Está en la página 1de 9

Expectativas. Regreso peligroso al futuro.

Las expectativas son aquellas suposiciones que nos planteamos sobre cómo deberían salir las cosas o cómo
algo o alguien debería funcionar. Es lo que creemos que va a ocurrir en el futuro, sea negativo o positivo, y
aquello que esperamos que se cumpla. Lo hacemos siempre desde la anticipación y, cuando esas expectativas
no se cumplen, ya que no podemos leer el futuro, genera en nosotros una serie de emociones, que no resultan
positivas – aunque pueden darse expectativas cumplidas, que no es lo más común –.

Podemos tenerlas en el ámbito personal, en el laboral, en el social o también en el económico. En cualquiera


que sea, la frustración aparece frecuentemente en aquellas personas con tendencia a generar expectativas.
Espero algo que no llega, que no me gusta o que se aleja de lo que desearía, lo que acaba provocando rabia
e incluso puede llegar a minar nuestra autoestima.

En este artículo vamos a ver cómo nuestro cerebro es capaz de diseñarlas, pero también algunos consejos para
lidiar felizmente con ellas.

1
1. ¿Qué son y por qué tenemos expectativas?
Las expectativas están formadas por suposiciones acerca de lo que creemos que tendría que ser, en base a lo
que nos han enseñado y hemos aprendido [1]. Muchas veces las expectativas que tenemos se alejan de la
realidad y nos encontramos de lleno con la frustración. Cuando lo que esperábamos no encaja con lo que
ocurre, aparece el sufrimiento.

La verdad, es que es inevitable tener expectativas acerca de algo o de alguien. Todos nos las vamos formando
como un proceso automático de nuestra mente. Tenemos, a su vez, expectativas hacia nosotros mismos, de
cómo deberíamos comportarnos o a lo que tendríamos que aspirar. La mayoría de ellas son impuestas por la
sociedad y la cultura en la que vivimos, incluso por quienes más nos quieren y nos educan: desde pequeños
nos bombardean de cómo debería ser nuestra vida e intentamos llegar a ese ideal.

Nuestro cerebro está diseñado para generar expectativas sobre aquello que nos rodea, especialmente si son
acontecimientos negativos. Esto lo hace como un mecanismo de supervivencia, anticipando amenazas
de cara a poder establecer límites que nos pongan a salvo [2] (Figura 1). Durante nuestro crecimiento
y con las experiencias que vamos viviendo, esas expectativas empiecen a abarcar cada vez más áreas. Tenemos
expectativas sobre la nota de un examen, una cita de trabajo, normas de comportamiento o aquello que
creemos que merecemos o deseamos que nos sea devuelto. Pero dichas expectativas pierden su función
evolutiva y pueden convertirse en una gran fuente de malestar.

Por tanto, la imagen que nos hemos creado acerca de nosotros mismos, está cargada de expectativas: de
nuestros padres, familia, profesores, compañeros de clase, amigos, parejas, etc. De lo que han esperado de
nosotros, nos han influido inevitablemente a crear nuestro autoconcepto [3].

Mientras que intentar predecir acontecimientos futuros que puedan dañarnos es algo funcional para nosotros,
el resto de expectativas no lo son. Todas entran dentro de lo que es realmente normal en nuestro cerebro, ya
que no le gusta vivir en la incertidumbre, pero no siempre vamos a obtener un beneficio para nosotros. Las
creencias que nos vamos formando van construyendo nuestro mundo y nuestra realidad, van influyendo en
cómo nos relacionamos con los demás, y sobre la imagen que creamos acerca de nosotros mismos. A través
de ellas, nos aferramos al cómo debería ser aquello que ocurre y nos encerramos en una única posibilidad. ¡Ese
es el principio de muchas frustraciones!

1.1. Principales tipos de expectativas [1].

Predicción.
Este tipo de expectativa cree saber lo que ocurrirá en el futuro en función de la experiencia que vendrá. Por
ejemplo, vamos a una entrevista de trabajo y, sin datos reales, generamos la expectativa de que saldrá mal.
Recreamos en nuestra cabeza lo que va a pasar, normalmente basándonos en experiencias anteriores o en
creencias aprendidas. Además, este tipo de expectativa ya trae al presente las emociones del futuro. Con el
mismo ejemplo, al decepcionarnos con que la entrevista vaya mal, aunque aún no haya ocurrido, lo
empezamos ya a sentir.

2
Normas.
Se basa en las normas que asumimos, tanto a nivel social como personal. Aparecen cuando esperamos recibir
un buen trato en una tienda o que nuestro vecino recicle como lo hacemos nosotros. Marcamos un estándar
y esperamos que los demás lo cumplan, incluso cuando ni nosotros mismos las cumplimos.

Merecimiento.
Esta norma también parte de la subjetividad y se asienta en las creencias y en lo que creemos merecer, hayamos
hecho o no méritos para ello, con la idea de la justicia como base. En base a estas expectativas, nuestra
conducta también se modifica. Por ejemplo, creemos merecer reconocimiento en el trabajo, amor de
nuestra pareja o gratitud por las acciones que realizamos. Sin embargo, no siempre se cumple, lo que alimenta
la frustración. Es especialmente peligroso cuando son expectativas irracionales, cuando ni el reconocimiento,
ni el amor ni la gratitud son realmente merecidas en base a nuestras acciones. No hago nada bueno en el
trabajo, pero espero el aplauso.

Figura 1. Áreas cerebrales implicadas en el análisis de los posibles resultados futuros ante una toma de
decisiones. La corteza prefrontal dorsolateral es la principal encargada de generar expectativas.

3
2. Profecías autocumplidas.

“Una profecía que se autocumple es una suposición o predicción que, por la sola razón de haberse hecho,
convierte en realidad el suceso supuesto, esperado o profetizado y de esta manera confirma su propia
‘exactitud'".
Paul Watzlawick [4].

Todos y cada uno de nosotros estamos constantemente expuestos a esa gran cantidad de opiniones que
hemos mencionado previamente, a las expectativas y creencias que provienen tanto de las personas que nos
rodean como de nosotros mismos.

Dichas expectativas van a marcar gran parte de las decisiones y los caminos que seguimos en muchas facetas
de nuestra vida. Son tan determinantes que, a pesar de que algunas sean falsas en origen, pueden llegar a
convertirse en realidad. Este último tipo de situaciones son lo que se conoce como profecías autocumplidas.

Esto puede verse no únicamente en terrenos laborales, culturales o sociales sino que si acudimos al ámbito
deportivo, resulta interesante buscar la formación de nuevas expectativas que aun siendo falsas,
permitan generar nuevas profecías autocumplidas para mejorar la situación inicial, es decir,
emplear las expectativas como herramienta de mejora [5].

Para ejemplificar esto podemos pensar en una persona que es débil. Si ya de por sí es débil, el hecho de que
tengamos la expectativa de debilidad no dará lugar a una profecía autocumplida, puesto que dicha expectativa
se ajusta a la realidad.

En cambio lo que si podemos hacer si queremos ayudar a dicha persona es generar una nueva expectativa
(aunque en principio sea falsa) de que esa persona es fuerte. De esta forma podemos mejorar dicha situación
y aumentar mucho la probabilidad de que finalmente esa persona consiga hacer más fuerza (Figura 2).

Figura 2. Este lema de Powerexplosive representa, precisamente, una profecía autocumplida.

4
Así, hay un grupo de expectativas que no son únicamente nuestras, de cada individuo, sino que compartimos
en sociedad, sobre lo que está aceptado, bien visto, y lo que es rechazado. Son estas las que nos llevan a entrar,
sin darnos cuenta, en este juego de las expectativas que tenemos formado en nuestra cultura. De esta forma,
intentamos adaptarnos a lo que se supone que debemos de hacer. La intención – consciente o inconsciente –
es no quedar aislados y excluidos.

Aparece entonces el famoso suceso psicológico llamado el efecto Pigmalión. Las creencias y expectativas
que tenemos acerca de una persona, influyen a esta en su rendimiento y forma de comportarse [6]. Influyendo
a generar su propia creencia sobre lo que puede conseguir y lo que no. Por eso es importante no
condicionarnos ni a nosotros ni a nadie con nuestras expectativas.

2.1. Efecto Pigmalión.


Como hemos dicho, se trata de una de las expresiones de profecía autocumplida. Concretamente, este
concepto – llamado así por un mito griego de Pigmalión y Galatea – constituye el fenómeno psicológico por el
cual las expectativas y creencias de un tercero acerca de algo o alguien conducen al resultado
esperado, es decir, afectan su conducta de manera que el segundo tiende a confirmarlas [6].

Es importante entender que es el tercero (Pigmalión) el que, al esperar algo de alguien hace posible que tal
predicción o creencia tenga lugar y no el sujeto sobre el que recae la expectativa. Es decir, el papel relevante
es el del denominado Pigmalión.

Los superiores tienen mayores facilidades para comunicar sus expectativas. Esto implica que los sujetos pueden
dar mayor importancia relativa a las opiniones y creencias de sujetos de referencia (profesor, entrenador, jefe...),
incluso más que a las creencias propias.

Por ejemplo, en el ámbito deportivo el efecto Pigmalión ha sido estudiado, fundamentalmente, bajo el prisma
de la motivación y el rendimiento deportivo. Tal y como proponen Brophy (1983) [7] y Horn (1985) [8] la
secuencia del efecto Pigmalión en el deporte puede resumirse en base a la siguiente sucesión de hechos:

1º. En primer lugar los entrenadores generan sus propias expectativas y creencias sobre los jugadores en base
a criterios como la edad, constitución, género, raza, rendimiento pasado, trayectoria... es decir, en
diferentes indicios personales.

Cuando esta información se ajusta a la realidad no hay ningún problema, cada uno será capaz de rendir a
su nivel sin que podamos hablar de una profecía autocumplida. Sin embargo, esta expectativa no tiene
por qué ser necesariamente correcta, y en dicho caso podría tener lugar el efecto Pigmalión.

2º. El sujeto que actúa como Pigmalión cambia su comportamiento afectado por la expectativa que tiene
respecto del deportista, e influye, a su vez, en la conducta del mismo.

3º. Una vez la expectativa del entrenador ha afectado a su propia conducta y este actúa en consecuencia, la
ejecución del deportista puede verse afectada en función de la expectativa y el trato recibido dando
lugar al efecto Pigmalión (sea positivo o negativo).

5
4º. Finalmente, la expectativa del entrenador se ve confirmada.

A pesar de que por norma general cuando se habla de efecto Pigmalión se hace referencia a la parte positiva
del mismo, dicho efecto es tan válido para la mejora y potenciación como para todo lo contrario. De este
modo, el efecto Pigmalión negativo (denominado efecto Golem) se refiere al proceso por el cual la baja
expectativa generada sobre un individuo conduce a un descenso en su rendimiento o desempeño.

Y ¿qué sucede cuando salimos de lo que se supone que se espera de nosotros? Aparece la frustración de las
personas que nos han visto siempre en ese mismo papel de cumplidor de expectativas. Si reaccionamos como
no estaba previsto y decidimos comportarnos de otra manera, nuestras relaciones cambian. Nos sentimos
culpables por haber defraudado.

Es, precisamente este tipo de efecto, el efecto Golem, el que pretendemos evitar, alejándonos de la frustración
asociada a las expectativas.

El efecto Golem o efecto Pigmalión negativo, se refiere al proceso por el cual la baja expectativa
generada sobre un individuo conduce a un descenso en su rendimiento o desempeño. Es,
precisamente este tipo de efecto el que pretendemos evitar, alejándonos de la frustración asociada a las
expectativas.

3. Consejos para huir de las expectativas o lidiar con ellas.


Ante la generación de expectativas constantes, en cualquiera que sea el ámbito de aplicación, deberíamos
pararnos a analizar unas preguntas clave respecto a lo más importante en nuestra existencia terrenal: ¿Vivimos
la vida que realmente nos gustaría? ¿Nuestras decisiones las tomamos en base a lo que queremos? Sería bueno
cuestionarnos si estamos viviendo conforme a lo que queremos o conforme a las expectativas que los demás
tienen sobre nosotros.

Tener que ser un buen trabajador, un buen estudiante, una persona responsable, cuidar de la familia. Ser una
chica simpática, alegre, que nunca da problemas; ser educada, amable, etc. Todo esto se convierte en
imposiciones que nos hemos creído que hay que cumplir, porque somos así y no podemos salirnos de ese
patrón.

Las expectativas no se dividen en buenas o malas, simplemente nos impiden ser quienes realmente queremos
ser. Por eso, liberarnos de las expectativas que los demás tienen hacia nosotros o que nosotros mismos nos
hemos creado ya es un gran paso, una tarea difícil que requiere de mucho valor.

Si además logramos entender que no hemos fracasado y que la decepción y la frustración es de los
demás, que se han formado unas creencias acerca de cómo tenemos que ser bajo todas las circunstancias;

6
habremos aprendido además que no podemos vivir constantemente tras esa máscara, y acabaremos por
despertar de nuestro letargo.

En ese despertar surgen nuestro verdadero ser, tomamos nuestras propias decisiones teniendo en cuenta lo
que necesitamos y lo que queremos. Comenzamos a elaborar nuestro propio recorrido por la vida y, para ello,
a continuación ofrecemos algunos consejos:

1. Sé realista.
Sé consciente de hasta dónde puedes llegar, sin renunciar al progreso, por supuesto, pero teniendo claro cuál
es el camino que nos llevará a nuestros objetivos. No puedo publicar un libro si no le dedico mis horas para
escribirlo y si no me formo también en técnicas de escritura, por ejemplo. Igual ocurre con cualquier otro
objetivo que nos marquemos: la formación respecto al ámbito que lo circunscriba, será fundamental – otro
ejemplo: para perder peso deberíamos conocer los procesos fisiológicos de la pérdida de grasa y las estrategias a
llevar a cabo con tiempos necesarios para conseguir pequeñas metas –.

Ir marcándonos unas metas que podamos ir consiguiendo nos ayudará muchísimo a aprovechar mejor el
trabajo y a hacerlo mucho más llevadero.

2. Controla y sé consciente de tus opciones.


Como a muchos, seguro que te gustaría tener una mansión, pero has de ser consciente de que, en tu situación
y con el dinero que tienes, hay más probabilidades de que nunca pase de que sí ocurra. No es un acto de
resignación ni desánimo, sino de aceptación. De saber dónde estás, de dónde vienes, y dónde puedes llegar
con lo tienes y con lo que estás haciendo. Se trata de saber qué cartas tienes y saber jugarlas.

3. Tolerar la frustración.
No todo siempre nos saldrá como queremos. Siempre habrá algo que se escape
de nuestro control y es necesario saber cómo afrontar esas situaciones. Primero,
controla tu estado anímico y la manera en que te ha afectado, y luego relativiza y
reflexiona sobre qué puedes hacer, el nivel de gravedad, de cambio, de amenaza,
de beneficios y qué es lo realmente prioritario.

4. Tolerar la incertidumbre.
Siguiendo el punto anterior, aceptar que siempre habrá algo que no podemos
controlar ni esperar aliviará muchas ansiedades y malestar. Esto funciona sobre
todo en contextos de salud y laboral. Hacerse pruebas médicas, esperar resultados,
acudir a entrevistas de trabajo… todas ellas son situaciones marcadas por una
incertidumbre enorme. Manejar el nerviosismo y las preocupaciones que causan
estos hechos es esencial para sobrellevar el día a día.

5. Acude a especialistas y profesionales.


La gente conocedora de un tema te podrá guiar mejor en temas que desconoces y así ajustar tus expectativas
en cualquier tema. Con un psicólogo, por ejemplo, podrás tener una idea más realista de cuando podrás

7
superar esa pérdida que tanto te ha marcado, y esto lo conseguirás mejor que si buscas esa información por
ti mismo o te haces ideas basadas en otras fuentes de información no especializadas.

6. Atiende a lo que experimentas día a día y aprende de los errores.


Lo que realmente tenemos es el hoy, este momento en que estás leyendo esto. Nunca sabremos al 100% qué
pasará de aquí unos días o unos meses, pero eso no quita que lo que trabajemos diariamente nos lleve a un
objetivo deseado. Trabaja día a día, sé flexible, acepta y combate los cambios y los imprevistos con toda la
elegancia que puedas.

Nuestra experiencia, lo que vivimos y aprendemos de todas las situaciones por las que pasamos, va de alguna
forma moldeando y dándole forma a nuestras expectativas, las que tenemos sobre nosotros mismos y sobre
los demás. Este aprendizaje puede servirnos a estar más atentos al presente y experimentar
aquello que nos sucede. De esta forma, dejaremos a un lado las expectativas y pase lo que pase
aprenderemos de ello.

Vamos comprendiendo que nuestra frustración acerca de cómo creíamos que alguien era, ha sido producto
de nuestra ilusión. Las personas no somos específicamente de una determinada manera. Existen multitud de
factores que influyen en cómo nos comportamos, y las decisiones que tomamos. Necesitamos procesos de
cambio, para experimentar y decidir lo que queremos ser. A través de la experiencia y el aprendizaje, vivimos
en un constante cambio. Y al contrario de lo que pueda parecer, este cambio es bueno, porque significa
que somos capaces de evolucionar.

7. Si no esperas, no te defraudas.
Si me he defraudo por lo que esperaba de alguien, es mi responsabilidad aceptar que era mi creencia, mi
expectativa, la que yo me he creado. La otra persona está en su derecho de no corresponder a lo que yo
esperaba de ella. Poco a poco, nos hemos ido construyendo una imagen de la otra persona, una identidad
creada por nosotros. Por lo que esperamos que la realidad se corresponda a nuestra construcción mental. Sin
embargo, cuando esto no ocurre, sufrimos y culpamos a la otra persona. Cuando en realidad, deberíamos
analizar si somos nosotros quienes nos hemos creado una expectativa demasiado férrea sobre alguien o algo.

Al entender el proceso y mecanismo de nuestras expectativas, vamos restándoles


importancia; comprendiendo, siendo más compasivos y flexibles. Vamos aceptando y amando a las
personas y a nosotros mismos por lo que son, por lo que somos, con nuestros errores y aciertos. Nos
permitimos ser como necesitemos ser, permitimos a los demás ser como necesiten ser y como quieran.

8
4. Bibliografía y referencias.
1. Pelegrín-Borondo, J., Ayensa, E. J., Olarte-Pascual, C., & Sierra-Murillo, Y. (2016). Diez tipos de expectativas. Revista
Perspectiva Empresarial, 3(1), 109-124.
2. Grabenhorst, F., Báez-Mendoza, R., Genest, W., Deco, G., & Schultz, W. (2019). Primate amygdala neurons simulate
decision processes of social partners. Cell, 177(4), 986-998.
3. Esnaola, I., Goñi, A., & Madariaga, J. M. (2008). El autoconcepto: perspectivas de investigación. Revista de
psicodidáctica, 13(1), 69-96.
4. Watzlawick, P. (1994). La realidad inventada. Editorial Gedisa.
5. Adrianzén, D.G., Refoyo, I. (2014). Establecimiento de metas y la relación entre las expectativas de éxito y el
rendimiento en fútbol profesional. Kronos: revista universitaria de la actividad física y el deporte, 13(1), 8.
6. Good, T. L., Sterzinger, N., & Lavigne, A. (2018). Expectation effects: Pygmalion and the initial 20 years of
research. Educational Research and Evaluation, 24(3-5), 99-123.
7. Brophy, J. E. (1983). Research on the self-fulfilling prophecy and teacher expectations. Journal of educational
psychology, 75(5), 631.
8. Horn, T. S. (1985). Coaches' feedback and changes in children's perceptions of their physical competence. Journal of
Educational Psychology, 77(2), 174.

También podría gustarte