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LIBRO V 149

148 HISTORIA ANTIGUA DE ROMA

que, cuando la mayor parte del puente estuviera corta­


ban el flanco derecho, ambos de edad, y un hombre jo ­ da y quedara un trozo pequeño, le avisaran mediante
ven, Publio Horacio, llamado Cocles 33 porque había alguna señal o con un grito fuerte; del resto —dijo—
perdido un ojo por una herida recibida en un combate, se ocuparía él. Una vez dadas estas órdenes a los dos
hombre de la más gallarda apariencia y del más valeroso hombres, se situó en el puente mismo y a cuantos avan­
3 espíritu. Era éste sobrino del cónsul Marco Horacio y su zaban hacia él, a unos los hería con la espada, a otros
linaje se remontaba a Horacio Marco uno de los tri­ los derribaba con el escudo y rechazaba a todos los que
llizos que venció a los trillizos albanos cuando las dos se lanzaban sobre el puente. En efecto, los perseguido­
ciudades, en guerra por la hegemonía, acordaron no po­ res ya no se atrevían a entrar con él en una lucha cuer­
ner en peligro a todo el ejército, sino a tres hombres po a cuerpo, pues lo tenían por un loco o un suicida.
de cada una, como ya he explicado en uno de los libros Al mismo tiempo, no podían acercarse fácilmente a él,
4 anteriores. Pues bien, estos tres hombres solos, de espal­ pues a derecha e izquierda tenía el río como defensa
das al puente, impidieron el paso a los enemigos duran­ y por la parte de delante un montón de armas y de ca­
te mucho tiempo y permanecieron en la misma posición dáveres. Pero todos juntos le arrojaban desde lejos lan­
mientras les lanzaban muchos proyectiles de todo tipo zas, jabalinas y piedras como puños, y los que no tenían
y en el cuerpo a cuerpo los herían con espadas, hasta estos proyectiles le lanzaban las espadas y los escudos
que todo el ejército romano atravesó el río. de los muertos. Ê1 se defendía utilizando contra ellos
24 Cuando pensaron que los suyos es­ sus propias armas y, como es natural, al disparar con­
taban a salvo, dos de ellos, Herminio tra todos juntos, sucedía que siempre hacía algún blan­
Hazaña de , . .
H oracio Cocles y Larcio, destrozadas ya sus armas de­ co. Y ya estaba lleno de golpes y de heridas que le cu­
fensivas por los continuos golpes, se brían el cuerpo, en particular una de lanza que, atrave­
fueron retirando poco a poco. Solamen­ sándole una nalga y saliendo por la parte superior del
te Horacio, a pesar de que los cónsules y demás ciuda­
muslo, le causaba daño y le impedía caminar, cuando
danos lo llamaban desde la ciudad y ponían todo su es­ oyó que a su espalda le gritaban que la mayor parte
fuerzo en salvar para la patria y para sus padres a un del puente había sido cortada; se lanzó al río con las
hombre de tal valía, no obedeció, sino que permaneció armas, atravesó a nado la corriente con gran dificultad
donde se había colocado desde el principio y ordenó a (pues la corriente, hendiéndose alrededor de los pilares
Herminio y Larcio decir a los cónsules, de su parte, que del puente, era muy rápida y formaba grandes remoli­
cortaran rápidamente el puente por el lado de la ciudad nos) y salió a flote junto a la orilla sin haber soltado
(en aquellos tiempos había un solo puente 3S, construi­
al nadar ninguna de sus armas.
do de madera, ensamblado sin hierro, con las mismas
Esta hazaña le proporcionó una glo­
tablas, y que los romanos todavía hasta nuestros días
ria inmortal. En efecto, los romanos in-
han conservado tal cual) y que ordenaran a los hombres Honores a . . .
Horacio C od es mediatamente lo coronaron y lo condu-
33 Es p o sib le que la palabra C ocles esté rela cion a da con jeron a la ciudad entre himnos, como
K ÿ k lo p s, que suele utilizarse con el valor de «un solo ojo». a un héroe, y toda la muchedumbre sa­
34 Uno de los trillizos H oracios. Véase III 13, 4-20. lió a la calle deseosa de contemplarlo por última vez,
35 Ports sublicius. Véase III 45, 2 y nota. mientras todavía vivía, pues creía que pronto moriría

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