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Ludwig van Beethoven (1770 - 1827) 

Beethoven fue el primer músico europeo con la osadía suficiente para


rehuir del todo las ataduras institucionales, es decir, un pionero que hizo
prevalecer la libertad creativa en lugar de la complacencia. En su camino,
sin embargo, encontró vicisitudes que fueron acentuando cada vez más
su carácter irascible, rebelde y huraño, pero también apasionado, soñador
y creativo.

En este sentido, algunos de sus contemporáneos, sobre todo aquellos


vinculados a la literatura y la filosofía, consideraron modélicas sus
cualidades y conductas. Para Ernst Hoffman, por ejemplo: “la música de
Beethoven toca los resortes del terror, del escalofrío y del dolor, y
despierta esa añoranza que constituye la esencia misma del
romanticismo”.

Nacido en la ciudad de Bonn, a una edad temprana mostró dotes


musicales excepcionales, lo que despertó la ambición de su alcohólico
padre. En aras de enriquecerse, e inspirado quizá en lo que había hecho
Leopoldo Mozart, este hombre obligaba al pequeño genio a levantarse de
su cama a medianoche para tocar y le propinaba duros castigos físicos. Es
sorprendente que el interés del niño por la música sobreviviera a tan
infausto comienzo.

Por otro lado, Beethoven no tardó en alcanzar el reconocimiento de la


aristocracia local, sobre todo en calidad de pianista. En plena adolescencia
consiguió apoyo financiero para viajar a Viena, donde tuvo la oportunidad
de tocar para Mozart. En un comienzo, este último se mostró desconfiado
ante los modales toscos, el aspecto descuidado y las frías interpretaciones
del recién llegado. No obstante, tras oírlo improvisar, advirtió a todos los
allí presentes que, algún día, aquel joven le daría al mundo mucho de qué
hablar. Lamentablemente, esa fue toda la interacción entre ambos
maestros, pues al poco tiempo de haber arribado a Austria, Beethoven
recibió de parte de su padre la siguiente nota: “tu madre se muere,
regresa inmediatamente”.
Al volver a Bonn, el compositor se vio en la necesidad de mantener a sus
hermanos menores, para lo cual trabajó como profesor e instrumentista.
En esos años tuvo la suerte de conocer al conde Ferdinand von Waldstein,
un miembro de la nobleza especialmente adinerado y muy aficionado a la
música, que acabó por convertirse en su principal mecenas. Fue él, de
hecho, quien decidió financiar un segundo viaje de Beethoven a Austria,
con el objetivo de que recibiera “de las manos de Haydn el espíritu de
Mozart”. Esta vez, la partida del compositor fue definitiva.

Cuando Beethoven llegó por segunda vez a la animada ciudad de Viena,


Mozart ya había muerto. Joseph Haydn, figura muy respetada por la
corte, se convirtió entonces en su tutor oficial. Entre ambos, empero,
nunca hubo una buena relación, por lo cual Beethoven recurrió —a veces
en secreto— a maestros que se ajustaban más a sus ideales, como
Johann Albrechtsberger y Antonio Salieri.

Las primeras obras de Beethoven le permitieron conquistar al público y


consolidar una exitosa carrera no sólo como pianista, sino también como
compositor. En general, éstas exhiben un brillante virtuosismo y se
enmarcan en formas de composición que eran a la sazón convencionales.
No obstante, ya se asoma en ellas el inconfundible estilo beethoveniano,
caracterizado por un profundo dramatismo, que muchas veces desemboca
en sarcasmos, arrebatos o éxtasis. Asimismo, desde el primer opus se
puede advertir su voluntad de innovar en la forma, tendencia que
determinó, a la larga, su gradual alejamiento de los apolíneos cánones del
clasicismo.

Dado que, a principios del siglo XIX, el pensamiento ilustrado se expandía


por toda Europa, Beethoven se fascinó con las ideas que llegaban de
Francia y comenzó a creer en un futuro auspicioso, en el que se
impondrían los más nobles ideales. A su juicio, sin embargo, las
transformaciones debían exceder el ámbito político e influir en las artes:
se requería música acorde al espíritu revolucionario. Era conocida la
profunda admiración que el compositor sentía por Napoleón, a quien le
dedicó su grandilocuente y extensa tercera sinfonía. No obstante, años
más tarde, el líder francés se coronó emperador y Beethoven, enfurecido,
retiró bruscamente la dedicatoria. El borrón quedó registrado en la
partitura original, que aún se conserva.
Por otro lado, durante este mismo período, la propia vida del compositor
comenzó a convertirse en una batalla heroica. Ya no sólo tendría que
desafiar las estructuras sociales, sino también lidiar con su paulatina
pérdida de la audición. Probó todo tipo de remedios para evitar que la
sordera avanzara, pero ninguno de ellos funcionó. Puso entonces su
esperanza en las propiedades curativas de la naturaleza y se mudó a
Heiligenstadt, un distrito a la sazón retirado y agreste. Para su desgracia,
aquello tampoco dio resultados.

El terror y la vergüenza hicieron a Beethoven caer en la desesperación y


redactar el famoso “testamento de Heiligenstadt”. En realidad, este
documento es una carta —que, dicho sea de paso, nunca fue enviada a
nadie— en la que el compositor, por un lado, confiesa que padece una
profunda depresión; por otro, explica que hay en su cabeza demasiadas
ideas todavía como para rendirse. En efecto, pese a todos los obstáculos,
Beethoven continuó componiendo. Sus ejecuciones al piano, en cambio,
fueron perdiendo precisión y acabó por abandonar la carrera de
intérprete.

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Tanto la lucha política como la personal inspiraron en Beethoven un nuevo
estilo, pasional e imbuido de grandiosidad.

Las obras de este período, comúnmente llamado “heroico”, son intensas a


nivel emocional y exhiben una complejidad inusitada. Además, alcanzan
enormes proporciones. En este sentido, exigían a un público
acostumbrado a la música de fondo, que concentrase su atención por un
tiempo prolongado. Por supuesto, esta nueva concepción generó una
fuerte controversia.

Hacia 1812, la fama de Beethoven ya se había consolidado. Sus obras


eran incluidas con frecuencia en las temporadas de los más importantes
escenarios. A pesar de ello, no contaba con ninguna fuente de ingresos
permanente, lo que provocó que su vida sentimental se convirtiera en una
sucesión de fracasos. Aunque de sus amoríos se sabe muy poco, se
especula que estuvo enamorado al menos de dos mujeres aristocráticas,
quienes no estuvieron dispuestas a abandonar sus privilegios de clase
para contraer matrimonio con un músico que se mantenía a duras penas.

Por otro lado, en 1815 murió el hermano menor de Beethoven y quedó así
huérfano el único miembro de la siguiente generación de la familia: un
adolescente llamado Karl. En un desesperado intento por formar un hogar
a sus cuarenta y cinco años, el compositor se obsesionó con obtener la
custodia del joven y libró una intensa batalla legal que, a la larga, fue en
extremo dañina para su reputación. Por ejemplo, durante este proceso se
desmintió el supuesto origen noble del “van” de su apellido, que él nunca
había negado. Por otra parte, muchos tildaron su actitud de egoísta, pues
era bien sabido que bebía mucho, que estaba casi totalmente sordo y,
sobre todo, que no contaba con lo necesario para albergar y sostener a
alguien. Sin embargo, nada de esto lo detuvo y finalmente consiguió
convertirse en padre adoptivo.

Además de la sordera, Beethoven debió ahora soportar también el


ostracismo. Como resultado, se entregó a los vicios. Deambulaba por la
calle ebrio, trayendo la misma ropa por muchos días. Hasta llegó a ser
arrestado por vagabundo. A pesar de ello, su espíritu creativo le permitió
encauzar la intensa crisis que atravesaba e iniciar la búsqueda de un
lenguaje musical nuevo, más espiritual y abstracto. Así, tras cinco años
de muy escasa producción, comenzó otro período compositivo,
caracterizado por un distanciamiento del statu quo cada vez mayor.
Convertido ya en un disidente, Beethoven dio rienda suelta a sus ideas
más innovadoras y sus obras alcanzaron una nueva dimensión, tanto a
nivel expresivo como intelectual: edificó estructuras desproporcionadas,
con movimientos mucho más largos que otros. Asimismo, experimentó
con enrevesadas y extensas fugas. Finalmente, se acercó también a la
música religiosa, un terreno hasta entonces desconocido para él.

Las últimas sonatas para piano, los últimos cuartetos de cuerda y la Missa
solemnis son obras representativas del llamado “tercer período”. La
novena sinfonía es, sin embargo, la más famosa. Aunque Beethoven ya
no oía nada, decidió dirigirla en su estreno. Dicho evento, que se realizó
en 1824, confirió un final apoteósico a la larga y accidentada travesía del
compositor. El público entró en éxtasis y lo ovacionó con fervientes
aplausos. Como él no podía oírlos, tuvieron que girarlo hacia la platea
para que viera cómo lo alababan.

Lamentablemente, no todo fue tan auspicioso: al poco tiempo, Karl


intentó quitarse la vida y señaló que la negligencia de su tío lo había
llevado a tomar tal decisión. Después de ello, el estado de salud del
compositor se agravó con gran rapidez. Murió en 1827, a la edad de 56.
Se dice que antes de su último respiro, levantó las manos en un gesto
triunfal y que, acto seguido, se dejó caer una terrible tormenta sobre la
ciudad. A su multitudinario funeral asistieron personas de toda clase
social.

Tras la muerte, Beethoven se convirtió en un personaje mitificado,


elevado a la categoría de héroe. A tal punto llegó el fanatismo, que sus
cabellos fueron cortados y conservados como tesoro. La influencia que
ejerció en los músicos que le sucedieron fue decisiva, por lo tanto, hasta
hoy se le considera uno de los autores más relevantes de la historia. Nos
legó grandes obras, entre las que figuran nueve sinfonías, una ópera, dos
misas, treinta y dos sonatas para piano, cinco conciertos para piano, un
concierto para violín, dieciséis cuartetos de cuerda, diez sonatas para
violín y piano, cinco sonatas para violonchelo y piano y varias oberturas.

En palabras de Ludwig Tieck, “la música es capaz de expresar


sentimientos ignotos e inexpresables, sin parentesco con nada en la
tierra, suscitando el presagio de un lejano reino del espíritu, otorgando a
nuestro ser una más alta consciencia de sí mismo”. Las obras de
Beethoven, y quizá especialmente las de sus últimos años, reflejan con
claridad esta idea.

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