a la “objetividad” temporal.
10.
negación de la realidad.
Freud no afirma que tal principio ejerza un imperio total sobre la vida
anímica, salvo en los casos de patología extrema (psicosis). Aunque tampo-
co está limitado únicamente a procesos de índole patológica, pues el artista
tiene la capacidad de manejarse dentro de los límites del principio del placer
sin por ello perder el contacto con la realidad. El creador puede, así, dar
rienda suelta a aquellas fantasías que, en el caso del neurótico, lo atan a
principios anímicos primitivos, sin posibilidad de elaboración a partir de
medios maduros. El artista logra ser rey, príncipe, héroe, sin tener que luchar
para obtenerlo. Pone a la realidad a disposición de sus propios anhelos.
Así, pues, la primacía del ordenamiento de los productos psíquicos en
cumplimiento de las demandas subjetivas es lo que define al principio del
placer. Sin embargo, Freud indica que es uno de los objetivos del tratamien-
to psicoanalítico el lograr que el sujeto se avenga a las exigencias de la reali-
dad, y logre posponer la satisfacción de sus deseos en función de las deman-
das de la misma.
El reordenamiento del material psíquico que, bajo el imperio del princi-
pio del placer, tiene lugar, se manifiesta refractario a las influencias de la
realidad. Dicha realidad la constituyen las imposiciones sociales, a través de
las cuales el sujeto mediatiza su relación consigo mismo. En este sentido,
podemos señalar que el entorno en que nace el psicoanálisis prestó un parti-
cular auxilio a su aparición. Claro que hay que contar con la genial percep-
ción de Freud para aprovecharlo.
La sociedad victoriana, contexto histórico y social del psicoanálisis, tuvo,
entre otras, dos peculiaridades que permitieron el nacimiento de éste. Por
un lado, un asfixiante clima de opresión a la manifestación individual y fuertes
restricciones sexuales. Por otro lado, era una sociedad sumamente raciona-
lista, en la que las explicaciones sobre el hombre debían tener la impronta
científica requerida.
La posibilidad de brindar una explicación científica del hombre, sus pa-
siones y su modo de actuar, sustrajo, en parte, de la exclusividad ético-reli-
giosa a un sector del discurso sobre aquél. Se pudo hablar del hombre sin
someterse plenamente al imperio del ordenamiento ético-moral de la socie-
dad. Junto con ello, las fuertes presiones restrictivas ponen de manifiesto,
con la mayor claridad alcanzada hasta entonces, las consecuencias de la cen-
sura sobre la expresión de tendencias individuales. Ante la atenta mirada
del genio, no sólo se manifiesta aquello que tiene cierto grado de evidencia.
Al no tener el límite estrecho de lo evidente, Freud dio varios pasos más allá,
e hizo aflorar estructuras fundantes, comunes a muchas sociedades.
Aunque también es cierto que muchos descubrimientos que el psicoaná-
lisis dio como universalmente válidos se muestran sujetos a variaciones his-
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 217
del desarrollo del niño, sus actividades adquieren un significado propio en un siste-
ma de conducta social, y al dirigirse hacia un objetivo concreto, se refractan a través
del prisma del entorno del pequeño. El camino que va del niño al objeto y del objeto al
niño pasa a través de otra persona” (Vigotsky: 1979). Esta otra persona es, pri-
mordialmente, la madre o “sustituto guardador” del niño, para quien el de-
seo infantil es ley. Generalmente porque él es su deseo. Y su propio deseo se
convierte en ley.
Tendremos una visión más acabada de la concepción en este aspecto si
leemos la nota aclaratoria, añadida por Freud al ensayo dedicado a
Formulaciones sobre los dos principios del suceder psíquico. Allí precisa que el
esquema por él planteado sólo es pensable a partir de las condiciones parti-
culares en que crece el niño humano. Esto es, bajo los cuidados de su madre.
Como consecuencia de ello, la completa superación del principio del placer
se obtiene únicamente tras la plena independencia respecto de los padres.
Si regresamos a las observaciones de Vigotsky, en el mismo párrafo en
que señala la sustitución que realiza el niño del acto por la “expresión de
deseos”, escribe: “El niño puede intentar resolver la tarea a través de
formulaciones verbales y mediante súplicas para obtener la ayuda del expe-
rimentador”; es decir que el otro debe cumplir, en la fantasía infantil, la sa-
tisfacción de su deseo. Es sólo a partir del lenguaje que se logra sustituir la
realidad por la fantasía. Cuando aún el lenguaje conserva la calidad infantil
de reemplazo del objeto mencionado. Mientras la palabra, portadora de ocul-
tas relaciones sociales, conserva su estatuto de equivalencia con la realidad,
previo a que se tome conciencia de su carácter instrumental (Luria: 1979).
11.
ambos autores.
Por otro lado, señalamos que la ausencia de temporalidad no es otra cosa
que la carencia de la tarea de mediatización instrumental, o de la preponde-
rancia de subjetivación de la dimensión temporal. “Una vez tu finado padre
nos dijo que no se puede medir el tiempo por días, como el dinero por centa-
vos o pesos, porque los pesos son iguales y cada día es distinto y tal vez cada
hora” señala Borges en Juan Muraña.
Por ultimo, hemos propuesto la idea según la cual el Principio de Placer
es un caso particular —aunque de singular importancia— del mismo princi-
pio de ordenamiento subjetivo del material psíquico, que se manifiesta en el
Lenguaje Interior a través de la Preponderancia del Sentido.
Si bien estas similitudes acercan notoriamente las posturas de ambas es-
cuelas, no por ello podemos dejarnos arrastrar por un optimismo desmedi-
do y no señalar las diferencias sustanciales que perduran entre ambas co-
rrientes. Principalmente en los fundamentos epistemológicos.
Es ampliamente reconocido que Freud parte de un modelo atomista-ener-
gético para teorizar sus descubrimientos. Su formación médico-biológica es
la que le brinda el sustento epistemológico que utiliza para pensar los fenó-
menos a los que lo enfrentaba la clínica. Fue justamente a partir de la clínica
que postuló una concepción global del psiquismo.
De allí se derivó, de forma casi ineluctable, una aproximación solipsista
al psiquismo. El modelo atomista primó en las teorizaciones de Freud acerca
del desarrollo de las funciones psíquicas. Este le sirvió como el andamiaje
imaginario que sustentó el desarrollo de las hipótesis con que elaboró sus
descubrimientos.
Debido a ello se deduce el desarrollo de ciertas funciones como la mani-
festación de un programa evolutivo, en el que los factores externos sólo ac-
túan como obstáculo traumático que desvía el “normal desarrollo”, o como
incentivo que alienta la manifestación de alguna función programada.
Los factores externos modifican dichas funciones, aunque no son los que
determinan su aparición. Así, la conciencia, que Freud le adjudica también a
los animales4, se ve modificada, en vez de generada, por el enlace de los con-
tenidos psíquicos provenientes del interior con la palabra. Es decir, la pala-
bra sólo hace perceptibles a una conciencia preexistente los estímulos prove-
nientes del interior del sujeto. Emociones, tensiones, pulsiones y el pensa-
miento —gracias a su conexión con el lenguaje— acceden a una conciencia
que está preparada para recibirlos.
Por otra parte, se ha señalado críticamente la concepción romántica de la
humanidad (cfr. Ratner: 1994), que anima la obra freudiana y asume la exis-
tencia de individuos en beligerante contradicción con la sociedad.
Es aquí donde encontramos el mayor grado de contradicción respecto de
la escuela fundada por Vigotsky: difieren en cuanto a la concepción global
del hombre y de los fundamentos de sus procesos psíquicos. Se diferencian
en tanto concepción general del psiquismo. Aunque en la actualidad el psi-
coanálisis se define como ciencia del Inconsciente, al hablar estrictamente de
Freud, éste postuló la fundación de una teoría que abarcara la comprensión
del psiquismo como totalidad. Sin embargo, aún postulando diferencias al
respecto, nadie puede discutir los fundamentales aportes del genial médico
vienés a la comprensión de nuestro funcionamiento psíquico y de ciertos
aspectos de la relación del individuo con la sociedad.
Para la escuela sociohistórica, a partir de su inscripción en la tradición
epistémica materialista, las peculiaridades distintivas del hombre son fruto
de su inserción social. Dicha inserción instaura las reglas que rigen el desa-
rrollo de su aparato psíquico. Aquél ya no será determinado desde adentro
hacia afuera, como en los individuos de otras especies, cuyo desarrollo ex-
presa un programa congénito. La línea de determinación se invierte, y es
desde afuera hacia el interior. El individuo ha dejado de comunicarse con el
medio y consigo mismo de forma inmediata, individualmente. Su relación
con el entorno y consigo mismo se convierte en mediatizada. Esto transfor-
ma radicalmente su estructura psicológica. Es central en la concepción de
Vigotsky la idea de que el desarrollo psíquico humano deja de responder a
leyes biológicas (cuya información acompaña al individuo al momento de
nacer) y pasa a depender de las legalidades histórica y social.
En función de ello, surgen procesos psíquicos inexistentes en el resto de
la escala biológica, el más complejo de los cuales es la conciencia, cuyo pleno
funcionamiento supone la interiorización, por parte del sujeto, de las herra-
mientas elaboradas a lo largo de la historia de la humanidad. Pero también
se modifican, sobre la base de la legalidad social, el pensamiento, la memo-
ria, la atención, la percepción, es decir, todas aquellas funciones que la psico-
logía clásica estudió enmarcada en una concepción biologicista.
borados con aquellos otros que se manejan de acuerdo con las leyes que
corresponden a etapas menos avanzadas de los procesos psicológicos, en
función de la mayor o menor eficiencia con que sean conducidos por las
herramientas de mediatización. Vigotsky expresó esta idea en varios pasajes
de su obra.
Como vemos, para Vigotsky, aún en los adultos que lograron internalizar
adecuadamente los instrumentos psicológicos —con su consecuente desa-
rrollo de los PPS—, conviven fenómenos psíquicos en los que la mediatiza-
ción no imprime plenamente su lógica. Para él, esto era particularmente no-
torio respecto del ámbito de las emociones y sentimientos, los que también
sufren un proceso de socialización, pero que no siempre encuentran los me-
dios que le permitan su expresión consciente5. Tomando en préstamo las
palabras de Leontiev, “el ser del individuo no es autoparlante”. Una bella
forma de expresar la complejidad de la traducción del mundo interior a la
complejidad del lenguaje, es la siguiente frase de Chesterton, citada por
Borges: “El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más
innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal... Cree,
sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son
representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y chi-
llidos. Cree que del interior de una bolsita salen realmente ruidos que signi-
fican todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo.”
En otros términos ya Vigotsky denunció la dificultad estructural del sig-
nificado para dar expresión consciente al mundo interior. En éste, el lengua-
je abandona la pretensión de la precisión y se transforma en alusivo.
12.
rija los procesos. El lenguaje como portador de significados cuyo origen tras-
ciende al sujeto es el que permite la existencia de procesos conscientes, pues
es la fuente de los más elevados procesos de mediatización.
Pero no siempre que aparece el lenguaje es portador de significados, y
tampoco siempre dirige los procesos en los que actúa. Su simple presencia
no asegura la subordinación del resto de los procesos psíquicos a su orden.
Freud descubrió que en las formaciones del inconsciente la palabra se en-
cuentra presente, pero en su mera cualidad de representación. Sus funciones
más elaboradas no ingresan dentro de los límites de dichas formaciones. En
ellas queda fuera de asunto el poder del significado.
También Vigotsky, como ya hemos visto, demostró que sólo en instancias
superiores la palabra rinde el total de sus frutos. Previo a ello, comparte la
dirección del pensamiento con procesos menos desarrollados. El lenguaje
emocional —del que ya hiciéramos mención— es un claro representante. La
etapa de preverbalización del L.I. es, quizá, el más limpio de los ejemplos
que podamos encontrar. En tal estado, el lenguaje comparte con otras for-
mas de regulación la dirección de los procesos en los que interviene.
13.
conllevan ningún adelanto. En todo caso, la parcialidad del reflejo subjetivo es tal en
relación con la objetividad del pensamiento verbal organizado a través de los
significados.
226 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE
14.
conciencia puede tomar distintas direcciones, puede iluminar sólo unos po-
cos aspectos del pensamiento o un acto. Recién he atado un nudo, lo he
hecho tan conscientemente que no puedo explicar cómo, puesto que mi co-
nocimiento estaba más centrado en el nudo que en mis propios movimien-
tos, en el cómo de mi acción. Cuando la última se convierte en objeto de mi
conocimiento, tendré entonces conciencia total de ella. Usamos el término
conciencia para dar a entender conocimiento de la actividad de la mente, la
conciencia de ser consciente.”
Mientras no se desarrolle en plenitud el conjunto de funciones que le dan
sustento, la conciencia aparecerá como un remedo de sí misma. Aunque para
el común o el lego tengan la apariencia de tal, aún la conciencia (que incluye
como factor imprescindible el conocimiento de los propios procesos psíqui-
cos) no se ha desplegado completamente. Continúa siendo un saber que no se
sabe a sí mismo.
Ello es porque el lenguaje cumple plenamente con su función de
mediatizador sólo cuando se manifiesta como portador de información ob-
jetiva que constriñe la inmediatez perceptual del sujeto. Hasta que el niño
no internaliza el significado como instrumento rector de su pensar, la pala-
bra le brindará nuevas posibilidades, pero no atempera, con la fuerza que lo
hará más tarde, la parcialidad que le impone el carácter subjetivo del pensa-
miento y la percepción.
Hasta no someterse al significado, el lenguaje es otro elemento subordi-
nado a los vaivenes de otros factores de la subjetividad. Sigue siendo una
imagen, y, como tal, persiste en su funcionamiento perceptual.
En sí misma, la palabra tiene un valor subjetivo muy importante, relacio-
nado con el control y el poder, que el niño también se lo adjudica en su
relación al medio, no sólo social sino también físico. El obsesivo con sus ri-
tuales verbales conserva esta particularidad del pensamiento infantil8.
Las formaciones del Inconsciente, el proceso primario como cualidad in-
herente a ellas, se muestran como claros ejemplos de estos procesos
8 No queremos con lo anterior decir que, luego del pleno dominio de la capacidad
verbal, el lenguaje se independice completamente de los vaivenes de la subjetivi-
dad, ni que la conciencia impere con omnímodo poder en todos los ámbitos psí-
quicos. O que sea el pleno regulador de la conducta. Vigotsky nunca propuso tan
peregrina idea. Todos los autores que lo han seguido bien saben que la conciencia
es un factor que puede o no aparecer en determinados procesos psíquicos. Pero
tampoco se admite que la conciencia cumpla únicamente un rol de comparsa de
un inconsciente todopoderoso, y que ello sea regla aplicable a todos los indivi-
duos. Pero discutir ello nos insumiría un espacio del que en el presente trabajo no
disponemos.
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 229
Significado
En este punto podríamos detenernos para preguntarnos cuáles son las
características del significado que lo convierten en el factótum de la concien-
cia. En principio, podemos señalar dos cualidades evidentes.
La primera de ellas es la cualidad —inédita hasta la aparición del hom-
bre— que implica la separación del sujeto cognoscente respecto del objeto
conocido. A dicha peculiaridad se le dio el poco feliz nombre de objetividad,
que supone una visión muy optimista acerca de la capacidad del concepto
de captar la realidad. Mantendremos, no obstante, dicho término a los fines
de economía expositiva. Esto no significa que aceptemos una visión simplis-
ta sobre la verdad, pero tampoco nos dejamos arrastrar por las corrientes
perpetuamente de moda que proponen la incognoscibilidad del mundo.
Posturas más que antiguas, pero constantemente renovadas en presunta ca-
lidad de novedosas.
La segunda característica es la de su índole coercitiva. Es decir, que los
mismos se imponen a los individuos como precondición de pertenencia a la
sociedad. Podríamos pensar que, al decir de Lacan, ella sería una de las con-
diciones que transforman al individuo en sujeto.
Ahora bien; la escuela sociohistórica postula —a partir de los axiomas
del materialismo histórico— el origen social de tales aspectos. A diferencia
de las propuestas de otras escuelas arraigadas en tradiciones epistemológicas
o filosóficas diferentes, que le suponen al significado un origen a partir de su
propio entramado que se autosustenta en el mundo del lenguaje, la escuela
fundada por Vigotsky propone la remisión del origen del significado a la
actividad social. Allí encuentra su esencia y explicación.
Dicha Actividad es siempre grupal, lo que preforma la cualidad conocida
como objetividad, tal como a continuación pasaremos a explicar. Previo a la
aparición del Significado, toda conducta y proceso psíquico, como parte in-
15.
Aunque es justo decir que debemos distinguir aquellas normas que be-
nefician al individuo de aquellas otras que ejercen un poder coercitivo en
beneficio de una situación social determinada (por ejemplo, la cultura
victoriana ayudó a mantener el poder monárquico en Inglaterra). No conce-
bimos que exista una plena oposición entre el individuo y la sociedad como
tal. Esta es un logro que ha permitido al hombre devenir como tal. Sin em-
bargo, sabemos que también pide ciertos renunciamientos que resultan one-
rosos a sus miembros. Todos ellos bajo la forma de imperativos éticos, explí-
citos o implícitos, agrupados en estructuras ideológicas.
El precio individual, relegado a las sombras, está en la base de las conste-
laciones descubiertas por el psicoanálisis. Agrupadas en derredor de fanta-
sías formadoras de estructuras reguladoras de conductas, constituyen uno
de los grandes aportes del psicoanálisis al estudio de la subjetividad.
En este campo, la teoría sociohistórica puede aportar, a partir de la con-
cepción sociogénica mediatizada, el orden de determinaciones eficientes.
Considerando como tales la estructura de intermediación social por la que el
individuo se relaciona consigo y con su entorno.
Capítulo 3
Por amor al arte
1.
2.
les dones.
La profunda influencia que ejerció la literatura en su obra queda refleja-
da en que uno de sus mayores aportes encuentra su nombre y explicación en
la tradición artística. Edipo, en su versión literaria, dio el material imaginario
que auxilió a Freud en la comprensión y desentrañamiento de uno de los
aspectos centrales de su teoría. No desconocía el mito, pero sus referencias
eran a la traducción literaria hecha por Sófocles.
En la carta a Fliess del 15 de octubre de 1897, Freud describe sus senti-
mientos hacia sus progenitores basándose en la obra de Sófocles y en Hamlet,
de Shakespeare. A través de ellas comenta a su amigo las hipótesis a las que
había arribado respecto de las constelaciones afectivas infantiles, las que re-
gulan la constitución de la subjetividad que encontraba tras los síntomas de
sus pacientes. Esta asociación de las obras mencionadas más adelante fue
objeto de análisis en La interpretación de los sueños.
3.
Varias fueron las obras en las que nuestro autor aplicó el método creado
por él para el análisis de distintas producciones artísticas. En todas ellas deja
en claro que no es su intención ni su interés el realizar un análisis estético.
Por el contrario, afirma que su objetivo consiste en demostrar que las mis-
mas leyes que dan origen a las producciones del inconsciente son aquellas
que encontramos en la base de toda producción artística.
Aplicar sus descubrimientos para lograr el desentrañamiento de los se-
cretos de la creación artística resultó ser una particular tentación. Gracias a
esto, Freud dejó sentada una convicción que acompañaría a todo estudio de
la producción artística de allí en adelante: El origen de la obra de arte provie-
ne de procesos inconscientes.
Las producciones en las que Freud desgranó sus conclusiones acerca de
la relación entre psicoanálisis y arte pueden, si nos dejamos arrastrar por
una pasión categorizadora, ser catalogadas en dos tipos de ensayos. Por un
lado, aquellos que indagan en la obra en sí; y por el otro, los que incursionan
en la intimidad del artista. Aunque la excepción de una obra particular vie-
ne a desbaratar nuestra “prolija” clasificación. El ‘Moisés’ de Miguel Ángel es
un estudio que se refiere a la aplicación del acto de análisis pormenorizado
que realiza el psicoanálisis.
Entre los ensayos dedicados a la investigación de la obra artística, tene-
mos el análisis de una novela de William Jensen: La Gradiva, tal el nombre
con que dicho texto sobrevivió en la tradición psicoanalítica. En esta catego-
ría, también podemos incluir los ensayos El motivo de la elección del cofre y
240 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE
4.
5.
6.
7.
Tal como expresara Leontiev, dicho libro se trata de una “obra de transi-
ción”, en la que el autor realiza sus primeros pasos en el territorio de la psi-
cología por el sendero que le traza una disciplina que le era familiar. Así,
entre los capítulos que componen dicho libro nos encontraremos con textos
producidos durante su primera juventud y su adolescencia. La monografía
sobre Hamlet, cuya primera versión fue escrita entre 1915 y 1916, es un claro
ejemplo de ello. Junto a estos trabajos hallamos otros en los que su produc-
ción se encuentra dirigida específicamente a ser publicados en el libro. Entre
estos últimos encontramos desarrolladas las opiniones de nuestro autor acerca
de las posiciones adoptadas por las distintas escuelas psicológicas —entre
ellas el psicoanálisis— acerca del fenómeno artístico.
Múltiples fueron los avatares que sufrió la obra hasta ser publicada; baste
como ejemplo mencionar que la misma fue concluida por su autor en el año
de 1925 y sólo vio la luz en 1965, esto es, cuarenta años más tarde, luego de
sufrir una muy prolongada censura.
Tal como en el Proyecto... de Freud, en esta primera gran obra de Vigotsky
habremos de hallar, en forma germinal, muchos de los conceptos que serán
centrales en su obra posterior.
Ya desde el principio veremos que, en su estudio sobre el Príncipe de
Dinamarca, Vigotsky realiza un análisis basado en el método de Hegel, au-
tor que lo atrapó desde sus años de estudiante universitario. De esta forma,
su estudio parte de los opuestos que motorizan la obra y se expresan en el
contradictorio carácter del protagonista: la impulsividad y la duda, la acción
y la tendencia a la inacción. También en otros aspectos de la trama —como el
drama entre la situación externa y los conflictos internos— Vigotsky lo ve
manifestarse a través de la oposición entre el discurso externo y el diálogo
interior.
No obstante, en esta monografía aún se ven los trazos de un pensamiento
que se encuentra en proceso de maduración. Su análisis del texto aún se
realiza en términos de una concepción pragmática de él. Esto es, el efecto
que busca transmitir el autor a través de su obra y las formas en que la mis-
ma es interpretada por el lector. Aun así, es dable destacar que, a diferencia
de Freud, Vigotsky muestra de forma temprana la intención de analizar el
fenómeno artístico a partir de los artificios técnicos de que está compuesta la
obra de arte.
Por ello, en el análisis de la misma obra que realiza en 1925 se puede
observar con claridad la evolución del interés de Vigotsky hacia el análisis
del texto en sí mismo y de la psicología del lector. Esto es, el efecto que la
obra literaria produce en el lector, resignando la posibilidad de indagar en
los procesos psíquicos del autor, ya que su interés está dirigido a constituir
un estudio más objetivo de la obra literaria; es que, para intentar examinar el
246 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE
proceso de gestación por parte del autor, se debiera contar con un pormeno-
rizado detalle de sus procesos psíquicos, conscientes e inconscientes, así como
la situación objetiva en que fue elaborada la obra.
En busca de mayor objetividad, limitará su estudio a aquello que consi-
dera como el único dato objetivo con que se cuenta para tal empresa. Es
decir, el mensaje artístico. Ello permite, según nuestro autor, entender las vías
de producción de los sentimientos del receptor.
Con el fin de analizar el mensaje artístico, toma a la fábula como objeto
de análisis. Realiza una descripción en la que, siguiendo los preceptos
dialécticos, destaca la presencia de dos líneas afectivas opuestas, que han de
despertar en el lector sendas tendencias afectivas, que duplicarán la oposi-
ción de las primeras. El desarrollo de la fábula permite la resolución de di-
cha contradicción en el desenlace de la misma, lo que le permite al lector
resolver la contradicción engendrada en él. Es así como tiene lugar la catarsis
que explicaría el efecto estético de la obra.
Si bien se trata de un intento de dar bases objetivas al estudio del arte,
Vigotsky no logró liberarse del testimonio subjetivo del lector, que, en gran
parte de la obra, es él mismo.
8.
9.
En el capítulo IV, Vigotsky nos ofrece un material más que valioso a los
efectos de contrastar sus posiciones de aquel entonces y las que proponía
Freud. Bajo el titulo de El arte y el Psicoanálisis, nuestro autor hace un repaso
de la propuesta freudiana en este campo, marcando sus coincidencias y sus
diferencias.
Por la época en que produjo el libro, Vigotsky mostraba un vivo interés
en los aportes de Freud a la comprensión del fenómeno artístico. Las cróni-
cas de aquel entonces refieren que el psicólogo ruso dio varias conferencias
en el ciclo de extensión psicoanalítica que, bajo la dirección de Ermakov, se
dictaba en el Kindergarten. En 1924, y en calidad de invitado, dio una charla
con el título de El uso del método psicoanalítico en literatura. Posteriormente, el
10 de mayo de 1927, y ya como miembro ordinario de la Sociedad
Psicoanalítica Rusa, presentó, en el mismo curso, el trabajo denominado La
psicología del arte en los escritos de Freud.
Este capítulo se inicia reconociendo los fracasos a que han conducido los
intentos de explicar el arte basándose únicamente en el estudio de la con-
ciencia. Dicho camino “no nos permitirá avanzar demasiado”, y prueba de
ello son los fallidos intentos de las corrientes psicológicas que fueran anali-
zadas por él en capítulos anteriores. A la luz de éstas afirma que “no es pre-
cisa una gran perspicacia para observar que las causas más inmediatas del
efecto artístico subyacen en el inconsciente”.
Acto seguido, asume la defensa del psicoanálisis cuando este recurre a la
inferencia como aquel método que nos conduce a la comprensión del in-
consciente, tal como otras ciencias (la historia, la arqueología, etc.) indagan
su objeto de estudio sin tener contacto directo con él. De la misma forma, el
inconsciente puede ser deducido a través de sus manifestaciones externas,
las que nos permiten conocer de su existencia e investigar su legalidad.
En este sentido, las obras de arte son parte de los medios que nos brindan
un acceso privilegiado al inconsciente. Por ello, reconoce a Freud y al psicoa-
nálisis el desarrollo de la concepción que encuentra en el inconsciente el
motor de la obra de arte.
248 | SEGUNDA PARTE. INCONSCIENTE Y LENGUAJE
Remarca que toda explicación consciente posterior, que intente dar cuen-
ta de los sentimientos y las emociones puestas en juego ante aquélla, deben
ser considerados como una racionalización o autoengaño pergeñado postfáctum.
En esta primera parte del capítulo en la que rescata los que, para él, son
los fundamentales aportes del psicoanálisis a la comprensión del fenómeno
artístico, reconoce como un acierto la propuesta freudiana de emparentar el
proceso artístico con los juegos infantiles y los ensueños diurnos. Acepta la
idea según la cual debemos buscar en los deseos insatisfechos, ocultos al
escrutinio ajeno —y muchas veces al de la propia conciencia—, los motivos
primarios del hecho artístico.
Tampoco ejerce crítica al hecho de parangonar al artista con el neurótico,
pues aquellos también utilizan un subterfugio para expresar sus tendencias,
aunque ello les permita hacerlo de forma más directa.
Sin embargo, luego de reconocidas las bondades del método psicoanalí-
tico aplicado al arte, Vigotsky realiza una crítica en cuanto a la concepción
que respecto de la forma, en la obra del arte, sustenta esta escuela.
En este punto se inicia lo que podríamos considerar como una segunda
parte del capítulo. En ella se puede apreciar una clara delimitación de los
márgenes entre una y otra escuela. De aquí en más, Vigotsky adopta una
postura crítica, fijando posiciones referidas ya no sólo al arte, sino a toda
manifestación medianamente compleja del espíritu humano.
Considera Vigotsky que la concepción freudiana tiene su punto más dé-
bil en la explicación que realiza del papel que juega la forma en la obra de
arte.
Rechaza la idea por la cual el psicoanálisis iguala, en su explicación, la
composición morfológica de la obra de arte a la que adquieren los sueños
diurnos y los juegos. Es decir, la deformación de su origen real a través de la
producción de un placer preliminar (Vorlust) que sirve de cebo o carnada y
logra engañar al lector respecto de la fuente de placer.
Tampoco se muestra proclive a aceptar la división de las diferentes disci-
plinas artísticas según las diversas fuentes de placer sexual infantil, que se-
ría la responsable de la postulación psicoanalítica según la cual debajo de
toda manifestación artística se encuentra el Complejo de Edipo.
Para Vigotsky, la apelación a dicha constelación psíquica como recurso
general para explicar las diferentes manifestaciones del arte resulta inacep-
table. Pues con ello la forma misma del arte se transforma en “un apéndice
insustancial”, escatimándole así al arte la comprensión de su “papel social”.
Por otra parte, esta idea niega la posibilidad de modificación histórica, ya
que las tendencias a las que alude el psicoanálisis habrían permanecido in-
variables a lo largo de la historia. De ser así —dice Vigotsky—, no se logran
explicar las distintas funciones sociales que cumplió el arte a lo largo de
ALEJANDRO H. GONZÁLEZ | 249
10.
11.
Cierre
Para concluir, podemos decir que, quizá de forma más contundente que
en cualquier otro punto de su producción, en el tema que acabamos de ana-
lizar se ponen en claro las diferencias y los puntos de complemento de una y
otra escuela. Una, buscando respuesta al dolor individual, descubrió los tor-
tuosos caminos que recorren los motivos de nuestro accionar. Denunció el
precio que debe pagar todo individuo por pertenecer a una sociedad. No
buscó cambiarla (aunque la influencia de sus ideas ha producido extraordi-
narios cambios), sólo buscaba aliviar el dolor de sus pacientes.
La otra buscó entender los mecanismos más complejos, y encontró los
aportes que hace la sociedad a sus miembros. Descubrió que sin ellos el hom-
bre no es tal, ya que todo lo que hay en él de humano se lo debe a su inmer-
sión en la vida social. Encontrándose inmersa en un proceso revolucionario,
buscó métodos para mejorar los medios con que la sociedad nutre a sus miem-
bros.
El abordaje hecho por nuestros dos autores muestra las dos facetas más
reconocibles del arte: Como exutorio de pasiones ocultas y como instrumen-
to social de procesamiento semiótico de las fuerzas que atraviesan a los suje-
tos.
Iniciamos nuestro recorrido buscando puntos de contacto entre ambos
autores. No dejamos de señalar sus diferencias y sus similitudes. Aquí, al
final, hemos visto cómo ambos caminos se unen en aquello que luego deli-
mitará el campo de estudio de cada uno. Este libro es una invitación a rom-
per con prejuicios que separan y empobrecen. Llenas de resquemores y es-
crúpulos, ambas teorías se desarrollaron independientemente. Probablemen-
te, este sea nuestro humilde aporte al encuentro de las ideas de dos genios
que revolucionaron, gracias a su valentía, la concepción del hombre.
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Bibliografía