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DERECHO PROCESAL PENAL

TEMA I

Lic. Julio A.Fernández Pereira. Profesor de Criminalística de la


Facultad de Derecho, Universidad de La Habana.

EL DERECHO PROCESAL PENAL. CONCEPTO Y NATURALEZA DEL


PROCESO PENAL. EVOLUCION HISTORICA. LOS SISTEMAS DE
ENJUICIAR.

El Derecho Procesal Penal.

El vocablo proceso, es dentro del ámbito jurídico como en toda relación, tanto social
como en la naturaleza, una continuidad, una serie o sucesión de fenómenos, de actos, de
momentos caracterizados y por los cuales se llega a un resultado. Como expresa el
diccionario de términos españoles, proviene del latín “procesus”, es el transcurso del
tiempo, es la serie de fases de un fenómeno, es la evolución de una serie de fenómenos.

Dentro del Derecho Penal las normas del Derecho sustantivo van orientadas a señalar
las conductas que el Estado, en cuanto representante de los intereses sociales, ha de
prohibir bajo el establecimiento de represión de las mismas si éstas se producen. Esto
quiere decir que, la función del Estado en este sentido es enunciativa y constituye el
Derecho Penal Material; en términos más sencillos, es el encargado de establecer lo que
se considera, en cada momento histórico concreto, como delito, como la acción u
omisión socialmente peligrosa y las medidas o consecuencias que, como sanción, se
fijan para esos actuares, lo cual se hace análogamente al señalamiento del tipo delictivo,
de forma abstracta y general.

Lo anterior no resolvería la situación, o sea, no pone fin a la actividad del Estado en su


quehacer, él tiene que establecer la forma en que se ha de investigar si una conducta
históricamente determinada encuadra en algunas de las prohibidas y aplicar, en su caso,
la medida correspondiente y para eso se crean las normas procesales, la forma de
proceder de los órganos estatales en cuanto al esclarecimiento de los hechos, su
enjuiciamiento y la consecuente aplicación de la sanción y su ejecución.

Resumiendo, podemos decir que lo primero que hace el Estado en el campo del Derecho
Penal, es una función enunciativa (Derecho Penal Sustantivo, material) y lo segundo es
la formulación de la forma de ejecución de ese Derecho Sustantivo, función operativa,
formal, Proceso Penal.

Para poder aplicar la Ley sustantiva y restablecer el orden social quebrantado, no basta
el simple enunciado de la misma; en primer lugar cómo el órgano juzgador necesita
averiguar si los hechos acaecidos constituyen tal o cual conducta encuadrada en un tipo
penal. Este primer paso o acción de informarse, precisa de una serie de actos que le
lleven a determinar lo que objetivamente ocurrió. Seguidamente se requiere el análisis
de toda otra serie de elementos y circunstancias que pueden hacer variar los hechos o
llegar al establecimiento de algunas variantes en los mismos (agravantes, atenuantes,
etc) y por último llegar a dictar la Resolución que, consecuentemente, deberá ser
aplicada (Sentencia sancionadora o absolutoria, etc).
Como refiere Viada en su obra : “Lecciones de Derecho Procesal Penal”, citando a
Calamandrei: “ el modo como se desarrolla el proceso, consiste en una serie de
actividades de los hombres que colaboran a la consecución de un fin común, que es el
pronunciamiento de la sentencia y la adopción de medidas ejecutivas, pero esta
colaboración, advierte que, no es simultánea, sino sucesiva, de modo que las diferentes
actividades de las personas que toman parte en el proceso se distribuyen en el tiempo y
en el espacio siguiendo cierto orden lógico...”

El proceso, esa serie o sucesión de actos tendientes a la consecución de una pretensión


de acuerdo con el derecho objetivo, organizados de forma lógica y conforme al
ordenamiento jurídico es, de forma general, a lo que se le señala como Procedimiento
Penal.

Para Prieto Castro, como cita Viada, el procedimiento indica únicamente el lado externo
de la actividad procesal, como pueden serlo la legislativa, administrativa, etc y no puede
abarcar el conjunto de las teorías que comprende el estudio del proceso.

Hasta ahora hemos dado algunos datos para lograr una visión, bastante general, de lo
que es el procedimiento, pero resumiendo lo anteriormente expuesto podemos lograr
una definición de procedimiento penal, como el conjunto de actuaciones reglamentadas
por normas previamente establecidas, cuyo objeto es la determinación de las conductas
que pueden ser calificadas como hechos delictivos y, consecuentemente, aplicar la
sanción que corresponda a las mismas.

Analizando lo planteado anteriormente podemos llegar a definir tres categorías o


elementos que constituyen la esencia del proceso:

1. Conjunto de acciones, actividades, momentos;


2. conjunto de normas, de preceptos y
3. finalidad, sentencia.

El conjunto de actividades, de acciones encuadradas en un tiempo, son


las funciones inherentes a las personas que están encargadas de
determinar la ley en un caso concreto. En segundo lugar, el conjunto de
normas son las reglas establecidas por la legislación que regulan las
actividades de las personas encargadas de la aplicación de las leyes, las
cuales norman todo el proceso o cualquiera de sus actos en particular;
en esencia ésto es el Derecho Procesal Penal. Y por último, el fin
alcanzado, la aplicación de la Ley sustantiva, la sanción, es el resultado
del proceso.

Para el profesor español, Antonio María Lorca Navarrete, el Derecho


Procesal Penal es “una rama autónoma dentro del ordenamiento
jurídico y en concreto del Derecho Público, porque su objetivo, que es
impartir recta e imparcialmente justicia en el ámbito penal, constituye
una actividad básicamente de Derecho Público, diversa de la normativa
contenida en el Derecho Penal...” “El Derecho Procesal Penal, aparte de
hallarse regulado por un conjunto de normas jurídicas que tienen por
objeto la organización de los Tribunales de lo Penal (Derecho Procesal
Orgánico regula además y fundamentalmente el ejercicio de la función
jurisdiccional penal ... las normas que contiene son, con arreglo al
artículo 1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal española actual, las
únicas que posibilitan la validez de los actos procesales penales y que
tales normas no se hallan encaminadas, como equivocadamente
pudiera desprenderse del referido artículo, a la imposición de penas o a
la represión, sino, y más exactamente, a hacer posible que mediante las
garantías que la propia ley establece se obtenga una efectiva tutela
judicial de los derechos sin que en ningún caso se produzca
indefensión” (A.M. Lores Navarrete, Derecho Procesal Penal,
Edit.Tecnos, Madrid 1986).

En cuanto al penalista y juez madrileño, Carlos Viada, en su obra:


“Lecciones de Derecho Procesal Penal”, el mismo señala que: “La
denominación de derecho procesal es la que, frecuentemente, se viene
empleando por los autores patrios y extranjeros. Suele definirse el
derecho procesal penal en relación con el derecho de esta naturaleza.
Esta opinión, que es la más generalizada, estimamos sin embargo que
no es exacta, por dos motivos: primero porque el derecho procesal no
estudia sólo el proceso y, segundo porque no estudia todo el proceso ...;
el derecho procesal determina las actividades humanas que han de
realizarse para lograr la imposición de la pena”. Esto último es la
esencia de su planteamiento.

El Dr.Aldo Prieto Morales en su obra: “Derecho Procesal Penal”,


Edit.ENSPES, Habana 1962, hace una muy breve definición de derecho
procesal penal. El dice: “El Derecho Procesal Penal es, pues, el conjunto
de normas jurídicas emanadas del poder del Estado que ordenan el
proceso, sea en su conjunto, sea en los actos particulares que lo
integran y que tiene por finalidad aplicar el derecho material para
restablecer la legalidad quebrantada”.

Otra definición, de igual corte sintético, es la que ofrece Manuel Rivera


Silva en su obra: “El Procedimiento Penal,” y se puede resumir en una
sola frase: aplicar la norma jurídica individual ciñéndose a reglas
especiales... nos encontramos con ciertos medios para alcanzar esos
fines y que, no son otros, que la investigación, reunión o comprobación
de los datos cuya existencia es indispensable acreditar para aplicar las
consecuencias que la ley provee”. Esto lo toma el autor de Florian que a
su vez sigue la escuela italiana.

Como vemos, en puridad no hay una definición exacta del Derecho


Procesal Penal, cada quien en su momento histórico ha dado alguna
que otra caracterización aproximada del mismo pero, realmente siempre
han tendido a definiciones o muy simples o muy abstractas de ahí que
tratemos de conjugar criterios y veamos si logramos una definición
acorde a nuestros intereses meramente docentes.
Como es sabido, el derecho objetivo en general es el conjunto de
normas, de preceptos del ordenamiento jurídico, y el mismo tiene como
una de sus ramas el denominado derecho procesal penal, o sea, el que
rige el proceso penal, es el conjunto de normas jurídicas que regulan el
Proceso Penal. Es el que suministra las metodologías jurídicas para la
sustentación del proceso que norma la forma de realización de los actos
procesales y los efectos y resultados de los mismos, tanto en su
conjunto como en cada acto en particular. En fin, es el modo de
proceder en justicia.

Sin entrar en debates teóricos, que bastante se han dado ya, queremos expresar que hay
criterios que se afilian al planteamiento de que el proceso penal finaliza con la sentencia
(firme), o sea, que sacan a los Tribunales de la función de ejecución de la misma, no se
responsabilizan con ella alegando que esa función es totalmente potestad del Estado y
que el mismo la ejerce a través de órganos especializados. Otros autores señalan que no,
que al igual que esos órganos estatales, los tribunales continúan sus funciones en la
ejecución de las sentencias y la reinserción de los sancionados en la sociedad. Esto a
nuestro entender es correcto, habida cuenta de que un sinnúmero de actividades de los
órganos juzgadores e incluso de la parte acusadora, pueden producirse cuando se está
ejecutando la sentencia y más aún, porque ésta ya se haya extinguido, como pudieran
ser las libertades condicionales, las variaciones de medidas, la peligrosidad post-
delictiva, etc.
En cuanto a la naturaleza del proceso penal podemos decir que, la
misma tiene un carácter jurídico, en tanto que para todas las personas
que intervienen en el mismo existe una serie de relaciones de derecho,
deberes y obligaciones, determinadas por la ley.

El conjunto de normas que regulan el proceso penal, constituyen a su vez un conjunto


de garantías y reglas de conducta a asumir por las partes en cada etapa o momento del
proceso. Son de forma general las reguladores de los intereses de los acusados, de la
parte acusadora y de las atribuciones y funciones del órgano juzgador y tienden a la
finalidad de resolver la situación de conflicto, ya bien sea en el caso de la sociedad
contra el infractor, como en los denominados delitos perseguibles a instancia de parte
(querella penal).

Existen criterios que plantean que el proceso penal es una relación jurídica y de ahí su
naturaleza, y a ella se encaminan los planteamientos de Chiovenda, Birkmayer, Kisch y
otros. Nosotros seguimos un criterio diferente, consideramos al proceso como un
conjunto de actos normados jurídicamente, donde los actores son la trilogía formada por
el tribunal y las partes y del cual se derivan o devienen una serie de relaciones jurídicas.
Es una institución jurídica que preside la actuación y la finalidad, en común, de
solucionar una situación de carácter penal.

Evolución Histórica

Es ley de la sociedad que todo progrese gradualmente, lo cual no le es


ajeno al proceso penal, ya que el mismo como ciencia social está sujeto
al desarrollo de la sociedad. De ahí que podamos, utilizando como
sustento objetivo la historia de la humanidad, conocer o aproximarnos
al conocimiento del desarrollo sufrido por el proceso penal desde la
sociedad primitiva hasta los tiempos actuales.

Si nos referimos al Derecho en el sentido jurídico del término, como expresara Federico
Engels en su obra: “El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado”...”En el
Estado primitivo de la sociedad no existía aún el Derecho”..., lo cual no quiere decir que
no se presentaran situaciones que provocaran la lógica reacción defensiva del grupo, sin
contar aún con un órgano del Estado que ostentara la facultad de reprimir conductas que
no se avenían a sus reglas, aclarando que esas reglas, de carácter moral, aceptadas por la
comunidad y que tenían un carácter tradicional, se puede afirmar que ya tenían los
gérmenes de lo que en su evolución constituiría el magisterio punitivo.

La evolución de la reacción defensiva ante conductas no aceptadas o perjudiciales por la


colectividad y que aún subsisten en algunas agrupaciones humanas clasificadas como
salvajes (grupos que aún subsisten en zonas donde la supuesta civilización aún no ha
llegado), y que no cuentan con una verdadera organización de su sociedad, toda
agresión que afecta sus condiciones de existencia, engendra una reacción esencialmente
individual del perjudicado, transitoria o no establecida por el colectivo, habida cuenta de
que esa agresión se considera una cuestión puramente privada a la que tiene que
responder el agredido. Unicamente él ha de valorar el alcance del perjuicio y tomar la
medida de combatirla, normalmente con un objeto o instrumento defensivo. Es decir,
esta reacción individual, inmediata, al momento de la agresión adopta la forma de
venganza.

Según fue evolucionando la sociedad, vemos como se van destacando algunos de sus
miembros y pasan a ser dirigentes del grupo, que ya se va organizando como tribu, gens,
clan, etc. Estos individuos, por lo regular los más fuertes y aptos, van asumiendo
algunos papeles de índole representativa, aunque aún sus miembros son iguales ante
“derechos y obligaciones”, pero ya comienza el establecimiento de una autoridad que va
sustituyendo la forma individual, defensiva, de reacción ante un ataque u ofensa, en
principio por una reacción de defensa del grupo y con posterioridad, por la función
coercitiva ejercitada en nombre del colectivo por el jefe tribal, el patriarca, el chaman,
etc.

Hubo sociedades que evolucionaron por distintos derroteros; en algunas de ellas esas
funciones correspondían a los consejos de ancianos, la gerusia o gerontocracia, a los
cuales se les respetaba por sus experiencias y conocimientos, aunque en la mayoría de
los casos esas funciones, tanto de los jefes iniciales como la de los ancianos, se
constreñían a las cuestiones de las guerras, ante la inminente destrucción del grupo por
el ataque de otros grupos enemigos.

De igual forma, no desaparece de inmediato, de esa sociedad, la venganza, la cual ante


delitos o agresiones “privadas” (hurto, lesiones, homicidios, etc) que no hacían posible
la reacción del individuo y no perjudicaban a la colectividad en su conjunto, pasó a ser
una función de los familiares, llegando después a engrosar el grupo de los amigos hasta
arribar a la venganza de toda la agrupación en apoyo al ofendido. Esta intromisión de la
colectividad en un asunto puramente individual, va introduciendo el germen de la tutela
social a los intereses personales y la represión (acción punitiva) social a las conductas
transgresores de las tradiciones, intereses y seguridad del colectivo. Aquí comienza el
derecho consuetudinario, donde el grupo mediante un actuar sumario inmediato, oral y
público, sancionaba a los infractores.

En cuanto empezaron a aparecer las diferencias entre los hombres, lo que se denomina
la división del trabajo, empezaron a surgir igualmente los elementos de la división
clasísta de la humanidad. Con el trueque mercantil y las guerras entre grupos rivales, los
que resultaban prisioneros van a convertirse en fuerza de trabajo esclava, brindando así
un excedente a los amos.

Hasta estos momentos se impone la venganza privada y no existe aún un procedimiento


para castigar a los infractores, no obstante, con el desarrollo incipiente de estos grupos
sociales se da el fenómeno, lógico, de que sobre la forma individual transitoria de
reacción defensiva a través de la venganza personal, se vaya imponiendo la forma social
de esta defensa como reacción directa del colectivo, defensa ejercitada en nombre de la
colectividad por el jefe de ésta, (jefe del clan, la gens o la tribu según el lugar y etapa
histórica). Esto se debe a dos cuestiones esenciales: el grupo social reacciona ante la
posibilidad de una agresión que lesiona los intereses y costumbres de todos,
destruyéndola o debilitando su agrupación e interés mutuo. En segundo lugar, como la
reacción individual traía consigo el exceso y nuevas venganzas, esto debilitaba al grupo
y éste se vio necesitado de limitar o abolir esa forma de reacción individual. Vemos
como la forma de defensa personal va cediendo poco a poco a la de reclamar la
protección y defensa de los intereses sociales, se van dando estas funciones, como ya
vimos, a los jefes, con posterioridad a personas que cada vez más se van especializando
en la solución de los conflictos, van surgiendo los tribunales, los juzgadores, jueces o
tribunales.

Con el surgimiento del estado y la propiedad privada y el lógico crecimiento de las


diferencias entre los hombres, se va acentuando el carácter clasista de la impartición de
justicia, si así se le puede llamar a la incipiente función que se comienza a
profesionalizar en la sociedad de entonces. El papel interventor del Estado como árbitro
para dirimir las discordias entre los miembros de un grupo social, logra que se vaya
perdiendo la llamada venganza y surja la denominada “compositio”, o composición, lo
cual pudiera pensarse que es una especie de indemnización por el daño causado.
Inicialmente la misma se le abonaba al perjudicado íntegramente por esta práctica;
posteriormente fue evolucionando, determinándose una cantidad para el perjudicado y
otra para el Estado, como explica el Dr.Aldo Prieto Morales en su obra (“Derecho
Procesal Penal 1 Edición ENSPES, Habana, 1982, pág. 8”), al informar la diferencia
que se establecía para el homicidio de un hombre libre con la de un esclavo, o un
soldado, cuando se iba a pagar esta indemnización. Igualmente refiere y explica, como a
la parte del Estado se le denominaba fredum, y faida a la de los perjudicados, entre los
grupos sociales de los germanos, y como al final de este proceso, el Estado “tomó todo
para sí”, y refiere que a partir de ese momento desaparece la última influencia de las
relaciones gentilicias. Esto por supuesto no ocurre de improviso, de hoy para mañana; el
proceso fue largo y duró siglos, con algunos rasgos desapareciendo y otros
manteniéndose más o menos en el tiempo. Se fue perfeccionando el proceso
conjuntamente con el perfeccionamiento de la sociedad.

De acuerdo con las condiciones socio-históricas de cada grupo, se ven más acentuados o
más limitados los progresos en las formas de evolución del Derecho, pero ya a partir de
determinado momento, en cuanto el Estado toma partido en este desarrollo, lo va a
hacer en interés de la clase dominante con la ya utilización de los medios de poder
coercitivo. Comienza a plantearse la obligatoriedad de las normas que esa clase
determina, primeramente en forma de tradición oral y ya con posterioridad surge la
“norma escrita”, dictada por el poder estatal.

Siguiendo la línea histórica que, tradicionalmente ha sido la aceptada por los autores
cubanos, vamos a referirnos sucintamente al desarrollo de la legislación procesal
hispánica y finalizaremos, este punto, tocando los aspectos más relevantes de nuestro
procedimiento post-revolucionario.

Como se ha señalado, la primera manifestación de legislación procesal fue el Fuero


Juzgo o Código Visigotorum, que según los historiadores, fue elaborado en épocas de
Eurico y seguido por Alarico, y otros goberrnantes visigodos. La historia señala que la
misma fue aprobada por el VII Concilio de Toledo en el año 646, bajo el reinado de
Chisdasvinto, siendo su segundo libro, de los doce con que contaba dicha legislación, el
dedicado al procedimiento y donde por primera vez se establece la jurisdicción como
una facultad dependiente de la soberanía del Estado; las facultades jurisdiccionales de
los jueces, la no retroactividad de las leyes, la facultad de aportar las pruebas y la
prohibición de la “compositio” o composición, así como los requisitos, entre ellos el
juramento, para poder ser testigos.

Seis siglos después del Fuero Juzgo, fue dictado el denominado Fuero Real, el cual, en
gran medida fue una copia del anterior sobre la base de los intereses de los monarcas
castellanos e incorporando por primera vez la “Lex loci delicti”, o sea, el principio de la
competencia de los tribunales del lugar del hecho para el conocimiento del mismo.
Principio que ha regido en todos los ordenamientos penales hasta nuestros días.

Todos los principios establecidos por estos cuerpos normativos habrían de ser recogidos
posteriormente en la que se ha dado por llamar “la obra magna de la legislación
hispana”: “Las Partidas”, cuerpo legislativo de la época del feudalismo español, en las
cuales aparecen por vez primera, las regulaciones sobre el funcionamiento y
competencia de los jueces, las de los pesquisadores, las de los abogados y el
establecimiento del tormento como medio para la obtención de la confesión, iniciando
de esta forma lo que se pudiera plantear como las bases del sistema inquisitorial,
perfeccionado posteriormente por la Iglesia Católica al establecer el procedimiento de
los tribunales del “Santo Oficio”, la “Inquisición”, por el concilio de Verona en 1183,
esencialmente, en esos momentos, contra los herejes albigenses en Languedoc, Francia,
pero que tuvo una fuerza terrible en la Italia y España feudal a partir del siglo XIII, y
sobre todo a partir de la tristemente célebre figura del dominico Tomás de Torquemada,
la cual, fue suprimida siglos después al invadir Napoleón la península Ibérica en el 1808
y restablecida por algunos años (1814 a 1834) con la restauración en España.

Este procedimiento tuvo sus iniquidades pero también sus logros, ya que el mismo
estableció el sistema de escritura en el proceso, la secretividad de la fase sumarial, la
investigación para le instrucción de cargos, etc, pero también la tortura, las penas a la
hoguera y al potro, la confidencia y otros males que duraron siglos y son un baldón para
el catolicismo, ya que violaba el principio universal de la libertad de conciencia, esencia
misma del cristianismo.
La sublevación contra la dominación napoleónica y la puesta en vigor de la
Constitución de 1812, Constitución de Cádiz, la cual proclamaba las ideas del
liberalismo burgués, son las que minan el Sistema Inquisitivo y reforman el
procedimiento penal, introduciendo en el mismo, elementos del Sistema Acusatorio, el
cual, conjuntamente con una serie de garantías procesales, ha de establecer el
denominado “Sistema Mixto”, que con algunas variantes mínimas se ha de trasladar al
reglamento para la Administración Provincial de Justicia del 1835, habida cuenta de que
ya referimos del 1814 al 1834, se reinstauró el Sistema Inquisitivo. Esas variantes, las
que instituyó ese Reglamento, establecen la publicidad en los juicios criminales, no sin
determinadas limitaciones en la participación, y una segunda instancia, la cual aparece
por vez primera en la Península Ibérica.

No es hasta el 11 de abril de 1865, bajo la monarquía de Isabel II (1813 al 1904) que se


dicta una ley que instaura el Recurso de Casación en lo Penal, aunque como explican los
historiadores, por un decreto real de 1852, ya venía regulada la misma en el campo de lo
Penal, limitada a los delitos de contrabando y defraudación.

El 22 de diciembre de 1872, se dicta la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que recogía y


regulaba algunas de las garantías procesales de las leyes anteriores e incorporaba
algunas individuales como eran: la inviolabilidad del domicilio y la correspondencia,
organizaba de forma sistemática el sistema mixto, el juicio oral y mantenía el sistema de
jurado que se había establecido por la Constitución de Cádiz, pero sólo duró hasta que
los Borbones en 1875, restablecieron el sistema de las compilaciones con un
procedimiento escrito, y se suprime la doble instancia, retornando la justicia española al
Sistema Inquisitivo, lo cual ha de durar hasta 1882, cuando ya, definitivamente entra
para no volver a desaparecer, la Ley de Enjuiciamiento Criminal, extendida a Cuba y
Puerto Rico en octubre de 1889, por Real Decreto de la monarquía hispana.

Ya en esta Ley de Enjuiciamiento Criminal se ve la división del proceso claramente en


su parte inquisitiva (fase sumarial) y su parte acusatoria (juicio oral) o plenario y se
establece la figura de la instrucción, o sea, se establece el Juez Instructor, encargado de
lo sumarial.

Ese cuerpo procesal, con algunas modificaciones no esenciales, rigió en nuestro país
hasta que fue sustituída por la Ley 1251 del 26 de junio del 1973, la cual establecía los
principios procesales socialistas y era el trabajo de las Comisiones de Estudios
Jurídicos, creadas en abril de 1968, que fueron presididas por el entonces Comandante
Sergio del Valle y su secretariado, por Blas Roca, el cual fuera alma del movimiento
legislativo cubano. Los proyectos de la Ley de Procedimiento Penal fueron discutidos
por los trabajadores en sus centros laborales, por los Comités de Defensa de la
Revolución de todo el país, en todos sus niveles y en los centros de estudio de nivel
universitario; incluso en los proyectos, a través de subcomisiones, trabajaron alumnos y
profesores de las universidades, al igual que de otras esferas sociales del país.

Con el proceso de institucionalización del país, la creación de los Poderes Populares y la


nueva división territorial de la nación, se impuso una modificación de la Ley de
Organización del Sistema Judicial y de la Ley de Procedimiento Penal, ambas, la 1250 y
la 1251, han de ser modificadas y sustituidas por las leyes 4 y 5. La última, Ley de
Procedimiento Penal, vigente entre nosotros desde Agosto 18 del 1977, a pesar de las
modificaciones sufridas, se ha mantenido esencialmente hasta estos momentos. Las
modificaciones han sido para enriquecer y modernizar algunos de sus procesos, los
cuales serán motivo de estudio en otras partes de este texto, pero que les informamos
ahora pues tendrán ya, desde este instante, que trabajar con conocimiento de ellas.

La primera de las modificaciones fue la establecida por el decreto Ley Nro. 87, de 22 de
julio de 1985, que modificaba lo referente al Procedimiento Especial de Revisión; la
segunda referida al Procedimiento de los Tribunales Municipales Populares y del
Procedimiento para aplicar las medidas de seguridad establecidas por el Decreto Ley
128, del 18 de junio de 1991, y por último el Decreto Ley Nro.151 del 10 de junio de
1994, donde, dentro de otras establece lo que constituye una verdadera revolución
procesal, el Procedimiento Abreviado. Así como también el Decreto Ley 208/99, que
modificó el Procedimiento contra los acusados ausentes.

Todo lo anterior nos lleva a concluir que, el estudio lógico del desarrollo de aquel
instinto de reacción de defensa del hombre primitivo, decursando el tiempo y por
innumerables caminos, nos ha llevado a la elaboración de un alto y complicado sistema
de instituciones procesales, de leyes que constituyen el edificio del moderno magisterio
punitivo y la forma de actuación de los encargados de su aplicación, habida cuenta que
el problema de la responsabilidad humana y su función represiva está, en lo esencial,
ligado indisolublemente a la necesidad de la propia conservación de la sociedad,
separándonos de lo que clásicamente venía planteándose de justicia reparadora o
retributiva, entrando en el camino de justicia humana objetiva y necesaria, educativa y
revolucionaria.

Los Sistemas de Enjuiciar.

Ya hemos visto como se sucedieron históricamente los sistemas de enjuiciar, con sus
altas y bajas, retomándose uno u otro en diferentes momentos, de acuerdo a la
concepción de política criminal que siguiera el Estado en cuestión. De ahí que aunque el
sistema puramente acusatorio se diera antes que el llamado inquisitivo, el mismo, con
sus variantes, volvía a resurgir históricamente en las llamadas sociedades liberales
cuando la tendencia era, como se plantea por Carlos Viada en su libro” Derecho
Procesal Penal”, “el predominio del interés de evitar la condena de inocentes, mientras
que cuando predominaba el interés del aseguramiento del castigo del acusado, se
restableció el inquisitivo”.

No obstante, si bien una serie de corrientes e ideologías se manifestaban por la


injerencia del poder estatal en la corrección y enmienda de las leyes procesales, otros
grupos se afiliaban a la corriente garantista, a la igualdad jurídica de los ciudadanos,
para que no fueran a pagar con demasiados abusos e injusticias cualquier acto que fuera
llevado ante la omnipotencia de los jueces, y que el predominio de las garantías
procesales a través de la ley escrita en cuestión de procedimiento, tenga un valor
esencial garante de los derechos, no sólo individuales, sino de toda la sociedad, de ahí
que, como el sistema más acertado fuese la conjugación equilibrada de los dos sistemas
iniciales, acusatorio e inquisitivo, y dieran origen al llamado Sistema Mixto o
Acusatorio Formal.

Aunque hay criterios en contra, se estudian como procesos penales el llamado sistema
acusatorio, que como ya dijimos es el primero en surgir en el tiempo y el inquisitivo, al
cual muchos no lo conceden carácter de verdadero proceso y lo consideran “un mero
sistema de enjuiciar que, basándose en la instigación del juez, puede culminar con la
imposición de una pena al delincuente pero falta en él la construcción formal del
mismo con la obligada intervención de partes y la resolución de la Causa por un tercero
imparcial”. (Carlos Viada O.C.).

Ellero, en su obra “Opus Coli Criminali,” 1874, plantea que: “Bástenos recordar a
Sócrates y Folión, condenados a muerte por el Tribunal de los Eliasti, que precisamente,
usando y abusando de una judicatura soberana, se convertían en hidra legislativa e
inventaban delitos y penas según su ira les aconsejaba, lo cual habla que ya desde la
antigua Roma, el sistema precisamente inquisitivo en sentido estricto, se manifestaba y
era la imposición del Estado sobre los ciudadanos a los que aplicaba las leyes y en el
mismo, por tanto, no existían las partes, característica contraria al acusatorio, donde sí
están presentes los intereses ciudadanos a través de las partes.

Veamos algunas características del sistema acusatorio. Se plantea que el mismo tiene
como rasgos fundamentales, que vienen desde sus inicios, la igualdad de las partes ante
la ley, en el debate, ya que el perjudicado o denunciante, y el presunto culpable
manifestaba sus intereses ante el juzgador, ya bien ante el grupo o ante la autoridad del
mismo, jefe tribal, consejo de ancianos, etc.

De esta forma de proceder se derivan los principios de iniciativa privada, oralidad,


publicidad, aporte individual de pruebas, etc. Veamos con más precisión estos rasgos
característicos.

a) La iniciativa privada. Esta se establece al tener inicio el procedimiento a partir


de la denuncia del perjudicado por la acción delictiva, o sea, no existía la
actuación de oficio. El Tribunal no podía intervenir para dirimir el problema sin
que la parte perjudicada le solicitara su intervención, lo cual se hacía a través de
la denuncia. Como manifestación del carácter contradictorio del proceso es que,
una vez recibida la denuncia se le da al inculpado el derecho de combatir la
denuncia, con la lógica aportación de pruebas por parte, tanto del acusado para
demostrar su inocencia, como por la parte perjudicada para demostrar la
culpabilidad del mismo.
b) Oralidad. La misma es uno de los rasgos más importantes de este sistema, se
remonta en el tiempo a la práctica procesal de las comunidades primitivas. La
misma da a los juzgadores, Tribunal en su momento, la posibilidad de valorar
directamente las pruebas aportadas en el momento de entablarse la litis, o sea en
el juicio (oral como se denomina jurídicamente), y tener la ventaja de permitirles
determinar sus conclusiones y ajustar su fallo con mucha más objetividad,
acercándose así, de forma más objetiva a la verdad material.
c) Publicidad. Se plantea que este principio constituye una garantía procesal para
los acusados, habida cuenta de que el acto de juicio oral es delante de todas las
personas que quieran estar presentes en el mismo, lo cual hace que esto sea un
freno inhibitorio a posibles arbitrariedades y abusos que pudiera cometer el
Tribunal. El Dr.Aldo Prieto en su texto plantea lo que Mirabeau, célebre orador
francés, de la época de la Revolución, defensor de la Monarquía Constitucional,
planteó al respecto “...dadme al juez que queráis, corrompido al mayor enemigo
si así os place, con tal que no pueda verificar acto alguno, sino con la garantía de
la publicidad...” y señala que esto no es cierto, desde su punto de vista, de
acuerdo con el ejemplo que dieron en nuestra Patria las arbitrariedades de los
llamados Tribunales de Urgencia, los cuales por suerte, fueron desarticulados de
inmediato por nuestra Revolución; no obstante reconoce que la publicidad es
uno de los principios cardinales del carácter popular y democrático de la
administración de justicia.

d) El aporte individual de los elementos probatorios y su libre apreciación por parte


del Tribunal es otro de los principios del sistema acusatorio. Esto estriba en que,
cada una de las partes a de valerse ante el Tribunal de las pruebas que estime
pertinentes a sus intereses, lo cual es un principio de Derecho Universal, no así
la libre apreciación de las pruebas, lo que está limitado cuando dentro de las
regulaciones de un procedimiento unas pruebas tienen un valor superior a otras,
lo cual ocurre no sólo en el sistema inquisitivo sino en otras ramas del Derecho
donde incluso la “confesión de parte hace que no se practiquen más pruebas”.
Esto, en algunos procedimientos penales modernos es aceptado, sobre todo en
aquellos que conllevan la posibilidad del acuerdo o la composición.
Independientemente de lo referido, para el sistema acusatorio ni la declaración
de los acusados, testigos e inclusive los dictámenes periciales tienen valor de
prueba plena, hay que probar el delito independientemente de los testimonios
aportados.
e) La continuidad del acto. Se plantea que la unidad del acto dada por la secuencia
continua de denuncias, aporte de pruebas y práctica de las mismas en un solo
momento procesal realizado delante del tribunal, sin otros actos anteriores, lo
cual permite una valoración directa de lo planteado por las partes, no deja mucho
espacio a los errores judiciales por olvidos involuntarios producto de la
pluralidad de actos antes del acto final, o sea de la celebración del juicio.
f) Participación popular. Este principio se basa en la impartición democrática de la
justicia, donde participan por igual en la composición del Tribunal, jueces legos
y profesionales o siendo sistema de jurados, el cual, como se sabe, sus
componentes son ciudadanos que no ostentan la condición de letrados. En todos
los casos, tanto en el de los tribunales colegiados como en el sistema de jurado,
sus componentes son elegibles y revocables. Ejemplo de esto son nuestros
Tribunales Populares en todos sus niveles, desde los Municipales, pasando por
Provincia y llegando al Supremo, donde esa responsabilidad de elección
corresponde a las distintas Asambleas del Poder Popular. (Municipales,
provinciales o nacional).

En segundo lugar, en cuanto al sistema inquisitivo sus características difieren


sustancialmente del acusatorio, ya que, len el inquisitivo predomina el hacer del
Estado en todas las actividades procesales, o sea predomina: la iniciativa estatal, la
escritura, la secretividad, la prueba tasada, la pluralidad de actos, la no participación
popular y la exclusión de la publicidad en todos los actos, excepto, en ocasiones, en
la ejecución de la pena.

Como en el caso anterior, veamos estos rasgos característicos en sus particularidades:

a) La iniciativa estatal. Este sistema se caracteriza por la actuación del estado a


través de sus órganos de administración de justicia, en la realización de todas las
actividades procesales, esto con independencia de cómo llegue a su
conocimiento el hecho (denuncia, delación, descubrimiento del hecho delictivo,
etc.) habida cuenta de que al perjudicado no se le da derecho a participar en el
proceso posteriormente para sostener la imputación ya que no se le considera
parte en el mismo. Del sostenimiento de la acusación se encargará siempre el
juez, quien es el que deberá llevar a cabo todo el proceso sumarial:
investigación, acumulación de pruebas, celebración del juicio y por último
determinar la sanción. Como se observa, este sistema, en su forma más pura,
tiende a estar plagado de arbitrariedades ya que el procesado queda privado de
todos sus derechos y a merced de lo elaborado por el juez, personaje
omnipotente de inicio a fin del proceso.
b) La escritura. Todas las actuaciones, en este sistema, se llevan por escrito en
contraposición a la forma oral que predomina en el acusatorio y ésta va desde la
denuncia inicial, declaración del acusado, testigos, peritos y demás hasta que se
dicta el fallo. Como es de notar esto conlleva a que se ignoren las más
elementales garantías del acusado en cuanto a los aspectos que puedan servirle
para su defensa.
c) Secretividad de las actuaciones. Quizás éste sea el rasgo más característico de la
arbitrariedad que prevalece en el sistema inquisitivo puro, habida cuenta que
todas las actuaciones practicadas por la administración de justicia son
plenamente secretas, no conocidas por el procesado, ya que el mismo no tiene
acceso, en ningún momento a ellas, lo que implica la imposibilidad de proponer
pruebas, puesto que no se le considera parte en el proceso. De acuerdo a esto, el
Dr. Aldo Prieto refiere que: “Una consecuencia del carácter secreto es la prisión
preventiva del acusado, el secreto es utilizado para darle impunidad a la
injusticia...” Aunque más adelante plantea que “es de admitir esta cuestión
siempre que sea por tiempo razonable a fin de que se puedan practicar las
primeras diligencias de prueba...”
d) Las pruebas tasadas: En este sistema, habida cuenta que el órgano estatal es el
encargado de la práctica de todas las pruebas, las mismas tienen un valor fijo,
establecido de antemano con la finalidad de llegar al fallo deseado por el juez.
Todo lo cual es comprensible si observamos que en este sistema “la confesión”
era considerada como la reina de las pruebas, esto por supuesto llevó a la
obtención de la misma a través de cualquier medio, ya bien sea la promesa, el
soborno, el engaño y la que más se practicaba “la tortura o tormento”. Por
supuesto, en un régimen como este la declaración de un testigo se valoraba de
acuerdo a su posición social, económica y política.
e) Pluralidad de actos. Este elemento es consecuente con el sistema, ya que se
deriva de los anteriores explicados y de que el juez, pesquisador y juzgador no
está limitado en el tiempo para la práctica de las pruebas, las cuales por supuesto
siempre serán favorables a su criterio sancionador.
f) La no participación popular y la exclusión de la publicidad. Deviene del aspecto
del principio inicial que vimos, o sea la iniciativa estatal, así como del de
secretividad. El acusado no tiene participación alguna y si éste es excluido de la
misma, menos aún la tendrán los ciudadanos, y por ende de igual forma el
pueblo estará ausente del juicio.

Este sistema, como explicamos anteriormente al referirnos a los aspectos históricos, fue
la representación por excelencia de la justicia de la sociedad feudal y esencialmente de
la iglesia de aquellos tiempos la cual era, dentro de la misma, el señor feudal más
poderoso.
En cuanto al denominado Sistema Mixto y particularmente dentro de éste, nuestro
sistema de enjuiciar, es menester referir que el mismo toma lo más positivo de los
anteriores, o sea, dentro de un todo armónico y lógico mezcla aquellos rasgos y
elementos que se consideran como los mejores del acusatorio y del inquisitivo, lo cual
vamos a exponer teniendo en cuenta la legislación adjetiva cubana.

a) La iniciativa estatal y privada. Esto se refleja en que el proceso se puede iniciar


lo mismo a través de la denuncia del perjudicado o por la actuación de las
autoridades competentes, en el caso de descubrirse un hecho delictivo (Policía,
Instrucción Policial, Fiscalía) en representación del Estado, lo cual es la
actuación estatal en la fase sumarial del proceso, donde se practican por esos
órganos las diligencias de prueba. La función principal en esta etapa en nuestro
ordenamiento, la lleva el órgano de instrucción y la fiscalía, según sus facultades
dentro de los distintos momentos procesales que establece la ley, facultades que
conoceremos cuando estudiemos en próximos capítulos, con mayor profundidad,
las atribuciones esenciales de cada uno de estos órganos estatales. Lo esencial
ahora es que se tenga bien claro que existe una iniciativa estatal y pública. De
igual forma, nuestra legislación actual recoge la iniciativa privada en los casos
establecidos en la ley a través de la denominada querella en los delitos
perseguibles a instancia de parte, en los sobreseimientos declarados
injustificados por los tribunales (la solicitud de sobreseer formulada por el
Fiscal) y cuando el Tribunal, ya en el juicio oral, ante la retirada de la acusación
del Fiscal, hace uso de las facultades que le concede la fórmula del artículo 350
de la Ley de Procedimiento Penal , o sea, hay un traslado de la facultad de
accionar que pasa del Fiscal al Tribunal, rasgo que muchos plantean que es del
sistema inquisitivo.
b) Oralidad y escritura. Ambos rasgos, la oralidad del acusatorio y la escritura del
inquisitivo, son empleados por el sistema mixto, prevaleciendo en las fases
preparatorias e intermedia la escritura y en la del juicio oral la oralidad. Pero
decimos que prevaleciendo, ya que en todas las fases hay diligencias y
tramitaciones que se hacen por escrito y otras de forma oral. Cuando entremos
en el estudio de la fase preparatoria e intermedia, veremos que en las mismas
predomina la escritura: Inspección del lugar de los hechos, realización de
diligencias de instrucción, dictámenes periciales, resoluciones, recursos, escritos
de calificación, escritos de previo y especial pronunciamiento, etc. Mientras que
en el juicio oral ha de predominar la parte oral, a través de la declaración del
acusado, los testigos, los peritos, los informes de las partes, etc. Lo cual no
quiere decir que no haya parte escrita, habida cuenta de que todo ese juicio oral
es recogido en acta y pasará a integrar la causa.
c) Secretividad y publicidad. Este sistema se caracteriza también por mantener un
período de secretividad, aunque el mismo es parcialmente breve y está normado
su tiempo por la ley. Específicamente a partir de que el acusado es parte del
proceso (cuando se le aplica una medida cautelar de las establecidas en la ley),
éste tiene derecho al nombrar abogado y a proponer pruebas, teniendo, el
mismo, acceso al expediente de fase preparatoria, o en su caso, de no habérsele
impuesto medida alguna, lo tendrá al recibir las conclusiones provisionales
acusatorias, momento en el cual, de igual forma, tendrá acceso al expediente y a
la proposición de pruebas, a través de su defensor. Mientras no se aplique la
medida (art.249 L.P.P.) o se le entreguen las conclusiones acusatorias (Art.281
L.P.P.), se mantiene la secretividad.
d) Libre apreciación de pruebas. Toma el sistema mixto el principio del acusatorio
sobre la libre apreciación de las pruebas, lo que quiere decir que, el tribunal ha
de dictar su sentencia sobre la base de la apreciación, según su conciencia y
criterio racional, de las pruebas practicadas en el juicio oral. Eso equivale a decir
que no está obligado a darle mayor valor a una prueba sobre otra, ya bien sean
testificales, periciales o documentales. Este principio rige de igual forma en
nuestro sistema de administración de justicia en la rama del Derecho Penal.
e) Pluralidad de actos. Heredado del sistema inquisitivo este rasgo es aceptado en
nuestro sistema mixto, habida cuenta de la división en tres fases o momentos del
proceso (preparatoria, intermedia y juicio oral) pero con la regla que establece
que el juicio oral deberá, salvo excepciones, celebrarse en un solo acto o en
sesiones consecutivas.
f) Participación popular. Sobre la base de los sistemas de tribunales compuestos
por jueces profesionales y legos o la de jurados, el sistema mixto toma este rasgo
del acusatorio. En nuestro país, con independencia de la composición de los
tribunales (profesionales y legos), existe el principio de que la impartición de
justicia debe ante todo ser un acto educativo, de ahí que sea público e incluso
que se puedan celebrar los juicios en lugares distintos a la sede de los tribunales,
cuando sea necesario a los intereses populares.

De lo expuesto se deduce lógicamente una conclusión y es que el procedimiento penal


no es una cuestión estática, establecido de una vez y por todas, sino que es una ciencia
jurídica, dinámica, cambiante, que irá siempre pareja al desarrollo de la sociedad y del
que aún queda mucho por desarrollar, como ha sido en nuestro país a partir del triunfo
revolucionario a través de un constante perfeccionamiento, lo cual veremos cuando
lleguemos al estudio de los distintos procedimientos que utilizamos, pero siempre han
de quedar rasgos, elementos, cuestiones, características de aquellos sistemas que dieron
origen al procedimiento penal actual, en génesis y desarrollo parejo al de la sociedad
humana.

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