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Natalie Beleño Rojas

202020691
Entorno Construido

Ciudad: Tejido de Experiencias

Desde la existencia del ser humano, se ha observado que este con el fin de sobrevivir
al planeta Tierra y sus condiciones, debe siempre buscar un refugio para poder subsistir el día
a día. Es ahí donde la arquitectura toma protagonismo, el ser pasa de ser nómada y a ser
sedentario, y es en este momento donde se empieza a consolidar la metrópolis, la ciudad.
Según la RAE, este concepto se define como un conjunto de edificios y calles, regidos por un
ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no
agrícolas (RAE, 2021). Sin embargo, el arquitecto Aldo Rossi, en su obra “La arquitectura de
la Ciudad” afirma que la ciudad, más que ser una organización de arquitecturas, es un todo
que se construye por sí misma y permanece más allá de sus funciones y de sus estructuras. Lo
primero que percibimos de esta es su realidad física y la actividad urbana a través de las
relaciones que se producen entre sus habitantes (Arzoz, 2015). Es un concepto muy subjetivo,
por lo que este escrito busca entender lo que es la ciudad, mi ciudad.

Mapa de Valledupar

Para empezar, es necesario comprender el pasado con el objetivo de entender el


presente, el aquí y el ahora. En este caso, de mi entorno construido. El origen de la
composición, estructura y consolidación de mi ciudad, empieza desde la
generación de mis abuelos y abuelas. Esta nace aproximadamente a inicios
del Siglo XX, cuando Atenógenes Beleño Capataz y Emilia Bello
Martínez, muy jóvenes concretan su amor en El Banco, Magdalena. Tienen
5 hijos, entre ellos Atenógenes Beleño Bello, nacido el 28 de mayo en
1930, quien fue conocido por sus seres queridos como “Tico”, mi abuelo
(padre).
Por otro lado, en el departamento del Cesar, el 10 de enero de 1942 en
Valledupar nació Cecilia Antonia Pérez Sánchez, mi abuela (padre), única
mujer de los 6 hijos, frutos de la unión entre Eliceo Pérez Solano y Lilia
Rosa Sánchez Cabana. Pasaron los años, Tico se fue a estudiar arquitectura
en la Universidad de América en Bogotá, se dice que fue un cambio
drástico para él, ya que llegó de un pueblo con pequeñas casas de barro
rodeadas de cercas y mar, a una ciudad completamente más avanzada y distinta. Mientras
Cecilia, afirma que “para esa época vivía en un Valledupar, con pocos barrios como el
Cerezo, Cañaguate, y la Garita. Las casitas eran tipo coloniales (El Centro Histórico). Era
muy sana la vida, las señoras abrían las puertas de sus viviendas y compartían un café con
casi todos los vecinos. Siempre anhelaba la noche para jugar las rondas. Es por esto, que
pienso que se debe rescatar que todo era tranquilo, de vez en cuando un suceso desastroso,
que de igual manera, unía a la comunidad en un solo sentimiento de dolor. También, las
alegrías se compartían.” En cambio, para ese tiempo, la ciudad de Tico era distinta, estaba el
auge del Bogotazo, donde la capital poco a poco se estaba fragmentando y la violencia estaba
tomando lugar, estuvo hasta preso accidentalmente. La ciudad se estaba convirtiendo en algo
en qué temer. No obstante, Atenógenes terminó su carrera
universitaria y decidió tomar rumbo para ejercer en Caracas,
Venezuela. Antes de irse del país, fue a Valledupar a despedirse de su
hermana Ruth, pero su viaje se pospuso cuando conoció a Cecilia, el
amor de su vida.

El otro indicio de mi ciudad, se origina por el norte de Colombia, en


el departamento de la Guajira, cuando Pedro Pablo Rojas Villero y Juana
Isabel Fuentes Celedón, después de mucho tiempo en la búsqueda de tener
hijos, el 18 de marzo de 1945 milagrosamente nació su único hijo, José
María Rojas Fuentes, mi abuelo (madre), en Urumita.

7 años después, exactamente en 1952, en Villanueva, La Guajira, Pureza del Carmen Díaz
Daza y Emiliano Zuleta, Baquero al estar muy jóvenes decidieron
concretar su amor y dieron como resultado a 7 hijos, entre los cuales el 9
de abril dieron a luz a Carmen Emilia Zuleta Díaz, mi abuela (madre).
Vivió la mayoría de su niñez y juventud en este pueblo, a pesar de haber
nacido en la época del bipartidismo, ella afirma que por los escasos
medios de comunicación que existían para estos tiempos, era muy poco el alcance de lo que
se sabía de los sucesos en la capital. Afirma que su ciudad, “era un lugar de encuentro, donde
todos se conocían. No había pavimento, no había edificios, ni almacenes y pocos carros.
Todos eran familia. No existía la inseguridad, no se hablaba de robo, de asesinatos, de
guerrilla, ni de nada. Era un pueblo de todos. Un mundo totalmente distinto al de hoy.” Así
mismo, era el entorno construido de José María, quien años más
tarde (1971) caminando por la calle principal de Urumita vio a
Carmen Emilia, sentada en una terraza festejando el día del padre
con su hermano Fabio, quien residía en aquel entonces en el
pueblo. Según Carmen, fue amor a primera vista. Se casaron un
año después de conocerse.

Por otra parte, Cecilia y Atenógenes consolidaron su amor desde el día que se
conocieron. Es por esto que un 24 de julio de 1962 en Valledupar, nació
Santander Beleño Pérez, fruto de este amor, y el cual es mi padre. Dice que
no tuvo una niñez ni juventud llena de lujos ni nada por estilo, sin embargo,
fue la mejor época de su vida porque Valledupar era muy tranquila, no estaba
tan arborizada y las casas se empezaban a construir de barro y cemento, pero
la gente tenía sentido de pertenencia, cada quien barría el frente de la casa y
era muy limpia. No habían muchos parques, el Río Guatapurí siempre fue su parque de
diversiones, pero hoy es todo lo contrario.
11 años después, en el pueblo guajiro Urumita, Carmen y José María
después de un año de casados, en 1973, decidieron agrandar su familia, es
así como llegó un 6 de julio Katia Milena Rojas, mi madre. Su niñez y
juventud fueron en “un pueblo tranquilo y seguro, todos se conocían, sin
embargo, se volvió peligroso cuando empezaron los grupos guerrilleros y el
narcotráfico. No sabía si iba a despertar al día siguiente porque los grupos
armados se metían en las noches al pueblo.” Esto fue aproximadamente para los años 80,
donde empezaron las guerrillas, los paramilitares y el narcotráfico. Para los
años 90, Katia era gerente administrativa del hospital de Urumita y
Santander ya tenía varios años de experiencia como arquitecto de la
Universidad Autónoma del Caribe, es por esto que un día fue llamado para
remodelar el hospital. Fue ahí cuando se conoció con Katia. Año tras año
conquistándola, decidieron casarse en el año 2001. Se mudaron juntos a
Valledupar. Un año después, el 26 de octubre del 2002, tras tanto buscar agrandar la familia,
nací yo (Natalie Beleño Rojas). Sin embargo, mi ciudad es el resultado
de un rastro de huellas o recorrido de todas las experiencias, vivencias
y memoria de mi generaciones pasadas. En este lugar que habito tanto
en Valledupar como Bogotá, la ciudad ya no es de nadie como lo era
para mis abuelos y mis padres, la inseguridad abunda y vive mejor
quien más “vivo” sea; el sentido de pertenencia que tanto hablaba mi
papá se fue desvaneciendo. Existe un entorno construido con
abundantes capas de concreto y sin sentido, logrando así una escasez de experiencias y
sensaciones. Lugares sin identidad. Además, la ciudad se ha ido fragmentando, por ejemplo
en Valledupar solo me muevo en el norte de la ciudad, lo mismo en Bogotá, solo transito de la
calle 45 hasta la 118 máximo. La única forma de salir de esa burbuja es ir a la universidad.
No obstante, esto puede cambiar…si ya conocemos nuestro pasado ya no estamos
condenados a repetirlo.

Es por esto, la ciudad del futuro debe ser una ciudad respetuosa del medio natural, sin
barreras arquitectónicas para los peatones, con abundantes espacios sociales urbanos llenos
de frondosos y coloridos árboles, respetuosa de sus cerros tutelares, de sus ríos y cañadas;
donde los edificios respeten los paramentos y sean amigables, una estructura vial donde el
transporte público intermodal prime ante el particular, con ciclorrutas por doquier protegidas
por estructuras verdes, sin segregación social. Una ciudad vital para disfrutar a plenitud, un
entorno construido para la gente, que brinde lugares llenos de atmósferas que están pensados
para respetar el tejido y contexto urbano preexistentes. Una ciudad de todos.

Nota al lector: Mis dos abuelos fallecieron, por lo que no tuve la oportunidad de preguntarles personalmente
como fue verdaderamente su ciudad. Lo escrito fue contado por sus esposas, es decir lo que sabían mis abuelas.
"(...) Ya no hay que vivir el mundo como un
recorrido que hay que volver a hacer sin parar,
como una carrera sin fin, como un desafío que
siempre hay que aceptar, ni como la ilusión de
una conquista, sino como recuperación de un
sentido, percepción de una escritura terrestre, de
una geografía de la que habíamos olvidado que
somos autores."

Georges Perec

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