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¿EXISTE EL PAÍS DE LAS HADAS?

(...) Al principio de los tiempos, los hombres y las hadas compartían un mismo
medio. Luego llegaron los avances técnicos, la civilización, el ruido y las carreteras. Poco a
poco el hombre se fue alejando de la naturaleza, y también de las hadas, que se vieron
obligadas a refugiarse en otros lugares. Así, unas asentaron sus reinos bajos las
colinas o dentro de cuevas, otras construyeron palacios de cristal bajo los ríos o en el
interior de los océanos, otras se escondieron en las fuentes, otras entre los bosques,
separando su mundo del de los hombres y rompiendo paulatinamente toda
comunicación.

No tuvieron mal gusto las hadas para ir a refugiarse, pues escogieron el norte de Europa,
sobre todo las costas y lagos escoceses, las colinas irlandesas, los bosques daneses,
incluso zonas del norte de Francia. Con esto no quiero decir que no las podamos
encontrar en otros lugares, sólo que la mayoría de los relatos de hadas se sitúan en estas
zonas.

Un precioso relato irlandés nos describe las colinas en las que vivía un rey elfo:

Hace muchos años un rey elfo se quedó prendado de la joven Ethna, según decían
todos la muchacha más hermosa de la tierra. La muchacha vivía feliz en Irlanda, donde
preparaba con ilusión su boda con un elegante noble. Todos los amigos y conocidos de la
joven acudieron a la fiesta que celebraron la noche de su boda y contaron que ella y su
marido bailaban en el salón regalándose tiernas miradas. La casa estaba adornada con
guirnalda de colores y miles de luces iluminaban el salón. Ethna sonreía a su marido
mientras bailaba, pero de pronto, un torpe traspiés dio con la joven al suelo. Se formó un
gran revuelo y todos rodearon a la novia, pero ésta no volvía en sí. Su marido, muy
preocupado, la tomó en sus brazos y se la llevó a su alcoba, donde pasó toda la noche
poniéndole paños mojados en su frente.
A la mañana siguiente, con el primer rayo de sol, la joven despertó.
- ¡Qué extraño sueño he tenido! Vivía en un hermoso palacio donde era muy, muy feliz.
Muchas personas me rodeaban y yo era la dama de un importante rey.
Ethna intentó levantarse, pero no pudo. Intentó hablar, pero tampoco pudo. Ante los
ojos atónitos del marido cayó en un profundo trance del que nadie lograba despertarla.
Su marido llamó a los mejores médicos y pronto acudieron a su alcoba, pero
ninguno consiguió dar con la cura. La joven respiraba bien, incluso parecía en paz, pero
nunca despertaba.
Una noche, en un descuido del marido, Ethna desapareció. El joven noble estaba
como loco y no paraba de viajar buscándola por todas partes. Un mes después de su
desaparición, camino de un pueblo cercano en el que se decía que había un bosque
milagroso, escuchó un rumor entre las hojas:
- Finvarra parece que ha encontrado pareja. Dicen que ha raptado a la joven mortal más
hermosa que ha encontrado y que sólo ha dejado su cuerpo. Si su marido supiera que podría
liberarla cavando la tierra hacia el interior hasta dar con el palacio de Finvarra, que se
esconde en el interior de esta colina, seguro que Finvarra no estaría tan contento como está.
El marido no podía caber en sí de gozo. Regresó a casa y llamó a algunos amigos
suyos. Les contó lo que había oído y les pidió que le ayudaran a rescatar a su esposa. Una
hora después cinco hombres cavaban la tierra hasta hacer un enorme agujero. Luego llegó
la noche, y el cansancio, y tuvieron que dejarlo para continuar a la mañana siguiente. Pero
la mañana guardaba una sorpresa: la tierra estaba intacta, como si nunca hubieran cavado.
De nuevo empezaron los cinco amigos a cavar, y de nuevo llegó la noche, y el cansancio, y
descansaron. A la mañana siguiente la tierra volvía a estar intacta, como si nunca nadie
hubiera cavado. Todos estaban desanimados, y el marido más triste que ninguno, ¿para qué
cavar si no servía de nada? Agotados por el esfuerzo se echaron sobre la hierba para
descansar. Un rumor sonó de nuevo entre las hojas:
- Finvarra es muy poderoso y puede volver la tierra a su sitio. Pero la sal es aún más
poderosa que Finvarra.
Y el noble tuvo una idea. Pidió a sus amigos que le dieran una nueva oportunidad, y
todos cavaron hasta el atardecer. Cuando empezaba a anochecer descansaron y el joven
echó sal sobre el agujero. A la mañana siguiente todo estaba como lo habían dejado, con un
agujero en la tierra. Esto les alegró y les animó a seguir cavando todo el día. Tres días
enteros estuvieron cavando, y cada noche echaban sal. Al cuarto día uno de ellos gritaba:
- Escucha, aquí ya no hay tierra, golpeo con mi pala y suena como si retumbara, creo que
estamos a punto de llegar a su castillo.
En ese momento una voz grave rugió en la colina, aunque ninguno pudo ver de
dónde salía la voz.
- Deteneos, coged vuestras palas y volved a vuestras casas. Os prometo que si no continuáis
cavando, esta noche Ethna regresará a su casa.
Los hombres asintieron. Sabían que Finvarra les decía la verdad, porque si una pala
humana tocaba con su hierro el palacio, éste se destruiría.
Todos esperaban que oscureciera. Cuando se puso por fin el último rayo de sol
vieron a lo lejos que se aproximaba un caballo. Era Ethna, más hermosa que nunca, más
radiante aún que la noche de su boda. Su marido la abrazaba y la besaba, pero Ethna no
hablaba, y el joven pensó que sería del cansancio. Pasaron los días, y los meses, y hasta un
año, y Ethna seguía sin hablar. Un año y un día después de su regreso, cuando los dos
paseaban alegres por el campo, el marido escuchaba un nuevo rumor:
- Finvarra devolvió a la muchacha, pero se quedó su corazón. En su vestido oculta un
pasador encantado que la une todavía a Finvarra. Si logran encontrar el pasador, desatarlo,
prenderle fuego y arrojar las cenizas ante su puerta, se romperá el encantamiento y Ethna
volverá a ser de nuevo mortal.
Y así lo hizo. Cuando se hizo de noche y su mujer dormía, miró el vestido de su
mujer y encontró escondido entre sus pliegues un hermoso pasador de oro. Le quitó el
pasador, le prendió fuego y arrojó las cenizas ante su puerta. A la mañana siguiente la
hermosa Ethna despertó, sonrió a su marido y le dijo:
- Me siento como si hubiera dormido durante muchísimos meses.
- ¿Estás bien? - le preguntó su marido.
- Sí, ¿por qué me miras así de extrañado?
Había olvidado todo lo que había vivido en el otro mundo. Cuentan que Ethna y su
marido siempre fueron felices y que nunca más Ethna volvió a sufrir nada extraño.

No faltan los testimonios que aseguran la existencia del País de las Hadas. Frente a
las costas de Gales, cuentan los marineros que existe un reino famoso por sus palacios
de cristal, conocido como la Isla de Cristal. Este lugar de gran belleza dicen que sólo se
puede apreciar desde los barcos, porque su visión aparece y desaparece entre la niebla.

En muchos relatos la localización queda mucho menos definida. En algunas zonas


de Irlanda se asegura que, en ocasiones, una neblina oculta ciertas zonas del bosque y,
si uno se fija con atención, puede estar asistiendo a un cortejo de hadas, presenciando
su desfile, especialmente algunos días del año, como la Noche de San Juan. Esa noche
abundantes testimonios afirman que han presenciado una cabalgata. Primero escucharon las
músicas de los festejos, detrás un séquito de caballos pasaba ante sus ojos y, a través de la
neblina, veían a estos seres que aparecían y desaparecían, todo rodeado de una luz muy
suave. De repente la neblina se disipaba y estas imágenes desaparecían de la misma manera
que aparecieron.
Otros relatos vienen a insistir, sin embargo, en la existencia de un mundo
paralelo al nuestro, como si hubiera otro mundo en nuestro propio mundo, pero en otra
dimensión. En estas narraciones se cuenta cómo un ser mágico le pide a un mortal que lo
siga y éste obedece. Empiezan a cruzar las calles del pueblo, pero de pronto, y ante la
sorpresa del mortal, se encuentra en lugar desconocido, en el que nunca había estado antes.

Pero hay un lugar, la Isla de Avalon, donde muchos relatos insisten que se
encuentra el País de las Hadas. Avalon, en galés Avallach, significa tierra de las
manzanas. En gran cantidad de leyendas célticas, y en especial las artúricas, era una isla
mítica. Para los celtas ésta era una isla paradisiaca, sobrenatural, invisible para los ojos de
los mortales, donde no había llegado aún la tradición cristiana y en la que los sacerdotes
eran especialistas en artes curativas y mágicas. En la isla de Avalon, o isla de las manzanas,
no existía el tiempo, la enfermedad, el frío, el sufrimiento o el dolor.
Las manzanas simbolizaban la eterna juventud y el lugar que aguardaba a los
héroes, por eso éste fue el sitio elegido por el rey Arturo como residencia y al que llegó
mortalmente herido antes de morir. También cuenta la tradición que en este lugar se
encuentra el cuerpo incorrupto de José de Arimatea, que llegó allí con el Santo Grial.

La isla de Avalon es la isla de las hadas; la isla donde se refugió Morgana


huyendo de la corte; la isla en la que se forjó Excalibur, la espada del rey Arturo; la
isla en la que vivía Elaine de Corbenic, la madre de Galahad, único caballero que
alcanzó la posesión del Grial, y donde también vivía Nínive, encargada de educar a
Lanzarote. Allí llegó Arturo mortalmente herido, y allí lo recibieron las tres mujeres,
llorosas y vestidas de negro, que le hicieron los honores. Allí, el lugar mítico del País de
las Hadas.

Sea este lugar o cualquier otro, las crónicas, relatos y leyendas coinciden en
describirlo como un sitio parecido al nuestro, con islas, bosques, mares, lagos, fuentes,
colinas, cuevas, pero habitados por seres con apariencia humana con reglas y poderes
diferentes. A estos seres con apariencia humana y que no lo eran, coincidieron en llamarlos
hadas o ninfas, duendes o elfos, o simplemente “ellos”, y al lugar lo llamaron “El País de la
Eterna Juventud”, “el Reino de las Hadas” o “el Otro Mundo”. También contaron que allí
descubrieron a humanos, niños y mujeres que habían sido raptados, niños que por
curiosidad habían llegado allí, gaiteros que los acompañaban con la música, hombres
atraídos por las bellas mujeres.

Y, ¿CÓMO CONTARON QUE ERA EL PAÍS DE LAS HADAS?

Todos insistieron que se


encontraron en un lugar idílico, tanto, que cuando las hadas aún no se habían alejado de
nosotros, muchos hombres valientes vivían en la frontera de estos reinos para disfrutar de
su medio. Algunos no se atrevieron a cruzar la frontera, pero encandilados por el terreno,
vivían próximos a ellas y se negaron a volver.

En sus tierras no conocen ni el frío ni el calor, las sequías ni las heladas. El


clima es templado, lo que propicia una vegetación variada, árboles frondosos, frutales
colmados de fruta, jardines con flores de todos los colores y un aroma suave y
delicado. Dicen que de día el sol luce de modo deslumbrante, de noche el brillo
plateado de la luna ilumina la oscuridad. No conocen la enfermedad y el tiempo
transcurre lentamente, tan lento, que casi se diría que no transcurre, por eso no se
envejece, o se tarda mucho en envejecer. Según confesó en una ocasión un hada a un
mortal, un día en este reino equivale a un año mortal.

Muchas historias tratan de explicar la equivalencia del tiempo entre el País de las
Hadas y el nuestro, como la siguiente:
Hace muchos años un hombre fue raptado por las hadas y lo llevaron a su país.
Como las hadas son generosas lo aceptaron bien, pero el hombre añoraba el lugar y las
gentes que conoció. Un día fue tal la tristeza y la añoranza de su tierra que el hombre
decidió escapar. Las hadas hicieron lo imposible por evitarlo y el hombre tuvo que superar
muchas pruebas. Cuando ya las fuerzas casi le abandonaban se dio cuenta que lo había
conseguido y que por fin había llegado al sitio que lo vio nacer, pero no lo conocía. Todo
había cambiado. Llamó a las puertas de viejos amigos, pero nadie le abría, acudió a la casa
donde había vivido durante años, pero ya no estaba, otra más moderna ocupaba su lugar.
Sin él esperarlo habían pasado cientos y cientos de años de su partida y ya nadie lo conocía.

FAUNA

En este tranquilo lugar incluso la naturaleza tiene sus propios poderes. Los animales
y árboles están protegidos por las hadas, por eso con tanta frecuencia yerran los disparos los
cazadores.

La fauna del País de las Hadas es muy variada. Cuentan que allí podemos encontrar
la mayoría de los animales que pueblan nuestros bosques, como los ciervos, cabras,
venados, pero también se descubren animales desconocidos nuestros ojos. Entre las
distintas especies de animales que se descubren, unas son benéficas para el ser humano, al
que conceden sabiduría o fecundidad, pero otras son salvajes y peligrosas.
El empleo que hacen las hadas de los animales es similar al de los hombres:
domestican los perros, los caballos, cuidan los rebaños, protegen los peces, etc., y, al igual
que los humanos, también los domestican para que les acompañen y les ayuden.

Uno de los animales más queridos por las hadas es el caballo, y entre los
caballos prefieren los más pequeñitos, con los que participan en las cabalgatas, de las que
hablaré más adelante.
Además de estos pequeños caballos con los que asisten a los desfiles, otros
caballos famosos en el País de las Hadas son unos acuáticos que dicen que tienen
poderes sobrenaturales. Viven en el mar y, cuando llega el mes de noviembre, salen a la
superficie a galopar por playas y campos. Son los mejores corceles que podemos encontrar,
de galope veloz y buena planta, por eso son tan apreciados entre los mortales. Pero estos
corceles encierran un gran peligro. Cuentan que si alguna vez te encuentras uno debes
arrastrarlo hacia la tierra e impedir que se vuelva y mire el mar, porque si se revuelve y lo
ve, arrastra con él todo lo que lleve. Muchos relatos cuentan historias de hombres que,
montados en sus grupas, fueron conducidos violentamente hacia el mar hasta ser ahogados.

Entre los animales domésticos el perro es uno de los favoritos de las hadas, que
domestican para que les ayude con el rebaño y las acompañen en la caza, una de las
aficiones preferidas de las hadas. Estos perros son fieles y su olfato es muy fino. A los
perros de caza se les conoce como “los sabuesos de la colina”. Algunos hombres que
contemplaron a una jauría de perros de caza contaron sorprendidos que estos perros tenían
una apariencia nada normal, que su pelo era de un blanco resplandeciente, y sus orejas y
ojos eran de color rojo.
Pero no todos los perros del País de las Hadas han sido domesticados, algunos son
violentos y salvajes. Entre los más conocidos por su fiereza destacan dos razas: los “perros
negros”, muy grandes y peludos que tienen el poder de estallar si alguien los golpea; y los
temidos “sabuesos presumidos del diablo”, que en lugar de cazar animales cazan almas.

Otro animal frecuente en los cuentos de hadas es el gato, que retratan como un animal
muy inteligente. Muy conocidas son las artimañas urdidas por el gato con botas para ayudar
a su amo a conseguir la riqueza. Por cierto, la primera versión española de este cuento de
Perrault no se llamó El gato con botas, sino Micifuz el de las Botas, que es lo mismo pero
no es igual.
En algunos relatos el héroe se encuentra con gatos con caras de persona, que
son siempre un mal augurio, y dicen que incluso existe un pueblo élfico que son gatos con
rostros humanos.
El gato y sus connotaciones también forma parte de nuestra cultura. Si nos
cruzamos por la calle con un gato negro, todos sabemos que nos traerá mala suerte, y si lo
lleva una bruja, además de astuto será malvado. En el País de las Hadas cuentan que hay un
gato muy peligroso y terrorífico, conocido como “Orejas grandes”, que podemos hacerlo
aparecer si lo invocamos.
Otros animales, por el contrario, poseen poderes benéficos para el hombre,
como un pez que dicen que al comerlo aumenta la fertilidad (no he logrado saber su
nombre), o los salmones, que dan la sabiduría a quienes los comen y les permite ver
el mundo élfico.

Tampoco hay que olvidar la cantidad de aves que cruzan los cielos, como águilas y
halcones, o la cantidad de animales que habitan nuestros bosques, como lobos, osos, cabras
y ciervos, que también habitan en su mundo y están protegidos por las hadas.
Una peculiaridad del mundo de las hadas es que muchos de sus habitantes pueden
transformarse en animales, así podemos encontrar mujeres que son mitad pez, como las
sirenas, doncellas focas, hadas que se transforman en serpientes, como Melusina, en cisnes,
en palomas, etc.
En los cuentos rusos es muy frecuente que los personajes se conviertan en animales,
sobre todo en palomas, halcones y perros, con poderes sobrenaturales.

FLORA

Además de sus habitantes y animales, la flora también tiene un papel determinante


en el País de las Hadas. Desde la más diminuta flor hasta el árbol más frondoso puede
esconder un poder peculiar que lo hace mágico y diferente.
En el cuidado de los bosques, las hadas ponen un empeño especial, sobre todo
protegiendo los árboles, que son su morada predilecta; en ellos se esconden y arropan. Sus
preferidos son los de mayor antigüedad, y entre los antiguos eligen el roble, el fresno y el
espino. Estos árboles están protegidos por las hadas, por lo que se corre un gran peligro si
se talan. Algunas historias cuentan cómo unos hombres trataban de talarlos, pero nunca lo
lograban porque el hacha o la sierra se doblaba como si fuera de plastilina. En otras
historias en el momento de talarlos se escuchaba un llanto o un grito que lo impedía.
Algunos fueron imprudentes y lo intentaron, pero hoy no lo pueden contar.

El roble es el árbol sagrado por excelencia y uno de los refugios preferidos por
las hadas. Su madera es muy fuerte y durarera, por lo que éstas se sienten muy seguras en
su interior. Hace ya mucho tiempo, los druidas le rindieron culto y creían que pertenecía a
una antigua categoría de semidioses.
El fresno es un árbol también muy estimado porque protege contra los malos
espíritus. Cuentan que si te atreves a quemar una sola ramita de fresno en tu casa, la
casa entera saldrá ardiendo.

El otro árbol protegido es el espino, sobre todo el espino blanco, que da a las hadas
poderes mágicos. Si destruyes un espino, privas a las hadas de parte de su poder, por lo
que éstas impedirán a cualquier precio que lo logres.
Pero el poder de estos árboles aumenta si los encontramos juntos: dicen
que cuando un roble, un fresno y un espino crecen cerca, si se ata un hilo rojo que junte
una rama de cada árbol, se crea una fuerte protección contra los malos espíritus.

En el cuento La Bella Durmiente del Bosque de Perrault, la princesita cayó dormida


cuando se pinchó con el huso de hilar. Junto a ella se encontraba el hada que la había
protegido desde su nacimiento y, para que no se encontrara sola cuando despertase, decidió
encantar todo el castillo con sus habitantes dentro. Ante el encantamiento, alrededor del
castillo, se formó una alta muralla de espinos y zarzamoras entrelazadas que sólo el
príncipe pudo cruzar. Así el espino cumple la función de proteger el interior del castillo de
las miradas curiosas, y el príncipe será el único que pueda atravesarlo.

El saúco es otro árbol venerado por las hadas, sobre todo porque con las bayas de
este árbol se elaboran vinos y mermeladas. También es un árbol sagrado. En Inglaterra y
en Dinamarca estaban convencidos de que los saúcos albergaban a un espíritu
guardián, que protegía hasta tal extremo el árbol, que había que pedirle permiso para
recoger las bayas. Si alguien se atrevía a cortar un saúco, su osadía atraería las
enfermedades, que acabarían con su ganado o le traerían la muerte. Para los irlandeses los
saúcos son brujas transformadas, por lo que el peligro de talarlos aumenta.
El acebo ya era un árbol sagrado para los celtas. Las
distintas culturas siempre lo han considerado protector, e incluso es frecuente decorar la
casa con macetas de acebo en Navidad, como símbolo de paz en el hogar. Es un árbol
pequeño, con un fruto de color rojo vivo, que en invierno constituye una parte
importante de la dieta de muchos mamíferos. En el mundo de las hadas hay una gran
diferencia entre encontrarlo con bayas, que tendría una gran potencia benéfica, o
encontrarlo sin ellas, pues entonces sería malévolo y peligroso.

Los árboles frutales también adornan el País de las hadas. Entre éstos el
avellano y el manzano destacan sobre los demás por sus virtudes mágicas. No debe
extrañarnos que el avellano sea uno de los árboles frutales frecuentes en el País de las
Hadas: primero porque crece en regiones templadas, y recordemos el fantástico clima
de este sitio; segundo porque su fruto, la avellana, contiene una sola semilla de sabor
muy agradable, y ya sabemos la afición de las hadas por los dulces. Pero, mortales,
tened mucho cuidado con lo que hacéis a la sombra de un avellano, porque dicen que
aumenta la fertilidad. De este árbol también se cuenta que concede sabiduría al
mortal que lo come.

En cuanto a las manzanas, a nadie sorprende sus cualidades mágicas, porque en


nuestra cultura ha sido la fruta más repetida asociada siempre a la belleza, el poder y la
juventud. En la cultura occidental abundan las historias, leyendas y cuentos en que la
manzana es el centro del relato, con un enorme poder, capaz incluso de cambiar la historia
de los hombres.
Los griegos y los romanos ya apreciaban esta fruta y en asentamientos prehistóricos
descubiertos en los lagos suizos se han hallado restos carbonizados de manzanas.
En la Biblia la manzana era la fruta prohibida. En el Edén el hombre podía comer de
cualquier árbol, menos de la manzana, porque el manzano era el árbol del saber, el árbol
que descubría al hombre que estaba desnudo y le hacía esconderse, era el árbol del
conocimiento y del dolor, símbolo de la desobediencia del hombre y origen del castigo
divino. Por morder la manzana perdimos el Paraíso y la inocencia.
En la literatura griega tampoco se olvidaron del poder de la manzana. Homero, en
su Ilíada, nos narró la historia de “la manzana de la discordia”, causante de la guerra de
Troya. Eris, diosa de la discordia, enojada por no haber sido invitada a la boda del rey Peleo
y de la nereida Tetis, arrojó en medio del banquete una manzana de oro destinada a la diosa
más hermosa. Como Zeus se negó a elegir, las tres diosas más bellas, Hera, Atenea y
Afrodita, le pidieron a Paris que eligiera a la más hermosa. Cada diosa trató de sobornar a
Paris para que la escogiera, y finalmente Paris eligió a Afrodita, que le prometió que si la
escogía tendría a la mujer más bella del mundo, Helena de Troya. Una vez que Afrodita
fue elegida persuadió a Helena para que se fugara con Paris. El famoso rapto de Helena fue
el causante de la Guerra de Troya. Aquí la manzana no expulsa del paraíso, pero provoca
una guerra.
En Blancanieves la manzana es el instrumento de la venganza de la bruja.
Nuevamente esta fruta es considerada símbolo de la belleza. En este cuento la malvada
bruja se enfada porque el espejo le dice que ella no es la más bella, puesto que la más bella
es Blancanieves. La envidia despertó en ella deseos de matar a la joven, y como no pudo,
escogió esta fruta para envenenarla. Todos estos relatos tienen en común el poder mágico
de la manzana.

En el mundo de las hadas también se les asocia un poder peligroso. Si cometes el


error de dormir profundamente bajo un manzano, puede suceder que las hadas te descubran
antes de que despiertes y te lleven con ellas. Otra advertencia sobre los manzanos es que
cuando recojas fruta, nunca debes arrancar la última del árbol, porque las hadas odian a las
personas avarientas que lo quieren todo para sí, y el espíritu del manzano podría vengarse y
no dar fruta para la cosecha siguiente.

Pero son las flores las verdaderas reinas del País de las Hadas, que adornan los valles
con sus colores y traen la paz al lugar con sus aromas. Para las hadas chiquitas las flores
son su casa, escondiéndose para jugar entre las hojas de una campanilla o bajo las
hojas de los abedules. En ellas duermen y con ellas juegan.
Las hadas, como todos los seres de las naturaleza, conocen los poderes mágicos de
las plantas, que utilizan para sus brebajes. Entre las flores más poderosas se encuentra el
trébol de cuatro hojas, capaz de romper los hechizos. Para los solitarios, nada mejor que
el pensamiento, remedio infalible en los filtros de amor. Si alguien desea protegerse contra
el diablo, le basta con llevar consigo una hierba de San Juan, de gran poder benéfico.

Más peligrosa que éstas es la campánula. Nunca debemos cortar un roble porque
nos caerá un gran peligro, pero si el roble que talamos está rodeado de campánulas, el
castigo aumentará. En muchos lugares se llega a contar que las brujas elaboran sus hechizos
en los bosques de campánulas.
Otra planta siempre presente en los cuentos infantiles y en los dibujos animados es la seta,
refugio de los seres pequeños, gnomitos y haditas. Las setas crecen, sobre todo, al pie de los
robles, con quien mantienen una relación muy peculiar: las setas dependen del árbol para
obtener energía y, a cambio, ayudan al árbol a obtener nutrientes del suelo y protegen sus
raicillas de ciertas enfermedades. Sin muchas de estas setas, como las micorrizas, los robles
no podrían sobrevivir ni desarrollarse, pero los hongos tampoco podrían existir sin los
árboles. Las setas también contribuyen al colorido del lugar con sus sombreros de
llamativos colores.

Ahora voy a contar un cuento donde los animales tienen un papel importante.

Érase una vez un matrimonio que deseaba tener un hijo, pero hasta su vejez no se
vieron recompensados por ese milagro, y ya muy mayores, la mujer dio a luz a una hermosa
hija. La niña creció feliz protegida por sus padres, pero al cumplir los dieciséis años se
enamoró del joven mozo que jugaba de niño con ella, y que ahora ayudaba a su padre en las
caballerizas. El joven tenía su misma edad y era un muchacho fuerte y valiente. El
muchacho hacía mucho tiempo que miraba a escondidas a su amiguita de juegos, y un buen
día ocurrió que se enamoraron. El chico sabía que la niña le correspondía, así que decidió
ponerse su mejor traje y entrar en casa de la joven para pedírsela a su padre en matrimonio.
Los padres querían mucho al muchacho, pero nunca imaginaron que se atreviera a ofrecerse
como yerno, y reaccionaron echándole de casa. Cuando la niña vio que sus padres habían
echado a su amor, corrió a encerrarse en su habitación, llorando durante días sin querer
escuchar a nadie. Los padres trataron de convencerla para que saliera de su habitación, pero
ella se negaba. Muy enfadada le gritó su madre:
- ¿Cómo es posible que te hayas fijado en nuestro criado?¿no comprendes que
puedes aspirar a un noble caballero y éste no tiene dónde caerse muerto? Antes prefiriría
que te perdieras en la selva más profunda a que te casaras con este palurdo.
Y tal como había dicho su madre, la joven desapareció.
Los padres sufrían sin saber dónde estaba su hija. La buscaron por la casa, por el
establo, entre los árboles, pero parecía que se la había tragado la tierra. Noche y día
lloraban los padres desconsolados buscándola por todos lados, pero no por eso aparecía.
A la mañana siguiente, poco antes de que amaneciera, el muchacho se presentó en la
casa de la joven y, con todo respeto, les pidió que le dejaran buscarla. Les dijo que la
amaba terriblemente, y que nunca dejaría que a su hija le pasara nada. Los padres miraron
al muchacho, le dieron el mejor caballo de la cuadra, una espada y una pequeña bolsa con
algunos alimentos para que pasara el día, y le hicieron una promesa:
- Si la encuentras y logras traerla sana y salva, nos hará felices que te cases con ella.
El muchacho asintió agradecido, montó en el caballo y se encaminó hacia el bosque.
A medida que se adentraba en su interior, la maleza aumentaba convirtiéndose en una selva
profunda que no tenía fin, aunque a lo lejos, al fondo, un hermoso palacio se alzaba.
Ilusionado inició el joven el viaje, desconociendo los grandes peligros que le amenazaban
en la selva.
El muchacho continuó durante horas cruzando árboles y árboles, sin encontrar a
nadie en el camino, hasta que llegó a una cueva en la que un ermitaño descansaba junto a
un león, tan dócil como un perro.
- ¡Por fin llegaste! Te esperaba. Sé a lo que vienes y es una causa justa. Siéntate
conmigo a comer y descansa esta noche, que mañana te diré cómo puedes seguir.
Agradecido el joven se sentó, comió los alimentos del ermitaño y descansó hasta la
mañana siguiente.
- Levántate, joven, que ya es hora de partir. Caminarás en aquella dirección, pero
no te preocupes, porque al caer el sol encontrarás a otro ermitaño como yo. Obedece todo lo
que diga, porque también querrá ayudarte. Y tú, león mío, acompaña a nuestro amigo, que
te necesitará.
Y así lo hizo el muchacho, partió después de dar gracias al ermitaño e inició de
nuevo su camino acompañado por el león. Las horas pasaban y pasaban, el sol aumentaba
su cansancio, y el caballo y el león querían descansar. Cuando el sol empezaba a ponerse
descubrió una cueva, se acercó con cautela y descubrió a otro ermitaño, acompañado éste
por un enorme tigre, que más parecía un tierno gatito.
- ¡Por fin llegaste! Te esperaba. Sé a lo que vienes, y es una causa justa. Siéntate
conmigo a comer y descansa esta noche, que mañana te diré cómo puedes seguir.
De nuevo el joven sonrió agradecido, se sentó, comió los alimentos y descansó
hasta la mañana siguiente.
- Levántate, joven, que ya es hora de partir. Caminarás en aquella dirección, pero
no te preocupes, porque al caer el sol encontrarás lo que buscas. Y tú, tigre mío, acompaña
a nuestro amigo, que te necesitará

Y contentos iban los cuatro: el joven, su caballo, el león y el tigre. Ya llevaban


andando unas cuantas horas cuando vieron un río limpio cruzado por un puente, pero no
podían llegar allí porque un vado cortaba el camino. Iban a cruzarlo cuando un enorme
gigante los detuvo:
- ¿A dónde te crees que vas tan rápido? ¿Qué es lo que buscas aquí?
- Pasar.
- Pues no pasarás.
- Por mi amada pasaré, aunque sea sobre ti.
Rápidamente el tigre, el león, y el joven a caballo, pasaron por debajo del gigante,
que al ser más grande era más torpe y lento, y cuando fue a golpearlos, por la fuerza de su
impulso, se golpeó a sí mismo y cayó de cabeza al río.
De nuevo iban los cuatro amigos por el camino, siguiendo el sendero cuando se
encontraron una pequeña choza entre los árboles. De su interior salió una vieja arrugada y
de mal humor que se cruzó en el camino y le dijo:
- ¿A dónde te crees que vas tan rápido? ¿Qué es lo que buscas aquí?
- Pasar.
- Pues no pasarás.
- Por mi amada pasaré, aunque sea sobre ti.
La vieja se volvió al interior de la casa y los amigos seguían alegremente cuando
escucharon que la vieja emitía un silbido agudo y estridente. A sus espaldas diez perros
negros de ojos rojos empezaban la persecución.
El león y el tigre se miraron, el león se dirigió a los perros hiriéndolos con toda la
furia de la que era capaz, mientras el tigre mordía a la bruja que gritaba pidiendo ayuda,
pero no le sirvió de nada, porque cayó muerta. Luego el tigre corrió en busca del león, que
todavía luchaba contra los perros, y entre los dos los fueron matando uno a uno.
Y continuaron su camino. La selva se cerraba cada vez más, la noche iba cayendo,
los árboles parecían emitir sonidos, las hojas susurros. Siguieron adelante cuando vieron
que se abría un claro en el camino, y allí detrás, vieron el hermoso palacio y, en uno de sus
balcones, la amada estaba asomada.
Con el corazón encogido el muchacho corrió a las puertas, cuando de pronto
empezaron a salir guardianes de todos lados. Los animales luchaban contra los soldados
mientras el joven buscaba una escalera. Al otro lado del palacio, una de cuerda caía, y allá
que subía el muchacho mientras el león y el tigre intentaban frenar a los guardianes. Subió
el muchacho entre el griterío de las voces, los rugidos del tigre y del león y los relinchos del
caballo. Más arriba escaló el joven, hasta que llegó a un balcón donde la joven se
encontraba. Se abrazó a ella y la besó. Con el primer beso cesó el ruido, con el segundo el
palacio apareció rodeado por un campo de amapolas, donde cayeron dormidos por el
cansancio. Una vez repuestos, iniciaron el camino de regreso a casa, donde sus padres los
esperaban para cumplir su promesa. Y cuentan que los jóvenes se casaron y siempre fueron
felices.

FUENTE:
http://www.elmundodelashadas.com/%BFExiste%20el%20Pa%EDs%20de%20las%20Hadas.html

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