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LA JUSTICIA DE LOS SIGLOS PASADOS

LA JUSTICIA DE LOS SIGLOS PASADOS

Lisania Trinidad

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© Lisania Trinidad, [2022]

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Dedicatoria

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Tabla de contenido

Capítulo 1.......................................................13
Capítulo 2.......................................................12
Capítulo 3.......................................................12
Capítulo 4.......................................................12
Epílogo...........................................................12
Sobre el autor..................................................12
Agradecimientos.............................................12

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Capítulo I:

Una escritora premonitoria

Antes de esta anomalía era capaz de tener sueños comunes,


pesadillas, situaciones familiares, rarezas incluso muertes,
sueños usuales, pero al cumplir veintidós por razones que aún
no descifro empecé a soñar con personas desconocidas , cosa
que quizás les parezca normal pero ya es difícil de describir,
mis sueños se basaban en ver, pero no interactuar por voluntad
propia escenarios específicos de esas personas, era como ser
solo un espectador de la vida de alguien más y verlo en
primera persona.

La noche de mi cumpleaños, luego de abrir mis regalos los


cuales me fascinaron, ya que la mayoría eran libros y despedir
a todos mis amigos y familiares agradeciéndoles su presencia,
esa noche me quede hasta tarde, no podía conciliar el sueño, no
sé si era el miedo de ya independizarme de mis padres o la
emoción de terminar mi cuarto semestre en la universidad.

Ya estaba muy cansado, cuando me fije en mi despertador ya


indicaba las tres de la mañana, el libro que estuve leyendo hizo
volar el tiempo, por lo que no dude en apagar la linterna e irme
a dormir.

Luego de seis horas de sueño, sonó ese odioso despertador,


agarro mis lentes y me fijo que eran las nueve de la mañana,
por suerte mi cumpleaños fue viernes por lo que no tendría que
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ir a la universidad, me levanto y me dirijo al baño, hago mis
necesidades, ya cuando decido lavar mis dientes al mirar al
espejo vi la figura de una mujer de tez blanca, pelo castaño,
mirada perdida, a juzgar por su apariencia ha de tener cincuenta
años, además de que no se veía de esta época, luego de estrujar
mis ojos la mujer desaparece, no me asuste, era muy extraño ya
que no sabía quién era pero se me hacía familiar.

Regreso a mi habitación para organizar mi día, de repente, y


con una mirada nublada recordé perfectamente esas escenas.
En ese momento era una mujer, Adeline Virginia Stephen,
quien había nacido el veinticinco de enero del mil ochocientos
ochenta y dos, en Inglaterra, Reino unido. Sus padres el
escritor Leslie Stephen y Julia Prinsep Stephen, modelo de
pintores, estos eran viudos cuando se conocieron, por lo que
Virginia tenía hermanastros, por parte de padre una
hermanastra y por la de la madre tres hermanastros, en el
matrimonio de sus padres obtuvo tres hermanos más, dos
mayores y uno pequeño, en total eran ocho hermanos, era una
familia gigantesca.

Eran las una de la tarde del mil ochocientos noventa y cuatro,


para ese entonces Virginia tenía doce años, al parecer los
Stephens tenían temporadas veraniegas, Virginia pasaba el
verano con su familia en un casa de campo el cual poseía un
balneario, ubicado al suroeste de Inglaterra, ya había estado allí
numerosas veces, le fascinaba, su lugar favorito era un faro el
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cual tenía las mejores vistas, podía ver perfectamente el
océano, los barcos, podía pescar, nadar y leer sin preocupación,
tenía sentimientos interminables en ese lugar.

Mi mente se nubla y cambia completamente la escena, Virginia


tenía trece años para ese entonces, eran las nueve de la mañana
del mil ochocientos noventa y cinco, sus hermanastros ya se
iban a tomar clases en sus universidades mientras Virginia y su
hermana Vanessa tenían clases particulares con sus padres lo
que a Virginia le disgustaba bastante ya que quería socializar
con la gente de su edad, pero la educación nunca le faltaba ya
que tenía una inmensa biblioteca llena de libros de todo tipo,
científicos, de literatura, filosóficos, artes escénicas,
gastronómicos, de cosmología, poemas entre otros más.

Era un genio, le encantaba leer, se interesó en los libros gracias


a su padre, además de que este tenía relaciones con grandes
prodigios de la literatura, estos visitaban su casa y aprendía
bastante de ellos.

Luego de eso no recordaba más, era muy extraño, pero lo


ignore, ese día quede con mis amigos, pero había llegado tarde,
ellos preocupados me preguntaron porque mi tardanza, pero los
logre apaciguar y disfrutamos nuestra tarde de amigos.

Ya de regreso a mi casa, me acomodé y me puse a leer un libro


que capto mi atención después de lo sucedido en la mañana,
“El Fantasma de Canterville de Oscar Wilde” me había

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apegado al libro por el hecho de que un personaje llevaba el
nombre de la chica que había soñado la pasada noche.

El tiempo voló, había leído la noche entera, pero el sueño no


tardó en llegar, decidí irme dormir, había sido un día peculiar.

Por fortuna era domingo, pero el clima del día no era el mejor,
al volver del baño ocurrió el suceso, al ver al espejo no vi a la
señora sino a una niña con la mirada perdida, ¡era Virginia!

Había vuelto a soñar con ella, pero no se sentía como un buen


día, eran las seis de la mañana del mil ochocientos noventa y
cinco Virginia se había levantado temprano, aparentemente la
noche pasada la madre se estaba quejando de un dolor de pecho
lo que preocupaba a Virginia. Esta fue a atender a su madre
dándole medicamentos le había dado una fiebre muy alta, pero
esta no se recuperaba, diez horas más tarde su madre quien
estaba en cama sufrió de un ataque al corazón debido a una
fiebre reumática lo que le causo su muerte. Virginia junto a sus
hermanastros se queda llorando la pérdida de su madre, sentí lo
mismo que sintió Virginia, fue horrible, todos lloraban y
lloraban, toda una pesadilla.

George Duckworth, el apuesto medio hermano de Woolf y


Vanessa, tenía ahora veintisiete años. Se había convertido en
un hombre amable y abiertamente afectuoso que parecía
profundamente entristecido no solo por la muerte de su madre,
sino también por el dolor de sus medias hermanas. Los

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consoló, fue generoso con ellos y se aseguró de que fueran
atendidos. Sin embargo, algo más siniestro estaba ocurriendo
durante estas sesiones de consuelo. Este abusaba sexualmente
de Virginia y Vanessa, estas eran bastantes ingenuas y tímidas
para delatarlo, a todos los demás les parecía un hombre un tanto
aburrido, inofensivo y agradable. Pero George había violado a
ambas niñas, y esta experiencia cambió la forma en que
Virginia lidiaba con su propia sexualidad por el resto de su
vida. Desde ahí decidió empezar un diario donde escribiría
todas sus malas y buenas experiencias.

Volviendo a mí, mi mente quedo en blanco y yo temblando,


fue algo espantoso y demasiado real, no sabía que hacer, decidí
despejar mi mente haciendo ejercicio y haciendo mis deberes
de la universidad, así pase mi tarde y la lluvia cesó, cuando
acabe mis tareas en internet apareció el anuncio del artículo de
un libro, según parece ser muy famoso “Una Habitación
Propia”, lo que me impacto fue el nombre de la autora, se
llamaba Virginia Woolf, pero no estaba seguro si es la misma
que había soñado, me puse investigar y me lleve tremenda
sorpresa, era la mismísima Amelia Virginia Stephens.

El resplandor del sol en mi ventana me despertó, me había


quedado la noche entera investigando a esa mujer, aunque para
mi mala suerte no había mucha información sobre ella. Era
lunes, pero no me sentía bien tenía una fuerte jaqueca y fiebre,
no fui a la universidad, me quede en cama y me ahogue en mis
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pensamientos. Estaba soñándome con alguien que, si existió,
en internet la información de esta mujer no era abundante y el
final de la vida de esta mujer no fue el mejor. Estaba
demasiado sorprendido, lo que apareció en el internet era
exactamente lo que me he estado soñando los últimos días, no
había comido, mis amigos en la tarde me habían visitado y
trajeron comida y medicamentos, nos la pasamos bien, yo
seguía sin contarles nada, no lo veía necesario, además no
había necesidad de preocuparlos.

Luego de varias horas se despidieron de mí, estaba mejor pero


no había sanado, decidí solo irme a descansar. Si soñaba con
ella nuevamente presentía que no iba a ser bueno.

El martes llego y mi alarma me había traicionado, ese día


seguía cansado a pesar de haber dormido suficiente además de
que mi fiebre bajo un poco seguía con ella. Hoy decidí ir al
médico, pedí una licencia en la universidad y llamé a mi madre
para que me fuera a llevar ya que no contaba con vehículo y no
iba a coger un transporte en este estado.

Posteriormente, me soñé otra escena aún estaba conmocionada


por todo lo sucedido inclusive le había dado una crisis
depresiva, lloraba de la nada, les gritaba a todos, necesitaba
ayuda urgente pero siempre estuvo a la defensiva, no logro
suicidarse ya que no quería dejar a su familia como lo hizo su

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madre, culpó a su madre de todo lo le que pasaba, Virginia se
encerraba en su cuarto a discutir sola, se volvió su propio
tormento, no salía de su cuarto.

Mientras tanto, sus hermanos Thoby y Adrián estaban en la


escuela. Thoby estaba en Clifton, donde le estaba yendo muy
bien. Adrián estaba en Westminster y, aunque lo estaba
haciendo aceptablemente, no lo estaba haciendo tan bien
académicamente como Thoby.

Después de tomarse un descanso de sus estudios en el hogar


después de su colapso, Virginia volvió a sus materias y
continuó leyendo a un ritmo que incluso asombró a su padre,
aun así, Virginia también estaba luchando contra ataques de
enfermedad, aunque los suyos eran mentales.

La pobre no salía de una, dos años más tarde, es decir mil


ochocientos noventa y siete, su hermana Stella se había casado
y quedó embarazada, pero enfermó y permaneció así de vez en
cuando durante todo el año. Los Stephens sufrieron otra
perdida después de una operación diseñada para aliviar algunos
de sus síntomas, Stella murió, otro golpe debilitante para la
familia.

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Mas tarde la habían internado, duro seis meses completos en
rehabilitación, no era la misma, la mirada era más perdida y
sombría, apenas dirigía la palabra, le recetaron pastillas
depresivas.

Ahora había encontrado otro método de desahogo, se


encerraba, pero ahora se desquitaba escribiendo a más no
poder, ella había encontrado su punto de escape.

Se sentía mejor, había terminado un libro el cual era el que


había visto en la página web, “Una Habitación Propia”, un
ensayo que relata el feminismo, la identidad femenina y las
relaciones de la mujer con el arte y la literatura en el siglo XX,
este no llego a ser bien recibido al principio por los ideales que
tenía Virginia sobre la posición de la mujer en la sociedad, pero
en el presente es bastante bien visto.

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CAPITULO II

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CAPITULO III

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CAPITULO IV

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EPILOGO

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Sobre el autor

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Agradecimientos

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