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LAS ENERGÍAS

ELEMENTALES
Cuatro de estas festividades suceden en momentos cumbre, ricos respecto
de las energías que cada una de las estaciones simboliza. Las otras cuatro
festividades marcan cambios o transformaciones que anuncian lo nuevo por
venir después de que la estación haya llegado a su cumbre y haya declinado.
Los antiguos concebían un importante sentido detrás de las estaciones, así
como del significado que tienen para la humanidad – y para todo ser vivo -,
conformando los cuatro movimientos de la gran danza. Desde el punto de
vista tradicional, podemos empezar nuestro viaje hacia la recuperación de
nuestra unidad con la Naturaleza, comprendiendo estas vivencias
estacionales, llenas de energía vital y diferentes.
Para nuestros antepasados, las estaciones se correspondían
directamente con los cuatro elementos mágicos – tierra, agua, fuego y aire -
. Los bloques con los que se ha construido la vida, a su vez conforman la
naturaleza humana, según los modos básicos de ser. El reputado
psicoanalista Carl Jung identificó cuatro tipologías de la personalidad que se
correspondían con los elementos, con los cuatro palos del Tarot y su visión
intemporal de la humanidad, un reflejo de esta idea de las cuatro formas
básicas de ordenar, entender, e interpretar nuestra experiencia vital.
Desde esta perspectiva, cada año se convierte así en un viaje a través de
cada uno de estos elementos, ofreciéndonos la oportunidad de vivirlos de
forma plena, a fin de corregir el desequilibrio que hay en nuestras vidas.
Aunque voy a desarrollar esta idea de conexión y correspondencia de forma
más amplia, más adelante cuando me ocupe de las estaciones, el resumen que
ofrezco a continuación tiene la intención de hacer que medite al respecto
del modo en que la Naturaleza nos enseña sobre nosotros mismos. Se hallará
una hermosa interrelación que se implica en esta visión, desde donde es
factible percibir a la vez un delicado equilibrio y un firme fundamento en la
fuerza y en la permanencia. Una vez que uno se ha abierto a ellas, las
correspondencias le sugerirán un sistema de vida que surge del
concienciarse como parte de un todo mayor.

Estas correspondencias constituyen los elementos de las estaciones tal y


como las conocemos y están extraídas de las tradiciones occidentales
europeas que forman nuestra herencia cultural. Pero si alguien está
interesado por otros caminos –la visión de los aborígenes norteamericanos,
por ejemplo- deseo que también se interesen en descubrir que dicha
propuesta conforma otra visión del gran ciclo, diferente de la que explico
aquí. Cada cual debe descubrir la visión que tiene el significado más
profundo para sí mismo.

Otoño – Agua – Las emociones.


El agua es el elemento del Otoño, está en relación con las lágrimas, el
fluir y los sentimientos. Es un momento de dejar ir, abandonar, permitir que
la vida –aparentemente- se vaya: muchos nos encontramos tristes cuando los
días se acortan y las hojas de los árboles caen. Pero también nos empuja a
soñar, a buscar los ciclos que subyacen a nuestro alrededor y que nos ayudan
a descubrir los significados que se esconden detrás de la realidad. Nos
enseñan a respetar nuestro conocimiento interno, escuchar la voz interior,
intuitiva y sabia. El elemento agua del otoño es soñador, emocional y deseoso
de ir hacia los demás para unirse a ellos; y tiene mucho que enseñarnos con
respecto a nuestros sentimientos.

Invierno – Tierra – El cuerpo


Entrar en el invierno es como penetrar en una cueva cubierta de nieve: el
invierno nos enseña sobre nuestro yo físico. En invierno vemos el contorno
de las cosas; sin el camuflaje de la hierba o las plantas, los montes tienen
una belleza serena bajo su manto de nieve, los árboles revelan sus elegantes
esqueletos y el agua se convierte en piedra. Somos obligados a reconocer
nuestro cuerpo –al resbalar en el hielo, al masajear nuestros pies para
mantenerlos calientes, al tener un resfriado, al desear dormir cuando las
largas noches nos empujan a hibernar y a experimentar la energía curativa
de los sueños -. La conexión de la Tierra con el invierno nos aconseja cuidar
de nuestra salud, escuchar la sabiduría del cuerpo y afianzarnos en honrar
lo físico. El invierno nos insta a respetar nuestras propias estaciones de
oscuridad; en ellas, como la Tierra que ahora yace estéril, está el poder de
la gestación y, por ello, resulta imposible nacer de nuevo a la vida.

Primavera – Aire – La mente


En primavera, los silenciosos cielos del invierno cobran vida y regresan
nuevamente los pájaros; para muchas culturas antiguas los pájaros y su
elemento, el aire, están relacionados con la rapidez del pensamiento. Es el
momento de empezar de nuevo, surgen los primeros brotes jóvenes, las
brisas frescas se llevan las telarañas de nuestra mente y hacemos listas y
planificaciones los proyectos que deseamos llevar a cabo en esta época de
crecimiento –y al compartir estos proyectos con los demás los hacemos
florecer -. La primavera nos enseña acerca de la comunicación y la
inspiración de las nuevas ideas.

Verano – Fuego – La Voluntad


Pasión y empuje, y la llama espiritual que nos empuja a actuar; todo ello está
relacionado con el fuego y con el ardiente y vibrante verano que lleva a
fructificar todas las cosas. Mientras todo el mundo crece y madura a
nuestro alrededor, el fuego del verano nos enseña cómo recuperar nuestro
fervor como algo clave para hacer que lo bueno suceda en nuestra vida. La
fogosidad del verano nos da pruebas concluyentes de su poder vivificante –o
de sequedad, si no se contempla con respeto -. El impulso de energía positiva
nos incita a finalizar los proyectos, a celebrar la abundancia que vemos en
todas partes.

LAS ANTIGUAS TRANSICIONES

Una vez que nos hayamos familiarizado con el orden y el ciclo de las
festividades comenzaremos a notar algo extraño. ¿Te has preguntado alguna
vez por qué se denomina a Litha el centro del verano (Midsummer) cuando
en el calendario se dice que sólo es el primer día del verano? ¿O por qué el
solsticio de invierno se supone es el primer día del invierno, pero en el
exterior ha estado haciendo frío y nevando durante semanas y las canciones
navideñas antiguas se refieren a Yule, indiscutiblemente como el centro del
invierno (Midwinter)?

La respuesta la encontramos en la visión que nuestros antepasados tenían


de los puntos de transición que señalan las estaciones y cómo en nuestro
moderno calendario de forma significativa.

Por ejemplo, para los antiguos celtas, Samhain (el Halloween o Día de
Difuntos) era el último día del otoño; y al día siguiente llegaba el invierno. Si
uno vive en una región cerca del Norte, probablemente reconocerá la
verdad de esta creencia –las brillantes hojas ya han sido barridas por el
viento a principios de Noviembre y la aguanieve o las nevadas nos fuerzan a
estar dentro de casa. – Y cuando Yule llega, ya hemos sentido durante un
tiempo el invierno y con ello el vocablo para designar al solsticio –centro del
invierno (Midwinter) – tiene sentido.

Beltane, la ceremonia de la sensualidad y la fertilidad, podría decirse que


anuncia el verano y, con ello, la descripción de Litha como centro del verano
también encaja. Por esto, cuando llega Lughnasad, se puede sentir un cambio
palpable en la energía de la Tierra. Aunque las hojas aún tarden unas
semanas en cambiar de color, el mundo verde se torna más silencioso, más
reflexivo, como si toda la Naturaleza estuviera encerrándose en las
semillas. Se siente que la estación del crecimiento ha terminado y que la
Naturaleza ha empezado su descenso y se está secando. Podríamos asegurar
que el otoño empieza aquí, con Mabon como punto cumbre, al igual que Litha
es el clímax del verano, y Yule el del invierno. Y para completar el esquema,
es bueno saber que el clima suave de Irlanda llevó a los antiguos celtas a
considerar Imbolc el primer día de la primavera. Ostara es entonces el
punto medio de la primavera, el centro de las fuerzas estacionales.

Lo que sucedió es que nuestra cultura convirtió los puntos centrales en


transiciones y se olvidó de los puntos de transición. Sólo festividades como
la Candelaria (Groundhog Day) o el Día de los Difuntos (Halloween) aún
evocan un cierto parecido con sus orígenes antiguos como Imbolc o Samhain.

Otro modo de comprender el esquema de las antiguas celebraciones


estacionales es visualizar la rueda anual como si fuese la esfera de un reloj,
y colocar los festivales en ella. Yule a las 12 A.M., el oscuro centro de la
noche, pero un instante después de la medianoche, la mañana empieza.
Imbolc estaría a las 3 A.M., cuando el mundo comienza a moverse aún
dormido sintiendo la cercanía del amanecer. Ostara, a las 6 A.M. es la luz
clara de la salida del sol y Beltane a las 9 A.M. es la cúspide de la luz de la
mañana. Litha es el mediodía del año cuando el sol luce en su punto más alto
–y luego empieza a declinar. Lughnasad a las 3 P.M. es la dorada sobremesa,
cuando las sombras empiezan a crecer. Mabon, a las 6 P.M. es el atardecer,
mientras decimos adiós al Sol y a los días largos y damos la bienvenida a la
oscuridad. Y Samhain a las 9 P.M. es la noche profunda, la negrura de la capa
del Anciano que se arremolina en torno a la Luna.

Como uno de los propósitos de este curso, he decidido mantener las


actividades estacionales o las festividades en el calendario que nos
resultarán más familiares a todos. Pero una vez nos hemos dado cuenta de la
claridad del punto de vista de los antiguos –una vez que nos hemos
percatado de los puntos culminantes de la danza- nos encontramos viendo
este ciclo anual de un modo distinto tejiendo nuestro conocimiento con lo
que va a venir, al tiempo que vivenciamos lo que está alejándose como si se
tratara de un bordado.

ACTIVIDADES ESTACIONALES

Las actividades estacionales de este curso sirven para fomentar la


interacción “con” y “respecto de”, y para disfrutar las energías de cada
estación. Existen actividades con agua para el otoño que desarrollan
nuestra sabiduría interna al tiempo que nos ofrecen un excelente equilibrio
en las relaciones familiares. Las actividades con la Tierra en invierno van a
fomentar el respeto por ese momento oscuro y detenido que tiene la
cualidad de las piedras. Por su parte, las actividades relacionadas con el aire
en primavera inspiran y deleitan. Mientras que, por último las actividades
relacionadas con el fuego en verano nos convierten en recipientes sagrados
de la energía solar.

Por esto decimos que aprendemos tanto exterior como internamente. Si


estamos en contacto con la Naturaleza, poseeremos un sentimiento más
fuerte respecto al ciclo cambiante de la misma. Esto es un medio de
descubrir lo que ya conocíamos. Si prestamos atención a la Naturaleza
conseguiremos simplemente dejarnos guiar por nuestro propio modo de ser.

Cuando realizamos tareas respecto a cada estación y cuando celebramos


las festividades de la Tierra que encajan con lo que sentimos – al
involucrarnos en actividades sencillas pero con significado, que resuenan
todavía en nuestros medio conscientes recuerdos antiguos- somos capaces
de vivenciar la danza y lo sagrado de las estaciones con una mayor
profundidad y totalidad, además de relacionarlo con cada aspecto de
nosotros mismos. Y este es precisamente el modo en que conseguiremos ser
una encarnación tan consciente como actual de nuestra antigua magia.

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