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Resúmenes Alta Edad Media
Resúmenes Alta Edad Media
1. Asentamiento peninsular
Desde el asentamiento por el pacto federado en la zona de la Narbonense y Aquitana II en el 418, se
produjo un lento flujo de población campesina goda a la Península, concentrándose, aún, la mayor parte en la
zona transpirenaica (Francia). Fue con Teodorico II, cuando la expansión fue más pronunciada y, de algún
modo oficializada, al instaurar una nueva Hospitalitas a este lado de la Península. Este rey vencerá a los
suevos, a quienes bloqueará en la zona noroccidental. Aunque este proceso de expansión no llegará muy al
sur, la ausencia de poder militar romano de Hispania durante la década del 460 permitió el rápido avance,
sobre una población hispano romana sin protección “oficial”. La presencia del mundo visigodo, muy
romanizado en comparación con otros pueblos “bárbaros”, permitió el rápido y paulatino control de la
península, disputado con vándalos al sur y suevos al noroeste.
Con Alarico II y su padre Eurico la población se expandirá con más fuerza hacia el sur, y los nobles,
incluso, antes reacios a abandonar Tolosa, viajarán hasta la muy romanizada zona de la Bética. Esta primera
expansión no se hizo del todo pacíficamente y tuvieron que soportar variadas sublevaciones de la población
local. Tras la muerte de Alarico II en Vouillé en el 507, defendiendo sus posiciones al norte de los Pirineos del
avance franco, se produce un doble efecto de embergadura: las posesiones visigodas se redujeron
dramáticamente en la zona francesa, centrándose cuantitativamente la población visigoda en Hispania, y dos,
el control de los ostrogodos de la incipiente monarquía hispana, en la figura de Alarico el Amalo.
La situación de la Península, de control real, se circunscribía a la provincia de la Tarraconense, hasta
el Tajo, llegando por occidente a Lisboa y teniendo a Suevos “dentro” de su franja de control. Bajo la
“regencia” de Teodorico el Amalo se tuvieron ingresos de población desde la zona ostrogoda de Italia, dado el
control conjunto que ejercía esta familia de ambas penínsulas. Con la muerte de Teodorico el control conjunto
de la zona hispana e italiana se rompió.
Con Teudis, su sucesor, se acabó la dinastía balta, generándose una ligada a la península por vía de la
aristocracia local. Este apoyo aristocrático fue el que le granjeó el acceso a la zona sur de la Península, muy
romanizada. Sin embargo,e l control visigodo de esta zona sur será breve: Justiniano I de Bizancio enviará
tropas a la Península, enclavado en su intento de reconquistar todo el Imperio Romano de Occidente perdido.
Aunque llegados a la Península al ser llamados por una facción nobiliaria en guerra civil, demostraron que sus
intenciones eran las de permanecer y quedarse. Tomaron la franja sur, desde la Bética a Cartagena y aunque
en retroceso, se mantendrían desde el 550 al 624.
Expulsados en el 624 los bizantinos la península quedaba virtualmente bajo control visigodo.
Salvando las zonas del noroeste aún irredentas, junto con unas ya muy escasas posesiones en el sur de Francia,
se puede hablar del reino puramente de Hispania. En el 711, tras la invasión musulmana el territorio, casi de
forma total, será perdido y tomado por el invasor.
2. La formación de la monarquía
¿Cómo sucede el paso de un estado visigodo federado, interno al Imperio Romano de Occidente, a
una monarquía asentada en la Península, completamente independiente? Conocido el proceso de población y
extensión territorial, insertaremos puntos clave en esta conformación monárquica.
En el 475 Eurico conformará su código de leyes, propia para los visigodos, desligándose del roto
Imperio Romano de Occidente.
Alarico II, hijo de Eurico, con un pie en la península, conformará un código de leyes tanto para
hispanoromanos como para visigodos. Se trata del Brevarium Alarici, disponiendo al Rey como máxima
autoridad para ambos grupos de población (por separado).
Se mantendrá una administración dual, con cargos hispanoromanos, católicos, centrados en las
ciudades, y visigodos, rurales y arrianos.
Con la muerte de Teodoríco el Amalao se conformará la monarquía electiva (un conjunto de altos
nobles eligen al heredero). Más tarde violada, pero sacralizada en el Canon 75 (disposición legal/religiosa) en
el IV Concilio de Toledo. La dinastía Balta dejará de gobernar el incipiente reino.
La monarquía, ya asentada con capital en Toledo, se centralizará, en ocasiones de forma despótica,
maltratando los derechos alegados por la población hispano romana del sur, la cual tomará partido en un
contexto de guerra civil, del lado de los invasores bizantinos y otros rebeldes locales.
El asentamiento definitivo de la monarquía se dará desde el 557 al 672. Durante los primeros años,
Leovigildo, controlará el problema suevo y realizará un proceso de cohesión interna, con la unión entre los
hispanoromanos y los visigodos: podrán tener matrimonios mixtos arriano-católicos. Se intentará de este
modo asimilar a la población católica (aunque no se consiga). Este mismo rey, Leovigildo, adversario militar
de Bizancio, era afín culturalmente. Conferirá a la monarquía un “estilo” y simbolismo greco/latino,
instaurando instituciones reales que tomará parte de la tradición visigótica y del Imperio de Oriente,
reestructurando el reino en grandes provincias al estilo oriental, donde colocará a godos e hispanoromanos
(los condes solo podían ser godos, los Dux, superiores, de ambas etnias).
Durante la segunda etapa de este periodo, el reino visigodo terminará de conformarse
institucionalmente, de forma paralela a su consolidación territorial (586-672):
Finalmente, acarreando crisis económica y sociales profundas, desde el reinado despótico y violento
de Chisdanvinto, la monarquía caerá en una tercera fase de debilidad, inestabilidad y constante guerra civil.
Éste último periodo, comprendido desde 672 al 711 será un periodo de decadencia constante, acelerada por la
violencia y finalizada por la invasión de los musulmanes.
Tema 2. La formación de Al-Andalus
El primer asunto fundamental a tratar en este tema es saber quiénes fueron aquellos que pasaron a la
Península Ibérica por el estrecho de Gibraltar tras la firma del Pacto de Don Julián (682), en el 711 y que
acabarán con el reino visigodo de Hispania.
El primer grupo, dominante pero a la vez muy minoritario eran los árabes, salidos de la Península
Arábiga con los llamados califas ortodoxos (herederos más o menos directos de Mahoma). Al extender la fe y
el dominio territorial y, sobre todo, con el Califato Omeya, se asentaron como elite político-religiosa. Es cierto
que este mismo dominio elitista les llevará a su caída ante la revolución abásida, sin embargo, en este
momento viven su apogeo y serán ellos quienes dirijan a los miles de hombres que cruzarán, ocuparán y
dominarán la Península.
El segundo grupo, mayoritario, serán los bereberes asentados en el norte de África, grupos no
cristianos convertidos por pacto o sumisión, quienes como prueba de lealtad pasan a formar parte de la fuerza
de choque árabe. Su tratamiento será de segundones y esto acarreará problemas. Además, éstos, tenían
concepciones religiosas más universalistas (en cuanto a quién podía ostentar el poder político/religioso).
Por no olvidar a un tercer grupo, también minoritario, que eran los cristianos conversos (y no
conversos), como el citado Don Julian conde de Ceuta y Algeciras, visigodo. Se trata de un conjunto de
oligarcas colaboradores con el nuevo poder.
El contexto
El contexto inicial será el de una monarquía visigoda debilitada por la guerra civil, la crisis económica
y social y la escasa cohesión interna. En África la expansión por la costa se había culminado y en el Waliato
de Ifriquiya (aproximadamente Túnez) se colocaba Musa Ben Nuasyr como Walí, quien por propia iniciativa
será quien inicie la conquista del territorio visigodo, primero en la figura de su subalterno Tariq y más tarde en
competencia con éste y apoyado en su hijo.
El Emirato Omeya
Esta nueva etapa del emirato cuasi-independiente/autónomo del poder califal enmarca cuatro periodos
diferenciados. En el primero se consolidará y creará el poder centrado en córdoba del nuevo emirato. Se
realizará con los dos primeros emires: abd-al-Rahman I y Hisham I. La segunda etapa consiste en un periodo
de crisis interna, con una mezcla de subversión popular y autoritarismo, esto será con al-Hakam I. En la
tercera etapa se volverá a centrar en la organización del emirato, con Abd-al-Rahman II y ya el inicio de la
decadencia con Muhamad I. La cuarta etapa consistirá en la quiebra del sistema del emirato, cuyo fin
materializará abd-al-Rahman III, transformándolo en un califato que se desligará definitivamente del califato
abásida de Bagdad.
1. Creación de una base social afecta (o al menos no opositora al régimen). Para ello concedió
rentas territoriales, territorios en régimen de “arriendo”, por tan solo el pago del diezmo. Los
beneficiarios fueron aquellos que le siguieron desde Damasco y quienes le apoyaron a su
llegada. Complementó la tarea con el llamado Aman sobre los vencido.
2. Reforma administrativa/económica, a imitación de los sistemas sirios de Damasco, centrando
la economía en las ciudades, en sus mercados y en el comercio internacional, junto a la
reforma provincial, con la creación de las Koras: provincias interiores.
3. Prudencia en materia religiosa: como se ha adelantado, no rompiendo con el Califa, para no
crear más problemas.
4. Formación de un potente ejército mercenario: compuesto mayoritariamente de extranjeros,
francos, eslavos, cristiano-hispanos, fieles al dinero y sin ambiciones políticas.
5. Ataque, resistencia contra los núcleos cristianos. Con el potente ejército creado, atacarán
(padre e hijo) al nuevo conformado reino, además de resistir los envites del Imperio
Carolingio en Zaragoza.
2ª Etapa: sublevaciones y supresiones.
Durante el emirato de Al-Hakam I se producirán fuertes rebeliones muladís (conversos) y de
mozárabes dimmíes (cristianos viviendo bajo el dominio musulmán), como la de la Jornada del Foso en
Toledo, y la del Arrabal en Córdoba. Serán ambas suprimidas con extremada violencia. Este clima de
debilidad interna permitirá el avance cristiano.
3ª Etapa: reformas
Será Abd-al-Rahman II quien, para salvar la situación, abandonará los modelos hispano visigodos y
bizantinos (traídos por los omeyas) e instaurará un sistema similar al abásida: centralización, poder en el
diwan (órgano de gobierno y administración supremo), con funciones en política, economía y administración.
Aunque sofocó los problemas anteriores, generó uno nuevo: la revuelta política indígena, particularista.
Alfonso II el Casto.
Durante el reinado de Alfonso II el reino sufrió convulsiones internas, tanto políticas, como religiosas,
así como profundos ataques musulmanes. Con todo, Alfonso II verá como el reino se asienta
“definitivamente” con capital en Oviedo.
Durante su reinado se acometerán profundos repoblamientos en las nuevas zonas de control, entre
ellas en Castilla (formando el embrión del condado) y toda la zona nororiental de Galicia. Junto a la
repoblación (y en cierto sentido a favor de ésta), comenzará un periodo de construcción de nuevos
monasterios, como núcleos religiosos y poblacionales.
Además, casualmente, será durante su reinado cuando se “descubra” el sepulcro del Santo Apóstol
Santiago, dando comienzo a un flujo fundamental de peregrinos desde Europa, atravesando el joven reino de
este a oeste.
Alfonso III
Bisnieto de Alfonso II, durante su reinado se llegará al cénit del poder del reino asturiano, marcando
un antes y un después en la historia de este reino (y del mundo cristiano occidental). De hecho, marcará el
final del reino de Asturias, dado que con su hijo pasará a denominarse de León.
Tres características darán la impronta a su reinado, de cara al futuro: la creación de la idea
neogoticista y el ideal de “reconquista”, la toma de nuevos territorios amparado por estas ideas y el gran
repoblamiento más allá de los territorios tradicionales asturianos.
División religiosa
La división religiosa respondía a la clara división entre musulmanes, pertenedientes a la comunidad,
Umma. Los cristianos y judíos, creyentes en la religión “del libro”, no pertenecían como tal a la Umma pero,
hasta cierto punto, eran respetados. Un cristiano o judío, teóricamente, podía profesar su religión libremente a
cambio de un dinero (un impuesto único para ellos). La realidad solía ser bastante más cruel. De hecho, los
conversos peninsulares, los muladíes, solían ser tratados como creyentes de segunda y sobre ellos recayeron,
en ocasiones, el pago de impuestos de no creyentes.
La sociedad musulmana
Respondían a los cánones omeyas: eran mayoritariamente urbanos, centrados en dos elementos,
dentro de las ciudades, elementales: la medina y el zoco o mercado. La medina era el centro político y
administrativo de la ciudad, el zoco era el centro vital de la ciudad. Todo estaba reglamentado en torno a estos
dos elementos, y todo estaba reglamentado dentro de estos dos elementos. En el zoco, incluso, existían jueces
(almotacenes) que juzgaban in situ problemas referidos a normal funcionamiento.
Economía
La actividad económica también estaba regulada. Existían explotaciones privadas, urbanas y agrarias,
junto con un sistema de concesiones administrativas sobre los recursos más importantes para la comunidad.
La economía se basaba en varios puntos esenciales:
Agricultura intensiva con el uso del regadío y las norias para la producción de cereal, olivo,
azúcar, algodón y vino.
Ganadería de caballos andaluces, muy apreciados y de gran prestigio, y de otros animales,
incluyendo cerdos para cristianos y exportación.
La industria urbana, textil, cerámica y de papel y otros productos de lujo.
Como puede observarse, muchos de los productos estaban destinados al comercio, tanto con el mundo
musulmán, a oriente, como al norte con los cristianos (aunque hubiera productos prohibidos, como los
caballos y las armas). Harán de intermediarios entre las rutas de oriente y el mundo cristiano, por entonces,
menos desarrollado (excluyendo Bizancio).
Sistema fiscal
Esta economía estaba gravada por el Estado. Aunque en principio la Ley islámica tan solo
mencionaba un tipo de impuesto: el zakkat (la limosna), y el impuesto a los no creyentes tanto por persona
como por posesiones, se fiscalizaban otros tantos asuntos (no sin problemas): había tanto impuestos directos
sobre algunas posesiones o encaminados al mantenimiento de los ejércitos, como impuestos indirectos sobre
la actividad económica, sobre todo del comercio.
Aspecto político-administrativo
El sistema centralizado reposaba en el Emir y sus ministros. El Hachib, primer ministro, contaba con
un grupo indeterminado de visires, así como de los qadí, jueces, para hacer justicia. El territorio se dividía en
Koras, en donde residía un walí o gobernador, junto con un qadí encargado de hacer justicia en dicha
provincia. También existían las grandes demarcaciones militares: targs. Finalmente, en el ámbito local, en
torno a la medina y el zoco de las ciudades, se formaban cargos especialistas en gobierno, justicia y fiscalidad.
2. El mundo cristiano
En el plano social el mundo cristiano tiene variantes con desde oriente a occidente, desde el reino
conquistador asturiano, en necesidad de movilidad de la población, a la sociedad catalana, ligada a la
influencia franca, más feudal.
En términos generales se hablará del mayor de los reinos, el astur-leonés, y se pasará a puntualizar
sobre los casos navarro-aragonés y catalán.
Forma de repoblamiento.
Hay que entender primero que las zonas conquistadas durante estos siglos no eran, para nada, las más
pobladas: los bereberes habían marchado y se había generado una tierra de nadie asolada por los combates.
Así, el empeño era doble: repoblar y asegurar la peligrosa frontera.
La población podía asentarse bajo la figura legal del ad populandum, que consistía simplemente en ir
y sobrevivir, para las zonas más peligrosas, fronterizas. Este modelo era mucho menos gravoso y el único
requisito era ir y estar (algo que ya era suficiente). La segunda figura legal era el ad plantandum, en donde el
requisito fundamental era ir y cultivar la tierra, pagando unas rentas.
La repoblación podía hacerse groso modo de dos formas: oficial y no oficial. En la oficial
correspondía al Rey, o a alguno de sus representantes (condes) mediante el otorgamiento de las cartas puebla.
Las tierras, pertenecientes al Rey al no tener dueño podían ser repobladas bajo su jurisdicción. La privada
solía realizarse por monasterios o grupos familiares: por presura. El colono se asienta (laico o religioso),
rotura la tierra por scalio y tras repartirse y apropiarse se pide el reconocimiento a la autoridad, quien dadas
las circunstancias solía aceptar.
Fórmulas territoriales
Grandes:
Reserva dominial; tierras del señor, no repartibles y que una parte podía ser aprovechada por
terceros, otra era exclusiva del señor.
La heredead; parte del territorio heredable y repartible para su explotación.
Pequeña:
Vínculos de dependencia
Los vínculos más fuertes, más feudales se encontraban en la zona oriental de Aragón y en Cataluña,
por el influjo franco. Sin embargo, en la zona occidental prevalecían otros tipos de vínculos:
En las tres zonas surgió por un lado una nobleza terrateniente (mucho menos en Cataluña) y una baja
nobleza, guerrera, defensiva, encargada de la protección de la frontera: infanzones y caballeros villanos en
Castilla y León. Los segundos no eran nobles, pero actuaban como tal por sus posesiones. En Aragón y
Navarra son los denominados barones de castillos, y en Cataluña los Veguer, señores de castillos no
hereditarios.
Economía
En contraste con la urbana, comercial-industrial musulmana, encontramos una sociedad mucho más
rural, asentada en la agricultura y la ganadería, en grandes y pequeñas extensiones (dependiendo de la zona),
con un comercio muy escaso, muy localizado, dependiente de Francia y del mundo musulmán con quienes
tendrán una balanza comercial deficitaria.
En occidente se usará la moneda musulmana: el dinar, mientras en oriente se usará la francesa; los
sólidos (sueldos).
Tema 5. La Península durante el Califato. La Época de Sancho III el
Mayor.
Esta etapa será reconocida por ser el cénit de una época, comienzo, proceso incial del cambio. Abd-al-
Rahman III será capaz de detener la desintegración del emirato a manos de movimientos particularistas
internos, apoyados sin duda desde el norte cristiano, precisamente acabando con él (con el emirato). En el
norte, un reino de León dividido internamente en facciones locales pugnando por el poder (gallegos y
castellanos) dará lugar a una creciente influencia navarra, que finalizará con la conformación de un gran Reino
de Navarra bajo la figura de Sancho III el Mayor. Será un periodo de constante combate, seguido de treguas,
en la llamada “Batalla del Duero”, que durará cerca de cien años, hasta la muerte de Almanzór en 1002.
Cataluña
Como he adelantado, en el principado sucede un continuismo estable, conservador, desde la declarada
autonomía de Vilfredo el Belloso. Será con Borrel II y con su matrimonio con Ermesinda de Carcasone, hacia
finales de siglo, cuando comiencen a iniciarse procesos de gran calado, tanto a éste como al otro lado de los
Pirineos. Aunque Borrell II intentará fortificar la frontera sur con castillos, Barcelona llegará a ser saqueada
por tropas de Almanzór y pedirá ayuda de los francos (conde de Tolouse). Sin embargo, la escasa ayuda
prestada y el creciente poder centralizado de los condados catalanes iniciará el desligamiento definitivo.
León
Si el gobierno de Cataluña es estable, en León se dará el efecto completamente contrario. El siglo se
iniciará con la fragmentación del extendido reino de Alfonso III, que aunque terminará por unificarlo Ordoño
II, quien se ligará matrimonialmente con Navarra y Galicia, no podrá controlar el particularismo castellano.
En Galicia, para impedir la pugna por su poder, fragmentará la zona en pequeños condados. Vencido en
Valdejunqueras en el 920 por abd-al-Rahman III, apoyado por la facción musulmana de Zaragoza de los Banu
Qasi, y los rebeldes castellanos, logrará apresar a los condes, de los cuales tan solo volverán tres.
Esta política interna, en conjunción con los envites musulmanes marcarán al reino. La sucesión de
reyes será rápida y continuará agravándose los problemas de la inestabilidad interna y dependencia de
Navarra. Llegará a su cénit en el momento en el que autónomo Conde de Castilla Fernán González ponga a un
rey títere, en lugar de Sancho I. Sancho I tendrá que marchar a Córdoba a ponerse a dieta por orden de su
abuela navarra, y a su vuelta, aliado con el califa Al-Hakam II y la reina madre de Navarra logrará vencer y
apresar a Fernán González.
La fase final será la abierta guerra civil entre los pronavarros con Castilla de su lado, y los gallegos.
Los reyes se sucederán débiles y solo resistirán gracias a la muerte de Almanzor en 1002, tras haberles
saqueado Santiago de Compostela y Castilla.
Cataluña: Ermesinda
La regencia de Ermesinda de Carcasone, mujer de enorme dote, se repetirá tanto con su hijo
Berenguer-Ramón I, como con su nieto, Ramón-Berenguer I. Será la figura clave de esta época en la región.
Con el favor de la Iglesia cluniciense, hará reconocer la construcción de monasterios de la orden con su
marido, hijo y nieto. Además, llevará a cabo negociaciones y permutas de condados para centralizar los
condados a este lado de los Pirineos, también comprará derechos sucesorios.
Tras las disputas familiares, primero nieto abuela, y más tarde en conjunto, en donde habrá asesinatos,
excomuniones y peregrinaciones sin regreso, heredará el título Ramón-Berenguer III, tomando un principado
fortalecido.
Los almorávides
Sin embargo, la suerte no le favorecerá tanto como a su padre Fernando I, que obtuvo fácilmente las
parias de unos débiles reinos de taifas. En el sur comenzará a aparecer una nueva amenaza: los almorávides.
Éstos tienen su origen en la zona del sur de Marruecos, y surgieron como un movimiento religioso reformador
de las perniciosas y decadentes costumbres de los gobernantes musulmanes. Tras controlar el norte de África
occidental, pasaron a la Península en ayuda de la Taifa de Sevilla, combatiendo con Alfonso VI en Sagrajas.
El Califa obtuvo una victoria extraña, donde ambos contendientes proclamaron un gran número de bajas.
Tras esta batalla comenzarían a asentarse en la península, en vez de retornar al norte de África. Se
encargarían de unir por las buenas o por las malas a todas las restantes taifas.
La fragmentación
Puede darse por iniciada en este momento, aunque en transición, la segunda etapa de la
fragmentación. Alfonso VII y Alfonso I llegaron a un pacto para no matarse mutualmente. Ambos tenían
problemas internos y externos. En el Acuerdo de Támara en 1127, Alfonso I cedía el título de Emperador a
Alfonso VII a cambio de los territorios vasconizados de Castilla. Es, por cierto, el fin de la dinastía Jimena en
león, es el comienzo de la Borgoñona.
La fragmentación incidirá en tres sentidos más: la independencia de Portugal en 1139, la muerte de
Alfonso I, con la consecuente división de los reinos: Aragón y Navarra, y la nueva fragmentación de los
reinos de Taifas, entre la caída del poder almorávide y la unificación almohade.
La independencia de Portugal
Alfonso Enriquez, nombrado caballero por el Obispo de Santiago, se había entregado a la cruzada en
contraposición a Alfonso I el Batallador. Siendo conde, y con un gran prestigio y el favor de la Iglesia
portuguesa, declarará su independencia en 1139, siendo coronado rey por el obispo de Braga, tras unas
campañas exitosas contra los musulmanes. Tardará unos años en ser reconocido por Alfonso VII y más aún
por el Papa, pero desde ese año actuará como tal.
Portugal
El reino de Portugal, de reciente independencia, vivió una época de avances y retrocesos contra el
Imperio Almohade. Tras independizarse de León con Alfonso I, llevó a cabo una fuerte ofensiva en terreno
musulmán, pero bajo el reinado de Sancho I, aunque ayudado por cruzados europeos había logrado tomar
plazas importantes, como Silves, con una crisis económica que desgastaba las fuerzas del reino, con las
presiones leonesas y tras una contraofensiva de Yusuf, califa almohade, perdió casi todo lo ganado.
Occidente
En occidente, aunque todos debilitados, se formará una especia de alianza de conveniencia entre
Portugal y Castilla contra León, que hará al recién llegado al trono Alfonso IX concertar matrimonio con
Urraca, hija de Alfonso VIII y poco menos que hacerse su vasallo. Esto no será más que el inicio de una
prolongada y sangrienta disputa fronteriza con tantas rupturas como acuerdos y paces firmados, incluso, con
mediación papal. Alfonso IX se aliará con Portugal, al casarse con la hija de Sancho I de Portugal, y con
Aragón estrechará lazos contra Castilla. Castilla se encontrará rodeada y sometida a la presión musulmana.
Oriente
En oriente, tanto Navarra como Aragón (Sancho VI y Alfonso II, respectivamente), entendieron que
era el momento de aliarse y resarcirse contra el antiguo vasallaje a Castilla.
Todos aliados, y con apoyo a León del Califa almohade, se prepararon para atacar castilla, y de hecho
se produjeron incursiones y saqueos. Sin embargo, el alarmado Papa se dispuso a poner paz entre cristianos,
con el objetivo de lanzar una cruzada contra el Imperio Almohade.
La colonización
La colonización durante estos siglos cambiará profundamente en su naturaleza. Hasta el siglo X,
durante la Batalla del Duero, se centró todos los esfuerzos militares y repobladores en esta pugna. La zona
estaba desolada. Tras sobrepasar esta frontera, el territorio estaba, en muchas ocasiones, densamente poblado.
Durante el siglo Xi se logrará controlar los valles del Ebro y del Tajo, en los que se elaborará un
sistema más organizado, lejos de la repoblación anárquica por presura.
1. Concejiles: otorgando a las ciudades conquistadas, en torno a un territorio, un fuero, con el fin
de llamar e instalar en dicha ciudad o en su territorio nuevos pobladores.
2. Señoríos a las órdenes militares: amplio territorio en los cuales las órdenes militares ejercían
su jurisdicción. Estas órdenes repartirán el terreno entre nuevos colonos y se encargarán de
defenderlos.
3. Repartimiento: método de colonización altamente institucionalizado. Se trata de grandes
ciudades conquistadas con grandes propiedades. Se envían a unos repartidores que parcelan la
ciudad y su territorio y lo reparte entre los nuevos colonos. Los musulmanes podían seguir
viviendo pero fuera de las murallas.
Aunque las órdenes militares eran de los pocos voluntarios a asentarse en la frontera, y eran fervientes
defensores, solían llevar con ellos dos efectos: la conversión de las tierras en pastos para el ganado, y la huida
de la población musulmana, temerosa de tan fervientes señores.
La vida urbana
Las ciudades crecerán en el norte gracias al Camino de Santiago, profundamente usado por peregrinos
peninsulares y europeos. Desde el fuero otorgado a León en 1017, se repetirán por todo el Camino de
Santiago, desde navarra a León.
En el sur, se hará por imitación a la ciudad de Toledo, respetada en su estructura interna, con
repoblación del campo circundante; otorgando fueros y estableciendo concejos en las ciudades conquistadas.
En Aragón, similarmente al Camino de Santiago, se otorgarán fueros siguiendo el modelo de Jaca.
El auge de la ciudades durante los siglos XI-XIII producirá efectos en la sociedad y en la economía,
que dejará en el pasado la economía absolutamente agraria. No es que el campo no siguiera siendo el sector
principal, pero ahora las ciudades aparecerán con fuerza decisiva: se convertirán en núcleos de población
autosuficientes en las cuales se diversificará y especializará la población. Con el avance conquistador hacia el
sur, el número de excedentes será suficiente para lograr favorecer el comercio y otras profesiones económicas
como los cambistas y prestamistas, sobre todo en torno a Burgos, Sevilla y Barcelona.
El comercio ve mutar también los productos comercializados. Teniendo en cuenta los focos de
poblaciones urbanas, especializadas y autosuficientes, los nuevos productos se enfocarán en útiles baratos,
herramientas, alimentos y otros como el vino y el aceite. Provocará un impacto en el modo de transporte y
comercial: ferias y mercados.
La sociedad
Se acentúan, con las nuevas posesiones, excedentes y rentas, las diferencias sociales. No ya solo en
cuanto a la familia, al apellido, sino al nivel de riqueza. Las familias favorecidas por la conquista, englobadas
en los nobles y eclesiásticos, favorecidos por sus tereas militares y espirituales, abrirán una brecha en la
sociedad y, no solo eso, comenzarán a pugnar en poder con la monarquía, quien en reacción, comenzará un
proceso centralizador.
En la Iglesia se introduce la reforma de Cluny, venida de Francia, que desligará al poder laico del
religioso. La Iglesia quedará al mando de cargos religiosos: los Obispos.
Las ciudades; nuevo grupo social en pujanza, enmarcados dentro de un mundo aun
predominantemente rural, amenazados por el poder señorial (laico o religioso) obtendrán una fuerte cohesión
y solidaridad interna, unidos tras sus murallas, conformando un movimiento de rebeldía.
Internamente se organizarán políticamente, donde por un lado toda la población libre podía actuar en
el concejo abierto, aunque realmente eran gobernados por un grupo cada vez más elitista.
Externamente se unían en hermandades de ciudades, con fines conjuntos, económicos o políticos, con
autoinstauradas reglamentaciones propias, paralelas a la del rey.
Las ciudades no se limitaron a aparecer, se convirtieron en el motor de la economía comercial, tanto
con el mundo musulmán, como con Europa. Las ciudades catalanas se enfocaron en el comercio mediterráneo.
Pero, solo sólo eran el motor económico. Con la concentración de población las ciudades comenzarán a
formar y proveer al rey tropas numerosas, necesarias para la guerra. Este proceso convertirá a las ciudades en
sostén y equilibrio del poder de los reinos. Ante la pujanza de la alta nobleza tradicional, el monarca se
apoyará en las ciudades. El nuevo poder pasará a estar representado en las Cortes, obra del siglo XII,
compitiendo con el poder de la nobleza y la Iglesia, a la hora de influir en el monarca.