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Alta Edad Media: Temas

Tema 1. Los visigodos y el reino Hispánico


Los visigodos, pueblo germánico/eslavo de la zona del Báltico, viajaron al sur por presiones
migratorias, cruzando el Danubio, donde se dará la batalla de Adrianápolis (385) al entrar en conflicto con los
imperios romanos de oriente/occidente. Tras un periplo dentro y fuere de las fronteras romanas, terminarán
por asentarse como federados (aliados autónomos) en la zona de la Narbonense y Aquitana II (sur de la actual
Francia), entrando incluso en relaciones matrimoniales con el emperador. Servirán como fuerza militar contra
los subsiguientes invasores: Suevos, Vándalos, alanos y los hunos (Atila).
Hay que entender que los visigodos eran un pueblo rural, a diferencia de los romanos, urbanos aún
con los cambios del bajo imperio romano. A partir de este momento (418), se vivirá un proceso de paralelo en
este pueblo germánico/eslavo en la colonización y formación de un reino en Hispania. El reparto hecho en la
zona donde se asentaron, la Hospitalitas, se realizó favoreciendo a la posición jerárquica dentro de la tribu,
con lo que, en parte, fragmentó la sociedad tribal-igualitaria, en favor de una nueva clase dominante, de
magnates más afines a las elites romanas.
Los dos procesos paralelos y enlazados serán la expansión paulatina por la Península, que colapsará
con la conquista musulmana a partir del 711, y un proceso de formación de una monarquía institucionalmente
asentada sobre la Península, que también entrará en crisis y que, obviamente, también colapsará en el 711,
aunque sea posteriormente recuperara la idea con cierto interés por Alfonso III.

1. Asentamiento peninsular
Desde el asentamiento por el pacto federado en la zona de la Narbonense y Aquitana II en el 418, se
produjo un lento flujo de población campesina goda a la Península, concentrándose, aún, la mayor parte en la
zona transpirenaica (Francia). Fue con Teodorico II, cuando la expansión fue más pronunciada y, de algún
modo oficializada, al instaurar una nueva Hospitalitas a este lado de la Península. Este rey vencerá a los
suevos, a quienes bloqueará en la zona noroccidental. Aunque este proceso de expansión no llegará muy al
sur, la ausencia de poder militar romano de Hispania durante la década del 460 permitió el rápido avance,
sobre una población hispano romana sin protección “oficial”. La presencia del mundo visigodo, muy
romanizado en comparación con otros pueblos “bárbaros”, permitió el rápido y paulatino control de la
península, disputado con vándalos al sur y suevos al noroeste.
Con Alarico II y su padre Eurico la población se expandirá con más fuerza hacia el sur, y los nobles,
incluso, antes reacios a abandonar Tolosa, viajarán hasta la muy romanizada zona de la Bética. Esta primera
expansión no se hizo del todo pacíficamente y tuvieron que soportar variadas sublevaciones de la población
local. Tras la muerte de Alarico II en Vouillé en el 507, defendiendo sus posiciones al norte de los Pirineos del
avance franco, se produce un doble efecto de embergadura: las posesiones visigodas se redujeron
dramáticamente en la zona francesa, centrándose cuantitativamente la población visigoda en Hispania, y dos,
el control de los ostrogodos de la incipiente monarquía hispana, en la figura de Alarico el Amalo.
La situación de la Península, de control real, se circunscribía a la provincia de la Tarraconense, hasta
el Tajo, llegando por occidente a Lisboa y teniendo a Suevos “dentro” de su franja de control. Bajo la
“regencia” de Teodorico el Amalo se tuvieron ingresos de población desde la zona ostrogoda de Italia, dado el
control conjunto que ejercía esta familia de ambas penínsulas. Con la muerte de Teodorico el control conjunto
de la zona hispana e italiana se rompió.
Con Teudis, su sucesor, se acabó la dinastía balta, generándose una ligada a la península por vía de la
aristocracia local. Este apoyo aristocrático fue el que le granjeó el acceso a la zona sur de la Península, muy
romanizada. Sin embargo,e l control visigodo de esta zona sur será breve: Justiniano I de Bizancio enviará
tropas a la Península, enclavado en su intento de reconquistar todo el Imperio Romano de Occidente perdido.
Aunque llegados a la Península al ser llamados por una facción nobiliaria en guerra civil, demostraron que sus
intenciones eran las de permanecer y quedarse. Tomaron la franja sur, desde la Bética a Cartagena y aunque
en retroceso, se mantendrían desde el 550 al 624.
Expulsados en el 624 los bizantinos la península quedaba virtualmente bajo control visigodo.
Salvando las zonas del noroeste aún irredentas, junto con unas ya muy escasas posesiones en el sur de Francia,
se puede hablar del reino puramente de Hispania. En el 711, tras la invasión musulmana el territorio, casi de
forma total, será perdido y tomado por el invasor.

2. La formación de la monarquía
¿Cómo sucede el paso de un estado visigodo federado, interno al Imperio Romano de Occidente, a
una monarquía asentada en la Península, completamente independiente? Conocido el proceso de población y
extensión territorial, insertaremos puntos clave en esta conformación monárquica.
En el 475 Eurico conformará su código de leyes, propia para los visigodos, desligándose del roto
Imperio Romano de Occidente.
Alarico II, hijo de Eurico, con un pie en la península, conformará un código de leyes tanto para
hispanoromanos como para visigodos. Se trata del Brevarium Alarici, disponiendo al Rey como máxima
autoridad para ambos grupos de población (por separado).
Se mantendrá una administración dual, con cargos hispanoromanos, católicos, centrados en las
ciudades, y visigodos, rurales y arrianos.
Con la muerte de Teodoríco el Amalao se conformará la monarquía electiva (un conjunto de altos
nobles eligen al heredero). Más tarde violada, pero sacralizada en el Canon 75 (disposición legal/religiosa) en
el IV Concilio de Toledo. La dinastía Balta dejará de gobernar el incipiente reino.
La monarquía, ya asentada con capital en Toledo, se centralizará, en ocasiones de forma despótica,
maltratando los derechos alegados por la población hispano romana del sur, la cual tomará partido en un
contexto de guerra civil, del lado de los invasores bizantinos y otros rebeldes locales.
El asentamiento definitivo de la monarquía se dará desde el 557 al 672. Durante los primeros años,
Leovigildo, controlará el problema suevo y realizará un proceso de cohesión interna, con la unión entre los
hispanoromanos y los visigodos: podrán tener matrimonios mixtos arriano-católicos. Se intentará de este
modo asimilar a la población católica (aunque no se consiga). Este mismo rey, Leovigildo, adversario militar
de Bizancio, era afín culturalmente. Conferirá a la monarquía un “estilo” y simbolismo greco/latino,
instaurando instituciones reales que tomará parte de la tradición visigótica y del Imperio de Oriente,
reestructurando el reino en grandes provincias al estilo oriental, donde colocará a godos e hispanoromanos
(los condes solo podían ser godos, los Dux, superiores, de ambas etnias).
Durante la segunda etapa de este periodo, el reino visigodo terminará de conformarse
institucionalmente, de forma paralela a su consolidación territorial (586-672):

 En el 589, en el III Concilio de Toledo (máxima institución legal/religiosa) la monarquía hará


su conversión al catolicismo, de forma definitiva.
 En el 633 en el IV Concilio de Toledo se sancionará la monarquía electiva en su canon 75.
 Se consolidará Toledo como única capital administrativa, siendo la sede de los concilios de
Toledo.
 Se promulgará un conjunto de leyes, definitivas, que unifiquen a godos e hispanoromanos
bajo el mismo régimen jurídico: liber ludiciorum.

Finalmente, acarreando crisis económica y sociales profundas, desde el reinado despótico y violento
de Chisdanvinto, la monarquía caerá en una tercera fase de debilidad, inestabilidad y constante guerra civil.
Éste último periodo, comprendido desde 672 al 711 será un periodo de decadencia constante, acelerada por la
violencia y finalizada por la invasión de los musulmanes.
Tema 2. La formación de Al-Andalus
El primer asunto fundamental a tratar en este tema es saber quiénes fueron aquellos que pasaron a la
Península Ibérica por el estrecho de Gibraltar tras la firma del Pacto de Don Julián (682), en el 711 y que
acabarán con el reino visigodo de Hispania.
El primer grupo, dominante pero a la vez muy minoritario eran los árabes, salidos de la Península
Arábiga con los llamados califas ortodoxos (herederos más o menos directos de Mahoma). Al extender la fe y
el dominio territorial y, sobre todo, con el Califato Omeya, se asentaron como elite político-religiosa. Es cierto
que este mismo dominio elitista les llevará a su caída ante la revolución abásida, sin embargo, en este
momento viven su apogeo y serán ellos quienes dirijan a los miles de hombres que cruzarán, ocuparán y
dominarán la Península.
El segundo grupo, mayoritario, serán los bereberes asentados en el norte de África, grupos no
cristianos convertidos por pacto o sumisión, quienes como prueba de lealtad pasan a formar parte de la fuerza
de choque árabe. Su tratamiento será de segundones y esto acarreará problemas. Además, éstos, tenían
concepciones religiosas más universalistas (en cuanto a quién podía ostentar el poder político/religioso).
Por no olvidar a un tercer grupo, también minoritario, que eran los cristianos conversos (y no
conversos), como el citado Don Julian conde de Ceuta y Algeciras, visigodo. Se trata de un conjunto de
oligarcas colaboradores con el nuevo poder.

El contexto
El contexto inicial será el de una monarquía visigoda debilitada por la guerra civil, la crisis económica
y social y la escasa cohesión interna. En África la expansión por la costa se había culminado y en el Waliato
de Ifriquiya (aproximadamente Túnez) se colocaba Musa Ben Nuasyr como Walí, quien por propia iniciativa
será quien inicie la conquista del territorio visigodo, primero en la figura de su subalterno Tariq y más tarde en
competencia con éste y apoyado en su hijo.

¿Cuál fue el proceso de conquista?


Se inicia con el envío de Don Julián, como muestra de lealtad al otro lado del estrecho en busca de
botín. Ante la facilidad de la empresa (no olvidemos que era también conde de Tarifa), Musa envía a Tariq,
con un ejército a tomar posesión del territorio.
Tras la victoriosa batalla de Guadalete (realmente acaecida en Barbate) en el 711 contra el Rey
Rodrigo, quien lideraba unas tropas poco cohesionadas y de baja lealtad, y muerto en batalla, la “conquista” se
realizó a sorprendente velocidad. El sonoro éxito llamó a un gran número de aventureros bereberes en busca
de botín. Tras una segunda victoria en Écija contra los supervivientes de Guadalete el camino quedaba libre.
En el 712 el wali Musa, temeroso del poder que comenzaba a atesorar su enviado, se unió a la conquista con
un ejército árabe. Envió a su hijo al sur de la Península, marchando él al encuentro de Tariq en Toledo.
El rápido avance de los tres líderes se debió a una figura diplomática, más que a los éxitos militares: el
Suhl, por el cual los magnates visigodos se sometían pacíficamente al poder musulmán, convirtiéndose al
islam a cambio de autonomía y el respeto de su vida, sus posesiones, familiares y servidumbre. Pasaban a
formar parte del dar-al-Islam, esto es, estar sometido a la paz del Islam.
Hacia el 714 casi toda la península está sometida al Islam, salvando los núcleos del norte bajo el dar-
al-Dawa (territorio no controlado), bajo tratado de ‘adh; tregua. Sin embargo, tanto Tariq como Musa fueron
reclamados por el Califa en Damasco para dar explicaciones de su intervención. No volverán nunca.

Configuración política del territorio


Primero, distinguir la figura de Emir, cargo territorial político superior. Podía liderar más de 10.000
hombres. Y el walí, gobernador provincial, quien podía liderar tropas hasta 10.000 hombres. Se trata de una
adaptación del sistema romano/bizantino por la dinastía Omeya.
La zona conocida como Al-Andalus, tierra que hay “más allá”, en ese momento identificada con la
anterior Hispania, quedó como un waliato al mando del hijo de Musa, quien con cierta autonomía intentó
consolidar lo ganado por su padre. Durante su gobierno se logró llegar hasta Narbona, pero no duró mucho,
dado que fue asesinado por subir los impuestos.
En el 716 quedaría sometida al poder de Ifriquiya, cuyo nuevo gobernador envió a su lugarteniente a
hacerse con el control de Al-Andalus, pero en 719 el Califa forma un breve emirato con la Península con el fin
de pacificar lo conquistado y someterlo al poder califal (pudiendo enviar a un Emir al mando de un nutrido
grupo de guerreros) En el 721 el Emirato se disolvería definitivamente hasta la formación del emirato omeya.
Quedará durante esta época como waliato.

Conformación administrativa del waliato-emirato


El asentamiento de la población durante el waliato del hijo de Musa se realizó mayoritariamente con
bereberes, a quienes o bien concedió tierras o les pagó con dinero, lo que conllevó un aumento de los
impuestos que desembocaría en su prematura muerte.
Con la dependencia de Ifriquiya y el sometimiento mediante tropas, a éstas se les concedió las
mejores tierras, en manos de los bereberes. Se relegó a los bereberes a la zona del Duero, donde las tierras
eran más pobres y se trasladó la capital a Córdoba (Definitivamente)
Durante el breve emirato se intentaron hacer profundas reformas administrativas, encaminadas a ligar
Al-Andalus al califato, pero obtuvieron grandes resistencias de los primeros conquistadores, quienes
obtuvieron del propio Califa una concesión por sus posesiones territoriales obtenidas durante la conquista y/o
sometimiento de Al-Andalus. Será con la reintegración del waliato en la provincia de Ifriquiya cuando se
termina de perfinal administrativamente, no sin problemas, el waliato: se establecerán las Targs, o marcas
militares, provincias fronterizas en el norte y, tras las revueltas bereberes en África y Al-Andalus (que ahora
veremos), se establecen los yunds: pequeñas demarcaciones internas, territoriales, para albergar a las distintas
familias del ejército sirio enviado a sofocar las revuelas.

Conflictos y tensiones sociales


Como hemos visto, existían diferencias étnico/culturales entre los conquistadores: la más grande era
entre árabes y bereberes, que se saldó con el relegamiento de los bereberes, mayoritarios, a las peores tierras.
Había tensiones entre interpretaciones religiosas y, entre los propios árabes, había diferencias entre aquellos
“originales” qaysíes y los que se unieron más tarde: los yemeníes del sur de la Península Arábiga. Tensiones
hubo también, por supuesto, entre conquistadores y conquistados, pues muchos, aún sometidos al dar-al-Islam
por pacto, se rebelaron más pronto que tarde ante la subida ilegítima de los impuestos. También hubo
conflictos entre los primeros llegados y los subsiguientes, quienes intentaron reorganizar el territorio a costa
de sus posesiones.
Entre todas estas tensiones, la de mayor calado fue la de los bereberes en el 734 en la zona del Duero,
quienes desposeídos de las mejores tierras, tratados como musulmanes de segunda, se hicieron eco de un
movimiento universalista en el norte de África y abandonaron la Península, provocando la llegada del ejército
sirio, así como el avance cristiano.

La resistencia y contragolpe cristiano.


El avance musulmán se detiene en dos puntos externos: Covadonga 722 y Poitiers 732, por motivos
similares: la falta de control real y la pérdida del cobro de los impuestos de estas regiones. Los gobernadores
de estas zonas serán suplantados por el poder cristiano, antes el de la zona asturiana, la cual, en armas, se verá
favorecida por la inestabilidad musulmana en el sur.
Tras la victoria de Pelayo en una escaramuza en Covadonga en el 722 contra las fuerzas encargadas de
cobrar los impuestos, se conformará una zona al norte del Duero, mal definida, de control cristiano.
Albergaría Asturias, Cantabria y Vizcaya, sin saber exactamente la titulación de sus líderes.
Se instaurará una monarquía electiva en el reino de Asturias que tendrá su primera expansión
significativa con Alfonso I, quien aprovechará la revuelta bereber del 734 para expandirse hasta Galicia y en
torno al Duero. Esto provocará un efecto “llamada” de la población mozárabe del norte, confiriéndole al
pequeño reino cierta solidez. En oriente, tras el avance franco, la zona quedará bajo su influencia, desde los
Pirineos hasta la zona catalana.
Tema 3. La Península durante el Emirato Omeya
A mediados del siglo VIII el mundo musulmán, descontento con el elitismo omeya, convulsiona con
la revuelta abásida. En la Península una guerra civil entre yemeníes y qaisíes (dos de las etnias de los
musulmanes árabes, los qaysíes fueron los primeros en convertirse, y los yemeníes, del sur, estaban
infravalorados). El último de los Omeyas es llamado por una de las partes (los yemeníes aliados con los
bereberes). Abd-al-Rahman es el único superviviente de la conjura abásida sobre la dinastía omeya.
Una vez en el poder no se proclamará califa para no abrir una brecha religiosa en Al-Andalus, ya muy
afectada por divisiones internas. El Califa abásida, demasiado ocupado asentándose en el poder “permitirá” la
maniobra, instaurándose así una etapa de casi doscientos años de emirato.
La primera acción del gobierno de Abd-al-Rahman I será, por un lado, ser agradecido con aquellos
que le han aupado al poder: yemeníes y bereberes, y magnánimo con los vencidos, a quien les ofreció el
Aman, es decir, el perdón, respeto y protección a cambio del reconocimiento como señor.
Será esta una época donde concurrirán cuatro focos en la Península Ibérica: El emirato omeya, la
consolidación del reino cristiano de Asturias, el surgimiento de los núcleos cristianos en la zona pirenaica
(Pamplona/Aragón) y la pugna por la autonomía de los condados catalanes del poder franco.

El Emirato Omeya
Esta nueva etapa del emirato cuasi-independiente/autónomo del poder califal enmarca cuatro periodos
diferenciados. En el primero se consolidará y creará el poder centrado en córdoba del nuevo emirato. Se
realizará con los dos primeros emires: abd-al-Rahman I y Hisham I. La segunda etapa consiste en un periodo
de crisis interna, con una mezcla de subversión popular y autoritarismo, esto será con al-Hakam I. En la
tercera etapa se volverá a centrar en la organización del emirato, con Abd-al-Rahman II y ya el inicio de la
decadencia con Muhamad I. La cuarta etapa consistirá en la quiebra del sistema del emirato, cuyo fin
materializará abd-al-Rahman III, transformándolo en un califato que se desligará definitivamente del califato
abásida de Bagdad.

1ª Etapa: conformación y consolidación.


Abd-al-Rahman I, conocedor de los problemas que le permiten llegar a Córdoba se esforzará en sentar
unas bases sólidas sobre las que gobernar. Estas bases serán desarrolladas y continuadas por su hijo Hisham I
y constará de cinco pilares:

1. Creación de una base social afecta (o al menos no opositora al régimen). Para ello concedió
rentas territoriales, territorios en régimen de “arriendo”, por tan solo el pago del diezmo. Los
beneficiarios fueron aquellos que le siguieron desde Damasco y quienes le apoyaron a su
llegada. Complementó la tarea con el llamado Aman sobre los vencido.
2. Reforma administrativa/económica, a imitación de los sistemas sirios de Damasco, centrando
la economía en las ciudades, en sus mercados y en el comercio internacional, junto a la
reforma provincial, con la creación de las Koras: provincias interiores.
3. Prudencia en materia religiosa: como se ha adelantado, no rompiendo con el Califa, para no
crear más problemas.
4. Formación de un potente ejército mercenario: compuesto mayoritariamente de extranjeros,
francos, eslavos, cristiano-hispanos, fieles al dinero y sin ambiciones políticas.
5. Ataque, resistencia contra los núcleos cristianos. Con el potente ejército creado, atacarán
(padre e hijo) al nuevo conformado reino, además de resistir los envites del Imperio
Carolingio en Zaragoza.
2ª Etapa: sublevaciones y supresiones.
Durante el emirato de Al-Hakam I se producirán fuertes rebeliones muladís (conversos) y de
mozárabes dimmíes (cristianos viviendo bajo el dominio musulmán), como la de la Jornada del Foso en
Toledo, y la del Arrabal en Córdoba. Serán ambas suprimidas con extremada violencia. Este clima de
debilidad interna permitirá el avance cristiano.

3ª Etapa: reformas
Será Abd-al-Rahman II quien, para salvar la situación, abandonará los modelos hispano visigodos y
bizantinos (traídos por los omeyas) e instaurará un sistema similar al abásida: centralización, poder en el
diwan (órgano de gobierno y administración supremo), con funciones en política, economía y administración.
Aunque sofocó los problemas anteriores, generó uno nuevo: la revuelta política indígena, particularista.

4ª Etapa: la crisis del emirato.


Decadencia provocada, sobre todo, por los numerosos levantamientos particularistas dentro del
régimen, al germinar la política absolutista, centralista, de abd-al-Rahman II. Habrá revueltas en Toledo, en
torno a Zaragoza con los Banu Qasi (y su tercer rey de España Musa ibn Musa II), Ibn-Marwan en Mérida,
Umar ben Hafsuf en Ronda y la República de Pechina en Almería. Fueron todos movimientos indígenas en
contra del poder absoluto del emir.
Acosados por cristianos al norte, y vikingos desde el mar, el sistema se mostró obsoleto, tan solo
supervivido por las reformas profundas de Abd-al-Rahman II.

La consolidación del reino de Asturias


En esta consolidación trabajarán dos reyes principalmente: Alfonso II el Casto y Alfonso III.

Alfonso II el Casto.
Durante el reinado de Alfonso II el reino sufrió convulsiones internas, tanto políticas, como religiosas,
así como profundos ataques musulmanes. Con todo, Alfonso II verá como el reino se asienta
“definitivamente” con capital en Oviedo.
Durante su reinado se acometerán profundos repoblamientos en las nuevas zonas de control, entre
ellas en Castilla (formando el embrión del condado) y toda la zona nororiental de Galicia. Junto a la
repoblación (y en cierto sentido a favor de ésta), comenzará un periodo de construcción de nuevos
monasterios, como núcleos religiosos y poblacionales.
Además, casualmente, será durante su reinado cuando se “descubra” el sepulcro del Santo Apóstol
Santiago, dando comienzo a un flujo fundamental de peregrinos desde Europa, atravesando el joven reino de
este a oeste.

Alfonso III
Bisnieto de Alfonso II, durante su reinado se llegará al cénit del poder del reino asturiano, marcando
un antes y un después en la historia de este reino (y del mundo cristiano occidental). De hecho, marcará el
final del reino de Asturias, dado que con su hijo pasará a denominarse de León.
Tres características darán la impronta a su reinado, de cara al futuro: la creación de la idea
neogoticista y el ideal de “reconquista”, la toma de nuevos territorios amparado por estas ideas y el gran
repoblamiento más allá de los territorios tradicionales asturianos.

1. Cuestionado en el trono, buscando una legitimidad adicional a su reinado contra sus


opositores, en busca de nuevos recursos en el sur, y queriendo engrandecer la magnitud de su
reino con miras a desligarse definitivamente del poder franco, tanto religioso como político,
conformó la idea de ser el heredero del reino visigodo hispánico de Toledo. Con esta base,
sustentó la idea de la reconquista de todos aquellos territorios perdidos.
2. Debilitado el emirato, y en su detrimento, aprovechó Alfonso III para ocupar nuevas franjas
de tierra en torno a Galicia y Portugal, en el Duero y en la zona de Castilla.
3. Repoblará estas nuevas zonas conquistadas, tanto con mozárables del sur, como con
contingentes de colonos del norte.

3. La conformación de los condados pirenaicos.


Será durante esta época, ante la debilidad del poder musulmán, en la franja pirenaica y con base en
condados al otro lado de los pirineos, cuando comiencen a formarse los protoreinos de Navarra y Aragón.
En la zona navarra se centrará en el condado de Pamplona, en torno a tres familias nobiliarias: los
arista, los Jimena y los Belasco, enfrentados con el mencionado tercer rey de España Musa ibn Musa II, poder
independiente en el curso medio del Ebro.
En la zona de Aragón se producirá un proceso similar en torno a los condados de Sobralbe, Cora y
Ribagorza, todos en la zona de Jaca pirenaica.
En una segunda etapa estos condados acabarán unidos y engrandecidos, por la actuación de García I,
Jimena, quien sustituirá en el trono al último de los Arista: Fortún. Uniendo en matrimonio a su hijo con la
heredera al condado de Aragón, terminará por unir ambos núcleos en la figura de su nieto, formando el reino
de Navarra con Sancho II.

4. Los condados catalanes: principio de autonomía.


La pugna por la autonomía de los condados catalanes del poder franco se iniciará durante estos siglos.
Se vivirán fuerzas repulsivas, centrífugas en torno a los condados de Usona, Urgell y Barcelona.
A este lado de los pirineos los condes nombrados serán en su mayoría visigodos, en vez de francos y
tras el debilitamiento definitivo del Imperio Carolingio, con su fragmentación, Vilfredo el belloso hará que
todo su núcleo condal, en torno a Urgell se haga hereditario y, es más, lo sacará de la órbita francesa al fundar
un obispado en Urgell, aún con la oposición desde Narbona.
Tema 4. Sociedad y economía en torno al Siglo X. Reconquista y
repoblación.
¿Qué tipo de personas vivían en la Península de uno y otro lado de la frontera? ¿cómo se organizaban?
¿De qué vivían? ¿Cuál era la economía predominante? ¿Cómo los hombres y mujeres del norte repoblaban las
zonas de reciente conquista?

El mundo musulmán en la Península Ibérica.


Al mundo musulmán era un conjunto abigarrado de grupos étnicos y religiosos, divididos en primer
momento por su religión, pero también por su origen geográfico, posición económica o grado de
depdendencia.

División religiosa
La división religiosa respondía a la clara división entre musulmanes, pertenedientes a la comunidad,
Umma. Los cristianos y judíos, creyentes en la religión “del libro”, no pertenecían como tal a la Umma pero,
hasta cierto punto, eran respetados. Un cristiano o judío, teóricamente, podía profesar su religión libremente a
cambio de un dinero (un impuesto único para ellos). La realidad solía ser bastante más cruel. De hecho, los
conversos peninsulares, los muladíes, solían ser tratados como creyentes de segunda y sobre ellos recayeron,
en ocasiones, el pago de impuestos de no creyentes.

División por origen étnico


Hay que entender el contexto de dominio del Califato Omeya durante la invasión y la extensión de sus
modos: elitismo árabe sobre los demás. Aquellos originales de Arabia, salidos durante las primeras conquistas
se situarán socialmente sobre los hispanovisigodos y sobre los bereberes, algo que acarreará no pocos
problemas y la llegada del ejército sirio (tropas de elite árabes), quienes también se asentarán. Con la llegada
de Abd-al-Rahman I, intentará integrarlos. El califato omeya había caído, la Península estaba convulsa y
aunque Omeya, usó medios de la revolución abásida.

División por grado de dependencia


Los musulmanes eran todos libres, no podían ser esclavizados los unos a los otros, aunque existía la
figura del mawla, que era algo similar al vasallo. Estos mawlas, en ocasiones, eran libertos. Los dimmíes eran
los mencionados cristianos y judíos, dependientes económicamente. En lo más bajo se encuentran los
esclavos, extranjeros no musulmanes, empleados para las explotaciones agrícolas y, con la llegada de Abd-al-
Rahman I para su numeroso ejército.

La sociedad musulmana
Respondían a los cánones omeyas: eran mayoritariamente urbanos, centrados en dos elementos,
dentro de las ciudades, elementales: la medina y el zoco o mercado. La medina era el centro político y
administrativo de la ciudad, el zoco era el centro vital de la ciudad. Todo estaba reglamentado en torno a estos
dos elementos, y todo estaba reglamentado dentro de estos dos elementos. En el zoco, incluso, existían jueces
(almotacenes) que juzgaban in situ problemas referidos a normal funcionamiento.

Economía
La actividad económica también estaba regulada. Existían explotaciones privadas, urbanas y agrarias,
junto con un sistema de concesiones administrativas sobre los recursos más importantes para la comunidad.
La economía se basaba en varios puntos esenciales:
 Agricultura intensiva con el uso del regadío y las norias para la producción de cereal, olivo,
azúcar, algodón y vino.
 Ganadería de caballos andaluces, muy apreciados y de gran prestigio, y de otros animales,
incluyendo cerdos para cristianos y exportación.
 La industria urbana, textil, cerámica y de papel y otros productos de lujo.

Como puede observarse, muchos de los productos estaban destinados al comercio, tanto con el mundo
musulmán, a oriente, como al norte con los cristianos (aunque hubiera productos prohibidos, como los
caballos y las armas). Harán de intermediarios entre las rutas de oriente y el mundo cristiano, por entonces,
menos desarrollado (excluyendo Bizancio).

Sistema fiscal
Esta economía estaba gravada por el Estado. Aunque en principio la Ley islámica tan solo
mencionaba un tipo de impuesto: el zakkat (la limosna), y el impuesto a los no creyentes tanto por persona
como por posesiones, se fiscalizaban otros tantos asuntos (no sin problemas): había tanto impuestos directos
sobre algunas posesiones o encaminados al mantenimiento de los ejércitos, como impuestos indirectos sobre
la actividad económica, sobre todo del comercio.

Aspecto político-administrativo
El sistema centralizado reposaba en el Emir y sus ministros. El Hachib, primer ministro, contaba con
un grupo indeterminado de visires, así como de los qadí, jueces, para hacer justicia. El territorio se dividía en
Koras, en donde residía un walí o gobernador, junto con un qadí encargado de hacer justicia en dicha
provincia. También existían las grandes demarcaciones militares: targs. Finalmente, en el ámbito local, en
torno a la medina y el zoco de las ciudades, se formaban cargos especialistas en gobierno, justicia y fiscalidad.

2. El mundo cristiano
En el plano social el mundo cristiano tiene variantes con desde oriente a occidente, desde el reino
conquistador asturiano, en necesidad de movilidad de la población, a la sociedad catalana, ligada a la
influencia franca, más feudal.
En términos generales se hablará del mayor de los reinos, el astur-leonés, y se pasará a puntualizar
sobre los casos navarro-aragonés y catalán.

Forma de repoblamiento.
Hay que entender primero que las zonas conquistadas durante estos siglos no eran, para nada, las más
pobladas: los bereberes habían marchado y se había generado una tierra de nadie asolada por los combates.
Así, el empeño era doble: repoblar y asegurar la peligrosa frontera.
La población podía asentarse bajo la figura legal del ad populandum, que consistía simplemente en ir
y sobrevivir, para las zonas más peligrosas, fronterizas. Este modelo era mucho menos gravoso y el único
requisito era ir y estar (algo que ya era suficiente). La segunda figura legal era el ad plantandum, en donde el
requisito fundamental era ir y cultivar la tierra, pagando unas rentas.
La repoblación podía hacerse groso modo de dos formas: oficial y no oficial. En la oficial
correspondía al Rey, o a alguno de sus representantes (condes) mediante el otorgamiento de las cartas puebla.
Las tierras, pertenecientes al Rey al no tener dueño podían ser repobladas bajo su jurisdicción. La privada
solía realizarse por monasterios o grupos familiares: por presura. El colono se asienta (laico o religioso),
rotura la tierra por scalio y tras repartirse y apropiarse se pide el reconocimiento a la autoridad, quien dadas
las circunstancias solía aceptar.

Fórmulas territoriales
Grandes:
 Reserva dominial; tierras del señor, no repartibles y que una parte podía ser aprovechada por
terceros, otra era exclusiva del señor.
 La heredead; parte del territorio heredable y repartible para su explotación.

Pequeña:

 Vicos; pequeños grupos vecinales de explotación de la tierra. Minifundios.


 Villas; en donde con el paso del tiempo se establecerán los concejos, formando ciudades.
Otros evolucionarán a castillos. Los núcleos urbanos se reducían al Camino de Santiago.

Vínculos de dependencia
Los vínculos más fuertes, más feudales se encontraban en la zona oriental de Aragón y en Cataluña,
por el influjo franco. Sin embargo, en la zona occidental prevalecían otros tipos de vínculos:

 Encomendación: por la que un hombre encomienda su tierra a la protección de un señor a


cambio de unas rentas. En Cataluña, por la escasez de tierra, se hacía incluso sin tierras.
 Patrocinio: hombres libres que se entregan a un señor, trabajando a cambio de un sustento y, a
veces, de una parte del usufructo.
 Benefactoría o behetría: forma de vinculación de un conjunto de poblaciones a un señor “de
mar a mar”, o elegían a uno entre un linaje “de linaje. Esto era más típico de la zona
castellana, aunque se extendió a León.
 Siervos; domésticos normalmente, por comida o cobijo.

En las tres zonas surgió por un lado una nobleza terrateniente (mucho menos en Cataluña) y una baja
nobleza, guerrera, defensiva, encargada de la protección de la frontera: infanzones y caballeros villanos en
Castilla y León. Los segundos no eran nobles, pero actuaban como tal por sus posesiones. En Aragón y
Navarra son los denominados barones de castillos, y en Cataluña los Veguer, señores de castillos no
hereditarios.

Economía
En contraste con la urbana, comercial-industrial musulmana, encontramos una sociedad mucho más
rural, asentada en la agricultura y la ganadería, en grandes y pequeñas extensiones (dependiendo de la zona),
con un comercio muy escaso, muy localizado, dependiente de Francia y del mundo musulmán con quienes
tendrán una balanza comercial deficitaria.
En occidente se usará la moneda musulmana: el dinar, mientras en oriente se usará la francesa; los
sólidos (sueldos).
Tema 5. La Península durante el Califato. La Época de Sancho III el
Mayor.
Esta etapa será reconocida por ser el cénit de una época, comienzo, proceso incial del cambio. Abd-al-
Rahman III será capaz de detener la desintegración del emirato a manos de movimientos particularistas
internos, apoyados sin duda desde el norte cristiano, precisamente acabando con él (con el emirato). En el
norte, un reino de León dividido internamente en facciones locales pugnando por el poder (gallegos y
castellanos) dará lugar a una creciente influencia navarra, que finalizará con la conformación de un gran Reino
de Navarra bajo la figura de Sancho III el Mayor. Será un periodo de constante combate, seguido de treguas,
en la llamada “Batalla del Duero”, que durará cerca de cien años, hasta la muerte de Almanzór en 1002.

El Califato, nacimiento y desintegración (100 años de vida).


Abd-al-Rahman III llegará al emirato en una situación grave: con varios frentes abiertos interna y
externamente. Internamente heredará los problemas con los rebeldes de Mérida, Ronda con centro en
Bobastro, La República de Pechina, Toledo y los Banu Qasi en el curso medio del Ebro. Externamente tendrá
los ataques de Ordoño II aliado con Navarra y de los Idrisíes desde Marruecos.
Utilizará un ejército mercenario y esclavo con eficacia- Para obtener su lelatad les concederá la
libertad y generosas pagas paulatinamente a las victorias. Estos libertos privilegiados serán de una indiscutible
lealtad. Sometidos los rebeldes detendrá a Ordoño II en la batalla de Valdejunqueras 920 y detendrá el avance
idrisí en el estrecho, tomando Melilla, Ceuta, Tánger y aliándose con el Emir de Ifriquiya.
En el 929 se proclama Califa de Córdoba, por oposición al recién fundado califato fatimí de Egipto,
desligándose del de Bagdad permanentemente, obteniendo un simbolismo especial que cohesionará a su
población. A imitación del Califa de Bagdad se separa de la vista del resto de nobleza, centralizando aún más
el poder, si cabe, arrogándose la máxima autoridad religiosa.
En el contexto de la prolongada Batalla del Duero, proclamará la guerra Santa al infiel cristiano e,
incluso, iniciará la llamada “Campaña de la Omnipotencia” en la cual movilizará unas enormes cantidades de
tropas. Esta campaña finalizará cuando sea derrotado personalmente en Simancas, ante Ramiro II, momento
en el cual cambiará radicalmente de estrategia, continuando los ataques, pero mejor calculados y sin liderar
personalmente las tropas.
Sus sucesores no sabrán mantener las riendas del Estado e irán paulatinamente perdiendo el control y
la autoridad. Al-Hakan II, califa filósofo, será un erudito, ilustrado, que fomentará el desarrollo intelectual,
que los alfaquíes (interpretadores del Corán) orientarán a la creación de un concepto: la yihad, como guerra
santa permanente (interna y externamente).
Hisham II, califa débil, enfrentado a sus hermanos, se convertirá en un títere en manos del caudillo
militar Almanzor. Almanzor, encumbrado por sus tropas, verá su situación interna comprometida por el poder
de los alfaquíes, quienes le tacharán de impío por sus actitudes poco rigurosas en materia religiosa. Se
proclamará Amir, relegando de todo gobierno a Hisham II, dejándole como figura emblemática/religiosa.
Durante una segunda etapa, momento de mayor ataque a las posiciones cristianas, se aganará el favor
de los alfaquíes rigoristas con una actitud impecable (de puertas a fuera) en materia religiosa.
En sus últimos años de vida se precipitó con fuerza contra los reinos cristianos de León y Navarra,
como contra el principado de Barcelona. Llegó a saquear Santiago de Compostela, Castilla, Pamplona y
Barcelona. Muerto en 1002, estando el poder califal herido de muerte, se iniciará un proceso de
descomposición del califato.
El norte cristiano.
En el norte se vivirán tres procesos diferenciados: en Cataluña la estabilidad de un longevo reinado de
Borrel II, casado con Ermesinda de Carcasone (acompañada de una gran dote transpirenaica), acercado al
poder franco tras las incursiones de Almanzor. En occidente un reino de León débil internamente, inestable,
carcomido por las conspiraciones particularistas, atacado desde el sur. Contrasta con el auge, a su costa, del
reino de Navarra, el cual llegará a su máximo apogeo con Sancho III el Mayor que se intitulará emperador.

Cataluña
Como he adelantado, en el principado sucede un continuismo estable, conservador, desde la declarada
autonomía de Vilfredo el Belloso. Será con Borrel II y con su matrimonio con Ermesinda de Carcasone, hacia
finales de siglo, cuando comiencen a iniciarse procesos de gran calado, tanto a éste como al otro lado de los
Pirineos. Aunque Borrell II intentará fortificar la frontera sur con castillos, Barcelona llegará a ser saqueada
por tropas de Almanzór y pedirá ayuda de los francos (conde de Tolouse). Sin embargo, la escasa ayuda
prestada y el creciente poder centralizado de los condados catalanes iniciará el desligamiento definitivo.

León
Si el gobierno de Cataluña es estable, en León se dará el efecto completamente contrario. El siglo se
iniciará con la fragmentación del extendido reino de Alfonso III, que aunque terminará por unificarlo Ordoño
II, quien se ligará matrimonialmente con Navarra y Galicia, no podrá controlar el particularismo castellano.
En Galicia, para impedir la pugna por su poder, fragmentará la zona en pequeños condados. Vencido en
Valdejunqueras en el 920 por abd-al-Rahman III, apoyado por la facción musulmana de Zaragoza de los Banu
Qasi, y los rebeldes castellanos, logrará apresar a los condes, de los cuales tan solo volverán tres.
Esta política interna, en conjunción con los envites musulmanes marcarán al reino. La sucesión de
reyes será rápida y continuará agravándose los problemas de la inestabilidad interna y dependencia de
Navarra. Llegará a su cénit en el momento en el que autónomo Conde de Castilla Fernán González ponga a un
rey títere, en lugar de Sancho I. Sancho I tendrá que marchar a Córdoba a ponerse a dieta por orden de su
abuela navarra, y a su vuelta, aliado con el califa Al-Hakam II y la reina madre de Navarra logrará vencer y
apresar a Fernán González.
La fase final será la abierta guerra civil entre los pronavarros con Castilla de su lado, y los gallegos.
Los reyes se sucederán débiles y solo resistirán gracias a la muerte de Almanzor en 1002, tras haberles
saqueado Santiago de Compostela y Castilla.

La Navarra de Sancho III el Mayor


Como hemos visto, la política matrimonial del reino de Pamplona y más tarde Navarra, fue exitoso.
Tanto al tener cierto control e influencia de los asuntos leoneses, como a la hora de detener los envites
musulmanes. Pero, no solo eso, también obtendrán éxitos de los matrimonios en Aragón: Sancho II, abuelo de
Sancho III ejercerá sobre Pamplona y Aragón por matrimonio, pasando a denominarse Rey de Navarra.
Aunque su hijo pasará a la historia sin pena ni gloria (García II), su nieto, Sancho III será el primero en
intitularse emperador de Hispania, por su control directo o indirecto de todos los reinos y condados
peninsulares.
Sancho III, poseedor del Reino de Navarra, anexiona los condados aragoneses hasta Cataluña y,
cuando casado con la hija del Conde de Castilla, el heredero menor de edad es asesinado en una conjura de la
nobleza, Sancho III reclama el título en la persona de su esposa. Aceptado sin quejas por los castellanos,
prefiriéndole a él de señor que al rey de León, ejecutará a los conspiradores y pondrá en su lugar, en el
Señorío de Vizcaya a su mano derecha López de Haro, quien generará una prolífica dinastía.
Cuñado del conde de Barcelona, Berenguer-Ramón I y suegro del Rey de León Bermudo III, hijo del
débil Alfonso V, ejercerá su influencia por todos los reinos y condados cristianos, haciendo circular su propia
moneda por todos los territorios y haciéndose llamar rey de todos los españoles: Emperador.
Tema 6. Los reinos cristianos frente a las taifas.
Periodo de enorme cambio en toda la Península, que hinca sus raíces en dos sucesos anteriores: la
acumulación de poder cristiano en manos de Sancho III el Mayor, emperador autotitulado de Hispania, y el
debilitamiento, división y ruptura interna del Califato de Córdoba tras la muerte de Almanzór. Tras la
deposición del poder político del Califa, relegándole a una postura simbólica/religiosa, su muerte dejó un
vacío de poder disputado con violencia.

La herencia de Sancho III; la figura de Fernando I de León.


Todo lo que reunió en vida se dividió a su muerte. Castilla fue denominado reino, y aún en vida, se lo
concedió a Fernando I. García III quedaría como rey de Navarra, con Vizcaya, Álava y Guipúzcoa, quedando
López de Haro, señor de Vizcaya, como vasallo de Navarra. Ramiro, hijo bastardo de Sancho III, quedó como
rey de Aragón, que reunirá todos los condados aragoneses al morir su hermano Gonzalo. En principio todos
quedaban sometidos al primogénito García III, pero las circunstancias cambiarán drásticamente.
Bermudo III, Rey de León, cuñado de Fernando I por doble vía, atacará a Fernando I de Castilla
reclamando posesiones fronterizas entre ambos reinos. García III, hermano de Fernando I, le ayudará, pero a
cambio pedirá plazas en la frontera castellano-navarra. Muerto Bermudo III en batalla, sin herederos,
Fernando I reclamará el reino en la figura de su mujer, hermana de Bermudo III. Siendo ya Rey de León y
Castilla, de nuevo unificado, reclamará las posesiones cedidas a García III. García III se negará, pero
igualmente morirá en batalla. Fernando I permitirá gobernar al hijo de García III, Sancho IV, pero a cambio de
vasallaje y de tomar Vizcaya, Álava.
Ante el enorme poder de Fernando I, Ramiro I de Aragón, su hermano, se hará su vasallo. Nadie
disputará su poder en el trono. Cuando forma el régimen de Parias (más adelante explicado), se titulará
emperador. Y no le faltarán motivos.

Cataluña: Ermesinda
La regencia de Ermesinda de Carcasone, mujer de enorme dote, se repetirá tanto con su hijo
Berenguer-Ramón I, como con su nieto, Ramón-Berenguer I. Será la figura clave de esta época en la región.
Con el favor de la Iglesia cluniciense, hará reconocer la construcción de monasterios de la orden con su
marido, hijo y nieto. Además, llevará a cabo negociaciones y permutas de condados para centralizar los
condados a este lado de los Pirineos, también comprará derechos sucesorios.
Tras las disputas familiares, primero nieto abuela, y más tarde en conjunto, en donde habrá asesinatos,
excomuniones y peregrinaciones sin regreso, heredará el título Ramón-Berenguer III, tomando un principado
fortalecido.

La conformación de las taifas


Tras la muerte de Almanzor, tres facciones se disputarán el control del antiguo califato: eslavos en la
zona mediterránea, berberiscos en Granada, Málaga y oriente de Cádiz, y los andalusíes en la zona central.
Para 1070 se consolidarán por todo el territorio diferentes taifas en torno a las capitales que le darán nombre:
Sevilla, Badajoz, Toledo, Valencia, Zaragoza, etc. Etc.
Coincidiendo con el poder de Fernando I, éstas, le reconocerán como rey superior y se conformará el
llamado Régimen de Parias, por el cual se formaban contratos renovables de seguridad a cambio de unos
tributos. Estas parias no serán personalísimas, sino que podrán ser heredadas y repartidas.

La desaparición de Navarra, anexionada por Aragón.


Como hemos visto, Sancho IV heredará el reino de su padre García III, y lo hará como vasallo de
Fernando I. Por otro lado, Ramiro I se hará con el reino de Aragón. Muerto Ramiro I, heredará Sancho I, su
hijo, quien comenzará una campaña de legitimación de su reinado ante el Papa. Pedirá una bula de cruzada
contra Barbastro en la cual tendrá que acabar combatiendo contra los cruzados europeos, poco acostumbrados
al buen trato al vencido musulmán.
Sancho IV es asesinado y tras aliarse con Alfonso VI de León (hijo de Fernando I), tomará el reino de
Navarra, el cual anexionará al de Aragón, sin embargo, a cambio debe conceder vastos territorios a Alfonso
VI, dejando reducido el reino a poco más que el condado original de Pamplona.

La muerte de Fernando I, guerra civil. El Cid y los almorávides.


A la muerte de Fernando I, la herencia queda repartida entre todos sus hijos, en total, cinco. Para
Alfonso queda León, para Sancho Castilla. García tomará Galicia y sus hijas Urraca y Teresa Zamora y Toro
respectivamente. También repartió las parias entre sus hijos.
No tardó mucho tiempo Sancho II en reclamar el reino de León y de Galicia y para ello se valió de su
alférez, Rodrigo Díaz de Vivar, noble castellano. Para dilucidar quien se quedaría con los reinos se celebraron
varios duelos. Con el Cid victorioso, sobre Pedro Ansurez, el campeón leonés y sobre el campeón gallego,
Sancho toma ambos reinos y destierra a sus hermanos; uno a Toledo (Alfonso) y otro a Sevilla (García). Pero,
muerto Sancho II en el sitio de Zamora por una conspiración de Urraca y Pedro Ansurez, Alfonso VI volverá
para hacerse cargo de todo el reino y las parias, excepto Zamora, que será conservada por Urraca dado que no
se casaría. Teniendo de vasallo al Rey de Aragón y teniendo vínculos matrimoniales con Ramón Berenguer
III, se intitulará emperador de todos los españoles tras la toma de Toledo (con apoyo de la aristocracia local,
ganada durante su destierro).
Alfonso VI introdujo la orden de Cluny en forma del tío de su esposa Constanza: San Hugo, quien es
legado pontificio. La reforma separa el poder laico de la Iglesia, rompiendo las costumbres visigodas.

Los almorávides
Sin embargo, la suerte no le favorecerá tanto como a su padre Fernando I, que obtuvo fácilmente las
parias de unos débiles reinos de taifas. En el sur comenzará a aparecer una nueva amenaza: los almorávides.
Éstos tienen su origen en la zona del sur de Marruecos, y surgieron como un movimiento religioso reformador
de las perniciosas y decadentes costumbres de los gobernantes musulmanes. Tras controlar el norte de África
occidental, pasaron a la Península en ayuda de la Taifa de Sevilla, combatiendo con Alfonso VI en Sagrajas.
El Califa obtuvo una victoria extraña, donde ambos contendientes proclamaron un gran número de bajas.
Tras esta batalla comenzarían a asentarse en la península, en vez de retornar al norte de África. Se
encargarían de unir por las buenas o por las malas a todas las restantes taifas.

Rodrigo Díaz de Vivar: El Cid.


En este contexto es donde la figura del Cid se muestra relevante para la historia. Desnaturado por
Alfonso VI (Desterrado y embargado sus bienes), tan pronto combatirá de su lado, como del lado de la Taifa
de Zaragoza, como de Ramón Berenguer III, con quien contraerá lazos matrimoniales.
El Cid tomará en dos ocasiones la ciudad de Valencia, gobernándola con población musulmana de
forma autónoma, lo que le granjeará la enemistad, de nuevo, con Alfonso VI. Esta división personal quedará
patente en la batalla de Aledo en 1088, en la cual Alfonso VI tuvo que enfrentarse, aunque victorioso, en
solitario al poder almorávide dado que El Cid llegó tarde.

La cuestión sucesoria de Alfonso VI: El pacto de la Unión y el condado de


Portugal.
Alfonso VI tuvo dos hijas y un hijo. Las dos hijas fueron casadas con dos hermanos: Raimundo de
Borgoña con Urraca, y Enrique de Borgoña con Teresa. Por otro lado, Pedro I de Aragón deja sucesor a su
hermanastro Alfonso, líder militar de sus tropas, gran general y hombre fuerte del reino.
Al morir el hijo de Alfonso VI en batalla, y acto seguido morir Enrique de Borgoña de tuberculosis,
declara heredera a Urraca, concertando matrimonio con quien será Alfonso I el Batallador, con el fin de no
legarle el reino a Enrique de Borgoña, quien pese a todo obtendrá la dote del condado de Portugal.
A la muerte de Alfonso VI, emperador, se firma con las bodas de Urraca I y Alfonso I el batallador el
llamado Pacto de la Unión, por la cual, en la figura de ambos esposos se mantendría el título imperial unido.
Por otro lado, Enrique de Borgoña tomará la dote de su esposa y mediante una política favorecedora de la
Iglesia y nobleza local, sembrará el germen de la independencia que llevará a cabo su hijo Alfonso I Enriquez.
Tema 7. De la idea de unidad a la fragmentación
Aproximadamente coincide una primera etapa con el comienzo del siglo XII, se trata de una primera
parte donde se intenta mantener desde el lado cristiano (dejando un poco de lado al Principado de Cataluña)
una idea de unidad continuista desde Sancho III el Mayor, Rey de una Gran Navarra, que influía en todos los
cristianos peninsulares, a principios del siglo X, unido a la idea imperialista de Fernando I (su hijo) y su nieto
Alfonso VI.
A la muerte de Alfonso Vi esa unidad quedará salvada por un pacto matrimonial/diplomático entre
Urraca I, reina de León y Alfonso I el Batallador, Rey de Aragón (y Navarra).
Durante una primera etapa se combatirá la nuca amenaza consolidada en el sur: los almorávides. Se
tratará de una época donde la moderación entre adversarios ha desaparecido: los almorávides se sustentan en
una interpretación rigorista y conservadora (hasta el fanatismo) del Corán. En el norte Alfonso I el Batallador
es un rey cruzado, apegado a la Iglesia y a las órdenes religiosas y militares en constante cruzada contra el
infiel.

El reinado de Urraca: profunda inestabilidad interna, un matrimonio poco


exitoso.
El reinado será inestable internamente por tres factores: la presencia del Rey de Aragón en la corte
leonesa, la conspiración gallega, apoyada en la figura de su hijo Alfonso Raimundez, y el alejamiento político
religioso de Portugal.
En cuanto al matrimonio, fue del todo menos satisfactorio. Aunque unió políticamente los dos reinos,
las profundas diferencias entre ambos cónyuges llevará a una separación de facto tras la mediación del Papa
(pero sin divorcio). En todo caso este efecto de la instauración de costumbres aragonesas en León provocó un
efecto rechazo en el reino, identificado, sobre todo, en el Obispo Gelmírez de Santiago, el Conde de Traba,
ambos muy poderosos, y Alfonso Raimundez, hijo de Urraca y Raimundo de Borgoña, quien veía peligrar su
herencia.
Los tres conspiraron contra la reina, nombrando a Alfonso Rey de Galicia. Sin embargo no duró
mucho en el trono gallego. Una revuelta social de las ciudades gallegas, en torno a las hermandades de
ciudades contra el poder señorial de Gelmírez, Obispo de Santiago, iracundas por estar sometidas a tributos
por el Obispo pese a tener concejo libre, debilitó su posición. Urraca I llamó a su marido, Alfonso I y fueron
derrotados. Alfonso Raimundez fue perdonado y proclamado heredero de Urraca.
El tercer factor desestabilizador venía desde el autonomismo de su hermana Teresa, casada con
Enrique de Borgoña, en torno el condado de Portugal. Este autonomismo fue continuado por Alfonso
Enriquez, su hijo. La política que llevarán a cabo en el condado será la de extenderse hacia el sur, repartiendo
tierras entre la nobleza, mostrándose muy agradecida y la de apoyarse en el Obispo de Braga, quien quería la
independencia del Obispado de Santiago. Por ahora, seguirán siendo vasallos de Urraca y su hijo, pero no
tardará mucho Alfonso I en coronarse Rey por el Obispo de Braga.
El afán cruzado de Alfonso I el Batallador
Alfonso I, pugnando por el poder hegemónico en la península contra los disidentes gallegos y contra
Alfonso Raimundez, se entabló en una permanente campaña bélica, especialmente dirigida contra el infiel,
apoyado en la Iglesia y en las órdenes militares. Realizó una enorme campaña de prestigio, rapiña e intento de
conquista por todo Al-Andalus, desde el levante Valenciano hasta Córdoba, pasando por Granada. Aunque no
llegó a tomar ninguna plaza importante, trajo consigo prestigio, dinero y población mozárabe. A su vuelta se
encontró con que Urraca I había muerto. ¿Era el fin del Pacto de la Unión?

La fragmentación
Puede darse por iniciada en este momento, aunque en transición, la segunda etapa de la
fragmentación. Alfonso VII y Alfonso I llegaron a un pacto para no matarse mutualmente. Ambos tenían
problemas internos y externos. En el Acuerdo de Támara en 1127, Alfonso I cedía el título de Emperador a
Alfonso VII a cambio de los territorios vasconizados de Castilla. Es, por cierto, el fin de la dinastía Jimena en
león, es el comienzo de la Borgoñona.
La fragmentación incidirá en tres sentidos más: la independencia de Portugal en 1139, la muerte de
Alfonso I, con la consecuente división de los reinos: Aragón y Navarra, y la nueva fragmentación de los
reinos de Taifas, entre la caída del poder almorávide y la unificación almohade.

La cuestión sucesoria de Alfonso I


A la muerte de Alfonso I, quien había dejado los reinos en herencia a las órdenes militares, por
encima de su hermano (a quien nombra obispo para desheredarle), creará un periodo de conflicto sucesorio,
aunque sin derramamiento de sangre. Tanto Navarra como Aragón buscarán sus propios herederos, teniendo
que hacer concesiones territoriales a la Orden Hospitalaria y del Temple: En Navarra se elegirá a García IV
Ramirez, nieto del Cid y bisnieto de Sancho III, y en Aragón se elegirá a un rey de transición: Ramiro II el
Monje, el hermano de Alfonso I, quien abdicará en su hija, tras comprometerla a Ramón Berenguer IV. Así,
aunque Navarra quedará independiente, Aragón pronto se unirá al Principado de Cataluña, en la figura de su
hija.

La independencia de Portugal
Alfonso Enriquez, nombrado caballero por el Obispo de Santiago, se había entregado a la cruzada en
contraposición a Alfonso I el Batallador. Siendo conde, y con un gran prestigio y el favor de la Iglesia
portuguesa, declarará su independencia en 1139, siendo coronado rey por el obispo de Braga, tras unas
campañas exitosas contra los musulmanes. Tardará unos años en ser reconocido por Alfonso VII y más aún
por el Papa, pero desde ese año actuará como tal.

La fragmentación almorávide: segundos reinos de taifas.


Finalmente, debido al tremendo empuje cristiano y a la inestabilidad interna almorávide, en clara
decadencia, surgirán diferentes reinos de taifas que pugnarán por el poder, hasta la llegada de los almohades.
El intento reunificador imperial: Alfonso VII
En una tercera etapa, final, nos encontramos con un nuevo proceso unificador: la política imperialista
de Alfonso VII, quien obtendrá vasallaje de Navarra y de Aragón, y la unificación de este reino (Aragón) con
Barcelona. Por otro lado, será el momento de la llegada de los almohades, quienes conformarán, de nuevo, un
bloque unido.
Aunque Alfonso VII no recuperará Portugar, entablará una decidida pugna por mantenerse como
fuerza hegemónica en el mundo cristiano. Pactará en dos ocasiones con Ramón-Berenguer IV, en Carrión y en
Tudején. La primera con el fin de repartirse Navarra, que dio como resultado el vasallaje de García IV a
Alfonso VII. En Tudején se repartirán Al-Andalus, quedando la mayor parte para Alfonso VII y recibiendo
vasallaje de Ramón-Berenguer IV, quien, además, era cuñado de Alfonso VII. Sin embargo, más allá de sobre
el papel, su posición no era tan fuerte.
La unificación de Aragón y Barcelona presentaba a un vasallo demasiado fuerte y, en el oeste,
Portugal se independizaba. Además, Alfonso VII no pudo, a diferencia de Fernando I, sacarle provecho a las
taifas. Los almohades, un movimiento político religioso al estilo de los almorávides habían irrumpido en el
norte de África, tomando desde Marraquech hasta la frontera con Tunisia y más pronto que tarde saltaron a la
Península con gran fuerza. Aunque la mayor parte de las taifas se opondrán a su visión religiosa integrista,
antidecadente de los gobiernos musulmanes en la Península y en África, por la fuerza o voluntariamente
pasarán a controlar el mundo musulmán.
Tema 8. Los cinco reinos y la lucha contra los almohades.
Bajo el reinado de Alfonso VII se mantuvo cierta unión cristiana, aunque desde una posición
hegemónica precaria: aunque Alfonso I de Portugal se había independizado de León, el rey había conseguido
mantener como vasallos al disminuido reino de Navarra y al engrandecido, y cada vez más fuerte, reino de
Aragón, que ahora incluía el Principado de Barcelona, en la figura de Ramón-Berenguer IV.
Durante esta época final de la Alta Edad Media de la Península, se conformarán los reinos
independientes definitivos: Portugal, León, Castilla, Navarra y la corona de Aragón, en precaria alianza (sobre
todo entre Portugal-León, León-Castilla) ante el nuevo poder musulmán almohade, que tras la batalla de las
Navas de Tolosa 1212 quedará herido de muerte y se romperá, por tercera vez, en un conjunto de reinos de
taifas débiles, que sucumbirán con cierta facilidad.

La ruptura del Imperio


El precario imperio de Alfonso VII se disolverá definitivamente, para dar paso a un panorama
profundamente fragmentado. Esto ocurrirá tras su merte, al dejar en herencia a Sancho III Castilla y a
Fernando II León. Aunque sus hijos se apresurarán a firmar un tratado de amistad y alianza en Sahagún
(1158), en contra del Rey de Portugal y los almohades, en donde se repartían ambos territorios y se
nombraban herederos, de morir sin hijos, todo quedó en nada por la muerte prematura (pero con un hijo) de
Sancho III.
Es cierto que Fernando II se autotituló Rey de España: todo un anuncio de intenciones, pero no pudo
cumplirlo. Aunque pugnó con Alfonso I de Portugal, su debilida interna le impidió dar un avance
significativo. En el este, apoyado por la alta nobleza castellana, y el ataque de Navarra, aprovechando la
debilidad temporal de Castilla, consiguió ser nombrado regente del menos Alfonso VIII, de tres años. Pero no
pudo consumar la unión, que no ocurriría hasta su nieto Fernando III, ya en la Baja Edad Media.

Portugal
El reino de Portugal, de reciente independencia, vivió una época de avances y retrocesos contra el
Imperio Almohade. Tras independizarse de León con Alfonso I, llevó a cabo una fuerte ofensiva en terreno
musulmán, pero bajo el reinado de Sancho I, aunque ayudado por cruzados europeos había logrado tomar
plazas importantes, como Silves, con una crisis económica que desgastaba las fuerzas del reino, con las
presiones leonesas y tras una contraofensiva de Yusuf, califa almohade, perdió casi todo lo ganado.

Oriente: Navarra y Aragón


En el lado oriental, Navarra, bloqueada por el sur tanto por Castilla como por Aragón, intentaba
reafirmarse internamente mediante un amplio programa de reformas emprendido por Sancho VI el Sabio, y
por el intento de expansión, más diplomático que militar, hacia el norte.
En Aragón, tras la muerte de Ramón-Berenguer IV, su hijo, Alfonso II (quien para reinar tuvo que
cambiarse el nombre en favor del de su tío abuelo Alfonso I el Batallador) unificaba permanentemente el
reino de Aragón con el Principado de Cataluña, conformando la Corona de Aragón, un régimen “federal”,
donde ambas partes actuarán de forma autónoma bajo un mismo Rey.
Alfonso II ya no era un rey débil, y Castilla y León se encontraban sumidos en la desconfianza y el
enfrentamiento. Sumado a esta situación, por ambos flancos a Navarra y Portugal, el reino de Aragón se podía
mostrar fuerte. Aunque en Cazola Alfonso VIII y Alfonso II pactaran repartirse Navarra y Al-Andalus,
rememorando antiguos tratados (Carrión y Tudején), en esta ocasión lo realizarían de igual a igual, sin
vasallajes.
La guerra entre cristianos: de la división al enfrentamiento.
La segunda etapa de esta época estará marcada por el recrudecimiento de las divisones internas (del
mundo cristiano), con un poder en el sur profundamente fuerte: el califato almohade al mando de Yusuf.

Occidente
En occidente, aunque todos debilitados, se formará una especia de alianza de conveniencia entre
Portugal y Castilla contra León, que hará al recién llegado al trono Alfonso IX concertar matrimonio con
Urraca, hija de Alfonso VIII y poco menos que hacerse su vasallo. Esto no será más que el inicio de una
prolongada y sangrienta disputa fronteriza con tantas rupturas como acuerdos y paces firmados, incluso, con
mediación papal. Alfonso IX se aliará con Portugal, al casarse con la hija de Sancho I de Portugal, y con
Aragón estrechará lazos contra Castilla. Castilla se encontrará rodeada y sometida a la presión musulmana.

Oriente
En oriente, tanto Navarra como Aragón (Sancho VI y Alfonso II, respectivamente), entendieron que
era el momento de aliarse y resarcirse contra el antiguo vasallaje a Castilla.
Todos aliados, y con apoyo a León del Califa almohade, se prepararon para atacar castilla, y de hecho
se produjeron incursiones y saqueos. Sin embargo, el alarmado Papa se dispuso a poner paz entre cristianos,
con el objetivo de lanzar una cruzada contra el Imperio Almohade.

Las órdenes militares


Es interesante observar como las órdenes militares proliferaron durante ésta época, y la siguiente
etapa tras las Navas de Tolosa, en la Península.
Durante la época de Alfonso I el Batallador, Rey de Aragón (y Navarra), en su permanente lucha
contra el infiel, hizo “uso” de las órdenes europeas del Temple y del Hospital, dotándoles con terrenos e,
incluso, dejándoles en herencia sus dos reinos, aunque nunca llegaran a herederlo.
Más tarde, es decir, durante la época que se trata en este capítulo, se fundarán órdenes militares
puramente peninsulares, militares y religiosas, con un trople objetivo: luchar contra el infiel, protegiendo las
zonas fronterizas; repoblar esas zonas conquistadas; y evangelizar. Estas dos últimas misiones en ocasiones
chocarán entre sí: el celo religioso no se adaptaba bien con la población musulmana del territorio ocupado.
Órdenes de esta época serán: La de Avis en Portugal, de Calatraba en Castilla, de Santiago en León y de
Alfama en Aragón. Navarra no fundará ninguna, sino que tendrá la colaboración delas europeas.

Unidad cristiana contra los almohades: las navas de Tolosa.


Durante la última etapa, tras ser derrotado Alfonso VIII en Alarcos 1195, y ante la alarma del Papa, se
harán esfuerzos para unirles contra el enemigo común: los almohades. El Papa logró hacer que los reinos se
conciliaran y se reforzaran contra una próxima campaña, mientras las órdenes militares combatían en la
frontera, sobre todo la herida orden de Calatrava que había perdido su sede tras la batalla de Alarcos, y la
mayor parte de su zona de influencia.
Tras el fin de las treguas con el Imperio Almohade en el año 1210, firmadas entre Castilla y el
Imperio, a razón de unas sublevaciones en Mallorca, se iniciaron rápidamente las hostilidades, tomando
iniciativa Castilla. Tras dos años de combates continuados, en 1212 el Papa convoca una cruzada contra el
Imperio Almohade. Aunque de Europa solo participarán nobles de la zona sur, en la Península se unirán a
Castilla tanto las órdenes militares de Santiago, del Temple, de Calatrava y los Hospitalarios, como Aragón,
como voluntarios leoneses y portugueses, pese a que el rey Alfonso XI de León se negara a ayudar a Alfonso
VIII de Castilla si no le devolvía unos castillos fronterizos.
Hay que decir, que tras las capitulaciones pacíficas de varias plazas, incluyendo Calatrava, los
cruzados europeos, franceses, se marcharon, al no comprender el buen trato dispensado a los vencidos. Tan
solo unos pocos caballeros quedarán. A cambio, el Rey de Navarra Sanco VII se unirá a la cruzada con
doscientos caballeros.
La batalla decisiva se entabló en las Navas de Tolosa (Jaén), victoriosa finalmente por el último
empuje de los tres reyes con sus respectivos caballeros, la victoria y la huida del ejército restante permitió el
saqueo del campamento enemigo, agenciándose grandes cantidades de recursos que ayudaron a prolongar la
campaña. Aunque no definitiva, se convirtió en el golpe que haría tambalear decisivamente el poder almohade
en la península, provocando la nueva fragmentación.
Tema 9. Sociedad, política y economía de los reinos cristianos.
Aunque los cambios más profundos están por llegar, en el ámbito político y socioeconómico, que se
producirán en la Baja Edad Media, es cierto, también, que en los siglos XI-XII se realizan evoluciones en los
ámbitos mencionados, con respecto a siglos anteriores, entre otros factores, por el cambio de los territorios
conquistados y el cambio de las necesidades en su repoblación.

La colonización
La colonización durante estos siglos cambiará profundamente en su naturaleza. Hasta el siglo X,
durante la Batalla del Duero, se centró todos los esfuerzos militares y repobladores en esta pugna. La zona
estaba desolada. Tras sobrepasar esta frontera, el territorio estaba, en muchas ocasiones, densamente poblado.
Durante el siglo Xi se logrará controlar los valles del Ebro y del Tajo, en los que se elaborará un
sistema más organizado, lejos de la repoblación anárquica por presura.

1. Concejiles: otorgando a las ciudades conquistadas, en torno a un territorio, un fuero, con el fin
de llamar e instalar en dicha ciudad o en su territorio nuevos pobladores.
2. Señoríos a las órdenes militares: amplio territorio en los cuales las órdenes militares ejercían
su jurisdicción. Estas órdenes repartirán el terreno entre nuevos colonos y se encargarán de
defenderlos.
3. Repartimiento: método de colonización altamente institucionalizado. Se trata de grandes
ciudades conquistadas con grandes propiedades. Se envían a unos repartidores que parcelan la
ciudad y su territorio y lo reparte entre los nuevos colonos. Los musulmanes podían seguir
viviendo pero fuera de las murallas.

Aunque las órdenes militares eran de los pocos voluntarios a asentarse en la frontera, y eran fervientes
defensores, solían llevar con ellos dos efectos: la conversión de las tierras en pastos para el ganado, y la huida
de la población musulmana, temerosa de tan fervientes señores.

La vida urbana
Las ciudades crecerán en el norte gracias al Camino de Santiago, profundamente usado por peregrinos
peninsulares y europeos. Desde el fuero otorgado a León en 1017, se repetirán por todo el Camino de
Santiago, desde navarra a León.
En el sur, se hará por imitación a la ciudad de Toledo, respetada en su estructura interna, con
repoblación del campo circundante; otorgando fueros y estableciendo concejos en las ciudades conquistadas.
En Aragón, similarmente al Camino de Santiago, se otorgarán fueros siguiendo el modelo de Jaca.
El auge de la ciudades durante los siglos XI-XIII producirá efectos en la sociedad y en la economía,
que dejará en el pasado la economía absolutamente agraria. No es que el campo no siguiera siendo el sector
principal, pero ahora las ciudades aparecerán con fuerza decisiva: se convertirán en núcleos de población
autosuficientes en las cuales se diversificará y especializará la población. Con el avance conquistador hacia el
sur, el número de excedentes será suficiente para lograr favorecer el comercio y otras profesiones económicas
como los cambistas y prestamistas, sobre todo en torno a Burgos, Sevilla y Barcelona.
El comercio ve mutar también los productos comercializados. Teniendo en cuenta los focos de
poblaciones urbanas, especializadas y autosuficientes, los nuevos productos se enfocarán en útiles baratos,
herramientas, alimentos y otros como el vino y el aceite. Provocará un impacto en el modo de transporte y
comercial: ferias y mercados.
La sociedad
Se acentúan, con las nuevas posesiones, excedentes y rentas, las diferencias sociales. No ya solo en
cuanto a la familia, al apellido, sino al nivel de riqueza. Las familias favorecidas por la conquista, englobadas
en los nobles y eclesiásticos, favorecidos por sus tereas militares y espirituales, abrirán una brecha en la
sociedad y, no solo eso, comenzarán a pugnar en poder con la monarquía, quien en reacción, comenzará un
proceso centralizador.
En la Iglesia se introduce la reforma de Cluny, venida de Francia, que desligará al poder laico del
religioso. La Iglesia quedará al mando de cargos religiosos: los Obispos.
Las ciudades; nuevo grupo social en pujanza, enmarcados dentro de un mundo aun
predominantemente rural, amenazados por el poder señorial (laico o religioso) obtendrán una fuerte cohesión
y solidaridad interna, unidos tras sus murallas, conformando un movimiento de rebeldía.
Internamente se organizarán políticamente, donde por un lado toda la población libre podía actuar en
el concejo abierto, aunque realmente eran gobernados por un grupo cada vez más elitista.
Externamente se unían en hermandades de ciudades, con fines conjuntos, económicos o políticos, con
autoinstauradas reglamentaciones propias, paralelas a la del rey.
Las ciudades no se limitaron a aparecer, se convirtieron en el motor de la economía comercial, tanto
con el mundo musulmán, como con Europa. Las ciudades catalanas se enfocaron en el comercio mediterráneo.
Pero, solo sólo eran el motor económico. Con la concentración de población las ciudades comenzarán a
formar y proveer al rey tropas numerosas, necesarias para la guerra. Este proceso convertirá a las ciudades en
sostén y equilibrio del poder de los reinos. Ante la pujanza de la alta nobleza tradicional, el monarca se
apoyará en las ciudades. El nuevo poder pasará a estar representado en las Cortes, obra del siglo XII,
compitiendo con el poder de la nobleza y la Iglesia, a la hora de influir en el monarca.

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