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¿Qué tienen en común Austin y Laurie? Sea que se den cuenta o no, a los dos los
mueve una fuerza poderosa: la fuerza de la costumbre.
¿Y usted? ¿Hay algún hábito que le gustaría incorporar en su vida? Tal vez quiera
dormir más, hacer ejercicio o estar más en contacto con sus seres queridos.
Por otra parte, quizás lo que desea es dejar una mala costumbre o vicio, como fumar,
comer comida chatarra o pasar demasiado tiempo en Internet.
Sin duda, abandonar una mala costumbre no es fácil. De hecho, se dice que los malos
hábitos son como una cama calentita en un día frío: entrar no cuesta nada; lo que
cuesta es salir.
Por eso, ¿cómo conseguimos que la fuerza de la costumbre esté a nuestro favor y no
en nuestra contra? Veamos tres sugerencias basadas.
1 Sea realista
Quizás se sienta tentado a querer cambiar todos sus hábitos a la vez. Puede que
piense: “Esta semana voy a dejar de fumar, de decir malas palabras y de acostarme
tan tarde, y voy a empezar a hacer ejercicio, a comer mejor y a llamar a mis abuelos”.
Pero si intenta alcanzar todas sus metas a la vez, no alcanzará ninguna.
Una persona modesta es realista. Sabe que su tiempo, energía y recursos son
limitados. Así que, en vez de querer cambiar todo de golpe, va poco a poco.
Si intenta alcanzar todas sus metas a la vez, no alcanzará ninguna
INTENTE ESTO
Cambie sus hábitos de forma gradual. Quizás le ayude seguir estos pasos.
1. Hágase dos listas: una con los hábitos que quiera adquirir y otra con los que
quiera abandonar. En cada lista incluya todos los hábitos que se le ocurran.
2. Asígnele a cada elemento de la lista un número según lo que usted considere
más importante.
3. Elija unos pocos hábitos de cada lista —quizás solo uno o dos— y
concéntrese en ellos. Luego pase a los siguientes de cada lista.
Para acelerar el proceso, reemplace un mal hábito con uno bueno. Por ejemplo, quizás
quiera dejar de ver tanta televisión y desee hablar más con sus seres queridos. Así
que pruebe esto: en vez de encender la televisión apenas llega del trabajo, llame a un
amigo o a un familiar para saber cómo está.
2 Vigile su entorno
Ha decidido comer más sano, pero parece que ese helado le está diciendo:
“¡Cómeme!”.
Se ha resuelto a dejar de fumar, pero su amigo —que sabe que usted está intentando
dejarlo— le ofrece un cigarrillo.
Había planeado hacer ejercicio hoy, pero la sola idea de ponerse a buscar la ropa y el
calzado en el armario le parece agotadora.
¿Se ha fijado en cuánto influye el entorno en estos tres casos? Está más que
comprobado que las circunstancias y las personas que nos rodean tienen mucho que
ver en si lograremos adquirir un buen hábito y deshacernos de uno malo, o si nos
quedaremos en el intento.
Haga que sea fácil tener un buen hábito y difícil tener uno malo
INTENTE ESTO
Haga que sea difícil tener un mal hábito. Por ejemplo, si quiere eliminar la comida
chatarra de su dieta, no compre alimentos de esa clase. De este modo, cuando le
entren ganas de comer algo así, le será más difícil caer en la tentación.
Haga que sea fácil tener un buen hábito. Por poner un caso, si quiere empezar el día
haciendo ejercicio, deje lista la ropa desde la noche anterior. Cuanto más fácil le sea
ponerse a hacerlo, más probable será que lo haga.
Elija bien a sus amigos. Solemos parecernos a la gente con la que pasamos más
tiempo. Por eso, procure estar con personas que lo ayuden a conseguir sus objetivos y
límite su trato con quienes lo arrastren a los hábitos que quiere abandonar.
Piense a largo plazo
Se dice que crear un hábito toma veintiún días. Pero según los investigadores, la
realidad es que hay gente a la que le toma menos tiempo y gente a la que le toma
mucho más. ¿Debería usted desanimarse por ello?
Bueno, piense en este ejemplo: supongamos que se propone hacer ejercicio tres
veces a la semana.
Le tomó cinco semanas adquirir ese buen hábito. Quizás ahora eso le parezca mucho
tiempo, pero una vez que logre su objetivo, se alegrará de haber perseverado.
Hay que pensar a largo plazo. A fin de cuentas, no importa cuántas veces caigamos,
sino cuántas veces nos levantemos.
No crea que una recaída es un fracaso total. Contemple la posibilidad de que tendrá
contratiempos.
Piense en las veces que hizo las cosas bien. Por ejemplo, si está intentando mejorar la
relación con sus hijos, pregúntese: “¿Cuándo fue la última vez que estuve a punto de
gritarles, pero no lo hice? ¿Qué fue lo que sí hice? ¿Cómo puedo repetirlo?”. Este tipo
de preguntas lo ayudará a tener éxito y a evitar pensar demasiado en sus fallos.