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LA LÍRICA DESDE 1940 A LOS AÑOS 70

Tras la guerra civil, el exilio exterior de buena parte de los escritores que sobrevivieron
(afines a la República), el asesinato de Federico García Lorca y el encarcelamiento del joven
Miguel Hernández dejaron apenas sin modelos a las nuevas generaciones poéticas y la
producción lírica de los que se quedan en el llamado exilio interior tuvo que esquivar la fuerte
presión de la censura.

Los años 40:


En primer lugar, merece mención especial una personalidad singular: Miguel
Hernández, que representa el paso de la poesía tradicional a la comprometida políticamente.
Participó como soldado junto al ejército republicano durante la Guerra Civil y, al acabar, fue
encarcelado en diversas ciudades españolas y condenado a muerte. La sentencia fue
conmutada por treinta años de reclusión; pero su vida se vio truncada definitivamente por la
tuberculosis (1942). Su producción poética va desde una primera etapa, de tono barroco e
influencia gongorina y vanguardista (Perito en lunas); pasa por una etapa más desarraigada,
centrada en la pasión amorosa hacia la que sería su mujer, Josefina Manresa (El rayo que no
cesa) durante la guerra, Miguel Hernández emplea su poesía para luchar por la causa
republicana y escribe Viento del pueblo (son poemas que lloran la muerte de Lorca, de los
hombres en el frente de batalla, que cantan al niño yuntero, al sudor de los campesinos, a la
compañera, esposa y amante lejana); la última etapa viene marcada por una poesía desnuda
y profunda; son los poemas, escritos la mayoría en la cárcel, que se recogen en Cancionero y
Romancero de ausencias (el poeta se duele por la ausencia de los suyos y escribe intensos
poemas de amor a su mujer, también recuerda una guerra que solo ha provocado odio y
destrucción; pero, aun así, no renuncia a la esperanza. Uno de los poemas es “Nanas a la
cebolla”, dedicado a su segundo hijo)
La producción de esta época está ligada a las revistas literarias. Así, en torno a la
revista Garcilaso, fundada con apoyo oficial del régimen franquista, se consolida una poesía
al servicio de la dictadura. Su director fue José García Nieto y sus autores son Luis
Rosales, Leopoldo Panero o Luis Felipe de Vivanco, entre otros. Los temas fundamentales
son Dios, la patria, el paisaje castellano o el amor; muestran un admirable dominio de la
técnica y una poesía esteticista y de evasión que Dámaso Alonso llamó “poesía arraigada”,
con una visión positiva del mundo, obviando la dura realidad del momento
Como contrapunto a esta, nace la revista Espadaña, que reúne a una serie de autores
que reclaman una poesía con mayor contenido humano y existencial, que refleje la realidad
española de la época; “poesía desarraigada” la llamó Dámaso Alonso. Sus temas son la
angustia histórica (causada por la guerra) y la angustia existencial (la ausencia de Dios, la
soledad, la muerte...). Fecha clave es el año 1944 en que se publica Hijos de la ira de
Dámaso Alonso (“Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres”) y Sombra del
Paraíso de Vicente Aleixandre. En este grupo, destacan autores como Gabriel Celaya y
Blas de Otero (sus primeros poemarios), Carlos Bousoño o José Hierro.
Además de estos dos grupos, hay escritores que intentan enlazar con la generación del
27, con una poesía barroca, de temática frecuentemente religiosa y amorosa (amores
prohibidos, fundamentalmente). Se trata del grupo reunido en torno al grupo Cántico,
agrupados en Córdoba, con autores como Pablo García Baena o Ricardo Molina.

Junto a estos, en torno a la revista Postismo (abreviatura de postsurrealismo), surge otro


movimiento heredero del surrealismo anterior a 1936. Fundado por Carlos Edmundo de Ory,
en su poesía el deseo se constituye en el motor del mundo; reivindican la imaginación.
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Los años 50 y 60.
La primera poesía de posguerra se caracteriza, frecuentemente, por un tono
individualista. Los poetas se dirigen a Dios para pedirle explicaciones acerca de lo que
observan a su alrededor (poesía espiritual). Poco a poco, se irá modificando esta tendencia,
surgiendo una poesía social, más preocupada por el “nosotros” que por el “yo”.
Los autores más representativos de la poesía social son Gabriel Celaya, Cantos
íberos, y Blas de Otero, con Pido la paz y la palabra y Ángel fieramente humano En ellos,
ambos poetas superan su anterior etapa de angustia existencial para centrare en los
problemas humanos en la sociedad.
Los autores rechazan la poesía pura: deben dejar de lado sus problemas personales y
comprometerse, tomar partido ante la situación del momento. De este modo, se pretende
crear una poesía clara, para “la inmensa mayoría”, que incluso emplea rasgos coloquiales;
sigue la estela de Antonio Machado o Miguel Hernández.
En cuanto a la temática, fundamental sigue siendo el tema de España: la injusticia
social, la alienación, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un mundo mejor...
Junto a esta lírica, aparece una poesía más personal y reflexiva con un un nuevo grupo
de poetas que se aparta de la poesía social: Antonio Gamoneda, Ángel González, José
Ángel Valente, José Manuel Caballero Bonald, Jaime Gil de Biedma o José Agustín
Goytisolo; es la conocida como “Generación del 50" La poesía de estos autores vuelve a
preocuparse por el hombre: se trata de una poesía inconformista y escéptica (dudan de la
capacidad de la poesía para transformar el mundo), que se centra en lo cotidiano y recupera
el intimismo, en una lírica muy preocupada por la estética.
Hay una temática común a todos ellos: la reflexión sobre el paso del tiempo (el tiempo
pasa y destruye, solo la infancia y la adolescencia se verán como un paraíso perdido); la
amistad, el amor o el erotismo; la reflexión sobre la creación poética; en algunos poemas
tratan asuntos de tema social y político, pero con ironía, con un cierto distanciamiento
autocrítico y una mayor perfección estilística.
En el estilo, es muy visible el lenguaje conversacional, “hablado”, que es compatible con
una exigente labor de depuración y de concentración de la palabra. Cada poeta se propone la
búsqueda de un lenguaje personal, nuevo, más sólido. Sin embargo, no les tientan las
experiencias vanguardistas. Frecuentemente, recurren al empleo de la ironía.
Ambas corrientes, la poesía social y la poesía más personal y reflexiva, se seguirán
cultivando a lo largo de los años 60, dotando cada autor a sus versos de un estilo propio.

Los años 70.

Esta década supone una superación de la poesía social. Estos poetas reinvidican una
poesía que opta más por la búsqueda de la belleza. Autores destacados son Pere Gimferrer,
Leopoldo Mª Panero, Ana María Moix, entre otros.

Para completar el panorama de esta etapa de la lírica española es necesario mencionar


la poesía del exilio. El tema recurrente de estos autores es la patria perdida, ocupada por el
bando vencedor y, aunque en un primer momento se rechaza, luego irá surgiendo un
sentimiento de añoranza. Español del éxodo y del llanto, de León Felipe, es una de las obras
cumbre de esta literatura del exilio.

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