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Algo más que preguntas y respuestas.

La entrevista

“Las entrevistas son como el amor: se necesitan por lo menos dos personas para hacerlas”
Gabriel García Márquez

Afirma el periodista Oscar Raúl Cardoso en el prólogo de un libro de entrevistas que las fuentes de información
“nos cuentan lo que nos cuentan sabiendo que al hacerlo destruyen toda posibilidad de silencio en nosotros y lo
hacen cruzando íntimamente los dedos para que lo que vayamos luego a transcribir se parezca lo más posible
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a su visión de la realidad, no necesariamente a la realidad” .
La entrevista es uno de los formatos periodísticos más ricos y fundamentales dentro del periodismo. Su
importancia radica en las diferentes funcionalidades que un profesional puede otorgarle, tanto como un método
de recolección de datos, como para la elaboración de otras producciones textuales, como la noticia breve, la
crónica o un texto interpretativo.
Amalia Dellamea, en Discurso informativo, amplía estos conceptos y aclara que “la diferencia entre ambas es
sólo la finalidad pretendida.
“Una se convertirá en un texto que presenta la información recabada en una forma muy similar a la que fue
obtenida: es decir diálogos relativamente extensos, reproducidos por medio de citas directas, indirectas o en
estilo libre. La otra acepción remite a la idea de entrevista como contacto con las fuentes de información”.

Esta segunda vertiente, desde la cual se puede clasificar en una primera instancia a la entrevista, sirve como
técnica para que el periodista logre recolectar la información necesaria para redactar la noticia. La información
obtenida puede utilizarse de diferentes maneras:
- exponer declaraciones a través de citas directas o indirectas de los personajes involucrados;
- aportar datos que se desprendan de las palabras de los entrevistados;
- o en última instancia, utilizar la información que brindó el entrevistado para ampliar el abanico de
posibilidades en lo referente a recolección de datos (en este caso no se utilizan de manera explícita en la
redacción).

Se dice que la entrevista es el reino de la pregunta. También, una nota que trae la vibración de un personaje, su
respiración, sus puntos de vista y su naturaleza.
Es un medio que nos permite (gracias a nuestra habilidad), obtener del entrevistado toda la información que
buscamos, lo voluntario e involuntario

Pero antes de comenzar un análisis estrictamente periodístico sobre la entrevista, es interesante detenerse un
momento en el rol específico que cumple este formato dentro de los medios de comunicación.

1
Cardoso Oscar Raúl en ¿Alguna otra pregunta?, Pedelaborde P, Nicolini, D. FPyCS. 2000.

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Según señala José Brunner “la entrevista nos pone en contacto con otros significativos. Nos permite participar
de sus conversaciones. Podemos establecer así una primera hipótesis sobre el papel que juegan las
entrevistas. Diremos que ellas alimentan la conversación social que continuamente tienen lugar en la sociedad,
masificando el rol de unos interlocutores significativos”.
La búsqueda de ‘personajes autorizados’ para opinar sobre problemáticas específicas se hace imprescindible a
la hora de abordar determinados temas. De esta manera surge una necesidad de relacionar a los lectores con
los protagonistas de la noticia o con especialistas, que van a participar de un diálogo social que finalmente va a
colaborar en reforzar o modificar determinadas pautas puestas en juego dentro del debate social.
Así lo señala Brunner cuando especifica que uno de los objetivos más interesante del formato es “reforzar la
integración social en cuanto es una forma de procesamiento verbal que genera e instituye el discurso de la
opinión común, mediante el cual se negocian y refuerzan los sentidos básicos de la realidad compartida”.
En un mismo sentido el autor destaca la importancia de la entrevista porque sostiene que a través de la misma
“se comunican y estabilizan los modelos de opinión con que las personas van rodeando a los demás,
especialmente a los individuos que son públicamente significativos”; de ahí que la gran mayoría de los
entrevistados desempeñan funciones sociales consideradas relevantes.

Una buena entrevista


Jorge Halperín se pregunta: ¿Cómo conocemos una buena entrevista periodística? De muchas formas.
Sabemos que una entrevista es buena porque ha conseguido un inteligente equilibrio entre información,
testimonios y opiniones. Pero una entrevista puede sorprendernos por razones diferentes. Por ejemplo, cuando
nos muestra la cara oculta de la luna: nos trae el costado impensado de una figura conocida, o, al contrario,
ilumina una existencia singular que hasta ese momento ha permanecido en el mundo de los seres “anónimos”.
Una entrevista puede ser muy buena porque captura un momento especial de un gran personaje.
Celebramos el goce que nos produce una entrevista cuando nos trae la atmósfera del encuentro y la vibración
del personaje hasta un punto en que alcanzamos a “verlo” desde las páginas del diario.
La entrevista es buena cuando nos descubre y revela, cuando los diálogos nos atrapan, cuando el periodista ha
acompañado el vuelo de su entrevistado, y ha logrado disparar -o, al menos, no interfiere en- la imaginación del
personaje.

El vínculo periodista-entrevistado
La entrevista es la más pública de las conversaciones privadas. Funciona con las reglas del diálogo privado
(proximidad, intercambio, exposición discursiva con interrupciones, un tono marcado por la espontaneidad,
presencia de lo personal y atmósfera de intimidad), pero está construida para el ámbito público. El sujeto
entrevistado sabe que se expone a la opinión de la gente. Por otra parte, no es un diálogo libre entre dos
sujetos. Es una conversación radial, o sea centrada en uno de los interlocutores, y en la que uno tiene derecho
a preguntar y el otro ha ser escuchado.

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Es indispensable comprender qué clase de vínculo es éste para examinar los problemas prácticos del trabajo,
nuestras atribuciones y también la clase de responsabilidad ética que asumimos. La relación entre el periodista
y su personaje no es entre pares; es asimétrica. Nuestro sujeto está en el centro de la escena –lo hemos
elegido por ser un personaje público o porque es un hombre clave en el tema que exploramos-, y nosotros a un
costado, facilitando su contacto con los lectores y oyentes. Por otro lado, su voz es naturalmente más
importante que la nuestra. No importa lo mismo para los lectores saber lo que piensa nuestro personaje que las
ideas que podamos esbozar nosotros durante el diálogo. En todo caso, nuestras ideas deben ser inteligentes
como disparadoras del entrevistado y como herramientas para poner a prueba su discurso. Por otro lado,
nuestra subjetividad vale en tanto pueda aportarle al lector una mejor aproximación, un acercamiento sin
interferencias al sujeto y sus ideas.
El semiólogo Umberto Eco refuerza esta idea al definir: “Entrevistar quiere decir regalar el propio espacio a
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alguien para hacerle decir lo que él quiere” .
Mirado desde otro ángulo, también existe una asimetría en sentido inverso: por un momento, ese personaje
público está a nuestra disposición para ser guiado, interrumpido (con prudencia y sentido de la oportunidad),
criticado y derivado hacia distintos temas. Tenemos casi siempre libertad para penetrar en su vida o,
cuestionarlo públicamente en su presencia, a poner en duda sus declaraciones, a explorar sus dudas y
contradicciones como si alguien nos hubiese investido de una autoridad representativa.
No somos amigo ni actuamos simplemente como dos personas que sostienen un encuentro. Está sucediendo
algo infinitamente más complejo: la entrevista periodística es un intercambio entre dos personas físicas y unas
cuantas instituciones que condicionan subjetivamente la conversación. El entrevistado habla para el periodista,
pero también está pensando en su ambiente, en sus colegas, en cómo juzgarán sus declaraciones la gente que
influye en su actividad y en su vida, y el público en general.
En el otro extremo, el periodista trabaja para un medio concreto cuyas reglas debe tener en cuenta, estructura
su diálogo pensando en los lectores y no es indiferente al juicio de sus pares. Nada más alejado, entonces, de
los encuentros espontáneos. Lo que obliga a desplegar una estrategia cuidadosa que, atendiendo a la multitud
de presiones que operan en el diálogo periodístico, no termine por frustrar la posibilidad de una rica
conversación.
El periodista debe trabajar duro para atenuar esas tensiones, disminuir la comprensible paranoia de sus
entrevistados y convertirse para ellos en una persona confiable. Manipula sutilmente la situación cuidando de
no someter al entrevistado y alterar su comportamiento (en ese caso, transmitiría una imagen falsa) y se
previene de las manipulaciones del sujeto. Es inevitable que el entrevistado despliegue un juego de seducción –
aún cuando se presente como el sujeto más hostil- tratando de disminuir la inquietud o directamente la
sensación de peligro que le plantea el periodista, y conseguir que éste se lleve la mejor impresión. Por eso
también es inevitable que desee transmitir una imagen de coherencia en todos sus actos e ideas, y que, en
consecuencia, nosotros debamos explorar muchas veces en sus contradicciones, en sus dudas y en las fisuras

2
Eco Umberto, Cinco escritos morales. Editorial Lumen, Milán. 1997.

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de su discurso para sacar el verdadero sujeto a la superficie. Claro que sin creernos pedantemente
psicoanalistas.

Un abordaje práctico
Esquemáticamente, podríamos distinguir los tipos de entrevistas en sus grandes variantes, según lo que busca
el periodista y según el grado de presencia del entrevistado, desde la forma más personalizada hasta el
anonimato:
 de personaje
 de declaraciones (consultas e interpelaciones al poder, a políticos, economistas, funcionarios públicos o
privados)
 de opinión
 de divulgación
 informativas
 testimoniales
 encuestas

¿Por qué ensayar esta forma de clasificación si muchas veces las diferencias entre una y otra variante no son
estrictas?, –frecuentemente se cruza lo testimonial del personaje, lo informativo de la declaración-. ¿Cómo
podríamos plantear las diferencias entre una y otra forma? En primer lugar, porque los diferentes tipos de
entrevistas plantean problemas diversos y estrategias de trabajo específicas. La primera diferencia puede
plantearse por el elemento predominante en cada variante. Por ejemplo, en las encuestas, en la que los
consultados no interesan casi por sus referencias particulares en tanto forman un sector de opinión y una
cantidad significativamente coincidente en algo, se da la forma más impersonal de todas. Las preguntas son
absolutamente pre-hechas, no tienen que adecuarse al entrevistado y en muy pocos casos se emplea la
repregunta. Lo que se requiere en esta variante es un diseño inteligente del cuestionario para las respuestas,
que tiene la limitación de apuntar a la cantidad y no poder profundizar en cada consultado, den una información
precisa, y para que al reunirlas en conjunto nos aporten tendencias significativas e inequívocas. Como se sabe,
las preguntas de las encuestas buscan más información concreta (“Asisto de mañana; Leo un libro por mes”) y
voluntad (“Me gusta; No me gusta; Estoy de acuerdo; estoy en desacuerdo”), en lugar de análisis, que es
imposible de realizar en los dos minutos asignados a cada entrevistado. En las encuestas se busca cuantificar
las respuestas.
En todos los tipos de entrevistas hay un juego de confrontación, pero este juego alcanza su punto máximo en
las entrevistas de personaje y las declaraciones. En las primeras se da un abordaje a la intimidad del
entrevistado, a su manera de pensar, a sus razones ocultas, sus debilidades, sus obsesiones y contradicciones.
Sin embargo, tanto en la de personaje como en la de declaraciones el diálogo busca no sólo la cooperación del
sujeto –como sucede en las encuestas, en las entrevistas informativas, de divulgación y en las testimoniales-,
sino que también se debe avanzar en contra de él. Es decir, en aquello que el entrevistado no muestra

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voluntariamente o, incluso, desea ocultar. El funcionario o político que realiza declaraciones es el entrevistado
que calcula en forma más consciente el efecto de cada una de sus palabras y, por lo tanto, el menos
espontáneo. La manera de colarse entre sus declaraciones para detectar la verdad y la de descifrar el sentido
de cada una de sus frases plantean un desafío enorme para el periodista. En el caso del personaje, éste vibra
en sus momentos fuertes, pero también en los detalles, en lo cotidiano y en lo excepcional. La entrevista
alcanza su punto de excelencia cuando consigue una aproximación intensa casi hasta transmitir el aliento del
sujeto.
En general, el periodista y el entrevistado tienen intereses distintos y, a veces, muy poco convergentes. Por
eso, la construcción del diálogo se vuelve un trabajo elevadamente artesanal. Por la compleja estrategia y la
delicada sensibilidad que demanda durante el encuentro mismo, y por la enorme importancia que tiene el antes
y el después; la cuidadosa preparación de las entrevista y la tarea crucial de editarla es el género por
excelencia dentro del periodismo.
El primer paso del “antes” reside en la elección del entrevistado, que puede estar en manos del periodista o
venir ya determinada por el editor. En cualquiera de las dos formas el entrevistador debe actuar como si él lo
hubiera elegido, y ser consciente de por qué prefirió a ese sujeto. A continuación, ofrecemos algunas razones
para elegir al entrevistado:
Porque
 es un personaje famoso,
 es un personaje curioso,
 es muy representativo de algo,
 es clave de una circunstancia,
 esta ligado a una noticia,
 es portador de un saber muy valioso,
 por el valor de sus ideas.
En este punto se juegan muchas de las chances de que la entrevista resulte un éxito o no. En la buena elección
del entrevistado y en la inteligencia del plan de la entrevista. El periodista debe ser perfectamente consciente de
las razones por la que ha sido elegido su entrevistado y, muy especialmente, de lo que espera lograr con esa
conversación:

 conseguir que haga una revelación inédita,


 llevarlo a formular una importante denuncia,
 mostrar un ángulo desconocido del personaje,
 lograr que el sujeto profundice en algo que ha llamado la atención de la gente,
 producir con él una exposición fascinante sobre un tema de interés público
 obtener un retrato completo de su personalidad,
 exponerlo como un caso testigo.

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Si bien lo expuesto anteriormente es claramente demostrativo de los distintos tipos de entrevistas que podemos
diferenciar, también es posible esquematizarlas de la siguiente forma:

Según el sujeto entrevistado.


 Entrevista al hombre de la calle: Este tipo de entrevista se usa mucho para encuestas de opinión y se
orienta a personas comunes y corrientes, representativas de la globalidad, cuyas respuestas puedan
ser comparadas y generalizables. Sirven para cuantificar o cualificar un tema. Por ejemplo: los
periodistas movileros
 Entrevista a especialistas y líderes: Se orienta a personajes de relevancia, con influencia decisiva en
la comunidad (políticos, artistas, deportistas, etc.). Se busca extraer el "yo" lingüístico del sujeto
(entrevista periodística), su verbalidad. Es de gran uso en el periodismo, así como en las Ciencias
Políticas.
 Entrevista con grupos: Se busca conseguir información determinada de un grupo representativo de
una muestra estratificada del Universo que se desea estudiar. Se caracteriza por no contar con un
cuestionario predeterminado; el entrevistador sólo plantea el tema y dirige la discusión. Se enmarca
aquí el focus group, muy usado para testear productos y opiniones frente a determinados personajes o
hechos de contingencia.

Según el objeto.
Para una Investigación científica, la definición del objeto es fundamental; se le puede preguntar a una persona
por lo que piensa (de opinión o personalidad) o por lo que sabe (documental), es decir, se valora el sujeto en
razón a su "ser" o a su "hacer".

Según la forma.
 Formal e informal: En la entrevista formal, dirigida o estructurada, las preguntas están prestablecidas y
se recogen en un cuestionario.
 En la informal, libre o no estructurada, las preguntas se determinan durante el desarrollo mismo de la
entrevista, obviando el carácter dirigido de la anterior.
 La elección de una entrevista formal o informal depende del carácter de la Investigación pero, en
términos generales, se puede afirmar que cuanto más libre es la entrevista, más profunda es la
observación.
 Directa e indirecta: Esto se refiere a la forma en que se interpretan las preguntas y las respuestas,
antes, durante o después de realizada la entrevista. "Directa" quiere decir que las preguntas y
respuestas no quieren decir nada más que lo que son; es una transcripción de la oralidad a la
textualidad. En la Entrevista "Indirecta" se busca siempre la significación oculta, que está "más allá" de
lo evidente de las palabras; se sumarán las observaciones del entrevistador que darán más color y
clima a la lectura de la entrevista.

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 Intensiva y extensiva: La Intensiva, reservada a estudios comprensivos y clínicos, investiga
estructuras y respuestas individuales, subjetivas. La Extensiva consiste en repetir la misma entrevista a
un gran número de individuos, permitiendo la cuantificación de las respuestas y el consiguiente análisis
estadístico. La primera es siempre, aunque en distintos grados, menos directa y dirigida que la
segunda.

Según técnicas particulares.


En profundidad: Las distintas técnicas que aquí se agrupan buscan un análisis más profundo de las opiniones,
actitudes y personalidad que surgen de la subjetividad del entrevistado. No existe una terminología fija, aunque
Duvenger (1962) delimita dos espectros: única y múltiple, según la consecución del objetivo en una o más de
una sesión.
 Entre las Únicas se incluye la Entrevista Convergente que busca ayudar a esclarecer a los individuos la
profundidad de la influencia de una situación particular a partir de la presentación de un estímulo a
través de la T.V., cine, radio, prensa, etc. que provoque el comentario del entrevistado. Esta técnica se
inventó para estudiar los efectos de los Medios de Comunicación masivos en las personas. Otro tipo de
Entrevista Única es la Clínica, parecida a los métodos interrogatorios que utiliza un médico para
establecer el diagnóstico.
 Dentro de la entrevista Múltiple se ubican las Memoriales, usada para obtener información de hechos
del pasado o ciertas experiencias de vida particulares que comparten ciertos sujetos y de las cuales el
entrevistador no tiene conocimiento (un terremoto, una Revolución Social, la muerte de un hijo, etc.); la
Historia de Vida, que busca develar las vivencias, y sus correspondientes emociones e impresiones, de
una persona en particular cuya experiencia de vida sea lo suficientemente interesante como para
motivar el estudio; y el Psicoanálisis, de clara naturaleza terapéutica y fuera del ámbito del Investigador
Social.

Según Halperín, en el 99 por ciento de los casos se recomienda no lanzarse a una entrevista improvisada. Es
decir, se pueden agregar durante la charla todas las preguntas que valgan la pena, pero es importante armar un
cuestionario antes de sentarse con el sujeto.
Ahora bien, solo cuando el periodista tiene claros los motivos de la elección del personaje y lo que espera lograr
de esa conversación puede dar un rumbo inteligente a su cuestionario. Entonces sí, con una sólida retaguardia
podrá sentarse con toda naturalidad frente al sujeto, explorarlo en busca de su nota e improvisar todo lo que
sea necesario.
El autor habla de una sólida retaguardia. ¿Qué es eso? En pocas palabras, una sólida retaguardia es contar
con diez buenas preguntas, unos tres o cuatro temas diferentes y un firme conocimiento del personaje.

El primer problema es definir qué es una buena pregunta. No existe una clasificación universal pero entre las
virtudes que puede tener una buena pregunta se cuentan el que sea clara, que provoque información, que se

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haga cargo de una demanda colectiva o que exprese las dudas de la gente si se trata de un personaje público,
que sea abierta (que no lleve simplemente a responder “sí” o “no”, a menos que sea indispensable), que
permita profundizar, que consiga explicaciones, que dé lugar a oposiciones (discutir una afirmación), que
busque lo nuevo, que invite al personaje a usar imágenes y fantasías, que seleccione lo importante, que piense
en lo global y en los detalles, que atraiga anécdotas.
Desde luego, hay que usar hasta el cansancio las 5 (6) W: qué, quién, cómo, dónde, cuándo, por qué / para qué
y cómo. En toda conversación periodística se emplean, en un 80 por ciento, estas preguntas clásicas que son
como una verdadera locomotora que acarrea información y también consiguen precisar los detalles, mientras
que el resto de la charla está compuesta de preguntas más elaboradas o específicas.
Las preguntas pueden agruparse en bloques de temas. Los objetivos de una entrevista pueden girar alrededor
de un asunto central, sin embargo suelen traer más de un tema.
Un factor importante, porque de él dependen los núcleos de temas y las buenas preguntas, es un generoso
conocimiento del personaje, que se obtiene de un trabajo riguroso de archivo.

Guías para la producción de entrevistas


Ya introduciéndonos en el género propiamente dicho, habría que definir en primera instancia tres momentos
fundamentales en la realización de una entrevista:
- la producción;
- la realización;
- y la edición.

La producción de la entrevista
Una de las claves para lograr una buena entrevista es tener presente que probablemente el momento en que el
periodista esté frente a frente con el entrevistado sea único e irrepetible, con lo cual no debe cometer errores
que lleven al fracaso y al mismo tiempo, debe aprovechar al máximo las posibilidades que se tienen con cada
una de las preguntas.
Hacer entrevistas no es fácil. Exige un largo aprendizaje para el recién llegado a la profesión y un continuo
perfeccionamiento de la técnica en aquellos casos en los que se trate de periodistas habituados a cobijarse en
este agradecido género. Esta supuesta facilidad de la que hablamos trae consigo innumerables deslices y
soberanas meteduras de pata.
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De entrada, y así lo refleja en su Manual de la entrevista periodística Juan Cantavella , no se trata de abordar al
entrevistado con una batería inconexa de preguntas, sino de valorar en su justa medida las posibilidades que
tiene el personaje y aprovechar al máximo, con una documentación exhaustiva y un criterio acertado en la
selección de las cuestiones, al personaje.

3
Cantavella Juan, Manual de la entrevista periodística. Editorial Ariel, Barcelona. 1996.

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Para el éxito de una entrevista ha de prepararse un cuestionario extenso mucho tiempo antes de acudir a la
cita. Debemos obtener documentación en torno al personaje, revisar entrevistas anteriores, buscar
contradicciones entre lo que dijo en otra época y lo que ha demostrado después. Y a continuación, haciendo
valer la condición de periodista, aplicar la inevitable intuición respecto a lo que espera saber de esa persona la
opinión pública.
Un error muy habitual es repreguntar al entrevistado, tomando como referencia entrevistas anteriores. No es lo
más recomendable, aunque las respuestas hayan sido geniales. Se ha de buscar la originalidad y, a lo sumo,
aclarar, si se considera oportuno, alguna manifestación hecha con anterioridad y que en el momento de ser
emitida causó algún tipo de reacción.
No puede decirse que se haya escrito mucho sobre la técnica de la entrevista periodística, algo que resulta
paradójico, ya que desde antaño ha resultado ser un género con gran número de admiradores y con maestros
en el arte de saber aprovechar al máximo estas conversaciones privadas con vocación de hacerse públicas.
Es así que el momento previo a la realización cobra vital importancia. Hay diversos factores que inciden de
manera determinante desde el momento en que se hace la primera pregunta. Desde revisar el grabador y sus
pilas; llevar un cassette de repuesto, lápiz y papel; ser puntuales y confeccionar una guía de preguntas básicas
hasta conocer la vida y obra del entrevistado casi a la perfección o ser un entendido en el tema sobre el cual se
va a preguntar. Si se descuida alguno de estos puntos básicos el fracaso de la entrevista es probable.
Insistimos: es imprescindible la recolección de información sobre el tema o el entrevistado. Jorge Luis Borges
destacaba en el prólogo del libro ‘Siete conversaciones con Jorge Luis Borges’, de Fernando Sorrentino, que el
éxito de las entrevistas residía en que el autor conocía su obra mucho mejor que él, porque él la había escrito
una sola vez, mientras que el entrevistador la había leído en muchas más oportunidades.
Estar bien informado posibilita que el periodista logre declaraciones de mayor envergadura, y, al mismo tiempo,
le brinda herramientas que le favorecen a la hora de repreguntar y profundizar en los diferentes temas que van
surgiendo en la entrevista.

La realización de la entrevista
Amelia Dellamea expone con claridad este momento al cual lo divide en dos: iniciación y desarrollo.

Iniciación
En las entrevistas utilizadas como método de recolección de datos, que generalmente se efectúan en pocos
minutos, conviene ‘ir al grano’ rápidamente. No tienen caso los preámbulos. Hay que ser concisos para lograr
que el entrevistado rápidamente dé el dato que se está buscando.
En el caso de la realización de una entrevista como género específico, hay que tener en cuenta que se hace
con más tiempo y con un objetivo diferente. El hecho de que se tenga que compartir una charla más extensa en
donde se van a tratar temas con mayor profundidad, hace que sea preciso lograr un ambiente más tranquilo
que permita, tanto al entrevistador como al entrevistado, relajarse de manera que puedan despejar la mente
para llegar a una mejor concentración.

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Para lograr ese ambiente es muy importante la ‘charla previa’, como lo señala Delleamea quien recomienda que
puede ser “sobre los gustos o aficiones del entrevistado (que conocemos gracias a la preparación previa de la
entrevista), sobre la especialidad del entrevistado, o sobre algún tema de actualidad”.

Desarrollo
En este sentido Dellamea señala que “una vez que la charla introductoria ha surtido efecto y se ha logrado
llevar al personaje hacia el tema de la entrevista, se debe tener en cuenta una serie de aspectos:

1. El personaje. El periodista necesita registrar:


- Qué dice el entrevistado: entender sus contestaciones.
- Por qué lo dice: darse cuenta de los motivos presumibles que tiene para hacer tales afirmaciones.
Definir o confirmar su proyección política o ideológica.
- Qué no dice: en ocasiones es más importante lo que el personaje calla que lo que afirma. El reportero
debe tratar de averiguar las razones de esta actitud y buscar siempre respuestas a sus preguntas. Que
cuando no lo consiga sea porque el entrevistado se ha negado en forma manifiesta y no porque el
reportero haya dejado de formular las preguntas convenientes.

2. El reportero. Las preguntas del periodista deben ser:


- Con aplomo, sin titubeos.
- Despacio y pausadamente.
- Con voz sonora, que el entrevistado escuche, que no necesite pedir a cada momento la repetición
de la pregunta.
- De buen modo, ‘con educación’, con respeto. Aunque la persona entrevistada tenga un modo de
pensar, una ideología diferente a la del reportero, este debe tratar de que la charla no se convierta
en una discusión acalorada. Si surge alguna diferencia entre ambos, el reportero debe poner en
juego su cortesía y recordar que a quien en última instancia desea oír el público es al personaje, no
al periodista.
- Preguntas precisas, que el personaje entienda lo que se le pregunta.
- Claras, que sean un espejo de la idea del periodista. Todo reportero debe ejercitarse en la tarea de
traducir en palabras sus ideas.
- Directas, que al llegar al meollo del tema no se formulen sólo preguntas laterales sino preguntas
que se dirijan a los puntos clave.

Por otra parte otros atributos deseables en las preguntas formuladas serían:
- Que las mismas provoquen información

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- Que se hagan cargo de una demanda colectiva o que exprese las dudas de la gente si se trata de
un personaje público.
- Que seas abiertas (que no se responda sólo con un SI o No)
- Que permitan profundizar alentando la polémica o el consenso.
- Que consigan explicaciones
- Que den lugar a oposiciones,
- Que busquen lo nuevo,
- Que inviten al personaje a usar imágenes y fantasías,
- Que seleccionen lo importante
- Que piensen en lo global y en los detalles
- Que traigan anécdotas.
- Hacer las preguntas lo más cortas posibles. Y si se le necesita contextualización, se le hace, pero
se hace directa, luego una pausa y se efectúa la pregunta más concisa posible. No hay que enredar
a los entrevistados combinando temas.
- Utilizar el silencio. Esta técnica se refiere a quedarse callado luego de escuchar una respuesta.
Esto produce una tensión que puede tener dos efectos: O el entrevistado siente que debe seguir
hablando (lo intimidó el silencio, siente que lo que dijo no es suficiente) o que no lo están pescando,
por lo cual puede enojarse y terminar la entrevista

3. Conducta de reportero y personaje:


- Dejar que el entrevistado sea quien hable más. No interrumpirlo sin razón o tratar de informarle, ni darle
consejos o presumirle de los conocimientos del periodista.
- La timidez puede dar lugar a que un personaje que trata de rehuir el tema convierta al periodista en
entrevistado. En todo momento es el reportero quien pregunta y debe controlar el ritmo de la
conversación.
- Nunca hay que dar la impresión de que ya no se tiene nada que preguntar, o que se está desorientado.
Conviene que el periodista se ejercite en una doble habilidad: memorizar conceptos relevantes y poder
tomar apuntes de las respuestas al tiempo que formule la siguiente pregunta, y que aprenda a escribir
sin necesidad de estar mirando al papel, sino al entrevistado. Un tercer recurso es el de la grabadora
que, lamentablemente, recoge la textualidad de la charla pero no los gestos ni los movimientos del
personaje que conforman el espíritu de la conversación.
- El reportero no debe obligar al entrevistado a que se ciña a las preguntas que se llevan preparadas,
sino dejarlo salir del tema. Cuando el personaje se entusiasma con algún asunto lateral –que en
ocasiones puede resultar de valor periodístico- con inteligencia, traerlo de nuevo al propósito de la
entrevista”.

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La edición de la entrevista
Llegamos así al momento del “después”: la entrevista está grabada y hay que editarla, es decir transformarla en
un material periodístico. Al respecto, Jorge Halperín en La entrevista periodística. Intimidades de la
conversación pública destaca que si se trabajó bien en el “antes” y el “durante” de la charla, probablemente el
periodista se encuentre con que tiene más material que el que puede utilizar.
Más aún si se cumplió con lo que para Halperín es una consigna de hierro: no dar por concluida la entrevista sin
estar seguros de que hemos obtenido toda aquella información básica que no puede estar ausente en esa nota.
Es decir los datos esenciales acerca de quién es el personaje, aquellos de su biografía que requiere la nota, los
otros que informan su autoridad política, intelectual, artística, etcétera o sobre las razones que lo vuelven
importante en la nota. Pero también el periodista debe consultarse antes, durante y al final de la charla: “¿Qué
es lo que no puede faltar en esta nota?”.
Si somos cuidadosos en estos aspectos tendremos que coincidir con Carlos Ulanovsky quien sostiene que, en
realidad, hay más de una nota en cada reportaje. En esa línea, se trata de elegir cuál de las notas posibles se
escribirá con esa información.
Desde luego que se puede incluir más de un tema en el texto, a condición que no alteren el sentido de unidad
que éste debe mantener.
En otras palabras: más allá de los temas por los que incursione, el texto requiere un hilo conductor, un eje
alrededor del cual se desarrollen supuestos, explicaciones y declaraciones.
El eje temático de una entrevista, según Halperín, se atisba durante el encuentro con el entrevistado pero, en
muchos casos, recién se descubre al leer la desgrabación. Un eje que puede encontrarse en:
- Una personalidad muy definida o un fuerte rasgo de ella.
- Una gran denuncia.
- Una revelación conmovedora o curiosa sobre la realidad.
- Un mensaje muy claro.
- Una vigorosa idea central.

La entrevista escrita no puede ser una copia fotográfica de lo que fue la conversación. Todo diálogo tiene
desmayos, balbuceos e infinidad de reiteraciones y es poco probable que el lector esté interesado en cada
accidente del diálogo.
En una charla periodística, las buenas ideas y las más bellas imágenes y metáforas no fluyen a cada instante.
Emergen al calor de la conversación.
Un párrafo larguísimo, sin preguntas, quita ritmo al texto, es necesario introducir algunas preguntas que no se
formularon durante la charla, siempre y cuando guarden coherencia con lo que se dijo y no hagan aparecer al
entrevistado como omitiendo la respuesta o contestando pobremente como careciendo de ideas.
Las dificultades del entrevistador para precisar determinadas preguntas, ante la complejidad de un tema,
traducida en palabras escritas son absolutamente tediosas. Hace falta abreviar, seleccionar, mejorar las
preguntas.

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El texto escrito tiene leyes muy distintas a las de la conversación oral. La voz y la imagen poseen el encanto de
lo instantáneo, de la atmósfera, de los sonidos y del silencio y de la expresividad de un gesto o una mirada. El
texto escrito tiene la contundencia de la letra, su carácter definitivo, su cadencia, su apelación a imaginar, la
facilidad de poder detenerlo y volver atrás cuantas veces se desee, la libertad de tomarlo a cualquier hora y por
ello debe tener la delicadeza de lo pulido.
Una desgrabación tiene más palabras que las necesarias (balbuceos, reiteraciones, medias palabras) y menos
información de la que hace falta (considerando los gestos, los climas, la modulación de la voz, los énfasis, la
elocuencia de los silencios).

Con semejante panorama una recomendación posible para el trabajo con el texto de la desgrabación,
suponiendo que cada entrevistador elige su método, es elaborar un índice temático de la charla.
Una vez que se han definido los ejes de la entrevista puede resultar útil diseñar el itinerario que va a seguir el
texto (empieza con determinada pregunta, que va a llevar la charla en tal dirección; luego deriva hacia tal otro
tema conversado; debe cruzar por aquel otro pasaje para cerrar con este otro tema).
Armado el itinerario, se tiene una cierta impresión acerca de si, expuesta de tal modo, la charla va ser una
sensible reproducción del espíritu de la entrevista o si lo traiciona. Para ello, al elaborar el índice temático, el
uso de palabras guía junto a cada respuesta o par de respuestas nos ayuda a fijar los conceptos y nos permitirá
localizar rápidamente cada pasaje al escribir la nota. Al cabo del trabajo de fichado, el contenido de cada hoja
de desgrabación estará marcado por tres, cuatro o cinco palabras guías y dispondremos de un índice temático
que nos hará más fácil la tarea de diagramar el más conveniente “recorrido” del texto. En lo personal, por una
combinación singular de razones prácticas y razones primitivas, me sirve el utilizar resaltadores de distintos
colores para distinguir los párrafos más valiosos de la charla. El uso de resaltadores de colores me sirve, en
parte, para sobrellevar el tedio de los textos de desgrabación y a discriminar rápidamente las declaraciones.
Pero las variantes de trabajo son muchas, y nada indica que la que me es útil sea la más adecuada para cada
redactor.
La transcripción del diálogo toma distintas formas. Para los norteamericanos e ingleses no es tan habitual el uso
de la fórmula pregunta-respuesta, sino el excerpt (extracto). Se trata de la entrevista narrada o, dicho de otro
modo, de una nota glosada que, con un tono más literario, explora al personaje desde una posición más
subjetiva, lo retrata, describe su lugar y sus cosas y, cada tanto, incluye pasajes de diálogo o conceptos del
personaje entre comillas. Está planteada mucho más abiertamente desde la visión subjetiva del periodista, lo
que no significa que sea un documento menos veraz que la nota escrita como pregunta-respuestas. Sucede
que para los ingleses la “objetividad” no es el valor supremo. Se trabaja con la convicción de que periodista
actúa en forma honesta y se confía en que una sana visión subjetiva sea un camino válido para acercarnos a la
verdad.
Pero sin llegar a editar un “extracto” de la entrevista, Jorge Halperín señala que, según el material reunido, al
editar frecuentemente se necesita incluir preguntas que no se hicieron durante la charla.

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En principio con el único propósito de dar ritmo a la entrevista y evitar que el lector se encuentre frente a
párrafos interminables.
Pero también puede suceder que las preguntas “inventadas” sirvan de puente cuando el personaje agotó su
respuesta sobre un tema y es necesario pasar a otro asunto de manera fluida.
Otro motivo que justifica su existencia es cuando el entrevistado deslizó un par de conceptos interesantes que
no están demasiado ligados al resto de sus declaraciones, es decir que quedan como flotando. Entonces es
necesario construir “preguntas-bisagras” para entrar y salir de esos temas sin parecer incoherentes o para que
el lector no pierda la idea central del reportaje.
De todas maneras conviene evitar que este tipo de preguntas incorporadas al momento de efectuar la edición y
redacción de la entrevista no suenen demasiado obvias, como una repetición o un eco de las palabras del
entrevistado.
Jorge Halperín, finalmente, destaca que un buen reportaje es, en realidad, una nota con los mejores momentos
de un buen reportaje. Los periodistas no son aparatos de grabación y video, son personas a quienes se confía
la tarea de oficiar de nexo entre el personaje y el público. Es cierto que algunos detalles son importantes para la
“construcción” del personaje, pero no todos lo son.
Procedimientos tales como cortar, sintetizar, amalgamar, relacionar, compaginar, a veces hasta reconstruir muy
cuidadosamente una expresión (cuidando estrictamente no desvirtuar la personalidad del entrevistado) son
tareas cotidianas del entrevistador.
Del criterio aplicado en cada caso, considerando las características del personaje entrevistado, dependerá el
resultado final.
En las entrevistas en profundidad, el periodista debe haber consensuado con su interlocutor contar con un
tiempo estipulado. No se podrá hacer una charla de estas características si el entrevistado no contempla el
factor tiempo.
Asimismo, la observación del lugar de la entrevista nos puede brindar mucha información. Por ejemplo, de ser
en un bar determinado y elegido por el entrevistado podremos husmear sobre su elección; también si el
encuentro se lleva a cabo en su casa, puntualmente en su biblioteca podremos reconocer sus gustos
literarios…, si toma café o té o agua o gaseosa o alguna bebida en particular.
“Todo lo que sucede durante la entrevista –resalta Rosa Montero- forma parte de la definición del entrevistado,
de modo que incluso las situaciones más incómodas, desagradables y furibundas pueden ofrecer el resultado
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de una buena pieza literaria” .
La escritora agrega también que “en las preguntas de los periodistas, en sus comentarios, en sus añadidos, late
el contexto histórico y social”.

En síntesis: Es importante no dar por concluida la entrevista sin estar seguros de que hemos obtenido toda
aquélla información básica que no puede estar ausente de la nota.

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En “La voz y la mirada del testigo”, diario Perfil. 24 de mayo de 1998

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Una vez realizada, en el caso de la prensa escrita, es preferible hacer una desgrabación completa de la
conversación para decidir cuáles son las partes más importantes, hacer una jerarquización y ordenar el diálogo,
por eso se dice que el texto requiere de un hilo conductor.
La entrevista escrita no debe ser la copia fiel de la conversación, ya que pueden existir momentos donde el
entrevistado habla con muchos monosílabos y reitera de manera constante determinadas ideas, lo que puede
resultar poco interesante para el lector.
Ocurre lo mismo cuando un párrafo de respuesta es enorme, en este caso, se debe crear una pregunta (no
realizada en la entrevista) que guarde coherencia con la respuesta y que no muestre al entrevistado como
omitiendo, contestando pobremente o carente de ideas.

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