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argentino

Pompeyo Audivert: "Andrés Rivera es un


Shakespeare argentino"
Entrevista con Pompeyo Audivert, que protagoniza junto a Rodrigo De la Serna El
farmer. El actor se pone el traje de Rosas en el exilio, viejo, pobre y moribundo.
Sábado y domingo en el Teatro Real.


El actor le pone el cuerpo a Rosas en el exilio, poco antes de morir, rumiando
recuerdos. Gentileza 'El farmer'.
'La obra de arte es más intensa que la realidad', dice Pompeyo Audivert, a
propósito de la 'máquina teatral' de 'El farmer'. Gentileza 'El farmer'.
BEATRIZ MOLINARI
Viernes 23 de junio de 2017 - 13:30

La novela de Andrés Rivera, El farmer, encuentra en los actores Pompeyo Audivert y


Rodrigo De la Serna la teatralidad que las palabras atesoran. La voz de Juan Manuel de
Rosas es el mito que habla. Pompeyo Audivert, actor, director y maestro de teatro
cuenta por dónde transita la obra que se presenta este fin de semana en el Teatro Real.
La explicación va por dos carriles complementarios.

"Me resulta muy interesante de la novela la cuestión histórica, enfocada en un prócer


maldito, la idea del prócer en relación a una identidad clandestina, es decir, Rosas no es
un prócer prístino. Rosas pone en tela de juicio la estabilidad de nuestra identidad
nacional, presentada como una identidad convulsa. Me resulta curioso trabajar el teatro
con una temática histórica de esta naturaleza, como también puede ser Ezeiza '73, otro
tema que me interesa, un punto en el que se juegan distintos niveles de lo nacional",
dice Pompeyo.
'La obra de arte es más intensa que la realidad', dice Pompeyo Audivert, a
propósito de la 'máquina teatral' de 'El farmer'. Gentileza 'El farmer'.

Por su complejidad, esa circunstancia histórica no se termina de definir y siempre hay


nuevas versiones que dan cuenta de ella. Las temáticas de la historia que desatan
visiones poéticas con respecto a la identidad nacional son atractivas para la jugada
teatral. Por otro lado, Audivert considera muy interesante la cuestión metafísica,
también muy propia de la máquina teatral, que la novela de Rivera desata.

Relacionada: Nuestro comentario de "El farmer"

"Es la cuestión de una identidad que dialoga consigo misma, que está despidiéndose de
su circunstancia carnal y entra en una circunstancia mítica, que pasa a una forma de vida
distinta. Esto no está planteado en la novela pero surge claramente si se analiza desde
una perspectiva teatral: la posibilidad de desdoblar el personaje (Rosas) en dos cuerpos,
que es la clave que nos permitió escribir la obra, con el cuerpo biológico y el cuerpo
mítico, dialogando en una zona muy teatral, en el último día de la vida de Rosas",
explica Pompeyo.

La apuesta de fondo es restablecer "la máquina teatral", indagando identidad y


pertenencia a un nivel extra cotidiano. El actor sostiene que el teatro, de algún modo,
escarba por su naturaleza ritual, en la idea de que somos encarnaciones y
constantemente estamos volviendo a esta escena histórica bajo distintas máscaras.

En la obra, más que  conflicto, hay tránsito, con Audivert y De la Serna jugando en los
dos extremos. La categoría de conflicto no existe en forma tradicional. En todo caso,
ocurre porque Rosas rumia sus rencores y mira con idealismo el pasado, al tiempo que
va recibiendo extrañas visitas, como su hija Manuelita, Lord Palmerston, ciertas
fantasmagorías.

"Lo que está en juego es desatar el conflicto existencial en el espectador, al notar que
somos entidades sagradas y estamos en un plano histórico que a su vez tiene identidad
contradictoria. Ninguna identidad puede ser estabilizada bajo una versión. Las preguntas
sobre las que se funda una teatralidad tradicional sería 'quiénes somos', 'dónde estamos',
'adónde vamos', 'qué estamos haciendo'. El teatro tiene que estallar esas preguntas
poéticamente, y no clausurarlas con una versión única. Por eso sirven las temáticas
históricas, para hacer andar la máquina teatral", dice Pompeyo.

Para el director, el teatro es revolucionario porque pone en peligro la noción de realidad.

Rosas es una excelente piedra de toque para ese salto a lo abierto, a la reflexión, en ese
ritual del teatro en el que estamos todos juntos, en ese escenario que desata un tiempo
distinto.

"La escena a veces pone en peligro la realidad que la rodea. La realidad artística es más
potente. En esa discusión se plantea la obra, al discutirle a la realidad el rol de única.
Desde esta perspectiva, la realidad es una ficción, la realidad histórica es una mentira, la
obra de arte es mucho más intensa que la realidad que la rodea. Nosotros hacemos eso
con Rosas, que es un caballo de Troya que nos permite enmarcar esas fuerzas
metafísicas en el escenario y hacerlas valer", agrega.

El viejo Rosas
Rosas está fuera de esa potencia que ya no le pertenece. Queda congelado en
Southampton, rumiando su frustración. Audivert cuenta dónde buscó el personaje.

"Ponerle el cuerpo es muy fuerte. Comienza siendo en mí, una voz. Lo escuché hablar a
Rivera y de algún modo eso me influyó. Rosas es también, como dice Rivera, el Rey
Lear. Esa voz me salía en las lecturas, voy constituyendo la identidad desde esa voz que
es la del narrador. Rosas es un discurso, un hombre que habla. En el escenario aparece
una postura: un viejo que está vencido por los años. Aparece la idea del jinete (Rosas
era un gran jinete) y se me curvan las piernas, con un caballo imaginario entre las
piernas, encorvado, con su espada como bastón, con las manos afectadas por la artrosis,
que son las manos de mi madre en sus últimos años, que les tomé prestada".

El viejo está frente al brasero, tomando mate, muerto de frío, recordando su país
después de 25 años de exilio, en la máxima de las pobrezas.

Comenta Pompeyo que es muy placentero componerlo, sobre todo porque Rodrigo De
la Serna hace ese Rosas joven, inmortal, el que va a permanecer como mito. El contraste
de los cuerpos también da cuenta de esa crisis de la identidad. Los dos extremos, en el
arco de una vida.

Rodrigo De la Serna: "La grieta empezó con Rosas y Sarmiento"

Nuevos sentidos

Con respecto al impacto de la obra y el discurso de Rivera en el presente, Audivert


asegura, como en otra oportunidad lo hizo De la Serna, que con Rosas y Sarmiento se
inicia la grieta en la que, bajo distintas circunstancias, habitamos nuestra identidad
nacional. "Sigue presente y esos son los ecos de la obra. Siento que nuestra jugada no es
producir lecturas a un solo nivel", señala sobre la obra que presenta desde 2015 y que
tendrá una temporada de cierre en Buenos Aires, hasta noviembre.

Un Shakespeare argentino

Para Pompeyo Audivert, Andrés Rivera es una suerte de Shakespeare argentino.


Recuerda la relación con el escritor y la última vez que Rivera vio la obra, en Córdoba.

"Fue muy generoso. Habíamos estado con él después de una función en Buenos Aires, y
antes del estreno, en su casa. Estábamos ansiosos por escuchar su opinión. Era una
persona muy severa. Nos dio su visto bueno. En Córdoba nos siguió alentando. Fue un
placer conocerlo en los últimos momentos de su vida, escucharlo hablar, ver el fuego
que salía de sus ojos, su desengaño con la realidad histórica, su fuerza militante
criticando mucho la realidad. Era una persona muy lúcida, de inteligencia formidable.
Era también un Rey Lear, alguien que sentía que había sido exiliado por la realidad y
que no quería tener nada que ver con esa realidad que se estaba viviendo".

Los encuentros con Andrés Rivera han quedado registrados y con ese material, Leandro
Ipiña (Revolución. El cruce de los Andes, 2011) está preparando un documental.

Para ver

El farmer

Drama basado en la novela homónima de Andrés Rivera. Adaptación, dirección y


actuación de Rodrigo De la Serna y Pompeyo Audivert. Sábado a las 21; domingo, a las
19.30 en la Sala Carlos Giménez del Teatro Real (San Jerónimo 66). Para mayores de
16 años. Duración: 90 minutos. Entradas: platea, fila 1 a la 8, $ 490. Fila 9 a la 16: $
450. Primer y segundo nivel: $ 400. Tercer nivel: $ 350.

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