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UMBERTO ECO.

Apuntes sobre el diseño de Bibliotecas y Laberintos

La definición de ‘teoría de la mentira’


podría representar un programa satisfactorio
para una semiótica general.
Umberto Eco, Tratado de semiótica general.

Si (como afirma el griego en el Cratilo)


el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'.
J. L. Borges, El golem

Signos de signos,
sobre los que pueda ejercerse
la plegaria del desciframiento.
Umberto Eco, El nombre de la rosa

Hoy parece bastante natural y es muy habitual escuchar hablar de diseño y


comunicación. Parece entonces ser un conjunto indisolublemente ligado como el
signo lingüístico; significante y significado forman una unión tal que ambos se
imprimen juntos en la conciencia y se evocan juntos en toda circunstancia, diseño
y comunicación, igual que una hoja de papel, dos partes de lo mismo "el concepto
es el anverso y la imagen… el reverso, no se puede cortar uno sin cortar el otro” o
dicho en palabras de Joan Costa “El diseño gráfico es, específicamente, diseño de
comunicación”
Como ocurre frecuentemente con las ideas –que encierran ideologías- y los
discursos –que encierran formas del decir de las ideas- este desplazamiento no es
casual, ni se dio de un día para otro. Aunque a la luz de la historia se haya
consolidado en muy pocos años. Las causas, efectos y motivos para ello son
variados y responden a diversas cuestiones; el desplazamiento semántico se
produce en el contexto emergente del denominado Giro Lingüístico producido en
las ciencias sociales y humanas. Su impacto es visible en los estudios culturales,
políticos e históricos al instalar la cuestión del lenguaje como un hecho
insoslayable. La semiótica, como campo disciplinar, ha sido construida en una
perspectiva que podríamos llamar transdisciplinaria y ubica sus desarrollos en el
entrecruzamiento de diferentes sistematizaciones teóricas de las ciencias sociales
y humanas. En esta perspectiva ha promovido efectos de productividad en

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campos que se extienden desde Lógica, la Historia, la Filosofía, el Psicoanálisis, la
Biología y por supuesto el Diseño. Pero esta cuestión no es el centro de este
artículo. Este texto se ocupa de un profesor italiano responsable en buena medida
de este cambio. Un profesor -insisto en este concepto- porque fue ante todo un
docente que además de informar nos supo formar, su obra no sólo nos abre
caminos sino que nos apoya para defendernos en los límites de nuestro saber.
Umberto Eco (Alessandria, 1932 – Milán, 2016), novelista, filosofo, ensayista y
semiólogo italiano fue doctor en Filosofía por la Universidad de Turín. Profesor en
las universidades de Florencia, Milán y Turín. De un modo más sencillo, Eco, se
definía como un “académico de profesión y un novelista aficionado", De frente a la
hiperespecialización que propone el academicismo avanzado, Eco prefería
replegarse al enciclopedismo medieval. Publica, en la década de los sesenta,
importantes estudios de semiótica como Obra Abierta (1962) y La estructura
ausente (1968) ambas obras servirán de base para sus conceptualizaciones
futuras. Su obra está compuesta por 42 libros de ensayos y 7 novelas además de
una gran cantidad de artículos. En 1971 pasó a ser titular de la cátedra de
Semiótica en la Universidad pública de Bolonia 1, En un área ligada a la
arquitectura. Eco, no obstante, paso a ser conocido mundialmente, fuera de los
círculos académicos, a través de sus novelas; El nombre de la rosa (1981)
vendido 50 millones de ejemplares en el mundo, convirtiéndose en un éxito
editorial que supero, en mucho, lo esperado para un primer trabajo. Esta novela,
ambientada en el siglo XIV, narra la meticulosa investigación que realizan Fray
Guillermo de Baskerville y su pupilo Adso de Melk en torno de una serie de
crímenes que ocurren en una abadía. Es una historia de detectives heredera de
Dupin y Holmes en la que Eco no solo desarrolla su interés por la filosofía tomista
y la cultura medieval sino que además puede ser leida en clave semiótica y como
un ensayo de aplicación de los métodos de pensamiento peirceanos, también
usados, pero no explicados, por los detectives antes citados.
 Como dice Carlos Escolari; la idea de totalidad atraviesa la obra de Umberto Eco
de punta a punta. Quizá ese espíritu transversal le haya llegado vía la semiología
francesa de los años sesenta, ese momento de explosión del estructuralismo
cuando todo, absolutamente todo -desde la publicidad de pasta Panzani hasta el
Pato Donald, el mito del cerebro de Albert Einstein o las estructuras narrativas
de E.A. Poe– eran analizadas bajo esa lógica. Por ese motivo Resumir los aportes
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En esta cátedra hará sus desarrollos más significativos sobre los códigos y la comunicación en gral y en la
arquitectura campo que demostró sobradamente no ser insensible a las innovaciones. A mediados del 60, en
efecto, Masotta, y el arquitecto César Jannello comienzan a trabajar juntos en intercambio activo. La UBA
inaugura un Centro de Altos Estudios de Arte, bajo la dirección de Jannello y la incorporación de Masotta,
pero lamentablemente por un período breve, como lo fue su trabajo institucional en la Escuela de Arquitectura
-luego Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo-, donde dirigió seminarios de los que participaron
arquitectos, diseñadores gráficos, el músico Francisco Kröpfl y Alicia Páez, entre otros. En 1968 Jannello
inaugura la cátedra de Semiótica de la Arquitectura; primera en el país y asimismo en el ámbito mundial; tres
años antes que la de U. Eco, aunque esta última sea la que usualmente aparece en las historias de la
semiótica, consolidando una visión euro-centrista del conocimiento.

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de Eco a la teoría de la cultura es una tarea inmensa. Su pretensión de ejercer a
partir de la semiótica un proyecto total se ve plasmada en varias de sus obras.
“Efectivamente, el proyecto de una disciplina que estudia el conjunto de la cultura,
descomponiendo en signos una inmensa variedad de objetos y de
acontecimientos, puede dar la impresión de un ‘imperialismo’ semiótico arrogante.
Cuando una disciplina define como objeto propio ‘toda clase de cosas’ y, por
consiguiente se considera con derecho a definir mediante sus propios aparatos
categoriales el universo entero, el riesgo es grave indudablemente. La objeción
más común dirigida al semiólogo ‘imperialista’ es: “si para ti hasta una manzana es
un signo, no hay duda de que la semiótica se ocupa también de la compota… pero
en ese caso el juego deja de ser válido”. Lo que este libro desearía demostrar es
que desde el punto de vista semiótico no hay diferencia alguna entre una manzana
y una compota de manzana, por un lado, y las expresiones lingüísticas /manzana/
y /compota de manzana/, por otro. La semiótica se ocupa de cualquier cosa que
pueda CONSIDERARSE como signo. Signo es cualquier cosa que puede
considerarse como substituto significante de cualquier otra cosa. Esa cualquier
otra cosa no debe necesariamente existir ni debe sustituir de hecho en el
momento en que el signo la represente. En ese sentido, la semiótica es, en
principio, la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir. Si una
cosa no puede usarse para mentir, en ese caso tampoco puede usarse para decir
la verdad: en realidad, no puede usarse para decir nada. La definición de ‘teoría
de la mentira’ podría representar un programa satisfactorio para una semiótica
general”. (1978)
Estos principios semióticos planteados en el tratado revisten la forma de una
teoría semiótica general; capaz de explicar toda clase de casos de función
semiótica desde el punto de vista de sistemas subyacentes relacionados por uno o
más códigos. Surgen de “canibalizar” cuatro libros anteriores; entendiendo que el
tratado es superador de los mismos. Estos son “Apuntes para una teoría de la
comunicación (1967) donde se planteaban problemas sobre el iconismo. La
estructura ausente (1968) de donde sobrevive la hipótesis metodológica y el
modelo informacional, que será ampliado, y que sigue siendo una excelente puerta
de entrada a su teoría. La forma y el contenido (1971) El signo (1973) en donde
realiza una introducción a los las principales corrientes de estudio de la semiosis.
En el tratado propone una distinción más clara y elaborada de los procesos de
significación y de los procesos de comunicación. Se intenta introducir al referente
dentro del marco teórico de la semiótica –cuestión que no había realizado
anteriormente-, vincula la semántica y la pragmática en un modelo único y realiza
una crítica a los conceptos de signo e iconismo. En este tratado debemos destacar
la noción de enciclopedia, en cuyo ámbito postula que la competencia lingüística
es siempre enciclopédica y la representación semántica no distingue entre
conocimientos lingüísticos y del mundo. Posteriormente algunos aspectos teóricos

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planteados serán nuevamente reconsiderados y ajustados en diversos textos de
Eco como Obra Abierta (1962), Los límites de la interpretación (1990), Lector in
fábula (1979) y Kant y el ornitorrinco (1997), en donde Eco desarrolla además de
las cuestiones precedentes la idea que todo texto admite una infinidad de
interpretaciones y al mismo tiempo establece sus propias estrategias que pueden
condicionar la semiosis. De ese modo puede decirse que el productor de cualquier
discurso tiene una representación de su destinatario y organiza el discurso en
consecuencia (1981).
Umberto Eco fue de los pocos, y seguramente el último, que trató de defender una
teoría semiótica general. Como afirma Eliseo Verón eso fue parte de una actitud
soberbia –de algunos semiólogos- que se creían capaces de hacer la lectura de lo
que correspondía de cada cosa y de establecer como hace. -Esta crítica de Veron
se refiere particularmente al concepto de lector modelo-. Pero gracias a ese afán
insaciable logro iluminar muy diversas áreas de la vida social y cultural desde un
punto de vista materialista. Al mostrarnos la vastedad de la semiótica y contribuyo
también a mostrar sus límites.
Como se ha dicho antes, abordar, solamente, los aspectos principales de sus
ideas requeriría de una extensión significativa. De un modo casi lúdico vamos a
vincular dos caminos. En el primero Seguiremos Scolari que trazo un largo y
relacionado texto sobre la pasión de Eco por los libros y las bibliotecas. Pasión
que vemos reflejada en “Nadie acabará con los libros”, escrito junto con Jean-
Claude Carrière y en gran número de entrevistas y ensayos. Por otro lado vamos a
concluir con su breve y casi olvidado ensayo que realiza sobre la obra de Biorges
(como fue llamado el dúo compuesto por Borges y Bioy Casares) y que vincula de
algún modo el primer tema (la pasión por los libros) con la búsqueda del
conocimiento.

El tema del libro es un por un lado para Eco un problema sobre la forma de
conservación de las ideas. Tenemos nos dice “tres tipos de memoria. La primera
es orgánica: es la memoria de carne y sangre que administra nuestro cerebro. La
segunda es mineral, y la humanidad la conoció bajo dos formas: hace miles de
años era la memoria encarnada en las tabletas de arcilla y los obeliscos .., en los
que se tallaban toda clase de escritos; sin embargo, este segundo tipo
corresponde también a la memoria electrónica de las computadoras de hoy, que
están hechas de silicio. Y hemos conocido otro tipo de memoria, la memoria
vegetal, representada por los primeros papiros… y, después, por los libros, que se
hacen con papel. Permítanme soslayar el hecho de que, en cierto momento, el
pergamino de los primeros códices fuera de origen orgánico, y que el primer papel
estuviera hecho de tela y no de celulosa. Para simplificar, permítanme designar al
libro como memoria vegetal”.

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Por el otro lado el libro es también un objeto cultural; “un invento insuperable,
como la cuchara, el martillo y las tijeras”. Al conceptualizar la función de este
objeto no solo se codifica en función de su utilidad y se vuelve signo de esta; sino
que también se codifica una solución particular a un problema o acción general.
Del mismo modo que una cuchara “promueve cierta manera de comer y significa
esa manera de comer, de la misma manera como la caverna promueve el acto de
guarnecerse y significa la existencia de una posible función.” El libro promueve
una particular forma de relacionarnos con la cultura y con la información, El libro
produce y significa más allá de su función, aun cuando no sea usado.
Su interés lo llevo a organizar en 1994 en el Centro Internazionale di Studi
Semiotici e Cognitivi (en San Marino) un seminario titulado “El futuro del libro” que
convocó a diversos intelectuales, en él se vertieron “apocalípticas e integradas”
versiones sobre el porvenir de este objeto fundamental para la cultura del hombre.
Sus argumentos son, a fin de cuentas, los que todos empleamos cuando
queremos defender la primacía del libro impreso; es pequeño, es portátil, no
necesita cables ni pilas, puede prestarse y regalarse, dura más que los
cambiantes soportes digitales. No obstante no niega sus falencias y posibles
adaptaciones. El proceso de digitalización del mundo avanza desde hace décadas
y es imparable y no necesariamente lesivo. El libro impreso –los millones que
existen en las bibliotecas públicas y privadas, los millones que están y seguirán
siendo publicados– sobrevivirá y convivirá con los medios digitales, así como
compartieron un espacio, durante cuatro siglos, el rollo y el códice. El asunto en
cuestión es un asunto de poder. No es si el libro persistirá; sino de qué modo lo
hará ahora que ha sido descentrado y que su hegemonía, en la cadena de
transmisión del conocimiento, está siendo disputada por nuevas tecnologías.
“Las responsabilidades y las tareas deben ser cuidadosamente balanceadas. Si
para aprender idiomas las cintas son mejores que los libros, cuidemos los
cassettes. Si una presentación de Chopin con comentarios en CD ayuda a que la
gente entienda a Chopin, no nos preocupemos si no compran los cinco volúmenes
de la historia de la música. Aunque fuera cierto que la comunicación visual en la
actualidad sobrepasa a la comunicación escrita, el problema no es oponer la
comunicación visual a la escrita. El problema es cómo mejorarlas” (1997b).
Sobre el más importante dispositivo para la transmisión cultural desde el siglo XV
y la relación que tiene con los nuevos soportes de información asegura “que las
nuevas tecnologías volverán obsoletos muchos tipos de libros, como las
enciclopedias o los manuales […] La pregunta ingenua es: “Los… hipertextos,
Internet o los sistemas multimedia, ¿volverán obsoleto al libro?. Y así llegamos al
último capítulo de la historia de esto-matará-a-aquello. Pero aun esta pregunta es
confusa, puesto que puede ser formulada de dos maneras distintas: a)
¿Desaparecerán los libros en tanto objetos físicos?; y (b) ¿Desaparecerán los
libros en tanto objetos virtuales? Déjenme contestar primero la primera. Aun

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después de la invención de la imprenta, los libros nunca fueron el único medio de
adquirir información. También había pinturas, imágenes populares impresas,
enseñanzas orales, etcétera. El libro sólo demostró ser el instrumento más
conveniente para transmitir información. Hay dos clases de libros: para leer y para
consultar. En los primeros, el modo normal de lectura es el que yo llamaría “estilo
novela policial”. Empezamos por la primera página, en la que el autor dice que ha
ocurrido un crimen, seguimos el derrotero hasta el final y descubrimos que el
culpable es el mayordomo. Fin del libro y fin de la experiencia de su lectura. Luego
están los libros para consultar, como las enciclopedias y los manuales. Las
enciclopedias fueron concebidas para ser consultadas, nunca para ser leídas de la
primera a la última página. Generalmente tomamos un volumen de una
enciclopedia para saber o recordar cuándo murió Napoleón, o cuál es la fórmula
química del ácido sulfúrico. Los eruditos usan las enciclopedias de manera más
sofisticada. Por ejemplo, si quiero saber si es posible que Napoleón conociera a
Kant, tengo que tomar el volumen K y el volumen N de mi enciclopedia. Y
descubriré que Napoleón nació en 1769 y murió en 1821, y que Kant nació en
1724 y murió en 1804, cuando Napoleón era emperador. No es imposible, por lo
tanto, que los dos se hayan visto alguna vez. Puede que para confirmarlo tenga
que consultar una biografía de Kant, o de Napoleón, pero una pequeña biografía
de Napoleón –que conoció a tanta gente– puede haber pasado por alto el
encuentro con Kant, mientras que una biografía de Kant posiblemente registre su
encuentro con Napoleón. En pocas palabras: debo revisar los muchos libros de los
muchos estantes de mi biblioteca y tomar notas para comparar más adelante
todos los datos que recogí. Todo eso me cuesta un doloroso esfuerzo físico.
Con el hipertexto, sin embargo, puedo navegar a través de toda la red-
enciclopedia. Y puedo hacer mi trabajo en unos pocos segundos o minutos. Los
hipertextos volverán obsoletos, ciertamente, las enciclopedias y los
manuales. ….Los libros seguirán siendo indispensables no sólo para la literatura,
sino en cualquier circunstancia donde se necesite leer con cuidado, no sólo
recibiendo información sino también especulando y reflexionando sobre ella”
(1997b).
Durante muchos años Eco siguió participando en diferentes conferencias y
eventos en el debate sobre el fin del libro, defendiendo su supervivencia. Pero los
fundamentos de su discurso siguieron siendo aquellos presentados en San Marino
en 1994. Sus opiniones sobre el futuro del libro no son demasiados distintas de las
concepciones de Marshall McLuhan y otros miembros de la época en estos
debates. Herederos de la imprenta, consideran que los libros no desaparecerán:
simplemente redefinirán su lugar en el sistema de medios. Si bien en la actualidad
“el concepto de alfabetismo comprende muchos medios”, el libro es todavía “el
más económico y flexible sistema para transportar información a muy bajo costo”
(1997b). Relacionado de algún modo con estas cuestiones muy tempranamente y

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en diversos lugares -A Conversation on Information (Eco, 1995b), Le notizie sono
troppe, imparate a decimarle, subito (Eco, 1996a) y The World According to Eco
(Eco, 1997a)- planteo su preocupación sobre la sobrecarga informativa “Antes, si
yo necesitaba una bibliografía sobre Noruega y la semiótica, iba a una biblioteca y
probablemente encontraba 4 ítems. Tomaba notas y encontraba otras referencias
bibliográficas. Ahora con Internet puedo tener 10.000 ítems. A estas alturas quedo
paralizado. Tengo que elegir otro tema” (1995b).
Hasta el nombre de la rosa la relación entre Umberto Eco y Jorge Luis Borges no
parecían evidentes. Sin embargo en una entrevista realizada por J. Halperin en
1992, U. Eco Recuerda “que tenía 22 o 23 años cuando se publicó por primera vez
Ficciones. Se habían hecho unas 500 copias, prácticamente nadie se había dado
cuenta. Entonces vino un poeta italiano (¿Sergio Sogni?), que me dijo: "Lea este
libro. Es de un argentino que nadie conoce aquí". Me enloqueció. Me pasaba
noches y noches leyéndoselo a mis amigos” este primer descubrimiento lo llevo a
poner atención en repetidas oportunidades sobre la obra del escritor.
Bibliotecas, abducciones y laberintos se ponen en juego en su novela más
famosa; El nombre de la rosa. Un detective que resuelve un caso, no solo guiado
por la lógica de la deducción sino por la abducción, en una biblioteca dirigida por
un ciego. “Quería un ciego que custodiase una biblioteca (me parecía una buena
idea narrativa), y biblioteca más ciego sólo puede dar Borges…” (1985).
En la abducción de Uqbar, Eco (1988) nos muestra como relacionar la lógica de
Ch. S. Pierce, en particular la abducción, con la obra de Biorges; explora un
procedimiento tan propio de la ciencia y que el diseño utiliza, muchas veces, de
modo inconsciente. La abducción es la forma que “Peirce propone para indicar lo
que vemos antes de saber qué es lo que estamos viendo (CP 2.141) y que es la
instancia en la que interviene la abducción, como inicial hipótesis interpretativa de
lo percibido (CP 2.776). Cuando lo sabemos, o aceptamos lo que suponemos que
vemos, ya hemos construido un “juicio perceptual” (“perceptual judgement”, CP
4.593) y, por tanto, ya le hemos asignado una interpretación al percepto.” (De
Morentin: 1983). Eco rastrea así la lógica de Isidro Parodi -un astuto detective
encarcelado- y la pone en relación con el proceso de abducción de plantea Peirce.
Ese "método de formular una predicción general sin ninguna seguridad positiva de
que tendrá éxito, tanto para un caso especial como de modo general, consistiendo
su justificación en que es la única esperanza posible de regular nuestra conducta
futura racionalmente. De que la Inducción a partir de la experiencia pasada, nos
proporcione un fuerte estímulo para confiar en que será exitosa en el futuro” (De
Morentin: 1983) este proceso que analiza en el tratado de semiótica, que puede
rastrearse a lo largo de muchos de sus libros y que aplica en este ensayo es la
base misma del pensamiento del diseñador. El diseñador resuelve los problemas
que se le plantean abductivamente, sin ninguna seguridad positiva de que tendrá
éxito. Tempranamente Umberto Eco nos guio por los caminos del pensamiento en

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relación con el diseño. Construyo un dialogo posible entre la literatura, el arte y el
diseño con el pensamiento lógico peirceano. “No estamos nunca ante el azar…
estamos siempre dentro de una trama (cósmica o situacional)…según una lógica
fantástica que es la lógica de la biblioteca (1988).

Bibliografía
Todas las webs han sido consultadas en mayo de 2016
www.ar.groups.yahoo.com/group/semioticians
www.archivo-semiotica.com
www.centro-de-semiotica.com.ar/
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Eco, Umberto Obra Abierta. Bs as, Planeta-Agostini. 1987
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______Tratado de semiótica general, México, Nueva Imagen+Lumen. 1980
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______Apostillas a el nombre de la rosa, Bs. As., Lumen-De la Flor, 1989
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