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Colombia. País Fragmentado, Sociedad Dividida - Marco Palacios y Frank Safford - 478-489
Colombia. País Fragmentado, Sociedad Dividida - Marco Palacios y Frank Safford - 478-489
Durante el primer gobierno del desmonte, las elites espantaron los miedos
sociales. Vieron con claridad que la pobreza y la miseria en los cinturones urba
nos no impulsaban a la población a levantarse o a secundar guerrillas urbanas.
El principal desorden en las ciudades se originaba en los grupos militantes de
extrema izquierda de las grandes universidades públicas. Con el tiempo tal des
orden fue una rutina que pudo controlar la Fuerza Pública, a veces con saldo
de muertos y heridos graves. De los alborotos se beneficiaron las universidades
privadas, no solo porque las clases medias las buscaron con más premura, sino
porque alegaron que, en educación superior, lo público era un desastre.
Las guerrillas eran tan débiles que, aseguran testigos autorizados, el pre
sidente López Michelsen impidió el aniquilamiento del eln, en desbandada des
pués del cerco militar en la región antioqueña de Anorí (1973) en el cual cayeron
abatidos casi todos los miembros de la flor y nata de esa guerrilla. La sorpresa
llegó en septiembre de 1977, cuando un paro cívico nacional, en aquel momento
expresión de nuevas modalidades de protesta urbana, derivó en una violencia
represiva, más improvisada que calculada, que apenas pudieron ocultar los me
dios de comunicación. En esas protestas, más que en las operaciones militares
del M-19 de la época, deben verse síntomas del descontento social, de la aliena
ción de amplios sectores del régimen político y de la incapacidad de este para
ofrecer respuestas institucionales y soluciones participativas. La serie de escán
dalos de corrupción financiera y política que siguieron en los años siguientes,
desprestigiaron a las elites ante los ojos de las clases medias.
López Michelsen planteó una reforma constitucional, pero la iniciativa
fue bloqueada en el Congreso. Los presidentes liberales Turbay y Barco, quie
nes, como López, partían de mayorías en el poder legislativo, recorrieron in
fructuosamente esa vía. El único que logró conducir exitosamente una reforma
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venían predicándose desde la crisis industrial del decenio de los años 1970 y
para la que estaba abonado el terreno. Si este cambio no complicó el proceso
constituyente, sí creó fuertes tensiones con los sindicatos del sector público, in
mediatamente después de que fuera aprobada la Constitución.
Otra diferencia con el proceso de 1957 es que el plebiscito, pactado a puerta
cerrada, instauró un sistema bipartidista excluyente. En la Constituyente, entre
los 70 miembros electos, sobresalieron jefes y voceros de las guerrillas desmo
vilizadas. Así, la Alianza Democrática-M-19 obtuvo 19 escaños, contituyéndose
en una de las tres fuerzas políticas que dominaron la Asamblea. Las otras dos
fueron el partido liberal, 25 escaños, y la facción de Alvaro Gómez Hurtado, 11
escaños, bautizada como Movimiento de Salvación Nacional. Irónicamente, Mi-
sael Pastrana, el último presidente del fn, quien encabezó un menguado Partido
Social Conservador, con solo 5 escaños, quedó marginado en la Asamblea.
Como en 1957, el proceso de 1990 fue organizado desde arriba. Los jefes
liberales de un lado, particularmente Alfonso López Michelsen, y del otro, Alva
ro Gómez Hurtado, mostraron que en Colombia las familias políticas aún siguen
mandando. Quizás habían previsto que en los años siguientes los movimientos
legales de los guerrilleros desmovilizados perderían fuerza hasta desaparecer
del mapa electoral.
Visto en una perspectiva a largo plazo, puede decirse que la Carta de 1991
enterró el pasado. No se la concibió ni presentó con referencia a tal o cual Cons
titución anterior. Sus puntos de comparación fueron, más bien, las nuevas cons
tituciones de España y Brasil, aunque su inspiración filosófica se remonta a los
constitucionalismos clásicos de fines del siglo xvm.
El documento de 1991 desarrolla la última generación de Derechos Hu
manos y el derecho ecológico; reconoce la pluralidad étnica del pueblo colom
biano; afirma principios actuales de descentralización fiscal y fortalece el poder
judicial. Plantea, aunque sigue en el aire, el tema de la reordenación territorial
del país, excepto por la jurisdicción especial que creó para las comunidades in
dígenas, y más tarde, para las negritudes. Pero no tocó el papel de las Fuerzas
Armadas en un orden democrático. Restringió las funciones del Gobierno en
relación con la moneda y, para subrayar la apertura política, condicionó, toda
vía más que la reforma constitucional de 1959, el régimen de Estado de sitio que
ahora se llama "Estado de conmoción interior".
En las circunstancias adversas de 1990, miles de colombianos deposita
ron su esperanza en la fórmula ofrecida por el Gobierno, los grandes diarios de
circulación nacional y los grandes grupos económicos, aunque la visibilidad se
dio a grupos de estudiantes universitarios que pedían el cambio constitucional.
La Constitución de 1991 aumentó las expectativas, pero sus logros, como bien
podía esperarse dadas la improvisación y debilidad del proceso constituyente,
han sido mínimos al no estar acompañados de cambios en la cultura política
y reformas económicas y sociales sustanciales. Así, se desvanece otra quime-
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