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Dos posibilidades

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¡Atchús! Casi vuelco del estornudo. Tengo un resfrío de aquellos… Para colmo de males estoy
llegando tarde a la oficina y me cuesta correr al no poder respirar por la nariz. Está lloviendo
y por esquivar un charco tuve que pisar el canterito de la vereda embarrándome los zapatos,
al menos tengo la suerte que el ascensor está en la planta baja con la puerta abierta. Entro
justito, la capacidad máxima de diez personas se completa conmigo. El habitáculo está
recubierto en acero inoxidable y con espejos en ambos laterales. Oprimo el botón del piso
veinticinco, se cierra la puerta corrediza y comienza el ascenso. Noto que todos empiezan a
mirarse. Una señora vestida con piloto gris y un sombrero a tono saca un pañuelo y se lo
pone en la nariz. Junto a ella un muchacho de delivery, con un traje amarillo impermeable
totalmente empapado frunce el rostro achicando los ojos. A mi lado, una parejita adolescente
se abraza refugiando sus caras entre sí. Un señor de bigote fino y traje rayado oprime la tecla
que activa la ventilación. Todos los demás tienen ese gesto de molestia e incertidumbre.
Piso doce. La puerta se abre y bajan cuatro personas casi corriendo.
- ¡Uf! No aguantaba más - dice una de ellas.
El viaje continúa. La expresión de la gente que sigue en el ascensor es cada vez más
desagradable. Una morocha con embarazo avanzado contiene una arcada para no vomitar.
Piso veinte. Bajan todos, pese a estar marcados el piso veintidós y veinticuatro y quedo solo
en el ascensor. Nuevamente la puerta se cierra y continúo el viaje.
Piso veinticinco. Miro mis zapatos embarrados. Observo con detenimiento la suela de cada
uno de ellos y confirmo lo que sospechaba, lo único que tienen es barro. Siento un cosquilleo
cálido recorriendo mi pierna derecha. Al subir había notado una molestia, un bulto en mi
trasero. Ahora lo entiendo. Me hice caca.

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