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J. Enrique Duarte
ORCID ID 0000-0002-5556-3025
Universidad de Navarra, GRISO
ESPAÑA
eduarte@unav.es
Resumen. Uno de los aspectos que más cambian en el paso del Medievo al
Renacimiento es el paisaje urbano. La ciudad se transforma en relación con su
apariencia, fortificaciones y murallas, incluso como escenario de las fiestas para la
expresión de la manifestación del poder del gobernante. En este sentido, el autor de
este artículo analiza la presencia de la ciudad en el corpus de los autos sacramen-
tales de Lope de Vega. Partiendo de la distinción realizada por san Agustín y de-
sarrollada en los estudios calderonianos por Enrica Cancelliere, se encuentran tres
tipos de ciudades: la ciudad terrena, que puede ser una común o mítica; la ciudad
infernal y la ciudad celestial. En definitiva, el tema de la ciudad ha sido también un
terreno fértil para la imaginación de Lope de Vega.
Palabras clave. Lope de Vega; autos sacramentales; ciudades; san Agustín.
Abstract. One aspect that changes a lot from Middle Age to the Renaissance is
the urban landscape. Cities are transformed in relation to its appearance, fortifica-
tions and walls, even as stage for fiestas as manifestations of ruler’s power. In this
sense, the author of this article analyses the presence of cities in the sacramental
plays by Lope de Vega. The starting point is the distinction made by saint Augustine
in The City of God and developed by Enrica Cancelliere in her studies on Calderón de
la Barca. Three kinds of cities are found: the earthly city, mythical or common; the
diabolical or city of sin and the heavenly cities. In conclusion, the topic of cities has
also been a fertile ground for Lope de Vega’s imagination.
Keywords. Lope de Vega; Sacramental plays; Cities; Saint Augustine.
Introducción
Uno de los campos de análisis en la literatura que está recibiendo una merecida
atención es el estudio de las ciudades, como prueba esta sección monográfica de
la revista Hipogrifo. A este respecto y como prueba Chueca Goitia, en la introduc-
ción a su trabajo, explicaba que:
Muchas veces lo más recóndito y significativo lo dirán los poetas y los nove-
listas […]. Las mejores descripciones del cuerpo y alma de París se las debemos
a Balzac, las de Madrid son obra de Galdós. No deben pues perderse de vista, al
estudiar las ciudades, las valiosas fuentes que nos ofrece la literatura2.
Y así surge la capital con concepto de tal; la capital que es una creación ente-
ramente moderna, una creación que podemos llamar barroca, dando a este tér-
mino la amplitud que usualmente se le asigna en el terreno de la cultura […]. Si en
el mundo antiguo la ciudad era un hecho primario y el Estado se fundía con ella,
o por así decirlo, era un hecho secundario, concebido y estructurado a imagen y
semejanza de la ciudad soberana, en el mundo barroco el proceso era opuesto: el
Estado nacional era el hecho primario, y la ciudad la condensación localizada de
los instrumentos políticos exigidos por el Estado. La ciudad, pues, como decimos,
era un hecho secundario, un reflejo de una realidad superior que ella representaba
y, por decirlo así, materializaba plásticamente en una forma visible6.
esto es, dos sociedades humanas: la una predestinada a vivir siempre con Dios; la
otra a sufrir castigo eterno con el diablo8.
La ciudad terrena
La ciudad común
11. Lope, El yugo de Cristo, p. 63: «Nieto soy de Cam: biznieto / del que fabricó la inmensa / ciudad
portátil de tablas, / nave sin jarcias ni velas, / que nadando excelsas cumbres / paró en los montes
de Armenia»
Descubriose con mucha música tras esta relación, que fue al pie de la letra,
como su majestad de Filipo entró en Valencia, otra cortina en diferente lugar
(v. 1044 acot.).
De esta forma, la ciudad terrena queda teñida de una espiritualidad teatral, aco-
ge al auto sacramental y es su escenario, pero a la vez es transformada por la
obra teatral y la fiesta, como muestra la colección de documentos publicados por
Shergold y Varey, en los que se demuestra la profunda transformación de la ciudad
de Madrid durante los años del auto calderoniano13. Semejante cambio se puede
observar en la Perpiñán de El peregrino en su patria, donde Nise y Finea asisten a la
representación teatral de El hijo pródigo, puesto en escena por los soldados espa-
ñoles que hacen una fiesta por su patrón Santiago. La ciudad entera queda trans-
formada en un escenario teatral, alterada su cotidianeidad por el ambiente festivo y
las calles aparecen adornadas por colgaduras, cuadros y carteles con versos:
12. Ver Mínguez Cornelles y Rodríguez Moya, 2006, pp. 77: «La fiesta, y la metamorfosis urbana que
provoca, es ante todo otra muestra de la magnificencia del monarca, príncipe o gobernante en cuestión.
De nuevo el gasto generoso se convertía en un instrumento de prestigio social. Evidentemente, cuanto
mayor sea el espectáculo, más grande es la fama cosechada por el promotor. Por ello los poderosos
no escatimaron recursos a la hora de sufragar los gastos de los festivales. Las fiestas se multiplicaron.
Sobre la secuencia anual ordinaria de festejos cívicos y religiosos propia de cada ciudad, destacan so-
bre todo las grandes celebraciones políticas de carácter excepcional, concebidas a mayor gloria de la
monarquía y de la iglesia». Para una breve historia de Valencia desde su fundación en el año 138 a. C.
hasta la guerra de Independencia, ver Mínguez Cornelles y Rodríguez Moya, 2006, pp. 283-287, aunque
no analizan este festejo que estoy estudiando.
13. Ver Shergold y Varey, 1961.
14. Lope, El peregrino en su patria, pp. 574-575. Ver también Oteiza, 2017a.
Si la de Sevilla fuera,
la Giralda no pudiera
ir a Roma en treinta bueyes.
¿La capilla de los Reyes
en cuantos carros cupiera?
[…]
Apostemos un real,
que aunque viniera Sansón,
no pudiera, con ser tal,
llevar en la procesión
una hora el cirio pascual.
¿Pues san Cristóbal es barro?
Un pie no cabe en un carro.
¿Y la reja de la Antigua
es corcho? […]
Pues las mesas, y escribanos
de cartas, ¿con qué arrieros
alzaréis vos en las manos?
¿A Gradas con sus libreros
y mercaderes e indianos?
¿Pues los órganos del coro
en que han de ir? (pp. 385-386).
El mérito de Sevilla es exceder en piedad a todas las demás ciudades, por lo que
será recompensada doblemente: es probablemente el escenario del auto sacra-
mental y participa como personaje en la representación15.
En este sentido, me parece interesante darse cuenta de que en estos ejemplos
las fronteras entre la realidad y la literatura quedan desdibujadas, ya que la ciudad
real se convierte en el escenario de la obra teatral y la literatura, a su vez, transfor-
ma la topografía cotidiana en un espacio mítico y religioso16.
Interesante también es la presencia de Toledo como personaje de El Misacanta-
no. Su importancia como ciudad queda expresada por el Regocijo:
15. Ver Menéndez Pelayo, 1963, p. 239: «De su contexto se infiere que hubo de ser compuesto, o a lo
menos representado por primera vez, en Sevilla. Las alusiones a la Giralda, a la Capilla de los Reyes, al
san Cristóbal de la Catedral, a la reja de la Antigua, a Gradas y sus libreros, lo están diciendo a voces»;
Nogués, 2011, p. 366, se manifiesta en parecidos términos. Ver Mínguez Cornelles y Rodríguez Moya,
2006, pp. 289-293, para una breve historia de Sevilla como ciudad.
16. El caso más llamativo se daría en el auto sacramental calderoniano El año santo en Madrid. Ver
Arellano Ayuso, 2001, p. 153: «no sería concebible en un género “desespacializado” un auto como El Año
Santo en Madrid, que representa las procesiones que se hicieron por determinados lugares madrileños,
y que utiliza simbólicamente como escenario la topografía de la capital para conferirle un sentido religio-
so, que no deja de responder, sin embargo, a un detallismo preciso de la urbe». Agradezco a la profesora
Isabel Ibáñez sus apreciaciones en esta cuestión.
17. Ver Herrero García, 1966, pp. 113-114. Para una breve historia de Toledo, ver Mínguez Cornelles y
Rodríguez Moya, 2006, pp. 275-278.
18. Para el paradigma compositivo de la misa en Lope, ver Blanco Sarto y Duarte, 2016.
su corregidor ofrezco
torre fuerte y verde silla,
y todos sus regidores,
a quien tal nobleza obliga
celebrar con tal cuidado
este soberano día,
en que sois misacantano
hostia, sacerdote y misa.
Vos veréis que por patrona
toma aquesta noble villa
la madre de vuestra madre
y abuela de Dios divina.
Que un Dámaso nació en ella
y que en la romana silla
vuestras grandezas escribe,
para que el mundo os bendiga.
Vos veréis como un Isidro,
labrador de vuestra viña,
hace en el cielo cosecha
de las humanas espigas.
[…]
Vos veréis la devoción
que con la imagen divina
de Atocha tendrán, mirando
sus divinas maravillas (vv. 574-605).
19. Comp. la nota a vv. 586-589 de la edición de El Misacantano: «Efectivamente, el 21 de julio de 1599,
el Ayuntamiento de Madrid renueva los votos de santa Ana y san Roque, aunque la tradición procede de
muchos años atrás. Ver Agulló Cobo, 1974. Ver Cervantes, La gitanilla, p. 75: “Y la primera entrada que
hizo Preciosa en Madrid fue un día de santa Ana, patrona y abogada de la villa”».
20. Comp. la nota a v. 590 de El Misacantano: «san Dámaso primero, […]. Español, hijo de Antonio. De qué
lugar haya sido discuerdan los autores. Unos dicen que fue portugués, natural de una ciudad dicha Egita,
que antiguamente fue cabeza de obispado y después se pasó a la Guardia, y por eso le llamamos en latín
Egitanensis. Por algunas conjeturas se puede creer haber sido natural de Vimarans o Guimaranes. An-
tón Beuter en la Crónica de España dice que fue de Tarragona. Marineo Sículo, de Madrid. Fue cardenal
diácono, creado pontífice a primero de octubre, año de trescientos y sesenta y seis. […] Tuvo la silla diez
y ocho años, dos meses y once días (Cov.)».
21. Comp. la nota a v. 594 de El Misacantano, de donde tomo la nota: «ver Villegas, Flos sanctorum,
p. 361: Era san Isidro de la villa de Madrid, que es ahora corte de los reyes de España; porque no sin
grande providencia tiene por patrón a un labrador aquel lugar donde está la nobleza del mundo. Fue
san Isidro casado y hombre de campo, sustentándose siempre del sudor de su rostro y ocupado en la
labranza». Ver Mínguez Cornelles y Rodríguez Moya, 2006, pp. 249-256 para una historia de Madrid.
La ciudad mítica
Cirineo Me detiene
esta ciudad populosa,
tan agradable y hermosa,
la mejor que el mundo tiene;
los edificios, las torres,
las calles, plazas y casas
que la adornan (p. 31).
22. Lope, El tirano castigado, p. 38: «¿Escapa Lot otra vez / de las llamas de Sodoma?».
23. Lope, El hijo de la Iglesia, p. 114: «y aquí salió de Sodoma, / con hijos y mujer, Lot: / ¡Qué de gente
hecha carbón / veo en fuego maldiciendo / su dicha, y lloran gruñendo! / Puercos del Pródigo son; / la
mujer de Lot el justo, / aquí volvió por su mal / la cabeza, echada en sal / después de domado el gusto;
/ por un volver de cabeza / se vino en piedra a volver».
24. Lope, La oveja perdida, p. 189: «¿Atrevíme a la hermosura / que en Sodoma guardó Lot?».
25. Sabiduría, 10, 6: «Ella, mientras los impíos perecían, puso a salvo al justo que huía del fuego que
bajaba sobre la Pentápolis»; Deuteronomio, 29, 22: «es como la destrucción de Sodoma y Gomorra, de
Admá y Seboyim, que en su cólera y furor devastó el Señor». Para más información sobre estas cinco
ciudades, ver Haag, Van der Born y Ausejo, 2005, cols. 1489-1491, s. v. Pentápolis.
26. Ver Haag, Van der Born y Ausejo, 2005, col. 958.
Como podemos imaginar, los pasajes de los autos sacramentales que se refie-
ren a la ciudad de Jerusalén muestran una gran influencia de la Biblia. En Las bodas
entre el Alma y el Amor divino, aparece esta ciudad como personaje (vv. 804 acot.
y ss.) que prepara la entrada triunfal del Príncipe, referencia a la entrada de Cristo
en la ciudad narrada en los evangelios27:
27. Ver Mateo, 21, 6-9: «Fueron los discípulos e hicieron como les había mandado Jesús; y trajeron la
borrica y el pollino y pusieron sobre ellos los mantos y encima de ellos montó Jesús. Los más de entre
la turba desplegaban sus mantos por el camino, mientras que otros, cortando ramas de árboles, los
extendían por la calzada. La multitud que le precedía y la que le seguía gritaba, diciendo: “¡Hosana al Hijo
de David!”»; (también en Marcos, 11, 1 y 10; Lucas, 19, 29-40 y Juan, 12, 12-19).
28. Lope, El Tusón del rey del cielo, p. 339: «Canta fuerte, Capitán, / el triunfo, aunque estos crueles / que
ahora arrojando van / oliva, palma y laureles, / presto la muerte os darán».
29. Lope, Obras son amores, p. 118: «luego con pasos más graves / mi entrada en Jerusalén, / recibién-
dome también / con ramos e himnos suaves».
30. Lope, El nombre de Jesús, vv. 845-848: «Ramos, olivas, rosas, clavellinas; / presto serán espinas /
que traslade tu bárbara dureza / desde los pies de Adán a mi cabeza».
31. Ver Lucas, 21, 20: «Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed que ya se acerca su de-
solación»; Marcos, 13, 1: «¿Ves estas grandes construcciones? No quedará aquí piedra sobre piedra que
no sea derruida».
32. Lope, El heredero del cielo, vv. 827-830: «para mayor ejemplo, / Jerusalén, de ti: que hierba y piedra /
han de cubrir tus calles, / sin que piedad en los romanos halles».
33. Lope, La siega, p. 302: «Ser vuestro templo me toca / mejor que el de Salomón, / cuya eterna des-
truición / profetizó vuestra boca».
34. Lope, La vuelta de Egipto, p. 354: «En tu ausencia, señor, ha sucedido / que el presidio romano, que
alojado / dentro en Jerusalén era temido, / se vio de los hebreos molestado / y de tan fuertes armas
combatido / que estuvo a pique de perderse todo».
35. Lope, Las albricias de nuestra Señora, p. 433: «Vámonos, hermano, a estar / al castillo de Maús, / que
oigo de nos murmurar / los que nos vieron estar / con el Maestro Jesús».
36. Lope, El labrador de la Mancha, p. 261: «no bajes a Jericó, / súbete a Jerusalén».
de alejarse del mundo, este auto describe cómo los esposos se vuelven a encontrar
en la puerta dorada del templo:
Por otro lado, otro sentido diferente tienen otras referencia de los autos sacra-
mentales donde Roma es la ciudad santa, la sede del romano pontífice, colocándo-
la de esa manera muy cerca de la imagen de la ciudad celestial sin llegar tampoco
a ella. En El triunfo de la Iglesia, un desconcertado Lutero pregunta:
37. Ver el Protoevangelio de Santiago, 1-4, 3: «Llegó la fiesta grande del Señor, en que los hijos de Israel
suelen ofrecer sus dones y Rubén se plantó frente a Joaquín diciéndole: “No te es lícito ofrecer el pri-
mero tus ofrendas, por cuanto no has suscitado un vástago en Israel”. […] Joaquín quedó sumamente
afligido y no compareció ante su mujer, sino que se retiró al desierto. […] Y Ana su mujer, se lamentaba y
gemía doblemente, diciendo: “Lloraré mi viudez y mi esterilidad”. […] Y he aquí que se presentó un ángel
de Dios, diciéndole: “Ana, Ana, el Señor ha escuchado tu ruego: concebirás y darás a luz y de tu prole
se hablará en todo el mundo”. Ana respondió: “Vive el Señor, mi Dios, que, si llego a tener algún fruto de
bendición, sea niño o niña, lo llevaré como ofrenda al Señor y estará a su servicio todos los días de su
vida”. Entonces vinieron dos mensajeros con este recado para ella: “Joaquín, tu marido, está de vuelta
con sus rebaños, pues un ángel de Dios ha descendido hasta él y le ha dicho: Joaquín, Joaquín, el Señor
ha escuchado tu ruego; baja, pues, de aquí, que Ana, tu mujer, va a concebir en su seno”». También se
puede ver Villegas, Flos, 1615, fol. 351.
38. Lope, Prólogo a El hijo pródigo, vv. 42-45: «que da a las armas solas la nobleza, / de que nacieron en
la antigua Roma / tantas coronas cívicas, murales, / obsidionales triunfos».
En El Tusón del rey del cielo, san Pedro aparece como el Príncipe de Roma, pa-
rafraseando la cita evangélica de Mateo, 16, 18-19:
La ciudad infernal
Frente a las ciudades míticas de Jerusalén y Roma, nos encontramos con otra
mítica, emblema del mal que es Babilonia. Las referencias en los autos sacramen-
tales a esta ciudad maldita se centran en su torre, la torre de Babel, una construc-
ción escalonada (ziggurat), probablemente procedente de un templo de Babilonia
del tiempo de Nabucodonosor. La torre constaba de una sólida base subterránea,
sobre la que se elevaban siete pisos y en lo alto se encontraba la capilla de la di-
vinidad (Marduk)40. En los autos de Lope, esa torre de Babilonia es el emblema de
personajes malignos, como la Venganza en Dos ingenios y esclavos41 o la Soberbia
en La isla del Sol:
39. Lope, El nombre de Jesús, vv. 1386-1388: «y desta silla la copia / que ha de tomar vuestro Apóstol
/ en la cátedra de Roma»; El Misacantano, vv. 532-535: «Ya se le habrás dado a Roma, / que es donde
tiene la silla; / dásela a España, Señor, / pues tanto a tu amor se inclina».
40. Ver Haag, Van der Born y Ausejo, 2005, cols. 1956-1957.
41. Ver Lope, Dos ingenios y esclavos, p. 306: «armas son de mi nobleza / la torre de Babilonia».
era símbolo de las ciudades enemigas de Dios y prototipo de la lujuria42. Así encon-
tramos referencias a este personaje y a la bestia en El yugo de Cristo43 o en Dos
ingenios y esclavos44.
Sin embargo, las calles, plazas y edificios de una ciudad pueden ser también el
lugar de perdición del ser humano. El ejemplo más claro lo encontramos en El hijo
pródigo, obra sacramental que pone en escena esta parábola (Lucas, 15, 11-32) ya
señalado por los críticos como Izquierdo45. Oteiza, por su parte, ha destacado cómo
el planteamiento original de la obra donde el hijo se marcha a una región lejana (en
lectura de la Vulgata: «profectus est in regionem longinquam») queda convertido
en un escenario urbano46. Y efectivamente, Pródigo llega a una ciudad en la que no
existe la Verdad:
42. Biblia de Navarra, p. 1800. Haag, Van der Born y Ausejo, 2005, col. 191: «En el Nuevo Testamento,
Babilonia es nombre simbólico de Roma (1 Pedro, 5, 13; Apocalipsis, 14, 8; 16, 9; 17, 5; 18, 2)».
43. Lope, El yugo de Cristo, p. 70: «No importa, que los hechizos / de aquella gran Babilonia / que ha de
salir del abismo, / hará que le adoren cuantos / bebieron su dulce vino: / sobre las bestias sentada, /
harta de sangre la miro / de mártires de Jesús, / y el nombre en la frente escrito».
44. Lope, Dos ingenios y esclavos, p. 303: «A la gran Babilonia / todos se rindan, / pues en vaso de oro
/ beben y brindan».
45. Izquierdo, 2014, p. 172: «La ciudad del Deleite, casa de locos, es el mundo con sus tentaciones, en-
gaños y decepciones».
46. Oteiza, 2017b, p. 347.
Cuán bienaventurado
justamente se llama
aquel que como yo contento vive,
aquel que con su hacienda
alegre en pobre casa
no invidia los alcázares pomposos
de los soberbios príncipes,
no los jaspes y mármoles,
no los dorados techos,
no los suelos de pórfido,
ni sus mesas espléndidas y llenas
de diversos manjares,
que despueblan las tierras y los mares (vv. 585-597).
Adulación La juventud
habita en él, que es indicio
de mucho regalo y vicio,
aunque falto de salud.
Aquí se vive sin ley:
hay siempre fiestas y juegos
pero las más son de fuegos;
y es dividido aunque hay rey.
Hay buen vino (p. 197).
el garitero y tahúr,
uno pelando las gangas,
y otro empandillando el flux.
Es la tierra más viciosa
que hay desde Flandes al Sur;
y aunque es de firmeza el menos,
de gustos es el non plus.
Hay chacona de Castilla,
de Guinea gurujú,
y bravos escarramanes
bailados a lo andaluz.
Es conservera la carne,
y aunque quiera la salud
lo dulce de sus regalos,
todos comen su alajú.
Es negra toda la gente
como paño de ataúd,
y el más bello tiene el rostro
como mono de Tolú.
Aquí acogen delincuentes,
que con dulce esclavitud
son forzados voluntarios
del dragón, que aquí es Dragut (p. 400).
La ciudad celestial
Ya estás en el llano
más fértil que el cielo vio.
Desde aquí puedes mirar
de la isla la belleza,
cuya excelencia y grandeza
supo Juan bien ponderar.
Sus calles son de oro puro;
de margaritas sus puertas,
ya para ti bien abiertas;
de verde jaspe su muro.
Y, al fin, la gloria que encierra
no sabe nadie explicar (La isla del sol, p. 414).
Yo me iba, Pastor,
a Ciudad Real,
a la patria hermosa
donde Dios está;
aquella en que vive,
y en que, sin cristal
y encima, han de verle
los hijos de Adán;
donde cara a cara
a la humanidad
de su Verbo eterno,
que sentado está
a su hermosa diestra (p. 364).
50. Ver La oveja perdida, p. 204: «Yo le vi con majestad / sentado en silla labrada / por ángeles, y es-
maltada / con piedras de variedad; / […] / y en una ciudad hermosa, / que es santa Jerusalén, / con más
adorno y más bien / que al esposo va la esposa, / baja solo para honrar / la pérdida que hoy encuentra».
Conclusiones
Para concluir, podemos observar las múltiples derivaciones que Lope de Vega
es capaz de obtener en los autos sacramentales. Como explicaba Chueca, la poesía
es capaz de mostrar sentidos que permanecen ocultos al escrutinio del resto de las
ciencias. Basándome en la distinción de san Agustín, he trabajado con el esquema
propuesto por la profesora Cancelliere configurando este artículo en tres apartados
diferenciados: la ciudad terrena, la ciudad infernal y la ciudad de Dios.
En Lope encontramos rasgos de las ciudades contemporáneas (Valencia, Ma-
drid, Toledo, Perpiñán…), aquellas que quedaban transformadas por la fiesta del
Corpus, como podemos leer en otras páginas pertenecientes a otros géneros más
testimoniales y muy alejados de la estructura alegórica del auto sacramental, como
las escritas por Juan de Zabaleta. Esta transformación queda confirmada por las
colecciones de documentos, memorias de apariencia y de demasía que hemos
conservado. No se olvida tampoco Lope de aquellas ciudades míticas que han ali-
mentado los sueños de los lectores, que han escapado de las llamas de Sodoma,
han penetrado las puertas de Jerusalén o han disfrutado de las grandezas de la
Roma imperial.
Además, la ciudad es también terreno de peligros, violencia, muertes y agresio-
nes como podemos observar en toda la literatura del Siglo de Oro. También esta
realidad está presente en el auto sacramental con ciudades refugio de los delin-
cuentes, donde el hombre pierde su hacienda y su alma en un frenesí de juego y de
placeres prohibidos.
Queda la ciudad celestial que acoge al peregrino de este valle de lágrimas al final
de la jornada de la vida, la casa del padre, del descanso eterno, donde la pluma del
poeta ha destilado los mejores adornos para su descripción.
En conclusión, el auto sacramental ficcionaliza tanto las ciudades reales en las
que se lleva a cabo la representación como al público asistente que se encuentra
involucrado en esa ficción. Por otra parte, en sentido contrario, las ciudades de ori-
gen textual (tomadas de la Biblia, etc.) o ficcional (ciudad de Villaviciosa, del Deleite,
Plasencia, etc.) parecen encarnarse en el escenario urbano donde se realiza la re-
presentación (que, aunque no se parezca exactamente a las descripciones, presen-
tan rasgos urbanos tópicos), con lo cual el auto sacramental permite materializar el
sacramento en una encarnación sui generis urbana.
Quiero decir que el escenario urbano y el escenario textual (las descripciones
de ciudades, reales o no) interactúan potenciando mutuamente sus significados,
debido, a su vez, a la riqueza que adquiere el tema urbano en los autos de Lope, y
al mismo tipo de representación llevada a cabo por las calles y plazas de la ciudad,
que son transformadas para la fiesta teatral.
En definitiva, el tema de la ciudad, como podemos constatar, ha sido también un
terreno fértil para la imaginación del Fénix de los ingenios de España.
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