BIOARQUITECTURA Y REDUCCIÓN DE CO2
Si bien la Bioarquitectura no tiene carácter
regenerativo, como objeto en sí misma, si tiene el
potencial de reducir considerablemente las emisiones
de CO2 al momento de reproducirse y materializar el
hábitat. La construcción, en general y a grandes rasgos,
es directa e indirectamente quien representa
aproximadamente el 40% de la huella total de CO2
atmosférico. Reemplazar materiales industrializados
por biomateriales crudos, es una poderosa alternativa
para reducir estas emisiones.
La Bioarquitectura es una forma de proyectar
construcciones. Se apoya en el estudio bioclimático de
cada emplazamiento particular para definir y modelar
sus límites que la conforman, según sean las
“sugerencias” del lugar donde se manifieste: latitud,
altura, clima, entre otros bioindicadores. El objetivo es
otorgar eficiencia energética y reducción de huella de
carbono tanto en su proceso constructivo, como
durante el ciclo de vida útil de la bioarquitectura y una
vez finalizado este, utilizando biomateriales y recursos
locales disponibles o próximos en el ecosistema donde
se construye, e incorporando nuevas tecnologías que
optimizan los recursos de forma sustentable,
minimizando el impacto ambiental.
El diseño bioclimático materializado a través de la
construcción natural o bioconstrucción, nos brinda la
posibilidad de concebir Bioarquitectura, en conjunción
con un diseño sistémico que incorpore variables del
entorno, ya sea de un ambiente rural-natural, como
también de enclaves urbanos diversos. La relación
entre la arquitectura y la naturaleza, es algo que viene
dado desde los orígenes de la civilización, pero esta
interacción al principio armónica fue perdiéndose junto
al constante desarrollo tecnológico-industrial,
implicando una alta demanda de energía y
sobrepasando la capacidad de renovación de los
recursos naturales, generando en consecuencia un
desequilibrio para los ecosistemas.
El calentamiento global, sequías, contaminación,
deforestación, acumulación de residuos, entre otras
afecciones ambientales debidas a los patrones de
comportamiento humano, son desafortunadamente
parte de nuestra vida cotidiana. La arquitectura es una
pieza clave dentro de este “mecanismo” que, de alguna
manera, nos ordena y designa como habitantes y
usuarios una manera de vivir. Lo mismo sucede en
otras escalas: vivienda, barrio, ciudad. Es importante
tomar conciencia de esta situación y apostar a
soluciones que respeten el entorno y busquen el
equilibrio entre confort y sostenibilidad.
En la actualidad, ya no son suficientes los enfoques de
diseños sustentables basados en la eficiencia
energética, sino que es necesario sumar una
perspectiva de carácter regenerativo, que tenga en
cuenta la huella ecológica que originan los procesos
industriales de la construcción y sus impactos
posteriores, para ensayar soluciones simples y
aplicables en los entornos donde cada profesional
actúa, repensando la esencia del diseño de cada
hábitat en armonía con los flujos de energía de la
naturaleza y respetando los tiempos de recupero y
biocapacidad.
Podemos decir que la bondad primera de la
Bioarquitectura radica en la reducción de emisiones de
CO2 durante su materialización, respecto a la
construcción convencional; y que la bondad final es
que, una vez cumplido su ciclo de vida útil, reintegra la
mayor parte de su cuerpo biomaterial constituyente
al suelo que le dio soporte, de manera más armónica.
El carácter regenerativo de la Bioarquitectura toma
vida cuando nace una asociación estratégica entre esta
y el entorno inmediato donde se inscribe. Concibiendo
el objeto arquitectónico como parte componente de
una cadena mayor de elementos interconectados que,
en cooperación adoptarán un verdadero carácter
regenerativo.
Una visión sistémica que nos ayude a integrarnos al
paisaje de manera estratégica: diseñando desde los
patrones al detalle, capturando y almacenando energía
en el edificio y entorno inmediato, a los fines de
obtener rendimientos que aporten sostenibilidad.
Reciclar residuos para retroalimentarnos, no producir
basura y -muy importante también- darnos la
posibilidad de pensar el objeto arquitectónico como
parte esencial de una cadena que ayuda a producir
alimentos en el paisaje que se inscribe, y hasta a veces
en sí misma como puede ser un invernadero integrado
a la vivienda. Por citar un caso puntual donde la latitud
amerite este esquema asociativo, vivienda-
invernadero, por ejemplo.
Bill Mollison (cocreador del concepto de Permacultura)
marcaba la importancia de la transformación de
espacios meramente estéticos como jardines y parques
urbanos en espacios productivos: ¿Cuál es la estética
de la productividad? ¿Qué patrones de
comportamiento proponen para el habitante? Tan
importante como hacer foco en la resignificación de
espacios verdes y reconfiguraciones del hábitat, es
hacer foco en la resignificación de nuestros patrones
de comportamiento, buscando mayor autorregulación
y cooperativismo.
Darnos la posibilidad como proyectistas de asimilar el
objeto bioarquitectónico como un elemento clave que
nos ayude a mejorar las ecuaciones energéticas que
suscitan entre el desarrollo del hábitat y el impacto
ambiental, como así también darnos la posibilidad de
repensarnos como habitantes - diseñadores, en
nuestra manera de interactuar con el hábitat y entre
nosotras/os.
Los principios de diseño de Permacultura, entrelazados
en párrafos anteriores, nos ayudarán a nutrir la
Bioarquitectura mediante una visión sistémica que
procura emular el funcionamiento de los ecosistemas,
al observar y entender que en la naturaleza no se
genera basura donde la sostenibilidad y regeneración
son fenómenos comunes y constantes. En palabras del
otro cocreador del concepto de Permacultura, David
Holmgren: “Los sistemas automantenidos son el ‘santo
grial’ de la Permacultura”.
REFERENCIA:
GROSS Y LAGUZZI (2021). Bioarquitectura y reducción
de CO2. Diplomatura en Bioarquitectura UTN.
Argentina.