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SERIAL

De

Edgar Chías

1 S E R I A L
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2 S E R I A L
Únicas adv ert encia s:

Éste texto está lleno de pausas orgánicas, no necesariamente indicadas.

Reproduce un habla enferma, alterada y atrofiada que corresponde a su locutor.

Éste locutor existe.

Se trata, explícitamente, de la intervención de un cuerpo sobre otro, de la violencia que

supone tal intervención. Queda a juicio y gusto de los lectores e intérpretes decidir el

modo en que ésta sucede.

Todo sucede en un espacio aislado, umbroso y reducido.

El hombre está sujeto, impedido, pero interactúa. Imagíneselo fijo sobre una silla.

La mujer maniobra, manipula.

Evitar las obviedades.

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Ay, por fin. Estaba extrañándote. Hola. Hace frío. ¿Descansaste? Es

importante descansar. Sería bueno que hayas descansado porque vamos a

continuar. Hoy quiero terminar con todo. Supongo que tú también, ¿no es

cierto?

Sigue lloviendo. Las gotitas y charcos que ves en el piso, sí, están ahí porque

tuve que salir. Necesitaba unas cosas. ¿Hueles? Mm. Es para ti. Tendrás

hambre. Yo sí. Cosas como estas abren el apetito. Qué palabra extraña, ¿no

crees? Apetito. Mi amiga la gorda la utilizaba mucho. Ja. Utilizar.

Las palabras, leñe. Pájaros malditos, babosas bolsas vacías. Sh.

Las palabras. Es para dar risa. A mí francamente me da un poco de

vergüenza, pero si no me pasara esto a mí, me daría risa. Es que suenan

raro. ¿No las escuchas? Pero lo hago porque me gusta. Cada quién hace lo

que hace porque le gusta. Imagino que lo hace porque le gusta. Si no qué

tristeza. ¿Te imaginas la tristeza?

No. Ya te estás confundiendo otra vez. No me mires así. Pon atención porque

nos confundes. Dije que si imaginas la tristeza, pero no la tristeza en general.

Personalmente esas ideas tan abstractas me parecen idiotas. No te pregunté

si te estabas imaginando un color o una forma para la tristeza, no seas

imbécil. ¿De qué te ríes? ¿No eres tú? No, creo que no. Perdón.

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Bueno. La forma de la tristeza, sí. ¿Me estabas diciendo? Ah, no. Yo te decía.

Ja. Me distraigo, leñe. Son estas lluvias.

Pero no, ya me acordé. No es que la forma de la tristeza sea plana, ni que lo

plano sea una forma, ¿me entiendes? No es igual. Ni te preguntaba por eso.

Aunque sí, yo estoy de acuerdo en que si tuviera forma, la tristeza sería plana

y su color sería el naranja. ¿Por qué? Porque es un color estúpido. Es un

color estúpido. Todo el mundo sabe de eso. ¿Tú lo sabías?

Se quema. Uy. Se quema. Ya. Hay que tener cuidado con esto. Ya. Es tuya.

Es para ti.

Sí, no es eso. Era lo de… lo de… ah, ya me acordé. No imaginar la tristeza,

es imaginar lo triste de hacer las cosas sin quererlo. Como tú. Ja. Por eso es

dos veces más difícil que te imagines la tristeza. Tú no te la imaginas. Tú la

sientes. Sí. Se me olvidaba. Pero me gusta. Es que me gusta. Me gusta verte

así. Tan… triste. Pero yo estoy contenta. A ti también te gusta verme.

Contenta. Me lo dijiste, ¿te acuerdas? ¿Te acuerdas?

Querías tocarme, leñe. Eso querías. Querías tocarme.

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Pero la gente hace lo que quiere, lo que necesita. Hace lo necesario. Y a

veces lo que le gusta. Como mi amiga la gorda. Ya casi está, ¿eh? Esto es

para ti, es tuya…

Sí, mi amiga la gorda hace sus cochinadas. Sus cochinadas de gorda. Y las

hace porque le gusta. Pero nunca le salen. Dime, ¿qué piensas de los

negros? ¿Te gustan los negros? Yo no me lo puedo imaginar. A mí no. Come.

Pues sí. A ella le gustan los negros. Nada más que le digo que se equivocó,

que está pendeja. Come. Aquí no hay o escasean mucho los negros. Nada

más en el puerto. Ella anda buscando. Yo también pero otra cosa.

Co-me.

Tengo un maestro. Cómetela. Cuidado, pendejo. Está caliente.

Un maestro negro que viene de Persia, o de Chad, no lo sé, pero es un negro

y habla francés. ¿Te imaginas?

Si no te la vas a comer, mejor dime. No preparé todo esto para que me hagas

desprecios. Me voy a enojar. ¿Me quieres ver enojar? ¿Quieres verme enojar

otra vez? Te va a doler. Te lo estoy advirtiendo. Te va a doler y estoy

cansada. No quiero empezar otra vez. Come.

Bueno. Esperamos que se enfríe un poquito. Mi maestro que es negro.

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¿Te imaginas? Negro, con hábitos de árabe y de los que hablan francés. Se

lo voy a presentar a mi amiga la gorda. Mi amiga la gorda no es gorda. Era

gorda. Pero así le decía en ese tiempo y todavía se lo digo. Gorda. La gorda

lo sabe. Sabe que no es gorda, pero le gusta que se lo diga. Yo nada más.

Siente cariño. Yo le hable del maestro. Quiere conocerlo. Creo que se

imagina la cosa del negro. Ya sabes. Dicen que son grandes. Más grandes

que las de otros. Ella me enseña sus fotos. Con negros. Pero no de ella, ella

no sale, las baja. Por eso se lo voy a presentar. Es una cochina traganegros.

Ja. Leñe, cochina traga negros. Ella debe decir lo mismo de mí, pero no

traganegros. Los negros no. De los otros.

La gorda vive sola y quiere conocer a alguien. Creo que para recuperar el

tiempo perdido. Por eso ella piensa en el negro. En la cosa del negro. Y en el

negro. Yo pienso en la gorda. ¿Te imaginas? La gorda piensa también en mi

marido. Mi marido no piensa en ninguna…de las dos. Mi marido no es mi

marido. Vive conmigo, peor no es mi marido. Tú te pareces a mi marido.

Supongo que por eso estoy aquí. Soy una cerda.

Come.

Me gustan tus zapatos. No están deformes. Tú no lo sabes, pero las cosas

dicen mucho de la persona. Mucho. Mi marido, él, tampoco deforma los

zapatos. Fue en lo primero que me fijé. Estoy hablando de él y la cosa se te

está enfriando. La preparé con cariño. Es para ti. Es tuya.

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Es tuya. Come.

Mi marido, él, camina bien plantado. No es gordo, pero subió de peso. No es

flaco, pero ya no es macizo. Antes no hacía nada. Ahora tampoco. Ahora

tampoco, pero le pagan por eso, por no hacer nada. Se cree inteligente y

convenció a unos tarados. Terminaron por creérselo. No sabe nada. Hace

que sabe, parece que sabe, pero no sabe nada. Es editor de esa revista para

idiotas. Una revista de especialistas. De tarados mirones. Sacan fotos. Nadie

la conoce. La revista.

De solipsistas, dice. Nadie la compra, pero le pagan. Le pagan y lo que más

se compra son zapatos. ¿Significan algo para ti, los zapatos? Te estoy

preguntando, pendejo, te pregunté. Yo te pregunté algo, te pregunté…

A mí me gustan sus zapatos. No los deforma. No está gordo. No está guapo,

pero lo era. Camina recto y bien plantado. Se parece a ti, por eso estoy aquí.

Leñe, por eso.

Por eso estás aquí. ¿Quieres saberlo? Por eso.

Él seguramente está con ella. La apestosa. ¿No te hablé de la apestosa? La

mofeta. La maldita mofeta. Es estúpido. Muy estúpido. Ja. Por eso estoy

estudiando boxeo, ¿sabes? Por la mofeta. Acabo de verla y eso me hace mal.

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Estaban juntos. No se hablaron. Era para despistar, pero bien que me di

cuenta. No querían pero me di cuenta. No soy tan tonta.

Siento miedo. Tiemblo de rabia y de miedo. Pierdo los sueños. Siento que se

me va. Que él se me va, de nuevo, con la mofeta. Para romperle los dientes.

Para romperle los dientes, para rasgarle los labios y aplastarle, deshacerle

sus lindos ojitos de puta con las manos. Para romper con los huesos los

huesos de su cara. Hasta el final… Machacar, machacar y machacar. Con

las manos. Es muy fuerte la sensación. El deseo. ¿Nunca has sentido eso? A

mí no me gusta el box, pero creo que es necesario. Eso es triste.

Se está enfriando.

Pues es como una herida. Como si te hablara y te dijera, en silencio, dentro

de ti, de un modo extraño, para que lo escuches sólo tú, que hay que acabar,

que hay que destruir a los enemigos. Y entonces lo haces. Lo haces porque

lo necesitas, pero una vez que lo haces te gusta. También te gusta. A mí me

gustó. Yo no tengo enemigos. Ya no.

Esto es muy diferente. No es lo mismo. Tú no eres la mofeta. Mofetas sólo

hay una. Y tú no te le pareces. No es personal. Es el placer, ¿sabes? No

entiendas mal. Nunca me escuchas. En eso sí te pareces. Te pareces a él.

Nunca me escuchas. Te estoy hablando…

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Te-estoy-hablando, testoy-hablando, testoy-hablando, testoy-hablando…

Pendejo.

Te lo advertí. No me mires así porque yo fui muy clara y todo te lo advertí.

Desde el principio. Todavía te puedo lastimar. ¿Eso quieres? Siempre es

posible un poquito más.

Siempre es más fácil entender con un cuento. ¿Quieres que te lo cuente?

¿No vas a comértela?

Normalmente yo debería comerla. Siempre la como. Soy una cerda. Pero

esta estaba blanca. Como pastosa. Por eso la freí. Cruda me gusta, pero

luego ya frita pensé que te haría bien. A mí no me gusta frita. De todos modos

es tuya. ¿No la quieres? La eché a perder porque pensé que tú la querías.

¿No la querías? ¿Ya no la querías? Por eso te la quité. Yo sí la quería. La

quiero. Pero así ya no. Luego agarro otra cosa. Deja que se me ocurra qué.

Ahorita me das otra cosa, ¿no?

¿Te hablé de la mofeta? Esa sí está gorda. De las nalgas, está gorda. Y de

las piernas. Maldito. Me acuerdo y me dan ganas de morder, de romper y de

matar. A él le sigue gustando. Dice que no, pero le sigue gustando. Le gusta.

Le gusta mucho. Piensa en ella. Dice que no, pero cuando se mete en la

cama y me da la espalda, cuando cierra los ojos y se duerme sin tocarme,

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cuando sueña, la sueña. A ella. Es en sus formas que busca desahogo. Lo

sé. Lo sé porque lo haría. Yo también lo haría. Pensaría en la mofeta. En sus

redondas curvas de puta. Debe ser muy puta. Muy, muy puta.

La lengua, ¿no la quieres? A mí sí me gusta la lengua. Sobre todo cruda. La

tuya era linda…

Una vez yo vi sus fotos. Las vi. Maldita sea, la vi, la vi, la vi, la vi… Seguro era

esa calle del tren. ¿Sí sabes? Del tren eléctrico. Al sur, muy al sur. Eso

pienso porque esa zona está llena de hoteles. ¿Me hubieras llevado allá? Me

hubieras llevado. ¿Tenías ganas? No lo dudo.

Mírala. Está muerta. Es tuya. Es la tuya. ¿La quieres? Abre la boca. Toma.

Pues sí. Vi las fotos. Era esa zona, no lo dudo. No lo dudo porque ella vive

por allá. La maldita mofeta. En ellas, estaba ella. Las fotos. Pelada. Quise

decir desnuda, rendida, abierta. Penetrada por su carne. La de él. Él no se

veía. Estoy segura de que era él. ¿Si no cómo es que las tenía? Yo conozco

esas piernas. Flacas, peludas. Y su barriga. Yo conozco su barriga. De la

mofeta también, ahí la conocí. Estaban los dos. Desnudos. Él tomaba las

fotos. Eso parece porque su cara no aparece, ni la mitad de su cuerpo.

Trágala. Traga. Trágatela.

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¿Los dientes? ¿Te hacen falta? Me lo imagino. Imagino que hacen falta y que

eso debe doler. ¿Duele? Sí, duele. Pero no llores. No te ayuda. Me puedes

hacer enojar.

Cuando vi sus fotos entendí las cosas claramente. Cuando vi esas fotos

empezó todo para mí. Todo esto, quiero decir. Comencé por aceptar las

cosas. La mofeta formaba parte de nuestras vidas. Como mi amiga la gorda.

De la vida de él y la mía. No, no es mi marido, no inventes cosas. ¿Eso dije?

No, eso dijiste tú. Eso pensaste y eso deseabas tú, que fuera mi marido. Te

excitaba imaginarlo, ¿no es cierto? Rondándome en la noche después de

haber estado contigo, maldito cerdo. Cochino. Pero yo no soy igual.

Ah. Me dolió. Tienes los huesos muy duros. Ay, maldita sea. Pero no importa,

por eso estoy aprendiendo box. ¿Te dije ya que estoy aprendiendo boxeo? Si

quieres lo hago con el palo… ¿Está mejor?

Pues sí. En esas fotos estaba ella, chupándosela. Parecía chupar muy bien.

Seguramente lo hace. La tragaba toda. Toda dentro de su boca. Así. ¿Tú

crees que lo hace bien? Sí. Sus labios son muy gruesos, su boca grande,

debe ser profunda también. ¿Morderá cuando lo hace, cuando chupa? Yo

creo que sí. Ojalá que lo haga. En esas fotos se dan muchas pistas. Y lo que

sí queda muy claro es que es muy caliente, es una perra, una perra caliente.

La perra que no soy, que no fui. La perra que me gustaría…

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Cállate.

También estaba de espaldas, ¿la imaginas? Enseñando las enormes nalgas

muy abiertas y esa raja oscura y húmeda. Olorosa. Parecía húmeda. Muy

húmeda. Imagino que húmeda porque si aumentas el píxel, sobre el tallo del

pene alcanzas a ver el brillo del flujo, la baba espesa que como un anillo muy

fino le abrazaba, le rodeaba el pene. El pene de él. No es tan grade. Se veía

pequeño dentro de la mofeta. La mofeta no es grande, pero debe ser muy

profunda, muy amplia. Mucho. Todavía me estremezco. Todavía. Y no lo

puedo evitar porque, es muy claro. Todavía es muy claro y muy fuerte. Mira

que ya pasó cierto tiempo. No me dio coraje. No sentí rabia, ni celos, ni ganas

de llorar. Imagino que en esos momentos uno debe querer y poder vomitar.

Vaciarse, pero no. No pude. No quise. Las revisé todas. Una tras otra. Al

detalle. No me molestaban. Lo que me molestó… ¿Quieres saber lo que fue?

Lo que me molestó fue que me gustó verlas. ¿Te lo imaginas? Me estaba

excitando. Me excité. Como ahora.

Estúpido. Estúpido. Estúpido. No me veas. No-me-veas. Que no me veas.

Pendejo. Nos duele a los dos. Esto nos duele a los dos. Que conste.

¿Prefieres que use el palo? ¿Quieres el palo? ¿O el alambre? Tranquilo.

Me excita. Me excitó. Pienso en esas fotos y lo primero que me viene es el

olor. Esa mujer tiene un olor muy fuerte. Rabioso. Un olor de perra. Por eso

no puede mentirme. Cada vez que está con ella lo sé por el olor. ¿Ahora es

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claro lo de mofeta? Maldita mofeta. Apesta. Lo peor de todo es que a mí

también me gusta. Ese olor. Me turba. Me hace mal. No la soporto. No la

soporto, no la soporto, pero me gusta. ¿Tú entiendes eso? Pero no la odio.

No. Odiarla no. Tampoco a él.

Dame tu mano. Dame la mano, te dije. Cuidado. Cuidado, no pasa nada.

Estate quieto, animal. No te voy a arrancar nada. Nada más dame tu mano.

No grites. Con estas no duele tanto y se siente bien... Lo necesito. Me

reconforta, me hace bien. No te muevas… Ah.

¿Viste? La sangre es culpa tuya. Si no te hubieras movido. Si no te hubieras

movido todo sería diferente. No tienes idea de cómo las cosas hablan de las

personas. A mí me gusta la limpieza. Todo con su ritmo. En orden. Despacio.

Otra vez. No te muevas. ¿Dónde quedaron mis pinzas? ¿No las viste?

¿Dónde cayeron…? Las tomaste tú. ¿Y qué pretendes hacer? En el caso de

que pudieras. Pero no. No puedes. No puedes. Tú eres para mí. Eso querías,

¿no? Eso querías. Y ahora paga. Hay consecuencias siempre. Las cosas que

uno desea siempre se pagan. ¿Dónde están mis pinzas? Aquí. Espérame. No

las tenías tú. Abre la boca. Abre la boca, dije…

No te muevas. No te-muevas. Así. ¡Leñe! Es muy largo. Se rompió, pero es

muy largo. Es muy largo. ¿Viste? ¿Lo guardo, te lo comes? ¿Te lo comes, lo

guardo?

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Te lo comes.

Yo quiero que me pase igual con mi amiga la gorda. Pero no. No me pasa. Si

me pasara con la gorda no necesitaría a la mofeta, ni a él. Tal vez tampoco

de ti. No hubiera necesitado de los otros. Con mi amiga la gorda no pasa

porque él no la mira como imagino que mira a la mofeta. La gorda sí mira a mi

marido. Mi marido no es negro, pero le gusta a la gorda. La gorda lo sueña, lo

piensa, lo desea y se moja y se toca cada que está a solas y piensa en mi

marido. No, no es mi marido. Pero eso quisiera. La gorda eso quisiera,

porque la excitaría más.

Mira, ¿ves acá? Esto fue del 28. Hace un mes. Sí. Soy ansiosa, lo sé... ¿Y

qué crees? Hoy también es 28. Hoy es 28.

Pero no es manía. Eso es un poco mentira. Un poco verdad, pero es un poco

más una mentira. No hay demencia que valga. Las cosas que uno hace, las

hace uno porque le gustan, ¿te acuerdas? ¿Qué me querías hacer tú? ¿Qué

querías? Mira esto. Préstame tus manos.

Ah. No grites. Tranquilo. Tranquilo. Sí.

Agárrala. ¿Es blanda? Me gusta. Tócale. ¿Puedes olerla? Esto me gusta. Me

gusta mucho. ¿Quieres más? ¿Te gustaría comértela? Mm. Comértela. ¿A

qué sabe? ¿Me limpiarías con la lengua? Límpiame. ¿Me limpiarías? Sí, sí

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que lo harías si pudieras. Pero a mí no me gusta. No me gusta. Me da

cosquillas. Se me pondría rojo. El ano es un pequeño ojo delicado,

¿entiendes? Está ciego, pero es un ojo. ¿Entiendes? No. Pero no importa.

¿Me hubieras tomado unas fotos? Sí. ¿Como las de la mofeta? Mm. Sí.

Como las de la mofeta. ¿Me habrías abierto las nalgas? ¿Me habrías

golpeado, partido? ¿Roto? ¿Te la habrías tragado igual? Yo te lo hubiera

pedido.

Contesta. Ay, me aburres. Maldito.

¿Sabes dónde encontré sus fotos? En su computadora. Estaba encendida.

Era de noche. Él trabajaba de noche y yo me quedaba a esperarlo. Como en

la historia. ¿Ya te conté ese cuento? No. Ahorita. Yo lo esperaba en las

noches, con los ojos abiertos, pensando en que volviera, en que me hubiera

dejado tranquila que volviera. Aunque al otro día lo encontrara sucio y medio

vestido a mi lado, era como si no existiera. Dejó de existir. Estaba pero no

estaba. Lo veía pero ya no lo veía. Se volvió un recuerdo. La idea de

esperarlo y de que volviera me gustó. Quería que volviera y no volvió. Se

metió muy adentro. La idea de que volviera. Como en la historia. Las fotos

eran recientes. No mucho, digamos lo suficiente. Y me volvió el olor. El olor

de esa maldita mofeta.

¿Duele?

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La historia es muy buena. Es vieja, pero es muy buena. Es todo un clásico.

Te duele.

Lo estoy practicando y cada vez me sale mejor. De verdad. La última vez fue

mejor. Ahora no tanto. ¿Te duele? No mucho.

¿Ya te conté la historia? No. No te la he contado. Eso es para el final. Se está

haciendo tarde. ¿Quieres que te platique mi historia? Yo ya me tengo que ir.

Casi. Y de todos modos vamos a terminar. Vamos a terminar, chiquito. Es

que después ya no puedo. Voy a tener una cita. Sí. Otra. Otra cita… en un

mes. ¿Te la cuento?

Es muy simple. No me la sé muy bien, pero eso lo explica todo. Si él estuviera

aquí te la contaría con detalles. Le sale muy bien. Él me contó esta historia.

Parece que la leyó en algún lado. Quiso que yo entendiera no sé qué. Pero es

buena. Es la única que conoce. Todo lo demás se llama mentira. En su caso.

Y no son buenas. Sus mentiras no son buenas. Yo se las creo, porque lo

quiero mucho, y si no lo hiciera se pondría muy triste. Lo quiero de verdad.

Mucho.

Yo soy la que está triste porque ya me tengo que ir. Es que va a llegar a la

casa. Él. No debe tardar. Y seguramente viene de estar con ella. La mofeta. Y

es ese olor. Tú sabes. Me voy a tener que apurar.

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En fin. Pon atención.

Cierra los ojos. No respires. Aguanta. Ya, listo. ¿Me escuchas? ¿Me

escuchas? Te la quito, pues. Necesitamos una bolsa más grande. Estás

cabezón.

Bueno, ahí tienes que… Hay una mujer que espera. Pues no hay otra, vamos

a tener que usar esta. No grites. La mujer espera en un pueblo junto al mar,

sola, solita, porque su hombre se fue a la guerra a matar. Tranquilo. ¿No

quieres que use anestesia verdad? Tardaste tres días en despertar…

Ah. ¿Quema? Se siente bien, muy bien…

La mujer se queda esperando al hombre y éste tarda diez años en volver.

Diez años. Mientras se hace vieja y se vuelve loca. Loca de verdad. Le

comienzan a gustar las mujeres que podrían gustarle a su hombre. Maltrata a

las criadas, las toca. Se vuelve un marimacho y se hace amante de un

muchachito maricón. Uno que parece niña.

¿Me sigues? Respira…

Como no se sentía contenta, y como no dejaba de pensar en su hombre, la

estúpida llegó a pensar que hombre sólo uno hay en la vida. Se lo creyó de

verdad. Después de diez años creía que aún lo quería. Te digo que se volvió

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loca. La estúpida. Ya estaba sola. Después lo hizo todo para seguir siendo

sola. ¿Tú qué piensas? ¿Tendrá razón? Yo creo que no. Tú no eres el

primero… Y te aseguro que el último tampoco. Te lo aseguro. Él no cuenta,

desde luego. Él no es primero, ni segundo. Él es el único. Es diferente. Ella

no entiende. No lo entendió. Era muy tonta. Pero ya nos adelantamos.

Escucha. Tranquilo…

¿Qué pasa? Vamos, pues se aburre. Se cansa de esperar y de acostarse con

jotos. Le envía entonces al hombre unas cartas en las que se inculpa, leñe,

inculparse, qué palabra. Se inculpa y describe y exagera un poco su adulterio.

Adulterio. Adulterio, leñe, qué palabra. Para hacerlo volver. Eso creía. Sin

conseguirlo. Esto le dolió a la imbécil. Lo más que se atrevió a hacer en

protesta fue maltratar a su placebo. ¿O mancebo? Como se diga. Egisto, se

llamaba. Ja. Llamarse Egisto. ¿Te imaginas? Suena como de Arabia. Como

del norte.

Quieto. Ya vamos. Ya vamos a acabar. Quieto. Levanta la cabeza. Levanta la

cabeza… Así. No te muevas.

Finalmente el hombre vuelve, pero no vuelve solo. Trae consigo a una puta

medio bruja con la que se acuesta. Sí. Un poco como la mofeta. Como le

gustaría ser a la gorda, vamos. La gorda también conoce la historia. Por eso

se puso a hacer box conmigo. Los puños, ya sabes, romper. La gorda. Ella

piensa eso de un sólo hombre en la vida. Quiere sentirse importante. Bueno.

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Vuelve el hombre y no le hace caso a su estúpida mujer. No la mira. Pues es

que viene con la mofeta. Entonces ella decide matarlo.

Decide matarlo.

Matarlo y matar con él a todos los hombres del mundo. Pues como él era el

único. Matarlo. Y lo mata. De todos modos se queda loca. Pero ya estaba.

Y… Tan-tán.

¿Qué te parece? Matar a todos los hombres del mundo. No se puede. Pues

claro que es una idea estúpida. Como la de la forma plana de la tristeza,

como el color naranja en el rostro ajado de la tristeza. No creas que no te

escucho. Me he fijado muy bien. Yo, no como tú conmigo, pongo cuidado y

atención a cada gesto, a todo lo que dices. Me acuerdo de todo lo que dijiste.

No. No. Yo no estoy emulando. Emulando. Qué palabra. Emulando, leñe. No.

Lo mío es diversión. ¿Has visto lo que hacen las arañas con las moscas?

Cosa de paciencia. Es para comer, sí, pero… Ese es el placer. Sobre todo el

placer. Uno hace las cosas que hace porque le gustan, porque las quiere

hacer. No hay de otra.

No. Yo no podría explicarte, ni me interesa. No. Sh. Silencio. Sh.

Cállate. Cállate. Cállate.

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Espérate, pendejo.

¿Quieres que use la bolsa otra vez? Sh.

¿Sí? ¿Bueno? Nada. Con nadie. No. Trabajando. ¿Ya estás en la casa? Sí.

Sí, sí. Voy para allá. Ya sabes que… No te pongas así. Hoy es jueves. Es 28.

Pero… pero ya sabes que… Ay, sí. Sí. Pues ya. Está bien, no me tardo. Ya

voy. Cuarenta minutos. No, no hace falta. Cuarenta minutos. No estoy cerca,

por eso te estoy diciendo que cuarenta minutos. Sí. Ándale. Nos vemos. Sí,

adiós, chao. Bye.

¿Lo ves? Ya es tarde. Muy tarde y no hemos terminado. Ay, me fastidia tener

que hacer las cosas de esta manera. Me fastidia, me revienta, me encabrona

muchísimo. Lo importante es siempre el gusto, el placer. El cuidado. Esa es la

razón para hacer estas cosas. Otra muy buena es hacerlas bien, la limpieza,

el cuidado. Me caga la prisa. Eso hace siempre la diferencia. La diferencia. El

detalle, la perfección. Ojo. Eso es muy importante. ¿Con qué impresión vas a

quedarte, después de todo? Vas a pensar que soy una malhecha. Y no es

verdad. Eso no es verdad.

Estoy muy molesta, leñe. Es que me enoja mucho. Las cosas no se hacen

así, nada más por terminar y punto. Así no tiene caso. Es… vulgar. Es

frustrante y muy triste. Y vulgar. Voy a apretar. No llores. Aguanta. Esto sí

que es triste y muy malo, tonto y vulgar. Hacer las cosas por hacerlas. Casi

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como la mujer de la historia. No te pongas tenso. Quiero ver una erección.

Concéntrate. Muy triste sí. Acabó con el marido porque no le quedaba de

otra, ya lo había planeado y no se quería desdecir. Casi para que la historia

pudiera contarse con un final más o menos aceptable. Idioteces. Resiste.

Resiste, imbécil, resiste…

Bueno, ya. Ahora respira. Respira. Muy bien. Escupe. También escupe, o

tose. Tose.

¿Qué vamos a hacer, corazón? Dime. ¿Qué hacemos, leñe? ¿Mañana? No,

no puedo venir mañana… ¿Qué hacemos? Voy a apretar. Resiste…

La cosa es no lanzarse hasta el final, precipitadamente. Aguanta. Un poco

más… Si todavía tuviéramos un poco más de tiempo para los dos. Pero tú ya

lo viste, nene. Me necesita. Me está buscando. Estuvo con la mofeta y yo

quiero saber. Y yo necesito volver para saberlo. Viene de con ella. Tendrá

ese olor, de puta. De puta muy puta. No vayas a creer que la historia que te

cuento es… una forma de explicación. Me ofenderías muchísimo. Aguanta…

Ya. Despierta. Despierta. Au. Me diste con un diente, pendejo. Eso me

lastimó. Despierta. Ahora despiertas…

Maldito…

22 S E R I A L
Te estoy hablando, leñe. Te estoy hablando. Mírame. Abre los ojos. Abre los

ojos…

Bueno. Está bien. Ni modo… Así tenía que ser.

Ni modo.

Ni modo.

Se está haciendo tarde.

Es tarde.

Muy tarde.

***

23 S E R I A L

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