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NATURALEZA Y CONOCIMIENTOS
EN TENSIÓN

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NATURALEZA
Y CONOCIMIENTOS
EN TENSIÓN

Aportes al debate ambiental


desde las ciencias sociales

Laura Mombello
Ana Spivak L’Hoste
(compiladoras)

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Naturaleza y conocimientos en tensión: aportes al debate ambien-
tal desde las ciencias sociales / Ana Silvia Spivak L´Hoste… [et
al.]; compilado por Laura Mombello; Ana Silvia Spivak L´Hoste.
-1a ed.- Ciudad Autonóma de Buenos Aires: Ana Silvia Spivak
L´Hoste, 2020. 412 p.; 20 x 13 cm.
ISBN 978-987-86-5724-0
1. Ciencias Sociales y Humanidades. 2. Medio Ambiente. 3. Con-
flictos Sociales. I. Spivak L´Hoste, Ana Silvia, comp. II. Mombello,
Laura, comp.
CDD 363.7
ISBN: 9789878657240
Imagen de tapa: Laura Ockel en Unsplash
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
Naturaleza y conocimientos en tensión
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Índice

Presentación......................................................................................9

Parte 1. Tierra, agua y bosques: pugnas por el acceso y


uso de los bienes naturales.................................................. 21
Acaparamiento de tierras y seguridad alimentaria. Una
relación en dos direcciones ....................................................... 23
Agostina Costantino
Desarrollo y territorio: diversidades y conflictos.
Enfoque territorial ....................................................................... 57
Mabel Manzanal
Conflictos y territorios hidro-sociales en el área
metropolitana de Buenos Aires .............................................. 117
Melina Tobías
De paseo por mi experiencia investigativa. De las
problemáticas etno-territoriales a los bosques y
plantaciones como tecnologías de gobierno....................... 145
María Alma Tozzini
Los conflictos ambientales como procesos sociales
totales. El caso monte nativo en la provincia de
Córdoba......................................................................................... 167
Adrián Koberwein
Hidrocarburos e hidroelectricidad. Una aproximación a
la trama energía, política y cultura en el norte
patagónico .................................................................................... 193
Valeria Iñigo Carrera, Laura Mombello y Ana
Spivak L´Hoste

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8 • Índice

Parte 2. Conocimientos, tecnologías y ambiente ......... 227


Mercantilización de comunes naturales y cognitivos.
Conocimientos científicos y tecnológicos como
insumos del agronegocio en Argentina................................ 229
Cecilia Gárgano
Potencialidades y limitaciones de los procesos de
transición energética. La implementación de sistemas
de Generación Distribuida con Energías Renovables
(GDER) en Argentina ................................................................ 253
Santiago Garrido
Del reemplazo tecnológico al desplazamiento de
fronteras. Las alternativas a los agroquímicos en
Argentina, Brasil y Francia ...................................................... 279
Frédéric Goulet, Alexis Aulagnier y Matthieu
Hubert
Debate agroquímico-agrotóxico. Aportes desde el
enfoque de construcción social del riesgo........................... 301
Luciana Moltoni
Participación ciudadana y resistencias al proceso
productivo de la nucleoelectricidad en Argentina ............ 329
Agustín Piaz
Estrategias de lucha y contra-experticia en el juicio por
las fumigaciones con agrotóxicos en Ituzaingó,
Córdoba......................................................................................... 357
Florencia Arancibia y Renata Motta

Las autoras y los autores........................................................... 405

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Presentación

Este libro es el resultado del trabajo colaborativo entre


colegas que abordan las situaciones ambientales conflictivas
y/o controversiales desde distintas disciplinas, enfoques y
perspectivas trabajadas en el campo de las ciencias sociales.
Recoge una parte significativa de las investigaciones com-
partidas y discutidas en el marco del Primer Taller organi-
zado por el Núcleo de Estudios sobre Sociedad, Ambiente y
Conocimiento (IDES-CIS/CONICET)1.
En aquel espacio el debate giró en torno a los diferentes
modos de abordar las problemáticas y tensiones que atra-
viesan el acceso, distribución y uso de los bienes de la
naturaleza. El énfasis estuvo puesto en los enfoques teórico-
metodológicos a partir de los cuales se analizan las cues-
tiones vinculadas a la producción de energía y alimentos,
el acceso a la tierra y al agua. Estos debates partieron del
reconocimiento de los efectos reales o potenciales produ-
cidos por las acciones invasivas sobre el ambiente y sus
huellas en la trama social, cultural, económica y política
de las sociedades.
Efectivamente, la contaminación de suelos y aguas;
la transformación radical de espacios y paisajes para, por
ejemplo, expandir la frontera agrícola o forestal, desarro-
llar industrias extractivas a gran escala o mega proyec-
tos inmobiliarios; la privatización de los bienes naturales
comunes, entre otros, generan tensiones sociales de diver-
sas características con impactos a distintas escalas. Depen-
diendo de los casos, se asocian a territorios de fronteras

1 El Taller fue parcialmente financiado por el subsidio a Reuniones Científi-


cas de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica
(RC-2017-0257). El mismo tuvo lugar en el IDES, Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, en el mes de mayo de 2018.

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10 • Naturaleza y conocimientos en tensión

difusas y dinámicas. En estas tensiones confluyen una serie


de características. Primero, refieren a demandas e intereses
distintos y contradictorios en las que intervienen actores
sociales con capacidad de agencia muy desigual. En segun-
do lugar, movilizan configuraciones territoriales cristaliza-
das, profundizando y –paradójicamente, al mismo tiempo-
poniendo en cuestión los ordenamientos socioterritoriales
establecidos. Tercero, estas tensiones encuentran sus fun-
damentos y ponen en circulación conocimientos de origen
y carácter heterogéneo. Conocimientos y saberes que res-
ponden a distintos propósitos y lógicas de construcción y
legitimación. Finalmente, en ellas el Estado, ya sea como
órgano de representación territorial a nivel nacional o local,
o como responsable de diseño, aplicación y control de polí-
ticas y regulaciones, tiene un doble papel. Por un lado, es un
actor que asume distintos posicionamientos, y por otro, se
constituye como el ámbito en el que estas tensiones gene-
ralmente se dirimen.
En el marco de estas discusiones los artículos que reúne
este libro buscan desagregar y abordar en su complejidad
las tensiones que involucran bienes de la naturaleza -como
el agua, la tierra o algunos minerales-, actores heterogéneos,
entornos ambientales, territorios también diversos, y cono-
cimientos que responden a fuentes, lógicas de producción y
legitimación distintas. En algunos de estos trabajos la ten-
sión es leída como conflicto socioambiental, entendiendo
que ninguna situación social o de alteración del entorno
se constituye como tal hasta que medie una construcción
social que la interprete y la formule como problemática
(Zamora Saez, 2017). Asimismo, una vez formulado en estos
términos, el conflicto socioambiental se constituye como
una arena de disputa entre concepciones divergentes acerca
del territorio, la naturaleza y el ambiente (Svampa, 2012).
En otros artículos, el énfasis está puesto en las controver-
sias científicas en torno a los conocimientos de base tec-
nocientífica y a las tecnologías que atraviesan los conflic-
tos. Finalmente, algunos de los trabajos muestran cómo la

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tensión se deriva de los procesos de toma de decisión polí-


tica, de regulación de conocimientos y productos, o puede
desglosarse en conflictos que asumen otras características.
En todo caso, este volumen propone abordar las tensiones
como objeto de estudio, pero también como perspectiva de
análisis. En tanto perspectiva, permite articular enfoques
provenientes de distintas disciplinas y poner en evidencia
la diversidad de estrategias, teorías y focos con las que se
pueden trabajar las relaciones entre sociedad y ambiente.
El recorrido que propone el libro está organizado en
dos partes.
El conjunto de trabajos reunidos en la primera parte
explora las especificidades que adquieren las disputas y
controversias en torno al tratamiento de los bienes de la
naturaleza y a los proyectos económicos y ordenamientos
sociales, culturales y político que suponen. Efectivamente,
las autoras y autores muestran, a partir de estudios empí-
ricos, cómo la cuestión ambiental amplifica la discusión
sobre el nivel de incidencia en las decisiones políticas, eco-
nómicas, territoriales e identitarias que implican y afectan
a actores sociales con intereses contrapuestos y capacidad
de agencia francamente desigual. No obstante, esta ampli-
ficación ocurre en el marco de escenarios controversiales
concretos y específicos, donde las discusiones se focali-
zan sobre las formas de valorización de recursos y bienes,
sobre el lugar asumido por las instancias estatales, sobre la
articulación de los sectores de interés y corporaciones y,
sobre las necesidades, expectativas y demandas de actores
sociales locales.
La relevancia del Estado en el modo en que se pre-
sentan, transitan y dirimen los conflictos ambientales es
abordada tanto en el trabajo de Mabel Manzanal como en
el de Agostina Costantino. Mabel Manzanal retoma el aná-
lisis de tres casos, uno en la Provincia de Salta, otro en
la Provincia de Jujuy y un tercero en la Provincia de San
Juan, para explorar la complejidad de la articulación entre
Estado y territorio. En esta clave trabaja las tensiones entre

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12 • Naturaleza y conocimientos en tensión

los habitantes de las localidades y las industrias o proyectos


productivos cuyas nociones de desarrollo y generación de
riqueza desconoce las perspectivas locales sobre estos tópi-
cos. La posición que asume el Estado, desde su perspectiva,
resulta determinante para comprender las configuraciones
territoriales que terminarán predominando, a pesar de las
tensiones. Sin embargo, el Estado se expresa en un conjunto
de instancias a distintos niveles administrativos y en una
serie de políticas públicas y normativas que las regulan,
mediadas por decisiones de gobierno que no siempre se
sostienen en el tiempo. Sobre esta hipótesis avanza Agosti-
na Costantino a partir del análisis de la legislación nacio-
nal sobre las tierras rurales, descubriendo continuidades y
matices entre las gestiones que se sucedieron en Argentina
entre los años 2003-2019. Costantino parte de una recons-
trucción minuciosa del proceso de acumulación de tierras
por parte de extranjeros y recoge los hilos que anudan este
proceso con las Políticas de Estado para, desde allí, refle-
xionar sobre las implicancias que tiene esta cuestión en
materia de soberanía alimentaria. En el camino, identifica
a los sectores de interés que intervienen y sus posiciona-
mientos en el país, al que propone acercarse atendiendo a la
complejidad del escenario global.
Las iniciativas de estas grandes estructuras empresa-
rias, y las instancias estatales que muchas veces las acom-
pañan, avanzan sobre territorios y confrontan con lógicas
de organización y participación social que discuten abier-
tamente los supuestos modelos de desarrollo que aquellas
iniciativas promueven. Sobre estas tensiones trabajan los
cuatro artículos restantes de esta primera parte.
Dos de ellos se centran en la potencia de la acción
colectiva para, por un lado, cuestionar los usos y las apro-
piaciones de los bienes de la naturaleza, a la vez que brega
por el acceso equitativo a esos mismos bienes. Por otro,
para abordar la articulación entre dimensiones simbólicas,
morales, productivas, estéticas, tal como se expresan en el
contexto de un reclamo ambiental.

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Con el foco en la acción colectiva interviniendo en el


debate sobre usos y accesos avanza Melina Tobías. Ella pro-
pone conceptualizar el Área Metropolitana de Buenos Aires
(AMBA) como “territorio hidro-social” para comprender
las acciones desarrolladas por actores sociales organizados
ante los conflictos generados por un servicio de aguas y
cloacas deficitario. Desde la perspectiva de la ecología polí-
tica se concentra en analizar las relaciones de poder que
regulan el manejo y distribución del agua. Estas relacio-
nes no se dan en el vacío, por el contrario, ella muestra
cómo el medio biofísico, la infraestructura que sirve como
mediación para regular y distribuir el flujo, y el agua en
sí misma, componen un conjunto en interacción constante
con instituciones y actores sociales.
Adrián Koberwein, trabajando sobre un caso de la Pro-
vincia de Córdoba, recorre las estrategias y los procesos
sociales que permiten a los actores locales reunir el poten-
cial político necesario para confrontar con la decisión de
reformar la ley de bosques. La oposición a la reforma se
funda en los desmontes que la misma habilitaría, produ-
ciendo importantes perjuicios. En su análisis, Koberwein
se detiene en las acciones y los modos de enunciación del
conflicto por parte de los actores, que les permitió articular
el cuestionamiento de la reforma de la ley con cuestiones
más amplias y sistémicas. Entre ellas, el modo en que se
sancionan las leyes; los niveles de participación y decisión
de la ciudadanía sobre los temas que la afectan directamen-
te; la relación entre los desmontes y los ciclos de inun-
daciones y escases de agua o los usos de la tierra; y los
desplazamientos de población que ciertos usos supone. El
autor propone recuperar a Mauss para analizar esta con-
densación de variables producida en la configuración del
conflicto socioambiental cordobés, entendiéndolo como un
proceso social total.
Los otros dos artículos tienen un punto de partida
común, en tanto consideran las tensiones socioambienta-
les actuales a la luz de la sedimentación del ordenamiento

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14 • Naturaleza y conocimientos en tensión

social devenido de las desigualdades históricas en los pro-


cesos de apropiación de la tierra en norpatagonia. Alma
Tozzini revisando los proyectos de desarrollo forestal en
la zona cordillerana del noroeste de Chubut, articula el
análisis de los documentos que regulan el ordenamiento
y protección territorial con los modos en que los actores
locales construyen sus alianzas. Se detiene en los procesos
de identificación que se ponen en juego en estos contextos
y los confronta con mecanismos de larga data, mediante
los cuales los emprendimientos forestales lograron sustraer
tierras a los crianceros dedicados históricamente a la gana-
dería a pequeña escala.
El modo en el que el acceso y la distribución selectiva
de la renta generada por la explotación de los bienes natu-
rales a gran escala regula las relaciones de poder constituye
el núcleo del artículo que compartimos con Valeria Iñigo
Carrera. El texto retoma el concepto de energopolitics para
interpretar los efectos producidos por industrias asociadas
a la producción de energía eléctrica en la Comarca Andina
y en el noroeste de la Provincia de Río Negro. El enfoque
permite poner en relación las dinámicas sociales, económi-
cas y ambientales desde una lectura situada.
En la segunda parte del libro los artículos concentran
sus análisis en torno a dos actividades: el cultivo de soja
transgénica y la producción de energía eléctrica. Más allá
de las particularidades de sus preguntas de investigación
y sus aproximaciones disciplinares y analíticas, autoras y
autores coinciden en hacer foco, para la comprensión de
esas tensiones, en los conocimientos y tecnologías que están
incorporados a dichas actividades. Conocimientos y tecno-
logías que, como abordan los artículos en detalle, sustentan
las condiciones y posibilidades de desarrollo de esas acti-
vidades productivas y se asocian asimismo a sus impactos
sociales y ambientales o a la posible mitigación de los mis-
mos. En cuanto a los conocimientos, se centran fundamen-
talmente en aquellos definidos como científicos. Mientras
que las tecnologías se erigen como objetos de disputa, ya

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 15

sea porque se contestan sus eventuales o efectivos impactos


socioambientales, o porque entran en cuestión sus lógicas
de producción y legitimación
Respecto a la primera cuestión señalada, los conoci-
mientos y las tecnologías que sustentan condiciones y posi-
bilidades de desarrollo de determinadas actividades, Cecilia
Gárgano problematiza la forma en la que es producido el
conocimiento científico y tecnológico vinculado al sector
rural en Argentina. Su artículo se centra, en particular, en
las tensiones que se derivan de conceptualizar a las semillas
como, por un lado, mercancías agrícolas y, por el otro, como
elemento vital en la reproducción social y cultural. En todo
caso se trata de tensiones en las que, además, no solo el
producto semilla sino el propio conocimiento científico y
tecnológico implicado en su obtención se presenta como
un terreno crecientemente mercantilizado que opera como
un insumo fundamental para la reproducción de modelos
agrícolas centrados en el agronegocio. A partir de la explo-
ración de una trayectoria de investigación orientada a la
obtención de una variedad de soja transgénica resistente
al glifosato producida en una institución estatal argentina,
Gárgano desglosa el rol jugado por científicos, empresas y
Estado, y las dimensiones políticas, económicas y epistémi-
cas implicadas en estas tensiones.
En línea con la problematización de conocimientos
y tecnologías asociadas a las condiciones y posibilidades
de desarrollo de actividades, en este caso para la produc-
ción energética, Santiago Garrido profundiza sobre tecno-
logías asociadas a las energías renovables no convenciona-
les. En particular, sobre la instrumentalización de sistemas
de generación distribuida, a partir de los cuales un particu-
lar puede producir e inyectar electricidad a la red. Enmar-
cados en la búsqueda de mitigar la emisión de gases efecto
invernadero asociados al consumo de hidrocarburos, los
sistemas de generación distribuida se expandieron en los
últimos años a nivel mundial. Sin embargo, su penetración
ha sido escasa en Argentina. El texto explica esa diferencia

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16 • Naturaleza y conocimientos en tensión

mostrando cómo las limitaciones que presentan este tipo


de iniciativas en el país se relacionan con la replicación
prácticamente acrítica de modelos de instrumentalización
de tecnologías de los países centrales. Y avanza, a partir
del análisis de una experiencia realizada en conjunto por
la Cooperativa Eléctrica de Armstrong y la Facultad Regio-
nal Rosario de la UTN, sobre las posibilidades que supone
un modelo alternativo de implementación de este tipo de
sistemas.
Por su parte el trabajo de Goulet, Aulagnier y Hubert
suma a la reflexión sobre tensiones que asocian conoci-
mientos y tecnologías al desarrollo de actividades espe-
cíficas, aquellas que derivan de sus impactos sociales y
ambientales. Los autores comparan de qué manera el diseño
de políticas públicas en Argentina, Francia y Brasil toma
en cuenta los impactos socioambientales de las activida-
des productivas. Retomando, como Gárgano, el caso del
paquete tecnológico asociado a la soja transgénica profun-
dizan, en particular, sobre lo que definen como categorías
de acción pública, que son aquellas categorías que determi-
nan cómo la política pública se posiciona en relación con
los agroquímicos y los insumos alternativos a ellos. El texto
aborda los fenómenos de innovación por sustitución con
eje en las políticas públicas orientadas a facilitar el surgi-
miento de estas tecnologías alternativas problematizando la
idea de sustitución en tanto no permite dar cuenta de la
diversidad y complejidad de las operaciones realizadas en el
marco de estas políticas.
Los otros tres artículos de esta segunda parte del libro
ponen en foco tensiones que tienen a los propios conoci-
mientos, en particular los conocimientos científicos, y tec-
nologías como eje de la disputa. Conocimientos y tecnolo-
gías que se contestan sea por los impactos socioambientales
eventuales o efectivos de las mismas, sea porque, como
de alguna manera anticipa el texto de Gárgano, entran en
cuestión sus lógicas de producción y legitimación. En esa
dirección, y en nexo con la discusión que colocan en este

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 17

libro Goulet, Aulagnier y Hubert, Luciana Moltoni retoma


el debate que emerge del uso de las categorías “agroquí-
mico” y “agrotóxico” para referirse al glifosato, uno de los
componentes centrales del paquete tecnológico de la soja
transgénica. Con el fin de abordar analíticamente dicha ten-
sión, fundamentalmente aquello que la produce, el trabajo
establece un recorrido teórico conceptual en torno al riesgo
retomando algunos de los autores que, desde distintas dis-
ciplinas, han reflexionado sobre los sentidos e implicancias
del riesgo. Este recorrido le permite a la autora desplegar las
herramientas para comprender por qué un mismo insumo
es leído por distintos colectivos sociales de distintas mane-
ras, y qué es lo que pueden informar esas distintas lecturas
sobre aquellos colectivos sociales que las sostienen.
Por su parte, Agustín Piaz toma como objeto de disputa
una tecnología específica, como es la nuclear. Su artículo
presenta un panorama de las resistencias a esa tecnología,
con eje en la producción de nucleoelectricidad en Argenti-
na. Dicho panorama revisa, en particular, las controversias
que emergieron desde el retorno a la democracia en rela-
ción a la minería de uranio y la fabricación de combustibles
nucleares, a la producción de energía eléctrica propiamente
dicha y a los residuos de esta industria. El artículo mues-
tra cómo la resistencia en Argentina contra la producción
de nucleoelectricidad se inscribe en el marco de históricas
acciones de protesta que se sucedieron en el país durante
las últimas cuatro décadas. Y argumenta a favor de prestar
especial atención a la resistencia antinuclear -tanto por las
características excepcionales de la tecnología, como por las
de su desarrollo en el contexto nacional- en un escenario
en el que coexisten en Argentina intentos por impulsar la
producción de energía a partir de fuentes renovables y la
proyección de nuevas centrales de potencia.
El último trabajo, de Florencia Arancibia y Renata
Motta, pone el foco en los movimientos sociales que, en sus
luchas contra injusticias socioambientales, deben disputar
tanto por el reconocimiento de un padecimiento negado

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18 • Naturaleza y conocimientos en tensión

por las instituciones gubernamentales, como por quienes


se consideran como expertos de los organismos de con-
trol. Las autoras muestran cómo esta situación lleva a estos
movimientos a desarrollar distintas estrategias de acción,
entre ellas la apelación a una “contra-pericia” (counter-
expertise) que ponga en duda decisiones políticas supuesta-
mente basadas en conocimientos científicos. A través del
estudio del primer juicio en el país que condenó las fumiga-
ciones ilegales como delito penal (juicio promovido por el
movimiento que se generó a partir del 2001 en el barrio Itu-
zaingó Anexo, en Córdoba contra el uso de agroquímicos) el
trabajo reflexiona sobre el rol de este tipo de conocimiento
en las distintas estrategias de acción, así como sobre las
relaciones, las sinergias y las fronteras entre los llamados
expertos y no expertos.
Finalmente queremos agradecer el trabajo y apoyo sus-
tantivo del IDES y del CIS, espacios en los que nos desem-
peñamos, para llevar a adelante esta iniciativa. La publica-
ción fue financiada por el Proyecto de Unidad Ejecutora
(PUE) Prácticas de Estado. Un estudio de los procesos de consti-
tución del Estado argentino en función de las demandas sociales,
desde el 2001 al presente2, en el cual se enmarca y del que
es uno de sus resultados. Asimismo, celebramos y destaca-
mos el compromiso con la investigación y la construcción
colectiva de conocimiento de las y los colegas con quie-
nes compartimos los recorridos que este libro propone. La
diversidad disciplinar y de enfoques potenció un diálogo
que, esperamos, resulte una invitación para abrir y com-
plejizar los debates en torno a las tensiones socioambien-
tales y cognitivas.

Laura Mombello
Ana Spivak L’Hoste

2 Proyectos de Unidades Ejecutoras Nro. 22920160100005CO.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 19

Bibliografía consultada

Svampa, Maristella (2011) “Modelo de Desarrollo y


cuestión ambiental en América Latina: categorías
y escenarios en disputa”. Wanderley, F. (Comp.), El
desarrollo en cuestión. Reflexiones desde América Latina,
CIDES, OXFAM y Plural, La Paz.
Zamora Saenz, Itzkuauhtli (2017) “Constructivismo y
realismo crítico en los conflictos ambientales”. Acta
Sociológica, nº 73, marzo-agosto, 273-294.

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Parte 1.
Tierra, agua y bosques:
pugnas por el acceso y uso
de los bienes naturales

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Acaparamiento de tierras
y seguridad alimentaria

Una relación en dos direcciones

AGOSTINA COSTANTINO

Desde fines de la década de los noventa y principios de


la década de los 2000, comenzó a darse a nivel mundial,
de manera masiva y sistemática, un fenómeno de grandes
adquisiciones de tierras por parte de compañías extranje-
ras. Estas empresas comenzaron a realizar inversiones en
tierras, sobre todo, en las regiones más relegadas y pobres
del mundo (África, algunos países asiáticos y Latinoaméri-
ca) como una forma de escapar a las crisis económicas que
comenzaron a darse desde ese momento en los países más
ricos (la crisis de las puntocom en los 2000, y luego la gran
crisis mundial originada en el sector financiero de Esta-
dos Unidos en el 2008). Todo esto, fomentado también por
una escalada en los precios internacionales de las materias
primas que volvieron muy rentables su producción (y, por
ende, también la adquisición de tierras) y la emergencia de
los capitales chinos y de otros países asiáticos que apunta-
laron aún más el fenómeno.
En el caso de Argentina, luego de la devaluación del 2002
aumentaron exponencialmente este tipo de inversiones, pero
no sólo en términos cuantitativos, sino que las características de
las mismas cambiaron respecto de las inversiones en tierras de
los noventa y las décadas anteriores. Con el cambio de gobierno
en diciembre de 2015 las medidas tomadas por el Estado poten-
ciaron este fenómeno, período en el que además se profundizó
el perfil más violento y expulsivo del territorio de campesinos,

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24 • Naturaleza y conocimientos en tensión

pequeños productores y comunidades originarias. El objetivo


de este trabajo es doble. Por un lado, analizar los cambios y con-
tinuidades que el acaparamiento de tierras por parte de extran-
jeros tuvo en Argentina entre el gobierno macrista y los gobier-
nos kirchneristas. Por otro lado, buscamos analizar las impli-
cancias (hacia adelante y hacia atrás) que el proceso de acapa-
ramiento de tierras tiene sobre la soberanía alimentaria. Hacia
atrás, en términos de las necesidades de los países que invierten;
y, hacia adelante, en términos de los efectos de los cambios en el
uso del suelo para el abastecimiento de alimentos en el país.
La estructura del artículo es la siguiente: en la primera sec-
ción se resumen las principales causas encontradas en la lite-
ratura que explican el surgimiento del fenómeno del acapara-
miento de tierras a nivel mundial, y el argumento explicativo
que se sostiene en este trabajo en torno a la teoría de la depen-
dencia. En la segunda sección se presenta el contexto previo a
la oleada de grandes adquisiciones por parte de extranjeros en
Argentina en torno a la estructura de tenencia de la tierra y el
uso del suelo. En el tercer apartado, se expone el análisis del pro-
ceso de acaparamiento de tierras durante el kirchnerismo y en
el apartado cuarto se realiza lo propio para el periodo inicia-
do por el gobierno de Macri en diciembre de 2015. La siguien-
te sección analiza la relación entre acaparamiento de tierras y
soberanía alimentaria. Por último, ofrecemos algunas reflexio-
nes para aportar al debate sobre el tema.

Las causas que explican el surgimiento del fenómeno


y la condición de “dependencia”

En la literatura suelen agruparse los factores explicativos


del acaparamiento de tierras a nivel global en dos grandes
grupos: aquellos primordialmente económicos y aquellos
relacionados con las políticas públicas.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 25

Entre los primeros, se encuentra el aumento en el pre-


cio que experimentan los alimentos y las materias primas
desde fines de la década de los noventa, haciendo que la
inversión en la agricultura sea cada vez más rentable. Según
Cotula (2012), estas inversiones incluyen toda la cadena de
valor agrícola, desde el control directo sobre la tierra hasta
la provisión de servicios o la producción de fertilizantes.
Otro de los factores explicativos del acaparamiento de tie-
rras que podría considerarse primordialmente económico
es el fenómeno de financierización de la agricultura, enten-
dida como el mayor atractivo que comenzó a tener la tierra
como una opción de inversión no sólo para las empresas
de agro-negocios sino para operadores financieros intere-
sados en incrementar los retornos y disminuir los riesgos
(Cotula 2012; HLPE 2011). Las razones de esta financieri-
zación están, por un lado, relacionadas con el aumento en
el valor de la tierra como consecuencia del aumento en el
precio de los alimentos mencionado anteriormente y, por
otro lado, con la búsqueda de disminución del riesgo de los
portafolios luego de la crisis del 2008. La tierra es vista, en
este sentido, como un activo seguro con elevados retornos
esperados.1 La organización GRAIN ha publicado una lista
con las inversiones en tierras de fondos de pensión públicos
y privados provenientes de países de altos ingresos como
Estados Unidos, Dinamarca, Nueva Zelandia, Suiza, Alema-
nia y Reino Unido (GRAIN 2011).
En segundo lugar, dentro de los factores de políticas
públicas, se encuentra la acción de algunos gobiernos como
China o Arabia Saudita en respuesta al problema de la segu-
ridad alimentaria derivado de la inestabilidad en los precios
de los alimentos. En este sentido, los gobiernos de algu-
nos países apoyan las inversiones en tierras en el extranje-
ro (ya sea directamente por parte del gobierno o a través

1 Aunque la tierra siempre ha sido considerada como un activo seguro dentro


de los países, la novedad es que ahora esta valorización tiene una escala
mundial.

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26 • Naturaleza y conocimientos en tensión

de inversiones privadas) para asegurarse el suministro de


soja, palma, arroz, trigo y azúcar, entre otros (Cotula 2012;
HLPE 2011; Borras et al. 2011). Además de la seguridad
alimentaria, las políticas públicas, en apoyo a la inversión
en tierras fuera del país, pueden estar también motivadas
por consideraciones en torno a oportunidades de negocios
(como es el caso de la estrategia “Going global” que tiene
China desde 1999 para crear oportunidades de negocios
fuera del país) o geopolítica (por ejemplo, las inversiones
chinas en el sudeste asiático o las libias en África Sub-
Sahariana) (Cotula 2012). Una última estrategia política que
tiene una gran influencia en el acaparamiento mundial de
tierras es el requisito obligatorio establecido por la Unión
Europea de sustituir el 5% de los combustibles fósiles uti-
lizados para el transporte con biocombustibles para el año
2020 (Swinnen, Vranken, y Stanley 2006; BBC 2012).
Si bien estos son los principales factores que se encuen-
tran en la literatura para explicar por qué surgió el proble-
ma del acaparamiento de tierras, todos ellos se refieren a los
incentivos que tienen o esperan tener los acaparadores de
tierras (tanto gobiernos como empresas) para realizar estas
inversiones a nivel global. Sin embargo, estos elementos no
permiten distinguir cuáles son los criterios aplicados por
los inversionistas en el momento de decidir en qué país
o países han de invertir o quiénes son los que en mayor
medida garantizan el logro de sus objetivos y los moti-
van a adquirir tierras. Es decir, los factores anteriormente
enumerados se refieren a las causas subyacentes al fenó-
meno del acaparamiento en sí, pero no explican por ejemplo
por qué se acapara tierra en Etiopía, en Sierra Leona y en
Argentina, y no en Canadá, Estados Unidos o Sudáfrica. A
pesar de lo relevante de esta pregunta, existen muy pocas
investigaciones que se dediquen a investigar esta cuestión.
En este sentido, aquí queremos plantear que el destino
de estas inversiones está relacionado con el rol que cumplen
los distintos países en la acumulación de capital a nivel glo-
bal, convirtiendo a este fenómeno en un mecanismo más de

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 27

transferencia del valor producido en los países dependien-


tes hacia los países centrales, propio del siglo XXI. La teoría
de la dependencia afirma que la expansión del capitalismo a
lo largo de la historia genera regiones y naciones diferencia-
das desde el punto de vista de la apropiación y la generación
del valor en países centrales (que son aquellos con mayor
capacidad de apropiación del valor) y países dependientes
o periféricos (que son aquellos que transfieren una gran
parte del valor generado hacia los países centrales) (Oso-
rio 2004; Marini 1991). La característica de la dependen-
cia puede observarse en dos factores que, a nuestro modo
de ver, permiten explicar el acaparamiento de tierras por
parte de extranjeros:

1. Un factor externo, que responde a las necesidades de


expansión de los capitales de los países centrales. En
este sentido, un contexto de precios internacionales de
las materias primas y los alimentos en ascenso abre dos
espacios para valorizar el capital: la inversión en pro-
ducción de bienes primarios y la inversión en tierras.
Como consecuencia de este contexto de precios altos,
a los objetivos de obtener ganancias de la producción
y extracción de rentas de la adquisición de las mismas,
se suma un tercer objetivo por parte de algunos países
que buscan garantizar el abastecimiento de insumos y
alimentos para sostener sus propios procesos de acu-
mulación (como China, o los países árabes).

Dentro de este factor se aprecia la condición de depen-


dencia del país, en tanto que todas las decisiones relaciona-
das con el mismo (los precios internacionales, las tasas de
interés, los procesos de acumulación de los países inverso-
res, etc.) quedan fuera de los alcances de un país dependien-
te y son tomadas desde los países centrales.

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28 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Tabla 1. Variables dentro del factor externo que explica


el acaparamiento de tierras

Variable Relación con el acaparamiento de tierras

Precio de las materias Determina la rentabilidad de la producción de


primas las materias primas (si aumenta la rentabilidad,
aumenta el acaparamiento de tierras)

Forma parte del precio de la tierra (si aumenta


el precio de la tierra, aumenta el
acaparamiento)

Tasa de interés Forma parte del precio de la tierra (si aumenta


el precio de la tierra, aumenta el
acaparamiento)

Precio de la tierra Si está en ascenso, hace rentable la compra de


tierras

Características de los Determina las necesidades de


patrones de aprovisionamiento de determinados bienes
acumulación de los
países centrales

Fuente: construcción propia.

En efecto, el Cuadro 1 muestra las variables inclui-


das dentro de este factor externo. Si aumenta la renta de
la tierra (influida por el precio de las materias primas) y
el precio de la misma y las características de la acumu-
lación en los países con suficiente capital para exportar
son tales que requieren garantizar el abastecimiento de
los bienes que se producen con la tierra, entonces ceteris
paribus, esto estimulará el acaparamiento de este recurso
en aquellos países que lo tengan disponible. Sin embar-
go, son necesarias también algunas condicionalidades
internas a los propios países que ceden la tierra. Esto
nos lleva al siguiente factor.

2. Un factor interno, relativo a la existencia de un


modo de acumulación en los países que ceden tie-
rras, que convalide esa necesidad de “globalización”

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 29

de los capitales, a través de la apertura comercial


y de capitales, la orientación de la producción al
mercado externo y un rol del Estado como “facili-
tador” de dichas inversiones; es decir, poniendo a
disposición bienes públicos (empresas, tierras, etc.),
ayudando a la “resolución” de conflictos a favor
del capital (reprimiendo, desplazando ocupantes de
tierras, etc.), facilitando su entrada y salida (a tra-
vés de leyes y políticas) y su funcionamiento (por
ejemplo, a través de la autorización para desmon-
tar campos).

Este rol del Estado no se basa simplemente, como


mencionan muchos estudios, en la corrupción deriva-
da del cabildeo por parte del capital extranjero, sino
también en las posibilidades de captación de una parte
de la renta de la tierra a través del sistema impositivo
(con el menor costo político posible) y en el logro de
objetivos de crecimiento, inversión, etc., que permitan
legitimar su gestión.
En este sentido, la característica “dependiente” del
proceso de acaparamiento también se expresa en este
factor interno en la medida en que la configuración de
un modo de acumulación orientado a la explotación de
“ventajas comparativas” por parte del capital extranjero
permitirá no sólo el desarrollo de estas actividades sino
también la transferencia del valor producido hacia el
exterior derivado de las mismas.
En síntesis, modos de desarrollo de países depen-
dientes conjugados con lógicas de expansión de capi-
tales trasnacionales orientados no sólo a la obtención
de ganancias, sino también a la extracción de rentas
a partir del monopolio sobre la tierra ha producido
en los últimos años el fenómeno del acaparamiento de
tierras en estos países.

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30 • Naturaleza y conocimientos en tensión

El contexto previo en Argentina: concentración


de la tierra y cambios en el uso del suelo

En el caso de Argentina, si bien las inversiones extranjeras


en tierras ya existían en el país desde antes, a partir de
2002 cambia la naturaleza de las mismas: no sólo aumentan
exponencialmente las adquisiciones en términos cuantita-
tivos, sino que cambian sus características cualitativas. El
contexto previo a esta oleada de inversiones estaba caracte-
rizado por una elevada concentración de la tierra y por un
cambio en el uso del suelo (expansión de la soja hacia todo
el país) que ya había comenzado a darse en la década ante-
rior. Por un lado, un proceso de “exclusión silenciosa” en el
que la apertura de la economía, la desregulación del agro y
las malas condiciones del mercado (en términos de precios,
tasas de interés, tipo de cambio, etc.) obligaron a muchos
pequeños y medianos productores a abandonar (vender o
entregar a los bancos) sus campos.

El panorama durante el kirchnerismo:


las contradicciones de un modo de acumulación
A partir de la devaluación de 2002 aumentaron las adquisi-
ciones de tierras por parte de extranjeros en el país: el pro-
medio anual de hectáreas adquiridas por inversores extran-
jeros pasó de 94.123 hectáreas en el periodo 1992-2001 a
215.561 hectáreas en el período 2002-2013; mientras que el
tamaño medio de las transacciones pasó de 32 mil a casi 63
mil hectáreas (Costantino 2016).
Las ventas de tierras durante la etapa 1992-2001 res-
ponden a la crítica situación por la que pasaban los produc-
tores familiares: los bajos precios de las materias primas de
exportación, las altas tasas de interés reales y, a partir de
1998, la recesión por la que pasaba el mercado interno sig-
nificaron una gran problemática para los productores fami-
liares endeudados que se vieron imposibilitados de pagar

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 31

sus deudas y, en muchos casos, decidieron vender sus pro-


piedades (en otros casos, los campos fueron directamente
rematados por los bancos).
Este proceso de ventas existente durante la década de
los años noventa (que es el que genera la escalada en la
gran concentración de la tierra mostrada en el apartado
anterior), comienza a multiplicarse aún más a partir de la
devaluación del 2002. Además, como dijimos anteriormen-
te, un contexto de precios internacionales de las materias
primas en ascenso hace rentable la adquisición de tierras
no sólo por el negocio mismo de la producción y expor-
tación de esos productos, sino también por el negocio que
implica la valorización del recurso tierra. En el primer caso,
no sólo porque los precios internacionales comenzaron a
ascender fuertemente en la década del 2000, sino también
por la devaluación producida en Argentina, la inversión en
la producción de materias primas se volvió un negocio muy
rentable para el capital. Ahora bien, este contexto favorable
para los precios de las materias primas generó, a lo largo
de toda la década del 2000, un contexto también ascenden-
te para el precio de la tierra, creando expectativas favora-
bles para los negocios meramente inmobiliarios. Es decir,
mientras los precios de las materias primas mostraran una
tendencia creciente, impulsaban la valorización de la tierra
tanto por el negocio productivo, como por el inmobiliario.
Esta mejora en las condiciones del negocio inmobiliario
de tierras rurales en el país fue creada, en mayor medida,
por factores fuera del alcance de un país dependiente como
Argentina; pero no por ello sin estar facilitado por determi-
nados “factores internos”. Veamos.
A partir de la devaluación del año 2002 puede decirse
que se abre una nueva fase dentro del modo de acumulación
del país, es decir, manteniéndose las características estruc-
turales se van a producir algunos cambios (especialmente en
las políticas públicas y el modo de relación entre el Estado
y la clase trabajadora).

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32 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Como parte de estos cambios, el papel de la adquisición


de tierras por parte de extranjeros fue complementario a
las necesidades del patrón de acumulación y, por lo tanto,
fue un fenómeno muy beneficiado por toda una serie de
programas y leyes que facilitaron su expansión y funciona-
miento. En la medida en que la mayor parte de estas adqui-
siciones se realizó para la producción de materias primas
para la exportación, el acaparamiento de tierras implicó una
entrada de capitales tanto por el lado de la inversión extran-
jera como por el lado del saldo comercial (las dos principa-
les fuentes de recursos externos en la fase abierta en 2002).
En este sentido, ayudó a la vez a lograr el equilibrio macro-
económico externo y a balancear las cuentas fiscales, ambas
condiciones necesarias para sostener la expansión de ramas
creadoras de empleo como la industria o la construcción.
Todo esto fue posible gracias al plan de desarrollo
implementado desde el gobierno y a la sanción de un marco
legal (apoyado sobre el marco legal previo) que permitió
la adquisición de tierras por parte de extranjeros a través
de: (i) leyes que facilitan la entrada del capital extranjero
en la economía; (ii) leyes que facilitan la entrada del capital
extranjero en la tierra; y (iii) leyes que regulan la adquisi-
ción de tierras pero no se cumplen o no son operativas por
la laxitud de sus restricciones. Los primeros dos conjun-
tos de leyes habían sido sancionados en etapas anteriores,
mientras que las leyes del conjunto (iii) fueron sancionadas
durante el kirchnerismo (ley de tierras, ley de glaciares, ley
de bosques, ley de emergencia para comunidades origina-
rias, etc.). La poca operatividad o el total incumplimiento de
las mismas es lo que permite distinguir el discurso público
que existía en contra del agro y las inversiones extranjeras
y las políticas realmente aplicadas en este ámbito.
Una característica particular de la oleada de inversio-
nes en tierra de la década del 2000, que la diferencia de
las inversiones anteriores, es la naturaleza de los inversores
(tanto el país de origen como el tipo de empresa) (Costan-
tino 2015). Durante la década del noventa, el proceso de

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 33

acaparamiento estaba mucho más concentrado en inverso-


res de Estados Unidos y de Europa. En el caso de Esta-
dos Unidos (tanto las empresas con asiento en dicho país,
como las empresas con asiento en Argentina pero que coti-
zan en Wall Street), se trataba en mayor medida de tres
inversores: CRESUD, Tomkins Conservation y el magnate
de los medios de comunicación Ted Turner. La aparición
de países como China, India o Arabia Saudita significó la
incorporación de un nuevo actor en el escenario del acapa-
ramiento de tierras en Argentina en la década del 2000: las
empresas estatales extranjeras. Se trata de empresas estata-
les (Heilongjiang State Farms Beidahuang Group, Metallur-
gical Construction Corporation) o para-estatales (Alkhora-
yef Group, Walbrook Group) que han adquirido tierras en
Argentina con el objetivo principal de garantizar el abaste-
cimiento de materias primas para sus países de origen.
Ahora bien, a pesar de esta novedad, las empresas pro-
venientes de Estados Unidos siguen siendo las mayoritarias
en el proceso de acaparamiento de tierras en Argentina. Si
sumamos: (i) las tierras en manos de empresas con asien-
tos en paraísos fiscales, pero cuyos accionistas son mayo-
ritariamente de Estados Unidos (el 10.6% del total de tie-
rras acaparadas); (ii) las tierras en manos de empresas con
asiento en Argentina, pero cuyos tenedores de acciones son
principalmente estadounidenses (el 9.6% de tierras); y (iii)
las empresas con asiento en Estados Unidos (el 10% de las
tierras), podríamos afirmar sin riesgo a equivocarnos que
los capitales estadounidenses siguen liderando el proceso
de acaparamiento de tierras, aunque con una participación
menor que en la década anterior (30.2% en 2002-2013 ver-
sus 54.5% en 1992-2001). Se trata de empresas trasnaciona-
les dedicadas a la producción agropecuaria y a la compra-
venta de tierras. Aparece aquí, la empresa Adecoagro creada
por George Soros a partir de la adquisición de la argentina
Pecom Agropecuaria (del empresario Gregorio Pérez Com-
panc) en el año 2002 (Adecoagro SA 2010). Esta empresa,

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34 • Naturaleza y conocimientos en tensión

junto con Cresud (que hasta el año 2000 también había


sido propiedad de Soros), poseen más del 65% de las tierras
adquiridas por capitales estadounidenses en esta etapa.
Por último, una de las dimensiones más importantes
que caracteriza al proceso de adquisición de tierras por
parte de extranjeros en la década del 2000 en Argentina
se refiere a los objetivos de los inversionistas. Esto es así
porque esta dimensión permitirá visualizar al proceso de
acaparamiento de tierras en Argentina en esta etapa como
una forma particular de transferencia de valor hacia los
países centrales que depende, en mayor medida, de deci-
siones tomadas en base a cuestiones geopolíticas o de los
propios procesos de acumulación de los países inversores.
Todo esto, favorecido por los factores internos relativos
a las características del modo de desarrollo y las políticas
aplicadas en Argentina.
Debe resaltarse que todas las operaciones de acapa-
ramiento de tierras registradas tienen un objetivo general
que consiste en valorizar el capital. Esto significa aplicar
el capital de distintas formas y en distintos circuitos, pero
siempre buscando incrementar su valor mediante la obten-
ción de ganancias. Sin embargo, justamente, el modo en que
se lleva a cabo este objetivo general introduce diferencias
que podemos analizar.
Durante la década de los noventa, las adquisiciones
de tierras tenían, exclusivamente, objetivos de producción
orientados al mercado: producción agropecuaria en mayor
medida, conservación y turismo (sobre todo, en la etapa de
precios de la tierra más bajos durante la crisis de la Conver-
tibilidad). Luego de la devaluación del 2002 en el país y a
partir del ascenso que comienzan a tener desde los noventa
algunos países en el escenario del capitalismo mundial el
panorama de la adquisición de tierras cambia en términos
de los objetivos. Volveremos enseguida sobre este punto.
En definitiva, de un proceso de “exclusión silenciosa”
en la década de los noventa, donde la expansión del gran
capital se daba principalmente por las vías del mercado,

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 35

se pasa en la década del 2000 a un proceso de exclusión


por coacción explícita y por apropiación unilateral de los
territorios de campesinos e indígenas por parte del capital
extranjero, con ayuda del Estado. De conjunto, el proce-
so –analizado en cada una de sus dimensiones- muestra
la profunda imbricación del modo de desarrollo argentino
con el proceso de acaparamiento de tierras. De hecho, este
proceso profundiza en esta fase la dependencia externa que
caracteriza al modo de desarrollo, dejando cada vez menos
espacio al control del patrimonio nacional con base en deci-
siones soberanas. Ahora bien, ¿qué ocurrió con este proceso
y con el papel del Estado a partir de la llegada del nuevo
gobierno en diciembre de 2015?

El panorama con Cambiemos: profundización


de las tendencias
Durante el primer año del gobierno de Mauricio Macri se
pueden identificar algunos cambios respecto a la política
en torno a la extranjerización de tierras. Estos cambios no
representan un giro respecto de los que se venía haciendo,
sino más bien se trata de la eliminación de las contradiccio-
nes presentes durante la gestión anterior en esta materia.
Como mencionamos, el gobierno anterior tuvo, al igual
que en muchos otros temas, un comportamiento contra-
dictorio respecto de la presencia del capital extranjero en
el agro. Por un lado, alentaba su presencia otorgando per-
misos de desmonte, apoyándolo ante conflictos con comu-
nidades, otorgándole beneficios, etc.; y por otro lado, fue
durante el gobierno anterior cuando se sancionó la ley de
protección al dominio nacional sobre la propiedad, pose-
sión o tenencia de las tierras rurales n° 26.737, conoci-
da popularmente como “Ley de Tierras” (Congreso de la
Nación 2011), que regula la posesión de tierras en manos
de extranjeros, y que fue sancionada gracias a la lucha y
presión de muchas agrupaciones de chacareros, campesinos
y ambientalistas. Entre otras cosas, esta ley estipula que la

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36 • Naturaleza y conocimientos en tensión

proporción de tierras en manos de inversores extranjeros


(tanto a nivel nacional, provincial y municipal) no debía
superar el 15% del total del territorio.
La eliminación de estas contradicciones fue el principal
cambio que comenzó a aplicar el gobierno de Macri desde
su asunción en diciembre de 2015. Así, el camino se va
allanando con un claro sesgo en favor del capital extranje-
ro, y eliminando todo tipo de traba para que éste ingrese
al territorio y desplace a las comunidades que hasta aho-
ra lo ocupaban.
Luego de esta aclaración, veamos cuáles son estos cam-
bios. En primer lugar, a mediados de 2016 el presidente
Macri eliminó por decreto algunos artículos de la Ley de
Tierras. Los puntos más importantes luego de este decreto
son (Poder Ejecutivo Nacional, Decreto Nº820, 2016):

1. Se define como “extranjera” aquella persona jurídica


con, al menos, el 51% de participación de extranjeros
en su capital, mientras que la ley establecía el 25%. O
sea que, a partir del decreto, se contabilizarán “menos”
extranjeros que antes.
2. No queda claro cuál es el límite máximo de hectáreas
que pueden adquirir los extranjeros. Antes eran 1000
has. en la zona núcleo. El nuevo decreto dice textual-
mente: “Con respecto al cómputo del límite previsto en
el artículo 10, primer párrafo, de la Ley Nº 26.737 [el
de las 1000 has], cada límite para cada tipo de explota-
ción y/o municipio, departamento y provincia funcio-
na como tope máximo para dicho tipo de explotación
y/o municipio, departamento y provincia y, a su vez,
como tope máximo a nivel provincial y nacional.” La
redacción es bastante confusa, y no termina de quedar
claro cuál será el límite.
3. Se eliminan las sanciones en caso de incumplimiento
de la ley. En la ley se establecían como sanciones: aper-
cibimientos, multas, etc. Ese texto fue eliminado en el
nuevo decreto.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 37

4. Quedan fuera de los límites fijados por la ley las tierras


que se encuentren catalogadas como “Zona Industrial”,
“Área Industrial” o “Parque Industrial”; y las transmi-
siones de tierras rurales por herencia a herederos for-
zosos extranjeros. Antes, estas tierras estaban bajo la
misma regulación de la ley de tierras, es decir debían
cumplir los límites a la propiedad extranjera que la
misma establecía.
5. No sólo la ley no afecta derechos adquiridos (esto ya era
así), sino que este decreto agrega que, si un propietario
extranjero que adquirió su tierra antes de la puesta en
vigencia de la ley la vende, ahora o en el futuro, podrá
“luego adquirir el equivalente a dichas tierras rurales”.

Las grandes empresas poseedoras de tierras rurales en


Argentina han celebrado estas medidas. En el último infor-
me a la Securities and Exchange Commission presentado
por la empresa Adecoagro, se lee en referencia a las refor-
mas realizadas por decreto por Macri a la ley de tierras:
“La aplicación de las leyes relativas a la propiedad extran-
jera de las tierras rurales no tiene un efecto adverso en las
tierras rurales actuales propiedad de nuestras subsidiarias
argentinas” (Adecoagro 2016, 30). Sin embargo, inmediata-
mente después, se observa un tono amenazante en demanda
de reformas más profundas: “Sin embargo, nuestras filiales
argentinas pueden ser impedidas de adquirir tierras rurales
adicionales en Argentina, lo cual puede afectar adversamen-
te nuestra condición financiera y los resultados de nuestras
operaciones” (Adecoagro 2016, 30).
El segundo cambio importante en este tema es la anu-
lación de un convenio del año 2013 entre el Ministerio de
Defensa y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
(INTA) para que el Estado produzca él mismo sobre tie-
rras públicas propiedad del Ejército. Como consecuencia
de esto, desde 2016 se arrendaron más de 15.000 hectáreas
a CRESUD y a MSU, dos grandes empresas que cotizan
en bolsa, con un alto porcentaje de accionistas extranjeros.

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38 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Frente a esta situación, la Federación Agraria Argentina ha


manifestado públicamente y ante el gobierno su descon-
tento, argumentando que esas tierras podrían haber sido
adjudicadas a cooperativas de chacareros. De las más de
15.000 hectáreas licitadas el año pasado, sólo 200 fueron
adjudicadas a este tipo de cooperativas.
Por último, el tercer punto importante que se puede
encontrar durante el gobierno de Macri respecto a este
tema es una mayor represión y una violencia aún más
explícita por parte del Estado para proteger a los capitales
trasnacionales de las demandas de las comunidades loca-
les por las tierras o por el impedimento de acceso a los
bienes comunes (caminos, ríos, lagos, etc.). Un ejemplo de
esto es el caso de Cushamen, el municipio de la provin-
cia de Chubut donde la propiedad de tierras en manos de
extranjeros supero los límites establecidos por la ley, y don-
de desde hace años la comunidad mapuche demanda por
tierras que les corresponden y que fueron apropiadas por
Benetton. En enero de 2017, dicha comunidad sufrió una
grave represión luego de la intervención de la Gendarmería
Nacional en el conflicto por orden del gobierno nacional.
En otra manifestación de la misma comunidad en agosto de
2017, la fuerte represión por parte de la Gendarmería tuvo
como consecuencia un manifestante desaparecido y hallado
muerto pasados más de tres meses del hecho. Otro ejemplo
es el caso de Joseph Lewis, amigo personal de Mauricio
Macri y propietario de miles de hectáreas en la Patagonia,
que impide el acceso público al Lago Escondido. También
fueron públicamente conocidas las manifestaciones de apo-
yo del Presidente a su amigo por este problema.
Respecto a este punto, las empresas advierten el “pro-
blema” que el conflicto social pueda llegar a causarles en sus
operaciones y “amenazan” sobre las posibles consecuencias
que pueden llegar a haber en caso de que el gobierno se
incline a favor de los manifestantes. El informe a la SEC de
la empresa Adecoagro afirma (Adecoagro 2016, 33):

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 39

Argentina ha experimentado una importante turbulencia


social y política, incluyendo disturbios civiles, motines,
saqueos, protestas a nivel nacional, huelgas y manifestaciones
callejeras. A pesar de la recuperación económica y la relativa
estabilización de la Argentina, continúan las tensiones socia-
les y políticas y los altos niveles de pobreza y desempleo.
Actualmente, Argentina se enfrenta a protestas nacionales,
incluyendo una huelga masiva general y varias protestas
durante 2017.
Las políticas futuras del gobierno para prevenir o reaccionar
ante el malestar social pueden incluir expropiación, naciona-
lización, renegociación forzada o modificación de contratos
existentes, suspensión de la aplicación de los derechos de los
acreedores, nuevas políticas tributarias, y cambios en las leyes
y políticas que afectan el comercio exterior y la inversión.
Tales políticas podrían desestabilizar al país y afectar adversa
y materialmente a la economía argentina, y por ende a nues-
tros negocios, resultados operativos y situación financiera.

En definitiva, como mencionamos al principio, no se trata


tanto de cambios como de una profundización de un esquema
que durante el gobierno anterior presentaba no pocas contra-
dicciones y que el actual gobierno ha decidido inclinar clara-
mente en favor del capital extranjero.

El acaparamiento de tierras y la soberanía alimentaria

El fenómeno del acaparamiento de tierras se relaciona directa-


mente con la problemática de la seguridad alimentaria y sobe-
ranía alimentaria. Esta relación se da “hacia adelante” y “hacia
atrás”. Hacia atrás, porque algunas de las razones por las cuales
muchos países, en los últimos años, han implementado políti-
cas de expansión hacia afuera para producir alimentos en otros
países adquiriendo tierras, ya sea directamente por parte de los
propios Estados o incentivando la inversión de privados. Esta
política de intervención directa en la producción en el extran-
jero sustituye el abastecimiento de esos alimentos a través de

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40 • Naturaleza y conocimientos en tensión

las importaciones, lo cual va en línea también con mantener un


control sobre ese abastecimiento, y garantizar la seguridad ali-
mentaria. Es decir, esta razón, en última instancia, termina sien-
do geoestratégica.
Hacia adelante, porque las inversiones en tierras producen,
en la mayoría de los casos, cambios en el uso del suelo en los
países receptores de las mismas. Este cambio, por los propios
objetivos de los proyectos, sustituye producción destinada al
abastecimiento interno por monocultivos de exportación. Este
proceso aumenta la inseguridad alimentaria de estos países que
reciben las inversiones.

Figura 1. Acaparamiento de tierras y seguridad alimentaria

Una de las dimensiones más importantes que caracteriza


al proceso de acaparamiento de tierras en Argentina durante
los 2000 se refiere a los objetivos de los inversionistas2. Esto es
así porque esta dimensión permite visualizar cómo este fenó-
meno puede estar afectando a la soberanía alimentaria del país.
El concepto de soberanía alimentaria fue impulsado por la Vía
Campesina y el Foro por la Soberanía Alimentaria y se refie-
re al derecho de los pueblos a decidir sobre su propio sistema
alimentario y productivo. Es concebido como la precondición
para alcanzar la seguridad alimentaria, es decir, para que toda

2 Para un análisis más detallado de otras características de este fenómeno, incluido


los datos cuantitativos respecto a la tendencia que ha tenido el fenómeno a nivel
nacional, verCostantino(2015, 2016, 2017).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 41

la población pueda acceder a una alimentación completa y sana


es necesario tener en cuenta quién, qué, para qué y para quién
se produce.
Debe resaltarse que todas las operaciones de acaparamien-
to de tierras registradas tienen un objetivo general que consiste
en valorizar el capital. Esto significa aplicar el capital de dis-
tintas formas y en distintos circuitos, pero siempre buscando
incrementar su valor mediante la obtención de ganancias. Sin
embargo, justamente, el modo en que se lleva a cabo este objeti-
vo general introduce diferencias que podemos analizar en este
apartado. La primera distinción relevante es que, de acuerdo al
tipo de demanda que tengan los bienes y servicios producidos,
las inversiones en tierras se diferencian en dos grandes grupos:
aquellas cuya producción se destina al mercado (compitiendo
por los compradores), y aquellas que tienen la demanda asegu-
rada. Estas últimas están guiadas por las necesidades específicas
de un proceso de valorización en otra economía que requiere,
por ello, garantizarse el abastecimiento de ciertos bienes. Por
su parte, las inversiones cuya producción se destina al mercado
pueden distinguirse, a su vez, en objetivos más específicos: pro-
ducción primaria, turismo y conservación.

Tabla 2. Objetivos de las inversiones extranjeras en tierras en Argentina,


1992-2001 y 2002-2013

Fuente: elaboración a partir de la base de datos construida.

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42 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Como anticipamos, con posterioridad a la devaluación


del 2002 en consonancia con el ascenso que comienzan a
tener algunos países en el contexto del capitalismo mundial
(como China o India), se suceden algunas modificaciones
importantes en relación con los objetivos por los que se
produce la adquisición de tierras. A partir de entonces, se
duplican las tierras para producción agropecuaria, ganan
importancia las adquisiciones para explotaciones mineras
y surge un nuevo objetivo antes inexistente: el control de
tierras para garantizar el abastecimiento de materias primas
y alimentos de los países inversores. A continuación, expli-
caremos el devenir y las características principales de cada
uno de estos objetivos.

Producción primaria para el mercado


Este objetivo se refiere a las adquisiciones de tierras cuyo
fin explícito es la obtención de ganancias, no sólo a tra-
vés de la producción primaria sino también a través de la
valorización de las tierras adquiridas para lograr ganancias
de capital. Las principales inversiones con este objetivo,
tanto durante los noventa como en la década del 2000,
son estadounidenses (a través de empresas con asiento en
Argentina, en Luxemburgo y en Estados Unidos), mineras
canadienses y agroalimentarias alemanas.
Dentro de las inversiones con este objetivo pueden
encontrarse dos tipos diferenciados: por un lado, las adqui-
siciones de tierras por parte de empresas agroalimentarias
que incluyen explícitamente el objetivo de la valorización
de la tierra y, por otro lado, las adquisiciones por par-
te de grandes mineras trasnacionales. En el primer caso,
ocupando un lugar preponderante están las inversiones de
Adecoagro y Cresud. En los informes a la SEC (Securi-
ties and Exchange Commission) de ambas empresas aparecen
como los principales negocios la producción agropecuaria
y la “transformación de la tierra”. Respecto a la producción

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 43

agropecuaria, producen granos, oleaginosas y ganado que


luego venden a los grandes comercializadores y compañías
industriales que la terminan exportando.
Ahora bien, además de esto, resulta importante lo que
estas empresas denominan el objetivo de “transformación
de la tierra”. Con esto se refieren a la adquisición de tierras
que las empresas definen como “sub-desarrolladas” (saba-
nas y pastizales naturales) y “sub-administradas” o “sub-
utilizadas” (tierras de pasturas o de agricultura mal admi-
nistrada o manejada) y, mediante la implementación de
tecnología de producción de vanguardia y las mejores prác-
ticas agrícolas las transforman para hacerlas adecuadas para
usos productivos más rentables.
Es decir, los objetivos de estas empresas no son sólo
productivos sino también inmobiliarios y especulativos a
través de la adquisición de tierra a bajo precio y su pos-
terior venta a un precio mayor (ya sea porque el precio
de la tierra aumentó como consecuencia del aumento en
el precio de las materias primas o bien porque aumentó
como consecuencia de las inversiones realizadas sobre la
misma) (Adecoagro SA 2013; Cresud S. A. 2010). Entre
2006 y 2013, la empresa Adecoagro vendió más de 53.000
hectáreas de tierras generando ganancias de capital por,
aproximadamente, 160 millones de dólares. Según la propia
empresa, estas ganancias de capital se realizaron gracias a:
(i) la adquisición de tierra a precios por debajo de su valor
de mercado; (ii) el proceso de transformación de la tierra
aplicado por la empresa; y (iii) la apreciación que tuvo la
tierra por el aumento en el precios de las materias primas
(Adecoagro SA 2010).
Por otro lado, están las grandes adquisiciones de tierras
por parte de las mineras que parecerían tener sólo un fin
productivo (y no inmobiliario como las agroalimentarias
anteriores). En este caso se destaca la canadiense Pan Ame-
rican Silver con más de 235.000 hectáreas distribuidas en
la Patagonia para la exploración y extracción a cielo abierto
de oro, plata y plomo.

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44 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Conservación y turismo
Presentamos en este apartado de manera conjunta los obje-
tivos relativos al turismo y la conservación porque están
muy relacionados y, en muchos casos, hasta se trata de los
mismos inversores. La literatura ha caracterizado a este
tipo de adquisiciones como “acaparamiento verde”, es decir,
la apropiación de tierra y recursos para fines ambienta-
les, como un caso particular del acaparamiento de tierras
(Fairhead, Leach, y Scoones 2012). En general, se presenta
a este fenómeno como consecuencia del proceso de mer-
cantilización de la naturaleza, es decir como una forma
de creación de nuevas oportunidades de inversión, sobre
todo en la etapa neoliberal. La “naturaleza” se ha vuelto
un activo de negocios que genera ingresos a partir de los
“servicios ambientales” que provee (emisión de oxígeno,
agua limpia, bellos paisajes, control de plagas, etc.). Como
contraprestación, entonces, los propietarios de los recursos
que brindan esos servicios captan fondos (públicos o de
organismos internacionales) para la conservación, obtienen
ingresos por el eco-turismo, la venta de bienes orgánicos y
sustentables, etc. Para lograr esto se han difundido (desde
la academia, la prensa, las organizaciones de la sociedad
civil, etc.) determinados “lenguajes de valoración” (Martí-
nez Alier 2009) como el de la biodiversidad en peligro, la
necesidad de biocombustibles, entre otros, que, más allá de
su veracidad o falsedad (aquí no se está emitiendo opinión
al respecto), justifican los cercamientos de las áreas natu-
rales para evitar la extinción de especies o compensar la
emisión de gases contaminantes en otras regiones y, ade-
más, permiten el surgimiento de mercados para comerciar
los “bienes ambientales” (ahora convertidos en mercancía)
(Kelly 2011). La Patagonia argentina, de hecho, es un caso
paradigmático a nivel mundial en términos del acapara-
miento de tierras en nombre de la protección del medio
ambiente y la naturaleza, sobre todo durante la década de
los noventa (Zoomers 2010).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 45

Tanto durante la década de los noventa como en los


2000 la mayor parte de estas adquisiciones se realizó apro-
vechando coyunturas de precios de la tierra excepcional-
mente bajos. En la primera etapa, el 97.9% de la tierra para
turismo y conservación se adquirió entre 1997 y 2001, es
decir, durante toda la etapa recesiva del ciclo de la Conver-
tibilidad en que los precios de las tierras estuvieron cons-
tantemente a la baja. Mientras que en la segunda etapa, el
87% de la tierra para este objetivo fue comprada entre 2002
y 2003, es decir, mientras la economía aún estaba en rece-
sión luego de la crisis de la década anterior y los precios de
la tierra recién estaban empezando a recuperarse (aunque
aún estaban por debajo de los precios de 1999).
Uno de los principales inversores es Douglas Tom-
kins a través de su fundación “Tomkins Conservation”.
Este inversionista utiliza dos mecanismos distintos para sus
adquisiciones, siguiendo un filosofía de “ecología profun-
da”, entendida como la naturaleza sin intervención humana,
para lo cual transforma las tierras para dejarlas en un estado
lo más “virgen” y silvestre posible. Por un lado, adquiere
grandes estancias productivas que recupera introduciendo
especies en extinción y reacondicionando el paisaje, la flora
y la fauna. Una parte de estas estancias las arrienda para
actividades productivas sustentables y ecológicas (para lo
cual deben ajustarse a determinados estándares orgánicos
y de manejo de recursos), y otra parte la destina al eco-
turismo de lujo. De esta forma, al igual que como vimos en
el caso de las empresas productivas que transformaban la
tierra para aumentar su valor, en este caso sucede lo mismo
y esto le ha permitido a Tomkins vender miles de hectáreas
“recuperadas” en Argentina en los últimos años obteniendo
importantes ganancias (Tomkins Conservation 2014; 2013).
Por otro lado, este inversor adquiere grandes extensiones
de tierras en lugares estratégicos en términos de recur-
sos naturales, belleza paisajística y alto potencial ecológico
(muchas de las cuales son adyacentes a parques nacionales
ya existentes) para, en teoría, luego de recuperadas donarlas

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46 • Naturaleza y conocimientos en tensión

a los Estados para crear parques nacionales. La investiga-


ción de García (2004) mostró que, en realidad, esta compa-
ñía (asociada con fundaciones ecologistas nacionales, como
Fundación Vida Silvestre) entrega provisoriamente las tie-
rras al Estado (ya sea nacional o provincial) bajo la figura
del fideicomiso imponiéndole una serie de condicionalida-
des de muy difícil cumplimiento (por ejemplo, establecer
“parques marinos” –parques con mayor superficie de agua
que de tierra- en menos de 3 años). Si las mismas no se
efectivizan en un determinado plazo, el contrato permite a
Tomkins recuperar esas tierras.
Además de Tomkins, dentro de este objetivo se
encuentran otros grandes magnates que han adquirido
tierras para explotar los paisajes de la Patagonia argen-
tina a través de mega emprendimientos “eco-turísticos”
de lujo, sólo accesibles a turistas de altos ingresos. Este
es el caso de Ted Turner, Joseph Lewis y el holandés
Hubert Gosse. El caso de Joseph Lewis ha resulta-
do sumamente conflictivo pues, dentro del predio que
adquirió del Estado se encuentra el Lago Escondido
(público, según la legislación argentina), y el empresario
cercó los accesos públicos para impedir el acceso libre
y gratuito a aquel paisaje natural (un día en el complejo
de Lewis cuesta más de U$S 1.700). En los tres casos
se trata de grandes extensiones (muchas adquiridas a los
propios Estados provinciales) con grandes reservorios
de agua dulce y otros recursos estratégicos.
Si bien en Argentina no existe aún un mercado
de bonos de carbono, el gobierno ya ha enviado en
el año 2013 una propuesta a Naciones Unidas para la
gestión del programa REDD+ (“Reducción de Emisiones
por Deforestación y Degradación”) en el país (progra-
ma de aquel organismo que otorga financiamiento a
los Estados y los propietarios de tierras que cumplan
con determinadas normas en términos de forestación).
Además, la Ley de Bosques sancionada en 2007 tam-
bién prevé el otorgamiento de fondos para los dueños

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 47

de tierras en pago por los servicios ambientales que


brindan los bosques. Todos estos incentivos se suman
a la obtención de ganancias derivadas de la explota-
ción de emprendimientos turísticos y otros fondos de
organismos internacionales que los dueños de grandes
reservorios de recursos naturales pueden obtener por
su conservación. Al igual que en el objetivo anterior,
se trata de inversiones para producir bienes y servi-
cios destinados al mercado. Es decir, más allá de las
definiciones personales que tienen este tipo de inver-
sores sobre sí mismos y sobre sus inversiones, poco de
filantropía parece haber en las adquisiciones de tierras
con fines ecológicos.
Muchos de estos casos se refieren a cercamientos de
tierras estatales y de uso comunal, que previamente eran
explotadas por campesinos o pueblos originarios con
títulos precarios sobre esas tierras (o directamente sin
titularidad). Por lo que, en todos estos casos, se trata de
inversiones que producen un cambio drástico en el uso
de la tierra, sustituyendo en muchos casos producciones
para el abastecimiento local de alimentos por negocios
en el sector de los “mercados verdes” y turismo ecológi-
co para consumidores de altos ingresos.

Garantizar el abastecimiento de materias primas


a sus países de origen
Una de las novedades del acaparamiento de tierras por
parte de extranjeros en la década del 2000 son las
adquisiciones con el fin de garantizar el abastecimiento
por parte de determinados países, sobre todo países que
en los últimos años vienen experimentando procesos de
fuerte crecimiento e industrialización y que requieren
del abastecimiento constante de materias primas para
sostener estas tasas.

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48 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Tabla 3. Países que adquieren tierras en Argentina para garantizar


abastecimiento de materias primas, hectáreas y %, 2002-2013

País China India Arabia Corea Japón Total


Saudita del Sur

Hectá- 320.000 273.700 212.306 20.000 11.000 837.006


reas

Porcen- 38.2 32.7 25.4 2.4 1.3 100


taje

Fuente: elaboración a partir de la base de datos construida.

En primer lugar está China, que comenzó en el 2011


a hacer grandes adquisiciones de tierra en el país. Desde
el 2010, China comenzó a invertir en Argentina en múlti-
ples sectores estratégicos para el abastecimiento de mate-
rias primas necesarias para el proceso de acumulación de
capital del país asiático. De esta forma, había invertido en el
sector energético (compró el 50% de la petrolera argentina
Bridas, del empresario Bulgheroni, y participaciones en la
filial argentina de Occidental Petroleum, Exxon Mobil y
Electroingeniería), en el sector de finanzas (el banco chino
ICBC compró el 80% de Standard Bank Argentina S. A.),
en el sector de transporte (trenes y joint venture con la
automotriz argentina SOCMA), en el sector agrícola (joint
venture con CRESUD) y en el sector químico (The Heritage
Foundation 2014).
En el año 2010, la empresa estatal china Heilongjiang
Beidahuang State Farm Business Trade Group Co. firmó un
acuerdo de cooperación con la provincia argentina de Río
Negro para un proyecto agroalimentario que consistía en la
inversión, por parte de los inversores chinos, en un sistema
de infraestructura de riego para más de 300.000 hectáreas
a lo largo de cinco valles lindantes al río Negro. Para rea-
lizar esto iban a tener múltiples facilidades por parte del

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 49

gobierno y la concesión de la zona portuaria de San Anto-


nio Este “sin cargo alguno” por 50 años (con renovación
automática) (Gobierno de la provincia de Rio Negro 2010).
El acuerdo consistía en lo siguiente: la empresa rea-
lizaría la inversión en el sistema de riego y la misma se
iba a computar como un préstamo a los productores que
se vieran beneficiados por dicho sistema. Los productores
seguirían produciendo ellos mismos sus tierras, pero a cam-
bio del préstamo, debían producir sólo lo que la empresa
china les pidiera y vender exclusivamente a ellos toda la
producción. Si los productores no estaban dispuestos a esto
podían vender o alquilar su tierra siempre que el com-
prador o arrendador se comprometa a producir los bienes
encargados por la empresa china; de lo contrario las tierras
podían ser expropiadas por el Estado. Además, los produc-
tores debían ceder el 30% de sus tierras como garantía por
la inversión china y pagar, durante 20 años, la deuda por
esta inversión (si no querían o no podían hacerlo, tenían
la posibilidad de entregar el 30% de la tierra que habían
puesto en garantía).
Es decir, si bien la empresa china no se apropiaba legal-
mente del 100% de esta tierra, sí pasaba a tener el control
absoluto de la misma y de la producción. Los propietarios
originales de la tierra devendrían en productores terceriza-
dos produciendo por encargo para China (de productores
independientes a “empleados tercerizados” de la empre-
sa). Entonces, de acuerdo a la particularidad que tiene este
acuerdo, parecería que el principal objetivo de China, ade-
más de obtener una rentabilidad por la inversión en el sis-
tema de riego, es asegurarse el abastecimiento de materias
primas necesarias para su propio proceso de acumulación
de capital hacia adentro de su país. El proceso de urbaniza-
ción e industrialización en China aumentó las necesidades
de materias primas y alimentos tanto por el crecimiento de
la demanda para abastecer los procesos industriales, como
también por el aumento en el consumo derivado de mejores
niveles de ingresos para alguna parte de la población y por

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50 • Naturaleza y conocimientos en tensión

la mayor presión sobre la tierra cultivable que se ha dado


hacia el interior del país. Al mismo tiempo, resulta cada
vez más necesario para aquella economía encontrar nuevas
oportunidades de inversión para colocar el capital acumu-
lado a partir del proceso de reformas estructurales de mer-
cado y de superexplotación del trabajo que allí se da (pago
por debajo del valor de la fuerza de trabajo y alta intensidad
laboral). En este sentido, las inversiones externas en adqui-
sición de tierras para la producción de materias primas
atiende a estas dos necesidades: asegura el abastecimiento
de las materias primas necesarias y ofrece una oportunidad
rentable de inversión para expandir el capital chino.
Algo similar ocurre con las inversiones árabes e
indias en tierras en Argentina, pero a diferencia del caso
chino de inversión con empresas estatales, en estos casos
se trata de inversiones de capitales privados con apoyo
de los Estados. En el año 2011 el sheik árabe Moham-
med Al-Khorayef firmó un convenio con el gobierno de
la provincia del Chaco para explotar 200.000 hectáreas
en la región del bosque Impenetrable para producir
granos y exportarlos al país árabe, comprometiéndose
a invertir en infraestructura de riego. El proyecto del
inversor árabe es parte de una política de aquel país
denominada “Iniciativa del rey Abdullah para la seguri-
dad alimentaria nacional”, que consiste en la provisión
por parte del gobierno de fondos, crédito y logística
a inversores privados saudíes para que inviertan en el
extranjero en agricultura. El objetivo es formar una
reserva estratégica de materias primas alimenticias para
hacer frente a las necesidades de alimentación y para
evitar futuras crisis alimentarias (sobre todo, por no
tener control sobre el precio internacional de los ali-
mentos). Esta política surge a partir de la eliminación
de la política de subsidios que el gobierno árabe tenía
con los productores saudíes, lo cual aumentó las nece-
sidades de importación de alimentos de aquel país. Es
decir, nuevamente, al igual que en el caso de China,

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 51

la adquisición de tierras en Argentina responde a fac-


tores relativos a los procesos de acumulación de los
países inversores.
Por último, en el caso de India, se trata de
tierras adquiridas, principalmente, por el grupo Wal-
brook durante la crisis argentina en 2002, por lo que
los terrenos estaban muy devaluados. Apoyados por el
gobierno indio, los inversores privados comenzaron a
adquirir tierras en Argentina para producir papas y
ganado caprino para abastecer a India y sostener el ace-
lerado proceso de urbanización que se da en aquel país.
En los tres casos, queda claro que el territorio
argentino y su uso quedan supeditados a las necesida-
des de acumulación y geoestratégicas de otros países,
reafirmando el lugar dependiente de Argentina. Debe
llamarse la atención sobre el hecho de que los tres casos
referidos no son países que actualmente se consideren
centros hegemónicos del mundo, sino países en ascenso.
Argentina queda supeditada a ambos tipos de países.
Encontramos, pues, que el fenómeno del acapara-
miento de tierras en Argentina durante la década del
2000 responde a 3 objetivos diferenciados: (i) Participar
del negocio que significa el aumento de los precios
y la demanda mundial de alimentos y minerales que
se dio en ese periodo por medio de la producción y
extracción de los mismos y obtener ingresos derivados
de los “servicios ambientales” que brindan las tierras
para conservación. (ii) Valorizar el capital en el negocio
inmobiliario que implica el aumento del precio de la
tierra, tanto por el aumento en el precio de los ali-
mentos como por la inversión en infraestructura (tanto
en el caso de las tierras para producción de alimentos
como las tierras para conservación). (iii) Garantizar el
abastecimiento de alimentos y materias primas, que per-
mitan sostener los procesos de acumulación de capital
en los propios países de origen de los inversores. Tres
objetivos que responden a decisiones fuera del alcance

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52 • Naturaleza y conocimientos en tensión

de un país como Argentina (aunque facilitadas, claro,


por las políticas de incentivo que aquí se apliquen) y
que implican la transferencia hacia el exterior del valor
producido internamente (tanto en términos de ganan-
cias como de rentas de la tierra). Asimismo, los tres
objetivos refuerzan el rol de Argentina como reservorio
de recursos naturales y como abastecedora de mate-
rias primas, una posición claramente subordinada en
el orden mundial.

Reflexiones finales

El fenómeno de grandes adquisiciones de tierras por parte


de extranjeros en Argentina no es nuevo. La construcción
misma del Estado-nación en el siglo XVIII dependió de la
expulsión de los territorios de las comunidades originarias
y de la ocupación de las tierras por parte de grandes com-
pañías extranjeras que financiaron este proceso. Esta ten-
dencia continuó a lo largo de toda la historia del país, suce-
diéndose distintas oleadas de inversiones durante el siglo
XX. Sin embargo, en el siglo XXI, el proceso de acapara-
miento de tierras da un giro tanto en términos cuantitativos
como cualitativos: aumentan exponencialmente el núme-
ro de transacciones y las hectáreas adquiridas, y también
cambian las características de estas inversiones. Las mis-
mas se expanden al total del territorio nacional, aumentan
sus características coercitivas, aparecen nuevos inversores
y, con ellos, nuevos objetivos en los procesos de compra
y arrendamiento.
Durante los gobiernos kirchneristas, a pesar de la retó-
rica discursiva en su contra, se fomentaron fuertemente este
tipo de inversiones, tal como aquí lo mostramos. Las carac-
terísticas propias del bloque en el poder durante aquellos
años y la necesidad de construcción de hegemonía por parte
del poder político hicieron que se tomaran algunas medidas

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 53

de regulación del proceso de extranjerización de la tierra,


que parecían ir a contramano de otras que lo beneficiaban.
Estas tendencias contradictorias desaparecieron durante el
gobierno macrista, que inclinó la balanza completamente
a favor del capital extranjero, eliminando o diluyendo las
medidas regulatorias aplicadas durante el gobierno ante-
rior. En este sentido, el Estado en Argentina ha jugado un
rol fundamental en el proceso de acaparamiento de tierras
por parte de extranjeros, y las continuidades que se obser-
van entre administraciones de distinto signo político pare-
cen indicar que esta característica del patrón de acumula-
ción de los últimos años (el fomento a la producción agraria
para la exportación de la mano de inversores extranjeros) es
un política de Estado que se mantiene constante a pesar de
los cambios de política más coyunturales.
Respecto a la discusión sobre soberanía alimentaria, la
generalización del fenómeno del acaparamiento de tierras
en la década del 2000 está dejando cada vez más en manos
de las grandes corporaciones agroalimentarias y algunos
gobiernos extranjeros la política en materia de producción
de alimentos. Tal como mostramos, estas inversiones tie-
nen como objetivo principal la producción de ciertos bienes
que destinan exclusivamente a la exportación de acuerdo
a parámetros exclusivos de los inversores y con cada vez
menos injerencia por parte del gobierno local en la determi-
nación de las características de la política agroalimentaria.
El acaparamiento de tierras, entonces, refuerza el proceso
de pérdida de soberanía alimentaria, sumando al problema
de la inseguridad alimentaria ya existente, el de la depen-
dencia alimentaria.

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54 • Naturaleza y conocimientos en tensión

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Desarrollo y territorio:
diversidades y conflictos1

Enfoque territorial

MABEL MANZANAL

Antecedentes

La discusión acerca del desarrollo en América latina


(AL) comenzó en la segunda posguerra (1944) cuan-
do, concomitantemente, se desplegaba la denominada
“guerra fría” entre la órbita capitalista y comunista del
mundo. Esto en AL se tradujo en una preocupación
geopolítica por el destino y la inserción de los países
latinoamericanos, entonces identificados como “subde-
sarrollados”.
En este contexto, en Latinoamérica se inició la
discusión acerca de la problemática del desarrollo y
casi concomitantemente la del desarrollo regional. Fue,
específicamente hacia el final de la década de 1950 y
con el peligro latente que la revolución cubana (1959) se
expandiera al resto de Latinoamérica, que se configuró
esta problemática en AL2.

1 Este trabajo es producto de investigaciones realizadas bajo la dirección de la


autora y con el apoyo financiero de: UBACyT 2016 (010031); PICT
FONCyT-Agencia 2015 (0653).
2 La revolución cubana (1959) y la Alianza para el Progreso (1961) fue-
ron un hito en la historia de AL. El “desarrollo” y el “espacio” empeza-
ron a pensarse asociadamente, como parte constituyente del accionar
del estado y de sus políticas; iniciándose entonces la Planificación para
el Desarrollo Nacional y Regional (Santos, 2017, 13-27).

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58 • Naturaleza y conocimientos en tensión

El desarrollo regional estuvo marcado por el pensa-


miento desarrollista y keynesiano en materia económica.
Sin embargo, con el paulatino agotamiento de la sustitu-
ción de importaciones (promediando la década de 1980)
y, paralelamente, con el surgimiento y hegemonía del
modelo neoliberal, las propuestas de desarrollo regional
comenzaron a desdibujarse en toda AL.
Tuvo que transcurrir más de una década (e incluso
dos en algunos países) para que el desarrollo comenzara
a asociarse con un nuevo paradigma: el de desarrollo
territorial3. Y es hacia el segundo milenio que este enfo-
que se torna cada vez más dominante.

La encrucijada de las políticas públicas de desarrollo:


entre el Estado, el poder y los discursos de verdad
Toda política pública –PP– implica la presencia y el
accionar del Estado, que no es inocuo, ni imparcial.4
¿Qué es el Estado? En primer lugar, desde una
conceptualización liberal clásica es un ámbito de con-
certación de intereses, que funciona como árbitro de los
conflictos sociales, económicos, políticos e instituciona-
les; desde esta perspectiva y conceptualmente el Estado
debería actuar anteponiendo siempre, en sus decisiones
el interés general.
Sin embargo, desde otras perspectivas, el Estado
es expresión del conflicto latente en el sistema capita-
lista entre actores contrapuestos, resulta de una rela-
ción de fuerzas donde un grupo se impone sobre otros
a través de la construcción de hegemonía. Como ámbito

3 Entre ambos hitos se sucedieron otras propuestas (desarrollo local,


endógeno, humano, sustentable).
4 Consideramos a las Políticas Públicas (PP) como una modalidad de
intervención pública de los distintos gobiernos y, en definitiva, de los
respectivos estados, en relación a una cierta cuestión que concita la
atención, interés o movilización de determinados actores de la socie-
dad civil (Oszlak y O´Donnell 1981).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 59

de disputa, O´Donnell, G. (1977, 2) lo considera: “el


componente específicamente político de la dominación
en una sociedad territorialmente delimitada… lo político
como una parte analítica del fenómeno más general
de la dominación…”. Y la dominación como “la capa-
cidad, actual y potencial, de imponer regularmente la
voluntad sobre otros, incluso pero no necesariamente
contra su resistencia”.
Quijano (2000, 75) sostiene que existe una asociación
crucial entre el estado-nación moderno y el desarrollo: “el
moderno Estado-nación ha resultado ser fundamental para
el desarrollo de la sociedad capitalista en todas partes”. Y
Harvey (2006, 84) afirma que esto no resulta evidente, ni
automático en su percepción, porque los mecanismos de
dominación de clase del estado son difusos y sutiles.
Difusos y sutiles como es el mismo accionar del poder
que actuando en red y oculto tras una producción de dis-
curso de verdad atraviesa al cuerpo social y a la sociedad
toda: “El poder nos somete a la producción de la verdad
y sólo podemos ejercer el poder por la producción de la
verdad” (Foucault, 2010, 34).
He aquí la encrucijada en que operan las PP de inclu-
sión socioeconómica de los sectores pobres cuando se
busca integrarlos a un sistema (el capitalismo) que desde
su propia génesis opera excluyéndolos, apoyado en la
producción de discursos de verdad y, consecuentemente,
la construcción y ejercicio de poder hegemónico.
Nuestro desafío sería entonces: ¿cómo desvincular
el desarrollo del capitalismo? ¿es esto posible? Entendemos
que un camino para responder a esta disyuntiva es
avanzar hacia una mejor y más adecuada comprensión
de las expresiones territoriales de estos procesos. Y para
ello proponemos investigar la problemática del desarrollo
desde el enfoque territorial.

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60 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Desarrollo y territorio: una histórica interacción


con nuevas connotaciones

Múltiples calificativos se han aplicado para identificar y


caracterizar a las políticas de desarrollo (nacional, regional,
local, endógeno, territorial, sustentable, ambiental, humano,
sostenible). Sin embargo, sólo transitoria y parcialmente
algunas cuestiones (como el desempleo, la salud, la vivienda,
el saneamiento) han sido atendidas bajo gobiernos progre-
sistas o más ligados a los intereses de las grandes mayorías.
Por ello vale preguntarse: ¿por qué los avances parciales
no lograron consolidarse y modificar su tendencia en for-
ma permanente?
La realidad es que las restricciones estructurales per-
manecen o incluso se profundizan, como sucede con los
graves problemas vinculados con el acceso y la distribución
de la tierra, el uso y disponibilidad de una vivienda digna, la
aplicación de modelos productivos contaminantes y devas-
tadores de la diversidad natural. Y esto sucede a pesar de
un contexto de múltiples y diversas políticas de desarrollo y
reformas agrarias generadas y aplicadas durante los últimos
70 años. Por el contrario, el capitalismo continúa profun-
dizando su proceso de acumulación y concentración y su
contracara de mayor desigualdad y exclusión.
Originalmente y desde el pensamiento estructuralista
(a menudo identificado con la CEPAL) se señalaba que el
problema estaba en la inserción dependiente de los países
subdesarrollados en el contexto mundial, en la concentra-
ción de la tierra y del capital y en la estructura de relaciones
de clase. Actualmente, sumamos a este enfoque los aportes
del pensamiento post-estructuralista que propone investi-
gar al poder desde el análisis del discurso, el conocimiento,
el sentido, el lenguaje.
Desde este modelo interpretativo, buscamos descubrir
al poder que se oculta tras las numerosas propuestas de PP
de desarrollo y que construye dominación y hegemonía tanto
por medio de operadores materiales como por formas de

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 61

sometimiento, que operan a través de los dispositivos del


saber. Por ello, y siguiendo a Foucault, entendemos que
resulta más revelador el análisis del poder desde las moda-
lidades directamente expresadas por los individuos en sus
lugares (Foucault, 2010, 42).
Precisamente, es desde esta interpretación que subra-
yamos la importancia de investigar desde los territorios, la
relación entre desarrollo y poder aplicando el enfoque territo-
rial. La diversidad que el enfoque territorial aporta para iden-
tificar las variadas expresiones del poder, tanto el material
(más visible) como el simbólico (más invisible –Bourdieu,
2006, 65) potencia nuestra comprensión y explicación de
los procesos socioeconómicos.
De lo contrario, cuando estos procesos se generalizan,
se naturalizan, se tornan dominantes, entonces, apenas
reparamos en ellos y especialmente en sus consecuencias
negativas. Esto sucede, por ejemplo, con la producción de
agrocombustibles (soja, palma aceitera, maíz) con la minería
a cielo abierto, con la intensificación de actividades indus-
triales y agroindustriales contaminantes (y/o con escaso
control y regulación, como la celulósica, la ganadería en
feedlots).
Todas actividades productivas cuyos resultados social
y ambientalmente negativos se ocultan e ignoran desde el
ámbito de la dominación, de la construcción de discursos de
verdad. Porque si no fuera así, su reconocimiento cuestiona-
ría de modo generalizado nuestras vidas y decisiones coti-
dianas, tanto las relacionadas con el trabajo como con el
consumo y con la familia misma.

Discurso de verdad vs. autonomía y democracia

Un discurso de verdad hegemónico es el que sostiene, por


ejemplo, que la economía de una buena parte de los paí-
ses del Cono Sur (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay)

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62 • Naturaleza y conocimientos en tensión

depende de la producción de agrocombustibles, conside-


rados productos imprescindibles para el crecimiento y el
bienestar de la población, porque conforman el principal
ítem exportador de estos estados-nación.
Este es un discurso de poder que goza de una aceptación
generalizada, que busca ocultar o relativizar todo cuestio-
namiento social asociado con la contaminación, la depre-
dación, la pérdida de diversidad, la reprimarización de la
economía.
En realidad, resulta difícil convivir y enfrentarse coti-
dianamente a la red de poder global que construye el sentido
común a partir de la difusión de informaciones interesadas
en promover la aceptación y las “bondades” del modelo
productivo dominante.
Las verdaderas consecuencias del extractivismo y de
la reprimarización se ignoran, marginan o minimizan
frente a lo que se califica como “devenir natural” del
proceso socioeconómico. Lo cual se logra con el ocul-
tamiento, la desinformación, el desinterés o la desvalo-
rización de evidencias. Una constante y un instrumento
de dominación que se ejerce a través de los medios
hegemónicos, las redes sociales, las publicidades vincu-
ladas con la responsabilidad empresarial, los foros, los
discursos públicos.
Se va conformando de este modo un contexto cul-
tural que construye el sentido común de amplias mayorías
sociales para las cuales, las actuales consecuencias de la
producción del territorio y de valorización del capital
(ligadas con el extractivismo, la reprimarización y los
procesos de financiarización de las economías sudame-
ricanas) se tornan lejanas, incomprensibles, naturales o
inevitables. Bajo esta perspectiva la vida social trans-
curre sin cuestionamientos o desestimando el hecho
que la base productiva nacional se sustenta en procesos
que generan cada vez mayor desigualdad, marginación,
persecución, opresión y discriminación social.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 63

A partir de estos procesos culturales hegemónicos


se gesta la pérdida de nuestra autonomía de decisión porque,
sin comprenderlo acabadamente, comenzamos a adentrarnos en
variadas modalidades de aceptación (e incluso complicidad) con
los posicionamientos de los sectores dominantes.
En otras palabras, la reprimarización de las economías
latinoamericanas en manos de grandes corporaciones mul-
tinacionales condiciona la soberanía nacional a través de
la pérdida de la autonomía de la gestión política, econó-
mica y científica de los distintos países. En este contexto
la democracia misma se torna incompatible en tanto queda
bajo el control corporativo multinacional, que margina a las
grandes mayorías y a los estados mismos.
En el marco de la globalización, el capitalismo se
enmarca en nuevos escenarios: la dupla global-local, global-
territorio, desplaza o transforma el rol de los estados-
nación. Paralelamente los procesos de extranjerización
de los recursos más valorizados (tierra, agua, minerales)
aumentan, hasta tornarse parte intrínseca de la realidad de
los ámbitos locales y territoriales.
Esto es lo que Sassen (2007, 12) subraya cuando afirma
que buena parte de lo que sucede en los territorios en
el presente puede obviar las regulaciones y controles del
estado-nación y resultar directamente en “una localización
de lo global” o “una entidad nacional que ha sido desna-
cionalizada”.

Territorio

Es en este contexto global que, junto al nuevo milenio, surge


el paradigma centrado en la importancia del territorio y de
la gestión territorial del desarrollo. Sin embargo, la noción
de territorio que aparece en estas propuestas hegemónicas
de PP, explícita o implícitamente, no difiere demasiado de
la tradicional visión naturalista propia del determinismo

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64 • Naturaleza y conocimientos en tensión

geográfico, donde “territorio” se corresponde con el ámbito


físico donde los estados ejercen soberanía o con el esce-
nario receptor de acciones, inversiones, infraestructuras,
población.
Es hacia la primera década del segundo milenio cuando
se avanza en analizar la vinculación entre el territorio y los
actores y sujetos que lo conforman, que lo construyen y,
consecuentemente, se busca identificar las particularidades
que diferencian a los ámbitos espaciales entre sí.
Fue entonces que, desde las PP conocidas como de desa-
rrollo territorial, comenzó a sostenerse que el territorio es
una “atmósfera” particular y diferente de cada lugar o espa-
cio. Noción que, de todos modos, sigue pivoteando sobre
las diversas identificaciones consideradas “espacialistas” (en
los términos de la histórica discusión de la década de 1970
acerca de la cuestión regional).5
El eje problemático de estas conceptualizaciones es que
en todos los casos no se visualiza (o mejor se oculta) que
el territorio es poder. La concepción que el territorio se dispu-
ta, que el territorio es territorialidad, es ejercicio de poder,
queda velada.6 Y cuando se mitifica esta realidad, un sinnúmero
de determinantes (relacionados con el accionar de los actores y
de las políticas) resultan sesgados, invisibilizados. Y ello impide
analizar y comprender el funcionamiento de las PP en sus
diferentes momentos (formulación, intervención, gestión,
control, reformulación).

5 Entre 1970 y 1980 y en relación al territorio, aunque más específicamente a


la “región”, se discutía ampliamente la “cuestión regional” y en particular
todo lo vinculado con el “desarrollo regional”, especialmente promovido
desde organismos internacionales (en América Latina desde la CEPAL y el
ILPES). Entonces José Luis Coraggio (1989) encabezaba el pensamiento crí-
tico referido a estas propuestas. En sus orígenes, los cuestionamientos a las
diversas concepciones sobre “desarrollo regional” se referían a su determi-
nismo geográfico (frecuentemente calificado como concepción “espacialis-
ta”).
6 Son múltiples los referentes vinculados con la visión del territorio como
poder, especialmente provenientes del campo de la geografía crítica. Pero
para los fines de este trabajo nos limitaremos a referenciar a: Raffestin
(1993) y Lopez de Souza (1995).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 65

En otras palabras, no es posible pensar en PP en rela-


ción al territorio, a los actores del territorio, ignorando o
minimizando que el territorio es un ámbito de disputa, que
las relaciones de clase y de poder atraviesan y son fundantes
del mismo, cualquiera sea su escala.
Lo anterior significa, por un lado que en cada territorio
se dan específicas relaciones sociales, de poder sobre el
tema en cuestión, que las mismas requieren ser conoci-
das en particular, que no pueden aplicarse taxativamente
PP resultantes de un territorio en otro, cuya realidad y
conflicto social es diferente (otros actores, otra estructura
productiva y social). Y, por otro que en el trasfondo de
estas específicas PP está el estado, el que necesariamente
debemos considerarlo en sus diferentes: i) escalas (nacional,
provincial-estadual, local) y ii) roles, como gestor de las PP,
como árbitro de los conflictos entre actores, como difusor
y productor de discursos de verdad y, en definitiva y hasta
el presente, como garante de la continuidad del sistema.

¿Desarrollo? Experiencias a escala local, provincial


y sectorial en Argentina

A continuación presentaremos y describiremos tres expe-


riencias bien diferenciadas entre sí, con el objetivo de expo-
ner muy sucintamente la variedad de situaciones y proble-
máticas a las que se enfrenta el enfoque territorial.
Para ello utilizamos trabajos producidos por otros
autores y complementados aquí con indagaciones propias.
Son investigaciones con una perspectiva de análisis regional
o territorial crítica, pero con diferentes objetivos y abor-
dajes. Fueron seleccionadas porque analizan territorios muy
diferenciados entre sí que nos permite exponer el enfo-
que territorial más acabadamente Especialmente difieren en
relación a:

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66 • Naturaleza y conocimientos en tensión

a. Etapa histórica y extensión temporal: i) dos décadas


al inicio del segundo milenio; ii) el devenir histórico
que transcurre entre 1869 y el presente; iii) un período
económico y sociopolítico, delimitado por el ocaso de
la sustitución de importaciones (1976-1989).
b. Escala territorial: i) un ámbito local; ii) una provincia;
iii) una región asociada a una economía regional y a
un sector productivo.

El primer caso refiere a hechos sucedidos al promediar


la década de 1990 y vinculados con la sojización y la repri-
marización de la economía nacional, materializados en un
ámbito local, un territorio, de la provincia de Salta conocido
como el “caso Pizarro”.
El segundo corresponde a una provincia en su conjunto
–Jujuy– y a algunos de sus dilemas históricos y actuales en
relación al desarrollo y a su territorio.7
El tercero está asociado con una economía regional:
la vitivinicultura en la provincia de San Juan durante el
ocaso de la sustitución de importaciones y el surgimiento
del neoliberalismo.8
Es decir, la presente discusión se plantea a partir de
experiencias territoriales diferenciadas según: i) etapas his-
tóricas; ii) contextos sociopolíticos; iii) escalas involucradas
(local, provincial, regional-sectorial).9

7 Metodológicamente, elegir una provincia plantea la disyuntiva que puede


ser investigada como: (a) un único territorio, o como (b) la confluencia de
diferentes territorios con una administración política unificada. En térmi-
nos de PP dicha administración deberá contemplar la diversidad territorial
y sus diferentes alternativas de desarrollo. En el marco de una investigación,
la decisión de uno u otro abordaje dependerá del objetivo respectivo. Este
determinará también la específica delimitación territorial según escalas,
regiones, actores, sectores productivos, instituciones políticas.
8 Metodológicamente el análisis de una economía regional implica asumir
definiciones referidas a la delimitación de escalas, territorios, actores, secto-
res productivos.
9 Corresponde advertir que los tres casos que se exponen (en los siguientes
ítems) son una selección de experiencias de diferentes autores que no fueron
abordadas taxativamente (en su versión original) bajo el enfoque territorial

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 67

Todas reflejan situaciones sociales, productivas, ins-


titucionales diversas, que se asemejan por su inserción
en el proceso de acumulación capitalista con su con-
tracara la marginación de las mayorías sociales, que
histórica y sistemáticamente están en conflicto por: i)
los recursos de su hábitat (tierra, agua, bosques, paisaje)
y ii) las instituciones que regulan diferencialmente su
vida y su trabajo (leyes, normas, reglas, leyes, forma-
les e informales).
En todos los casos la historia de sus respectivas
modalidades de acumulación, fluctúan desde un pasado
de despojo, persecución y colonización a un presente
identificado con el extractivismo y la especulación.
Cada situación abordada es sólo un muy limitado
ejemplo de la historia del desarrollo capitalista de país
y del territorio en cuestión; capitalismo cuya exacer-
bación presente compromete cada vez más el futuro
de la sociedad toda.
Una cita de Moraes (2005,15) muestra nuestra
perspectiva de análisis respecto a las situaciones que
expondremos:

Todos sabemos que las formas espaciales son productos his-


tóricos. El espacio producido es un resultado de la acción
humana sobre la superficie terrestre que expresa, a cada
momento, las relaciones sociales que le dieron origen. En este
sentido, el paisaje manifiesta la historicidad del desarrollo
humano, asociando objetos fijados al suelo y genéticamente
fechados (traducción y cursiva nuestra).

En otras palabras, vemos al espacio y al terri-


torio como expresión de relaciones sociales, de relacio-
nes de poder, que aparecen y se manifiestan a través

que aquí proponemos. Sin embargo todos recurren (de diferente modo y
medida) a conceptos provenientes de marcos interpretativos afines al del
enfoque territorial. Ello sumado a la diversidad temporal y espacial que ofre-
cen estos tres casos, valida su selección para la discusión aquí propuesta.

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68 • Naturaleza y conocimientos en tensión

de múltiples acciones sociales que construyen y re-


construyen al territorio y que, en definitiva, configuran
lo que se conoce como: producción social del espacio.
Este proceso frecuentemente resulta invisible en
nuestro mirar cotidiano, más aún para las grandes
mayorías urbanas, que muy generalizadamente descono-
cen la realidad que viven las comunidades originarias,
pequeños productores, campesinos, agricultura familiar.
Aquellas mayorías ignoran que estas poblaciones recu-
rrentemente son víctimas de las fumigaciones con agro
tóxicos, de la deforestación, de la depredación de los
suelos, de la contaminación del agua, de la pérdida de la
biodiversidad y de las enfermedades consecuentes; que
pasan hambre y que sufren la destrucción de puestos
y fuentes de trabajo por lo cual se ven obligadas a
migrar. Del mismo modo se oculta que la marginación
de pequeños y medianos productores agropecuarios
está directamente vinculada con el accionar de gran-
des comercializadoras y oligopolios agroindustriales y
agroalimenticios que monopolizan los mercados.
Es por todo esto que desde diferentes territorios
de Latinoamérica aparecen múltiples formas de oposi-
ción al avance del capitalismo en su faceta neoliberal,
depredadora y extractivista. Se trata de resistencias y
conflictos asociados con el control del territorio de
parte de los pobladores locales (productores pequeños y
medianos, campesinos, pueblos originarios). La movili-
zación, la organización y la resistencia social en estos
territorios comprenden y comprometen a la población
más postergada y marginal.
Esta resistencia es una construcción de poder alterna-
tivo que para ser efectiva exige la de-construcción de los
variados valores y creencias que forman parte y sostienen
al sistema capitalista.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 69

General Pizarro, Salta: movilización y resistencia local


con repercusión nacional
El “caso Pizarro” está localizado en General Pizarro,
departamento de Anta (noreste de la provincia de Salta,
Argentina, ver Mapa 1). Se trata de un ejemplo de
resistencia y movilización de organizaciones sociales,
ambientalistas e indígenas de alcance nacional e inter-
nacional. Es un conflicto con particularidades propias
pero que se inserta en un debate más amplio sobre las
características del desarrollo rural en Argentina (Gon-
zález, 2010,12).

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70 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Originalmente surgió como una protesta por la ley


provincial 7274 sancionada el 17 de marzo de 200410. Esta
ley desafectó dos lotes fiscales (el 32 de 5.298 ha y el 33 de
20.028 ha) de la categoría de área natural protegida; lo cual
habilitó su venta subvaluada a terceros11. Esta ley, enviada
por el gobernador Juan Carlos Romero a la legislatura pro-
vincial, fue aprobada por 2/3 de los senadores y diputados
(La Nación, 23-10-2004).
La justificación dada por el gobierno provincial
para desafectar ambos lotes fue que se necesitaba ese
dinero para la reparación de las rutas provinciales 5
y 30. Sin embargo, la mayoría de los analistas vincu-
lan esta decisión con el boom sojero y el avance de
la frontera agropecuaria hacia el noroeste argentino
(López et al, 2010).
Según Marita Couto en esa etapa se dan en Salta
dos hechos en paralelos: “el boom de la soja (con la
consiguiente expansión de la frontera agropecuaria) y
la desafectación de los lotes fiscales 32 y 33 como
‘área natural protegida’ para obtener fondos para una
obra pública”.12

10 El caso Pizarro comienza con la sanción la ley provincial 7274 en


2004 que afectaba al ámbito local, Pizarro, en la provincia de Salta.
Esto sucedió durante el gobierno de Juan Carlos Romero, elegido en
2003 para su tercer mandato consecutivo (fue gobernador provincial
durante 12 años entre 1995-2007) https://bit.ly/3jtpuUz.
11 Los lotes fiscales 32 y 33 fueron declarados área protegida provincial en
1995 por el decreto 3397 por el entonces gobernador Fernando Ulloa (Silva
2010, 32), quien en diciembre de 1995 entregó el gobierno a su sucesor, Juan
Carlos Romero, quien en 2004 desafectó ambos lotes. La comunidad wichi
(que ocupaba el lote 32 en 2004) infiere que la venta estaba pre-arreglada al
momento de la desafectación, puesta que la tierra ya había sido alambrada y
enseguida estas 5000 ha se deforestaron y se transformaron en campos de
soja (Palmer 2010, 300). Cabe mencionar que el sector oeste del lote fiscal 33
(ver mapa 1) se extendía sobre territorios de Jujuy que entonces estaban en
litigio con la provincia de Salta (Viana 2010, 140-141).
12 Stella Bianchi, por su parte, agrega que es un área natural protegida
porque abarcaba tres paisajes diferentes: la serranía, el umbral al Cha-
co y la llanura chaqueña; paisaje único en el mundo con esos tres
ambientes. Comunicación personal vía email.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 71

La expansión en la zona donde se localiza Pizarro sig-


nifica afectar a un área que es ecológicamente frágil y que
estaba habitada por una comunidad wichi Eben Ezer de
18 familias13 y por 35 campesinos criollos (Buliubasich y
Rodriguez, 2013; Bianchi y Couto, 2013).14
Pizarro constituye un caso muy demostrativo del enfo-
que territorial, por sus múltiples determinantes e interac-
ciones a diferentes escalas -nacional, provincial y local- y
por los variados procesos territoriales que se desencadenan
teniendo como punto de partida la localidad salteña de
General Pizarro.

13 Rodríguez (2010, 163-4) menciona que la comunidad wichi no era origina-


ria del lote, llegó allí luego de sucesivas etapas migratorias, vinculadas a des-
plazamientos laborales. Su subsistencia depende de los productos de la caza
y recolección de animales y frutos del monte chaqueño; sustentado en el
profundo conocimiento que esta comunidad tiene de su entorno natural,
todo “el espacio de su accionar constituye su territorio”. Es una población
con una: “enorme dependencia de la biodiversidad en el aprovechamiento
de los recursos naturales”. Según Silva (2010, 35-36) y Palmer (2010, 296 y
ss) los wichi eran oriundos de El Traslado, un paraje ubicado a 170 Km al
sudeste de Tartagal y a 350 Km de Pizarro. Llegaron a Pizarro traídos por
contratistas que recorrían la zona buscando mano de obra para fincas de
Pizarro. Los wichi hacían postes de árboles de quebracho colorado. Tam-
bién trabajaban en la cosecha de fincas aledañas. Todo esto sucedió entre
1996 y 1998 (según distintos informantes) y duró varios años. Cuando se
acabó ese trabajo, los wichi quedaron al costado del pueblo de Pizarro, apli-
cando sus modos de subsistencia en el lote 32. En ese momento eran 74
familias. Poco antes del 2001 el intendente Ángel Godoy les propuso empa-
dronarlos y que lo votaran y a cambio les ofreció la ocupación del lote 32 de
5298 ha que era reserva provincial y que años después entró en disputa.
14 Rodríguez (2010, 159-160) señala que la denominación “criollo” refiere en el
Chaco a la población campesina. Antes de la desafectación y relocalización,
residían en la zona unas 35 familias criollas, 20 dependían de prácticas de
subsistencia y 13 residían en puestos (dependiendo del monte y del pastoreo
de vacunos): “sólo unas cinco familias no se encontrarían –a la época de la
desafectación– en condiciones de ampararse en la posesión veinteañal”. Y
sólo 1 familia poseería antigüedad inferior a los veinte años. El autor refiere
por posesión veinteañal al derecho posesorio producto de lo que se conoce
como “usucapión” legislado por el Código Civil, que establece que el posee-
dor de una cosa inmueble adquiere la propiedad de ella por la continuación
de la posesión durante el tiempo fijado por la ley (en general 20 años).

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72 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Precisamente, uno de los más trascendentes por sus


repercusiones en todo el territorio nacional fue la conocida
Ley de Bosques Nativos (ley nacional 26.331 de Presupuestos
Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos)
que logró dictamen el 21 de setiembre de 2007. Su objetivo
fue reducir la deforestación en el país, la conservación de
los bosques nativos, la regulación y gestión responsable del
uso forestal y la promoción del manejo sostenible de los
bosques.15 Sus normativas se aplicaban en todos los bosques
del país: obligaba a cada provincia, como condición para
autorizar desmontes, a realizar previamente una clasifica-
ción y ordenamiento de sus bosques.
Sin embargo, y a pesar de estas restricciones, las auto-
ridades de casi todas las provincias la transgredieron. Los
gobiernos y los sectores de capital interesados en la deforesta-
ción idearon mecanismos para subvertir sus normativas y/o su
aplicación.16
En Salta, en el último cuatrimestre de 2007, se acele-
raron las autorizaciones de desmonte, en particular en los
departamentos de Anta, San Martín y Orán: “en una carre-
ra vertiginosa, la Secretaría de Medio Ambiente y Desa-
rrollo Sustentable (SEMADES) logró autorizar la cifra de
185.372,51 has en noviembre de ese año” (Buliubasich y
Rodriguez 2013, 176).

15 Esta ley (también conocida como Ley Bonasso, por el diputado que la impul-
só, Miguel Bonasso) tuvo alcance nacional y surgió como respuesta al caso
Pizarro (buscando frenar la ejecución de la ley provincial 7274/04).
16 Es importante recordar, además, que en la CN 1994 figuran normativas
relacionadas con los bienes que pertenecen a las provincias, como sus tierras
fiscales, para los cuales ninguna ley nacional puede decidir sobre ellas, por
ser de incumbencia exclusiva de cada provincia (artículo 124, párr. 2º, pres-
cribe que “corresponde a las provincias el dominio originario de los recur-
sos naturales existentes en su territorio” –Sacristán 2019, 373). Por ello, el
alcance de la intervención nacional en la problemática de Pizarro es limita-
do, no puede revertir las medidas tomadas por el gobierno provincial res-
pecto al uso de la tierra.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 73

Diferentes documentos, diarios y medios documenta-


ron los avances y retrocesos de este proceso local a lo largo
de los años: se dictaron cautelares que suspendían desmon-
tes; desmontes que desconocían dichas suspensiones y otros
varios subterfugios posibles.
Los pedidos de cautelares que luego no se cumplían
eran una constante y estos comenzaron desde el inicio mis-
mo de esta problemática. Bajo el título “Detienen un des-
monte en Salta”, Clarín publicó el 27 de julio de 2004:

El gobierno salteño ya pre-adjudicó las 16.275 hectáreas


que tiene la reserva, a las empresas CUREL, MSU, S.A. y
Miguel Ragone, que ofrecieron $9.615.000 [aproximadamen-
te u$s 3.200.000 de aquella fecha]. Ni bien concluyó el acto
licitatorio, Greenpeace y las fundaciones Vida Silvestre, y
Ambiente (FUSA) y Recursos Naturales (FARN) presentaron
una medida cautelar para frenar la venta definitiva de los
lotes de la reserva.

Por su parte, el diario La Nación del 23 de octubre de


2004, en el marco de la autorización de desmontes desen-
frenados, titulaba: “Polémico desmonte en Salta. General
Pizarro quedaría expuesto a graves inundaciones y a recibir
masas de lodo desde las laderas de las sierras si se elimina
el bosque en la zona vendida de los lotes 32 y 33”. Y publi-
caba las opiniones de distintos referentes. Por un lado, de
científicos y técnicos de la Universidad de Salta -UNSA- y
del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria –INTA-,
quienes, a partir de un discurso contra-hegemónico, plan-
teaban los riesgos ambientales y sociales de estos desmon-
tes, entonces muy avanzados. Y, por otro, de funcionarios
de gobierno, que desautorizaban los informes de la UNSA,
afirmando que no era un trabajo de base científica sino
solo político (justificado en que la Universidad se oponía al
gobernador Romero).
Esto constituyó una construcción de un discurso de
poder, que empezó descalificando a la Universidad y conti-
nuó apelando a la producción de discursos de verdad referidos

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74 • Naturaleza y conocimientos en tensión

a que la política provincial buscaba alentar la producción


bajo criterios de “desarrollo sustentable”. Se buscó una cons-
trucción de sentidos de amplia aceptación social por su vincu-
lación con consideraciones: i) productivistas y ii) desarro-
llistas, que gozan de un consenso generalizado, arraigado
históricamente en el sentido común de las mayorías socia-
les. Es el caso cuando se aplica el concepto “sustentable”, de
connotación positiva y aceptación generalizada sin definir-
lo, ni exponerlo a una discusión social y participativa que
aclare sus alcances y sus características y posibilidades. Se
da por sentado que todos saben y coinciden en su signi-
ficado y concepción, cuando en realidad tras el mismo se
ocultan múltiples significados y disputas de poder.
De este modo, el gobierno provincial buscó configurar
un discurso de verdad pivoteando a favor del desarrollo, de la
productividad y de la sustentabilidad y enfrentándolo a su
contracara tan temida mayoritariamente: el atraso.
Según Bianchi y Couto (2013, 223) lo que quedó final-
mente del caso Pizarro fueron: i) 5.000 ha desmontadas
para cultivo de soja; ii) una comunidad wichi -Eben Ezer-
habitando en un espacio de 800 ha, que le impide man-
tener sus prácticas anteriores de recolección y caza y que
las obliga al aislamiento y al aumento del individualismo;
iii) una reserva “Pizarro” que se prometió y no se recons-
truyó; y iv) familias de criollos viviendo de forma precaria
en superficies reducidas, la mayoría inhibidas de alcanzar
su sustento.
Estas autoras también critican a Greenpace y Vida
Silvestre porque: i) priorizaron más la preservación del
ambiente que los derechos y demandas de la población
wichi y criolla;17 ii) desistieron de su presentación ante la
justicia nacional (Corte Suprema de la Nación) y aceptaron

17 Crítica habitual que se hace a estas ONG, cuyo “ecologismo” es fundamen-


talmente conservacionista y, como tal, suele estar alejado de los intereses de
los movimientos ambientales de raíz popular.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 75

el acuerdo propuesto por Parques Nacionales de crear una


nueva área protegida y de entregar 800 ha a los wichi, lo
que no solucionaba sus problemas.
Otra autora (Silva 2010, 21) sostiene al respecto que:

Lo cierto es que la Nación recompró sólo 4237 de las 25.000


hectáreas licitadas. La compra de la tierra por parte de Par-
ques Nacionales, apenas una porción del monte original,
terminó siendo una pulseada entre la Nación y la provin-
cia, entre Kirchner y Romero, imágenes de proyectos polí-
ticos enfrentados. Esta pelea todavía no termina y pone en
cuestión el rol de los Estados, no sólo respecto de las áreas
protegidas sino sobre las poblaciones más humildes, crio-
llos, campesinos, indígenas, que viven diseminados en todo
el territorio nacional.

En este panorama poco alentador, Bianchi y Couto


reproducen el pensamiento de un dirigente de la Asociación
de Pequeños Productores del Chaco Salteño, Alfredo Riera,
que evidencia el nivel de comprensión de estos sectores
sociales y de conciencia que la resistencia genera. Lo cual
es, sin duda, un capital social en la conformación de poder
contra hegemónico:

Lamentablemente, todo esto no tiene ningún tipo de peso o


valor para la justicia o los empresarios, que vienen de afuera
reclamando supuestos derechos legales y en nombre de un
desarrollo milagroso, que no incluye, sino que sólo ofrece
expulsión y miseria a los campesinos que echan de sus tierras,
pero que en honor a la verdad poco les importa el desarrollo
y nuestros derechos adquiridos. Solo les interesa realizar su
gran especulación inmobiliaria y financiera a costa de nues-
tras familias y nuestras tierras. (Bianchi y Couto 2013, 230;
cursiva nuestra).

Esta lúcida reflexión, al exponer distintas perspectivas


de desarrollo, desnuda el discurso hegemónico, el discurso
de verdad, y, conjuntamente, delinea y construye un discur-
so de resistencia.

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76 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Como vemos, el caso Pizarro ilumina también respecto


al rol del estado. Vemos que esta situación particular se fue
desarrollando a lo largo de varios años (2004-2019) y que a
pesar de los diferentes gobiernos que se sucedieron provin-
ciales y nacionales, con diferentes signos políticos, incluso
enfrentados, no aparece el estado en su resolución final fun-
cionando como ámbito de arbitraje, de conciliación, de bús-
queda del equilibrio entre sectores, de promoción de equi-
dad y defensa de los más desprotegidos. Por el contrario,
este estado (a través de sus leyes, sus instituciones, sus nor-
mas, sus diferentes escalas de gestión) protegió al poderoso (a
los actores ligados con la expansión de la actividad sojera) y
desprotegió a los más vulnerables social y ambientalmente.
Los derechos de los más postergados (la comunidad
wichi y los campesinos criollos) fueron avasallados por el
estado que, en su accionar, desconoció sus propias leyes.
Es el estado el que no cumple con las leyes y convenios creados
para regular la actividad socioeconómica. En los hechos, fue un
estado que no arbitró entre sectores en disputa, no reguló, ni
hizo cumplir la ley, ni tampoco él mismo cumplió las leyes
que por su función debería resguardar. Este estado operó
claramente a favor de los sectores más poderosos.
Estamos aquí ante un estado (observado como conjuga-
ción del accionar estatal en todas sus escalas y niveles) que
contradice la visión liberal clásica del estado como árbitro de
conflictos entre actores sociales, como ámbito de discusión
y consenso de políticas públicas. Podría decirse que en su
accionar concreto y final es un estado infractor (tanto el
ejecutivo, el legislativo como el judicial; el nacional, el pro-
vincial como el local).
En cada circunstancia específica (cuando se institu-
cionalizan decisiones, a través de leyes, decretos, políti-
cas, acciones) el estado expresa determinada condensación
de fuerzas sociales. En el caso Pizarro, aparece el esta-
do provincial en una primera instancia, con su decisión
de desafectar los lotes 32 y 33 de su categoría de reserva
ambiental. Entonces institucionaliza una relación de fuerza

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 77

que perjudica a sectores sociales subalternos allí radica-


dos (wichis, criollos, campesinos) y favorece al capital que
lucra con la deforestación y con la expansión de la pro-
ducción sojera en la zona del Umbral al Chaco. Luego la
secuencia de hechos que se fueron dando, durante el largo
plazo transcurrido en múltiples negociaciones, trascienden
al estado provincial para responsabilizar de la resolución
final al estado en su conjunto, en sus diferentes escalas y
estamentos. Un estado que en su accionar, en sus negocia-
ciones, no logró revertir la decisión original del gobierno
provincial contra los pobladores wichis, criollos y campesi-
nos de General Pizarro.
A todo lo cual, se suma que lo acontecido en este
caso se difunde a través de un discurso hegemónico, un
discurso de verdad, construido en torno a un supuesto
“desarrollo” (productivo y sustentable) prometido para
la zona. Un discurso que oculta que dicho “desarrollo”
significa: desmonte, expansión sojera, contaminación,
destrucción de la biodiversidad y de la conservación
de un ecosistema único y frágil (el Umbral al Chaco)
junto con más pobreza, marginación y expulsión de la
población wichi y criolla que allí habita.
También en relación a la construcción de discurso,
debemos ubicar al caso Pizarro en el marco de las
teorías económicas y políticas dominantes en aquellos
años originadas en el primer mundo (Estados Unidos y
la Comunidad Europea).
Pizarro ocurre en un tiempo histórico de dominio
neoliberal, hegemonizado por las ideas de achicar el
estado, descentralizar, desregular. Fue entonces cuando,
paralelamente, los ámbitos locales comenzaron a adqui-
rir mayor relevancia institucional, legal y en la conside-
ración de las políticas públicas (frente al rol dominante
que, hasta entonces, había tenido “lo nacional” en la
toma de decisiones políticas).

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78 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Este nuevo contexto político estaba sostenido y jus-


tificado por un discurso teórico y académico difundido
globalmente que focalizaba en los mejores resultados en
productividad e innovación que se daban (o podían dar-
se) desde los ámbitos locales, los distritos industriales,
los ejes de innovación. Discurso que conllevaba a cambios
en la función y relación entre estados nacionales, provinciales
y locales, justificando solapadamente los lineamientos neolibe-
rales de achicamiento del estado. Sin embargo, fue difícil origi-
nalmente desbrozar el origen de estas ideas académicas porque
las mismas, con modificaciones, fueron adoptadas y propues-
tas también por referentes regulacionistas (Benko y Lipietz
1994) e incluso marxistas, que se entremezclaron en la
misma época en la reivindicación de lo local.
Asociados con los modelos de descentralización, par-
ticipación social y capital social estos postulados se difun-
dieron junto con el avance del modelo neoliberal y el aban-
dono de keynesianismo, hasta tornarse discursos dominantes,
tanto a nivel de la política como de las posturas teóricas
y académicas.
Precisamente, el caso Pizarro sucedió cuando ya esta-
ban en vigencia algunas de estas nuevas ideas que configu-
raban el dominio de un nuevo discurso, dirigido a subrayar
y valorar el rol de los ámbitos locales en el desarrollo.18

18 Estas ideas fueron plasmadas en dos importantes hechos políticos institu-


cionalizados bajo la égida neoliberal del gobierno peronista de Carlos
Menem (1989-1999). Nos referimos al: i) proceso descentralizador de áreas
específicas (educación, salud) con nuevas competencias según niveles de
gobierno, roles municipales y cambios fiscales (que además condujeron a
una transformación del sistema político territorial –Manzanal 2006,
263-288); y a la ii) reforma de la CN 1994 que institucionalizó, a través de
tres normativas distintas, la protección de los recursos naturales “… Art. 41,
párr. 2º, al establecerse que las autoridades `proveerán (...) a la utilización
racional de los recursos naturales´; en el art. 75, inc. 17, párr. 2º, al consa-
grarse la atribución del Congreso de `asegurar´ la `participación de los pue-
blos indígenas argentinos en la gestión referida a sus recursos naturales´; y
en el art. 124, párr. 2º, al prescribirse que `corresponde a las provincias el
dominio originario de los recursos naturales existentes en su territorio´”
(Sacristán 2019, 373).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 79

Paradójicamente, sin embargo, esta valoración de “lo local”


se contradice con hechos como: i) el achicamiento de los
recursos en educación y salud para todos los ámbitos locales
(Manzanal, 2006); ii) el avasallamiento de los derechos de la
población local; iii) la depredación de los recursos naturales
(provocados por la deforestación y la desafectación de dos
lotes del área natural protegida de Pizarro) contradiciendo
lo legislado por la Constitución Nacional (CN) de 1994 a
favor de la utilización racional de los recursos naturales.
Desde la sanción de la CN 1994, los recursos naturales
adquirieron un nuevo status, su reconocimiento y uso ade-
cuado aparece como tema a atender por las autoridades
públicas y por la política en general. Sin embargo, esta nor-
mativa suele desconocerse, además de poner en contradic-
ción a las políticas provinciales con las nacionales.19
Pizarro sucedió bajo la hegemonía de este discurso apa-
rentemente contradictorio, que tanto promovía el modelo neo-
liberal y la hegemonía del mercado como: i) valoraba lo local,

19 Esta aparente contradicción o conflicto se da porque en ciertas situaciones


(disputas por la tierra, por los recursos) la nación no tiene poder de decisión.
Son cuestiones que corresponden a las provincias -por tener el dominio ori-
ginario. Por ello, ciertas PP nacionales tienen un alcance limitado en cues-
tiones asociadas con problemas histórico-estructurales. Por ejemplo, la
Nación no puede dar respuesta a reclamos sobre tierras porque no es un
tema sobre el que ejerza el dominio. Entonces, esta normativa constitucio-
nal plasmada en el contexto de un modelo neoliberal descentralizador, si
bien tiene una connotación federal y local plausible, limita el alcance de las
demandas de los sectores sociales más vulnerables por la tierra y sus recur-
sos. Pues sólo ante el gobierno provincial pueden reclamar, por ser el único
con poder de decisión al respecto. Y debe reconocerse que el estado provin-
cial es una instancia institucional menos visible, de menor alcance para la
difusión de los reclamos de los sectores más desfavorecidos y, al mismo
tiempo, es una instancia pública con menor poder para posicionarse frente a
las demandas de los sectores más concentrados. Unos y otros en permanen-
te disputa por la tierra.

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80 • Naturaleza y conocimientos en tensión

ii) reconocía a las poblaciones originarias derechos comunita-


rios20 y iii) asignaba al estado provincial los derechos de
dominio originario sobre los recursos naturales.
Todo esto, también contribuyó a que Pizarro, aunque
aparentemente pareciera circunscribirse a un conflicto
local, una cuestión de menor trascendencia nacional, termi-
nó teniendo amplias repercusiones, con consecuencias que
comprometieron a todo el ámbito nacional, independiente-
mente de su importancia estratégica, económica o social.
En definitiva, lo que sucedió en el caso Pizarro fue
y es muy significativo por: i) su alcance y repercusiones
(en el orden nacional y provincial); ii) las interacciones y
enfrentamientos entre referentes institucionales estatales
y actores políticos que se replicaron a diferentes escalas;
iii) la importante referencia que aporta a los estudios con
enfoque territorial.
Pizarro “representa” a todos aquellos territorios que
a priori parecieran no tener suficiente poder (económico,
social, político, institucional) como para modificar el curso
de las decisiones que se toman en instancias jurisdiccionales
superiores (como en este caso era el gobierno de la provin-
cia de Salta). Sin embargo, y aún más allá de los resultados
finales, Pizarro trascendió su geografía local para proyec-
tarse a toda la Nación. Poderosas fuerzas vinculadas con el

20 La población originaria había adquirido nuevos derechos con la CN de


1994. Y esta situación estaba presente en el contexto de la disputa de este
caso, más allá de que le correspondiera efectivamente a la población wichi lo
dispuesto por el artículo 75 inciso 17. Este establece que corresponde al
Congreso: i) Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos
indígenas argentinos. ii) Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a
una educación bilingüe e intercultural. iii) Reconocer la personería jurídica
de sus comunidades y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras
que tradicionalmente ocupan. iv) Regular la entrega de otras aptas y sufi-
cientes para el desarrollo humano. v) Ninguna de ellas será enajenable,
transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. https://bit.ly/
39iPzkA (11-8-2018).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 81

estado, el discurso hegemónico y el poder político y econó-


mico debieron movilizarse ante resistencias y alianzas que
trascendieron ampliamente lo esperado.21

Jujuy, una provincia en disputa22


La provincia de Jujuy (ver mapa 2) resulta un buen
ejemplo de la disyuntiva contradictoria entre desarrollo y
capitalismo con tan sólo revisar el pasado y el presente de su
realidad local y regional.

21 Finalmente luego de 15 años del inicio de esta problemática, el 17 de diciembre de


2019 (7díasdespués delaasuncióndelnuevogobierno justicialista deAlberto Fer-
nández -Frente de Todos) se creó la Reserva Nacional Pizarro, con una extensión
de7.837ha(menosdeunterciodelas25.326haqueocupabanlosdoslotesdesafec-
tados). La Administración de Parques Nacionales (APN) había manifestado su
interés en incorporar a Pizarro a su jurisdicción, desde el inicio del conflicto, con la
oposición delapoblación local ydelaUniversidad deSalta https://bit.ly/39g2zY0.
La Universidad de Salta mantuvo su posición crítica durante todo este proceso;
habiendo sido unactor relevante desde lapromulgación delaLey 7274 confuertes
vínculosconlapoblación local(Viana2010, 150-151).
22 Este apartado se sustenta en análisis e información que proviene principal-
mente de: Bergesio L., Golovanevsky L. y González N. (2018).

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82 • Naturaleza y conocimientos en tensión

La Puna, la porción más septentrional del noroeste


argentino y de Argentina misma, sintetiza buena parte
de las contradicciones, interrogantes y potencialidades del
desarrollo provincial en su conjunto. Sea porque pasó de ser
la más poblada en 1869 (31% de la población provincial) a
casi la menos poblada actualmente (6% del total provincial,
con fuerte presencia de pueblos originarios). Sea porque
es cuna tanto de las más antiguas y tradicionales activida-
des provinciales (agro-ganadería, minería) como de las más
nuevas y reconocidas (litio) para la expansión del capitalis-
mo en el presente.23 Sea porque, a pesar de su configuración
extrema, altamente dificultosa, con su gran altura, su rigu-
rosidad climática y su consecuente escasa población, ofre-
ce recurrentes oportunidades de desarrollo que se renuevan
y estructuran en torno a sus recursos minerales. Y es, al
mismo tiempo, la región identificada, repetidamente, como
la más pobre de la provincia (Bergesio, Golovanevsky y
González 2018, 15).
En este contexto, podríamos decir que: ¿es una región
socialmente pobre y económicamente potente? O, por el
contrario y dada su diversidad cultural: ¿es socialmente
rica y económicamente empobrecida? Reflexionar acerca de
esta supuesta disyuntiva (planteada por estas dos preguntas)
emerge una mirada más extendida geográficamente: ¿será
que la región Puna expresa, en un solo caso, la encrucija-
da provincial? Porque al adentrarnos en otras regiones y
actividades provinciales y en sus propias especificidades,
identificamos renovadas y similares “encrucijadas”.
En los valles semiáridos de la Quebrada de Humahua-
ca (declarada en 2003 Patrimonio de la Humanidad) hor-
ticultores, floricultores y criadores de ovinos y caprinos
disputan su territorio con el turismo. Porque éste se ha

23 El litio es visualizado, por algunos, como expresión progreso, de un futuro


promisorio de expansión y crecimiento y, por otros, como fuente de conflic-
to y devastación cultural, social y material. Ver TSS-UNSAM: Litio salares
en disputa. https://bit.ly/30zqkX1 (14/2/2019).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 83

ido difundiendo e imponiendo (social, cultural y territorial-


mente) hasta constituirse en la principal actividad econó-
mica de esta zona (que al igual que la Puna está escasamente
poblada -5% del total provincial- y mayormente por pue-
blos originarios).
¿Qué es lo particular de la Quebrada?: que desde hace
al menos dos décadas su población local (mayormente pue-
blos originarios) está siendo desplazada, deslocalizada, mar-
ginada y explotada por el avance de la inversión capita-
lista extranjera que postula un futuro regional dinámico,
moderno y atractivo. Al igual que en la Puna se gesta aquí
un discurso hegemónico, asociado con la modernidad, el pro-
greso y los beneficios generalizados que depara la expan-
sión del capitalismo en sus diversas expresiones (turismo,
minería).
Pero se trata, en los hechos, de un territorio que se
debate entre la atracción de inversiones extra-locales y la
expulsión de la población local. Una realidad incontrastable
entre crecimiento y marginación. Estamos entonces ante
¿una encrucijada del modelo de desarrollo o un resultado
del sistema capitalista en el que ese desarrollo se inserta?
Otra región, los Valles de Altura (entre la Quebrada
y los Valles templados) aún más despoblada (0.05% de la
población provincial) viene configurándose como un nuevo
territorio de oportunidades y disputas. Aquí el turismo y
las grandes inversiones extranjeras en actividades de pun-
ta (nuevamente el litio) y en infraestructuras y sistemas
de comunicación con el Pacífico, juegan un rol central y
suman nuevos cuestionamientos y desafíos (asociados con
las problemáticas ambientales y paisajísticas y con el reco-
nocimiento y el futuro de las comunidades originarias, sus
habitantes desde siempre). Y también, como en las regiones
anteriores, entran en disputa dos realidades, dos discursos:
uno ligado con el progreso, la modernidad, el crecimiento
económico, el efecto “derrame”; y el otro, con la devastación
del ambiente y del agua disponible en zonas caracterizadas

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84 • Naturaleza y conocimientos en tensión

por su escasez, con la destrucción del hábitat y de sus cultu-


ras ancestrales, con la expulsión, la marginación y el empo-
brecimiento de casi toda su población local.24
Como podemos observar, estas tres regiones jujeñas
muestran un panorama de zonas poco pobladas pero con
significativas oportunidades económicas por la riqueza
actual (y pasada) de sus recursos. Oportunidades cuyos bene-
ficios no parecen dirigirse a favor del ámbito local (litio y turis-
mo). En tanto su explotación no se vincula con un proyecto
de desarrollo nacional; por el contrario se trata de propues-
tas promovidas y usufructuadas por el gran capital interna-
cional, cuya modalidad operativa (ampliamente reconocida
y probada) es su limitado o escaso efecto multiplicador y
difusión social en los lugares donde se localizan sus activi-
dades extractivas y turísticas. Aunque para el estado pro-
vincial queden las regalías (por el dominio originario de los
recursos que detenta) y los impuestos que estas actividades
pueden aportar.25
Paralelamente, en Jujuy otras dos regiones parecen la
antítesis de las anteriores, porque son las más populosas y
diversificadas productivamente de la provincia. Nos refe-
rimos a los Valles Templados y los Valles Cálidos. En los

24 A la minería del litio se la conoce también como la “minería de agua” por el


altísimo consumo que tiene de la misma. En las zonas secas donde se
encuentra el litio en Jujuy, el agua proviene del deshielo y de las precipita-
ciones, que son muy escasas, a lo cual se suma un sistema natural de evapo-
ración por la temperatura y otras cuestiones geológicas y climáticas. En este
contexto, las vegas y las lagunas que los pobladores usan para su vida pueden
terminar secándose o salinizándose, afectando seriamente su vida y la de sus
animales y por ende su permanencia en estos lugares. Véase: https://bit.ly/
30zqkX1 (14/2/2019); https://bit.ly/2OL3Dtr (31-03-2017).
25 En esta cuestión de las regalías que las grandes empresas extractivas pagan
por los minerales que substraen del subsuelo provincial, el porcentaje de las
mismas resulta de un acuerdo entre la provincia en cuestión y las empresas
extractivas. Aquí debe considerarse que, junto con los cambios globales y
neoliberales que descentralizaron funciones a favor de las provincias y de
los ámbitos locales, se instrumentó esta negociación que favorece al gran
capital extractivo, por el enorme poder de presión que tiene respecto a su
contraparte, la provincia de menor poder de negociación que el de la
Nación.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 85

primeros, se localiza la capital provincial (San Salvador de


Jujuy) con la mayor parte de las actividades comerciales
y de servicios provinciales y más del 60% de la población
provincial. En los segundos, vive el 27% de la población
provincial y se gestionan actividades dinámicas e histórica-
mente relevantes para el desarrollo provincial como son los
ingenios azucareros (Ledesma, La Esperanza y Rio Grande)
la producción de hortalizas primicia26, la citricultura y la
actividad forestal.
Es en estas dos regiones donde se concentra la acti-
vidad económica de Jujuy y donde avanza la urbanización
mientras se despuebla el campo. Sin embargo, tampoco en
estos dos centros, que por décadas vienen hegemonizando
el movimiento económico provincial, se ha logrado superar
la pobreza, la desigualdad y la vulnerabilidad social (Berge-
sio, Golovanevsky y González 2018, 17).
Todo lo señalado resultaría muy incompleto si no lo
vinculamos con que Jujuy es una de las provincias argenti-
nas con mayor porcentaje de población que se reconoce a sí
misma como indígena o descendiente de indígenas. Según
los datos del Censo 2010, un 8% de la población de Jujuy
declara ser miembro o descendiente de pueblos origina-
rios.27 Una parte importante de esta población mantiene
viva una disputa histórica y permanente por la regulari-
zación (bajo la forma comunitaria) de sus tierras. Disputa
que se sostiene en normas que emanan de la CN DE 1994,
artículo 75, inciso 17, ya mencionado. Precisamente:

[…]Argentina fue uno de los primeros países en reconocer


los derechos de las comunidades indígenas al dictar la ley
nacional 23.302 sobre Asuntos Indígenas, en 1985. Luego,

26 Salta y Jujuy producen hortalizas primicia que son las que se comercialicen
antes que la mayoría de las hortalizas de otras regiones del país; llegan casi
sin competencia a los grandes mercados de consumo.
27 Son 52.545 personas pertenecientes a nueve Pueblos: Kolla, Omaguaca,
Guaraní, Kolla Guaraní, Atacama, Ocloya, Tilián, Toara y Toba (Bergesio,
Golovanevsky y González 2018, 17).

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86 • Naturaleza y conocimientos en tensión

con la reforma constitucional de 1994, a través del art. 75,


inc. 17, y la incorporación de los tratados internacionales de
Derechos Humanos, se consagraron los derechos especiales
que en función de la etnia tienen estas poblaciones, lo que
ha determinado el grado de responsabilidad que deben seguir
los Estados (nacional y locales) en el dictado de las políti-
cas públicas relacionadas con las comunidades indígenas que
habitan las distintas regiones del país.
A ello se sumó que el Estado Argentino ratificó el Convenio
169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Indepen-
dientes de la OIT, en 2000, que lo obliga a respetar las insti-
tuciones propias de los pueblos indígenas, su identidad, tra-
diciones, valores, prácticas sociales, religiosas y culturales, su
autonomía en materia de desarrollo, sus métodos de reso-
lución de conflictos, la posesión y propiedad de sus tierras
y recursos naturales y la participación colectiva en todas las
decisiones que los afecten. (Bravo 2019, 77; cursiva nuestra).

Es decir, toda esta normativa configura derechos espe-


ciales en función de la etnia que implican reconocimiento
a la identidad y a la propiedad comunitaria: “el derecho a
la propiedad es el punto neurálgico del conflicto en materia
de pueblos indígenas”.28
En este contexto debemos tener presente que para los
pueblos indígenas el territorio “es la expresión simbólica
de su etnicidad, pues no sólo representa el espacio del cual
se obtiene la subsistencia, sino que simboliza su historia y
manifiesta su cultura” (Bravo 2019, 77).29
Esta relación de los pueblos originarios con su “terri-
torio” condice con lo que señalamos acerca del territorio y
con la forma que consideramos que debe ser abordado. Para

28 Una visión opuesta a esta perspectiva inclusiva acerca de los derechos de los
pueblos originarios puede verse en: https://bit.ly/3hmFMfT (7-12-97).
29 La CN 1994: “se enrola así en el ‘Pluralismo Cultural’ o ‘Multiculturalismo’,
que tiene por objeto la protección de la diversidad y preservación de la cul-
tura, como positivas y enriquecedoras del Estado. De este modo todos, tanto
los ciudadanos como los poderes estatales, tendrán que hacer el esfuerzo e
implementar los mecanismos necesarios para proteger estas culturas mino-
ritarias, a fin de prevenir su extinción.” (ibíd: 78).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 87

las comunidades originarias el territorio es territorialidad, es


decir ámbito de ejercicio de poder, de cultura y de expresión de
su cosmovisión y sus modos de vivir. Por todo ello disputan
el territorio, siempre atravesado por relaciones de clase y de
poder con intereses concretos.30
Mientras que para unos es su espacio de subsistencia,
expresión de su etnicidad, para otros es un espacio de opor-
tunidad para la explotación de recursos (como el litio o el
turismo) dirigidos a obtener beneficios capitalistas y con-
cretar el respectivo proceso de acumulación.
Intermediando estas disputas está el estado en sus dife-
rentes escalas actuando como gestor y árbitro de estos
conflictos entre los actores. El estado que, siguiendo distin-
tos roles, produce y difunde discursos de verdad, aliándose
según las coyunturas económicas y socio-políticas con unos
y otros actores. El estado que, desde una mirada de largo
plazo, distante de las problemáticas coyunturales, muestra
su cara más oculta, la de garante de la continuidad del sis-
tema capitalista.
Desde este marco podemos observar que, el derecho
reconocido a las comunidades originarias por la CN 1994,
continúa siendo resistido luego de haber sido sancionado
hace más de 25 años, tanto por los sectores de poder como
por el propio estado, que bajo diferentes mecanismos pos-
terga las respectivas regularizaciones.31 De este modo, y

30 Véase: https://bit.ly/2ZO2iIT (17-09-2017).


31 Esto por ejemplo se observa en las demoras y prórrogas para la implementa-
ción de la ley nacional 26.160/2006 de “emergencia de la posesión y propie-
dad de las tierras indígenas”. A través de ésta, el Estado nacional intentó lle-
var adelante un proceso de reordenamiento territorial, siendo el Instituto
Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) la autoridad de aplicación. Esta ley: i)
prohibió los desalojos por cuatro años; ii) ordenó la elaboración de un catas-
tro, con la consiguiente mensura de la tierra ocupadas por las comunidades
indígenas; y iii) estableció un plazo de 4 años para relevar los territorios de
pueblos indígenas en todo el país. Sin embargo, debió ser prorrogada en
2009, 2013 y 2017. Hasta 2017 se habían relevado 759 de las 1532 comuni-
dades identificadas; y de esas el INAI consideró con relevamientos “culmi-
nados” sólo 459 comunidades (a las que reconoció “la ocupación actual, tra-
dicional y pública”). Si bien esta ley no contempla la titularización de las

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88 • Naturaleza y conocimientos en tensión

con una mirada de largo plazo el estado termina alineán-


dose o aliándose con los intereses de los sectores de poder
que resisten el reclamo por la propiedad comunitaria de
la tierra.32
Lo cual complejiza el panorama social, político, ins-
titucional y económico de la provincia de Jujuy toda; de
un modo cuyos alcances resulta difícil prever (especialmen-
te en situaciones atravesadas por la hegemonía neoliberal,
como sucedió en Argentina entre 2015-2019).33
Esta cuestión territorial con las comunidades originarias
trasciende a la provincia de Jujuy y alcanza a la Nación
toda. Desde el estado y desde los sectores de poder
se busca desconocer o cercenar los derechos legítimos.
Derechos que fueron objeto de luchas históricas consa-
grados en la CN 1994.
La disputa por las tierras de los pueblos originarios
se enmarca en la actualidad el interés del gran capital
para disponer y usufructuar de las tierras comunitarias
y sus recursos que, de concretarse, conduciría aún a
mayor concentración, desigualdad y marginación social.
A lo largo de este acápite hemos recorrido una
provincia, Jujuy, con sus diversas geografías que han
sido y siguen siendo objeto de disputa. Lo cual se
traduce en numerosas intervenciones del estado, en la
formulación de PP de “desarrollo” que buscan arbitrar

tierras, constituye un paso previo imprescindible para avanzar en esa direc-


ción, pues el relevamiento es un reconocimiento del estado, acerca de que se
trata de un territorio habitado por una comunidad. El bajo cumplimiento y
ejecución llevó a sucesivas prórrogas (Pfr. Ibid, 79-80).
32 Para una información periodística al respecto, véase: https://bit.ly/3jlw-
RgJ (9-3-2018); https://bit.ly/30yqJZJ (18-10-19).
33 Durante el gobierno de Cambiemos (siendo Mauricio Macri presidente y
Gerardo Morales gobernador provincial) se desconocieron los derechos de
los pueblos originarios (legalizados en la CN 1994) a través de diferentes
modalidades de persecución y represión hacia las organizaciones indígenas.
https://bit.ly/3jyDEnt (21-11-2018);
https://bit.ly/2WKDKyt (21-11-2018);
https://bit.ly/2OL3Dtr (31.03-2017).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 89

el conflicto entre intereses enfrentados entre algún sec-


tor de la población local con el capital (nacional e
internacional).
Una provincia donde la disputa por los recursos ha
sido recurrente, así como la marginación de las mayorías
sociales; donde buena parte de los conflictos territoriales
trascienden el ámbito local extendiéndose a la Nación; y
donde el estado, más que dirimir estos enfrentamientos
o impartir justicia, habilita el accionar del gran capital
que, recurrentemente, ignora a la población local, impi-
de el ejercicio de sus actividades tradicionales, de su
cultura, empujándola a la migración, lo que significa
abandonar sus territorios, sus lugares de subsistencia y
sus vivencias.

Vitivinicultura en San Juan: entre la crisis


y la intervención del Estado, 1976-198934
En de la Torre (Coord., 2017) se analiza la interrelación
entre estado, sociedad y economía en la provincia de San
Juan (Argentina) durante el período 1976-1989. A lo largo
de este trabajo se investiga (haciendo eje en la teoría de la
regulación) el rol del bloque de poder, la construcción de hege-
monía35 y los conflictos concomitantes en la configuración

34 Este acápite está sustentado fundamentalmente, aunque no exclusivamente,


en diversos artículos que componen el libro: de la Torre, Delia (Coord.,
2017).
35 El marco teórico metodológico se expone en el capítulo 1 (Introducción). En
el mismo, de la Torre utiliza categorías de la Escuela de la Regulación Fran-
cesa (referenciando a Alain Lipietz y otros autores) que, junto con bloque
social y bloque hegemónico (referenciando a Antonio Gramsci y otros autores)
la autora aplica para desentrañar las características del sistema productivo y
de las relaciones sociales fundamentales que se estructuran en el territorio.
Precisamente en dicha Introducción (ibid, 21) la autora afirma (siguiendo a
Lipietz) que: “los grupos sociales definidos por su lugar en las relaciones
económicas, en algún momento y durante largos periodos, se constituyen en
un bloque social. Es decir, un sistema estable de relaciones de dominación, de
alianzas y de concesiones entre diferentes grupos (dominantes y subordina-

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90 • Naturaleza y conocimientos en tensión

territorial provincial y, especialmente, en la actividad viti-


vinícola -la principal actividad de San Juan por su historia
económica, social y cultural (ver mapa 3).36
Es necesario para nuestro análisis y por el enfoque que
propone de la Torre comenzar precisando algunas cuestio-
nes del contexto nacional de este período. Porque la pro-
vincia de San Juan está inmersa en los avatares políticos
y económicos del país, de la región y del mundo y, espe-
cialmente, porque “1976-1989” encierra algunas claves que
importan en el presente caso.

dos) que es hegemónico cuando hace que se reconozca su dispositivo, de


manera más o menos coercitiva, como conforme con el interés de la gran
mayoría de un territorio […].
36 En la producción vitivinícola nacional, San Juan es la segunda provincia en
importancia, luego de Mendoza (reconocida mundialmente por sus vinos).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 91

En primer lugar, este período comprende dos etapas


históricas antagónicas y de enorme trascendencia en la historia
política y económica de Argentina; ambas caracterizadas por
su profunda inestabilidad institucional.
La primera (1976-1983) se corresponde con la dictadu-
ra cívico-militar más cruenta de la historia nacional argen-
tina.37 Consideramos que tres hitos describen esta etapa:
i) 30.000 desaparecidos; ii) la declaración, participación y
capitulación en la guerra de las Malvinas; iii) la gestación
de una abultada deuda externa que asola al país hasta el
presente y que aumenta exponencialmente su ya histórica
subordinación al capital internacional. Otras características

37 El golpe de estado del 24-03-1976 (contra el gobierno democrático peronis-


ta de Isabel Perón) instauró como presidente de facto a quien entonces era el
comandante en jefe del ejército, Jorge Rafael Videla, designado por la prime-
ra Junta Militar que funcionaba como el órgano supremo de gobierno. En
aquel período se sucedieron 4 presidentes de facto (Videla, Viola, Galtieri y
Bignone) y 3 Juntas Militares (que se conformaban con los comandantes
generales del ejército, la armada y la fuerza aérea). Tras el golpe de estado del
24 de marzo de 1976, la dictadura ejerció un férreo poder de control social,
persecución, desaparición y asesinatos de opositores y sectores populares e
incluso de población en general, para derrocar y aniquilar al que considera-
ba su enemigo interno (expresado en el peronismo, la izquierda, los movi-
mientos sociales, los grupos guerrilleros -Montoneros, FAR, ERP- entre
otros). Esta dictadura fue la última y la más larga de la sucesión de dictadu-
ras que se dieron desde el golpe de 1955 contra el segundo gobierno de
Perón. También fue la más cruenta por sus enormes consecuencias de orden
social, político y económico que aún siguen presentes. El avasallamiento de
los derechos humanos se reflejó en lo económico con el inicio de la aplica-
ción de las ideas básicas del modelo neoliberal que comenzaba a divulgarse
en esos años en AL y en el mundo. Su aplicación fue posible por el control y
vigilancia social ejercida por las dictaduras que asolaron a AL durante la
década de 1970 y aún antes (Brasil desde 1964, Bolivia 1971, Uruguay y Chi-
le 1973, Argentina 1976 y Paraguay con la más antigua y extensa del general
Stroessner 1954-1989). Para aplicar este modelo de ajuste contra los secto-
res populares y definir la puja distributiva a favor del capital más concentra-
do, fue necesario un sistema de represión y persecución que garantizara el
control a nivel sudamericano. Es en este marco que se configuró el Plan Cón-
dor, que consistió en una colaboración entre los servicios de inteligencia de
Argentina, Chile, Bolivia, Brasil, Paraguay y Uruguay, para detectar y perse-
guir a opositores y guerrilleros. Se sabe, por documentación desclasificada
recientemente, que el Plan Cóndor fue coordinado desde USA por el que era
entonces el secretario de estado Henry Kissinger (Garzón Real 2016).

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92 • Naturaleza y conocimientos en tensión

regresivas de este periodo fueron: la pérdida de poder


adquisitivo de los salarios, la persecución al movimiento
sindical, la derogación de leyes protectoras del trabajo, el
disciplinamiento de la fuerza de trabajo, todo dirigido a
bajar los costos empresariales. Por otro lado, las altas tasas
de interés alentaron al movimiento especulativo y la expan-
sión del sistema financiero. En este marco aumentó la deu-
da externa hasta que se estatizó la deuda privada en 1982, a
través de seguros de cambio y ante la posibilidad de default
del empresariado. Todo lo anterior: “efectiviza una fuerte
reestructuración de las relaciones de poder” (ibid, 39) a favor
del gran capital y contra los sectores populares.
La segunda etapa (1983-1989) corresponde al gobierno
democrático de Raúl Alfonsín, un hito en la recuperación
y sostenibilidad de la democracia argentina hasta el pre-
sente –desde entonces se sucedieron casi 40 años ininte-
rrumpidos de gobiernos legítimamente elegidos.38 Estabili-
dad democrática lograda, entre otros hechos significativos,
por el Nunca Más al terrorismo de estado.39

38 Los 37 años del actual y duradero período democrático (1983-2020) es un


hecho inédito en la historia nacional que se inicia con el siglo XX. Precisa-
mente este siglo XX estuvo políticamente contextuado en el marco determi-
nante de la inestabilidad institucional, elecciones fraudulentas y golpes de
estado. Por un lado, del fraude anterior a la Ley Sáenz Peña en 1912, pasa-
mos al de la década infame (1930-1943 luego del derrocamiento del
gobierno de Hipólito Irigoyen). Por otro lado, a los golpes de la primera
mitad del siglo XX se sumaron los de la segunda mitad, que durante 28 años,
entre 1955 y 1983, impusieron gobiernos dictatoriales o democracias con-
dicionadas e inestables.
39 El Nunca Más fue un mensaje, un enunciado, una construcción de sentido
común, producto de la amplia y generalizada difusión de los resultados de la
investigación por los crímenes de lesa humanidad y del rechazo social gene-
ralizado que produjo el conocimiento de dichos crímenes. Aquella investi-
gación se inició al poco tiempo que asumió la presidencia Alfonsín; quién
creó la CONADEP (Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas) a
los 5 días (15-12-1983) de su asunción. La CONADEP plasmó en el informe
Nunca Más detallados resultados de su investigación y con ellos sustentó el
Juicio a las Juntas, realizado por la justicia civil en 1985 tras un decreto de
Alfonsín.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 93

Esta política de derechos humanos condicionó todo el


período de Alfonsín por la inestabilidad institucional que
caracterizó su mandato. Un ejemplo de ello son los tres
alzamientos militares que debió enfrentar este gobierno
(considerados por la justicia intentos de golpe de estado).40
En años sucesivos el Nunca Más fue consolidándose
como un discurso de poder contra hegemónico asumido por
una gran mayoría de la sociedad argentina (sectores popu-
lares, clases medias y altas, intelectuales). Lo cual, en repe-
tidas crisis políticas, contribuyó al sostenimiento de la débil
democracia iniciada en 1983.41
Pero además de todo esto, debe reconocerse que
en 1983 el gobierno heredó una situación económica de
profunda recesión, creciente desempleo, inflación, deuda
externa de 46 mil millones de dólares (70% del PBI) y una
situación monetaria fuera de control por el agotamiento
de las reservas del Banco Central y el déficit presupues-
tario (ibid, 36)
En lo que refiere a San Juan, de la Torre (2017, 163-167)
sostiene:

En 1976 el golpe militar clausuró el Estado de Derecho y


la provincia fue intervenida por representantes del nuevo
gobierno central … Luego de tres interventores militares,
fueron designados miembros del partido bloquista para diri-
gir la provincia, Javier Rodríguez Castro (1981-2), Leopoldo
Bravo y Eduardo Pósleman (1982-3).
Hacia el final del año 1982, se pueden determinar tres crisis

40 Estos levantamientos fueron encabezados por los autodefinidos carapinta-


das. El primero sucedió entre el 16 y el 20 de abril 1987; el segundo en enero
de 1988. En ambos tuvo un rol central el Teniente Coronel Aldo Rico. Una
inmediata consecuencia del primero fue que, a apenas un mes y medio de
ocurrido, el 4-6-1987, se dictó la ley de obediencia debida, que exculpaba a los
oficiales de su rol dentro del plan sistemático de exterminio de la dictadura a
múltiples sectores sociales. El tercer levantamiento sucedió en diciembre de
1988 al mando del coronel Mohamed Ali Seineldin. https://bit.ly/2WI7-
xIa (19-04-2019).
41 “Débil” por el contexto político, social y económico en el cual surgió y por
los hechos posteriores que buscaron condicionarla.

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94 • Naturaleza y conocimientos en tensión

importantes:
1. La crisis nacional originada por el fracaso de las políticas
implementadas por el gobierno militar, el crecimiento ver-
tiginoso de las deudas de diversos agentes por los intereses
bancarios y la estampida del dólar y la inflación creciente.
2. La crisis del modelo productivo sanjuanino, sumada a la
ausencia de políticas económicas que permitieran superar
la especialización productiva de la provincia y el retiro del
estado en la regulación del mercado dando lugar a su con-
centración.
3. La especial crisis vitivinícola causada entre otras cosas,
por el descenso del consumo de vinos comunes y las nuevas
tendencias de consumo.[…]
Paradójicamente el regreso a la democracia en la provincia
vino de la mano del partido que había gobernado en los últi-
mos años de dictadura militar, la fórmula Leopoldo Bravo-
Jorge Raúl Ruiz Aguilar se impuso por amplio margen, y con
el apoyo a la fórmula Alfonsín-Martínez, logra posicionarse a
nivel nacional nuevamente. 42 […]
La actividad política pasó a ser cosa esencialmente de mili-
tantes. […]
En 1985 se celebraron en la provincia elecciones legislativas
y constituyentes, el triunfo fue para la Unión Cívica Radical,
dejando al partido oficialista en tercer lugar. Ello ocasionó
que el gobernador Bravo presentara su dimisión, asumiendo
el vicegobernador Ruiz Aguilar. […]
En 1987 el bloquismo volvió a imponerse con la fórmula

42 En ese párrafo de la Torre refiere al partido bloquista. Partido provincial de


más de 100 años de existencia, que surgió en 1918 en el seno de la Unión
Cívica Radical y que en ese momento se denominó Unión Cívica Radical
Intransigente (UCRI). En su trayectoria provincial y nacional, el bloquismo
estuvo ligado a gobiernos democráticos y dictatoriales, al desarrollismo, al
radicalismo y al peronismo. https://bit.ly/2OJeT9L (19-4-2019). Para algu-
nos autores es un partido ligado al pragmatismo en política, que le ha permi-
tido sobrevivir en la escena política local, en primeros lugares, hasta el siglo
XX: “Influido por ideas del radicalismo (organización de origen) y del socia-
lismo (formación política de sus dirigentes) reivindicó los derechos políticos
y sociales de las clases populares y de las mujeres, plasmando estas concep-
ciones en la Constitución Provincial de 1927. Sus principios, federalismo,
justicia social y democracia se relacionan con tres de sus características ini-
ciales: partido provincial, fuerza popular, confrontación ante un poder oli-
gárquico.” (Veramendi Pont 2013, 242).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 95

Gómez Centurión y Wbaldino Acosta. […] En 1989 el país


entero vive momentos de elecciones. El panorama provincial
se encontraba poco claro para los electores sanjuaninos: el
bloquismo estaba desgastado tras gobernar toda una década
y lo mismo ocurría en el radicalismo por la gestión econó-
mica nacional. A su vez el peronismo, a falta de liderazgos
fuertes, tampoco se presentaba como una alternativa posible
y, fiel a su tradición, se lesionaba cada vez más con sus luchas
internas. Esta oportunidad fue aprovechada entonces por el
doctor Alfredo Avelín, líder de la Cruzada Renovadora que
fue elegido diputado nacional.

Como podemos concluir, si bien con otras caracte-


rísticas diferentes a las de la Nación, la realidad política
sanjuanina aparece tanto o más inestable que la nacional,
con mayores dificultades para encontrar un hilo conductor
del hacer político y económico.
Lo anterior debe vincularse con las numerosas crisis que
afectan a este territorio provincial. Éstas no son únicamen-
te propias, ni sólo asociadas con la actividad principal, la
vitivinicultura, ni tampoco con las que devienen del modelo
productivo sanjuanino poco diversificado.
En San Juan (y no exclusivamente) la dependencia con
la Nación, especialmente en cuanto a la política econó-
mica y monetaria, condiciona las decisiones y la gestión
del gobierno provincial. La organización política de los
estados-nación (aunque sean constitucionalmente federales
como Argentina) deja siempre una cuota de incertidumbre
para la administración y gestión de la política provincial
y local.43

43 Esta incertidumbre se vincula con las múltiples decisiones que se originan


en el orden nacional y que, generalmente, operan como una imposición. Ya
que las provincias tienen menor participación o posibilidad de intervención
en temas vinculados con la puja distributiva entre actores hegemónicos y
contra-hegemónicos, muchas de cuyas cuestiones pasan por el control del
mercado monetario y financiero, la gestión de la deuda interna y externa, el
manejo del gasto público, el uso y distribución de los recursos públicos, la

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96 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Sin embargo, también necesitamos profundizar en


otras particularidades de los ámbitos locales que trascien-
den lo económico. Por ejemplo de la Torre (2017, 164-5)
sostiene que la participación política de la ciudadanía san-
juanina luego de la dictadura era sensiblemente menor;
también menciona la paradoja acerca de que el regreso a
la democracia en la provincia “vino de la mano del partido
que había gobernado en los últimos años de dictadura mili-
tar”, ya que la fórmula que encabezaba Leopoldo Bravo44se
impuso entonces por amplio margen. Asimismo menciona
ciertos “excesos de poder” del gobierno bloquista en 1983,
durante la etapa democrática, que fragmentaron las bases
que apoyaban al bloquismo (ibi,165). Por su parte, Vera-
mendi Pont (2013) refiriéndose también a la participación
del bloquismo durante la dictadura militar, postula que:

Al decir de la dirigencia bloquista entrevistada, el ciudadano


común no asociaba al Partido Bloquista con los errores del
gobierno militar nacional. Esta capacidad de disociación de
la ciudadanía sanjuanina arroja otro interrogante clave para
indagaciones futuras acerca del imaginario político de la
población sanjuanina respecto del régimen dictatorial inicia-
do en 1976 … los entrevistados justifican la participación
del bloquismo en la época dictatorial como el paso necesa-
rio para la etapa de democratización, al tener la capacidad,
fundamentalmente su líder, de pacificar, de concertar, de ten-
der un puente entre ambos regímenes políticos antitéticos
(ibid, 244) … El protagonismo aceptado por el bloquismo
en este momento histórico es significado entonces, desde
la organización partidaria, como un sacrificio consciente en

gestión de los equilibrios macroeconómicos, el control de la inflación, de


los salarios y de la ocupación, la regulación y apoyo de actividades eco-
nómicas seleccionadas, etc.
44 Leopoldo Bravo fue un referente provincial de la mayor significación
durante todo el período bajo análisis y previo también. Bravo gobernó San
Juan en tres oportunidades: entre octubre de 1963 y junio de 1966, entre
enero y diciembre de 1982, entre diciembre de 1983 y diciembre de 1985.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 97

pos del bienestar de San Juan, confiando en última instan-


cia en el reconocimiento y comprensión de la ciudadanía
local (ibid, 254).

Precisamente la sumatoria e interrelación de estas


“otras” cuestiones (históricas, institucionales, culturales,
sociales) se suman desde el enfoque territorial al tradicional
análisis socioeconómico y político. Y, asimismo, desde este
enfoque importa tanto investigar las particularidades “loca-
les” en sentido amplio del caso específico como observar sus
articulaciones, interrelaciones y múltiples influencias entre
el adentro y el afuera del caso en cuestión.
Volviendo a los antecedentes, en el periodo previo
(1950-1976) al que estamos analizando, San Juan pudo
avanzar hacia una mayor inserción en el proceso de acu-
mulación nacional (como proveedora de bienes de con-
sumo –de la Torre, 2017: 40445). Y ello a pesar de haber
atravesado una importante crisis de sobreproducción viti-
vinícola, bajo el gobierno del bloquista Leopoldo Bravo.
Precisamente este avance económico de la provincia se dio
junto con importantes intervenciones estatales que regularon
la vitivinicultura (como fijaciones al precio de la uva o del
vino, a través de la maquila).46 Asimismo se creó CAVIC
(Corporación Agro-vitícola y Comercial) para mediar entre
bodegueros y viñateros, aunque no se logró superar los con-
flictos, ni eliminar las disparidades económicas y de poder
entre los actores.47

45 Se refiere, específicamente a vid-vino, aceitunas, aceite de oliva, hortalizas.


Al final de este periodo comenzó la producción de algunos bienes sustituti-
vos (cemento, vidrio, tambores plásticos).
46 El contrato de maquila relaciona al productor de materia prima y al indus-
trial que la elabora. Actualmente la maquila se regula por la ley nacional
25.113/99 (aplicable a variados procesos de industrialización de productos
agropecuarios -caña de azúcar, granos, vinos, entre otros).
47 En el marco del gobierno provincial de Leopoldo Bravo y de una grave crisis
de sobreproducción vitivinícola y de alarmantes índices de inflación, se creó
en febrero de 1964 la CAVIC por Ley Provincial 3.019. El gobierno buscó
promover “una estructura que abarcara todas las etapas del proceso” porque
consideraba que la desconexión existente perjudicaba al pequeño y mediano

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98 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Por su parte, la etapa 1976-1989 transita entre la


crisis, el agotamiento de la sustitución de importaciones
y el advenimiento del neoliberalismo. La vitivinicultura
continuó siendo la principal actividad de la economía
provincial, aunque cada vez más vulnerable frente a las
crisis, por las dificultades de reconversión y la ausencia
de diversificación productiva.
El nuevo modelo en proceso de esos años (el neo-
liberalismo) introdujo otras variables: economía especu-
lativa, apertura al mercado externo, retracción del mer-
cado interno, mayor dependencia del mercado externo,
menor participación política, reestructuración de las
alianzas de poder a favor del gran capital nacional y
extranjero. Todo lo cual, comenzó a tornar inviables las
recetas desarrollistas, asociadas con la regulación y la
intervención del estado de la etapa anterior.
De la Torre define a esta etapa: “entre la crisis
estructural y la reconversión frustrada”, señalando que
la fuerte incidencia del cultivo de vid en la produc-
ción y en la actividad provincial, conllevó a que la
economía sanjuanina funcionara al ritmo de los vaive-
nes cíclicos propios de la vitivinicultura. Y por ello,
la diversificación productiva fue una constante de la
agenda pública local:

[…] en un contexto de crisis regional vitivinícola en 1981


y de excedentes en 1982, el Estado sancionó la primer Ley
de Reconversión Vitivinícola en 1983, aunque el proceso de
diversificación avanzó muy lentamente, ya que el crecimiento
de la superficie implantada de uva para pasas y consumo en
fresco es mínimo, al igual que la producción. El resto de los

productor. La CAVIC tuvo como objetivo inicial la defensa de pequeños


y medianos viñateros, cumpliendo un rol importante en la regulación del
mercado vitivinícola al manejar el precio de la uva y del vino especialmente
durante las décadas de 1960 y 1970, años de máximo esplendor para esta
corporación (Lirussi y Moscheni 2010, 52).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 99

productos vitivinícolas como el mosto, miel de uvas, y otros,


no tuvieron un crecimiento importante a pesar de dicha polí-
tica (de la Torre 2017, 141).

La profunda crisis vitivinícola atravesó todo el


período, signada por características estructurales de la
actividad misma y agravada por coyunturas político-
institucionales (como las políticas neoliberales de aper-
tura y desregulación):

La década del `80 se inaugura con un escenario bastante


conflictivo desde lo económico y social, que se caracteriza
principalmente por la crisis vitivinícola causada por el des-
censo del consumo de vinos comunes, que produce un sig-
nificativo excedente. El agotamiento del modelo productivo,
la ausencia de políticas económicas que permitieran supe-
rar la especialización productiva de la provincia, y el fracaso
de las políticas implementadas por el gobierno militar que
produjeron un crecimiento vertiginoso de las deudas por los
intereses bancarios, son elementos fundantes de la situación
conflictiva. Como respuesta, los sucesivos gobiernos bloquis-
tas intentaron enfrentar esta situación mediante una serie de
políticas públicas destinadas a revertir las recurrentes crisis
de la Provincia. (de la Torre 2017, 171; cursivas nuestras)

En estos años: i) avanzó el dominio del oligopolio


vitivinícola, imponiendo el precio de la uva y del vino
y las condiciones de la comercialización; ii) quebró y
desapareció CAVIC (un emblema de la etapa anterior
que en 1991 se declaró en quiebra).
Aunque CAVIC previamente se privatizó, pasó de
lo público a lo privado porque no pudo competir en un
mercado en que dos o tres firmas captaban el excedente
e imponían las condiciones. Esto significó “un avance de
la fracción hegemónica de la cadena productiva sobre

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100 • Naturaleza y conocimientos en tensión

la fracción vitivinícola pequeña y mediana” (ibid, 293).48


Lo cual terminó influyendo notoriamente en la vida de
gran parte de la población sanjuanina.
Finalmente este contexto no podría caracterizarse ade-
cuadamente si no nos referimos al “caso Greco”. Ya que
éste expresa cabalmente el funcionamiento de la estructura
de poder: “el bloque de poder en acción” (de la Torre 2017,
253; cursiva nuestra)49:

[Greco] significó para la Provincia y la Región de Cuyo, la


acción quizás más concreta del bloque de poder. El gobierno
de facto desarticuló un oligopolio [la autora refiere al grupo
Greco] para apoderarse de él e intervenir en la industria viti-
vinícola a través del manejo de precios, de subsidios y estrate-
gias que finalizan beneficiando a otro oligopolio (Cartellone,
Catena, Peñaflor). En realidad, ayuda a crearlo y sostenerlo al

48 CAVIC significó desde su creación el motivo incesante de lucha y con-


flicto entre viñateros y bodegueros, un conflicto intra-capital y en el
cual el estado no era el tercero escindido [la autora cita a O´Donnell,
G.] sino un actor más, completamente involucrado en garantizar el orden
inequitativo y de exclusión que significa el capitalismo [cursiva nues-
tra]. CAVIC fue, además, un botín en el afán de torcer sistemáticamen-
te el objetivo para el que fuera creada en 1964 (sostener, asociar, inte-
grar y potenciar a los pequeños viñateros sanjuaninos). Al fin lo
lograron, después de casi 30 años la lucha dio resultados y la enorme y
gran bodega estatal fue reducida a un puñado de inoperantes deudores
(Pfr. de la Torre 2017, 310).
49 El grupo Greco manejaba más del 50% del volumen de vinos de todo el país
hacia 1980. La historia de este grupo comenzó con Héctor Greco cuando,
proveniente de Buenos Aires, se instaló en Mendoza, compró una bodega y
comenzó a producir uva. Los productores de uva y vinos empezaron a ven-
derle cada vez más hasta que se constituyó en un referente del precio de las
cosechas de uva de Mendoza. Seguidamente compró varias bodegas y
comenzó a manejar el mercado del vino de la región. Esta expansión fue
complementada y facilitada por la adquisición del banco de los Andes en
1977. Este banco comenzó pagando un punto más de interés por los depósi-
tos de plazo fijo; dinero que permitió financiar las actividades de las empre-
sas del grupo. Greco se convirtió así en un poderoso holding que llegó a
manejar 45 empresas, de las cuales 35 eran bodegas propias. Este proceso se
completó en 1976 con la adquisición del diario Mendoza (Pfr. Ibid,
253-256).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 101

darle todas las facilidades y el manejo del mercado, extrayen-


do el excedente de los pequeños y medianos productores (de
la Torre 2017, 412; cursiva nuestra).50

Efectivamente, en el caso de la vitivinicultura sanjua-


nina se muestra claramente como ciertas intervenciones
públicas (con escasa transparencia) facilitan (y promueven)
en determinadas coyunturas, el proceso de acumulación
ampliada de grupos económicos que avanzan hasta alcanzar
el control oligopólico de los mercados respectivos.
Esta situación, frecuente en las disputas entre sectores
de poder, se alcanza bajo arreglos espurios, negocios (o
negociados) de unos y otros, que quedan ocultos tanto
como el accionar del estado que los avala, recurriendo a
formas políticas institucionalizadas, quiebras, leyes e inter-
venciones.
Más allá que la realidad (o las apariencias) muestre
un estado activo en diferentes momentos de la etapa bajo
análisis, instrumentando múltiples leyes nacionales o pro-
vinciales, promocionales, regulatorias, sectoriales, conti-
nuamos preguntándonos: ¿por qué todo este accionar no
logró modificar las restricciones estructurales de la eco-
nomía sanjuanina, ni el enfrentamiento entre bodegueros
y vitivinicultores, ni tampoco la disputa con los intereses
de la vecina provincia de Mendoza? Y por el contrario lo
que se destaca es:

50 Hacia finales de la década de 1970 el grupo Greco logró “una posición cuasi
monopólica, que sin duda significó, un enfrentamiento con otros agentes
importantes de la vitivinicultura regional que actuaban de la misma forma”
(ibid, 261). Entre ellos Catena y Peñaflor (ibid, 263). Estos acusaban a los
Greco de competencia ilegal, de prácticas especulativas. En 1980 cae el BIR
(Banco de Intercambio Regional) y arrastra en su caída al banco de los
Andes. Esto conlleva a la quiebra de todas las empresas del grupo Greco y a
la apropiación de las mismas por parte del Estado. Diferentes elementos dan
cuenta que se trató de un proceso de intervención y quiebra ordenado por el
gobierno de la dictadura: “el discurso hegemónico del proceso militar de
`demonización del estado, de retiro del mismo en actividades económicas y
en definitiva de la subsidiaridad, cae cuando se analiza el ´caso Greco´ por el
imperio de otros intereses” (ibid, 261; cursiva nuestra).

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102 • Naturaleza y conocimientos en tensión

[…] la profundización de las brechas y las desigualdades con


Mendoza, que por su influencia en la composición en el INV
[Instituto Nacional de Vitivinicultura] y el lobby ejercido por
los agentes más grandes logra imponer políticas públicas que
la benefician fuertemente (de la Torre 2017, 192).

Este recorrido nos muestra un estado (nación y provin-


cia) que a pesar de sus múltiples (aunque también contradic-
torias) intervenciones durante todo el periodo 1976-1989
no pudo alcanzar los objetivos enunciados por los respec-
tivos gobiernos de una y otra etapa (pacificar, desarrollar,
reconvertir, integrar el país y la región al mundo). Pero ade-
más, sectorial y localmente, tampoco logró superar la crisis
del sector vitivinícola, ni reconvertir a la provincia:

[…] la intervención del Estado en el periodo 1976-1989 fue


clave no sólo en la promulgación de leyes y decretos, sino
además en la intervención sistemática de las instituciones
mencionadas, la represión a los intentos de expresión y par-
ticipación, la conciliación de intereses del bloque que lo sos-
tenía y en la ausencia de planes sistemáticos para el desarro-
llo de las economías regionales. La alianza tecno-burocrática
que manejaba el aparato estatal, ejercía su dominación ideo-
lógica en el territorio a fin de modificar la relación de fuerzas.
La democracia no pudo contener las desigualdades ni los
procesos de consolidación de un territorio profundamente
asimétrico con fuerte dominio de la fracción bodeguera (de la
Torre 2017, 419; cursiva nuestra).

Algunos aprendizajes

Hemos expuestos tres casos territoriales, expresamente


identificados por su diferencia espacial, temporal: i) Piza-
rro, en Salta, un ámbito local definido en torno a una dispu-
ta local y resultante de hechos ocurridos bajo el modelo
neoliberal del presente; ii) una provincia, Jujuy y sus regio-
nes, observada desde el largo plazo que se inicia con su

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 103

inserción en el proceso de organización nacional hasta la


actualidad; iii) una economía regional, la vitivinicultura de
San Juan, analizada durante el período de transición entre
la sustitución de importaciones y el inicio del neolibera-
lismo en Argentina.
En los tres casos y a pesar de notorias diferencias,
observamos que los respectivos procesos de desarrollo (de
mediano y largo plazo) se asemejan en una misma cuestión:
mientras unos pocos actores avanzan concentrando y acumulando
recursos territoriales, las grandes mayorías son crecientemente
despojadas de sus derechos y de los recursos de “su” territorio. Y
en todos estos procesos el Estado jugó, en distintos períodos de la
historia nacional, un rol central, generalmente bajo formas directa
o indirectamente asociadas con los intereses de los sectores más
poderosos y capitalizados.
Llegamos a estas conclusiones, observando sus eviden-
cias desde un enfoque territorial a partir de estudios de caso
con una mirada histórica de largo plazo, que nos conduce
a identificar reiteradamente la “no neutralidad” del Esta-
do. Y esto es así porque como señala Göran Therborn: “El
carácter de clase de un Estado no se refiere necesariamente
a quién mueve las cuerdas entre bastidores, sino al efecto
sobre la sociedad de las acciones o las no acciones del Estado,
y pone de manifiesto, por consiguiente, quien es la clase
dominante en la sociedad” (citado por de la Torre, ibid, 26,
cursiva nuestra51).
El enfoque territorial parte de un marco conceptual que
analiza el territorio como poder en el contexto del sistema
capitalista. Ello significa identificar las relaciones de poder
que son parte del proceso dialéctico y contradictorio de
acumulación y concentración de capital.

51 La cita es: THERBORN, Göran 1979, 158. “¿Cómo domina la clase dominante?”
Aparatos de Estado y poder estatal en el feudalismo, el capitalismo y el socialismo.
Editorial Siglo XXI. 4ta. Edición. Madrid.

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104 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Analizar el poder material y simbólico requiere identi-


ficar e investigar el rol de los actores como expresión de
su posición en la estructura socio-productiva y en las rela-
ciones de clase. Pero, mientras que para identificar al poder
en sus expresiones materiales contamos con referencias
concretas (aunque no siempre disponibles) vinculadas con
el posicionamiento de los actores en la estructura tecno-
productiva e institucional, para reconocer el poder en sus
expresiones simbólicas debemos adentrarnos en cuestiones
más abstractas y ocultas, ligadas con los valores, los símbo-
los, las religiones, los discursos de poder, los discursos de verdad,
de construcción de sentido, y en particular de sentido común
en las diferentes temáticas que nos ocupan.
Estos discursos (difundidos a través de medios de
comunicación, redes sociales, normativas formales e
informales) cumplen un rol central, y cada vez mayor,
en las disputas de poder, en las disputas territoriales.
En la medida que en cada circunstancia conducen a la
ciudadanía a apoyar uno u otro posicionamiento polí-
tico respecto al objeto en cuestión. En los casos aquí
expuestos se manifiestan a través de consignas como: i)
desarrollo vs atraso (en los posicionamientos a favor y
en contra del litio o en el caso de Pizarro a favor o no de
la desafectación de un área protegida); ii) productividad
vs contaminación (en la problemática de expansión de
la soja con usos o no de herbicidas y otros químicos);
iii) apertura de mercado vs regulación (en relación a la
política económica a aplicar en el caso sanjuanino).
La comprensión de un caso a partir de este enfo-
que comienza reconociendo los aspectos más concretos,
cercanos y evidentes (como la estructura social y pro-
ductiva, el rol de las políticas públicas, de las institu-
ciones, de las leyes, de los actores) para luego avanzar
hacia los menos evidentes y más contradictorios (como
el rol del Estado, de la cultura, de los mandatos, de
los símbolos, de las religiones, de la producción de

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 105

discursos hegemónicos, contra-hegemónicos, de resis-


tencia, de sentido común). Desde nuestra perspectiva,
toda esta secuencia revela al territorio.
En términos metodológicos, comprender al territorio
desde el enfoque territorial conlleva a indagar, sistema-
tizar y analizar respecto al “caso en cuestión”: i) su
devenir histórico respectivo; ii) sus diferentes aspectos
(culturales, sociales, económicos, políticos, instituciona-
les); iii) sus modalidades de funcionamiento a diferen-
tes escalas político-geográficas (internacional, nacional,
provincial, local); iv) las interrelaciones e influencias
múltiples entre sectores, actores, escalas temporales y
espaciales.
En los tres casos aquí presentados, aunque originados en
investigaciones realizadas por otros autores (que hemos inten-
tado complementar con otras indagaciones) los hechos deter-
minantes para su comprensión y explicación provienen de:

a. Revisión del devenir histórico del caso y sus conexiones a


distintas escalas temporales. En el caso Pizarro, que “sur-
ge” en 2004, sus antecedentes institucionales más cerca-
nos suceden en 1994, cuando la reformulada CN, legisló
sobre: i) la protección de los recursos naturales, ii) el domi-
nio originario de las provincias respecto dichos recursos y
iii) el derecho comunitario de las comunidades originarias
sobre la tierra si probaban su preexistencia en la misma.
Aunque en realidad sus antecedentes culturales, políticos
y sociales se remontan al período de la colonización espa-
ñola, que relegó a los pueblos originarios a una situación
de subordinación, explotación y negación de su cultura, de
sus antecedentes indígenas y principalmente del territorio
que es la expresión simbólica de su etnicidad. Esto mis-
mo es lo que sucede en Jujuy con su numerosa y diversa
población indígena. Pero aquí se suma además, una con-
tinuada, recurrente y evidente historia de despojo econó-
mico de este territorio, que va cambiando de objetivo y
características según la etapa del modelo socioeconómico

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106 • Naturaleza y conocimientos en tensión

dominante (azúcar, minerales, litio, turismo, etc.) y de los


intereses en juego, nacionales e internacionales. La revi-
sión histórica para el caso de la vitivinicultura sanjuanina,
es más acotada, y se refiere a las políticas públicas de regu-
lación y sustitución de importaciones durante el período
previo a 1976-1989.
Es decir, cada uno de estos necesarios recorridos por un
pasado específico depende de nuestro objeto de estudio.
Alcanzar evidencias, explicaciones, nos puede remontar
más atrás en el tiempo o más cerca; y muchas veces su
extensión la descubrimos durante el proceso de investiga-
ción.
b. Análisis a diferentes escalas espaciales y según modalida-
des de interrelación entre las mismas:

• La escala internacional refiere a los actores, intereses y


disputas originados desde este ámbito. En el caso de Jujuy
reconocemos procesos de acumulación global que signan
el devenir de la minería, el litio, el turismo en la Puna, en
los Valles de Altura y en la Quebrada de Humahuaca; todos
implican inversiones, intereses y disputas con un enorme
poder de presión sobre los actores locales. Poder que per-
mite realizar acciones legalmente vedadas o sin la autori-
zación necesaria, así sucede con los relevamientos de zonas
áridas para extraer agua y explorar el subsuelo en la Puna
y en los Valles de Altura. Lo mismo se repite con la expan-
sión de la soja y la deforestación en el caso Pizarro, donde
se deforestaron zonas prohibidas legalmente o se aplicaron
artilugios legales para evitar la aplicación de otras leyes que
reglamentaban la deforestación (ley nacional de bosques).
Estos dos casos, son claros ejemplos de disputa por el terri-
torio. Pues, mientras para unos es “su” espacio de subsisten-
cia, de expresión de su etnicidad, para otros es “el” espacio
de oportunidad que se ofrece en determinada coyuntura
para la explotación de recursos que alimentan el proceso
de acumulación a escala global.
En el caso de la vitivinicultura, el surgimiento del modelo

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 107

neoliberal junto con la coexistencias de dictaduras, repre-


sión, crímenes de lesa humanidad en el cono sur latinoa-
mericano, significó un inigualable poder de manipulación
y determinación de los hechos económicos y políticos
nacionales, provinciales y locales. Se activó el miedo social
y, consecuentemente, casi se anuló todo accionar político
opositor, hasta alcanzar la subordinación de la mayor parte
de los sectores locales (pequeños y medianos productores
y la población en general) a las decisiones de los gobiernos
de facto. Todo lo cual permitió a las dictaduras delinquir en
diferentes frentes, no sólo en lo que refiere a la persecución
y asesinato de opositores sino también en lo relacionado
con la apropiación de sus bienes. Esto es lo que explica la
“declaración de quiebra” de una de las mayores oligopo-
lios locales (caso Greco) que resultó una apropiación ilegal
(aunque fuera presentada como un caso de justicia por el
manejo fraudulento empresarial).
• La escala nacional refiere a las relaciones, intereses y
disputas resultantes de este ámbito. Frecuentemente des-
de el estado nacional se establecen normativas, legisla-
ción y diferentes modalidades institucionales que ope-
ran en alianza o conflicto con los actores locales. En el
caso Pizarro vimos que una ley nacional sancionada en
2007 (ley 26.331/07 de Presupuestos Mínimos de Protec-
ción Ambiental de los Bosques Nativos) entró en colisión
con las decisiones provinciales (ley provincial 7274/04) de
desafectación de dos lotes, que formaban parte de un área
natural protegida, para: i) construir y mejorar rutas que
habilitaran el avance de la sojización; ii) deforestarlos y
destinarlos a la producción sojera.
Este caso también revela los intereses contradictorios que
se suceden en un mismo ámbito, en este caso el nacional,
entre: i) los sectores nacionales defensores de la protec-
ción ambiental (opuestos a las decisiones provinciales); y
ii) los sectores ligados a la producción sojera que busca-
ban acciones conciliatorias, ya que desde el propio ejecu-
tivo nacional se avalaba ampliamente dicha producción.

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108 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Por ello se entiende que, finalmente, el problema pareciera


empezar a superarse recién cuando interviene la Dirección
de Parques Nacionales ofreciendo su mediación (con un
menor cuestionamiento de las decisiones del estado pro-
vincial). Precisamente, no todos los actores intervinientes
concordaron con estos acuerdos (por ejemplo, la Universi-
dad Nacional de Salta).
El caso de la vitivinicultura sanjuanina es, de los aquí
expuestos, el que más vinculaciones diversas se obser-
van con actores nacionales (estatales y no estatales). Las
políticas de promoción y regulación, tanto provinciales
como nacionales, estuvieron muy presentes en cada eta-
pa y tuvieron connotaciones a veces similares y a veces
contradictorias en relación a las normativas, regulaciones,
promociones (tanto vinculadas al sector vitivinícola como
al productivo en general). Del mismo modo, sucedió con
los intereses en juego de los diferentes actores, cuyas alian-
zas y disputas variaron según cada coyuntura.
Una mayor y mejor comprensión de este y otros casos
se logra avanzando en el conocimiento de especificidades
territoriales cada vez más avanzadas, que es a donde apun-
ta el enfoque territorial.
• La escala local refiere a las relaciones, intereses y disputas
que se dan dentro de este ámbito. Situaciones que las
hemos observado en todos los casos. Las interrelaciones y
conflictos entre referentes de pueblos originarios y autori-
dades locales, universidad local u organizaciones ambien-
talistas en el caso Pizarro; en la disputa por el litio en la
Puna o Valles Altos entre poblaciones originarias y refe-
rentes gubernamentales y de empresas transnacionales; en
la vitivinicultura sanjuanina entre productores, bodegue-
ros y estado provincial.
En este mismo sentido, cuestiones vinculadas con la cul-
tura, la idiosincrasia, la participación política local (como
se vio en el caso sanjuanino) también son reveladoras de
las opciones, limitaciones y posibilidades, que ofrece cada
lugar. Desentrañar contradicciones, alianzas y conflictos,

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 109

entre los actores locales permite adentrarse en la lógica de


funcionamiento de la política local e ir desbrozando la pro-
blemática bajo estudio.

En definitiva, todo lo anterior da cuenta de la amplia


diversidad de situaciones que operan en los territorios. En los
hechos cada territorio es único. Y tratarlos de modo seme-
jante (por ejemplo desde las PP que bajan uniformemente
igual para todos) resulta funcional al ocultamiento: i) de cier-
tas regularidades que tienen en común (de origen, devenir y
resultados) y ii) de las diferencias que explican las razones
de los logros y de los fracasos cuando se investiga las parti-
culares relaciones de poder de cada territorio
Precisamente, desde el enfoque territorial nos interesa
subrayar la regularidad y la diversidad para: i) mostrar que
hay regularidades (prácticas y modelos institucionales, eco-
nómicos, sociales y políticos) que, en la mayoría de los
casos, son garantes del proceso de acumulación y con-
centración capitalista; ii) identificar particularidades socio-
políticas, culturales, institucionales y económicas de cada
territorio que, tanto contribuyan a definir PP acordes con
los objetivos a perseguir en cada territorio, como visibili-
zan las particulares formas con que se ejerce el poder en
los mismos.
El enfoque territorial (a través del análisis de casos) da
cuenta que:

a. La relación entre desarrollo y territorio es múltiple,


diversa y contradictoria en sus variadas expresiones.
b. El desarrollo resultante (en sus distintas escalas -
provincial, regional, local) es parte indisoluble del pro-
ceso de acumulación del capital sostenido desde el uso
y usufructo del territorio.
c. La enorme diversidad (según situaciones, casos y esca-
las espaciales y temporales) oculta el resultado final
que es que la interacción entre desarrollo y territorio

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110 • Naturaleza y conocimientos en tensión

configura un proceso que deviene en mayor concen-


tración económica (aumentando la desigualdad social
en detrimento de los sectores de menores recursos,
pobres y marginales).
d. El sostenimiento y fortalecimiento del sistema capita-
lista es, aunque enmascarado, el fin último de las pers-
pectivas y propuestas de desarrollo provenientes desde
la política en general (y desde la PP en particular). Lo
cual se observa analizando las diversas propuestas de
desarrollo que hegemonizaron las PP desde la década
de 1960 en adelante (como las de “desarrollo regional”
de 1960, 1970) o las de “desarrollo territorial” de 2000
en adelante. También esta conclusión surge revisan-
do múltiples trabajos de investigación sobre experien-
cias de desarrollo. Por ejemplo, en un estudio sobre
todo el Norte Grande (Catamarca, Corrientes, Chaco,
Formosa, Jujuy, Misiones, Salta, Santiago del Estero,
Tucumán) se afirma: “Son incontables las acciones que
desde distintas perspectivas buscaron solucionar los
problemas del Norte. Pero la objetiva persistencia de la
marginalidad y pobreza estructural de la región parece
ser una demostración de la insuficiencia de todas esas
acciones” (Bolsi A., Paolasso, P., Longhi, F., 2006, 262).

En este marco nos preguntamos: ¿Cómo desligar el


desarrollo del capitalismo? ¿Es una cuestión de políticas
públicas? ¿O de construcción y consolidación de movi-
mientos de resistencia, contra-hegemónicos que prioricen
la autonomía en la toma de decisiones?
El caso Pizarro, que aquí hemos tratado, más allá de
sus resultados finales, indica un camino. Porque se trata de
un conflicto local con consecuencias que comprometieron
a todo el territorio nacional (la sanción de la Ley Nacio-
nal de Bosques).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 111

Pizarro es un ejemplo de territorios olvidados, margi-


nales, que pareciera que no cuentan con poder, ni alianza
para modificar el curso de las decisiones que se toman en
una instancia jurisdiccional superior (como la del gobierno
provincial).
Pizarro es un ejemplo de tantos otros territorios (nacio-
nales y latinoamericanos) localizados en lugares inhóspitos
y distantes del centro político nacional y/o provincial, cuya
población se ubica entre la más marginal y precarizada del
país, pero además es de escasa significación numérica.
Pizarro es un ejemplo de todos aquellos ámbitos geo-
gráficos que por sus características no sería un “territo-
rio”. Pizarro contradice la teoría del desarrollo territorial
(Schejtman y Berdegué 2006). Pues ésta, desde su visión
neoliberal, sustentaba que son “territorios” sólo aquéllos
que pueden insertarse competitivamente en el mercado
mundial. Qué paradoja: si así fuera Pizarro no sería un terri-
torio! Aún a pesar de las luchas de su población indígena
y criolla. Luchas que desataron múltiples y contradictorios
procesos territoriales en todo el país y que, por ello, cons-
tituyen un ejemplo a seguir. En realidad, esta contradicción
se explica porque para las teorías neoliberales: Pizarro no
es, precisamente, un ejemplo a seguir!
En toda sociedad preocupada por su futuro, el camino
de comprensión, análisis, investigación debe continuar.
Para ello creemos que avanzar en una correcta aplicación
de un instrumento como el enfoque territorial, profundizán-
dolo y mejorándolo, puede ayudar a tomar decisiones más
efectivas al objetivo buscado.
Todo proceso social (como la disputa por los territorios)
está inmerso en disyuntivas y contradicciones que pondrán
a prueba reflexiones, acciones y voluntades. Pero para
seguir avanzando siempre tendremos posibilidad de recu-
rrir a ejemplos dignificantes.

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112 • Naturaleza y conocimientos en tensión

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Conflictos y territorios hidro-sociales
en el área metropolitana
de Buenos Aires1
MELINA TOBÍAS

Introducción

El Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) comprende


la Ciudad Capital y 24 partidos del conurbano bonaeren-
se que la rodean. Si bien se encuentra emplazada en un
territorio con abundantes cursos de agua, la accesibilidad al
agua potable y cloacas no se encuentra garantizada para el
total de los habitantes que residen en la región: sólo el 73%
de la población del AMBA posee acceso a agua potable y
tan sólo el 56% tiene cobertura de cloacas por red pública
(INDEC, 2010). Estos datos permiten deducir que el acceso
al agua, más que un problema de causas naturales o técnicas,
responden más bien a cuestiones políticas asociadas a su
producción y distribución (Swyngedouw, 2006).
Esta afirmación representa el punto de partida del pre-
sente trabajo, que se propone abordar la forma que asumió
en las últimas décadas la distribución de un servicio básico
y elemental como es el agua potable y las cloacas en el área
más densamente poblada de la Argentina (más de 12 millo-
nes de habitantes), para luego centrarse en la escala local
y estudiar allí la emergencia de conflictos territoriales que
reclaman por el acceso a dichos servicios.

1 Este artículo ha sido publicado en la Revista del CESLA. International Latin


American Studies Review, (23), 2019, 197-218.

teseopress.com 117
118 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Para ello el texto se propone trabajar de manera com-


plementaria con una diversidad de fuentes primarias y
secundarias. Para la primera parte centrada en analizar la
evolución en la expansión del servicio en el AMBA, opta-
mos por trabajar con datos estadísticos de cobertura provis-
tos por el Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda
(2001y 2010), pudiendo así detectar las áreas más favo-
recidas y más retrasadas en el acceso al servicio. Para la
segunda parte, que apunta a estudiar el modo en que los
actores sociales locales se articulan y organizan frente al
déficit del servicio de agua y cloacas dando lugar a la emer-
gencia de conflictos por el acceso al agua, optamos por
trabajar con un estudio de caso centrado en el accionar
de una organización territorial de la zona sur del AMBA
denominada el Foro Hídrico de Lomas de Zamora. Par-
ticularmente estudiaremos a partir de entrevistas en pro-
fundidad a miembros de la organización y del análisis de
fuentes periodísticas locales, los mecanismos con los que
la organización cuestiona la gestión vigente del servicio a
partir de la formulación de contra-argumentos que permi-
ten ampliar el espacio de debate sobre las opciones posibles
para resolver el problema.
El enfoque adoptado para la presente investigación es
la ecología política, ya que esta corriente de pensamiento
permite resaltar las relaciones de poder que subyacen en el
manejo y la distribución de los recursos naturales y el modo
en que a partir de dichas relaciones se producen saberes y
discursos (Benjaminsen y Svarstad 2009). Particularmente
nos interesa recuperar los aportes de la ecología política
para pensar la articulación entre las relaciones humanas y
el entorno biofísico en contextos metropolitanos. En este
sentido, Heynnen, Kaika y Swyngedouw (2005) caracteri-
zan algunos elementos centrales de lo que definen como la
ecología política urbana. Entre ellos el hecho de recono-
cer que no existen las relaciones sociales, por un lado, y la
naturaleza por el otro, sino que ambos se co-determinan en
una relación híbrida (Latour 2007), conformando así lo que

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 119

Lefebvre define como una segunda naturaleza (Lefebvre


2013 [1974]). Dicho término refiere al carácter relacional
del espacio social, y a la necesidad de concebirlo en tanto
producto (social) creado a través de la interacción de la
sociedad con la naturaleza primigenia (2013 [1974], 54).
A su vez, Heynnen et al. advierten que la forma que asu-
me esta segunda naturaleza y las condiciones ambientales
producto del propio proceso de urbanización se ve influen-
ciada por el contexto socio-histórico, cultural, político y
económico, así como por las instituciones que las encarnan.
Por último, resaltan que los riesgos generados por dichas
condiciones no se distribuyen de manera equitativa dentro
de la ciudad, dando lugar a la existencia de ganadores y
perdedores definidos en función de las geometrías de poder
asociadas a las formas que asuman las relaciones de fuerza
(Harvey 1996). De esta manera, se entiende que los cam-
bios socio-ambientales suscitados a partir del proceso de
transformación que supone la urbanización en el territo-
rio nunca son social o ambientalmente neutrales, sino que
producen costos y beneficios en distintos grupos sociales,
permitiendo visibilizar así la dimensión política que sub-
yace a estos procesos.
En el último tiempo se han desarrollado dentro del
enfoque de la ecología política urbana diversas investiga-
ciones centradas en el abastecimiento, circulación y eli-
minación del agua urbana que nos servirán de referencia
para estudiar el caso de Buenos Aires (Bakker 2003; Boe-
lens, Hoogesteger, Swyngedouw, Vos y Wester 2016; Budds
2004; Gandy 2004; Swyngedouw 2004, 2006). A grandes
rasgos, estos trabajos se centran en explorar el modo en que
el agua -en tanto elemento central para la sustentabilidad
urbana- es representada por los distintos actores, transfor-
mada a partir de las actividades humanas y luego distribuida
de manera heterogénea en el territorio, generando procesos
de desigualdad en torno a su acceso. En términos de Boe-
lens et al. esta perspectiva permite mostrar el componente

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120 • Naturaleza y conocimientos en tensión

político que se encuentra presente en los mecanismos de


circulación y acceso al agua, así como en las normas, reglas
y discursos sobre las decisiones hídricas (2016, 10).
La noción de territorios hidrosociales (Boelens et al
2016; Linton 2010; Molle 2012; Swyngedouw 2004) hace
hincapié en la dimensión territorial de las interacciones
entre las actividades humanas y los procesos biofísicos.
Los territorios hidrosociales representan espacios híbridos
social, natural y políticamente construidos en donde los
flujos del agua junto a la infraestructura hidráulica y el
propio ambiente biofísico interaccionan con actores socia-
les e instituciones, que a su vez tienen distintas visiones e
intereses (Boelens et al. 2016, 1). De este modo, la noción
permite concebir estos espacios como escenarios de lucha
en donde se dirimen conflictos en torno al uso y distribu-
ción del agua, pero también en torno a sus valoraciones,
significados y derechos. Así, los conflictos suscitados en
dichos escenarios terminan produciendo una reorganiza-
ción y resignificación del propio territorio, así como de sus
configuraciones y escalas.
Para profundizar en los efectos territoriales de la
implementación de la política del agua y en las formas de
exclusión que produce la distribución del servicio de agua
y cloacas a lo largo del AMBA, apelamos también a la lite-
ratura de controversias y conflictos, especialmente de con-
flictos ambientales. Esta literatura nos permite analizar la
emergencia de disputas en torno al acceso a agua potable
y saneamiento y -en términos más amplios- en torno a la
gestión del recurso hídrico en la región.
Nos interesa resaltar los efectos positivos de los con-
flictos en términos de las márgenes de sociabilidad y orden
social que pueden traer aparejados (Simmel 1999). Den-
tro de los conflictos nos centramos particularmente en los
conflictos ambientales, entendiendo que éstos se definen
como tal cuando los actores involucrados en una disputa
movilizan argumentos vinculados al ambiente, aún si estos
no son centrales o determinantes en el motivo que produce

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 121

el conflicto (Merlinsky 2013a). Esta definición nos permi-


te comprender los conflictos que emergen por la falta de
acceso al agua, la contaminación de las aguas o las inun-
daciones, como conflictos ambientales, siempre que en las
voces de los actores se haga alusión al componente ambien-
tal que subyace en esos reclamos. Asimismo, compartimos
con Azuela y Musseta (2009) que, en los conflictos definidos
como ambientales, no sólo se disputa la dimensión ambien-
tal (tenga esta mucha o escasa presencia en los argumentos
de los actores), sino que también entran en juego las relacio-
nes de poder que existen en el uso, producción, apropiación
y distribución de los recursos naturales, trascendiendo la
dimensión ambiental hacia elementos de índole económica,
social y cultural.
De este modo, la entrada de análisis por los conflictos
ambientales permite estudiar el modo en que distintos acto-
res con posiciones que se presentan como contrapuestas e
incompatibles van construyendo sus propias visiones y sis-
temas de acción frente a una situación definida como pro-
blemática (Melé 2003). El enfrentamiento de estas distintas
visiones permite poner en discusión qué tipos de saberes
son considerados como válidos o legítimos en un deter-
minado momento y espacio, dando lugar a lo que autores
como Callon, Lascoumes y Barthe (2001) denominan como
controversias socio-técnicas.
A diferencia de los momentos de conflicto que suponen
situaciones de manifestación o de oposición explícita y que
pueden asumir diversas formas desde denuncias públicas,
movilizaciones, hasta la apelación a estrategias legales y
jurídicas (Melé 2003:17), el término de controversias supo-
ne un proceso complejo más amplio cuya propia dinámica
va redefiniendo el sentido y el contenido de lo que originó
la disputa. Como advierte Limoges (1993) el objetivo de
estas controversias no es encontrar la verdad sobre un pro-
blema, sino más bien visibilizar el modo en que las distintas

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122 • Naturaleza y conocimientos en tensión

posturas y decisiones sobre su definición y resolución supo-


nen discutir los niveles y tipos de incertidumbre que se
pretenden aceptar.
Precisamente, la noción de controversias socio-
técnicas permite ahondar en el modo en que las distintas
visiones enfrentadas en un conflicto o controversia se con-
forman articulando distintos saberes que buscan legitimi-
dad y que exceden el campo científico. Dichas visiones
se contraponen al discurso hegemónico, permitiendo dar
cuenta de la dimensión política y social que se encuentra
presente en las decisiones que se presentan como mera-
mente técnicas. Los actores no científicos conforman así
una expertise propia sobre el tema en cuestión, fruto de un
proceso continuo de aprendizaje y de articulación con otros
actores provenientes de diversos espacios (organizaciones
sociales, ámbito científico, universidades, etc.) que permite
poner en discusión el status y los límites del conocimiento
experto (Limoges 1993).
Esta batería de conceptos nos permitirá reflexionar
sobre los conflictos y controversias que emergen en la esca-
la local por la falta de acceso al agua y el modo en que
en ellos se dirimen distintas visiones sobre la prestación
del servicio y sobre la gestión del recurso hídrico. A su
vez, los conceptos vistos permiten adentrarnos en el modo
en que dichas visiones fueron construidas a partir de un
aprendizaje colectivo entre distintos actores, permitiendo
discutir los términos en los que se lleva adelante la política
del agua en el territorio.
La entrada de análisis a través de los conflictos ambien-
tales permite no sólo estudiar el modo en que se conforman
y se dirimen los planteos y posicionamientos de los actores,
sino también analizar lo que dejan los conflictos. Esto es,
lo que en términos de Melé (2003) sería estudiar su pro-
ductividad social y territorial. Dicha noción refiere a los
efectos que puedan tener los conflictos al revalorizar las
representaciones -en tanto formas de apropiación simbó-
lica- de los distintos actores sobre el territorio, renovando

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 123

así la relación entre ambos (Merlinsky 2013). En estos casos


los conflictos suponen procesos de territorialización donde
los actores ponen en juego la definición de su pertenencia
territorial, así como sus vínculos y valoraciones sobre el
espacio (Melé 2003, 24). Así, la dimensión espacial y terri-
torial no sólo supone el cimiento sobre el cual se produce
el conflicto, sino que forma parte de los propios elemen-
tos de la discusión.
En los siguientes apartados veremos cómo se encarnan
estos conceptos teóricos y abstractos en la realidad concreta
del AMBA y de nuestro caso de estudio. De este modo, el
trabajo se organiza en tres apartados además de esta intro-
ducción. En el primero de ellos nos proponemos recrear
la situación del servicio en el AMBA en los últimos años
y el modo en que la expansión del servicio conformó lo
que llamaremos un territorio hidro-social desigual, en don-
de la ausencia del servicio coincide con otras inequidades
económicas, ambientales y sociales. Luego, en el segundo
apartado nos interesa alejarnos de la escala metropolitana
para enfocarnos en un municipio concreto y analizar allí
a través de las acciones emprendidas por el Foro Hídri-
co de Lomas, los conflictos que emergen ante la falta de
agua potable y cloacas. El tercer y último apartado presenta
las reflexiones finales del trabajo, tratando de rescatar las
principales enseñanzas del caso para reflexionar sobre la
problemática hídrica en la región.

El ciclo del agua urbana en el AMBA

Para poder analizar la situación del servicio de agua potable


y cloacas en el AMBA, creemos necesario antes hacer una
breve mención al modo en que funciona el ciclo del agua
metropolitano en la región, con el fin de poder entender
el proceso de transformación -de recurso a servicio- y de

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124 • Naturaleza y conocimientos en tensión

circulación del agua urbana -ingreso y distribución del agua


potable en los hogares y retiro de efluentes cloacales de los
hogares hacia las fuentes de agua receptoras-.

Mapa 1. El territorio del AMBA

Nota: Código de los partidos: 1: Almirante Brown, 2: Avellaneda, 3: Bera-


zategui, 4: Esteban Echeverría, 5: Ezeiza, 6: Florencio Varela, 7: General
San Martín, 8: Hurlingham, 9: Ituzaingó, 10: José C. Paz, 11: La Matanza,
12: Lanús, 13, Lomas de Zamora, 14: Malvinas Argentinas, 15: Merlo,
16: Moreno, 17: Morón, 18: Quilmas, 19: San Fernando, 20: San Isidro,
21: San Miguel, 22: Tigre, 23: Tres de Febrero, 24: Vicente López.
Fuente: Fernández (2012).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 125

De manera resumida podemos advertir que la principal


proveedora del servicio de agua y cloacas en el AMBA es
la empresa re-estatizada Agua y Saneamientos Argentinos
S.A. (AySA)2, quien se encarga de transformar y metaboli-
zar el agua de río en agua potable, convirtiéndola así en lo
que dimos llamar una segunda naturaleza (Lefebvre 2013
[1974]). El agua potable se produce a partir de la extracción
de agua superficial proveniente principalmente del Río de
la Plata, y, en menor medida, mediante la explotación de
agua subterránea del acuífero Puelche. En lo que refiere a
los desagües cloacales la empresa cuenta con un sistema de
cuencas metropolitanas que funciona a través de grandes
conductos receptores que atraviesan la región recogiendo
los efluentes de los hogares conectados. Luego, estos se
vuelcan a los distintos ríos de la ciudad (Matanza Riachue-
lo, Reconquista y principalmente, al Río de la Plata). En
esta descripción del sistema puede advertirse ya una de sus
principales paradojas: el Río de la Plata, principal fuente
de agua para potabilizar, actúa a su vez como principal
receptora de las aguas usadas de la ciudad, ya sea a través
del vuelco director o bien a través de sus tributarios como
el río Matanza Riachuelo o el Reconquista, encontrando
los límites -o al menos los desafíos- de la sustentabilidad
ecológica.
Es posible concebir este proceso de circulación del
agua como lo que la ecología política define como ciclo
hidro-social, donde elementos naturales y humanos se arti-
culan para asegurar la reproducción de esta naturaleza
transformada (el agua) que fluye y circula hacia dentro y
hacia afuera de la región (Linton 2010; Swyngedouw 2004).
Pero dicho ciclo hidro-social no se reduce a la política sec-
torial -o incluso ambiental-, sino que también se encuentra

2 AySA es una empresa cuyo capital accionario pertenece mayoritariamente al


Estado Nacional (90%) y el capital restante corresponde a los trabajadores.
Fue creada en el año 2006, en reemplazo de la empresa privatizada Aguas
Argentinas que estuvo a cargo del servicio durante toda la década de los ’90.

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126 • Naturaleza y conocimientos en tensión

permeado por un proceso mucho más amplio, contradic-


torio, atravesado por las históricas tensiones del proceso
de urbanización mismo del área metropolitana que, como
veremos más adelante, se expresan en un centro consolida-
do y una periferia desarticulada, caracterizada por la falta
de acceso al suelo urbano, la degradación ambiental y ele-
vados índices de pobreza (Pírez 2009).
Estas características del territorio del AMBA se remi-
ten al crecimiento demográfico y los patrones de urbaniza-
ción que primaron a partir de la segunda mitad del siglo XX
(el crecimiento poblacional de los partidos más alejados de
la ciudad) y que, combinados con un creciente desfinancia-
miento del sector de agua y cloacas, llevaron a incrementar
cada vez más el desequilibrio entre la demanda y la oferta
de accesibilidad a las redes de agua y cloacas (Catenazzi
2006). Este proceso se vio agravado en los años ’90, durante
el período de privatización del servicio, producto de los
incumplimientos en materia de expansión y en el incremen-
to del valor de la tarifa, lo que provocó el aumento de la
desigualdad social existente en la accesibilidad al servicio
(Azpiazu 2007).
Actualmente en el AMBA el déficit de cobertura alcan-
za a más de tres millones y medio de personas que carecen
de provisión de red de agua potable, y más de seis millones
sin red de saneamiento, que se ven obligados a resolver su
necesidad a través de captaciones de agua y descarga autó-
nomas de diversa índole, o bien a través de la compra de
agua embotellada (Tobías 2015).
No obstante, la distribución de la cobertura no se da de
manera homogénea al interior del AMBA. La tabla N°1 per-
mite observar la desigualdad socio-espacial que subyace en
la expansión de la cobertura: mientras la región de mayores
ingresos per cápita y mayor consolidación urbana presenta
una cobertura prácticamente plena del servicio (97% y 98%),
los partidos del Gran Buenos Aires presentan niveles muy
inferiores al de la Ciudad Capital, próximos al 76% en el
caso del agua y 57% en cloacas.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 127

Tabla 1. Hogares con cobertura de agua potable y cloacas en el AMBA


(2010)

Fuente: INDEC (2012) en base a los resultados del Censo Nacional de


Población, Hogares y Viviendas 2010.

A su vez, la tabla expresa también una diferencia significa-


tiva en el nivel de cobertura de cada uno de los servicios (agua
potable y desagües cloacales), vinculada principalmente a los
costos en la expansión de la red. Esta situación no sólo agra-
va la desigualdad social en relación al acceso a la red de cloa-
cas, sino que también incrementa la vulnerabilidad y el riesgo
de los sectores de escasos recursos. Especialmente de aquellos
que habitan en zonas degradadas, proclives a inundarse, próxi-
mas a arroyos y/o cuencas contaminadas. Esto es así porque el
ingreso de agua en el territorio sin adecuados servicios de eva-
cuación lleva a incrementar el volumen de agua en los acuíferos
subterráneos, produciendo una elevación en el nivel de la napa
freática3 y originando inundaciones con agua contaminada al
interior de las viviendas. En otras palabras, la elevación de las
napas aumenta el riesgo sanitario de la población sin servicios
cloacales, ya que ésta debe afrontar fallas frecuentes en la utili-
zación de pozos ciegos que desbordan y contaminan las napas
subterráneas de las que se extrae agua para consumo doméstico
(Merlinsky, Bouzo, Montera y Tobías 2012).

3 La napa freática representa la porción de agua subterránea del acuífero que se


encuentramáscercaalniveldelsuelo.

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128 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Al desagregar los datos de cobertura a nivel municipal, es


posible observar que, en el caso del agua potable, los partidos
más cubiertos son los más próximos a la Ciudad Capital, lo que
manifiesta la expansión del modelo de centralizado de redes
que caracterizó al servicio desde inicios del siglo XX (Tobías
2017). A su vez, en el mapa No 2 se observa que por fuera del pri-
mer anillo de partidos que rodea la CABA (Avellaneda, Lomas
de Zamora, Lanús, Gral. San Martín, Tres de Febrero y Vicen-
te López), el servicio de agua potable se expandió mayoritaria-
mente en la zona este y norte, y no así en Ezeiza ni en la zona
oeste como Ituzaingó, Hurlingham, Merlo y Moreno, histórica-
mente la más relegada en el acceso a este tipo de servicios.

Mapa 2. Hogares con servicio de red pública, AMBA, % año 2010

Fuente: INDEC (2010).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 129

En cuanto al servicio de la red cloacal, es posible obser-


var que la cobertura es generalizadamente más baja, excep-
to en algunos municipios de la zona norte como Vicente
López, Tres de Febrero, San Isidro, que representa la región
más rica del AMBA, y en el municipio de Berazategui (hacia
el sur) que posee una gestión municipal del servicio por
fuera de la empresa AySA. No obstante, a pesar de este caso
aislado, la zona sur sigue siendo una de las más deficitarias
en materia de red cloacal.

Mapa 3. Hogares con servicio de desagüe cloacal, AMBA, % año 2010

Fuente: INDEC (2010).

Al analizar los dos servicios en conjunto es posible


apreciar que aún hoy perduran municipios con situaciones
críticas de cobertura -inferiores a 30% en agua y cloacas-

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130 • Naturaleza y conocimientos en tensión

como es el caso de Ituzaingó, Ezeiza, Almirante Brown, José


C. Paz y Malvinas Argentinas. Todos ellos corresponden
al segundo y tercer cordón del conurbano bonaerense, es
decir, a áreas alejadas de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires. Situación que se explica por las dificultades intrín-
secas a la red -a las que se suman decisiones políticas de
a dónde priorizar el servicio- para expandirse hacia esos
territorios.
Hasta aquí hemos presentado a grandes rasgos las prin-
cipales características del área metropolitana, entendida en
tanto territorio hidro-social, con zonas cubiertas por los
servicios e integradas a la ciudad y zonas marginadas y
excluidas del servicio conformadas a lo largo del tiempo a
partir de procesos históricos y políticos. A continuación,
nos interesa pasar de la escala regional a la local para ver allí
cómo se expresa en el propio territorio la ausencia de servi-
cios básicos como el agua y el saneamiento, y los conflictos
que a raíz de esa situación emergen.

La escala local y la emergencia de conflictos


por el agua

El municipio de Lomas de Zamora es uno de los 24 partidos


que integran el AMBA. Se encuentra ubicado en el primer
cordón del conurbano bonaerense, limitando hacia el norte
con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, hacia el oeste
con los partidos de La Matanza y Esteban Echeverría, hacia
el sur con el partido Alte. Brown, y hacia el este con los
partidos de Quilmes y Lanús. Hacia el norte el municipio
tiene como límite natural el cauce del Río Matanza Ria-
chuelo, que a su vez es receptor de los arroyos Del Rey,
Unamuno y Santa Catalina que atraviesan el partido de
sudeste a noroeste, junto con los arroyos Las Perdices y
Galíndez que corresponden a la cuenca del Río de la Pla-
ta. Al interior del partido es posible identificar dos áreas

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 131

geográficas diferenciadas: mientras las localidades ubicadas


hacia el sud-este se encuentran en zonas altas, las localida-
des cercanas a la cuenca Matanza Riachuelo se emplazan en
terrenos bajos e inundables (Grassi s/da).
En lo que se refiere al servicio de agua potable y sanea-
miento el municipio cuenta con un promedio de cobertura
de agua por red pública que alcanza al 97,5%4 de los hoga-
res, mientras que la red de desagües cloacales sólo cubre al
30,9% de los hogares (INDEC, 2010). Si bien los valores de
agua potable se acercan a los más altos del Gran Buenos
Aires, los de cloaca expresan el déficit histórico que tiene la
zona sur del conurbano respecto a este tipo de servicios.
En el caso de Lomas de Zamora el déficit histórico de
cloacas se ha conjugado con la elevación de la napa freá-
tica, producto tanto de causas naturales como antrópicas.
Entre las primeras podemos señalar la propia topografía
del territorio que posee poca velocidad de escurrimiento de
las aguas hacia el Rio de la Plata. Mientras que, las causas
antrópicas son varias: i) el entubamiento de arroyos que
termina impermeabilizando las zonas de descarga natural
de los acuíferos, ii) la falta de planificación urbana que
permitió la edificación y el asentamiento de población en
zonas bajas e inundables, iii) el cese de bombeo durante la
década de los ’90 producto tanto del cierre de industrias
y iv) la decisión en ese mismo período de tiempo de la
empresa privatizada Aguas Argentinas de cerrar los pozos
de extracción de agua subterránea para abastecimiento y
reemplazarlos por la importación de agua proveniente del
Río de la Plata. La llegada de agua superficial sin un correcto
sistema de escurrimiento y desagüe, terminó agravando la
elevación de la napa freática, incrementando así los riesgos
de inundación en el municipio.

4 Este porcentaje incluye tres tipos distintos de acceso: Red pública dentro de
la vivienda (87%), Fuera de la vivienda, pero dentro del terreno (10%) y fuera
del terreno (1%).

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132 • Naturaleza y conocimientos en tensión

En el partido de Lomas de Zamora, la organización


social con mayor reconocimiento y peso en temas rela-
cionados al agua es el Foro Hídrico. Esta organización se
conformó en el año 2000 a partir de una gran inunda-
ción que afectó al municipio, aunque su trayectoria puede
remontarse a un período más largo que comienza en el
año 1985, con los reclamos de la que fue su antecesora, la
organización Interbarrial, que luchaba por el problema de
las inundaciones producto del desborde de uno de los tribu-
tarios más importantes de la Cuenca Matanza-Riachuelo, el
Arroyo del Rey, y por la falta de provisión de agua potable
(Merlinsky 2007).

La visibilización de la crisis hídrica en Lomas de Zamora


Las medidas que lleva adelante el Foro desde su creación
se han centrado en otorgar visibilidad a la crisis hídrica de
Lomas de Zamora e identificar las zonas más vulnerables
dentro del partido que requieren una respuesta inmediata
por parte de las autoridades locales, sectoriales y nacio-
nales. En ese sentido, una de las principales acciones que
emprendió la organización para precisamente conocer cuá-
les eran los distintos niveles de vulnerabilidad que existía
en el municipio, fue iniciar la campaña “Paremos con el
genocidio silencioso de nuestro Pueblo”, que consistía en
el diseño y la implementación a partir del año 2011 de
estudios epidemiológicos en el Barrio Lamadrid -una de las
zonas más afectadas por la contaminación, las inundacio-
nes, y la precariedad sanitaria-5, con el objetivo de demos-
trar la relación que existe entre la degradación ambiental y
el impacto en la salud.

5 El Barrio Lamadrid se encuentra ubicado una zona altamente inundable


próxima al Arroyo del Rey, unos de los tributarios más contaminados de la
Cuenca Matanza Riachuelo.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 133

La realización del estudio fue posible gracias a la arti-


culación que logró el Foro con vecinos y docentes de la zona
y con otra organización reconocida en el campo de la salud
como Médicos del Mundo, que los asesoró y ayudó en el
armado y el procesamiento de los datos de la encuesta. Los
principales datos que arrojó la encuesta evidencian que

[…] el 62% sufre inundaciones en su casa o terreno, el 100%


no cuenta con servicio de cloacas, el 34% consume agua
envasada. Por otro lado, el barrio no cuenta con servicio de
recolección de residuos, el 75% de la población no cuenta
con cobertura médica, y se detectaron frecuentes casos de
enfermedades respiratorias, parasitosis, gastroenteritis y der-
matitis (“El plomo para los caños”, 2014).

Luego de la experiencia en Villa Lamadrid -y en el mar-


co de la misma campaña- se replicó la encuesta en 100 fami-
lias del barrio 17 de noviembre en la zona de Campo Tongui
donde, además del Foro y los Médicos del Mundo, parti-
ciparon también otras organizaciones, agrupaciones polí-
ticas, movimientos sociales, y grupos universitarios, como
la Cátedra Libre de Ingeniería Comunitaria y la Cátedra
Libre de Estudios Americanistas, ambos de la Universidad
de Buenos Aires (UBA). Aquí es posible advertir una carac-
terística importante del accionar del Foro: su interés y capa-
cidad por articular con otros actores de diferentes espacios
-algunos con mayor llegada social, otros con mayor cono-
cimiento técnico-, para poder complejizar la problemática
y demostrar el modo en que la combinación de amenazas y
condiciones de vulnerabilidad existentes a nivel territorial
predispone a la población residente a mayores situaciones
de riesgo en relación a zonas mejor provistas de infraes-
tructura y servicios públicos.
Además de estas actividades, el Foro Hídrico junto a
vecinos de Villa Fiorito (otra localidad de Lomas), al Depar-
tamento de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería (UBA) y
la Fundación Che Pibe, encabezaron otra campaña titulada
“El agua no es confort, el agua es vida”, haciendo alusión

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134 • Naturaleza y conocimientos en tensión

a la necesidad de garantizar el derecho humano al agua


como derecho esencial y mostrando el modo en que en
un mismo territorio co-existen situación de desigualdad
de acceso a los servicios básicos: mientras algunos vecinos
poseen la red de agua de AySA, otros se abastecen a tra-
vés de redes vecinales, perforaciones (sin control de calidad
sobre las mismas) e incluso algunos reciben el agua a través
de camiones cisterna o conexiones clandestinas. A partir de
estas campañas el Foro Hídrico, acompañado por estos y
otros actores sociales (como escuelas locales, cooperativas,
documentalistas, médicos sanitaristas, etc.) siguió desarro-
llando nuevos relevamientos con el objetivo de detectar
las enfermedades hídricas provocadas por la falta de redes
de servicio en el municipio, e indagar en los niveles de
metales pesados en sangre de los niños afectados por la
contaminación.

La construcción de una mirada integral sobre el agua


y el saneamiento
Este proceso que podemos definir como parte de una cons-
trucción social y colectiva de los riesgos (Herzer, 2011)
que lleva adelante el Foro ha permitido visibilizar la crítica
situación hídrica del municipio y posicionarla como pro-
blema público, dando cuenta de una visión propia e integral
de los problemas de agua y saneamiento. El origen de esta
mirada puede hallarse en las fuertes inundaciones que afec-
taron a Lomas en el año 2000. Fue a partir de entonces
que los miembros de la organización comenzaron a percibir
que las inundaciones y el suministro por agua potable no
eran fenómenos aislados, sino que ambos formaban parte
de una misma “realidad hídrica”. De este modo, el Foro fue
logrando una complejización en la percepción del proble-
ma, otorgándole una visión integral de los problemas por
el agua, así como de las posibles propuestas de interven-
ción en el largo plazo, que comenzaron a plantear ante las
autoridades competentes en la materia (Bouzo et al 2007).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 135

Comprendieron que el problema de las inundaciones en el


municipio se encuentra directamente vinculado al desequi-
librio hídrico que presenta la región.
Para poder construir esta mirada integral la organi-
zación tuvo que adquirir nuevos conocimientos y herra-
mientas que le permitiesen comprender las causas de esta
“crisis hídrica”, y, a su vez, obtener “pruebas” concretas del
daño ambiental, para poder así reclamar a las autoridades.
Este proceso implicó la interacción con otros actores socia-
les como universidades, centros de investigación e inclu-
so organizaciones internacionales, como la ya mencionada
Médicos del Mundo.
Este entramado de actores y saberes permitió que el
Foro conformara a lo largo del tiempo una “expertise” en
temas vinculados a los problemas hídricos, transformán-
dose en la organización social con mayor conocimiento
sobre el tema en el municipio. La construcción de estos
saberes contra-expertos y del enfoque integral del proble-
ma hídrico permitió al Foro la elaboración de argumentos
propios que cuestionaran la forma en que son concebidos
los problemas de falta de agua y cloacas en el municipio y
por la empresa prestadora AySA. Es esta reconfiguración
social del problema la que autores como Callon, Lascoumes
y Barthe (2001) denominan controversias socio-técnicas.
Como vimos antes, este término permite reflexionar sobre
la forma en que la frontera entre lo técnico y lo social
es cuestionada por los propios protagonistas de la contro-
versia (en nuestro caso los miembros del Foro), quienes a
partir de la construcción de un saber autónomo comienzan
a tener una opinión propia y se muestran capaces no solo
de señalar las falencias, sino incluso de discutir el rumbo
de las políticas públicas en materia de agua y saneamiento,
complejizando así las visiones existentes sobre la problemá-
tica hídrica en la región.
En el caso abordado en el presente trabajo, el conflicto
y la controversia socio-técnica es suscitada a partir de la
presión ejercida por los miembros del Foro para que se

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136 • Naturaleza y conocimientos en tensión

lleven adelante políticas de saneamiento capaces de dar una


respuesta integral al problema de la región en plazos que
tengan en cuenta las necesidades más urgentes de los secto-
res afectados. Acorde con su propia definición del proble-
ma, la organización cuestiona a la empresa prestadora por
no tener una mirada holística e integral sobre el problema
de agua y cloacas en la región, exigiendo que la empresa
contemple en el diseño de sus obras las interdependencias
existentes entre los distintos municipios que integran la
concesión.
Sin embargo, una de las características de esta orga-
nización es que sus argumentos no se limitan únicamente
a una postura crítica frente a las decisiones y planes de
la empresa prestadora, sino que alcanzan un carácter pro-
positivo, ofreciendo respuestas alternativas a partir de los
saberes contra-expertos que han logrado conformar a lo
largo de los años. Es así que, frente al modelo centraliza-
do que supone el Plan de AySA, el Foro Hídrico sugiere
la implementación de un modelo descentralizado a partir
de la creación de plantas modulares que permitan brindar
cobertura a la población local en el corto plazo, sin tener
que esperar la realización de obras más centralizadas como
las que se propone la empresa6.
Los diversos repertorios de acción llevados adelan-
te por el Foro Hídrico –desde protestas con cortes de
calle, reuniones asamblearias, capacitaciones barriales hasta
negociaciones en mesas de diálogo con funcionarios loca-
les y miembros de AySA– han logrado ejercer una fuerte
presión social sobre las políticas de agua y saneamiento
en el territorio. Si bien la empresa prestataria no ha mos-
trado demasiada apertura en relación al debate planteado
por el Foro sobre el mejor modelo posible para extender

6 Las plantas modulares de efluentes cloacales permiten cubrir la falta de


cobertura en áreas de pequeña y mediana escala, logrando el tratamiento de
los residuos provenientes de las redes domiciliarias antes de que sean volca-
dos al río. Una de las principales ventajas de este sistema es su versatilidad y
resistencia.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 137

la cobertura (la tensión centralizado-descentralizado), los


reclamos de la organización tienen como finalidad pre-
sionar para que se implementen ciertas medidas para el
mediano y corto plazo tendientes a mejorar y extender el
servicio de cloacas en el municipio.
Esas medidas han logrado presionar en la realización
por parte de AySA de obras de menor escala que estaban
contempladas en el diseño original del Plan, pero cuya eje-
cución se encontraba supeditada a diversas variables polí-
ticas y económicas que requieren el acuerdo de diferentes
actores con incidencia en el territorio, como son la Secre-
taría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación,
el propio municipio de Lomas, la Autoridad de Cuenca
Matanza Riachuelo y la empresa estatal AySA. Este es el
caso de la planta depuradora de efluentes cloacales “Fiorito”,
ubicada en el municipio de Lomas, que permitiría el acceso
de gran parte de la población del municipio a las cloacas. Si
bien la obra fue prevista en el Plan original lanzado en el
2008, fue anunciada hacia fines del 2011 y recién en el mes
de septiembre del año vigente ha sido inaugurada.
En este sentido, puede apreciarse cómo el accionar de
organizaciones locales como el Foro Hídrico permite no
sólo la visibilización del problema sino también la creación
de conflictos y controversias socio-técnicas que a la vez
suponen la elaboración de saberes contra-expertos. Estos
conocimientos creados de manera colectiva logran presio-
nar la implementación de las políticas públicas, lo que cons-
tituye lo que podríamos definir como la productividad de
estos conflictos, ya que dejan improntas concretas en el
territorio. Por un lado, al lograr la puesta en marcha y cul-
minación de obras previamente retrasadas o incluso rele-
gadas por la propia empresa prestadora. Pero también por
afianzar la identidad de la organización con el territorio y
su reconocimiento frente a la temática hídrica, permitiendo
incluso transmitir sus experiencias locales a otras organiza-
ciones de municipios aledaños con situaciones similares.

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138 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Conclusiones

El trabajo se ha propuesto estudiar la problemática de agua


potable y saneamiento en el Área Metropolitana de Buenos
Aires desde la perspectiva de la ecología política, tratando
de rastrear las inequidades presentes en la prestación del
servicio y el modo en que estas habilitan la emergencia de
conflictos locales producto de la falta de servicio. Hemos
buscando identificar las áreas del AMBA más afectadas por
la falta de servicios de red de agua y saneamiento, que
en general coinciden con las zonas de menor nivel socio-
económico y las ambientalmente más degradadas. Compro-
bamos así la existencia de un círculo vicioso de la pobreza
(Lentini y Brenner 2012), donde quedan asociadas las con-
diciones de pobreza, contaminación y exclusión.
A su vez, en la segunda parte del trabajo buscamos ana-
lizar los conflictos y controversias que emergen en la escala
local, estudiando para ello las acciones realizadas por una
organización territorial de mucha trayectoria en el munici-
pio, el Foro Hídrico de Lomas de Zamora, y el modo ésta
ha logrado instalar el problema del agua y saneamiento en
la agenda pública. El estudio de caso realizado nos permi-
tió advertir, por un lado, el modo en que la organización
fue conformando saberes propios en torno a la problemá-
tica del agua en el municipio, articulando los problemas de
acceso a las redes con otros problemas hídricos que afec-
tan al municipio, como la elevación de la napa freática y
las recurrentes inundaciones. A su vez, la conformación de
estos saberes ha permitido a la organización cuestionar el
modo en que la política del agua y saneamiento era defi-
nida por AySA, dando lugar así a la emergencia de con-
troversias socio-técnicas y conflictos en torno al agua, que
no se limitan al reclamo por su acceso, sino que también
proponen una lectura más integral acerca del manejo del
recurso en la región.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 139

Así, el estudio de estos conflictos y controversias socio-


técnicas permitió apreciar los distintos lenguajes de valo-
ración en torno al agua que encarnan los diversos actores
y que se ponen en juego en el mismo territorio (Martí-
nez Alier 2004), como también los mecanismos de apren-
dizaje colectivo que permitieron a los miembros del Foro
Hídrico conformar una lectura propia del problema. A su
vez, hemos podido apreciar el modo en que en su propia
interpretación, la organización logró redefinir el problema
de agua y saneamiento y entenderlo no como pretende la
empresa de agua AySA desde una lectura “técnica”, sino más
bien en términos de justicia socio-ambiental, incorporando
así una dimensión ética pero también política en torno a la
distribución del agua.

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De paseo por mi experiencia
investigativa

De las problemáticas etno-territoriales


a los bosques y plantaciones como tecnologías
de gobierno

MARÍA ALMA TOZZINI

Introducción

El presente artículo busca brindar una síntesis de lo inves-


tigado hasta el momento respecto de los reclamos etno-
territoriales, las políticas y proyectos de desarrollo forestal
y las tecnologías de gobierno en la zona cordillerana del
noroeste de la Provincia de Chubut; especialmente en las
localidades de El Hoyo y Lago Puelo.
Lejos de presentar un resumen de cada trabajo ya dis-
ponible, lo cual sería infructuoso por redundante (y aburri-
do), el objetivo apunta a repasar cómo se fue construyendo
la investigación a lo largo de casi dos décadas. Es por esto
que el escrito persigue un doble propósito: por un lado,
hacer un recorrido respecto de mis propios intereses inves-
tigativos y cómo los mismos fueron virando –a medida que
se profundizaba el trabajo de campo– de los reclamos y
problemáticas etno-territoriales a focalizar en los bosques
y plantaciones de pinos como elementos particularmente
problemáticos en el abanico de dichos reclamos. Por el otro,
indicar cómo este recorrido se fue complejizando también
al poder hacerle al campo otras preguntas de índole teórica,
a la vez que “desapegándome” paulatinamente –en términos

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146 • Naturaleza y conocimientos en tensión

analíticos- de la comunidad mapuche con la que me vinculé


por casi una década en el marco de la investigación y ana-
lizando políticas de contexto de manera interrelacionada
en sus diversos niveles de aplicación ya sean provinciales,
nacionales e incluso macro.
El paso intermedio entre ambos extremos de esta cade-
na, estuvo vinculado a analizar, entre las dimensiones que
complejizaban los reclamos etno-territoriales, la presencia
en dichos territorios de plantaciones de especies exóticas
de coníferas que contaban entonces con unas tres décadas
de existencia aproximadamente. La mayor parte de dichas
plantaciones habían quedado en manos de un abogado que
pretendía no solo su tala para comercializarlos sino que, en
uno de los casos, como veremos más adelante, había logra-
do tramitar la titularidad de la parcela donde los pinos se
encontraban implantados. Entonces, dentro de las tierras en
cuestión, otrora periféricas dentro del punto de vista de su
nivel de rentabilidad, se había implantado, entre la década
de 1970 y 1980, un agente futuro de valorización.
Así, si aquel “actor problemático” –los pinos o las plan-
taciones– fue analizado en un primer momento en tanto
agente que formaba parte de una cadena de extracción de
valor antes que determinadas porciones de territorio se
valorizaran inmobiliariamente; a medida que la investiga-
ción fue avanzando, pude ver la creación de dichos ambien-
tes también en tanto instrumentos de gubernamentalidad
que particularizaban a nivel local paradigmas macro como
son el del desarrollo y el de la sustentabilidad. En este mar-
co, el análisis de la legislación de tierras, que había sido
un objetivo en mis primeras investigaciones, así como las
forestales que lo fueron en una segunda etapa, no pudie-
ron más analizarse de manera separada sino como parte de
un mismo proceso de ordenamiento territorial en distintas
etapas de las administraciones provinciales pero también
en virtud de aquellos grandes paradigmas, en todo caso,
vernaculizados.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 147

Así, el artículo que aquí comparto pretende, por un


lado, mostrar la manera en la cual se van dejando planteadas
distintas preguntas a lo largo de casi dos décadas en un mis-
mo problema de investigación que va tomando diferentes
rumbos que, a su vez, lo modifican. Por otro lado, ofrecer
una reflexión respecto del lugar de trabajo de campo y las
formas de interpelarlo, así como reflexionar, como si tuvié-
ramos la lente de una cámara, qué sucede con las preguntas
según se acerca o aleja la lente (en ese orden) de la unidad de
estudio ¿qué pasa con la profundidad en las preguntas?
Por su parte, y desplegados en el tablero los materiales
empíricos (escritos propios) que son insumo para este tra-
bajo, la “Teorización del contexto” de Lawrence Grossberg
(2010) resultó un aporte sumamente ordenador de esta
reflexión en tanto “Los contextos se generan incluso mien-
tras se “articulan” los “hechos” o individualidades y rela-
ciones que los componen” (Grossberg 2010, 18). Esto nos
permitió volver a reflexionar no sólo sobre las preguntas
realizadas oportunamente al campo, sino sobre las formas
en que el mismo fue siendo abarcado y conectado con otros
contextos en el proceso de investigación.
Deseo que este ejercicio que me atrevo a ensayar aquí,
sea de utilidad a quienes estén encarando sus investigacio-
nes de posgrado o funcione como una suerte de invitación
que, en tiempos de cuarentena, otros investigadores se atre-
van a aceptar, tal vez a modo de juego, para realizarlo con
sus propios recorridos.
Entonces, en adelante ordenaremos en tres momentos
las fases de la investigación describiendo cada una, los prin-
cipales conceptos y categorías en juego, la noción de campo
implicada y, como análisis retrospectivo, la forma en que se
creó contexto en cada una de las etapas.
Finalmente, las reflexiones finales invitan a detenernos
sobre otra dimensión respecto de las estrategias con las que
construimos nuestros contextos investigativos, no mencio-
nada en el desarrollo pero, estimo, no menor a la hora de
reflexionar sobre nuestros propios itinerarios.

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148 • Naturaleza y conocimientos en tensión

El Entorno: comprender los reclamos etno-territoriales

Mi primera problematización sobre el sector comprendido


entre la zona cordillerana del noroeste del Chubut y sud-
oeste rionegrino estuvo vinculada al análisis de reclamos
étnico-territoriales formulados por familias de antigua pro-
sapia en la región, reconocidos como los fundadores “blan-
cos y cristianos”, de las localidades que forman parte de lo
que se da en llamar “Comarca Andina del Paralelo 42º”1.
Esta indagación se inició con la elaboración de mi Tesis
de Licenciatura (Tozzini 2004) con la intención de visibi-
lizar las fronteras sociales que se establecían entre la zona
urbana de Lago Puelo y sus “primeros pobladores” habitan-
tes en la margen oeste del Río Azul, que los mantenía aisla-
dos de los servicios básicos. Sin embargo el tema principal
viró rápidamente –en virtud de los procesos sociales que
atravesaron su escritura– hacia los reclamos territoriales
de dichos pobladores.
Y es que si esos “antiguos pobladores” representaban
a las familias más antiguas de la localidad y de la Comarca
Andina toda, mis primeras aproximaciones habían proble-
matizado la falta de regularización dominial de las tierras
que ocupaban de manera centenaria.

1 La Comarca Andina del Paralelo 42º es una unidad territorial surgida con
ese nombre en la década de 1990 a los fines de atraer turismo a la zona. Sin
embargo, la vinculación e integración entre sus localidades es muy anterior,
en virtud de las grandes distancias que separan a las mismas de los centros
urbanos más poblados ya sea de Chubut, ya sea de Río Negro. Las localida-
des que integran esta unidad son, además de la rionegrina de El Bolsón, las
chubutenses de El Hoyo, Lago Puelo, Epuyen, El Maitén y Cholila. En ade-
lante podré referirme a ella como Comarca Andina o, simplemente, la
Comarca. Si bien esta unidad funciona de hecho para la gestión de la vida
cotidiana de los habitantes, la misma jamás ha sido gestionada ni resuelta
administrativamente entre ambas provincias, generando continuos proble-
mas, por ejemplo en la atención sanitaria, los periodos con cambio de uso
horario en función del ahorro de energía y, en tiempos de aislamiento social
preventivo y obligatorio, con la simple provisión de víveres en El Bolsón por
parte de las pequeñas localidades chubutenses.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 149

Sin embargo, finalizando mi trabajo de campo y sumer-


gida en la escritura, dichas familias comenzaron a reivin-
dicar públicamente sus antepasados indígenas y a reclamar
la tierra, por cinco décadas tramitada sin éxito desde el
derecho civil sucesorio, desde su pertenencia indígena. Esto
implicaba, entre otras cosas, que ya no la reclamaban a títu-
lo individual, sino de manera comunitaria. Esto que parece
tan sencillo no lo era pues, en primer lugar, implicaba que
si esas tierras eran obtenidas bajo dicha figura, las mismas
se convertían en intransferibles e inembargables.
Ese viraje en la forma en que un mismo grupo, una
misma familia, reclamaba la misma porción territorial ocu-
pada centenariamente y con expediente abierto desde hacía
cinco décadas, generó fuertísimas resistencias por parte de
los sectores hegemónicos de Lago Puelo, y principal, aun-
que no únicamente, por el Municipio local. Fueron estos
sectores los que no tardaron en tildar de espuria dicha iden-
tificación con el pueblo mapuche por parte de la familia
más antigua de la región, reconocida por todos como “los
primeros blancos y cristianos aquí”. Ahora, ¿por qué para
el municipio local y para sectores con poder devenía tan
significativo este cambio en la calidad del reclamo y por qué
salieron a repelerlo con tanto ímpetu? Podríamos pensar
que, en tanto este cambio volvía a Lago Puelo una localidad
con origen indígena y no blanco, sus sectores hegemónicos
veían en esto una suerte de “mácula” frente a los planes
de convertirla en un lugar más elitista y más desapegado
de sus tradiciones rurales respecto de sus otras compañe-
ras comarcales. Sin embargo, la respuesta reside en que la
tierra ocupada centenariamente por las familias que ahora
las reclamaban desde el derecho indígena, habían pasado a
formar parte, desde la década de 1990, de las tierras fiscales
municipales. A esto se sumaba que se estaban valorizando
desde el punto de vista inmobiliario en virtud de su gran
belleza paisajística, la posibilidad de acceder a servicios y,
pese a estar del otro lado del río, por su proximidad con el
pueblo, lo que las hacía aún más apetecibles.

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150 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Así, y habiendo registrado en los inicios de la investi-


gación aquellas historias narradas por estas familias en las
que, aun cuando se distanciaban de dicha pertenencia, sí
mencionaban un pasado vinculado a figuras significativas
del mundo mapuche, me dispuse a analizar los ataques que
circulaban desde los sectores hegemónicos. Y a reconstruir
las formas en que unos y otros narraban la historia de Lago
Puelo en virtud de que entendieran a los “primeros pobla-
dores” como “blancos y cristianos” o como mapuches.
Por su parte, también me dispuse a relevar las formas
en que la recientemente conformada Comunidad Mapuche
Motoco Cárdenas –otrora epítome de la fundación blanca y
cristiana no sólo de Lago Puelo sino de todo el antiguamen-
te llamado “Valle Nuevo” –hoy traducido en la Comarca–
gestionaba este reclamo y cómo se ponía en acto. Fueron
etapas de la investigación donde, desde lo teórico, trabajé
con el vínculo entre historia y memoria, y se analicé narra-
tivas (Tozzini 2007, 2008 y 2014) viendo qué tópicos recu-
peraba cada una de las facciones en disputa y qué elegían
tematizar, qué personajes de la historia eran reconocidos o
cuáles no encontraban ninguna ubicación en las genealogías
locales que cada grupo –comunidades mapuche reciente-
mente conformadas desde lo legal y sectores hegemónicos–
iba construyendo a los fines de consolidar su historia de
poblamiento. Allí, además de realizar entrevistas e histo-
rias de vida, realicé trabajo de campo en eventos públicos
tanto organizados por el Estado Municipal local (uno de
los principales actores en pugna), como por otros secto-
res que buscaban impugnar, discutir o subvertir los rela-
tos históricos hegemónicos desplegados en mayor medida,
aunque no únicamente, por la agencia estatal. En esta eta-
pa se compartieron varios objetivos y trabajo de campo y
escritura con otra investigadora que realizaba su trabajo de
investigación, también desde la perspectiva de la memoria,
con la comunidad Mapuche Cayun, vecina de la anterior-
mente citada, habitante de la margen oeste del Río Azul.
Esta comunidad también se encontraba trabada en conflicto

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 151

con la administración local por la regularización dominial


de su campo que, ahora igualmente, reclamaba de manera
comunitaria. De este modo, poder trabajar de manera dia-
lógica, conociendo la perspectiva del reclamo de la comuni-
dad vecina, redundó en posibilidades no sólo comparativas,
vitales para nuestra disciplina, sino en la oportunidad de
seguir develando mecanismos simbólicos de clasificación y
fronterización de la alteridad indígena en Lago Puelo y la
Comarca (Crespo y Tozzini 2009 y 2013), así como registrar
y analizar los distintos soportes materiales y simbólicos con
los cuales comunidades mapuche y sectores hegemónicos
defendían la racionalidad y razonabilidad de sus posiciones
(Crespo y Tozzini 2011).
Siguiendo a Grossberg (2010) podríamos definir a esta
etapa de investigación por el esfuerzo de intentar recons-
truir el entorno (o la situación) que podía ayudar a explicar
dichas contiendas de sentido y, también en palabras del
autor, las estructuras de influencia, que tenían su base en una
materialidad concreta: la tierra disputada. Para el autor, el
entorno describe un contexto, una “amalgama” de actos,
discursos, materialidades, acontecimientos políticos, eco-
nómicos. Para él, retomando la idea de Doreen Massey de
nuestra “comunidad forzosa” –que implica una existencia
socio-material común en un lugar que también es común
(Massey en Grossberg 2010:20)– el entono o situación des-
cribe “la existencia misma de esa porción de espacio-tiempo
como condición de posibilidad de lo que ocupa […] y está
formado por las repeticiones, las regularidades, de los ele-
mentos en esa situación” (Grossberg 2010, 20).
Así, la investigación se fue construyendo en buena
medida con mucho trabajo de campo en eventos públicos y
la realización de trabajo de archivo (principalmente con los
expedientes de tierras de los vecinos, pues el de la comuni-
dad en cuestión lo mantenía bajo siete llaves el municipio
local); sin embargo, en este rumbo comencé a “seguir a los
personajes” (Marcus 2001) para ver cómo, en la dinámica

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152 • Naturaleza y conocimientos en tensión

del reclamo, iban articulando alianzas con otros grupos


no indígenas que apoyaban la causa y le imprimían ciertas
cadencias al reclamo y a las agendas.
Es en esa acción de “seguir a las personas” y analizar sus
alianzas y las existencias en común, donde surgió otra etapa
de la investigación; de ella nos ocuparemos enseguida.

El Territorio: las problemáticas etno-territoriales


comprendidas a la luz de proyectos de desarrollo
forestal pasados

En virtud de la dinámica de reconstruir las relaciones que


se iban articulando en la producción y el sostenimiento del
reclamo, el mes de diciembre de 2008 resultó un momento
crucial para el curso de la investigación. Nos encontró en
el campo de una pobladora rural de El Hoyo cuyas tierras
había titularizado, prácticamente a las sombras, un abogado
que vivía en la costa chubutense. Pendía entonces sobre
la pobladora, previo juicio por usurpación violenta, una
sentencia a ser desalojada “provisoriamente” hasta tanto
hubiera una sentencia firme. Entre el desarrollo del juicio,
cuya sentencia fue leída en el mes de julio, y lo que sus
participantes dieron en llamar “la resistencia al desalojo”
en el mes de diciembre, se pudo ir conociendo el mecanis-
mo por el cual este abogado había titularizado estas tierras
donde históricamente había vivido la familia de la mujer
sentenciada. Habiendo asesorado a un consorcio forestal
que había actuado en la zona entre las décadas de 1970 y
1990 en un juicio contra el Estado provincial, dicho aboga-
do había recibido en parte de pago las parcelas forestadas de
esa empresa. Estas parcelas daban a su poseedor “derecho al
vuelo”; es decir, a talar los árboles una vez que los mismos
fueran maderables. El contrato de concesión que oportu-
namente había sido suscripto por dicho consorcio forestal
y el Estado provincial en virtud de la puesta en marcha

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 153

de la producción, especificaba expresamente que todas las


acciones realizadas en pos del manejo de las plantaciones no
serían dadoras de derechos sobre la tierra, pues no serían
consideradas “mejoras” introducidas en tierra fiscal sino
solo parte de los trabajos necesarios para el mantenimiento
de una plantación. La aclaración estaba vinculada con que
en los petitorios de tierras, introducir “mejoras” o “ade-
lantos” otorga derecho a reclamar la regularización de las
mismas. De todos modos, y aun cuando eso estaba especi-
ficado en el contrato, el abogado logra conmutar el mane-
jo silvopastoril en tanto “mejora” y obtener por parte del
municipio local el respectivo título de propiedad2. Conocer
estos pormenores puso en alerta a las personas de la Comu-
nidad Mapuche con la que venía trabajando y a su vecina la
Comunidad Mapuche Cayun pues, dos años antes, sus inte-
grantes se enteraron que el asesor legal del Municipio de
Lago Puelo (que también lo había sido del Municipio de El
Hoyo), había elaborado un dictamen en el que se enunciaba
que no había impedimento legal alguno para que las tierras
forestadas por el consorcio forestal en los años ’70, aho-
ra usufructuadas por el abogado, fueran titularizadas a su
nombre. La preocupación y zozobra aumentaron: las comu-
nidades mapuche en cuestión poseían parcelas forestadas de
propiedad de este abogado en su interior, lo que les acarrea-
ba no pocos conflictos al estar los pinos para ser aserrados
y querer el abogado ingresar a sacarlos del territorio comu-

2 Cabe destacar que algunos años después del juicio en cuestión, un concejal
de El Hoyo constituye una comisión investigadora –en la cual colaboré en
virtud de mi investigación en curso– a los fines de poder develar el mecanis-
mo por el cual el abogado había conseguido titularizar las tierras a su nom-
bre. Sin embargo, y según quienes integraron esa comisión, en virtud de las
relaciones políticas que este abogado mantenía con la administración pro-
vincial, la declaración respecto de la venta de dichas tierras no tuvo ningún
efecto ni político ni legal. Esto es, no logró que ningún estamento político o
judicial con más peso que una concejalía de la minoría de un pueblo con 3
mil habitantes se dispusiera a realizar una investigación que pudiera revisar
tal adquisición y, en todo caso, impugnar la compra-venta.

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154 • Naturaleza y conocimientos en tensión

nitario. El dictamen del asesor legal del municipio de Lago


Puelo de 2006, sumado a la sentencia de desalojo de esta
pobladora rural en 2008 despertaron todas las alertas3.
Vecinos, gremios, organizaciones sociales, medios de
comunicación, investigadores y comunidades mapuche de
la Comarca se propusieron a “hacer guardias” para “resistir”
el desalojo anunciado. Día a día se realizaban asambleas
para decidir la marcha de las acciones.
Fue en estas “guardias” y asambleas que las comunida-
des mapuches de Chubut presentes pudieron contar cómo
también sus territorios estaban intervenidos por dichas
plantaciones desde hacía treinta años y cómo tenían sobre
su cabeza “la guillotina” del mismo abogado que era propie-
tario de las plantaciones de la pobladora en cuestión.
Por su parte, las comunidades y organizaciones mapu-
che de El Bolsón que también acompañaban, relataban la
misma situación aunque en manos de otra empresa que
operó en Río Negro desde mediados de la década de 19804.
Esta situación, me llevó a indagar en la historia de esas
plantaciones de pinos. No me voy a explayar aquí al respec-
to, pues está desarrollado en otros trabajos (Tozzini 2011 y
2014, Tozzini y Crespo 2018); sólo decir que en el año 1969
el ente de tierras fiscales de Chubut -Instituto Autárquico
de Colonización y Fomento Rural, conocido por su sigla
IAC- había reservado parcelas reforestadas de pino y las
traspasaba a la Dirección General de Bosques y Parques del
Chubut. Daba la nómina, a su vez, de la cantidad de hectá-
reas de tierra fiscal que cada empresario había reforestado
con especies exóticas tras realizar tala rasa del ciprés y otras
especies nativas para su comercialización.

3 En efecto, en 2009 esta situación trabaría al abogado y a una de las comuni-


dades mapuches de Lago Puelo en un entredicho legal.
4 Para un análisis del accionar de esta y otra empresa forestal en la zona cordi-
llerana de Río Negro, ver Iñigo Carrera (2020).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 155

En 1972 un Decreto provincial habilitaba el contrato


entre la administración provincial y la empresa forestal
–mencionado en los párrafos previos– creada ad hoc, como
consorcio entre varios pequeños aserraderos que habían
sido obligados a unirse en una única firma. El contrato
de concesión establecía que se reservaban 40 mil hectáreas
para este proyecto.
Revisando la historia de los territorios forestados por la
empresa saltaba a la vista que si bien los mismos habían sido
en su momento tierras sumamente periféricas desde el pun-
to de vista de la acumulación de valor, por la falta de servi-
cios y su difícil acceso, actualmente, a raíz del crecimiento
poblacional y la mejora en la distribución de los servicios,
resultaban sumamente apetecibles desde el punto de vista
inmobiliario. Por su parte, esas tierras hoy tan valoradas
desde el punto de vista inmobiliario representaban buena
parte de las veranadas que tanto comunidades indígenas
como pobladores rurales nunca habían podido titularizar.
Entonces veíamos cómo el emprendimiento forestal
había operado como una manera de “extraer” o reservar
para otros usos esas veranadas, quitándoselas a sus ocupan-
tes para destinarlas a un proyecto de desarrollo.
Por su parte analizábamos que dicho proyecto de desa-
rrollo forestal había sido solo un paso hacia un sistema
de acumulación potenciada de capital que, en palabras de
Pablo Levin (1998), refiere al capital que no reproduce el
proceso de extracción de valor de manera continua e igual
a sí misma, sino que, a cada nuevo proceso de extracción
de valor, adiciona la posibilidad de innovar para extraer
tasas extraordinarias de ganancias. Esto podemos pensarlo
comenzando por los espacios de veranada para comple-
tar el ciclo de la reproducción ovina, su posterior reserva
para proyectos forestales con mayores tasas de ganancias
que el uso previo en manos de pobladores con economías
de subsistencia y, a largo plazo, su desencadenamiento en
tanto tierras altamente valoradas desde el punto de vista
inmobiliario y turístico.

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156 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Así, veíamos que dichas tierras habían sido quitadas


de circuitos de economía de subsistencia para reser-
varlas para proyectos sucesivos de mayor extracción
de valor. En este sentido, y reconstruyendo la his-
toria de estas empresas, dimos cuenta de las formas
que fue adoptando el capitalismo en la zona (Tozzini
y Crespo 2018).
Entonces, volviendo al planteo de Grossberg (2010)
que organiza estas secciones, podríamos decir que esta
etapa de la investigación estuvo abocada a reconstruir
el contexto del territorio o lugar definido por el autor
como aquel de la “realidad vivida”, la cual no puede ser
definida por fronteras (es decir, no se configura una
frontera que separa el entorno del lugar) sino que este
último se define por una lógica de conectividad. Este
lugar ¿con qué otros está conectado y por qué? y ¿cómo
esa conectividad define la forma en que los sujetos viven
su entorno? Según el autor los lugares son las diferentes
formas de vivir situaciones socialmente predetermina-
das. En este caso, ¿cómo se vivió en la Comarca, y cómo
lo hicieron los sectores dependiendes de una economía
de subsistencia, la intervención de sus territorios con
plantaciones de pinos? ¿De qué manera decisiones toma-
das en el centro administrativo provincial en pos de
generar proyectos de desarrollo locales impactaron en la
cotidianeidad de los pobladores rurales más vulnerables?
Sólo decir que los relatos indican cómo los proyectos
silvopastoriles los empobrecieron en virtud de la reduc-
ción forzosa que se operó en sus rodeos al no poder
seguir utilizando el bosque como ámbito para criar a
sus animales: una vez que la plantación se estableció fue
cercada y los animales no pudieron utilizar más esos
espacios. Así, quienes vieron sus territorios intervenidos
por la plantación rápidamente tuvieron que reducir sus
rodeos, lo que significó un progresivo proceso de empo-
brecimiento (Tozzini 2011).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 157

Para cerrar, diremos que en 1991 y en virtud del


sub-aprovechamiento del recurso, y de algunas desinte-
ligencias con las que se manejó el consorcio forestal, la
administración provincial decide readecuar la cantidad
de hectáreas oportunamente otorgadas a la concesión
forestal: de 40 mil hectáreas se reducen a 1897. De ellas,
y luego del juicio entre la administración provincial y
el consorcio por sus incumplimientos reiterados; 1200
hectáreas de vuelo son traspasadas al abogado de la
empresa por pago de honorarios quien, como explica-
mos, en 1995 consigue titularlas a su nombre y es el
origen del desalojo con el que abrimos este acápite.
El resto de las hectáreas vuelven a la administración
provincial, que también entrará en disputa con algunos
municipios que las reclamarán como propias.
Citando a Doreen Massey, Grossberg (2010) define
a los lugares como “constelaciones de conexiones con
cabos que se extienden mucho más allá” (Massey en
Grossberg 2010, 20). El proceso local nos permite ver
en qué medida esos cabos sueltos pueden terminar de
visualizarse y comprenderse muchas décadas después,
pues sus efectos se despliegan en el tiempo en la medida
que las relaciones entre subjetivación y sujetificación
(Grossberg 2010) van marcando, según el caso, perio-
dos de silencios o de agenciamiento y enunciación del
despojo (Tozzini 2018).
Entonces, el análisis de estos procesos en una
pequeña escala permite mostrar de qué manera los luga-
res se definen por la comprensión de esos “cabos sueltos”
que se despliegan tanto en el espacio, como propone
el autor, como también en el tiempo pues, los efectos
de tales procesos –tal como lo muestra la sentencia de
desalojo de la pobladora de El Hoyo– no siempre se dan
en la simultaneidad temporal sino que dejan planteados
efectos espaciales a largo plazo. Así, las relaciones ya

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158 • Naturaleza y conocimientos en tensión

no son solo con otros lugares (Grossberg 2010) sino,


entiendo, con otros tiempos (Tozzini 2018), aun cuando
hablemos de las mismas geografías.

La región en el entramado legislativo de tierras


y bosques

El año 2010 fue bastante convulsionado en la Comarca


en virtud de la discusión, sanción, suspensión y nueva
aplicación de la Ley Nacional Nº 26331 de Presupuestos
Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nati-
vos en Chubut. Particularmente la suspensión se debió a
una acción de amparo presentada por cuatro comunidades
mapuche del noroeste del Chubut, la comunidad con la
que trabajaba desde 2002, su vecina del oeste del río Azul
ya mencionada, la comunidad conformada a posteriori del
conflicto con la pobladora rural de El Hoyo a la que hice
referencia previamente, y otra comunidad conformada en
2010 en El Hoyo; todas formaban parte de la red de rela-
ciones de la primera. Entre los planteos del amparo, uno
resultó ser una puerta de entrada a otro tipo de reflexión:
el entramado de esta ley con la Ley de Emergencia Territo-
rial Indígena (26160) sancionada en 2006, es decir, un año
antes que la Ley de Bosque nativo. Dicho amparo colecti-
vo, así como las voces de algunos funcionarios y expertos
llamaron rápidamente la atención sobre la forma en que
ambas leyes se entramaban interviniendo en el territorio,
superponiendo sus alcances y formas de pautar (o no) la
intervención en los territorios ya sea reconociendo dere-
chos o, como fue el planteo de las comunidades, negándolos
o poniéndolos en peligro.
Vandergeest y Peluso (2016), centrándose en analizar
cuestiones forestales en el sudeste asiático, plantean a los
bosques como instrumentos de gobierno y de control
poblacional (political forest, en sus palabras). Y puntualizan

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 159

que pueden ser declaradas zonas forestales tierras que no


necesariamente cuentan con una cubierta boscosa. Aquello
que habilita a que porciones de territorio sean considerados
bosques es su “reserva” para determinados usos y, en conse-
cuencia, la administración de su población y sus usos.
Así, y volviendo a nuestro caso, reservar parcelas que
pasarán de la jurisdicción de tierras públicas a la jurisdic-
ción forestal, aun cuando en ambos casos sigan dentro de
la misma administración provincial, excluye directamente
a sus tradicionales ocupantes de la posibilidad de trami-
tar sus titularizaciones. De este modo, dichas tierras pasan
de ser periféricas y ocupadas de manera legalmente pre-
caria por pobladores rurales dedicados a una economía de
subsistencia, a ser potencialmente forestadas y, más tarde,
convertirse en espacios de la más alta valoración inmobi-
liaria. En efecto Vandergeest y Peluso (2016) identifican a
la actividad forestal como una de las estrategias globales
de acumulación.
En esta etapa de la investigación, dos cuestiones
fueron fundamentales para poder comprender y tener
una visión más amplia del problema y analizar, en
paralelo, sus particularidades locales. Por un lado, tal
como he desarrollado, poder conceptualizar a los bos-
ques como parte del sistema global de acumulación y
como herramienta de gobierno que controla y ordena a
la población, permitió comprender el proceso total en
el cual las forestaciones habían sido tan solo un eslabón
dentro de un proceso de acumulación; pero, además,
como un dispositivo clave para “correr” de escena a
sus tradicionales ocupantes. Finalmente, para compren-
der que las legislaciones de tierras y bosques debían
ser analizadas de manera dialógica (Casalderrey, Zapata,
Tozzini y Abduca 2018) para tener un panorama acaba-
do de sus efectos en los ordenamientos poblacionales y
en las habilitaciones/denegaciones de derechos sobre la
tierra y sus condiciones de uso.

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160 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Por otra parte, entender los postulados de las políti-


cas forestales a nivel global (Casalderrey Zapata, Salgado
y Tozzini 2019), fue de suma utilidad a la hora de enten-
der cómo los repertorios del desarrollismo primero, y
del conservacionismo más tarde (Tozzini 2011), tuvieron
su correlato en los procesos de extracción de valor men-
cionados en el segundo apartado, lo que permite, desde
el análisis de las tecnologías de gobierno, compren-
der acabadamente aquello que en un primer momento
fue solo conceptualizado en términos de extracción de
valor. En este sentido, pudimos ver los ordenamientos
territoriales antes mencionados, implícitos en la Ley de
Boques –aunque también en su vinculación con la Ley
de emergencia territorial indígena– en tanto dispositivo
de seguridad, por su propósito de buscar definir los
límites de usos aceptables del recurso y, al hacerlo,
regular paralelamente a la población (Casalderrey Zapa-
ta y Tozzini 2020).
Entonces, en aras de ordenar la forma de asir el con-
texto en esta tercera etapa de investigación, me referiré
a la región como construcción ontológica (Grossberg 2010).
Vimos en esta sección la forma en la cual el entramado
de distintas legislaciones de ordenamientos y protecciones
territoriales fueron analizados de manera dialógica, dando
cuenta de mecanismos de gubernamentalidad que, como
tales, ordenaron y administraron poblaciones en un deter-
minado territorio. Tal como lo apunta Grossberg pensando
en el contexto “Una configuración particular de la reali-
dad se efectúa –genera– por la acción de mecanismos o
tecnologías múltiples y específicas; estos mecanismos crean
y ordenan poblaciones y les imponen regímenes de con-
ducta, actuación y efectividad” (Grossberg 2010, 21-22). En
este plano, una de las estrategias de análisis que propone
el autor implica

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 161

[…] un análisis de las tecnologías o procesos maquinales


específicos por los que una realidad concreta se produce y
mantiene –con frecuencia de manera que la hace parecer
inevitable–, lo que conlleva una labor de análisis contextual
[…] desde el momento en que una ontología de contextos
requiere ser complementada por un lado por teorías tanto de
situaciones como de lugares y por otro por la tarea empíri-
ca real de describir lo que sucede (como creación de poder)
(Grossberg 2010, 22).

Es en esa doble tarea de henchir de empiria los con-


ceptos para volver a pensar las teorías, donde esta etapa
nos encuentra.

Reflexiones finales

En este escrito, por si cabe aclararlo aún, intentó realizar el


ejercicio propuesto por el autor que nos sirvió de inspira-
ción y organizador, esto es integrar la tarea teórica de com-
prender entornos, lugares y regiones articulándolas con las
descripciones empíricas de tecnologías y prácticas (Gross-
berg 2020) presentes en cada una de las etapas de mi propio
trabajo de investigación a lo largo de casi dos décadas. Sin
embargo, quisiera tomar este espacio, para agregar al aná-
lisis una dimensión que, estimo, también está implicada en
las formas en que se fue construyendo contexto.
Como pudo leerse hasta aquí, haciéndome eco de un
postulado ya clásico de la antropología comencé hacien-
do antropología “en la aldea”, para, de a poco, comenzar a
analizar de qué manera lo sucedido allí, sus problemáticas
y procesos eran manifestaciones locales de procesos arti-
culados en escalas más amplias. Mi ubicación en la aldea
podía, en términos de Marcus (2001), definirse como estra-
tégicamente situada, a los fines de poder explicar desde la
particularidad propia del enfoque antropológico.

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162 • Naturaleza y conocimientos en tensión

De todos modos cabe destacar aquí que el lugar donde


hago trabajo de campo desde 2002 es el lugar donde elegí
vivir en 2001, donde nacieron y crío a mis hijas. ¿Por qué
aclaro esto? Porque, mirando retrospectivamente entiendo
que en los inicios de la investigación se daba una situación
bisagra entre estar mirando todo con extrañeza, pues no
era mi lugar de origen, sino uno muy lejano y distinto al
Buenos Aires del que había partido. Sin embargo, y por eso
mismo, el lugar de “bisagra”: yo me sentía extraña, empero
para las personas con quienes me vinculaba en el campo
como investigadora era, también, “la vecina de El Hoyo”.
Con el tiempo me fui sintiendo así, y mis esfuerzos de
investigación tuvieron que ir en la dirección de –en pala-
bras de Roberto Da Matta (1999)– comenzar a “extrañar lo
familiar”. Entonces, teniendo esto en cuenta, el proceso de
investigación, que fue descripto hasta aquí en virtud de una
suerte de juego de lentes que acercaban o alejaban, captan-
do más protagonistas y articulaciones del problema local,
podemos también leerlo en clave de un proceso personal
como investigadora. Si en un primer momento me sumergí
en la comunidad mapuche de Lago Puelo para lograr “fami-
liarizar lo extraño”, una vez que aquello se volvió dema-
siado cotidiano, cuando me sentí demasiado vecina y muy
involucrada en los procesos locales – ¿iba a las marchas
como investigadora o como vecina que acordaba con los
reclamos?– “alejar la lente” se convirtió en una suerte de
antídoto para poder seguir trabajando etnográficamente en
la vecindad.
Ahora, esta reflexión en términos más personales ¿tira
por la borda el análisis cuando en todo el escrito intenté
ir mostrando los pasos a través de los cuales se fui replan-
teando la conceptualización de contexto? En absoluto. Este
escrito intenta ser un ejemplo de cómo también el giro en
nuestras decisiones metodológicas se orienta de acuerdo
a cómo, en tanto sujetos de investigación (Guber 2001 y

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 163

2004) –que no estamos exentos de momentos en los cuales


cierto tipo de racionalidad no académica5 irrumpe– vamos
sintiéndonos en la tarea.
Por supuesto que esta reflexión es parte de un análisis
retrospectivo y a posteriori. Pero este texto es una invita-
ción a hacerlo para desnaturalizar también, y en todo caso
objetivar para la reflexión, la manera en la cual nos desen-
volvemos en el campo y construimos nuestras investigacio-
nes, tan nutridas de teoría y de empiria como de racionali-
dades ubicuas que nos marcan, también ellas, el andar.

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5 Bien podemos volver acá a la idea de Anthropological Blues de Roberto Da


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Los conflictos ambientales
como procesos sociales totales

El caso monte nativo en la provincia de Córdoba

ADRIÁN KOBERWEIN

Introducción

Durante el último mes del año 2016 y los primeros del 2017
en la Provincia de Córdoba, Argentina, un heterogéneo y
multitudinario movimiento logró frenar la reforma de la
Ley Provincial de Ordenamiento Territorial de los Bosques
Nativos (Ley 9814) que había sido sancionada en el año
2010. El intento de reforma fue llevado adelante por legis-
ladores oficialistas en alianza con sectores vinculados a la
producción agropecuaria comercial de la Provincia que se
agrupan en la Confederación de Asociaciones Rurales de la
Tercera Zona (CARTEZ)1 y otras asociaciones de produc-
tores. Desde el primer momento, los grupos opositores a
la reforma consideraron que, bajo la engañosa apariencia
de preservar el bosque nativo connotada en la consigna
conservar produciendo, el proyecto pretendía legitimar el des-
monte en función de ocultos propósitos: la especulación

1 Creada el 2 de Julio de 1940 en la Ciudad de Rio Cuarto, “es una entidad de


segundo grado, sin fines de lucro, integrada por asociaciones rurales prima-
rias de las Provincias de Córdoba, La Rioja y Catamarca, que proponen el
fomento y desarrollo de las actividades agropecuarias, así como también [de]
aquellas afines y derivadas” (Fuente: http://www.cra.org.ar, consulta:
25/2/20).

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168 • Naturaleza y conocimientos en tensión

inmobiliaria, el avance de la frontera agrícolo-ganadera, y


la legalización de recientes desmontes ocurridos en infrac-
ción a la ley vigente.
En este trabajo, analizo la manera en que se generó
la fuerza política necesaria para frenar esta iniciativa de
los sectores dominantes —la elite gobernante y los grandes
propietarios de tierras— que pensaban, hasta pocos días
antes de la primera y multitudinaria marcha, que tenían
el camino allanado para imponer algo que, a los ojos de
una gran cantidad de sectores de la Provincia de Córdoba,
fue visto como un avasallamiento de los derechos del pueblo.
Argumentaré que la fuerza política del movimiento estuvo
basada en el hecho de que el conflicto y los procesos que
lo sostuvieron, resultaron en la creación de una totalidad
que involucró no sólo cuestiones jurídico-políticas, como
es de esperar cuando tratamos con dinámicas legislativas,
sino también económicas, culturales, cognitivas, morales y
estéticas. Inspirado en el pensamiento de Marcel Mauss
(1971, 1972) afirmo que el movimiento en defensa del bos-
que nativo logró incorporar el conflicto por la reforma de
la ley —un conflicto concreto, específico y circunscrito—
dentro de una totalidad que puso en juego, en forma imagi-
naria pero también concreta y efectiva, a la sociedad en su
conjunto. Así, el conflicto se nos revelará como un proceso
social total; afirmo que allí reside la fuerza política que le
imprimió su particular dinámica al conflicto.
Luego de la presentación oficial del proyecto de refor-
ma en la Legislatura el día 7 de diciembre de 2016, una
gran cantidad de agrupaciones de toda la provincia se orga-
nizó en una “Coordinadora en Defensa del Bosque Nati-
vo”. Fundada en una alianza entre diferentes sectores como
movimientos campesinos, grupos involucrados en temas
ambientales, organizaciones indígenas, estudiantes univer-
sitarios, científicos, personalidades de la cultura, partidos
políticos y legisladores opositores a la reforma, la Coor-
dinadora encabezó una serie de reclamos y manifestacio-
nes públicas organizadas en forma paralela y simultánea

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 169

en gran cantidad de puntos dispersos de la provincia, que


resultaron en masivas convocatorias a diferentes marchas
realizadas durante estos convulsionados meses. La primera
fue realizada el 28 de diciembre de 2016 en la Ciudad de
Córdoba, mientras transcurría la última sesión legislativa
del año durante la cual los promotores de la reforma pre-
tendieron sancionar el proyecto como una nueva ley.2 El
resultado de esta marcha y de las sucesivas manifestaciones,
fue evitar la apurada sanción de este proyecto que había
sido significado, por muchos, como la ley del desmonte y, por
otros, como la ley del ecocidio. La magnitud de la participa-
ción en el movimiento de oposición a la reforma logró fre-
nar la sanción del proyecto, abriendo además nuevos espa-
cios institucionales de negociación para la Coordinadora. A
partir de allí, sus reclamos fueron escuchados por políticos
y funcionarios del poder legislativo y ejecutivo naciona-
les: en febrero de 2017, una comitiva de la Coordinadora
fue recibida por el Presidente de la Comisión de Asuntos
Ambientales del Senado, opositor al oficialismo gobernan-
te; también por un diputado oficialista, y por el Ministro de
Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación.
“Por la vida, no a la ley del desmonte” y “somos el monte
que marcha” fueron las consignas que orientaron el trabajo
de una gran diversidad de agrupaciones civiles e institucio-
nes de la Provincia de Córdoba para preparar, coordinar
y organizar una multiplicidad de eventos de protesta en
forma simultánea y en gran cantidad de puntos dispersos de
la provincia. Radios abiertas, charlas y conferencias ofreci-
das por científicos y técnicos, intervenciones informativas
en los cruces de calles y rutas, marchas y movilizaciones
en la capital de Córdoba y otras ciudades, reuniones con

2 La Legislatura de Córdoba es unicameral y los tiempos de aprobación o des-


estimación de un proyecto de ley son ostensiblemente más dinámicos que
en los casos de las Provincias con dos cámaras legislativas. En este caso, ade-
más, su tratamiento se habría acelerado aún más en virtud de la aprobación
de una moción de preferencia que habilitaba su tratamiento durante la últi-
ma sesión del año, el 28 de diciembre.

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170 • Naturaleza y conocimientos en tensión

legisladores, y un estado de asamblea permanente, se trans-


formaron en espacios desde donde se produjeron sentidos
en torno a las reivindicaciones de estos amplios sectores.
De esta manera, el movimiento de oposición a la reforma
de la ley fue sostenido por una multiplicidad de consig-
nas, demandas y objetivos políticos. Entre éstos, se destacan
los siguientes:
• Frenar el avance del desmonte y destacar a la impor-
tancia de proteger la vegetación nativa frente a los
intereses económicos de los grandes productores que destru-
yen la naturaleza y que avanzan violentamente sobre la
agricultura familiar campesina;
• Evitar que se repitan las muertes y la destrucción de
viviendas e infraestructura como resultado de las vio-
lentas inundaciones ocurridas en febrero de 2015 en la
región de Sierras Chicas
• Visibilizar la connivencia entre el Estado y los grandes
terratenientes que se benefician de los subsidios a los
campos inundados debido a su propia negligencia que
los llevó a desmontar y arrasar con el bosque nativo, el
principal y único regulador hídrico natural.
• Denunciar el avance de la agricultura comercial por
sobre la agricultura familiar campesina.
• Hacer público el estado de crisis socio-ambiental que vive
la Provincia de Córdoba.

El caso presenta varias y potenciales aristas para ana-


lizar los conflictos ambientales contemporáneos en térmi-
nos de fenómenos sociales totales, en virtud de que revela
aspectos políticos, jurídicos, económicos, estéticos, morales
y cognitivos. Ahora bien, no es una novedad que muchos
conflictos ambientales observen, simultáneamente, todas
estas dimensiones. La literatura sobre el tema ya lo ha
demostrado, aún cuando rara vez se apele a aquella noción
elaborada originalmente por Mauss. Sin embargo, queda
mucho por decir respecto de cómo es que un fenómeno

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 171

social total de este carácter se produce: ¿de qué manera


específica se amalgaman dimensiones supuestamente sepa-
radas tales como la política, la ciencia, la cultura, la eco-
nomía, cargándose asimismo de componentes estéticos y
morales cuando tratamos con este tipo de conflictos?

La totalidad como hecho y proceso

La pluridimensionalidad es la característica más conocida


de los hechos sociales totales. Para Mauss, sin embargo, se
trata de algo más complejo que la evidencia de la articula-
ción de diferentes órdenes de la vida social. En rigor, esta
es su definición heurística (véase Gofman 1998 y Passe-
ron 2011); por tal razón, es la que tomo aquí como punto
de partida. Pero las reflexiones de Mauss en torno a este
concepto tienen un alcance mayor, dado que se trata de
fenómenos que ponen en juego a la sociedad toda: un hecho
social total “anuda el conjunto de relaciones que una socie-
dad es capaz de tejer entre los individuos y los subgrupos
que la componen” (Karsenti 2009, 49).
Un elemento clave del tratamiento que Mauss le daba
a la totalidad era la necesidad de una estrategia de pasos
sucesivos de aproximación analítica hasta lograr una visión
del conjunto, una visión total. La totalidad no es abarcable
en un sólo movimiento, sino a través de múltiples acerca-
mientos y cambios en la posición de la mirada. Uno puede
comenzar desde los aspectos económicos de la vida social, o
de los jurídicos, no importa el punto de partida. Aunque es
cierto que Mauss no problematizó la naturaleza construida
de los hechos por parte del investigador, su pensamien-
to anticipa la posibilidad de pensarlos de esta manera (cf.
Kasuga 2010). Si la totalidad es una construcción analítica,
también los hechos sociales totales deberían serlo. Pero, en
definitiva, los hechos sociales así como la totalidad (y por
ende los hechos sociales totales) observaban, para Mauss,

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172 • Naturaleza y conocimientos en tensión

una existencia positiva aunque obscura, y de allí la nece-


sidad de una sociología o una antropología que los deve-
le; y esto es posible dado que, en ciertas circunstancias, la
totalidad se nos presenta a la observación erudita (es decir,
luego de la implementación de una serie de aproximaciones
analíticas sucesivas) como hechos o fenómenos en donde

[…] todo queda mezclado, todo cuanto constituye la vida


propiamente social (…) [Se trata de fenómenos en los cuales]
se expresan a la vez y de golpe todo tipo de instituciones:
las religiosas, jurídicas, morales —en éstas tanto las políti-
cas como las familiares— y económicas, las cuales adoptan
formas especiales de producción y consumo o mejor de pres-
tación y de distribución y a las cuales hay que añadir los
fenómenos estéticos a que estos hechos dan lugar, así como
los fenómenos morfológicos que estas instituciones produ-
cen”. (Mauss 1971, 157)

Este es uno de los pasajes de la obra de Mauss más


citados cuando se quiere definir los hechos sociales totales.
Se trataría de fenómenos que combinan y amalgaman lo
que, en nuestra sociedad, se presentaría —aparentemente—
como separado. Para Mauss, sin embargo, un hecho social
total es algo más complejo que la evidencia de la articula-
ción de diferentes instituciones u órdenes de la vida social
que hay que abordar de determinada manera. De lo que
no se trata, sostenemos enfáticamente, es de encontrar en
todos los hechos sociales una totalidad. Es decir, no todos
los hechos sociales serían totales, aunque Mauss advirtie-
ra que un buen principio de método es tratarlos a todos
como si lo fueran.
El concepto de hecho social total se mueve, además,
en diferentes planos y niveles de generalidad, atrapando en
un sólo movimiento lo real-concreto y lo general-abstracto.
Un elemento clave en el plano de lo concreto es la noción
de alianza, y con ello la idea de que un hecho social total
sólo es aprehensible en el “movimiento vital” de la sociedad;
es decir, en torno a la acción de seres humanos concretos

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 173

y socialmente situados en su mutua relación, independien-


temente de si se trata de relaciones cooperativas o compe-
titivas (o cualquier otro dualismo típico que se nos ocurra),
dado que son simultáneamente lo uno y lo otro. Al mismo
tiempo, esta idea de alianza va mucho más allá de la noción
elemental de contrato, y pretende incorporar un elemen-
to clave que la noción durkheimiana de cohesión social
no ofrece: el de la intencionalidad de actores concretos,
brindándonos así la posibilidad de pensar que un hecho
social total no es algo dado, sino socialmente producido.
Aún cuando Mauss no lo haya puesto en estos términos, su
pensamiento nos permite avanzar en este sentido.
Para explorar estas cuestiones tomo como supuesto
que aquellas imbricaciones características del hecho social
total no existen a priori en el universo social más que como
potencialidades. Por lo tanto, allí cuando nos encontramos
con un hecho de este tipo, estamos indefectiblemente frente
a un fenómeno socialmente producido. Así, el objeto del
análisis no es la articulación en sí, no es la obviedad antro-
pológica de que el mundo social está hecho de múltiples e
imbricadas facetas, dimensiones, esferas, o como queramos
llamarlas. En un sentido amplio, y bajo nuestro supuesto,
el objeto de análisis se vuelve el proceso de producción
de esa totalidad y de ese hecho social total. Por lo tanto,
cabe en rigor hablar de proceso social total, más que de
un hecho o fenómeno.

Un símbolo nodal: somos el mon


montte que mar
marcha
cha

Existe un consenso respecto de que el concepto de hecho


social total implica necesariamente fenómenos de orden
simbólico, y que en dicho carácter reside un componente
fundamental, aunque de ninguna manera exclusivo, de la
explicación de su condición de “totales”. En este sentido,
Passeron (2011) afirma que el interés del concepto reside en

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174 • Naturaleza y conocimientos en tensión

que nos asigna la tarea de identificar los valores, expresados


en símbolos nodales, que desempeñan en la sociedad un
papel privilegiado y que son “capaces de anudar de manera
inteligible y coherente descripciones desarrolladas en niveles
diferentes de la vida social, desde el más morfológico hasta
los más complejos en los simbolismos de la abstracción o
del imaginario”. (Passeron 2011, 441). Comenzamos nues-
tro análisis, entonces, ocupándonos del principal “símbolo
nodal” puesto en juego en el desarrollo del conflicto: el
monte o el bosque nativo.3

Imagen 1. Volante de convocatoria a las marchas

3 Bosque y monte son utilizados aquí como sinónimos, respetando su uso


contextual por parte de los actores protagonistas de los procesos analizados.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 175

El movimiento en defensa del bosque nativo se nutrió de


varios frentes: por un lado, de la alianza multisectorial antes
mencionada. Por otro lado, de la apelación a múltiples códigos,
significados y formas de comunicación para visibilizar la nece-
sidad de impedir que el proyecto se transforme en ley, aspecto
que implicó la construcción pública de la importancia del bos-
que nativo en el sistema eco-social de la Provincia y la conse-
cuente necesidad imperiosa de protegerlo en el presente y para
las generaciones futuras. Esta importancia o, como diría Grae-
ber (2018), este valor, fue posible producirlo sobre la base de la
creación de a totalidad multidimensional. En el plano
más abstracto, esta totalidad implicó la construcción
de una unidad entre sociedad y naturaleza que quedó
expresada, por ejemplo, en la consigna “somos el monte que
marcha”. Dicha consigna y sus diferentes modalidades de comu-
nicarla a través de diferentes códigos, se constituyeron como
el nudo imaginario y simbólico del movimiento, implicando la
fusión entre humanidad y naturaleza. En este sentido, el mon-
te se antropomorfizó y los seres humanos se transformaron en
árboles, y esta fusión se expresó de diversas maneras, incluso
en la misma acción.
Una imagen fue protagonista del gran despliegue visual
que fue producido para hacer pública la importancia de defen-
der el monte: en cada volante de las convocatorias a las marchas
y manifestaciones, en cada informe de la Coordinadora, en cada
comunicado, pudo apreciarse la representación de un bosque
compuesto por brazos humanos que emergían de la tierra y que,
con sus manos abiertas, se fundían en una misma amalgama con
figuras de árboles cuya abundancia le daban forma al monte
(Imagen 1). Además, esta imagen fue reproducida masivamente
en forma de calcos para autos y, durante los meses del conflic-
to, pudo observarse por toda la ciudad pegada en la parte de la
luneta trasera de los vehículos, en las paredes de los espacios
públicos en forma de afiches, y en banderas durante las mani-
festaciones públicas.

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176 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Imagen 2. Representación y perf


performanc
ormancee de un árbol caminante

Pero estos sentidos no se agotaron en imágenes o formas


pictóricas. Durante las manifestaciones y marchas esta fusión
entre ser humano y naturaleza se puso en escena a través de
performances especialmente preparadas para tal fin: la prime-
ra marcha en la ciudad de Córdoba, y las sucesivas marchas
en otras ciudades, fueron encabezadas por un grupo de niños
a cargo de una maestra que, caminando siempre por delante
de las columnas de manifestantes, sostenían en lo alto un gran
símbolo de un árbol confeccionado en cartón, alambre y papel,
(Imagen 2) denotando así la responsabilidad por el cuidado de
los bosques para las generaciones presentes y futuras, fusionan-
do no sólo diferentes dominios ontológicos, sino también dife-

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 177

rentes escalas temporales en una misma representación. Algu-


nos niños tomados de la mano de las ramas del árbol hechas de
largas cintas verdes, otros rodeándolo y llevando imágenes de
aves y consignas por la defensa del bosque, pusieron en escena
aquella metáfora reiteradamente pronunciada: “somos el monte
que marcha”.

Imagen 3. Representación y perf


performanc
ormancee de una árbol
antropomorfizado y caminante

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178 • Naturaleza y conocimientos en tensión

La figura antropomórfica de un árbol literalmente


marchante fue también protagonista de las manifestaciones.
Llevado como un disfraz de aquellos que se ven en épocas
de carnaval, fue la imagen más precisa de este “símbolo
nodal”. Conducida por una persona oculta en su interior,
marchando codo a codo con el resto de los manifestantes y
bailando al compás de los tambores que sonaban sin cesar,
fue la expresión más vívida y dinámica del monte marchan-
do por las calles de las ciudades. (Imagen 3)

Una alianza multisectorial: cuestiones legales,


científicas, políticas y económicas

Unos meses antes de la presentación del proyecto de refor-


ma se realizaron una serie de reuniones en el marco de una
mesa de diálogo entre funcionarios, legisladores, federacio-
nes ruralistas, una ONG y representantes del movimiento
campesino. Las conversaciones entre estos diferentes sec-
tores no lograron el consenso esperado y, cuando la mesa
se diluyó, el diálogo tomó nuevas formas: se transformó
en conflicto explícito, cruzó las fronteras institucionales
y de los medios de comunicación, y comenzó a instalarse
en la calle.
Como era de esperar, uno de los principales frentes de
la lucha fue el jurídico. El rol de los abogados fue clave en
este sentido, y las estrategias legales estaban en el orden del
día de cada asamblea. Así, por ejemplo, el 26 de diciembre
de 2016, uno de los abogados que participó activamente del
movimiento ofreciendo su expertise, montó un “despacho”
en una plaza pública a metros de la Legislatura. La idea fue
elaborar y enviar cartas documento a, al menos, 35 de los
70 legisladores provinciales advirtiéndoles que, de aprobar
el proyecto de ley, estarían incurriendo en incumplimiento
de deberes de funcionario público. El abogado, en cola-
boración con biólogos, redactó la carta y se comprometió

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 179

profesionalmente con los firmantes (a razón de uno por


carta) frente a una posible respuesta intimidatoria de algún
legislador. Mientras se imprimían, firmaban y enviaban las
primeras cartas, los legisladores estaban en plena sesión
tratando el proyecto y algunos de ellos, opositores a la
reforma, se acercaban de a ratos a la oficina callejera del
abogado para dar parte de las últimas novedades. Uno de
estos legisladores pidió que le explicaran en detalle lo que
estaba ocurriendo con la iniciativa de las cartas documento.
Cuando le explicaron, propuso que no se mandaran cartas
sólo a los promotores de la reforma, y que algunos legis-
ladores opositores recibieran también la notificación para
poder contestarla y así legitimar lo que en ella se afirmaba,
votando en consecuencia por la negativa a la aprobación
del proyecto de ley.
Una dimensión central del conflicto fue la cognitiva,
y la ciencia fue, en este sentido, protagonista. Junto con el
derecho y la política (en el sentido de actividad legislativa),
la ciencia también fue parte activa, y ello en relación direc-
ta con las cuestiones económicas y ambientales. Conservar
produciendo fue la consigna de CARTEZ durante el conflic-
to. La Confederación de Asociaciones Rurales justificaba
esta idea apelando a estudios científicos que, desde su pers-
pectiva, la confirmaban: se podía producir conservando el
monte. Se pretendía así argumentar científicamente lo que
a los ojos de la Coordinadora era una disminución histórica
en el nivel de protección de los bosques como resultado
del avance de la frontera agrícola, fenómeno cuya existencia
también era apoyado por la evidencia cienctífica. El Foro
Ambiental Córdoba, cuyos miembros son principalmente
profesionales de la ciencia, hizo circular un informe colec-
tivo en el cual se afirmaba lo siguiente:

[…] ante el expreso objetivo de distintos sectores ruralistas


encabezados por CARTEZ de reducir la superficie con Cate-
goría de Conservación I (Rojo), (…) vemos la necesidad de
refutar una serie de afirmaciones. (…) Desde CARTEZ, el

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180 • Naturaleza y conocimientos en tensión

marco teórico a partir del cual se plantea que la Categoría


II (Amarillo) es mejor que la I (Rojo) para la conservación,
se basa en el modelo de Estados y Transiciones aplicado al
bioma chaqueño. (…) [D]icha interpretación se sostiene en
un modelo de Estados y Transiciones para el Chaco Ári-
do de Córdoba (…), pero este modelo no está sustentado
por datos, ni por ningún tipo de evidencia empírica. (…)
[C]ontrariamente a lo postulado en dicho modelo, numerosos
trabajos científicos indican que el bosque chaqueño tiene una
notable capacidad de recuperarse tras un disturbio (remoción
de biomasa) si el suelo no se ha perdido, si hay semillas en
el paisaje circundante y si se remueve la presión de dichos
disturbios. (Kopta et. al, 2016)

Así, gran parte del conflicto giró en torno al conoci-


miento científico sobre el ambiente, específicamente en lo
relativo a la importancia o el valor del bosque y el mon-
te nativo. En este campo, los científicos y técnicos fueron
los principales protagonistas, aunque no los únicos.4 Como
vimos, el conocimiento sobre la importancia del monte fue
también traducido en forma de consignas y performances
estéticas que sintetizaban estas múltiples dimensiones. Otra
de las consignas del movimiento fue la ciencia sale a la calle,
uniendo simbólica y prácticamente lo que, en otros escena-
rios sociales, se presenta como separado. En este sentido,
“la calle”, o las manifestaciones y la actividad política, no
serían el ámbito “natural” de la ciencia; aquí, los protago-
nistas del movimiento estaban explícitamente remarcando
esta situación atípica, y planteando la fusión de estos dife-
rentes mundos. Al comenzar su charla parado en medio
de una de las peatonales más transitadas de la Ciudad de
Córdoba, el biólogo que había sido convocado para hablar
sobre la situación del monte nativo en la Provincia, decla-
ró lo siguiente:

4 Para una ampliación sobre el lugar de la ciencia y los científicos en el con-


flicto véase Koberwein (2018).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 181

Agradezco que me hayan invitado, porque muchas veces los


que somos investigadores, realmente tenemos poco contacto
con la gente y con los medios, que muchas veces los trabajos
que hacemos quedan un poco enmascarados (…) y es bueno
que también de vez en cuando uno pueda llegar a la gente
que ha estado tan interesada por (…) los bosques de la Pro-
vincia de Córdoba.

Su presentador, al terminar la charla, reforzó esta idea:

Bueno, los científicos no son de aparecer en público, son


siempre de perfil bajo, así que un agradecimiento enorme de
mi parte por haberme hecho caso y venir, y haberlo metido
en semejante rosca.

Durante todo el desarrollo del conflicto, y principal-


mente en los momentos de manifestaciones en espacios
públicos, existió la sensación generalizada de una suerte
de dislocación de lo cotidiano, específicamente en lo que
refiere a que acciones, cosas y pensamientos que normal-
mente van “separados”, aquí se estaban uniendo, juntando,
articulando y fundiendo. Un estudio jurídico en medio de
una plaza pública, una exposición científica en una peato-
nal, un árbol caminante tomado de la mano de los niños
o la realización de una asamblea el día de navidad, fueron
sólo algunas de las expresiones de esta gran multiplicidad
de órdenes conjugados.
Las cuestiones económicas y sociales, principalmente
aquellas ligadas a la desigualdad y al poder, también tuvie-
ron su protagonismo. Durante la planificación de una de
las marchas, se propuso que representantes de las comuni-
dades indígenas y campesinas, consideradas como las que
históricamente han sido las víctimas directas del avance
de la frontera agrícola, marcharan a caballo al frente de la
columna. Esto fue rápidamente desestimado por cuestiones
de seguridad, y el lugar que finalmente ocuparon los jine-
tes durante la marcha fue atrás, cerrando la manifestación;
sin embargo, cuando la cabecera de la manifestación había

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182 • Naturaleza y conocimientos en tensión

llegado al escenario preparado para las diferentes interven-


ciones artísticas y manifestaciones políticas en las cercanías
de la Catedral de la Ciudad, un operativo de seguridad le
abrió paso a los jinetes evitando que, quienes estábamos de
a pie, nos cruzáramos frente a ellos, y así pudieran galopar
hacia el frente, saludando con sus sombreros en alto a la
multitud que los acompañó con vítores y aplausos.
En ese mismo escenario, pero durante una marcha
anterior, un campesino había leído una carta dirigida al
gobernador. Luego de describir las actividades en el monte
para producir leña, carbón, cabritos, etc., y haciendo énfasis
en lo que desde el lenguaje ambiental serían prácticas “sus-
tentables” (aunque no usó esta palabra), sentenció:

Y con todo esto, para el gobierno, nosotros no somos produc-


tores. Nos dicen holgazanes por salir en defensa de nuestro
bosque, por salir a la calle, por mostrar y por decir basta de
tanto pisoteo, ninguneo, que nosotros somos los que destrui-
mos el monte y la fauna. Esos improperios contra nosotros lo
dicen señores que viven en countries o en barrios privados,
que tienen un montón de empleados que les trabajan y les
engrosan la fortuna. Y no saben de frío, ni de calor, ni de
hambre, ni de necesidades. Que por otra parte no ponen el
lomo ni para dormir. Y en la puerta de su casa les espera una
4×4 con chofer para decidir los caminos que debe transitar
nuestra Argentina.

Así, la fuerza del movimiento de oposición a la ley de


bosques se fundó en una alianza multisectorial hecha de
múltiples y variadas dimensiones: políticas, jurídicas, eco-
nómicas, morales, culturales, cognitivas y estéticas.

La “cultura” tiene también algo para decir

En la Argentina, y en estos contextos de manifestaciones


públicas masivas, es muy común que en el escenario pre-
parado para las concentraciones luego de las marchas se

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 183

preparen números artísticos de diversa índole, principal-


mente musicales. En ocasiones, como también sucedió aquí,
los mismos artistas marchan como cualquier otro manifes-
tante, y luego suben a los escenarios para aportar lo suyo
al desarrollo de la manifestación, compartiéndolo con el
público. “Monte es libertad” fue, como dijo José Luis Agui-
rre, su autor,5 una canción nacida durante las luchas para
proteger el monte nativo en Córdoba, dedicada a todos
quienes marcharon para defender la vida. Fue una de las
tantas canciones folclóricas que se compusieron durante
estos meses de lucha y que, junto a otras ya compuestas
con anterioridad, fueron cantadas en los escenarios prepa-
rados para cada convocatoria. Durante la marcha del 28,
“Monte es libertad” fue cantada por su autor, acompañado
por “Raly” Barrionuevo, uno de los artistas populares más
aclamados de la actualidad. Durante uno de estos festivales
musicales, sentados tomando algo y escuchando a un artista
cantándole al bosque y a los pájaros al ritmo de zamba,
alguien dijo: en los ‘70, el folclorista que le cantaba a los pájaros
y al paisaje era un conservador… y alguien mas agregó: ¡Cómo
cambian los tiempos!
Otro de los artistas que tuvo una fuerte partici-
pación fue el aclamado humorista cordobés José Luis
Serrano, mejor conocido como “Doña Jovita”, su célebre
personaje.6 Serrano no sólo ofreció su arte desde el
escenario, sino que también encabezó por momentos
varias de las marchas, atrayendo la mirada de todos, y
en especial la de los medios de comunicación. Pero el
lugar de la cultura y de los artistas no se agotó en estas

5 Cantautor folclórico cordobés, ampliamente reconocido por el público a


nivel nacional y por sus colegas artistas. Fue ganador del premio “revela-
ción” durante el Festival Nacional de Folklore de Cosquín en el año 2010.
6 “Doña Jovita es la encarnación de un personaje tradicional de la zona
de Córdoba donde José Luis tiene su origen y en ella ha logrado cap-
turar toda la idiosincrasia de una paisana del interior, con sus picar-
días, su lenguaje, su música, sus actividades...” Fuente: https://bit.ly/
3jvOieG.

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184 • Naturaleza y conocimientos en tensión

cuestiones comunes a gran cantidad de manifestaciones


y reclamos en la Argentina, pues fueron protagonistas
centrales de la preparación de las manifestaciones desde
el momento en que ofrecieron su imagen y su voz para
amplificar las convocatorias a encuentros, asambleas,
marchas y festivales.
El compromiso de los artistas con la lucha por
el monte nativo fue tal, que se involucraron en las
controversias científicas antes mencionadas, siendo por
ello objeto de impugnaciones y reacciones diversas por
parte de sectores promotores de la reforma de la ley
de bosques. Una semana después de la primera marcha,
y como respuesta a la fuerte participación de aquellas
personalidades de la cultura, La Confederación de Aso-
ciaciones Rurales hizo circular un comunicado, firmado
por su presidente, desde el cual se increpó a todos los
artistas, y principalmente a Barrionuevo y a Serrano,
ponderando su participación en virtud de una supuesta
atracción hacia el “aplauso fácil” de un “público condes-
cendiente” que desconocería el fundamento mismo de la
realidad a la que se estaría oponiendo. Acusados de emi-
tir “juicios de valor que generan confusión en la opinión
pública” y de llevar el “foco de la discusión al ámbito
de las ideologías extremas”, los artistas no tardaron en
responder, multiplicando los apoyos y los aplausos de
gran cantidad de periodistas, políticos, colegas, y mili-
tantes. José Luis Serrano, además, se vio involucrado
en un pleito judicial con Andrés Carpio, periodista de
la radio “Cadena 3”. El humorista llamó públicamente
“embustero” al periodista, dado que había afirmado que
la protesta había sido “por nada”, y que había convocado
sólo a 300 (trescientas) personas, cuando las cifras indi-
caban que de la marcha habían participado alrededor
de 10000 (diez mil).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 185

Múltiples determinaciones

El conflicto por la ley de bosques condensó y articuló una


serie de otros fenómenos que ocurren en forma relativa-
mente independiente en Córdoba, pero que fueron conside-
rados como parte de una misma crisis socioambiental: el pro-
blema de los ciclos de escasez y sobreabundancia de agua en
las sierras; las inundaciones en la región agrícola; los incen-
dios forestales durante las épocas de sequía; el desplaza-
miento forzado de comunidades campesinas; el desarrollis-
mo inmobiliario; las formas en que se sancionan las leyes, y
los derechos de la ciudadanía a participar en las decisiones
políticas, entre tantos otros que, por cuestiones de espacio,
no podemos desarrollar aquí, pero que se encontraron con-
densados y articulados durante todo el conflicto.
Un tema concreto nos permite abordar una gran can-
tidad de estos aspectos mencionados: las cuestiones alrede-
dor del agua, estrechamente vinculadas con el problema de
la vegetación nativa que, según afirman los biólogos, es el
principal regulador hídrico. De hecho, algunas zonas como
las Sierras Chicas sufrieron, entre 2007 (aprox.) y 2014,
una profunda crisis hídrica signada por la falta de agua. En
2015 esta crisis se transformó en una catástrofe debido a
las violentas crecidas en los ríos y arroyos que provocaron
víctimas fatales, destrucción de infraestructura y viviendas,
aislamiento de localidades y caseríos. Las consecuencias de
esta tragedia se viven aún hoy muy de cerca. Menciono esto
dado que, durante el período de escasez de agua, se había
instalado la idea de que la crisis hídrica era el resultado de
la mala salud de las cuencas. Es decir, de la ausencia de una
cantidad adecuada de vegetación nativa. La vegetación nati-
va, como regulador hídrico, produce lo que se conoce como
efecto esponja: retiene el agua en la tierra y evita su rápido
escurrimiento hacia los valles o las zonas bajas, y así mitiga
tanto las consecuencias de la escasez de agua proveyendo
formas de retención natural, como las consecuencias de la
sobreabundancia, conteniendo gran parte el fuerte, violento

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186 • Naturaleza y conocimientos en tensión

y repentino aumento del caudal de los ríos y arroyos serra-


nos en la época de lluvias. Este conocimiento, que proviene
de la ciencia y que fue generalizándose como explicación de
la sostenida crisis hídrica, es hoy un conocimiento instalado
en gran parte de la población.
En las zonas serranas de Córdoba existe una gran
cantidad de reservas y espacios de protección ambiental
que reflejan esta preocupación por la vegetación nativa y
el agua. Muchas de ellas son de carácter municipal y/o
comunal, y fueron creadas como resultado del trabajo y las
iniciativas de ONG y vecinos, en ocasiones con el apoyo de
políticos y funcionarios locales. Otras reservas responden
a la órbita provincial, y algunas pocas caen bajo adminis-
tración nacional. Las reservas son, actualmente, parte de un
objetivo social más amplio que implica mantener sanas las
cuencas hídricas. Si bien muchas se encuentran en proyec-
to, todas ellas son parte de iniciativas que llevan adelante
diversos actores y agrupaciones que interpelan al Estado
para que delimite nuevos espacios de protección para con-
tar así con un marco legal que regule el uso de la tierra y,
por lo tanto, el uso del recurso hídrico, frenando de esta
manera el avance de la especulación inmobiliaria y el con-
secuente desmonte.
Esta preocupación por preservar y conservar implica
una forma de temporalidad característica de las discusio-
nes sobre los problemas ambientales, en las cuales las esca-
las espacio-temporales que se ponen en juego son amplias,
incorporando el compromiso con el presente y, sobre todo,
con las generaciones futuras. En este sentido, y como afirma
Harvey (2004), no hay proyecto ambiental que no sea, al
mismo tiempo, un proyecto de sociedad. Esta preocupación
por el uso del espacio, la conservación y la preservación de
la vegetación nativa está y estuvo acompañada desde hace
tiempo por demandas a los funcionarios y políticos de todos
los niveles. Las advertencias de científicos y organizaciones
sociales respecto del impacto de la falta de vegetación en
el ciclo hidrológico es de larga data: desde tiempo antes de

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 187

las inundaciones de febrero de 2015, y durante el período


crítico de casi una década de falta de agua, circulaba la
información de que los habitantes de las sierras se enfren-
tarían cíclicamente a condiciones de escasez de agua y a
situaciones de sobreabundancia. Aquellas inundaciones, los
muertos y la destrucción de viviendas e infraestructura,
confirmaron tales pronósticos. Por lo tanto, existe hoy un
pensamiento colectivamente esgrimido, que es el siguien-
te: la tragedia del 15 de febrero de 2015 se podría haber
evitado de haber sido escuchadas las advertencias en torno
a la mala salud de las cuencas. Por tal razón, las conse-
cuencias de la inundación fueron entendidas por muchos
como un ecocidio.
Así, el conflicto por la ley de bosques está estrecha-
mente relacionado con los conflictos en torno al agua en
las sierras. No es casualidad que la Coordinadora haya sido
impulsada por una gran cantidad de agrupaciones de las
zonas serranas de la Provincia que habían tenido, no hace
mucho, una fuerte visibilidad producto de los problemas y
conflictos en torno a la catástrofe del 15F. Si bien el monte
nativo en peligro inmediato por este proyecto no era, estric-
tamente hablando, el de las zonas serranas que sufrieron las
inundaciones mencionadas, la historia reciente del evento y
las muertes ocurridas en esa región en particular, sumada
al trabajo acumulado de diferentes agrupaciones en torno
al cuidado de las cuencas y la defensa del bosque nativo,
fueron parte sustantiva necesaria, aunque no suficiente, de
la fuerza política del movimiento a nivel provincial.
Las zonas de llanura también sufren las consecuencias
de la ausencia del bosque. Las imágenes de campos inunda-
dos y los informes de pérdidas millonarias en cosechas no
vendidas por los productores comerciales e impuestos no
recaudados por parte del Estado, son noticias corrientes en
Córdoba. Las pérdidas ocasionadas por inundaciones en los
campos del sur de la provincia se calculan de a millones de
dólares, y este aspecto estuvo presente también en el ritmo
del conflicto: ¿por qué los propietarios de los campos reclaman o

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188 • Naturaleza y conocimientos en tensión

cobran efectivamente un subsidio frente a esta situación, si son los


responsables de las inundaciones?, se preguntaban muchos que
acompañaron la oposición a la reforma de la ley de bosques.
¡Si ellos desmontaron sus propios campos!
Pero el problema central y más urgente que puso en
escena el conflicto, más allá de los campos de maíz y soja
cubiertos por el agua, es aquél 3% – 5% de bosque nativo
que aún queda en el Norte, y que está siendo amenazado
por el avance de la frontera agropecuaria en las zonas de
los faldeos bajos y en los llanos. Dadas las condiciones cli-
máticas semi-áridas de la zona, la actividad agropecuaria no
tuvo tradicionalmente atractivo para los grandes capitales,
siendo realizada principalmente bajo formas de tipo fami-
liar minifundista, aunque desde fines del siglo XX la presión
del capital sobre los pequeños productores se comienza a
sentir con fuerza.7 El agua, que es ya de por sí un recur-
so escaso en la zona, es actualmente objeto de conflictos
y disputas desiguales por su acceso y control (Paz 2019).
El movimiento en defensa del bosque nativo ponderó estas
dinámicas, dado que consideró que el proyecto de ley estaba
en consonancia con la histórica presión sobre la economía
familiar campesina, que viene siendo desplazada y margina-
lizada desde hace tiempo y bajo diversas modalidades, tanto
directas como indirectas, especialmente en el noroeste de
la Provincia de Córdoba. No es casual, entonces, que los
campesinos fueran protagonistas centrales en los escenarios
de las marchas, tal como hemos mostrado recién. Vale aquí
recuperar otro fragmento de aquella carta escrita y leída por
un campesino frente a miles de personas:

7 Durante las últimas tres décadas del siglo XX, el factor de cambios en la
cobertura [vegetal] del norte de Córdoba estuvo dominado por la conver-
sión de bosques en tierras agrícolas, siendo los departamentos de Ischilín,
Tulumba, Río Seco, Cruz del Eje y Río Primero los de mayor superficie
deforestada (Paz 2019).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 189

Seguimos haciendo el mismo laburo con cabras, chanchos,


vacas, ovejas, pavos, patos gallinas, perros de caza, y nunca se
acabó el monte donde vivimos. Porque hacemos un trabajo
ancestral. Por ejemplo, en el verano no cortamos el monte
verde, porque la savia está arriba. Después de las primeras
heladas que suelen ser en abril, mayo, empezamos con el tra-
bajo del monte verde. A veces suele pasar que caen una o dos
heladas y vuelven a calentar; entonces dejamos de trabajar al
mismo tiempo que sube la savia de vuelta, ¿no? Cuando la
savia está alta, la madera no sirve ni para parrales, ni para
alambrados, para nada sirve. Y si cortás un algarrobo con la
savia alta, a veces no vuelve el monte, ¿no? El monte que se
corta son árboles maduros, enfermos o secos. Antes de cor-
tar el algarrobo grande, limpiamos el lugar donde va a caer,
lo deschuncamos como se dice, ¿no? Cuando lo terminamos
de picar queda un montículo de ramas en el lugar, el lugar
limpio. Luego las cabras, las vacas, el caballo, aprovechan las
hojas y la liguilla que queda en el monte, ¿no? Con el tiempo,
esas ramas se degradan y sirven para contención del agua de
la lluvia que no deja correr. Y le estaría dando fertilidad a la
tierra. (…) somos los verdaderos defensores del monte. (…)
no recibimos nada de parte del gobierno, y a los señores que
les cayó una piedrita [de granizo] demás sobre la cosecha, el
gobierno les declara emergencia agropecuaria y reciben un
abultado subsidio.

Lo que en la jerga ambiental se conoce como el “manejo


sustentable” del bosque nativo es también un reclamo de
larga data de todos los sectores que participaron del movi-
miento de oposición a la ley. Así, la participación del Movi-
miento Campesino de Córdoba fue clave para dar visibili-
dad a la problemática específica del Norte de la Provincia.
Su larga trayectoria en la lucha por el agua, la tierra y el
monte fue central para alimentar la fuerza política de la
oposición al proyecto de ley.

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190 • Naturaleza y conocimientos en tensión

A modo de cierre

He argumentado aquí comenzando por las manifestaciones


más abstractas de la producción de este “proceso social
total”, como lo he llamado. Es decir, abstractas en térmi-
nos de cómo sus protagonistas crearon y produjeron una
totalidad. En este nivel, el bosque ofició como un símbolo
nodal (Passeron 2011), que amalgamó los diversos valores
esgrimidos en torno a él por parte de diferentes actores a
través de la expresión de una unidad tanto política como
ontológica: somos el monte que marcha. A niveles específicos,
el aspecto total del proceso se revela en términos de un
proceso de producción de alianzas entre diferentes sectores,
pero también cuando aquella idea abstracta, simbólica, se
transforma en acción concreta a través de la representación,
es decir en su “puesta en escena”, tal como vimos en la situa-
ción de los niños que marcharon tomados de la mano de
las ramas de un árbol hecho en alambre, cartón y cintas de
papel. La pluridimensionalidad del proceso (jurídico, políti-
co, económico, cultural, estético y cognitivo) queda también
evidenciada en la descripción de algunos de los aconteci-
mientos, y sólo pueden comprenderse en su mutua inter-
acción; sobre todo, porque los mismos protagonistas plan-
tearon su imbricación desde el principio. Sin embargo, por
más conexiones que se pudieran trazar y múltiples dimen-
siones que se logra identificar, ello no es suficiente para
analizar un proceso en su carácter total, pues la noción no
puede reducirse a la ingenua idea de que ‘todo está en todo’
(cf. Wendling 2010, 89; Passeron 2011, 440). Los hechos
sociales totales suponen mucho más que conexiones y múl-
tiples dimensiones. Suponen, como decía Mauss, congrega-
ciones. Es decir, momentos extraordinarios de asamblea y
reunión fundados en alianzas pre-existentes o alianzas que
se producen ya sea durante estos momentos de asamblea y
reunión, o durante el proceso mismo de su planificación.
Sólo en estos momentos, la totalidad se expresa como un

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 191

“resultado” y, así, los procesos sociales totales revelan su


doble carácter de creados y creadores de, en este caso, for-
mas alternativas de producción y reproducción social.

Bibliografía y fuentes consultadas

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the ‘total social fact’”, 63-70. En Marcel Mauss: a cen-
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Karsenti, Bruno (2009) Marcel Mauss. El Hecho Social como
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Koberwein, Adrián (2018) “Ciencia, derecho, política y cul-
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Passeron, Jean-Claude. 2011. El razonamiento sociológ̤ico:
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social total”. Revue du MAUSS (36), 87-99.

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Hidrocarburos e hidroelectricidad

Una aproximación a la trama energía, política


y cultura en el norte patagónico

VALERIA IÑIGO CARRERA, LAURA MOMBELLO Y ANA SPIVAK L´HOSTE

Introducción

En una época en que la transformación de la matriz ener-


gética se presenta casi como un imperativo, las relaciones
entre energía, política y cultura cobran protagonismo. La
producción energética o, más precisamente, las fuentes y
opciones que se asuman para producirla, involucran terri-
torios, actores, conocimientos, tecnologías, imaginarios y
escenarios a futuro. En consecuencia, las decisiones que
se tomen a ese respecto atañen a, e impactan en, tramas
territoriales, económicas y sociales. Se trata de tramas cuyo
análisis se complejizó a partir de conceptos como energopo-
litics, concepto que intenta abordar el poder que se produce
y se ejerce a través de los procesos productivos y sociales
vinculados con la energía (Boyer 2011).
Las relaciones entre energía, política y cultura se des-
pliegan en un abanico de dimensiones de análisis hasta aho-
ra poco profundizadas (Strauss et al. 2013). Según los cita-
dos autores, algunas de esas dimensiones son: 1) la energía
como imaginada, usada y contestada en diferentes contex-
tos; 2) las conexiones entre naturaleza, relaciones sociales
y políticas en los sistemas energéticos; 3) las nociones de
progreso y colapso asociadas a la energía; 4) las transforma-
ciones culturales y tensiones en torno a su producción; y, 5)
los cambios socioculturales para reducir la dependencia al

teseopress.com 193
194 • Naturaleza y conocimientos en tensión

combustible fósil.1 Ahora bien, más allá de las aún escasas


investigaciones que ahondan estas dimensiones, se ha avan-
zado en el análisis de esa trama con foco en los vínculos
entre las materialidades asociadas a los procesos de produc-
ción energética y sus efectos en la vida social. En esa línea se
avanzó en conceptualizaciones como la de naturaleza como
artefacto y artificio, conceptualización que permite explici-
tar tanto las propiedades materiales específicas de los recur-
sos de la naturaleza (petróleo, carbón, etc.) como el rol que
estos recursos (y esas propiedades) ejercen como creadores
de vínculos sociales, económicos y políticos (Watts 1998).
Carbon democracy, de Timothy Mitchell, es un ejemplo
de estudio de la trama energía, política y cultura desde esta
perspectiva. Este trabajo profundiza las lógicas producti-
vas, distributivas y de consumo energético asociadas a dos
fuentes minerales: carbón y petróleo. Profundizando las
diferencias que observa entre ambas lógicas productivas el
autor explicita cómo los procesos de producción de energía
(y de distribución y consumo asociados a las materialida-
des que suponen dichas producciones específicas) son tan-
to modelados por configuraciones sociales existentes como
productores de nuevas estructuras sociales y políticas. Nue-
vas estructuras que se imbrican con esas formas preexisten-
tes alterando algunas de sus condiciones y características
constitutivas previas. Desde su perspectiva, poner el foco en
las propiedades materiales de las distintas lógicas de pro-
ducción de energía permite dar cuenta de cómo se alteran
y refuerzan jerarquías y desigualdades en instituciones y

1 En los últimos años creció el interés académico por entender las relaciones
entre energía, política y cultura tanto en el país como en el ámbito interna-
cional. Esto se debe, en buena medida, a que las agendas de investigación
acompañan las discusiones en la arena política y también pública que prota-
goniza la problemática energética. Discusiones que se asocian tanto a los
efectos del combustible fósil como fuente dominante de su producción
(efecto invernadero, cambio climático, agotamiento e impacto de técnicas
como la fractura hidráulica) como a las propuestas de transformación en
materia de fuentes y tecnologías de producción de energía (expansión de las
energías renovables, diversificación de la matriz, transición energética).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 195

prácticas, y entender las relaciones entre fuentes de energía


y organizaciones sociales y políticas (Mitchell 2011). Como
ejemplifica Gupta (2015) en su estudio sobre la electricidad,
el hecho de que esta forma de energía se transmita a través
de amplias distancias, que no pueda guardase con facilidad
y que oferta y demanda deban coordinarse al instante tiene
implicancias profundas en términos de instituciones políti-
cas e infraestructura social.
Orientado a articular la materialidad de los bienes de la
naturaleza con su rol en la creación y, como veremos también,
fortalecimiento de determinados vínculos sociales, económi-
cos y políticos, este texto se propone explorar algunos aspectos
de la trama entre energía, política y cultura en el norte patagóni-
co. En particular tomaremos dos casos asociados, cada uno, a un
recurso específico: la producción de hidrocarburos en la zona
de Catriel (provincia de Río Negro) y la producción de energía
hidroeléctrica a pequeña escala en la Comarca Andina del Para-
lelo 42° (de aquí en más, la Comarca Andina) (provincias de Río
Negro y Chubut). En cada caso, avanzaremos preguntas y líneas
de análisis sobre las relaciones sociales, económicas y políticas
que se articulan alrededor de dichos recursos involucrando y
poniendo en tensión intereses y capacidades de negociación de
diferentes actores sociales, distintas lógicas territoriales, mar-
cos regulatorios y legales así como una serie de reclamos que se
presentan, en buena medida, en clave socioambiental y territo-
rial. A estos fines, abordaremos materiales primarios produci-
dos en el marco de acercamientos etnográficos a ambos casos
(entrevistas con distintos actores) y secundarios (materiales de
archivo, de prensa, expedientes de denuncias, etc.) analizados
para la Comisión Investigadora para el Relevamiento de Trans-
ferencias de Tierras Rurales de la Legislatura de la provincia
de Río Negro (en adelante, la Comisión).2 A partir de los casos
examinaremos cómo los procesos productivos y sociales rela-

2 La Comisión, que funcionó entre los años 2012 y 2015, tuvo como objetivo estu-
diar las transferencias de tierras del domino público a manos privadas, en particu-
lar aquéllas en las que se observaban irregularidades vinculadas a protocolos jurí-

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196 • Naturaleza y conocimientos en tensión

cionados con la energía se vinculan con el desigual acceso a la


tierra3. Se trata, este último, de un proceso histórico que organi-
za la sociedad local y configura la trama política y cultural de la
provincia.4 Dicho de otro modo, proponemos abordar la rela-
ción entre energía, política y cultura teniendo en cuenta la rela-
ción históricamente construida entre tierra, política y cultura.

Catriel: una localidad petrolera

Catriel se ubica al norte de la provincia de Río Negro, en el


departamento de General Roca. De origen colonia agrícola
pastoril, su estructura demográfica, social y económica se
transformó cuando se halló petróleo en la zona, en 1959.
Comenzaremos desplegando algunos efectos de esa trans-
formación a partir del análisis de expedientes de denuncias
por trasferencia fraudulenta de tierras en dos parajes, Peñas
Blancas y Medanito, atravesados por el funcionamiento de
dicha industria (ver Figura 1).

dicos simulados o fraudulentos; su propósito último era garantizar a la población


rionegrina la recuperación dominial de las tierras fiscales en cuestión (Miguel y
Wallace2019).
3 Estas reflexiones se enmarcan en los proyectos PICT 2015-2476 Luchas sociales por
laapropiaciónyusodeespacios yrecursos. Unabordajesusantivo,conceptual ymetodológi-
co, dirigido por Sergio Caggiano, y PICT 2017-1706 Conflictos por el acceso a la tierra
en la provincia de Río Negro: un abordaje etnográfico e histórico a la territorialización de
formaciones sociales de alteridad,dirigidoporLauraKropff.
4 Las acciones militares de fines del siglo XIX fueron parte de un genocidio de los
pueblos originarios que impactó directamente sobre el proceso de
(re)estructuración delasrelaciones sociales enNorpatagonia, produciendoproce-
sosdedesterritorialicazión. Lasreterritorializaciones consecuentesseestructura-
ron de acuerdo al patrón establecido por la organización de los accesos diferencia-
lesalatierra(Delrioet al.2018).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 197

Figura 1. Localidad de Catriel y parajes aledaños

Fuente: elaboración propia en base a Instituto Geográfico Nacional.

La primera denuncia es consecuencia de la sesión, en


2001, de 5.000 hectáreas de la provincia de Río Negro al
municipio de Catriel, de las cuales 2.621 son reclamadas

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198 • Naturaleza y conocimientos en tensión

por la Comunidad Mapuche Newen Aitue. Motiva el reclamo


que parte de la comunidad ocupa5 esas tierras aunque en el
documento de trasferencia no se mencione su presencia.6 El
predio es atravesado por un gasoducto, pero la comunidad
no percibe canon ni pago de servidumbres por las instala-
ciones que atraviesan el predio, ya que no cuenta con docu-
mentación que pueda acreditar la titularidad de las tierras,
requisito exigido por las empresas a la hora de reconocer
los derechos al cobro de canon o servidumbres de paso.
Sobre el caso se pronunció la Comisión en 2013, señalando
la necesidad de diálogo y la responsabilidad municipal en el
asunto. Sin embargo, esta intervención no logró desactivar
el conflicto y, un año más tarde, la comunidad pasó a la
acción directa cuando sus referentes se encadenaron a la
reja del edificio de la municipalidad. Entendían que siendo
el gobierno local el propietario del predio debía ser éste
quien respondiera la demanda pendiente. La protesta se
extendió por varios días hasta que se logró un diálogo con
intervención de la Comisión.
La segunda denuncia refiere a tierras del paraje Meda-
nito donde hay instalaciones asociadas a la actividad hidro-
carburífera. En este caso, un particular (Rodríguez)7 denun-
cia maniobras fraudulentas en la compra de 300 hectáreas

5 Los derechos que asisten a los pueblos originarios sobre la posesión y pro-
piedad de las tierras que tradicionalmente ocupan se encuentran refrenda-
dos por la Constitución Nacional argentina (Art. 75, inciso 17), donde se le
adjudica rango constitucional a lo establecido en el Convenio Nº 169 de la
Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales
en Países Independientes (Art. 14). Sobre esta base de reconocimiento de la
ocupación tradicional se asentaron una serie de leyes nacionales y provin-
ciales relacionadas con la regulación de las tierras de los pueblos originarios.
Entre ellas se destaca la Ley Nº 26.160, sancionada en 2006 y prorrogada
desde entonces, que Declara la emergencia en materia de posesión y propie-
dad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades indígenas
originarias del país. En nuestro trabajo, ocupación refiere a ocupación tradicio-
nal en los términos establecidos por la normativa vigente.
6 Expediente de la Comisión Investigadora para el Relevamiento de Transfe-
rencias de Tierras Rurales (CITTR) Nº 1.371/12.
7 Sólo citamos los nombres correspondientes a las personas de trascendencia
pública.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 199

fiscales por parte de los herederos de Honorio Cozzi.8


Rodríguez se presenta como miembro de una familia des-
cendiente de los primeros pobladores de la zona. Y se
diferencia de los Cozzi, familia radicada en General Roca
que, afirma, nunca ocuparon las tierras que escrituraron
en 2010 a su nombre. El expediente reúne documentación
con el reclamo de otros pobladores que comparten usos o
intereses sobre el predio en litigio. Pobladores que vivieron,
realizaron mejoras reconocidas en sucesivas inspecciones
rurales desde los años ‘60 y reclaman fracciones de esas
mismas tierras.
Las situaciones denunciadas son, pese a sus diferencias,
paradigmáticas de los litigios relativos al uso y posesión de
tierras en la zona de Catriel.9 Éstas explicitan a los acto-
res que promueven dichos litigios, sus motivos, argumen-
tos, formas de reclamo y herramientas para la negociación.
Ambas ilustran, a su vez, aspectos de los procesos de ocupa-
ción de esas tierras, procesos que derivaron en una confi-
guración de territorio con contornos dinámicos y comple-
jos y, consecuentemente, objeto de disputa. Finalmente, las
denuncias evidencian cómo esa ocupación, cuyos orígenes
pueden trazarse desde fines del siglo XIX, fue afectada y
continúa siendo afectada por el desarrollo de actividades de
exploración, extracción y transporte de hidrocarburos.
En perspectiva histórica, tras el genocidio de la pobla-
ción originaria en la Patagonia a fines del XIX, las tierras
apropiadas tuvieron dos destinos: fueron otorgadas a parti-
culares o se transformaron en tierras fiscales propiedad del
Estado nacional. Dentro de este último conjunto se dispu-
sieron fracciones para dar respuesta a solicitudes de grupos
originarios que habían quedado diezmados y desagregados
de sus organizaciones sociales previas. Para la incipiente

8 Expediente de la Comisión Investigadora para el Relevamiento de Transfe-


rencias de Tierras Rurales (CITTR) Nº 1.521/13.
9 Para una profundización de ambos conflictos consultar Mombello y Spivak
L’Hoste (2019).

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200 • Naturaleza y conocimientos en tensión

conformación estatal el horizonte de la acción política de


estos grupos estaba condicionado por su derrota. En este
marco, la impuesta categoría de tribus, así como la identi-
ficación de los sobrevivientes según liderazgos indígenas,
configuró el estrecho margen de negociación en el que los
grupos sobrevivientes buscaron reorganizar sus vidas. Tal
es el caso de los restos de la tribu de Catriel o catrieleros que se
instalaron, desde 1903, en la colonia agrícola pastoril de la
zona que luego tomaría su nombre.10
Se asignaron a la colonia 125.000 hectáreas, 5.000 de
ellas destinadas a crear un centro urbano. Los catrieleros,
marcados social y simbólicamente como “otros tolerados”,
ocuparon una parte de esas tierras, donde se instalaron y
dedicaron a la cría de ganado a pequeña escala y al cul-
tivo de forrajes. Pronto surgieron reclamos que permitie-
ron acceder también a predios a pobladores no catrieleros
(Mombello 2016). En todo caso, el acceso a la tierra fis-
cal por parte de los cerca de 500 habitantes de las pri-
meras décadas del siglo XX ya presentaba situaciones de
conflicto. Ahora bien, esta configuración poblacional y pro-
ductiva cambió cuando Yacimientos Petrolíferos Fiscales
(YPF)11 obtuvo resultados de sus exploraciones en la zona
(Togliavini 2000).
Las exploraciones en Catriel habían comenzado a
mitad de los años ‘50 como extensión de las actividades
que desarrollaba YPF en Cutral Co y Plaza Huincul (pro-
vincia de Neuquén). De allí llegaron los primeros opera-
rios para desmontar, abrir caminos, armar campamentos

10 A fines del siglo XIX, llegaron a la zona los restos de la tribu de Catriel o catrie-
leros (como refieren los documentos de la época), una parcialidad que ocupa-
ba tierras en provincia de Buenos Aires, cedidas para la extensión del circui-
to productivo agrícola-ganadero. Algunas familias desplazadas fueron
incorporadas a las colonias creadas en 1899 en el norte patagónico (Pérez
2014; Nagy 2014). Entre los catrieleros se destaca Bibiana García, líder que
logra la inclusión de su grupo en el otorgamiento por decreto de las tierras
que constituirán luego Colonia Catriel.
11 YPF fue una empresa pública desde su creación (1922) hasta su privatiza-
ción (1994). En 2012 se renacionalizó.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 201

y montar equipos para explorar el subsuelo. En 1959 se


encontró petróleo en diferentes locaciones posicionando la
zona como principal productora de crudo convencional de
la provincia y una de las más importantes del país (Dalla
Torre y Ferreyra 2005).12 El circuito productivo del petróleo
consiste en su exploración, explotación, destilación y venta.
En Catriel se desarrollan las dos primeras actividades, lo
cual supone la instalación de una infraestructura importan-
te pero un menor valor agregado al producto primario que
se extrae de ella (Dalla Torre y Ferreyra 2005). La exigencia
de mano de obra para el desarrollo de las actividades pro-
dujo un gran crecimiento poblacional en la zona.13 Según
datos censales se pasó de 600 habitantes al inicio de la acti-
vidad a más de 5.322 en 1970 y a 18.032 en el año 2010. 14
La posibilidad de producir hidrocarburos depende de
la adquisición de concesiones sobre las áreas productivas.
Estas concesiones las otorga la provincia de Río Negro ya
que tanto las tierras fiscales donde se extienden como los
minerales que están bajo la superficie son provinciales.15
Ahora bien, más allá de la jurisdicción que regula superficies
y subsuelos, las tierras son habitadas por individuos, fami-
lias u ocupadas por comunidades originarias. Estos pobla-
dores, raramente poseen título de propiedad sobre estas
tierras que, de ser poco significativas hasta el hallazgo de
hidrocarburos, comenzaron a aportar altos ingresos a la
provincia, aumentando significativamente su precio por la

12 Para 1965 el petróleo producido en la provincia representaba el 15% de la


producción nacional. En orden de importancia se encontraban Mendoza
con un 29%, Santa Cruz con un 26,5%, Chubut (Comodoro Rivadavia) con
un 18,4%. Detrás se encontraba Neuquén con un 6,1% (Vallejos 1979).
13 Durante el período de exploración y perforación YPF contaba con cerca de
1.100 operarios (Togliavini, 2000).
14 Cabe aclarar que un componente de esta población fluctúa en función de las
condiciones de la industria petrolera.
15 Las tierras fiscales pertenecen a la provincia desde la provincialización del
Territorio Nacional de Río Negro en 1955. En cambio, los recursos del sub-
suelo, definidos como estratégicos, se mantuvieron en manos del Estado
nacional hasta la reforma constitucional de 1994.

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202 • Naturaleza y conocimientos en tensión

multiplicación de su renta. Tierras que, en algunos casos,


se continúan trabajando con actividades tradicionales (cría
de ovejas, cultivo de pasturas) pese a la infraestructura
industrial y sus externalidades negativas (reducción de la
superficie disponible, contaminación de aguas, riesgos de
accidentes).
Una vez adquiridas las concesiones, las empresas nego-
cian individualmente con los habitantes de los predios en
condición de superficiarios (esto es, aquellos que poseen
documentos que demuestren la legalidad del asentamien-
to)16 los montos del pago por servidumbre de paso o canon
correspondiente por su uso. Este pago se convierte en la
principal, a veces única, fuente de ingresos para ellos. Aun-
que, no todos los habitantes de las tierras donde se instala
la infraestructura extractiva tienen esa condición. En este
contexto, no son pocos los litigios entre ocupantes, super-
ficiarios y empresas por la renta proveniente de la indus-
tria de hidrocarburos. Litigios arraigados en disputas por la
superposición y vencimiento de permisos, por ocupaciones
tradicionales, asentamientos de hecho, por transferencias
del dominio de inmuebles rurales fiscales entre las juris-
dicciones o inclusive por la titularización de las tierras por
parte de actores externos.
Pero tramitar documentación que otorgue status legal
a un asentamiento (y acceso al cobro de cánones si la tierra
es usada por la industria), no es un proceso sencillo. En
la zona de Catriel se solapan distintas lógicas jurisdiccio-
nales, económicas y culturales generando conflictos en los
que intervienen actores con capacidad de agencia desigual.
Esto se evidencia en las denuncias presentadas. En una son
actores externos al paraje quienes consiguen titularizar la
tierra pese a las inspecciones que, por décadas, indicaban la
ocupación de la familia Rodríguez y otros vecinos. Actores
que cuentan con un capital social, político y cultural que

16 Se trata de títulos de propiedad, sesión de derecho o permisos precarios de


ocupación en vigencia.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 203

les permite desplegar estrategias para adquirir ese título


de propiedad disputando, con capacidades diferenciales de
negociación, con aquellos que heredaron las formas tradi-
cionales de ocupación y uso de la tierra. En la otra se expli-
cita la acción administrativa en función de lógicas jurisdic-
cionales (provincial y municipal) e intereses contrapuestos
con pobladores que no sólo no acceden a la condición de
superficiario sino que ni siquiera se registran como habi-
tantes en una operación de transferencia de dominio. Este
caso suma, a esa articulación de lógicas jurisdiccionales, el
reclamo hecho en términos de pueblo originario, poniendo
en agenda otra forma de relación y valoración de la tierra,
donde la dimensión simbólica se vuelve relevante.

La Comarca Andina: ríos, turbinas y producción


privada de hidroelectricidad para la red

La Comarca Andina es una entidad territorial reconocida


como tal desde fines de la década de 1980 (Bondel 2008)
que, en la porción que corresponde a Río Negro, está com-
puesta por parajes y localidades del sudoeste de la provincia
(Villegas, El Manso, El Foyel, Los Repollos, El Bolsón), vin-
culados a través de la ruta nacional Nº 40 y comprendidos
en el departamento Bariloche. Ricas en suelos, pastos, aguas,
bosques y paisajes, sus tierras son objeto del avance de
capitales nacionales y transnacionales de diversa magnitud
dispuestos a disputar el territorio ocupado y/o reclamado
por comunidades y organizaciones originarias y explotar
los bienes naturales de la zona (ver Figura 2).

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204 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Figura 2. Comarca Andina, en su porción rionegrina

Fuente: elaboración propia en base a Instituto Geográfico Nacional.

Como mencionamos, en el marco de la Comisión se


analizaron denuncias por irregularidades en las transfe-
rencias de tierras fiscales a manos privadas en la porción
de la Comarca Andina que corresponde a Río Negro. El
departamento Bariloche concentró poco menos de la mitad

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 205

(un 43%) de las denuncias por aquélla recibidas. Denuncias


referidas a la omisión de la intervención del Estado pro-
vincial, la afectación de territorios de comunidades origi-
narias, la enajenación bajo precios irrisorios y la violación
de los derechos de ocupación de antiguos pobladores rura-
les (Cañuqueo, Kropff, Pérez y Wallace 2015). Si bien las
denuncias recibidas explicitan conflictos con eje en la apro-
piación de tierras, también dan cuenta de disputas en torno
a otros bienes de la naturaleza, e involucran el despliegue
de diversas acciones de protesta y demanda colectiva que
trascienden el escenario local y provincial.
Aquí nos centramos en una denuncia por trasferen-
cia fraudulenta de tierras en el paraje El Manso, en tanto
hace a la conformación de una de las propiedades de mayor
extensión en la zona (Hidden Lake S.A., de nacionalidad
británica, con 11.284,66 hectáreas) y en tanto esa conforma-
ción ha encerrado la prohibición del acceso público al lago
Escondido y el aprovechamiento hidroeléctrico sobre el río
del mismo nombre. La denuncia refiere a la adquisición,
por parte del empresario inglés Joseph Lewis, de unas 519
hectáreas que ocupaban María Consuelo Losada y sus hijos
en carácter de continuadores de la ocupación de Arturo
Bayer en la costa del río Foyel.17 Asentados en El Manso
desde las primeras décadas del siglo XX, los Bayer se dedi-
caban, como la mayoría de los pobladores de la zona, a la
agricultura, la cría de animales y al trabajo con madera. Tras
décadas de ocupar la tierra de manera precaria, la familia
escritura en el año 2006. Antes de esa fecha María Consuelo
Losada, de edad avanzada y con deterioro mental, había
firmado junto a dos de sus hijas dos boletos de compra-
venta. Uno, en 2001, por 80 hectáreas no deslindadas ni
mensuradas con el agente inmobiliario a través del que
Lewis había comprado, años antes, unas 10.000 hectáreas
de tierra. El otro, en 2002, por una superficie aproximada

17 Dictamen correspondiente al Expediente de la Dirección General de Asun-


tos Legislativos (DGAL) Nº 1.253/2012.

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206 • Naturaleza y conocimientos en tensión

de 320 hectáreas, tampoco deslindadas ni mensuradas, con


la empresa Hidden Lake S.A.18 Sobre el caso dictaminó la
Comisión señalando que las transacciones fueron realiza-
das en contravención a la Ley Nº 279 por ser su objeto tie-
rras públicas pero haber sido realizadas entre particulares
sin la mediación del Estado provincial.19
Así, como vimos respecto de las denuncias inscriptas en
la zona de Catriel, la denuncia aquí reseñada resulta para-
digmática del derrotero seguido por la tierra pública en la
franja cordillerana de la provincia de Río Negro. Un primer
rasgo distintivo de la expropiación, distribución, privatiza-
ción y concentración de la tierra en esta zona con posterio-
ridad a las acciones de conquista militar de fines del siglo
XIX es que estos procesos operaron sobre radicaciones de
individuos dispersos que debieron justificar por medio de
su capacidad productiva y su cumplimiento de obligaciones
civiles su permanencia en tierras fiscales (Cañuqueo, Kropff
y Pérez 2008). Por cierto, en las tierras de la cordillera que
se extienden entre los valles de los ríos Manso inferior y
Foyel y el valle de El Bolsón –construidas, tras el avance del
ejército nacional y al igual que la generalidad de la Patago-
nia, como un espacio vacío, disponible para su ocupación
y puesta en producción– se instalaron pequeños produc-
tores provenientes allende la cordillera (Cabrera, Xicarts y
Caracotche 2008). La baja altitud del paso cordillerano del
Manso habilitó la afluencia de población hacia los valles que
hoy conforman la Comarca Andina; ésta se explicaba, en
parte, por la avanzada del ejército sobre las tierras del sur
ocurrida en el país trasandino (Delrio 2010).

18 Hidden Lake S.A. es propiedad de Lewis. El valor de la hectárea de la prime-


ra fracción de tierras, con boleto de compraventa a nombre del agente
inmobiliario, fue de USD 1.500. Por su parte, el valor de la hectárea en la
segunda de las fracciones, con boleto de compraventa a nombre de la
empresa, fue de USD 864.
19 Para más precisiones sobre el caso consultar Iñigo Carrera (2019).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 207

Quienes se instalaron en el valle del río Manso inferior


entre la última década del siglo XIX y las primeras del
XX fueron identificados por la administración del Esta-
do argentino como “intrusos en tierra pública” por cuanto
carecían de permiso o título para ocuparla (Pérez 2016). La
prolongación, para los pequeños productores, de la situa-
ción precaria respecto de la tenencia de la tierra –de manera
generalizada, a partir de la década de 1930, bajo la forma
de la posesión de un permiso precario de ocupación– ante
la imposibilidad de completar los trámites para su regu-
larización constituye otro de los rasgos que caracteriza a
los procesos referidos a la tierra. Lejos estaban también
de ser partícipes legitimados de la distribución de la tie-
rra pública en tanto la preocupación estatal por evitar el
asentamiento definitivo de población a la que se adjudicaba
una pertenencia al Estado chileno en un espacio fronterizo
redundó en su inhabilitación para arrendar y/o adquirir en
propiedad la tierra.20
Con la progresiva generación de condiciones propi-
cias para la inversión de capital en una zona otrora mar-
ginal en términos productivos y aislada en términos viales,
estos pequeños productores, que organizaban su produc-
ción sobre la base del trabajo doméstico, comenzaron a
coexistir, de manera creciente, con el avance de capitales
industriales de diversa magnitud aplicados a la actividad
forestal y turística dispuestos a valorizarse, con la realiza-
ción de especulaciones inmobiliarias –es decir, de operacio-
nes con la renta de la tierra que está capitalizada en su pre-
cio– y con el avance de grandes terratenientes orientados a

20 Algunas de las familias históricamente identificadas como “chilenas” -por


ejemplo, en las solicitudes de tierra rural presentadas- e invisibilizadas
como mapuche -en tanto la presencia de población originaria suele circuns-
cribirse geográficamente a la zona de meseta (Cañuqueo, Kropff, Rodríguez
y Vivaldi 2005; Crespo 2012)- hoy públicamente reivindican una identidad
étnica específica y demandan reconocimiento como colectivos originarios.
Tal es el caso de las que conforman la comunidad Las Huaytekas, en los
parajes El Foyel y Los Repollos, con personería jurídica registrada por el
Estado provincial en 2005.

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208 • Naturaleza y conocimientos en tensión

realizar un consumo individual de las tierras como valor de


uso. Si bien Bariloche es un departamento que aún conserva
un alto índice de superficie rural fiscal (un 69,5%), la trans-
ferencia de la tierra pública a manos privadas, realizada de
manera relativamente reciente (a partir de los años ‘90), se
erige en un tercer rasgo distintivo.21
Como señalamos, unos años antes de la adquisición de
las tierras objeto de la denuncia realizada ante la Comi-
sión, en 1996, Lewis había comprado alrededor de 10.000
hectáreas ubicadas a unos 50 km al norte de El Bolsón,
circundando al lago Escondido. Es hacia fines de los años
‘90 y a propósito de la prohibición del acceso público a
ese lago que se desató un conflicto que involucró, no sólo
a Lewis, sino también a pequeños productores indepen-
dientes de mercancías agrarias, pobladores urbanos, orga-
nizaciones sociales, sindicales y ambientalistas, comunida-
des originarias, representantes de los poderes ejecutivo y
legislativo de nación, provincia y municipios cercanos. Su
trascendencia pública llevó, de hecho, a la sanción, en 2011,
de la Ley Nº 26.737 de Régimen de Protección al Dominio
Nacional sobre la Propiedad, Posesión o Tenencia de las
Tierras Rurales22 y, un año más tarde, de la Ley Nº 4.744
de Creación de la Comisión Investigadora para el Rele-
vamiento de Transferencias de Tierras Rurales. Sin per-
der vigencia en estos años, el caso renovó su relevancia y
conflictividad a la luz del despliegue de nuevas formas de

21 Un aspecto a considerar en relación con la privatización de la tierra es la


evolución de su precio en la zona desde fines de los 80 pero en particular
durante la década de 2000 (el precio promedio de la hectárea en dólares se
ha multiplicado por nueve entre 1988 y 2009). Por otra parte, las transferen-
cias por venta no han sino resultado en concentraciones de la superficie de
la tierra (si comparamos los censos nacionales agropecuarios de 1988 y 2002
vemos que ha habido una disminución de la cantidad de explotaciones agro-
pecuarias, concentrada en las unidades con menor superficie, y un aumento
del tamaño promedio de las mismas, concentrado en los estratos que agluti-
nan las explotaciones de mayor superficie) (Iñigo Carrera, en prensa).
22 Esta ley regula la adquisición de tierras rurales por parte de personas físicas
o jurídicas extranjeras.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 209

apropiación de los bienes naturales, entre ellos el aprove-


chamiento del curso del río Escondido para la producción
de energía hidroeléctrica.23
Lewis, fundador de Tavistock Group, tiene inversiones
en más de doscientas compañías en quince países y en dis-
tintas áreas. En Argentina, además de ser propietario de
grandes extensiones de tierra, invierte en la industria y los
servicios. En este sentido, es accionista en Pampa Energía
S.A. (empresa que participa en la generación, transmisión y
distribución de electricidad como así también en el trans-
porte y producción de gas natural y en la exploración y
producción de petróleo). Y, en ese sentido también, hace
distintos usos de las tierras que ha escriturado a su nombre
y de los bienes que hay en ellas. Entre esos usos, como anti-
cipamos, se destaca la construcción de un aprovechamiento
hidroeléctrico sobre el río Escondido (que nace en el lago
homónimo y desemboca en el río Foyel) con una potencia
nominal instalada de 7.2 MW y obras eléctricas para conec-
tar con la Estación Transformadora El Bolsón.24 Se trata de
una central de pasada, es decir, que produce energía con el
paso del agua por las turbinas y sin armar embalses para su
acumulación. Si bien la Legislatura provincial otorgó por un
plazo de treinta años la concesión de uso del agua pública
con fines de generación hidroeléctrica a favor de la firma

23 Se destaca también el desarrollo turístico e inmobiliario que procura reali-


zar la empresa Laderas S.A. –a la que se relaciona de manera corriente con el
empresario inglés– en una zona de nacientes de agua en el cerro Perito
Moreno y el despliegue de nuevas formas de acción política en respuesta a
aquél (las últimas, unas movilizaciones masivas en El Bolsón y un acampe en
Defensa del Agua y de la Tierra en la plaza San Martín de la misma ciudad en el
último mes de 2016 y los primeros de 2017) (Iñigo Carrera 2019).
24 Para estas obras Lewis desembolsó 450 millones de dólares (Energía Estra-
tégica, 5 de mayo de 2017). Aunque hay que tener en cuenta que estas cen-
trales dependen de los flujos de agua del río para su funcionamiento, según
esa fuente la potencia instalada alcanzaría para abastecer una población de
unos 35.000 habitantes (de acuerdo con el Censo Nacional de Población,
Hogares y Viviendas de 2010, vivían en la totalidad de la Comarca Andina
unos 29.743 habitantes, de los cuales 19.009 estaban radicados en El
Bolsón).

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210 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Central Hidroeléctrica Lago Escondido S.A. (luego, Patago-


nia Energía S.A.) mediante la sanción de la Ley Nº 4.615
en diciembre de 2010, el emprendimiento tomó impulso
luego de ser adjudicatario de una licitación lanzada en mayo
de 2016 en el marco del programa nacional de promoción
de las energías renovables RenovAr (Energía Estratégica,
5 de mayo de 2017). A esos fines, Patagonia Energía S.A.
firmó a comienzos de 2017 un contrato con el Ministe-
rio de Energía y Minería de la Nación y con la Compañía
Administradora del Mercado Eléctrico (CAMMESA) com-
prometiéndose a inyectar energía al Sistema Argentino de
Interconexión (SADI) en un plazo de ochenta días (media-
dos del mes de abril). Este plazo no fue cumplido, motivo
por el cual se le aplicaron multas a la empresa (Energía
Estratégica, 5 de mayo de 2017). La central entró en fase de
operación recién el día 12 de agosto de 2017 (Diario Río
Negro, 21 de agosto de 2017), entregando, al momento, un
promedio de 3.5 MW (Diario Río Negro, 1 de septiembre
de 2018). La electricidad producida se conduce a través de
una línea subterránea de media tensión (33 KV) a la Esta-
ción Transformadora El Bolsón operada por la Empresa de
Energía Río Negro S.A. (EdERSA, empresa que suminis-
tra el servicio de distribución, comercialización, generación
aislada y transporte de energía eléctrica en Río Negro) y
de allí al SADI. Los 30 kilómetros de cableado para unir la
central con la Estación Transformadora El Bolsón corren
mayormente de manera subterránea por las tierras de Hid-
den Lake S.A. –pero también por la base del cerro Perito
Moreno– y están en manos de Patagonia Energía S.A. para
su operación y mantenimiento (Diario Río Negro, 21 de
agosto de 2017).
El reclamo por la conexión al sistema nacional era
corriente en la zona; lo motivaban la falta de voltaje y los
recurrentes cortes de servicio. En este marco, la construc-
ción del aprovechamiento hidroeléctrico y sus obras rela-
cionadas fue presentada como beneficiosa para la Comarca
Andina con el argumento de que aseguraría el suministro

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 211

eléctrico a, en particular, El Bolsón, mediante aquella vin-


culación. Asimismo, fue presentada como beneficiosa para
el conjunto de la provincia, que percibiría regalías por los
usos del agua del río. Ambos beneficios están indicados en
la mencionada Ley Nº 4.615. Además, la electricidad prove-
niente de esta fuente reemplazaría con energía llamada lim-
pia a aquélla que se produce a base de combustibles fósiles
en la Central Térmica de El Bolsón abasteciendo así, aunque
sea en parte, las necesidades energéticas locales (Energía
Estratégica, 4 de mayo de 2016).
Desde sus inicios, la presencia de Lewis en la región
puso en marcha mecanismos de creación de consenso: la
contratación de pobladores locales como mano de obra, el
ofrecimiento de otros servicios considerados sociales (ins-
talación de un complejo para la realización de actividades
infantiles, organización de eventos recreativos y deporti-
vos), el proyecto de construir un aeropuerto al pie del cerro
Perito Moreno, primero, y en el territorio que la comunidad
Las Huaytekas tiene en conflicto con Hidden Lake S.A., des-
pués, la realización de obras de infraestructura como la cen-
tral hidroeléctrica. No obstante, muchos de esos mecanis-
mos generaron asimismo acciones de protesta y demanda
colectiva: así lo ejemplifica la resistencia de los pobladores
de El Bolsón al aeropuerto proyectado, materializado en su
rechazo mediante un plebiscito popular (Doñate, Gómez y
Ratto 2016). Y también lo ejemplifican las dudas y cues-
tionamientos que genera el aprovechamiento hidroeléctrico
en torno no sólo al uso de un bien de dominio público
(el río) para el beneficio privado y a los posibles costos
ambientales de dicho emprendimiento sino también, una
vez consumada la central de paso, al destino de la elec-
tricidad producida,25 al costo de dicha electricidad,26 a la

25 Ha circulado información acerca de la intención de exportar parte de esa


electricidad a Chile (Diario Clarín, 29 de julio de 2016).
26 El precio del MW producido por la hidroeléctrica, en tanto está alcanzada
por la ley de fomento a las energías renovables, está muy por encima de los
del mercado: 105 USD/MWh (Diario Río Negro, 6 de mayo de 2017).

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212 • Naturaleza y conocimientos en tensión

estabilidad fiscal por el término de veinte años y a la exi-


mición de las obligaciones originalmente contraídas con
las que se ha visto beneficiada.27 Consensos y conflictos en
torno a la hidroeléctrica, en particular, y a la presencia de
Lewis en la región en términos más amplios, que ponen
en evidencia cómo se genera y reproduce un entramado
de relaciones personales, lógicas territoriales y relaciones
de poder que aporta particularidades coyunturales a pro-
cesos de larga data.

Las relaciones entre energía, política y cultura: algunas


aproximaciones

Los casos de la explotación de hidrocarburos en Catriel y


de la hidroeléctrica a pequeña escala sobre el río Escondido
presentan algunas pistas sobre las conexiones entre bienes
naturales, relaciones sociales y políticas que atraviesan las
distintas tecnologías de producción energética. En particu-
lar, evidencian dos cuestiones. La primera es de qué manera
los procesos de producción de energía son tanto modelados
por configuraciones sociales previas como productores de
nuevas dinámicas sociales, económicas y políticas. Tanto

27 La Ley Nº 5.291, de julio de 2018, estableció que aquellas personas (físicas o


jurídicas) adjudicatarias de proyectos de generación de energía eléctrica a
partir del aprovechamiento de fuentes renovables mediante el programa
RenovAr, radicadas en la provincia, y cuya producción tenga por destino el
Mercado Eléctrico Mayorista, estarán exentas de pago en el impuesto sobre
los ingresos brutos y del impuesto de sellos. Por su parte, el Decreto Nº
1.026/2017 y la Ley Nº 5.404 sancionada en diciembre de 2019, relevaron a
Patagonia Energía S.A. de la obligación establecida originalmente de reali-
zar una serie de obras de infraestructura destinadas a garantizar la interco-
nexión de El Bolsón al SADI (la interconexión fue realizada finalmente, en
2014, por el Estado provincial, a través de la puesta en funcionamiento de
una línea de 33 KV que une la Subestación Golondrinas, en la provincia de
Chubut, con la Estación Transformadora El Bolsón); a cambio la concesio-
naria debería realizar una de dos obras alternativas para el abastecimiento
eléctrico, de manera confiable, de El Bolsón, en particular, y de la Comarca
Andina, en general.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 213

en el caso de Catriel como en el de la Comarca Andina,


hay un solapamiento de distintas lógicas de producción
(de subsistencia, de apropiación de la renta) que, atravesa-
do por importantes asimetrías que posicionan en lugares
de poder o subordinación a los diferentes actores socia-
les, resulta conflictivo. La segunda cuestión que evidencian
ambos casos es, entonces, cómo las relaciones sociales, eco-
nómicas y políticas que involucra la industria de la energía
(con base en los hidrocarburos o en el aprovechamiento del
recurso hídrico) ponen en tensión intereses y capacidades
de negociación diferenciales, territorialidades específicas,
marcos regulatorios y legales así como una serie de recla-
mos que se presentan, en buena medida, en clave socioam-
biental y territorial.
Revisando esa imbricación de configuraciones sociales
previas y posteriores al desarrollo en la zona de Catriel y
en la Comarca Andina de instalaciones y procesos ligados
a la producción de energía, así como las relaciones econó-
micas, sociales y políticas que se articulan en torno a esas
instalaciones y procesos, se observan algunas característi-
cas compartidas por ambos casos. Características que son
comunes pese a que la producción de energía sea mate-
rialmente distinta.
Dentro de los que se identifican como aspectos comu-
nes a los dos casos, sin duda la pugna por imponer la lógica
de la acumulación de capital como ordenadora del conjun-
to de la vida social y la resistencia a este paradigma con-
traponiendo una lógica basada en el ejercicio de derechos
ciudadanos es la que resulta más evidente. Efectivamente,
tanto en Catriel como en la Comarca Andina, la energopoli-
tics, aunque con matices, parece poner de relieve, y en algún
punto hasta exacerbar, enfoques contrapuestos sobre cuáles
son los principios aceptables y consensuados sobre los que
debe descansar la organización de la vida en común y a
partir de los cuales resulta legítimo establecer prioridades y

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214 • Naturaleza y conocimientos en tensión

gestionar los conflictos. En el marco amplio de este dilema


se juegan distintas cuestiones que cada caso, en su especifi-
cidad, permite desagregar.
La industria hidrocarburífera sobreimpresa en un
territorio construido originalmente como colonia pasto-
ril, reposicionó a los actores históricos, trajo aparejada la
aparición de actores nuevos y configuró un imaginario de
desarrollo en el que el conjunto de los involucrados (empre-
sas, Estado en sus distintos niveles, superficiarios, ocupan-
tes tradicionales, empleados y personal ligado a actividades
subsidiarias de la industria) se proyectan. La instalación
de dicha industria en la zona de Catriel supuso, desde sus
inicios y de manera conflictiva, una superposición de dis-
tintas lógicas de territorialización y de apropiación de la
naturaleza. Lógicas que organizaron jerárquicamente a los
sujetos a partir del acceso y usufructo de la tierra de modo
diferenciado y, como vimos en las denuncias analizadas, de
carácter conflictivo.
Ahora bien, como muestran los conflictos, la industria
hidrocarburífera opera con preeminencia en la nueva jerar-
quía. Una jerarquía que impone un ordenamiento de posi-
ciones desigualmente subalternizadas entre los pobladores
locales. Así, se puede identificar a los empleados directos de
las empresas operadoras de la zona, con un poder adquisi-
tivo aceptable en tiempos de bonanza de la industria, lo que
les permite un margen más amplio en relación con otros
sectores, para la toma de decisiones sobre sus consumos
y capacidad de ahorro, ubicándolos en un lugar destaca-
do de la estructura socioeconómica a nivel local. En este
marco, los profesionales y mano de obra calificada, muchas
veces proveniente de otros puntos del país, gozan de una
posición económica y social mejor que la del resto de los
trabajadores de la zona.
Más allá del lugar de estas posiciones jerárquicas y
la diversidad en el escalafón al interior de las estructuras
empresarias del sector, el acceso al “empleo en el petró-
leo” se transformó en el horizonte de expectativas más

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 215

extendido y deseado para el conjunto de los pobladores


y, a su vez, en la vía más directa de ascenso social. Por
fuera de ese grupo, y subsidiario de él, se encuentran quie-
nes desarrollaron sus propias empresas de servicios para
la industria y los empleados de estas empresas. Luego, se
encuentran los superficiarios quienes utilizan en general los
ingresos devenidos de los cánones por servidumbre de paso
pagados por las empresas para subsidiar emprendimientos
comerciales. Finalmente, aquéllos más débilmente relacio-
nados con la industria o directamente al margen de ella
son quienes ocupan los escalones más bajos de la pirámide
social de ingresos a nivel local. Es el caso de los poblado-
res rurales habitantes de tierras fiscales pero sin documen-
tos que expliciten la legalidad de sus asentamientos. Estos
habitantes, por lo general crianceros y agricultores con una
economía de subsistencia, conviven con las instalaciones
y los efectos de la industria en forma directa, pagando
(ellos y su actividad agro-pastoril) los mayores costos socio-
ambientales derivados de ella. Sin embargo, se encuentran
al margen del goce de sus beneficios o los reciben en pro-
porciones ínfimas. Este sector es el de mayor grado de sub-
alternidad devenido de los procesos de territorialización
(Grossberg 1992, 1996).
Estas dos últimas categorías de habitantes, los superfi-
ciarios y los pobladores rurales sin título, son tal vez las que
más ponen en evidencia, como muestran las denuncias ana-
lizadas, la imbricación de formas viejas y nuevas de acceso
a la tierra a partir de la instauración de la industria de
los hidrocarburos, así como las tensiones que suponen las
distintas lógicas de territorialización, relación con la natu-
raleza y jerarquías entre los actores. Los asentamientos que
detentaban los pobladores rurales de la zona de Catriel, con
papeles o sin ellos, ocupaciones de comunidades originarias
o asentamientos de pobladores dispersos, fueron afectadas
por la industria, sus exigencias materiales (pozos, instala-
ciones, caminos, etc.) y sus efectos (circulación, reducción
de tierras disponibles para la actividad pastoril, residuos,

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216 • Naturaleza y conocimientos en tensión

accidentes, etc.). Las actividades pastoriles o de agricultu-


ra que estos pobladores realizaban se vieron consecuente-
mente afectadas. Esto modificó, asimismo, la modalidad de
generación del ingreso con el cual logran su subsistencia: el
cobro de cánones y servidumbres de paso (de negociación
más directa para el caso de los superficiarios y más conflic-
tiva para los que tienen permisos de ocupación precaria o
que no tienen documentos que certifiquen la legalidad de su
asentamiento) pasó a ser altamente significativa. Sin embar-
go, al mismo tiempo que la industria tuvo estos efectos, su
lógica se inserta en formas previas y las refuerza. Entre ellas,
tal como ilustran las denuncias del paraje Medanito y la
comunidad Newen Aitue, actualiza la condición de desigual
acceso a la tierra. Una condición que se acentúa aún más,
en realidad, por el diferencial de la renta que produce el
aprovechamiento de los hidrocarburos en territorios que
pobladores rurales (de autoadcripción originaria o no) ocu-
paron durante décadas y que eran considerados de menor
valor antes de la explotación de dicho recurso. Un dife-
rencial de la renta que estos actores, desde su posición de
subalternidad, también disputan.
Los reclamos analizados en la zona de Catriel no ponen
en cuestión la explotación de hidrocarburos (más allá de
los efectos negativos que señalan respecto del desarrollo de
alguna de sus actividades previas). Tampoco cuestionan un
modelo de desarrollo que se arraiga en una matriz energé-
tica dependiente del combustible fósil. Lo que discuten esos
reclamos son las posiciones de sujeto (Hall 2017) que el sis-
tema productivo ligado a dicha matriz atribuye a los distin-
tos actores y las relaciones de desigualdad a partir de las que
estructura el territorio. Por el contrario, en el caso trabajado
en la Comarca Andina, es el modelo de desarrollo lo que
parece estar en discusión. Allí radicaría su especificidad.
El carácter relativamente reciente de la instalación del
aprovechamiento hidroeléctrico sobre el río Escondido no
nos permite avanzar aún sobre sus implicancias en un terri-
torio en el que históricamente se inscribió una lógica de

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 217

producción fundada en el cultivo y el pastoreo sobre la base


del trabajo doméstico. Se trata de una lógica que, si bien
desde hace tiempo no es ajena al proceso de acumulación
de capital –en tanto hubo una temprana introducción del
capital mercantil en la zona bajo la forma del comercio de
ganado con Chile–, se ha visto subsumida cada vez más en
el avance de este último, de su aplicación a las actividades
forestal, turística, inmobiliaria y, ahora, energética, de su
particular territorialización.
Como señalamos, los conflictos se caracterizan por
tener en su base el acceso desigual a los medios de produc-
ción, fundamentalmente, la tierra, y por expresar y visibi-
lizar formas distintas de concebir el territorio, el ejercicio
de su control, la apropiación de la bienes naturales en él
contenidos. Lewis encarna una doble condición: por un
lado, la de apropiación de renta de la tierra y, por otro,
la de valorización del capital. En otras palabras, confluyen
en él ambas personificaciones: la del terrateniente, en tan-
to personificación de la tierra, y la del capitalista, como
personificación del capital. Es así como invierte capital en
la tierra sin pagar una renta. En este último sentido, la
producción y comercialización de la energía resulta una
variable fundamental para regular el usufructo de bienes
naturales como el agua y la tierra. La política seguida por
el Estado –en tanto representante del conjunto de los capi-
tales de la sociedad en el ámbito de las relaciones políti-
cas (Iñigo Carrera 2013)– respecto de la definición de las
formas de apropiación de esos bienes expresa la valoriza-
ción de ese capital aplicado a la actividad energética. Claro
está que no lo hace de manera lineal, sino que lo hace de
manera tensionada con la conservación de la naturaleza:
son múltiples las formas de espacialización creadas por el
Estado con este fin (parques nacionales, reservas naturales,
áreas naturales protegidas, reservas de biósfera, de carácter
municipal, provincial, nacional e incluso internacional). Lo
expresa, también, al retirarse de algunas áreas de la vida en
común en las que, aun en su condición de Estado neoliberal,

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218 • Naturaleza y conocimientos en tensión

supo tener presencia. Es Lewis, a través de Hidden Lake


S.A., quien absorbe en gran medida la mano de obra local y
hasta extra-local, quien asume la realización de actividades
recreativas dirigidas a la población local, quien incide a tra-
vés de la mediación de organizaciones no gubernamentales
en el diseño e implementación de políticas públicas a nivel
local. Se trata, al igual que la comercialización de la energía
eléctrica producida por un actor privado usufructuando un
bien común como el agua, de otra expresión del avance de
capitales privados sobre el ámbito de lo público.
Son justamente la preservación y el acceso público a los
bienes naturales, incluida la energía producida, los sentidos
que priman en los reclamos que se formulan y se presentan
en clave ambiental. Para los actores ambientalistas, el desa-
rrollo, lejos de sostenerse en la extracción, se relaciona con
su cuidado, su preservación y el acceso público a la natura-
leza, incluida la energía producida. Desde esta perspectiva,
es la política la que debe ordenar y regular el acceso, uso y
distribución de la energía y las bases materiales asociadas
a ella. Si bien no se niega la importancia de la generación
de energía, se la concibe como subordinada a un modelo de
desarrollo que limite la privatización y la depredación de la
naturaleza, contemplando el bienestar general en un senti-
do amplio. De esta manera, resisten las nuevas estructuras
sociales y políticas que acompañan la configuración socio-
cultural que la mencionada comercialización de la energía
eléctrica producida por un actor privado usufructuando un
bien definido como público (el agua), traen consigo.
Se trata de una configuración sociocultural en la que,
quienes históricamente detentaron la ocupación del territo-
rio en cuestión (de autoadscripción originaria o no), repro-
ducen en términos generales su situación precaria respecto
de la tenencia de la tierra y respecto de la posibilidad de
desarrollar sus actividades productivas, así como su posi-
ción subalternizada en relación con el acceso a y la apro-
piación de la naturaleza. Por cierto, su ocupación se ve
afectada no sólo por la ya instalada central hidroeléctrica

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 219

sino también por las otras posibles materialidades que dicha


instalación genere en el futuro (movimientos de suelos para
el traslado de equipamiento para la central, cableados para
el transporte de la energía, etc.). No obstante, entre los
pequeños productores, son quienes reivindican de manera
pública una identidad étnica específica y demandan recono-
cimiento como colectivos originarios aquellos que parecen
expresar en mayor grado la afectación de sus territorios y
prácticas. Las construcciones de sentido mediante las que
realizan una particular construcción de sus territorios, en
tanto totalidad, ponen en cuestión el modelo de desarrollo
fundado en la aplicación intensiva de capitales a distintas
actividades (energética, pero también turística o inmobi-
liaria, por caso).

Reflexiones finales

El recorrido por los casos presentados habilita una lectura


situada de las dinámicas sociales, económicas y ambien-
tales desde la energopolitics, donde dos industrias asocia-
das a la producción de energía se instalan y se desarrollan
sobre desigualdades estructurales, previamente construidas
y consolidadas, profundizándolas. Dos industrias que, ade-
más, se apoyan en materialidades (tecnologías, infraestruc-
turas, insumos, técnicas de producción y transporte, etc.)
considerablemente diferentes. Y que son objeto de valo-
raciones diversas. En este sentido, los casos parecen mos-
trar que el poder que se produce y se ejerce a través de
la producción de energía, en sus distintas modalidades y
pese a sus diferencias, actúa reforzando las posiciones de
sujeto establecidas en los territorios desde fines del siglo
XIX –como consecuencia de la ya señalada conquista mili-
tar de la región–.

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220 • Naturaleza y conocimientos en tensión

En Catriel, los reclamos actuales aún se plantean


tomando como referencia las concesiones y la distribución
de tierras establecidas a principios del siglo pasado, hechas
al calor de las consecuencias del genocidio. Efectivamente,
el acceso, la propiedad y el derecho sobre las tierras fis-
cales nacionales primero, provinciales después y en parte
municipales actualmente, se dirime según una lógica que
resulta subsidiaria de la política de apropiación y acumula-
ción de tierras por parte de actores con importante capa-
cidad de agencia, como son hoy las empresas que tienen a
cargo las concesiones para la extracción de hidrocarburos
y la burguesía local y provincial ligada al poder político y
jurídico. El caso del traspaso de tierras hacia el municipio
de predios ocupados por una comunidad mapuche, donde
el documento de traspaso informa que la tierra a ceder se
encuentra “libre de ocupantes”, parece una muestra extem-
poránea y grotesca, pero no por eso menos efectiva, de las
prácticas de negación que comenzaron en el siglo XIX, con
el exterminio y desarticulación de la población originaria.
Por lo mismo, por no contar con los títulos necesarios, las
empresas le negaron los pagos de cánones correspondientes
a la servidumbre de paso por la extracción de gas que allí se
efectúa. La forma de protesta de la comunidad debe leerse
en este contexto. Encadenarse a las rejas de la municipa-
lidad fue el modo de visibilizar un reclamo, pero también
a un sujeto al que no se le reconoce legitimidad sobre los
territorios que ocupa.
En Medanito, por el contrario, se reclama el recono-
cimiento del lugar que la cesión hecha por el poder eje-
cutivo nacional a principios del siglo XX le otorgó a los
descendientes de la tribu de Catriel, de la que los deman-
dantes se reconocen herederos. Aquí la operación es más
compleja y abre otras preguntas, en la medida que podrían
hacerse distintas lecturas de la relación entre la distribución
desigual de tierra, jerarquías y energía. Una lectura posible
sería entender que esta reivindicación de la incorporación
subordinada a la que fue sometida la parcialidad de los

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 221

Catriel (heredada por sus sucesores) es una respuesta, y de


alguna manera busca poner un límite, a la profundización
de los procesos de exclusión que la energopolitics trae consi-
go en Patagonia. Sin embargo, también podría hacerse una
lectura diferente, en la que estos actores se reafirman en
sus reconocimientos históricos pugnando por aumentar su
capacidad de agencia hasta un nivel que les permita partici-
par activamente e intervenir en las decisiones que se ponen
en juego en el nuevo escenario en el que la energía organiza
las relaciones de poder material y simbólico.
Por su parte, en la Comarca Andina, los reclamos son
motivados por la transferencia de carácter irregular de tie-
rras fiscales habitadas por pobladores rurales (con o sin
papeles) a manos privadas, así como por la prohibición del
acceso público a espejos de agua y por las implicancias del
aprovechamiento hidroeléctrico sobre cursos de agua que
la conformación de grandes propiedades sobre la base de
aquella transferencia habilita. Se trata de reclamos que, a
partir de cuestionar la legalidad actuada en la adquisición
de las tierras, los beneficios que generaría y el impacto
ambiental que produciría la central hidroeléctrica, aúnan en
su formulación a diversos actores (juntas vecinales, asam-
bleas de vecinos autoconvocados, organizaciones sociales,
sindicales y ambientalistas, partidos políticos, instituciones
educativas y centros de estudiantes, comunidades y orga-
nizaciones originarias). Se trata, por último, de reclamos
que tienen como uno de sus ejes discursivos primordiales la
defensa de los bienes naturales objeto del despojo (no sólo
las aguas objeto del aprovechamiento hidroeléctrico sino
también, por caso, aquéllos objeto del proyecto de desarro-
llo turístico e inmobiliario en el cerro Perito Moreno) en sí
mismos y en tanto constituyen las condiciones materiales
en que los pequeños productores desarrollan una determi-
nada forma de vida. Es en estos sentidos que, aquí también,
se evidencia la relación entre el acceso desigual a la tierra
y la energopolitics.

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222 • Naturaleza y conocimientos en tensión

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Parte 2.
Conocimientos,
tecnologías y ambiente

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Mercantilización de comunes naturales
y cognitivos1

Conocimientos científicos y tecnológicos


como insumos del agronegocio en Argentina

CECILIA GÁRGANO

Introducción

Desde mediados de la década de 1990, la expansión en


Argentina de una agricultura basada en la producción
intensiva de soja transgénica y otros cultivos subsidiarios
ha sido crecientemente estudiada, atendiendo mayormen-
te a sus efectos sociales, ambientales y económicos. Este
capítulo se propone analizar el papel de la producción hege-
mónica de conocimiento científico y tecnológico en este
proceso. En primer lugar, por su crucial importancia en los
cambios materiales acaecidos en los espacios rurales. En
segundo, por las crecientes implicancias políticas, sociales y
ambientales de los saberes producidos en ámbitos privados
y estatales. Por último, debido a su significativa presencia
en diversos discursos sobre el modelo agrícola dominante.
Como parte de una línea de investigación más amplia que
analiza el rol de los saberes científicos en las problemáticas
socioambientales del espacio rural argentino, este trabajo
aborda la trayectoria de una de las principales agencias

1 Una versión ampliada de este trabajo puede verse en Gárgano, C. (2020)


“Estado y ciencia empresarial en la Argentina del agronegocio. Implicancias
políticas del conocimiento ¿útil?, un estudio de caso”. Sociohistórica. Cuader-
nos del CIS 46. [En prensa].

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230 • Naturaleza y conocimientos en tensión

estatales dedicada a la investigación en tecnología agro-


pecuaria y producción agrícola: la Estación Experimental
Agronómica Obispo Colombres (EEAOC).
El objetivo general es analizar las relaciones entre Esta-
do, científicos y empresas, y las implicancias políticas y
socioambientales de los saberes generados. En particular,
el texto busca problematizar concepciones vigentes sobre
el funcionamiento de la EEAOC, a partir de discursos de
algunos de sus integrantes y funcionarios del sector y su
vinculación con: i) su propia trayectoria; ii) sus agendas de
investigación, específicamente en torno a la obtención de
una variedad estatal de soja transgénica; iii) transforma-
ciones políticas y socio-económicas del espacio rural. La
elección del caso responde a dos razones claves. Por un
lado, se trata de una institución pionera, creada en 1909 en
la provincia de Tucumán, por lo que su trayectoria atraviesa
buena parte de la historia argentina. Por otro, actualmente
es señalada por decisores políticos del área de Ciencia y
Técnica como modelo exitoso de referencia en materia de
políticas de vinculación tecnológica y desarrollo científi-
co. En este sentido, se indaga qué parámetros son los que
operan en esta caracterización, en qué medida es produc-
to de una construcción asociada a trasformaciones socio-
económicas y disputas, cuáles son las autopercepciones de
algunos de sus científicos y técnicos sobre sus propias prác-
ticas, y cómo se vinculan con la trayectoria de la Estación
Experimental. En función del estudio de la trayectoria de la
EEAOC, interesa abordar para qué y para quiénes es pro-
ducida esa (tecno)ciencia.
La hipótesis de este capítulo es que existe una ciencia
de carácter empresarial, legitimada por una serie de vali-
daciones del accionar de la EEAOC que configuran una
noción hegemónica de la utilidad del conocimiento, a par-
tir de una alianza entre saberes expertos y no expertos (y
sujetos colectivos e individuales que los encarnaron) en la
que el Estado ocupa un rol destacado. Se analizan diver-
sos materiales documentales (prensa gráfica, documentos

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 231

institucionales, fuentes secundarias especializadas) y dis-


cursos de científicos y técnicos, relevados durante un tra-
bajo de campo realizado en la Estación Experimental.
Se indaga una de sus agendas de investigación: la
obtención de Munasqa RR, la primera variedad estatal de
soja transgénica. Al mismo tiempo, se exploran discursos
de algunos de los integrantes de la institución y de funcio-
narios del área, analizando autopercepciones de las prác-
ticas científicas y el rol que ocupa la conceptualización de
un conocimiento útil en ellas. Finalmente, se recuperan los
aportes alcanzados y se enuncian nuevas dimensiones de
investigación.

La Estación Experimental Obispo Colombres

La EEAOC es una de las primeras instituciones dedicadas


a la investigación y desarrollo de tecnología agropecuaria
de Argentina. Su creación en 1909 estuvo precedida por la
transformación del Departamento Nacional de Agricultura
en Ministerio, en 1899, situación que a su vez fue acom-
pañada por la promoción de planes de extensión rural y la
creación de numerosas estaciones agrícolas, granjas experi-
mentales y escuelas agronómicas a nivel nacional (Graciano
2017). Se distinguió desde sus inicios por implementar un
esquema organizativo que aún orienta sus planes de traba-
jo y su financiamiento. Si bien se trata de una institución
estatal, autárquica y dependiente del gobierno provincial,
su Directorio está compuesto por representantes del sector
agroindustrial, empresarios de los principales rubros de la
producción agrícola tucumana. Y su financiamiento depen-
de de una tasa fijada por ley para las diversas produccio-
nes agrícolas y agro-industriales, que están gravadas con
un porcentaje que se destina a la Estación Experimental.
El impulsor del proyecto de creación y primer presidente
de la EEAOC, Alfredo Guzmán, por entonces era senador

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232 • Naturaleza y conocimientos en tensión

provincial y dueño de un ingenio azucarero. En diversas


estadías en el exterior había observado que los ingenios
tenían su propio departamento de investigación, y con ese
espíritu propuso que en lugar de que cada ingenio desarro-
llara el propio, existiera uno común que investigara para
dar soluciones a sus problemas.
Este modelo organizativo, de institución pública en
buena medida financiada y “dirigida por” el sector privado,
originalmente se plasmó en una Junta Asesora, integrada
por tres de los principales plantadores de caña de azúcar de
la provincia. Actualmente, el Directorio es designado por el
Poder Ejecutivo provincial, que usualmente “les pide nom-
bres a las cámaras gremiales de cada uno de los sectores.
A la Sociedad Rural, a la Asociación Tucumana del Citrus,
etc.” (Ploper 2016, entrevista). A su vez, estos representantes
eligen anualmente al presidente y al vicepresidente. Este
esquema lleva a muchos de los integrantes de la EEAOC a
enfatizar que es una institución que desde sus inicios está
directamente conectada a las “necesidades del sector”. De
este modo, el lema institucional rescata que la prioridad es
“encontrar soluciones” y el perfil buscado para los investi-
gadores no es el de publicadores seriales de papers, sino el
de aquellos que pueden articular la investigación a nece-
sidades productivas.
En 1996, durante la segunda presidencia de Carlos Saúl
Menem, su secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca
de la Nación, Felipe Solá, autorizó la introducción de una
nueva variedad de soja en suelo argentino. Se trataba de
la hoy famosa soja RR. Una variedad modificada genética-
mente mediante la técnica de transgénesis con el objetivo
de volverla resistente al herbicida glifosato, comercializado
bajo la marca Roundup Ready por la firma Monsanto, hoy
fusionada con Bayer. Comenzaba un esquema productivo
que iba a hacer de este cultivo un monocultivo en expan-
sión, en lo que tiempo después sería caracterizado como
un “desierto verde” (Teubal 2001). La EEAOC no perma-
necería al margen.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 233

Munasqa, soja transgénica estatal


Las investigaciones y ensayos en el cultivo de soja fueron
realizados durante más de cuarenta y cinco años en la
EEAOC, pero recién a partir de 1996 sus investigadores
profundizaron sus producciones (Devani, Ledesma, Lenis y
Ploper 2006). Los primeros estudios sobre el cultivo habían
sido publicados por la Estación Experimental en una fecha
muy temprana, 1912, alertando sobre su aptitud para los
suelos del este y el sur tucumano. Durante las décadas pos-
teriores no formó parte nodal de su agenda, hasta mediados
de la década de 1960. En 1970 impulsó el cultivo en la
región, que para entonces era prácticamente inexistente en
el país. En esa etapa inicial produjo bebible de soja para
ser distribuido en distintos hospitales, en asociación con
el Ministerio de Salud Pública de la provincia. También
intervino en la industrialización de harinas de soja para
consumo y la extracción y purificación de aceites (Ploper,
Fadda y Olea 2009). Sin embargo, recién a fines de la década
de 1990 intensificó las investigaciones. Precisamente en un
momento en el que la oleaginosa ocupaba un lugar desta-
cado en el esquema productivo local y la expansión de la
superficie sembrada con soja transgénica se incrementaba
a pasos agigantados. El mapa rural local estaba cambiando
drásticamente.
En buena medida este nuevo escenario fue continui-
dad del proceso de agriculturización iniciado en la segun-
da mitad de la década de 1970, en tanto profundizó la
expansión de la frontera agrícola y la desaparición de fran-
jas de agricultores de menores recursos. Al mismo tiem-
po, supuso la irrupción de nuevas problemáticas sociales
y ambientales. Como señalan Giarraca y otros (2005), el
proceso de “sojización” daría paso a partir de esta década
a una “agricultura sin agricultores”. Las dislocaciones en
la estructura social agraria que acompañaron este proceso
incluyeron alteraciones en la organización del trabajo rural
y una mayor concentración de la tierra. El aumento del

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234 • Naturaleza y conocimientos en tensión

contratismo, la desaparición de agricultores familiares, la


extensión de los contratos accidentales como sistema de
arriendo y la consolidación de la polarización social en el
medio rural ─producto del encarecimiento del paquete tec-
nológico básico─fueron algunas de sus consecuencias visi-
bles (Teubal, Domínguez y Sabatino 2005).
En simultáneo, comenzaron a hacerse oír voces que,
desde la sociedad civil primero, y desde la Academia des-
pués, empezaron a cuestionar los daños en salud humana
y en el ambiente derivados del uso de agrotóxicos asocia-
dos a los cultivos transgénicos, en particular al glifosato
al que la soja RR es resistente. Desde el ámbito científico,
una de las primeras voces críticas fue la del investigador
Andrés Carrasco. Antes de publicar los resultados de sus
investigaciones ─sobre efectos nocivos de exposición al gli-
fosato asociados a malformaciones de embriones anfibios y
pollos─ en revistas internacionales, lo hizo en abril de 2009
en el diario Página 12, consciente de la necesidad y respon-
sabilidad de darlos a conocer en forma masiva y urgente
(Blois 2016). Dentro de los movimientos sociales, fueron
pioneras las Madres de Ituzaingó, barrio cordobés del mis-
mo nombre afectado por las fumigaciones. También el Gru-
po de Reflexión Rural cumplió un rol pionero en la realiza-
ción de campañas contra las fumigaciones con agrotóxicos
y relevamientos. Estudios como el de Pérez y otros (2007,
2311) han caracterizado lo sucedido en Argentina como
un “experimento ecológico no planificado de gran escala”
de consecuencias negativas y aún no comprendidas para
los ecosistemas naturales, en particular para los ambientes
acuíferos. Desmontes, degradación del suelo por falta de
rotación de cultivos, y contaminación de fuentes de agua
han sido las principales implicancias ambientales señaladas
(Lajmanovich 2019; Jergentz et all 2005; Faccini 2000; Ben-
brook 2003, entre otros). También se ha destacado que los
transgénicos no garantizan mayores rindes (Lapegna 2019;
Benbrook 2001). Por el contrario, y pese a los discursos
que los acompañan, suponen un mayor uso de insumos

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 235

químicos. En el caso de la soja RR, un uso intensivo para


dar respuesta a las nuevas malezas resistentes que configura
un “círculo vicioso transgénico” (Binimelis et all. 2009).
Entre 1990 y 2011 el área sembrada con soja RR pasó
de poco menos de 5.000.000 de hectáreas a casi 19.000.000,
y la producción, de 10.862.000 de toneladas a 40.100.197
(Gras 2013,76). En Tucumán también se introdujo en la
campaña 1996/97, y se expandió con igual velocidad. Mien-
tras que en la campaña 1999/2000 ya ocupaba el 85% de la
superficie sojera nacional, en el caso tucumano la superfi-
cie sembrada con soja transgénica pasó de 1.000 hectáreas
en 1996/97 a 65.000 en la campaña 1999/2000 (Natera
Rivas y Bastista Zamora 2005). Esta variedad se asoció así
a la ampliación de la frontera agrícola hacia áreas hasta ese
momento marginales para su cultivo. En el marco de este
proceso, a partir del año 2000 la EEAOC produjo nuevas
variedades de soja transgénica.
Munasqa RR fue desarrollada por el Programa Granos.
En el 2001 se convirtió en la primera variedad de soja
resistente al glifosato liberada por una institución estatal
en la Argentina, y su alcance fue de gran repercusión en
los productores del NOA y NEA (Tucumán, Salta, Chaco,
Santiago del Estero) y norte de Santa Fe. De hecho, las redes
de ensayo no se restringen a Tucumán: están ubicadas en
Salta, Santiago del Estero, Catamarca. Poco tiempo después,
su uso se extendió a Bolivia y Paraguay, donde fue liberada
en 2006. También a Sudáfrica, donde la inscripción de las
variedades de soja de la EEAOC se realiza a través de la
empresa Sensako. Las principales características de Munas-
qa radican en su adaptación a períodos de estrés hídrico,
buen comportamiento al vuelco, bajo desgrane y resistencia
a algunas enfermedades propias del NOA, como “cancro del
tallo”, “mancha ojo de rana”, “tizón bacteriano” y “mildiu”
(EEAOC, web). Uno de los investigadores del Programa
señala al respecto:

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236 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Fue la primera variedad de soja resistente al glifosato que fue


obtenida por una institución oficial, todo el resto venía de
empresas privadas. Realmente ha sido interesante el aporte
que se pudo hacer desde acá, y poder llevar tecnología de
Argentina a otros países como Bolivia, donde ocupa más del
50% de la siembre de soja. Desde ese lado la institución aporta
no solamente para la región o para el país, inclusive para los
países limítrofes (Ledesma entrevista, 2016).

Por su parte, el director de la EEAOC enfatiza:

Somos una institución pública. El financiamiento viene del


sector privado, pero al ser retenidos esos fondos por ley,
somos públicos. Porque es compulsiva la retención, es por ley.
Entonces son fondos públicos, se tienen que manejar como
todo fondo público. Esa es la fortaleza de esta articulación
pública-privada (Ploper entrevista, 2016).

En el primer discurso del investigador aparece una


oposición con el sector privado, remarcando como rasgo
distintivo positivo que Munasqa es una variedad produci-
da en “una institución oficial”, a diferencia del resto de las
variedades RR que son obtenidas por empresas. La obten-
ción de esta variedad es presentada así como un rasgo dife-
renciador, que podría dar a entender que estos dos sectores
persiguen objetivos distintos. Al mismo tiempo, en el relato
del director de la EEAOC lo que se rescata es la articulación
entre ambos sectores, “público” y “privado”, en línea con los
propios fundamentos presentes en el relato de la historia
de la institución. Así, la distancia (que diferencia con clari-
dad lo producido en esta institución de lo generado por las
empresas) o la cercanía (la “cooperación público-privada”,
el trabajo en pos de necesidades productivas “concretas”)
es presentada alternativamente en función del contexto. En
este sentido, la definición de “público” parece restringir-
se a su sello y espacio institucional (“una institución ofi-
cial”). No está definido por las necesidades o problemá-
ticas atendidas, que son corporativas, en tanto responden

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 237

mayoritariamente a un único segmento dentro del sec-


tor rural. En cuanto al aporte institucional, se destaca que
éste consiste en “llevar tecnología argentina a otros países”,
como Bolivia. La cuestión nacional, así, aparece resaltada.
En el mismo sentido, para el 110° aniversario de la institu-
ción se destacaba entre sus logros “Desarrollar una variedad
de caña de azúcar transgénica con resistencia a glifosato, el
primer desarrollo transgénico producido íntegramente en
el país”. Ahora bien, en tanto tal, este “desarrollo nacional”
no se mide en función de las problemáticas económicas,
sociales o ambientales que pueda generar o resolver, sino
según el pretendido origen de la tecnología difundida. Así,
tampoco se cuestiona cuáles son los conflictos que se expor-
tan bajo esta supuesta soberanía tecnológica.
En esta construcción, la retórica que equipara “público”
a “estatal” omite precisar cuál es el rol del Estado en
este esquema productivo en general, y en la producción
científico-tecnológica analizada en particular. Mientras que
el eje de lo público podemos entenderlo como un ámbito de
lo común, donde están incorporadas necesidades y proble-
máticas ligadas al bienestar de las poblaciones implicadas,
la agencia estatal en este proceso tiene otra significancia.
Como señala Manzanal (2012) respecto al desarrollo rural,
Argentina comparte con otros países de la región un mode-
lo de desarrollo de carácter extractivista, concentrador y
excluyente, en el que resulta vital el accionar del binomio
que construyen capitales transnacionales y gobiernos loca-
les. Si analizamos el proceso de producción de conocimien-
tos, el binomio se amplía: Estado, empresas y científicos
operan en un mismo entramado.
Al igual que en otros programas de mejoramiento, las
nuevas líneas de variedades son inscriptas en el Instituto
Nacional de Semillas (INASE) y deben pasar por instancias
regulatorias de control para su aprobación. En estas instan-
cias, el Estado asume una lógica empresarial. Por otro lado,
si bien permanecen como propiedad intelectual de la ins-
titución, frecuentemente son vendidas mediante convenios

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238 • Naturaleza y conocimientos en tensión

de vinculación tecnológica con empresas privadas a las que


se les cede la explotación comercial. Esto es visto como
una solución a la falta de capacidades propias. En tanto,
como señala uno de los investigadores del Programa, una
vez obtenido el producto “no tenemos la capacidad para
hacer la multiplicación a gran escala. Por eso la necesidad
de asociarnos con empresas que lo comercializan”. Como
sucede con el funcionamiento integral de la EEAOC, el Pro-
grama Granos, y dentro de él las investigaciones en soja,
se financian primordialmente vía la retención que se les
efectúa a los productores de un porcentaje (el 0,5%) de la
comercialización. Al mismo tiempo, las variedades genera-
das, como Munasqa RR, producen un ingreso que también
se destina a financiar las investigaciones. Una tercera vía es
aportada por el gobierno provincial. En rigor, el financia-
miento estatal indirecto es más amplio, ya que buena parte
de los becarios e investigadores dependen del CONICET.
Finalmente, el programa ofrece servicios pagos a terceros
que también son parte de su financiamiento, por ejemplo,
evaluación de cultivares para distintas semilleras.
¿Qué rol juegan, entonces, los conocimientos cien-
tíficos y tecnológicos en la actual forma de explotación
y producción del agro argentino? El caso mencionado
de la soja RR no es menor, considerando la veloci-
dad y el volumen de su expansión. Al mismo tiempo,
es ilustrativo de un modo de organizar la producción
científica y tecnológica que lo excede ampliamente. El
agronegocio supone una forma de organización de la
producción agrícola basada en el empleo de biotecnolo-
gías, un intenso ritmo de innovación tecnológica, altos
requerimientos de capital, participación creciente del
capital financiero y reorganización del trabajo y de la
producción (Gras y Hernández 2013,74-75). Por esto,
el rol de los saberes científicos y tecnológicos impli-
cados es clave. Como se enfatizó, esta reorganización
productiva está ligada a la profundización e irrupción
de profundos problemas ambientales y sociales. ¿No

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 239

resulta vital, entonces, cuestionar la ligazón entre estos


conocimientos implicados, su forma de producción y
dichas problemáticas?
Desde la revolución verde en adelante los procesos
de obtención de semillas modificadas (por entonces, en su
mayoría variedades híbridas) han intensificado en forma
sincrónica el rol creciente de las innovaciones científicas
y tecnológicas, y la exclusión de las voces de las comu-
nidades rurales directamente implicadas. Mientras que en
el pasado el aumento de los rendimientos agrícolas estuvo
acompañado de un notable incremento de la dependencia
de los agricultores respecto del mercado, en la actualidad
la conformación de paquetes tecnológicos cerrados (com-
puestos por semillas modificadas, insumos a los que son
resistentes y prácticas de siembra como la siembra directa)
coarta su autonomía y fomenta la desaparición de aquellos
sujetos sociales agrarios que no pueden acceder a ellos. Se
construye así un circuito que posee una dinámica virtuo-
sa en términos de rentabilidad esperada y generación de
nuevas investigaciones, cuyo reverso es igualmente poten-
te en términos ambientales y sociales, aunque con signo
opuesto. Las resistencias de los cultivos a determinadas
enfermedades o malezas son acompañadas de otras resis-
tencias y sensibilidades no buscadas originalmente, provo-
cadas usualmente por el uso intensivo de agrotóxicos, que
son resueltas con un nuevo producto combinado (semilla
modificada, asociada por su resistencia a determinado insu-
mo). El paquete tecnológico cerrado y el círculo comercial
se retroalimentan. En ese esquema, los efectos no deseados
(por ejemplo, una nueva resistencia), lejos de ser un pro-
blema, amplían el alcance del paquete en ambos sentidos
(técnico y mercantil).
Al mismo tiempo, mientras que en el pasado los enfo-
ques propios de la modernización agrícola de las décadas de
1950 y 1960 postularon la necesidad de cambiar la mentali-
dad del agricultor, desde fines de la década de 1970 esta idea
fuerza se inscribió plenamente en la lógica mercantil y en la

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240 • Naturaleza y conocimientos en tensión

reconfiguración de un espacio rural signado por la concen-


tración de capital y la polarización social (Gárgano 2020).
En la actualidad persiste el fomento a una nueva cultura
emprendedora y una justificación cercana al determinismo
tecnológico, que asocia linealmente mayor difusión tecno-
lógica, mejores rendimientos y elevación del nivel de vida
de la población. Así, los programas de investigación de la
EEAOC se organizan en función de los principales cultivos
de la zona (caña de azúcar, citrus y granos) y, según explican
sus investigadores, su objetivo fundamental es “aumentar la
productividad de los cultivos de la región” (Ledesma 2016,
entrevista). Cabe preguntarse: ¿a quién beneficia este obje-
tivo general y la generación de una nueva variedad de soja
transgénica en particular? La elección de una técnica, en
este caso la transgénesis, y en términos más generales la
definición de la agenda de investigación habilita determi-
nados intereses sociales y económicos como prioritarios y
omite otros.
El objetivo de “aumentar la productividad” es mencio-
nado en diversas instancias, que abarcan desde definicio-
nes en materia de políticas económicas y sectoriales has-
ta los discursos de los científicos que protagonizaron esta
investigación. Este objetivo es presentado a través de dos
operaciones. Por un lado, mediante la presentación de un
interés corporativo como universal. Por otro, despojando
esta finalidad ─aumentar los rendimientos─ de sus costos
sociales y ambientales.
A veinticuatro años de la aprobación en Argentina de
la primera soja transgénica diseñada para ser resistente a
glifosato, los efectos nocivos de la intensificación del uso
de herbicidas en la salud humana y el deterioro de suelos y
cursos de agua es parte de los escenarios de gran parte de
los espacios rurales del país. Sin embargo, el mundo de estos
padecimientos y el de la generación de investigaciones que
amplían la expansión de esta agricultura permanecen como
dos compartimentos estancos. Tácitamente, se niega esta

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 241

incidencia o se asume que existen territorios y cuerpos que


deben ser sacrificados en nombre de un objetivo construido
como necesario e ineludible.

Autopercepciones de la ciencia empresarial

El 103 aniversario de la EEOC incluyó una serie de festejos,


en los que participó el entonces ministro de Ciencia, Tec-
nología e Innovación Productiva de la Nación. En esa oca-
sión, el ministro remarcó que se trataba de una institución
“emblema de un cambio a seguir”. Más específicamente,
afirmó que estaba ante una “institución ejemplo” para todo
el país que había sabido dar “soluciones concretas a proble-
mas de la producción”. En el acto participaron funcionarios
públicos, directivos de la Estación Experimental y empre-
sarios del sector, entre ellos el públicamente conocido Gus-
tavo Grobocopatel. El apoyo no fue meramente retórico.
En 2002 el personal pasó de cincuenta y tres a noventa
y seis miembros, en la actualidad el plantel lo componen
más de cuatrocientas personas. A su vez, hoy es parte de
una Unidad Ejecutora de CONICET de doble dependencia:
ITANOA. Según Daniel Ploper, investigador de CONICET
y director de la EEAOC, este crecimiento tuvo que ver con
el escenario productivo en tanto “En el 2003 se reactivó la
industria, se reactivó el campo” (Ploper 2016, entrevista).
La definición de las agendas de investigación a partir de
este contexto es relatada remarcando su función de generar
ciencia y tecnología “a demanda”:

Nosotros acá hacemos investigación por demandas, no inves-


tigación por oferta. Otras instituciones, las universidades y el
mismo CONICET, trabajan por investigación por oferta. Acá
vienen los señores y dicen que acá hay que investigar sobre
esto, esta es la prioridad que tenemos. Y estos señores, como
digo, se reúnen todas las semanas… Ni el mismo consejo

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242 • Naturaleza y conocimientos en tensión

directivo del INTA tiene ese poder. Acá tiene poder absoluto
el Directorio, no hay línea que valga, ellos deciden y bajan las
instrucciones (Ploper 2016).

Esta forma de organizar las prioridades de investi-


gación, mientras es presentada como un rasgo valioso y
diferenciador, nos brinda herramientas para comprender
cómo opera la alianza entre expertos y no expertos que
sostiene el tipo de ciencia y tecnología producidas. Así, en
palabras de una investigadora, “cómo se define la agenda
de la investigación básicamente viene por una cuestión de
demanda de los productores”. ¿Quiénes son, entonces, los
“no expertos” que están representados y habilitados a tomar
decisiones dentro de la Estación Experimental? Se trata
de representantes de los poderes fácticos de la dinámica
productiva local. El Directorio cuenta con dos represen-
tantes de la producción de cañera, dos del sector industrial
azucarero, uno por los plantadores del citrus, otro por la
industria cítrica, un séptimo representante por granos, otro
por actividades ganaderas, un representante por agriculto-
res tabacaleros y el décimo en representación del sector de
horticultura. En resumen, el directorio lo integran repre-
sentantes de los principales capitales agroindustriales de la
región. No casualmente, de los diez integrantes cuatro per-
tenecen al sector azucarero, actividad que históricamente
ha concentrado las principales ganancias de la provincia.
Como señala la investigadora, dentro de la EEAOC sus inte-
grantes consideran que “se trabaja para resolver, y esa es un
poco la filosofía de la estación, resolver las problemáticas
del sector agro-industrial” (Fogliata 2016, entrevista).
Este sesgo no se limita a la construcción de las agendas
“duras”. Si se observan los contenidos del área de Economía,
abunda la generación de datos estadísticos, valores brutos
e información de costos. Investigaciones centradas tran-
queras adentro, sin conexión con las problemáticas econó-
micas y sociales del espacio rural local, ni de su articula-
ción con otros espacios. La provincia de Tucumán tiene

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 243

una población estimada de 1.592.878 habitantes (INDEC


2015). Un informe oficial del 2016 sobre la situación socio-
económica de la provincia señala que la situación social
refleja diversas deficiencias; en especial, los indicadores
asociados a calidad de vida (red de gas, desagüe de red,
capacidad de subsistencia) y sanidad (tasa de mortalidad
infantil y materna, población no cubierta por obra social,
nacidos vivos con bajo peso al nacer) resultan superiores
al promedio nacional (MinEco 2016). En este marco, atra-
vesado por una serie de problemáticas que reflejan la exis-
tencia de necesidades vitales insatisfechas, la informalidad
del empleo se destaca con una tasa del 44,7%, superior a
los niveles nacionales del 36,4%. El sector agroindustrial es
uno de los que registra mayores irregularidades (MinEco
2016). Por ejemplo, la producción azucarera está concen-
trada en 15 ingenios en los que el grado de informalidad
es de los más elevados de la provincia. En este sentido,
cabe cuestionar: ¿por qué no es pertinente que la agenda
de estudios de Economía agraria de un organismo estatal
contemple problemáticas tales como el acceso a la tierra, las
condiciones de habitabilidad y ocupación, su vinculación
a los patrones productivos de la provincia? Nuevamente,
su ausencia se explica por las características de la alianza
entre conocimientos expertos, encarnados por científicos y
técnicos del ámbito estatal, y no expertos, que representan
a los principales capitales agrarios. En este sentido, a pesar
de la incidencia de voces ajenas al campo científico, no se
trata de un caso de incidencia social en las agendas de inves-
tigación, en un sentido democratizador como el propuesto
por Illich (2006), sino más bien todo lo contrario. No hay
presencia de sujetos sociales agrarios desplazados (produc-
tores familiares, asalariados rurales, población urbana des-
plazada, arrendatarios y un largo y heterogéneo etcétera)
a quienes el incremento en los rendimientos producidos y
exportados no modifica sus condiciones de existencia, ni se
vincula a sus necesidades y realidades. Así, la exclusión de
estas voces en la definición de los objetivos de las agendas

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244 • Naturaleza y conocimientos en tensión

de investigación es simultánea a la exclusión de determina-


das ramas del conocimiento y enfoques, la jerarquización
de objetos de estudio y la construcción de determinados
problemas y soluciones.
Por otro lado, en línea con lo señalado previamente,
una de las validaciones que se registran en los discursos de
los integrantes de la EEAOC remite a su aporte en tanto
producción nacional. Así, en el mismo aniversario aludido
al inicio destacaban: “Somos internacionales porque, entre
otras cosas, tenemos nuestras primeras variedades de soja
en Sudáfrica, Bolivia y Brasil” (MINCyT 2016). Nuevamen-
te, problemáticas ligadas a la soberanía tecnológica y la
exportación de tecnologías locales aparecen dentro de las
justificaciones. Y una vez más se habilita el interrogante.
¿Qué implicancias deseadas tendría un desarrollo tecnoló-
gico nacional? ¿Cómo se puede medir? ¿En función de la
resolución de problemáticas locales, de respuestas a condi-
ciones de vida de las poblaciones implicadas? Si ése fuera el
caso, de mínima quedan dudas sobre el carácter sesgado de
la consideración que se hace de éstas.
Al mismo tiempo, a diferencia del típico discurso de la
“ciencia pura” (Pestre 2005), las vías de legitimación den-
tro de la EEAOC desde sus comienzos estuvieron asocia-
das a su capacidad de brindar soluciones concretas, rasgo
que tiene una plena actualidad en los discursos presentes.
Sin embargo, esta definición no obstaculiza la autocons-
trucción de sus científicos y técnicos como políticamente
irresponsables. Mientras que el cientificismo cumplió una
función ideológica clave garantizando que los científicos no
fueran considerados “responsables de los malos usos que
se hicieran de sus descubrimientos” (Pestre 2005, 29), la
legitimación registrada, centrada en la eficiencia práctica,
también permite sostener la escisión entre los contenidos
de las investigaciones, la omisión de sus efectos potenciales
y su vinculación a problemáticas sociales y ambientales. En
el espacio de la EEAOC, a diferencia de otros ámbitos, el
relato de la ciencia pura no fue ni es dominante, pero las

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 245

validaciones del accionar de este ámbito la comparten con


el cientificismo, se trata de la misma función ideológica.
Sostener y reactivar la escisión entre objetos y sujetos que
conocen el mundo, la presentación de los resultados de las
investigaciones como escindidos de intereses económicos,
disputas políticas y sistemas de valores, y en consecuencia,
como socialmente neutros. Estas validaciones en apariencia
se encuentran muy distantes de los relatos cientificistas que
reclamaban para sí una autonomía de otras esferas y se
proclamaban carentes de intereses, en tanto asumen como
valores positivos la generación de conocimientos “a deman-
da”, “útiles”, no producidos en torres de marfil sino en fun-
ción de “necesidades concretas del sector”. Sin embargo,
logran la misma operación: ocultar que son producto de
una disputa social saldada en favor de intereses hegemóni-
cos y que cumplen el rol de legitimarlos y reproducirlos.

Epílogo

En las últimas décadas los modos de hacer ciencia, los acto-


res que intervienen y las formas de apropiación de los sabe-
res producidos han transitado fuertes transformaciones. La
articulación entre ciencia, tecnología y capital experimen-
ta una intensificación en su interacción, de consecuencias
múltiples. En el caso de los conocimientos implicados en el
modelo hegemónico de producción agrícola en Argentina,
su rol en la conformación y sostenimiento de la agricul-
tura transgénica es tan relevante, como lo son sus efectos
sociales y ambientales. Pese a esta centralidad, existe un
escaso debate en torno a dichas implicancias. Tanto en las
discusiones públicas en materia de ciencia y tecnología,
como en los estudios críticos de esta agricultura, y aun en
las múltiples resistencias sociales a este modelo productivo,
la interpelación a cómo son organizadas estas agendas de
investigación constituye una arena vacante. Sin embargo,

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246 • Naturaleza y conocimientos en tensión

la mercantilización del conocimiento y de la naturaleza es


parte de un mismo proceso, en el que saberes científicos
y tecnológicos son protagonistas en la obtención de nue-
vas semillas, prácticas agronómicas y productos asociados a
ellas. Resulta imperioso, entonces, problematizar cuáles son
las responsabilidades (políticas, éticas, sociales) de los cien-
tíficos, cómo se organizan las relaciones entre ámbitos de
investigación, capitales privados y poblaciones implicadas,
qué voces definen las agendas y cuáles son desplazadas.
Más aún cuando, como en el caso estudiado, es el Esta-
do el productor de estos conocimientos. Si la producción de
estos cultivos no es realizada por empresas trasnacionales
que dominan su mercado sino por una institución científica
estatal, ¿los cuestionamientos en torno a sus efectos son los
mimos? Presentada como un logro nacional, la producción
de la variedad de soja transgénica Munasqa condensa buena
parte de estas problemáticas.
A lo largo de la trayectoria de la EEAOC se fue-
ron generando una serie de validaciones que configuraron
una noción hegemónica de la utilidad del conocimiento
producido, a partir de una alianza entre distintos sabe-
res y sujetos colectivos e individuales que los encarnaron.
Con sólidas fundamentaciones históricas, la literatura sue-
le señalar la existencia de procesos de subordinación y
colonización de conocimientos considerados “legos” o no
expertos por parte de conocimientos expertos (por ejemplo,
saberes tradicionales producidos por comunidades campe-
sinas e indígenas son habitualmente cooptados o subordi-
nados). Sin desconocer la envergadura de este fenómeno, y
con la intención de aportar a comprender cómo interviene
la producción cognitiva en las dinámicas socioambientales,
cabe señalar que esta habitual subordinación de conoci-
mientos no hegemónicos es acompañada por otra dinámica
complementaria. El caso indagado evidencia que no son
únicamente expertos quienes proponen y digitan las agen-
das de la Estación Experimental. Existen también voces no
expertas, representantes de los poderes fácticos locales, que

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 247

intervienen en forma activa a la par de los expertos. Se


genera de este modo una alianza entre los conocimientos
no profesionales que portan estos actores y los saberes pro-
fesionales desplegados por los científicos y técnicos de la
EEAOC. Retomando los términos de Illich (2006), podemos
considerar este caso como un ejemplo “al revés” de partici-
pación ciudadana en materia de ciencia y tecnología, ya que
la articulación de saberes responde a intereses corporativos
hegemónicos. En esta alianza el Estado ocupa un rol desta-
cado, garantizando la conexión y produciendo una ciencia
empresarial en la que tanto enfoques cognitivos como suje-
tos sociales quedan desplazados. El desafío, entonces, con-
siste en la construcción de un diálogo de saberes orientado a
la transformación de las condiciones de vida, habitabilidad
y producción en los espacios rurales, cuyo carácter urgente
y político está dado por la disputa en torno a qué voces
incidirán en su configuración.
El alcance de esta dinámica tiene consecuencias mate-
riales directas en las formas de organización de los suelos,
las semillas, las producciones, todo un mundo vital, del que
la voz de las poblaciones implicadas es excluida. Así, las
expresiones locales del otro campo que subsiste a la sombra
de los grandes capitales agrarios no tienen lugar ni en la
definición de las prioridades de las investigaciones, ni en
sus contendidos.
A su vez, identificar una alianza de carácter corporativa
y hegemónica entre saberes expertos y no expertos, también
valida la potencial existencia de otras articulaciones de
saberes en las que se expresen intereses colectivos. En otras
palabras, evidencia que pueden establecerse diálogos entre
distintos tipos de conocimientos y a su vez señala que el
carácter que adquiera esta definición es político, y como tal
depende de las relaciones de fuerza que logren establecerse.
Cabe señalar que los discursos analizados incorporan
la eficacia pragmática (Pestre 2005, 31) como un valor que
justifica y a la vez valida el quehacer científico y técnico.
Desde los orígenes de la institución no se apela a la creación

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248 • Naturaleza y conocimientos en tensión

del conocimiento por el conocimiento mismo, por el con-


trario, los objetivos pragmáticos son incorporados en forma
explícita como valores y principios rectores. No obstante, el
carácter supuestamente aséptico de la producción científica
se traslada a sus usos al difuminar el rol de esos mismos
saberes en el esquema productivo, y en las problemáticas en
salud y en ambiente a las que éste ha sido asociado.
El carácter estatal del espacio analizado actualiza la
necesidad de entender a los científicos involucrados como
parte de la burocracia estatal. Y en tanto tal, como “arena
movediza”, expresión material del Estado, brazo ejecutor de
sus políticas y resultado de las disputas que se libran en
su seno. Así, las instituciones, y quienes las componen, son
agentes activos en la resolución de esos conflictos. En otras
palabras, las instituciones estatales “no sólo son actores
políticos, sino que además su ámbito de acción constituye
un terreno de lucha” (Oszlak 2015, 325). Este análisis tam-
bién nos permite analizar el rol del Estado en la promoción
de una agenda científica y tecnológica articulada al proceso
local de acumulación de capital centrado en el agronegocio.
Una agenda que es tanto resultado de este modelo, como un
insumo fundamental para su configuración. En este punto
las dimensiones epistemológicas implicadas (cómo se cons-
truyen los objetos de estudio, qué ramas del conocimien-
to intervienen y bajo qué jerarquías, qué criterios técni-
cos se aplican, etc.) resultan indisociables de las políticas
y económicas. La producción y apropiación de resultados
de investigación se presenta así como parte constitutiva de
un patrón de acumulación de corte extractivista, con sus
respectivos costos para la sociedad y el ambiente.
Finalmente, partir de la trayectoria trazada, se sostiene
que no es posible afrontar el análisis crítico del agronegocio
y de sus injerencias socioambientales sin discutir, también,
la lógica hegemónica de producción de conocimiento que
interviene en esta matriz productiva.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 249

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Potencialidades y limitaciones
de los procesos de transición energética

La implementación de sistemas de Generación


Distribuida con Energías Renovables (GDER)
en Argentina

SANTIAGO GARRIDO

Introducción

En las últimas dos décadas, el avance hacia un proceso


de transición energética se ha instalado como un obje-
tivo a alcanzar en la mayoría de los países de América
Latina. Esto se produce en un contexto en el que la
mayoría de los países sudamericanos experimentaron
diferentes escenarios de crisis energética. Estas situacio-
nes de crisis son presentadas de diferentes maneras por
parte de los funcionarios estatales, las empresas del sec-
tor, organizaciones de la sociedad civil y académicos.
En los debates aun en desarrollo, en los diferentes
países, se viene discutiendo cuáles son las principales
causas de este tipo de crisis y que alternativas de solu-
ción se pueden implementar. Entre los puntos críticos
identificados, se destaca la escasa diversificación de sus
matrices energéticas. En la mayoría de los casos, el
escenario de crisis es construido como un problema casi
exclusivo de oferta deficitaria que puede resolverse con
una mayor inversión en el sector de generación.

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254 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Es así que durante la primera década del siglo XXI,


países como Brasil, Uruguay, Argentina y Chile impulsaron
políticas de promoción del desarrollo y aprovechamien-
to de energías renovables no convencionales (ERNC). Este
tipo de acciones lograron generar resultados significativos
que ubicaron a la región como una de las zonas del mundo
de mayor dinamismo en este campo aunque en términos
concretos este avance fue desigual en cada país en función
de sus propias particularidades (IRENA 2015).
Esta situación de crisis energética se produjo en un
escenario mundial caracterizado por un proceso de transi-
ción energética centrado en el cambio climático y propone
transformar los sistemas de generación, distribución y de
consumo energético vigentes. Asimismo, el desarrollo de
ERNC es presentado como una alternativa superadora, no
sólo en términos ambientales, sino también como posibi-
lidad para la creación de nuevos modelos de desarrollo,
más democráticos e inclusivos. Una de las alternativas más
relevantes en este sentido ha sido el impulso de sistemas
de Generación Distribuida con ERNC (GDER) que tuvo
un gran crecimiento en los últimos años a nivel mundial
(IEA 2017).
Sin embargo, estas iniciativas presentan limitaciones
para su implementación en países como Argentina. Estas
limitaciones están directamente relacionadas con el inten-
to de replicar de forma prácticamente acrítica los modelos
generados en los países centrales. Las escasas experien-
cias desarrolladas hasta el momento terminaron generando
nuevos procesos de exclusión entre los que tienen los recur-
sos y la capacidad de beneficiarse de este tipo de sistemas y
la gran mayoría que no. Asimismo, las empresas distribui-
doras continuaron controlando el sistema a través de trabas
burocráticas y técnicas.
El objetivo de este trabajo es analizar el desarrollo de
una experiencia de GDER implementada en conjunto por
la Cooperativa Eléctrica de la Ciudad de Armstrong y la
Facultad Regional Rosario de la Universidad Tecnológica

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 255

Nacional, que propone un modelo alternativo para la imple-


mentación de este tipo sistemas. Para ello se propone rea-
lizar una reconstrucción analítica de las diferentes políti-
cas públicas, para generar algunas reflexiones acerca del
proceso de co-construcción de tecnologías, conocimien-
tos, formación de recursos humanos especializados, políti-
cas públicas y dinámicas desarrollo productivo asociados al
desarrollo e implementación de sistemas GDER.
Asimismo, se propone reflexionar sobre las limita-
ciones que presenta la importación de modelos diseña-
dos para la realidad de otro tipo de países como los
europeos, la potencialidad de los proyectos asociativos
o cooperativos para desarrollar modelos de electrifi-
cación que superen la concepción de la energía como
un bien de mercado y pensar procesos de transición
energética justa.

Enfoque teórico

El discurso oficial sobre la transición energética en


América Latina está centrado en un cambio de matriz
energética. De este modo, este tipo de interpretaciones
(que además orienta la política pública) no tienen en
cuenta otro tipo de aspectos que forman parte de los
sistemas socio-técnicos como lo es el energético.
Desde la década de 1990, los estudios sobre transicio-
nes vienen proponiendo un marco analítico multinivel que
permita comprender los procesos de transformación sisté-
mica de amplios sectores de la producción y el consumo
hacia regímenes más sustentables en términos económicos
y ambientales (Smith y Stirling 2010). Con antecedentes
intelectuales en los estudios de economía de la innovación y
los estudios en Ciencia, Tecnología y Sociedad, este marco
fue utilizado en sus comienzos para describir transiciones
socio-técnicas históricas. Sin embargo, en los últimos años

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256 • Naturaleza y conocimientos en tensión

existe un interés creciente en el aporte de sus elementos


prescriptivos para pensar el diseño de políticas públicas
(Geels y Schot 2007).
Es así que en algunos países, como Holanda, algunas
propuestas analíticas como la gestión estratégica de nichos
(strategic niche management)( Rip y Kemp 1998; Geels y
Raven 2006) o la gestión de las transiciones (transition mana-
gement) (Loorbach 2010) son la principal referencia para
el diseño de instituciones y políticas dedicadas a la plani-
ficación estatal.
A lo largo de dos décadas el campo de los estudios
sobre transiciones ha crecido de manera sostenida desa-
rrollando múltiples trabajos de investigación sobre secto-
res clave como energía, agricultura, vivienda o transporte.
En este marco se desplegaron nuevos debates y reflexiones
para profundizar en temas como las relaciones de poder en
los procesos de transición, la gobernanza, equidad y jus-
ticia a nivel local, regional y global, entre otros (Avelino
y Rotmans 2009).
En este mismo sentido, una de las críticas que se le
suelen realizar a los estudios de transiciones es su excesi-
vo apego a los modelos de la economía de la innovación
fuertemente asociados a las dinámicas de mercado como
única racionalidad. De este modo, la adopción de una nue-
va tecnología (como puede ser el caso de los sistemas de
GDER) dependen de su éxito en términos de rentabilidad
en relación a las tecnologías competidoras.
Como alternativa, algunos autores proponen explorar
otras formas de innovación. Seyfang y Smith, por ejemplo,
analizan las grassroots innovations como las innovaciones
sociales desarrolladas a nivel comunitario como procesos
de generación de soluciones bottom-up adecuadas a situacio-
nes locales y basadas en intereses y valores de esas comu-
nidades. Basada en esta definición, los autores proponen
distinguir grassroots innovations dirigidas al desarrollo local
de las innovaciones orientadas al mercado y la generación
de ganancia (Seyfang y Smith 2007).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 257

Por otro lado, Seyfang y Smith diferencian entre inno-


vación convencional basada en las reglas de mercado y las
grassroots innovations desarrolladas por mutuales, coopera-
tivas y empresas sociales. Este tipo de innovaciones, se lle-
van a cabo en el marco de nichos en los que las reglas y
los incentivos difieren de las reglas de mercado (Seyfang
y Smith 2007). Por esta razón, los autores enfatizan que
las instituciones como las que mencionan son mucho más
abiertas a procesos de experimentación y no tienen miedo
de tomar mayores riesgos.
El concepto de transición energética y la implementa-
ción de sistemas de GDER fueron diseñados originalmente
por y para los países desarrollados. En países como los de
América Latina llegaron como ejemplos a imitar. Por este
motivo, es importante tener en cuenta que los procesos de
adopción de tecnologías están usualmente atravesados por
diversas tensiones entre los generadores y promotores de
las tecnologías y los potenciales usuarios. Contrariamen-
te a la noción de transferencia, que presume la identidad
permanente de un artefacto, independientemente del esce-
nario socio-histórico concreto en el que se lo inserta, la
adecuación socio-técnica implica procesos de producción y
de construcción social de la utilidad y funcionamiento de
las tecnologías donde participan diferentes actores (usua-
rios, beneficiarios, funcionarios públicos, empresas, organi-
zaciones sociales) (Thomas 2009).
En esta perspectiva, la condición de funcionamiento de
una tecnología deriva de una evaluación socialmente cons-
truida de sus cualidades y no de sus propiedades intrínse-
cas. En este proceso de evaluación intervienen conjuntos
diferenciados de actores que comparten una atribución de
sentido y un criterio de funcionamiento para un artefacto o
tecnología dada. A través de la negociación o la imposición
de tales sentidos y criterios, se arriba a una situación de
consenso (clausura) respecto a las características de la tec-
nología (o instrumento de política) viable (Bijker 1995).

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258 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Para ajustar el foco analítico en este tipo de actores


es necesario utilizar un modelo analítico-explicativo
diferente para poder captar la heterogeneidad de estos
diversos grupos de organizaciones y su rol en el proceso
de producción de innovaciones. Tecnologías y sistemas
son co-construidos con los usuarios, productores y con-
sumidores, los sistemas de producción y distribución
con las regulaciones y las empresas con su equipamiento
tecnológico. Porque en el mismo proceso socio-técnico
en el que las tecnologías son diseñadas, producidas y
usadas; las relaciones sociales de producción, de tra-
bajo, de comunicación, de poder, de compartir, son
construidas.

Sistemas de GDER en América del Sur y Argentina

El modelo energético que se consolidó a nivel mundial a


partir de la finalización de la segunda guerra mundial se
basaba en un diseño centralizado con grandes centrales
de generación, principalmente alimentadas por carbón
y derivados de petróleo, y más recientemente tam-
bién por gas natural, fisión nuclear y grandes centrales
hidroeléctricas. Desde la década de 1980, éste modelo
comenzó a sufrir fuertes críticas, a proponiendo una
nueva alternativa basada en unidades de generación más
pequeñas, distribuidas y basadas en el uso de energías
renovables (solar fotovoltaica, eólica, biomasa, pequeña
hidroeléctrica) (Grubler 2012; Sovacool 2016).

Sistemas GDER
Es así que a comienzos del siglo XXI, el desarrollo de sis-
temas de GDER conectadas a redes de baja tensión expe-
rimentó una gran expansión en los últimos años a nivel

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 259

mundial1. La explicación más extendida para este fenómeno


se centra en la significativa caída de los precios de los equi-
pos fotovoltaicos, la reducción de la incertidumbre sobre
los efectos técnicos negativos que puede producir la inyec-
ción en las redes de baja tensión, y la consolidación de
políticas de fomento concretas impulsadas por diferentes
países a nivel mundial (Facchini et al. 2011).
Entre las virtudes que se le asignan a este tipo de
sistemas se destaca la posibilidad de reducir los costos de
transporte y distribución, de producir cambios en la matriz
energética con menores costos de inversión y de generar
una mayor autonomía a los usuarios en relación a las com-
pañías distribuidoras.
En los países desarrollados se generaron diferentes ins-
trumentos para impulsar la implementación de sistemas de
GDER basados en incentivos para que los usuarios resi-
denciales puedan generar energía e inyectarla a la red con
algún tipo de retribución económica. Los mecanismos sue-
len variar entre dos sistemas bastante estandarizados: net
metering y net billing.
En el sistema net metering los usuarios del sistema
eléctrico pueden generar su propia energía y vender a la
red sus excedentes al mismo precio que la compran a la
empresa distribuidora. De este modo, la compañía dis-
tribuidora de energía eléctrica descuenta los kilowatts
aportados por cada usuario-generador de su factura. En
el caso de net billing, la energía inyectada por un parti-
cular y la comprada a la red tienen precios diferentes.
Puede ser que la empresa compre la energía generada
por los usuarios a precio mayor u otro menor. En los

1 Existen muchas definiciones de GD, que varían según el tipo de generación,


escala y forma de conexión. Para este trabajo se toma la definición propues-
ta por Ackermann et al. (2001) que define como GD como una fuente de
generación de energía eléctrica conectada directamente a la red eléctrica de
distribución o en la red eléctrica de baja tensión. Por tanto, la definición es
amplia y no plantea restricciones en términos de capacidad de generación o
de la tecnología utilizada.

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260 • Naturaleza y conocimientos en tensión

casos en que se incentiva la generación de usuarios


particulares con un precio preferencial, el sistema se
denomina Feed in Tariff (Colmenar Santos et al. 2015).
Este tipo de sistemas fueron implementados en
diferentes países europeos y en Estados Unidos, con
resultados positivos si se los evalúa en términos de
potencia instalada y por la cantidad de usuarios parti-
cipantes. En América Latina, este tipo de instrumentos
fueron incorporados a lo largo de la última década con
resultados dispares.

Sistemas GDER en América del Sur


Uruguay fue el primer país de la región en habilitar la
incorporación de GDER en el año 2010 a partir de un
decreto del poder ejecutivo y la reglamentación corres-
pondiente de la Administración Nacional de Usinas y
Trasmisiones Eléctricas (UTE), empresa estatal que tiene
el monopolio de las actividades de trasmisión y distri-
bución de energía eléctrica. El sistema implementado
en Uruguay se puede ubicar entre los modelos de net
metering a través de la instalación de medidores bidirec-
cionales con una exención impositiva para los usuarios-
generadores participantes (Garmendia 2012).
En Brasil, la GDER fue autorizada a partir de
una norma de la Agencia Nacional de Energía Eléctrica
(ANEEL) de 2012, que fue modificada en 2016 debi-
do a los magros resultados que se habían conseguido
hasta ese momento. La principal modificación que se
implementó fue ampliar la capacidad de las unidades
de generación permitidos hasta un máximo de 5 MW
(Ochoa Di Masi 2018).
Chile se incorporó a los países que habilitaron la
incorporación de sistemas de GDER con la ley 20.571 de
2014 (conocida como ley de net billing), que permitía la
conexión a la red eléctrica de unidades de generación de
hasta 100 kW para autoconsumo y venta de excedentes.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 261

La compra de la electricidad excedente por parte de las


compañías distribuidoras se realiza a un precio equi-
valente al que pagan las empresas a las generadoras
(Ochoa Di Masi 2018).
En los tres casos, el crecimiento en capacidad ins-
talada de instalaciones de GDER fue exponencial. En
Uruguay, cuenta en la actualidad con 16 MW (UTE
2019) y Chile con 24 MW de potencia instalada (Sys-
tep 2019). En el caso de Brasil, durante el año 2019
se superó la barrera de los 500 MW (ANEEL 2019).
De acuerdo a estas cifras, se puede reconocer que las
políticas de promoción implementadas en estos países
tuvieron resultados altamente positivos. Sin embargo,
cuando se analiza con detenimiento como está compues-
ta esta generación, se puede observar que la mayoría de
los proyectos de GDER son impulsados por empresas
industriales, establecimientos comerciales o emprendi-
mientos inmobiliarios. El peso de pequeños generadores
residenciales en todos los casos es muy bajo.
De este modo, las promesas de democratización
que proponía la generación distribuida queda limitada
a sectores privilegiados con capacidad económica para
realizar este tipo de inversiones o de aprovechar los
beneficios propuestos como los beneficios impositivos
que se ofrecen como en el caso uruguayo y la reforma
de la política brasileña de 2016.
La Argentina fue uno de los últimos países de Amé-
rica Latina en legislar la GDER con la aprobación de
la ley 27.424 de generación distribuida en diciembre de
2017. Desde entonces, se avanzó en la reglamentación
de la ley y la adhesión de las diferentes provincias.
Sin embargo, la trayectoria de los sistemas de GDER
en Argentina precede a la ley nacional a partir de
diferentes proyectos de investigación y regulaciones a
escala provincial.

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262 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Sistemas GDER en Argentina


La posibilidad de incorporar sistemas de GDER a escala
residencial en redes de baja tensión en Argentina fue objeto
de debate por sus aspectos técnicos y económicos. Fren-
te al desafío tecnológico y cognitivo que representaba, se
iniciaron en Argentina proyectos y líneas de investigación
para poner a prueba la respuesta de las redes de distribución
frente a la incorporación de diferentes puntos de genera-
ción variable como la ofrecida por los paneles fotovoltaicos.
Uno de los aspectos que estas iniciativas buscan medir es lo
que se denomina como “armonía de la red” y se relaciona
al comportamiento de la red eléctrica frente a la inyección
de energía de tipo intermitente en diferentes puntos de la
misma. La mayoría de estas investigaciones fueron reali-
zadas buscando emular experiencias desarrolladas en otros
países poniendo a prueba protocolos similares en las redes
de distribución de baja tensión en Argentina (Facchini et al.
2011; Durán et al. 2014).
A partir de estas experiencias, se produjo un impor-
tante volumen de información y conocimiento sobre
diferentes aspectos técnicos. Sin embargo, sigue siendo
muy pobre el conocimiento generado en relación a la
gestión de estos sistemas en los que los se incorpora
un nuevo actor como los usuarios-generadores o “pro-
sumidores”. Para los defensores e impulsores de este
tipo de sistemas, la incorporación de los usuarios como
generadores a los sistemas de distribución de energía
eléctrica representa una oportunidad de democratiza-
ción (Los Verdes 2016).
En paralelo, algunos gobiernos provinciales impul-
saron, en la última década, leyes y resoluciones orien-
tadas a promover y regular la instalación de sistemas
de generación distribuida con conexión a redes de baja
tensión. De este modo, provincias como Santa Fe, Salta,

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 263

San Luis, Neuquén y Mendoza habilitaron el desarro-


llo de sistemas de GDER antes de la sanción de la
ley nacional.
En su gran mayoría se promovieron modelos de balan-
ce neto (net metering o net billing), por lo que el principal
beneficio que tienen los usuarios residenciales es reducir el
costo de su consumo eléctrico a través de la energía que
generan y aportan al sistema. La implementación de estas
medidas no tuvo gran respuesta por parte de los usuarios.
En el caso de Salta, por ejemplo, las experiencias desarro-
lladas se concentraron en algunos proyectos asociados a
emprendimientos inmobiliarios de gran escala. La partici-
pación de usuarios residenciales fue muy baja principal-
mente por el alto costo que aun representa la instalación de
este tipo de tecnología y los plazos todavía muy largos de
recuperación de la inversión.
Por otro lado, las empresas distribuidoras de electrici-
dad se resisten a la posibilidad de extender la incorporación
de este tipo de sistemas. En general, plantean cuestiona-
mientos técnicos que, de acuerdo a los resultados obte-
nidos en las investigaciones ya mencionadas, pueden ser
perfectamente superados. Para algunos analistas y técnicos
el rechazo de las empresas se relaciona más a cuestiones
económicas y de control de un sistema que administran en
términos de monopolio natural.
En definitiva, los mecanismos implementados para
promover el desarrollo de GDER en Argentina presentaron
magros resultados hasta el momento. Frente a esta situa-
ción, algunos estados provinciales relanzaron sus políticas
con nuevos incentivos como es el caso de Santa Fe que
lanzó el programa Prosumidores que incorpora el pago de
un precio diferencial a la energía entregada por cualquier
usuario del sistema eléctrico que utilice ERNC (Arraña et
al. 2015).
Este programa es financiado con fondos del Estado
provincial pero está limitado a un número reducido de
conexiones por problemas presupuestarios. Asimismo, es

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264 • Naturaleza y conocimientos en tensión

blanco de fuertes críticas ya que los recursos utilizados son


obtenidos a través de un impuesto generalizado a todos
los usuarios del sistema eléctrico provincial. De este modo,
unos pocos (que cuentan con recursos para instalar un sis-
tema fotovoltaico) son beneficiados por el resto de la pobla-
ción, sin distinciones de ningún tipo.
Los sistemas fotovoltaicos necesarios para ser genera-
dor residencial en un sistema de GDER son muy costosos
para un usuario medio del sistema eléctrico en Argentina
(aunque los costos están bajando de forma acelerada). Por
este motivo, la posibilidad de incorporarse como generador
en estos sistemas se reduce a quienes tienen la capacidad
económica para afrontar la compra e instalación de estos
equipos. De este modo, la participación en este tipo de sis-
temas de GDER reproduce en gran medida las dinámicas
de exclusión vigentes. Pero además, un sistema de GDER
puede operar gracias a la existencia de una red eléctrica
que se sostiene también con una potencia que aportan los
sistemas de generación concentrada y que es sostenido por
el resto de los usuarios de la red, lo que opera como una
forma de subsidio encubierto.

Repensando modelos de GDER alternativos

Las limitaciones que presenta la implementación de mode-


los de GDER en los países del cono sur están directamen-
te relacionadas con una práctica frecuente al momento de
desarrollar sistemas legislativos o regulatorios en América
Latina, que es el intento de replicar de forma prácticamente
acrítica los modelos desarrollados en los países centrales.
Tal es el caso de las políticas de promoción de energías
renovables basadas en sistemas Feed in Tariff. La imple-
mentación de este tipo de política a nivel local requiere, al
menos, un proceso de adecuación que en general no suele
tenerse en cuenta.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 265

Asimismo, en los casos en los que este tipo de iniciativa


logró alcanzar los resultados esperados (al menos en tér-
minos de capacidad instalada), las promesas que ofrecía la
GDER como impulsora de sistemas eléctricos más demo-
cráticos e inclusivos no fueron cumplidas. En esos casos,
terminaron generando nuevos procesos de exclusión entre
los que tienen los recursos a la capacidad de beneficiarse de
este tipo de sistemas y la gran mayoría que no. Asimismo,
las empresas distribuidoras continuaron controlando el sis-
tema a través de trabas burocráticas y técnicas.
Los procesos de copia de modelos importados en Amé-
rica Latina siempre son selectivos. Quienes lo impulsan,
sólo toman en cuenta los modelos hegemónicos, pero no se
exploran los modelos alternativos. Es así que otras formas
de implementación de sistemas de GDER desarrollados en
Europa y Estados Unidos, no fueron tenidas en cuenta en
los países del cono sur.
Los sistemas de GDER alternativos a los modelos basa-
dos en incentivos económicos, se pueden agrupar en 4 for-
mas estilizadas: 1) Sistemas públicos municipales 2) Siste-
mas de créditos PACE (Property Assessed Clean Energy) 3)
Sistemas de cooperativas de generadores 4) Sistemas con
financiamiento de terceros (alquiler de techos).
La mayoría de los sistemas públicos municipales sur-
gieron como una alternativa frente a la falta de interés de las
empresas privadas de distribución eléctrica en implementar
sistemas de GDER. Este fue el caso de varias ciudades Esta-
dos Unidos, entre las que se destaca el caso de San Francisco
en el cual el gobierno local intentó municipalizar el servicio
eléctrico para impulsar una transición energética verde. Al
no poder municipalizar el sistema completo, se avanzó en
el desarrollo de sistemas de generación renovable públicos
manteniendo el sistema de distribución en manos privadas
(Hess 2013). Este tipo de experiencias se caracterizan por
la instalación de plantas fotovoltaicas o pequeños parques
eólicos conectados a las redes de baja tensión (no tiene ins-
talaciones residenciales).

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266 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Los sistemas de créditos PACE, se basan en un modelo


de financiamiento para adquirir e instalar sistemas de
GDER (puede ser financiado por el Estado o por un terce-
ro). En este tipo de modelo, la propiedad de los sistemas es
privada de cada usuario (puede ser a través de consorcios)
y el préstamo se puede establecer a través de un sistema de
hipoteca o a través de un impuesto (en el caso de que el cré-
dito lo brinde el Estado). Uno de los desafíos que presenta
este tipo de modelo es evitar que se convierta un negocio
financiero si se incorporan grandes bancos o instituciones
crediticias (Coley y Hess 2012).
El modelo cooperativo tiene una gran penetración en
varios países de Europa como Dinamarca o Alemania, pero
también hay experiencias en Estados Unidos. Los sistemas
cooperativos pueden adquirir diferentes formas que van
desde una sociedad entre varios usuarios que comparten
una unidad de generación y se reparten sus beneficios, has-
ta una sociedad de asesoramiento técnico que se ocupa de
facilitar trámites y costos de transacción a terceros (Bau-
wens et al. 2016; Hess 2013).
Finalmente, el modelo de financiamiento de terceros es
desarrollado por empresas o privados que instalan y admi-
nistran sistemas de GDER en la propiedad de un tercero.
En el caso de la energía fotovoltaica, funciona como un
alquiler de techos. De este modo, una empresa puede contar
con múltiples unidades de generación distribuidas en una
ciudad logrando una potencia instalada importante, pero
manteniendo los beneficios que se les suele otorgar a los
pequeños generadores (Drury et al. 2012).
La mayoría de las experiencias desarrolladas bajo estos
modelos tuvieron un alcance limitado y ocupan un espacio
marginal entre los sistemas eléctricos en Europa y Esta-
dos Unidos. En muchos casos, estas experiencias fueron
absorbidas por grandes empresas (sobre todo las desarro-
lladas a partir de sistemas de créditos o financiamiento de

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 267

terceros). Los casos en que estos sistemas sobrevivieron lo


hicieron como proyectos experimentales o demostrativos
(Hess 2013).
El principal problema que buscan resolver estos mode-
los es el del acceso al financiamiento. Este es justamente
uno de los aspectos críticos que limitan la expansión de los
sistemas de GDER en los países de América Latina ya que
los incentivos que ofrecen políticas aplicadas requieren una
inversión previa. En el caso de Argentina, donde el acceso
al crédito es complejo y caro, este problema se agrava. Una
alternativa a este tipo de restricciones es la que se viene
desarrollando en la ciudad de Armstrong (provincia de San-
ta Fe) desde finales de 2015. Allí se puso en marcha un
proyecto con financiamiento público e impulsado por una
cooperativa eléctrica para desarrollar un sistema de GDER
bajo un modelo que sus propios impulsores denominaron
como solidario.

Una propuesta cooperativa alternativa: el proyecto


PRIER

Como en muchas ciudades rurales de la región pampeana,


en Armstrong la distribución de energía eléctrica es realiza-
da por una cooperativa eléctrica. La Cooperativa de Provi-
sión de Obras y Servicios Públicos Limitada de Armstrong
(CELAR) fue creada a mediados del siglo XX por los propios
vecinos de la localidad con el propósito de garantizar el
acceso al servicio eléctrico y la calidad del mismo. Durante
sus primeros años, la electricidad que distribuía la coopera-
tiva era generada en la misma ciudad a través de una usina
térmica conformada por una batería de generadores diesel.
De este modo, la electricidad era generada distribuida y
consumida en la misma ciudad y este modelo se repetía en
gran parte de las ciudades rurales de la Argentina. Con la
conexión de la red de la ciudad al sistema de interconectado

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268 • Naturaleza y conocimientos en tensión

nacional efectuado en 1971, la cooperativa se hizo cargo de


la distribución de la energía eléctrica que compra al merca-
do mayorista ya que su costo es mucho más bajo que el que
implica generar la electricidad con sus propias usinas.
Aprovechando la nueva legislación provincial que habi-
litó y promovió la generación distribuida, la CELAR se
sumó a un proyecto con un grupo de investigación de
la Universidad Tecnológica Nacional (Facultad Regional
Rosario) y con el Instituto Nacional de Tecnología Indus-
trial (INTI) para desarrollar una red inteligente con gene-
ración distribuida en la ciudad de Armstrong. La propuesta
se presentó a la convocatoria de proyectos “Fondo de Inno-
vación Tecnológica Sectorial (FITS) Energía–Uso Racional
y Eficiente de la Energía (UREE) 2013” impulsada por la
Agencia Nacional de Promoción de la Ciencia y la Tec-
nología (ANPCyT) y obtuvo el financiamiento requerido.
El proyecto fue presentado con bajo el título: “Generación
distribuida con Energías Renovables. Aportes tecnológicos,
sociales, ambientales y económicos de su aplicación en la
Red Inteligente de Armstrong” e identificado con la sigla
PRIER.
La propuesta del proyecto consistió en el desarrollo de
instalaciones de GDER conectadas a la red de distribución
en el ámbito urbano y rural con al menos 3 tecnologías
posibles: generación eléctrica a partir de sistemas solares
fotovoltaicos, generación eléctrica a partir de aerogenera-
dores, y generación de energía eléctrica a partir de micro-
turbinas hidráulicas. Para ello se planificaron instalaciones
de paneles fotovoltaicos residenciales, instalaciones cen-
tralizadas con aerogeneradores de baja potencia y plantas
fotovoltaicas de mayor porte que las residenciales, y una
central con micro-turbinas hidráulicas de pasada en el río
Carcarañá cercano a la localidad2.

2 La extensión de los plazos de ejecución, y de adjudicación de los recursos,


del proyecto obligó a los responsables del proyecto a realizar algunos cam-
bios. De este modo, no se pudo avanzar en la instalación de la central mini-

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 269

La primera etapa del proyecto se centró en la puesta en


marcha de los sistemas fotovoltaicos: una planta de gene-
ración de 200 kW ubicada en el Área Industrial Armstrong
(que es propiedad de la cooperativa) definida por los res-
ponsables del proyecto como planta de piso y 50 sistemas
de 1,5 kW en viviendas de usuarios de la cooperativa, deno-
minados instalaciones de techo.
La planta solar de piso instalada y puesta en marcha en
agosto de 2017 consta de 880 paneles fotovoltaicos, un sis-
tema de monitoreo de energía para vigilar de manera remo-
ta el estado de generación de la planta y un transforma-
dor elevador de baja a media tensión para poder inyectarla
en la red. El diseño integral de la planta fue desarrollado
por los integrantes del proyecto con aportes del personal
técnico de la cooperativa, investigadores y técnicos de la
UTN y el INTI y con asesoramiento de los proveedores
de los equipos.
La idea central del proyecto, y que se adecuaba a lo que
se pedía para su financiamiento, era poder monitorear y
medir la respuesta técnica de todo el sistema con las nuevas
fuentes de generación distribuida, combinada con el con-
sumo y las redes de distribución. Hasta aquí, el proyecto
no se presentaba muy novedoso en relación a otros que se
estaban desarrollando hasta ese momento. Sin embargo, un
elemento distintivo del proyecto fue la incorporación al tra-
bajo de investigación de variables de tipo socio-económico
que en un primer momento se centró en el relevamiento de
beneficios, perjuicios, prejuicios, percepciones de los dife-
rentes actores sociales involucrados. También se contempló
generar instancias de participación ciudadana en diferen-
tes momentos del proyecto. Cuando el proyecto se puso

hidroeléctrica y se redujo sustantivamente en número de aerogeneradores


que se planificaron originalmente. Así, el proyecto se reconvirtió en una
experiencia centrada en energía fotovoltaica.

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270 • Naturaleza y conocimientos en tensión

en marcha, surgieron los primeros problemas de fondo a


resolver que promovieron un proceso de adecuación socio-
técnica particular.
La propuesta original del proyecto se centraba en
los modelos de generación distribuida conocidos hasta el
momento, los cuales consiraban a los usuarios-generadores
como potenciales vendedores de la energía producida, bajo
el principio de que eran los propietarios de los equipos
fotovoltaicos. De alguna manera, esa compra era un recono-
cimiento a la inversión realizada y, obviamente, a la energía
efectivamente aportada a la red. Sin embargo, en el caso
del PRIER, era necesario generar una adecuación particular
de este tipo de modelo ya que los equipos fotovoltaicos
que se iban a instalar fueron adquiridos y eran propiedad
de la cooperativa, que a su vez debía comprar la energía
producida.
El sistema a implementar debía contemplar la insta-
lación de sistemas fotovoltaicos que eran propiedad de la
cooperativa pero que debían operar en el techo de las casas
de un grupo reducido de usuarios. Esto generaba una serie
de problemas a resolver: 1) ¿cuáles eran los usuarios ele-
gidos para participar del proyecto? (lo que significaba que
una enorme mayoría quedaría excluida); 2) ¿qué tipo de
retribución iba a recibir el usuario que aportaba su techo
para la experiencia?; 3) ¿qué nivel de control iba a tener la
cooperativa de esos dispositivos una vez instalados?
Los referentes del proyecto comenzaron a realizar
consultas a distintas instituciones locales y provinciales, y
sumaron nuevos participantes en el proyecto entre los que
se destaca una organización especializada en gestión urba-
na participativa. A partir de este intercambio se definieron
un conjunto de opciones posibles para la implementación
del sistema.
A partir de una serie de talleres participativos, a los
que asistió gran parte de los vecinos de la ciudad, se resol-
vió avanzar en un sistema en el que los vecinos aportaban
sus techos para la instalación de paneles fotovoltaicos, sin

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 271

recibir ningún tipo de retribución económica. Por su parte,


la cooperativa debía crear un fondo de reserva con el valor
de la energía generada por los 50 techos y la planta de piso
para invertir en nueva generación basada en ERNC con la
adquisición de nuevos equipos e instalaciones renovables
para extender el sistema sumando nuevos socios adheren-
tes (PRIER 2016).
Otras alternativas evaluadas fueron la creación de
un fondo para mejoramiento del sistema de iluminación
urbano y de espacios públicos, o la generación de un fondo
solidario para enfrentar posibles estructuraciones tarifa-
rias que tengan en cuenta aspectos sociales y solidarios.
También se propusieron opciones que ofrecían una com-
binación entre la generación de un fondo cooperativo y
algún tipo de retribución como un descuento en otro tipo
de servicios que ofrece la cooperativa como el servicio de
Internet, una compensación en la factura de electricidad, el
pago de un canon en concepto de alquiler de instalaciones
de los usuarios domiciliarios o incluso algún sistema de
retribución por la energía generada.
Los responsables de la cooperativa se mostraron escép-
ticos frente a la posibilidad de llevar adelante un sistema de
tipo solidario. Puntualmente, creían que sus vecinos no iban
a aceptar participar del proyecto facilitando el uso de sus
techos para instalar los equipos fotovoltaicos a cambio de
nada. Por otro lado, algunos de los investigadores y los inte-
grantes de una ONG especializada en gestión urbana comu-
nitaria, consideraban que había que trabajar para lograr un
sistema totalmente solidario. Un aspecto clave que se puso
en discusión fue la necesidad de trabajar en la sustentabi-
lidad de la experiencia y la posibilidad de expandirla. Para
ello era fundamental disponer de los recursos económicos
que permitiría generar el ahorro energético producido por
el sistema para reinvertir en nuevos equipos fotovoltaicos a
fin de sumar nuevos socios.

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272 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Finalmente, se resolvió trabajar en conjunto para tratar


de lograr la opción de máxima a través de un proceso de
toma de decisiones participativo con los vecinos de la ciu-
dad. Luego de la realización de los talleres participativos se
logró una amplia aceptación para avanzar en la implemen-
tación de un modelo solidario (PRIER 2016).
La implementación de este modelo presenta algunas
particularidades técnicas que difieren de otros. Por un lado,
las instalaciones de techo no pueden afectar la estructura
edilicia de las viviendas donde se deben colocar. Por este
motivo, la cooperativa tuvo de diseñar un soporte para los
paneles solares con una estructura que no necesitara ser
amurada y que fuera lo suficientemente firme para evitar
que una ráfaga de viento la pudiera volar. Por otro lado,
se tuvo que diseñar un sistema de conexión a la red en
paralelo con la instalación de un segundo medidor para la
energía inyectada en la red. Este trabajo estuvo a cargo de
la propia cooperativa con el asesoramiento de los investi-
gadores de la UTN. Asimismo, en el año 2018 se instalaron
tres aerogeneradores de baja potencia en diferentes puntos
de la red para evaluar su potencial y hacer mediciones del
comportamiento de la red.
La ejecución del proyecto de investigación fue finali-
zada en el año 2019. Sin embargo, la experiencia de GDER
de Armstrong sigue en expansión. Además de sostener la
operación de los sistemas instalados, la cooperativa decidió
avanzar con la ampliación de la planta de piso con fondos
propios. Asimismo, desarrollaron un parque demostrativo
(que incluye una planta fotovoltaica y un aerogenerador
de baja potencia) para desarrollar visitas educativas con las
escuelas de la zona.
De esta manera, el sistema GDER diseñado en la ciudad
de Armstrong representa una alternativa a los modelos
vigentes que reproducen la lógica de mercado imperante en
los sistemas de generación, distribución y consumo eléctri-
co convencionales. El desarrollo de esta experiencia en una
cooperativa abre una posibilidad significativa para poder

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 273

avanzar en un sistema energético democrático y solidario


donde los usuarios del sistema, como socios de la coopera-
tiva, son en parte propietarios de la misma.

Conclusiones

Como ha sido comentado al comienzo de este trabajo, el


desarrollo de sistemas de GDER es presentado en la actua-
lidad como un medio poderoso para consolidar un proceso
de transición hacia un sistema más equitativo y democrá-
tico de generación y distribución de la energía eléctrica.
Sin embargo, las contradicciones que muestran las imple-
mentación de algunas experiencias de GDER en Argentina,
permite observar que no siempre esta clase de modelos
garantizan ese tipo de transición.
En este sentido, se puede observar que los instrumen-
tos desarrollados hasta el momento en Argentina, fueron
diseñados tomando como ejemplo modelos aplicados en
otros países. Su implementación en otros contexto, como el
sudamericano, no suele tener los mismos resultados (pun-
tualmente la escasa cantidad de instalaciones residenciales
de GD), demostrando la necesidad de romper con las inter-
pretaciones deterministas que presuponen que un dispo-
sitivo legal-regulatorio puede ser de aplicación universal.
Por otro lado, los esfuerzos aplicados a desarrollar cono-
cimientos científico-tecnológicos, en el caso argentino, no
lograron traducirse en nuevos instrumentos que se ajusten
a las particularidades locales.
Asimismo, se puede identificar un sesgo en el tipo
de instrumentos y estrategias adoptadas ya que se concen-
tran en incentivos de mercado. Los modelos Feed in Tariff
o de balance neto, muy extendidos y aceptados en paí-
ses centrales, no generan los mismos resultados en países
como Argentina. La principal debilidad que presentan estos

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274 • Naturaleza y conocimientos en tensión

modelos se vinculan a los mecanismos de financiamiento.


De este modo, generan nuevos procesos de exclusión entre
quienes tienen acceso al crédito y quiénes no.
Los modelos alternativos que fueron presentados en
este trabajo, están precisamente orientados a generar otras
formas de acceso al financiamiento. Sin embargo, este tipo
de opciones no han tenido demasiada influencia en los paí-
ses en desarrollo. En general estas experiencias se concen-
tran también en los países centrales y, en muchas ocasiones,
en combinación con sistemas convencionales como los de
balance neto. Muchos de estos proyectos son impulsados e
interpretados como formas que permitan avanzar a un pro-
ceso de transición energética justa, orientada a promover
un nuevo sistema energético más democrático e inclusivo.
En la experiencia de Armstrong se pueden encontrar
algunos elementos en común con esta clase de modelos
alternativos, aunque con algunas particularidades signifi-
cativas. Las experiencias cooperativas o comunitarias que
suele imponerse en los países centrales se focalizan en siste-
mas de generación de propiedad compartida entre vecinos.
Los parques fotovoltaicos o eólicos que surgen de este tipo
de experiencias son un actor más del sistema eléctrico y
compiten con el resto, bajo las reglas de juego de merca-
do establecidas.
El proyecto PRIER, en cambio, surge en un contexto
diferente donde la cooperativa es la distribuidora de energía
que se convierte al mismo tiempo en generadora. De este
modo, no hay tensiones entre generadores y empresa de
distribución eléctrica, que además es de propiedad de los
mismos usuarios del sistema. De este modo, surge como
una oportunidad para recuperar la experiencia acumulada
de las cooperativas de servicios públicos en las ciudades del
interior del país, en lugar de intentar adaptar modelos desa-
rrollados en el marco de otros contextos socio-históricos.
Para pensar los problemas y desafíos que enfrentan este
tipo de sistemas resulta valioso el aporte de los estudios
sobre transiciones a la sustentabilidad. Sobre todo el de la

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 275

perspectiva multinivel, y los estudios de las condiciones de


nicho. En general, los trabajos llevados adelante desde esta
perspectiva identifican como nichos sustentables a los espa-
cios de investigación y desarrollo (laboratorios, universida-
des, instancias experimentales), sobre todo porque cumplen
con la premisa de ser espacios protegidos en los que las
reglas de juego son diferentes (rentabilidad, eficiencia, per-
formance). En este sentido, el caso de Armstrong no es muy
diferente porque se desarrolló en el marco de un proyecto
de investigación. Sin embargo, el desafío actual de la expe-
riencia es consolidar el proceso de adecuación socio-técnica
para garantizar la continuidad y escalamiento del proyec-
to, y evitar que quede reducido a una simple experiencia
demostrativa o testimonial. En este sentido, las ciudades
que cuentan con distribución eléctrica basada en coopera-
tivas pueden ofrecer condiciones de nicho en la medida en
que este tipo de empresas no tienen como principal objetivo
la generación de ganancia, sino garantizar el servicio a sus
usuarios que además son socios de las mismas.
Finalmente, la transición energética justa debe respon-
der a un cambio integral del sistema socio-técnico vigente.
Esto implica, no solo cambiar la matriz de generación de
energía, también se deben revisar los marcos normativos,
las prácticas de consumo y las racionalidades económicas
vigentes. El desarrollo de múltiples nichos de GDER basa-
dos en modelos cooperativos puede ser un primer paso
en ese sentido.

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Del reemplazo tecnológico
al desplazamiento de fronteras1

Las alternativas a los agroquímicos


en Argentina, Brasil y Francia

FRÉDÉRIC GOULET, ALEXIS AULAGNIER Y MATTHIEU HUBERT

Introducción

Uno de los retos que plantea la reducción del uso de ciertas


tecnologías es el de las alternativas disponibles. De hecho, es
fundamental que los usuarios afectados por esta reducción
dispongan de soluciones que compensen la ausencia, real o
prevista, de ciertas tecnologías. Unas de las nociones que
vienen a la mente espontáneamente para analizar este tipo
de fenómeno son las de sustitución o de reemplazo. Dan
cuenta de la introducción de una tecnología que permite
cumplir las funciones de la tecnología utilizada hasta enton-
ces (Goulet y Vinck 2013). La sustitución (Gomart 2002;
Nouguez 2017) y el reemplazo (Cinçon 2010) han sido
estudiado como fenómenos sociológicos. Algunos trabajos,
como los relativos a las transiciones sociotécnicas (Geels y
Schot 2007) o a las promesas tecnocientíficas (Joly 2013),
también se han focalizado sobre estos tipos de fenómenos.

1 Este texto fue escrito para el libro Faire sans, faire avec moins. L'innovation face
aux nouveaux défis contemporains (por publicarse), coordinado por Frédéric
Goulet y Dominique Vinck que han dado su autorización para su publica-
ción en castellano. La investigación que permitió esta publicación forma
parte del proyecto Institucionalización de las agroecologías (IDAE), finan-
ciado por la Agencia de investigación francesa (ANR) con el número ANR-
15-CE21-0006-01.

teseopress.com 279
280 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Se ha mostrado que la idea misma de sustitución es objeto


de debate entre los actores implicados en la búsqueda de
alternativas tecnológicas y que puede ser percibida como
una solución simplista a la cual se debería preferir una
visión más sistémica (Aulagnier y Goulet 2017).
En este capítulo proponemos profundizar la compren-
sión de estos fenómenos a través del estudio de las políticas
públicas que apuntan a facilitar el surgimiento de tecno-
logías alternativas a los agroquímicos, alternativas que a
menudo se definen con el término de control biológico
(ver Recuadro 1). El argumento que avanzamos es que la
idea de sustitución no permite dar cuenta de la diversidad
y complejidad de las operaciones realizadas en el marco
de las políticas destinadas a fomentar la aparición de esas
tecnologías. El estudio de varios casos nacionales –Argen-
tina, Brasil, Francia– nos llevará a matizar la figura domi-
nante de la sustitución, centrándonos en las actividades
que desplazan los límites dentro de los cuales se definen
las tecnologías consideradas legítimas por la acción públi-
ca. Nos interesa dar cuenta del trabajo de definición de
estas fronteras (Gieryn 1983), es decir, las actividades de
categorización (Bowker y Star 1999) que llevan a cabo los
actores encargados de definir las tecnologías a promover
y eliminar. La literatura sobre actividades de categoriza-
ción nos invita a considerar la dualidad inherente a este
trabajo de producción de fronteras, entre la descalificación
y la calificación positiva (Conein 2001), y entre distincio-
nes y reagrupamientos (Quéré 1994). Categorizar no solo
significa establecer límites dentro de los cuales se estable-
cen criterios de equivalencia y estabilidad, sino también
introducir diferenciaciones y demarcaciones: estar en una
categoría significa no estar en otra (Bowker y Leigh Star
1999). La hipótesis que exploramos aquí es, por lo tanto,
que la manera de definir, clasificar y calificar las tecnologías
alternativas a los agroquímicos revela configuraciones más
complejas y sutiles que la perspectiva binaria del reemplazo

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 281

(o de la sustitución). Al hacerlo, proponemos un análisis


de los desplazamientos de las fronteras de las categorías que
definen las tecnologías alternativas.
Este capítulo se organiza de la siguiente manera: en
la primera parte, expondremos las razones del interés que
han mostrado recientemente Argentina, Brasil y Francia
por los productos de control biológico en la agricultura;
en la segunda parte, nos focalizaremos sobre los diversos
registros e intensidades de problematización de los agro-
químicos en los tres países; esto nos llevará, en una tercera
parte, a analizar cómo estas diferentes problematizaciones
se han traducido en políticas públicas basadas en categorías
con límites contrastadas.

Una efervescencia en torno a las tecnologías


alternativas a los agroquímicos

En Argentina, Brasil y Francia, ha surgido durante los últi-


mos diez años un gran interés de los Estados por las tecno-
logías alternativas a los agroquímicos. Así pues, el apoyo a
los métodos no químicos de protección fitosanitaria ha sido
objeto de diversas iniciativas.
En Francia, en 2011 el Primer Ministro solicita un
informe sobre el desarrollo de soluciones de control bio-
lógico, conocido localmente como “biocontrol”. El objeti-
vo de este informe es “elaborar un inventario preciso del
grado de utilización de los agentes de control biológico en
cada sector agrícola”, “identificar los factores que limitan
la utilización y el desarrollo de estos métodos y medios
de control” y “definir los medios y palancas económicos,
financieros y logísticos que parecen necesarios para per-
mitir este desarrollo”. El presente informe, titulado “Bio-
control para la protección de los cultivos. 15 recomen-
daciones para apoyar las tecnologías verdes” (Herth 2011)
tiene por objeto fomentar el desarrollo y la difusión de

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282 • Naturaleza y conocimientos en tensión

tecnologías alternativas a los agroquímicos. Tras su publi-


cación, el Ministerio de Agricultura ofrece una hoja de ruta
para alentar a los agricultores a utilizar el biocontrol, pro-
mover la innovación en este ámbito y fomentar la comer-
cialización de los productos en cuestión. Después de esa
publicación viene la firma de un acuerdo marco entre el
Ministerio y 21 protagonistas de la industria y del mun-
do agrícola. Las organizaciones de desarrollo agrícola, los
institutos de investigación y las asociaciones de fabrican-
tes de agroquímicos o de métodos de biocontrol se juntan
para facilitar el desarrollo y la difusión de alternativas a los
agroquímicos. En consonancia con esas iniciativas, en 2016
se pone en marcha un consorcio de biocontrol que une a la
industria y a los institutos de investigación con la ambición
de desarrollar esas nuevas soluciones.
En Argentina, los primeros pasos a favor de los insu-
mos de origen biológico también comenzaron a princi-
pios de 2010, liderados por el Instituto Interamericano de
Cooperación para la Agricultura (IICA)2. El gobierno argen-
tino lanza diversas iniciativas para promover los bioinsu-
mos –volveremos a continuación sobre la construcción de
esta categoría, que incluye los productos de control bioló-
gico y los biofertilizantes– con un comité asesor dentro del
Ministerio de agricultura como base organizativa (Goulet y
Hubert 2020). Este comité reúne a los principales protago-
nistas públicos y privados y formula recomendaciones con
el fin de fomentar el desarrollo de estos productos. En Bra-
sil se creó más recientemente, en 2019, un grupo de trabajo
en el Ministerio de Agricultura para preparar la creación,
en 2020, de un programa nacional de bioinsumos.
En los tres países, las palancas activadas por las políti-
cas son más o menos las mismas: poner en marcha o refor-
zar los programas de investigación; intensificar los vínculos

2 El IICA es un organismo de la Organización de los Estados Americanos


(OEA) cuya misión es promover la cooperación entre sus Estados miembros
en el ámbito de la agricultura.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 283

entre los laboratorios públicos y las empresas privadas;


modificar los marcos reglamentarios para la aprobación de
los insumos agropecuarios (diseñados, hasta entonces, para
los insumos químicos); concientizar a los productores sobre
el uso de estas tecnologías. Paralelamente a estas iniciativas
políticas, ocurre también una efervescencia industrial que
se traduce, durante la década del 2010, por una dinámi-
ca mundial de inversiones de grandes empresas agroquí-
micas en el campo de los insumos biológicos. En Francia,
las empresas productoras de productos de biocontrol están
siendo compradas por grandes grupos industriales: Goëmar
es adquirida por la empresa japonesa Arysta LifeScience,
Agrauxine es comprada por el fabricante francés de leva-
dura Lesaffre. En Estados Unidos, BASF adquiere Becker
Underwood, pionera en la producción de microorganismos
de control biológico, por mil millones de euros, y Bayer
compra la empresa californiana Agraquest, especializada en
soluciones bacterianas. Este entusiasmo de los actores eco-
nómicos por los métodos alternativos a los agroquímicos,
que también se observa en Sudamérica, se refleja en el creci-
miento de la asociación de productores de estas tecnologías,
la Asociación Internacional de Fabricantes de Biocontrol
(IBMA). A esta asociación, creada a mediados de los años
noventa y cuyos miembros eran principalmente PYMES,
se han unido a partir de 2010 las grandes empresas agro-
químicas3. En el plano internacional, el IBMA es miembro
de la alianza internacional BioProtection Global, creada en
2014 y reúne a otras asociaciones internacionales, así como

3 El caso brasileño es una buena ilustración de esta recomposición. A finales


de 2019, se creó CropLife Brasil como resultado de la fusión de ABCBio
(Asociación Brasileña de Empresas de Control Orgánico) con la Associação
Nacional de Defesa Vegetal (ANDEF), la principal agrupación de empresas
productoras de productos agroquímicos en Brasil. CropLife también inclu-
ye organizaciones que representan a la industria de la biotecnología
agrícola.

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284 • Naturaleza y conocimientos en tensión

a asociaciones nacionales de las industrias de biocontrol


como la asociación brasileña (ABC Bio) o la asociación
argentina (CABIO).

Recuadro 1. Principales métodos de control biológico

Se pueden distinguir cuatro tipos principales de agentes de control bio-


lógico:
*Los macroorganismos auxiliares son invertebrados, insectos, ácaros o
nematodos utilizados de manera razonada para proteger los cultivos con-
tra los ataques de los bio-agresores.
*Los microorganismos son hongos, bacterias y virus que se utilizan para
proteger los cultivos contra las plagas y enfermedades o para estimular
la vitalidad de las plantas.
*Los mediadores químicos incluyen feromonas y kairomonas de insectos.
Se utilizan para vigilar los vuelos de insectos devastadores y controlar
las poblaciones de insectos mediante la confusión sexual y la colocación
de trampas.
*Las sustancias naturales utilizadas como productos de biocontrol están
compuestas por sustancias presentes en el medio ambiente natural y pue-
den ser de origen vegetal, animal o mineral.

Diversas problematizaciones del uso


de los agroquímicos

Si bien existe un entusiasmo político y económico por los


métodos de control biológico en los tres países, no es en
respuesta a los mismos desafíos que estas tecnologías han
ganado visibilidad.

El biocontrol al rescate del plan Ecophyto en Francia


En Francia, el interés de la acción pública en materia de
productos de biocontrol está vinculado a las políticas que,
desde finales de la década del 2000, tratan de reducir el
consumo de agroquímicos por los agricultores franceses.
La problematización política de esos productos químicos se

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 285

aproxima, en el contexto francés, al paradigma de las “polí-


ticas de riesgo” (Borraz 2008). En ese paradigma, por un
lado, los agroquímicos son considerados como peligrosos y,
por lo tanto, están sujetos a un uso controlado (Chateauray-
naud y Torny 1999). Por otro lado, los peligros asociados a
su uso se vuelven calculables y aceptables en el marco de un
sistema de registro y autorización de comercialización. En
Francia, este proceso ha estado históricamente sujeto a un
monopolio del Ministerio de Agricultura ( Jas 2007).
A partir de principios de los años ‘90, este tipo de
regulación es cuestionada. Se pueden identificar dos frentes
de crítica. Por una parte, la presencia de agroquímicos en
el agua, que se observa a raíz de la controversia relacionada
con los nitratos, se convierte en un motivo de preocupación
en le década del 1990. El Comité de Orientación para Prác-
ticas respetuosas del medio ambiente (el CORPEN, por su
acrónimo en francés), creado en 1984, se interesa más espe-
cíficamente en los agroquímicos a partir de 1992. Involucra
a muchos actores en una reflexión sobre los usos agríco-
las y el comportamiento de los agroquímicos en el medio
ambiente. Aunque el ámbito de actuación de este organis-
mo sigue siendo limitado, marca un cuestionamiento del
monopolio del Ministerio de Agricultura sobre el gobierno
de las prácticas agrícolas y el control de los agroquímicos.
Por otra parte, la seguridad de los agroquímicos para los
trabajadores agrícolas expuestos a ellos es cuestionada por
los científicos o las asociaciones de víctimas, que señalan los
defectos del sistema de registro de los agroquímicos (Jouzel
y Dedieu 2013). En los últimos años se ha abierto final-
mente el abanico de los temas de problematización, con el
problema de la mortalidad de las abejas y, más ampliamente,
el colapso de las poblaciones de insectos y de la biodiver-
sidad en torno a las zonas cultivadas. Así pues, la década
del 2000 revela una contestación polifacética de la regula-
ción de los agroquímicos y un debilitamiento progresivo del
monopolio del Ministerio de Agricultura. En este contexto,

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286 • Naturaleza y conocimientos en tensión

en 2008 se puso en marcha el plan Ecophyto, cuyo objetivo


era reducir en un 50% el consumo de agroquímicos en la
agricultura francesa.
El diseño y lanzamiento de este plan marca un impor-
tante punto de inflexión en la definición del problema
público (Gusfield 2009) de los agroquímicos, como un pro-
blema de prácticas agrícolas. Ya no se trata de controlar
su uso mediante un conjunto de medidas de gestión de
riesgos, sino de comprometer a los agricultores en una tra-
yectoria de reducción del uso de esas sustancias mediante la
transformación de sus prácticas. Esta definición particular
del problema se plasma especialmente en los indicadores
incluidos en este plan (Aulagnier y Goulet 2017). En el mar-
co de esta política se han puesto en marcha varios instru-
mentos que movilizan los modos de acción y los agentes
del desarrollo agrícola (capacitación, vigilancia de las tie-
rras, creación de grupos de desarrollo). Sin embargo, pronto
se hace evidente que estos diversos instrumentos no están
dando fruto: de un año a otro, el consumo de agroquímicos
sigue aumentando. Además, el plan se convierte en una are-
na de conflictos: la participación de actores como el Minis-
terio de Medio Ambiente o las asociaciones ambientalistas
en la gestión de las prácticas agrícolas despierta el enojo de
las organizaciones agrícolas profesionales.
En este contexto de fracaso, el control biológico surge
como una solución conveniente, permitiendo la coopera-
ción de actores con intereses opuestos. Los representantes
del campo consideran que el plan Ecophyto es coercitivo,
y la reducción de los agroquímicos deja la amenaza de una
disminución de los rendimientos y de sus ingresos. El desa-
rrollo de alternativas a los agroquímicos les ofrece la pro-
mesa de una solución tecnológica concreta. Los fabricantes
y distribuidores de agroquímicos consideran que la promo-
ción de estos métodos es una oportunidad para desarrollar
un nuevo segmento comercial, mientras que el objetivo de
reducción hace temer una caída de las ventas de insumos
químicos. Por último, para los servicios del Ministerio de

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 287

Agricultura, la promoción de estos métodos brinda la opor-


tunidad de hacer una declaración positiva sobre el tema de
los agroquímicos: ya no se trata sólo de imponer y obligar
a los agricultores, sino de poner a su disposición solucio-
nes. El apoyo público a las técnicas de control biológico
forma parte, pues, de un plan para reducir el consumo de
agroquímicos; fomenta las tecnologías que evitan desafiar
radicalmente los intereses de los actores existentes.

Una problematización difusa de los agroquímicos


en Argentina y Brasil
En Argentina y Brasil, países cuyo perfil agrario y relación
con las tecnologías agrícolas convergen, la situación es dife-
rente del caso francés, y relativamente similar entre sí. En
los últimos treinta años, ambos países han conocido un
auge de la agricultura industrial de productos básicos como
la soja para el mercado de exportación, lo que se conoce
localmente como agronegocio. Las técnicas de producción
utilizadas son intensivas en insumos químicos, en particular
los herbicidas a base de glifosato, debido al uso de técnicas
de siembra directa y de variedades transgénicas resisten-
tes a esta molécula (Goulet y Hernández 2013). Las alertas
sobre los peligros de los agroquímicos ganaron visibilidad a
principios de la década del 2000, a medida que se expandie-
ron los monocultivos del agronegocio. El factor desencade-
nante, particularmente en la Argentina, es la movilización
de las poblaciones que viven junto a los campos cultivados
en los que se fumigan los agroquímicos por avión (Aranci-
bia 2013). Esas poblaciones denuncian las enfermedades y
malformaciones crónicas relacionadas con su exposición a
estos productos, y su causa encuentra un eco en los medios
de comunicación nacionales (Blois 2016). Las medidas de
buenas prácticas agrícolas para el uso de agroquímicos
son ciertamente alentadas por el Ministerio de Agricultu-
ra y por las organizaciones agrícolas profesionales, pero la
situación sigue siendo problemática en la actualidad.

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288 • Naturaleza y conocimientos en tensión

A diferencia de lo que ocurre en Francia, la cuestión


de la calidad del agua o de la inocuidad de los alimen-
tos ha seguido siendo durante mucho tiempo un problema
periférico, poco tenido en cuenta por los políticos o los
consumidores. Si bien países como Argentina y Brasil son
importantes productores de alimentos orgánicos, la gran
mayoría de esos productos se destinan a la exportación
a los Estados Unidos o a la Unión Europea, aunque los
dos gigantes sudamericanos experimentan recientemente
un importante crecimiento de su consumo interno. Ade-
más, son las reglamentaciones de esos países importadores,
cada vez más exigentes en cuanto a la limitación de los
residuos de agroquímicos, las que proporcionan un fuerte
incentivo para reducir el consumo de agroquímicos desde
la década de 2000, en particular en el sector de las frutas. Así
pues, la reducción de los agroquímicos se constituye en un
problema de comercio exterior para estos países agroexpor-
tadores, que adoptan medidas para mejorar sus prácticas y
encontrar alternativas.
Sin embargo, el panorama de las problematizaciones
que llevan a interesarse por las alternativas tecnológicas a
los agroquímicos está incompleto si no mencionamos a los
movimientos que defienden la agroecología y la agricultura
familiar (Sabourin et al. 2017). Desde las décadas de los
1970 y 1980, estos movimientos defienden un modelo agra-
rio basado en la producción en pequeña escala y localizada
y en el uso de insumos naturales producidos por los propios
agricultores. Defienden también sus derechos a desarrollar
sus propios fertilizantes orgánicos y productos de trata-
miento, no sólo para evitar el uso de productos perjudiciales
para los seres humanos y el medio ambiente natural, sino
también para evitar la dependencia de las empresas agro-
químicas y sus canales comerciales. En Argentina y Brasil, la
problematización de los agroquímicos adopta, por lo tanto,
diferentes formas que no se limitan a la cuestión de la salud
y el medio ambiente. Sin embargo, los diferentes segmentos

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 289

del mundo rural afectados se han unido en torno a las


recientes políticas a favor de los bioinsumos, con expec-
tativas contrastadas.
Para los partidarios de la agricultura industrial con-
vencional, las expectativas están en consonancia con las
estrategias e imaginarios que hicieron de la innovación tec-
nológica el pilar del auge agrícola de los años 1990. Después
de los insumos químicos y los organismos genéticamente
modificados, los bioinsumos constituyen la promesa tec-
nológica de nuevos desarrollos que podrían resolver los
problemas de productividad, en particular los relacionados
con la resistencia de ciertas enfermedades a los productos
químicos. Para los partidarios de la agricultura familiar en
pequeña escala y de las prácticas agroecológicas, el apoyo
a los bioinsumos se considera una forma de ayudar a los
pequeños productores mediante la promoción de la pro-
ducción y el consumo de insumos dentro de las explota-
ciones agrícolas. En términos más generales, forma parte
de una lucha por el reconocimiento de la pluralidad de las
prácticas agrícolas y por la transformación de la estructura
agraria. Por último, para los promotores de la agricultura
orgánica, el desarrollo de insumos orgánicos responde a la
necesidad de desarrollar su producción frente a la creciente
demanda nacional e internacional, cumpliendo al mismo
tiempo con las normas sanitarias.

Biocontrol y bioinsumos, categorías contrastadas

En Francia, las políticas de promoción del biocontrol están,


por lo tanto, vinculadas a un imperativo de reducción de los
agroquímicos. En Argentina como en Brasil, en cambio, las
políticas de apoyo a los bioinsumos responden a intereses
de sectores del mundo agrícola que dan menos importan-
cia a las cuestiones sanitarias y ambientales. Este contras-
te prefigura diferencias significativas en el alcance de las

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290 • Naturaleza y conocimientos en tensión

categorías de acción pública elegidas para designar tecno-


logías legítimas para asegurar la sanidad vegetal (Dubois
1999). Mientras que en Francia predomina una lógica de
sustitución, en la Argentina y el Brasil prevalece más bien
la de coexistencia.

El biocontrol, una categoría estrecha para demarcarse


de los agroquímicos
En Francia se generalizó inicialmente una definición prag-
mática del control biológico. Según el informe de Herth,
la denominación “biocontrol” corresponde a un conjunto
de cuatro familias de productos (véase el recuadro 1). Esta
definición, que es coherente con el catálogo de las empre-
sas miembros de la IBMA, opera una clara demarcación
entre los insumos químicos y biológicos: por biocontrol
se entiende todos los productos fitosanitarios que no son
químicos y que están disponibles en Francia. La diferencia
entre los agroquímicos y las soluciones de biocontrol puede
parecer obvia a primera vista. Sin embargo, una definición
más precisa del biocontrol es necesaria porque los regla-
mentos franceses y europeos sobre agroquímicos definen
una sustancia activa como cualquier entidad que tenga una
acción sobre la salud de las plantas. Por lo tanto, la naturale-
za de la sustancia, ya sea una bacteria, un producto químico
sintético, una planta o un extracto mineral, es irrelevante.
Lo que se evalúa es la capacidad de la sustancia, sea cual sea,
para proteger la planta. Un extracto de cáscara de limón, si
se comercializa como producto fitosanitario, se somete así
a la reglamentación europea utilizando las mismas pruebas
que la molécula sintética más compleja.
Por lo tanto, en estos reglamentos, los productos
de biocontrol son considerados como agroquímicos. Sin
embargo, una regulación que tome en cuenta la especi-
ficidad de los productos de biocontrol es necesaria para
ser objeto de medidas de incentivo en Francia (extracción
de cuentas de consumo de agroquímicos, exención de la

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 291

prohibición de la publicidad comercial o de la necesidad


de aprobación para su manipulación o comercialización,
etc.). Este trabajo de identificación y calificación de los
productos de control biológico es la responsabilidad de un
departamento del Ministerio de Agricultura: la Oficina de
Insumos y Control Biológico. Sus miembros se encargan
de registrar los productos de biocontrol en una lista positi-
va. Son ellos quienes identifican, entre todos los productos
fitosanitarios autorizados, los que deben ser considerados
como biocontrol. Observando las decisiones hechas por
estos funcionarios, se pueden distinguir dos etapas en el
proceso de reemplazo.
En una primera etapa, la Oficina de Insumos y Control
Biológico del Ministerio decidió excluir del ámbito del bio-
control todos los productos clasificados como CMR (Can-
cerígeno, Mutágenos o tóxicos para la Reproducción). Aun-
que los productos de biocontrol no son productos sinté-
ticos, no son inofensivos. Como dijo un ex presidente del
IBMA en una entrevista, “la cicuta o el arsénico no son bue-
nos para la salud, pero son naturales! Así que no debemos
creer que un producto es bueno para el medio ambiente
porque es de origen natural”. El Ministerio de Agricultura
decidió entonces excluir del ámbito de aplicación del bio-
control, consciente del carácter restrictivo de esta decisión,
todos los productos que presenten algún peligro: productos
cancerígenos, mutagénicos, tóxicos para la reproducción e
incluso productos que presenten toxicidad para los orga-
nismos acuáticos. Lo que se desprende de esta decisión de
los servicios del Ministerio es que el problema de los agro-
químicos no es tanto su naturaleza como sus impactos en
el medio ambiente y la salud. La creación de una categoría
sustitutiva de los agroquímicos significa entonces reunir
productos que son útiles para la protección de los culti-
vos, pero inofensivos para los seres humanos y el medio
ambiente natural.

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292 • Naturaleza y conocimientos en tensión

En una segunda etapa, la Oficina de Insumos y Control


Biológico del Ministerio decidió excluir también los esti-
muladores de defensa de las plantas del perímetro del bio-
control. También conocidos como bioestimulantes, estos
productos tienen como objetivo reforzar la resistencia y la
vitalidad de las plantas, pero no atacan directamente las pla-
gas o enfermedades de los cultivos. Potencialmente ayudan
a la planta a ser más resistente, pero activando los meca-
nismos internos, sin tener una acción fitosanitaria. Estos
productos se comercializan generalmente como fertilizan-
tes. Esta regulación es más flexible y menos costosa que la
de los productos con acción fitosanitaria. Los servicios del
Ministerio, apoyados en esta decisión por los industriales
y la IBMA, decidieron no reconocer estos productos como
pertenecientes al biocontrol. Decidieron que sólo los pro-
ductos con una autorización de comercialización fitosani-
taria serán reconocidos como soluciones de biocontrol.
Esta serie de decisiones tomadas por el Ministerio de
Agricultura muestra que el enfoque elegido es construir una
categoría de productos capaces de sustituir a los agroquí-
micos. Este trabajo requiere dos operaciones distintas: la
identificación clara de las características incriminadas de
las tecnologías que se desea desplazar, y la identificación
de las propiedades que deben mantenerse en los produc-
tos de sustitución. Al elaborar una lista de productos que
se diferencian estrictamente de los agroquímicos pero que
deben cumplir funciones idénticas, la Oficina de Insumos
y Control Biológico del Ministerio lleva a cabo una doble
tarea de distanciamiento y mantenimiento de determinadas
características de los agroquímicos. La operación de susti-
tución forma parte, pues, de una lógica que tiene por objeto
mantener los límites de la categoría inicial o, al menos, cal-
car sobre esos límites las fronteras de la nueva categoría.
El desplazamiento consiste entonces en introducir nuevos
productos en la nueva categoría y en excluir los productos
que presentan las características discriminadas.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 293

Los bioinsumos, categoría extensa


y complementariedad con los agroquímicos
La categoría de bioinsumos que se aplica en Argentina y
Brasil es más abierta y menos discriminatoria que la de bio-
control en Francia. Como acabamos de ver, esta última ha
sido construida con el claro objetivo de excluir ciertas pro-
piedades de los insumos químicos. En cambio, la categoría
de bioinsumos se ha configurado para incluir los fertilizan-
tes biológicos (que no tienen equivalentes funcionales en los
agroquímicos) y mantener una estrecha conexión con los
actores del modelo agroindustrial.
Los límites de la categoría de los bioinsumos están
posicionados, como mencionamos, para reunir dos grandes
familias de tecnologías –el control biológico y los bioferti-
lizantes– y, al hacerlo, para reunir una cierta masa crítica
de entidades y actores que van desde la producción agrí-
cola hasta los científicos y las empresas. Contrariamente
a la categoría de biocontrol elegida en Francia, permite
incluir los biofertilizantes, que tienen una gran importancia
económica en Argentina y Brasil, en particular a través de
los bioinoculantes, que actualmente representan el 95% del
mercado de bioinsumos en Argentina por su uso en el agro-
negocio. Los bioinoculantes son soluciones bacterianas que
se agregan a las semillas para estimular la fijación del nitró-
geno por parte de las plantas, reduciendo así la necesidad
de fertilizantes nitrogenados. Si bien permiten reducir el
uso de fertilizantes químicos, siguen estando estrechamente
vinculados al modelo de agricultura industrial y a las inves-
tigaciones en biotecnología. Son las tecnologías emblemáti-
cas de la industria de los insumos agrícolas en ambos países
y son el resultado del trabajo de selección y mejora en los
laboratorios, lejos del ideal de autoproducción de insumos
orgánicos por parte de los productores. Su importancia a
la hora de la aparición del concepto de bioinsumos en la
Argentina, y más ampliamente del imaginario tecnológico
que lo sustenta, puede verse en un simple hecho: cuando

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294 • Naturaleza y conocimientos en tensión

se crea la CABUA en 2014, se lo hace bajo la cúpula de


la Comisión Nacional de Biotecnología, y su gestión está a
cargo de la Dirección Nacional de Biotecnología del Minis-
terio de Agricultura.
Así pues, el término bioinsumo contribuye a articular
retóricamente las visiones hasta ahora antagónicas dentro
de la agricultura: mientras el término insumo es un mar-
cador asociado a la producción agroindustrial, el prefijo
bio se refiere a una visión más “natural” –incluso agroe-
cológica– de la producción agrícola. En este sentido, la
noción de bioinsumos desempeña un papel articulador y
constituye, como en el caso del biocontrol en Francia, un
“objeto-frontera” (Star y Griesemer 1989) en torno al cual
se encuentran vinculados diversos actores antes reacios a
comunicarse. Más allá del término, los organismos que pro-
mueven los bioinsumos han buscado precisamente movili-
zar a protagonistas tan variados como representantes de la
agroindustria, la agricultura familiar o la agricultura orgá-
nica, a pesar de sus posiciones contrastadas, por decir lo
menos, en la cuestión del uso de agroquímicos. Mientras
que la agricultura orgánica y la agroecología construyen la
esencia de su identidad y las prácticas contra los agroquími-
cos, los defensores del agronegocio consideran que el bio-
control y los bioinsumos son una solución complementaria
a los insumos químicos, que podrían eventualmente reem-
plazarlos, pero sin ninguna ambición de expulsarlos a corto
plazo. En este sentido, en los ministerios de agricultura de
Brasil o Argentina se trata más bien de prever una coexis-
tencia entre las dos tecnologías, en el marco de transiciones
a largo plazo. Así pues, las entrevistas hechas con funciona-
rios se refieren sistemáticamente a la idea de rechazar un
“choque tecnológico”, o una posible lógica de reemplazo que
vería a los bioinsumos sustituir a los insumos químicos a
corto plazo. Justifican esa posición de precaución destacan-
do en particular los riesgos asociados a la producción y uti-
lización de bioinsumos: al igual que los insumos químicos,

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 295

es probable que los bioinsumos perturben los ecosistemas


y presenten riesgos de toxicidad, en particular cuando se
trata de microorganismos.
En Francia, se establecieron límites herméticos en
torno a la categoría de biocontrol, a fin de evitar los riesgos
asociados a los insumos químicos y favorecer los productos
que conservan funciones idénticas. Al contrario, el enfoque
sudamericano consiste en mantener una cierta compatibi-
lidad, considerando los riesgos y ventajas asociados a los
dos tipos de insumos (biológicos y químicos). Además, la
categoría de bioinsumos es el resultado de un cambio hacia
la agrupación de los productos de tratamiento y los fertili-
zantes bajo una misma bandera, teniendo en común que son
de origen biológico y no químico, aunque sean el resultado
de transformaciones biotecnológicas. Este enfoque basado
en la compatibilidad y la apertura de fronteras entre sec-
tores sociales distintos permite que la acción pública actúe
de acuerdo con un sector agroindustrial tan comprometido
con el uso de los insumos. También permite que la acción
pública actúe en armonía con las industrias de insumos que,
cabe recordar, tienden a formar un mismo sector, ya que las
empresas agroquímicas han invertido mucho en el control
biológico y los bioinoculantes.

Conclusión

En muchos campos tecnológicos (energía, salud, agricul-


tura), la transición a modos de desarrollo más sostenibles
suele considerarse desde el punto de vista de la sustitu-
ción o el reemplazo tecnológico. Dada la urgencia de cier-
tas cuestiones, el éxito de las transiciones dependería de la
capacidad de eliminar ciertas tecnologías problemáticas y
de disponer de alternativas lo antes posible. Hemos demos-
trado en este capítulo que estas operaciones adoptan la for-
ma de múltiples cambios en el ámbito de las tecnologías

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296 • Naturaleza y conocimientos en tensión

consideradas legítimas para desempeñar determinadas fun-


ciones. En lugar de adoptar un punto de vista dicotómico de
las tecnologías que se han de retirar versus las que se han de
promover, nuestra investigación invita a examinar la forma
en que la acción pública, en particular en interacción con
un mundo industrial en plena transformación, desplaza los
límites de las categorías consideradas legítimas para satis-
facer determinadas necesidades. Las fuentes de esta legi-
timidad están sujetas, por supuesto, a los debates que se
producen en las sociedades, a su relación con la ciencia y
la tecnología, o a su relación con la agricultura en el caso
que nos ha interesado aquí, con problemáticas contrasta-
das de los agroquímicos. En el caso francés, se elaboró una
categoría restringida con el fin de diferenciar claramente
estas sustancias de los agroquímicos y convertirlas en una
verdadera alternativa. En el caso de Sudamérica, se ha favo-
recido una forma más amplia de la categoría, con el fin de
promover la coexistencia de bioinsumos y agroquímicos y,
asimismo, proteger los intereses industriales.
El destino contrastado reservado a los conjuntos de
tecnologías que más a menudo se consideran antagónicas
nos invita, pues, a considerar la diversidad de las operacio-
nes de desplazamiento que acompañan a estos procesos, en
lugar de reducirlas a una “simple” operación de reemplazo.
Esta contribución nos invita a dar cuenta de los mecanis-
mos que acompañan el surgimiento de tecnologías alterna-
tivas, y a no dejar de lado el análisis de las formas de pro-
blematización que acompañan la contestación y el declive
de las tecnologías. La irrupción de soluciones presentadas
como alternativas no puede entenderse sin considerar la
historia de los sistemas sociotécnicos que pretenden trans-
formar. En un momento en que los desafíos que enfren-
tan las sociedades industriales despiertan por un lado el
temor al colapso y por otro lado las promesas tecnológi-
cas más grandilocuentes, el estudio de las condiciones de

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 297

surgimiento de las tecnologías alternativas nos invita a estar


atentos a las recomposiciones, a las continuidades, más que
a las rupturas claras e hipotéticas.

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Debate agroquímico-agrotóxico

Aportes desde el enfoque de construcción social


del riesgo

LUCIANA MOLTONI

Una aproximación al concepto de riesgo

A partir de la década del ‘70 surgieron con fuerza estudios


sobre percepción del riesgo. Una de las principales inquie-
tudes se centró en la interpretación de un cambio cultural
vinculado con la nueva conciencia de los peligros tecnoló-
gicos. Estos estudios fueron abordados desde diversas disci-
plinas y enfoques. Los objetivos que los originaron también
fueron dispares. Como destaca Spivak L’Hoste (2004, 10):

Si bien se trata de una categoría que atraviesa en un sentido


amplio diversas etapas en la historia de la humanidad, es fac-
tible establecer una serie de particularidades que hacen a su
conceptualización y relevancias en nuestros días.

Específicamente, el impulso a los estudios sobre per-


cepción del riesgo en la agenda de investigación estuvo
motivado principalmente por las controversias y movili-
zaciones sociales que surgieron en torno a la producción
de energía nuclear y las eventuales consecuencias sobre la
salud humana y el medio ambiente asociadas a esa opción
tecnológica.
Los esfuerzos realizados desde las distintas ciencias
sociales por abordar el riesgo deben contextualizarse en
un marco más general. En particular, debe ubicarse en un
contexto crítico de la temática ambiental a escala global,

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302 • Naturaleza y conocimientos en tensión

anclada fuertemente en los notorios incidentes tecnologi-


cos que ocurrieron por esos años que tuvieron serias conse-
cuencias ambientales. La bibliografía destaca, entre ellos, el
incendio de una planta química en Seveso (1976) y los acci-
dentes nucleares de Three Miles Island (1979) y Chrenobyl
(1986). Este último incidente, por ejemplo, afectó a más de
cinco millones de personas y parte importante de Europa
se encontró amenazada por la circulación de la radiación
(Ríos y Natenzon 2015).
Fue así que durante la década del ‘80 la preocupación
en torno al uso de tecnologías, el cuestionamiento a even-
tuales impactos y consecuencias derivó en la definición de
una problemática y la búsqueda, desde diversas disciplinas,
de conceptos que la expliquen y den respuesta a sus inte-
rrogantes. En este contexto se avanzó teórica y metodoló-
gicamente sobre la noción de riesgo.
Resulta interesante la tipología que rescata García
Acosta (2005) realizada por Thyes (1987). Este último autor
propuso una historización del riesgo en tres etapas. Actual-
mente se estaría transitando la tercera etapa que el autor
definió como de “riesgo insoportable”, en la que se

[…] incluye básicamente a los desastres asociados con riesgos


accidentales, entre los cuales los nucleares son considerados
como su clímax. […] En esta etapa aparece como central el
tema de la seguridad, con un desarrollo desigual en el que la
sensación de inseguridad sobrepasa la realidad de las amena-
zas, y se presenta como un asunto relacionado con el riesgo,
que se distingue claramente entre aceptable y no aceptable
(Thyes, 1987). (García Acosta 2005, 14).

El sociólogo alemán Niklas Luhmann es uno de los


teóricos que abordó la cuestión realizando un recorrido
histórico de la palabra “riesgo”. El autor destaca que si bien
siempre el ser humano se enfrentó a la incertidumbre del
futuro, no existía en la antigüedad la necesidad de acu-
ñar una palabra para lo que en la actualidad entendemos
como riesgo. La adivinación abarcaba cualquier cuestión

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 303

vinculada a las decisiones que tomaba el hombre, que se


justificaba con “el enojo de los dioses”. Solo el desobede-
cer generaba incertidumbre. Luhmann señala que “no será
sino hasta el largo período de transición que va desde la
Edad Media hasta los inicios de la modernidad cuando se
empezará a hablar de riesgo” (2006 s/p). Así, el origen del
uso de la palabra riesgo, e incluso la conciencia del riesgo,
pareciera surgir con la navegación marítima y los contextos
comerciales marítimos asociado a los seguros y los cálculos
de los posibles daños.
Luhmann, Douglas y Ulrich Beck son tres de los auto-
res centrales que discuten la cuestión del riesgo desde dife-
rentes enfoques. Si bien abordan el riesgo desde distintos
puntos de partida y se distancian en sus conclusiones, algu-
nos de sus planteos pueden complementarse para echar luz
sobre las tensiones que genera la cuestión del riesgo en
conflictos socioambientales. En particular centraremos el
análisis en aquellos conflictos vinculados con el uso de las
tecnologías de aplicación de agroquímicos/agrotóxicos.

Los estudios sobre riesgo: debilidades y aportes

Volviendo el foco hacia los abordajes teóricos sobre riesgo


es preciso destacar que estos muestran múltiples aristas.
Douglas los sintetiza, por sus puntos comunes, en tres apro-
ximaciones que, más allá de sus aportes interesantes, no
dejan de ser insuficientes para la autora (1996).
En primer lugar se encuentra el enfoque de la aproxi-
mación técnica. Este asume que

[…] el público se compone de individuos aislados indepen-


dientes que se comportan de forma natural como ingenieros.
Ellos quieren conocer los hechos, y estos hechos, una vez
presentados con claridad, les convencerán de la inocuidad o
riesgo de una propuesta (…) la comprensión acabará con el
miedo. (Douglas 1996, 47).

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304 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Esta aproximación, señala la autora, sobrevalora el cono-


cimiento al que supone un elemento externo y objetivo, capaz
de clarificar qué es y qué no es riesgoso. El riesgo vinculado con
algún hecho u objeto es una cuestión de información y conoci-
miento. Veremos más adelante que, en términos de Beck (2000)
y sus ideas en torno a las incertidumbres manufacturadas y la
trampa del riesgo, esto presenta una complejidad mayor.
En segundo lugar, la aproximación ecológica, que inicia
White (1952), pone el énfasis en la distinción entre riesgo y peli-
gro. El peligro es entendido como una variable independiente
y la respuesta de la gente a él como una variable dependiente.
La crítica fundamental a este enfoque es que las categorías liga-
das a la dimensión cultural no entran en el diseño del estudio.
De hecho, las unidades de análisis resultan ser meras coleccio-
nes de individuos en vez de muestras de sociedades. Tanto Beck
como Luhmann discuten en torno a estas dos categorías. Luh-
mann estructura la mayor parte de su análisis en torno a la dis-
tinción riesgo-peligro, así como también se dedica a la distin-
ción riesgo-seguridad.
Por último, Douglas (1996) señala la aproximación de la
ciencia cognitiva, que sienta sus bases en la teoría del compor-
tamiento racional. Se sustenta en desarrollos provenientes de
la economía basados en el individuo racional y la racionalidad
ilimitada, y se vincula en cierta forma con las definiciones ini-
ciales presentadas para la noción de riesgo1.
Douglas subraya que estas tres aproximaciones –la técnica,
la ecológica y la cognitiva- son “sofisticadas teóricamente, pero
ingenuas en el pensamiento social, [ya que] cada disciplina
transfirió solo una pequeña parte de sus métodos tradicionales
al nuevo campo” (1996, 47). Veremos luego cómo da forma a
un marco interpretativo distinto que se aleja de estas tres apro-
ximaciones.

1 Douglas señala que el concepto de riesgo surgió en Francia en el siglo XVII, en el


marco de la teoría de las probabilidades, un sistema axiomático derivado de la teo-
ríadejuegos(1996).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 305

Beck: el camino de la sociedad de clases a la sociedad


del riesgo

Un autor clave que ha teorizado en torno a la noción


de riesgo y sus implicancias en la sociedad moderna es el
sociólogo alemán Ulrich Beck. Su obra central “La sociedad
del riesgo” fue publicada en 1986. Allí propone que el riesgo
es propio de la sociedad moderna y constitutivo de ella. Su
tesis principal se basa en la existencia de una sociedad de
riesgo como impronta específica de la modernidad. Para
Beck, la crisis ambiental y los conflictos socioambientales
asociados con los principales hechos de desastres tecnoló-
gicos marcaron un quiebre entre la sociedad y el ambiente
(Ríos y Natenzon 2015). La noción de sociedad del riesgo
desplaza a la noción de sociedad de clases como marco
interpretativo. En ese sentido afirma que “la tierra se ha
convertido en una catapulta que no respeta las diferencias
entre ricos y pobres, blancos o negros, sur y norte, este y
oeste” (Beck 1998, 44).
Si bien el autor reconoce que hay riesgos específicos
de clase, postula que es el riesgo el factor que iguala. En
este sentido afirma que

La miseria es jerárquica, el smog es democrático. Con la


extensión de los riesgos de modernización se relativizan las
diferencias y los limites sociales […] sin embargo, los riesgos
despliegan dentro de su radio de acción y entre los afecta-
dos por ellos un efecto igualador. Ahí reside precisamente su
novedosa fuerza política. En este sentido las sociedades del
riesgo no son sociedades de clase; sus situaciones de peligro
no se pueden pensar como situaciones de clase, ni sus con-
flictos como conflictos de clase. (Beck 1998, 42).

Así, la noción de sociedad del riesgo estructura, explica


y jerarquiza a la sociedad moderna. Como señala “la socie-
dad del riesgo dispone de nuevas fuentes del conflicto y de
consenso. En lugar de la supresión de la carencia aparece la
supresión del riesgo” (Beck 1998, 53).

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306 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Ahora bien, hasta aquí planteamos la necesidad que


encuentra el autor por la indagación de un marco interpre-
tativo diferente para la sociedad moderna y el riesgo como
estructurarte de este enfoque. Sin embargo, ¿cómo define el
autor al riesgo? En un texto posterior Beck desarrolla ocho
puntos que considera claves para definir la noción de riesgo
y a la sociedad del riesgo (2000).
En primer lugar, Beck señala que los riesgos no
aluden a daños acontecidos y los define como una
virtualidad real que se ubica entre la destrucción y la
confianza/seguridad, amenazan con la destrucción. El
tema es entonces cómo se perciben esos riesgos, cómo
ante una situación una sociedad clasifica ese estado
entre seguridad y destrucción. El autor afirma que “es
la percepción cultural y la definición lo que constituye
el riesgo” (2000, 10). En segundo lugar, el concepto
de riesgo invierte la relación entre pasado, presente y
futuro. Se debate en torno a algo que no sucede pero
que podría ocurrir. En este sentido, no es el pasado
lo que estructura el presente sino las potenciales de lo
que puede ocurrir. Luego destaca que los riesgos no
son ni juicios de valor ni juicios basados en hechos,
sino ambas cosas al mismo tiempo. En cuarto lugar los
riesgos son una consecuencia no deseada de la sociedad
moderna, que la cuestionan y amenazan. Así, afirma
que “en el momento en el que la naturaleza se vuelve
industrializada y las tradiciones se vuelven opcionales,
afloran nuevas formas de incertidumbres” (2000, 14),
las cuales denomina incertidumbres manufacturadas. El
quinto punto que el autor destaca es que la existencia
de incertidumbres manufacturadas genera una “trampa
del riesgo”. Beck afirma que hay dos formas de actuar
ante las incertidumbres manufacturadas. Por un lado,
entender que solo el conocimiento certero deber forzar-
nos a actuar. En este sentido, la negación de los riesgos
hace que estos crezcan sin medida ni control. Por otro
lado, si se elige la estrategia opuesta y presupone que la

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 307

falta de conocimiento es la base de la acción contra los


riesgos, entonces se abren las compuertas del miedo y
todo se vuelve arriesgado. Así siempre se va a estar en
un escenario donde el riesgo se apodera de la situación,
de aquí la noción de trampa del riesgo. En sexto lugar
asegura que los riesgos son al mismo tiempo locales y
globales, lo cual lo lleva a plantear la definición de socie-
dad del riesgo global. Seguidamente, afirma que el riesgo
hace referencia tanto a lo real como a lo percibido y
construido socialmente. Por último, vincula el concepto
de riesgo con un mundo de condición híbrida en el cual
se ha perdido el dualismo entre naturaleza y cultura.
El trabajo de Beck ha sido centro de muchos elogios,
así como también de varias críticas. Tal vez la más impor-
tante es que más allá de la gran crítica que hace Beck al
objetivismo del análisis científico de riesgo, el autor no con-
sigue alejarse de la idea de la existencia material del riesgo.
En este sentido es que Scott define a la estructura de la
sociedad del riesgo de Beck como sociológicamente con-
vencional (2000). Según el mencionado autor en su enfoque
la conciencia de riesgo refleja el riesgo real, al igual que la
conciencia de clase refleja la inequidad real de clase.

Luhmann y la sociología del riesgo

Niklas Luhmann dedicó parte de sus estudios a aportar,


desde la sociología, a la conceptualización del riesgo. En
este sentido recorrió su abordaje en las diferentes disci-
plinas explicitando la variedad en que éste se expresa. A
modo de ejemplo mostró cómo en la economía el riesgo se
presentaba asociado al cálculo (acercándose así al enfoque
cognitivo que menciona Douglas), mientras en la psicolo-
gía -y más precisamente la psicología social- el supuesto
de que el individuo calcula los riesgos de las situaciones
no resultaba válido.

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308 • Naturaleza y conocimientos en tensión

A estos abordajes desde los diversos campos de la cien-


cia se le suman las ciencias sociales. Luhmann señala que
esta ciencia comienza a trabajar el tema del riesgo por la
incapacidad que muestran las otras disciplinas para dar res-
puesta a la cuestión. En sus términos:

Tanto los antropólogos culturales como los antropólogos


sociales, así como los politólogos, han señalado –indudable-
mente con razón- que la evaluación del riesgo y la disposición
a aceptarlo no es solo un problema psíquico sino, sobre todo,
un problema social. Uno se comporta según lo esperan los
grupos de referencia relevantes, o tal como uno ha sido socia-
lizado (sea de acuerdo a la opinión comúnmente aceptada o
contra ella) (1991, s/n).

El autor plantea la necesidad de cuestionar “quién o


cuál es la instancia que decide si un riesgo ha de tenerse en
cuenta o no (y en qué horizonte objetivo y temporal)” (Luh-
mann 1991, s/n). Luhmann afirma que a las discusiones
normales sobre el cálculo, percepción, evaluación y acepta-
ción de riesgos resulta imprescindible añadirle el problema
de la selección de riesgos; es decir, los procesos a partir
de los cuales determinados eventos son o no considera-
dos como tales, destacando el rol de los factores sociales
en dicho proceso, atendiendo a esa necesidad se incorpora
la sociología al estudio del riesgo. Luhmann afirma que la
disciplina podría aportar a una teoría de la selectividad de
todas las operaciones sociales, y en este sentido enfoca sus
esfuerzos. Es claro que desde su perspectiva ningún ele-
mento en sí mismo es riesgoso, “sino que se hacen tales
cuando los observamos desde la óptica del riesgo” (Galin-
do 2015, 152).
La obra de Luhmann es extensa y compleja. Aquí
interesa destacar muy sintéticamente que para el autor
el riesgo es un fenómeno de contingencia múltiple. Es
decir, ofrece distintas perspectivas a distintos observadores,
imposibilitando la existencia de un concepto único. Su aná-
lisis concluye en que no existe decisión sin riesgo y por lo

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 309

tanto “debe abandonarse la esperanza […] de que con más


investigación y con más conocimiento podríamos pasar del
riesgo a la seguridad. La experiencia práctica nos enseña
que ocurre más bien lo contrario: mientras más se sabe, más
se constituye una conciencia de riesgo” (1991, s/n).

Douglas y la construcción social del riesgo

La ya mencionada antropóloga británica Mary Douglas se


convirtió en un referente en los estudios de riesgo y su
conceptualización. Los trabajos de la autora destacan una
idea central: resulta imposible generar una definición única
de riesgo dado que “al ser el riesgo un producto conjunto
de conocimiento y aceptación, depende de la percepción
que de él se tenga. La percepción del riesgo es entonces
un proceso social y en sí misma una construcción cultural”
(García Acosta 2005, 15-16).
Una de las obras fundantes de Douglas en la temática
fue la escrita con el politólogo Wildavsky en 1983, titulada
“Risk and Culture: an essay on the selection of technological emvi-
ronmental dangers”. Los autores demuestran en esta obra,
usando la teoría de la cultura para hablar de política sin
reducir la objetividad, que el riesgo depende de la cultura
compartida, no de la psicología individual. En esa dirección,
se entiende que el riesgo tiene una base colectiva y que,
consecuentemente, hay que distanciarse de un análisis que
solo incluya aquello que cada individuo percibe para com-
prenderlo. En todo caso, el riesgo es producto del marco
social del que ese individuo forma parte.
Los argumentos centrales de Douglas se sintetizan
en dos puntos. En primer lugar el riesgo no está basado
en razones prácticas o en juicios empíricos. Son nociones
construidas culturalmente que enfatizan algunos aspectos
del peligro e ignoran otros. En segundo lugar el riesgo es
una construcción social que varía incluso según al grupo

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310 • Naturaleza y conocimientos en tensión

social en el cual se encuentren los actores en una comuni-


dad determinada, dado que ellos van a tener un sistema de
clasificación particular de esos riesgos (hechos).
Colocar el foco en su construcción social lleva a Dou-
glas a cuestionar la asociación del riesgo a la teoría econó-
mica del agente racional, en la cual dicho agente aparece
desculturalizado. En sus palabras:

La cultura parecería ser el principio codificador por el que se


reconocen los peligros. Las pautas culturales que constituyen
riesgos apropiados e inapropiados emergen como parte de
la asignación de responsabilidades y son fundamentales para
la vida social (…) Cuando se le pregunta por los riesgos que
afronta, un individuo tiene que responder partiendo de algu-
na norma culturalmente establecida de cautela debida (…)
Una comunidad utiliza su acumulada experiencia compartida
para determinar qué perdidas previsibles son las más proba-
bles, qué probables pérdidas serán más perjudiciales y qué
daños se pueden prevenir. Una comunidad implanta también
el modelo de actores del mundo y su escala de valores por
la que diferentes consecuencias son consideradas graves o
triviales. (Douglas 1996, 109-110)

Ahora bien, la clave para dar respuesta a este interro-


gante es el sistema de clasificaciones que tiene esa comunidad.
No es posible entender esa posición si no conocemos el
sistema de clasificaciones que permite ese resultado. Beck
habla de virtualidad real y se pregunta en este contexto qué
significarían en principio objetividad y subjetividad de los
riesgos, qué es racional y qué irracional si justamente se
trata de algo que aún no ocurrió. Sin embargo, a diferen-
cia de Beck, Douglas hace énfasis en la construcción social
dejando de lado el “realismo” que podría existir por detrás
de esos riesgos visualizado a través de sus impactos. Desde
la perspectiva de Douglas, y retomando las críticas a Beck
realizadas por Scott (2000), la conciencia de riesgo refleja

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 311

la propia percepción del riesgo; el concepto de “riesgo” es


en sí mismo hipotético o metafórico: no es una cosa, es
una forma de pensar.
Douglas pone en el centro de su análisis a la comuni-
dad. El riesgo es una construcción social no del individuo
sino de una comunidad, “de ahí que constituya, como tal,
una construcción social del riesgo que surge de acuerdo
con el tipo de sociedad de la que emana, de sus creencias y
visiones dominantes” (García Acosta 2005, 16). Así, enten-
der al riesgo como construcción social permite abandonar
la mirada individualista de las ciencias cognitivas y de la
economía (Foa Torres 2016), para estructurar el análisis en
torno a la comunidad en tanto construcción colectiva.
Ahora bien, de aquí se desprenden dos cuestiones que
trabajaremos a continuación y se vinculan con las tensiones
y conflictos que se generan en torno al uso de produc-
tos químicos en el agro argentino. En primer lugar ¿Cómo
operan los conceptos de selección de riesgos, en términos
de Luhmann, y clasificación, en términos de Douglas en
la lectura del conflicto sociambiental vinculado con el uso
de agroquímicos/agrotóxicos? Y en segundo lugar, ¿cómo
echa luz al análisis de estos conflictos la incorporación de
conceptos clave como comunidad y pertenencias desde la
lectura de Mary Douglas? Estas dos preguntas van a ser
nuestra guía para hacer una lectura del debate agroquími-
co/agrotóxico desde la perspectiva de la comunidad.

Conflictos y tensiones: agroquímicos/agrotóxicos


en el agro argentino

En 1962, la bióloga marina y conservacionista estadouni-


dense Rachel Carson publicó el libro “Primavera silenciosa”.
Esta obra, cuyo foco fue el Dicloro difenil tricloroetano, cono-
cido masivamente como DDT, es considerada como el ini-
cio del cuestionamiento al uso de pesticidas por su impacto

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312 • Naturaleza y conocimientos en tensión

sobre el ambiente y la salud humana. El libro generó una


preocupación por los efectos toxicológicos de los princi-
pios activos empleados en los pesticidas, forzando en cierto
modo a las compañías químicas a orientar sus investigacio-
nes hacia productos de “menor agresividad”. El trabajo de
Carson impactó tanto en la comunidad científica como en
movimientos ambientales de incipiente formación, ponien-
do en cuestión los alcances de las diferentes tecnologías y
los riesgos que estas implicaban. En este caso de un insec-
ticida utilizado de manera masiva en Estados Unidos hasta
que fue prohibido en ese país en la década del ‘70. Un insec-
ticida que incluso había tenido un rol central en la Segunda
Guerra Mundial donde su uso se masificó2.
El cuestionamiento al uso de estos insecticidas, que
había sido considerado exitoso por sus efectos contra las
plagas desde la década del ‘30 en los Estados Unidos, abrió
un debate que alcanzó la opinión pública a nivel mundial. El
eje del debate giró alrededor del impacto que podía generar
su uso en la producción de alimentos, extendiéndose su
espectro desde el ambiente hasta la propia salud humana.
El conjunto de estas discusiones estuvo atravesado por el
“riesgo” como categoría interpretativa.
El debate que abrió el uso del DDT y su posterior
prohibición tiene su correlato con el inicio de la llamada
Revolución Verde. Siguiendo a Gras y Hernández:

La Revolución Verde impulsó un giro fundamental a partir


de la mecanización de prácticas agrícolas y de la industria-
lización de la producción de semillas, abonos, herbicidas,
etc. Los encadenamientos “hacia atrás” de la agricultura –
esto es, hacia el laboratorio – dieron lugar a nuevas formas

2 El DDT era aplicado en ese momento directamente sobre el cuerpo de los


soldados (Gamboa Fuentes 2014). Su uso se hizo masivo para el control de
enfermedades como la malaria, así como también logró controlar el brote de
epidemia de tifo que se extendía en Italia. Incluso actualmente es un insecti-
cida ampliamente utilizado en los países de América Latina como parte de
las campañas contra el control de malaria (Torres-Sánchez y López-Carrillo
2007; Hernández, et al. 1986).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 313

de organización de la producción primaria y centralmente


determinaron la emergencia de un único y dominante espec-
tro de soluciones a los problemas de la producción agrí-
cola, controlado por un número cada vez más reducido de
empresas (2016, 3).

En la década del ‘70, la mecanización de las actividades


agropecuarias era un hecho. El uso de fertilizantes y abonos
se había masificado y el vínculo entre la producción de
semillas y el uso de productos químicos asociados a estos
desarrollos empezaba a emerger. Este fue el momento en
el cual se masificó el uso de productos químicos en el agro
a nivel global. La Argentina no fue una excepción: el uso
tanto de fertilizantes, insecticidas, herbicidas, fungicidas y
otros productos químicos comenzó a ocupar un lugar cen-
tral. Esta tendencia se agudizó aún más hacia mediados de
la década del ´90.
Ahora bien, para comprender lo sucedido durante estas
últimas décadas es necesario abordar las principales trans-
formaciones ocurridas en el proceso productivo agrícola,
derivadas de la adopción de diversas innovaciones. Se tra-
ta de transformaciones que comenzaron a gestarse desde
la década del ‘80 y que dieron como resultado dos hitos
asociados a innovaciones tecnológicas radicales ligadas a la
producción agrícola: la incorporación de la biotecnología a
nivel mundial y la siembra directa a nivel local.
La biotecnología moderna tiene sus inicios en la década
del ‘80. De ella derivan un conjunto de nuevas tecnolo-
gías y disciplinas que tienen como objetivo modificar los
atributos de los organismos vivos mediante la introducción
de material genético trabajado in vitro (transgénesis). Los
cultivos transgénicos son nuevas formas de vida creadas en
el laboratorio con una técnica que permite insertar genes
extraños de bacterias, plantas o animales a cultivos como
el maíz y la soja.

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314 • Naturaleza y conocimientos en tensión

A partir del año 1996 se produjo un cambio abrupto


con la incorporación del primer evento biotecnológico de
uso masivo: el ingreso al país de la soja transgénica resis-
tente al glifosato (soja RR). Se trata de una variedad de soja
lograda por medio de la transgénesis que puede ser tratada
con el herbicida glifosato sin alterar sus propiedades. Esta
modificación simplifica radicalmente el manejo del culti-
vo, ya que el control de malezas puede realizarse median-
te químicos como el glifosato que, consecuentemente, vio
incrementado su uso.
Al implementarse las primeras variedades de soja RR
se produjo la notable expansión del área bajo cultivo con
esta oleaginosa. Según Azcuy Ameghino y León (2005),
entre 1994 y 1998 la soja incorporó casi 2 millones de
hectáreas de cultivo, mientras que los vacunos descendie-
ron aproximadamente 5 millones de cabezas. En el período
1998–2002 la soja incrementó su superficie en 3 millones
de hectáreas, simultáneamente a la pérdida de una superfi-
cie similar por parte de otros cultivos. El planteo producti-
vo de rotación agricultura-ganadería o de producción mixta
se modificó (Gras y Hernández 2016) y posteriormente, con
la soja convertida en “monocultivo”, la propia diversifica-
ción de cultivos se vio afectada.
El segundo factor que generó un incremento en el uso
de glifosato en el sistema productivo agrícola, asociado a la
adopción de la soja RR y también al resto de los cultivos, es
la incorporación de la siembra directa entre los productores
argentinos. En 1990 la superficie en siembra directa era
solo de 92 mil hectáreas. Según los últimos datos dispo-
nibles para la campaña 2018/2019 la superficie trabajada
bajo siembra directa ascendió a 33 millones de hectáreas, lo
que representaba el 90% del total de la superficie agrícola
(AAPRESID 2020).
La innovación central de la práctica de la siembra
directa es que propone la no remoción del suelo. En térmi-
nos más técnicos “la siembra directa es parte de un sistema
integral de producción de granos que evolucionó hacia la

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 315

implantación del cultivo sin remoción de suelo y con una


cobertura permanente del suelo con residuos de cosecha”
(INTA 2011). Para una siembra convencional en la instancia
de barbecho se realizan varias labores de remoción del suelo
con la finalidad central de hacer un control de las male-
zas existentes y preparar el suelo para la siembra3. Con la
siembra directa esto ya no es necesario, dado que el control
de esas malezas pasa a ser químico, tomando un rol cen-
tral el glifosato. De esta forma, y como consecuencia de la
adopción masiva de esta técnica, la utilización de herbicidas
se incrementó ya que éstos son aplicados para el control
de malezas tanto en la instancia de barbecho como duran-
te el ciclo del cultivo. En 2012 la cantidad de herbicidas
involucrados en la instancia del barbecho representó el 22%
sobre el total de los herbicidas empleados en el país. Cier-
tos implementos agrícolas dedicados a la labranza del suelo
fueron reemplazados por el uso intensivo de las pulveriza-
doras sustituyendo casi por completo el control mecánico
de las malezas por el control químico.
En resumidas palabras, estos cambios acontecidos en
los últimos treinta años llevaron a la Argentina al incre-
mento de la superficie destinada a la agricultura a través
de la incorporación de áreas antes consideradas marginales,
a la incidencia directa del monocultivo de soja en siembra
directa, entre otras transformaciones que afectaron las acti-
vidades y la propia vida en el campo. Como consecuencia
de este proceso ha aumentado el uso de productos químicos
para el control de plagas, transformándose en eje central del
planteo productivo. Su empleo se ha visto incrementado a
lo largo de las últimas décadas 8,4 veces y, específicamente,
el rol de los herbicidas como el glifosato se ha destacado
por sobre el resto de los productos (CASAFE 2018). Así,

3 El período de barbecho es el que transcurre entre la cosecha de un cultivo y


la siembra del cultivo siguiente. Es una etapa importante ya que durante la
misma se almacenan recursos necesarios para el desarrollo del cultivo
posterior.

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316 • Naturaleza y conocimientos en tensión

el actual paradigma del sistema agroproductivo nacional


incluye dentro de sus pilares el uso de químicos entre los
cuales el herbicida conocido como glifosato cumple un rol
destacado.
Estos cambios han modificado tanto hábitos como
conductas de los pobladores rurales y, producto de esto,
se han generado diversas tensiones y conflictos vinculados
con los riesgos asociados a estas nuevas prácticas tecnoló-
gicas y su intensidad de uso. Entre ellas la que interesa a
este trabajo y que se sintetiza en dos categorías nativas y
en tensión, que refieren a los propios productos químicos
(entre ellos el glifosato) utilizados en la producción agraria:
agroquímico y agrotóxico.
Vimos que el incremento del cultivo de soja RR tuvo
como consecuencia tanto su extensión como tal en el país,
como el aumento del uso de glifosato. Ahora bien, la masivi-
dad de estas prácticas, y los eventuales efectos que provocan
en el ambiente y en la salud humana fueron también dis-
paradoras de conflictos. Las áreas geográficas donde estos
conflictos se hicieron más visibles fueron las zonas lindan-
tes a las poblaciones rurales, aunque veremos que su posi-
cionamiento en la agenda pública también convocó a otros
sectores de la sociedad. En estas zonas el riesgo comenzó a
atravesar la lectura y valoración de estas prácticas agrícolas,
específicamente del uso de glifosato. Un riesgo que puso
el eje en la toxicidad de sus efectos, y, haciendo pie en esa
propiedad, a identifcarlo como “agrotóxico”. Sin embargo,
se observa que esta identificación no involucran a todos
los actores de la misma forma, incluso dentro de las comu-
nidades más afectadas (por cercanía a los campos donde
se cultiva soja) es posible notar disparidades en la manera
de categorizar a estos elementos. Mirando esa disparidad
desde la perspectiva de Luhmann podríamos decir que la
selección de riesgos difiere y que, como enfatiza el autor,
no existe un riesgo único o una única definición de riesgo.
Visto esto mismo desde la perspectiva de Douglas, lo que

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 317

difiere, en cambio, no es la definición de riesgo sino cómo


determinada comunidad los clasifica. Volveremos más ade-
lante sobre este punto.
Retomando las cuestiones vinculadas con el surgimien-
to de las tensiones en torno a la soja transgénica y uso del
glifosato en Argentina, y si bien la discusión es amplia y
abarca diferentes aristas, el punto de quiebre que contri-
buyó a su visibilización estuvo dado por un hecho cen-
tral: la publicación realizada por el biólogo e investigador
de CONICET Andrés Carrasco y su equipo sobre diversas
malformaciones que presentaron anfibios y pollos al nacer
a causa de la exposición a glifosato. El trabajo se publicó en
primera instancia en un medio gráfico de difusión nacional,
para luego ser publicado en el ámbito académico:

En abril de 2009 el diario de Buenos Aires Página/12 publicó


el resultado de un estudio científico hecho en el Laborato-
rio de Embriología Molecular de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Buenos Aires el que hizo evidente que
el glifosato –principal herbicida utilizado para proteger la
siembra de semilla transgénicas- produce malformaciones en
embriones […] Andrés Carrasco, denunciaba que ´la ciencia
está urgida por grandes intereses económicos, y no por la
verdad y el bienestar de los pueblos´ (Aranda 2009a) (Aran-
cibia 2013, 309).

Las declaraciones en este medio gráfico hicieron que


la temática llegue a ámbitos incluso por fuera de lo rural
y se ponga en debate la problemática dentro de la agenda
pública4. Ahora bien, además de visibilizar el riesgo en la
salud derivado del uso del glifosato, el trabajo de Carrasco
y su equipo abrió una serie de interrogantes que derivaron
en diversos estudios sobre la cuestión del riesgo asociado
al uso de estos productos. A continuación se sintetizan de

4 Nos referimos específicamente al debate que se dio en el ámbito de los


medios gráficos en torno a las publicaciones de Andrés Carrasco. Dos notas
emblemáticas son Aranda (2009a) y (2009b).

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318 • Naturaleza y conocimientos en tensión

manera muy esquemática algunas de las principales deri-


vaciones tanto empíricas como teóricas que sucedieron a
estos artículos.
En primer lugar, el trabajo del grupo de investigación
puso en cuestión a la propia ciencia y a la independencia
de la producción científica5. Luego de la divulgación de los
resultados del trabajo de Carrasco y su equipo se comen-
zaron a cuestionar los resultados de todos los estudios de
toxicidad de estos productos. En particular varios autores
cuestionaron la independencia de los resultados, dado que
los datos sobre los herbicidas basados en glifosato utilizados
por los organismos reguladores internacionales responsa-
bles de clasificar su grado de toxicidad eran proporcionados
por el sector industrial (Arancibia 2013). En este sentido el
trabajo de Carrasco marcó un “punto de inflexión” en tanto
puso en cuestionó la forma hegemónica de hacer ciencia
y sus implicancias.
Volvamos la atención a algunos de los puntos traba-
jados en apartados anteriores. Este cuestionamiento a la
forma de hacer ciencia y su independencia dialoga con la
aproximación técnica sintetizada por Douglas en su clasi-
ficación, a la par que la invalida como enfoque. Desde esta
aproximación, el riesgo desaparece o aparece en la medida
que la información, como la que presenta esta investigación,
da elementos objetivos a los individuos para evaluar las
implicancias de cualquier nueva tecnología. Decíamos que
esta aproximación sobrevalora en cierta forma al conoci-
miento, al que concibe como un elemento externo y obje-
tivo. En esa línea la producción de conocimiento cientí-
fico sería resultado un proceso “objetivo” que permitiría

5 Dos trabajos centrales en este sentido son los de Varsavsky (1969) y Vessuri
(1993). Por su parte, el estudio de Arancibia (2013) resulta de interés para
profundizar en estos aspectos, dado que analiza las controversias sobre
cómo se construye agenda científica en los países periféricos y cómo esto se
vincula con las regulaciones de las innovaciones tecnológicas. Un trabajo
más general y clave para el análisis de la producción científica y el modelo
hegemónico se encuentra en Vara (2004).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 319

discernir sobre los riesgos intrínsecos de una tecnología.


Sin embargo, la publicación de Carrasco, al poner en evi-
dencia cómo la ciencia está atravesada por diversos intere-
ses, invalida que el conocimiento que deriva de ella pueda
pensarse en esa condición. Incluso si pensamos al riesgo
desde lo dispuesto por la ONU6, como una probabilidad
estadística, lo que se cuestiona aquí muy sintéticamente son
justamente los datos por medio de los cuales se computa
esa probabilidad estadística (que a priori sería objetiva) e
incluso el propio método estadístico implementado.
En segundo lugar, este trabajo puso en el centro de
la escena el papel de los medios de comunicación en la
construcción de sentido en torno a la disputa del glifosa-
to y la soja. Para profundizar en esta cuestión el trabajo
de Motta y Alasino (2013) es sumamente interesante, ya
que pone de relieve la dicotomía en la que se encuentra
embebida la discusión. Según las autoras esta dicotomía
(inocuo versus peligroso) se refleja también en los medios
de comunicación, ya que son estos los que construyen sen-
tido, no solo lo legitiman. Nuevamente, la construcción de
sentidos sobre la que se basan principalmente los medios
de comunicación se sostiene en la aproximación técnica,
sin poner en cuestión las fuentes de datos y los métodos
utilizados para su análisis.
En tercer lugar, la publicación en el diario Página/12
visibilizó otras formas de hacer ciencia o de analizar los
efectos que tienen los herbicidas como el glifosato sobre
la salud y el ambiente. Específicamente, surgieron diversos

6 La recomendación de las Naciones Unidas para evaluar la toxicidad de pro-


ductos químicos se sustenta en dos definiciones divergentes. Por un lado,
una definición centrada en propiedades probabilísticas, en la cual el riesgo
es un concepto estadístico y se define como frecuencia esperada de efectos
indeseados que nacen de la exposición a un contaminante, sin definir el gra-
do de daño. Y por otro lado, una segunda definición, aquella centrada en
propiedades de utilidad en la cual el riesgo se define como el producto de la
probabilidad por el daño, dejando de lado la cuestión de exposición al con-
taminante y poniendo en el centro de escena el daño que ocasiona (Camp-
bell 1980, en Douglas 1996).

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320 • Naturaleza y conocimientos en tensión

estudios de la mano de movimientos ambientales, desta-


cándose el movimiento “Paren de Fumigar”, que ofrece una
forma contra-hegemónica de analizar la situación vincula-
da a la epidemiología popular (Rulli 2009; Skill y Grinberg
2013). Nuevamente estos estudios cuestionan los datos y
métodos utilizados en los estudios epidemiológicos. Los
individuos no solo no cuentan con información perfecta
sino que las formas en las cuales la información disponible
se procesa no es válida, ni mucho menos “objetiva”.
Yendo a un plano más general, la discusión que abrió
el trabajo realizado por Carrasco y su equipo puso en evi-
dencia dos miradas diferenciadas y antagónicas del riesgo
asociado al uso del glifosato en particular y de todos los
productos químicos empleados en la actividad agrícola en
general. Dos miradas que, de hecho, se sintetizan en la dico-
tomía agroquímico-agrotóxico. La primera podría rotular-
se, retomando de cierta forma la clasificación de Douglas,
como técnica. Esta supone que el riesgo se vincula con el
uso de esta tecnología y que puede evitare, o reducirse,
a partir del acceso a la información y capacitación sobre
su uso correcto. En esa dirección, y tal como mencionaba
Douglas (1996) al caracterizar la aproximación técnica, el
conocimiento entendido como elemento objetivo y externo
se supone capaz de mediar en la clarificación de la precep-
ción. Desde esta mirada, la ausencia de información y, por
lo tanto en sus términos el “mal uso del producto” que pue-
de derivare de ello, definen una posición de riesgo mientras
que la información y capacitación podría acercarnos a la
seguridad y alejarnos de la virtualidad real que implica el
riesgo en términos de Beck. Así, el riesgo dejaría de exis-
tir convirtiéndose en seguridad simplemente con el buen
uso de estas tecnologías bajo los lineamientos de las buenas
prácticas agrícolas (Lantieri et al. 2009; MINAGRI 2013;
Skill y Grinberg 2013).
La crítica central que se hace a esta mirada, caracteriza-
da como productivista, es que no existe un cuestionamiento
sobre el riesgo de los productos empleados, más allá de la

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 321

técnica involucrada en su uso. Desde esta perspectiva crí-


tica el cuestionamiento es justamente el opuesto: el riesgo
está en el producto y no en las prácticas vinculadas a su
uso. Como mencionamos anteriormente, lo que se discute
principalmente es la validez de la evidencia empírica exis-
tente sobre el impacto que implica en el ambiente y la salud
humana el uso de estos productos, ya que la “objetividad”
de la propia producción de ese conocimiento es lo que está
siendo cuestionado.
Entre estos dos abordajes dicotómicos (inocuidad del
agroquímico bien utilizado vs. peligro del agrotóxico) vin-
culados al uso de estas tecnologías se produce lo que men-
cionamos en apartados anteriores y Beck denomina “la
trampa del riesgo”. Es decir, por un lado se argumenta que
el conocimiento está, existe y hasta el momento no hay
evidencia científica que pruebe que el uso de estas tec-
nologías pueda generar un perjuicio sobre el ambiente o
salud humana. Esto hace que por la propia reducción del
riesgo al mal uso de la tecnología, éste crezca sin medi-
da ni control. Por otro lado, al cuestionar el conocimiento
existente en relación con los impactos en el ambiente y en
la salud humana se asume la postura opuesta. Y tal como
afirma Beck, la falta de conocimiento abre las compuertas
del miedo y todo producto químico asociado a la actividad
rural se perciba como riesgoso. Esta trampa según el autor
hace que el riesgo se apodere de la situación, e incluso se
traslade a la academia obstruyendo la discusión y dejándola
en compartimiento estancos.
Por otra lado, en estos abordajes -que son mayoritarios
en el ámbito académico- el foco ha estado en los productos,
en las prácticas y sus efectos y por lo general no han hecho
foco en los sujetos, o más específicamente en las comuni-
dades. Su contrapartida desde lo discusivo se materializa,
nuevamente, en la discusión agroquímico/agrotóxico. Sin
embargo, es posible detectar diferencias entre lo que se
acepta como riesgoso o no por los propios sujetos que igual-
mente expuestos a los productos (porque son productores o

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322 • Naturaleza y conocimientos en tensión

profesionales y los manipulan, o porque son vecinos que se


localizan próximos a los cultivos en los cuales estos produc-
tos se usan) seleccionan estas tecnologías como peligrosas o
inocuas. Es decir, no todos los sujetos dentro de las comu-
nidades seleccionan y jerarquizan a los riesgos vinculados
con estas tecnologías de la misma forma. Y estas diferencias
no son abordadas por los estudios “productivistas” ni por
aquellos que ponen en cuestión y ubican al uso de estas
tecnologías como riesgoso.
Retomando lo trabajado por Luhmann, no existe un
concepto único de riesgo mientras existan miradas múlti-
ples sobre el mismo fenómeno. Y si profundizamos en esta
línea incluyendo en el análisis a Douglas comienza tener
un rol central la categoría “comunidad” para poder com-
prender cómo esos riesgos son clasificados. El foco en la
comunidad no invalida las discusiones teóricas previas, sino
que proponer una entrada analítica a los materiales de cam-
po desde otra perspectiva que puede dar respuesta a ciertos
interrogantes aún no resueltos. Concluyamos entonces pre-
sentando algunas pistas de la potencia heurística del enfo-
que de Mary Douglas para el abordaje del riesgo en este
conflicto socioambiental específico.

Reflexiones desde la construcción social del riesgo


a modo de conclusión

Retomando los trabajos realizados por la antropóloga Mary


Douglas, y sumando al estudio de los conflictos socioam-
bientales vinculados con el uso de químicos en la pro-
ducción agrícola una aproximación desde la construcción
social del riesgo, se puede aportar a desarmar analíticamen-
te el binomio agroquímico/agrotóxico. Esto implica abrir
el juego a categorías, como comunidad y pertenencia, para
contribuir con el análisis de la tensión que ese binomio
implica.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 323

Volvamos entonces a una de las preguntas formuladas


a lo largo de este trabajo: ¿Qué es lo que hace que una
comunidad se perciba más cerca de la destrucción que de
la seguridad? Y más aún, ¿Por qué lo que para algunos suje-
tos es riesgoso para otros no lo es? ¿Cómo se construye,
se piensa, se percibe en cada caso el riesgo? ¿Por qué hay
cuestiones que suelen ser resaltadas como riesgosas desde
una perspectiva e invisibilizadas como tales desde otras?
Para dar respuesta a estas preguntas es necesario volver
la atención al sistema de clasificación de esos riesgos y
cómo operan en lo que Douglas define como su acepta-
bilidad. Para comprender el riesgo de una comunidad hay
que comprender las bases de su codificación; es decir, cual
es el sistema de clasificación de esa comunidad o de los
distintos grupos sociales. La comunidad tiene un sistema
que es el que limita (incluye/excluye) a los grupos sociales.
Según Douglas (1996, 15): “Cada organización social está
dispuesta a aceptar o evitar determinados riesgos […] los
individuos están dispuestos a aceptar riesgos a partir de su
adhesión a una determinada forma de sociedad”.
Ahora bien, de manera muy sintética: ¿qué entendemos
por comunidad? Retomando a Brow (1990), se define
comunidad como “un sentido de pertenencia”, y se entien-
de como proceso de “comunalización” a cualquier pauta
de conducta que promueva esos sentidos de pertenencia
que delimitan a la comunidad. Siguiendo a Cohen (1986),
bajo el símbolo de “la comunidad” existen diferentes actores
sociales que asumen sus propios significados aunque todos
ellos expresen su adherencia o pertenencia a la comunidad.
La comunidad comprende y cobija las diferencias dentro
de sus fronteras.
Desde el enfoque de Douglas, el riesgo como tal no
es el eje central, sino que la clave consiste en comprender
cómo a través de él, entendido como un emergente, una
comunidad se proyecta hacia el futuro y adhiere a deter-
minada forma de sociedad. Esto permite comprender como
se piensa en términos de comunidad deseada. Douglas afirma

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324 • Naturaleza y conocimientos en tensión

que “en vez de preguntar qué riesgo considera aceptable, la


pregunta general debería ser que tipo de sociedad deseas”
y nos señala que:

La manera errónea de pensar sobre los factores sociales que


influyen en la percepción del riesgo es tratarlos como tiznajos
que velan la lente de un telescopio y distorsionan la verdadera
imagen. Esta metáfora justifica un planteamiento negativo.
Pero el punto de vista social así desechado incluye juicios
morales sobre el tipo de sociedad en el que deseamos vivir
¿Por qué habría que pasarlos por alto de manera sumaria?
Un mejor tipo de análisis puede tratar tales transformacio-
nes de la imagen no como distorsiones sino como mejoras:
el resultado de un foco más agudo que evalúa la sociedad
junto con las evaluaciones que esta efectúa de los riesgos.
(Douglas 1996, 42)

Así, el foco del análisis no es el riesgo en sí sino la socie-


dad o la comunidad que lo construye como tal. Qué riesgo
es aceptable y cuál no, qué es riesgoso y qué no, se entiende
en realidad reconstruyendo cuál es la idea de comunidad
deseada, o sea como sus habitantes se proyectan, como ellos
se ven y se piensan. En términos de Douglas:

La cuestión de los niveles aceptables de riesgo forma parte de


la cuestión de los niveles aceptables de vida y de los niveles
aceptables de moralidad y decencia, y no se puede hablar con
seriedad del aspecto de riesgo mientras se evita la tarea de
analizar el sistema cultural en el que se ha formado los otros
niveles (1996, 127).

Así, la clave del análisis del riesgo es la comunidad y


su sistema de clasificaciones. Desde su análisis es que se
comprende por qué determinadas situaciones se conside-
ran (o no) como riesgo. En este marco, esa construcción
del riesgo no es del individuo sino de la comunidad, una
comunidad que no solo distingue y acepta, o no, ciertas
situaciones como riesgosas sino que, a su vez, se construye
a partir de ellas.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 325

La introducción de este enfoque y estas categorías de


análisis invita a repensar el conflicto socioambiental vin-
culado con el uso de agroquímicos/agrotóxicos desde otra
perspectiva. Una que incorpora el valor de construcciones
locales del riesgo en torno al uso de productos químicos en
el sector agropecuario para comprender cómo una deter-
minada comunidad se concibe. Y así, avanzar la discusión
tomando en cuenta los matices que permiten que riesgos
equivalentes o iguales sean o no percibos como tales por las
diferentes comunidades, y/o en distintos momentos.

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Participación ciudadana
y resistencias al proceso productivo
de la nucleoelectricidad en Argentina
AGUSTÍN PIAZ

Introducción

La tecnología nuclear, junto con la biotecnología, las tecno-


logías de la información y las comunicaciones ha sido una
de las que más se ha consolidado desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial hasta la actualidad. Entre las razones se
destacan su potencial innovador en relación con un amplio
conjunto de cuestiones vinculadas con la ciencia y la tecno-
logía en general –como la capacitación de recursos huma-
nos altamente calificados, el desarrollo de la ciencia básica
y Big Science, avances en el conocimiento y desarrollo de
materiales, etc.– y el espacio relevante que comenzó a ocu-
par en los ámbitos políticos, económicos, sociales y cultu-
rales donde fue desarrollada, implementada o sometida a
discusión pública (Bauer 1995, 2015).
Sin embargo, ha sido también una de las tecnologías
más cuestionadas y resistidas desde sus orígenes debido
a los altos niveles de percepción del riesgo asociados a
sus características constitutivas y razones culturales. Mien-
tras que las características constitutivas que promueven su
percepción como altamente riesgosa se condensan, princi-
palmente, en torno a las posibilidades de esta tecnología
de provocar accidentes con resultados catastróficos, y su
potencialidad para causar daños irreversibles al ambiente y
la salud de la población por extensos períodos de tiempo, las
cuestiones culturales se vinculan con la irrupción pública
de esta tecnología mediante la detonación de las bombas

teseopress.com 329
330 • Naturaleza y conocimientos en tensión

atómicas en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasa-


ki –es decir, se vinculan con potenciales usos bélicos, carre-
ras armamentísticas y muertes masivas– y los imaginarios
sociales más extensivos a los que la tecnología se encuentra
asociada, como la imagen del “hongo” tras las explosiones, el
invierno nuclear, el “reloj del fin del mundo” o las mutacio-
nes genéticas que pueden resultar como consecuencia de la
exposición a las radiaciones ionizantes (Slovic 2000). Tales
cuestionamientos alcanzaron picos de expresión pública a
nivel mundial durante los años setenta y ochenta, en un
momento de expansión de esta tecnología que se extendió
hasta el accidente ocurrido en Chernóbil en 1986.
En el escenario internacional reconfigurado, duran-
te los años noventa, no se registraron grandes varia-
ciones en relación con la creación de nuevas centrales
de potencia o acciones de resistencia a la tecnología
nuclear. No obstante, el nuevo impulso que adquirió
la nucleoelectricidad a comienzos del nuevo milenio
–al presentarse, entre otras cuestiones, como capaz de
producir energía sin emitir gases que contribuyan con el
efecto invernadero– y el accidente ocurrido en 2011 en
las centrales japonesas de Fukushima Daiichi volvieron a
poner al proceso productivo de la nucleoelectricidad en
el centro de la atención de movimientos ambientalistas,
reinstalando controversias públicas y múltiples debates
en el escenario global (Hindmarsh y Priestley 2016), no
siendo Argentina una excepción (Piaz 2015).
En este artículo se presenta un panorama introduc-
torio a las resistencias a la producción de nucleoelectri-
cidad en Argentina a partir de la revisión de controver-
sias y episodios contenciosos que emergieron desde los
años ochenta hasta la actualidad en torno a la minería
de uranio y la fabricación de combustibles nucleares; la
producción de energía eléctrica propiamente dicha; y el
manejo y disposición final de residuos radioactivos.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 331

El interés por el estudio exploratorio de este tipo par-


ticular de controversias, que articulan discusiones sobre
el desarrollo nuclear y la cuestión ambiental, responde al
menos a tres cuestiones que se consideran centrales. En
primer lugar, la Argentina es líder en cuanto al desarrollo
de esta tecnología en América Latina y, junto con Brasil
y México, el único país que cuenta con centrales nucleoe-
léctricas en la región. En segundo lugar, el desarrollo de
tecnología nuclear en el país tiene más de sesenta años de
historia, y puede ser considerado como un caso exitoso de
desarrollo de una tecnología que gozó de cierta continui-
dad, atravesando gobiernos de facto y períodos de crisis
económicas, y se revitalizó con el relanzamiento del Plan
Nuclear en 2006, que prevé la construcción de nuevas cen-
trales de potencia. En tercer lugar, porque pese a los cre-
cientes cuestionamientos que se han registrado en el país
en torno a la producción de nucleoelectricidad, poco se ha
dicho acerca de su discusión pública en el contexto local.
En este sentido, y si bien la tecnología nuclear no ha sido
masivamente resistida, se destaca en este artículo que se
han registrado en Argentina cuestionamientos y acciones
de protesta de relevancia que han impactado en procesos
productivos, planes sostenidos desde sectores promotores e
incluso en el devenir de las propias acciones de resistencia.
Respecto a la noción de resistencia a la tecnologías,
el recorrido de este trabajo se apoya en aportes de Bauer
(1995; 2015), entendiendo que se trata de acciones que no
operan en detrimento del desarrollo científico-tecnológico
sino que resultan constitutivas de procesos complejos que
ponen en escena la capacidad y libertad de elección ciuda-
dana por sobre modelos tecnocráticos de toma de decisio-
nes. En este sentido, uno de los aspectos fundamentales que
se destaca de las resistencias es su capacidad para promo-
ver procesos democráticos que trasladan discusiones vin-
culadas a desarrollos científicos o tecnológicos desde cam-
pos técnicos hacia el espacio público –en lugar de dejarlas
simplemente en manos de expertos, empresas, el Estado y

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332 • Naturaleza y conocimientos en tensión

quienes planean políticas públicas–, dan lugar a la partici-


pación de actores con diversos grados de experticia y tipos
de conocimientos, posibilitan la conformación de movi-
mientos sociales y el establecimiento de un tipo particular
de disputas que Dorothy Nelkin caracterizó tempranamen-
te como “controversias”. En uno de sus trabajos seminales,
Controversy. Politics of Technical Decisions , Nelkin (1984) des-
taca la importancia de analizar las disputas públicas que
vinculan ciencia, tecnología y sociedad en tanto permiten
observar preocupaciones e intereses que allí se ponen en
juego, así como también supuestos y posiciones que adop-
tan actores intervinientes, posibilitando acceder a partir de
su análisis a “una comprensión realista de las políticas cien-
tíficas y tecnológicas, su contexto social y político, impacto
público […] y los problemas que resultan del desarrollo de
políticas públicas en ausencia de acuerdos definitivos acerca
de los potenciales riesgos” (7).
En cuanto a la estructura de este trabajo, se divide en
cuatro apartados. En el primero de ellos se presenta una
introducción y panorama general del desarrollo nuclear en
Argentina y las acciones de resistencia que emergieron des-
de los años ochenta hasta la actualidad. En los siguientes
apartados, se revisan los cuestionamientos más específicos
que se han registrado en torno distintas etapas del proceso
productivo de la nucleoelectricidad, a partir de la revisión
de controversias y acciones de protesta que emergieron en
torno a: i) la minería de uranio y la fabricación de com-
bustibles nucleares; ii) la producción de energía eléctrica
propiamente dicha; y iii) el manejo y disposición final de
residuos radioactivos. La revisión y el análisis propuesto se
inscriben en el marco de un proyecto de investigación doc-
toral y posdoctoral que comenzó en 2012 y que se extien-
de hasta la actualidad. En el marco de estos proyectos se
ha realizado un trabajo de campo que se extendió durante
años y ha incluido entrevistas en profundidad con acto-
res resistentes, miembros de sectores promotores del desa-
rrollo nuclear en Argentina (como personal de la CNEA,

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 333

ARN o la Asociación Argentina de Tecnología Nuclear), la


participación en Seminarios y Foros Públicos donde se ha
sometido a discusión la producción de nucleoelectricidad,
así como también observaciones participantes en acciones
de protesta. Como parte de los resultados de investiga-
ción vinculados a estos proyectos se publicaron artículos
sobre controversias por la producción de nucleoelectrici-
dad Argentina que son retomados y reproducidos parcial-
mente en este capítulo.

Tecnología nuclear y acciones de resistencia


en Argentina

La Argentina tiene una vasta tradición en investigación


y desarrollo de tecnología nuclear construida en más de
sesenta años de historia, durante los cuales se alcanzaron
algunos de los hitos científico-tecnológicos más significa-
tivos para el país y la región. Entre estos se destacan la
puesta en marcha de reactores de investigación y potencia,
aceleradores de partículas, el dominio de diversas etapas
de la producción de combustible nuclear y la exportación
de reactores de investigación e insumos varios vinculados
a esta tecnología. En la actualidad, el país cuenta con tres
reactores de potencia –Atucha I, Embalse y Atucha II–,
tres centros atómicos que se dedican a la investigación y
desarrollo (I+D) de tecnología nuclear y otras tecnologías
complejas como la nanotecnología, y con empresas varias
vinculadas a la producción de nucleoelectricidad. En 2006,
el relanzamiento del Plan Nuclear dio un nuevo impulso al
sector sobre la base de dos argumentos técnicos que fueron
presentados como fundamentales: “la generación masiva de
energía nucleoeléctrica [y] las aplicaciones de la tecnolo-
gía nuclear a la salud pública y en la industria” (De Vido
2006, 2). En este escenario se promovió la finalización de
la tercera central de potencia –Atucha II, que se encontraba

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334 • Naturaleza y conocimientos en tensión

paralizada desde la década de 1990–, la extensión de vida


de la central Embalse y la firma de acuerdos bilaterales de
cooperación para construir nuevas centrales1, incluido un
pequeño reactor de potencia de diseño nacional2.
Según Hurtado (2014), el apoyo político y la inversión
en este sector, considerado estratégico por gobiernos tanto
democráticos como de facto, resultaron fundamentales para
que históricamente se alcanzaran importantes objetivos
delineados en los proyectos nucleares argentinos. Asimis-
mo, resultaron clave también para la constitución de un
caso paradigmático y excepcional de desarrollo de una
tecnología capital-intensiva que posibilitó la emergencia y
consolidación de un régimen tecnopolítico construido en
torno a un gran sistema tecnológico. En este contexto, el
desarrollo de un sistema que tiene a la tecnología nuclear
como centro promovió la emergencia de una comunidad de
investigación con un fuerte sentido de pertenencia, identi-
dad y códigos de legitimación compartidos que posibilita-
ría, por un lado, la conformación de aquello que el autor
denominó –a partir de elementos en común referentes a
cuestiones organizacionales, materiales, discursivas y sim-
bólicas– como cultura nuclear (2012) y, por otro lado, la
elaboración y puesta en circulación de argumentos y postu-
ras promotoras del desarrollo nuclear durante los procesos
de discusión de esta tecnología en el espacio público.

1 Se trata de acuerdos en torno a la financiación y construcción de, al menos,


dos centrales de potencia establecidos con China. Impulsados durante la
gestión de Cristina Kirchner, los acuerdos fueron ratificados durante la ges-
tión de Mauricio Macri. En un escenario signado por incertidumbres
político-económicas, representantes de la actual gestión de Alberto Fernán-
dez deslizaron que “No hay nada descartado. Se está evaluando ese conve-
nio” (Pérez Izquierdo 2020).
2 Se trata de un Reactor Modular Pequeño o Small Modular Reactor (SMR),
cuyo prototipo está en construcción en Lima, provincia de Buenos Aires, en
el mismo predio donde se encuentran emplazados los reactores
Atucha I y II.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 335

En otro orden de ideas, emergieron también en el


país acciones de resistencia al desarrollo y la implemen-
tación de la tecnología nuclear que irían en aumento des-
de el retorno a la democracia en 1983 hasta la actualidad,
poniendo el foco tanto en el desarrollo nuclear per se como
en prácticas específicas asociadas al proceso productivo de
la nucleoelectricidad. Así, la resistencia se ha registrado en
relación con la minería de uranio y los procesos extractivos
de este elemento (utilizado como combustible en reacto-
res de investigación y potencia), la producción de energía
eléctrica, y el tratamiento y disposición final de residuos
radiactivos. Mientras que en ocasiones los procesos de dis-
cusión han sido menores, en otras han alcanzado períodos
de alta visibilidad en la esfera pública e impulsado contro-
versias que impactaron en proyectos sostenidos por sec-
tores promotores de la tecnología nuclear. Si bien se han
registrado acciones de resistencia de magnitud durante los
años ochenta y noventa (principalmente aquellas vinculadas
con las protestas contra los proyectos de construcción de
un repositorio final de residuos radioactivos de alta acti-
vidad en la localidad patagónica de Gastre), la cantidad
y periodicidad de los conflictos se incrementó sustancial-
mente desde comienzos del nuevo milenio hasta la actua-
lidad, en un escenario signado por: i) un nuevo impulso
a la producción de nucleoelectricidad que se apoyaba en
la caracterización de esta fuente de energía como limpia y
capaz de mitigar el cambio climático. En este sentido, uno
de los argumentos centrales -esgrimidos por organismos
como la Organización Internacional de Energía Atómica
(OIEA), trabajadores, empresas e instituciones vinculadas
con el sector nuclear- sostenía que la nucleoelectricidad,
a diferencia de otras fuentes de energía que utilizan com-
bustibles fósiles, no produce emisiones gaseosas que con-
tribuyan con el incremento del efecto invernadero y que
por tanto debería ser tenida en cuenta, al menos, como
parte de la matriz energética (Bauer 2015; Rootes 2016);
ii) un momento en el que la conflictividad ambiental ganó

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336 • Naturaleza y conocimientos en tensión

centralidad en Argentina (Merlinsky 2013), impactando en


incremento de la conflictividad ambiental en el país, y en
el marco de aquello que autores como Vara (2012) entien-
den como un ciclo de protesta ambiental que se encuen-
tra atravesando América Latina; y iii) el accidente ocurri-
do en 2011 en las centrales japonesas de Fukushima que,
como se anticipó, volvió a poner al proceso productivo de
la nucleoelectricidad en el centro de la atención de movi-
mientos ambientalistas, reinstalando controversias públicas
y múltiples debates en el escenario global.
Asimismo, y en términos más generales, las discusio-
nes en torno al proceso productivo de nucleoelectricidad se
dan en el marco de la creciente relevancia que ha adqui-
rido la producción de energía y el cuidado del ambiente.
Mientras que la producción de energía ha sido caracteri-
zada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
como “fundamental para casi todos los grandes desafíos
y oportunidades a los que hace frente el mundo actual-
mente”, siendo su acceso universal “esencial”, y que en los
Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) planteados
en la agenda 2030, se explicita la necesidad de “Garanti-
zar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y
moderna para todos” Argentina ha continuado apostando
por el desarrollo nuclear, pese a que su discusión pública
ha ido en aumento. Algunos interrogantes se abren ante
este panorama ¿Cuál será el rol que ocupe la producción
de nucleoelectricidad en la matriz energética? ¿Será la tec-
nología nuclear considerada en la elaboración de políticas
públicas como una forma “asequible y no contaminante”,
en sintonía con aquello que promueve el séptimo de los
objetivos para el desarrollo sustentable? En este artículo se
parte de la premisa que cualquier respuesta tentativa a estos
cuestionamientos no debería desconocer las características
y particularidades que ha presentado la resistencia a la pro-
ducción de nucleoelectricidad en Argentina, a veces mini-
mizada y en ocasiones incluso invisibilizada tanto desde

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 337

sectores promotores del desarrollo nuclear, como por par-


te de la creciente masa crítica de estudios académicos que
abordan la cuestión ambiental.

Minería de uranio y fabricación de combustibles


nucleares

El uranio es un mineral indispensable para el desarrollo de


la tecnología nuclear, en tanto materia prima para la fabri-
cación de combustible con el que se alimentan los reactores
de investigación, producción de radioisótopos y potencia.
Los principales cuestionamientos a la extracción de este
elemento para fines pacíficos en el mundo han presentado
argumentos similares a los sostenidos contra otras activida-
des mineras (como por ejemplo la posibilidad de contami-
nación de sitios como resultados de procesos de lixiviación,
utilización de grandes cantidades de agua, reconfiguración
de los territorios, etc.), y también otros más específicos que
han puesto el foco en las características químicas y radioac-
tivas de este elemento (Hecht 2016).
En Argentina, el interés por este material comenzó en
las décadas del treinta y cuarenta, adquiriendo un fuerte
impulso tras el final de la segunda guerra mundial, en con-
sonancia con la promoción en el escenario internacional de
los usos pacíficos de la tecnología nuclear, que presentaban
a la producción de nucleoelectricidad como una alternativa
económica y superadora en relación con la utilización de
combustibles fósiles (Hurtado 2014, 38-41). En este esce-
nario se implementó en el país la búsqueda de yacimien-
tos uraníferos que arrojó resultados positivos en diversas
provincias argentinas. Asimismo, la prospección de uranio
se potenció durante los años setenta, en sintonía con la
decisión estratégica de abastecer con uranio nacional a la
central nuclear Atucha I (Plaza, 2003: 17) y a la proyectada
central de Embalse.

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338 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Durante los años ochenta, las principales actividades


extractivas de este elemento se realizaban en las provincias
de Mendoza, San Luis y Córdoba, donde llamaron la aten-
ción de nóveles organizaciones ambientalistas y grupos que
comenzaban a posicionarse como antinucleares. En la pro-
vincia de Córdoba, miembros de la flamante Red Nacional
de Acción Ecologista (RENACE) comenzaron a cuestio-
nar actividades mineras realizadas en el Complejo minero
Fabril Los Gigantes, a las que asociaban con impactos nega-
tivos sobre el ambiente, como la destrucción de la flora y
fauna nativa, y la presunta contaminación de ríos linderos.
Por aquél entonces, surgieron también cuestionamientos a
las actividades que se desarrollaban en el Complejo Fabril
Córdoba, que se vinculaban, por un lado, con el tratamiento
y disposición de residuos radioactivos en el sitio conoci-
do como “el chichón”3; por otro lado, con los procesos de
producción de dióxido de uranio realizados por la empre-
sa Dioxitek S. A.. Durante los años noventa, ante la falta
de competitividad en relación con los costos de extracción
y purificación de este mineral, se comenzó a importar el
uranio, cesando así procesos extractivos en el país que deja-
rían pasivos ambientales públicamente reconocidos por la
CNEA y que impulsarían múltiples reclamos de restaura-
ción de los sitios afectados4.

3 Se trata de un sitio donde se encuentran depositados “36.000 metros cúbi-


cos de material (57.600 toneladas), compuesto por colas de mineral” (CNEA,
s/f d) que conforman una elevación de aproximadamente cinco metros
cubierta con una capa de suelo que posibilitó el crecimiento de vegetación
en la superficie. Estas colas de mineral, es decir de material sobrante de los
distintos procedimientos a los que ha sido sometido, se almacenaron en el
lugar durante casi treinta años, desde comienzos de las actividades del CFC
en los años cincuenta hasta 1979, dejando un pasivo ambiental públicamen-
te reconocido por la CNEA.
4 A tales fines la CNEA creó un Proyecto de Restitución Ambiental de la
Minería de Uranio (PRAMU) de acuerdo con lo establecido en la Ley N°
25.018 (Régimen de Gestión de Residuos Radiactivos), mediante el cual se
trabaja en la restitución de los sitios afectados.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 339

Como parte de la reactivación del Plan Nuclear Argen-


tino en 2006, la minería de uranio adquirió un nuevo
impulso en el país. Si bien Argentina no cuenta con gran-
des reservas de este elemento, la minería de uranio ha sido
caracterizada en el discurso de los sectores promotores de
esta tecnología el país como indispensable para dominar el
proceso productivo de la nucleoelectricidad, considerado
–además- como un eslabón clave para alcanzar el desa-
rrollo tecnológico soberano y la autonomía tecnológica en
materia energética (CNEA 2015). Esto se vio reflejado en
la elaboración de proyectos que contemplaban tanto la re-
apertura de sitios explotables como el establecimiento de
nuevas áreas de exploración en distintos puntos del país.
Desde entonces, y tras el accidente de Fukushima en 2011,
se han registrado acciones de resistencia en contra de los
procesos extractivos del uranio, así como también un nue-
vo impulso a los reclamos por el saneamiento de pasivos
ambientales en provincias como La Rioja, Mendoza, Cór-
doba, Chubut, Salta y Río Negro (Lombardi 2014).
Asimismo, se registraron nuevas acciones de protesta
contra instalaciones que procesaban este elemento para
obtener dióxido de uranio. Sin embargo, los pedidos de
re-localización de Dioxitek en la provincia de Córdoba se
habían reconvertido en reclamos por el cese definitivo de
actividades de la planta. De acuerdo con los comentarios
del Entrevistado A, no se trataba meramente de una disputa
por localización o a una actividad específica, sino que se
inscribían en el marco del creciente rechazo al proceso pro-
ductivo de la nucleoelectricidad:

La cuestión de Dioxitek es mucho más profunda que su


localización y relocalización. Dioxitek es parte del ciclo del
combustible nuclear, y al hablar de esta industria no pode-
mos pensarla de forma aislada sino en su totalidad, des-
de la extracción del uranio, pasando por su procesamien-
to, utilización en los reactores nucleares y su disposición
luego de su uso. Ese debate es el que está faltando a nivel
político y se tiene que dar en todos los niveles del Estado,

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340 • Naturaleza y conocimientos en tensión

pero especialmente, a nivel nacional. Un buen porcentaje de


la población lo está requiriendo, especialmente en aquellos
lugares que se ven o se verán afectados por alguna de las fases
de este proceso (Entrevista personal, 21 de mayo, 2015).

De manera análoga, los proyectos de construcción de


un Polo Industrial, al que se sumaría una Nueva Planta
Productora de Dióxido de Uranio (NPU) que reemplazaría
a la ubicada en Córdoba, tomaron estado público en 2014
e impulsaron resistencias tanto en Formosa como en sus
provincias limítrofes y la República de Paraguay. Para aquél
entonces, las discusiones se enmarcaban explícitamente en
el rechazo a la industria nuclear. Discutir a Dioxitek iba
“más allá” de la oposición a la localización de una indus-
tria con potencial contaminante. Como se desprende de la
presentación de una representante de Greenpeace Argen-
tina, se trataba también de la discusión de la minería de
uranio y, en términos más generales, de la producción de
nucleoelectricidad:

Dioxitek es la llave de la reactivación de la minería de uranio,


porque de alguna manera lo que se va a intentar posterior-
mente, o el paso lógico sería dejar de importar uranio y vol-
ver a explotar las minas argentinas […]. En esta tarde se ha
explicado que Dioxitek fabrica la materia prima para el com-
bustible nuclear que es el dióxido de uranio, esta empresa es
parte del ciclo de combustible nuclear que Argentina quiere
reactivar en el marco de un Plan Nuclear obsoleto, peligroso,
caro e inconveniente para la situación energética del país.
(Soledad Sede, citada en “Audiencia Pública” 2014, 50-51).

Ahora bien, pese a la existencia desde los años noven-


ta de públicos compromisos e intenciones para la re-
localización de Dioxitek, y tras reiteradas clausuras, la plan-
ta productora de dióxido de uranio continua funcionando
de manera provisoria en la provincia de Córdoba (mientras
se avanza a ritmo incierto) en la construcción de la deno-
minada NPUO2 en Formosa. En cuanto a la minería de

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 341

uranio, si bien han existido múltiples proyectos que busca-


ron reimpulsar las actividades en el país, no se ha alcanzado
aún la etapa de extracción en ninguno de los casos. Recien-
temente, varias empresas –rusas y canadienses- han comen-
zado tareas de prospección en provincias como Chubut y
Río Negro, debiendo enfrentar cuestionamientos públicos
e impulsando acciones de protesta varias. Por su parte, pro-
motores de la tecnología nuclear en Argentina reconocen
que no hay perspectivas en el corto plazo para la reacti-
vación de minería de uranio en el territorio nacional. De
acuerdo con miembros de la CNEA, esta situación impacta
de manera negativa “en términos de seguridad de suminis-
tro nuclear y de energía” (López 2018).

Protestas y reclamos por emplazamiento y cierre


de centrales

Los cuestionamientos a la producción de energía nucleoe-


léctrica surgieron en el escenario global (con fuerte impulso
desde los Estados Unidos) prácticamente en simultáneo con
la puesta en marcha de los primeros reactores de potencia a
mediados del siglo pasado. Desde entonces, miembros de la
sociedad civil -entre los que se encontraban representantes
políticos, organizaciones ciudadanas que sentarían las bases
de los por entonces incipientes movimientos antinuclea-
res, e incluso científicos y técnicos vinculados al desarrollo
y la implementación de la energía atómica- comenzaron
a alertar a la población acerca de los riesgos asociados a
la instalación y el normal funcionamiento de los reacto-
res de potencia (Rucht 1995). Entre éstos se mencionaban
tanto riesgos vinculados con accidentes graves (muy poco
probables, pero con potencial catastrófico), como posibles
afecciones a la salud que resultaran de la radiación liberada
durante la producción de energía eléctrica o del tratamiento
de residuos radiactivos y/o efluentes.

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342 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Estos cuestionamientos, que han sido centrales en las


protestas antinucleares de los años setenta y ochenta, vol-
vieron a ganar visibilidad en la esfera pública global en
2011, tras el accidente de Fukushima. En Argentina, organi-
zaciones ambientalistas y antinucleares –que venían discu-
tiendo el desarrollo nuclear desde los años ochenta- reco-
nocieron e interpretaron este accidente como una opor-
tunidad para visibilizar la resistencia a la producción de
nucleoelectricidad en el país y re-impulsar el debate hacia
el centro de la agenda política y de los medios de comu-
nicación masiva. En este escenario, en distintos puntos del
país se registraron expresiones de la resistencia que fueron
implementadas mediante estrategias diversas y repertorios
de acción colectiva que incluyeron foros, movilizaciones y
acciones de protesta varias. Como parte de estos reperto-
rios se llevaron a cabo marchas en la Ciudad de Buenos
Aires (que incluyeron actos y performances en espacios
emblemáticos como el Obelisco y la Plaza Mayo); foros
púbicos en la Legislatura Porteña, de los que participaron
representantes de organizaciones ambientalistas, funciona-
rios del gobierno local y nacional, y dirigentes políticos
varios; y caravanas hacia las centrales nucleoeléctricas de
Atucha, en Lima, provincia de Buenos Aires. Asimismo, se
registraron también acciones de protesta en la provincia de
Córdoba, donde los cuestionamientos a la producción de
energía eléctrica, dióxido de uranio y pasivos ambientales
vinculados con actividades mineras habían ganado visibili-
dad en la esfera pública, impulsando incluso la conforma-
ción de un colectivo de actores antinucleares que se agru-
paron bajo el lema “Córdoba No Nuclear”5.

5 De esta formaban parte Greenpeace, la Fundación CEDHA, miembros del


portal de medio ambiente y ecología Eco-Sitio, Los Verdes-FEP, la Funda-
ción Tierravida, la Fundación Holderín y FUNDEPS. Asimismo, apoyaban
también la iniciativa el Movimiento Antinuclear Zárate-Campana, y las
organizaciones Paraguay No Nuclear, Uruguay No Nuclear y la Asociación
Civil Ecosistemas Argentinos.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 343

Tras el accidente de Fukushima, agrupaciones ambien-


talistas que habían comenzado con la lucha antinuclear
durante los años ochenta -como la ONG BIOS Argentina,
la Fundación para la defensa del Ambiente (FUNAM) o
el Movimiento Antinuclear del Chubut (MACH)- desem-
peñaron también un papel de relevancia durante la resis-
tencia, articulando esfuerzos con Asambleas Ciudadanas
–emergentes pos crisis de 2001- y con otras agrupaciones
ambientalistas interesadas en la problemática nuclear como
Los Verdes, el Movimiento Antinuclear Zárate-Campana,
o el Movimiento Antinuclear de Río Negro. Asimismo, la
organización ambientalista Greenpeace –que había reacti-
vado en Argentina su campaña en contra de la tecnología
nuclear- reanudó sus acciones de resistencia con reclamos
por el cese de actividades vinculadas con el desarrollo ató-
mico. Como parte de este proceso, en 2011 organizó una
escalada y despliegue de banderas en el edificio central de
CNEA y en el predio de las centrales de Atucha. Siguiendo
el estilo general de sus acciones, con toques espectaculares
y fuertemente performáticos, buscó capturar la atención
pública e instalar la discusión en la agenda de los medios
de comunicación. Asimismo, comenzó a participar también
de manera más activa de las acciones de resistencia en la
provincia de Córdoba. Con motivo de la conmemoración
del segundo aniversario del accidente de Fukushima, y a
modo de réplica a la ocurrido un año atrás en las centra-
les de Atucha, un grupo conformado por cuarenta activis-
tas de Greenpeace Argentina irrumpió en el predio donde
funciona la central atómica de Embalse, alcanzó el edifi-
cio que cubre el núcleo del reactor, escaló hasta la cima
y logró finalmente desplegar una bandera con la consigna
“Basta de peligro nuclear” (“Protesta en la Central Nuclear
de Embalse” 2013).
Unos años más tarde, organizaciones antinucleares de
todo el país (con base en provincias como Formosa, La Rio-
ja, Córdoba, Buenos Aires, Mendoza, Río Negro y Chubut)
aunaron nuevamente esfuerzos para resistir el proyectado

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344 • Naturaleza y conocimientos en tensión

emplazamiento de una central nuclear en la provincia de


Río Negro. En mayo de 2017 tomó estado público el pro-
yecto, en el marco de una gira que el entonces goberna-
dor provincial había emprendido con el presidente Mau-
ricio Macri en la República Popular China, como parte de
una comitiva que participó de negociaciones para alcan-
zar acuerdos de cooperación bilateral en diversas áreas.
Entre estos acuerdos se destacó la ratificación de un con-
trato entre Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima y
la China National Nuclear Corporation para la construcción
de la cuarta y quinta central atómica de potencia en sue-
lo argentino. Mientras que la cuarta central se proyectaba
para la provincia de Buenos Aires, Río Negro se presentaba
como posible destino para la quinta central; la localidad
de Sierra Grande, un pequeño poblado de aproximada-
mente ocho mil habitantes ubicado a doscientos kilóme-
tros de la capital provincial, se erigía entre los principales
sitios seleccionados. En este escenario se registró una cre-
ciente preocupación por parte de residentes de la zona y
organizaciones ambientalistas y antinucleares comenzaron
a organizarse y manifestar su descontento mediante cues-
tionamientos, charlas, debates y acciones de protesta en el
espacio público. Tras acciones de resistencia que incluyeron
movilizaciones y protestas en distintos puntos del territorio
nacional, el gobernador reconsideró el proyecto y anunció
la decisión indeclinable de “no autorizar la construcción de
una central nuclear en el territorio provincial”. Asimismo,
se promulgó una ley que establece la prohibición de este
tipo de instalaciones en una provincia que tiene una histó-
rica vinculación con el sector nuclear, y alberga al Instituto
Balseiro y al Centro Atómico Bariloche.
En cuanto a los argumentos sostenidos para oponerse a
la producción de nucleoelectricidad, éstos recuperan posi-
cionamientos que refutan y proponen una re-definición de
las características que, según se sostiene desde el ambien-
talismo, conforman la denominada monserga nuclear: es
decir, se oponen a la caracterización de esta tecnología

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 345

como “limpia, barata y segura”. En consonancia con esta


propuesta, los argumentos presentados por los referentes
antinucleares proponen una re-significación de la tecnolo-
gía nuclear en los siguientes términos:

La energía nuclear es insegura […] la catástrofe natural que


provocó el accidente de Fukushima en un país como Japón
demuestra que el riesgo es latente. Y es insegura también en
otro aspecto: las centrales nucleares son blancos fáciles para
grupos terroristas que quieran atentar contra una nación […]
Este riesgo intrínseco a la energía nuclear y el tratar de evitar
accidentes, lleva a la industria a mayores medidas de seguri-
dad, lo que hace a la nuclear una fuente más cara, y lleva a
invertir recursos económicos que podrían destinarse a otras
fuentes de energía cada vez más económicas, que sirven para
mitigar el cambio climático de manera más barata, limpia,
democrática y segura (Entrevistado A, entrevista personal,
21 de mayo, 2105).

Lamentablemente, una tecnología que se vende como eco-


lógica, lejos está de serlo. Como limpia, tampoco. Y, defini-
tivamente, el término “renovable” –siendo que su actividad
de origen es la minería– tampoco le cabe (Entrevistado B,
entrevista personal, 23 de mayo, 2015).

La refutación y re-significación término a término de


argumentos sostenidos desde los sectores promotores del
desarrollo nuclear pone en escena la emergencia de aque-
llo que Plantin (2005) denominó como “discurso contra”,
para referirse a los discursos que ofrecen “el esqueleto de
una posición crítica frente al tipo de argumentos corres-
pondientes” (70). De acuerdo con este contra-discurso, que
ha sido caracterizado como “discurso antinuclear” (Piaz
2019) y tal como explicitan miembros de la RENACE en
un comunicado publicado en mayo de 2014 “La energía
nuclear no es limpia. No es barata. No es segura. No es
necesaria”.

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346 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Sobre el manejo y disposición final de residuos


radioactivos

El manejo y la disposición final de residuos radioactivos


es uno de los tópicos más controversiales vinculados al
proceso productivo de la nucleoelectricidad. Uno de los
argumentos centrales en los que se apoyan los actores resis-
tentes señala que el combustible utilizado en las centrales
de potencia cuenta con un potencial contaminante que, en
casos extremos como los del elemento plutonio cuya vida
media del isótopo más frecuente (239) ronda los 24 mil
años; es decir, son “eternos”. En este sentido, activistas anti-
nucleares suelen destacar además la incertidumbre en torno
al manejo y la disposición final de residuos radioactivos
de alta actividad6, ante la inexistencia de repositorios en
funcionamiento (aunque con proyectos avanzados de cons-
trucción en Finlandia), y la resistencia que han generado
este tipo de emprendimientos en el mundo7. No casualmen-
te la primera, y una de las más resonantes controversias
registradas en Argentina emergió a mediados de los años
ochenta a partir de cuestionamientos y protestas contra los
proyectos de instalación de un repositorio final de desechos
radioactivos en Sierra del Medio, territorio ubicado en las
inmediaciones de la localidad patagónica de Gastre, provin-
cia de Chubut8. Ante los planes de la CNEA para poner en

6 La CNEA establece una clasificación de tres niveles para los residuos radio-
activos: Bajo (para aquellos residuos que requieren un aislamiento igual o
menor a los 50 años); Medio (para aquellos residuos que requieren un aisla-
miento igual o menor a los 300 años); y Alto (para aquellos residuos que
requieren un aislamiento mayor a los 300 años).
7 Entre otras controversias, se destaca la que se ha registrado en los Estados
Unidos desde los años ochenta y se ha extendido hasta la actualidad en
torno a las intenciones –al momento desestimadas- de crear un repositorio
geológico profundo en la zona de Yucca Mountain, en el Estado de Nevada
(Sherman 2011).
8 En relación con este caso, se destaca además la existencia de cierto consenso
entre grupos antinucleares sobre la vinculación entre la prohibición de
ingreso de material radioactivo al país, incorporada mediante el artículo 41
en la reforma constitucional de 1994, y las protestas en contra de la instala-

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 347

marcha la construcción de un repositorio geológico profun-


do, por entonces inédito en el mundo, un grupo de vecinos
de la ciudad de Trelew alertados por la iniciativa fundó
el Movimiento Antinuclear de Chubut (MACH), puso en
circulación un manifiesto en el que se explicitaba la opo-
sición a la instalación del repositorio e impulsó acciones
de resistencia que se desarrollarían durante los años sub-
siguientes, impactando incluso en la cancelación oficial del
proyecto durante los años noventa. Tres décadas más tarde,
analizando las protestas en retrospectiva, uno de los líderes
y referentes de la lucha antinuclear en el país sostenía:

Lo que no se puede permitir es llegar a sembrar el planeta de


una generación de un tipo de energía que no se controla, que
no tiene final la gestión del residuo radioactivo… Cuando
le dijimos que no al basurero de Gastre era porque estaban
pensando en un repositorio de alta actividad, porque los de
baja y media estaba permitido tirarlos al mar y para los de
alta había que buscar una gestión definitiva para eso que tenía
250 mil años de vida. Y era muy difícil rebatir esa situación
porque cuando leía libros para buscar argumentos terminaba
cayendo un diccionario de filosofía (Entrevistado C, entre-
vista realizada en Agosto de 2011).

Ahora bien, las discusiones en torno al manejo y dis-


posición final de residuos radioactivos en Argentina han
emergido también, por un lado, en torno al manejo y dis-
posición de residuos radioactivos considerados como de
baja intensidad; por otro lado, en torno al acondiciona-
miento de combustibles gastados y/o su almacenamiento
en inmediaciones de las centrales. Entre el primer grupo
se han destacado, por ejemplo, los conflictos registrados en
torno a pasivos ambientales atribuidos a la fabricación de

ción del repositorio de almacenamiento profundo. Según sostienen algunas


de las figuras más representativas del sector -vinculadas a ONGs como
MACH, FUNAM o Greenpeace- la cláusula es consecuencia directa de estas
acciones colectivas de protesta y un ejemplo de los logros de los movimien-
tos ambientalistas y antinucleares de Argentina.

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348 • Naturaleza y conocimientos en tensión

combustibles nucleares y a la minería de uranio en distintos


puntos del país, que han sido mencionados en los apartados
anteriores. De manera análoga es posible conceptualizar a
las protestas que se registraron en los municipios de Ezeiza
y Esteban Echeverría por la presunta contaminación con
uranio de las napas como consecuencia de las actividades
realizadas en el centro atómico lindero (Piaz y Vara 2013;
Piaz 2015). En cambio, entre el segundo grupo se han des-
tacado las discusiones en torno a la venta de un reactor de
investigación a Australia por parte de la empresa argentina
INVAP que se erigieron a partir de los cuestionamientos
a un tratado de cooperación que sostenía en uno de sus
artículos que Argentina debía asegurar el procesamiento o
acondicionamiento del combustible irradiado en el reac-
tor de fabricación nacional a fines de convertirlo en apto
para su disposición final, en caso de que le fuera solici-
tado (“Debate”, Spivak 2005; Piaz 2015). En términos más
generales, como señala una activista antinuclear, los cues-
tionamientos al manejo y disposición de residuos radioac-
tivos se vinculan con distintas actividades que se realizan
en el país y que forman parte del proceso productivo de
la nucleoelectricidad:

El proceso genera residuos en varias etapas. En la minería,


todas las colas de uranio tienen que ser cubiertas, porque
emiten radioactividad (baja) al ambiente. La CNEA después
de 20 años de denuncia hicieron un mea culpa y dijeron como
Monsanto, que dijo “nos equivocamos”, bueno una cosa así de
perversa, y armaron el PRAMU. Sacaron un folleto y todo,
ahí está un campo en Salta, el de Córdoba. (…). Después tenés
la voladura de polvillo radioactivo en la mina de Malargue.
Me parece que esos sitios son uno de los grandes pasivos
que tienen. Y en la otra punta del ciclo, cuando la barra de
combustible se agotó y la tienen que cambiar, cuando hay
equipamiento como escoria, pedazo de metales que han que-
dado contaminadas van a a parar a las casas de piletas, que
son construcciones que están al lado de Atucha y al lado de
Embalse, cerradas, con piletas de agua, en donde se quedan

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 349

mucho tiempo enfriándose (…). En Embalse las piletas se


llenaron. Como se llenaron, dijeron ¿qué hacemos? Las plan-
tamos afuera y les ponemos un capuchón de cemento. Y crea-
ron el gran invento del silo seco. Son los residuos radiactivos
que tienen elementos fisionables de alta vida cubiertos con
cemento. Tienen una especie de rulero Metálico. De modo
que ahora a la espera del basurero nuclear que no se cons-
truyó nunca, porque de hecho no se construyó en ninguna
parte del planeta (Entrevistado D, entrevista personal 12 de
marzo de 2013).

En relación con las discusiones acerca de la necesidad


de construir un repositorio final de residuos radioactivos
de alta actividad en Argentina es pertinente aclarar que
el desarrollo nuclear del país ha sido caracterizado como
un programa de baja escala (Hurtado y Romero de Pablos
2012), que cuenta al momento con sólo tres reactores de
potencia en funcionamiento y que, por tanto, el volumen de
combustible gastado que se genera en el país es considera-
blemente menor que el que se produce en países como Esta-
dos Unidos o Francia, que cuentan con 96 y 57 reactores
de potencia en operación. Sin embargo, como ha señalado
un alto funcionario del Programa Nacional de Gestión de
Residuos Radioactivos, “es necesario -si bien en escala el
problema es pequeño- empezar a pensar que por supuesto
necesitamos un proyecto de repositorio”.

Consideraciones finales

En este artículo se presentó un panorama introductorio


a las resistencias a la producción de nucleoelectricidad en
Argentina a partir de la revisión de controversias y episo-
dios contenciosos que emergieron desde los años ochenta
hasta la actualidad en torno a la minería de uranio y la fabri-
cación de combustibles nucleares, la producción de energía
eléctrica propiamente dicha, y el manejo y disposición final

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350 • Naturaleza y conocimientos en tensión

de residuos radioactivos. En este recorrido se ha señalado


la emergencia de acciones de resistencia al desarrollo de la
tecnología nuclear que tuvieron lugar tras el retorno a la
democracia en 1983, en el marco de una reapertura de la
esfera pública para la participación política y, más recien-
temente, en el marco de un ciclo de protesta ambiental que
se ha sucedido desde comienzos del nuevo milenio hasta
la actualidad. Asimismo, hemos señalado que durante este
último período las acciones de resistencia a la tecnología
nuclear se registraron en un escenario también caracteri-
zado por el nuevo impulso a la producción de nucleoe-
lectricidad –en el marco de intentos por diversificar la
matriz energética y reducir la dependencia de combustibles
fósiles en procesos de producción de energía–, y tras el
accidente ocurrido en Fukushima en 2011 que impactó en
la re-instalación de cuestionamientos a la producción de
nucleoelectricidad en el escenario global.
Ahora bien, durante la revisión se ha señalado también
que -pese al potencial movilizador que se vincula con la
cuestión ambiental (y a la centralidad de éste tópico en
las discusiones por el desarrollo nuclear)- las acciones de
resistencia a esta tecnología en el país no han sido masivas.
Si bien su respuesta excede los propósitos de este traba-
jo, interesa explicitar una pregunta que surge de manera
prácticamente inevitable. ¿Por qué no? ¿Qué condiciones
diferencian las protestas que se sucedieron en Argentina
de la participación masiva que tuvieron, por ejemplo, en
países como Estados Unidos, Francia y Alemania? ¿Por qué
la resistencia a la tecnología nuclear es considerada, inclu-
so desde sectores del ambientalismo, como “una lucha de
minorías” , que no ha logrado impactar en términos gene-
rales en la política nuclear, ni potenciado la conformación
de protestas masivas como sí ha ocurrido con otras tec-
nologías? Ante la considerada existencia de actores con
capacidad para promover y sostener acciones de resistencia,
se sugiere que la búsqueda de primeras respuestas debe-
ría orientarse hacia el enmarcado de las discusiones y su

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 351

contexto de emergencia, y prestar atención al menos a los


siguientes elementos: i) el desarrollo nuclear en Argentina
se ha orientado históricamente hacia los usos pacíficos de
la tecnología , pudiendo ser considerado además de baja
escala en relación con aquél fuertemente resistido durante
los años setenta y ochenta; ii) el desarrollo nuclear se aso-
cia a nociones como soberanía, independencia tecnológi-
ca y progreso económico, ha contado –salvo excepciones–
con fuerte apoyo del Estado y de élites nacionales, llegan-
do incluso a ser considerado como un “proyecto nacional”
que podría reestablecer el orgullo argentino tras reiterados
fracasos vinculados a emprendimientos tecnológicos (Adler
1987, 1988). Por tanto –y si bien las relaciones entre tecno-
logía nuclear, independencia tecnológica y progreso econó-
mico es un argumento sostenido desde los sectores que la
promueven en el escenario mundial– éste no tiene el mismo
peso en Estados altamente desarrollados que en un país en
vías de desarrollo como la Argentina; iii) en relación con la
cuestión ambiental, se observa que las acciones de resisten-
cia a esta tecnología no ponen en juego el marco interpreta-
tivo maestro que Vara (2012) ha definido como un discurso
latinoamericano y latinoamericanista de los recursos natu-
rales presente en otros conflictos ambientales de relevancia
en la región, que apunta a señalar el carácter perjudicial y
expoliatorio de la acción de actores extra-región en esos
conflictos, vinculados fundamentalmente a la explotación
de recursos naturales. Mientras que en conflictos relacio-
nados con la biotecnología agrícola, la mega-minería a cielo
abierto o la instalación de industrias con potencial conta-
minante como las plantas productoras de pasta celulosa los
actores ubicados en el polo opuesto a los resistentes de la
controversia se encuentran fuertemente conformados por
y/o asociados a empresas transnacionales, en el caso de la
tecnología nuclear los sectores promotores de esta tecno-
logía se vinculan principalmente con el Estado Argentino
(ya sea porque forman parte de la estructura del Estado o
porque el Estado es accionista de estas empresas).

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352 • Naturaleza y conocimientos en tensión

En otro orden de ideas, de la revisión se desprende que


la resistencia al desarrollo nuclear, si bien se ha incremen-
tado durante el nuevo milenio, no ha surgido ad hoc contra
nuevos emprendimientos contemplados tras la reactivación
del Plan Nuclear Argentino en 2006 ni tras el accidente de
Fukushima; por el contrario, las resistencias se inscriben en
el marco de procesos históricos por el desarrollo y la imple-
mentación de la tecnología nuclear que se han sucedido en
Argentina durante las últimas cuatro décadas. Por otro lado,
es posible observar que las resistencias no se limitan ni se
cierran en torno a cuestionamientos técnicos, a prácticas
específicas o al emplazamiento de centrales nucleares sino
que, por el contrario, han puesto el foco en diversas etapas
del proceso productivo de la nucleoelectricidad. En este
sentido, se ha mencionado también que, si bien no siempre
han alcanzado resultados esperados por sus promotores, las
acciones de resistencia se han encontrado en ocasiones vin-
culadas con la cancelación de proyectos de relevancia, como
el saneamiento de pasivos ambientales, la construcción de
repositorios de residuos radioactivos o el emplazamiento
de reactores de potencia. Asimismo, han impactado tam-
bién en el hacer colectivo de reclamos, posibilitando la con-
solidación de un discurso antinuclear o la conformación de
organizaciones de movimiento social como el Movimiento
Antinuclear de la República Argentina (MARA).
Por último, y en términos más generales, en sintonía
con aquello que señalaron tempranamente Nelkin y Pollack
(1982), se observa que los cuestionamientos a la tecnología
nuclear en Argentina han puesto también en escena pro-
blemáticas que exceden la cuestión del riesgo stricto sensu, y
han impulsado la problematización de dimensiones socia-
les y políticas de la tecnología, los impactos de su desa-
rrollo e implementación en las formas en que se ejerce la
autoridad y el poder, la elaboración de políticas públicas, o
la distribución de recursos económicos; es decir, “la mis-
mísima fábrica de la vida política” (1). Esto deviene cen-
tral, especialmente en un escenario en el que coexisten en

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 353

Argentina intentos por impulsar la producción de energía


a partir de fuentes renovables y la proyección de nuevas
centrales de potencia.

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Estrategias de lucha y contra-experticia
en el juicio por las fumigaciones
con agrotóxicos en Ituzaingó, Córdoba1
FLORENCIA ARANCIBIA Y RENATA MOTTA2

Introducción

Nuestro barrio de baja condición social debe soportar múl-


tiples factores de degradación y de contaminación ambiental
que afecta de forma directa el pleno goce y el ejercicio de los
derechos humanos. Es el icono de la problemática ambiental
de la mayoría de las ciudades y asentamientos humanos que
se encuentran en las zonas aledañas a cultivos de soja. […]
Ese país laboratorio forrajero encontró sus mejores defen-
sas en mecanismos sutiles de ocultamiento y de invisibilidad,
de allí que nuestro mayor esfuerzo sea siempre el de hacer
visible lo invisible, y en medio de la fiesta obscena de las
exportaciones récord y de la evasión de retenciones, exhibir
sus consecuencias trágicas en el hambre y en las pérdidas
de vida que el modelo provoca. […] Las fumigaciones con
glifosato, con endosulfán, con 2,4d, paracuat y otros venenos
se han convertido en la amenaza constante de muchísimos
argentinos. ¿Qué hace el estado para cuidar a sus ciudadanos,
qué hace frente a los niños muertos a mansalva en todas las

1 Este capítulo se deriva, en gran parte, del artículo de las mismas autoras
(Florencia Arancibia y Renata Motta) publicado en inglés, bajo el título
“Undone Science and Counter-Expertise in an Argentine Community Con-
taminated by Pesticides”, en la revista Science as Culture (ISSN: 0950-5431;
ISSN Online: 1470-1189), 2019, nº 3, Vol. 28, 277-302, DOI: 10.1080/
09505431.2018.1533936. Disponible online: https://bit.ly/2CRJLSN. Este
artículo está protegido por la Ley de Derecho de Autor (copyright ©) y su
reimpresión en este libro cuenta con la autorización de Taylor & Francis Ltd
http://www.tandfonline.com en nombre de Process Press.
2 Traducción del inglés a cargo de Luna Lorenzo y Florencia Arancibia.

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358 • Naturaleza y conocimientos en tensión

ciudades de la república? ¿Quién controla estos paquetes tec-


nológicos, quién controla la biotecnología? (Grupo Madres
de Ituzaingó 2005)

Argentina es el tercer productor mundial de cultivos


transgénicos (James 2016). Desde la introducción de la soja
transgénica RoundUp Ready (RR) resistente al glifosato
en 1996, el paquete tecnológico –compuesto por semillas
transgénicas y agrotóxicos– y la siembra directa reemplaza-
ron a otros métodos de agricultura extensiva (Bisang et al.
2008). La superficie de cultivos transgénicos avanzó rápi-
damente por sobre otros cultivos y otras actividades agro-
pecuarias, así como por sobre bosques nativos –ampliación
de la frontera agraria–. Actualmente la superficie de cul-
tivos transgénicos abarca más de 24,5 millones de hectá-
reas3. Este proceso trajo aparejados profundos cambios en
la estructura agroproductiva, por lo cual algunos autores
hablan de un nuevo modelo de agronegocios4. Cuando se
aprobó la soja RR, el glifosato ya se encontraba aproba-
do y clasificado por los organismos regulatorios como un
producto de “baja toxicidad” sin restricciones para su uso
a nivel nacional. La adopción del paquete tecnológico fue
acompañada por un incremento extraordinario en el uso
de agrotóxicos, debido, entre otras cosas, al desarrollo de
resistencia en las “malezas” (Pengue 2005; Benbrook 2012).
Si en 1997 se utilizaban alrededor de 123 millones de litros

3 Esta superficie representa aproximadamente el 14% de la superficie global,


Argentina es el tercer productor mundial de este tipo de cultivos, después de
Estados Unidos y Brasil. Fuente: https://bit.ly/3fQBnBN.
4 El nuevo modelo tuvo diversos impactos, entre otros, una creciente subor-
dinación de la actividad al capital agroindustrial conducido por grandes
empresas trasnacionales a escala global, una agudización de la concentra-
ción en la tenencia de la tierra, la destrucción de la agricultura familiar y un
aumento del desempleo rural (Aparicio 2005; Giarraca 2006; Teubal 2008;
Gras y Hernández 2013).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 359

por año, en 2018 se utilizaban más de 500 millones5 (Natu-


raleza de Derechos 2019). Esto implicó importantes daños
ambientales y en la salud de las poblaciones aledañas a los
campos, que concentran a más de 12 millones de habitantes
(Leguizamón 2014).
En la década de 2000, diversas comunidades de zonas
rurales y periurbanas afectadas por la exposición a agro-
tóxicos formaron un movimiento social por la salud y la
justicia ambiental que comenzó a identificarse como “pue-
blos fumigados” (Arancibia 2013a; Arancibia 2013b). El
movimiento buscó aliados entre científicos y abogados para
contrarrestar el discurso dominante que afirmaba que la
adopción del paquete tecnológico era socialmente benefi-
ciosa, dar cuenta de los problemas mencionados y solici-
tar medidas políticas que resguarden la salud pública. En
2005, una red de movimientos sociales6 y comunidades lan-
zó una campaña nacional llamada “Paren de Fumigar” para
concientizar sobre los efectos nocivos de los agrotóxicos,
mapear las localidades afectadas, registrar las patologías y
fomentar la formación de grupos de resistencia local para
prohibir o, al menos, restringir el uso de agrotóxicos. Desde
entonces, el conflicto se expandió a diversas localidades de
todo el país. La campaña también invitó a comunidades
afectadas a brindar sus propios testimonios de lucha e instó
a médicos rurales y expertos en salud a generar evidencia
sobre los efectos de la exposición a agrotóxicos (Motta y
Arancibia 2016). Toda esta información fue compilada y
publicada en el libro “Pueblos Fumigados” (Rulli 2009) que
incluyó también un apartado sobre estrategias y recursos

5 El aumento en el uso de agrotóxicos incluye productos diversos (insectici-


das, herbicidas, funguicidas), sin embargo, dentro de estos los herbicidas a
base de glifosato son los que predominan en términos proporcionales (más
del 65%, según CASAFE 2015).
6 Se unieron a la Campaña el Grupo de Reflexión Rural, la Unión de Asam-
bleas Ciudadanas; la ONG ambientalista Centro para la Protección a la
Naturaleza (CEPRONAT) de Santa Fé; la Red de Acción en Plaguicidas y sus
Alternativas en América Latina; y otros movimientos sociales de las provin-
cias Santa Fé, Buenos Aires, Córdoba, y Entre Ríos.

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360 • Naturaleza y conocimientos en tensión

legales disponibles para afrontar y resistir a la contamina-


ción con agrotóxicos. Tras la publicación de este libro se
llevaron a cabo múltiples acciones judiciales (Aiutto 2006;
Aranda 2015; Cabaleiro 2020; Rauchecker 2015).
Por otro lado, a lo largo del tiempo, se generó
un cúmulo de evidencia científica a nivel internacional
que demostró múltiples efectos nocivos de los agrotóxi-
cos basados en glifosato (Rossi 2020). Simultáneamente
emergió un nuevo campo de estudios sobre los agrotó-
xicos en el país y, a partir de 2010, la Argentina se con-
virtió en líder mundial en producción de artículos sobre
la temática (Sosa et al. 2019). Las nuevas publicaciones
fueron acompañadas por la organización de congresos y
la conformación den una red de profesionales compro-
metidos políticamente con esta problemática. El número
de artículos sobre agrotóxicos publicados por científicos
argentinos pasó aproximadamente 20 en 2005 a más de
1800 en 2019 (Frickel y Arancibia, en prensa). Entre el
2010 y el 2013 se llevaron a cabo conferencias nacio-
nales e internacionales sobre la problemática, incluido
el 1° Encuentro de Médicos de Pueblos Fumigados en
la Universidad Nacional de Córdoba y tres Congresos
de Salud Socio Ambiental en la Universidad Nacional
de Rosario. Sin embargo, a pesar de la nueva evidencia
científica disponible, el movimiento no obtuvo cambios
significativos en la regulación de los agrotóxicos ni en
la política agraria a nivel nacional, aunque logró algu-
nos avances a nivel local, provincial y municipal –muy
heterogéneos, como veremos en detalle en el apartado
sobre marco regulatorio–.
Las autoridades gubernamentales por lo general
ignoraron y desatendieron fácilmente las demandas de
las comunidades afectadas con el argumento de que la
seguridad de los agrotóxicos a base de glifosato (así
como la de otros de amplio uso) estaba “garantiza-
da” por los marcos regulatorios vigentes “fundados en
evidencia científica”. En este contexto, consideramos

teseopress.com
Naturaleza y conocimientos en tensión • 361

esencial comprender las estrategias que despliegan los


movimientos sociales para poner en cuestión los dis-
cursos “basados en evidencia científica” que plantean
la seguridad de los agrotóxicos. ¿Cómo se vinculan
con la experticia? ¿Qué nuevos tipos de conocimiento
son producidos y por quiénes? ¿Cómo son producidos
estos nuevos conocimientos y cómo son utilizados por
los movimientos para combatir las injusticias socioam-
bientales? Para responder a estas preguntas, analizamos
la historia del conflicto de la comunidad del barrio
Ituzaingó Anexo –un barrio periurbano rodeado por
campos de soja transgénica ubicado en las afueras de
la Ciudad de Córdoba entre los años 2001-2012–. Esta
comunidad desempeñó un rol clave en la consolidación
del movimiento de Pueblos Fumigados y se convirtió en
un ejemplo nacional tras haber llevado a cabo el primer
juicio en el que se consideró que la fumigación ilegal
con agrotóxicos constituye un delito penal.
En las siguientes secciones de este artículo presen-
tamos la perspectiva analítica desde la cual trabajamos;
describimos la metodología y los datos utilizados; y,
por último, presentamos el análisis empírico realizado.
En esta última sección, brindamos un panorama general
sobre la regulación de los agrotóxicos en Argentina y
luego analizamos las tres fases de la movilización social
en Ituzaingó Anexo. Hacemos foco en los diferentes
tipos de experticia y las estrategias desplegadas para
poner en cuestión las aseveraciones “basadas en eviden-
cia” sobre la seguridad de los agrotóxicos.
En síntesis, a lo largo del artículo ilustramos cómo,
en una primera fase, los activistas recurrieron a su cono-
cimiento experiencial sobre los casos de enfermedad en
el barrio con el fin de solicitar la intervención de las
autoridades locales (Carrizo et al. 2019). Al no recibir
respuestas y darse cuenta de que no eran reconocidos
como sujetos con conocimiento válido sobre el proble-
ma en cuestión, establecieron alianzas con científicos y

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362 • Naturaleza y conocimientos en tensión

profesionales de la salud y se capacitaron en temáticas


relativas a la contaminación ambiental para adquirir el
lenguaje que les habilitara a participar en las discusio-
nes. Por otro lado, los científicos involucrados con el
movimiento produjeron nuevos conocimientos median-
te estudios ambientales y epidemiológicos. El movi-
miento usó estas nuevas evidencias para presionar al
gobierno local y lograr que éste promulgue ordenanzas
que restrinjan el uso de agrotóxicos en la zona. Ante
violaciones sistemáticas de estas ordenanzas por parte
de diversos productores rurales, el abogado aliado al
movimiento formuló una denuncia judicial en base a la
cual el fiscal llevó adelante una estrategia judicial inno-
vadora que encuadró las violaciones a las ordenanzas en
el tipo penal de violación a la Ley Nacional de Residuos
Peligrosos. De este modo, el movimiento ganó un juicio
histórico que puso fin a las fumigaciones ilegales en la
zona, sancionó penalmente a los infractores y puso en
tela de juicio el fundamento de las políticas regulatorias
y los procedimientos a través de los cuales se aprueban
los agrotóxicos en el país7.

7 Cabe destacar que, si bien el juicio se ganó y cesaron las fumigaciones


en el barrio, actualmente los reclamos de las Madres persisten para
que se las reconozca a ellas y a los vecinos del barrio como afectados
ambientales. Luego de la sentencia no hubo intervención del sistema
de salud provincial ni municipal para dar un seguimiento y brindar
atención a los vecinos que encuentran enormes dificultades para ser
atendidos en el Sistema de Salud pública provincial y a través de las
obras sociales (Carrizo, Berger y Ferreyra 2019). Por otro lado, las
Madres esperan también que se de inicio al juicio de la llamada “causa
madre” que busca “probar” la vinculación de los casos de muerte (84) y
enfermedad (142) del barrio con las fumigaciones con agrotóxicos
(Grupo Madres de Ituzaingó Anexo y Berger 2019).

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 363

Ciencia no-hecha y contra experticia en la lucha


por la justicia ambiental

La injusticia en materia de salud socioambiental es un


problema estructural (Ottinger y Cohen 2011), tal como
plantea el movimiento de justicia ambiental. Las causas
estructurales de las desigualdades ambientales son indiso-
ciables del proceso de industrialización capitalista, así como
de las instituciones sociopolíticas y prácticas científicas
asociadas a él. Para caracterizar este problema considera-
mos importante tener en cuenta dos procesos. En primer
lugar, a medida que se profundizó y expandió el desarro-
llo industrial –sobre todo a partir del fin de la Segunda
Guerra Mundial– se agravaron los daños ambientales y la
contaminación a nivel global. Sin embargo, la distribución
de la contaminación nunca fue equitativa. Las decisiones
gubernamentales e industriales en torno a la ubicación de
instalaciones potencialmente contaminantes (como indus-
trias pesadas o actividades extractivas) por lo general han
seguido patrones históricos de segregación socio espacial.
Es decir, que estas instalaciones se han ubicado cerca de
poblaciones vulnerables y marginadas. En segundo lugar, en
el sistema capitalista moderno los científicos y tecnólogos
han adquirido progresivamente mayor “autoridad cultural”:
su conocimiento no sólo ha sido usado para generar rique-
zas, sino que además se ha convertido en el fundamento
de las decisiones políticas relacionadas con la regulación de
las nuevas tecnologías (Ottinger y Cohen 2011). De hecho,
paradójicamente, son los mismos científicos y tecnólogos
los únicos que parecen poder evaluar los riesgos y los
impactos negativos del desarrollo científico y tecnológico
(Beck 1992). Pareciera que sólo la ciencia y la tecnología
pueden brindar soluciones a los problemas creados por la
ciencia y la tecnología –lo que Beck (1992) ha caracterizado
como “la sociedad del riesgo”–.

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364 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Diversos trabajos del campo CTS (estudios sobre cien-


cia, tecnología y sociedad) han dado cuenta de las impli-
cancias antidemocráticas del proceso de incremento de la
autoridad de los expertos en materia de política pública
(Habermas 1990) y han problematizado la consecuente des-
politización de los procesos de regulación de las tecnolo-
gías (Moore et al. 2011). Los gobiernos justifican su cre-
ciente dependencia del conocimiento experto para la toma
de decisiones políticas alegando la neutralidad de dicho
conocimiento (Hess 2007). Sin embargo, los fundamentos
institucionales y los procesos de producción de este tipo
de conocimiento científico orientado exclusivamente a la
regulación de tecnologías habilitan a una peligrosa injeren-
cia de las corporaciones en sus resultados. Jasanoff (1990)
ha denominado este tipo de ciencia como “ciencia regula-
dora” para diferenciarla de la ciencia básica y ha descrito
en detalle cuáles son sus características y sus principales
deficiencias. El dilema es que las críticas a las aseveraciones
de la ciencia reguladora –por ejemplo, la catalogación de
un producto como “seguro” o de “bajo riesgo”– sólo pue-
den ser esgrimidas si se dispone de evidencias científicas
alternativas y, por lo general, estas evidencias no existen. A
esto justamente refiere el concepto de “ciencia no hecha”, es
decir un conocimiento que sistemáticamente no se produce
y que sería útil para un movimiento social u organización
de la sociedad civil que trabaja para promover un cambio
social y para resistir políticas que considera perjudiciales
(Hess 2007, 2015a, 2015b; Frickel et al. 2010; Woodhouse
et al. 2002).
Esta injusta situación también ha sido denunciada
por diversos movimientos sociales y organizaciones de la
sociedad civil que han demandado cambios en los proce-
dimientos regulatorios. Esto ha dado lugar, por un lado,
al surgimiento de activismos en torno a problemas tecno-
científicos y a nuevas relaciones entre movimientos socia-
les y expertos; y, por el otro, al desarrollo de una agen-
da de investigación sobre el potencial transformador de

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 365

las relaciones entre movimientos sociales y expertos (Eps-


tein 1996; Hess 2007, 2015a, 2015b; Ottinger y Cohen
2011; Parthasarathy 2010). Como señalan Ottinger y Cohen
(2011), la experticia puede contribuir a profundizar la injus-
ticia ambiental, pero también tiene el potencial de aportar
recursos para superarla.
En el campo CTS se ha denominado “contra-
experticia” a la puesta en cuestión de las decisiones políticas
“basadas en conocimiento científico” y los conflictos aso-
ciados ellas. Sin embargo, el concepto tiene diferentes signi-
ficados en la literatura. Algunos autores definen la contra-
experticia como una estrategia desplegada por científi-
cos o profesionales comprometidos con el cambio social,
que actúan como movimientos de expertos/intelectuales
o como aliados de los movimientos de justicia social y
ambiental (Fischer 1990; Fortun y Cherkasky 1998; Policy
2006; Taylor 2009). Esa estrategia incluye: la producción
de conocimiento científico que pueda ser utilizados como
nueva evidencia; interpretaciones diferentes de los datos;
o el desarrollo de nuevos métodos de investigación. Por
otra parte, algunos autores usan el concepto de contra-
experticia para referirse a conocimientos no científicos,
producidos localmente, basados en evidencia empírica o
percepciones o prácticas ancestrales (Egert y Allem 2017;
Pfister y Horvath 2014). En esta misma línea, muchos auto-
res han asimilado la contra experticia a términos como
“conocimiento local” (Fischer 1990), “conocimiento de los
agricultores” (Wynne 1992) y “experticia campesina” (Heller
2002).
En la primera concepción de contra-experticia, la jus-
ticia se puede alcanzar sólo a través de una transformación
en los fines mismos de la ciencia, reorientados hacia la
búsqueda de resultados democratizadores, inclusivos y sus-
tentables. Esto requeriría, a su vez, cambios en las agendas
y las preguntas de investigación, en las metodologías y, a
su vez, en qué y a quiénes se incluye en la investigación
(Allen et al. 2017). En cambio, en la segunda concepción

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366 • Naturaleza y conocimientos en tensión

de contra-experticia, la justicia implicaría borrar la frontera


entre “expertos” y “no expertos”, cuestionar la autoridad
científica y reconocer otros tipos de conocimiento como
sustento válido para la toma de decisiones.
Considerando esto, en este artículo proponemos la
siguiente definición: entendemos a la contra-experticia
como una experticia –en sentido amplio– que pone en
cuestión las decisiones regulatorias basadas en conocimien-
to científico. Esta definición tiene la intención tanto de
abarcar las definiciones existentes, como de proveer un
marco analítico que esté abierto a las variaciones empíri-
cas, ya que lo que cuente como experticia diferirá en rela-
ción al contexto y el caso. Desde esta perspectiva, la lucha
por la justicia puede implicar la movilización de diferentes
tipos de conocimientos, de diversos procesos de produc-
ción de conocimiento, como también de otras estrategias
para influir en la toma de decisiones.
Nuestro análisis distingue entre las estrategias y los
sujetos de la contra-experticia. Nos preguntamos, en pri-
mer lugar, ¿qué estrategias despliegan los activistas para
cuestionar y rebatir los discursos basados en conocimientos
científicos y las decisiones regulatorias derivadas de ellos
que generan injusticias ambientales?; y, en segundo lugar,
¿quiénes cuestionan las afirmaciones de la ciencia regulado-
ra acerca de la seguridad de las nuevas tecnologías, basán-
dose en algún tipo de experticia? y ¿qué tipo de experticia
despliegan? Para responder a estas preguntas, nos basamos
en una tipología no exhaustiva que incluye la experticia
científica, local y legal. Además, nos apoyamos en la tipolo-
gía de estrategias que utilizan los activistas para superar la
barrera de la experticia propuesta por Parthasarathy (2010).
El autor define la barrera de la experticia como ‘las
reglas formales e informales del diseño y la implementación
de políticas científicas y tecnológicas que hace muy difícil
para aquellos sin experticia técnica participar como iguales’
(2010, 355). La primera estrategia se refiere a una situación
en la cual quienes no pertenecen a un campo científico

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 367

o experto desarrollan el conocimiento científico-técnico


establecido para legitimar su participación en un debate
–para lo cual se alían con expertos y/o aprenden concep-
tos científico-técnicos–. Esto se asemeja a lo que Epstein
ha llamado proceso de “expertificación” (Epstein 1996, 13).
En la segunda estrategia los activistas apuntan a introducir
nuevos tipos de evidencia y nuevas definiciones de lo que
cuenta como evidencia en un ámbito político determinado.
Al hacerlo, refuerzan el carácter “basado en la evidencia”
de la toma de decisiones, al tiempo que amplían el alcance
de las cuestiones consideradas relevantes para la toma de
decisiones y reclaman una experticia propia en estas nuevas
cuestiones. La tercera estrategia es introducir nuevos fun-
damentos y nuevas lógicas de formulación de las políticas,
así como nuevas formas de valorar la evidencia y la exper-
ticia. De este modo, se abre el juego a una diversidad de
fundamentos políticos que pueden incluir valores o culturas
diferentes a los vigentes –por ejemplo, puede implicar un
cambio de una cultura tolerante al riesgo a una cultura pre-
cautoria– (Jasanoff 2004; Levidow et al. 2007; Suryanara-
yanan y Kleinman 2013; Wynne 2001). La cuarta estrategia
implica criticar los procedimientos burocráticos que dan
sustento a las políticas regulatorias (por ejemplo, que no
haya consultas públicas para la aprobación de nuevas tecno-
logías, que los informes de aprobación no se publiquen, etc.)
y, de este modo, poner en duda que las decisiones toma-
das con los procedimientos vigentes favorezcan realmente
el interés público. En esta estrategia se pueden replantear
temas vinculados con la participación, la transparencia, la
rendición de cuentas, así como la definición de prioridades.
Las últimas dos estrategias apuntan a lo que Ottinger y
Cohen (2011) definieron como una transformación de las
relaciones de poder necesarias para lograr una verdadera
justicia ambiental.
La segunda estrategia implica la producción de nuevas
evidencias; esto puede involucrar la producción de cono-
cimiento científico –“ciencia no hecha”– así como otros

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368 • Naturaleza y conocimientos en tensión

tipos de conocimiento. En la producción de nuevos cono-


cimientos participan diferentes actores, por lo que consi-
deramos útil distinguir entre los legos y los científicos. Los
científicos pueden producir “ciencia no hecha” de manera
autónoma o en colaboración con los activistas, con diversos
grados de involucramiento por parte de estos. Por ejemplo,
los científicos, en lugar de formar parte de un movimiento
social, pueden apuntar a transformar las formas de hacer
ciencia con el fin de promover la justicia ambiental –a tra-
vés de la creación de nuevos programas y subcampos de
investigación dentro de las disciplinas científicas estableci-
das– (Frickel 2006; Frickel y Gross 2005; Frickel y Moore
2006; Moore 1996; Moore y Hala 2002). En este caso, la
experticia desarrollada y movilizada es únicamente científi-
ca. Asimismo, los científicos pueden participar activamente
en los conflictos socio-ambientales y aliarse de modo más
o menos explícito con un movimiento social para llevar a
cabo estudios independientes sobre la situación de salud
ambiental de una comunidad movilizada (Allen 2004; Fric-
kel 2011; Moore et al. 2010). En algunos casos, coprodu-
cen en conjunto con la comunidad estudios alternativos
basados, en gran parte, en el entendimiento local sobre los
problemas ambientales y de salud, o desarrollan conjunta-
mente nuevos métodos para dar cuenta de las enfermedades
y la contaminación (Ottinger y Cohen 2011). Esto deriva en
nuevas relaciones entre experticia local y experticia cientí-
fica (Arancibia 2016).
De hecho, las comunidades y los activistas pueden pro-
ducir conocimiento local sobre su propia situación sanitaria
y ambiental. En base a sus propias experiencias y padeci-
mientos, muchas veces son los primeros en dar cuenta de
un problema ambiental y de salud, así como en recolec-
tar evidencias sobre las enfermedades y la contaminación.
Después, pueden convocar a científicos para continuar la
investigación en conjunto –lo que implica traducir a forma-
tos científicos los datos “crudos”– o continuar por su cuen-
ta. De cualquier forma, cuando las comunidades generan

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 369

nuevo conocimiento local y situado, pueden poner en cues-


tión los discursos de las corporaciones y los organismos
reguladores sobre la seguridad de nuevas tecnologías y pro-
ductos –que se basan en conocimientos más antiguos y no
locales–. Existen múltiples ejemplos de investigaciones en
las cuales la comunidad o los activistas tienen un rol pro-
tagónico: la epidemiología popular, la ciencia ciudadana,
la ciencia callejera o la investigación participativa (Allen et
al. 2016; Brown 1987, 2007; Brown et al. 2006; Corburn
2005; Fischer 2000; Irwin 1995; Kroll-Smith y Floyd 2000;
O’Rourke y Macey 2003; Ottinger 2010; Singleton y Lega-
tor 1997). A veces son los científicos quienes dirigen estas
investigaciones, otras veces son las comunidades. Lo impor-
tante es que, en todos estos casos, la experticia científica
está interconectada y combinada con la experticia local.
En general, la producción de “ciencia no hecha” per se
no es suficiente para superar la barrera de la experticia, ya
que los gobiernos pueden tranquilamente ignorar los nue-
vos hallazgos científicos o reemplazarlos por otra eviden-
cia contrastante producida por las corporaciones (Fischer
1990). La realidad es que aún se sabe poco sobre cuánto
puede influir la producción de “ciencia no hecha” sobre la
política regulatoria y los factores que facilitan o limitan
esta influencia. Esto nos conduce a las otras dos estrategias
necesarias para superar la barrera de la experticia que pro-
pone Parthasarathy: la modificación de los fundamentos de
elaboración de políticas y de los procedimientos burocráti-
cos que definen su diseño y puesta en práctica. Para llevar a
cabo estas estrategias, pueden ser necesarios otros tipos de
experticia además de la experticia científica.
El estudio de Suryanarayanan y Kleinman (2014) ilus-
tra cómo la producción de “ciencia no hecha” puede resul-
tar insuficiente para promover cambios en las regulaciones
de las tecnologías. Los autores comparan los casos de dos
grupos de apicultores en Francia y en Estados Unidos que
sostenían que las abejas estaban muriendo masivamente a
causa de los agrotóxicos. Los apicultores franceses lograron

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370 • Naturaleza y conocimientos en tensión

convencer a los reguladores de remover los agrotóxicos


del mercado, mientras que los estadounidenses no logra-
ron el mismo efecto (Suryanarayanan y Kleinman 2014).
Estos diferentes resultados no pueden ser explicados por
una diferencia en la producción de conocimiento cientí-
fico, ya que ambos grupos de apicultores se aliaron con
científicos, promovieron la realización de nuevos estudios
y usaron hallazgos científicos similares para respaldar sus
demandas. Según los autores, lo que diferencia ambos casos
son las estrategias de resistencia que desplegaron los api-
cultores. Los franceses organizaron un movimiento social
cohesionado y llevaron a cabo acciones directas disruptivas
sostenidamente (como protestas, manifestaciones, accio-
nes legales, campañas en los medios, relaciones públicas
y lobby); en cambio los apicultores estadounidenses no lo
hicieron. En conclusión, la lección para el movimiento de
justicia ambiental pareciera ser que hay que tener en cuenta
e implementar una diversidad de acciones colectivas, así
como desarrollar diferentes tipos de experticia dentro del
movimiento para lograr cambios políticos concretos.
Al igual que los científicos, los abogados y los fiscales
(expertos legales) pueden formar parte del proceso de pro-
fesionalización de los movimientos sociales o pueden ser
poderosos aliados externos. La teoría de los movimientos
sociales cataloga a las acciones del activismo legal como
“acciones contenciosas”, en vez de “acciones disruptivas”
(Tarrow 2011). Según McCann (2006) para lograr resul-
tados positivos, el activismo legal debe combinarse con
protestas en las calles, acciones dirigidas a los medios de
comunicación y lobby. Aunque, en general, las estructu-
ras legales limitan la capacidad de agencia de los actores
sociales, los movimientos sociales también pueden utilizar
procesos legales para modificar la vida social. “Entonces, el
conocimiento legal puede importar tanto como fin como
medio de acción; el derecho proporciona tantos princi-
pios normativos como recursos estratégicos para la lucha
social” (McCann 2006, 21–22). El activismo legal puede ser

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 371

utilizado como medio para “transformar o para reconstruir


los términos de las relaciones sociales y el poder” (McCann
2006, 22).
Las organizaciones sin fines de lucro que defienden los
derechos de comunidades vulnerables a través de acciones
judiciales basadas en investigaciones científicas han sido
importantes aliadas de los movimientos de justicia ambien-
tal (Hoffman 2011; Lapegna 2016; Motta 2016). Dentro
de estas organizaciones, el trabajo se divide de este modo:
los científicos identifican baches en los marcos regulato-
rios vigentes (“regulación no-hecha”) y realizan investiga-
ciones para dar sustento empírico (a través de la producción
de “ciencia no hecha”) a los casos judiciales que denun-
cian contaminación o polución derivada de una actividad
productiva determinada, mientras los abogados presentan
demandas, o amenazan con hacerlo, para presionar a las
autoridades a que implementen nuevas regulaciones o cas-
tiguen las violaciones a las normas existentes. Las epistemo-
logías legales pueden desempeñar un papel fundamental en
la validación de discursos basados en conocimientos cien-
tíficos que compiten entre sí en los tribunales (para definir
cuál es el “verdadero”). Sin embargo, recurrir exclusivamen-
te a la experticia legal para resolver conflictos socioam-
bientales podría limitar la resolución de las controversias
al ámbito de los procedimientos judicial-administrativos y,
en consecuencia, clausurar tanto el debate científico como
el debate público (Bonneuil y Levidow 2012). Barandiaran
(2016) describe cómo los criterios legales pueden reempla-
zar a los criterios científicos como fuente de objetividad
para la toma de decisiones en materia de política ambiental
en Chile –con los mismos problemas ya explicados ante-
riormente–. Según Barandiaran, los legisladores chilenos
utilizan las normas legales/jurídicas como se ha utilizado
generalmente a la ciencia: como una voz “neutral,” separada
de la política, que legitima las decisiones. Su trabajo señala
la necesidad de explorar con mayor profundidad el papel

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372 • Naturaleza y conocimientos en tensión

de la experticia legal en la producción de “ciencia no hecha”


y en la movilización de esta nueva evidencia científica, así
como en sus impactos en la política regulatoria.
En síntesis, en las luchas contra la injusticia ambiental,
los activistas comúnmente intentan romper la barrera de la
experticia, para lo cual recurren tanto a la experticia cien-
tífica como a otros tipos de experticia. En base a la litera-
tura disponible, identificamos tres tipos de experticia que
puede ser desarrollados, desplegados y movilizados para
influir en la toma de decisiones políticas sobre los efectos
de las nuevas tecnologías en la salud y el ambiente: local,
científica y legal. Mientras las relaciones entre los primeros
dos tipos de experticia han sido ampliamente estudiadas,
las relaciones y articulaciones entre esta tríada no ha sido
suficientemente explorada, en particular en los casos en que
se involucra la problemática de la “ciencia no hecha”. Nues-
tro artículo tiene como objetivo profundizar en este tema
y contribuir a la literatura sobre los movimientos sociales
y la “ciencia no hecha”.

El barrio de Ituzaingó Anexo

Ituzaingó Anexo es un barrio que limita con planta-


ciones de soja en las afueras de la Ciudad de Córdo-
ba. Está ubicado a 8 km de la misma, tiene 60 años
de antigüedad y aproximadamente 6.300 habitantes. Al
momento de iniciado el conflicto, el barrio contaba con
serias deficiencias en servicios básicos como red de agua
corriente y sistema de cloacas y se encontraba posicio-
nado entre los que tenían mayores tasas de desempleo
(Depetris 2009). Dentro de las múltiples comunidades
de todo el país involucradas en el movimiento contra
el uso de agrotóxicos, la de Ituzaingó Anexo representa
un caso emblemático: se constituyó como el primer
nodo de resistencia y fue la primera en lograr que se

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 373

promulguen y hagan cumplir ordenanzas que restringen


el uso de agrotóxicos en la zona. Si bien, con el correr
del tiempo, muchas otras comunidades lograron que se
dicten este tipo de ordenanzas, su cumplimiento efectivo
ha resultado difícil. El caso de Ituzaingó Anexo resulta
interesante porque permite analizar estrategias “exito-
sas” en la lucha por la implementación de normas que
resguardan la salud pública, entre las que se incluyen la
producción y movilización de tres tipos de experticia:
local, científica y legal.
Para llevar a cabo el estudio de caso, entre 2001
y 2013 recolectamos y analizamos diferentes tipos de
datos. Utilizamos datos primarios y secundarios. Los
datos primarios fueron recolectados a través de inves-
tigación de archivo (en artículos de diarios, fuentes
documentales y documentos de los movimientos como
folletos, comunicados, declaraciones y páginas web),
observación etnográfica y entrevistas semi estructuradas
a activistas y sus aliados. Las entrevistas indagaron en
los siguientes temas: las motivaciones de los activistas
para involucrarse en el conflicto; sus demandas y formas
de acción; sus aliados y alianzas; sus interpretaciones
acerca del problema y las posibles soluciones; su per-
cepción sobre los resultados de las campañas y sobre
los principales obstáculos; y su relación con los medios
de comunicación, las autoridades y sus adversarios. Este
artículo se basa en el trabajo de campo y entrevistas rea-
lizadas para nuestras tesis doctorales. Para éstas hemos
entrevistamos a miembros de los siguientes movimien-
tos y organizaciones: Madres de Ituzaingó (n=4), Grupo
de Reflexión Rural (GGR) (n=3), Unión de Asambleas
Ciudadanas (UAC) (n=2), las ONGs Semillas del Sur
(n=1), CEPRONAT (n=1), Red de Acción en Plaguicidas
(RAPAL) (n=1); médicos (n=3); y científicos (n=3) que
eran parte de la red Paren de Fumigarnos Córdoba,
médicos y científicos de otras provincias (n=12) y auto-
ridades provinciales y municipales del Poder Ejecutivo,

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374 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Legislativo y Judicial de la provincia de Córdoba (n=4).


Realizamos trabajo de campo durante 2012 y 2013
(Motta de febrero a marzo del 2012 y de julio a agos-
to del 2013 y Arancibia de julio a agosto del 2012 y
durante el 2013). Motta asistió a una de las audiencias
del juicio del barrio Ituzaingó Anexo en la Ciudad de
Córdoba el 7 de agosto de 2012 y Arancibia asistió a
la sentencia final el 21 de agosto de 2012. Para los
objetivos de este artículo, nos focalizamos en los datos
que se vinculan a la cuestión de las estrategias y la
contra experticia. Analizamos los tipos de experticia y
las estrategias utilizados por los activistas en su lucha
contra los agrotóxicos.

Marco regulatorio e injusticia ambiental en Argentina

A pesar de lo que estipula la Ley General de Ambiente


(N°25.675), en Argentina no hay ninguna ley nacional de
presupuestos mínimos que regule específicamente el uso y
la comercialización de los agrotóxicos. Esto implica que el
estándar normativo es sumamente heterogéneo a lo largo
del territorio nacional (Paz Belada 2017). Las provincias o
municipios que establecen restricciones al uso de agrotó-
xicos, en general, delinean sus normativas en base a una
clasificación toxicológica provista por el SENASA (mayor
restricción a mayor toxicidad del producto), la cual presenta
múltiples deficiencias.
El SENASA es el ente responsable de la aprobación
y clasificación de los “productos fitosanitarios” en Argen-
tina. Un primer problema es que el SENASA depende del
Ministerio de Agricultura y, llamativamente, el Ministerio
de Salud y el Ministerio de Ambiente no tienen injerencia
en sus decisiones. Un segundo problema es que la resolu-
ción de aprobación de cada producto y las pruebas científi-
cas que la justifican, no son accesibles al público. Un tercer

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 375

problema es que la metodología que utiliza el SENASA para


la clasificación toxicológica de los productos es la DL50 que
sólo toma en cuenta los posibles daños letales agudos (la
muerte en un corto período de exposición). Ello implica que
se soslayan todos los posibles daños crónicos y subletales
en un largo período de exposición, tales como cáncer, mal-
formaciones fetales y abortos espontáneos, genotoxicidad,
entre otras patologías8. Según esta clasificación el glifosato
es definido como un producto “de baja toxicidad”, de banda
verde. Por ende, en 1996 –cuando se aprobó la soja transgé-
nica– no existía ninguna restricción para su uso en las leyes
provinciales u ordenanzas municipales: se podía fumigar
con glifosato hasta la puerta de las casas, o rociarlo con
aviones sobre poblados, escuelas rurales y fuentes de agua.
Esto cambió en algunas localidades a lo largo del
tiempo: a medida que aumentó la protesta social se
promulgaron o modificaron algunas leyes provincia-
les y ordenanzas municipales para establecer mayores
límites al uso de agrotóxicos, incluidos los “de banda
verde” (Arancibia 2013a). Por lo general, se establecieron
“zonas libres de agrotóxicos” en la proximidad de zonas
pobladas y fuentes de agua y, en algunos casos, se logró
la prohibición de las fumigaciones aéreas. Sin embargo,
la cantidad de ordenanzas por provincia y los paráme-
tros de protección que se lograron promulgar fueron
sumamente heterogéneos: las zonas de protección varia-
ron entre los 100 y los 5.000 metros de las zonas pobla-
das y las fuentes de agua; en algunos casos se ordenó
que las fumigaciones sean autorizadas por un ingeniero
agrónomo responsable y en otros no; en algunos casos
se generaron políticas para la reconversión a la agri-
cultura agroecológica y en otros no, etc. Esto dependió

8 Cabe destacar que en noviembre de 2010 el Defensor del Pueblo de la


Nación cuestionó la metodología de clasificación vigente y solicitó al
SENASA un cambio de metodología. Entre otras cosas, exigía incluir todos
los posibles daños, no sólo la toxicidad letal (Arancibia 2015). Al día de la
fecha este cambio no ha sido implementado.

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376 • Naturaleza y conocimientos en tensión

de la correlación de fuerzas locales (entre asociaciones


rurales y empresarias, partidos políticos y asambleas
socioambientales, etc.). A su vez, la fiscalización de las
normas existentes resultó sumamente deficiente.

Activistas, experticia local y epidemiología popular


en una comunidad contaminada

A comienzos del 2000, un grupo de mujeres estaban muy preo-


cupadas por ver a muchos vecinos usando pañuelos y barbijos.
Comenzaron a reunirse y decidieron hacer una encuesta para
identificar y contabilizar el número de enfermos en el barrio.
En palabras de una de ellas (entrevista con una de las Madre de
Ituzaingó 2013):

Empecé a ver que había muchos vecinos con barbijos y


pañuelos. […] Me di cuenta que era porque los chicos tenían
leucemia y las mujeres habían perdido el pelo por la qui-
mioterapia. Y pensé ‘tengo que hacer algo’ […] había perdido
a mi hija, […] ¿cómo puede ser? […] Hicimos una encuesta.
Trabajamos por tres o cuatro meses.

La encuesta consistía en un simple cuestionario sobre el


estado de salud de cada miembro del hogar. Las mujeres identi-
ficaron 107 casos de enfermedades en una comunidad de 4780
habitantes, entre los que había casos de: leucemia (9), linfoma
de Hodgkins (2), otros tipos de cáncer (7), lupus (3), púrpura
(3), anemia hemolítica (2), anemia (12), y afecciones de la piel
(9) (estudio Madres de Ituzaingó en Carrizo y Berger 2009; La
voz 2012). Además, hicieron un mapa con la distribución de los
casos en el barrio y descubrieron que la mayoría se concentraba
en un radio a cuatro cuadras de distancia de los campos de soja
(Figura 1). Si bien los enfermos no conocían las causas de sus
padecimientos, suponían que se vinculaban a la contaminación
ambiental. En febrero del 2002, el grupo de mujeres presentó
al Ministerio de Salud provincial la lista de enfermos, el mapa

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 377

y una carta firmada por 300 vecinos (Vecinos 2002) que pedía
la declaración de la emergencia sanitaria en el barrio y la inme-
diata intervención del Ministerio para determinar la causa de
las enfermedades. Sin embargo, el Ministerio provincial ignoró
sus reclamos y alegó que no contaba con información sobre la
existencia de ningún nodo (clúster) de enfermedades (Madres
del Barrio Ituzaingó anexo en Carrizo y Berger 2009). Las auto-
ridades gubernamentales no consideraron los datos que reco-
lectaron las Madres como evidencia válida de la existencia de
dicho nodo.
Ante la falta de respuesta de las autoridades, el grupo
de mujeres se organizó y comenzó a realizar manifestaciones
en las calles con pañuelos y barbijos en las que participaron
otros vecinos. En las movilizaciones se podían observar car-
teles que decían: “Ayudanos, tenemos cáncer” (Entrevista con
una Madre de Ituzaingó 2013). El grupo empezó a identificar-
se como “Madres de Ituzaingó” en ese momento, a partir de las
preguntas de los periodistas (Figura 2). En palabras de una de
las Madres: “Tratamos de juntar a la gente, alertarlos, contarles
que algo estaba mal, que lo único que podíamos hacer era salir
a las calles” (entrevista con una Madre de Ituzaingó 2012). Sin
embargo, el gobierno provincial siguió sin atender sus reclamos
y las apodó “las locas de Ituzaingó” (entrevista con una Madre
de Ituzaingó 2013).
En síntesis, en esta primera fase del conflicto, un grupo de
vecinas realizó diversas acciones para visibilizar un problema
ambiental que consideraban causa de graves problemas sani-
tarios en el barrio. La primera estrategia que desplegaron para
ser escuchadas por las autoridades fue la de introducir nuevas
evidencias. Mediante un estudio comunitario produjeron nue-
vo conocimiento (local) sobre la situación de salud colectiva del
barrio, a través de la identificación, el registro y el reporte de
los casos de enfermedades. Simultáneamente organizaron un
movimiento social que se manifestó en las calles. Sin embargo,
las autoridades continuaron sin atender sus reclamos ni reco-
nocer el problema ambiental del barrio.

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378 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Figura 1. Mapa epidemiológico elaborado por los vecinos

Fuente: INFOBAE, https://bit.ly/30ApOIv.

Figura 2. Protesta de las Madres de Ituzaingó

Protesta de las Madres de Ituzaingó. Fuente: Red Nosotras en el Mun-


do, https://bit.ly/2Bkj7S4.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 379

Experticia científica: estudios ambientales


y epidemiológicos

Las Madres comprendieron rápidamente que no eran reco-


nocidas como sujetos con conocimiento válido sobre sus
propios padecimientos. Entonces, decidieron pedir ayuda
a la Fundación para la Defensa del Ambiente9 dirigida por
el biólogo Dr. Raúl Montenegro. Montenegro contribuyó
al movimiento de diversas maneras. En primer lugar, dio
charlas públicas en el barrio sobre contaminación ambien-
tal. Estas charlas no solo concientizaron a la población
sobre las condiciones ambientales y de salud del barrio,
sino que además sirvieron para que los activistas aprendie-
ran el lenguaje y los conceptos que se utilizan en los estu-
dios ambientales. En segundo lugar, Montenegro planteó la
hipótesis de que los padecimientos de salud que identifi-
caron las Madres se podían asociar al uso de agrotóxicos.
Advirtió que las enfermedades podían ser causadas por un
“cóctel” de contaminantes, que incluía agrotóxicos, metales
pesados y bifenilos policlorados (PCB)10. En tercer lugar,
se unió a las Madres con el fin de presionar a las autori-
dades gubernamentales locales para que realicen estudios
ambientales y determinen qué contaminantes estaban pre-
sentes en el barrio.
Mientras tanto, las Madres continuaron con sus pro-
testas callejeras. Luego de que un canal televisara una de
sus manifestaciones, el Ministerio de salud provincial se
reunió con ellas y prometió realizar un estudio ambiental
de agua y suelo (estudio Ministerio de Salud 1) y un estu-
dio epidemiológico (estudio Ministerio de Salud 2) (Carri-
zo y Berger 2009). En abril del 2002, un concejal impulsó

9 La FUNAM es una organización no gubernamental sin fines de lucro creada


en 1982 en Córdoba, Argentina. Sus áreas de trabajo son la educación
ambiental, la difusión de problemáticas ambientales y la defensa de los dere-
chos ciudadanos.
10 Los bifenilos policlorados son una clase de productos químicos orgánicos
sintéticos utilizados en los transformadores eléctricos.

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380 • Naturaleza y conocimientos en tensión

una ordenanza para declarar la emergencia sanitaria en el


barrio y esta fue promulgada en junio de ese año (Orde-
nanza 1050). El reconocimiento oficial de los problemas
ambientales del barrio denunciados por las Madres, fue el
primer resultado positivo su lucha. Sin embargo, en julio,
Montenegro denunció en una conferencia de prensa que
la agencia a cargo del estudio ambiental encargado por el
Ministerio (estudio Ministerio de Salud 1), CEPROCOR11,
estaba ocultando los resultados del análisis del suelo, el
cual mostraba que había agrotóxicos a niveles superiores a
los permitidos en todas las muestras (Montenegro 2002).
El ministro de Salud lo negó y declaró que los niveles de
agrotóxicos estaban por debajo del límite establecido, pero
el Ministerio no hizo públicos dichos resultados (entrevista
con Montenegro 2013). En respuesta a esto, en octubre del
2002, Montenegro y las Madres presionaron a la legislatura
municipal para que CEPROCOR lleve a cabo un segun-
do estudio ambiental de suelo y agua en colaboración con
Montenegro y las Madres12 (estudio Montenegro-Madres-
CEPROCOR) (Carrizo y Berger 2009). Este fue el segun-
do intento de producir evidencia sobre la contaminación
ambiental del barrio por parte de las Madres, aunque esta
vez el estudio fue dirigido por el biólogo Montenegro.
A fines de ese año, las Madres, con ayuda de abogados
especialistas en derechos humanos y la FUNAM, solicitaron
al Juzgado Federal de Córdoba que restrinja las fumigacio-
nes con agrotóxicos en las cercanías de las zonas pobladas
en la provincia y que prohíba inmediatamente las fumiga-
ciones en Ituzaingó Anexo. Esta fue la primera vez que las
Madres implementaron una estrategia judicial y se aliaron

11 El Centro de Excelencia en Productos y Procesos es una Unidad de Vincula-


ción Tecnológica de la Provincia de Córdoba orientada a la prestación de
servicios, la investigación y el desarrollo científico-tecnológico.
12 La propuesta fue que Montenegro y las Madres definirían dónde y cómo
tomar las muestras (en las inmediaciones de las viviendas y los pozos de
agua) y participarían de la toma de muestras junto con técnicos de CEPRO-
COR, quienes luego las analizarían en el laboratorio.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 381

con abogados que movilizaron su experticia legal, aunque


no obtuvieron resultados inmediatos. En enero del 2003 se
presentaron en una conferencia pública los primeros resul-
tados del estudio ambiental (estudio Montenegro-Madres-
CEPROCOR). Estos confirmaron la presencia de agrotóxi-
cos y metales pesados en los pozos de agua por encima de
los niveles permitidos (Montenegro 2003, 2012). En conse-
cuencia, las autoridades de salud limpiaron los tanques de
agua del barrio (Carrizo y Berger 2009). Ese mismo mes,
el Concejo Deliberante promulgó dos nuevas ordenanzas
para proteger la salud pública: la Ordenanza 10590 que
prohibía la fumigación terrestre y la Ordenanza 2589 que
prohibía la fumigación aérea mientras estuviera en vigencia
la emergencia sanitaria en el barrio. Estos resultados fueron
importantes, implicaron avances en el plano legislativo; sin
embargo, las ordenanzas no se aplicaron y las fumigacio-
nes persistieron.
En diciembre 2003, se comunicaron los resultados del
estudio epidemiológico del Ministerio de Salud (estudio
Ministerio de Salud 2) según el cual había solamente 38
casos de cáncer en el área, de los cuales solo 12 se plantea-
ba que habrían ocurrido entre 1998 y 2003. La conclusión
principal era que la cantidad de enfermos no superaba los
valores medios nacionales. Sin embargo, el informe oficial
con la base de datos correspondiente nunca fue publicado
(Carrizo y Berger 2009). Basándose en los resultados de
este último estudio, el Ministerio de Salud declaró que la
situación no era alarmante y que no había necesidad de
implementar medidas para resguardar la salud pública de
los vecinos.
En diciembre del 2003 asumió un nuevo gobierno
municipal y las Madres encontraron un aliado en el nuevo
Subsecretario de Salud, Horacio Barri. Éste, a pedido de
las Madres de Ituzaingó, inauguró un Centro de Atención
Primaria de la Salud en Ituzaingó Anexo (UPAS 28) bajo
la dirección del médico clínico Mario Carpio. Carpio se
solidarizó rápidamente con la situación de los vecinos y

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382 • Naturaleza y conocimientos en tensión

juntos iniciaron un nuevo estudio epidemiológico (estudio


Madres-Carpio). Éste fue un nuevo intento de producir
datos epidemiológicos sobre los daños a la salud produci-
dos por los agrotóxicos, esta vez el estudio fue diseñado
por Carpio y las Madres colaboraron en la recolección de
los datos. Los resultados del estudio mostraron 138 casos
de cáncer, 70 casos más de los que daba cuenta la prime-
ra encuesta que las Madres realizaron en el 2001 y 100
más de los que daba cuenta el estudio del Ministerio de
Salud (2). Estos hallazgos no pudieron ser publicados en
un informe oficial de la Secretaría de Salud debido a los
conflictos con las autoridades, pero fueron publicados de
modo independiente en 2005 (Entrevista con Carpio 2013).
A su vez, el Ministerio de Salud tampoco aceptó la validez
de estos resultados (entrevista con Carpio 2013; Montene-
gro 2013; entrevista con una Madre de Ituzaingó 2013). En
este contexto, en marzo del 2004 Barri solicitó a Edgar-
do Schinder, un prestigioso epidemiólogo de Buenos Aires,
que dirigiera un estudio epidemiológico comparando Itu-
zaingó Anexo con otros dos barrios control (estudio Secre-
taría de Salud-Schinder).
Sin embargo, el apoyo del Subsecretario de Salud no
fue suficiente para evitar los intentos por silenciar el pro-
blema por parte de las autoridades de salud provinciales
y municipales. De hecho, a través de diferentes medios,
el gobierno obstaculizó y boicoteó la producción de nue-
vas evidencias sobre la situación ambiental y sanitaria del
barrio. En febrero de 2006 Schinder denunció a la prensa
que no pudo terminar el estudio epidemiológico a causa de
las presiones políticas y amenazas (García 2006). Sus hallaz-
gos preliminares mostraban que la situación de salud del
barrio era alarmante (La Voz 2005), por lo que recomendó
al gobierno relocalizar a sus habitantes inmediatamente. En
una carta que envió a un periodista, luego publicada online,
Schinder declaró:

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 383

Por el momento, prefiero no dar nombres de aquellos que me


han amenazado y han obstaculizado mi trabajo. Precisamente
por estas dificultades que mencioné anteriormente, no pude
determinar la mezcla de contaminantes que causan la actual
situación de emergencia sanitaria. La conclusión más impor-
tante es que el problema existe y continúa (Schinder, citado
en Díaz Romero 2008).

Al mismo tiempo, tanto el Subsecretario de Salud, Barri,


como Carpio fueron objeto de presiones políticas y censura por
parte del Ministerio de Salud y el Secretario Municipal de Salud
y finalmente fueron destituidos de sus cargos en 2006. Al res-
pecto, Carpio declaró:

Me dejaron solo. Me echaron. Inmediatamente pensé en


nuestro estudio epidemiológico. Nunca fue publicado porque
eran malas noticias […] pensé que este… era un modo de
callarme, ‘el tipo loco’. Era un intento de silenciar a alguien
que estaba diciendo lo que nadie quería escuchar. ¿Justo des-
pués de lo que pasó con Schinder? Si, obvio. […] Bueno, había
un acuerdo ahí… las autoridades nos dijeron ‘déjense de joder
con el tema de los agroquímicos porque va a explotar todo el
país’ (Entrevista a Carpio 2013).

Mientras todo esto sucedía, las Madres junto con el Grupo


de Reflexión Rural13 lanzaron la primera campaña nacional
contra el uso de agrotóxicos “Paren de Fumigar”, la cual fue des-
crita en la introducción de este artículo (Figura 3).
En resumen, durante este período las Madres y sus aliados
llevaron a cabo acciones directas (manifestaciones en las calles),
propuestas legislativas (proyectos de ley y ordenanzas), y accio-
nes judiciales (demandas y denuncias). Además, intentaron
superar la barrera de la experticia a través de dos estrategias:
se capacitaron en cuestiones ambientales (Parthasarathy 2010:
estrategia 1) y solicitaron a las autoridades incorporar nuevas

13 En2004lasMadresviajaronalaCiudaddeBuenosAiresparaapelaralasautorida-
des nacionales. Si bien no lograron ninguna respuesta en el viaje también conocie-
ronalGrupodeReflexiónRuralyjuntosidearonlacampaña(Arancibia 2013).

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384 • Naturaleza y conocimientos en tensión

evidencias (estrategia 2). Esto derivó en la producción de nue-


va evidencia sobre la situación ambiental y sanitaria del barrio
(“ciencia no hecha”) a través de tres investigaciones: un estu-
dio ambiental de suelo y agua, un estudio epidemiológico y un
segundo estudio epidemiológico que no pudo ser finalizado.
Como resultado, se promulgaron tres nuevas ordenanzas que
reconocieron el problema ambiental y sanitario que las Madres
denunciaban y restringieron el uso de agrotóxicos en el área.
Sin embargo, las ordenanzas fueron violadas sistemáticamente
y el gobierno utilizó diferentes métodos para evitar actuar en
función de las nuevas evidencias: primero las ignoró, luego las
puso en cuestión a través de la producción de otra evidencia
contrastante y, finalmente, impidió y boicoteó activamente su
producción.

Figura 3. Encuentro de Paren de Fumigar

Fuente: Colectivo Paren de Fumigar, Córdoba, https://bit.ly/2ZN2jwq.

La ciencia en los tribunales: expertos legales


cuestionan a la ciencia reguladora

En diciembre 2007, las autoridades municipales cambiaron


y Barri, quien como Subsecretario de Salud había ayudado a
Madres, ascendió al puesto de Secretario de Salud. Por su par-
te, Medardo Ávila Vázquez, el nuevo Subsecretario de Salud,
empezó a participar en las reuniones de “Paren de Fumigar-

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 385

Córdoba” y rápidamente se convirtió en un aliado clave de las


Madres. Fue él quien organizó el primer encuentro de Pueblos
Fumigados en la Universidad Nacional de Córdoba en 2010
(mencionado en la introducción).
En febrero del 2008, el médico que dirigía el Centro de
Atención Primaria de la Salud de Ituzaingó Anexo le solicitó a
Ávila Vázquez que denunciara que un avión estaba fumigando
con agrotóxicos sobre dos campos cercanos a las casas y sobre
el mismo centro de salud, violando las ordenanzas municipa-
les. En respuesta a ello, Ávila Vázquez y las Madres junto a un
abogado ambientalista, Darío Ávila –quien también se convir-
tió en un aliado clave de las Madres– presentaron una denun-
cia. Esta fue la primera vez que una autoridad gubernamental
de salud inició acciones legales a favor de la comunidad y soli-
citó al Poder Judicial que actúe ante las violaciones a las orde-
nanzas que prohibían las fumigaciones. Cuando el fiscal Carlos
Matheu recibió la denuncia no estaba al tanto del conflicto en
el barrio ni de la problemática de los agrotóxicos. A partir de
allí, el fiscal comenzó a leer y capacitarse sobre el tema –lo que
Epstein (1996) denomina como proceso de “expertificación”–:
leyó no solo los estudios sobre el barrio, sino también diver-
sos artículos científicos sobre el tema. A partir de esto y luego
de hablar con el Subsecretario de Salud, se convenció de que
los reclamos de las Madres eran legítimos (entrevista a Matheu
2012). En sus palabras:

Cuando recibí la denuncia me conmocionó y comencé a estu-


diar. ¿Qué es esto? ¿Alguien puede tirar veneno y envenenar
a la gente? ¿Está permitido? Leí todo, los efectos teratogé-
nicos, efectos cancerígenos, neurotoxicidad, genotoxicidad y
después de algunas semanas estaba totalmente convencido.
Ahí pensé: ‘necesito encontrar una buena estrategia judicial’.
(Entrevista a Matheu 2012)

Matheu ordenó un allanamiento en los campos de los acu-


sados. Allí encontró residuos de agrotóxicos a base de glifosato
y endosulfán y pudo identificar al dueño del avión. En base a
estos hallazgos, el 18 de mayo del 2011, inició el procesamiento

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386 • Naturaleza y conocimientos en tensión

del piloto y de los dos propietarios rurales por la violación de


las ordenanzas 10505, 10590 y 2589 (promulgadas a partir de
las protestas de las Madres). Matheu se convirtió en otro de los
“expertos” que contribuyó enormemente al movimiento a tra-
vés de su experticia legal. De hecho, la estrategia judicial que
diseñó fue sumamente creativa y fue clave para ganar el juicio:
encuadró la violación a las ordenanzas en el tipo penal de viola-
ción a la Ley Nacional de Residuos Peligrosos (Ley 24.051). Esta
estrategia introdujo un nuevo enfoque legal en el conflicto por
el uso de agrotóxicos en Latinoamérica.
Luego de que varios Juzgados rechazaran el caso, este fue
finalmente aceptado en noviembre del 2011 por el juzgado del
Fiscal Alejandro Novillo. Novillo había leído sobre las manifes-
taciones de las Madres y la evidencia científica sobre los efec-
tos en la salud de los agrotóxicos y trabajó en la causa codo a
codo con Matheu. El 12 de junio de 2012, comenzó la audien-
cia pública y las sesiones tuvieron lugar durante los siguientes
dos meses. En el transcurso de esos meses las Madres organi-
zaron manifestaciones junto a la Asamblea Paren de Fumigar
Córdoba, movimientos estudiantiles y otras asambleas Paren
de Fumigar de diferentes localidades del país (Figura 4). Al mis-
mo tiempo, científicos y expertos en salud y ambiente organiza-
ron charlas, talleres y conferencias en la Universidad Nacional
de Córdoba.
En el juicio declararon más de cuarenta testigos incluidos
vecinos del barrio y expertos de múltiples localidades que pro-
dujeron distinto tipo de evidencia (artículos científicos, infor-
mes, etc.) sobre los efectos nocivos de los agrotóxicos en el país
(Figura 6). Matheu y Novillo solicitaron a los jueces que con-
sideraran los testimonios y los trabajos como evidencia váli-
da para demostrar que los acusados, al aplicar agrotóxicos en
zonas prohibidas, habían puesto en peligro la salud pública y,
por ende, eran culpables de violar la Ley Nacional de Residuos
Peligrosos. Además de pedir justicia para el caso de las fumiga-
ciones ilegales en Ituzaingó Anexo, los fiscales solicitaron a los
jueces que recomendaran a las autoridades nacionales cambiar

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 387

el fundamento, así como los procedimientos burocráticos de las


políticas regulatorias vigentes. Con estos pedidos apuntaban a
las causas político-estructurales del problema.
En otras palabras, el movimiento, el abogado y los fiscales
se involucraron en la tercera y cuarta estrategia de Parhasa-
rathy. En relación con la tercera estrategia, pidieron a los jueces
que reclamen a los entes regulatorios nacionales que utilicen la
lógica de la precaución y que inviertan la carga de la prueba: que
sean los contaminadores quienes demuestren que lo que hacen
es seguro y no que sean las comunidades las que tengan que
demostrar que se enferman; y, mientras esa evidencia no exis-
ta, que se prohíba la actividad o producto acusado de contami-
nar. Además, pidieron a los jueces que reclamen al SENASA que
cambie su metodología de clasificación toxicológica, tomando
en cuenta las patologías crónicas ante largos períodos de expo-
sición –en lugar de medir exclusivamente el daño letal agudo–.
En relación con la cuarta estrategia, pidieron a los jueces que
soliciten al Ministerio de Salud el diseño de una ley de presu-
puestos mínimos (proyecto de ley de agroquímicos) con nuevas
normas unificadas para todo el territorio nacional para ser pre-
sentado al Congreso -que, entre otras cosas, prohíba las fumi-
gaciones aéreas y establezca límites uniformes para las fumiga-
ciones terrestres-. Además, pidieron a los jueces que le soliciten
al Ministerio de Salud que se asegure de que los estudios uti-
lizados para las políticas regulatorias sean llevados a cabo por
laboratorios o universidades nacionales independientes de los
intereses corporativos.
Las Madres ganaron el caso. El tribunal de la Cámara I
del Crimen de Córdoba condenó a tres años de prisión condi-
cional (es decir, no efectiva) al productor rural Francisco Parra
y al piloto aeroaplicador Edgardo Pancello por las fumigacio-
nes ilegales en el Barrio Ituzaingó Anexo. Sin embargo, el tri-
bunal absolvió al propietario del otro campo, al alegar falta de
evidencia, y los jueces rechazaron el pedido de los fiscales de
presentar solicitudes de cambio y recomendaciones en mate-
ria de política regulatoria al gobierno nacional. A pesar de estas
limitaciones, el movimiento social consideró el veredicto como

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388 • Naturaleza y conocimientos en tensión

un resultado sumamente positivo para la lucha. Lo más impor-


tante fue que lograron que los jueces definieran a los agrotóxi-
cos como residuos peligrosos y, por lo tanto, establecieran que
su uso no solo puede causar daño a la salud pública, sino que
además este daño puede ser tipificado y sancionado penalmen-
te. Como lo sintetizó el juez, presidente del tribunal: “A partir
de ahora quien fumigue en forma ilegal puede quedar detenido
porque es delito” (entrevista al Dr. Lorenzo Rodríguez en Juicio
a la Fumigación 2012).

Figura 4. Llamados a asistir a la audiencia del juicio el día 11 de junio


y a la marcha de apoyo el 19 de julio de 2012

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 389

Fuente: Colectivo Paren de Fumigar Córdoba, https://bit.ly/2ZN2jwq.

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390 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Figura 5. Una de las Madres de Ituzaingó muestra el mapa


con las distancias entre el avión fumigador y las casas de los vecinos
durante el juicio

Fuente: https://bit.ly/2OZCTWt, Creative Commons.

Conclusión

Diversas investigaciones han dado cuenta de cómo los pro-


cesos de producción de evidencia que cuestionan a la cien-
cia reguladora constituyen un paso necesario para supe-
rar situaciones de injusticia ambiental. En estos trabajos
aparecen distintas definiciones del concepto de contra-
experticia. Ante esta diversidad, propusimos una definición
propia: entendimos por contra-experticia cualquier esfuer-
zo que se apoye en experticia –en un sentido amplio– para
cuestionar decisiones regulatorias basadas en conocimien-
tos científicos en la lucha por la justicia ambiental. Con
este estudio de caso, esperamos contribuir a los debates

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 391

sobre cómo se produce y moviliza la contra-experticia en


las iniciativas políticas de los movimientos sociales que pro-
mueven el cambio social (Ottinger & Cohen 2011).
Este trabajo abordó el problema de la falta de evidencia
sobre los efectos nocivos en el ambiente y la salud de
los agrotóxicos denunciados por las comunidades rurales,
cuando comenzó el conflicto a principios del 2000- lo que
Hess (2007) llamó “ciencia no hecha”-. Este problema estuvo
asociado al hecho de que la metodología de clasificación
toxicológica oficial utilizada para medir los riesgos de los
agrotóxicos –lo que Jasanoff denominaría ciencia regula-
dora (1990)– no tiene en cuenta sus efectos crónicos en la
exposición a largo plazo. A su vez, también estuvo vincu-
lado al hecho de que el Ministerio Nacional de Salud no
ha llevado a cabo ningún estudio epidemiológico sobre esta
problemática. Analizamos no sólo cómo y quién produ-
ce la evidencia científica necesaria para poner en cuestión
las afirmaciones acerca de la seguridad de determinados
agrotóxicos sino también, e igualmente importante, cómo
se producen y movilizan otros tipos de conocimiento en
las luchas por la justicia ambiental. Consideramos central
trabajar desde esta perspectiva más amplia porque, en gene-
ral, la producción de “ciencia no hecha” no resulta sufi-
ciente para generar cambios políticos. De hecho, a pesar
de que tanto a nivel internacional como a nivel nacional
se fue desarrollando un cúmulo de evidencias sobre los
efectos nocivos de los agrotóxicos basados en glifosato en
el ambiente y la salud (Sosa et al. 2019; Rossi 2020), no
hubo cambio en la política regulatoria nacional. Los cam-
bios que se lograron a nivel local fueron producto de luchas
políticas que involucraron diversas estrategias y diversos
tipos de experticia.
Comenzamos el análisis con la conceptualización de
“barrera de la experticia” de Parthasarathy, y su tipología
de las cuatro estrategias que los activistas despliegan para
superarla (2010). Ampliamos esta tipología al diferenciar
los tipos de experticia desplegados en estas estrategias en

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392 • Naturaleza y conocimientos en tensión

función de los actores implicados: activistas, científicos y


expertos legales. Para hacerlo, nos basamos en investigacio-
nes que describen cómo las comunidades producen cono-
cimiento sobre sus propias situaciones de padecimiento;
cómo los científicos producen nuevos conocimientos que
sirven a los objetivos de los movimientos por la justicia
ambiental; y cómo se establecen nuevas y fructíferas rela-
ciones entre experticia científica y experticia local. También
nos apoyamos en una línea incipiente de investigación que
explora el desarrollo del activismo legal y la experticia legal
en los conflictos relativos a la justicia ambiental.
Nuestro análisis sobre el conflicto por el uso de
agrotóxicos en Ituzaingó Anexo confirma lo que plantean
varios otros estudios disponibles: la importancia de produ-
cir “ciencia no hecha” para denunciar los efectos nocivos
de una nueva tecnología –en este caso un paquete tecno-
lógico–. Sin embargo, al igual que otros estudios que ana-
lizaron movimientos que lograron modificar las políticas
regulatorias para resguardar el ambiente y la salud públi-
ca (Suryanarayanan y Kleinman 2013), encontramos que la
producción de “ciencia no hecha” no fue la única estrategia
implementada. Además de acciones directas y otros reper-
torios de acción colectiva utilizados comúnmente por los
movimientos sociales, los activistas desplegaron las cuatro
estrategias descritas por Parthasarathy; y cada uno de los
tres tipos de experticia (legal, local y científica) tuvo un
papel clave para esto. De hecho, la producción de nueva
evidencia sobre los efectos nocivos de los agrotóxicos invo-
lucró tanto la experticia local como la experticia científica.
Al mismo tiempo, la experticia legal fue clave para movilizar
exitosamente esta evidencia en los tribunales y cuestionar
a la ciencia reguladora.
El primer paso que dieron las “Madres de Ituzaingó”
para concientizar sobre la grave situación ambiental y sani-
taria del barrio fue la producción de evidencia en base a
sus propios conocimientos del barrio y por sus propios
medios. Realizaron una encuesta y un mapa que mostraba

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 393

un nodo (clúster) de enfermedades en las proximidades de


los campos de soja. Al introducir nueva evidencia basada en
su experticia local, las Madres implementaron la segunda
estrategia de Parthasarathy. Como las autoridades guber-
namentales ignoraron esta evidencia, las Madres se invo-
lucraron también en la primera estrategia de Parthasarathy
–desarrollar la experticia técnica–, a la vez que seguían
avanzando con la segunda estrategia. Se aliaron con cientí-
ficos y profesionales de la salud locales y fueron adquirien-
do el lenguaje técnico ambiental y médico. Conjuntamente
con estos expertos plantearon la hipótesis de que los pro-
blemas de salud ambiental del barrio eran causados por los
agrotóxicos e iniciaron una serie de estudios en el barrio.
Este período estuvo signado por los esfuerzos por
recolectar y producir evidencias ambientales y epidemio-
lógicas sobre los efectos de los agrotóxicos en Ituzaingó
Anexo. Ambos lados de la disputa –la comunidad y las auto-
ridades gubernamentales que negaban el problema– recu-
rrieron a expertos y a diversos centros de investigación.
Como resultado de este proceso, se produjo nueva eviden-
cia que reveló niveles de contaminación con agrotóxicos
por encima de los parámetros aceptados y un nodo (clúster)
de cáncer en el barrio. Aunque las autoridades presenta-
ron resultados contrastantes e intentaron seguir negando el
problema, la producción de nueva evidencia tuvo un papel
central para legitimar los reclamos de las Madres y pro-
mover la promulgación de nuevas ordenanzas municipales
que restringieron el uso de agrotóxicos en el área. A medida
que el movimiento y sus aliados producían cada vez más
evidencia que confirmaba la alarmante situación sanitaria
y ambiental del barrio, se hacían más evidentes los límites
de la estrategia de las autoridades provinciales y municipa-
les (es decir, el rechazo de la validez de los hallazgos y la
presentación de evidencia contrastante). Entonces, hubo un
cambio en la estrategia gubernamental: en vez de continuar
dando el debate en el plano científico-técnico, impidieron
que se continúe produciendo la evidencia que daba cuenta

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394 • Naturaleza y conocimientos en tensión

del problema. Amenazaron a un científico y un médico que


llevaban a cabo estudios epidemiológicos y despidieron a las
autoridades que los contrataron. En esta difícil coyuntura
local – en la cual, a su vez, las ordenanzas eran constan-
temente violadas por los productores rurales–, las Madres
lograron conectase con organizaciones sociales de otras
localidades del país que enfrentaban la misma problemática
y juntas lanzaron la primera campaña nacional contra el uso
de agrotóxicos: “Paren de Fumigar”. La campaña fomentó
la movilización de comunidades en todo el país, así como
promovió el desarrollo de un nuevo campo de estudio sobre
los impactos en la salud y el ambiente de los agrotóxicos y
la creación de una red de expertos movilizados. Todo ello
contribuyó a la lucha en Ituzaingó Anexo.
De hecho, uno de los expertos que se unió a esta cam-
paña fue el subsecretario de salud de la Ciudad de Córdo-
ba que se convirtió en un aliado clave de las Madres. Él,
junto a un abogado, dio el puntapié inicial para lo que se
convirtió en la elaboración de una estrategia judicial suma-
mente novedosa por parte del fiscal que permitió sancionar
penalmente a quienes violaron las ordenanzas restrictivas
y frenar las fumigaciones en el barrio. Durante el proceso
judicial, pueden identificarse también las cuatro estrategias
descritas por Parthasarathy. No sólo se presentaron nuevas
evidencias científicas y producidas por los vecinos sobre el
daño ambiental y sanitario, sino que además se cuestionó el
fundamento de las políticas que regulan a los agrotóxicos (al
solicitar que se adopte un enfoque precautorio y se imple-
menten nuevas metodologías para medir los impactos) y se
cuestionaron los procedimientos del diseño e implementa-
ción de estas políticas (al solicitar una nueva ley nacional y
nuevos procedimientos para la aprobación, registro, clasifi-
cación, comercialización y uso de estos productos).
El juicio de Ituzaingó Anexo no solo logró detener las
fumigaciones en el barrio, sino que sentó jurisprudencia y
tuvo gran influencia en muchas comunidades contaminadas
que luchan por la justicia ambiental. Sin embargo, no pudo

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 395

modificar el fundamento ni los procedimientos burocráti-


cos de la política regulatoria de los agrotóxicos. Y, menos
aún, logró un cambio de modelo agrario. Sin embargo, se
trató de un fallo histórico porque el punto central de la
controversia tenía que ver con la definición misma de los
agrotóxicos. Anteriormente, su uso en lugares prohibidos
había sido considerado una violación al derecho civil. En
cambio, este fallo por primera vez tipificó a los agrotóxi-
cos como residuos peligrosos y, por ende, su uso indebi-
do fue considerado como una amenaza a la salud pública,
es decir, sancionable penalmente14. El caso da cuenta de
la importancia de utilizar a los tribunales para movilizar
las nuevas evidencias producidas por la contra-experticia,
a la vez que revela los roles complementarios que pueden
jugar la experticia local, científica y legal en la lucha por
la justicia ambiental.

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Las autoras y los autores

Florencia Arancibia
Socióloga y Doctora en Sociología, investigadora asistente
del CONICET en el Centro de Investigaciones para la
Transformación (UNSAM) y Profesora Invitada de Socio-
logía en la Universidad Torcuato Di Tella. Se especializa en
temas relacionados a la sociología de la ciencia y la tecnolo-
gía, movimientos sociales, medio ambiente y salud pública.
Actualmente su principal línea de investigación analiza las
redes de científicos y profesionales involucrados en diver-
sos conflictos socioambientales relativos al modelo agro-
productivo en la Argentina.

Alexis Aulagnier
Doctor en Sociología de SciencesPo París y del Centre de
Sociologie des Organisations (Francia). Investiga temas vin-
culados con las políticas públicas para reducir el uso de
agroquímicos en Francia, las modalidades de gobierno de
las prácticas agrícolas y la movilización de los conocimien-
tos agronómicos en la acción pública.

Agostina Costantino
Economista, Máster en Ciencias Sociales y Doctora en
Ciencias Sociales con mención en Ciencia Políticas. Es
investigadora asistente de CONICET y docente del Depar-
tamento de Economía de la UNS. Forma parte de la Socie-
dad de Economía Crítica. Se especializa en recursos natu-
rales y desarrollo y economía política latinoamericana.

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406 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Cecilia Gárgano
Profesora y Doctora en Historia. Investigadora asistente
del CONICET en el Laboratorio de Investigación en
Ciencias Humanas (LICH, UNSAM) y en el Grupo
de Filosofía de la Biología (UBA-CONICET). Profesora
Adjunta en la Escuela de Humanidades de la UNSAM
e Integrante del Grupo de Trabajo Bienes Comunes de
CLACSO. Analiza la producción y apropiación de cono-
cimientos científicos orientados a los espacios rurales, y
sus implicancias políticas y socioambientales.

Santiago Garrido
Profesor de Historia, Especialista y Magister en Ciencias
Sociales y Doctor en Ciencias Sociales y Humanidades.
Investigador adjunto de CONICET y del IESCT-UNQ
y profesor del Departamento de Ciencias Sociales y de
la Maestría en Ciencia, Tecnología y Sociedad de esa
universidad. Su trabajo de investigación se concentra
en el campo de los estudios sociales de la tecnología
y la innovación. En particular sobre transiciones a la
sustentabilidad y energías renovables.

Frédéric Goulet
Doctor en Sociología. Investigador del Centre de coopé-
ration Internationale en Recherche Agronomique pour
le Développement (CIRAD), laboratorio UMR Inno-
vation (INRAE, CIRAD, Universidad de Montpellier).
Investiga los procesos de innovación tecnológica en el
sector agropecuario, y las transformaciones de las rela-
ciones entre ciencia, tecnología y sociedad en Francia
y en América latina.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 407

Matthieu Hubert
Doctor en Sociología. Investigador adjunto del CONI-
CET en el Laboratorio de Investigación en Ciencias
Humanas (LICH, UNSAM). Su especialidad es la socio-
logía de la ciencia y la tecnología e investiga temas
vinculados con la producción y el uso de conocimientos
científicos y técnicos, en particular en casos donde la
tecnología tiene un fuerte impacto ambiental (insumos
para la producción agropecuaria, producción energética,
nanotecnología).

Valeria Iñigo Carrera


Licenciada y Doctora en Ciencias Antropológicas. Inves-
tigadora adjunta del CONICET en el Instituto de Inves-
tigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio
(IIDyPCa, CONICET/UNRN). Investiga sobre modali-
dades del desarrollo, de producción de las economías
domésticas locales y de producción estatal de la indige-
neidad, y procesos de movilización política indígena, en
el Chaco y la Norpatagonia.

Adrián Koberwein
Licenciado y Doctor en Ciencias Antropológicas (UBA).
Se desempeña como investigador adjunto del CONICET
y docente de la materia Antropología Social y Cultural
(FSOC-UBA). Sus líneas de investigación abordan temas
relacionados a los conflictos socioambientales en torno
a los recursos y bienes comunes, específicamente el agua
y el bosque nativo, el uso de la tierra y el espacio, el
ordenamiento territorial.

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408 • Naturaleza y conocimientos en tensión

Mabel Manzanal
Economista, Doctora en Geografía. Investigadora principal
contratada del CONICET, Profesora Titular Consulta del
Departamento de Geografía de la Facultad de Filosofía y
Letras (UBA) y Directora-asesora del Programa de Econo-
mías Regionales y Estudios Territoriales -PERT- del Insti-
tuto de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA.

Luciana Moltoni
Economista, Magister en Estudios Sociales Agrarios y Doc-
tora en Ciencias Sociales. Es investigadora del Instituto de
Ingeniería Rural perteneciente al Instituto Nacional de Tec-
nología Agropecuaria (INTA). Sus temas de investigación
se relacionan con los procesos de construcción social del
riesgo vinculados con el uso de productos químicos en el
sector agropecuario argentino.

Laura Mombello
Antropóloga y Doctora en Ciencias Sociales. Investigadora
del IDES, Profesora Asociada UNIPE, Co-Directora del
Núcleo de Estudio sobre Sociedad, Ambiente y Conoci-
miento (IDES-CIS/CONICET). Trabaja sobre la articula-
ción entre política y cultura en contextos locales, a partir
del análisis de las conflictividades subyacentes en la confi-
guración de las territorialidades en norpatagonia.

Renata Motta
Profesora Asistente de Sociología en el Instituto de Estudios
Latinoamericanos de la Freie Universität Berlin y líder de
proyecto del Grupo de Investigación Alimentos para la Jus-
ticia: Poder, Política y Desigualdades en una Bioeconomía
(2019-2024), financiado por el Ministerio de Educación e
Investigación (BMBF) de Alemania.

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Naturaleza y conocimientos en tensión • 409

Agustín Piaz
Licenciado en Comunicación Audiovisual, Magister en
Sociología de la Cultura y el Análisis Cultural y Doctor en
Ciencias Sociales. Es profesor Adjunto en UNSAM y UBA
e investigador posdoctoral del CONICET en el Laboratorio
de Investigación en Ciencias Humanas (LICH, UNSAM).
Estudia controversias de la Ciencia y la Tecnología que se
desarrollan en la esfera pública, especialmente aquellas vin-
culadas con la energía y la cuestión ambiental.

Ana Spivak L’Hoste


Antropóloga y Magíster en Política y Gestión de la Ciencia
y la Tecnología (UBA) y Doctora en Ciencias Sociales
(UNICAMP). Es investigadora adjunta del CONICET en el
CIS CONICET IDES, donde co-dirige el Núcleo de Estu-
dios Sociedad, Ambiente y Conocimiento. Actualmente sus
investigaciones se centran en el estudio de relaciones entre
ciencia, tecnología y energía.

Melina Tobías
Socióloga y Doctora en Ciencias Sociales y Geografía. Es
investigadora asistente del CONICET en el Grupo de Estu-
dios Ambientales del Área de Estudios Urbanos, Instituto
de Investigaciones Gino Germani. Docente de la Facultad
de Ciencias Sociales (UBA) y de la Universidad Nacional de
José C Paz. Sus principales temas de interés versan sobre
la política y la circulación del agua en ámbitos urbanos,
los conflictos ambientales y los efectos locales del cambio
climático.

María Alma Tozzini


Licenciada y Doctora en Ciencias Antropológicas. Magister
en Antropología Social. Es investigadora adjunta del CONI-
CET en el Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultu-

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410 • Naturaleza y conocimientos en tensión

ral y Procesos de Cambio (IIDyPCa, CONICET/UNRN) y


docente de la carrera de Ciencias Antropológicas (UNRN).
Sus temas de investigación se vinculan con las identificacio-
nes indígenas en Norpatagonia, sus disputas en el espacio
público y las diversas interpelaciones desde las políticas
públicas.

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