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Babuyicidas
Babuyicidas
El Comienzo de la Dinastı́a
Babuyı́n el León era uno de ellos. Él lideró a su clan desde las estepas hasta
las plácidas costas del gran mar, en las fronteras de Turán. Hizo un pacto con
el rey, sus descendientes protegerı́an el reino de los peligros del Gran Desierto
del Este a cambio de conservar sus libertades. Los babuyı́cidas prosperaron,
sus arcas se hinchaban de botı́n de guerra y de los tributos de protección de
las caravanas que pasaban por su territorio. A pesar de sus riquezas, nunca
fueron corrompidas por ellas, al contrario que sus primos de las grandes ciudades
turanias, cuyos dedos enjoyados olı́an a especias sensuales.
En efecto, pocos años atrás Turán y Zamora habı́an luchado una gran gue-
rra, sin ningún ganador claro. Los babuyı́cidas y demás clanes hirkanios habı́an
contribuı́do mucho a esa guerra, sus jinetes habı́an conseguido diezmar a los
zamorios con sus estrategias de retirada fingida, más la incompetencia de los re-
chonchos generales turanios habı́an evitado que esto se solidificase en ganancias
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2 CAPÍTULO 1. EL COMIENZO DE LA DINASTÍA
firmes.
Ogrul cayó en una ira demonı́aca al ver las cabezas ensangrentadas. Sin
perder nada de tiempo, levantó un formidable ejército de nómadas sedientos de
sangre, sin consultar al rey de Turán, y emprendió una campaña contra Yazmal.
La ciudad fue reducida a ruinas de la noche a la mañana, los aletargados guardias
de la ciudad no podı́an creerse la aparición de un mar de caballos cuyos jinetes,
aullando como demonios, gritaban al unı́sono “Hagul”, es decir, “venganza”
en la lengua hirkania. Se cuenta que aún se pueden oı́r los salvajes cantos de
garganta en las ruinas de la ciudad.
Cuando el rey de Turán oyó lo que pasó con Yazmal, le entró un arrebato de
ira. La guerra habı́a vaciado las arcas reales de Turán y la temerosa y ablandada
corte no querı́a romper la tregua con el rey zamorio. El rey exilió a Ogrul y a
sus clan a vagar por el desierto, como castigo por romper la tregua. Ogrul, antes
que derramar sangre hirkania, decidió aceptar el exilio.
Capı́tulo 2
La Llegada a Shem
El exilio fue terrible para los babuyı́cidas. Muchos sucumbieron a la sed, sus
cadáveres se volverı́an momias bajo el fuerte sol del Desierto. Los caballos morı́an
irremediablemente, su sangre, sustento tradicional de los jinetes hirkanios, era
pastosa y oscura. Tan sólo los jinetes y sus monturas más fuertes sobrevivieron.
Recordando las rutas de los mercaderes que tanto pasaban por sus antiguas
tierras, Ogrul lideró a lo que quedaba de su clan. Las rutas desembocaron en
un sitio, la rica Shem, tierra de mil ciudades, diez mil reyes y cien mil dioses.
Como bárbaros que eran, los babuyı́cidas se dedicaron a lo mejor que sabı́an,
el arte de la guerra. Su temible ejército de arqueros montados se volvieron merce-
narios preciados por los reyes de las orgullosas y ricas ciudades-estado shemitas,
que guerreaban permanentemente entre sı́ en una telaraña compleja que escapa-
ba a la barbárica mentalidad de Ogrul, despreocupada por los mezquinos juegos
de los civilizados. Sus viejas tácticas de jinetes de la estepa dominaron los cam-
pos de batalla shemitas, desacostumbrados a las barbáricas formas de guerra
del Este.
Ogrul el Errante, ya anciano y con su piel tostada y hundida por los surcos
de la edad, aún no habı́a hecho su mayor hazaña. El fragil equilibrio de poder
entre las ciudades shemitas se habı́a roto una vez más con la intervención del
poderoso ejército de Koth, que intervino a favor de una alianza de ciudades
frente a otra. Los kothios sembraron el caos a su paso, quemando y saqueando
a su paso. Eran liderados por el general Mitramontus, uno de los pocos nobles
kothios que se mantenı́an fieles al viejo culto de Mitra y no habı́a caı́do ante la
influencia de los sensuales ritos shemitas.
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4 CAPÍTULO 2. LA LLEGADA A SHEM
Ogrul se coronó a sı́ mismo como rey de la ciudad, ya que los sacerdotes
habı́an huı́do y no se podı́a hacer el ritual de entronamiento. Desde lo más
alto del Gran Zigurat, los cansados ojos de Ogrul vieron su nuevo dominio. Los
incendios del asedio kothio aún no se habı́an apagado, las plumas de ceniza
se alzaban desde la moribunda ciudad. Los habitantes de la ciudad miraban a
los jinetes hirkanios con terror, pero algunos tenı́an un brillo de esperanza en
sus ojos. En efecto, los babuyı́cidas habı́an cesado los siglos de tiranı́a de los
sacerdotes de Ishtar, a los cuales los kothios habı́an herido de muerte pero la
estocada final fue dada por el pueblo de la ciudad. Aún ası́, los hilos de los
sacerdotes eran largos y pronto se comenzaron a huir susurros en los palacetes
de los nobles. La ciudad habı́a perdido su más preciada posesión: el ı́dolo de
Ishtar, donde los shemitas creı́an que la diosa estaba realmente presente.
Ogrul necesitaba ganar la confianza del pueblo antes de que los nobles or-
questaran la caı́da de la joven dinastı́a. Ogrul tomó una decisión: necesitaba
recuperar el ı́dolo. Aunque despreciaba la sensual y confusa religión shemita
frente al culto más puro y simple de la estepa, sabı́a que nunca serı́a visto como
un rey legı́timo mientras Ishtar residiera en manos ajenas.
Una vez más la situación polı́tica de Shem habı́a cambiado. Tras la victoria
decisiva de Koth, las ciudades shemitas comenzaron a temer una hegemonı́a
kothia sobre la región. Las ciudades que hasta hace poco estaban aliadas con
Koth comenzaron a aliarse con sus antiguos enemigos para formar una coalición
contra Korshemish. Los babuyı́cidas de Unapilim, viendo esta nueva oprtunidad,
se unieron a ella.
Ası́, los shemitas partieron contra Koth. Los kothios, distraı́dos por una
guerra con Ofir, fueron tomados por sorpresa. La ciudad de Belbak, situada cerca
de la frontera con Shem, fue una de las tomadas por la coalición. Ogrul lideraba
las tropas shemitas en el asedio de la ciudad, ya que su fama como general
mercenario hizo que la coalición confiase en él. Los kothios eran comandados
por Mitramontus, dispuesto a defender su plaza de la ira shemita.
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6 CAPÍTULO 3. EL RETORNO DEL ÍDOLO
Uno de los pocos sacerdotes que quedad intentó conspirar contra Timgar con
la ayuda de un hechicero estigio, pero fue descubierto y lanzado desde el Gran
Zigurat con sus confabuladores. Las ciudades-estado vecinas, otrora desconfiadas
de la nueva dominación hirkania de Unapilim, comenzaron a tener relaciones más
cálidas con Timgar tras su contribución a la victoria de la coalición shemita
frente a Koth. Los babuyı́cidas se habı́an convertido a los ojos de su pueblo y
de sus vecinos los señores legı́timos de Unapilim.
Capı́tulo 4
La Dominación de Unapilim
Tras morir él de forma natural, le sucedió su hijo Omke, nacido de una escla-
va hiperbórea. Omke defenderı́a la ciudad de las incursiones de los shemitas del
desierto, que envidiaban la naciente riqueza de la ciudad y tendrı́a a su sucesor
Ogrul II con una esclava kushita. Ası́, los babuyı́cidas seguirı́an el ejemplo de
Timgar y no se casarı́an con las casas nobilirias, propensas a conspirar entre sı́,
y en vez de eso se entregarı́an a los sensuales placeres del harén. Estos harenes
incrementarı́an su tamaño con el paso de la dinastı́a y estarı́a formado por muje-
res de todo el mundo. Ası́, la sangre hirkania de Babuyı́n comenzó a diluirse con
sangre de shemitas, hiperbóreos, vanires, aesires, kushitas, zamorios, argosianos,
zı́ngaros, pictos, cimerios y aquilonios.
1 Estas nuevas murallas se llaman los “Muros Timgáridos” y siguen en pie hasta hoy en dı́a
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8 CAPÍTULO 4. LA DOMINACIÓN DE UNAPILIM
2 El Observatorio de Olgar sigue existiendo hasta este dı́a y un pequeño grupo de sacerdotes
En efecto, los Harukani habı́an conspirado con el hechicero Shardar para ase-
sinar al hermano de Bakhar-kudur-Ishtar, Anu-sumu-Olgar III, y sustituirlo por
él. El desgraciado rey habı́a liderado una desastrosa campaña contra la vecina
ciudad de Nam-Aram que acabó en una humillante derrota para los unampili-
mitas. Aunque las dotes de general de Anu-sumu-Olgar fueran mediocres, los
verdaderos responsables de la derrota eran los Harukani, que habı́an perdido
su ferocidad y disciplina. Por tanto, los Harukani tramaron desde sus lujosos
palacios la caı́da del rey, invitando al maestro del Observatorio de Olgar, Shar-
dar. Bajo el pretexto de utilizar al rey como chivo expiatorio por la humillación
ante los namarameos, cortaron el pescuezo de Anu-sumu-Olgar en el seno de la
noche e instaurarı́an a su obeso hermano. Este, se decı́a, serı́a un rey fácilmente
manipulable a través de su glotonerı́a y sensualidad, convirtiéndolo en un mero
tı́tere de los Harukani y del hechicero.
El golpe de estado fue un éxito, pero fue ejecutado de una forma penosa,
dando tiempo suficiente a muchos prı́ncipes babuyı́cidas y esclavas del harén a
escapar. Entre ellos estaba Attar-ade-Anu, un insolente y ambicioso adolescen-
te de aquel entonces, primo del nuevo rey. Tras años de vagar entre ciudades
shemitas, Attar-ade-Anu consiguió contactar con unos banqueros argosianos y
pidió un enorme pero arriesgado préstamo para retomar Unapilim. Con ese di-
nero, levantó un variopinto ejército mercenario formado por shemitas, estigios
y argosianos. Mas era consciente que sus fuerzas no iban a ser suficientes para
expulsar a su primo del trono. Necesitarı́a aliados.
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10 CAPÍTULO 5. LA CAÍDA DE LOS BABUYÍCIDAS
No se sabe a ciencia cierta lo que pasó en esas horas. Unos dicen que Attar-
ade-Anu, tras apuñalar personalmente a su primo y ver como sus tripas se des-
parramaban por el suelo como gordas salchichas, en un ataque de megalomanı́a,
se tornó contra los shemitas del desierto e instruyó a sus tropas “eliminar a los
sucios bárbaros de nuestra gloriosa ciudad”. Otros, que Abussuf tenı́a planeado
coronarse rey desde el principio, y Attar-ade-Anu dejó de ser útil una vez sus
guerreros traspasasen el umbral de las puertas de la ciudad. Algunos incluso
dicen que una reyerta entre los mercenarios y los shemitas del desierto se pusó
fuera de control y lo próximo que se supo fue que la cabeza de Attar-ade-Anu,
clavada en una pica, fue exhibida triunfalmente por los guerreros shemitas desde
la torre más alta del Palacio Real.
Anu-sumu-Ogrul el Breve
Él fue el único superviviente de la matanza del harén, perpetrada por los
guerreros shemitas. De aquella aún un adolescente, consiguió escabullirse de
los sables de los invasores, aprovechando la guerra abierta entre mercenarios y
guerreros del desierto, para tomar un caballo Harukani y huir de la ciudad.
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12 CAPÍTULO 6. ANU-SUMU-OGRUL EL BREVE