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Diario Pedagógico Terminado
Diario Pedagógico Terminado
Tecnológico de Antioquia
Castellana
Medellín
2018
La voz le brinda al humano la capacidad de la comunicación, de la expresión así sea
mediana de sus ideas y la interacción social que con ellos deviene. La voz también es un
que otro tiene y quiere transmitir por medio del posicionamiento de sus cuerdas vocales
fuerza con la que se proyecte y las palabras que se contenga en ella. Y es todavía más
especial cuando se produce en seres que limitan este instrumento o que desean comunicarse
lo más mínimo con el exterior o que sencillamente, algo les impide comunicarse, una
barrera genética instalada en toda la configuración del ADN que no hizo posible este acto.
Esa mañana, la barrera parecía haberse roto. Aquel estudiante al que tan difícil le es
comunicarse con una mirada ausente y escucharlo todo sin que sus ojos se posaran en el
emisor, estaba rompiendo los esquemas conocidos y se unió a la voz de dos compañeros de
clase. “Y oigo una voz que dice sin razón vos siempre cambiando ya no cambias más. Y yo
estoy cada vez más igual, ya no sé qué hacer conmigo…” salía al unísono de las tres
personas que estaban delante de mí. Un karaoke que se realiza en medio de estudiantes de
noveno grado. Algunos posan su mirada expectante en aquel chica extraño para ellos, otros
le animan y la gran mayoría le ignora. Mi mirada, como espectador, recurría a los versos
emitidos por la extrañeza del acto. Jamás imaginé que tal acto pudiera hacerse presente
aunque está ordenada de la misma manera, se hace difusa, confusa ante la somnolencia del
ser ese mismo centro descriptivo del desorden característico, la cama en medio de la
habitación, a su derecha un closet viejo, de más de treinta años acomodado allí como
siempre y sobre él una pila de papeles universitarios, una lámpara que no enciende, un
peluche de tigre y unas cajas de repuesto para computador. Al otro lado de la cama, una
mesa de noche ocupa aquel lugar. Sobre ella hay una linterna que se carga con la luz solar,
un libro a la espera de un lector que prosiga con sus ojos sobre él, un talco que ya no se
una, un inhalador para asmático y una crema de manos que se usa en los pies. Al final de la
alcoba se encuentra la mesa del computador en donde hay decenas de libros, algunos sin
mezclada con el polvo, producto del abandono de una limpieza más profunda. Después de
que las ansias de dormir abrieran paso al día, fue posible descubrir que estaba en mi cuarto.
Salí de casa y caminé hasta la estación del metro. El cielo aún permanecía oscuro, pero
sin ninguna estrella que observar, la ciudad no lo permite. Al llegar a la estación Bello me
topo con personas que han abandonado el sueño igual que yo, algunos con mayor
entusiasmo, otros sin más remedio que un día laborar que inicia temprano porque deben
Me aguardaba el colegio Mariscal Robledo una vez más, solo es que esta vez realizaría
la práctica con los estudiantes de noveno grado. Al llegar allí observo alrededor de treinta y
cinco estudiantes. La mayoría de ellos en un estado de somnolencia peor que el mío. Como
tiempo después me diría un profesor chileno “En chile si citas a alguien tan temprano a una
clase nadie irá, a no ser que estés finalizando tu carrera”. En todo caso, madrugar es algo
que enaltece a los colombianos (para que no los mate la pereza) y, aunque se esté todavía
con un ojo en la cama, el otro intentará estar en el lugar indicado. No obstante, era notorio
el “animo” descomunal de los estudiantes por ingresar a un nuevo día de clase. Estaban allí
para recibir la asignatura de educación artística. Se situaron en mesa redonda haciendo todo
el ruido posible (les era imposible levantar las sillas). Al dar un vistazo al salón podía
reconocerse las condiciones que tenían para poder estudiar. El aula era de término medio.
Al lado derecho había grandes ventanales que dejaban entrar todo el ruido de la calle,
situación que hacía más compleja la escucha; del otro lado del salón había un corredor que
daba a las escaleras y al patio. Para ser tan temprano, ya había depositado en el suelo
suficiente basura como para creer que no había realizado limpieza por dos días. El tablero
de acrílico estaba superpuesto en uno tradicional, pero tan solo ocupa la mitad de este.
Había varios papeles pegados por todo el salón, producto de tareas realizadas por los
teórica, sino en el esmero y esfuerzo de sus estudiantes por comprender una situación.
Era retraído, le era difícil prestar atención a cualquier acción que se realizaba en clase y,
cuando me acerqué a hablarle, noté que jamás sus ojos buscaron mi mirada. En ese instante
comprendí que tenía enfrente de mí a alguien que no esperé toparme. Se hace complejo
como la mente de las personas es capaz de ignorar o prever algunas situaciones. Hasta hay
estudios de futurología donde las personas se especializan en saber qué sucesos serán los
que determinen los cambios de la sociedad, debido a la situación económica y política que
enfrenten las naciones. En la literatura Orwell y Huxley son los visionarios más recurrentes
que dieron cuenta de la transformación de la realidad social, haciendo énfasis en la
devenir de los días, sobre todo si quiero proyectar el saber hacia las personas que tengo
delante de mí y que me observan con sus ojos de jueces dispuestos a destrozarme si así lo
quisieran.
Llegó otro día en el que haría mi intervención con los chicos de noveno grado. Solo que
esta vez debió efectuarse en la biblioteca. Tal fue mi asombro al saber por qué los
estudiantes deberían ver las asignaturas allí por un mes. “Lo que pasa es que en este colegio
hacen falta dos aulas, por eso asignan, cada mes, a un grupo para que vea clases en la
biblioteca y el otro grupo que hace falta se alterna con las clase de educación física que se
hacen en la placa deportiva del colegio” me decía la profesora Yamile, quien daba la clase
al menos no para la capacidad que se requería para el grado de noveno cuatro; así que
varios de los estudiantes debían sentarse afuera del aula y realizar las actividades en el
suelo. Allí me pregunté cómo un colegio podía permitirse tener tantos estudiantes si no
contaba con la estructura física para poder tener a toda la población dentro de un aula. Esa
fue otra de las circunstancias que jamás preví y nuevamente llega la imagen de los
Debido a las condiciones del aula, me enfrenté a la realidad de hacer que todos
trabajaran de la manera que pudiera para poder realizar la actividad. La biblioteca tan solo
contaba con tres grandes mesas de color café, que por su barnizado no parecían estar viejas
o maltratadas. En los alrededores había estantes que contenían libros, por lo general
relacionados con las asignaturas del colegio y otros enciclopédicos. Sin importar si todos
los estudiantes podían o no ocupar el recinto, el ambiente del “aula” parecía desprovisto de
motivación, tal vez alguien había hurtado el sentimiento de querer aprender mientras se
realizan actividades. El único culpable posible era Morfeo y sus intenciones firmes de
sembrar en los chicos la discordia y confundirse en la realidad con ellos para que se
depositaran en el sueño. A mis espaldas, se encontraba otro estante con libros de literatura,
al parecer olvidados y algunos con mucho polvo. Allí llevé a cabo la actividad de escritura
que consistía en redactar un evento del pasado y otro del futuro. Para ellos pregunté qué
pasarían si pudieran viajar en el tiempo, tanto al pasado como al futuro. Me llevé gratas
sorpresas. Varios estudiantes plasmaron un gran contenido escritural, tanto en forma como
jamás he sido partidario de obligar a los estudiantes a realizar las actividades, pero sí era
insistente en que debían de hacerlo. Les hablaba de todo lo que podía conseguirse a través
de la lectura y, cuando uno de los alumnos leyó, algunos parecían ratificar mis
afirmaciones.
Nuevamente, el caso más complejo para mí se hallaba con aquel chico al que no supe
cómo abordar la otra vez. Veía que quería realizar la actividad, pero no escribía nada. Así
que me acerqué a él y le pedí que no realizara el escrito, pero en vez de eso haría un dibujo
Pero en una sesión que tuvo lugar a los ocho días el resultado fue diferente. Esta vez la
que los estudiantes realizaban y al responderlas otorgaban características de este. Para esta
ocasión le pedí nuevamente al chico que realizara el dibujo e hizo algo sorprendente. Tomó
su lápiz y llevó a cabo la empresa que tan difícil creí que sería. Nos otorgó a todos una
muestra de talento que nadie parecía haber observado. Hizo un dibujo sobre un robot con
un lujo de detalles que mostraban una gran creatividad. No sé cómo explicar lo que mis
hecho crucial en la formación de mi licenciatura. Una persona puede romper todos los
esquemas y se hace más sorprendente cuando jamás esperas algo como eso.
Por eso fue tal mi asombro, cuando en una actividad de karaoke, aquel chico se unió a
otros dos y cantó Ya no sé qué hacer conmigo. Parecía como un mensaje enviado por un
hálito divino. Un chico autista cantando aquella canción. Parece el sarcasmo más grande
que la vida me haya mostrado. Una persona con tantas limitaciones cantando aquello que
refleja a un ser que todo parece haberlo hecho. Una proyección de tal magnitud proveniente
cosas que tal vez no podría hacer, pero que para él significaban mucho. Tal vez los
humanos aún no estamos capacitados para entender lo que una persona con aquel
pensamiento quiera transmitirnos. Tal vez el único que no puede entenderlo soy yo. En
aquel momento lo único que se me hacía relevante era poder observar todo rompimiento de
esquemas y deleitarme con la voz de un chico de catorce años que cantaba con toda su voz
No es la única vez que me he topado con experiencias de este tipo a lo largo de mis
prácticas. La primera vez no supe cómo enfrentarlas. Ronda mi mente entonces la labor que
un practicante debe tener cuando se enfrena a situaciones como esta, además del
compromiso que tienen las instituciones académicas con los practicantes. Así le sucedió a
un compañero, cuando llegó al aula nadie le había avisado acerca de un alumno de su salón
que no sabía leer y escribir, y que solo estaba allí para no “excruirlo”. Nadie le había
informado sobre esta situación y es donde es cuestionable no solo la actitud del centro de
práctica, sino también la forma en cómo las prácticas se gestionan dentro de la universidad.
Los centros de práctica deberían tener informes para entregárselos a los futuros
Si bien los docentes cooperadores pueden convertirse en aliados para identificar las
caso, en ninguna de las intervenciones que he tenido a los largo de estos años conté con el
tampoco asesorías por parte del docente cooperador. Queda entonces establecido que el
carrera inicia desde las intervenciones de aula que se tiene desde practicante.