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LOS

TRASTORNOS
CEREBRALES
La lucha contra las enfermedades
neurodegenerativas
SUMARIO

Introducción 7

01 Frenar la degeneración del cerebro 13

02 El alzhéimer y el párkinson, el azote del cerebro 43

03 Enfermedades neurodegenerativas
menos comunes 77

04 Vencer las enfermedades neurodegenerativas 105

Lecturas recomendadas 135

Índice 137
INTRODUCCIÓN

n el siglo I a.c., el filósofo romano Cicerón escribía que la «debili-


E dad senil», lo que hoy conocemos genéricamente como demen-
cia, solo afectaba a aquellas personas ancianas que eran «débiles
de voluntad» y no continuaban ejercitando sus facultades mentales
hasta el fin de sus vidas. De este modo, Cicerón se diferenciaba de
sus predecesores de la Grecia clásica, como Artistóteles y Platón, al
advertir que la demencia senil no afectaba a todas las personas por
igual. Aquella era quizá la primera muestra del ser humano enfren-
tándose con un fenómeno que aún hoy estamos tratando de com-
prender, el de las enfermedades neurodegenerativas. Pero aunque
actualmente la medicina todavía explora hasta qué punto el entre-
namiento mental puede combatir algunos de sus efectos, hace más
de 2000 años Cicerón nos marcó el camino para entender que el
deterioro extremo del cerebro a edades avanzadas no es una con-
secuencia natural del paso de los años, sino una enfermedad. O
mejor dicho, más de 200 enfermedades conocidas hoy y cataloga-
das conjuntamente como trastornos degenerativos; muy diversos
en sus posibles causas, procesos patológicos y síntomas, e incluso

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en sus edades de aparición, pero que tienen en común la destruc-
ción del tejido en el cual residen nuestro raciocinio, nuestra memo-
ria y el control del resto del organismo.
El cerebro humano es un órgano increíblemente complejo que
deja pequeño al más potente de los supercomputadores. Está for-
mado por varias decenas de miles de millones de neuronas, unidas
unas con otras mediante conexiones a modo de finísimos cables por
los que fluyen diminutos impulsos eléctricos que codifican el len-
guaje de la información cerebral. Conforme avanzamos en su co-
nocimiento, resulta admirable comprobar cómo esta sofisticada di-
versidad biológica es capaz de convertirnos en lo que entendemos
por seres humanos. Al igual que cualquier otro órgano de nuestro
cuerpo, el cerebro envejece paulatinamente con la edad, y también
puede verse afectado por enfermedades comunes como diferentes
tumores, infartos o infecciones. Sin embargo, y además de este enve-
jecimiento fisiológico o «normal», el privilegio del cerebro humano
como órgano especialmente complejo también paga un precio, y es
el de una mayor vulnerabilidad. El cerebro tiene su propio repertorio
de enfermedades específicas, y ya se trate de una máquina o de un
organismo vivo, cuanto más crucial es la función de un componente
más devastadores serán los efectos de su mal funcionamiento.
Las enfermedades neurodegenerativas tienen en común un pro-
ceso acelerado de muerte neuronal cuyas causas primarias solo se
conocen en ciertos casos minoritarios. La neurodegeneración ha-
bitualmente comienza en zonas específicas del cerebro, para pos-
teriormente progresar y extenderse a otras regiones de una manera
más generalizada. Al tratarse de un órgano con gran plasticidad,
en continua remodelación y capaz de adaptarse a los cambios, el
cerebro compensa las lesiones iniciales con gran eficacia, de modo
que los síntomas no comienzan a manifestarse hasta que la pérdida
neuronal ha alcanzado una magnitud considerable. Es por ello que
el diagnóstico suele llegar cuando la enfermedad ya se encuentra
muy avanzada, lo que limita bastante el margen de acción de los tra-

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tamientos médicos. Como ejemplo, en las enfermedades de Alzhei-
mer y Parkinson, se ha calculado que el proceso neurodegenerativo
comienza incluso hasta 20 años antes del primer diagnóstico.
El alzhéimer y el párkinson son sin duda los trastornos más co-
nocidos dentro de este grupo de enfermedades, y también aquellos
cuya incidencia ha aumentado en mayor grado en una sociedad
cada vez más envejecida. Aunque, según lo mencionado. diversos
escritos de la Antigüedad ya hacían referencia a síntomas que pro-
bablemente se correspondían con este tipo de dolencias, lo cierto
es que el crecimiento de la esperanza de vida las ha convertido en
una preocupación mayoritaria, y en uno de los principales facto-
res responsables del deterioro de la calidad de vida en la población
de mayor edad. Así, mientras que la incidencia del alzhéimer y el
párkinson son, respectivamente, de un 4 % y un 1% en personas de
65 años, los porcentajes se cuadriplican en los mayores de 80 años,
calculándose que uno de cada dos niños nacidos a principios del si-
glo XXI desarrollará demencia antes de alcanzar los 80 años. Actual-
mente el alzhéimer se considera la sexta causa de muerte en EE.UU.
y se prevé que siga escalando puestos con bastante celeridad. Por
ello, en muchos casos suele hablarse de enfermedades modernas o
incluso industriales, aunque en realidad sus desencadenantes pri-
marios aún son una incógnita; la ciencia actual considera que son
consecuencia de una complicada interacción entre cierta predis-
posición genética y diversas influencias ambientales, posiblemen-
te incluyendo algunas aún desconocidas, y siendo siempre la edad
avanzada el principal factor de riesgo. Las consecuencias de la
muerte neuronal, en la que juega un papel esencial la acumulación
de proteínas defectuosas, son extensas en ambas enfermedades:
aunque suele relacionarse el párkinson con los problemas motores
y el alzhéimer con la pérdida de memoria, ambas dolencias causan
todo un amplio cuadro de síntomas incapacitantes.
Al alzhéimer y el párkinson se suma toda una profusa lista de
trastornos como la demencia con cuerpos de Lewy, la atrofia múl-

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tiple sistema, la enfermedad de Huntington, la esclerosis múltiple,
la esclerosis lateral amiotrófica y otras muchas; algunas tan infre-
cuentes que encajan en la categoría de enfermedades raras, cada
una con sus propias peculiaridades, en ciertos casos con causas ge-
néticas claramente identificadas, y todas ellas con el rasgo común
de que los síntomas vienen causados por la muerte neuronal pro-
gresiva. Aunque cada una es un mundo en sí misma y requiere sus
propias vías de estudio, todas se benefician también de los notables
avances en la investigación sobre la estructura y la función del cere-
bro, que en las últimas décadas ha acelerado a un ritmo vertiginoso.
Como fruto de estas investigaciones, desde mediados del siglo
pasado comenzaron a surgir diferentes tratamientos que, si bien
no curan estas enfermedades ni detienen la muerte neuronal, al
menos en muchos casos consiguen un eficaz alivio sintomático
que permite a los pacientes mejorar su calidad de vida. Así, hoy
se dispone de un variado arsenal de fármacos capaces de mitigar
en parte algunos de los síntomas motores y cognitivos de ciertas
enfermedades, y en casos como el párkinson incluso se aplica con
éxito un procedimiento quirúrgico de estimulación eléctrica cere-
bral que ha ayudado a miles de pacientes en todo el mundo a con-
trolar sus problemas de movilidad. Sin embargo, aún falta mucho
camino por recorrer, y puede afirmarse que encontrar tratamien-
tos más eficaces frente a las enfermedades neurodegenerativas es
el reto médico más importante que afronta la sociedad moderna
durante este siglo xxr, llamado a ser el siglo del cerebro. Los pro-
gresos realizados en la investigación en los últimos años han in-
crementado notablemente nuestro conocimiento sobre las bases
genéticas y moleculares de estas enfermedades, sobre los agentes
potencialmente desencadenantes y sobre los mecanismos que sus-
tentan su curso progresivo en el tiempo. A corto plazo, el enfoque
más pragmático en la investigación viene representado por la me-
jora de los tratamientos actuales para tratar de aminorar la pro-
gresión de la muerte neuronal y convertir estas enfermedades en

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procesos crónicos, más manejables méc.licamente. Pero al mismo
tiempo, la introducción de tecnologías biomédicas innovadoras en
los últimos años está abriendo nuevas vías hacia estrategias tera-
péuticas que eran difícilmente imaginables hace apenas una déca-
da. Hoy ya no es preciso ceñirnos a los fármacos que la naturaleza
nos ofrece, sino que es posible aplicar la ingeniería molecular para
diseñar compuestos que actúen específicamente sobre los compo-
nentes celulares afectados durante el proceso degenerativo, o que
estimulen el sistema inmunitario para eliminarlos. El floreciente
campo de las células madre ofrece ahora la posibilidad de generar
nuevo tejido neuronal que pueda suplir las funciones del dañado,
y la posibilidad de intervenir directamente sobre la información
genética de las neuronas permite también corregir los defectos
celulares que conducen a la neurodegeneración. Muchos e.le estos
nuevos tratamientos ya han demostrado una impresionante efica-
cia y una total seguridad en ensayos experimentales realizados en
animales de laboratorio, y algunos de ellos ya están avanzando a la
siguiente etapa para su evaluación en pacientes mediante ensayos
clínicos. Sin duda, el estado actual de este campo de investigación
y las perspectivas para las próximas décadas invitan a encarar con
optimismo un futuro en el que el cerebro humano no solo conti-
nuará siendo, como a menudo suele citarse, el objeto más complejo
del universo, sino que tal vez la ciencia lo convierta también en el
más blindado contra la enfermedad.

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01 FRENAR LA DEGENERACIÓN
DEL CEREBRO

Cada vez vivimos más años, pero el


envejecimiento de la población ha traído
aparejado un aumento de las enfermedades
neurodegenerativas como el alzhéimer o el
párkinson. Luchar contra los estragos que
estos trastornos causan en el cerebro es
uno de los mayores desafíos a los que se
enfrenta la medicina en el siglo xx1.

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