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1
UICN (1994): Guidelines for Protected Area Management Categories. Cambridge.
2
UNEP-WCMC (2004): Protected Areas and biodiversity. Cambridge
3
UICN (1994): Guidelines for Protected Area Management Categories. Cambridge.
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EUROPARC-ESPAÑA (2008): Anuario EUROPARC-España del estado de los Espacios Naturales
Protegidos, 2007. Madrid
Geográficamente la significación es más relevante cuando las cifras se traducen al
plano de la extensión territorial: en España hay hoy seis millones de hectáreas terrestres,
(un 11,8 del territorio) adscritas a la categoría de Área Protegida (porcentaje algo
superior al mundial) y 250.000 hectáreas marinas. En algunas Comunidades se supera
el 20% del territorio protegido (Andalucía, Cantabria Asturias), el 30% (La Rioja,
Cataluña) o incluso el 40% (Canarias) y la Red Natura 2000, que parcialmente se
superpone a la red estatal de Parques Nacionales y a las redes autonómicas, afecta, con
14 millones de hectáreas, al 28% del territorio nacional. Más aún: 1.081 municipios
contribuyen con su territorio a sustentar estos espacios, sumando una población de 17,5
millones de habitantes (39% del total estatal), y ocupando la quinta parte del territorio
español5
También desde la perspectiva socioeconómica los espacios protegidos están
alcanzando una gran relevancia en la medida en que muchos de ellos son utilizados
como resortes para el ansiado desarrollo económico sostenible en áreas deprimidas,
especialmente en la vertiente del ocio, del turismo y del uso público6
En este sentido, mientras las Áreas Protegidas españolas recibían en 1984 2,4 millones
de visitas al año, acogen hoy ya a 36 millones7, una cifra que seguramente aumentará
aún para aproximarse al índice de los países más desarrollados, en los que el número de
visitantes/año se sitúa por encima del número de habitantes, alcanzando Japón la cifra
record de casi mil millones de visitas anuales para 120 millones de habitantes8. Ello
proporciona un importante caudal de inversiones en los espacios protegidos y en su
entorno, destacando las administraciones públicas como la principal fuente de inversión
y empleo. Más de cuatro mil personas trabajan ya directamente en las Áreas Protegidas
españolas, especialmente en los Parques Nacionales (con una media de 100 personas
por Parque) y la inversión pública por hectárea se sitúa en torno a los 50 euros anuales9.
Los objetivos que se persiguen con la declaración y planificación de los Espacios
Naturales Protegidos también han desbordado el clásico binomio conservación-
recreación, propio de los grandes Parques Nacionales:
“Se han ido ampliando y enriqueciendo (los objetivos) hasta afectar a múltiples
esferas de actividad y de interés: la investigación, la cultura, la educación, el ocio y el
turismo, el desarrollo económico sostenible, etc. Esta multiplicidad de posibilidades es
seguramente la razón que explica el éxito de los Espacios Naturales Protegidos en todo el
mundo, ya que permite una adaptación a cualquier tipo de situación y a un amplio abanico
de funciones”10.
Todo esto muestra como las Áreas Protegidas están alcanzando ya una extensión y un
peso equiparable al de otos tipos de espacios que tradicionalmente han atraído el interés
de los geógrafos y de otros especialistas en temas territoriales y, en definitiva, es normal
que un Atlas de España, atento al contexto actual y a los nuevos horizontes geográficos,
5
EUROPARC-ESPAÑA (2008): Anuario EUROPARC-España del estado de los Espacios Naturales
Protegidos, 2007. Madrid
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UICN (1998): Economic Values of Protected Areas. Guidelines for Protected Area Managers. Gland
and Cambrigde.
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EUROPARC-ESPAÑA (2008): Anuario EUROPARC-España del estado de los Espacios Naturales
Protegidos, 2007. Madrid
8
NATURE CONSERVATION BUREAU (2003): For coexistence the People and Nature. Japan.
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EUROPARC-ESPAÑA (2008): Anuario EUROPARC-España del estado de los Espacios Naturales
Protegidos, 2007. Madrid
10
MAURÍN, M. (2005): “Los Espacios Naturales Protegidos: lugar de encuentro entre sociedad y
naturaleza, lugar para la Geografía”. Ponencias del XIX Congreso de Geógrafos Españoles. Santander.
conceda un lugar destacado para la expresión cartográfica de este fenómeno, pues así se
contribuye a reflejar la creciente diversidad territorial del país y la realidad de un
fenómeno notoriamente emergente.
El interés de las Áreas Protegidas está relacionado también con su compleja esencia,
al ser ámbitos de especial relación entre la sociedad y la naturaleza. Aunque el principal
aliciente de las Áreas Protegidas radica por definición en su riqueza natural,
generalmente se acompaña de un patrimonio cultural que puede alcanzar un notable
valor, como de hecho ocurre en España y en otros países europeos, donde la historia ha
imbricado inseparablemente ambos tipos de recursos, naturales y culturales, en un
contexto en el que la cultura expresa el conjunto de conocimientos, técnicas,
instrumentos e ingenios creados por las sociedades para el manejo sostenible de los
recursos naturales, así como la conformación paisajística resultante.
La perspectiva humana está presente de esta forma en las Áreas Protegidas, pero
también, y particularmente, en la actividad protectora de los recursos y reguladora de
los aprovechamientos, así como del creciente y variado uso público. Por ello, y en
resumen, sobre estos espacios convergen tres grandes campos de conocimiento: el
natural, el cultural y el normativo. La búsqueda de una secuencia sintética de esos tres
campos, compatible con el necesario desglose de los componentes básicos de cada
espacio, es un objetivo prioritario, sin el cual la realidad quedaría representada de
manera fragmentaria e ininteligible, como una serie de imágenes parciales.
Precisamente el espacio geográfico, y especialmente en un Atlas, se presenta como el
recurso más adecuado para ensamblar sintéticamente los variados componentes que
concurren en las Áreas Protegidas o en los Espacios Naturales Protegidos que no en
vano se definen, ante todo, como “áreas” o “espacios”, esto es, como ámbitos en los
que la dimensión espacial ocupa un lugar privilegiado y sirve, por ello, como marco,
nexo de unión y forma de expresión de las relaciones socio-naturales.
En efecto, la perspectiva espacial facilita en este caso la comprensión de múltiples
aspectos de las Áreas Protegidas que pasarían inadvertidos de otro modo, y que tienen
que ver con su localización, distribución, concentración o dispersión, o también con la
extensión, delimitación, forma o división interna; aspectos, todos ellos, de cierta
importancia para una adecuada interpretación en esta materia. Y por otro lado el
espacio, gráficamente expresado, sirve también para transmitir los resultados del
análisis en su recomposición sintética.
Así, en suma, el espacio es una pieza metodológica estratégica tanto para acercarse a la
comprensión de la funcionalidad, estructura y dinámica de las Áreas Protegidas, como
para mostrar la traducción formal de esa configuración orgánica. Ambos objetivos
generales, análisis y exposición, son los que se persiguen mediante la serie de mapas
que ilustran este apartado del Atlas.
Por último, el cambio de escala espacial permite organizar coherentemente la
multiplicidad de contenidos concernidos, evitando su solapamiento, orden arbitrario o
yuxtaposición inorgánica, al tiempo que refleja los diversos planos en que se manifiesta
la compleja realidad de los espacios protegidos.
Así, a través de los mapas generales sobre áreas insertas en redes internacionales se
vislumbra el alcance internacional (mundial y europeo) del tema y su reflejo en España,
al tiempo que se invita a la reflexión respecto a la aportación del país en materia de
biodiversidad y otros atributos universales de las Áreas Protegidas. Los otros mapas de
escala nacional permiten establecer relaciones entre la distribución de las grandes
unidades ambientales, su grado de conservación y la localización y extensión de los
espacios naturales, por un lado, así como comparaciones entre las Comunidades
Autónomas en aspectos referentes a la cantidad y tipología de dichos espacios, por otro.
En la escala más detallada, en la que se representan la totalidad de los Parques
Nacionales y una selección de Parques Naturales representativa de las Comunidades
Autónomas, se ofrece una muestra de la gran diversidad del patrimonio natural y
cultural del país, al tiempo que se destacan otros aspectos de especial trascendencia en
el plano concreto de cada lugar: los usos y aprovechamientos, los impactos, la
delimitación, la zonificación, etc.
Entre ambas escalas, nacional y local, se incluyen dos ejemplos intermedios (las
Reservas de la Biosfera de Menorca y de El Hierro), a través de las cuales se observa la
inserción territorial de las redes insulares de espacios protegidos en el entorno físico y
socioeconómico, lo que viene a complementar el abanico temático desplegado en los
casos precedentes.
Las principales redes internacionales que acogen espacios españoles son, sin duda, la
Red Ramsar de Humedales Internacionales y la Red de Reservas de la Biosfera del
Programa MaB (Hombre y Biosfera) de la UNESCO, a las que debe añadirse, en el
marco de la Unión Europea, la Red Natura 2000, en avanzado proceso de gestación y,
estrechamente vinculada a ella, la Red de las Zonas de Especial Protección para las
Aves (ZEPAS). Las cuatro se representan en el Atlas, por tanto e indudablemente, como
expresión más notoria de la participación de España en la política internacional de
conservación de la naturaleza.
Tampoco cabe duda respecto a la necesaria inclusión de dos mapas que recojan la
situación actual del conjunto de las Áreas Protegidas existentes en España,
diferenciándolas según la fecha de declaración y la categoría protectora, valiosas
referencias, ambas, para la comprensión básica del fenómeno a nivel nacional. Y lo
mismo ocurre, ya en un plano más específico, con cada uno de los 13 espacios que
integran la Red de Parques Nacionales, tanto por su número, asequible, como por su
indiscutible primacía frente al resto de las figuras de protección11
La dificultad se acrecienta, sin embargo, en el caso de la inclusión de otra serie de
espacios naturales concretos para completar el tema, ya que el elevado número de los
existentes obliga a una estricta selección, que se ha llevado a cabo de acuerdo con los
siguientes criterios:
3. La representación cartográfica
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MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE (1999): Plan Estratégico Español para la conservación y el
uso racional de los humedales. Madrid.
En el conjunto de las 26 Reservas que representan a España en esta red, y que la
sitúan como el tercer país con mayor número de ellas, únicamente están ausentes las
Comunidades Autónomas de Valencia y Murcia, siendo de nuevo Andalucía quien
cuenta con más lugares designados (8 Reservas que totalizan 1.077.651 has.) y
donde se localiza la de mayor extensión: la Reserva de la Biosfera de la Dehesas de
Sierra Morena (436.000 ha). Fue también Andalucía, por medio de la Reserva de
Grazalema, la región que aportó, en 1977, el primer espacio español a esta red, al
que siguieron los de Ordesa-Viñamala (1977), Montseny (1978) y La Mancha
Húmeda (1980)13, siendo los últimos declarados los del Valle de Laciana, Babia,
Picos de Europa, Monfragüe y los Valles de Jubera, Leza, Cidacos y Alhama.
En relación con los amplios objetivos generales de las Reservas, su selección
abarca múltiples tipos de espacios, todos los cuales encuentran un lugar en la red
española: centros de endemismos y riqueza genética de gran valor científico (Sierra
Nevada, El Hierro, Los Tiles…), parajes armónicos con modalidades tradicionales
de uso de la tierra (Somiedo, Cazorla, Segura y las Villas…), ecosistemas
modificados o degradados (Marismas del Odiel, Valle de Laciana…) o zonas “ad
hoc” para la gestión experimental (Urdaibai, Terras do Miño, Manzanares…).
Otro rasgo característico de las Reservas de la Biosfera, que se aprecia claramente
en el mapa en que se representan, en contraste con los humedales Ramsar, es el
recurso a lugares del mayor tamaño y complejidad posibles y también la persecución
de un nuevo objetivo específico formulado en la Conferencia Internacional sobre
Reservas de la Biosfera de 1995 (“Estrategia de Sevilla”): el fomento de corredores
y constelaciones de reservas para incrementar la conectividad entre los espacios
naturales aislados. La Reserva de las Dehesas de Sierra Morena, que engarza tres
Parques Naturales (Aracena y Picos de Aroche, Sierra Norte de Sevilla y
Hornachuelos) y la sucesiva declaración, en los últimos años, de Reservas próximas
o limítrofes en la Cordillera Cantábrica (Muniellos, Fuentes del Narcea, Somiedo,
Valle de Laciana, Babia, Redes, Picos de Europa, y otras previstas, que pretenden
desembocar en la creación de una gran Reserva denominada la Gran Cantábrica), se
enmarcan precisamente en esta estrategia.
13
MINISTERO DE MEDIO AMBIENTE (2000): Reservas de la Biosfera Españolas. Madrid
14
CCE (1979): Directiva del Consejo de 2 de Abril de 1979 relativa a la conservación de las aves
silvestres (79/409/CEE).
incremento hasta alcanzar una cifra de 562 ZEPAS con un total de 9,5 millones de
hectáreas, situándose hoy a la cabeza de los países de la Unión. En cualquier caso,
es apreciable la disparidad en la distribución por Comunidades Autónomas, entre las
que destacan Castilla y León (la de mayor superficie absoluta, con 1,9 millones de
hectáreas), Canarias (la de mayor superficie relativa, con un 35% del territorio
afectado) y Cataluña (con el mayor número de ZEPAS: 73), mientras que las
representadas en menor proporción son las regiones del Cantábrico (excepto
Asturias) y especialmente Galicia (menos del 2% de su territorio), máxime si se
tiene en cuenta la abundancia de zonas húmedas litorales con que cuenta esta última
Comunidad.
Mayor importancia tiene, por sus objetivos, complejidad, dilatada génesis y
extensión territorial, la Red Natura 2000, surgida de la Directiva de 1992 relativa a
la conservación de los hábitat naturales y de la flora y fauna silvestres (Directiva de
Hábitat), cuya finalidad prioritaria es “la creación de una red ecológica europea
coherente de Zonas Especiales de Conservación denominada Natura 2000. Dicha
red, compuesta por los lugares que alberguen tipos de hábitat naturales que figuran
en el Anexo II, deberá garantizar el mantenimiento o, en su caso, el
restablecimiento, en un estado de conservación favorable, de los tipos de hábitat
naturales y de los hábitat de las especies de que se trate en su área de distribución
natural”15.
Los lugares designados por cada país (en el caso de España, a partir de los
respectivos listados autonómicos), denominados Lugares de Importancia
Comunitaria (LIC), se enmarcan en seis grandes Regiones Biogeográficas, cuatro de
las cuales están presentes en España: la Alpina, la Atlántica, la Mediterránea y la
Macaronésica. Con 1.434 Lugares y 12,3 millones de hectáreas España es también
el país que aporta a la red una mayor riqueza natural y una mayor diversidad,
manifiesta igualmente en la presencia de 106 tipos de hábitat, de los cuales 27 son
Hábitat Prioritarios.
Territorialmente la mayor parte de los LIC se corresponden con áreas de montaña
y zonas costeras y, por ello, en el mapa en que se representan, la estructura física de
la Península y de los archipiélagos aparecen nítidamente perfilados. Igualmente es
muy abundante la designación de lugares correspondientes a cauces y riberas
fluviales, que por su carácter lineal y continuo resultan esenciales para la migración
y el intercambio genético.
Precisamente en la Comunidad de Madrid que, desde el punto de vista relativo, es
la mejor representada en la red (con un 40% de la superficie regional), son los
corredores fluviales el tipo de lugar más señalado (Jarama-Henares, Lozoya,
Guadalix, Manzanares, Guadarrama, etc.). También desde el punto de vista relativo
y cualitativo alcanzan extraordinaria importancia los LIC de Canarias (36% de la
superficie regional), por cuanto proliferan en ellos los endemismos de flora y fauna,
los hábitat macaronésicos únicos y las áreas marinas.
La región más representativa de España en la Red Natura 2000 es, sin embargo y
sin duda, Andalucía. En primer lugar porque, con casi 2,6 millones de hectáreas
catalogadas como LIC y ZEPAS (ya que esta figura se incorpora también a la Red
Natura 2000), es la que aporta una mayor superficie absoluta, incluyendo también a
los espacios concretos de mayor extensión (Sierras de Cazorla, Segura y las Villas,
Aracena, Alcornocales, Sierra Nevada). En segundo lugar, porque pertenece a la
Región Biogeográfica Mediterránea, que es la más importante de España y a la que
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CCE (1992): Directiva 92/43 del Consejo, de 21 de Mayo de 1992, relativa a la conservación de los
hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres.
corresponden los tipos de hábitat más extendidos, como los montes y dehesas de
encina y alcornoque, o los matorrales termo-mediterráneos. Y en tercer lugar,
porque precisamente, y como a nivel nacional, son las áreas montañosas y las zonas
húmedas los soportes que acogen mayoritariamente la presencia de los lugares
designados.
La carencia principal, en el conjunto del país, se corresponde quizás con los
lugares marinos que, con la excepción de Murcia, Baleares y Canarias, arrojan
porcentajes muy bajos de inclusión en la red, no alcanzando en conjunto las
ochocientas mil hectáreas.
“Los Parques Nacionales son espacios naturales de alto valor ecológico y cultural, poco
transformados por la explotación u ocupación humana que, en razón de la belleza de sus
paisajes, la representatividad de sus ecosistemas o la singularidad de su flora, de su
fauna o de sus formaciones geomorfológicas, poseen unos valores ecológicos, estéticos,
educativos y científicos cuya conservación merece una atención preferente y se declara
de interés general de la Nación”17.
Además de esa definición oficial, los catorce Parques Nacionales españoles poseen
otra serie de rasgos comunes (aunque incluyendo casi siempre alguna excepción) que
contribuyen a conferirles un perfil específico y diferenciado dentro del conjunto de las
Áreas Protegidas, rasgos que tienen que ver con el carácter representativo, el tamaño, el
grado de naturalidad, la importancia del uso público y la zonificación protectora.
El alto grado de representatividad viene determinado por la pertenencia de cada
Parque a uno de los grandes sistemas naturales españoles recogidos en la Ley 4/89: en la
Región Eurosiberiana los sistemas ligados al bosque Atlántico (Islas Atlánticas, Picos
de Europa), a las formaciones lacustres y rocas de origen plutónico pirenaicas (Aigües
Tortes), a formaciones de erosión y rocas de origen sedimentario pirenaicas (Ordesa);
en la Región Mediterránea a los sistemas ligados al bosque mediterráneo (Cabañeros,
Sierra Nevada), a zonas húmedas continentales (Tablas de Daimiel), zonas húmedas con
influencia marina (Doñana) y zonas costeras y plataforma continental (Archipiélago de
Cabrera); y en la Región Macaronésica a los sistemas ligados a la laurisilva (Garajonay)
y a los procesos volcánicos y vegetación asociada (Teide, Caldera de Taburiente,
Timanfaya).
Existe, no obstante, un cierto desequilibrio en la representación de cada Región, a
favor de la Macaronésica, y faltan espacios suficientemente representativos de los
sistemas ligados a formaciones esteparias y ripícolas mediterráneas. Por ello se han
realizado estudios oficiales y han surgido propuestas que probablemente incrementarán
en un futuro próximo el número de los Parques Nacionales, como de hecho ya ha
ocurrido con la reciente designación de Monfragüe.
En general, el tamaño de los Parques es suficiente como para asegurar los procesos
ecológicos y permitir su evolución natural, disponiendo más de la mitad de ellos de una
superficie superior a las 10.000 hectáreas y superándose en tres casos (Doñana, Picos de
Europa y Sierra Nevada) las 50.000 hectáreas. De cualquier manera, y especialmente los
de menor dimensión, aparecen rodeados de un área de amortiguación en forma de Zona
Periférica de Protección, Preparque o Parque Natural, o bien de un espacio marino de
reserva, en el caso de los archipiélagos. Las Tablas de Daimiel constituyen, por la
ausencia de protección en su entorno, una preocupante excepción.
Destacado es también el alto grado de naturalidad de la mayor parte de los Parques,
con la ausencia casi general de enclavados o de elementos de fragmentación y de
asentamientos humanos, lo que explica que en los mapas sobre recursos se representen
sobre todo los recursos naturales, escaseando los de tipo cultural. Las principales
excepciones vienen dadas por Sierra Nevada, con el enclave de la estación invernal y las
vías de comunicación que lo fragmentan, y por los Picos de Europa, donde la presencia
de núcleos de población y actividades ganaderas enriquecen culturalmente el Parque, al
tiempo que complican la ordenación de los recursos y la regulación de los usos propia
de un Parque Nacional.
La zonificación presenta en los Parques Nacionales un notable grado de
homogeneidad, debido a su reciente planificación como red y a las indicaciones que, en
ese sentido, incorpora el Plan Director de 199918, en el que se establecen cuatro zonas
17
MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE (1999): Real Decreto 1803/1999, de 26 de noviembre, por el
que se aprueba el Plan Director de la Red de Parques Nacionales. (BOE, nº 297 de 13 de diciembre de
1999).
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MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE (1999): Real Decreto 1803/1999, de 26 de noviembre, por el
que se aprueba el Plan Director de la Red de Parques Nacionales. (BOE, nº 297 de 13 de diciembre de
1999).
ordenadas de mayor a menor grado de protección: reserva, uso restringido, uso
moderado y uso especial. La mayor parte de los Parques han ido incorporando en sus
Planes Rectores esta directriz, si bien en algunos casos perviven denominaciones
anteriores, al no haberse revisado aún los instrumentos protectores, y la peculiaridad de
otros ha aconsejado la inclusión de alguna zona más (Zona de Protección en Doñana,
Zona de Asentamientos Tradicionales en los Picos de Europa, etc.).
Las infraestructuras y equipamientos de uso público son un componente básico de los
Parques Nacionales, teniendo en cuenta que el objetivo de la acogida de visitantes ocupa
un lugar prioritario, junto con la conservación, en este tipo de figura protectora. De
acuerdo con los criterios del Plan Director, los Parques disponen de un Centro de
Recepción, ubicado en alguno de los núcleos próximos o en la zona de acceso al Parque,
alguna otra Oficina de Información con carácter complementario, una red de itinerarios
públicos señalizados y algunos puntos de contemplación (observatorios, miradores) de
determinados recursos y valores significativos. Este modelo básico presenta un mayor
despliegue en los grandes Parques, que pueden tener varios Centros de Recepción y una
red más completa de equipamientos, incluyendo instalaciones específicas de carácter
científico o didáctico, alojamiento y entretenimiento.
Sobre esta base, la afluencia, regulada en cantidad y espacialmente, según la fragilidad
y capacidad de acogida de cada Parque, se ha ido incrementando paulatinamente hasta
superar en los diez millones de visitas en el conjunto de la red, aunque el reparto Parque
a Parque conlleva importantes desigualdades, desde más de dos millones en el Teide o
en los Picos de Europa, hasta menos de cien mil en Cabañeros, el de menor afluencia
registrada.
A pesar de la abundancia de los rasgos uniformes en la red de Parques Nacionales, se
percibe también un grado notable de diversidad que, más allá de las excepciones
anteriormente citadas, se relaciona con el tipo de recursos sobresalientes y con los
objetivos diferenciales de carácter secundario en cada caso.
En lo referente a los recursos, además de la obvia variedad derivada de la localización
en las diferentes regiones y sistemas naturales, ya citados, cabe señalar la existencia de
Parques en los que destaca especialmente el paisaje relacionado con los factores
litológicos (especialmente las formas volcánicas de varios Parques canarios),
morfoclimáticos (por ejemplo, las formas de origen glaciar de los Parques pirenaicos, de
los Picos de Europa o de Sierra Nevada), hidrológicos de tipo lacustre (Daimiel),
marítimo (Islas Atlánticas, Archipiélago de Cabrera) o fluvio-marítimo (Doñana),
bióticos (Garajonay) o culturales (por ejemplo, las dehesas de Cabañeros).
Por último, la dilatada historia en la constitución de la red de Parques Nacionales ha
permitido que progresivamente se hayan ido incorporando nuevos y diversos objetivos
que, además de los básicos de conservación y contemplación, propios de todos los
Parques Nacionales, incorporan matices específicos en muchos casos.
Así, en las primeras declaraciones es evidente la motivación identitaria de tipo
nacional y sacro (al estilo de lo acontecido en Yellowstone), cuando en la inauguración
del Parque Nacional de Covadonga Alfonso XIII proclama que “vamos a hacer algo
único en el mundo: unir el arte de la naturaleza a la religión y a la historia, en el lugar
del nacimiento de una nación”19.
El uso público y su vinculación a la naciente actividad turística está presente en la
creación de los Parques Nacionales del Teide y de la Caldera de Taburiente en 1954, la
atención a la biodiversidad en la declaración de Doñana de 1969, o la nueva
19
BLAS, L. (1975): Los Parques Nacionales españoles. Madrid.
incorporación del concepto de desarrollo sostenible en el caso más reciente (1999) de
Sierra Nevada.