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MINISTERIO DE LA MUJER

Asomándonos al tema

Nada te turbe
nada te espante
todo se pasa
Dios no se muda;
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.
— Teresa de Jesús

“Pero... mamá continuaba debilitándose; hasta que llegó el día en que mi padre se encontró sólo con
cuatro niños pequeños. “Aún así, la presencia de mamá permaneció en nuestra unida familia. El cielo,
como muchas veces lo hacía notar mi padre en sus sermon
sermones,
es, estaba más cerca que la persona sentada
a nuestro lado en el banco, y era aún más real que las paredes de la iglesia que nos rodeaban. ‘Si así no
fuera, yo os lo hubiera dicho’, expresaba leyendo las palabras de Jesús en la Biblia.” — León Jaworsky

Cuando
ndo el teléfono nos despertó a las 2:45 de la mañana, mi esposo y yo nos miramos asustados. ¿Y
ahora qué? Luego de un fin de semana agitadísimo con celebraciones familiares, actividades especiales
en la iglesia y trabajos atrasados que mi esposo debió trae
traerr de su oficina, ambos estábamos necesitando
una buena noche de descanso para comenzar otra semana de trabajo. Pero todo eso quedó atrás como
perteneciente a un pasado muy lejano cuando me di cuenta que mi esposo estaba hablando con un
oficial de policía.

Y ahí comenzó la pesadilla. Lugo de asegurarse de nuestros nombres, y de los nombres de nuestros
hijos, el oficial nos fue dando poco a poco la noticia. Nuestro hijo Raúl... 27 años... muerto en su
departamento... aparentemente suicidio... lo siento mucho. Nos quedamos atontados. ¡No puede ser!
¡Debe haber un error! ¡No puede haber sido Raúl!

Después fue como el estallido de una bomba. Perder un hijo nunca es fácil, bajo ninguna circunstancia,
ni a ninguna edad. ¿Pero así?

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Los días siguientes me sentí como si estuviera viendo una película. Trámites con la policía, familiares
llegando a la casa, gente entrando y saliendo constantemente, el teléfono que no dejaba de sonar. Pero
también rostros como el de nuestro pastor, confortándonos e infundiéndonos calma. Personas
P

de nuestra iglesia que nos hicieron llegar cantidades industriales de fuentes de comida. Ellos se hicieron
cargo de muchas de las tareas, para que pudiéramos ocuparnos más de nuestro dolor. También vinieron
las preguntas. Montones de ellas; todas peleándose por una respuesta. Todas trayendo de la mano un
sentido de culpa. ¿Por qué no fuimos capaces de detectar algo que nos hiciera saber que Raúl
necesitaba ayuda? ¿Dónde fallamos como padres? ¿Qué hicimos mal? ¿Será que él nos extendió la
mano pidiendo
endo socorro y nosotros no nos dimos cuenta? ¿Será que la imagen de seguridad e
independencia que proyectaba era una pantalla para ocultar su sentido de fracaso? El dolor resultaba
tan profundo e insostenible que debía ser colocado sobre Alguien superior a nosotros, Alguien que
compartiera nuestra carga y nos ayudara a caminar por ese valle de sombra de muerte. ¿Cómo
hubiéramos podido sobrellevar esa situación sin un Salvador que nos sostuviera?

Y en medio del bullicio atronador de los pensamientos negativo


negativoss que se agolpaban en mi mente,
escuché el dulce susurro de mi Señor: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en tu
debilidad” (2 Cor. 12: 9).

Como creyentes, cuánto consuelo encontramos en las promesas de Dios. Sólo él nos comprende, sólo él
noss juzga, y sólo él nos da la fuerza para continuar viviendo. — Alicia Zorzoli

“Mami, los ojos no me andan”, dijo Leandro a su mamá una mañana al despertar. Tenía apenas tres
años. Al cumplir su segundo año de vida, se le detectó un tumor cerebral benigno denominado
craneofaringioma. Fue sometido a una primera intervención quirúrgica, perdiendo parte de su visión.
Pero al cabo de un año más, un nuevo avance del tumor le hizo decir esa mañana que sus ojitos no
tenían luz.

El día del primer diagnóstico toda la familia vivió un cimbronazo emocional por lo serio y sorpresivo de
la situación. Otra intervención quirúrgica (cada una duró cerca de diez horas), y una nueva expectativa.
Hoy, Leandro y sus padres viven el día porque el futuro es incierto en este tipo de enfermedad.

¿Cómo reaccionamos frente a una situación límite?

Ricardo y María de los Angeles, sus padres, son un conmovedor ejemplo de quien ha construido su vida
personal y su hogar sobre la roca: Jesús. Con el poder que sólo viene de él, están enfrentando
enfrentan el
problema y dando vivo testimonio del significado de la fe en la hora de la adversidad. Aun el pequeño

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Leandro, dotado del don de la música, canta en el hogar, el hospital y el templo alabanzas al Señor.
Estremece a quienes le escuchan cuando entona cconon sus cinco años: “Sendas Dios hará donde piensas
que no hay. El obra en maneras

que no podemos entender” o “Dios tiene un plan para ti, un plan para mí”. Conversando acerca de una
nueva consulta médica, la joven madre decía:

“No estoy preocupada. He dejado


jado todo en las manos del Señor. Vivo día por día y los vivo en fe.”

He aquí la respuesta para enfrentar un suceso inesperado, absolutamente insospechado.

Pero alguien podría decir aquí: hay cosas peores que la enfermedad y aun hay algunas peores que la
muerte. Es muy duro tomar conciencia un determinado día que un hijo se ha transformado en
homosexual, o que consume drogas, o que ha cometido una estafa y está o estará entre rejas, o que ha
decidido irse a vivir en pareja sin respetar el orden divino para el matrimonio, o un embarazo ilegítimo,
o un aborto, o una decisión de divorcio, o que vive engañando. Y qué duro también cuando un hijo que
ha conocido al Señor se decide por un cónyuge no creyente, y peor aún cuando él mismo se aparta del
evangelio. Y qué
ué decir cuando hay una muerte accidental o súbita o tal vez algún suicidio en la familia y
en un instante el ser querido ya no está a nuestro lado. ¡Cuántos imponderables!

Lo incomprensible

La dura realidad, vista desde nuestra perspectiva humana, nos lle


lleva
va a preguntarnos: ¿Por qué?, y no hay
respuesta. Aún el Señor Jesús, en sus momentos más duros en la cruz, exclamó desde el fondo de su
dolor: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

El silencio de Dios levanta en nosotros muchos interrogantes. No hay sentido en lo que nos sucede; más
aun, creemos que no es justo. En momentos como éstos, en los cuales nos sentimos en medio de una
encrucijada y se apodera de nosotros el desconcierto, tendemos a preguntarnos: ¿En qué nos ayuda a
bien la tragedia? En alguna ocasión he tenido la absurda audacia de buscar explicación a hechos que no
la tienen, como por ejemplo, el día en que pretendí consolar a una amiga ante la muerte insospechada
de su hija, con un argumento ridículo.

Dice el doctor James Dobson, prestigioso


estigioso consejero cristiano:

“...es mejor reconocer que se nos ha dado muy poca información como para que podamos explicar las
causas de todas las aflicciones que experimentamos en un mundo imperfecto y afectado por el pecado.
Tendremos que esperar para poder tener esa comprensión hasta que venga nuestro Señor soberano,

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quien nos ha prometido dejar en claro todas las cosas y poner fin a toda injusticia”.f7

No estamos capacitados para entenderlo todo, pero sí para enfrentarlo todo si reconocemos que “las
cosas secretas pertenecen a Dios”, pero que también en ese Dios están el amor que nos rodea y el
poder que nos auxilia.

El doctor León Jaworsky, abogado cristiano que actuó como fiscal en el caso Watergate, cuenta en su
libro Encrucijadas cómo la fortalez
fortalezaa de Dios le sostuvo en una larga trayectoria de experiencias críticas.
Una de ellas fue la muerte por accidente de un nieto que era su compañero en horas de esparcimiento:

“Di gracias a Dios por aquellas benditas memorias que continuarían enriqueciendo mi vida. En vez de
dudar de Dios, de nuevo volví a apreciarle como el Padre amante y conocedor de todo, cuyos planes
podemos ver ahora oscuramente, como a través de un cristal; pero que algún día veremos luminosos y
claros.”

Ignoraba este abuelo que en un fu


futuro
turo cercano otro nieto que siguió al otro como compañero de
aventuras, también encontraría la muerte en un accidente de motocicleta. Recordó las palabras de
Rabindranath Tagore: “La muerte no es extinguir la luz, sino solamente apagar la lámpara porque el alba
ha llegado.” Y agrega:

“En vez de objetar los propósitos de Dios, ahora los acepto como su plan para todos nosotros. ¿Acaso no
se llevó también a su Hijo a una edad temprana?

“Sé que habrá más encrucijadas en el futuro. Con la guía del Señor y su apo
apoyo,
yo, las afrontaré lo mejor
que pueda. Y pase lo que pase, sólo puedo decir: por todo lo pasado... y a todo lo futuro... gracias, sí.”

La lectura de los héroes de la fe en Hebreos capítulo 11 evidencia claramente que personas que
expusieron su vida por Jesucristo
cristo en la misma medida, tuvieron finales opuestos.

Unos por fe

“conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon boca de leones, sofocaron la
violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, sacaron fuerzas de la debilidad, se hicieron
h
poderosos en batalla y pusieron en fuga los ejércitos de los extranjeros. Mujeres recibieron por
resurrección a sus muertos. Unos fueron torturados sin esperar ser rescatados, para obtener una
resurrección mejor. Otros recibieron pruebas de burlas y de azotes, además de cadenas y cárcel. Fueron
apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a espada.

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Anduvieron de un lado para otro cubiertos de pieles de ovejas y de cabras; pobres, angustiados,
maltratados. El mundo no era digno de ellos. Andaban errantes por los desiertos, por las montañas, por
las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque recibieron buen testimonio por la fe, no
recibieron el cumplimiento de la promesa” (Heb. 11:33
11:33-39).

¿Puede la lógica humana entender esto? N


No.
o. Solamente podremos aceptarlo a la luz de la Palabra de
Dios.

Dios es soberano

Cuando Job se vio asediado por pruebas crueles tales como la muerte de sus hijos mientras estaban de
festejo, y el padecimiento de una enfermedad torturante, siendo un hombre, según el relato bíblico
“íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”, hizo lo mismo que los creyentes generalmente
hacemos en situaciones límite: argumentó con enojo directamente a Dios: “... ¿Por qué me pones como
tu blanco, y que yo sea una carga
rga para mí mismo?” Hace uso de su libertad para decirle a Dios lo que
siente; pero una vez serenado su ánimo se rinde ante su soberanía diciendo:

“¿Quién se ha endurecido contra él y ha quedado ileso? .. .él pasa sin que yo lo comprenda” (Job. 9: 4,
11). Expresa su desconcierto primero y reconoce su soberanía después: “con Dios están la sabiduría y el
poder” (Job. 12:13).

El reconocer la soberanía de Dios frente a lo incomprensible, frente a lo inexplicable es la única


alternativa válida para encarar la ad
adversidad.

Su soberanía es incomprensible pero no caprichosa ni insensible. Nuestra relación es con un Dios


amante que mostró su gran misericordia al revelarse a nosotros como padre por medio de Jesucristo.
Recordemos que “Dios es amor” (1 Jn. 4: 8 b).

Dios maneja los hilos de la historia y va conduciendo al universo hacia el destino que él estableció, pero
no invade la libertad personal que él mismo ha otorgado al hombre.

Cada una de nosotras tiene seguramente en su haber experiencias incomprensibles. En un momento


todo se dio vuelta en nuestro organigrama de vida. Pero si bien no tenemos explicación para lo que nos
sucede, tenemos sí en la Palabra de Dios las promesas de su fidelidad, sostén y salida. Por ello, hagamos
nuestra la oración del salmista cuando dijo:

“Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo. Tu
vara y tu cayado me infundirán aliento” (Sal. 23: 4).

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¡No estamos solas!

El amor de Dios nos circunda

Decía un siervo de Dios que podíamos explicar esta realidad como si fuéramos un punto rodeado por
una circunferencia. Por mayor esfuerzo y empeño que pongamos en escapar, no podremos lograrlo. El
hace que nos mantengamos enteros aun cuando a nuestro alrededor haya quebrantos. El amor de Dios
fue el que hizo
zo exclamar a Job: “Yo sé que mi Redentor vive”. Hasta tal punto llegó su experiencia con él,
que hizo una obstinada declaración: “aunque él me mate, en él he de esperar”.

Cuando la prueba arrecia y el tiempo se prolonga, se levantan dentro de nosotros muchas


muc veces las
preguntas: Señor, ¿dónde estás? y el clamor ¿hasta cuándo? Pero luego de la protesta que los hijos
hacemos a Dios como nuestro Padre, golpean en nuestra mente y corazón las palabras de Jesús: “...
vuestro Padre sabe que necesitáis estas cosas
cosas”,
”, y el hecho que Dios lo sepa es descanso para el espíritu
quebrantado. Una vez que hayamos hecho lo que es de nuestra pertinencia hacer, nos queda, ¡bendita
gracia!, esperar en él. Nos dice como al salmista: “Estad quietos y reconoced que yo soy Dios” (Sal.
(S
46:10). Y lo volveremos a conocer.

Me encanta vivir la vida de oración como aventuras con Dios. Me han inspirado las palabras del salmista:
“De mañana me presentaré ante ti y esperaré.” Esperar es estar a la expectativa de lo que Dios va a
hacer con el problema. Y si la circunstancia no cambia, él nos cambia a nosotros a fin de que aceptemos
la realidad y podamos sobrellevarla. En verdad que para muchas personas hay situaciones irreversibles
con las cuales deberán vivir toda la vida.

Testimonio

Hace algunos
unos años llegó a mis manos un libro titulado Favor Divino cuya autora es Mary Craig. Formó un
hogar feliz y su vida se desarrollaba en un ambiente tranquilo junto a su esposo y un hijito. Su temor
(todas las madres tenemos alguno) era tener un hijo difere
diferente.
nte. La vida no le dio uno, sino dos. El
primero de ellos con una patología poco común que concitó el interés de equipos médicos
interdisciplinarios. Su desesperación llegó al punto de, siendo creyente, enojarse, decir palabras
injuriantes contra Dios y luego
ego clamar: “Si

en verdad existes, muéstrame una salida.” En cierto momento de locura y desesperación, su madre, que
había pasado por duros y crueles sufrimientos, y quien, según Mary Craig, nunca permitió que una
sombra de duda debilitara su fe, le dijo: “Dios ofrece la espalda que requiere la carga.” Recuperó la fe y
dedicó parte de su vida a servir a otros en peor situación.

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Al nacer un segundo hijo, con síndrome de Down, a punto de tocar fondo, ya sin reservas emocionales
para soportarlo, recordó claramente
ente algunas palabras que había leído una vez:

“Nuestra tragedia no es el sufrimiento, sino desperdiciar ese sufrimiento. Desperdiciamos la


oportunidad de crecer hacia la compasión.”

En ese momento vivió una experiencia que la marcó. Sintió que la sostenía
sosteníann con firmeza y una voz en su
interior que le decía:

“Hay una forma de salir de esto, pero debes hallarla fuera de ti misma. Recuerda que estoy aquí, en la
oscuridad. Nunca estás sola.”

Jesús es también la respuesta ante la crisis que produce

lo imponderable

El ha enviado su Espíritu Santo Consolador, Ayudador, y cuando nos sometemos a la soberanía de Dios,
su amor nos envuelve de tal manera, que nuestra experiencia, aunque con las marcas del sufrimiento,
termina en victoria. Sus promesas son fieles y verda
verdaderas. Dice la Escritura:

“Porque todas las promesas de Dios son en él ‘sí’; y por tanto, también por medio de él, decimos ‘amén’
a Dios” (2 Cor. 1:20).

Renovemos nuestra confianza en el Señor Jesús recordando su invitación:

“Venid a mí, todos los que estáis


is fatigados y cargados, y yo os haré descansar” (Mat. 11:28).

Dios siempre trabaja a nuestro favor

El apóstol Pablo en el capítulo 8 de la carta a los Romanos, establece una paradoja entre la debilidad del
creyente y la victoria que obtiene por medio de JJesucristo.
esucristo. Hay en el mundo creado una situación de
esclavitud a causa del pecado y un clamor cósmico pidiendo liberación: “Porque sabemos que toda la
creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora” — dice el apóstol — y dentro de esa
creación
ión también los hijos de Dios estamos clamando liberación:

“Y no sólo la creación, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de
nosotros mismos, aguardando la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo” (Rom. 8:228: y
23).

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Porque este cuerpo mortal es el receptor de pruebas duras, luchas interminables, situaciones injustas,
experiencias sin sentido ni explicación. Pero el aliento, la esperanza y la seguridad que encontramos
expresados en este mismo capítulo, consti
constituyen
tuyen la respuesta de Dios para nuestras situaciones de crisis.

Aunque el conjunto de lo creado se va deteriorando a causa del pecado (y somos testigos presénciales
de la situación cada vez más caótica del planeta) y de nosotros mismos al ser parte de la creación,
c la
Palabra de Dios nos asegura que para los que aman a Dios, él hace que todas las cosas obren para bien.
Dios, quien maneja los hilos de la historia y también de nuestras vidas personales, trabaja a nuestro
favor.

Por eso el mismo apóstol concluy


concluye este tema diciendo:

“Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?... ¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿Tribulación? ¿Angustia?... Más bien en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de
aquél que nos amó.”

Sí. Hay promesa de salida y victoria para las pruebas porque él tiene el poder para cambiar las cosas o
cambiarnos a nosotros proveyéndonos los recursos a fin de que podamos sobrellevarlas.

Si le amamos, en nuestra debilidad él muestra su poder y recordemos: Dios siempre trabaja a nuestro
favor.

Recuerdo el testimonio que escuché en una asamblea de UFBAL acerca de una mujer anciana que había
perdido su casa y sus pertenencias como consecuencia de un gran terremoto que sacudió a su país hace
ya algunos años. Esta hermana era de una situación económica sumamente modesta. Cuando la esposa
del

pastor la visitó, y vio la escena, se conmovió profundamente. Al verla, la anciana le dijo: “No se
preocupe hermana Ednita, Dios no ha muerto.” Me conmovió el testimonio. Se le había caído la casa tal
vez de madera y chapa, pero la casa que construyó sobre la roca, estaba indemne.

No hubo en ella cuestionamientos. Aceptaba la soberanía de Dios, se sentía rodeada por su amor, sabía
que Dios siempre trabaja a favor de sus hijos.

“El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
gratuitamente también con él todas las cosas?”

He aquí la respuesta.

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