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Sartre, Jean-Paul. (1984) - La Puta Respetuosa-A Puerta Cerrada. (2da. Ed) - (Bernárdez, A, Trad) - Madrid, España - Losada-Alianza
Sartre, Jean-Paul. (1984) - La Puta Respetuosa-A Puerta Cerrada. (2da. Ed) - (Bernárdez, A, Trad) - Madrid, España - Losada-Alianza
El Libro de Bolsillo
Editorial Losada Alianza Editorial
Buenos Aires Madrid
Título original: La P ... respectueuse. Huís e!os La puta respetuosa
Traductor: Aurora Bernárdez
Revisión de la edición españóla: Miguel Salabert
y a Zette Leiris
PERSONAJES
Un cuarto en una ciudad americana del Sur. Paredes
Lrzzm blancas. Un diván. A la derecha una ventana, a la iz-
EL NEGRO quierda una puerta (cuarto de baño). Al fondo una pe-
FRED queña antesala a la que da la puerta de entrada.
}OHN
}AMES
EL SENADOR
ESCENA I
PRIMER HOMBRE
SEGUNDO HOMBRE Lrzzm. Luego EL NEGRO
LIZZIE LIZZIE
¿Qué quiere decir eso? ¿Esconderte?
EL NEGRO EL NEGRO
Quiere decir que sólo me queda dar vueltas hasta que ¿No quiere, señora? ¿No quiere?
me atrapen. Cuando blancos que no se conocen se po-
nen a hablar entre sí, es que va a morir un negro. (Una LIZZIE
pausa.) Diga que no hice nada, señora. Dígaselo al juez; ¿Esconderte? ¿Yo? Toma. (Le da con la pr-:erta en las
dígaselo a la gente del diario. Quizá lo publiquen. ¡Dí- narices.) Basta de historias. (Se vuelve hacza el cuarto
gaselo, señora, dígalo! ¡Dígalo! de baño.) Puedes salir.
LIZZIE
(FRED sale en mangas de camisa, sin cuello ni corbata.)
No grites. Tengo gente. (Una pausa.) En cuanto al dia-
rio, no esperes que vaya yo ahora a llamar la atención
sobre mí. (U na pausa.) Si me obligan a declarar, te
ESCENA II
prometo que diré la verdad.
LrzzrE, FRED
EL NEGRO
¿Les dirá que no hice nada?
LIZZIE FRED
Lo diré. ¿Quién era?
LIZZIE
EL NEGRO
¿Me lo jura, señora? Nadie.
FRED
LIZZIE Creí que era la policía.
Sí, sí.
LIZZIE l ./ -;>
¿La policía? ¿Tienes alguna cuenta con a po11c1a.
EL NEGRO
¿Por el buen Dios que nos está viendo?
FRED
Yo no. Creí que era por ti.
LIZZIE
¡Oh! ¡Vete al infierno! Te lo prometo, que te baste LrzzrE (ofendida) . 1
con eso. (Una pausa.) ¡Pero vete! ¡Vete, hombre! ¡Oye, que nunca le he quitado un centavo a nad1e.
LrZZIE
¿Qué cántaro? ¿Por qué? ¿Por los negros?
FRED
LIZZIE
Está en el cuarto de baño. (Sale, FRED abre rápida- ¡Ah! Ah, sí. .. Muy contento. Muy contento. ¿Cuánto
mente los cajon·es de la mesa y burga. LIZZIE vuelV'e quieres?
con la corbata.) ¡Aquí está! Espera. (Le hace el nudo.)
LIZZIE
¿Sabes?, no me gusta trabajar con clientes de paso, por-
¿Quién habla ahora de eso? Te pregunto si estás con-
que hay que ver demasiadas caras nuevas. Mi ideal sería
tento, bien puedes contestarme amablemente. ¿Qué
ser una querida costumbre para tres o cuatro personas
hay? ¿No estás realmente contento? ¡Oh! Me sorpren-
de ~ierta edad, una el martes, otra el jueves, otra para
dería, ¿sabes?, me sorprendería.
el fm de semana. Te lo digo: eres un poco joven, pero
tienes aire serio; cuando te sientas tentado ... Bueno, FRED
bueno, no digo nada. ¡Lo pensarás! ¡Oh, oh! Eres lindo
Cierra el pico.
como el sol. Bésame, precioso; bésame en recompensa.
¿No quieres besarme? (Ella besa brusca y brutalmente,
LIZZIE
luego la rechaza.) ¡Uf!
Me apretabas fuerte, tan fuerte. Y además me dijiste
bajito que me querías.
FRED
Eres el Diablo.
FRED
Estabas borracha.
LIZZIE
¿Eh? LIZZIE
No.
FRED
Eres el Diablo.
FRED
Sí, estabas borracha.
LIZZIE
¡Otra vez la Biblia! ¿Qué te pasa?
LIZZIE
Te digo que no.
FRED
Nada. Bromeaba. FRED
En todo caso yo lo estaba. No recuerdo nada.
LIZZIE
Valiente manera tienes de bromear. (Una pausa.) ¿Es-
LIZZIE
tás contento? Es una lástima. Me desnudé en el cuarto de baño y
cuando volví a tu lado te pusiste colorado, ¿no te
FRED
acuerdas? Incluso dije: «Aquí está mi cangrejito.» ¿No
¿Contento de qué?
20 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 21
LIZZIE LIZZIE
¿Tocan la campana, a las horas de las comidas, para Todo el mundo puede hablar de Nueva York, eso no
llamaros? Bien podrías contestarme. prueba nada.
FRED FRED
Golpean un gong. ¿Por qué no te quedaste allá?
26 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 27
LIZZIE LIZZIE
Estaba hasta la coronilla. ¿Webster? (Una pausa) ¡Entonces era por eso!
FRED FRED
¿Algún lío? ¿Qué?
LIZZIE LIZZIE
Por supuesto: los atraigo, hay naturalezas así. ¿Ves Entonces era por eso por lo que te brillaban los ojos.
esta serpiente? (Le muestra el brazalete.) Trae mala Te excitaba, ¿eh? ¡Cochino! Con un padre tan bueno.
pata.·
FRED
FRED ¡Imbécil! (Una pausa.) Si pensara que te has acostado
¿Por qué te la pones? con un negro ...
LIZZIE LIZZIE
Ahora que la tengo, debo llevarla. Parece que son te- ¿Qué?
rribles las venganzas de las serpientes.
FRED
FRED Tengo cinco criados de color. Cuando me llaman por
¿Eres tú la que el negro quiso violar? teléfono y uno de ellos descuelga el aparato, lo lim-
pia antes de tendérmelo.
LIZZIE
¿Qué? LIZZIE (silbido admirativo)
¡Ya veo!
FRED
¿Llegaste en el rápido de las seis? FRED (suavemente)
No nos gustan mucho los negros, aquí. Ni las blancas
LIZZIE que se divierten con ellos.
Sí.
LIZZIE
FRED Suficiente. No tengo nada contra ellos, pero no qui-
Entonces eres tú. siera que me tocaran.
LIZZIE FRED
Nadie quiso violarme. (Se ríe con un poco de amargu- ¡Cualquiera sabe! Eres el Diablo: El negro también es
ra.) ¡Violarme! ¿Te das cuenta? el Diablo ... (Bruscamente.) ¿Así que intentó violarte?
FRED LIZZIE
Eres tú; Webster me lo dijo ayer, en el baile. Pero ·¿qué te importa?
28 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 29
FRED LIZZIE
Subieron dos a tu compartimento. Al cabo de un mo- Pero ¿qué puede importarte?
mento se te echaron encima. Pediste socorro, y acudie-
ron unos blancos. Uno de los negros sacó la navaja y FRED
un blanco lo derribó de un tiro. ¡El otro negro escapó! Responde.
LIZZIE LIZZIE
¿Eso es lo que te contó Webster? No iré a ver al juez. Te digo que me horrorizan las
complicaciones.
FRED
Sí. FRED
No tendrás más remedio que ir.
LIZZIE
¿De dónde lo sabía? LIZZIE
No iré. No quiero tener más problemas con la policía.
FRED
Toda la ciudad habla de eso. FRED
Vendrán a buscarte.
LIZZIE
¿Toda la ciudad? Suerte la mía. ¿Es que no tenéis
LIZZIE
nada más que hacer?
Entonces diré lo que vi.
FRED
¿Las cosas pasaron como dije? (Una pausa.)
LIZZIE FRED
N ada de eso. Los dos negros estaban tranquilos y ha- ¿Te das cuenta de lo que vas a hacer?
blaban entre sí; ni siquieran me miraron. Después su-
bieron cuatro blancos, y dos de ellos me acosaron. Aca- LIZZIE
baban de ganar un partido de rugby, estaban borra- ¿Qué es lo que voy a hacer?
chos. Dijeron que había olor a negro y quisieron echar
a los negros por la portezuela. Los otros se defendieron
FRED
como pudieron; por fin un blanco recibió un puñetazo
en el ojo; entonces sacó el revólver y disparó. Eso es V as a declarar contra un blanco, por un negro.
todo. El otro negro saltó del tren al llegar a la esta-
ción. LIZZIE
Si el blanco es culpable ...
FRED
Lo conocemos. Pronto verá lo que le espera. (Una FRED
pausa.) Cuando te llame el juez, ¿contarás esa historia? No es culpable.
30 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 31
LIZZIE LIZZIE
Si ha matado, es culpable. Ni siquiera lo conozco.
FRED FRED
¿Culpable de qué? ¿Y entonces?
LIZZIE LIZZIE
¡De haber matado! ¡Quiero decir la verdad!
FRED FRED
Pero es un negro al que ha matado. ¡La verdad! ¡Una ramera de diez dólares que quiere de-
cir la verdad! No hay verdad; hay blancos y negros,
LIZZIE eso es todo. Diecisiete mil blancos, veinte mil negros.
¿Y qué? Esto no es Nueva York; aquí no podemos andar con
bromas. (U na pausa.) Thomas es primo mío.
FRED
LIZZIE
Si se es culpable cada vez que se mata a un negro ...
¿Qué?
LIZZIE
No tenía derecho. FRED
Thomas, el tipo que mató: es mi primo.
FRED
¿Qué derecho? Lrzzm (impresionada)
¿Eh?
LIZZIE
No tenía derecho. FRED
Es un hombre de bien. Para ti no significará gran cosa,
FRED pero es un hombre de bien.
Tu derecho viene del Norte. (Una pausa.) Culpable o
no, no puedes hacer castigar a un tipo de tu raza. LIZZIE
Un hombre de bien que se arrimaba todo el tiempo
LIZZIE a mí y trataba de levantarme las faldas. ¡Vaya con el
Yo no quiero hacer castigar a nadie. Me preguntarán hombre de bien! No me asombra que seáis de la mis-
lo que he visto y lo diré. ma familia.
LIZZIE LIZZIE
Es posible. Pero el negro no hizo nada. Así que era por eso. Te dijiste: ahí está la chica, la
acompañaré a su casa y la obligaré a decidirse. ¡Asi
FRED que era por eso! Me sobabas las manos pero estabas
Un negro siempre ha hecho algo. frío como el hielo, pensabas: ¿cómo se lo diré? (U na
pausa.) Pero dime, muchachito ... Si subiste para pro-
LIZZIE ponerme tu negocio no tenías necesidad de acostarte
Jamás entregaré un hombre a la bofia. conmigo. ¿Eh? ¿Por qué te acostaste conmigo, cochi-
no? ¿Por qué te acostaste conmigo?
FRED
Si no es a él, será Thomas. De todas maneras, entrega- FRED
rás a uno. Te corresponde elegir. Al diablo si lo sé.
brazo.) Todavía será preferible que lo guarde. Escón- JOHN (sacudiéndola por el hombro)
dete. Responde cuando te hablan.
( Gol"pes en la puerta.) LIZZIE
¡Eh? Sí, soy yo.
LA voz
¡La Policía! ]OHN
Tus papeles.
LIZZIE
Pero escóndete, hombre. Ve al cuarto de baño. (FRED LIZZIE (se ha dominado, duramente)
no se mueve. Ella lo emp,uja con todas sus fuerzas.) ¿Con qué derecho me interroga? ¿Qué vienen a ha-
¡Pero vete! ¡Vete, hombre! cer en mi casa? (J OHN muestra la estrella.) Cualquiera
puede ponerse una estrella. Ustedes son compañeros
LA voz del señor y se han puesto de acuerdo para liarme.
¿Estás ahí, Fred! ¿Fred? ¿Estás ahí?
(JoHN le mete un'IJ credencial debajo de las narices.)
FRED
¡Estoy aquí!
]OHN
¿Conoces esto?
(La rechaza;" ella lo mira con estupor.)
LIZZIE LIZZIE (señalando a ]AMES)
Entonces era por eso. ¿Y él?
LIZZIE
(La puerta de entrada permanece abierta.) ¿Están seguros de que tienen derecho a entrar sin man-
damiento en casa de la gente? ¿No temen que les meta
]OHN en un lío?
La policía. ¿Lizzie Mac Kay, eres tú?
]OHN
LIZZIE (sin oírlo, conrtinúa mirando a FRED) No te preocupes por nosotros. (Un'a pausa.) Te pre-
¡Era por eso! guntamos si lo trajiste a tu casa.
36 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 37
(LIZZIE ba cambiado desde que entraron los policías. LIZZIE
Se ha vuelto más dura y más vulgar.) Es falso de cabo a rabo.
LIZZIE }üHN
No se compliquen la vida. Por supuesto que lo traje a Es posible. ¿Y qué?
mi casa. Sólo que hice el amor gratis. ¿Terminamos?
LIZZIE
FRED No firmaré.
Encontraréis dos billetes de diez dólares sobre la mesa.
Son míos. FRED
Ponedla a la sombra. (A LIZZIE.) Son dieciocho meses.
LIZZIE
Pruébalo. LIZZIE
Dieciocho meses, sí. Y cuando salga, te despellejo.
FRED (sin mirarla} a los otros dos)
Los saqué del banco ayer por la mañana, con otros FRED
veinticinco de la misma serie. No tenéis más que veri- No, si puedo evitarlo. (Se miran.) Deberían telegrafiar
ficar los números. a Nueva York; creo que ha tenido líos allá.
LIZZIE (violentamente) LIZZIE (con admiración)
Los rechacé. Rechacé ese dinero sucio. Se lo arrojé a Eres tan malo como una mujer. Nunca hubiera creído
la cara. que un tipo pudiera ser tan canalla.
}üHN }üHN
Si los rechazaste, ¿cómo es que están en la mesa? Decídete. Firmas o te meto en chirona.
LIZZIE (después de un silencio) LIZZIE
Estoy aviada. (Mira a FRED con una especie de estu- Prefiero estar en chirona. No quiero mentir.
por} y con voz casi dulce.) ¿Entonces era por eso?
(A los otros.) ¿Qué quieren de mí? FRED
¡No mentir, pendón! ¿Y qué hiciste durante toda la
}OHN noche? Cuando me llamabas querido, amor mío, mi
Siéntate. (A FRED.) ¿La pusiste al tanto? (FRED hace hombrecito, ¿no mentías? Cuando suspirabas para ha-
una señal con la cabeza.) Te digo que te sientes. (La cer creer que te hacía gozar, ¿no mentías?
empuja en un sillón.) El juez está de acuerdo en soltar
a Thomas si recibe tu declaración escrita. La han re- LIZZIE ( desafian1te)
dactado para ti, no tienes más que firmar. Mañana te Así quedarías bien, ¿eh? No, no mentía.
interrogarán según las reglas. ¿Sabes leer? (LIZZIE se
encoge de hombms; él le tiende el papel.) Lee y firma. (Se miran. FRED aparta los ojos.)
38 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 39
FRED FRED
Acabemos. Aquí está mi estilográfica. Firma. ¡Hola!
LIZZIE ]OHN
Puedes guardártela. ¡Hola!
(Un silencio. Los tres hombres están turbados.) EL SENADOR
¡Hola! ¡Hola!
FRED
¡A lo que hemos llegado! Es el mejor de la ciudad y JOHN (a LIZZIE)
su suerte depende de los caprichos de una cría .. (Camt-
Es el senador Clarke.
na de unoa punta a la otra de la habitación, luego se
vuelve bruscamente hoacia LIZZIE.) Míralo. (Le muestra EL SENADOR (a LIZZIE)
una foto.) Has visto hombres en tu perra vida. ¿Hay ¡Hola!
muchos que se le parezcan? Mira esa frente, mira ese
mentón mira esas medallas sobre el uniforme. No, no: LIZZIE
no apa;tes los ojos. Llega hasta el fin: es tu víctima, ¡Hola!
tienes que mirarla de frente. ¡Ya ves qué porte joven,
qué aspecto orgulloso tiene, qu/é guapo es~ Quéd~te EL SENADOR
tranquila; cuando salga de la caree~,. despues/ de ~1ez
Bueno. Ya han terminado las presentaciones. (Mirando
años, estará más arruinado que un vleJo, habra perdido
a LIZZIE.) Así que ésta es la muchacha. Tiene un aire
el pelo y los dientes. Puedes estar contenta, es una muy simpático.
buena faena. Hasta ahora les sacabas el dinero de los
bolsillos; esta vez, has elegido al mejor y le quitas la FRED
vida. ¿No dices nada? ¿Es que estás podrida hastalos N o quiere firmar.
huesos? (La tira de rodillas.) ¡De rodillas, puta! ¡De
rodillas ante el retrato del hombre al que quieres des- EL SENADOR
honrar!
Tiene perfecta razón. Entráis en su casa sin derecho.
(CLARKE entra por la puerta que han de;ado abierta.) (A un gesto de ]OHN, con fuerza.) Sin el menor dere-
cho; la tratáis con esa brutalidad, y queréis hacerle ha-
blar contra su conciencia. Esos no son procedimientos
americanos. ¿El negro la ha violentado, hija mía?
ESCENA IV
LIZZIE
Los MISMOS y EL sENADOR No.
EL SENADOR
EL SENADOR Muy bien. Eso está claro. Míreme a los ojos. (La mira.)
Déjala. (A LIZZIE.) Levántese. Estoy seguro de que no miente. (Una pausa.) ¡Pobre
40 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 41
¿Mary? Es mi hermana, la madre del infortunado Tho- a tu hijo." Y sonreiría a través de las lágrimas y diría:
mas. Una pobre y querida vieja que va a morirse del dis- "¿Lizzie Mac Kay? No olvidaré ese nombre." Y habría
gusto. Adiós, hija mía. una viejecita muy sencilla que pensaría en mí en su
gran casa, habría una madre americana que me adopta-
LIZZIE ría en su corazón, a mí, que no tengo familia y a quien
¡Senador! el destino ha desterrado de la sociedad.» Pobre Lizzie,
no lo piense más.
EL SENADOR
Díme, hija mía. LIZZIE
¿Tiene el pelo blanco?
LIZZIE
Lo lamento. EL SENADOR
Completamente blanco. Pero el rostro sigue joven. Y si
EL SENADOR conociera su sonrisa ... No sonreirá nunca más. Adiós.
¿Qué es lo que hay que lamentar si ha dicho usted la Mañana dirá usted la verdad al juez.
verdad?
LIZZIE
¿Se marcha usted?
LIZZIE
Lamento que sea ... esa verdad. EL SENADOR
Pues sí; voy a casa de mi hermana. Tengo que contarle
EL SENADOR nuestra conversación.
N ada podemos ni el uno ni el otro y nadie tiene el de-
recho de pedirle un falso testimonio. (Una pausa.) No. LIZZIE
No piense más en ella. ¿Ella sabe que está usted aquí?
EL SENADOR
LIZZIE Vine a instancias suyas.
¿En quién?
LIZZIE
EL SENADOR ¡Dios mío! ¿Y está esperando? Y usted le dirá que
En mi hermana. ¿No pensaba usted en mi hermana? me negué a firmar. ¡Cómo va a detestarme!
42
Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 43
LIZZIE LIZZIE
¿Piensa usted que el negro me ha violado?
Nada. (Una pausa.) Tal como están las cosas, es una
desg.x:-acta que el negro no me haya violado de verdad. EL SENADOR
escoger entre dos de mis hijos. Es preciso que uno o LIZZIE (sobresaltándose)
el otro desaparezca. ¿Qué se hace en casos parecidos? ¿Eh? Ah, sí. .. (Una pausa.) Me ha embarullado, ya no
Se conserva el mejor. Pues bien, busquemos quién es sé dónde estoy.
mejor. ¿Quieres?»
EL SENADOR
LIZZIE Míreme, Lizzie. ¿Tiene usted confianza en mí?
Ya lo creo. ¡Oh, perdón! Creí que era usted el que
hablaba. LIZZIE
Sí, senador.
EL SENADOR
Hablo en su nombre. (Prosigue.) «Lizzie, ese negro al EL SENADOR 1 ./ ";>
que proteges, ¿para qué sirve? Ha nacido por casuali- ¿Cree que puedo aconsejarle una ma a acc10n.
dad, Dios sabe dónde. Lo he nutrido y él, ¿qué hace
por mí en cambio? Absolutamente nada; vagabundea, LIZZIE
merodea, canta, se compra trajes rosa y verde. Es mi No, senador.
hijo, y lo amo igual que a mis otros hijos. Pero te lo
pregunto: ¿lleva una vida de hombre? Ni siquiera me EL SENADOR .
daría cuenta de su muerte.» Entonces hay que firmar. Aquí está m1 pluma.
LIZZIE EL SENADOR
¡Qué bien habla usted! Tal vez.
LIZZIE LIZZIE
¡Elige! 0 su foto con un autógrafo.
La puta respetuosa 47
46 Jean-Paul Sartre
EL SENADOR LIZZIE
Es muy posible.
Adiós. (Salen. Ella se queda abrumada. Luego se preci-
LIZZIE pita hacia la puerta.) ¡Senador! ¡Senador! ¡No quiero!
La colgaré en la pared. (U na pausa. Camina} agitada.) ·Rompa el papel! ¡Senador! (Vuelve a la escena} toma
¡Qué problema! (Volviendo ha'CÍa EL SENADOR.) ¿Qué ~l aspirador maquinalmente.) ¡La Nación americana!
le harán al negro, si firmo? (Establece contacto.) Tengo la impresión de que me
han engañado.
EL SENADOR
¿Al negro? ¡Bah! (La toma por los hombros.) Si fir- (Maneja el aspirador con rabia.)
mas, toda la ciudad te adopta. Toda la ciudad. Todas
las madres de la ciudad.
TE LON
LIZZIE
Pero ...
EL SENADOR
¿Crees que una dudad entera puede equivocarse? ¿Una
ciudad entera, con sus pastores y sus curas, con sus
médicos, sus abogados y sus artistas, con su alcalde y
sus ayudantes y sus asociaciones de beneficiencia? ¿Lo
crees?
LIZZIE
No. No. No.
EL SENADOR
Dame la mano. (La obliga a firmar.) Ya está. Te lo
agradezco en nombre de mi hermana y de mi sobrino,
en nombre de los diecisiete mil blancos de nuestra
ciudad, en nombre de la Nación americana a la que re-
presento en estos lugares. Tu frente. (La besa en la
frente.) Vosotros, venid. (A LIZZIE.) Volveré a verte
esta noche; tenemos que seguir hablando.
(Sale.)
FRED ( Jaliendo)
Adiós, Lizzie.
SEGUNDO CUADRO La puta respetuosa 49
LIZZIE
¿Es feliz?
EL SENADOR
Completamente feliz.
LIZZIE
¿Lloró?
EL SENADOR
¿Uorar? ¿Por qué? Es una mujer fuerte.
LIZZIE
Usted me dijo que lloraría.
EL SENADOR
Es una manera de decir.
LIZZIE
El mismo decorado, doce horas más tarde. Las lám- No se lo esperaba, ¿eh? Creía que yo era una mala
paras están encendidas, la's ventanas abiertas a la noche. mujer y que declararía a favor del negro.
Rumores crecientes. EL NEGRO aparece en la ventana,
salta su marco y se mete en la habitación vacía. Llega al EL SENADOR
centro de la escena. Llaman. Se esconde detrás de una Se había puesto en las manos de Dios.
cortina. LrzzrE sale del cuarto de baño, va hasta la puerta
de entrada, abre. LIZZIE
¿Qué piensa de mí?
EL SENADOR
ESCENA I
Le da las gracias.
LIZZIE, EL SENADOR y EL NEGRO, escondido
LIZZIE
¿No preguntó cómo era yo?
LIZZIE
¡Entre! (EL SENADOR entra.) ¿Qué hay? EL SENADOR
No.
EL SENADOR
Thomas está en brazos de su madre. Vengo a traerle su LIZZIE
agradecimiento. ¿Considera que soy una buena mujer?
48
50 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 51
EL SENADOR EL SENADOR
Piensa que ha cumplido usted con su deber. Las once.
LIZZIE LIZZIE
¿Ah, sí? ... Ocho horas aún para que amanezca. Siento que no
podré pegar el ojo. (Una pausa.) Las noches son tan
EL SENADOR calurosas como los días. (Una pausa.) ¿Y el negro?
Ella espera que va a continuar usted cumpliéndolo.
EL SENADOR
LIZZIE ¿Qué negro? Ah, bueno, pues lo están buscando.
Sí, sí.
LIZZIE
EL SENADOR ¿Qué van a hacerle? (EL SENADOR se encoge de hom-
Míreme, Lizzie. (La toma por los hombros.) ¿Continua- bros, los gritos aumentan. Lrzzm se acerca a la ven-
rá usted cumpliéndolo? ¿No querrá decepcionarla? tana.) ¿Pero qué son esos gritos? ·Hay hombres que
pasan con linternas eléctricas y perros. ¿Es un desfile
LIZZIE de antorchas? O ... ¡Dígame qué es, senador! ¡Dígame
No se aflija. Ya no puedo rectificar lo que dije, me me- qué es!
terían en la cárcel. (Una pausa.) ¿Qué son esos gritos?
EL SENADOR (sacando una carta del bolsillo)
EL SENADOR Mi hermana me ha encargado que le entregue esto.
Nada.
Lrzzm (vivamente)
LIZZIE ¿Me ha escrito? (Rompe el sobre, saca un billete de
No puedo soportarlos más. (Va a cerrar la ventana.) cien dólares, busca una carta, no la encuentra, arruga el
Senador ... sobre y lo arroja al suelo. Su voz cambia.) Cien dólares.
Ya puede usted estar contento: su hijo me había pro-
EL SENADOR metido quinientos, es una buena economía.
¿Hija mía?
EL SENADOR
LIZZIE Hija mía.
¿Está usted seguro de que no nos hemos equivocado,
de que hice lo que debía? LIZZIE
Dele las gracias a su señora hermana. Le dirá que hu-
EL SENADOR biera preferido un jarrón o medias de nylon, álguna
Absolutamente seguro. cosa que ella se hubiera tomado el trabajo de elegir.
Pero lo que importa es la intención, ¿verdad? (Una
LIZZIE pausa.) Bien que me embaucó usted.
Ya no me entiendo; usted me ha embarullado; piensa
demasiado rápido para mí. ¿Qué hora es? (Se miran. EL SENADOR se acerca.)
52 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 53
EL SENADOR LIZZIE
Se lo agradezco, hija mía; conversaremos un poco a ¿Qué quieres?
solas. Atraviesa usted una crisis moral y necesita mi
apoyo. EL NEGRO
Escóndame.
LIZZIE
Lo que yo necesito sobre todo es pasta, pero creo que LIZZIE
usted y yo nos arreglaremos. (Una pausa.) Hasta hoy Ya te he dicho que no.
había preferido a los viejos por su aire respetable, pero
empiezo a preguntarme si no son todavía más marranos EL NEGRO
que los otros. ¿Los oye, señora?
ESCENA II EL NEGRO
Seguro.
LIZZIE, EL NEGRO
EL NEGRO
¿Qué te harán, si te cogen?
LIZZIE
¡Ah! (Una pausa. Se levanta.) Estaba segura de que EL NEGRO
vendrías. Estaba segura. ¿Por dónde entraste? Gasolina.
EL NEGRO LIZZIE
Por la ventana. (Qué?
Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 55
54
LIZZIE
EL NEGRO l' ·
Me rociarán con gasolina. (Hace un ademán exp tcatt- Es lo que yo también me pregunto.
vo.) Me pegarán fuego.
EL NEGRO
LIZZIE . No tendrán compasión; me azotarán y me echarán en-
Ya veo. (Se dirige a la ventana y corre l~s cortma;.) cima sus bidones de gasolina. ¡Oh! ¿Por qué lo hizo?
Siéntate. (El NEGRO se deja caer en una stlla.) Temas Yo no le hice daño.
que venir a mi casa. Pero ¿no terminará nu~ca? (Se le
acerca amenazadora.) Tengo horror a los hos, ¿com-
1
LIZZIE
prendes? (Pataleando.) ¡Horror! ¡Horror! ¡Horror! Oh, sí, me hiciste daño. ¡No puedes saber hasta qué
punto me hiciste daño! (Una pausa.) ¿No tienes ganas
EL NEGRO de estrangularme?
Creen que le hice daño, señora.
EL NEGRO
LIZZIE Muchas veces obligan a la gente a decir lo contrario
¿Y qué? de lo que se piensa.
EL NEGRO LIZZIE
No vendrán a buscarme aquí. Sí. Muchas veces. Y cuando no pueden obligarlos, los
embrollan con sus discursos. (Una pausa.) Bueno,
LIZZIE ¿qué? ¿No me estrangulas? Eres de buena ,pasta.
¿Sabes por qué quieren cazarte? (Una pausa.) Te esconderé hasta mañana por la noche.
(El NEGRO hace un movimiento.) No me toques; no
LIZZIE me gustan los negros. (Gritos y disparos fuera.) Se
Porque creen que le hice daño. acercan. (Se dirige a la ventana) aparta las cortinas y
mira a la calle.) ¡Estamos aviados!
EL NEGRO
¿Sabes quién se lo ha dicho? EL NEGRO
¿Qué hacen?
EL NEGRO
No. LIZZIE
Han puesto centinelas en las dos esquinas y registran
LIZZIE todas las casas. Tenías que venir aquí. Seguramente al-
Yo. (Largo silencio. El NEGRO la mira.) ¿Qué te pa- guien te vio entrar en la calle. (Mira de nuevo.) Ya
rece? está. Vienen por nosotros. Suben.
EL NEGRO EL NEGRO
¿Por qué lo hizo, señora? ¿Por qué lo hizo? ¿Cuántos son?
56 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 57
LIZZIE EL NEGRO
Cinco o seis. Los otros esperan abajo. (Vuelve hacia él.) No lo creerán.
No tiembles. ¡No tiembles, por Dios! (Una pausa} al
brazalete.) ¡Serpiente cochina! (Lo arroja al suelo y lo LIZZIE
patea.) ¡Porquería! (Al NEGRO.) Tenías que venir aquí. Es posible. Es posible que no me crean; entonces les
(El NEGRO se levanta y hace un movimiento para mar- apuntarás con el revólver, y si no se van, dispararás.
charse.) Quédate. Si sales, estás listo.
EL NEGRO
EL NEGRO Vendrán otros.
Los tejados.
LIZZIE
LIZZIE Dispararás también contra los otros. Y si ves al hijo
¿Con esta luna? Puedes ir, si te sientes con ganas de del senador, trata de no errar, porque él fue quien lo
servir de blanco. (Una pausa.) Esperemos. Hay dos pi- tramó todo. Estamos acorralados, ¿no? Y de todos
sos que registrar antes del nuestro. Te digo que no modos, es nuestra última historia porque te aseguro
tiembles. (Largo silencio. Camina de una punta a la que si te encuentran en mi casa no doy un centavo por
otra. El NEGRO permanece abrumado en la silla.) ¿No mi piel. Por lo tanto, es preferible reventar en nume-
tienes armas? rosa compañía. (Le tiende el revólver.) ¡Tómalo! Te
digo que lo tomes.
EL NEGRO
Oh, no. EL NEGRO
No puedo, señora.
LIZZIE
Bueno. LIZZIE
¿Qué?
(Hurga en un cajón y saca un revólver.)
EL NEGRO EL NEGRO
¿Qué quiere usted hacer, señora? No puedo disparar contra blancos.
LIZZIE LIZZIE
Voy a abrirles la puerta y pedirles que entren. Hace ¡De veras! Ellos no van a andarse con miramientos.
veinticinco años que me engatusan con sus ancianas
madres de cabellos blancos y los héroes de la guerra y EL NEGRO
la Nación americana. Pero he comprendido. No me Son blancos, señora.
dejaré engañar más con ese cuento. Se acabó. Abriré la
puerta y les diré. «Está ahí. Está ahí, pero no hizo LIZZIE
nada; me han sonsacado un falso testimonio. Juro por ¿Y qué? ¿Porque son blancos tienen el derecho
Dios que no hizo nada.» sangrarte como a un cerdo?
58 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 59
EL NEGRO
SEGUNDO HOMBRE
Son blancos.
Sí, sí, sí. Yo la vi bajar del tren anteayer.
LIZZIE
LIZZIE
¡Imbécil! Mira, te pareces a mí, eres tan panoli como Muy bien. Porque fue a mí a quien violó, ¿compren-
yo. En fin, si todo el mundo está de acuerdo ... den? (Rumor. La miran con ojos llenos de estupor, co-
EL NEGRO dicia y una especie de horror. Retroceden ligeramente.)
¿Por qué no dispara usted, señora? Si se presenta por aquí, probará esto.
LIZZIE ESCENA IV
¿Qué negro?
LIZZIE. Luego EL NEGRO
PRIMER HOMBRE
El que violó a una mujer en el tren e hirió al sobrino
del senador a navajazos. LIZZIE
Puedes salir. (El NEGRO sale, se arrodilla, y le besa el
LIZZIE
bajo del vestido.) Te dije que no me tocaras. (Lo mira.)
Pues a buen sitio vienen, no es en mi casa donde de- Con todo ya has de ser· un tipo especial para tener a
ben buscarlo. (Una pausa.) ¿No me reconocen? toda la ciudad detrás de ti.
60 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 61
EL NEGRO
Es así, señora. Siempre es así con los blancos. LIZZIE
¿Estás loco? ¿Por qué llamas a mi puerta? No, no en-
LIZZIE trarás, -ya te conozco bastante. ¡Vete, vete, cochino,
¿Tú también te sientes culpable? vete, vete! (El la empuja, cierra la puerta y la toma
por los hombros. Largo silencio.) ¿Y?
EL NEGRO
Sí, señora. FRED
¡Eres el Diablo!
LIZZIE
¿Y, sin embargo, no has hecho nada? LIZZIE
¿Para decirme eso querías hundir la puerta? ¡Qué
EL NEGRO cara! ¿De dónde sales? (U na pausa.) Responde.
No, señora.
FRED
LIZZIE Han atrapado a un negro. No era el verdadero. Pero,
Pero ¿qué tienen entonces para que uno esté siempre de todos modos, lo han linchado.
de su parte?
LIZZIE
EL NEGRO ¿Y qué?
Son blancos.
FRED
LIZZIE Yo estaba con ellos.
Yo también soy una blanca. (Una pausa. Ruido de pa-
sos fuera.) Vuelven a bajar. (Ella se acerca a él instinti- (LIZZIE silba.)
La puta respetuosa 63
62 Jean-Paul Sartre
LIZZIE FRED
Y a veo. (U na pausa.) Parece que te hace efecto ver ¿Que te había hecho gozar?
linchar a un negro.
LIZZIE
FRED Déj ame tranquila.
Tengo ganas de ti. FRED
Jura que es cierto. ¡Júralo! (Le tuerce la muñeca. Se
LIZZIE oye ruido en el cuarto de baño.) ¿Qué hay? (Escucha.)
¿Qué? Aquí hay alguien.
FRED LIZZIE
¡Eres el Diablo! Me has echado un maleficio. Estaba Estás loco. No hay nadie.
con ellos, tenía el revólver en la mano y el negro se
balanceaba en una rama. Lo miré y pensé: tengo ganas FRED
de ella. No es natural. Sí. En el cuarto de baño.
FRED FRED
¿Qué me has hecho? Te pegas a mí como los dientes ¿Un cliente? No tendrás más clientes. Nunca más. Eres
a las encías. Te veo por todas partes, veo tu vientre, tu mía. (Una pausa.) Quiero verle la cara. (Grita.) ¡Salga
sucio vientre de perra, siento tu calor en mis manos, de ahí!
tengo tu olor en las narices. Corrí hasta aquí, no sabía
si para matarte o para tomarte a la fuerza. Ahora lo LIZZIE (gritando)
sé. (La suelta bruscamente.) Sin embargo, no puedo No salgas. Es una trampa.
condenarme por una puta. (Vuelve bacía ella.) ¿Es
cierto lo que me dijiste esta mañana? FRED
Maldita hija de puta. (La aparta violentamente; se
acerca a la puerta y la abre. El NEGRO sale.) ¿Este es
LIZZIE
¿Qué? tu cliente?
64 Jean-Paul Sartre La puta respetuosa 65
LIZZIE LIZZIE
Lo escondí porque querían hacerle daño. No tires, bien Si das un paso, te dejo frito.
sabes que es inocente.
FRED
(FRED saca el revólver. El NEGRO toma impulso brus- ¡Dispara! ¡Anda, dispara! ¿Ves?, no puedes. Una mu-
camente, lo empuja y sale. FRED lo sigue. LIZZIE va jerzuela como tú no puede tirar contra un hombre como
hasta la puerta de entrada por donde han desaparecido yo. ¿Quién eres? ¿Qué haces en el mundo? ¿Acaso
los dos y empieza a gritar.) conociste tan siquiera a tu abuelo? Yo tengo derecho
a vivir: hay muchas cosas que hacer y me esperan.
LIZZIE Dame ese revólver. (Ella se lo da. FRED se lo mete en
¡Es inocente! ¡Es inocente! (Dos disparos; LIZZIE vuel-
el bolsillo.) En cuanto al negro, corría demasiado rápi-
ve con el rostro duro. Se acerca a la mesa, toma el re-
do; fallé el tiro. (Una pausa. Le rodea los hombros con
vólver. FRED regresa. LIZZIE se vuelve hacia él, de es-
el brazo.) Te instalaré sobre la colina, al otro lado del
paldas al público, con el arma detrás. El arroja la suya
río, en una hermosa casa con un parque. Pasearás por
sobre la mesa.) ¿Qué, te lo has cargado? (FRED no
el parque, pero te prohíbo que salgas; soy muy celoso.
responde.) Bueno, pues ahora te toca a ti.
Iré a verte tres veces por semana, al caer la noche: el
(Le apunta con el revólver.) martes, el jueves y el fin de semana. Tendrás criados
negros y más dinero del que nunca soñaste, pero ten-
FRED drás que tolerarme todos los caprichos. ¡Y vaya si los
¡Lizzie! Tengo madre. tendré! (Ella se abandona un poco más en sus brazos.)
¿Es cierto que te hice gozar? Responde: ¿es cierto?
LIZZIE
¡Vete al infierno! Ya me han contado ese cuento. LIZZIE (con cansancio)
Sí, es cierto.
FRED (caminando lentamente hacia ella)
El primer Clarke desmontó todo un bosque él solo; FRED ( palmeándole la mejilla)
mató a dieciséis indios con sus propias manos antes de Entonces todo ha vuelto al orden. (Una pausa.) Me
morir en una emboscada; su hijo construyó casi toda llamo Fred.
esta ciudad; tuteaba a Washington y murió en York-
town por la independencia de Estados Unidos; mi bis-
abuelo era jefe de Vigilantes, en San Francisco, salvó TE LON
a veintidós personas durante el gran incendio; mi abue-
lo vino a establecerse aquí, hizo cavar el canal del Mis-
sissipí y fue gobernador del Estado. Mi padre es sena-
dor; yo seré senador después de él: soy su único
heredero varón y el último de mi nombre. Hemos he-
cho este país y su historia es la nuestra. Hubo Clarkes
en Alaska, en Filipinas, en Nuevo México. ¿Te atreve-
rías a disparar contra toda América?
A puerta cerrada
(Pieza en un acto)
A esa señora
ESCENA I
GARCIN
Ya estamos.
EL CAMARERO GARCIN
Es asi. ..
GARCIN EL CAMARERO
¿Eh? Bueno, bueno, bueno. (Mira a su alrededor.) De ¡Vaya! Ya le vuelve la dignidad humana. Es formi-
todos modos, no me esperaba yo ... Seguramente no ig- dable.
noran ustedes lo que se cuenta allá.
GARCIN (golpeando colérico el brazo del sillón)
EL CAMARERO Le ruego que se ahorre sus familiaridades. No ignoro
¿Acerca de qué? nada de mi situación, pero no soportaré que usted ...
GARCIN
EL CAMARERO
Bueno ... (Con un ademán vago y amplio.) Acerca de ¡Vaya! Discúlpeme. Qué quie;re, todos los clientes ha-
todo esto. cen la misma pregunta. Empiezan: «¿Dónde están los
EL CAMARERO
palos?» En ese momento le juro que no piensan en
¿Cómo puede usted creer en esas necedades? Gentes su aseo. Y apenas se tranquilizan aparece el cepillo de
que nunca han puesto aquí los pies. Porque si hubieran dientes. Pero por el amor de Dios, ¿no pueden uste-
venido ... des reflexionar? Pues dígame, ¿para qué habían de ce-
pillarse los dientes?
A puerta cerrada 73
72
EL CAMARERO
GARCIN (calmado) ¿Qué corte?
Sí, en efecto, ¿para qué? (Mira a su alrededm.) ¿Y
para qué mirarse en los espejos? En cambio la estatua, GARCIN (imitándolo)
enhorabuena ... Me imagino que habrá ciertos momen- ¿Qué corte? (Suspicaz.) Míreme. jEstaba seguro! Eso
tos en que me la comeré con los ojos. Con los ojos, es lo que explica la indiscreción grosera e insoportable
¿eh? Vamos, vamos, no hay nada que ocultar; le digo de su mirada. Palabra, están atrofiados.
que no ignoro nada de mi situación. ¿Quiere que le
cuente cómo ha ocurrido? El tipo se sofoca, se hunde, EL CAMARERO
se ahoga, sólo su mirada queda fuera del agu~L¿y qué ¿Pero de qué está usted hablando?
es lo que ve? Una reproducción en bronce. ¡Qué pesa-
dilla! Vamos, seguramente le han prohibido que me GARCIN
conteste, no insisto. Pero recuerde que no se me coge De sus párpados. Nosotros parpadeábamos. Eso se lla-
desprevenido, no venga a jactarse de que me sorpren- maba parpadeo. Un pequeño relámpago negro, lfona cor-
dió; miro la situación de frente. (Reanuda la mar- tina que cae y se levanta: el corte, ya está. El ojo se
cha.) Entonces, nada de cepillo de dientes. Cama, tam- humedece, el mundo se aniquila. No puede usted saber
poco. Porque jamás se duerme, por supuesto. qué refrescante era. Cuatro mil reposos en una hora.
Cuatro mil pequeñas evasiones. Y cuando digo cuatro
EL CAMARERO mil. .. ¿Entonces voy a vivir sin párpados? No se haga
¡Vaya! el imbécil. Sin párpados, sin sueño, es todo uno. No
dormiré más:-::-· ¿Pero como podré -soportarme? Trate
GARCIN de comprenderlo, haga un esfuerzo; soy de carácter
Lo hubiera apostado. ¿Para qué había de dormir? El chinchoso, sabe, y ... tengo la costumbre de incordiar-
sueño lo toma a uno por detrás de las orejas. Sientes me. Pero ... , pero no puedo incordiarme sin descanso;
que se te cierran los ojos, pero ¿para qué dormir? Te allá tenía la noche. Yo dormía. Tenía el sueño ligero.
estiras sobre el canapé y pffft. . . voló el sueño. Hay En compensación me obligaba a tener sueños sencillos.
que frotarse 'los ojos, levantarse y todo vuelve a em- Había una pradera ... Una pradera, nada más. Soñaba
pezar. que paseaba por ella. ¿Es de día?
EL CAMARERO EL CAMARERO
¡Qué imaginación tiene usted! Ya lo ve usted, las lámparas están encendidas.
GARCIN GARCIN
Cállese. No gritaré, no gemiré, pero quiero mirar la si- Diablos. Este es el día de ustedes. ¿Y afuera?
tuación de frente. No quiero que me salte encima por
detrás, sin que pueda reconocerla. ¿Imaginación? En- EL CAMARERO (estupefacto)
tonces es que ni siquiera se necesita el sueño. ¿Para ¿Afuera?
qué dormir si no se tiene sueño? Muy bien. Espere.
GARCIN
Espere: ¿por qué es penoso? ¿Por qué ha de ser for- ¡Afuera! ¡Del otro 'lado de estas paredes!
zosamente penoso? Ya lo sé: es la vida sin corte.
74
Jean-Paul Sartre A puerta cerrada 75
EL CAMARERO
Hay un pasillo. EL CAMARERO ( i'rÓn'ico)
Vivir ...
GARCIN
¿Y al final del pasillo? GARCIN
No me sea quisquilloso por una cuestión de vocabula-
EL CAMARERO rio. Los ojos abiertos. Para siempre. Habrá plena luz
Hay otros cuartos y otros corredores y escaleras. en mis ojos. Y en mi cabeza. (Una pausa.) Y si tirara
con la estatua a la lámpara eléctrica, ¿se apagaría?
GARCIN
¿Y luego? EL CAMARERO
Es demasiado pesada.
EL CAMARERO
Eso es todo. GARCIN (toma la estatua en sus manos y trata de levan-
tarla)
GARCIN Tiene razón. Es demasiado pesada.
Tendrá usted un día de salida. ¿Adónde va?
(Un silencio.)
EL CAMARERO
· f e d e camareros en el ter-
A ver a mi tío, que es Je EL CAMARERO
cer piso. Bueno, si ya no me necesita, le dejo.
Muy bien. Entonces hay que vivir con los oJ'os b·' - EL CAMARERO (asombrado)
tos... a 1er Funciona. (Llama a su vez.) Pero no se entusiasme, no
durará. Bueno, a sus órdenes.
76
Jean-Paul Sartre A puerta cerrada 77
GARCIN (hace un gesto para retenerlo) GARCIN
Yo ... ¡Camarero! ¡Camarero!
EL CAMARERO (N o hay respuesta. Propina una granizada de puñeta-
¿Eh? zos a la puerta llamando al ca'marero. Luego se calma sú-
bitamente y va a sentarse. En ese momento, se abre la
GARCIN puerta y entra INÉS, seguida por EL CAMARERO.)
No, nada (Va a la chimenea y toma la plegadera.)
¿Qué es esto? -
ESCENA II
Por 'lo regular a los clientes les gusta informarse ...
No insisto. Además, en cuanto al cepillo de dientes,
GARCIN, solo el timbre y la reproducción en bronce, el señor está al
corriente y le responderá tan bien como yo.
(S'tlle. Silencio. GARCIN no mira a INÉS. Esta mira a
(GARCIN se acerca a la estatua y la acaricia con la su alrededor, luego se dirige bruscamente a GARCIN.)
ma~o. Se si~nta. Se levanta. Camina hasta el timbre y lo
oprzm·e. El tzmbre no suena. Prueba dos o tres veces. Pero INÉS
en vano. Enton'ces se dirige a la puerta y trata de abrirla. ¿Dónde está Florence? (Silencio de GARCIN.) Le pre-
La puerta se resiste. Uama.) gunto dónde está Florence.
78 A puerta cerrada
Jean-Paul Sartre 79
GARCIN
GARCIN
No sé nada. ¿En el espejo? (Mira a su alrededor.) Es un fastidio:
han sacado de aquí todo lo que podía parecerse a un
INÉS
espejo. (Pausa.) En todo caso, puedo asegurarle que
¿Esto es todo lo que se le ocurre? ¿La tortura por la no tengo miedo. No tomo la situación a la ligera y me
a~sencia? Bueno, es un fracaso. Florence era una ton- hago cargo de su gravedad. Pero no tengo miedo.
tita y no 1a echo de menos.
INÉS (encogiéndose de hombros)
GARCIN
Eso es cosa suya. (Pausa.) ¿Y de vez en cuando sale
Perdón, ¿por quién me toma usted? a dar una vuelta afuera?
INÉS
GARCIN
¿A usted? Usted es el verdugo. La puerta está cerrada con llave.
GARCIN (se sobresalta y luego se echa a reír)
INÉS
Es un error verdaderamente divertido. ¡El verdugo de
Paciencia.
~era~! Usted entr?, me miró y pensó: es el verd~go.
1 Q~e extravagancia! El camarero es ridículo, hubiera
GARCIN (saliendo de su ensueño) retira las man'Os.) ¡Ah! (Una pausa. Con sorpresa.) No
¿Cómo dice? lo conozco.
INÉS
GARCIN
Es lo que le reprocho. (Tic de GARCIN.) ¡Otra vez!
N o soy el verdugo, señora.
Presume de cortés y no controla su cara. No está usted
solo y no tiene el derecho de infligirme el espectáculo EsTELLE
de su miedo.
No lo tomaba por el verdugo. Yo ... Creí que alguien
(GARCIN se levanta y se le acerca.) quería gastarme una broma. (Al CAMARERO.) ¿A quién
GARCIN esperan ustedes todavía?
¿Usted no tiene miedo?
EL CAMARERO
INÉS No vendrá nadie más.
¿Para qué? Ef miedo era oportuno antes, cuando aún
conservábamos esperanza. EsTELLE (aliviada)
GARCIN (dulcemente) ¡Ah! ¿Entonces nos quedaremos solos, el señor, la se-
Ya no hay más esperanza, pero todavía somos antes. ñora y yo?
No hemos empezado a padecer, señorita.
(Se echa a reír.)
INÉS
Lo sé. (Pausa.) Entonces, ¿qué va a pasar? GARCIN (secamente)
GARCIN No hay razón para reírse.
No lo sé. Estoy esperando.
(Silencio. GARCIN se sienta. INÉS reanuda la marcha. EsTELLE (siempre riendo)
Aparece el tic en la boca de GARCIN; luego, tras de Es que esos sofás son tan feos. Y miren cómo los
echar un'a mirada a INÉS_, hunde la cara en las manos. han dispuesto; me parece que es el día de Año Nue-
Entran EsTELLE y EL CAMARERO.) vo y que estoy de visita en casa de mi tía Marie. Cada
uno tiene el suyo, supongo. ¿Este es el mío? (Al CA-
MARERO.) Nunca podré sentarme en él, es una catás-
ESCENA IV trofe: voy de azul clam y es verde espinaca.
EL CAMARERO EsTELLE
¿Me necesita usted todavía? No. Estaba más bien atontada.
EsTELLE INÉS
No, váyase. Ya le llamaré. ¿Qué fue?
(EL CAMARERO se inclina y sale.) EsTELLE
Una neumonía. (El mismo juego que a:ntes.) Bueno,
ya está, se van. ¡Buenos días! ¡Buenos días! Cuántos
ESCENA V apretones de manos. Mi marido está enfermo de pena,
se ha quedado en casa. (A INÉS.) ¿Y usted?
INÉS, GARCIN y EsTELLE
INÉS
El gas.
INÉS
Es usted muy hermosa. Quisiera tener flores para dar- EsTELLE
le la bienvenida. ~Y usted, señor?
84 Jean-Paul Sartre A puerta cerrada 85
GARCIN EsTELLE
Doce balas en el pellejo. (Gesto de EsTELLE.) Díscúl- ¡Señor, señor Garcin!
peme, no soy un muerto recomendable.
GARCIN
EsTELLE ¿Qué ocurre?
¡Oh, estimado señor, si por lo menos consintiera usted
en no usar palabras tan crudas. Es ... , es chocante. EsTELLE
Y además, ¿qué quiere decir esto? Quizá nunca haya- Se ha sentado usted en mi canapé.
mos estado tan vivos. Si no hay más remedio que nom-
brar este ... estado de cosas, propongo que nos llame- GARCIN
mos ausentes, será más correcto. ¿Hace mucho que Perdón.
está usted ausente?
(Se l:ev'an'ta.)
GARCIN
Un mes más o menos. EsTELLE
Parecía tan absorto.
EsTELLE
¿De dónde es usted? GARCIN
Estoy poniendo mi vida en orden. (INÉS se echa a reír.)
GARCIN
Los que se ríen harían bien en imitarme.
De Río.
INÉS
EsTELLE
Yo de París. ¿Todavía le queda alguien allá? Mi vida está en orden. Completamente en orden. Se
ha ordenado por sí misma, allá, y no necesito preocu-
GARCIN parme.
Mi mujer. (El mismo juego que EsTELLE.) Ha ido al
cuartel como todos los días; no la han dejado entrar. GARCIN
Mira entre los barrotes de la verja. Todavía no sabe ¿De veras? ¡Y usted cree que es tan sencillo! (Se pasa
que estoy ausente, pero se lo sospecha. Ahora se mar- la mano por la frente.) ¡Qué ca'lor! ¿Me permiten?
cha. Está toda de negro. Mejor, no tendrá necesidad
de cambiarse. No llora, no lloraba nunca. Hace un (V a a quitarse la chaqueta.)
lindo sol y ella está toda de negro en la calle desierta,
con sus grandes ojos de víctima. ¡Ah! Me irrita. EsTELLE
¡Oh, no! (Con suavidad.) No. Me horrorizan los hom-
(Silen'Cio. GARCIN va a sentarse en el canapé del centro bres en mangas de camisa.
y apoya la cabeza entre las manos.)
GARCIN (poniéndose de nuevo la chaqueta)
INÉS Está bien. (U na pausa.) Y o me pasaba las noches en las
¡Estelle! salas de redacción. Siempre hacía un calor de horno.
A puerta cerrada 87
86 Jean-Paul Sartre
GARCIN
(Una pausa. El m'ismo juego que antes.) Hace un ca-
lor de horno. Es de noche. Bueno, es el azar. Acomodan a la gente donde pueden,
por orden de llegada. (A INÉs.) ¿Por qué se ríe?
EsTELLE
INÉS
V aya, sí, es de noche ya. Oiga está desnudándose. ¡Qué
Po~que me divierte usted con su azar. ¿Tiene tanta ne-
rápido pasa el tiempo en la Tierra!
cesidad de tranquilizarse? No dejan nada al azar.
INÉS
EsTELLE (tímidamente)
Es de noche. Han precintado la puerta de mi cuarto.
Pero ¿acaso nos hemos encontrado antes?
Y el cuarto está vado en la oscuridad.
INÉS
GARCIN
Nunca. No me hubiera olvidado de usted.
Han dejado las chaquetas en el respaldo de las sillas
y se han arremangado la camisa por encima del codo.
EsTELLE (tímidamente)
Huele a hombre y a cigarro. (Silencio.) Me gustaba vi-
Entonces, ¿tenemos relaciones comunes? ¿No conoce
vir entre hombres en mangas de camisa.
usted a los Dubois-Seymour?
EsTELLE (secamente)
Bueno, no tenemos los mismos gustos, está visto. INÉS
(A INÉS.) ¿A usted le gustan los hombres en camisa? Me extrañaría mucho.
INÉS EsTELLE
En camisa o no, no me gustan mucho los hombres. Reciben a todo el mundo.
INÉS
EsTELLE (disimulando un gesto de desagrado)
Un excelente amigo con un agujero en medio de la cara. ¿Eh? ¿Entonces, en efecto? ... (Una pausa.) ¿Y usted,
señor Garcin?
EsTELLE
GARCIN
A ése también. Bai'laba el tango como un profesional.
Yo nunca salí de Río.
Pero a nosotros, ¿por qué nos han reunido?
88
A puerta cerrada 89
EsTELLE
En ese caso tiene usted perfecta razón: es el azar lo INÉS
que nos ha reunido. · ¡Bueno, hágalo! ¡Hágalo! No sabe siquiera lo que
quieren.
INÉS
El azar. Así que estos muebles están aquí por casuali. EsTELLE (gol peando con el píe) . .
dad. Por casualidad el sofá de la derecha es verde Es insoportable. ¿Y ha de su cederme por mtermed10
espinaca y el de la izquierda granate. Una casualida~, de ustedes dos? (Los mira.) Por ustedes. Había caras
¿no? Bueno, traten de cambiarlos de lugar y ya me dl- que me hablaban en seguida. Y las suyas no me dicen
rán qué pasa. ¿Y la estatua es también una casuali- nada.
dad? ¿Y este calor? (Silencio.) Les digo que lo han GARCIN (bruscamente a INÉS)
dispuesto todo. Hasta los menores detalles, con amor. Bueno, ¿por qué estamos juntos? Ha dicho usted ya
Este cuarto nos esperaba. demasiado; llegue hasta el final.
ESTELLE INÉs (asombrada)
Pero ¿cómo puede decir eso? Todo es tan feo aquí, Pero si no sé absolutamente nada.
tan duro, tan anguloso. Yo detestaba los ángulos.
GARCIN
INÉS (encogiéndose de hombros) Es preciso saberlo.
¿Cree usted que yo vivía en un salón Segundo Impe-
rio? (Reflexiona un momento.)
EsTELLE EsTELLE
¿Quién podría reprochárselo? Cállese. ¿Quiere callarse? Le prohíbo que emplee pa-
labras groseras.
GARCIN
INÉS
Y o dirigía un periódico pacifista. Estalla la guerra. Condenada, la santita. Condenado, el héroe sin repro-
¿Qué hacer? Todos tenían los ojos clavados en mí. che. Tuvimos nuestra hora de placer, ¿no es cierto?
«¿Se atreverá?» Bueno, me atreví. Me crucé de brazos
92 fean-Paul Sartre A puerta cerrada 93
Hubo gentes que sufrieron por nosotros hasta la muerte Será así: cada uno en su rincón; es la farsa. Usted ahí,
y eso nos dívertía mucho. Ahora hay que pagar. usted ahí y yo aquí. Y silencio. Ni una palabra; no es
difícil, ¿no es cierto?: cada uno de nosotros tiene bas-
GARCIN (con la mano levantada) tante que hacer consigo mismo. Creo que podría que-
¿Se callará usted? darme diez mil años sin hablar.
INÉS (lo mira sin miedo) pero con una inmensa sorp,resa) EsTELLE
¡Ah! (Una pausa.) ¡Espere! ¡He comprendído; ya sé ¿Tengo que callarme?
por qué nos metieron juntos!
GARCIN
GARCIN Sí. Y nos ... nos salvaremos. Callarse. Mirar en uno
Tenga cuidado con lo que va a decir. mismo, no levantar nunca la cabeza. ¿De acuerdo?
INÉS
Ya verán qué tontería. ¡Una verdadera tontería! No INÉS
hay tortura física, ¿verdad? Y sin embargo estamos en De acuerdo.
el infíerno. Y no ha de venir nadie. Nadie. Nos queda-
remos hasta el fin solos y juntos. ¿No es así? En suma, EsTELLE (después de una vacilación)
alguien falta aquí: el verdugo. De acuerdo.
EsTELLE
Eres muy guapa.
¡Señor! ¡Señor! ¿No lo molestamos con nuestra charla?
ESTELLE
(GARCIN no responde.) ¿Pero tiene usted gusto? ¿Tiene mi gusto? ¡Qué irri-
tante, qué irritante!
INÉS
Déjalo; ya no interesa; estamos salas. Pregúntame. INÉS
(U na pausa.) EsTELLE
¡Bruto!
EsTELLE
¿Te gusto? (Una pausa. Están de pie) unos frente a otros.)
INÉS GARCIN
¡Mucho! Ya está. (Una pausa.) Les había suplicado que se ca-
llaran.
(U na pausa.)
EsTELLE
EsTELLE (señalando a GARCIN con la cabeza) Ella fue la que empezó. Vino a ofrecerme su espejo
Quisiera que él también me mirara. sin que yo le pidiera nada.
INÉS
¡Ah! Porque es un hombre. (A GARCIN.) Ha ganado INÉS
usted. (GARCIN no responde.) Pero mírela. (GARCIN Nada. Sólo que te frotabas contra él y le hadas guiños
para que te mirara.
100 Jean-Paul Sartre A puerta cerrada 101
EsTELLE EsTELLE
¿Y qué? No me toque.
GARCIN GARCIN
¿Están locas? Entonces no ven a dónde vamos. ¡Pero ¡Bah! Pongámonos cómodos. Me gustaban mucho las
cállense! (U na pausa.) Nos sentaremos de nuevo tran- mujeres, ¿sabes? Y ellas me querían mucho. Así que
quilamente, cerraremos los ojos y cada uno tratará de ponte cómoda, ya no tenemos nada más que perder.
olvidar la presencia de los demás. Cortesía, ¿para qué? Ceremonias, ¿para qué? ¡Entre
(Una pausa, se sienta de nuevo. Ellas regresan a sus nosotros! Dentro de un rato estaremos desnudos como
sitios con paso vacilante. INÉS se vuelve bruscamente.) gusanos.
INÉS EsTELLE
¡Ah, olvidar! ¡Qué chiquillada! Lo siento a usted hasta ¡Déjeme!
en los huesos. Su silencio me grita en las orejas. Puede
coserse la boca, puede cortarse la lengua, ¿eso le impe- GARCIN
dirá existir? ¿Detendrá su pensamiento? Lo oigo, hace ¡Como gusanos! ¡Ah! Yo les había avisado. No les
tictac, como un despertador y sé que usted oye el mío. pedía nada, tan sólo paz y un poco de silencio. Me ha-
Es inútil que se arrincone en su sofá, está usted en bía tapado los oídos con los dedos. Gómez hablaba,
todas partes; los sonidos me llegan manchados porque de pie entre fas mesas; todos los compañeros del pe-
usted los ha oído al pasar. Hasta el rostro me ha ro- riódico escuchaban. En mangas de camisa. Yo quería
bado: usted lo conoce y yo no lo conozco. ¿Y ella?, comprender lo que decían, era difícil: los aconteci-
¿ella? Usted me la ha robado; si estuviéramos solas, mientos de la Tierra pasan tan rápidos. ¿No podían
¿cree que se atrevería a tratarme como me trata? No, callarse ustedes? Ahora se acabó, no habla ya; lo que
no: quítese las manos de la cara, no lo dejaré, sería piensa de mí ha vuelto a su cabeza. Bueno, tendremos
demasiado cómodo. Aunque se quedara ahí, insensible, que llegar hasta el fin. Desnudos como gusanos: quiero
metido en sí mismo como un buda, y aunque yo tu- saber con quién tengo que habérmelas.
viera los ojos cerrados sentiría que ella le dedica todos
los ruidos de su vida, hasta los crujidos de su traje, y INÉS
que le envía sonrisas que usted no ve ... ¡Nada de eso! Usted lo sabe. Ahora lo sabe.
Quiero elegir mi infierno; quiero mirarlos con todos
mis ojos y luchar a cara descubierta. GARCIN
Mientras cada uno de nosotros no haya confesado por
GARCIN qué lo han condenado, no sabremos nada. Tú, rubia,
Está bien. Supongo que había que llegar a esto; nos empieza. ¿Por qué? Dinos por qué: tu franqueza puede
han manejado como si fuéramos niños. Si me hubiesen evitar catástrofes; cuando conozcamos nuestros mons-
alojado con hombres ... Los hombres saben callar. Pero truos ... Vamos, ¿por qué?
no hay que pedir demasiado. (Se acerca a EsTELLE y
le toma el mentón.) Entonces, chiquita, ¿te gusto? ¿Pa- EsTELLE
rece que me guiñabas el ojo? Le aseguro que lo ignoro. No han querido decírmelo
A puerta cerrada 103
102 Jean-Paul Sartre
¿Qué aguardas? ¿Qué esperas? Te digo que no me arre-
GARCIN
piento de nada. En fin, es así: me admiraba demasiado:
Lo sé. A mí tampoco han querido contestarme. Pero ¿lo comprenden?
me conozco. ¿Tienes miedo de hablar primero? Muy
bien. Voy a empezar. (Silencio.) No soy muy presen- INÉS
table. No. Nadie me admiró nunca.
INÉS GARCIN
V amos. Ya se sabe que ha desertado. Mejor. Mejor para usted. Todo esto debe de parecerle
abstracto. Bueno, le voy a contar una anécdota: había
GARCIN
traído a mi casa a una mulata. ¡Qué noches! Mi mujer
Deje. No hable nunca de eso. Estoy aquí porque he dormía arriba, debía de oírnos. Se levantaba la primera
torturado a mi mujer. Eso es todo. Durante cinco años. y como se nos pegaban las sábanas, nos llevaba el
Por supuesto, todavía sufre. Ahí está; en cuanto hablo desayuno a la cama.
de ella, la veo. Gómez es el que me interesa y a ella es
a quien veo. ¿Dónde está Gómez? Durante cinco años.
INÉS
Mire, le han entregado mis efectos; está sentada cerca
¡Canalla!
de la ventana y ha puesto mi chaqueta sobre sus rodi-
llas. La chaqueta de los doce agujeros. La sangre parece
herrumbre. Los bordes de los agujeros están chamusca- GARCIN
dos. ¡Ah! Es una pieza de museo, una chaqueta histó- Sí, sí, el canalla bienamado. (Parece distraído.) No,
rica. ¡Y yo la he llevado! ¿Llorarás? ¿Acabarás por nada. Es Gómez; pero no habla de mí. ¿Un canalla
llorar? Yo volvía borracho como un cerdo, oliendo a decía usted? Diablos; si no, ¿qué haría aquí? ¿Y usted?
vino y a mujer. Ella me había esperado toda la noche;
no lloraba. Ni una palabra de reproche, naturalmente. INÉS
Sólo sus ojos. Sus grandes ojos. No me arrepiento de Bueno, yo era lo que llaman, allá, una mujer condenada.
nada. Pagaré, pero no me arrepiento de nada. Nieva Condenada ya) ¿verdad? Por eso no fue gran sorpresa.
fuera. ¿Pero llorarás? Es una mujer que tiene vocación
de mártir. GARCIN
Eso es todo.
INÉS(casi dulcemente)
¿Por qué la hizo sufrir? INÉS
No está también el asunto con Florence. Pero es una
GARCIN his~oria de muertos. Tres muertos. El primero, después
Porque era fáciL Bastaba una palabra para hacerla cam- ella y yo. Ya no queda nadie allá, estoy tranquila; la ha-
biar de color; era una sensitiva. ¡Ah! ¡Ni un reproche! bitación, simplemente. Veo la habitación de vez en
Soy muy terco. Esperaba, esperaba siempre. Pero no, cuando. Vacía, con los postigos cerrados. ¡Ah! ¡Ah!
ni una lágrima, ni un reproche. La había sacado del Han terminado por quitar los precintos. Se alquila ... Se
arroyo, ¿comprenden? Pasa la fDano por la chaqueta, alquila. Hay un cartel en la puerta. Es ... irrisorio.
sin mirarla. Sus dedos buscan Jos agujeros a ciegas.
104 Jean-Paul Sartre
A puerta cerrada 105
GARCIN
Tres. ¿Ha dicho usted tres? INÉS
Habrá que verlo. Me deslicé en Plorence, ella lo vio
INÉS por mis ojos ... En resumen, que ella cayó en mis bra-
Tres. zos. Alquilamos una habitación en el otro extremo de
la ciudad.
GARCIN
¿Un hombre y dos mujeres? GARCIN
¿Y entonces?
INÉS
Sí. INÉS
Entonces fue lo del tranvía. Yo le decía todos los días:
GARCIN bueno, nenita, lo hemos matado. (Silencio.) Soy mala.
Vaya. (Silencio.) ¿El se mató?
GARCIN
INÉS Sí. Yo también.
¿E'l? Era incapaz de eso. Sin embargo, no es porque
no hubiera sufrido. No: lo aplastó un tranvía. ¡Vaya INÉS
broma! Yo vivía en su casa, era primo mío. No, usted no es malo. Es otra cosa.
GARCIN
GARCIN
¿Florence era rubia? ¿Qué?
INÉS
INÉS Se lo diré más adelante. Yo soy ma:la; eso quiere decir
¿Rubia? (Mirando a EsTELLE.) ¿Sabe?, no me arre- que necesito el sufrimiento de los demás para existir.
piento de nada. Pero no me divierte mucho contarles Una antorcha. Una antorcha en los corazones. Cuando
esta historia. estoy completamente sola, me apago. Durante seis me-
ses ardí en su corazón; lo abrasé todo. Ella se levantó
GARCIN una noche; fue a abrir la llave del gas sin que yo me
¡Vamos, vamos! ¿Estaba usted harta de él? diera cuenta, y después volvió a acostarse junto a mí.
Así fue.
INÉS
Poco a poco. Una palabra aquí, otra allá. Por ejemplo, GARCIN
hacía ruido al beber; soplaba por la nariz en el vaso. ¡Hum!
Naderías. ¡Oh! Era un pobre tipo, vulnerable. ¿Por
qué se sonríe? INÉS
¿Qué?
GARCIN
Porque yo no soy vulnerable. GARCIN
Nada. No es un asunto limpio.
A puerta cerrada 107
106 Jean-Paul Sartre
EsTELLE
INÉS ¡Cállese! ¡Cállese!
Bueno, no; no es limpio. ¿Y qué?
GARCIN
GARCIN ¡Por ti! ¡Por tu culpa!
¡Oh! Tiene usted razón. (A EsTELLE.) Ahora tú. ¿Qué
es lo que hiciste? INÉS
Un tiro de fusil por ti.
EsTELLE
Y a le dije que no sabía nada. Inútilmente me pre-
EsTELLE
gunto ...
Déjenme tranquila. Me asustan. ¡Quiero irme! ¡Quiero
GARCIN irme!
Está bien, te ayudaremos. Ese tipo de la cara destro-
zada, ¿quién es? (Se precipita hacia la puerta y la sacude.)
EsTELLE GARCIN
¿Qué tipo? Vete. Por mí, estupendo. Sólo que la puerta está ce-
rrada por fuera.
INÉS
Lo sabes muy bien. Ese a quien le tenías miedo cuando (EsTELLE oprime el timbre; la campanilla no suena.
entraste. INÉs y GARCIN se ríen. EsTELLE se vuelve hacia ellos,
apoyada en la puerta.)
EsTELLE
Es un amigo. EsTELLE (con voz ronca y lenta)
Son ustedes asquerosos.
GARCIN
¿Por qué le tenías miedo?
INÉS
EsTELLE Absolutamente asquerosos. ¿Y? Así que el ti~o se
Ustedes no tienen derecho a interrogarme. mató por ti. ¿Era tu amante?
INÉS GARCIN
¿Se mató por ti? Por supuesto que era su amante. Y quiso tenerla para
él solo. ¿No es cierto?
EsTELLE
No, está loca. INÉS
Bailaba el tango como un profesional, pero era pobre,
GARCIN me lo imagino.
Entonces ¿por qué le tenías miedo? Se disparó un tiro
de fusil en la cara, ¿eh? ¿Eso es lo que le limpió la (Un silencio.)
cabeza?
108 Jean-Paul Sartre A puerta cerrada 109
EsTELLE GARCIN
Sí, era pobre. ¿Y después?
GARCIN EsTELLE
Y además, tenías que cuidar tu reputación. Un día fue, Eso es todo. Volví a París. El hizo su voluntad.
te suplicó y tú te reíste.
GARCIN
INÉS
¿Se saltó la tapa de los sesos?
¿Eh? ¿Eh? ¿Te reíste? ¿Por eso se mató?
EsTELLE EsTELLE
¿Con esos ojos mirabas a Florence? Bueno, sí. No valía la pena; mi marido jamás sospechó
nada. (Un~ pausa.) Los odio a ustedes.
INÉS
Sí. (Tiene una crisis de sollozos secos.)
(U na pausa. EsTELLE se echa a reír.) GARCIN
EsTELLE
Es inútil. Las lágrimas no corren aquí.
Se equivocan. (Se endereza y los mira siempre apoyada
en la puerta. En tono seco y provocativo:) Quería ha- EsTELLE
cerme un hijo. ¿Ya están contentos? ¡Soy cobarde! ¡Soy cobarde! (Una pausa.) Si supieran
ustedes cómo los odio.
GARCIN
Y tú no querías. INÉS (tomándola en sus brazos)
¡Pobrecita mía! (A GARCIN:) El interrogatorio ha ter-
EsTELLE minado. No vale la pena seguir con esa facha de ver-
No. Pero el niño vino de todos modos. Me fui a pasar dugo.
cinco meses a Suiza. Nadie supo nada. Era una niña.
Roger estaba a mi lado cuando nació. Le divertía tener
GARCIN
una hija. A mí, no.
De verdugo ... (Mira a su alrededor.) Daría cualquier
GARCIN cosa por verme en un espejo. (U na pausa.) ¡Qué calor
¿Y después? hace! (Se quita maquinalmente la chaqueta.) ¡Oh! Per-
dón. (V a a ponérsela de nuevo.)
EsTELLE
Había un balcón sobre un lago. Llevé una piedra gran- EsTELLE
de. El gritaba: «Estelle, te lo ruego, te lo suplico.» Yo Puede usted quedarse en mangas de camisa. Ahora ...
110 Jean-Paul Sartre
A puerta cerrada 111
GARCIN
Sí. (Arroja la chaqueta sobre el sofá.) No debe guar- ya no se ve nada; ¿van a besarse? ¡Ese cuarto es mío!
darme rencor, Estelle. ¡Es mío! ¿Por qué no encienden la luz? Y a no puedo
verlos. ¿Qué cuchichean? ¿La acariciará sobre mi cama?
EsTELLE Ella le dice que es mediodía y que hay mucho sol. En-
No le guardo rencor. tonces me estoy volviendo ciega. (Una pausa.) Se acabó.
Nada más: ya no veo, ya no oigo. Bueno, supongo que
INÉS ya he terminado con la Tierra. No más coartadas. (Se
¿Y a mí? ¿Me guardas rencor? estremece.) Me siento vacía. Ahora estoy muerta del
todo. Aquí por entero. (Una pausa.) ¿Decía usted?
EsTELLE Hablaba de ayudarme, creo.
Si.
GARCIN
(Un silen'Cio.) Sí.
INÉS INÉS
¿Y qué, Ga~cin? Ya estamos desnudos como gusanos; ¿A qué?
¿ve usted mas claro ahora?
GARCIN
GARCIN A desbaratar las artimañas de ellos.
No sé. Quizá un poco más claro. (Tímidamente.) ¿No
podríamos intentar ayudarnos unos a otros? INÉS
¿Y yo, en cambio?
INÉS
Yo no necesito ayuda. GARCIN
Usted me ayudará. Se necesitaría poca cosa, Inés: exac-
GARCIN tamente un poco de buena voluntad. ·
Inés, ellos han embrollado todos los hilos. Si hace us-
ted el menor gesto, si levanta la mano para abanicarse, INÉS
Estelle y yo sentimos la sacudida. Ninguno de nosotros Buena voluntad... ¿De dónde quiere que la saque?
puede salvarse solo; tenemos que perder juntos o salir Estoy podrida.
juntos del apuro. Elija. (Una pa'usa.) ¿Qué pasa?
GARCIN
INÉS
¿Y yo? (Una pausa.) ¿Y si probáramos, a pesar de
Lo han alquilado. Las ventanas están abiertas de par todo?
en par, hay un hombre sentado en mi cama. ¡Lo han
alquilado! ¡Lo han alquilado! Entre, entre, no se mo-
leste. Es una mujer. Se le acerca y le pone las manos INÉS
sobre los hombros. ¿Qué esperan para encender la luz?, Estoy seca. No puedo recibir ni dar; ¿cómo quiere que
le ayude? Una rama seca para el fuego. (U na pausa/
112 Jean-Paul Sartre A puerta cerrada 113
mira a EsTELLE) que está con la cabeza entre las ma- lo sé todo y ni siquiera puedo tener compasión de mí.
nos.) Florence era rubia. Una trampa, ¡ah!, una trampa, claro que he caído en la
trampa. ¿Y qué? Mejor si ellos están contentos.
GARCIN
¿Sabe usted que esta chiquita será su verdugo? GARCIN (tomándola por el hombm)
Yo puedo tener compasión de usted. Míreme: estamos
INÉS
desnudos. Desnudos hasta los huesos, y la conozco
Y a me lo había figurado.
hasta el corazón. Es un vínculo: ¿cree usted que que-
GARCIN rría hacerle daño? No lamento nada, no me quejo;
Por ella la cogerán. En lo que me concierne, yo .. . también yo estoy seco. Pero de usted puedo tener com-
yo ... no le presto ninguna atención. Si por su parte .. . pasión.
baila a través de mi mirada. ¡Nuestra querida Estelle! mí. Se lo suplico, usted no tiene más remedio que mirar
¡Vamos, nuestra querida Estelle! ¡Ah! Cállate. Ni si- alg6. Si no es a mí, será la estatua, la mesa o los cana-
quiera derramaste una lágrima en los funerales. Ella le pés. Al fin de cuentas yo soy más agradable de ver.
ha dicho «nuestra querida Estelle». Tiene el valor de Escucha: caí de sus corazones como un pajarito cae del
hablarle de mi. ¡Vamos! Al compás. No es de las que nido. Recógeme, llévame en tu corazón, ya verás qué
pueden hablar y bailar a la vez. Pero qué ... ¡No! ¡No! amable seré.
¡No se lo digas! Te lo dejo, llévatelo, guárdatelo, haz
lo que quieras con él, pero no le digas... (Deja de · GARCIN (rechazándola con esfuerzo)
bailar.) Bueno. Ahora puedes quedártelo. Se lo ha con- Le digo que se dirija a ella.
tado todo, Garcin: lo de Roger, el viaje a Suiza, lo del
niño, se lo ha contado todo. «Nuestra querida Estelle EsTELLE
no era ... » No, no, en efecto, yo no era ... El menea la ¿A ella? Pero ella no cuenta; es una mujer.
cabeza con aire triste, pero no puede decirse que la no-
ticia lo haya trastornado. Quédatelo ahora. No te INÉS
disputaré sus largas pestañas ni su aire de mujer. ¡Ah! ¿Yo no cuento? Pero pajarito, pequeña alondra, hace
Me llamaba su aguaviva, su cristal. Bueno, el cristal mucho que estás al abrigo en mi corazón. No tengas
se ha hecho añicos. «Nuestra querida Estelle.» ¡Bai- miedo, te miraré sin descanso, sin parpadear. Vivirás
lad, bailad, vamos! Al compás. Uno, dos. (Baila.) Lo en mi mirada como una lentejuela en un rayo de sol.
daría todo en el mundo para volver a la Tierra un ins-
tante, un solo instante, y bailar. (Baila; una pausa.) EsTELLE
Ya no oigo muy bien. Han apagado las luces como ¿Un rayo de sol? ¡Ah! Déjeme en paz. Ya hizo usted
para un tango; ¿por qué tocan con sordina? ¡Más fuer- la prueba ll.ace un rato y bien vio su fracaso.
te! ¡Qué lejos está! Ya ... Ya no oigo absolutamente
INÉS
nada. (Deja de bailar.) Nunca más. La Tierra me ha
¡Estelle! Mi aguaviva, mi cristal.
abandonado. Garcin, mírame, cógeme en tus brazos.
(INÉS hace a GARCIN una seña para que se aparte, a EsTELLE
espaldas de EsTELLE.) ¿Su cristal? Es grotesco. ¿A quién piensa engañar?
Vamos, todo el mundo sabe que tiré a la niña por la
INÉS (imperiosamente) ventana. El cristal está hecho añicos en el suelo y me
¡Garcin! importa un bledo. No soy más que un pellejo, y mi
pellejo no es para usted.
GARCIN (retrocede un paso y dice a EsTELLE señalando
a INÉS) INÉS
Diríjase a ella. ¡Ven! Serás lo que quieras: aguaviva, agua sucia, te
encontrarás en el fondo de mis ojos tal como te deseas.
EsTELLE (lo agarra)
¡No se vaya! ¿Es usted un hombre? Entonces míreme, EsTELLE
no aparte los ojos; ¿es algo tan penoso? Tengo cabellos ¡Suélteme! Usted no tiene ojos. ¿Pero qué tengo que
de oro, y después de todo, alguien se ha matado por hacer para que me sueltes? ¡Toma!
118 Jean-Paul Sartre
A puerta cerrada 119
(La escupe Bn la cara.)
EsTELLE (a GARCIN)
(INÉS la suelta bruscamente.) No la escuches. No tiene ojos, no tiene orejas. No
cuenta.
(U n'a pausa. GARCIN se encoge de hombros y va ha-
cia EsTELLE.) GARCIN
Te daré lo que pueda. No es mucho. No te amaré: te
GARCIN conozco demasiado.
¿Así que quieres un hombre?
EsTELLE
EsTELLE ¿Me deseas?
Un hombre, no. A ti.
GARCIN
GARCIN Sí.
Déjate de cuentos. Cualquiera serviría. Me encuentro
EsTELLE
aquí, soy yo. Bueno. (La toma de los hombros.) No
tengo nada para agradarte, ya lo sabes: no soy un ton- Es todo lo que quiero.
tito y no bailo el tango.
GARCIN
EsTELLE
Entonces ... (Se inclina sobre ella.)
Te tomaré como eres. Quizá te cambie.
INÉS
¡Estelle! ¡Garcin! ¿Han perdido el juicio? ¡Yo estoy
GARCIN
aquí!
Lo dudo. Estaré. . . distraído. Tengo otros asuntos en
la cabeza. GARCIN
Ya lo veo, ¿y qué?
ESTELLE
¿Qué asuntos? INÉS
¿Delante de mí? ¡No ... no pueden!
GARCIN
EsTELLE
No te interesarían. ¿Por qué? Yo me desvestía delante de mi doncella.
EsTELLE INÉS (aferrándose a GARCIN)
Me sentaré en tu sofá. Esperaré a que te ocupes de mí. ¡Déjela! ¡Déjela! ¡No la toque con esas sucias manos
de hombre!
INÉS (lanzando una carca7ada)
¡Ah, perra! ¡Al suelo! ¡Revuélcate por el suelo! ¡Y ni GARCIN (rechazándola violentamente)
siquiera es guapo! V amos: no soy un aristócrata, no me asustaría zurrar
a una mujer.
A puerta cerrada 121
120 ] ean-Paul Sartre
EsTELLE
INÉS ¿Durará mucho? (U na pausa.) Por lo menos cuéntame
¡Usted me lo había prometido, Garcin, usted me lo lo que dice.
había prometido! ¡Se lo suplico, me lo había prometido!
GARCIN
GARCIN - Nada. No cuenta nadá. Es un cerdo, eso es todo.
Usted fue quien rompió el pacto. (Presta atención.) Un cabrón. ¡Bah! (Vuelve a acer-
carse a EsTELLE.) ¿Volvemos a nosotros? ¿Me querrás?
(INÉS se desprende y retrocede hasta el fondo de la
habitación.) EsTELLE (sonriendo)
¿Quién lo sabe?
INÉS
Hagan lo que quieran, son los más fuertes. Pero re- GARCIN
cuerden, estoy aquí y los miro. No les quitaré los ojos ¿Tendrás confianza en mí?
de encima, Garcin; tendrá que besarla bajo mi mirada.
¡Cómo los odio a los dos! ¡Amense, ámense! Estamos EsTELLE
en el infierno y ya me llegará el turno. Valiente pregunta: estarás constantemente bajo mis
ojos y no es con Inés con quien podrás engañarme.
(Durante la escena que sigue, los mirará sin decir una
palabra.) GARCIN
Evidentemente. (Una pausa. Suelta los hombros de
GARCIN (vuelve hacia EsTELLE y la toma por los hom- EsTELLE.) Hablaba de otra confianza. (Escucha.) ¡Anda,
bros) anda! Di lo que quieras: no estoy ahí para defenderme.
Dame tu boca. (A EsTELLE.) Estelle, tienes que entregarme tu con-
fianza.
(Una pausa. Se inclina sobre ella y bruscamente se en-
dereza.) EsTELLE
¡Cuántas complicaciones! Pero tienes mi boca, mis bra-
EsTELLE (con un gesto de despecho) zos, mi cuerpo entero, y todo podría ser tan sencillo ...
¡Ah! ... (Una pausa.) Te digo que no le prestes aten- ¿Mi confianza? Pero si yo no tengo confianza que
ción. entregar; me perturbas horriblemente. ¡Ah! Habrás he-
cho una buena barrabasada para reclamar de ese modo
mi confianza.
GARCIN
No se trata de ella. (Una pausa.) Gómez está en el pe-
GARCIN
riódico. Han cerrado las ventanas; entonces es invierno. Me fusilaron.
Seis meses que me han. . . ¿Te previne que a veces. me
distraería? Tiritan, se han dejado las chaquetas ... Es EsTELLE
gracioso que tengan tanto frío allá, y yo tanto calor. Lo sé: te habías negado a partir. ¿Y qué?
Esta vez habla de mí.
122 Jean-Paul Sartre
A puerta cerrada 123
GARCIN
Yo ... Yo no me había negado en absoluto. (A los invi- GARCIN (con un gesto de cansado)
si.bles.) Habla bien, reprueba como es debido, pero no Yo no decido.
d1ce lo que había que hacer. ¿Iba yo a entrar en el
EsTELLE
despacho del general para decirle: «Mi general, yo no
En fin, has de recordarlo; debías de tener razones para
voy.»? ¡Qué tontería! Me hubiera metido en chirona.
obrar como lo hiciste.
¡Yo quería ser una prueba, un testimonio! N o quería
que sofocaran mi voz. (A EsTELLE.) Tomé. . . tomé el
GARCIN
tren. Me pescaron en la frontera.
Sí.
EsTELLE
EsTELLE
¿A dónde querías ir?
¿Y?
GARCIN GARCIN
A México. Pensaba abrir un diario pacifista. (Un sz- ¿Pero son ésas las verdaderas razones?
lencio.) Bueno, di algo:
EsTELLE (despechada)
EsTELLE ¡Qué complicado eres!
¿Qué quieres que te diga? Has hecho bien, ya que
no querías luchar. (Gesto irritado de GARCIN.) Ah, que- GARCIN
rido, no puedo adivinar lo que tengo que responderte. Yo quería testimoniar, había ... había reflexionado du-
rante mucho tiempo... ¿Son ésas las verdaderas ra-
INÉS zones?
Mi tesoro, tienes que decirle que huyó como un león.
Porque tu querido huyó. Es lo que lo mortifica. INÉS
¡Ah! Ahí está la pregunta. ¿Son ésas las verdaderas
GARCIN razones? Razonabas, no querías comprometerte a la
Fuga, partida; llámelo como quiera. ligera. Pero el miedo, el odio y todas las suciedades que
uno oculta son también razones. Vamos, busca, inte-
EsTELLE rrógate.
c.laro que tenías que huir. De haberte quedado, te hu-
GARCIN
bieran detenido.
¡Calla! ¿Crees que esperaba tus consejos? Caminaba
GARCIN
por mi celda noche y día. De la ventana a la puerta, de
Por supuesto. (Una pausa.) Estelle, ¿soy un cobarde? la puerta a la ventana. Me espié. Me seguí el rastro. Me
parece que pasé una vida entera interrogándome, pero
EsTELLE qué, el acto estaba allí. Había ... Había tomado el tren
Pero no sé nada, amor mío, no estoy en tu pellejo. Tú eso era lo seguro. ¿Pero por qué? ¿Por qué? Al final
eres el que debe decidir. pensé: mi muerte es lo que decidirá: si muero limpia-
mente, habré probado que no soy un cobarde ...
124 Jean-Paul Sartre A puerta cerrada 125
INÉS INÉS
¿Y cómo moriste, Garcin? ¿De pena?
GARCIN GARCIN
Mal. (INÉS lan·za una carcajada) Naturalmente, de pena. ¿De qué quiere usted que haya
¡Oh! Fue un simple desfallecimiento corporal. No me muerto? V amos, todo va bien: la guerra ha terminado,
da vergüenza. Sólp_gl,l~_tQQQ __ quedó en suspenso para mi mujer ha muerto y yo he entrado en la historia.
siempre. (A EsTELLE.) Ven aqtif~--tlí.-Mírame. Necesito
que alguien me mire mientras hablan de mí en la Tie- (Lanza un sollozo seco y se P'asa la mano por la cara.
rra. Me gustan los ojos verdes. EsTELLE se cuelga' de él.)
INÉS EsTELLE
¿Los ojos verdes? ¡Vean qué cosa! ¿Y a ti, Estelle, te ¡Querido, querido mío! ¡Mírame, querido! T ócame, tó-
gustan los cobardes? came. (Le toma la mano y la P'One en su P'echo.) Pon tu
mano en mi pecho. (GARCIN hace un movimiento para
EsTELLE desP'renderse.) Deja la mano; déjala, no te muevas.
Si supieras lo poco que a mí me importa eso. Cobarde Morirán uno por uno; qué importa lo que piensen ..
o no, con tal que bese bien. Olvídalos. Sólo quedo yo.
GARCIN
GARCIN ( desP'rendiendo la mano)
Cabecean mientras chupan los cigarros; se aburren.
Ellos no me olvidan. Morirán, pero vendrán otros que
Piensan: Garcin es un cobarde. Blandamente, débilmen-
recogerán la consigna: les he dejado mi vida entre las
te. Cuestión de pensar aunque sea en algo. ¡Garcin es
manos.
un cobarde! Eso es lo que han decidido mis compa-
ñeros. Dentro de seis meses dirán: cobarde como Gar-
cin. Las dos tienen suerte; nadie piensa ya en ustedes EsTELLE
en la Tierra. Mi vida es más dura. ¡Ah, piensas demasiado!
INÉS GARCIN
¿Y su mujer, Garcin? ¿Qué hacer, si no? En otros tiempos obraba... ¡Ah!
Volver un solo día entre ellos ... , ¡qué mentís! Pero
GARCIN estoy fuera de juego; hacen el balance sin ocuparse de
Bueno, qué, mi mujer. Ha muerto. mí, y tienen razón, ya que estoy muerto. Atrapado como
una rata. (Ríe.) He caído en el dominio público.
INÉS
¿Ha muerto?
(U na pausa.)
GARCIN
Me habré olvidado de decirlo. Acaba de morir. Hace EsTELLE (suavemente)
alrededor de dos meses. ¡Garcin!
A puerta cerrada 127
126 Jean-Paul Sartre
INÉS (riendo)
GARCIN Pero si ella no cree una palabra de lo que dice. ¿Cómo
¿Estás ahí? Bueno, escucha, vas a hacerme un favor. puedes ser tan ingenuo? «Estelle, ¿soy un cobarde?»
No, no retrocedas. Ya lo sé: te parece raro que puedan ¡Si supieras lo poco que le importa!
pedirte ayuda, no estás acostumbrada. Pero si quisieras,
si hicieras un esfuerzo, podríamos quizá querernos de EsTELLE
verdad. Mira: mil repiten que soy un cobarde. ¿Pero ¡Inés! (A GARCIN.) No la escuches. Si quieres mi con-
qué son mil? ¡Si hubiera un alma, una sola, que afir- fianza tienes que empezar por entregarme la tuya.
mara con todas sus fuerzas que no he huido, que no
puedo haber huido, que tengo coraje, que soy decente, INÉS
estoy ... estoy seguro de que me salvaría! ¿Quieres ¡Pero sí, sí! Confía en ella. Necesita un hombre, puedes
·creer en mí? Te querría más que a mí mismo. creerlo, un brazo de hombre alrededor de su talle, un
olor de hombre, un deseo de hombre en ojos de hombre.
EsTELLE (riendo) En cuanto a lo demás ... ¡Ah! Ella te diría que eres
¡Idiota! ¡Querido idiota! ¿Piensas que podría querer Dios padre si eso pudiera agradarte.
a un cobarde?
GARCIN
GARCIN ¡Estelle! ¿Es cierto? Responde: ¿es cierto?
Pero decías ...
EsTELLE
EsTELLE ¿Qué quieres que te diga? No comprendo nada de
Me burlaba de ti. Me gustan los hombres, Garcin, los todas estas historias. (Golpea el suelo con el pie.) ¡Qué
hombres de verdad, de piel ruda, de manos fuertes. No irritante es todo esto! ¡Aunque fueras un cobarde te
tienes mentón de cobarde, no tienes la boca de un co- querría, vamos! ¿No te basta?
barde, no tienes la voz de un cobarde, tu pelo no es el
de un cobarde. Y por tu boca, por tu voz, por tu pelo, GARCIN (a las dos mujeres)
es por lo que te quiero. ¡Ustedes me dan asco!
EsTELLE INÉS
¿Inseparables? ¡Gardn! Ayúdame, ayúdame pronto. Sí.
arrastraremos afuera y cerraremos la puerta; ya
GARCIN
INÉ.s (debatiéndose) A ti es a quien debo convencer: eres de mi raza. ¿Te
¡Estelle! ¡Estelle! Te lo suplico, protégeme. ¡Al corre- imaginabas que me iría? No podía dejarte aquí, triun-
dor no, no me arrojes al corredor! fante, con todos esos pensamientos en la cabeza; todos
esos pensamientos que me conciernen.
GARCIN INÉS
Suéltala. ¿Quieres de veras convencerme?
Es'TELLE GARCIN
Estás loco, ella te odia. Ya no quiero otra cosa. Ya no los oigo, ¿sabes? Sin
duda porque 1lan terminado conmigo. Se acabó; el asun-
GARCIN to está archi\·ado, ya no soy nadie en la Tierra, ni si-
Por ella me he quedado. quiera un cobarde. Inés, estarnQ§ $Olos; sólo quedan
ustedes dos para pensar en mí. Ella no cuenta. Pero tú,
(EsTELLE suelta a INÉS y mira a GARCIN con estupor.) tú que me odias, si me crees, me salvas.
INÉS
INÉS
¿Por mí? (Una pausa.) Bueno, cierra la puerta. Hace No será fácil. Mírame: tengo la cabeza dura.
diez veces más calor desde que está abierta. (GARCIN GARCIN
va hacia la puerta y la cierra.) ¿Por mí? Emplearé todo el tiempo necesario.
GARCIN INÉS
Sí. Tú sabes lo que es un cobarde. ¡Oh! Tienes todo el tiempo. Todo el tiempo.
Es tibio y profundo como el sueño, pero yo te impe- chimenea, oprimiendo el bronce con la mano, con todas
diré dormir. (Gesto de GARCIN.) esas miradas sobre mí. Todas esas miradas que me de-
voran ... (Se vuelve bruscamente.) ¡Ah! ¿No sois más
EsTELLE que dos? Os creía mucho más numerosas. (Ríe.) Así
No la escuches; bésame, soy toda tuya. que esto es el infierno. Nunca lo hubiera creído ... ¿Re-
cordáis? : el azufre, la hoguera, la parrilla.. . ¡Ah! Qué
INÉS broma. No hay necesidad de parrillas; el infierno son
Bueno, ¿a qué esperas? Haz lo que te dicen: Garcin, los otros.
el cobarde, tiene en sus brazos a Estelle, la infanticida.
Se abren las apuestas. ¿Garcin el cobarde la besará? Os EsTELLE
veo, os veo; yo sola soy una multitud, la multitud, ¡Amor mío!
Garcin, la multitud, ¿la oyes? (Murmurando.) ¡Co-
barde! ¡Cobarde! ¡Cobarde! ¡Cobarde! En vano me hu- GARCIN (rechazándola)
yes, no te soltaré. ¿Qué vas a buscar en sus labios? Déjame. Ella está entre nosotros. No puedo amarte
¿El olvido? Pero yo no te olvidaré. A mí es a quien mientras me ve.
hay que convencer. A mí. ¡Ven, ven! Te espero. ¿Ves,
Estelle? Mira como afloja el brazo, es dócil como un EsTELLE
perro. ¡No lo tendrás! ¡Ah! Pues bien, no nos verá más.
GARCIN (Tonza la plegadera de la mesa) se precipita sobre INÉS
¿Pero nunca será de noche? y le asesta varios golpes.)
INÉS
INÉS (debatiéndose y riéndose)
Nunca.
¿Qué haces, qué haces, estás loca? Bien sabes que estoy
GARCIN muerta.
¿Me verás siempre?
EsTELLE
INÉS ¿Muerta?
Siempre.
(Deja caer el cuchillo. Una pausa. INÉS recoge el cu-
(GARCIN abandona a EsTELLE y da unos pasos por la chillo y se golpea con rabia.)
habitación. Se acerca a la estatua.)
INÉS
GARCIN ¡Muerta! ¡Muerta! ¡Muerta! Ni el cuchillo, ni el vene-
La estatua ... (La acaricia.) ¡Pues bien! Este es el mo- no, ni la cuerda. Ya está hecho) ¿comprendes? Y esta-
mento. La estatua está ahí, la contemplo y comprendo mos juntos para siempre.
que estoy en el infierno. Os digo que todo estaba pre-
visto. Habían previsto que me quedaría delante de esta (Ríe.)
136 Jean-Paul Sartre Indice
GARCIN
Pues bien, continuemos.
TE LON
La puta respetuosa .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . .. . 7
A puerta cerrada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
137
Libros en venta
681 Frank Donovan: 709 Erik H. Erikson:
Historia de la brujería Historia personal y circunstancia
histórica
'682 J. A. C. Brown:
Técnicas de persuasión 710 James M. Cain:
El cartero siempre llama dos veces
683 Hermann Hesse: 711 H. J: Eysenck:
El juego de los abalorios Usos y abusos de la pornografía
684 Paulina Garagorri: 712 Dámaso Alonso:
Libertad y desigualdad Antología poética
685, 686 Stendhal: 713 Werner Sombart:
La Cartuja de Parma Lujo y capitalismo
714 Juan García Hortelano:
687 Arthur C. Clarke: Cuentos completos
Cuentos de la Taberna del Ciervo
Blanco. 715 , 716 Kenneth Clark:
Civi 1ización
'688 Mary Barnes, Joseph Berke,
Morton Schatzman, Peter Sedwick 717 Isaac Asimov:
y otros: La tragedia de la luna
Laing y la antipsiquiatría 718 Herman Hesse:
Compilación de R. Boyers y R. Orrill Pequeñas alegrías
719 Werner Heisenberg:
689 J.-D. Salinger: Encuentros y conversaciones
El guardián entre el centeno con Einstein y otros ensayos
690 Emilio Prados: 720 Guy de Maupassant:
Antología poética Mademoiselle Fifi y otros cuentos
Estudio ooético, selección y notas de guerra
de José' Sanchis-Banús
721 H. P. Lovecraft:
691 Robert Graves: El caso de Charles Dexter Ward
Yo, Claudia 722 , 723 Jules Verne:
692 Robart Graves: Veinte mil leguas de viaje submarino
Claudia, el dios, y su esposa 724 Rosalía de Castro:
Mesalina Poesía
693, 694 Helen Singer Kaplan: 725 Miguel de Unamuno:
La nueva terapia sexual Paisajes del alma
726 El Cantar de Roldán
695, 696 Hermann Hesse: Versión de Benjamín Jarnés
Cuentos
727 Hermann Hesse:
697 Manuel Valls Gorina: Lecturas para minutos,
Para entender la música
728 H. J. Eysenck:
698 James Joyce: La rata o el diván
Retrato del artista adolescente 729 Friedrich Holderlin:
699 Maya Pines: El archipiélago
Los manipuladores del cerebro 730 Pierre Fedida:
700 Mario Vargas Llo'sa: Diccionario de psicoanálisis
Los jefes. Los cachorros 731 Guy de Maupassant:
701 Adolfo Sánchez Vázquez: El Horla y otros cuentos fantásticos
Ciencia y revolución. 732 Manuel Machado:
El marxismo de Althusser Poesías
702 Dashiell Hammett: 733 Jack Loñdon:
La maldición de los Dain Relatos de los Mares del Sur
703 Carlos Castilla del Pino: 734 Henri Lepage:
Vieja y nueva psiquiatría Mañana, el capitalismo
704 Carmen Martín Gaite: 735 R. L. Stevenson:
Cuentos completos El diablo de la botella y otros
'705 Robert Ardrey: cuentos
La evolución del hombre: 736 René Descartes:
la hipótesis del cazador Discurso del método
706 R. L. Stevenson: 737 Mariano José de Larra:
El Dr. Jekyll y Mr. Hyde Antología fugaz
707 Jean-Jacques Rousseau: 738 Jorge Luis Borges:
Las ensoñaciones del paseante Literaturas germánicas medievales
solitario
708 Antón Chéjov: 739 Gustavo Adolfo Bécquer:
El pabellón n.o 6 Rimas y otros poemas
740 Julián Marías: 772 H. P. Lovecraft: 829 Miguel Angel Asturias:
Biografía de la filosofía El' horror de Dunwich 802 Claudia Rodríguez:
Antología poética El Señor Presidente
74'1 Guy de Maupassant: 773 Stendhal:
La vendetta y otros cuentos Armancia 803 Auguste Comte: 830 E. H. Carr:
Discurso sobre el espíritu positivo La revolución rusa:
de horror 774 Bias de Otero: De Lenin a Stalin, 1917-1929
742 Luis de Góngora: Historias fingidas y verdaderas 804 Emile Zola:
Romances Los Rougon-Macquart 831 León Felipe:
7,75 E. M. Cioran: La fortuna de los Rougon Antología poética
743 George Gamow: Adiós a la filosofía y otros textos
Biografía de la tísica 805 Jorge Luis Borges: 832 Antología de cuentos de terror
776 Garcilaso de la Vega: l. De Daniel Defoe a Edgar Allan Poe
Antología poética
744 Gerardo Diego: Poesías completas
1923-1977 833 Ignacio Aldecoa:
Poemas mayores 777 Fyodor M. Dostoyevski: Parte de una historia
745 Gustavo Adolfo Bécquer: El jugador 806 ~;r~~~o García Gual/
Leyendas 834 Jean-Paul Sartre:
778 Martin Gardner: La puta respetuosa
746 John Lenihan: Carnaval matemático 807 H. P. Lovecraft y A. Derleth: A puerta cerrada
Ingeniería humana Los que vigilan desde el tiempo
779 Rudolf Bahro: y otros cuentos 835 José María Arguedas:
747 Stendhal: La alternativa Los ríos profundos
Crónicas italianas 780 R. L. Stevenson: 808 Virgilio:
Bucólicas- Geórgicas 836 Angel Alvarez Caballero:
748 Suami Vishnu Devananda: La Isla del Tesoro Historia del cante flamenco
Meditación y mantras 781 Guy de Maupassant: 809 Emilio Salgari:
Los tigres de Mompracem 837 León Felipe:
749 750 Alexandte Dumas: Mi tío Jules y otros seres
Prosas
Los tres mosqueteros marginales
810 Isaac Asimov: 838 José Eustaquio Rivera:
751 Vicente Verdú: 782 Carlos García Gua!: Historia Universal Asimov
Antología de la poesía 1írica griega La vorágine
El fútbol: mitos, ritos y símbolos Los griegos
(Siglos VII-IV a.C.) '839 John Ziman:
752 D. H. Lawrence: 811 Bias de Otero:
783 Xavier Zubiri: La credibilidad de la ciencia
El amante de Lady Chatterley Expresión y reunión
Cinco lecciones de filosofía 840 Jorge Campos:
753 La vida de Lazarillo de Tormes
y de sus fortunas y adversidades 784 Isaac Asimov: 812 Guy de Maupassant: Introducción a Pío Baroja
Historia Universal Asimov Un día de campo
754 Julián Marias: y otros cuentos galantes 841 Albert Camus:
La tierra de Canaán El mito de Sísifo
La mujer en el siglo XX
785 Ramón Tamames: 813 Francis Oakley:
755 Marvin Harris: Introducción a la Constitución 842 Rafael Alberti:
Los siglos decisivos Cal y canto
Vacas, cerdos, guerras y brujas española• La experiencia medieval
756 José Bergamín: 786 H. P. Lovecraft: 843 H. P. Lovecraft:
Poesías casi completas 814 Mary W. Shelley: En las montañas de la locura
En la cripta Frankenstein o el moderno Prometeo
757 D. H. Lawrence: y· otros relatos
Mujeres enamoradas 787 David Hume:
Investigación sobre 815 Nicolás Guillén: 844 Isaac Asimov:
758 José Ortega y GasSjllt: Sóngoro Cosongo y otros poemas Historia Universal Asimov
el conocimiento humano
El Espectador (Antología) El Imperio Romano
788, 789 Alexis de Tocqueville: 816 Michel Foucault:
759 Rafael Alberti: La democracia en América Un diálogo sobre el poder y otras 845 Lope de Vega:
Antología poética conversaciones Peribáñez y Fuente Ovejuna
760 José Luis L. Aranguren: 790 Rafael Alberti:
!Prosas 817 Georges Bataille: B46 Jean-Paul Sartre:
Catolicismo y protestantismo El aleluya y otros textos La náusea
como formas de existencia 791, 792 C. Falcón Martínez,
E. Fernández-Gal iano, 818 Nicolás Maquiavelo: B47 Miguel Angel Asturias:
761 , 762 Víctor Hugo:
R. López Melero: El Príncipe Leyendas de Guatemala
Nuestra Señora de París
Diccionario de la mitología clásica 848 James A. Schellenberg:
763 Jean-Jacques Rousseau: 819 Graham Greene:
Contrato social - Discursos Nuestro hombre en La Habana Los fundadores de la psicología
793 Rudolf Otto:
social
764 Gerardo Diego: Lo santo 820, 821 Francisco García Pavón:
Poemas menores 849, 850 Gustave Flaubert:
794 Isaac Asimov: Cuentos La educación sentimental
765 John Ziman: Historia Universal Asimov
La fuerza del conocimiento Los egipcios 822 Isaac Asimov: 851 Juan Ramón Jiménez:
Historia Universal Asimov Platero y yo
766 Víctor León: 795 William Shakespeare: La república romana
Diccionario de argot español Macbeth 852 Fred Hoyle:
y lenguaje popular 823 Rafael Alberti: ¿Energía o extinción?
796 Rainer Maria Rilke: Marinero en tierra En defensa de la E¡nergía nuclear
767 William Shakespeare: Cartas a un joven poeta
El rey Lear 824 Moliere: 853 Jean-Paul Sartre:
797 Séneca: Tartufo. Don Juan
768 Isaac Asimov: Sobre la felicidad El diablo y Dios
Historia Universal Asimov 825 Emile Zola:
El Cercano Oriente 798 José Hernández: 854 Horacio Ouiroga:
Los Rougon-Macquart Pasado amor
769 Franc;oi~ Villon: Martín Fierro La jauría
Poesía 799 Isaac Asimov: 855 Antonio Machado:
826 Horacio Quiroga: Juan de Mairena
770 Jack London: Momentos estelares de la ciencia Anaconda
Asesinatos. S. L. 800 Blaise Pascal: 856 Cien recetas magistrales
827 José Angel Valente: 10 grandes chefs de la cocina
771 Antonio Tovar: Pensamientos Noventa y nueve poemas española
Mitología e ideología sobre '801 Manuel Azaña: 828 Jean-Paul Sartre: Selección y prólogo de
la lengua vasca El jardín de los frailes Las moscas Carlos Delgado
857 Jaime Gil de Biedma: 885 Leopoldo Lugones: Leibniz: 939 Jean-Paul Sartre:
Antología poética Antología poética Discurso de metafísica Muertos sin sepultura
Selección de Shirley Mangini 912 San Juan de la Cruz: 940 Rabindranaz Tagore:
González 886 Isaac Asimov:
Historia Universal Asimov Poesía y prosas El cartero del rey. El asceta.
858 Albert Camus: Constantinopla El rey y la reina.
Cal ígula 913 Manuel Azaña:
887 Ricardo Güiraldes: Antología 941 Stillman Drake:
'859 Gerald Durrell: Don Segundo Sombra 1. Ensayos Galileo
Encuentros con animales
914 Antología de cuentos de terror 942 Norman Cohn:
860 Ross Macdonald: 888 Juan Valera: 111. De Machen a Lovecraft El mito de la conspiración judía
La mirada del adiós Juanita la Larga Selección de Rafael Llopis mundial
861 Jorge Amado: 889 José Ferrater Mora: 915 Albert Camus: 943 Albert Camus:
Cacao Cuatro visiones de la historia Los posesos El exilio y el reino
862, 863 Pablo Neruda: universal
916 Alexander Lowen:
Antología poética
Prólogo, selección y notas de
890 Patricia Highsmith: La depresión y el cuerpo
944
' ~~~~~~~;;i:eJ!a}~Ío~~r:: de Bolsillo
Ese dulce mal Compilado por Priscilla Cohn
Hernán Loyola 917 Charles Baudelaire:
891 H. P. Lovecraft: Las flores del mal 946 Isaac Asimov:
!l64 Alfredo Bryce Echenique: Dagón y otros cuentos macabros
Cuentos completos 918 August Strindberg: Historia Universal Asimov
892 Jean Paul Sartre: El viaje de Pedro el Afortunado La formación de América del Norte
865 Antología de la poesía latina
Selección y traducción de Luis Nekrasov 919 Isaac Asimov: 947 Antonio Ferres:
Alberto de Cuenca y Antonio Alvar 893 Jean ltard: Historia Universal Asimov Cuentos
866 Juan Carlos Onetti: Víctor L'Aveyron La formación de Francia
948, 949 Robert Graves:
Juntacadáveres '920 Angel González: La Diosa Blanca
~~~~~ri~sL~f:~rsal
894
867 Jean-Paul Sartre: Asimov / Antología poética 950 Los mejores cuentos policiales, 2
Las manos sucias La Alta Edad Media 921 Juan Marichal: Selección, traducción y prólogo
868 Antología de cuentos de terror La vocación de Manuel Azaña de Adolfo Bioy Casares y
895 Otto R. Frisch: Jorge Luis Borges
11. De Dickens a M. R. James De la fisión del átomo a la bomba '922 Jack London:
869 América Castro: de hidrógeno Siete cuentos de la patrullá 951, 952 Benito Pérez Galdós:
Teresa la santa con otros ensayos pesquera y otros relatos Fortunata y Jacinta
896 Emile Zola:
870 C. B. Macpherson: Los Rougon Macquart 923 J. M. Lévy-Leblond: 953 Nicolás Copérnico, Thomas Digges,
La democracia liberal y su época La conquista de Plassans La física en preguntas Galileo Galilei:
871 Eugene lonesco: Opúsculos sobre el movimiento
897 Albert Camus: 924 Patricia Highsmith: de la tierra
Rinoceronte Los justos La celda de cristal
872 Juan Rulfo: 925 Albert Camus: 954 Manuel Azaña:
898 Doce relatos de mujeres Antología
El gallo de oro Prólogo y compilación El hombre rebelde
2. Discursos
873 Francisco de Quevedo: ele Ymelda Navajo 926 Eugene lonesco:
Antología poética La cantante calva 955 Carlos Garcíá Gua!:
Prólogo y selección de 899 Mario Benedetti: Historia del rey Arturo y de los
Jorge Luis Borges Cuentos 927 Luis de Góngora: nobles y errantes caballeros
900 Fernando Savater: Soledades de la Tabla Redonda
874 Emile Zola:
Los Rougon-Macquart Panfleto contra el Todo 928 Jean-Paul Sartre: 956 Isaac Asimov:
El vientre de París 901 Giro Alegría: Los caminos de lá libertad, 1 Grandes ideas de la ciencia
875 Rafael Alberti: La serpiente de oro 929 Max Horkheimer: 957 José María Arguedas:
Sobre los ángeles [1927-1928) 902 W. H. Thorpe: Historia, metafísica y escepticismo Relatos completos
876 Giro Alegría: Breve historia de la etología 930 M. Costa y C. Serrat: 958 Fernando Sánchez Dragó:
Los perros hambrientos 903 Horacio Quiroga: Terapia de parejas La España mágica
El salvaje " Epítome de Gárgoris y Habidis
877 Guy de Maupassant: 931, 932 Elías Canetti:
La casa Tellier y otros cuentos 904 Stanley G. Payne: Masa y poder 959 Jean-Paul Sartre:
eróticos El fascismo Los caminos de la libertad, 2
933 Jorge Luis Borges [con la colabora-
878 Rafael Arrillaga Torrens: 905 Jean:Paul Sartre: ción de Margarita Guerrero): 960 Elías Canettí:
Introducción a los problemas Las palabras El «Martín Fierro» El otro proceso de Kafka
de la Historia
906 G. A. Bürger: 934 Edward Conze:
879 José María Guelbenzu: Las aventuras del Barón 961 Francisco de Quevedo:
Breve historia del budismo Los sueños
El pasajero de ultramar de Münchhausen
935 Jean Gehet:
880 Jean-Paul Sartre: 907 Isaac Asimov: Las criadas 962 Jesús Mosterín:
Los secuestrados de Altana Historia Universal Asimov Historia de la filosofía, 1
881, 882 Alexis de Tocqueville: La formación de 1nglaterra 936 Juan Ramón Jiménez:
Antología poética, 1 963 H. P. Lovecraft:
El Antiguo Régimen y la revolución 908 Emilio Salgari: El clérigo malvado y otros relatos
(1900-1917)
883 Fedor Dostoiewski: La montaña de luz
Noches blancas. El pequeño héroe. 937 Martín Gardner: 964 Carlos Delgado:
909 Gerald Durrell: Circo matemático 365+1 cócteles
Un episodio vergonzoso Atrápame ese mono
884 Albert Camus: 9311 Washin{lton lrving: 965 D. H. Lawrence:
910 Albert Camus: Hijos y amantes
El malentendido La caída Cuentos de La Alhámbra
966 Rabinctranaz Ta.gore: 988 Rabindranaz Tagore:
El rey del salón oscuro Ciclo de primavera
967 Consuelo Berges: 989 Gerald Durrell:
Stendhal y su mundo Tierra de murmullos
968 Isaac Asimov: 990 Arturo Uslar Pietri:
Historia Universal Asimov Las lanzas coloradas
El nacimiento de los Estados Unidos 991 Giro Alegría:
1763-1816 Relatos
969 Gerald Durrell: 992 Isaac Asimov:
Murciélagos dorados y palomas Historia Universal Asimov
rosas Los Estados Unidos desde 1816
970 Adrian Berry: hasta la Guerra Civil /
La máquina superinteligente
993 Luis Racionero:
971 Giro Alegría: Textos de estética taoísta
El mundo es .ancho y ajeno
994 Jean Genet:
972 José Ferrater Mora: El balcón
Las crisis humanas
973 Ramón de Campoamor: 995 Galileo y Kepler:
Poesías El mensaje y el mensajero
974 Eug!me lonesco: 996 Chrétien de Troyes:
El peatón del aire El Caballero de la Carreta
975 Henry Miller: 997 Jean-Paul Sartre:
Tiempo de los asesinos Kean
976 Rabindranaz Tagore: 998 Eduard Miirike:
Malini • Sacrificio • Chitra Mozart, éamino de Praga
977 Benito Pérez Galdós: 999 Isaac Asimov:
Doña Perfecta Historia Universal Asimov
978 Isaac Asimov: Los Estados Unidos desde
¡Cambio! 71 visiones del futuro Civil a la Primera Guerra
979 Elias Canetti: 1000 Miguel de Cervantes:
La lengua absuelta El ingenioso hidalgo Don
980 Isaac N¡¡wton: de la Mancha (1605)
El Sistema del Mundo 1001 Miguel de Cervantes:
981 Poema del Mio Cid El ingenioso caballero Don
de la Mancha (1615)
982 Francisco Ayala:
La cabeza del cordero 1002 H. P. ILovecraft:
983, 984 Werner F. Bonin: El horror en la literatura
Diccionario de parapsicología (A-Z) 1003 Rabindranaz Tagore:
985 Benito Pérez Galdós: La luna nueva • El jardinero •
Marianela Ofrenda lírica
986 Jean-Paul Sartre: 1004 Jesús Mosterín:
Los caminos de la libertad, 3 Historia de la filosofía, 3
987 Jesús Mosterín: 1005 Albert Einstein:
Historia de la filosofía, 2 Notas autobiográficas