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TEMA 69. LA POESÍA HISPANOAMERICANA EN EL SIGLO XX.
 

ÍNDICE.

1. INTRODUCCIÓN.
2. MODERNISMO Y POSMODERNISMO.
3. LA VANGUARDIA POÉTICA.
4. LA POESÍA PURA Y LA POESÍA NEGRA.
5. LA POESÍA HISPANOAMERICANA EN LOS ÚLTIMOS DECENIOS.
6. CONCLUSIÓN.
7. BIBLIOGRAFÍA Y APLICACIÓN DIDÁCTICA.
 

1. INTRODUCCIÓN.

Desde la independencia de los estados del Norte (1776), éstos se autodenominaron


bajo el nombre de América. La literatura hispanoamericana no empieza a existir hasta
que no se toma conciencia de Hispanoamérica. Esta literatura comienza en el siglo XIX.
Desde la segunda mitad del siglo XVIII, el americano no se siente español, quiere
separarse de España lo m
ás posible. Los países hispanoamericanos se independizan para tener identidad política
propia. En 1898, lo hace Cuba, último resquicio de colonia española. A partir de este
momento, la literatura será un arma ideal para establecer una independencia ideológica.
El escritor hispanoamericano está continuamente buscando una tradición propia que no
encuentra.

Según Ángel Rama (Transculturación narrativa en América Latina), existen tres


motores en la literatura hispanoamericana que no han dejado de existir desde sus inicios:
independencia, originalidad y representatividad. Desde que nace reclama la
independencia. La literatura, por ser un fenómeno masivo, es una manera de adoctrinar al
pueblo. Cuando hablamos de originalidad, hablamos de origen: buscan el origen que los
haga diferentes a Europa. En cuanto a la representatividad, América latina va a
representarse, a contarse a sí misma, a decirse cómo es.

2. EL MODERNISMO Y POSMODERNISMO.

2.1 MODERNISMO.

El modernismo como movimiento se puede situar entre 1890 y el comienzo de la


Primera Guerra Mundial aproximadamente. Azul... se publica en 1888 y Darío muere en
1916. La poesía como actividad es considerada una actividad inútil, no productiva. Por
tanto, el poeta siente que no puede insertarse de una forma normal en esa sociedad. Va a
ser un raro, un maldito. Es lo que se ha llamado “ideología del mundo subterráneo”.
Precisamente por su inutilidad se supone que la poesía se encuentra en ese reino que
queda fuera de lo pragmático, es decir, no tiene una motivación económica, política, sino
que es el espacio de lo sincero porque no persigue finalidad ninguna. El poeta la produce
por una necesidad vital. Se recurre al ideal del arte por el arte: el arte se justifica a sí

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mismo. Uno de los máximos exponentes de esto en España es Juan Ramón. Si el arte no
necesita remitir a la vida, se caracterizará por su forma, no por su contenido; no es
necesario que signifique la vida, sino que será pura abstracción.

El poeta modernista será, por una parte, un maldito; se siente apartado de la


sociedad, aboga por las prácticas antimorales (drogas, alcohol…). Pero por esa misma
posición extrema, tiene una visión más profunda de la realidad: es un visionario. Es capaz
de ver lo que la sociedad no ve. Más que un rechazo de la realidad es una huida. La
analogía y la ironía serán dos aspectos presentes en la poesía modernista. Aunque el
poeta aspira a un reino trascendental, a la belleza, en el fondo, su realidad es una realidad
irónica, que se acaba. Entre aspiración y frustración se mueve el Modernismo.
El Modernismo pone en circulación variedades métricas poco usadas hasta
entonces. El alejandrino se convierte en el verso de moda junto al dodecasílabo y el
eneasílabo, así como los versos de veinte sílabas o más. Darío, como antes A. Silva,
intenta imitar la métrica cuantitativa grecolatina, que se basa en la combinación de
sílabas largas y breves, alternancia que en español se consigue combinando sílabas
tónicas y átonas. Esto prepara el camino para el verso libre y el poema en prosa.

El modernismo enriqueció notablemente la lengua poética. Adoptó en el vocabulario


numerosos arcaísmos, neologismos, indigenismos, galicismos, anglicismos y elementos
del habla popular. En la sintaxis representó una agilización del idioma al desvincularlo de
los giros latinizantes en que se encontraba el verso.

Hay en esta poesía una doble dirección ascendente y degradadora. En el primer


caso, expresa su repulsa a la sociedad burguesa a través de la huida hacia un mundo de
ensueño y fantasía: la antigua Grecia, la Edad Media, el siglo XVIII francés... Los versos
están poblados de princesas, cisnes, lagos, jardines... Simultáneamente se pone de moda
el ambiente miserable de las ciudades: prostíbulos, buhardillas, hospitales..., donde se
refugian los malditos de la fortuna. En los grandes poetas estos tópicos literarios dejan
paso a la expresión íntima y sincera de sus angustias y emociones personales.

José Martí (1853-1895) es una de las voces más importantes de América Latina.
No todos los críticos lo consideran un escritor modernista, sino que hay quien ve en él a
un posromántico. No buscó la evasión o huida a paraísos artificiosos, ni se siente atraído
por la refinada sensualidad y los ambientes exóticos que tanto gustaban a los
modernistas. Sus versos están enraizados en la realidad política y social de su pueblo. Su
primer libro de poesía es Ismaelillo (1881), cuyo motivo de inspiración es el hogar
abandonado y el hijo ausente, realidades que desembocan en el miedo a la soledad. El
niño es un ideal de pureza y libertad dentro de un mundo que considera corrupto, oscuro
y angustioso. Siguiendo con las mismas ideas publica en 1891 Versos sencillos, aunque
es un libro más positivo. Tiene un estilo muy popular (romances, coplas, seguidillas).
Versos libres aparece póstumamente, en 1913. Es un libro realmente difícil, en el que la
angustia vital y la sensación de que el mundo es algo corrupto que limita al hombre,
aparece de forma muy encrespada. Los poemas están escritos en verso libre. Sus
imágenes apuntan a la modernidad. Son poemas muy simbólicos, con imágenes muy
doloridas.

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Rubén Darío (1867-1916) es la encarnación de la lírica modernista. Lleva al
máximo todos los postulados de este movimiento. Su concepción de la vida y el arte
empieza siendo cosmopolita y parisina, interesada por los jardines versallescos, las
porcelanas y los ambientes aristocráticos, galantes y refinados. Pero, con el paso del
tiempo, su universo poético se torna más íntimo, amargo y dolorido. Las imágenes se
vuelven más hirientes. Busca incluso un cierto prosaísmo para dotar a sus versos de
mayor expresividad.

Su etapa inicial se caracteriza por los tanteos a imitaciones de poetas españoles,


como Bécquer o Campoamor (doloras). El primer atisbo de timbre personal lo alcanzó
con Azul... (1888), que es fundamentalmente un libro de cuentos; predomina el tono
idealizante. A partir de aquí, hay un lento proceso de maduración que tiene sus vértices
en Prosas profanas, donde se manifiesta admirador de la belleza, el lujo y los placeres,
de lo misterioso; y Cantos de vida y esperanza, donde cambia la evasión por la confesión
directa y sincera. El culto a la forma da paso a una preocupación por el destino individual
y colectivo. También contiene composiciones filosóficas y elegíacas de tono romántico
como «Lo fatal», en que se plantea el misterio de la existencia y de la muerte. También
trata temas españoles, como “Salutación del optimismo”. Muy conocida es la “Oda a
Roosvelt” en la que critica el imperialismo de Estados Unidos.

2.2. POSMODERNISMO.

Los caminos abiertos por el Modernismo fueron variados y a veces de apariencia


contradictoria. De sus posiciones más experimentales nació una orientación que
conduciría a manifestaciones poéticas vanguardistas, pero al principio su crisis se tradujo
sobre todo en la depuración de una retórica que se estimaba decorativa y superflua, como
ha señalado Teodosio Fernández (La poesía hispanoamericana del siglo XX, Madrid,
Anaya, 1991). La mirada de escritores como A. Nervo, Guillermo Valencia o Leopoldo
Lugones, se centró en la intimidad y lo cotidiano, al mismo tiempo que una preocupación
americanista cada vez más acentuada descubrió la vasta geografía del nuevo mundo.

La poesía se enriqueció así de matices nacionales o regionales, empezó a indagar en


la esencia de lo americano y trató de contribuir a su definición. Se aprecia un cansancio
de las formas modernistas. En 1911, el poeta mejicano Ernesto González Martínez
condena los aspectos más ornamentales de la corriente, con un verso que se haría famoso:
«Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje». Aunque la estela del modernismo
pervivirá durante unos años, en torno a 1920 la poesía irá por otros caminos. Por lo
pronto, hay que señalar dos direcciones paralelas: una que se orienta hacia una lírica más
sencilla y humana; otra que se suma a las corrientes de vanguardia.

Ya en algunos de los seguidores de Darío se apreciaban frente a la temática


cosmopolita, una preferencia por los temas autóctonos y un mayor cultivo de los
problemas íntimos. Por otra parte, se frenan los esplendores formales (sonoridad, ritmos,
léxico,..), en pro de una expresión más sencilla, más directamente humana. En esta línea
de poesía humana habrá que situar los primeros libros de Vallejo y de Neruda. Llama
poderosamente la atención el nutrido número de poetisas destacables, de las que
citaremos sólo a tres, aunque la nómina es amplísima.

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! La primera, Alfonsina Storni (Argentina, 1882-1938) evoluciona desde el
intimismo próximo a Bécquer hasta un simbolismo más hermético. Sus libros iniciales,
La inquietud del rosal y El dulce daño, siguen la estela de la sencillez expresiva y la
vida sentimental como único tema. En Ocre, Poema de amor y Mascarilla y trébol los
textos se vuelven más difíciles y asoman preocupaciones religiosas, próximas al
esoterismo. Siempre planea sobre su sentir poético la sombra de la fatalidad.

! Juana de Ibarbourou (Uruguay, 1895-1979) posee una fuerte voz humana.


En sus obras aparece un sencillo mundo rural que da un tono gozoso a su poesía, nota
personal que irá tornándose en un acento más triste y pesimista con el paso del tiempo.
Descatan sus obras Las lenguas del diamante (1919), Raíz salvaje (1920) y La rosa de
los vientos (1930).
! Gabriela Mistral (seudónimo de Lucila Godoy, Chile, 1898-1957) es el
máximo ejemplo de la superación del Modernismo hacia un lenguaje sencillo, a veces
duro, en el que lo prosaico se mezcla con imágenes intensas pero elementales. Un amor
trágico le inspira uno de los grandes libros de poesía amorosa de América, Desolación
(1922), que expresa un sentimiento amoroso transido de dolor. Aflora la tristeza de la
mujer que no ha llegado a ser madre. En Ternura (1924) dirige su amor hacia los niños y
la naturaleza. La espiritualidad, la religiosidad sustituyen a la vehemencia anterior. En los
libros que siguen, Tala (1938) y Lagar (1954), se ahonda en estos sentimientos poéticos.
Su obra lírica viene a ser una serie de variaciones, al compás de los tiempos, sobre un
único tema: el amor y la vida. En 1945, se le concedió el Premio Nobel de Literatura.

3. LA VANGUARDIA POÉTICA.

Por Vanguardismo se entiende el conjunto de movimientos innovadores que


agitaron las primeras décadas de nuestro siglo. Expresionismo, Futurismo, Cubismo,
Dadaísmo y Surrealismo fueron algunos de los proyectos que afectaron tanto a las artes
como a la literatura europeas. En Hispanoamérica, al principio, la dependencia del
exterior es evidente: la vanguardia americana recibe del exterior el impulso que
necesitaba para abordar la modernización, pero esa modernización es una respuesta a las
necesidades propias. Eso explica la rápida criollización de las novedades que se producen
en los años 20.

Vicente Huidobro fue el adalid del Creacionismo, en el que el poeta es “un


pequeño dios” que no imita la naturaleza, sino que crea algo nuevo que se añade a ella.
Particular relieve tienen sus libros Horizon carré, Poemas árticos (1918) y Ecuatorial
(1918). En 1919 empieza a componer Altazor o el viaje en paracaídas, dividido en siete
cantos. En él brilla lo que será instrumento esencial del Creacionismo: la metáfora. Es un
poemario experimental en la forma, simbólico y trascendente en el contenido, que
discurre por el camino de la irracionalidad. Sus versos discurren en libertad, inmersos
muchas veces en el caos. Responde perfectamente al principio, mantenido por el autor, de
que «la poesía es un desafío a la razón».

Oliverio Girondo es un poeta poco estudiado, pero muy consciente de su actitud


vanguardista. En 1922, escribe Veinte poemas para ser leídos en el tranvía, y en 1932
Espantapájaros. Anteriormente había publicado Carcomanías (1925), Persuasión de los

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días (1941) y En la masmédula (1956). Estos últimos poemas apuntan al tipo de poesía
que se escribe a partir de la década de los 30, en cuya fecha, con la entrada del
Surrealismo, cambia la poesía vanguardista y se pasa a una rehumanización de la poesía.

Son muchos los poetas vanguardistas de aquellos años pero los más importantes
son, sin duda, César Vallejo y Pablo Neruda. De todos los movimientos vanguardistas,
el surrealismo fue el que dejó en América una huella más profunda. En algunos poemas
de Vallejo y en muchos de Neruda podrán verse ejemplos muy personales de tal
influencia, que ha sido igualmente decisiva en otro autor de gran importancia, Octavio
Paz.

3.1. CÉSAR VALLEJO (Perú, 1892 – París, 1938)

Las bases fundamentales de su realidad, el hogar y la religión, se verán quebradas a


raíz de la muerte de su hermano y de su madre. Esto deja una huella muy profunda en su
vida, un dolor que será una de las bases de su poesía. A su hermano le dedicará Los
heraldos negros (1919), obra en la que se reconocen algunas influencias del
Modernismo, pero también hay ya mucho de la voz de Vallejo.

Su actitud de rebeldía se refleja en Trilce, en el que rompe por completo con las
fórmulas literarias precedentes. Es puramente experimental. En su acumulación de
irregularidades gramaticales, de sonidos onomatopéyicos y difíciles neologismos, llega a
veces al hermetismo. Pero en medio de esa dificultad, se advierte su visión personal sobre
temas como la soledad, el sufrimiento y angustia del ser humano. Póstumamente, en 1939
ve la luz Poemas humanos, su libro más personal y representativo, en el que cultiva un
surrealismo instrumental. Una de las secciones más interesantes es la titulada «España,
aparta de mí este cáliz», con 15 poemas inspirados en la Guerra Civil. El poeta
profundiza en la realidad humana de esos seres sacrificados, las víctimas inocentes.

Su poesía refleja un sentimiento trágico, torturado de la existencia, Todo se


impregna de tristeza y desesperación. Pese a su filiación vanguardista, no cabe en él una
actitud deshumanizada. Se vuelca en la solidaridad con el hombre. Encuentra su auténtica
voz en el seno de la Vanguardia, penetrando en las oscuras simas del subconsciente.

3.2. PABLO NERUDA (Chile, 1904 – 1973)

Es uno de los poetas más importantes de la literatura hispanoamericana con una obra
muy numerosa. Su verdadero nombre era Neftalí Ricardo Reyes Basoalto. Su obra ha
sido dividida en 4 etapas:
1ª) Etapa juvenil: uno de los primeros libros que hace que se le empiece a
conocer es Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), aunque
anteriormente había publicado La canción de la fiesta (1921) y Crepusculario (1923).
Son versos adolescentes de tono neorromántico.
2ª) Etapa surrealista y de compromiso político: se inicia con los dos volúmenes
de Residencia en la tierra, en las que el empleo predominante del verso libre le permite
dar rienda suelta a su pensamiento, plasmado en construcciones sintácticas de extrema

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libertad. Vendrá luego una Tercera residencia. El impacto de la Guerra Civil española se
refleja sobre todo en España en el corazón (1937). El hito clave en su trayectoria es el
Canto general (1950), formada por dos partes: en la primera se cuenta la historia de
Latinoamérica y en la segunda la de Chile. En la célebre sección titulada «Alturas de
Macchu Picchu» se remonta a la civilización precolombina en busca de las raíces.
3ª) Ciclo elemental: a él pertenecen Los versos del capitán y Las uvas y el viento.
El núcleo esencial son Odas elementales (1945), seguidas de Nuevas odas elementales y
Tercer libro de las odas. Abandona el Surrealismo y la complejidad de las obras
anteriores para dirigirse a la gente sencilla y cantar las realidades más simples de la vida
cotidiana.
4ª) Ciclo autobiográfico: se orienta hacia la reflexión autobiográfica. Además de
su autobiografía poética en cinco volúmenes titulada Memorial de Isla Negra, nos dejó
unas memorias en prosa, Confieso que he vivido, publicadas póstumamente.

3.3. OCTAVIO PAZ (1914 - 1998)

Premio Nobel en 1990, es una figura central en la introducción del Surrealismo en


Hispanoamérica, movimiento en el que entró en contacto en la década de los 40. Sus
libros poéticos más surrealistas son ¿Águila o sol? (1951), Semillas para un himno
(1954), Piedra de sol (1957) y La estación videnta (1958). Su obra poética hasta 1968,
aparece recogida en tres volúmenes:
1) En Libertad bajo palabra, las primeras composiciones respondían a una
estética neorromántica y a fuertes preocupaciones sociales, pero pronto se abre a una
poesía metafísica. El descubrimiento del Surrealismo le va a enseñar el poder liberador
de la palabra y la posibilidad de devolverle al lenguaje unas dimensiones míticas (retorno
a la vanguardia y a la palabra mágica), como se aprecia en Piedra de sol.
2) Salamandra recoge poemas de 1958 a 1961. En ellos se incrementa lo
irracional y lo esotérico.
3) Ladera Este (1962-1968) es fruto, por una parte, de su contacto con la
cultura oriental y, por otra, del contacto del poeta con el estructuralismo lingüístico, que
le lleva a fundamentar la creación poética en la misma escritura. Estamos ante la
liberación máxima del lenguaje, ante una expresión poética en que las palabras alcanzan
una máxima autonomía, desgajadas a veces de todo sustrato lógico.

4. LA POESÍA PURA Y LA POESÍA NEGRA.

Bajo el rótulo de poesía “pura” suele reunirse a una serie de poetas que se sitúan al
margen de las estridencias vanguardistas, si bien, en muchos casos, proceden de ellas o
han tenido en cuenta sus aportaciones, especialmente la imagen de tipo surrealista. En
cierto modo, presentan un paralelismo con nuestro «grupo poético del 27»: influencia de
Válery o de Juan Ramón Jiménez; admiración por Góngora y otros clásicos españoles;
gusto por la perfección formal; eco de las ideas de Ortega y Gasset sobre la
«deshumanización del arte»,.. Sin embargo, y también como en nuestros poetas del 27, la
deshumanización no llegó a ser total: el calor humano está presente en ellos, aunque
depurado por la inteligencia y la mesura. En suma, se observará en estos poetas un

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equilibro entre tradición y renovación, entre clasicismo y modernidad que nos resultan
conocidos en poetas como Guillén, Salinas y sus compañeros de grupo.

En Méjico, el grupo más notable de esta época es el de «Los Contemporáneos»,


nombre que reciben del título de una revista fundada en Méjico en 1928. Pueden ser
considerados como una suma de “individualidades irreductibles”, en palabras de uno de
sus miembros, José Gorostiza. No buscan tanto una expresión específicamente mexicana
cuanto la incorporación a un movimiento renovador general.

Forman parte de este grupo figuras como José Gorostiza, Jaime Torres Bodet,
Xavier Villaurrutia,.. Destaca Carlos Pellicer, quien tiene una veta lírica exuberante,
musical y colorista, que fluye con extrema agilidad. Usa vistosas imágenes. Canta a la
naturaleza como reflejo de la divinidad, como paraíso de los trópicos. Esa brillantez
plástica no está reñida con un intenso lirismo. El predominio de la vida sobre la muerte,
rasgo que lo diferencia de otros compañeros de grupo, no le impide detenerse en
melancólicas reflexiones existenciales sobre el paso del tiempo. Material poético recoge
lo mejor de su producción.

En Colombia, sobresale el grupo «Piedra y Cielo». El nombre, tomado de un título


de Juan Ramón Jiménez, indica ya la preferencia por una poesía pura, de metas
fundamentalmente estéticas. Su máximo representante es Eduardo Carranza, cuya
producción esencial quedó recogida en Canciones para iniciar una fiesta.

En Argentina, en aquellos años sobresale la figura de Jorge Luis Borges (1899),


introductor del Ultraísmo, movimiento que pronto superó. Junto a él, citemos a Molinari,
González Lanuza, Bernárdez,.. quienes, desde el Ultraísmo, evolucionaron también
hacia la poesía pura, el Surrealismo, etc.

Frente al cosmopolitismo de las tendencias anteriores, surge en las Antillas en torno


a 1930 una corriente poética que recibe el nombre de poesía “negra”, que busca su
inspiración en las peculiaridades étnicas y culturales de aquella zona. El mestizaje racial
y espiritual entre negros y blancos es rasgo primordial de países como Cuba o Puerto
Rico, y estos poetas arrancan de un rico folklore en donde aparecen íntimamente
fundidos elementos africanos y españoles.

La temática refleja los aspectos más variados de ese mundo negro o mulato. Junto a
ello, es frecuente el acento social: denuncia de discriminaciones y defensa de una libertad
común. La métrica se inspira en el marcado ritmo del «son», a la vez que utiliza formas
tradicionales castellanas (es típica la décima). En el léxico, destaca la incorporación de
términos y expresiones de sabor africano es base de efectos onomatopéyicos y musicales,
aspectos esenciales de la poesía negra. Lo popular y lo culto se dan la mano, como
sucedía en la poesía de Lorca o Alberti.

Lo popular y lo culto se dan la mano, como sucedía en la poesía de un Lorca o de


un Alberti. Los principales representantes de la poesía negra (que sería más exacto
llamar «mulata») cultivaron también modalidades vanguardistas y clásicas; y, en todo
caso, realizan siempre una estilización culta de lo popular.

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Los principales cultivadores del género son el puertorriqueño Luis Palés Matos, el
cubano Emilio Ballagas y, sobre todo, su compatriota Nicolás Guillén, cuyos primeros
libros fueron Motivos del son (1930) y Sóngoro cosongo (1931). En ellos están las
características de su arte: un prodigioso sentido del ritmo, la estilización de lo popular a
través de un lenguaje lleno de sorpresas y un decidido enfoque social, junto a poemas de
pura intención lírica. Así ha seguido siendo en sus libros siguientes, entre los que se
cuentan El son entero y La paloma de vuelo popular. En su última etapa alcanzan mayor
proporción los poemas de lucha política. Ha manejado además, con igual fortuna, formas
tan diversas como el soneto o el poema en versículos de corte surrealista.

5. LA POESÍA HISPANOAMERICANA EN LOS ÚLTIMOS DECENIOS.

En los años posteriores a 1940 no han surgido individualidades líricas que se


proyecten internacionalmente con la fuerza que alcanzaron los grandes poetas
modernistas o los que, nacidos hacia 1900, llegaron a la madurez en la época de las
Vanguardias, o los novelistas coetáneos. De hecho, las tres décadas que van de 1940 a
1970 están dominadas por las nuevas creaciones de Borges y Neruda y la sombra
interminable de César Vallejo, a pesar de la multitud de nombres que recogen las
historias y antologías. El único que se ha aupado al canon internacional ha sido Octavio
Paz.

La evolución de la literatura en el conjunto de Hispanoamérica, a pesar de los


avatares de cada uno de los países, no sufrió un corte tan violento y radical como el que
supuso la guerra civil española, ni discurrió entre una relación tan precisa de sumisión o
rechazo del poder político.

La proliferación de corrientes, movimientos y grupos en Hispanoamérica es


extraordinaria. Nos limitaremos a señalar las tendencias más sobresalientes:
! Pervive una poesía pura, cuyo modelo se encuentra en Borges y los poetas
citados en el epígrafe correspondiente.
! Aparece una actitud y una temática existencialista.
! Es abundante la poesía comprometida, social y política, siguiendo el
ejemplo de Neruda.
! Se mantiene la lección formal del Surrealismo, entretejida con las más
variadas orientaciones del contenido (existencial, social,.).
! Muy en relación con lo anterior, y especialmente en los últimos años, surgen
manifestaciones de poesía experimental.

Estas tendencias responden a una sucesión cronológica sólo en parte. La variedad de


países, las diferencias de latitudes, hacen que tales corrientes coexistan ampliamente. El
panorama es muy complejo.

Aunque son muchos los poetas, podemos destacar al chileno Nicanor Parra (1914),
cuya poesía es a la vez integral (por su objetivo y temática) y fragmentaria (porque está
hecha de impresiones, fragmentos); es la expresión de un mundo desintegrado, que se

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mantiene gracias al humor. Destacamos su libro Poemas y antipoemas (1954), donde el
escepticismo es cada vez mayor. Su poesía es un testimonio de un recorrido por un
mundo que aceptó primero por concreto para descubrir luego que es irreal.

6. CONCLUSIÓN.

Esta literatura no puede entenderse si no tenemos en cuenta el encuentro conflictivo


de diferentes culturas, que produce un tipo de literatura que, visto desde Europa, ha sido
denominada “maravillosa” o “mágica”. La naturaleza y el indígena han sido dos pilares
de la literatura hispanoamericana que ha terminado cautivándonos a todos.

7. BIBLIOGRAFÍA Y APLICACIÓN DIDÁCTICA.

El presente tema, en el que hemos expuesto las características y autores más


representativos de la poesía hispanoamericana en el siglo XX, es aplicable en los cursos
de Secundaria y Bachillerato, concretamente en 4º de ESO y 2º de Bachillerato, cursos en
los que el currículo determina la impartición de los contenidos de literatura relacionados
con los siglos XIX y XX.

La bibliografía que hemos consultado para la realización del tema, es la siguiente:

- Bellini, G., Historia de la literatura hispanoamericana, Madrid, Castalia, 1985.


- Goic, C., Historia y crítica de la literatura hispanoamericana, Crítica, Barcelona, 1988.
- , La poesía hispanoamericana del siglo XX, Madrid, Anaya, 1991.

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