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1 Docentes emocionalmente inteligentes

La introducción de la educación emocional en las aulas contribuye a generar un


mejor clima en el aula, además de ayudar a entender los comportamientos del
alumnado. Se analiza los procesos emocionales positivos que colocan al estudiante
en el centro de su aprendizaje.

Por la pedagoga Marisol Sánchez


EDUCACION 3.0 23/12/2019

Durante siglos, los seres humanos hemos aprendido a perseguir la seguridad y


evitar la incertidumbre, y ese fundamento tiene una base sólida en los sistemas de
enseñanza en los que se ha castigado fuertemente el error.

Francisco Mora, en su libro, ‘Neuroeducación. Solo se aprende aquello que se ama’,


aclara: “Hoy ya sabemos que la letra con sangre no entra. El castigo, el dolor como
estímulo para aprender es un método primitivo, consustancial con la supervivencia
en otros tiempos duros de la humanidad. (…) El no aprender, la persistencia en el
error costaba la vida. (…) Pero lo cierto es que en la actualidad con el aprendizaje
en los colegios nadie se juega la vida. Por eso hoy solo se debe y se puede enseñar
a través de la alegría, porque conocemos bien los sustratos cerebrales de estos
procesos”.

Generación de emociones positivas


Esta idea choca con los métodos de enseñanza que persiguen objetivos a corto
plazo. El autoritarismo tiene consecuencias a corto plazo. Es relativamente fácil
corregir conductas a través del castigo. Pero hoy sabemos que existen otros
procesos de enseñanza, basados en la generación de emociones positivas, que dan
lugar a aprendizajes realmente significativos.
Estos procedimientos de enseñanza sitúan al alumno en el centro del proceso de
enseñanza- aprendizaje, generan competencias personales que darán resultados
de adentro hacia afuera; suponen una evolución del rol del docente, de figura de
autoridad que nos premia o castiga según reproduzcamos o no el conocimiento, las
normas o valores que nos transmite, a un modelo y guía que influencia al estudiante
y saca lo mejor de el.
Pero, ¿cómo podría influirle si no conoce los procesos internos que condicionan su
comportamiento?

El valor de la educación emocional


La educación emocional no aporta recetas mágicas, sino que propone aplicar
procesos de gestión emocional que se traduzcan en acciones diarias que nos
permitan conectar mejor con el alumno, responder a sus necesidades, crear las
condiciones necesarias para el aprendizaje.

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El modelo de gestión emocional de Salovey y Mayer, autores que acuñaron el
término de ‘Inteligencia Emocional’ en la década de los 90, propone la combinación
de cuatro competencias emocionales:
– Reconocimiento y expresión emocional: capacidad de expresar nuestras
emociones de manera efectiva.
– Facilitación emocional: ser consciente de cómo nuestro estado emocional
influye en diferentes procesos cognitivos y, por tanto, en nuestra manera de pensar
y percibir el mundo, para así, utilizar las emociones de manera adecuada en nuestro
día a día.
– Comprensión emocional: habilidad para reflexionar acerca de la emoción,
valorar sus causas y consecuencias y por tanto tomar decisiones sobre si es la más
adecuada o no para la situación que vivimos.
– Regulación emocional: capacidad para aplicar estrategias de regulación a
una emoción desadaptada y generar emociones que nos devuelvan el equilibrio.

La emoción, tiene una dimensión física (respuesta fisiológica), una dimensión


cognitiva (condiciona nuestro pensamiento) y una dimensión conductual (nos coloca
en una determinada plataforma de acción), por tanto, una vez que se activa una
determinada emoción, nos va a arrastrar hacia una determinada manera de pensar
y de actuar.
Si llevamos este proceso a un ejemplo diario en el aula, un docente que conoce las
relaciones entre emoción, pensamiento y acción, observa que uno de sus alumnos
ha desarrollado miedo hacia su asignatura. Entonces, también podrá ver cómo sus
pensamientos dominantes y su actitud ante la materia serán de ‘huida’ y que esa
emoción no genera las condiciones cognitivas necesarias para que el aprendizaje
se produzca. A partir de ahí, podría establecer estrategias para generar seguridad
en el alumno y ayudarle a reajustarse.

Aprender a desaprender
Esto no se consigue con acciones puntuales, es un proceso de observación y
desarrollo de estrategias constante que, a veces, implica cambiar creencias y
desaprender hábitos emocionales que pueden estar muy arraigados en el
estudiante.
El camino es largo, profundo, nos equivocaremos y tendremos que reconducirnos,
incluso, en muchos casos, implicará cambiar nuestros propios hábitos emocionales
pero, si no podemos preparar a nuestros estudiantes en las habilidades técnicas de
empleos que aún no podemos definir, al menos podemos dotarles de herramientas
que les permitan manejar los procesos internos que condicionan su manera de
sentir, pensar y actuar.
Así podrán ser capaces de responder en lugar de reaccionar y llegar a la definición
de Inteligencia Emocional de Roberto Aguado, entendida como ‘la capacidad de
escoger la mejor opción emocional, entre todas las posibles, para cada momento
de nuestra vida’.

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2 HUMANO Y EMOCIONES

Marta Grañó

Sep 24, 201?

Somos más emocionales de lo que creemos


Sabemos que las emociones nos mueven, nos inquietan y son las que estimulan el
aprendizaje. Soy una gran convencida de que las emociones importan.
Admito que siempre me he sentido acomplejada por ser demasiado emocional, por
preocuparme en exceso por cualquier tema, porque me afecta mucho lo que sienten
los demás, porque las cosas me duelen especialmente, por llorar con más facilidad
que otras personas… Soy muy emocional.
Soy capaz de ir al cine con mi sobrina Aina a ver una peli de dibujos y disfrutar en
modo superlativo, soy capaz de ver Tadeo Jones 2 y meterme dentro de la película,
entrar en una historia divertida y romántica, viendo los típicos malentendidos que
suceden a una pareja al principio de una relación, sintiendo pena por todo lo que se
queda por decir… Sí, lo admito, me encantan las pelis de dibujos y creo que nunca
seré demasiado mayor para verlas.
Pero ya va siendo hora de eliminar complejos, porque necesitamos las emociones
en muchos aspectos de nuestra vida.
Durante muchos años, NO se ha concedido importancia al mundo emocional
Pero la realidad nos va demostrando que SÍ la tiene. Nos lo muestran multitud de
estudios científicos de primer nivel y expertos internacionales que trabajan en este
ámbito, relativamente nuevo, introducido en el siglo XX por el Dr. Antonio Damasio,
que fue el primero en señalar que la cognición y las emociones no solo están
estrechamente entrelazadas, sino que además, la emoción es el primer mecanismo
para la racionalidad.
Ya he hablado en otras ocasiones sobre la relación entre las emociones y el
aprendizaje, está claro que «sin emoción, no hay memoria». Y ese es un factor
que debemos tener en cuenta no solo en el ámbito de la Educación, sino también
en el de las Organizaciones.
El Capital Humano de las organizaciones
La teoría económica ha estado siempre buscando determinar cuáles son los
factores que conducen al crecimiento económico. Y así, ha ido estableciendo la
importancia de disponer de distintos recursos.
Nadie duda de la importancia del papel que desempeña el capital económico,
entendido como la suma de recursos tales como capital financiero, activos
inmobiliarios o cualquier tipo de bien material. Sin embargo, debemos tener muy en
cuenta también el capital humano, formado por el conjunto de las capacidades que
una persona adquiere con su educación y su formación. Las personas pueden
invertir en sí mismas a través de la educación y ampliar así sus posibilidades de
desarrollo a nivel personal y contribuir al desarrollo social.
Invertir en el desarrollo de las personas de una organización es invertir en capital
humano y tiene un retorno sustancial, como se ha demostrado en diferentes
estudios.

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Las organizaciones se han mostrado históricamente preocupadas por la gestión y
el control de su capital económico. Pero debemos tener en cuenta que vivimos un
momento en que el capital económico es relativamente abundante, con un coste
real muy bajo. El recurso más preciado en la actualidad es el capital humano y es
el que es capaz de marcar la diferencia. Sin embargo, parece que existe una
preocupación mucho menor por gestionar este capital humano. Las organizaciones
deberían invertir en capital humano del mismo modo que invierten en capital
financiero.
Si en el ámbito del capital financiero, hemos desarrollado conceptos como el coste
de oportunidad de capital, medimos la esperanza de vida de las inversiones o
determinamos la tasa de rentabilidad que le exigimos a una inversión, con el capital
humano, se debería trabajar de un modo similar y tener muy claro el retorno de la
inversión en capital humano, así como el coste de oportunidad de ese capital
humano. Y es que el capital humano impacta directamente en la rentabilidad de la
organización, de un modo sorprendente.
Relación entre Capital Humano y crecimiento económico
El crecimiento económico tiene que ver con distintos factores, como he señalado.
Entre estos factores, se encuentra el capital humano. Invertir en educación es
invertir en capital humano y tiene un retorno sustancial, ya que influye en la
retribución futura de las personas y, por derivación, en el progreso de la sociedad.
Por ello, el fracaso escolar o una educación de baja calidad constituyen un lastre
social peligroso, por el impacto que tiene en las familias y en la cohesión social.
Pero es que, además, tiene un impacto económico directo en las arcas públicas. La
explicación es muy sencilla: a menor formación, menor cualificación y, por tanto,
menor salario.
Ello redunda en un menor consumo y en pagar menos impuestos a la sociedad. A
cualquier nación le interesa tener ciudadanos formados, capaces de aportar mayor
valor.
El nivel de estudios continúa marcando una gran diferencia en las escalas
retributivas. Y el abandono escolar es un problema para la sociedad. El índice de
abandono escolar en la Unión Europea es del 14%, aunque resulta más
preocupante en países como Argentina con el 25% o en España con el 29%.
Por otra parte, se ha producido un aumento a nivel mundial de personal altamente
cualificado en el último decenio, que obliga a todos los países a seguir mejorando
su nivel educativo si no quieren quedar desfasados.
Está claro que existe una poderosa relación entre educación y crecimiento
económico, y ello justifica la importancia de invertir en educación en esta sociedad
del aprendizaje en la que vivimos y que éste es la base para el crecimiento de las
naciones.
El mayor tesoro de una nación
Se ha puesto de relieve la importancia del capital humano y, consecuentemente, de
la educación. Se exigen nuevas aptitudes a las personas y los sistemas educativos
deben responder a esta necesidad.
La educación debe convertirse en un sistema de formación permanente, ya que
constituye un factor fundamental de crecimiento económico. La inversión en capital
humano es una inversión estratégica. Y todo parece señalar que esta tendencia se
va a intensificar en los próximos años.

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La inversión en educación y formación es fundamental para impulsar el crecimiento.
La educación es la gran generadora de talento y el talento es la gran riqueza de las
naciones.
No es posible el crecimiento de una sociedad sin invertir en capital humano. Es
necesario invertir en educación y formación para acumular conocimientos,
capacidades y habilidades para mejorar el nivel de vida. Dice José Antonio Marina:
«Si tuviéramos bajo nuestros pies un gigantesco yacimiento de petróleo parecería
estúpido que no nos preocupáramos de extraerlo. Con el talento sucede igual».
Si buscamos un tesoro en nuestra sociedad, lo tenemos… el mayor tesoro que
tienen las sociedades es el capital humano que poseen. Será cuestión de invertir
en él, recordando que es emocional y, por tanto, un poco más complejo. Escuché
hace poco a un analista financiero señalar: «El componente que afecta más un valor
en Bolsa es el emocional»
Queda claro, pues, que el componente emocional importa, incluso en el mundo
económico… ya va siendo hora que tengamos en cuenta que las emociones
importan.
Las emociones son el ingrediente secreto del aprendizaje y del crecimiento

3 Preguntas que determinan inteligencia emocional

Por Carolyn Sun

1. ¿Quién te inspira (personaje, héroe, etc) y por qué?

2. Si empezaras una ESCUELA o compañía mañana, ¿cuáles serían los tres valores
más importantes?

3. Describe cómo ayudarías a tu equipo a entender los cambios si las prioridades


de la ESCUELA o negocio se transforman

4. ¿Construiste amistades duraderas en tu ESCUELA o trabajo anterior? Menciona


en que consistió.

5. ¿Cuáles habilidad crees que aún te hacen falta?

6. ¿Puedes enseñarme algo como si nunca antes lo hubiera escuchado? (Puede


ser una habilidad, lección, etc.)

7. ¿Cuáles son los tres factores a los que atribuyes tu éxito o los factores de la falta
del éxito?

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4 "Si estimulamos su cerebro, todos los niños pueden llegar a la meta"

Doctor en educación y premio Nacional de Innovación Educativa (2005), Martín Pinos


Quílez es autor del libro ‘Con corazón y cerebro. Aprendizaje basado en la neurociencia,
emoción y el pensamiento’.

NOTICIA ACTUALIZADA 14/11/2019 A LAS 02:00 Lucía Serrano

Presentó hace poco su libro ‘Corazón y cerebro’. Pero, ¿qué pesa más en el aprendizaje?

Le diría que al 50%, pero, no. Tiene que haber mucho más corazón que cerebro. Lo
emocional nos define tanto o más que lo cognitivo, aunque lo cognitivo haya marcado la
diferencia con otras especies. El 80% del éxito del ser humano depende de su cociente
emocional y no intelectual. La emoción siempre es previa al pensamiento.

Seamos sinceros, lo ‘neuro’ vende. También en educación.

Neuroeducación es aprovechar las posibilidades que nos brinda la tecnología para ver cómo
aprende el cerebro del niño. En definitiva, es poner el acento en cómo aprendemos para
luego pensar en cómo enseñamos en las aulas.

¿Y cómo es, cómo aprende el cerebro de un niño?

Lo fundamental es entender la propia plasticidad cerebral. El cerebro puede aprender en


cualquier momento de la vida, pero en la infancia se abren ventanas increíbles al
aprendizaje, que facilitan que el cerebro se moldee, crezca, se desarrolle y pueda permitir al
niño adquirir infinidad de capacidades muy variadas.

Entonces, todos pueden llegar...

Enseñarles desde pequeños que su cerebro es como la plastilina, que van a poder
conformarlo, hacerlo crecer, según lo que ellos quieran ser, es tremendamente potente,
porque rompe los límites, rompe esa mentalidad que les hemos transmitido de que el que es
muy listo tiene un futuro increíble, pero que si no llegas... No, no. Eso se rompe. Todos
pueden llegar a la meta, si sabemos estimular su cerebro, dar oportunidades e imbuirles una
mentalidad de crecimiento, en la que el esfuerzo es básico.

Dice que, más que contenidos, a los niños tenemos que ofrecerles situaciones de
aprendizaje.

Los contenidos, los conocimientos, cambian –hasta hace poco, Plutón era un planeta, ya no
lo es–, pero lo sustancial en el ser humano, la genética, no se ha modificado básicamente en
200.000 años. Entonces, ¿hasta qué punto tiene sentido poner el acento en la escuela en los
contenidos curriculares? El acento debe ponerse en la persona, en sus capacidades y
talentos, en las situaciones que recreamos y en los retos que necesitamos para aprender.

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Yesos retos son...

Aprender a cooperar en la escuela y en la vida; a comunicarnos en el ámbito lingüístico y


emocional; aprender a ser y a estar, en esa confluencia entre la inteligencia intrapersonal e
interpersonal, que configura la inteligencia emocional, la educación en valores y la ética.
Porque una educación sin ética puede crear monstruos.

Me encanta cuando explica en su libro que necesitamos escuelas y hogares con corazón.

Necesitamos escuelas y familias emocionantes y que emocionen. En casa nacen el vínculo,


el apego y los afectos, que están en el sustrato básico de las necesidades humanas. Y luego
está la escuela y el entorno afectuoso y amigable de maestros y maestras para reforzar y
crear nuevos vínculos y referentes. Ambas han de ir de la mano.

Pero el modelo educativo finlandés, el ‘top ten’, no prima tanto el grado de cercanía con el
alumno.

En las mentalidades del norte las muestras de afecto se han visto siempre como una
‘debilidad’. Eso lleva a que sistemas educativos como el británico prohíban el contacto
físico entre docente y alumnado, que es una auténtica barbaridad. Pensar que un niño no
pueda crear un vínculo a partir del contacto físico con otro ser humano y que eso pueda
considerarse peligroso, pecaminoso… Sin caricias, enfermas, mueres.

¿Y no los protegemos en exceso?

Por supuesto. Si yo impido que mi hijo sienta tristeza, lo protejo, no le estoy dando
herramientas para que, cuando la tristeza llegue a su vida, que llegará, pueda afrontarla. Y
si, además, le digo: "Espera, que te puedes caer" y le doy mi mano, le estoy diciendo: "Tú
solo no puedes hacerlo, me necesitas a mí para poder conseguirlo".

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