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CLASE INTRODUCTORIA. FILOSOFÍA DEL DERECHO CATEDRA “A”, Prof.

Brandán

Hacer filosofía es una manera de pensar.

Una buena forma de comprender su especificidad es diferenciarla de otros modos de ejercitación del pensamiento.

En ese sentido, podemos decir que la filosofía intenta fundamentar el sentido de las cosas preguntándose por su ser. Intentar hallar
las razones por las que las cosas son lo que son. Por eso, fundamentar es en realidad, llevar la pregunta a su última expresión, a su
radicalidad. De toda afirmación cotidiana o técnica, siempre es posible todavía preguntar por su ser, por el qué es, esto es,
preguntar por qué?

Hacer filosofía es entonces un ejercicio de repregunta permanente animado por el propósito de alcanzar una respuesta última sobre
todas las cosas. ¿Por qué en definitiva así y no de otro modo? ¿Tendría sentido aún hacer filosofía si ya lo sabemos todo?
Entonces, ¿no sería interesante invertir la cuestión y pensar que tal vez el filosofar tenga más que ver con la pregunta que con la
respuesta?

La filosofía, amor a la sabiduría; es el estudio de una variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la
existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje. Al abordar estos problemas, la filosofía se
distingue del misticismo, el esoterismo, la mitología y la religión por su énfasis en los argumentos racionales sobre los argumentos
de autoridad, y de la ciencia porque generalmente realiza sus investigaciones de una manera no empírica, sea mediante el análisis
conceptual, los experimentos mentales, la especulación u otros métodos a priori, aunque sin desconocer la importancia de los
datos empíricos.

En la definición misma de “filosofía”, encontramos estos dos sentidos1) Amar el saber puede ser bien buscar denodadamente el
saber y solo contentarse cuando lo creemos encontrado; 2) o bien puede ser simple y aporéticamente comprender nuestra condena
a buscar infructuosamente lo que ya sabemos que no vamos a encontrar. O priorizamos el saber, o priorizamos el amor. Tal vez,
hacer filosofía no sea más que hablar del amor…

En la historia de la filosofía han convivido estas dos tendencias, y aunque supongamos a priori que la renuncia de la filosofía a
encontrar la verdad data más bien de los tiempos modernos, resulta interesante releer deconstructivamente ciertas tensiones
filosóficas a través de sus textos históricos. El mismo Platón escribe en República que el propósito de la filosofía es contemplar la
verdad y en Banquete que la filosofía, como todo amor, es una búsqueda que no puede tener final.

Es que en definitiva, ¿para qué sirve la filosofía? O dicho de otro modo, ¿no nos conduce la pregunta filosófica a poner en
cuestión que todo tenga que servir para algo? Y además, ¿se trata de para qué sirve o de a quién sirve? Si la lógica de la utilidad se
construye desde el valor de la productividad y la eficiencia, claramente la filosofía no sirve para nada.

La historia de la filosofía en Occidente está íntimamente ligada al desarrollo de la metafísica y a su debilitamiento. La metafísica,
como expresión de un pensamiento fundacionalista se fue estructurando como un pensamiento binario, dicotómico; y esta figura
se ha entrelazado con la preeminencia de ciertos conceptos que se establecieron como pilares de la construcción de sentido:
verdad/falsedad, bien/mal, ser/nada, entre otros. Tal vez la pregunta desde Heidegger en adelante haya sido si es posible salirse de
este tipo de pensar. Deconstruir es una forma de mostrar las aporías e inestabilidades detrás de las supuestas firmezas del
pensamiento binario. ¿Pero cómo pensar aporéticamente?

En este curso los invitamos al pensamiento crítico y al cuestionamiento radicalizado de los dispositivos o formatos que estructuran
las formas de pensar. Debería meterse no tanto con los contenidos sino con las estructuras, pudiendo percibir cuáles son las
estructuras que hoy más influencia tienen en lo que se llama, en filosofía, la construcción de la subjetividad, el modo en que
pensamos. Hay ahí un objetivo fundamental que puede empezar, de manera más inmediata y evidente, en una crítica de los
medios, o de las instituciones primarias. Luego debe necesariamente ir hacia un lugar más de fondo. Lo que empezás a cuestionar
son los lugares comunes desde los cuales se viene pensando la cuestión de la identidad. Esta idea de que nada es tan fijo como
parece, que nada se presenta en estado puro en el mundo, sino que en el fondo siempre te encontrás con la ambigüedad, con la
incertidumbre, pero también con la hibridación, es algo que ni bien uno lo visualiza en temas como la identidad sexual, o la
identidad nacional, empieza a desestructurar un modo tradicional de pensar las cosas.
La filosofía es una invitación al cuestionamiento radicalizado de los formatos que estructuran las formas de pensar
-Si la verdad es inalcanzable, ¿por qué seguimos haciéndonos preguntas?
-Esa es la paradoja originaria de la filosofía: buscamos un saber que sabemos que no podemos alcanzar, pero no podemos dejar de
buscar porque hay una tensión, una parte nuestra desesperada por encontrar una verdad que, sabemos, es imposible. Pero esa
imposibilidad sigue determinando nuestras prácticas de lo posible. Se juega otra cosa ahí: si la verdad no existe, nuestra tarea, de
Sócrates en adelante, es cuestionar a quienes se creen sus dueños.

Es devolver la pelota exactamente en el sentido inverso: sabiendo que la verdad no existe, se vuelve ridículo o ingenuo ver un
mundo plagado de monopolios de verdades.

¿No será la filosofía, básicamente, una disciplina cuya tarea es cuestionar permanente el usufructo de ese saber y el
aprovechamiento de la verdad como un modo de terminar imponiendo sólo una interpretación de la misma como si fuese la única?

Lo que hace que la cuestión de la verdad sea siempre una cuestión política. Si es así, lo político de la verdad no pasa por
cuestionar la verdad vigente para proponer otra, sino de entender justamente este formato en que la verdad y el poder van siempre
juntos. Tal vez la filosofía resguarde la capacidad que tiene el ser humano de cuestionar siempre el poder establecido.

El saber

“La filosofía es una aspiración al saber que nunca se resuelve, un saber que no es que no llega, sino que llega paradójicamente a la
circularidad de un saber que sabe que el saber es imposible. Si el acento en la palabra filosofía está puesto en el saber más que en
el amor, la propia búsqueda entra en una situación paradójica que lo desplaza hacia el otro extremo: amamos saber, pero al amar
nos vamos dando cuenta de que lo buscado es imposible, ya que el impulso del amor nunca cesa, nunca termina de colmarse y
cada nuevo punto de llegada trueca en un nuevo punto de partida. Circularidad: sabiendo que el saber es imposible, buscamos
comprender de modo imposible por qué aspiramos a lo imposible; o sea, buscamos comprender el amor sabiendo que nunca
vamos a terminar de comprender el amor.

Filosofía

“La filosofía se convierte en un arma letal: debe buscarle siempre, a cualquier verdad que se presente como incólume, su fisura.
Fisurar, pero hasta el extremo, hasta la radicalidad, sin ser condescendiente. Y cada vez que crea haber encontrado el sosiego de
una certeza, volver a la carga: la filosofía no descansa, sino que opera sobre todo cuanto más el espíritu creer haber encontrado un
punto firme.

Bibliografía consultada
Sztajnszrajbe, D. ¿Qué es la Filosofía? https://perio.unlp.edu.ar/wp-content/uploads/2019/03/prog-sem-2014-que-es-la-filosofia.pdf.

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