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Un sonido negro

Centro Federico García Lorca (Granada), del 9 al 29 de octubre.


Abel Jaramillo (Badajoz, 1993), es graduado en Bellas Artes por la Universidad
de Castilla la Mancha y por la Universidade de Lisboa (Portugal). También ha
finalizado el Máster en Arte contemporáneo, Tecnológico y Performativo en la Uni-
versidad del País Vasco. Ha expuesto en distintas instituciones y centros de arte
contemporáneo tales como el Centro Federico García Lorca (Granada), Sala Ama-
dís (Madrid) o la Fundación Naturgy (MAC, A Coruña). Además ha recibido varios
premios y becas artísticas como el programa Creadores de La Térmica (Málaga),
las ayudas a la producción de la Fundación BilbaoArte o FACBA 2020 (Granada)
en cuya propuesta indagaremos más adelante.

La obra de Abel Jaramillo cabalga en los márgenes a modo de funambulista, siem-


pre pendiente del hilo al que unos llaman historia, otros política y todos cultura.
Multidisciplinarmente, Abel Jaramillo recorre una vasta periferia plena de relatos
y conversaciones ocultas que, mediante la plástica, casi pueden llegar a intuirse.
Un sonido negro, en Centro Federico García Lorca (Granada), del 9 al 29 de octubre.

Un sonido negro se estructura a modo de acto teatral formado por cuatro escenas. Comienza la función
y nos topamos con una instalación, si bien aparentemente ecléctica, aunada bajo una suerte de premisa
tenue e invisible, bajo un eco antiguo. Se trata de un jardín donde reposan las historias no contadas y
en el que se respira una melancolía arqueológica. Tras él, una grabación se reproduce en bucle. En esta
se dan las pinceladas que rigen el conjunto narrativo y se nos invita, como a niños, a seguir buscando,
a escondernos pero, sobre todo, a encontrarle. La proyección continúa hablando de distintos lugares,
del jardín, de un rostro blanco y de una barandilla de salitre. Asomándonos a esta última podemos ver
las dos escenas finales.
En la tercera se nos muestra un conjunto instalativo de cierto corte litúrgico; culto desconocido y censu-
rado, pero innegablemente andaluz. Por último, y como cierre, el amor: breve rama que indica el lugar
en el que yace tiernamente un alguien al que no todos reconocen como suyo. Grave error que sigue
lastrando las cunetas de Granada. De nuevo, Un sonido negro.

Nocturno.
Relato fantástico para Celestino Coronado.
Vídeo 4k
3/4 color, sonido.
07:05 min
Escena I (Columna, palma y telón)
Instalación.
Diversos elementos sobre madera.

Esta pieza se erige en el centro e inicio de la


exposición a modo de “madre” del conjunto.
Compuesta por más de una decena de ele-
mentos, entre ellos encontramos documen-
tos relacionados con la obra teatral titulada
Duende. Poema fantástico para Federico
García Lorca de la mano de la Lindsay Kemp
Company y del compositor Carlos Miranda.
Muchas de las claves estéticas de la exposi-
ción ven su reflejo en esta obra que sintetiza
la parte más oscura del ensueño lorquiano.

Formando parte de la misma instalación, aflo-


tan elementos de fuerte carácter simbólico
que pueblan distópicamente el jardín. Basto-
nes de cuerno, flores cubiertas de sal, mace-
teros huérfanos, lámparas desfloradas y un
puñal de madera clavado a regañadientes.
Objetos que interrelacionándose forman un
puzzle warburgiano latente, denso y flamen-
co. Como cumbre de la perversión, se queda
en la retina el rostro perdido en escayola, eco
de la antigua Pompeya ahora situada en el
corazón de Granada.
Escena III (de los sonidos negros)
Hierro, maceteros, hilo, impresión sobre al-
godón, vinilo, rueda, cerámica y fotografía
sellada en metacrilato.

Con un negro imperante tanto en título como


en forma, la tercera escena es directa. Un gri-
to ahogado y anónimo se equilibra a la par de
unos flecos casi sonoros. Oscura procesión
sin nombre, sigue de luto. Hay algo egipcio
en la composición; algo de aquella balanza
de Anubis por la que toda alma debía pasar,
algo del gran Atón, sol prominente que se
alza por encima del resto, algo de muerte,
ocurra esta en Giza o entre cales de un patio
andaluz.

A nivel de suelo encontramos una rueda ex-


plícitamente musical. La tentación de girarla
y liberar al fin aquel sonido entubado se hace
patente, y no es hasta este momento que nos
percatamos de un retal de jeroglíficos de Fa-
jalauza; larga senda de blancos y azules que
encierran el llanto de la luna, luna.

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