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TEMA: NAVEGACION ANIMAL

DOCENTE.

OSORIO TRUCIOS HEMVER

INTEGRANTE:
VELASQUE ORTEGA, Elizabeth

CICLO: II

OXAPAMPA, 29 DE NOVIEMBRE DEL 2021


NAVEGACIÓN ANIMAL
Como es bien sabido, la traslación de la Tierra, la inclinación del eje terrestre y las
estaciones del año resultantes producen variaciones rítmicas en la conducta animal.
En primavera y en otoño, las especies migratorias viajan hacia una meta remota y
definida.
Todos navegan largas distancias; siguen el mismo recorrido, año tras año, a lo largo de
cientos y miles de kilómetros.
Bases genéticas
¿Cómo conocen los animales migratorios el destino de su viaje y, por tanto, la dirección
del trayecto? ¿Cómo establecen esa dirección? ¿Cómo la ajustan y mantienen? Y, sobre
todo, ¿cómo saben que es el momento de cambiar de país o de continente?
Existen también otros genes, quizá no tan bien conservados, que determinan la dirección
(vector direccional) de la ruta y el destino migratorio de las diversas poblaciones de una
misma especie. La hibridación confiere plasticidad a las rutas migratorias de una misma
especie.
En un experimento con currucas en cautiverio, se crearon híbridos de poblaciones
procedentes de Alemania y Austria. Se observó que el vector direccional que
determinaba la migración de los polluelos tomaba un valor intermedio entre el sudoeste
y el sudeste
Ello demostró que los genotipos de la población alemana y la austriaca eran distintos.
Orientación
La elección de una ruta determina la orientación del cuerpo y la dirección del desplaza-
miento. Estos dos aspectos de la locomoción varían de forma independiente.
Aunque la posición del astro cambia, los ojos del observador registran siempre la misma
dirección de estímulo. Ello se debe a que la información solar no es la única que recibe
el animal para llevar a cabo la locomoción direccional.
El ángulo del cuerpo respecto del Sol y el ángulo del cuerpo respecto a la dirección del
movimiento. Esta última información, de naturaleza interna, proviene de las órdenes
motoras que controlan el movimiento de las patas.
Una vez alineado, el animal se hallará listo para partir. Sin embargo, deberá determinar
la distancia a la que se encuentra su meta
A partir de la información que proporciona la propia locomoción, el sistema nervioso
determina la velocidad y el tiempo, y estima así la distancia del trayecto, en analogía
con los instrumentos de factura humana. De ese modo se orientan las hormigas, las
abejas y otros insectos.
Relojes y brújulas biológicas
Numerosos animales poseen la capacidad de construir mapas sensoriales, de mayor o
menor complejidad, que les ayudan a orientarse.
También los animales utilizan una suerte de cronómetros biológicos para compensar los
cambios longitudinales en la posición de los astros. Asimismo, cuentan con un compás
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biológico que usan para determinar, a partir de señales internas y externas, la dirección
de su propio desplazamiento.
Los animales se sirven de sensores o receptores internos, sensibles a los cambios de
posición, para detectar la velocidad y las aceleraciones (linear y angular) producidas por
la postura y el movimiento. Hallamos un ejemplo de ese tipo de sensores en el aparato
vestibular de los vertebrados y los estatolitos y estatocistos de los invertebrados.
Referencias terrestres
El campo magnético de la Tierra provee una referencia espacial permanente que guía el
desplazamiento direccional; numerosos animales migratorios lo detectan y utilizan para
orientarse.
Parece ser que casi todos los animales poseen cierta capacidad de adaptación y de
aprendizaje magnéticos.
Por manipulación de las componentes horizontal y vertical de campos magnéticos
artificiales se ha comprobado que las aves migratorias no distinguen la polaridad norte-
sur de un campo magnético. En cambio, sí determinan, a partir del ángulo de inclinación
del campo, la dirección norte.
Se ha demostrado, en experimentos de radar, que cuando las golondrinas o los
estorninos atraviesan cielos nublados, mantienen la orientación merced al vector
magnético terrestre.
Las brújulas biológicas encuentran otras referencias en el movimiento que producen el
viento, el agua y demás fenómenos ambientales. En particular, la dirección del viento.
Otra fuente de información mecánica externa es la que ofrece el oleaje al generar
corrientes alternativas.
Referencias celestes
Todas esas especies utilizan una brújula solar para encauzar la trayectoria de su viaje.
Otras brújulas celestes son las estrellas y la luna.
Algunos autores proponen que el vector direccional basado en la forma de las
constelaciones no es innato, sino aprendido, en tanto que sí sería congénita la aplicación
de la brújula magnética.
En las zonas templadas del hemisferio norte, el Sol suele encontrarse al sur del
observador. El Sol sirve, pues de brújula si un animal se orienta hacia él e ignora que la
dirección del astro cambia.
El Sol en otoño en busca de climas cálidos y lo dejan atrás en primavera para volar
hacia el norte y regresar a casa. Cuando el Sol no se distingue con nitidez, su posición
se infiere de los patrones de intensidad, color o polarización de la luz del firmamento.
Dos variables definen la posición del Sol respecto a la Tierra: la altura sobre el
horizonte y el azimut. La altura corresponde a la componente vertical; es nula al
amanecer y máxima al mediodía.
El azimut define la trayectoria del Sol proyectada en el horizonte; determina la dirección
de la brújula solar.
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La trayectoria aparente del Sol a través del cielo es una función compleja que depende
de la latitud del observador y la estación del año. En los polos, la velocidad del azimut
viene a ser igual a la velocidad de rotación de la Tierra (360º en 24 horas o 15o por
hora); en el ecuador, la trayectoria solar se torna inclinada y la velocidad disminuye.
Apenas comenzamos a entender el modo en que los animales compensan esos cambios.
Parece que la compensación se lleva a cabo mediante mecanismos que modifican la
dirección de la trayectoria del animal con respecto al Sol. Por ejemplo, si un animal
vuela hacia el este, durante la mañana se dirigirá hacia el Sol, conforme avance el día se
desviará hacia el lado, de suerte que al mediodía volará en dirección perpendicular al
astro y por la noche lo dejará atrás.
Esos relojes constituyen verdaderos dispositivos fisiológicos. Su localización anatómica
se conoce en algunas especies; así, el núcleo supraquiasmático en los mamíferos.
Generan y regulan el ritmo de varios procesos fisiológicos y conductuales.
El experimento reveló que el estornino ajustaba la brújula direccional de acuerdo con su
tiempo interno. Es decir, el reloj circadiano del animal se adaptaba al movimiento
azimutal del Sol.
Existe otro programa endógeno, el reloj circanual, que se ajusta a los cambios
azimutales derivados del movimiento de traslación.
Las condiciones de luminosidad que alteran el reloj circadiano a escala molecular y
conductual inactivan el funciona- miento de la brújula y, con ello, modifican la ruta
migratoria del animal.
El núcleo supraquiasmático del hipotálamo en los mamíferos y la glándula pineal en las
aves generan los mecanismos rítmicos que sincronizan el reloj biológico con los
cambios anuales en la duración del día; ello facilita la estimación del inicio y la
duración de la navegación.
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CONCLUCIONES
Cada animal nace con un genotipo que les ayuda orientarse salvo que hay un
cruce de especies su genotipo cambia.
La elección de la ruta de desplazamiento depende de la locomoción del
individuo.
Los animales cuentan con sensores o receptores que les ayuda a orientarse para
poder desplazarse ese tipo de sensores se encuentran en el aparato vestibular de
los vertebrados y los estatolitos y estatocistos de los invertebrados.
Las aves se referencian o marcan su desplazamiento con la dirección que sopla
el viento.
Los animales también se orientan de acuerdo a la posición del sol y otros con la
visualización de la luna y estrellas.
También cuentan con relojes que son dispositivos fisiológicos. Su localización
anatómica se conoce en algunas especies; así, el núcleo supraquiasmático en los
mamíferos
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