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The British Journal of Sociology 2010

El poder político más allá del Estado: la problemática


del gobierno

Nikolas Rose y Peter Miller

Resumen
Este artículo expone un enfoque del análisis del poder político en términos de
problemática de gobierno. Se argumenta contra la sobrevaloración del "problema
del Estado" en el debate político y la teoría social. Se sugiere una serie de
herramientas conceptuales para el análisis de las múltiples y variadas alianzas
entre las autoridades políticas y de otro tipo que tratan de gobernar la actividad
económica, la vida social y la conducta individual. Se muestra que las
racionalidades políticas modernas y las tecnologías gubernamentales están
intrínsecamente ligadas a los desarrollos del conocimiento y a los poderes de la
experiencia. Se investigan las características de las problemáticas liberales de
gobierno, y se argumenta que dependen de las tecnologías para "gobernar a
distancia", buscando crear locales, entidades y personas capaces de operar una
autonomía regulada. El análisis se ejemplifica con una investigación del
asistencialismo como modo de gobierno "social". El documento concluye con una
breve consideración del neoliberalismo que demuestra que el lenguaje analítico
estructurado por la oposición filosófica de Estado y sociedad civil es incapaz de
comprender las transformaciones contemporáneas en los modos de ejercicio del
poder político. 1

El Estado, escribió Nietzsche, es


el más frío de todos los monstruos fríos... (miente) en todos los lenguajes
del bien y del mal; y todo lo que dice, miente - y todo lo que tiene, lo ha
robado... sólo allí, donde cesa el estado, comienza el hombre que no es
superfluo... (Nietzsche 1969: 75)
A medida que los "estados de bienestar" de la posguerra en Occidente y los
"estados de partido" centralizados en el Este han sido cuestionados, el
debate político contemporáneo se ha visto impregnado de imágenes del
Estado como algo maligno y potencialmente monstruoso. Parece que sólo
"más allá del Estado" puede comenzar una vida digna de individuos
humanos libres. Criticar los excesos, la ineficacia y las injusticias del

Rose (Goldsmiths' College) y Miller (London School of Economics)


© London School of Economics and Political Science 2010 ISSN 0007-1315 print/1468-4446 online.
Publicado por Blackwell Publishing Ltd, 9600 Garsington Road, Oxford OX4 2DQ, Reino Unido y 350 Main Street,
Malden, MA 02148, EE.UU. en nombre de la LSE. DOI: 10.1111/j.1468-4446.2009.01247.x
272Nikolas Rose y Peter Miller

Estado, se han planteado alternativas en términos de construcción de un


"mercado libre" y una "sociedad civil" en la que una pluralidad de grupos,
organizaciones e individuos interactúan en libertad. Esta preocupación ha
tenido su paralelo en la teoría social, donde los analistas han cuestionado las
teorías liberales pluralistas y económicas determi- nantes del poder, y han
argumentado que la forma específica del Estado es de crucial importancia,
no sólo para entender las relaciones geopolíticas, sino también para
comprender las formas modernas de ejercicio del poder sobre los territorios
nacionales. 2
Pero el vocabulario político estructurado por las oposiciones entre Estado
y sociedad civil, público y privado, gobierno y mercado, coerción y
consentimiento, soberanía y autonomía y similares, no caracteriza
adecuadamente las diversas formas en que se ejerce el gobierno en las
democracias liberales avanzadas. El poder político se ejerce hoy a través de
una profusión de alianzas cambiantes entre diversas autoridades en
proyectos para gobernar una multitud de facetas de la actividad económica,
la vida social y la conducta individual. El poder no consiste tanto en
imponer restricciones a los ciudadanos como en "fabricar" ciudadanos
capaces de soportar una especie de libertad regulada. La autonomía
personal no es la antítesis del poder político, sino un término clave en su
ejercicio, tanto más cuanto que la mayoría de los individuos no son meros
sujetos del poder, sino que participan en su funcionamiento.
En este artículo proponemos algunas formas de analizar estos
mecanismos móviles del poder político contemporáneo. Nuestro análisis
reubica al "Estado" dentro de una investigación sobre la problemática del
gobierno. Hace más de diez años que Foucault sugirió que los conceptos
que organizaban nuestro pensamiento sobre el poder no podían comprender
el ejercicio del poder en las sociedades modernas. Dos siglos después de las
revoluciones políticas que derrocaron a las monarquías abso- lutas de
Europa, Foucault argumentó que en el campo del pensamiento político aún
no habíamos cortado la cabeza del rey (Foucault 1978: 88-9).3 En sus
observaciones sobre la "gubernamentalidad", Foucault esboza una analítica
alternativa del poder político (Foucault 1979: 5-21).4 El término
gubernamentalidad pretendía llamar la atención sobre una determinada
forma de pensar y actuar encarnada en todos aquellos intentos de conocer y
gobernar la riqueza, la salud y la felicidad de las poblaciones. Foucault
argumentó que, desde el siglo XVIII, esta forma de reflexionar sobre el
poder y de intentar hacerlo operable había alcanzado una preeminencia
sobre otras formas de poder político. Estaba vinculada a la proliferación de
toda una serie de aparatos de gobierno y a un complejo conjunto de
conocimientos y "saberes" sobre el gobierno, los medios de su ejercicio y la
naturaleza de aquellos sobre los que debía ejercerse. Desde esta perspectiva
del poder político, sugirió Foucault, se podría evitar sobrevalorar el
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El poder político más allá del Estado
"problema del Estado", viéndolo bien273 como un "monstre froid" que nos
enfrenta y domina, bien como el cumplimiento esencial y privilegiado de una
serie de funciones sociales y económicas necesarias. El Estado no poseía ni la
unidad ni la funcionalidad que se le atribuía; era un

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abstracción mítica" que ha asumido un lugar particular dentro del campo


del gobierno. Para el presente, quizás, lo realmente importante "no es tanto
la dominación del Estado sobre la sociedad, sino la "gubernamentalización"
del Estado" (Foucault 1979: 20).
Estas observaciones esquemáticas constituyen el punto de partida de las
investigaciones sobre el gobierno que se proponen en este documento.
Proponemos algunos elementos de una "analítica" de la problemática del
gobierno y los ilustramos mediante una investigación preliminar del
"liberalismo", el "asistencialismo" y el "neoliberalismo". Las mentalidades y
maquinaciones de gobierno que exploramos no son meras huellas, signos,
causas o efectos de transformaciones "reales" en las relaciones sociales. El
terreno que constituyen tiene una densidad y un significado propios. El
gobierno es la matriz históricamente constituida dentro de la cual se
articulan todos aquellos sueños, esquemas, estrategias y maniobras de las
autoridades que buscan moldear las creencias y la conducta de los demás en
las direcciones deseadas actuando sobre su voluntad, sus circunstancias o su
entorno. Es en relación con esta red de gobiernoque las formas específicamente
políticas de gobierno en el Occidente moderno se definen, delimitan y
relacionan.
Para la posibilidad de las formas modernas de gobierno, argumentamos, son
fundamentales las asociaciones formadas entre las entidades constituidas como
"políticas" y los proyectos, planes y prácticas de aquellas autoridades -
económicas, legales, espirituales, médicas, técnicas- que se esfuerzan por
administrar las vidas de otros a la luz de las concepciones de lo que es bueno,
saludable, normal, virtuoso, eficiente o rentable. El conocimiento es, por
tanto, fundamental para estas actividades de gobierno y para la formación
misma de sus objetos, ya que el gobierno es un ámbito de cognición, cálculo,
experimentación y evaluación. Y, argumentamos, el gobierno está
intrínsecamente ligado a las actividades de la pericia, cuyo papel no es el de
tejer una red omnipresente de "control social", sino el de promulgar intentos
variados de administración calculada de diversos aspectos de la conducta a
través de innumerables tácticas locales, a menudo competitivas, de educación,
persuasión, inducción, gestión, incitación, motivación y estímulo (cf. Cohen
1989).
Las problemáticas de gobierno pueden analizarse, en primer lugar, en
términos de sus racionalidades políticas, los cambiantes campos discursivos
dentro de los cuales se conceptualiza el ejercicio del poder, las justificaciones
morales de las formas particulares de ejercer el poder por parte de las
diversas autoridades, las nociones de las formas, objetos y límites
apropiados de la política, y las concepciones de la distribución adecuada de
tales tareas entre los sectores secular, espiritual, militar y familiar. Pero,
sugerimos, la problemática del gobierno debe analizarse también en
términos de sus tecnologías gubernamentales, el complejo de programas
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El poder político más allá del Estado
mundanos, calificaciones, técnicas, aparatos,
275 documentos y procedimientos
a través de los cuales las autoridades tratan de encarnar y hacer efectivas las
ambiciones gubernamentales. A través del análisis de las intrincadas
interdependencias entre las racionalidades políticas y las tecnologías
gubernamentales, podemos empezar a comprender las múltiples y delicadas
redes que conectan las vidas de los individuos, los grupos y la sociedad.

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y organizaciones a las aspiraciones de las autoridades de las democracias


liberales avanzadas del presente.

I. El Gobierno contra el Estado

Muchos han reconocido que las imágenes filosóficas y constitucionales del


Estado soberano son engañosas. En la medida en que el Estado moderno
"gobierna", lo hace sobre la base de una elaborada red de relaciones
formadas entre el complejo de instituciones, organizaciones y aparatos que
lo componen, y entre instituciones estatales y no estatales.5 Las historias
sociológicas de la formación del Estado han demostrado que, en Europa,
durante muchos siglos, la actividad económica se regulaba, el orden se
mantenía, las leyes se promulgaban y se hacían cumplir, la asistencia a los
enfermos y a los necesitados se proporcionaba, y la moralidad se inculcaba, si
acaso, mediante prácticas que tenían poco que ver con el Estado. Sólo en el
siglo XVIII los Estados empezaron a transformarse de aparatos centrales
limitados y circunscritos para integrarse en un conjunto de instituciones y
procedimientos de gobierno sobre un territorio nacional (Poggi 1978; Tilly
1975. Véase también Foucault 1980).
Los sociólogos históricos han llamado la atención sobre diversos
mecanismos de formación del Estado: la imposición de una lengua nacional y
un nivel de alfabetización, una moneda común, la fusión de un territorio en
un único sistema espacio-temporal a través de innovaciones en el
transporte, la comunicación y la temporalidad, la unificación de los códigos
legales y las autoridades (Giddens 1985). Las prácticas clave de gobierno se
institucionalizaron en un cuerpo central, más o menos permanente, de oficinas
y agencias, dotado de una cierta forma constitucional más o menos explícita,
dotado de la capacidad de recaudar fondos en forma de impuestos, y respaldado
con el monopolio virtual del uso legítimo de la fuerza sobre un territorio
definido. Esta coincidencia de un territorio definido de gobierno y un
proyecto y aparato para administrar las vidas y actividades de los que están
dentro de ese territorio, se sugiere que nos permite hablar del estado-nación
moderno como un conjunto centralizado de instituciones y personal que
ejerce un poder autoritario sobre una nación (véase, por ejemplo, Mann
1986, 1988; Hall e Ikenberry 1989; Hall 1986; Baechler, Hall y Mann 1988).
Además, se ha argumentado que las relaciones geopolíticas y los conflictos
militares han provocado y facilitado la centralización del poder político
nacional en manos de un aparato estatal. Estas consideraciones han llevado a
los analistas a tratar a los Estados como actores unificados con una
autonomía considerable, que gobiernan a nivel interno y persiguen sus
intereses en el escenario mundial por medio de la diplomacia y la guerra
(Wallerstein 1984; Giddens 1985; Mann 1988).
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El poder político más allá del Estado
Argumentamos que tal perspectiva 277 oscurece las características de las
formas modernas de poder político. Dentro de la problemática del gobierno, se
puede ser nominalista sobre el estado: no tiene ninguna necesidad o
funcionalidad esencial. Más bien, el Estado puede ser visto como una forma
específica en la que el problema de

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278Nikolas Rose y Peter Miller

El gobierno se codifica discursivamente, una forma de dividir una "esfera


política", con sus características particulares de gobierno, de otras "esferas no
políticas" con las que debe relacionarse, y una forma en la que ciertas
tecnologías de gobierno reciben una durabilidad institucional temporal y
entran en determinados tipos de relaciones entre sí. Planteada desde esta
perspectiva, ya no se trata de dar cuenta del gobierno en términos de "poder
del Estado", sino de determinar cómo, y en qué medida, el Estado se articula
en la actividad de gobierno: qué relaciones se establecen entre las
autoridades políticas y las demás; qué fondos, fuerzas, personas,
conocimientos o legitimidad se utilizan; y mediante qué dispositivos y
técnicas se hacen operativas estas diferentes tácticas.
Tres diferencias entre nuestro enfoque y la nueva sociología de la
formación del Estado son relevantes aquí. La primera se refiere al "realismo".
Las sociologías históricas del Estado son realistas en el sentido de que tratan
de caracterizar las configuraciones reales de personas, organizaciones y
acontecimientos en determinados períodos históricos, de clasificar las
relaciones de fuerza que se dan entre ellas, de identificar los determinantes y
de explicar las transformaciones. Nuestros estudios sobre el gobierno evitan el
realismo sociológico y su carga de explicación y causalidad. No tratamos de
caracterizar cómo fue realmente la vida social y por qué. No tratamos de
penetrar en la superficie de lo que la gente dice para descubrir lo que quieren
decir, cuáles son sus verdaderos motivos o intereses. Más bien, atendemos a
las formas en que las autoridades del pasado se han planteado estas
preguntas: ¿cuál es nuestro poder; con qué fines debe ejercerse; qué efectos ha
producido; cómo podemos saber lo que tenemos que saber, y hacer lo que
tenemos que hacer para gobernar?
En segundo lugar, el lenguaje. Un análisis del gobierno toma como punto
central no tanto las cantidades de ingresos, el tamaño de la corte, el gasto en
armas, las millas recorridas por un ejército al día, sino el campo discursivo
dentro del cual estos problemas, lugares y formas de visibilidad son delineados
y se les otorga significado. Es en este campo discursivo donde el propio
"Estado" emerge como un dispositivo lingüístico históricamente variable para
conceptualizar y articular formas de gobernar. El significado que concedemos
al discurso no surge de una preocupación por la "ideología". El lenguaje no es
meramente contemplativo o justificativo, es performativo. Un análisis del
discurso político nos ayuda a dilucidar no sólo los sistemas de pensamiento a
través de los cuales las autoridades han planteado y especificado los problemas
para el gobierno, sino también los sistemas de acción a través de los cuales han
tratado de hacer efectivo el gobierno.
En tercer lugar, el conocimiento. El conocimiento aquí no significa
simplemente "ideas", sino que se refiere al vasto conjunto de personas,
teorías, proyectos, experimentos y técnicas que se ha convertido en un
componente central del gobierno. Teorías desde la filosofía hasta la medicina.
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El poder político más allá del Estado
Esquemas que van desde el urbanismo hasta
279la seguridad social. Técnicas que
van desde la contabilidad por partida doble hasta la inspección médica
obligatoria de los escolares. Personas con conocimientos, desde generales
hasta arquitectos y

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contables. Nuestra preocupación, es decir, es el "know how" que ha


prometido hacer posible el gobierno.
Nuestro análisis se aplica tanto a las cuestiones geopolíticas como a las
de cualquier territorio nacional. Las relaciones inter "nacionales" se
constituyen en un complejo militar-diplomático, a través de complejos
procesos que facultan a determinados agentes y fuerzas para hablar y actuar
en nombre de un territorio (véase Dillon 1989). Éstos establecen los límites
y la coherencia de los dominios de la autoridad política, demarcan los
espacios geográficos y conceptuales del gobierno político, constituyen a
determinadas autoridades como capaces de hablar en nombre de una
población, y las sitúan en configuraciones "externas" particulares con otros
"estados" y en relaciones internas con acontecimientos en lugares concretos. Se
establece un campo "geopolítico" que engloba la diplomacia, los enviados, los
tratados, los acuerdos, las fronteras, las costumbres, etc., al mismo tiempo
que se reclama el mandato de las autoridades sobre los sujetos y las
actividades que componen una nación.
La guerra, como aspecto clave de estas cuestiones geopolíticas, depende a
su vez de ciertas prácticas de gobierno: la elaboración de nociones de
soberanía nacional sobre un territorio unificado por prácticas como la
lengua o el derecho; el desarrollo de maquinarias administrativas de
diversos tipos; y las técnicas para constituir a las personas como deudoras
de un determinado lugar de identidad y autoridad. La guerra y el
colonialismo, como ejercicio de gobierno desde un centro sobre personas,
lugares y bienes distantes, implican la reunión de los sujetos en fuerzas
militares, su disciplina, la inculcación de habilidades y solidaridades, la
producción, distribución y mantenimiento de equipos y materiales, así
como la invención de las tecnologías intelectuales necesarias para la estrategia
y la planificación. La guerra, es decir, requiere e inspira la invención de
nuevas prácticas de gobierno: también en las relaciones geopolíticas,
sugerimos, el Estado debe ser entendido en primer lugar como un resultado
complejo y móvil de los discursos y las técnicas de gobierno.

II. Racionalidades políticas y análisis del liberalismo

En el resto del documento elaboramos e ilustramos algunas herramientas


conceptuales para un análisis de las formas modernas de gobierno.6
Comencemos por considerar con más detalle la noción de racionalidad
política. El discurso político es un ámbito de formulación y justificación de
esquemas idealizados para representar la realidad, analizarla y rectificarla.
Aunque no tiene el carácter sistemático y cerrado de los cuerpos
disciplinados del discurso teórico, es posible discernir regularidades que
denominamos racionalidades políticas. En primer lugar, las racionalidades
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El poder político más allá del Estado
políticas tienen una forma característicamente
281 moral. Elaboran los poderes y
deberes adecuados para las autoridades. Abordan la distribución adecuada de
tareas y acciones entre autoridades de diferentes tipos: políticas, espirituales,
militares, pedagógicas, familiares. Consideran los ideales

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282Nikolas Rose y Peter Miller

o principios a los que debe dirigirse el gobierno: libertad, justicia, igualdad,


responsabilidad mutua, ciudadanía, sentido común, eficiencia económica,
prosperidad, crecimiento, equidad, racionalidad y otros similares.
En segundo lugar, las racionalidades políticas tienen lo que podríamos llamar
un carácter epistemológico. Es decir, se articulan en relación con alguna
concepción de la naturaleza de los objetos gobernados: la sociedad, la
nación, la población, la economía. En particular, encarnan algún tipo de
explicación de las personas sobre las que se ejerce el gobierno. Como ha
señalado Paul Veyne, éstas pueden especificarse como miembros de un
rebaño que hay que dirigir, sujetos legales con derechos, niños que hay que
educar, un recurso que hay que explotar, elementos de una población que
hay que gestionar (citado en Burchell 1991).
En tercer lugar, las racionalidades políticas se articulan en un lenguaje
distintivo. El lenguaje que constituye el discurso político es algo más que
retórica (Miller y Rose 1990a. Véase también Shapiro 1984; Taylor 1987;
Connelly 1987; McCloskey 1985; Nelson, Megill y McCloskey 1987). Debería
verse, más bien, como una especie de maquinaria o aparato intelectual para
hacer que la realidad sea pensable de tal manera que sea susceptible de ser
deliberada políticamente. Es aquí donde un vocabulario del "Estado" ha llegado
a codificar y disputar la naturaleza y los límites del poder político. Las
racionalidades políticas, es decir, están coloreadas moralmente, se basan en
el conocimiento y se hacen pensables a través del lenguaje. Podemos
ilustrar estos tres puntos si consideramos la cuestión del "liberalismo".
El liberalismo suele caracterizarse como filosofía política por los límites que
impone al ejercicio legítimo del poder por parte de las autoridades políticas.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, el término "sociedad civil" dejó de
designar un tipo particular de asociación política bien ordenada, y pasó a
significar, en cambio, un ámbito natural de libertades y actividades fuera de la
esfera legítima de la política (Keane 1988a).7 El alcance de la autoridad política
debía ser limitado y se debía ejercer vigilancia sobre ella. Pero, al mismo
tiempo, el gobierno debía asumir como una de sus obligaciones y tareas
legítimas el fomento de las capacidades de autoorganización de la sociedad
civil. Al gobierno político se le encomendó la tarea de dar forma y alimentar a
esa misma sociedad civil que debía ser su contrapeso y su límite.
El liberalismo, en este sentido, marca el momento en que se abandonó el
sueño distópico de una sociedad totalmente administrada, y el gobierno se
enfrentó a un dominio que tenía su propia naturalidad, sus propias reglas y
procesos, y sus propias formas internas de autorregulación (Foucault 1986).
8
Como ha señalado Graham Burchell, el liberalismo descalifica el ejercicio de
la razón gubernamental en forma de raison d'etat, en la que un soberano ejercía
su voluntad totalizadora en un espacio nacional. El poder se enfrenta, por un
lado, a sujetos dotados de derechos que no deben ser interceptados por el
gobierno. Por otro lado, el gobierno se dirige a un ámbito de procesos que no
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puede gobernar mediante el ejercicio de la283
voluntad soberana porque carece
de los conocimientos y capacidades necesarios. Los objetos, instrumentos y
tareas del gobierno deben ser

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reformulado con referencia a este ámbito de la sociedad civil con el objetivo de


promover su máximo funcionamiento.
La codificación y delimitación constitucional y legal de los poderes de las
autoridades políticas no "liberó" un ámbito privado de las injerencias
arbitrarias del poder, sino que constituyó ciertos ámbitos, como los de las
transacciones de mercado, la familia y la empresa, como "no políticos",
definiendo su forma y sus límites. Las doctrinas liberales sobre los límites
del poder y la libertad de los sujetos ante la ley se vieron acompañadas por
la elaboración de una serie de nuevas tecnologías de gobierno, que no
tenían la forma de control directo por parte de las autoridades, y que
pretendían administrar estos ámbitos "privados", y programarlos y moldearlos
en las direcciones deseadas.
Esto no significa que el liberalismo fuera una ideología que encubriera una
anexión estatal de la libertad. La inauguración de las sociedades liberales en
Europa otorga un papel vital a una característica clave del gobierno moderno:
la acción a distancia.9 Las mentalidades liberales de gobierno no conciben la
regulación de la conducta como algo que dependa únicamente de las
acciones políticas: la imposición de la ley; las actividades de los
funcionarios del Estado o de las burocracias controladas públicamente; la
vigilancia y la disciplina de una policía que todo lo ve. El gobierno liberal
identifica un dominio fuera de la "política" y trata de gestionarlo sin destruir su
existencia y su autonomía. Esto es posible gracias a las actividades y cálculos
de una proliferación de agentes independientes, como filántropos, médicos,
higienistas, gestores, planificadores, padres y trabajadores sociales. Y depende
del establecimiento de alianzas. Esto tiene lugar, por un lado, entre las
estrategias políticas y las actividades de estas autoridades y, por otro, entre
estas autoridades y los ciudadanos libres, en los intentos de modular los
acontecimientos, las decisiones y las acciones en la economía, la familia, la
empresa privada y la conducta de la persona individual.
La elaboración de las doctrinas liberales de la libertad iba de la mano de
proyectos para hacer operable el liberalismo produciendo las condiciones
"subjetivas" bajo las cuales sus nociones contractuales de las relaciones
mutuas entre el ciudadano y la sociedad pudieran funcionar (Foucault 1977;
Castel 1976). Aquellos que no podían cumplir con sus obligaciones
contractuales debían aparecer ahora como "antisociales", y ser confinados bajo
una nueva legitimidad. Los escandalosos y bizarros iban a ser colocados bajo
un mandato médico revisado, en asilos que prometían curar y no
simplemente encarcelar. Los infractores de la ley y los malhechores ya no
tendrían la condición de bandidos o rebeldes, sino que se convertirían en
transgresores de las normas motivados por defectos de carácter susceptibles
de comprensión y rectificación.
La invención de las instituciones disciplinarias de la prisión y el asilo fue
acompañada por la promulgación de una variedad de programas por parte
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El poder político más allá del Estado
de abogados, médicos, filántropos y otros expertos, que afirmaban saber cómo
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dirigir la actividad empresarial, la vida familiar y la moral personal hacia el
camino de la virtud. El "Estado" no fue el inspirador de estos programas de
gobierno, ni el

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286Nikolas Rose y Peter Miller

beneficiario necesario. Lo que se ve no es una tendencia uniforme de


"intervención del Estado", sino más bien la aparición, en una multitud de
lugares del cuerpo social, de la salud y la enfermedad, del crimen y el
castigo, de la pobreza y el pauperismo, de la locura y la vida familiar como
problemas que requieren alguna medida de respuesta colectiva, y en
relación con los cuales las autoridades políticas desempeñan una variedad
de papeles diferentes (cf. Foucault 1980).
Así, el ámbito de la política se distingue simultáneamente de otras esferas
de gobierno y está inextricablemente ligado a ellas. Las fuerzas políticas han
tratado de utilizar, instrumentalizar y movilizar técnicas y agentes distintos de
los del "Estado" para gobernar "a distancia"; otras autoridades han tratado de
gobernar los acuerdos económicos, familiares y sociales según sus propios
programas y de movilizar los recursos políticos para sus propios fines.

III. Programas de gobierno

El gobierno es una actividad problematizadora: plantea las obligaciones de


los gobernantes en función de los problemas que tratan de resolver. Los
ideales del gobierno están intrínsecamente ligados a los problemas en torno
a los cuales circula, a los fallos que trata de rectificar, a los males que
pretende curar. De hecho, la historia del gobierno bien podría escribirse
como una historia de problematizaciones, en la que políticos, intelectuales,
filósofos, médicos, militares, feministas y filántropos han medido lo real con
lo ideal y lo han encontrado insuficiente. Desde el peligro de la
despoblación, las amenazas del pauperismo o las previsiones de la decadencia
de la raza, pasando por la problematización de los disturbios urbanos, la
militancia industrial, los fracasos de la productividad, hasta las preocupaciones
contemporáneas por la competitividad internacional, la articulación del
gobierno ha estado ligada a la identificación constante de las dificultades y
los fracasos del gobierno.
En torno a estas dificultades y fracasos se han elaborado los programas de
gobierno. Lo programático es el ámbito de los diseños propuestos por
filósofos, economistas políticos, fisiócratas y filántropos, informes
gubernamentales, comisiones de investigación, Libros Blancos, propuestas y
contrapropuestas de organizaciones empresariales, laborales, financieras,
benéficas y profesionales, que buscan configurar lugares y relaciones
específicas de forma deseable. La relación entre las racionalidades políticas
y estos programas de gobierno no es de derivación o determinación, sino de
traducción, es decir, un movimiento de un espacio a otro y la expresión de
una preocupación particular en otra modalidad. Así, en los primeros años de
este siglo en Gran Bretaña, el lenguaje de la eficiencia nacional sirvió para
articular los ideales políticos generales relativos a los fines a los que debería
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El poder político más allá del Estado
dirigirse el gobierno, y proporcionó una287
forma de formular una serie de
programas y disputas que competían entre sí de diferentes fuerzas políticas
(Rose 1985; Miller y O'Leary 1987). Del mismo modo, los programas de
administración y gestión de la empresa en los EE.UU. en el

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288Nikolas Rose y Peter Miller

En el periodo de entreguerras se elaboraron las bases de la autoridad


directiva de forma congruente con los ideales estadounidenses de libertad
personal, iniciativa y democracia. Se estableció una traducibilidad entre los
ideales de la cultura política estadounidense y los programas para gobernar
las gigantescas corporaciones recién surgidas con sus directivos
profesionales (Miller y O'Leary 1989, 1990). 10Dicha traducibilidad entre las
moralidades, epistemologías y modismos del poder político, y el gobierno de
un espacio problemático específico, establece una mutualidad entre lo que es
deseable y lo que puede hacerse posible a través de las actividades
calculadas de las fuerzas políticas (véase también Miller y Rose 1988; Rose
1990).
Los programas, como ha señalado Colin Gordon, no son simples
formulaciones de deseos o intenciones (Gordon 1980; véase también Miller y
Rose 1990a). En primer lugar, los programas reivindican un determinado
conocimiento de la esfera o el problema que se va a abordar: los conocimientos
sobre la economía, o sobre la naturaleza de la salud, o sobre el problema de la
pobreza son elementos esenciales en los programas que pretenden ejercer un
poder legítimo y calculado sobre ellos. El gobierno de una esfera requiere
que pueda ser representada, representada de una manera que capte su
verdad y la represente de una forma en la que pueda entrar en la esfera del
cálculo político consciente. Las teorías de las ciencias sociales, de la
economía, de la sociología y de la psicología, proporcionan así una especie de
maquinaria intelectual para el gobierno, en forma de procedimientos para
hacer pensable el mundo, domesticando su realidad intrínseca al someterla a
los análisis disciplinados del pensamiento.
Las teorías y las explicaciones desempeñan, por tanto, un papel esencial a
la hora de invertir las relaciones de poder entre el aspirante a gobernante y
aquello sobre lo que se va a gobernar. Por ejemplo, antes de intentar
gestionar un ámbito como la economía, es necesario conceptualizar un
conjunto de procesos y relaciones como una economía susceptible de ser
gestionada (véase Miller y O'Leary 1989. Véase también Hopwood 1987;
Thompson 1986; Tomlinson 1981, 1983). En un sentido muy real, la
"economía" es creada por las propias teorías económicas, que definen e
individualizan un conjunto de características, leyes y procesos calificados
de económicos y no, por ejemplo, de políticos o naturales. Esto permite que
la "economía" se convierta en algo que los políticos, académicos, industriales
y otros piensan que puede ser gobernado y gestionado, evaluado y
programado, con el fin de aumentar la riqueza, los beneficios y similares.
Del mismo modo, la sociología, como conjunto de técnicas e
investigaciones que revelan a la nación como un conjunto de estadísticas
agregadas con sus fluctuaciones regulares, y como procesos conocibles con sus
leyes y ciclos, ha desempeñado un papel clave en la constitución de la
sociedad y sus diversos componentes y dominios como una entidad
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Sociología
El poder político más allá del Estado
gobernable. Entre las ciencias sociales289
y el gobierno existen relaciones de
reciprocidad. Así como el gobierno depende de estas ciencias para sus
lenguajes y cálculos, las ciencias sociales se nutren de los problemas del
gobierno, de la demanda de soluciones y de la atracción de teorías que tienen
la plausibilidad de la ciencia y la promesa del disciplinamiento racional y la
tecnificación del campo social.

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Sociología
290Nikolas Rose y Peter Miller

Los programas presuponen que lo real es programable, que es un dominio


sujeto a ciertos determinantes, reglas, normas y procesos sobre los que las
autoridades pueden actuar y mejorar. Hacen que los objetos de gobierno
sean pensables de tal manera que sus males parezcan susceptibles de ser
diagnosticados, prescritos y curados mediante una intervención calculadora
y normalizadora.

IV. Tecnologías de gobierno

El gobierno es un dominio de estrategias, técnicas y procedimientos a través


de los cuales diferentes fuerzas tratan de hacer operables los programas, y
mediante los cuales se establecen multitud de conexiones entre las
aspiraciones de las autoridades y las actividades de los individuos y grupos. A
estos mecanismos heterogéneos los denominamos tecnologías de gobierno
(Miller y Rose 1990a). Es a través de las tecnologías que las racionalidades
políticas y los programas de gobierno que las articulan son capaces de
desplegarse. Pero no se trata de la "implementación" de esquemas ideales en
lo real, ni de la extensión del control desde la sede del poder a las minucias
de la existencia. Se trata más bien del complejo ensamblaje de diversas
fuerzas -jurídicas, arquitectónicas, profesionales, administrativas, financieras,
judiciales- de tal manera que los aspectos de las decisiones y acciones de
individuos, grupos, organizaciones y poblaciones llegan a entenderse y
regularse en relación con criterios de autoridad. Hay que estudiar los
mecanismos humildes y mundanos con los que las autoridades tratan de
instaurar el gobierno: las técnicas de notación, cálculo y computación; los
procedimientos de examen y evaluación; la invención de dispositivos como las
encuestas y las formas de presentación como las tablas; la normalización de
los sistemas de formación y la inculcación de hábitos; la inauguración de
especialidades y vocabularios profesionales; los diseños de edificios y las
formas arquitectónicas; la lista es heterogénea y, en principio, ilimitada.
Las reflexiones de Bruno Latour sobre el poder son sugerentes en este
sentido. En lugar de considerar el poder como la explicación del éxito de las
autoridades en la composición de una red de fuerzas, Latour propone una visión
del poder como un efecto de dicha composición (Latour 1987a, b; cf. Callon
1986; Foucault 1978). Un actor, agente o institución poderoso es aquel que, en
las circunstancias particulares que se dan en un momento dado, es capaz de
inscribir y movilizar con éxito a personas, procedimientos y artefactos en la
consecución de sus objetivos. Los poderes se estabilizan en redes duraderas
sólo en la medida en que los mecanismos de inscripción se materializan en
diversas formas más o menos persistentes: máquinas, arquitectura,
inscripciones, programas escolares, libros, obligaciones, técnicas de
documentación y cálculo, etc. Éstas estabilizan las redes en parte porque actúan
© London School of Economics and Political Science 2010 Revista Británica de
Sociología
El poder político más allá del Estado
como potentes recursos en la composición 291
local de fuerzas. Así, la arquitectura
encarna ciertas relaciones entre el tiempo, el espacio, las funciones y las
personas: la separación entre comer y dormir, por ejemplo, o las relaciones
jerárquicas y laterales del

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Sociología
292Nikolas Rose y Peter Miller

La escritura codifica las costumbres y los hábitos, normalizándolos,


transformándolos en instrucciones repetidas sobre cómo comportarse y
estableciendo medios de juicio autorizados. La escritura codifica las
costumbres y los hábitos, los normaliza, los transforma en instrucciones
repetibles sobre cómo comportarse y establece medios de juicio autorizados. El
"poder" es el resultado de la unión de personas, espacios, comunicaciones e
inscripciones en una forma duradera.
Hablar del "poder" de un gobierno, de un departamento de Estado, de una
autoridad local, de un comandante militar o de un directivo de una empresa
es sustanciar el que surge de un conjunto de fuerzas por el que
determinados objetivos y mandatos pueden moldear las acciones y los
cálculos de otros. Una vez más, la noción de traducción capta el proceso por el
que se compone esta diversidad.11 En la medida en que los actores han llegado
a entender su situación de acuerdo con un lenguaje y una lógica similares, a
interpretar sus objetivos y su destino como algo inextricable, se reúnen en
redes móviles y poco afiliadas. Los intereses compartidos se construyen en
y a través de discursos políticos, persuasiones, negociaciones y tratos. Se
forman modos de percepción comunes, en los que ciertos acontecimientos y
entidades llegan a visualizarse según determinadas retóricas de la imagen o el
discurso. Se establecen relaciones entre la naturaleza, el carácter y las causas de
los problemas a los que se enfrentan diversos individuos y grupos -
productores y comerciantes, médicos y pacientes-, de manera que los
problemas de unos y otros parecen intrínsecamente vinculados en su base y
su solución.
Estos procesos implican la traducción también en el sentido literal de
pasar de una persona, lugar o condición a otra. De este modo, las cuestiones
particulares y locales se vinculan a otras mucho más amplias. Lo que
comienza como una reivindicación llega a transformarse en una cuestión de
hecho. El resultado de estas y otras operaciones similares es que se establecen
asociaciones móviles y "tixotrópicas" entre una variedad de agentes, en las que
cada uno busca potenciar sus poderes "traduciendo" los recursos
proporcionados por la asociación para que puedan funcionar en su propio
beneficio. Se establecen vínculos sueltos y flexibles entre quienes están
separados espacial y temporalmente, y entre acontecimientos en esferas que
siguen siendo formalmente distintas y autónomas. Cuando cada uno de ellos
puede traducir los valores de los demás a sus propios términos, de forma que
proporcionan normas y estándares para sus propias ambiciones, juicios y
conducta, se ha compuesto una red que permite gobernar "a distancia".

V. La inscripción y el cálculo como tecnologías de gobierno

Al argumentar en contra de una concepción "centrada en el Estado" del


poder político, no queremos sugerir que el gobierno no produzca centros.
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Sociología
El poder político más allá del Estado
Pero los centros de gobierno son múltiples:
293 no se trata del poder del Estado
centralizado, sino de cómo, en relación con qué mentalidades y dispositivos,
mediante qué intrigas, alianzas y flujos, este local o aquel puede actuar
como centro.

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Sociología
294Nikolas Rose y Peter Miller

Consideremos, en primer lugar, la noción de estadística. Las concepciones


europeas del gobierno del siglo XVIII articulaban una noción de estadística, o
ciencia del estado, en la que el funcionamiento del gobierno debía ser
posible mediante la acumulación y tabulación de hechos sobre el dominio a
gobernar. A partir de este proyecto estadístico, a través de los requisitos
impuestos a las empresas para que lleven libros de cuentas y hagan
declaraciones de impuestos, a través de los censos y las encuestas, las
investigaciones de los reformadores sociales victorianos, los registros
mantenidos por las nuevas fuerzas policiales y los inspectores escolares, a
través de los cálculos de cosas como los productos nacionales brutos, las tasas
de crecimiento de las diferentes economías, las tasas de inflación y la oferta
monetaria, el gobierno inspira y depende de una enorme labor de
inscripción que convierte la realidad en una forma calculable. Los informes
escritos, los dibujos, las imágenes, los números, los cuadros, los gráficos y
las estadísticas son algunas de las formas en que se logra esto (Hacking
1982; Rose 1991. Véase también Gigerenzer et al. 1989; Hacking 1990;
Porter 1986).
La "representación" de lo que se va a gobernar es un proceso activo y
técnico. El gobierno ha inaugurado una enorme labor de investigación para
transformar los acontecimientos y los fenómenos en información: los
nacimientos, las enfermedades y las muertes, los matrimonios y los divorcios,
los niveles de ingresos y los tipos de dieta, las formas de empleo y la falta
de empleo. Podemos utilizar la noción de dispositivos de inscripción de
Bruno Latour para caracterizar estas condiciones materiales que permiten al
pensamiento trabajar sobre un objeto (Latour 1987b. Véase también Rose 1988;
Thevenot 1984). Mediante la inscripción, la realidad se hace estable, móvil,
comparable, combinable. Se presenta en una forma en la que se puede
debatir y diagnosticar. En este sentido, la información no es el resultado de
una función de registro neutral. Es en sí misma una forma de actuar sobre lo
real, una forma de concebir técnicas para inscribirlo de manera que el ámbito
en cuestión sea susceptible de evaluación, cálculo e intervención.
La inscripción de la realidad en estas huellas móviles y combinables
permite la formación de lo que podemos llamar, siguiendo a Latour, centros
de cálculo (Latour 1987b). El gobierno depende de los cálculos realizados
en un lugar sobre cómo afectar a las cosas en otro. La información -relativa a
los tipos de bienes, la edad de las personas, la salud, la criminalidad, etc. -
debe transportarse y acumularse en locales -el despacho del director, la sala
de guerra, la conferencia de casos, etc.
- para poder utilizarla en los cálculos. La acumulación de inscripciones en
determinados lugares, por parte de determinadas personas o grupos, les hace
poderosos en el sentido de que les confiere la capacidad de realizar
determinados cálculos y de reivindicar la legitimidad de sus planes y
estrategias porque están, en cierto sentido, al corriente de aquello que
© London School of Economics and Political Science 2010 Revista Británica de
Sociología
El poder político más allá del Estado
pretenden gobernar. Las inscripciones del mundo
295 que un individuo o un grupo
pueden recopilar, consultar o controlar desempeñan un papel fundamental
en los poderes que pueden ejercer sobre aquellos cuyo papel es el de ser
inscritos en esas cartas.
Las cifras transforman el ámbito al que se aplica el gobierno. Al permitir
la agregación de acontecimientos en el espacio y el tiempo, revelan y
construyen normas

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Sociología
296Nikolas Rose y Peter Miller

y procesos a los que se pueden asignar evaluaciones y sobre los que se


puede intervenir. Las cifras en sí mismas son mecanismos que permiten
establecer relaciones entre distintos fenómenos, haciendo que "la población",
"la economía", "la opinión pública", "la tasa de divorcios" se piensen como
entidades calificables con una solidez y una densidad que parecen propias.
Las complejas interdependencias entre inscripción, cálculo y gobierno en
la Francia de la segunda mitad del siglo XVII ilustran claramente estos
procesos. Durante las dos primeras décadas del reinado de Luis XIV, Colbert,
Superintendente de Comercio y Controlador de Finanzas, Superintendente de
Edificios y Secretario de Estado para la Marina, puede indexar la formación de
un novedoso programa de gobierno a través de la inscripción (véase Miller
1990). Esto implicó innovaciones en las tecnologías de cálculo para la
empresa privada: la regulación legal en la Ordenanza de 1673; la
publicación de numerosos libros de texto explicando y comentando esta
Ordenanza y proporcionando consejos generales a los comerciantes; la
elaboración de fundamentos para entender estas innovaciones; y la aparición
de nuevos mecanismos pedagógicos para instruir a los comerciantes en las
técnicas de contabilidad. También supuso un importante refuerzo y ampliación
del papel de los intendentes como administradores locales polivalentes, y la
construcción de flujos de información más sistemáticos, regulares y
refinados desde las provincias hacia el centro, a menudo mediante consultas
a gran escala.
Los componentes de esta tecnología de gobierno no eran todos nuevos, pero
cuando se conectaban entre sí ocupaban un papel decisivo dentro de un
programa de gobierno que elevaba el deseo de conocer la nación y sus
súbditos en detalle a un recurso esencial del gobierno político. La distancia,
los retrasos derivados de los largos viajes y otros factores como el
establecimiento de los enlaces y redes locales de los que dependían la
información y la cooperación, frustraron e interrumpieron sin duda esta
maquinaria ideal de "gobierno a través de la investigación". Sin embargo, el
periodo de Colbert ilustra la formación de una tecnología para gobernar una
nación ejerciendo una especie de dominio intelectual sobre ella. El
establecimiento de una red de conductos para el flujo detallado y
sistemático de información desde los distintos lugares de producción y
comercio hasta un centro ayudó a constituir un único dominio económico
cuyos elementos constitutivos podían conocerse y regularse "a distancia".
Desde la invención de la contabilidad por partida doble hasta el
despliegue contemporáneo de técnicas contables como el análisis del flujo de
caja descontado, los acontecimientos en el ámbito interno de la empresa
"privada" se han abierto al gobierno de esta manera (véase Miller 1991. Para
análisis relacionados, véase Burchell, Clubb y Hopwood 1985; Hopwood
1987; Hoskin y Macve 1988; Loft 1986; Whitley 1986). En este caso, el
gobierno actúa instalando lo que podría llamarse una tecnología de cálculo
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Sociología
El poder político más allá del Estado
en el corazón de la esfera "privada", produciendo
297 nuevas formas de plasmar la
actividad económica en el pensamiento, confiriendo nuevas visibilidades a
los componentes de los beneficios y las pérdidas, incorporando nuevos métodos
de cálculo y

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Sociología
298Nikolas Rose y Peter Miller

por lo que se vinculan las decisiones privadas y los objetivos públicos de


una nueva manera: a través del conocimiento. Mecanismos como éste,
como hemos demostrado en otros lugares, problematizan la distinción entre
las economías de planificación centralizada y las de mercado: por ejemplo,
los problemas y las técnicas de regulación de las empresas "nacionalizadas"
en el Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial fueron de una modalidad
similar a los utilizados para fomentar la eficiencia y la rentabilidad en las
empresas "privadas" (Miller y Rose 1990b).
La propia inscripción puede ser una forma de acción a distancia. La
instalación de una tecnología de cálculo en la empresa, en el hospital, en la
escuela o en la familia obliga a quienes se encuentran en estos lugares a
averiguar "dónde están", a calibrarse en relación con "dónde deberían estar" y a
idear formas de pasar de un estado a otro. Hacer que la gente escriba y cuente
las cosas -registrar los nacimientos, informar de los ingresos, rellenar los
censos- es en sí mismo una especie de gobierno de ellos, una incitación a
los individuos para que construyan sus vidas de acuerdo con esas normas.
Mediante estos mecanismos, las autoridades pueden actuar sobre aquellos que
se encuentran alejados de ellas en el espacio y en el tiempo, e inscribirlos en
la búsqueda de objetivos sociales, políticos o económicos, sin coartar su
"libertad" o "autonomía"; de hecho, a menudo se ofrecen para maximizarla,
convirtiendo la costumbre ciega en una calculada libertad de elección. Estos
mecanismos, que argumentamos más adelante, han llegado a adquirir una
importancia considerable en los modos de gobierno contemporáneos.

VI. Experiencia y gobierno

Hay varias versiones del proceso en el que el personaje del experto, que
encarna la neutralidad, la autoridad y la habilidad en una figura sabia, que
opera según un código ético "más allá del bien y del mal", se ha vuelto tan
significativo en nuestra sociedad (por ejemplo, Perkin 1989; MacIntyre 1985).
En nuestro argumento, el auge de la pericia está vinculado a una
transformación de las racionalidades y tecnologías de gobierno. La pericia
surgió como una posible solución a un problema que contrastaba con las
mentalidades liberales de gobierno. ¿Cómo conciliar el principio de que el
dominio de lo político debe ser restringido, con el reconocimiento de las
implicaciones políticas vitales de las actividades formalmente privadas? La
empresa "privada" debía convertirse en un lugar vital para el gobierno de la
vida económica de la nación; la familia "privada" debía ser un recurso para
el gobierno de la vida social. Cada una de ellas era una compleja máquina
multivalente con relaciones internas que podían ser comprendidas y
administradas y consecuencias externas que podían ser identificadas y
programadas. Los habitantes de estos dominios privados -jefes, gerentes y
trabajadores; padres e hijos- debían ser simultáneamente el lugar de las
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Sociología
El poder político más allá del Estado
esperanzas, ambiciones y decepciones privadas,
299 la fuente de diversos tipos de
dificultades sociales y la base de todo tipo de objetivos socialmente deseables.
Los vínculos vitales entre los objetivos sociopolíticos y las minucias de la
existencia cotidiana en el hogar y la fábrica debían establecerse mediante la
experiencia. Expertos

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Sociología
300Nikolas Rose y Peter Miller

entrarían en una especie de doble alianza. Por un lado, se aliarían con las
autoridades políticas, centrándose en sus problemas y probando nuevas
cuestiones, traduciendo las preocupaciones políticas sobre la productividad
económica, la innovación, el malestar industrial, la estabilidad social, la ley
y el orden, la normalidad y la patología, etc., al vocabulario de la gestión, la
contabilidad, la medicina, las ciencias sociales y la psicología. Por otro lado,
tratarán de establecer alianzas con los propios individuos, traduciendo sus
preocupaciones y decisiones cotidianas sobre la inversión, la crianza de los
hijos, la organización de las fábricas o la dieta a un lenguaje que
reivindique el poder de la verdad, y ofreciéndoles enseñar las técnicas que
les permitan gestionar mejor, ganar más, criar hijos más sanos o felices y
muchas otras cosas.
No obstante, la experiencia plantea problemas a la autoridad política. Los
expertos tienen la capacidad de generar lo que denominamos recintos:
lugares o tipos de juicio relativamente limitados en los que se concentran,
intensifican y defienden su poder y autoridad.12 Los recintos pueden
generarse en las redes gubernamentales mediante el uso del conocimiento
esotérico, la habilidad técnica o la posición establecida como recursos
cruciales que otros no pueden contrarrestar o apropiarse fácilmente. Por
supuesto, estos cotos son sólo provisionales, y las reivindicaciones de cualquier
pericia particular están siempre sujetas a contestación. Pero el ejemplo del
Servicio Nacional de Salud británico, que analizamos a continuación,
ilustra las formas en que los médicos podían desplegar su experiencia para
traducir los intereses de los funcionarios y ministros del gobierno en los suyos
propios. Consiguieron que sus argumentos y cálculos se convirtieran en el
modo obligatorio de funcionamiento de la red en su conjunto, las líneas de
fuerza fluyendo, por así decirlo, desde el quirófano hasta la oficina del
gabinete y no a la inversa.
El complejo de actores, poderes, instituciones y cuerpos de conocimiento
que conforman la pericia ha llegado a desempeñar un papel crucial en el
establecimiento de la posibilidad y la legitimidad del gobierno. Los expertos
albergan la esperanza de que los problemas de regulación puedan salir del
controvertido terreno de la política y trasladarse al tranquilo pero seductor
territorio de la verdad. Mediante la experiencia, se pueden instalar en los
ciudadanos técnicas de autorregulación que alineen sus opciones personales
con los fines del gobierno (Rose 1990). La libertad y la subjetividad de los
ciudadanos pueden, de este modo, convertirse en un aliado, y no en una
amenaza, para el gobierno ordenado de una política y una sociedad.

VII. La gubernamentalización del Estado

La problemática del gobierno ofrece una perspectiva diferente de los


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Sociología
El poder político más allá del Estado
fenómenos políticos convencionalmente abordados en términos de Estado.
301
Los recursos discursivos, legislativos, fiscales, organizativos y de otro tipo de
los poderes públicos han llegado a vincularse de diversas maneras en redes de
gobierno. Se han establecido divisiones y relaciones móviles entre el
gobierno político y otros proyectos y

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Sociología
302Nikolas Rose y Peter Miller

técnicas para la administración calculada de la vida. En las tecnologías de


gobierno intervienen diversos actores políticos que ocupan cargos electos,
se pronuncian con autoridad sobre la política y las prioridades, crean
legislación y la hacen aprobar, calculan los presupuestos nacionales, recaudan
impuestos y ajustan sus niveles e incidencia, desembolsan beneficios,
conceden subvenciones a la industria y a las organizaciones benéficas,
mandan y dirigen al personal burocrático, crean organismos reguladores y
organizaciones de todo tipo y, en ciertos casos, ponen en marcha el uso
legítimo de la violencia.
Estas fuerzas "políticas" sólo pueden tratar de hacer operativos sus
programas de gobierno influyendo, aliándose o cooptando recursos que no
controlan directamente: bancos, instituciones financieras, empresas, sindicatos,
profesiones, burocracias, familias e individuos (véase Ashford 1981: 57 y ss.;
Harden y Lewis 1986: 155 y ss.). Un "centro" sólo puede llegar a serlo por su
posición dentro del complejo de tecnologías, agentes y agencias que hacen
posible el gobierno. Pero, una vez establecido como centro, un lugar concreto
puede garantizar que ciertos recursos sólo fluyan a través y alrededor de
estas tecnologías y redes, llegando a determinados agentes y no a otros,
mediante un paso por "el centro". Los controles financieros y económicos
establecidos por el gobierno central fijan las dimensiones clave del entorno
en el que las empresas privadas y otros agentes económicos deben calcular.
El dinero, recaudado en forma de impuestos o préstamos públicos, se
distribuye a través de la red, a determinados centros locales, pero el
suministro continuado de recursos financieros está condicionado a la
convicción de que existe una alineación de intereses, de que las autoridades
locales, las empresas, etc. seguirán siendo aliados más o menos fieles. De ahí
que la amenaza de retener los fondos pueda ser un poderoso aliciente para
que otros actores se mantengan dentro de la red, o un incentivo para que
traten de convencer al centro de que sus preocupaciones y estrategias son
traducibles y mutuas.
La promulgación de leyes es un poderoso recurso en la creación de
centros, en la medida en que la ley traduce aspectos de un programa
gubernamental en mecanismos que establecen, limitan o facultan a
determinados agentes o entidades y fijan algunos de los términos clave de sus
deliberaciones. La imposición de un régimen de licencias, por ejemplo, faculta
a determinados organismos a regular a quienes pretenden actuar en una
determinada capacidad profesional, legitimando y regulando al mismo
tiempo. Plasmar en la ley el principio del "interés superior del niño" puede
no determinar las decisiones de los trabajadores sociales y de los tribunales,
pero establece uno de los términos en los que esas decisiones deben
calcularse y justificarse. Los programas y las estrategias formulados en el
centro pueden conducir a intentos de establecer organismos reguladores o
de negociación, y pueden llevar a conceder más o menos autonomía a otros
© London School of Economics and Political Science 2010 Revista Británica de
Sociología
El poder político más allá del Estado
aspectos del entramado burocrático del gobierno,
303 como los Departamentos
de Estado o las Autoridades Locales.
Sin embargo, las entidades y los agentes de las redes gubernamentales no son
fieles retransmisores, meras criaturas de un controlador situado en algún núcleo
central. Utilizan y despliegan los recursos de que disponen para sus propios
fines, y la medida en que cumplen la voluntad de otro está siempre
condicionada por la

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Sociología
304Nikolas Rose y Peter Miller

equilibrio de fuerza, energía y significado en cualquier momento y en cualquier


punto. Cada actor, cada lugar, es el punto de intersección entre las fuerzas y,
por lo tanto, un punto de resistencia potencial a cualquier forma de pensar y
actuar, o un punto de organización y promulgación de un programa
diferente o de oposición. Las entidades pueden desertar de una red, pueden
negarse a ser inscritas o pueden torcer su funcionamiento en ciertos puntos más
allá de todo reconocimiento. Los responsables del presupuesto se negarán a
liberar fondos suficientes, o los receptores de fondos los desviarán a otros
fines. Los expertos y académicos aprovecharán las posibilidades tácticas que se
les presenten y tratarán de desviarlas en su propio beneficio. Y los grupos
profesionales negociarán, discutirán y se enfrentarán sobre la base de
reivindicaciones y objetivos muy diferentes, en lugar de encajar sin
problemas y con total maleabilidad en los esquemas idealizados de una lógica
programática.
El gobierno es una operación congénitamente fallida: la imagen sublime
de una máquina reguladora perfecta es interna a la mente de los
programadores. El mundo de los programas es heterogéneo, y rivaliza. Los
programas complejizan lo real, por lo que las soluciones de un programa
suelen ser los problemas de otro. Las cosas, las personas o los
acontecimientos parecen escapar siempre a los cuerpos de conocimiento que
informan los programas gubernamentales, negándose a responder según la
lógica programática que pretende gobernarlos. Las tecnologías producen
problemas no previstos, son utilizadas para sus propios fines por quienes se
supone que sólo las operan, se ven obstaculizadas por la falta de
financiación, las rivalidades profesionales y la imposibilidad de producir las
condiciones técnicas que las harían funcionar: estadísticas fiables, sistemas de
comunicación eficientes, líneas de mando claras, edificios bien diseñados,
reglamentos bien enmarcados o lo que sea. Los resultados imprevistos surgen
de la intersección de una tecnología con otra, o de las consecuencias
inesperadas de poner en práctica una técnica. Por el contrario, las técnicas
inventadas para un fin pueden encontrar su función gubernamental para otro, y
la conjunción no planificada de técnicas y condiciones derivadas de
aspiraciones muy diferentes puede permitir que algo funcione sin o a pesar
de su razón de ser explícita. Aunque habitamos un mundo de programas, ese
mundo no está programado. No vivimos en un mundo gobernado, sino en un
mundo atravesado por la "voluntad de gobernar", alimentada por el registro
constante del "fracaso", la discrepancia entre la ambición y el resultado, y el
mandato constante de hacerlo mejor la próxima vez.

VIII. El bienestar y la gubernamentalización del Estado

Los comentaristas políticos tienden a coincidir en que durante la primera


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Sociología
El poder político más allá del Estado
mitad del presente siglo, muchas sociedades
305 occidentales se convirtieron en
"estados de bienestar", en los que el Estado trataba de garantizar altos niveles
de empleo, progreso económico, seguridad social, salud y vivienda mediante
el uso del sistema fiscal y las inversiones, a través de la planificación e
intervención estatal en la economía, y mediante la

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Sociología
306Nikolas Rose y Peter Miller

desarrollo de un aparato de administración social ampliado y dotado de


personal burocrático. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, no se trata
tanto del nacimiento de una nueva forma de Estado como de un nuevo
modo de gobierno de la vida económica, social y personal de los ciudadanos.
Este modo de gobierno, que denominamos "asistencialismo", está constituido
por una racionalidad política que encarna ciertos principios e ideales, y se basa
en una concepción particular de la naturaleza de la sociedad y sus
habitantes. Esta racionalidad asistencialista está vinculada a una serie de
programas, tecnologías y dispositivos mutuamente transportables que van
desde los regímenes fiscales a los seguros sociales, desde la formación de
directivos a la asistencia social, desde las bolsas de trabajo a las residencias
de ancianos.
Ya hemos hablado del asistencialismo y del gobierno de la vida
económica en otro lugar (Miller y Rose 1990b. Véase también Miller y
Rose 1990c). Consideremos aquí el asistencialismo y el gobierno "social".
Lo "social" no se refiere en este caso a un repertorio determinado de
cuestiones sociales, sino a un terreno creado por el propio gobierno: la
ubicación de ciertos problemas, el depósito de esperanzas y temores
específicos, el objetivo de los programas y el espacio trazado por una
maquinaria administrativa particular (Donzelot 1979a).13 Los programas de
gobierno social que proliferaron en el siglo XIX implicaban complejas
alianzas entre agentes privados y profesionales -filántropos, organizaciones de
caridad, médicos, polemistas y otros, y el Estado- formados en torno a
problemas que surgían en una multitud de lugares dentro del cuerpo social. A
partir de la segunda mitad del siglo XIX, estos programas, y los planes a los
que dieron lugar, se vincularon gradualmente con el aparato del Estado.
Estas conexiones estaban, sin duda, inspiradas en objetivos y principios
diversos, pero parecían ofrecer la posibilidad, o imponer la obligación, de
que las autoridades políticas calcularan y calibraran los asuntos sociales,
económicos y morales y trataran de gobernarlos.Sin embargo, el aparato
estatal no eliminaba, ni podía eliminar, todos los demás centros de poder o
de decisión, ni reducirlos a sus criaturas, ya fuera mediante los mecanismos
de mando y obediencia o sometiendo a todos a una vigilancia y normalización
perpetuas. El asistencialismo no es tanto el surgimiento de un Estado
intervencionista como el ensamblaje de diversos mecanismos y argumentos
a través de los cuales las fuerzas políticas buscan asegurar los objetivos
sociales y económicos vinculando una plétora de redes con aspiraciones de
conocer, programar y transformar el campo social.

Gobernar las redes de bienestar


El ejemplo inglés ilustra tres características clave del asistencialismo. La
primera se refiere a las relaciones entre las racionalidades políticas y la
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Sociología
El poder político más allá del Estado
formación de redes de gobierno. Como 307racionalidad política, el welfarismo
está estructurado por el deseo de fomentar el crecimiento y el bienestar
nacionales mediante la promoción de la responsabilidad social y la
mutualidad del riesgo social. Esta racionalidad se articuló de diferentes
maneras. El Informe Beveridge se enmarcó en

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Sociología
308Nikolas Rose y Peter Miller

de una especie de contrato entre el Estado y sus ciudadanos, en el que


ambas partes tenían sus necesidades y sus deberes (Beveridge 1942). El
Estado aceptaría la responsabilidad de atacar a los "cinco gigantes de la
necesidad, la enfermedad, la ociosidad, la indigencia y la miseria" mediante un
servicio sanitario nacionalizado, un compromiso con el pleno empleo y un
sistema de seguridad social que evitaría la desmoralización social y otros
efectos nocivos de los periodos de carencia mediante la redistribución de
los ingresos a lo largo del ciclo vital. A cambio, el ciudadano respetaría sus
obligaciones de ser ahorrador, trabajador y socialmente responsable. El
Partido Laborista, por su parte, articuló esta racionalidad en términos de un
trato justo e igualitario para todos y cada uno, que se materializaría mediante la
dispensación estatal planificada, racionalizada y universal de seguridad,
sanidad, vivienda y educación (Morgan 1984; Craig 1975).
La racionalidad del asistencialismo se elaboró programáticamente en
relación con una serie de problematizaciones específicas: el descenso de la
natalidad; la delincuencia y el comportamiento antisocial; la familia
problemática; las consecuencias sociales de la mala salud y las ventajas que
confiere una población sana; y la integración de los ciudadanos en la
comunidad. Estos problemas no eran nuevos, pero en la posguerra iban a
ser problematizados por una multitud de expertos oficiales y no oficiales y,
fundamentalmente, iban a ser gobernados de nuevas maneras. Las
innovaciones clave del asistencialismo residían en los intentos de vincular las
capacidades fiscales, calculadoras y burocráticas del aparato del Estado al
gobierno de la vida social. Los dispositivos sociales del periodo de
preguerra consistían en una maraña de maquinaria para la vigilancia y
regulación de la conducta social, familiar y personal de los sectores
problemáticos de la población. El personal, los procedimientos, las técnicas
y los cálculos que componían estos dispositivos estaban adscritos a locales y
organizaciones específicas: los tribunales, los reformatorios, las escuelas y las
clínicas. El asistencialismo buscó articular estos variados elementos en una red
y dirigirlos a la luz de cálculos centralizados en cuanto a recursos, servicios
y necesidades.
Sin embargo, la asistencia social no era un mecanismo coherente que
permitiera el desarrollo de un plan central. Las redes se armaron a partir de
componentes diversos y a menudo antagónicos, desde departamentos de
Whitehall enfrentados hasta agencias periféricas y ad hoc (Bulpitt 1986: 24).
No se trataba de un "aparato estatal", sino de una composición de relaciones
y dependencias frágiles y móviles que hacían diversos intentos de vincular
las aspiraciones de las autoridades con las vidas de los individuos. El
montaje y el mantenimiento de estas redes conllevaba luchas, alianzas y
competiciones entre diferentes grupos por los recursos, el reconocimiento y el
poder. El problema que se planteó durante los siguientes treinta años, para
quienes aspiraban a formar un "centro" desde el que gobernar el aparato de
© London School of Economics and Political Science 2010 Revista Británica de
Sociología
El poder político más allá del Estado
bienestar, fue el de regular a quienes reclamaban
309 poderes discrecionales por su
experiencia profesional o burocrática.
El ejemplo de la sanidad ilustra estas dificultades del asistencialismo
como tecnología de gobierno. 14¿Cómo se podía hacer administrable la
multitud de

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Sociología
310Nikolas Rose y Peter Miller

y las decisiones individuales cotidianas de médicos, consultores, médicos de


cabecera, enfermeros, dentistas, farmacéuticos y otros? Cada uno de estos
agentes reivindicaba y ejercía su derecho a tomar decisiones no sobre la
base de un plan impuesto desde el exterior, o según los criterios que les
llegaban desde otro lugar, sino según los códigos profesionales, la formación,
la costumbre, las lealtades morales y las exigencias institucionales. El
problema estriba en vincularlos a los cálculos y deliberaciones de otras
autoridades.
Entre el Ministerio de Sanidad y los profesionales de la cura durante los
años 50, se montó una compleja estructura administrativa. Sólo en el sector
hospitalario se crearon 14 Juntas Hospitalarias Regionales, 36 Juntas de
Gestión de Hospitales Docentes y unos 380 Comités de Gestión
Hospitalaria. Gobernar este sistema de forma "racional y eficaz", tal y como
se preveía en el Libro Blanco de 1944, planteaba un problema de
información: incluso la información más básica sobre el número y la
distribución de los médicos faltaba en la periferia, y mucho menos en el
centro. Esta "carencia" iba a ser el inicio de un intento masivo de transformar
las actividades de los curanderos en cifras que hicieran calculable la
medicina. La forma inicial de problematización fue financiera, ya que la
nueva tecnología desplazó las formas anteriores de relacionar la atención
médica con el dinero. Una serie de estudios lamentaban la escasa información
que poseía el Ministerio sobre la administración financiera de los hospitales,
la ausencia de criterios de cálculo de costes para juzgar la eficiencia relativa
o la extravagancia de la administración de los distintos hospitales y, por lo
tanto, las alternativas poco convenientes de aceptar los planes de los
agentes médicos tal y como se presentaban, sin modificaciones, o aplicar
recortes generales de forma más o menos indiscriminada (véase Jones 1950,
citado en Klein 1983: 48-9).
Diversos programas trataron de transformar el aparato sanitario en un
universo calcable en el que las entidades y las actividades se cartografiaran,
enumeraran, tradujeran en información, se transmitieran a un centro, se
acumularan, compararan, evaluaran y programaran. Los deberes de cada
actor y lugar se transmitirían a través de la red en forma de normas,
estándares y restricciones. Los problemas de calculabilidad se plantearon
una y otra vez durante los siguientes treinta años, y en relación con
diferentes racionalidades políticas y programas. Pero en los años 50, la
elaboración de políticas del Ministerio de Sanidad se limitaba más o menos a
operar mediante circulares exhortatorias -una media de 120 al año a lo largo
de los años 50- y las exhortaciones políticas pueden ignorarse. La profesión
médica estableció el NHS como un recinto médico. Los médicos se
apoyaron en un profundo optimismo respecto a la capacidad de la ciencia
médica para aliviar la enfermedad y promover la salud, en una variedad de
tácticas que lograron tanto dar forma a la "agenda política" relativa a la
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Sociología
El poder político más allá del Estado
salud como situar ciertas cuestiones 311fuera de los límites de los no
profesionales (Klein 1983: 27). Además, los médicos llegaron a dominar las
redes administrativas de la salud, formando un bloque médico-
administrativo que parecía resistirse a todos los intentos de hacerlo
calculable en un vocabulario no médico.

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312Nikolas Rose y Peter Miller

En la década de 1960, las cuestiones tecnológicas sobre cómo debía


gobernarse la maquinaria sanitaria se replantearon dentro de un cambio más
general de las racionalidades gubernamentales. La idea de que la eficiencia y
la racionalidad podían lograrse mediante mecanismos de planificación
traspasó los límites de la política económica y social y los límites del partido
político. El Informe Plowden de 1961 abogaba por el uso del control del
gasto público como medio para una planificación estable a largo plazo,
haciendo mayor hincapié en la "aplicación más amplia de las técnicas
matemáticas, las estadísticas y la contabilidad" (Chancellor of the
Exchequer 1961, citado en Klein 1983: 65). Se inventó una serie de nuevas
técnicas con las que los funcionarios y administradores podían calcular y,
por tanto, controlar el gasto público: el Comité de Encuesta sobre el Gasto
Público (PESO), el uso del análisis coste-beneficio, de la PPB
(Planificación, Programación, Presupuestación) y de la PAR (Revisión del
Análisis de Programas). Y documentos oficiales como el Informe Fulton
preveían que éstos se impusieran en la maquinaria gubernamental a través
de su inculcación en un cuerpo profesional de expertos administrativos,
especialistas tanto en técnicas de gestión como en las de cálculo (Comittee
of the Civil Service 1968).
La gestión, la matemática y la monetarización debían controlar los
excesos salvajes de un complejo gubernamental que corría el riesgo de
descontrolarse. El Ministerio de Sanidad creó su Comité Asesor para la
Eficiencia de la Gestión en 1959 y el gasto en "estudios de eficiencia
hospitalaria" pasó de 18.000 libras en 1963-4 a 250.000 libras en 1966-7. Los
economistas de la salud se inventaron e instalaron en el Ministerio de
Sanidad y fuera de él, articulando un nuevo vocabulario para definir los
problemas y programar las soluciones (Office of Health Economics 1967).
Sin embargo, durante unos quince años estos nuevos mecanismos de
planificación centralizada según criterios racionales parecían destinados al
fracaso.
Fue en los años setenta cuando se rompió el cerco médico-administrativo de
la sanidad. Los políticos y planificadores empezaron a hablar de la
insaciabilidad de la demanda de servicios médicos y, por tanto, de la
necesidad de imponer algunos límites políticamente aceptables a la oferta
nacional. El propio éxito de los médicos en la promoción de la medicina de
alta tecnología había aumentado enormemente el coste del tratamiento. Los
sociólogos y demógrafos hicieron predicciones funestas sobre las
consecuencias del envejecimiento de la población y el aumento de la
esperanza de vida en la demanda del aparato sanitario. Además, el monopolio
médico sobre el funcionamiento interno del aparato sanitario empezó a
fragmentarse. Los médicos de cabecera y los consultores empezaron a
disputarse el dominio. Nuevos actores proliferaron en las redes sanitarias -
enfermeras, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales- y empezaron a
© London School of Economics and Political Science 2010 Revista Británica de
Sociología
El poder político más allá del Estado
organizarse en fuerzas "profesionales", 313
reivindicando habilidades especiales
basadas en su propio conocimiento y formación esotérica, exigiendo una
voz en la administración de la salud, impugnando los supuestos de la
superioridad de la experiencia médica. Los trabajadores auxiliares se
sindicaron cada vez más y presionaron para obtener mejores salarios. Los
conflictos entre la planificación racional y los poderes de los expertos se
hicieron más evidentes. A medida que el aparato sanitario amenazaba con
convertirse en

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Sociología
314Nikolas Rose y Peter Miller

En la actualidad, una nueva forma de experiencia racional, basada en el


discurso de la economía de la salud, comenzó a proporcionar recursos a
quienes deseaban cuestionar las prerrogativas de los médicos. Se
empezaron a desarrollar nuevos dispositivos para evaluar los costes y los
beneficios de los distintos tratamientos y decisiones, haciéndolos susceptibles
de ser juzgados por personas que no son médicos ni políticos locales, sino
gestores (Ashmore, Mulkay y Pinch 1989).
Además, el consumidor de salud se transformó, en parte por la evolución
del propio pensamiento médico, de un paciente pasivo, que recibía con
gratitud las ministraciones de los médicos, a una persona que debía
participar activamente en la administración de la salud si se quería que el
tratamiento fuera eficaz y se asegurara la prevención. El paciente debía
expresar sus experiencias en la consulta para que el diagnóstico fuera preciso y
los remedios eficaces. El paciente también debía participar activamente en el
gobierno de la salud, ser educado y persuadido para que ejerciera un
continuo escrutinio informado de las consecuencias para la salud de la dieta,
el estilo de vida y el trabajo. Y los pacientes, recíprocamente, debían
organizarse y representarse a sí mismos en las luchas por la salud. En 1979,
230 organizaciones de pacientes y discapacitados podían figurar en un
directorio, ofreciendo foros para los enfermos de determinadas enfermedades
y sus familiares, presionando para que se aumentaran los recursos para
problemas que iban desde la migraña hasta los trasplantes de riñón, exigiendo
su opinión en las decisiones relativas a todo, desde el lugar de nacimiento hasta
la gestión de la muerte. De esta concatenación de programas, estrategias y
resistencias iba a surgir un nuevo modo "neoliberal" de gobierno de la sanidad.

Bienestar y ciudadanía responsable


El welfarismo encarna una concepción particular de la relación entre el
ciudadano y los poderes públicos. Como indica el lenguaje "contractual" del
programa de Beveridge, el asistencialismo es un modo de gobierno
"responsabilizador". El seguro social, que Beveridge convirtió en la pieza
central de su informe, servirá para ilustrar esto (Rose 1980).15 El seguro
transforma fundamentalmente los mecanismos que vinculan al ciudadano con
el orden social. Se proporciona una cierta medida de seguridad individual
contra la pérdida o la interrupción de los ingresos por enfermedad, desempleo,
lesiones, invalidez, viudez o jubilación. Sin embargo, simultáneamente los
sujetos de estos peligros se constituyen como el lugar de la responsabilidad
social y se sitúan dentro de un nexo de riesgo social.
Antes del seguro, quizá la principal relación socialmente regulada era la que
se establecía entre el empresario y el trabajador. La tecnología del seguro no
sólo supone la intervención directa del Estado como tercero en el contrato
de trabajo, sino que articula esta relación dentro de un contrato diferente
© London School of Economics and Political Science 2010 Revista Británica de
Sociología
El poder político más allá del Estado
pero complementario entre el individuo 315 asegurado y la sociedad,
introduciendo una relación de obligación mutua en la que ambas partes
tienen sus derechos y sus deberes. Los programas de seguros no se
limitaron a aspirar a la prevención de las penurias

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Sociología
316Nikolas Rose y Peter Miller

y la necesidad. También pretendían reducir las consecuencias sociales y


políticas de acontecimientos económicos como el desempleo, asegurando que,
trabajasen o no, los individuos eran de hecho empleados de la sociedad. Dentro
de la racionalidad política del asistencialismo, los seguros constituían a los
individuos como ciudadanos vinculados a un sistema de solidaridad e
interdependencia mutua. La tecnología de los seguros no constituía un
mecanismo en el que las primas se ajustaban al riesgo o las contribuciones
se acumulaban para proporcionar prestaciones futuras. Más bien, el
vocabulario del seguro y la técnica de la contribución se eligieron en la
creencia de que esto constituiría al ciudadano asegurado en una forma
moral definida: el pago calificaría a un individuo para recibir beneficios,
establecería la distinción entre beneficios ganados y no ganados, y
enseñaría las lecciones de la obligación contractual, el ahorro y la
responsabilidad.

El asistencialismo y la tecnificación de la política


El sistema de seguridad social encarnaba unas aspiraciones ético-políticas
definidas. Sin embargo, tuvo el efecto paradójico de expulsar ciertas
cuestiones y problemas del ámbito político al técnico. Esto ilustra una
tercera característica clave del asistencialismo: el papel otorgado a la
experiencia. Al incorporar la experiencia a una red dirigida centralmente, el
asistencialismo facilita la creación de ámbitos en los que las decisiones
políticas están dominadas por los cálculos técnicos.
En la mayoría de las sociedades europeas, las cajas de enfermedad y de
seguros fueron creadas por asociaciones voluntarias, sindicatos, partidos
políticos y grupos religiosos. Tenían una forma "política" inmediata, en el
sentido de que permitían cierta participación de los asegurados en las
decisiones sobre la administración de estas prestaciones, proporcionaban
una base para las organizaciones de trabajadores y servían como recurso
para la creación de identidades colectivas y la movilización de los
miembros para cuestiones como las elecciones y las huelgas. Estas cuestiones
se pueden "despolitizar" de dos maneras: reubicándolas como asuntos
"privados" que se resuelven mediante transacciones individuales de
mercado, o transformándolas en asuntos técnicos, profesionales o
administrativos que se resuelven mediante la aplicación de conocimientos
racionales y experiencia profesional en relación con criterios objetivos y
aparentemente neutrales (Starr e Immergut 1987).
Incluso un comentarista tan perspicaz como T. H. Marshall escribiría sobre
los seguros sociales que "esta nueva sofisticación era un fenómeno
científico, no político... que aplicaba técnicas, de validez universal, a
problemas que formaban parte intrínseca de la sociedad industrial moderna"
(Marshall 1975: 69). Sin embargo, como sugiere Jaques Donzelot, uno de los
© London School of Economics and Political Science 2010 Revista Británica de
Sociología
El poder político más allá del Estado
resultados más importantes del seguro
317 es la desdramatización de los
conflictos sociales, mediante
eludir las cuestiones de atribución de responsabilidades sobre el origen de
los "males sociales" y trasladar la cuestión a las diferentes opciones técnicas
en materia de

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Sociología
318Nikolas Rose y Peter Miller

las variaciones de los distintos parámetros necesarios para "optimizar" el


empleo, los salarios, los subsidios, etc. (Donzelot 1979b: 81)
Y, al mismo tiempo, el seguro crea una forma de solidaridad pasiva entre sus
beneficiarios, restando importancia tanto a su participación activa en los
mecanismos colectivos de previsión para tiempos difíciles, como los
sindicatos o las sociedades de socorro mutuo, como a su esfuerzo individual
de autoprotección mediante el ahorro. El seguro es ciertamente una opción
"técnica", pero es una tecnología que redibuja el ámbito social y reajusta
simultáneamente el territorio de lo político por un lado -luchas,
contestaciones, represiones- y de lo económico por otro -trabajo asalariado,
papel del mercado, subsistencia y pobreza.
Si la "crisis" contemporánea del bienestar como racionalidad de gobierno
surgió, en parte, de las dificultades engendradas por las tecnologías que
pretendían hacerlo operativo, la posibilidad de sustituir el bienestar por una
nueva racionalidad de gobierno surgió de la proliferación de una serie de
otros medios, más indirectos, para regular las actividades de los agentes
privados. Ello supuso la implantación de tecnologías de cálculo y el
desarrollo de diversas técnicas para atribuir recompensas reales o
psicológicas a determinadas decisiones y hacer que otras fueran menos
atractivas desde el punto de vista financiero o cultural. El gobierno debía
confiar en las actividades empresariales de los productores de bienes y
proveedores de servicios, en la experiencia de los gestores dotados de
nuevos modos de cálculo, en el funcionamiento de un mercado que alineara
las actividades de los productores y proveedores con las elecciones de los
consumidores, buscando activamente maximizar sus "estilos de vida" y su
"calidad de vida".

IX. Del bienestar al neoliberalismo

Volvamos a los desafíos políticos contemporáneos al Estado ampliado con


los que comenzamos. Durante unos treinta años, tras la publicación de
Camino de servidumbre, la hostilidad neoliberal al "Estado
intervencionista" parecía excéntrica a las principales líneas de debate político
(von Hayek 1944, 1960; Friedman 1962). A partir de mediados de los años
setenta, en Gran Bretaña, EE.UU. y otros lugares de Europa, los análisis
neoliberales empezaron a apuntalar el atractivo de los programas y
pronunciamientos políticos conservadores. La mentalidad política del
neoliberalismo rompe con el asistencialismo a nivel de moralidades,
explicaciones y vocabularios. Contra la suposición de que los males de la vida
social y económica han de ser abordados por las actividades del gobierno,
advierte contra la arrogancia de la extralimitación y la sobrecarga del
© London School of Economics and Political Science 2010 Revista Británica de
Sociología
El poder político más allá del Estado
gobierno. Contrapone la ineficacia de las economías
319 planificadas a la fuerza del
mercado para elegir a los ganadores. Afirma que la gestión keynesiana de la
demanda pone en marcha una espiral viciosa de expectativas inflacionistas
y degradación de la moneda. Sugiere que los grandes

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Sociología
320Nikolas Rose y Peter Miller

El gobierno no sólo es ineficaz, sino también maligno: los partidos se ven


empujados a hacer promesas fastuosas en su competencia por los votos,
alimentando unas expectativas crecientes que sólo pueden satisfacerse
mediante el endeudamiento público a gran escala (Schumpeter 1950). Dado
que el "Estado del bienestar" depende de la burocracia, está sujeto a la
presión constante de los burócratas para ampliar sus propios imperios,
alimentando de nuevo una extensión cara e ineficiente de la maquinaria
gubernamental. Dado que cultiva la idea de que el papel del Estado es
proveer al individuo, el Estado del bienestar tiene un efecto moralmente
perjudicial sobre los ciudadanos, produciendo "una cultura de la
dependencia" basada en la expectativa de que el gobierno hará lo que en
realidad sólo pueden hacer los individuos.
El neoliberalismo reactiva los principios liberales: escepticismo sobre las
capacidades de las autoridades políticas para gobernar todo para bien;
vigilancia sobre los intentos de las autoridades políticas para tratar de
gobernar. Su lenguaje es familiar y no necesita ser ensayado. Los mercados
deben sustituir a la planificación como reguladores de la actividad
económica. Aquellos aspectos del gobierno que el bienestar interpreta como
responsabilidades políticas deben, en la medida de lo posible, transformarse
en formas mercantiles y regularse de acuerdo con los principios del
mercado. El empresariado económico debe sustituir a la regulación, ya que
los agentes activos que buscan maximizar su propio beneficio son tanto el
lugar legítimo de las decisiones sobre sus propios asuntos como el más
eficaz para calcular las acciones y los resultados. Y, de forma más general, el
espíritu empresarial activo debe sustituir a la pasividad y la dependencia de
la solidaridad responsable, ya que se anima a los individuos a esforzarse por
optimizar su propia calidad de vida y la de sus familias.
El neoliberalismo recodifica el lugar del Estado en el discurso político. El
Estado debe ser fuerte para defender los intereses de la nación en la esfera
internacional, y debe garantizar el orden proporcionando un marco legal
para la vida social y económica. Pero dentro de este marco, los actores
autónomos -las empresas comerciales, las familias, los individuos- deben
seguir su camino libremente, tomando sus propias decisiones y controlando
sus propios destinos. Las racionalidades políticas neoliberales tejen estos
temas filosóficos en un discurso político operativo. Una retórica de la
nación, la familia, la grandeza tradicional de Gran Bretaña, las virtudes de
la ley y el orden y el respeto a la tradición proporciona una traducibilidad
entre el neoliberalismo y los valores tradicionales de la derecha, y al mismo
tiempo abre un espacio complejo para la elaboración de programas
gubernamentales.
Sea cual sea su retórica, dentro de la problemática del gobierno, el
neoliberalismo no se hace inteligible contraponiendo un estado no
intervencionista a uno intervencionista. Más bien, debe verse como una
© London School of Economics and Political Science 2010 Revista Británica de
Sociología
El poder político más allá del Estado
reorganización de las racionalidades políticas
321 que las pone en consonancia
con las tecnologías de gobierno contemporáneas. Las nuevas iniciativas
políticas a menudo adoptan la forma de un intento de "autonomización" de las
entidades respecto al Estado, o más bien, una autonomización del Estado
respecto a los controles directos y la responsabilidad de las acciones y los
cálculos de las empresas, las organizaciones de bienestar, etc.

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Sociología
322Nikolas Rose y Peter Miller

Suponen la adopción por parte del centro de una serie de dispositivos que
buscan tanto crear una distancia entre las instituciones formales del Estado
y los demás actores sociales, como actuar sobre ellos de manera diferente.
Uno de los mecanismos centrales del neoliberalismo es la proliferación
de estrategias para crear y mantener un "mercado", para remodelar las
formas de intercambio económico sobre la base del intercambio contractual.
Los programas de privatización de la nueva política han constituido quizás la
vertiente más visible de tales estrategias, y la más alineada con los ideales
políticos de los mercados frente al Estado. Pero, al menos en términos de
regulación económica, una distinción rígida entre empresas nacionalizadas y
privadas es engañosa. Por un lado, el grado de dirección política sobre las
actividades de las empresas nacionalizadas era variable pero pequeño -quizás la
principal forma que adoptó la intervención fue la provisión o denegación de
capital de inversión. Por otro lado, la empresa del sector privado está abierta,
en muchos sentidos, a los mecanismos de acción a distancia que han
proliferado en las democracias liberales avanzadas, con el auge de los
gestores como intermediarios entre el conocimiento experto, la política
económica y las decisiones empresariales. Por supuesto, las "fuerzas del
mercado" se entrecruzan de manera diferente con las decisiones de
inversión y similares cuando las empresas ya no son formalmente propiedad
del Estado, al igual que los imperativos de beneficio. Pero podríamos
considerar que esta reconstrucción de la forma de regulación económica es
menos una revolución contra los fracasos reales de la planificación central,
que un rechazo de los ideales de conocimiento, poder y eficacia de la
planificación que tales racionalidades encarnaban.
A nivel retórico y programático, el neoliberalismo también encarna una
profunda transformación de los mecanismos de gobierno de la vida social. En
lugar de la provisión colectiva y la solidaridad social, la nueva racionalidad del
gobierno propone nociones de seguridad proporcionadas a través de la
compra privada de planes de seguros, asistencia sanitaria comprada por los
individuos y proporcionada por la industria sanitaria, vivienda ofrecida a
través del sector privado y eficiencia garantizada a través de la disciplina de
la competencia dentro del mercado. La provisión pública de bienestar y
seguridad social ya no aparece como parte vital de un programa de estabilidad
política y eficiencia social.
La monetarización ha desempeñado un papel fundamental en la ruptura
de los recintos de la experiencia dentro de la maquinaria del bienestar. Por
ejemplo, cuando se exige a los hospitales británicos contemporáneos que
traduzcan sus actividades terapéuticas, desde los quirófanos hasta la
lavandería, en equivalentes de efectivo, se les confiere una nueva forma de
visibilidad, se establecen nuevas relaciones y se hacen posibles nuevos
procedimientos de toma de decisiones. Como ya hemos argumentado, hacer
que la gente escriba cosas, y la naturaleza de las cosas que se les hace
© London School of Economics and Political Science 2010 Revista Británica de
Sociología
El poder político más allá del Estado
escribir, es en sí misma una especie de323gobierno de ellos, instándoles a
pensar y anotar ciertos aspectos de sus actividades de acuerdo con ciertas
normas. El poder fluye hacia el centro o agente que determina las
inscripciones, las acumula, las contempla en su forma agregada y, por lo
tanto, puede comparar y evaluar las actividades de otros que son meras
entradas en el

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Sociología
324Nikolas Rose y Peter Miller

gráfico. Los gestores, más que los consultores, se convierten en los actores
poderosos de esta nueva red, y el poder fluye desde el gabinete hasta el
quirófano a través de una multitud de locales de cálculo y gestión, en lugar
de hacerlo en la otra dirección. No se trata de imponer un poder donde antes
no existía, sino de transformar los términos de cálculo de lo médico a lo
financiero y, por tanto, de desplazar el punto de apoyo de la red sanitaria.
Lejos de autonomizar el aparato sanitario, estos nuevos modos de acción a
distancia aumentan las posibilidades de gobernarlo. Del mismo modo, la
deslocalización de aspectos de la asistencia social en el sector "privado" o
"voluntario" no los hace necesariamente menos gobernables. Sin duda,
cuando las instituciones "políticas" se "descentran" en las redes de poder, se
producen procedimientos diferentes de traducción y alianza. Pero la
oposición entre lo estatal y lo no estatal es inadecuada para caracterizar
estas transformaciones.
El neoliberalismo también conlleva una reorganización de los programas
de gobierno de la vida personal. El lenguaje del individuo emprendedor,
dotado de libertad y autonomía, ha llegado a predominar sobre casi cualquier
otro en las evaluaciones de las pretensiones éticas del poder político y los
programas de gobierno. Hay que (re)establecer una esfera de libertad en la que
los agentes autónomos tomen sus decisiones, sigan sus preferencias y busquen
maximizar la calidad de sus vidas. Para el neoliberalismo, el sujeto político
no es tanto un ciudadano social con poderes y obligaciones derivados de la
pertenencia a un cuerpo colectivo, como un individuo cuya ciudadanía es
activa. Esta ciudadanía debe manifestarse no en la recepción de la generosidad
pública, sino en la búsqueda enérgica de la realización personal y en los
cálculos incesantes que han de permitirla (Gordon 1987; Meyer 1986).
El neoliberalismo forja una especie de alineación entre las racionalidades
políticas y las tecnologías para la regulación del yo que tomaron forma en
Gran Bretaña durante las décadas de los sesenta y setenta. Sin duda, este
alineamiento no es el único posible, ni el más deseable. No obstante, los
programas neoliberales para la reforma del bienestar se apoyaron en su
consonancia con una serie de otros desafíos a los mecanismos de gobierno
social que surgieron durante estas mismas décadas por parte de libertarios
civiles, feministas, radicales, socialistas, sociólogos y otros. Estos programas
de gobierno reorganizados utilizan e instruyen a la multitud de expertos en
gestión, vida familiar y estilo de vida que han proliferado en los puntos de
intersección de las aspiraciones sociopolíticas y los deseos privados de
progreso personal. A través de este conjunto de agentes, cálculos, técnicas,
imágenes y mercancías, los individuos pueden ser gobernados a través de su
libertad de elección.

Conclusión:

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Sociología
El poder político más allá del Estado
Gran parte del análisis anterior es preliminar,
325 pero su punto central es sencillo.
El lenguaje de la filosofía política: Estado y sociedad civil, libertad y

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Sociología
326Nikolas Rose y Peter Miller

La relación entre el poder político, la soberanía y la democracia, lo público y


lo privado, desempeña un papel fundamental en la organización del poder
político moderno. Sin embargo, no puede proporcionar las herramientas
intelectuales para analizar la problemática del gobierno en el presente. A
menos que adoptemos formas diferentes de pensar en el ejercicio del poder
político, nos resultará difícil comprender las formas contemporáneas de
gobierno. Por lo tanto, será difícil juzgar adecuadamente las alternativas que
se ofrecen.
(Fecha de aceptación: abril de 1991)

Notas

véase Rose 1985, 1990; Miller y Rose 1986,


1. Muchas personas nos han hecho
1988, 1990b; Miller 1986; Miller y O'Leary 1987,
comentarios detallados sobre un borrador
1989; cf. Gordon 1980, 1987.
anterior, mucho más extenso, que nos han
ayudado a preparar esta versión. Queremos
dar las gracias especialmente a Graham
Burchell, Stewart Clegg, Mitchell Dean,
Mick Dillon, Michael Donnelly, David
Garland, Tony Giddens, Colin Gordon,
Anthony Hopwood, Alan Hunt, Ian
Hunter, Thomas Osborne, Alessandro Piz-
zorno, Michael Power, Stuart Scheingold,
Grahame Thompson, Jim Tomlinson y
Robert van Krieken.
2. Pensamos en los recientes escritos no
o post-marxistas sobre el "problema del
Estado", representados mejor por
Gianfranco Poggi, Charles Tilly, Theda
Skocpol, Anthony Giddens, Michael Mann
y John A. Hall. Para una discusión
convincente, véase Jessop (1990).
3. Para un tratamiento extenso de las
diferentes formas de conceptualizar el
poder político, véase Clegg (1989).
4. Véase Burchell, Gordon y Miller
(1991) para los análisis relacionados.
5. Véase, por ejemplo, la discusión de
las limitaciones del pensamiento
constitucional en Harden y Lewis (1986),
y las teorías del neocorporativismo
desarrolladas en particular por Phillipe
Schmitter, véase Schmitter (1974: 85-131);
Schmitter y Lehmbruch (1979).
6. El presente análisis se basa en nuestros
estudios anteriores sobre estas cuestiones,
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Sociología
7. Para un intento de revivir el
El poder político más allá del Estado
principio de la sociedad civil para los
327
tiempos modernos, véase Keane (1984,
1988b).
8. En estas observaciones nos
basamos en Burchell (1991).
9. Tomamos prestado y adaptamos este
término de los escritos de Bruno Latour y
Michel Callon. Véase Callon (1986);
Callon y Latour (1981); Callon, Law y
Rip (1986). Esto se discute con más
detalle en Miller y Rose (1990a).
10. Para una exposición más general
de estas cuestiones, véase Miller (1992:
núms. 1/2).
11. Adaptamos este uso de Callon y
Latour, pero lo liberamos de la
"voluntad de poder" que motiva los
actos de traducción en su relato. Cf.
Callon y Latour (1981: 279).
12. Véase la noción de Giddens de
"contenedores de poder", áreas
circunscritas dentro de las cuales se puede
generar poder administrativo: Giddens
(1985: 13).
13. La división entre lo social y lo
económico es puramente expositiva, ya
que los problemas "económicos" debían
resolverse por medios "sociales" -como
en el papel clave de la familia y el salario
familiar en la generación de la necesidad
de trabajo regular- y los problemas
"sociales" debían resolverse
"económicamente" -como en los
repetidos intentos de resolver la
delincuencia y el malestar urbano
mediante la disminución de los niveles de
desempleo-.
14. En lo que sigue nos basamos en
gran medida en el instructivo relato de
Rudolph Klein. Véase Klein (1983). Cf.
Pollitt (1984); Star e Immergut (1987).
15. Sobre la cuestión del seguro,
véase también Defert (1991) y Ewald
(1991).

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Sociología
328Nikolas Rose y Peter Miller

Bibliografía

Ashford, D. 1981 Policy and Politics in Controlling Social Life, Instituto


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