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Resumen
Este artículo expone un enfoque del análisis del poder político en términos de
problemática de gobierno. Se argumenta contra la sobrevaloración del "problema
del Estado" en el debate político y la teoría social. Se sugiere una serie de
herramientas conceptuales para el análisis de las múltiples y variadas alianzas
entre las autoridades políticas y de otro tipo que tratan de gobernar la actividad
económica, la vida social y la conducta individual. Se muestra que las
racionalidades políticas modernas y las tecnologías gubernamentales están
intrínsecamente ligadas a los desarrollos del conocimiento y a los poderes de la
experiencia. Se investigan las características de las problemáticas liberales de
gobierno, y se argumenta que dependen de las tecnologías para "gobernar a
distancia", buscando crear locales, entidades y personas capaces de operar una
autonomía regulada. El análisis se ejemplifica con una investigación del
asistencialismo como modo de gobierno "social". El documento concluye con una
breve consideración del neoliberalismo que demuestra que el lenguaje analítico
estructurado por la oposición filosófica de Estado y sociedad civil es incapaz de
comprender las transformaciones contemporáneas en los modos de ejercicio del
poder político. 1
Hay varias versiones del proceso en el que el personaje del experto, que
encarna la neutralidad, la autoridad y la habilidad en una figura sabia, que
opera según un código ético "más allá del bien y del mal", se ha vuelto tan
significativo en nuestra sociedad (por ejemplo, Perkin 1989; MacIntyre 1985).
En nuestro argumento, el auge de la pericia está vinculado a una
transformación de las racionalidades y tecnologías de gobierno. La pericia
surgió como una posible solución a un problema que contrastaba con las
mentalidades liberales de gobierno. ¿Cómo conciliar el principio de que el
dominio de lo político debe ser restringido, con el reconocimiento de las
implicaciones políticas vitales de las actividades formalmente privadas? La
empresa "privada" debía convertirse en un lugar vital para el gobierno de la
vida económica de la nación; la familia "privada" debía ser un recurso para
el gobierno de la vida social. Cada una de ellas era una compleja máquina
multivalente con relaciones internas que podían ser comprendidas y
administradas y consecuencias externas que podían ser identificadas y
programadas. Los habitantes de estos dominios privados -jefes, gerentes y
trabajadores; padres e hijos- debían ser simultáneamente el lugar de las
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esperanzas, ambiciones y decepciones privadas,
299 la fuente de diversos tipos de
dificultades sociales y la base de todo tipo de objetivos socialmente deseables.
Los vínculos vitales entre los objetivos sociopolíticos y las minucias de la
existencia cotidiana en el hogar y la fábrica debían establecerse mediante la
experiencia. Expertos
entrarían en una especie de doble alianza. Por un lado, se aliarían con las
autoridades políticas, centrándose en sus problemas y probando nuevas
cuestiones, traduciendo las preocupaciones políticas sobre la productividad
económica, la innovación, el malestar industrial, la estabilidad social, la ley
y el orden, la normalidad y la patología, etc., al vocabulario de la gestión, la
contabilidad, la medicina, las ciencias sociales y la psicología. Por otro lado,
tratarán de establecer alianzas con los propios individuos, traduciendo sus
preocupaciones y decisiones cotidianas sobre la inversión, la crianza de los
hijos, la organización de las fábricas o la dieta a un lenguaje que
reivindique el poder de la verdad, y ofreciéndoles enseñar las técnicas que
les permitan gestionar mejor, ganar más, criar hijos más sanos o felices y
muchas otras cosas.
No obstante, la experiencia plantea problemas a la autoridad política. Los
expertos tienen la capacidad de generar lo que denominamos recintos:
lugares o tipos de juicio relativamente limitados en los que se concentran,
intensifican y defienden su poder y autoridad.12 Los recintos pueden
generarse en las redes gubernamentales mediante el uso del conocimiento
esotérico, la habilidad técnica o la posición establecida como recursos
cruciales que otros no pueden contrarrestar o apropiarse fácilmente. Por
supuesto, estos cotos son sólo provisionales, y las reivindicaciones de cualquier
pericia particular están siempre sujetas a contestación. Pero el ejemplo del
Servicio Nacional de Salud británico, que analizamos a continuación,
ilustra las formas en que los médicos podían desplegar su experiencia para
traducir los intereses de los funcionarios y ministros del gobierno en los suyos
propios. Consiguieron que sus argumentos y cálculos se convirtieran en el
modo obligatorio de funcionamiento de la red en su conjunto, las líneas de
fuerza fluyendo, por así decirlo, desde el quirófano hasta la oficina del
gabinete y no a la inversa.
El complejo de actores, poderes, instituciones y cuerpos de conocimiento
que conforman la pericia ha llegado a desempeñar un papel crucial en el
establecimiento de la posibilidad y la legitimidad del gobierno. Los expertos
albergan la esperanza de que los problemas de regulación puedan salir del
controvertido terreno de la política y trasladarse al tranquilo pero seductor
territorio de la verdad. Mediante la experiencia, se pueden instalar en los
ciudadanos técnicas de autorregulación que alineen sus opciones personales
con los fines del gobierno (Rose 1990). La libertad y la subjetividad de los
ciudadanos pueden, de este modo, convertirse en un aliado, y no en una
amenaza, para el gobierno ordenado de una política y una sociedad.
Suponen la adopción por parte del centro de una serie de dispositivos que
buscan tanto crear una distancia entre las instituciones formales del Estado
y los demás actores sociales, como actuar sobre ellos de manera diferente.
Uno de los mecanismos centrales del neoliberalismo es la proliferación
de estrategias para crear y mantener un "mercado", para remodelar las
formas de intercambio económico sobre la base del intercambio contractual.
Los programas de privatización de la nueva política han constituido quizás la
vertiente más visible de tales estrategias, y la más alineada con los ideales
políticos de los mercados frente al Estado. Pero, al menos en términos de
regulación económica, una distinción rígida entre empresas nacionalizadas y
privadas es engañosa. Por un lado, el grado de dirección política sobre las
actividades de las empresas nacionalizadas era variable pero pequeño -quizás la
principal forma que adoptó la intervención fue la provisión o denegación de
capital de inversión. Por otro lado, la empresa del sector privado está abierta,
en muchos sentidos, a los mecanismos de acción a distancia que han
proliferado en las democracias liberales avanzadas, con el auge de los
gestores como intermediarios entre el conocimiento experto, la política
económica y las decisiones empresariales. Por supuesto, las "fuerzas del
mercado" se entrecruzan de manera diferente con las decisiones de
inversión y similares cuando las empresas ya no son formalmente propiedad
del Estado, al igual que los imperativos de beneficio. Pero podríamos
considerar que esta reconstrucción de la forma de regulación económica es
menos una revolución contra los fracasos reales de la planificación central,
que un rechazo de los ideales de conocimiento, poder y eficacia de la
planificación que tales racionalidades encarnaban.
A nivel retórico y programático, el neoliberalismo también encarna una
profunda transformación de los mecanismos de gobierno de la vida social. En
lugar de la provisión colectiva y la solidaridad social, la nueva racionalidad del
gobierno propone nociones de seguridad proporcionadas a través de la
compra privada de planes de seguros, asistencia sanitaria comprada por los
individuos y proporcionada por la industria sanitaria, vivienda ofrecida a
través del sector privado y eficiencia garantizada a través de la disciplina de
la competencia dentro del mercado. La provisión pública de bienestar y
seguridad social ya no aparece como parte vital de un programa de estabilidad
política y eficiencia social.
La monetarización ha desempeñado un papel fundamental en la ruptura
de los recintos de la experiencia dentro de la maquinaria del bienestar. Por
ejemplo, cuando se exige a los hospitales británicos contemporáneos que
traduzcan sus actividades terapéuticas, desde los quirófanos hasta la
lavandería, en equivalentes de efectivo, se les confiere una nueva forma de
visibilidad, se establecen nuevas relaciones y se hacen posibles nuevos
procedimientos de toma de decisiones. Como ya hemos argumentado, hacer
que la gente escriba cosas, y la naturaleza de las cosas que se les hace
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escribir, es en sí misma una especie de323gobierno de ellos, instándoles a
pensar y anotar ciertos aspectos de sus actividades de acuerdo con ciertas
normas. El poder fluye hacia el centro o agente que determina las
inscripciones, las acumula, las contempla en su forma agregada y, por lo
tanto, puede comparar y evaluar las actividades de otros que son meras
entradas en el
gráfico. Los gestores, más que los consultores, se convierten en los actores
poderosos de esta nueva red, y el poder fluye desde el gabinete hasta el
quirófano a través de una multitud de locales de cálculo y gestión, en lugar
de hacerlo en la otra dirección. No se trata de imponer un poder donde antes
no existía, sino de transformar los términos de cálculo de lo médico a lo
financiero y, por tanto, de desplazar el punto de apoyo de la red sanitaria.
Lejos de autonomizar el aparato sanitario, estos nuevos modos de acción a
distancia aumentan las posibilidades de gobernarlo. Del mismo modo, la
deslocalización de aspectos de la asistencia social en el sector "privado" o
"voluntario" no los hace necesariamente menos gobernables. Sin duda,
cuando las instituciones "políticas" se "descentran" en las redes de poder, se
producen procedimientos diferentes de traducción y alianza. Pero la
oposición entre lo estatal y lo no estatal es inadecuada para caracterizar
estas transformaciones.
El neoliberalismo también conlleva una reorganización de los programas
de gobierno de la vida personal. El lenguaje del individuo emprendedor,
dotado de libertad y autonomía, ha llegado a predominar sobre casi cualquier
otro en las evaluaciones de las pretensiones éticas del poder político y los
programas de gobierno. Hay que (re)establecer una esfera de libertad en la que
los agentes autónomos tomen sus decisiones, sigan sus preferencias y busquen
maximizar la calidad de sus vidas. Para el neoliberalismo, el sujeto político
no es tanto un ciudadano social con poderes y obligaciones derivados de la
pertenencia a un cuerpo colectivo, como un individuo cuya ciudadanía es
activa. Esta ciudadanía debe manifestarse no en la recepción de la generosidad
pública, sino en la búsqueda enérgica de la realización personal y en los
cálculos incesantes que han de permitirla (Gordon 1987; Meyer 1986).
El neoliberalismo forja una especie de alineación entre las racionalidades
políticas y las tecnologías para la regulación del yo que tomaron forma en
Gran Bretaña durante las décadas de los sesenta y setenta. Sin duda, este
alineamiento no es el único posible, ni el más deseable. No obstante, los
programas neoliberales para la reforma del bienestar se apoyaron en su
consonancia con una serie de otros desafíos a los mecanismos de gobierno
social que surgieron durante estas mismas décadas por parte de libertarios
civiles, feministas, radicales, socialistas, sociólogos y otros. Estos programas
de gobierno reorganizados utilizan e instruyen a la multitud de expertos en
gestión, vida familiar y estilo de vida que han proliferado en los puntos de
intersección de las aspiraciones sociopolíticas y los deseos privados de
progreso personal. A través de este conjunto de agentes, cálculos, técnicas,
imágenes y mercancías, los individuos pueden ser gobernados a través de su
libertad de elección.
Conclusión:
Notas
Bibliografía