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Psicoanálisis y ciencias sociales

Rithée Cevasco

He retomado para esta Conferencia de Clausura del Curso de Post Grado "Atención
primaria e infancia" el título del libro de Paul-Laurent Assoun, uno de los componentes de
nuestro laboratorio de investigación en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas
de París (CNRS), Freud et les sciences sociales.

Este libro, en efecto, asienta las bases del proyecto de trabajo que se realiza en el
colectivo de investigadores reunidos en el CNRS en el Laboratorio denominado
"Psicoanálisis y prácticas sociales de la salud" vinculado a la Universidad de Picardie.
Este laboratorio agrupa cerca de 20 investigadores provenientes de diversos horizontes
de las ciencias sociales, en particular, sociólogos y antropólogos, pero también, filósofos y
psicólogos y que se ocupan de objetos de investigación diversos:

-Epistemología freudiana de lo social


-Patologías del acto
-Toxicomanía
-Criminología (Serial Killer)
-Psicofarmacología en la modernidad
-Racismo y exclusión social
-Etnopsicoanálisis (Méjico, Mauritania, Cuba)
-La Voz en lo político
-Perturbaciones de la adolescencia
-Procreación médica asistida
-Patologías del "encierro"

Esta apuesta de colaboración entre investigadores de distintos campos de las ciencias


sociales y psicoanalistas no deja de suscitar, hoy más que ayer, perplejidades: ¿Cuáles
son los puntos de consenso que anudan a estos diferentes investigadores? ¿Qué puede
aportar el psicoanálisis a la comprensión de los fenómenos colectivos y sociales? ¿Qué
puede aportar, si su tratamiento sólo opera caso por caso, y si, en consecuencia, no
puede ir más allá de una clínica de lo particular?

Nuestro equipo de investigación quiere responder al desafío de estas preguntas, en la


línea iniciada por Freud, al formular sus interrogaciones sobre la posible sospecha de un
intento de imposición ilegítima del psicoanálisis en el campo de las ciencias sociales.

Estos trabajos llevaron a Freud a fundamentar una "epistemología psicoanalítica de las


ciencias sociales" y a construir una teoría acerca de la cultura y la sociedad.
Esta "epistemología" se puede localizar, fundamentalmente, en las obras siguientes:
Psicología de las masas y análisis del yo y El Malestar en la cultura.

Esta línea de trabajo del Laboratorio de investigación del CNRS no quiere reducirse a las
facilidades de un mal entendido "psicoanálisis aplicado" tan criticado, si no despreciado,

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en su acepción errónea, por Lacan y sus discípulos.

"Aplicar" el psicoanálisis, los descubrimientos del psicoanálisis, en el campo de las


ciencias de lo social es lo contrario de promover una reducción de lo social a lo individual;
lo contrario de promover el imperialismo de una disciplina sobre otra. El psicoanálisis no
es portador de "visión del mundo" alguna, el conocimiento de las leyes del inconsciente no
le autoriza a ello. Freud, por otra parte, es extremadamente crítico de esta visión
"totalizante" propia, a veces, de las ciencias sociales y prefiere, ciertamente, seguir el
modelo del rigor impuesto por las ciencias exactas o naturales.

El punto de vista del psicoanálisis en el campo de las ciencias sociales se legitima a partir
de una hipótesis: existe una dimensión social del síntoma. Esta mínima y legítima
hipótesis, permite establecer un puente entre el saber del síntoma y el saber de la cultura.

El psicoanálisis, desde esta perspectiva, permite abordar lo que podemos llamar el


"anverso de lo real social", en la medida en que las psiconeurosis son la respuesta a un
profundo "imposible de vida" inscripto en el estatuto mismo de lo cultural. Es decir, la
empresa civilizadora y la cultura despliegan sus preceptos éticos a fin de erradicar la
vertiente pulsional destructiva propia de la naturaleza humana y regular las relaciones de
los hombres entre si, perturbadas a menudo por este aspecto mortífero que les es propio.

Ese "imposible de vida" está ligado a la renuncia pulsional, fundamento de su existencia y


que opera como condición de su reproducción. Se trata pues de abordar las neurosis
como operador de lectura del malestar en la cultura y de explorar, por medio del síntoma,
el punto ciego de lo social y hacer, por lo tanto, de las formaciones neuróticas "un modo
de desvío de lo reprimido que opera en el seno de los social".

Tal es el paso que da Freud en los primeros tiempos de su estudio de la problemática del
campo social, cuando intenta aclarar el hecho cultural por "sus síntomas" y cuando intenta
encontrar el origen del malestar en la "renuncia pulsional" impuesta por la cultura.
Con su trabajo de 1929, El Malestar en la Cultura, da otro paso más en sus desarrollos al
situar la evolución misma de la cultura en las "tribulaciones de la pulsión", a través de la
ferocidad de la instancia superyoica, denunciando así lo que comporta de satisfacción
mortífera el propio establecimiento de la cultura.

Esta dimensión "maldita" de la cultura y de la civilización entra en oposición con los


procesos sublimatorios de creación, que le son propios.

Esta orientación freudiana es la base, en nuestro laboratorio, para situar nuestras


investigaciones en colaboración con diversas disciplinas de las ciencias sociales, en la
medida en que es reconocido el aporte del psicoanálisis para abordar los efectos
inconscientes a través de la vía simbólica.

Así, en la lógica de las organizaciones sociales, verificamos una dimensión simbólica. Sin
duda alguna los trabajos de Levi Strauss representan el primer "puente" moderno y
científico a posibles colaboraciones.

Pero hay que añadir una dimensión que va más allá del registro de simbólico y sus
efectos inconscientes. Es este "más allá" (objeto extramundano, extraño e inquietante)

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que delimita la dimensión propia del punto de vista del psicoanálisis.

El lugar de la pulsión de la muerte en las formaciones sociales, es el objeto (extra


mundano) que requiere de manera particular las investigaciones freudianas. Esta pulsión
de muerte, modalidad de satisfacción paradójica, da cuenta, junto con el "anverso de la
regla" que erige al hombre contra su propio hermano, del registro de la división del sujeto
consigo mismo que puede hacerle elegir, en una extrañeza consigo mismo, más allá del
placer y su principio, la lógica de la muerte o del goce masoquista y destructivo.

El punto de "aplicación" del psicoanálisis en el campo de las ciencias sociales se ejerce,


pues, en esta doble dimensión: los efectos de la producción simbólica, tal como ella es
reconocida por los antropólogos y sociólogos de diversas orientaciones y los efectos del
trabajo silencioso de la pulsión de muerte en el campo social.

Pensamos que la referencia a las ciencias sociales, a las ciencias de la cultura, no es


para el psicoanálisis un simple apéndice contingente y que, asimismo, el psicoanálisis se
ha convertido en un "destino" posible de las ciencias sociales cuyas figuras conviene
declinar.

El psicoanálisis no se reducía para Freud a un tratamiento terapéutico, en Lecciones de


Introducción al Psicoanálisis, lo situó en una triple dimensión:

- Como un procedimiento de investigación


- Como un método de tratamiento
- Como una nueva disciplina científica

En sus Nuevas Conferencias de 1932-33, Freud no subestima los "obstáculos" que nacen
con estas tres "tareas": la más evidente es que "una tal aplicación presupone"
conocimientos especializados que el analista no posee, mientras que "aquellos que los
poseen, los especialistas, no saben nada del análisis y pueden no querer saber nada de
él".

Freud criticará a los analistas de los primeros tiempos que incurrieron en el campo del
"territorio del otro" (etnólogo o historiador de la cultura y la religión) con instrumentos mal
dominados. Pero también señalará que los especialistas de estos campos del saber no
los trataron mejor, al considerarlos como "intrusos" y rechazando tanto sus "métodos"
como sus "resultados".

Sin embargo, Freud insiste en apostar por una fecundación recíproca porque el
psicoanálisis no se limita a salir fuera de su campo para tomar un poco de aire sino que
espera "confirmaciones" a partir de la posibilidad de sus "aplicaciones", así como la
confrontación con el psicoanálisis puede ser "un momento de verdad interno para las
ciencias sociales mismas", tal como señala P.L. Assoun en el texto anteriormente referido.

En esta línea, todas las investigaciones del Laboratorio del CNRS confluyen en el intento
de diagnosticar las formas específicas de nuestras contemporáneas formas de malestar y
verificar los elementos causales en juego.

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Este "diagnóstico" se efectúa en referencia a tres elementos que entran decisivamente en
juego en la lógica de lo colectivo: la función del padre, las operaciones de sublimación, las
formas de idealización.

¿Podemos aventurarnos ya en el diagnóstico del "nuevo malestar de la cultura"? ¿A


localizar las formas modernas de este malestar siempre existente en la civilización?

En la actualidad, los modos de presentación de esos tres elementos fundamentales son


las siguientes:
- Crisis de la función de sublimación
- Erosión del referente paterno
- Crisis de las modalidades de idealización correlativas al referente paterno.

Así, estos tres elementos en franca crisis, podrían dar cuenta de la liberación de un
"potencial de goce" en el que la pulsión de muerte, como puro principio de repetición, sea
causa del "retorno de la agresividad sobre el sujeto", potenciando las patologías del acto.
Asimismo, el desarrollo de las estrategias narcisistas que hacen del cuerpo una instancia
de "reparación" por la vía del "imaginario corporal", tal como situé en el texto Narciso de
Masa. El empuje al goce por un lado y el recurso a su límite por una reglamentación
superyoica, tales parecen ser las coordenadas particulares de nuestro malestar en la
época de la generalización del discurso capitalista y de los ideales universalizadores de la
ciencia.

Para terminar, señalaré que no hemos hecho explícitamente referencia a la enseñanza de


Lacan, para no dificultar la transmisión de las ideas claves de nuestro proyecto, pero es
en su obra, donde encontramos los instrumentos clínicos y teóricos aptos para proseguir
los primeros pasos trazados por Freud.

Les presentaré a continuación la investigación realizada por Markos Zafiropoulos,


recogida en Tristesse dans la modernité, como ejemplo de trabajo del Laboratorio del
CNRS. Inicia la exposición con una cita de Freud: "Tal como nos es impuesta, nuestra
vida es demasiado pesada, nos inflige demasiadas penas, decepciones, tareas insolubles.
Para soportarla, no podemos dejar de recurrir a sedantes. Son quizás de tres tipos: en
primer lugar las diversiones intensas, que nos permiten considerar nuestra miseria como
poca cosa, luego satisfacciones substitutivas que la disminuyen, finalmente sedantes que
nos tornan insensibles. Estos medios, el uno o el otro nos son indispensables."

Freud, en El Malestar en la cultura, universaliza la pena, el peso de la existencia que está


en el origen de lo que podemos llamar el dolor de existir; y aísla tres estrategias de
compensaciones:

1. Frente a las diversiones intensas; el trabajo científico,


2. Frente a las satisfacciones substitutivas, el arte o la religión
3. Frente a la insensibilidad, la utilización de estupefacientes.

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Esta encuesta que les voy a presentar investiga las formas de "reducción de los dolores
psíquicos" que corresponden al tercer tipo de estrategia planteada por Freud y se planteó
después de un trabajo de investigación sobre Toxicomanía cuyos resultados ya fueron
publicados en Le toxicomane n'existe pas.

Esta investigación se centra en el análisis de la circulación de los psicofármacos.


Circulación legal del estupefaciente entre el médico, habitualmente generalista, y el
paciente. Se trata de establecer una clínica de los efectos de estos productos en la
relación transferencial médico-paciente, que pone a la luz, en el análisis del caso por
caso, la manera en que el sujeto del inconsciente retorna allí mismo donde fue elegida
una estrategia de su rechazo con la utilización del psicofármaco.

Esta encuesta pone el acento en la "elección ética" que supone la utilización masiva, y
frecuentemente indiscriminada de los psicofármacos, como recurso al tratamiento del
malestar específico y actual en nuestra sociedad. Malestar que se presenta bajo múltiples
variedades de "depresiones", concepto que va más allá de una categoría clínica definida,
para recubrir el amplio campo de los "desfallecimientos" del sujeto de la modernidad. El
ideal de salud y de felicidad, de corte americano sin duda, pero que se hace
mundialmente dominante por la "task force" movilizada por la Asociación Americana de
Psiquiatría (Utilización estandarizada de los DSM: Manuales de diagnóstico y estadística
de las perturbaciones mentales), se impone agresivamente en detrimento del deber del
sujeto de encontrar las coordenadas subjetivas de su malestar "depresivo".

"Resituarse en la estructura (inconsciente)" es el programa terapéutico propuesto por el


psicoanálisis, programa al que se opone el recurso masivo al psicofármaco. Para la
evaluación de los efectos de los psicofármacos, no se trata de una evaluación que cubriría
el conjunto del campo en el que se recurre a ellos, sino a una evaluación respecto a su
utilización "ampliada", en particular, respecto del tratamiento de las inespecíficas
patologías de la depresión. En efecto, el universo mórbido de las coyunturas depresivas
se manifiesta ya en sí mismo, como una suerte de rechazo del inconsciente…

El recurso a los antidepresores libera, en nombre del ideal científico, al sujeto "que se
queja" de su "deber" de situarse respecto a las condiciones subjetivas que le son
particulares en la eclosión del episodio depresivo. Así, el recurso indiscriminado a los
psicofármacos, se presenta como una pseudo "tecnología científica" al servicio de una
cobardía moral. Asistimos hoy en día a la reconducción de tratamientos mediante
antidepresivos durante largos períodos de tiempo, a veces durante muchos años, 8, 10,…
cuando desde el punto de vista científico su eficacia sólo está comprobada durante
períodos que van de seis semanas a seis meses.

Después de ese periodo de tiempo, ya nada se sabe de lo que "opera" e, incluso, poco se
sabe acerca de los efectos secundarios que la utilización frecuente puede provocar:
pérdida de memoria, dificultades en las facultades cognitivas, etc.

La investigación acerca de la historia, la invención y el desarrollo de los antidepresivos,


permite así mismo desvelar, que su "descubrimiento" no es fruto de investigaciones
científicas precisas, sino fruto del azar. En consecuencia, su utilización masiva no
responde a protocolos científicos establecidos (ejemplo actual: Prozac). La encuesta
permite verificar que la prescripción de psicofármacos se realiza en dirección a patologías
cada vez menos graves. Digamos, que se hace masiva su "utilización ordinaria", con un
cierto uso cada vez más frecuente como placebo. Estos psicofármacos no dejan de

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presentar riesgos para la integridad psíquica del paciente, tanto en los tratamientos de
casos agudos como, por supuesto, en los tratamientos a largo plazo. Estos riesgos no
están aún correctamente evaluados. En resumen, la primera parte de los resultados de la
encuesta llama la atención sobre el hecho de que la utilización de los antidepresivos de
manera masiva no responde una elección científicamente fundada, sino a una decisión
ética, una actitud ante el "malestar en la cultura" tratada en nombre del ideal de la
felicidad y en nombre del ideal científico de rechazo del sujeto del inconsciente, sumado a
los intereses económicos de la industria de los laboratorios farmacéuticos.

Esta decisión ética, encuentra su momento "fundante" en lo que el autor llama "el Acto de
Akistal": A finales de los años 70, en San Diego de los EEUU, el Dr. Akistal, quien
investiga los ciclos del sueño paradojal, descubre perturbaciones de esta fase del sueño
en personalidades descritas como "depresivas", por presentar rasgos de carácter tales
como la tristeza, tono bajo, desmotivaciones, etc. En la medida en que también se habían
descubierto perturbaciones semejantes en los casos de grandes depresiones (psicosis
maníaco-depresivas), se concluye pues, que todo rasgo de "depresión", es en si mismo
una enfermedad. A partir de esta afirmación se legitima la extensión de la categoría de
"depresión" como una enfermedad mental. Esta decisión arrastra otras consecuencias:
hace del sujeto depresivo un "enfermo" del sueño… Se deja totalmente de lado el hecho
de que precisamente es durante esta fase del sueño cuando se sueña o se "pesadillea",
vale decir, cuando se produce un momento privilegiado del encuentro del sujeto con su
deseo inconsciente. Pero el inconsciente rechazado, silenciado con antidepresivos,
retorna e insiste, y sus efectos pueden leerse tanto en la particularidad de la reacción al
psicofármaco como en los avatares de la relación transferencial anudada entre el médico
-"desbordado" de más en más por la demanda de los pacientes- y el paciente.

La segunda parte de la investigación, ilustrada con ejemplos clínicos, nos abre un abanico
de "variaciones" que contrarían la unicidad de la estandarización que la pseudo
racionalidad científica pretende inducir. Desfilan así las figuras de Tomas y sus diez años
de consumidor, el consentimiento de Hanna y el rechazo de Edith, la pasión por los
antidepresivos de Rachel la anoréxica; la elección de Juliette. entre la expansión maníaca
y la regulación social; el duelo y la culpa de Helena. El autor extrae de esta clínica del
caso por caso, 35 lecciones, de las cuales solo enunciaremos la última: "Por querer
demorar el momento del encuentro del sujeto con la prueba de su verdad inconsciente, el
prescriptor, -contra su voluntad- abre la vía del triunfo de esa "cultura de la pulsión de
muerte" colaborando así con la tiranía del Superyo en el seno mismo del dolor
melancólico y su causa"

¿Por qué no aceptar sin más el bienestar que puede aportar el narcótico? ¿Porqué no
aceptar sin más el recurso a los antidepresivos? ¿En nombre de qué…? Quizás la
pregunta persista entre ustedes…

El autor formula dos respuestas: el deseo inconsciente es indestructible. Quítenle sus


medios de expresión y retornará en los avatares de la relación médico-paciente. La simple
elección por los antidepresivos anudada al rechazo del inconsciente, corre el riesgo de
constituir una suerte de "complacencia" con el síntoma, que deja al paciente enfrentado a
la ignorancia de su deseo que reconduce entonces ese dolor de existir que se quería
acallar.

Texte establert per B. Matilla i revisat per l'autora a partir de notes per a la conferència
inaugural del curs de postgrau Atenció Primària i Infància de l'UB-FNB, novembre 1996.

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BIBLIOGRAFIA
1 S. Freud. El Malestar en la Cultura, Psicología de las masas y análisis del yo.
Amorrortu Editores.
2 R. Cevasco, M. Zafiropoulos. Odio y segregación, perspectiva psicoanalítica de una
pasión oscura, Revista Freudiana nº 17, Barcelona 1996. Difusión Ed. Paidós
3 R. Cevasco. Narciso de Masa. Imaginario y lógica colectiva. Madrid 1996. Dor, SL
Ediciones. Eolia.
4 M. Zafiropoulos: Tristesse dans la modernité. De l'idéal pharmacologique à la clinique
freudienne de la mélancolie. París, 1996. Ed. Antrhopos.
5 M. Zafiropoulos. Le toxicomane n'existe pas. Ed. Anthropos París 1996
6 P.L. Assoun. Freud et les sciencies sociales. Ed. P. Coulin París 1994.

Rithèe Cevasco es investigadora del Laboratori de Psicoanàlisi i Pràcticas Socials de la


Salut, CNRS, Universitat Picardie, i Psicoanalista, membre de l'EEP-Catalunya.

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