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LOS ALCANCES DE UNA SOCIEDAD LAICA

INTRODUCCIÓN

Son pocas las doctrinas y corrientes de pensamiento que se identifican tan


plenamente con los ideales de la Francmasonería Universal como lo es el
Laicismo. De hecho, muchas veces se le usa como sinónimo para hacer una
referencia velada a la Orden masónica. Pero eso está mediado por una serie de
condicionantes en el contexto de las transformaciones sociopolíticas que se fueron
desarrollando particularmente en Europa Occidental y América Latina, y que se
relacionan directamente con el establecimiento de los sistemas republicanos o de
monarquías constitucionales que reemplazaban a los sistemas monárquicos
absolutistas predominantes durante los últimos siglos.

La “laicidad” tiene un pilar fundamental en la libertad de conciencia y desde un


comienzo, en los albores de la Revolución Francesa, surgió como principio básico
en la separación del Estado y los credos religiosos.

DESARROLLO

Etimológicamente, el término “Laico” viene del vocablo griego laos, que designa al
pueblo entendido como unidad indivisible, referencia última de todas las
decisiones que se tomaban por el bien común.

Por su parte la palabra “laicidad” (laïcité) tiene su origen etimológico en Francia en


la década de 1870 y es fruto del debate sobre la enseñanza laica, es decir,
enseñanza no confesional. El laicismo recoge ese ideal universalista de
organización de la ciudad y el dispositivo jurídico que se funda y se realiza sobre
su base.

Para la Francia de entonces y de ahora, el principio de laicidad es un elemento


consustancial a la noción misma de Estado y, por lo tanto, reposa sobre la
diferenciación de facultades entre el poder temporal y el espiritual, distinción que
dará lugar con el paso de los siglos y en distintas latitudes, a la separación entre el
Estado y las confesiones religiosas.
¿Qué es un Estado Laico?

La definición de Estado Laico supone, ante todo, un principio de concordia de


todos los seres humanos fundado sobre lo que los une y no sobre lo que los
separa. En este entendido, este principio se ejerce a través de los aparatos
jurídicos del Estado, independiente de las distintas instituciones religiosas,
agnósticas o ateas, con absoluta neutralidad del Estado respecto a las diferentes
opciones de conciencia particulares.

De acuerdo a lo anterior, puede definirse la laicidad como un régimen social de


convivencia, cuyas instituciones políticas están legitimadas por la soberanía
popular y no por elementos religiosos, por lo tanto, pretende un orden político al
servicio de los ciudadanos, en su condición de tales y no de sus identidades
étnicas, nacionales, religiosas.

Las tres exigencias indisociables del laicismo, según “Laicismo.org” (Organización


europea, sin fines de lucro promotora del laicismo) son las siguientes:

1.- La libertad de conciencia, lo que significa que la religión es libre pero solo
compromete a los creyentes, y que el ateísmo es libre, pero solo compromete a
los ateos. El Diccionario Filosófico de Comte-Sponville señala: “el laicismo nos
permite vivir juntos, a pesar de nuestras diferencias de opinión y de creencia. Por
eso es bueno. Por eso es necesario. No es lo contrario de religión. Es,
indisociablemente, lo contrario del clericalismo (que querría someter el Estado a la
Iglesia) y del totalitarismo (que pretendería someter las Iglesias al Estado)”.

2.- La igualdad de derechos, que impide todo privilegio público de la religión o del
ateísmo. La neutralidad del Estado laico exige que ninguna opción particular
(religiosa o no) sea discriminada ni positiva ni negativamente. No caben los
privilegios públicos de una opción cualquiera en un Estado laico. Solo así se
garantiza la igual consideración de todos los individuos como ciudadanos libres; y

3.- La universalidad de la acción pública, esto es, sin discriminación de ningún tipo
y la estricta separación entre la política y las religiones u otros particularismos.
Igualdad de trato de todos los ciudadanos y ciudadanas. De acuerdo a lo anterior,
la única razón de ser del Estado es la búsqueda del bien común.

En este entendido, el Laicismo es antes que nada, un concepto político. Un Estado


laico, en el sentido más amplio del término, no privilegia ninguna religión ni
concepción ideal de vida, garantizando la libre expresión de todas, dentro de
ciertos límites, por lo tanto y desde el prisma político del respeto hacia todas las
creencias – incluyendo la ausencia de ellas–, se debe estructurar de modo de
evitar que algún credo en particular se apropie de las políticas públicas.
Deontológicamente está en el grupo de los principios o normas imprescindibles,
pues, es lo que permite y promueve la tolerancia, el respeto y la diversidad,
valores que, dados los tiempos actuales, son cada día más necesarios y para
nosotros como Masones, definitivamente irrenunciables.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, el Laicismo es la doctrina


que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más
particularmente del Estado, de toda influencia eclesiástica o religiosa.

El laicismo reposa en el principio de la libertad absoluta de conciencia, libertad de


espíritu, emancipación respecto de todos los dogmas, derecho a creer o no creer
en Dios, autonomía del pensamiento frente a las limitaciones religiosas, políticas,
económicas; liberación de los modos de vida en relación con los tabúes, ideas
dominantes e ideas dogmáticas. Intenta liberar al ciudadano de todo lo que aliena
o pervierte el pensamiento, especialmente las creencias atávicas, los prejuicios,
las ideas preconcebidas, los dogmas, las ideologías opresoras, las presiones de
orden cultural, económico, social, político o religioso; trata de desarrollar en el ser
humano, en el cuadro de una formación intelectual, moral y cívica permanente, el
espíritu crítico, así como el sentido de la solidaridad y de la fraternidad.

Para quienes asumen la tolerancia como algo vivo en la práctica social, no se trata
solo de aceptar la libre expresión de las ideas, la convivencia con distintas
visiones, la aceptación de la diversidad, la pluralidad en sus más variadas
expresiones de conciencia; no se trata de ponernos solo en la aceptación de quien
no es como yo, ni piensa como yo, no tiene los valores míos ni las improntas que
son las mías. Se trata de algo más, de aquello que hace posible la condición de la
tolerancia en los grupos humanos: la construcción de reglas que permitan la vida
en sociedad sobre la base de la tolerancia. Las reglas establecen la racionalidad
que hace posible una tolerancia cierta, tangible, medible, cuantificable y calificable.
Insistir en la concepción moderna de la racionalidad, en el sentido que ella es lo
consensuadamente aceptado por todos y cada uno de los componentes del ser
social.

Y esto implica mayorías y minorías. Es una concepción democrática y republicana,


en su sentido clásico y moderno. Las reglas tienen validez cuando son producto
de la valoración de quienes son circunstancialmente mayoría o
circunstancialmente minoría. Una verdadera concepción ética de la democracia y
de la convivencia social, debe basarse en la convicción más profunda de que
cualquier sistema humanista, es decir, cualquier forma de estructuración social
pensada en el ser humano, no está para garantizar los derechos de las mayorías,
sino para garantizar los derechos de la minorías cuando se ponen en práctica las
decisiones de las mayorías.

¿Es Chile un país Laico?

Chile, durante más de un siglo, fue construyendo una cultura laica de modo
progresivo, pero en algún momento se debilitó y como en todos los procesos
históricos hay varias causas que convergen. A decir, los argumentos laicistas se
callaron, y fueron olvidados, por allá por los años 60. La relación de los
representantes laicistas con la terratenencia facilitó el rol de la Iglesia en el
campesinado. El Concilio Vaticano II tuvo la virtud de contemporizar a la Iglesia,
dándole fuerza al progresismo social.

La Masonería fue quedando como una institución socialmente conservadora.

Una lectura más o menos fina de aquellos hechos llevan necesariamente a relevar
una de las características propias de un sector muy particular de la sociedad
católica chilena: aquella que ha adoptado muy rápidamente los principios liberales
en lo referido a lo económico, pero que se resiste a ellos en cualquier otro ámbito
de cosas.

Pero respondiendo a la pregunta: Sí, Chile es un país laico… en la letra, aunque


en la práctica, tanto nuestro país como la mayoría de las sociedades
latinoamericanas, no lo son en toda la dimensión de lo que aquí hemos definido.

Como ya se ha dicho, para garantizar una convivencia justa y pacífica se debe


respetar la libertad de culto de todas las iglesias, sin injerencia estatal indebida. Es
decir, bastaría con que el Estado no violente las conciencias de sus miembros
para que este sea laico. Pero en un mundo donde fenómenos como la
globalización y la inmigración han renovado el espíritu religioso y surgen intensas
relaciones entre distintas religiones, incluso en los países en los cuales la laicidad
del Estado era rasgo central de su identidad, la disyuntiva entre colaboración o
intolerancia se toma la agenda pública. ¿Y para cooperar no se debe respetar al
otro partiendo por conocerlo?

Por otro lado, en nuestra sociedad aún persisten discusiones (sin conclusiones) de
temas tan importantes como la despenalización del aborto o de la eutanasia,
legalización del matrimonio entre personas de mismo sexo o la aceptación de
práticas de biogenética. En todos estos temas, las religiones han tomado la
palabra y alzan la voz para persuadir y contar con políticas acordes con lo que
consideran éticamente fundamental.

Desde otro punto de vista y después de haber definido lo que no puede hacer un
Estado Laico y si se trata de que la sociedad democrática respete y garantice la
libertad de conciencia, tal vez no basta con que el Estado no intervenga para que
esté garantizada, por ejemplo, la libertad de educación. Por el contrario, si un
pueblo considera que dicha libertad es positiva para el desarrollo de la buena vida
social debe proveer de los medios para que ella subsista y se expanda hasta
donde los particulares que la apoyan quieran.

Otro ejemplo que ha sido objeto de polémica: Si dos millones de personas quieren
anualmente expresar su devoción por la Virgen María, el declarar el ocho de
diciembre como feriado nacional es una forma activa de garantizar la libertad
religiosa. Si un joven judío sostiene que no puede dar una prueba el día del
Shabat, una universidad laica, pluralista y tolerante debiera otorgarle las
facilidades para que la dé en otra fecha. Si el mundo evangélico quiere honrar en
profundidad, cosa que requiere tiempo y tranquilidad, al fundador de la reforma
protestante, se le pueden legítimamente dar facilidades para que durante un día
honren a Martin Lutero. ¿Por qué? Por el respeto activo de la libertad de
conciencia. Esto sería algo así como un “laicismo positivo”, que se ejercería en un
Estado que garantiza activamente la expresión pública de las religiones, sin tener
un prejuicio en contra de ellas.

En este mismo esquema; ¿Es necesario que el Estado facilite la realización de


prácticas y costumbres religiosas que tienen estrecho vínculo con la identidad
nacional y que la refuerzan en el marco del pluralismo?. ¿Imaginarán los
mexicanos su convivencia sin que se celebre el “Día de los muertos”?; La mayoría
de la sociedades occidentales ¿Imaginarán un año en que la Navidad no sea
feriado?.¿Estarían de acuerdo los chilenos con eliminar 9 días feriados del
calendario?

El tránsito hacia el laicismo absoluto es bastante más complejo que la sola


separación del Estado y la Iglesia, pero creo que en cualquier caso, hay valores
antiguos y unos más actuales que hacen necesario que ese tránsito se siga
realizando, enfocado con urgencia en las prácticas abiertas o veladas que hacen
que la sociedad se siga estratificando y/o enfrentando.

Las tareas que surgen y urgen son muchas y por mencionar algunas: recuperar un
proyecto de educación, basado en el laicismo y en la libertad de conciencia;
fomentar las libertades y derechos de las personas en la sociedad civil; recuperar
el carácter laico del Estado, extendiendo la separación con la Iglesia a todos los
niveles institucionales que de él dependen, por ejemplo en la exención de
impuestos; garantizar que los actores del mercado estén desprovistos de sesgos
confesionales; establecer reglas que garanticen la efectividad de los derechos de
conciencia y aseguren las libertades para ejercerlos; que el debate acerca del
aborto, la eutanasia y las relaciones (maritales y adopción de hijos), se den en un
ámbito jurídico, científico y humanista. En esa enumeración extremadamente
sintética, está un mundo de complejidades que marcan la pauta de las libertades y
derechos que debemos reivindicar, para lo cual todos los masones tenemos un rol
que cumplir: un esfuerzo de laicizar nuestra sociedad.

CONCLUSIÓN

El laicismo es primo-hermano de la democracia, y sus efectos o fines son más o


menos los mismos, en relación al alcance y consideraciones que ellos tienen. Al
final del día ambos sistemas –político el uno, intelectual el otro– tienen la misión
de promover el respeto a todos y cada uno de los habitantes y sus visiones
respecto de la vida, con el límite claro de no dañar las de los otros, y ser garantía
para el librepensamiento y terreno fértil para la diversidad y la tolerancia.

S.F.U.

BIBLIOGRAFÍA
 Revista Iniciativa Laicista. Noviembre 2017.
 Cuadernillos Escoceses. COLECCIÓN CITERIOR. Julio de 2017.
 Columna de opinión: ¿Es Chile un Estado laico?. Agustín Squella. 20
octubre, 2017.
 Documentos y publicaciones de Internet.

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