Está en la página 1de 2

En primer lugar, les deseo a todos ustedes y a sus familias un Año Nuevo feliz.

Nos hemos
reunido aquí para comenzar todo nuevamente desde Dios. Y para dar gracias a Dios por lo que
hemos visto oído y vivido. Al comenzar este nuevo año tres cosas nos pueden ayudar en
nuestro caminar a lo largo del año: Pedir la bendición de Dios; colocarnos bajo la protección
de la virgen María; y buscar la paz.

En este inicio de año, imploremos la bendición de Dios sobre nosotros, sobre nuestras
familias, sobre nuestro país y sobre el mundo entero. Para obtener la bendición, del autor de la
felicidad necesitamos llevar una vida de unión con Él, para que nuestro caminar sirva de
encuentro y de fraternidad con los demás.

Jesús en el evangelio de nos enseña lo más importante para cualquier comunidad humana, que
es el misterio del compartir. La compasión y amor del Señor, al ver a sus hijos como ovejas
sin pastor, hace que se olvide de sí; aun cansado sigue enseñándoles, les instruye con calma.
Tanto es así que les llegó la noche. Jesús tiene ojos para ver nuestras necesidades. Jesús tiene
corazón sensible que siente nuestras necesidades. Jesús soluciona en la práctica nuestras
necesidades, pero necesita de nosotros, pues quiere nuestra colaboración: “Denles ustedes de
comer”.

Los discípulos, en sus razonamientos, tenían una solución para que no pasen hambre: que
vayan a las aldeas cercanas a comprar. Jesús reacciona frente a esto. Jesús no puede permitir
que haya algunos que tengan garantizado el pan mientras otros pasan hambre. Los discípulos
querían deshacerse del problema. ¡Desentenderse de las necesidades de los demás! Cada uno a
lo suyo. Jesús tuvo que ir cambiando esa mentalidad egoísta e insensible.

Hoy como ayer, el Señor nos sigue invitando a implicarnos, a ponernos en movimiento, a no
permanecer indiferentes ante la situación de nuestros hermanos. Jesús siente compasión por
esa muchedumbre que tiene hambre y les pide a los discípulos que sean ellos los que le den de
comer. Hoy las palabras de Jesús se hacen grito también para nosotros: “Denles ustedes de
comer”. ¡Y cuánta hambre hay en el mundo y la sociedad de hoy! Hambre de pan, paz, salud,
trabajo, de dignidad, de sentido de la vida, esperanza, fe, consuelo, amor, tanta hambre de
Dios. Sobra hambre en el mundo de hoy y falta pan. ¿Qué estamos haciendo ante esta
realidad?

La institución de los jueces se encuentra en el libro del Éxodo 18 son hombres probos,
temerosos de Dios, hombres fieles, honrados e incorruptibles. Porque la misión del Juez, del
magistrado es escuchar a las partes y dictar una sentencia justa según la Ley prescrita de Dios
a Moisés. De ustedes dependen las decisiones en los derechos y en los bienes de las personas.
Esto conlleva una responsabilidad muy grande sobre todo para mantener una posición alejada
del favoritismo y de las presiones que pueden contaminar sus decisiones”. Ustedes han de
seguir, el ejemplo de Jesús que no negocia nunca con la verdad. La justicia siempre tiene que
estar al servicio de las personas, respetando su dignidad en todo momento. Este valor
irrenunciable puede de la justicia puede garantizar el correcto funcionamiento de la vida
pública. “Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece
el Reino de los Cielos” (Mt 5,10).

Pidamos hoy a Dios que nos conceda ojos para ver las necesidades de nuestros hermanos, corazón sensible
para saber reaccionar ante esas necesidades, materiales y espirituales, y sobre todo que nos conceda manos
que se abran para ayudar y compartir con los necesitados nuestros bienes y cualidades, nuestro tiempo y
sonrisa.
El fenómeno maligno de la corrupción de la justicia afecta la convivencia pacífica y próspera
entre las personas. Esto provoca heridas en el tejido social.

También podría gustarte