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Fantasía y realidad en la vida conyugal

Selección extraída de "El río, La olla y el pájaro" escrito por Aharon Feldman

Algunos de los mayores problemas conyugales están


enraizados en las expectativas irreales con las que se entra al
matrimonio. Por consiguiente, antes de ofrecer una
descripción detallada de lo que el matrimonio debe ser,
primero debemos describir lo que el matrimonio no debe ser.

El matrimonio no es el mundo de fantasía que las parejas


recién casadas creen que es. Aunque las fantasías no son
reales, no necesariamente son inofensivas. Si las fantasías
no son puestas a un lado rápidamente, el choque de la
desilusión puede ser desastroso.

Las fantasías y sus causas

La fantasía más grande acerca del matrimonio es aquélla


según la cual concede felicidad eterna. Dos corolarios se
derivan de esto: primero, que la gente casada está
constantemente enamorada; y segundo, que los cónyuges no
tienen fallas.

Las fantasías, como todos los sueños, en general son formas


subtitutas de experimentar los deseos realizados. De este
modo, cualquier cosa que nuestro interior desee: deseo
sexual, poder, prestigio o incluso los objetivos espirituales de
adquisición de la Torá y el perfeccionamiento del carácter,
fantaseamos que el matrimonio los alcanzará para nosotros.

La fantasía de que el matrimonio es felicidad eterna se


encuentra entre aquellos que han crecido bajo la influencia de
los valores occidentales. Desde los primeros años de vida, los
niños son informados que la compañía cercana de una mujer
produce un rápido y permanente éxtasis. (No es coincidencia
que en las canciones populares oídas en Estados Unidos la
palabra "amor" rima con la palabra "arriba" y la frase "arriba
en el cielo.")* La víctima que escucha demasiado este tipo de
mensajes, naturalmente espera encontrar felicidad
instantánea en el matrimonio.

(* Nota del Traductor: "love" rima con "above" en la frase "heaven


above".)

Otra factor que origina fantasías acerca del matrimonio es el


deseo sexual mismo, el cual es visto por muchos hombres
solteros como el problema másmolesto. Ya que opaca todo lo
demás, están expuestos a creer que cuando encuentren alivio
a él a través del matrimonio, sus vidas estarán libres de
problemas. Todo esto, claro está, es muy ingenuo.
Arreglárselas con el deseo sexual es sólo uno de los muchos
desafíos en la vida, como las dificultades entre la gente
casada pueden testificar. Una persona soltera no ve esto
fácilmente y lo percibe como su único problema.

Desafortunadamente, malas interpretaciones de lecturas


selectivas de la Torá y del Talmud contribuyen también a dar
vuelo a las fantasías maritales. El hombre, hemos sido
enseñados, es media persona sin una esposa. La Torá nos
enseña que la mujer es la costilla perdida del hombre; por lo
tanto, se enseña que el hombre y la mujer deberían
adaptarse tan perfectamente como una costilla en un cuerpo;
además, ya que la mujer es la avedá [objeto perdido] del
hombre, el matrimonio ofrecerá toda la alegría de haber
recuperado una parte perdida de uno mismo.

Además, los Sabios dicen que "aquél que vive sin una
esposa, vive sin alegría, sin bendición y sin el estudio de la
Torá." Esto parece implicar que con una esposa el camino
está automáticamente limpio para lo contrario: alegría infinita,
bendición ilimitada y grandeza en la Torá.

Los Sabios también dicen que "cuarenta días antes de la


concepción del feto una voz celestial proclama: fulano de tal
se casará con fulana de tal." Una esposa, por lo tanto, está
predestinada por decreto divino y, obviamente, promete
satisfacer cada necesidad del hombre. Ella ciertamente no
puede tener características que causarán disgustos al
hombre. ¿No dicen los Sabios que, "una mujer virtuosa hace
la voluntad de su esposo?" ¿Y no escribe el Rambam que
una mujer debe tratar a su esposo como a un rey? De este
modo la fantasía emerge en el sentido de que una mujer
automáticamente satisfará cada antojo y deseo de su esposo
y que ella será capaz de intuir cada uno de sus deseos aún
antes de que él los mencione. Cuando no lo esté sirviendo,
ella no encontrará mayor alegría que observarlo con
adoración.

Para muchos de los jóvenes engañados con estas fantasías,


es prácticamente evidente que los objetivos de la vida se
realizarán en los primeros años de matrimonio. Esto se aplica
especialmente a los objetivos espirituales. A través de las
conversaciones del esposo con su mujer en las citas
anteriores al matrimonio y a través de discusiones con otros,
él ya ha determinado, fuera de toda duda, que el deseo más
grande de ella es vivir de acuerdo a los ideales del judaísmo.
Él está totalmente confiado en que su futuro hogar será un
baluarte de estudio, nobleza, santidad y devoción mutua.

Los discursos en la boda y en los siete días de celebración de


los Sheva Berajot añaden los toques finales a su tapiz de
esperanzas. La novia es comparada con las más grandes
mujeres de la historia judía; su carácter es "perfecto", su buen
corazón es "inigualable." Él se convertirá en un
contemporáneo R. Akiva que logró grandeza en la Torá en
virtud de la devoción de su esposa por su estudio.
El proceso de desilusión

Desafortunadamente, las fantasías son cortas. Lenta, pero


inevitablemente, la impactante verdad comienza. La esposa
que ya no se arregla y no viste un vestido diferente en cada
encuentro, de alguna manera parece menos atractiva.

La actitud de ella ha cambiado para mal. Probablemente


como resultado de verlo diariamente de cerca, su admiración
por él ha decrecido. Ella ya no acepta sus opiniones sin
crítica y constantemente alega saber más que él.

Ella ya no es, para nada, el perfecto ser humano con el que él


pensó que se estaba casando. Existen desencantos obvios.
No es tan calmada y relajada como la conoció en las citas.
Puede ser asustadiza y temblorosa; terca e ilógica.

Especialmente inquietante es la ausencia de aquella oleada


de logros y sabiduría que él esperaba materializar una vez
que las trabas de soltero fueran quitadas de encima.
Lo peor de todo, es que a veces se siente solo. No puede
compartir mucho de la vida con ella. Ella no aprecia las
palabras de Torá. No acepta sus opiniones. No entiende sus
chistes. No le gusta la misma música. Tiene diferentes gustos
en ropa y muebles.

A veces desearía ser soltero otra vez y estar en compañía de


sus viejos amigos. Estaba mejor en ése entonces. No había
cuentas que pagar, había mucho menos distracciones, no
había esposa que necesitara de constante atención, no había
decisiones que pesaran en su mente.

A medida que las fantasías se disipan, preguntas aterradoras


empiezan a insinuarse solas. ¿Es ella la correcta? ¿Si el
matrimonio ayuda a sobreponer la soledad, por qué se siente
tan solo? ¿Puede ella ser la esposa predestinada cuarenta
días antes de la concepción, si él todavía tiene problemas?

Las preguntas lo corroen. Puesto que está demasiado


avergonzado para compartir sus preguntas con alguien, éstas
lo amargan dentro de sí. Desilusión y dolor empiezan a
deslizarse a través de toda su estructura emocional.
Sospecha que su matrimonio fue un error; se siente atrapado
en el matrimonio y se pregunta si durará.

Empieza a sentir resentimiento hacia su esposa por haberle


ocultado su verdadera naturaleza antes de que se casaran. El
resentimiento engendra enojo que crece dentro de él.

Un día siente que ya no puede tolerar la incapacidad de ella


para hacerlo feliz, y su desilusión y amargura -provocadas por
un asunto trivial- salen en una explosión de rabia.
La esposa se queda asombrada y gravemente herida. El
hombre que ella ama y que pensó que la amaba, se ha vuelto
en su contra sin ninguna buena razón. Sin tardanza, su
asombro da vuelo a amargura y enojo y ella lo reta. Un círculo
vicioso de ataques y contraataques se pone en acción con
potenciales trágicos.

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