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Ecuador: el fin de una época

Por Decio Machado / Director Fundación Nómada


Publicado en Revista Viento Sur

Los resultados electorales del 11 de abril marcan un punto de inflexión en la


historia reciente del Ecuador. Posiblemente estemos asistiendo a varios
elementos entre cruzados que posicionan al país en un nuevo momento político
muy diferente a lo vivido en lo que va del presente siglo.

En ciencias sociales una generación equivale a los acontecimientos importantes


que experimentan y marcan a una población delimitada en un periodo de tiempo
determinado. Dicho esto y con un censo electoral predominante joven, la
victoria del banquero Guillermo Lasso implica la superación psicológica de lo
que significó la crisis económica vivida en Ecuador entre 1998 y 1999, la cual
desembocó en el feriado bancario -cierre de aproximadamente el 70% de las
instituciones financieras del país- y el mayor éxodo migratorio conocido en la
historia del Ecuador.

Hasta la fecha, las resistencias ante la posibilidad de que el propietario de la


segunda institución financiera privada más importante del país, quien
multiplicara sustancialmente su fortuna fruto de especular con los certificados
de depósitos reprogramables -comprobantes de que los cuentaahorristas tenían
una cantidad determinada de dinero en su cuenta pero no la podían retirar por
tener sus depósitos congelados- hacían imposible su victoria electoral. Sin
entender esta nueva coyuntura fruto del mayoritario peso joven entre el
electorado ecuatoriano, la candidatura de Arauz posicionó en segunda vuelta el
eslogan El país o la banca, lo cual terminó generando escaso engagement entre
sectores políticamente indecisos y especialmente sobre los targets etarios más
jóvenes.

Lo anterior implica que estamos ante un nuevo país que vive clivajes o fracturas
de nuevo orden, las cuales que no responden ya al pasado reciente que dio el
triunfo electoral de forma permanente e indiscutible al correísmo a lo largo de
los últimos quince años.

En paralelo y vinculado a lo anterior, el correísmo fue fruto de un momento


histórico determinado que tiene que ver con el boom de los commodities en
América Latina (2003-2013). Sin los excedentes petroleros derivados del mayor
volumen de ingreso para el Estado comprendido en un período de diez años
existente a lo largo de la historia republicana del Ecuador, no hubiera sido
posible ni la realización de grandes obras de infraestructura que significaron
parte de la modernización del país ni la aplicación de políticas compensatorias
como eje de las nueva gobernabilidad constituida en la etapa correísta. Rafael
Correa y el correísmo son por lo tanto hijos de un momento histórico coyuntural
vinculado a la elevación de la demanda y los precios del petróleo, el cual se
enmarcó en la llamada década dorada en América Latina.
El fin de aquel ciclo económico implicó a su vez en inicio de la actual
decadencia política que terminó en derrota electoral del correísmo. Para
comprobar lo anterior basta un somero análisis de los últimos tres resultados
electorales de esta sensibilidad política en sus respectivas primeras vueltas
electorales, momento en que se refleja la adscripción real de la ciudadanía a las
candidaturas partidistas en disputa:

Sobre votos válidos Rafael Correa obtuvo en 2013 el 57,17% ganando en


primera vuelta las elecciones; mientras en 2017, con Lenín Moreno como
candidato acompañado por Rafael Correa en la campaña electoral, el resultado
se contrajo al 39,36%, para terminar ganando de forma apurada en segunda
vuelta con apenas 228.629 votos de diferencia (2,82%) respecto a su principal
contenedor; por último, en este 2021 obteniendo apenas el 32.72% del voto
válido en primera vuelta y perdiendo en segunda vuelta por 438.467 votos
(4,94% de desventaja).

La debacle electoral correísta

Pese a lo anterior, la situación política y económica que actualmente vive el país


generaban -a priori- condiciones propicias para el triunfo del candidato
correísta.

La deplorable gestión realizada por gobierno de Lenín Moreno, quien a través


de la persecución política mantuvo viva una figura victimizada de Rafael Correa,
debería haber favorecido a la candidatura de Arauz. Más allá del efecto
contraste pasado vs presente de un país en la actualidad sumido en una crisis
de carácter multifacético, fueron tanto Guillermo Lasso como los socialcristianos
de Jaime Nebot -aliados electoralmente en esta contienda- quienes sostuvieron
políticamente a Moreno pese a la enorme deslegitimación social del actual
gobierno. De igual manera, la pandemia puso de relieve en el subconsciente
colectivo la necesidad de un Estado fuerte con capacidad dar “protección” y
cobertura social a sus ciudadanos, posición contraria al discurso de
achicamiento del Estado propuesto por el actual presidente electo. Por último,
siendo Ecuador uno de los países de la región con menor acceso a vacunas
Covid-19 hasta el momento, las pocas que llegaron fueron distribuidas de forma
escandalosa entre las élites ideológicamente alineadas al candidato
conservador.

En este contexto, los resultados electorales de la primera vuelta demostraron


que pese a que Andrés Arauz obtuviera el voto mayoritario (32,72% de los votos
válidos), la fractura correísmo vs anticorreísmo ya no era la fractura principal
sobre la que se alienaba el electorado ecuatoriano. Lasso, la opción
anticorreísta, perdía cerca de un 30% de votos respecto a los resultados
obtenidos en las presidenciales anteriores de 2017; tomando importancia otras
opciones políticas hasta entonces de escaso peso en la cartografía político
institucional del país. Tanto el Pachakutik, brazo político del movimiento
indígena, con Yaku Pérez como candidato y un discurso básicamente
ambientalista; como Izquierda Democrática, un viejo partido ideológicamente
ubicado en el centro político y muy venido a menos en las últimas décadas pero
en esta ocasión capitaneado por un joven empresario disruptivo que
representó lo nuevo frente a lo viejo, lograron porcentaje de votos muy
significativos.

La campaña electoral vivida recientemente en Ecuador demostró las dificultades


que sufre el correísmo a la hora de implementar recambios reales en su
liderazgo. De hecho, uno de los elementos que explotó de forma muy acertada
la estrategia político electoral conservadora fue la dificultad de Andrés Arauz
para posicionarse como nuevo líder de esta tendencia política, viéndose
supeditado de forma permanente bajo la sombra de Rafael Correa durante toda
la campaña electoral. Pese a que el ex presidente Correa no puede puede pisar
el país debido a diversas y discutibles sentencias judiciales que tuvieron lugar
durante el período de gestión del actual gobierno, la intensidad de su presencia
mediática vía videoconferencias así como la presencia de su imagen en la
propaganda electoral difundida lo convertían en el principal protagonista de la
campaña progresista.

En la práctica Correa es el correísmo, esta opción política, más allá de


ideologías, está personalizada en su figura. Esto le permitió transferir sus votos
duros a un personaje hasta entonces semi-desconocido como era el caso de
Andrés Arauz; pero a su vez, imponía los límites en su capacidad de captación
de voto. El correísmo vive en la dicotomía de ser la tendencia política con mayor
porcentaje de voto incondicional del país, estimativamente el 30% del actual
electorado ecuatoriano, pero a su vez es la fuerza con menor capacidad de
crecimiento electoral debido a la resistencias o negativos que genera Rafael
Correa sobre cada vez mayores sectores de la población. La falta de una real
regeneración de liderazgos en esta corriente política, pasar del correísmo al
progresismo, hizo imposible a su candidato superar este handicap.

La campaña electoral de Lasso leyó bien esta nueva realidad y llamó


estratégicamente al consenso y reconocimiento de la diversidad política
existente en la segunda vuelta, mientras el correísmo se mantuvo en las
estrategias de polarización que históricamente le han caracterizado. En una
campaña económicamente desigual, donde los mass media y la estructura del
Estado tomaron partido por la opción conservadora, esto determinó que el casi
50% del electorado que en primera vuelta no voto bajo el clivaje partidarios de
Correa vs detractores de Correa optase o bien por el llamado al “voto nulo
ideológico” que realizó el movimiento indígena o bien por la candidatura del
banquero con el fin de impedir la vuelta de Rafael Correa al país. Todo el
análisis a partir de este hecho es puntual y vinculado a estrategias de marketing
electoral y disciplinas de campaña.

Sobre un electorado de poco más de 13 millones de electores, el correísmo


apenas tuvo capacidad de sumar 1.2 millones más de votos en el balotaje a los
ya 3 millones de votos obtenidos en la primera vuelta. Lasso, sin embargo,
obtenía 2.8 millones votos más que a la postre le darían el triunfo final con cinco
puntos porcentuales de diferencia.

El futuro del progresismo en Ecuador

Esta derrota es la primera derrota electoral que sufre el correísmo desde el


2006, sin embargo, su lectura invita a un reflexión urgente: la persistencia de la
tendencia política progresista en Ecuador como una opción política de peso
pasa por la renovación real de sus cuadros dirigentes, un cambio de estilo en su
narrativa política y su lógicas o modelo de liderazgo.

Arauz representa un intento de regeneración política de esta tendencia pese a


que carece aún de identidad propia y un liderazgo sólidamente construido, no
tiene hasta el momento canales de acercamiento con otras tendencias
importantes de las izquierdas ecuatorianas que fueron minusvaloradas e incluso
reprimidas durante la década de gobierno correísta, y no ha sido capaz todavía
de posicionar un imaginario de lo que sería un progresismo de nuevo cuño en el
país. Que le permitan avanzar en estos pendientes depende de como gestione
su actual crisis interna el correísmo y del papel que Rafael Correa pretenda
desarrollar a partir de este momento.

Todo esto deberá ser contextualizado en la nueva realidad regional


latinoamericana, donde el segundo ciclo progresista se ve cercenado y muestra
condiciones claramente diferenciadas al período anterior: es previsible a corto
plazo un desgaste de la popularidad de Alberto Fernández; está por verse como
se gestionarán las diferencias al interior del MAS entre el gobierno de Luís Arce
y David Choquehuanca con Evo Morales; donde parece difícil que Pedro
Castillo gane la segunda vuelta en Perú; en el cual está por verse la realización
de las elecciones constituyentes en Chile; y en el que existen serías dudas
sobre como evolucionaran próximas elecciones presidenciales en Brasil y
Colombia en 2022.

En este contexto, el reto del progresismo ecuatoriano en el que se enmarca su


subsistencia como opción política de alternancia está en conectar con las y los
jóvenes, los sectores no ideologizados de la sociedad y con los movimientos
sociales que en estas últimas elecciones les rechazaron. Todo ello teniendo en
cuenta que parece difícil que su líder principal, Rafael Correa, pueda sostener
durante cuatro años más su actual capacidad de incidencia en la política
nacional tendiendo en cuenta la imposibilidad de hacerse presente en el país,
así como su incidencia en los foros progresistas internacionales tras esta
derrota electoral.

En definitiva, o el progresismo ecuatoriano supera la relación líder-masa que le


ha caracterizado hasta el momento y se democratiza, abriéndose y dialogando
de igual a igual con otros sectores y tendencias políticas o terminará
convirtiéndose en una fuerza con cada vez menor capacidad de disputa por el
poder institucional.

Movimiento Indígena

Pese a los exitosos resultados obtenidos en este proceso electoral obtenidos


por Pachakutik, aparato político construido en 1995 por el movimiento indígena
liderado por la CONAIE, el conflicto interno existente es evidente.

A la candidatura de Yaku Pérez apenas le faltaron unos 32 mil votos para


meterse en la segunda vuelta, situación con la que hubiera desplazado de la
contienda al actual presidente electo. Por primera vez en su historia Pachakutik
logró introducirse como la opción política por la que votaron jóvenes y sectores
urbanos descreídos del política pero con sensibilidad hacia causas sociales,
especialmente las que tienen que ver con la defensa el agua y naturaleza en
general.

Yaku Pérez, quien denunciara un supuesto fraude electoral en favor del


candidato banquero que le impidió llegar a la segunda vuelta, asumió en la
segunda vuelta la llamada al “voto nulo ideológico” consensuada en la
asamblea general de la CONAIE. Sin embargo, parte importante de la dirigencia
del Pachakutik se inclinó durante la fase final de la contienda electoral por una
posición claramente a favor del candidato Guillermo Lasso. Unos lo hicieron de
forma más sutil y otros de manera más transparente -entre ellos el propio
binomio presidencial de Pérez-, pese a que el movimiento indígena se haya
históricamente caracterizado por una posición de conflicto y resistencia a la
aplicación de políticas neoliberales en el país. Como reacción a esto, un sector
amazónico del movimiento indígena aparecería en la última semana de
campaña apoyando la candidatura de Arauz y rompiendo también públicamente
con el consenso previamente acordado.

El rechazo a las políticas hiperextractivistas sobre las que se sostuvo el modelo


económico de la década correísta y la presión ejercida sobre los territorios
biodiversos con alta riqueza natural, sumado a la represión efectuada sobre
líderes y comunidades indígenas, decantó gran parte del voto de las
comunidades rurales a favor de la candidatura de Guillermo Lasso en la
segunda vuelta. Basta analizar la cartografía electoral para ver que fue Quito -
clase media, jóvenes y profesionales urbanos- junto a Sierra Centro -territorio
con gran incidencia del mundo indígena- quienes determinaron la victoria
conservadora el pasado 11 de abril.
Pero más allá de dolores y rencores acumulados derivados del autoritario
modelo de mando ejercido por Rafael Correa durante su gestión de gobierno, se
hizo evidente que el llamado al voto nulo tenía poco sintonía con la
problemática realidad que se vive en las comunidades rurales y que se ha visto
fuertemente agravada por la pandemia. Más allá del planteamiento político
intelectual realizado desde sectores ilustrados y acomodados, así como desde
las dirigencias del movimiento indígena, las comunidades sienten que no es
posible resolver sus problemas sin relacionarse, de una u otra forma, con las
estructuras de poder. En realidad, la adscripción al voto nulo a manera de
rechazo a las dos candidaturas finalmente en liza creció aproximadamente en
un millón de electores, lo cual es importante, pero apenas significó el 45% del
sumatorio de votos obtenidos por Pachakutik e Izquierda Democrática -
organizaciones políticas que llamaron a esa opción de voto- en la primera
vuelta. En resumen, fueron el electorado urbano donde el empresario outsider
Hervas había tenido buena entrada y el electorado indígena tradicionalmente
rural quien le dieron el triunfo al neoliberalismo en estas elecciones.

Lo que se viene…

Será la historia quien juzgue a dirigentes políticos, sociales y pretendidos


intelectuales antisistémicos sobre los resultados de su actuar político en estas
elecciones y el nivel de dolor que esto significará por la aplicación de paquetes
de políticas de austeridad para los sectores socialmente más vulnerables. En
todo caso, el país se enfrenta a una agenda política y económica
profundamente neoliberal que precarizará aún más el mercado laboral
ecuatoriano, reducirá aún más el Estado como mecanismo para buscar la
reducción del déficit fiscal, primará el servicio de deuda ante las necesidades y
urgencias que se vive a lo interno del país, profundizará el galopante deterioro
de los servicios públicos y los sistemas de protección social, aplicará una
variante del modelo chileno sobre el sistema de seguridad social, así como
privatizara empresas y patrimonio público. Todo ello más allá de un recorte
general de derechos y libertades.

En todo caso, desde los sectores de la resistencia social y ante el próximo


congreso de CONAIE, el cual tendrá lugar el próximo primero de mayo, se hace
urgente el triunfo de una candidatura que represente las movilizaciones
prepandémicas desarrolladas en Octubre del 2019. Últimas expresiones
masivas de resistencia a las políticas neoliberales implementadas ya en el
actual gobierno y que responden a la agenda político-económica impuesta
desde el FMI. Frente a esta posición de lucha y resistencia, volverán sin duda a
sintonizarse variopintos intereses entre los cuales no estarán excluidos aquellos
expurios a la construcción de poderes contrahegemónicos y de ambiciones
personales más vinculadas a la política institucional que la movilización y
construcción de un tejido social con capacidad de respuesta.

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