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Lección 1ª - La humanidad de Cristo

Introducción

Los críticos del cristianismo han señalado algunas veces la falta de información que sobre Jesús hay en los escritores de
su tiempo. Solamente Tácito en sus "Anales" recoge la figura histórica de Jesús. Pero tal falta de información no debe
sorprendemos si consideramos el desdén romano hacia los judíos y que Judea no era más que una oscura provincia del
imperio. También Flavio Josefo menciona a Jesús de una manera tan entusiasta hacia su persona que algunos han
pensado que tal cita pueda ser una adición posterior. Plinio el Joven sostuvo con el emperador Trajano una
correspondencia en la que le informaba del desarrollo de la nueva religión y Suetonio informa en sus escritos que el
emperador Claudio expulsó a los judíos de Roma "por instigación de Crestos"; los eruditos discuten sobre si "Crestos" es
una malformación del nombre "Cristos".

También hay una laguna en los escritores judíos, y solamente algunas referencias sobre Jesús aparecen en el Talmud,
pero ya en época tardía. Pero sobre esto hay que recordar que con la destrucción de Jerusalén el año 70 los registros
fueron destruidos y cuando el judaísmo pudo reorganizarse de nuevo, el cristianismo aparecía ya como una religión
claramente diferenciada.

Por tanto dependemos casi enteramente de los escritos cristianos para saber de la vida y enseñanza de Jesús,
especialmente de los evangelios. Dado que estos escritos fueron redactados dentro de la etapa que abarca la
generación que vio a Jesús, podrían haber sido denunciados como falsos; pero no hallamos evidencia de que los
evangelios fueran nunca impugnados. La Iglesia además se encargó de separar, de entre toda la masa de escritos sobre
la vida de Jesús, aquéllos que mostraban evidencia de tener autoridad y ser fiables; y así para antes del final de la
segunda centuria habían quedado fijados cuatro evangelios como dignos de confianza.

La iglesia ha enseñado siempre que Jesús es "verdadero Dios y verdadero hombre", por lo que una correcta enseñanza
sobre su persona tiene que comprender los dos aspectos. La dificultad comienza cuando nos preguntamos por ejemplo:
¿Cómo pueden lo finito y lo infinito co-existir en un ser? Ante este misterio hemos de acercamos con humildad
reconociendo que el conocimiento total del Hijo es exclusivo del Padre (Mateo 11:27).

Algunas veces se ha subrayado su Deidad a costa de su humanidad, especialmente en la sección oriental de la Iglesia
antigua. Otras veces se ha enfatizado su humanidad llegando a negar su Deidad, como ocurre en nuestros tiempos.
Ambas tendencias son erradas y no hacen justicia a la Revelación del texto bíblico. Nosotros vamos a comenzar nuestro
estudio sobre la Persona de Cristo empezando por su humanidad; para ello nos valdremos de tres fuentes: las
declaraciones de Jesús sobre sí mismo, la evidencia de los evangelios y los testimonios apostólicos.

Declaraciones de Jesús

Hay varios ejemplos en los que Jesús se refiere a sí mismo como "hombre". En Juan.8:40 habla de sí como "hombre que
os he hablado la verdad". Acepta la referencia que sus críticos hacen de él como "hombre" (Mateo 11:19). Y en el relato
de la tentación (Mateo 4:4) "hombre" es sinónimo de "yo".

El título "Hijo del Hombre" ha sido citado también como definitorio de la humanidad de Jesús, y aunque esto es verdad,
hay que matizar que tal título tiene también una resonancia de su Deidad. Un punto de vista esgrimido desde el principio
es que los evangelios usan dos títulos: "Hijo de Dios", referido a su Deidad, e "Hijo del Hombre" que se refiere a su
humanidad. Ciertamente algunos pasajes abonan esta interpretación de dar a este último título conexión con su
humanidad, por ejemplo Mateo 8:20 y especialmente aquellos que asocian el sufrimiento con tal expresión, como Marcos
8:31.

También en el Antiguo Testamento se usa para referirse al profeta Ezequiel, enseñando así la infinita distancia entre
Dios y el profeta mismo, y en el Salmo 8:4 hay un claro paralelismo entre "hombre" e "hijo del hombre"

Sin embargo hay otros ejemplos en el que la expresión "Hijo del Hombre", señala a un personaje investido de autoridad y
gloria, como Marcos 13:26 y 14:62. Esta última referencia es de capital importancia pues está hecha a raíz de la
pregunta de Caifás: "¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?". En estos pasajes podemos ver un eco de aquel texto de
Daniel en que el hijo del hombre aparece como un ser sobrenatural (con las nubes del cielo) y recibiendo poder y gloria
eternos (Daniel 7:13-14). Jesús capitalizó para sí esta interpretación del título así como la anterior, que sustenta su
humanidad.

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La evidencia de los evangelios

Además de las propias declaraciones de Jesús sobre sí mismo, los evangelios están llenos de afirmaciones sobre su
humanidad, en algunos casos tan inequívocamente hechas como en Juan 1:14, donde se usa la palabra "carne" para
referirse al hecho de que el Verbo se hizo hombre. Hay cuatro puntos de donde podemos deducir su humanidad:

a) Su nacimiento y crecimiento. Aunque tanto Mateo como Lucas muestran que su concepción fue milagrosa,
ambos coinciden en que su nacimiento fue como el de cualquier ser humano, e incluso Lucas traza su genealogía hasta
Adán, el primer hombre. En el capítulo 2 de este evangelio se nos da la mayor parte de la información que tenemos
sobre la infancia de Jesús, y allí podemos ver que "crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia" (Lucas 2:52), es decir
que había un desarrollo físico y espiritual en él, si bien a la par se observa que tenía ya una singular conciencia de su
relación con su Padre celestial. Pero todo en suma, muestra desarrollo y crecimiento, que es algo inherente a la
naturaleza humana. En esto la sencillez de los evangelios contrasta con las fantásticas historias que sobre la infancia y
juventud de Cristo presentan los evangelios apócrifos, retratando un niño Jesús que da vida a pájaros hechos de arcilla,
etc.

b) Limitación de conocimiento. Jesús hizo preguntas muchas veces. Algunas ocasiones él ya sabía la respuesta
y la razón de la pregunta era guiar a la persona a la fe, como en Juan.6:6. Pero en otras ocasiones su pregunta tenía
como objeto adquirir conocimiento, como por ejemplo en Marcos 6:38; 9:21; Juan 11:34. Incluso en una ocasión
explícitamente habla de limitación de conocimiento (Marcos 13:32). Mas al lado de esto es necesario hacer notar que en
otras ocasiones Jesús mostró poseer un conocimiento sobrenatural; por ejemplo supo los pensamientos de otros (Lucas
6:8; 9:47), conoció detalles sobre el pasado de las personas (Juan 4:29) y sobre la condición espiritual de las mismas
(Juan 1:47,48). Por lo que es necesario admitir que al lado de la limitación de conocimiento, coexistía en él otro
conocimiento sobrenatural.

c) Experiencias físicas y emocionales. En los evangelios vemos a Jesús experimentando hambre (Marcos 11:12),
sed (Juan 19:28), cansancio (Juan. 4:6), etc. que son sensaciones físicas; pero también otras emocionales como gozo
(Juan 15:11), tristeza (Mateo 26:37), sorpresa (Marcos 6:6), simpatía (Mateo 9:36), enojo (Marcos 3:5), etc. Todo esto
indica claramente la existencia de un alma humana en Cristo, ya que solamente el alma puede experimentar tales cosas,

d) Experiencias espirituales. Como por ejemplo su asistencia a la sinagoga (Lucas 4:16) y su práctica de la
oración (Lucas 6:12), así como el cumplimiento de las fiestas religiosas judías (Juan 2:13; 5:1). Incluso él llegó a
experimentar la tentación (Marcos 1:13), si bien nunca conoció el pecado (Juan 8:46), ya que éste no es parte inherente
de la naturaleza humana.

El testimonio apostólico

Aquí también volvemos a encontrar innumerables pruebas que evidencian la humanidad de Jesús. Pedro en el día de
Pentecostés habló de él como de un "varón aprobado por Dios" (Hechos 2:22), y Pablo en 1 Timoteo 2:5 explícitamente
le llama "Jesucristo hombre". Aparte de estas referencias hay otras que corroboran esto:

a) Muchos pasajes hablan sobre su ascendencia humana. "Del linaje de David según la carne" (Romanos
1:3).En Gálatas 3:16 es la simiente de Abraham, y en Gálatas 4:4 es "nacido de mujer".

b) Otros hablan de su naturaleza humana. De que Jesús fue en todos los aspectos semejante a nosotros, menos
en el pecado; véase por ejemplo Hebreos 2:14,17 y 4:14,15 donde se enfatiza de tal manera su humanidad que ella es la
base de la obra de redención y de su ministerio sacerdotal.

c) En otros lugares se nos habla de su debilidad y fragilidad, como en Hebreos 5:7-9 y Filipenses 2:5-8.

d) Importantes son también las descripciones de Cristo como el postrer Adán. Ver 1 Corintios 15:20-23,45-47 y
Romanos 5:15-19. Si Cristo tenía que ser representante de los hombres, tenía por fuerza que ser hombre.

e) Las frecuentes alusiones a su sangre. Si derramó su sangre, quiere decir que era un ser humano de carne y
hueso, no un fantasma. (Hebreos 9:12-14).

Importancia teológica de la humanidad de Cristo

a) Garantiza una verdadera Encarnación.

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Si la humanidad de Cristo no es real en algún punto, Dios no ha descendido entonces hasta el nivel del hombre, y por
tanto hasta el nivel de su necesidad. Si ha de haber una Encarnación que tenga valor, ha de ser exactamente como la
nuestra; por eso la humanidad de Cristo llena este requisito, porque fue "en todo semejante a sus hermanos" (Hebreos
2:17).

b) Es el fundamento para que haya Expiación


Dado que era el hombre el que había pecado, tenía que ser hombre quien pagara la culpa.

c) Es la base de un ejemplo perfecto.


El Nuevo Testamento nos habla sobre el ejemplo de Cristo como modelo para nuestra conducta. Pero ello es debido a
que fue hombre también.

d) Nos señala nuestro destino eterno.


El resucitado es cabeza de una nueva raza de hombres resucitados.

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Lección 2ª - La Deidad de Cristo

Introducción

Si hay una verdad bíblica que en nuestros días está siendo negada desde diferentes ángulos, ésa es la Deidad de Cristo;
por tanto hemos de considerar la evidencia bíblica con renovado deseo de encontrar base que sustente tal verdad.

La conciencia que Cristo tenía de su Deidad

Al leer los evangelios vemos que hay dos cosas que no podemos dejar de considerar: En primer lugar la conciencia que
tenía de su singular relación con Dios. Incluso cuando todavía era un niño ya era consciente de tener una relación
especial con Dios; nótese que mientras María le dice: ''He aquí, tu padre y yo..." Jesús le contesta: "¿No sabíais que en
los negocios de mi Padre…?"(Lucas 2:48-49).

Él habló en innumerables ocasiones sobre la paternidad de Dios, pero siempre dejó claro que Dios era su Padre en un
sentido exclusivo y único. Siempre habló de "mi Padre", "vuestro Padre" o "el Padre"; pero jamás de "nuestro Padre", y
esta exclusividad se aprecia cuando Jesús le dice a María Magdalena tras su resurrección: "Subo a mi Padre y a vuestro
Padre" (Juan 20:17). Lo cual indica que si bien los redimidos son hijos de Dios, lo son por adopción, mientras que la
filiación de Jesús es de un sentido más profundo, esto es, de naturaleza. En relación con esto está el título "Hijo de Dios"
que Jesús aceptó de otros, por ejemplo en Mateo 16:16; Lucas 22:70 y Juan 1:49. Que esta filiación es única en su
naturaleza es algo que se deduce de Mateo 11:27, donde las relaciones entre Padre e Hijo son de tal carácter que
ambos tienen un conocimiento completo el uno del otro. (Es importante resaltar que en dicho pasaje el verbo que se
emplea no es simplemente "conocer" sino "conocer completamente", epiginosko. Si el Hijo fuera inferior al Padre no
podría conocerle completamente).

En Juan 10:30 volvemos a encontrar que Jesús se identifica con el Padre en tal manera que dice que ambos son "uno".
El griego usa el vocablo neutro "hen" que literalmente significa "una cosa". Ahora bien, algunos sostienen que tal vocablo
al ser usado por Jesús para describir la unidad de la Iglesia en Juan 17:21-22 resta eficacia al aplicarlo al Padre y al Hijo,
pero hay que notar a este respecto dos cosas: Que la unidad de la que Jesús está hablando y pidiendo para la Iglesia es,
precisamente una unidad de naturaleza, producida por el Espíritu Santo, y en segundo lugar Jesús está comparando y
no identificando la unidad entre el Padre y el Hijo y la unidad de la Iglesia, y ello se ve en el uso del adverbio "katos" que
se traduce "como", aunque el griego posee vocablos para expresar identidad, como "isos" que significa "igual" y "homos"
que quiere decir "mismo".
Los judíos mismos cayeron en la cuenta de que Jesús estaba haciéndose igual a Dios como vemos en Juan 5:18.

La segunda cosa notable que hay que considerar es su sin par sentido de la autoridad. Ya fuera en palabras o actos
Jesús mostró una autoridad que nadie se atrevería a reivindicar. Consideremos su actitud hacia instituciones del Antiguo
Testamento, como es la ley. Él reclamó autoridad para modificarla o darle su recto sentido (Mateo 5:17-48), y esto no lo
basó apoyándose en la enseñanza o autoridad de otros, sino en su propia autoridad ("pero yo os digo").

Hacia el matrimonio la ley reconocía una provisión rara el divorcio, pero Jesús proclamó un ideal más alto (Mateo 5:31-
32). También reivindicó tener autoridad sobre el sábado (Marcos 2:28); ahora bien, dado que el sábado era una
institución divina, reclamar señorío sobre el sábado implicaba igualdad con Dios.
Igualmente en sus actos Jesús hizo cosas que sólo Dios puede hacer: perdonó pecados (Marcos 2:10), que es una
prerrogativa divina como los escribas rectamente juzgaron, y adujo tener las otras prerrogativas de
dar vida y juzgar (Juan 5:21-22), para que se le diera el mismo honor al Hijo que al Padre.

Finalmente hay que señalar la mutua inmanencia que se da entre el Padre y el Hijo, esto es, que el Padre está en el Hijo
y viceversa, lo cual hace inútil la petición de Felipe: "Señor, muéstranos el Padre, y nos basta." Véase Juan 10:38; 14:10-
11, donde es interesante constatar que el original no lleva el verbo "ser" o "estar" en la expresión "yo soy en el Padre" y
"el Padre está en mí", dando así a esta inmanencia mutua entre las divinas Personas no un carácter accidental, sino
esencial.

La evidencia de los evangelios

Los evangelios añaden base a la Deidad de Jesús. En primer lugar notemos que su concepción se debe a la acción
directa del Espíritu Santo. Y en este sentido Mateo ve en ello el cumplimiento de la antigua promesa: "Y llamarás su
nombre Emmanuel, que traducido es Dios con nosotros. " (Mateo 1:23). Juan en el inicio de su evangelio explica que
"aquel verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros"(Juan 1:14), ahora bien la palabra para "habitar" es exactamente

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"poner tabernáculo" en este pasaje, con lo que Juan está haciendo un claro paralelismo entre el antiguo tabernáculo
donde Dios moraba y el nuevo, la carne que asumió el Verbo.

También podemos ver el testimonio que el Padre da de él desde los cielos (Mateo 3:17; Marcos 9:7) al proclamar
públicamente a Jesús como su Hijo. Notemos en este sentido que la categoría "Hijo" es de naturaleza, mientras que la
de "Rey", "Enviado", "Profeta" y otras, son categorías de función, aplicables por tanto a otros, si bien en sentido
primigenio sólo a Dios. Por lo que tal proclamación contiene la confesión y revelación de la Deidad del Hijo por el Padre
a los hombres.

También hemos de incluir la impresión que Jesús hizo sobre los hombre; (Lucas 5:8) y especialmente el testimonio de
Tomás: "Señor mío y Dios mío" (Juan 20:28) que sin rodeos afirma su Deidad. Algunos han dicho esto fue una
exclamación de sorpresa, pero esto es insostenible ante el hecho de que un judío no mencionaba el nombre de Dios en
vano, y además el Espíritu Santo, inspirador de la Escritura, no iba a permitir que una trivialidad semejante quedara
escrita en un lugar tan trascendental como es ese pasaje.

En varías ocasiones Jesús recibió adoración, algo que sólo Dios puede recibir, y nuca la rechazó (Mateo 2:11; 11:33;
28:9; Juan 9:38). En ciertos momentos Jesús desplegó un poder que no se diferencia de la Omnipotencia divina,
causando asombro y admiración en los que vieron tales prodigios (Marcos 4:41; Lucas 4:36).

Los nombres Verbo y Señor

Ya hemos visto que la expresión "Hijo de Dios" señala a la Deidad de Cristo, y también vimos que la otra de "Hijo del
Hombre" tiene una acepción en el mismo sentido. Ahora vamos a considerar otros dos nombres de suma importancia:
Verbo y Señor.

El vocablo Verbo (logos) aplicado en sentido personal a Cristo aparece cinco veces en las Escrituras (Juan l:l,l4; 1 Juan
l:l; 5:7; Apocalipsis 19:13). Logos fue un término ampliamente usado en el mundo antiguo. En el Antiguo Testamento la
Palabra de Dios no era solamente un sonido articulado que expresa una idea: la Palabra hacía cosas. Es el agente de la
creación (Sa1mo 33:6) y de la revelación (Jeremías 1:4; Ezequiel 3:16). De igual modo el logos en Juan es el agente de
la creación (Juan l:3) y de la revelación (Juan l:4,9). Un paso más en el Antiguo Testamento lo hallamos en la
personificación de la Sabiduría, en Proverbios 8, a la cual se atribuye eternidad y actividad creadora.

En Juan 1:1 el logos es explícitamente llamado Dios: "theos en ho logos" Algunos sin embargo han señalado que la
omisión del artículo que es usual delante del nombre indica que el logos era divino, pero no de la misma esencia de Dios.
La ausencia de artículo delante de "theos" indica que es el predicado, lo que se dice del sujeto, de la oración, y que
"logos" es el sujeto de la misma. Si Juan hubiera intentado decir que "el logos era divino" podía haber usado una palabra
más apropiada para ello: "theios".

El título Señor (kurios), tiene dos principales acepciones: en primer lugar es un tratamiento de cortesía, tal como
nosotros lo usamos también. Véase por ejemplo Mateo 21:30; Lucas 13:8; 14:22, etc. En este sentido Jesús también es
llamado "señor" como en Mateo 20:33; pero en otros ejemplos el término "kurios" va más allá de ser un mero trato de
cortesía. De hecho tal título es privativo de Dios en el Antiguo Testamento, donde los masoretas se encargaron de
diferenciar en el texto hebreo la acepción corriente y la especial del término con la lectura "Adoni" y "Adonai",
respectivamente.

Jesús cita en Marcos 12:36-37 el Salmo 110, aplicándose a sí mismo el titulo "Señor". En el evangelio de Lucas es
donde más significativamente aparece este término en su alta acepción. Véase Lucas 2:11 y 3:4. En Lucas 6:46 este
término implica una obediencia por parte del hombre que sólo a Dios puede darse y sólo él puede reclamar. Lucas usa
este título como la manera apropiada y conveniente para hablar de Jesús (Lucas 7:13,31; 11:39; 17:6... etc.). También
es la forma corriente para mencionarle que usan los primeros discípulos (Lucas 24: 34).

Pero donde este término va a adquirir su gran significación es en la Iglesia primitiva. Hay tres maneras en las cuales tal
nombre va a usarse: en primer lugar como profesión (homología) de .fe. En efecto, la más concisa y singular declaración
de fe era: Jesús es Señor, como vemos en Romanos 10:9; 1 Corintios 12:3; Filipenses 2:11. La homología (literalmente
"decir lo mismo") implicaba la lealtad del profesante hacia quien era el objeto de su profesión.

En segundo lugar se usa en la oración y adoración. Ver Hechos 7: 59; 1 Corintios 1:2; 2 Corintios 12:8. La oración a
Jesús como Señor implica un reconocimiento de su Deidad. Y en tercer lugar hay varios ejemplos en que citas del
Antiguo Testamento referidas a Jehová como Adonai, son aplicadas a Cristo como kurios, en el Nuevo Testamento.
Compárese Isaías 6:1 con Juan 12:41; Joel 2:32 con Romanos 10:13; Jeremías 9:24 con 1 Corintios 1:30-31; Isaías
45:23 con Romanos 14:10-12, etc.

En esta acomodación del nombre divino "Señor" de Jehová a Cristo, tenemos una evidencia contundente de la igualdad
de Jesús con el Padre.

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El testimonio apostólico

Hay varios ejemplos en los que Cristo es llamado Dios por los apóstoles, tales como Tito 2:13; Hebreos 1:8; l Juan 5:20;
Romanos 9:5, etc. Este último pasaje es muy controvertido debido a que algunos lo puntúan de diferente forma, pero
entonces queda desprovisto de artículo el nombre "theos", por lo que más que razones gramaticales, parecen ser
razones de otro tipo las que mueven a aquellos que así se conducen.

Los grandes pasajes cristológicos aluden evidencia a la Deidad de nuestro Señor. Véase Colosenses 1:15-19 y 2:9. Este
último pasaje bastaría para probarlo; en efecto, ahí se habla de que la plenitud de la Deidad (theótetos) habita
corporalmente en Cristo; comparando este pasaje con Romanos 1:20 donde se afirma que "las cosas invisibles de él, su
eterno poder y divinidad (theiótes)" vemos que hay una mínima, pero sustancial diferencia entre theótes y theiótes. La
segunda habla acerca de atributos que Dios ha mostrado por la obra de creación. Pero la primera muestra que la
esencia de Dios habita en Cristo, es decir que El es absoluta y perfectamente Dios.
Véase también He.1:3 y Fil.2:5. En todos estos pasajes cristológicos se adscriben a Cristo funciones exclusivamente
divinas: tales como crear y sustentar el mundo.

Los apóstoles hablaron también de su preexistencia, que en Hebreos 8:3 implica eternidad; de su filiación, que conlleva
igualdad con el Padre como en Hebreos l:l-14; y de su exaltación o posición preeminente a la diestra del Padre (Efesios
1:19-22; Colosenses 3:1), de modo que su humanidad ha sido también glorificada.

Los apóstoles también le proclamaron objeto de su fe, lo cual presupone Deidad, como por ejemplo Hechos 2:38; 4:12;
16:31. Tomando en conjunto todas estas evidencias no hay duda de que para los apóstoles Cristo es Dios.

Pasages que sugieren subordinación

Hay ciertos pasajes que parecen hablar de Cristo como sujeto a Dios o que su gloria es un don que el Padre le da. En
primer lugar hemos de considerar que algunos se refieren a su vida encarnada, y como tal estaba sujeto al Padre y
podía ser exaltado y recompensado. Otros tratan sobre funciones como 1 Corintios 15:24, donde la sumisión no se
refiere a las relaciones personales sino a las posiciones oficiales. Pero en ninguno de estos casos vemos que estos
pasajes traten sobre su naturaleza.

Importancia teológica de la Deidad de Cristo

La Deidad de Cristo es vital para la fe cristiana ya que ello afecta a la revelación: Jesús es presentado en la Escritura
como la perfecta y completa revelación del Padre (Juan 14:9; Hebreos 1:1). Solo Dios puede revelar a Dios, porque solo
quien es Dios en sí mismo tiene el conocimiento necesario (Juan 1:18). Sí Cristo es menos que Dios su revelación es
incompleta. Y también afecta a la redención: el pecado ha abierto una brecha entre el hombre y Dios que sólo Dios
puede cerrar. Es esencial que Cristo sea hombre y Dios para hacerlo.

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Lección 3ª - La Encarnación

Evidencia en la Escritura

Ya en el Antiguo Testamento encontramos algún avance de la Encarnación en determinadas teofanías en que Dios
aparece bajo forma humana. Tal vez el pasaje más significativo sea la teofanía de Mamre en Génesis 18 donde Dios
aparece a Abraham como un varón que viene a anunciarle el nacimiento de Isaac. En otros lugares hallamos que es el
ángel de Jehová el que se manifiesta como hombre (Josué 5:13-15; Jueces 6:12-22; etc.). Sin embargo esto sólo puede
considerarse como sombras o anticipos de la realidad que en el Nuevo Testamento se efectuará.

Vamos a considerar algunas de las implicaciones y aplicaciones que la Encarnación tiene.

La Encarnación presupone la pre-existencia y Deidad de Jesucristo. En efecto, dicho término sólo puede ser usado por
alguien que tenga existencia previa, y las Escrituras dan abundante confirmación de esto, ya que hablan en numerosas
ocasiones del Hijo como siendo enviado. De hecho el término "enviado" es uno de los más corrientes para referirse a
Jesús en el evangelio de Juan. Otros pasajes hablan explícitamente de su existencia anterior a la Encarnación (2
Corintios 8:9; Filipenses 2:5-8). También implica Deidad. La doctrina cristiana expresada por Juan es que el Verbo (que
es Dios) se hizo carne; nunca al contrario, pues no hay ninguna base en la Escritura que sustente el concepto de un
hombre elevado a rango divino como, por ejemplo, el adopcionismo enseñó. Por otro lado en 1 Timoteo 3:16
encontramos condensado lo que Pablo llama "el misterio de la piedad", que consiste precisamente en la manifestación
de Dios en carne. Sobre este pasaje ha habido y hay gran controversia debido a que muchos manuscritos no tienen la
palabra theos (Dios), sino hos (quien). Aun suponiendo esta última lectura, hay que hacer notar que hos es el resultado
de abreviar la expresión ho theos, lo cual era muy corriente en aquel tiempo; además como Spurgeon ha señalado
¿dónde estaría la grandeza de este misterio si el que se hubiera manifestado en carne no hubiera sido Dios? pues nada
extraordinario hubiera supuesto que un ángel se manifestara en carne, ni ello hubiera sido un misterio (secreto
escondido), y tampoco tendría sentido la expresión "visto de los ángeles". Luego si no fue ángel ni, por supuesto, hombre
el que se manifestó en carne, hay que concluir necesariamente que tuvo que ser Dios.

La Encarnación es un acto personal de la segunda persona de la Trinidad. Aquí hay que hacer notar dos cosas: en
primer lugar que, debido a la unidad de operaciones que hay en la Trinidad, la Encarnación es una obra en la que
participan cada una de las tres divinas personas (Lucas l: 35), como ocurrió en la creación del mundo. Pero dicho esto
hay que señalar que el que se encarnó fue el Hijo, no el Padre ni el Espíritu Santo, y que tal acto fue activo y no pasivo.
Nótese la fuerza del "a sí mismo" en Fil.2:7-8.

Es correcto por tanto decir que "Dios se hizo hombre", ya que en tanto el Verbo es Dios, ha sido Dios quien se ha
encarnado, pero al mismo tiempo hemos de retener que tal acto fue obra de la segunda persona de la Trinidad.

La Encarnación tiene como causa el amor de Dios y el pecado del hombre. Sobre este asunto los teólogos han debatido,
y debaten, si el Hijo de Dios se habría encarnado si Adán no hubiera pecado, ya que les parece algo demasiado grande
sujetarlo a la arbitrariedad del pecado humano, y también porque la obra de Cristo implica más que hacer expiación
según Efesios 1:10. Algunos hasta llegaron a decir que la razón del pecado de Satanás fue el saber que tendría que
adorar a un Hombre; es obvio que esto es mera especulación.
La Escritura da como razón de la Encarnación el pecado del hombre. De hecho el primer anuncio de tal obra es hecho a
raíz del primer pecado (Génesis 3:15). También el Nuevo Testamento da abundantes pruebas de ello (Marcos 10:45;
Lucas 19:10; Juan 3:16; Gálatas 4:4; 1 Juan 3:8).

La unión hipostática

Juan habló en su evangelio, de que "el Verbo se hizo carne" (Juan 1:14). Ahora bien, esto no significa que por el hecho
de encarnarse el Verbo dejó de ser Dios para convertirse en hombre, o que perdió, aunque sea temporalmente, algunas
de las cualidades divinas para recuperarlas tras su ascensión. Significa que el Hijo de Dios, sin dejar de ser Dios, tomó
una naturaleza humana completa en la cual habitar, de manera que la persona y naturaleza del Verbo asumió una
naturaleza humana, sin que ninguna de las naturalezas, divina y humana, que hay en él pierdan por el hecho de tal unión
alguna de sus propiedades características, sino que ambas mantienen y retienen íntegras tales propiedades. Es falso
por tanto decir que como resultado de la Encarnación la naturaleza divina y la humana se han mezclado para formar una
tercera cosa.

La unión (no mezcla) de la naturaleza humana y divina se realiza en la persona del Verbo (que es divina). Por eso se
llama unión hipostática, de hipóstasis (persona). Tal unión es indisoluble y eterna, de manera que ni aún en los tres días
que Cristo estuvo muerto se rompió, ya que lo que allí sucedió fue una separación del alma y cuerpo de Cristo. En Cristo,
pues, sucede lo contrario que en la Trinidad, pues en él hay dos naturalezas (divina y humana) y una persona (divina),
mientras que en la Trinidad hay una sola naturaleza y tres personas.

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El tomó, pues, una naturaleza humana, no una persona humana; así que hablamos de dos naturalezas, no dos personas,
unidas en una persona.

Una consecuencia de la unión hipostática es la comunicación de propiedades (communicatio idiomatum) por la cual se
puede atribuir impropiamente, aunque no sin fundamento, tanto las cualidades propiamente humanas o divinas a la
persona del Verbo, y esto se prueba por los pasajes que dicen: "nunca habrían crucificado al Señor de gloria."(1
Corintios 2:8) o "palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida."(1 Juan 1:1). Ciertamente, como enseña Calvino,
Dios no puede padecer ni ser tocado, mas como aquel que era verdadero Dios y hombre, Jesucristo, padeció y fue
tocado, lo cual tuvo lugar en su naturaleza humana, eso es atribuido a su persona que es divina. Igualmente cuando
decía mientras vivía en el mundo, que nadie había subido al cielo más que el Hijo del Hombre que estaba en el cielo
(Juan 3:13), ciertamente que él, en cuanto hombre, no estaba en el cielo; mas como era Dios y hombre, en virtud de las
dos naturalezas atribuía a una lo que era propio de la otra.

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Lección 4ª - Errores sobre la persona de Cristo

Ya hemos visto que el problema central sobre la persona de Cristo es el de cómo pueden estar unidas dos naturalezas
diferentes (divina y humana) en una sola persona. Para dar solución a este misterio se hicieron muchos y variados
intentos, algunos de los cuales vamos a estudiar aquí; de ellos hubo los que queriendo dar una solución racionalmente
satisfactoria despojaron a Cristo de alguna parte fundamental de su ser. Algunos de estos errores antiguos sobreviven
en nuestros días quizás con otros nombres o etiquetas, pero en el fondo son los mismos. Nosotros hemos de tener
presente, como ya dijimos, que un conocimiento exhaustivo de la persona del Hijo solamente lo tiene el Padre, por lo que
habrá cosas que más que razonar habremos simplemente de contemplar y adorar, ante la grandeza y profundidad del
misterio.

Docetismo

Uno de los más antiguos intentos de imaginar a un Dios-hombre, engendrado desde la eternidad de Dios Padre y dado a
luz en el tiempo por una virgen madre, infinito e inmortal y a la vez limitado y mortal, fue el docetismo. Dado el escándalo
y la locura que una doctrina así producía tanto en judíos como griegos, se puede considerar al docetismo como el primer
intento de eliminar tal locura del sistema cristiano. La palabra doceta viene del griego "dokein" (parecer), que viene a
constituir la explicación de este sistema. Según el cual la naturaleza humana de Cristo fue una mera apariencia, algo que
no tenia esencia sino que a los hombres les parecía que él era hombre; por lo tanto el Hijo de Dios no padeció en la cruz.

Este sistema estaba vinculado al gnosticismo que enseñaba que al ser la materia mala, Dios no podía tener asociación
con ella, así que sí Jesús es Dios su carne tuvo que ser pura apariencia.
Esta herejía ha de remontarse hasta el tiempo mismo de los apóstoles pues en las cartas de Juan encontramos la
insistencia en el hecho de que Jesucristo ha venido en carne (1 Juan 4:2-3; 2 Juan 7).

También Ignacio de Antioquía († 107) avisa a los cristianos que tengan cuidado con los que enseñan esto: "Tapaos,
pues los oídos cuando alguien vena a hablaros fuera de Jesucristo, que desciende del linaje de David y es hijo de María;
que nació verdaderamente y comió y bebió; fue verdaderamente perseguido bajo Poncio Pilato, fue verdaderamente
crucificado y murió... El cual además resucitó verdaderamente... Ahora bien, si como dicen algunos, gentes sin Dios,
quiero decir sin fe, sólo en apariencia sufrió -y ellos sí que son pura apariencia- ¿A qué estoy yo encadenado? Luego de
balde voy a morir. Luego falso testimonio doy contra el Señor, Huid por tanto de esos retoños malos, que llevan fruto
mortífero."
Es obvio que esta enseñanza, al negar la realidad de la Encarnación, destruye el fundamento de la salvación.

Ebionismo

Los ebionitas fueron una secta judeo-cristiana ya activa en el siglo I y que pervivió, si bien minoritariamente, durante
unos siglos más. La palabra ebionita deriva del hebreo "ebion", pobre, y ellos se consideraban los pobres a los cuales
Dios había escogido como su posteridad espiritual. Ellos veían en Jesús al más grande profeta que por su celo y
cumplimiento de la Ley Dios había ungido como Mesías, pero no había divinidad en su persona. Así que para ellos Jesús
era puramente humano, el hijo natural de José y María. Esta manera de ver a Jesús podemos encontrarla en muchos
hoy en día que lo ven como un gran maestro religioso o un gran profeta.

Las grandes controversias

Durante los siglos cuarto y quinto tuvieron lugar las grandes controversias sobre la persona de Cristo que sacudieron a
toda la Iglesia y que guiaron a la declaración final del Concilio de Calcedonia sobre es te asunto. Hubo dos centros
fundamentales del saber cristiano en la antigüedad: Antioquía y Alejandría. Ambos tuvieron escuelas de donde salieron
algunos de los más prominentes teólogos y maestros cristianos de todos los tiempos, pero también de donde salieron las
herejías más perniciosas que haya habido.

Ambas escuelas tenían un enfoque distinto y un énfasis diferente en cuanto a la interpretación de la Escritura. La
escuela de Alejandría, que tuvo como a uno de sus directores a Orígenes, subrayaba la interpretación alegórica del texto
y enfatizaba a Cristo como Logos, poniendo así el acento en su Deidad, de modo que la humanidad de Cristo quedaba
casi anulada. La escuela de Antioquía, en cambio, propugnaba el método histórico-gramatical para la correcta exégesis
del texto sagrado, con lo que prevalecía lo literal sobre lo alegórico, con lo que la humanidad de Cristo quedaba
perfectamente enseñada a costa de su naturaleza divina.

La escuela de Alejandría formó a algunos de los teólogos más importantes de todos los tiempos, como Atanasio y Cirilo,
pero de ella salió el monofisismo. La de Antioquía formó a hombres como Juan Crisóstomo pero engendró el arrianismo.

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Arrianismo

Arrio suscitó una gran herejía al tratar de explicar la relación entre Dios y Cristo. Para salvar la unidad de Dios privó a
Cristo de naturaleza divina, con lo que hacía de él menos que Dios y perfecto hombre. El Hijo había sido creado y
solamente en previsión a sus méritos, el Padre le había ensalzado por encima de las demás criaturas. Hubo un tiempo
por tanto en que el Hijo no era y como es de naturaleza diferente a Dios no puede conocerlo perfectamente. Se le llama
Verbo y Dios impropiamente, ya que no lo es esencialmente. Arrio creyó que de esta manera solucionaba el problema de
cómo dos naturalezas pueden estar unidas en una Persona.

Apolinarismo

Esta herejía proviene de Apolinar de Laodicea (†390) quien aunque fue un campeón de la ortodoxia contra los arrianos,
él mismo cayó en el error opuesto. Su error fundamental consistía en la mutilación de la humanidad de Cristo; afirmaba
que en el hombre coexisten cuerpo, alma y espíritu, de los cuales el segundo elemento es el alma irracional o animal, el
principio de vida; el tercero, el espíritu, es el alma racional, el principio que controla. Según Apolinar, en Cristo se daban
el cuerpo humano y el alma irracional, pero el tercer elemento, el espíritu, estaba reemplazado por el Logos divino, con
lo que su Deidad era completa, pero su humanidad no. Dio dos razones para pensar así: una razón metafísica, que dos
seres perfectos, Dios y hombre, no pueden producir una unidad sino una mezcla, y una razón psicológica, que el espíritu
es la sede donde se escoge el bien o el mal, lo cual haría a Cristo capaz de pecar. En una de sus obras afirma: "No hay
separación entre el Logos y su carne mencionada en las Sagradas Escrituras, sino que el mismo es una sola "physis",
una sola "hvpostasis", un solo poder, un solo “prosopon", perfecto Dios y perfecto hombre." Esta teoría daba una
solución en favor de la impecabilidad de Cristo, pero al negar que Cristo tuviera alma humana, la parte más importante
de la naturaleza humana, Apolinar vaciaba de su significado la encarnación y la redención; no es extraño, pues, que
contra esta enseñanza se levantaran las voces de algunos oponentes. Concretamente fue Gregorio de Nacianzo quien
escribió: "Todo aquel que sostenga que en Cristo no hay alma humana, suprime el muro de separación entre Dios y el
hombre".

Nestorianismo

La controversia con Apolinar hacía necesario enfatizar y preservar la humanidad de Cristo; como una reacción contra el
monofisismo Nestorio pensó en las dos naturalezas de Cristo de una forma tal que implícitamente enseñó que en él hay
dos personas, una divina que es el Logos, que mora en una persona humana, dividiendo así las dos naturalezas y dando
a la humana subsistencia propia, con lo cual se quebraba la unidad de la persona en Cristo. Como consecuencia de esta
enseñanza Nestorio concluyó que no se puede dar a María el titulo de "Madre de Dios", sino solamente el de madre de
Cristo. Pero esta posición fue declarada herética, ya que la expresión Madre de Dios, dada a María es una consecuencia
de la comunicación de propiedades, pues como escribió Cirilo: "Como la santa virgen engendró según la carne a Dios
unido personalmente a la carne, por eso decimos de ella que es madre de Dios (Theotokos), no en el sentido de que la
naturaleza del Verbo tomara de la carne el comienzo de existencia, porque El "era en el principio" y "el Verbo era Dios y
el Verbo estaba en Díos"... sino, porque, como hemos dicho antes, habiendo asumido personalmente la naturaleza del
hombre, aceptó el ser engendrado de su seno según la carne."

Eutiquianismo

Eutiques, en reacción a Nestorio, enseñó que si bien Jesús tenía dos naturalezas, el efecto de la unión de ambas había
sido que la divina había absorbido a la humana, de manera que constituyeron ambas una sola naturaleza, que es divina.
Esto, por supuesto, es una forma de monofisismo.

Declaración de Calcedonia

Con el fin de establecer una formulación cristológica que condensase la doctrina ortodoxa, se celebró el concilio de
Calcedonia, en el año 451, que fijó definitivamente la posición que hoy aceptan todas las confesiones cristianas:
"Siguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos a confesar un solo y el mismo Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, el mismo perfecto en divinidad, así como en humanidad; verdaderamente Dios y verdaderamente hombre,
con alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y consustancial con nosotros en. cuanto
a la humanidad... engendrado del Padre antes de todos los siglos en cuanto a la Deidad; y en estos últimos días, por
nosotros y por nuestra salvación, nacido de la virgen María, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que uno y el
mismo Cristo, ha de ser reconocido en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, sin que

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sea suprimida la diferencia de las naturalezas a causa de la unión sino quedando más bien a salvo la propiedad de cada
naturaleza, y concurriendo ambas en una, sola persona y subsistencia..."

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Lección 5ª - El nacimiento virginal

En la doctrina cristiana sobre el nacimiento de Cristo hay tres afirmaciones que deben hacerse; primera, que la madre de
nuestro Señor fue una virgen; segunda, que la concepción fue milagrosa y tercera, que el agente realizador fue el
Espíritu Santo.

La madre del Señor fue virgen

La información sobre la concepción y el nacimiento de Cristo la tenemos en Mateo 1:18-25 y Lucas 1:34-35, y en ambos
pasajes se enseña que tal concepción fue realizada sin concurso de varón en una mujer virgen. La palabra "virgen" es la
que ambos evangelistas utilizan. Mateo usa la profecía de Isaías 7:14 "He aquí una virgen concebirá y dará a luz un
hijo..." Este pasaje ha sido, y es, objeto de controversia ya que el texto hebreo no contiene la palabra "virgen" (betulah),
sino "doncella" (almah); sin embargo sobre esto hay algunas consideraciones que hacer: es verdad que en Isaías la idea
de virginidad no destaca, pero tal cosa es debida a que la idea principal allí es la de Emmanuel, también el término
hebreo almah significa "mujer en edad de casarse", con lo que la idea de virginidad, sin ser explícita, está implícita.
Además los traductores de la Septuaginta, la primera versión griega del hebreo, tradujeron el término almah como
"virgen" (partenos) y ésta fue probablemente la traducción que usó Mateo para el evangelio. Algunos también han
señalado que en contraste con Isaías, donde la idea de Emmanuel opaca la de virginidad, Mateo hace destacar también
en su evangelio esta otra idea, trayendo a la luz en su pleno significado la profecía.

En conexión con este asunto de la virginidad de María se hallan las genealogías de Jesús que encontramos en Mateo
1:1-17 y Lucas 3:23-38. En la primera hallamos que Mateo se cuida muy bien de establecer la diferencia de todas las
concepciones de su lista y la de Jesús, ya que cuando llega a José, en lugar de decir como antes había dicho "José
engendró a…", hace una excepción y escribe: "José, marido de María, de la cual nació Jesús..." estableciendo así que
Jesús no fue engendrado por José. En este sentido se ha dicho que dado que José era descendiente de Jeconías
(Mateo 1:11-12), y Jeconías no iba a tener descendientes que fueran reyes a causa de la palabra contenida en Jeremías
22:24-30, si Jesús hubiera sido engendrado por José automáticamente hubiera quedado inhabilitado para pretender
derechos dinásticos sobre el trono de Israel. La genealogía que Lucas presenta es totalmente diferente a la de Mateo y
esto es así por una razón: Lucas traza la lista de antepasados de Jesús, no por la línea de José, sino por la de María, lo
cual se hace claro cuando examinamos Lucas 3:23; allí vemos que el evangelista ha hecho dos cosas: en primer lugar
delante del nombre "José", ha explicitado la expresión "según se creía"; en segundo lugar, y para añadir fuerza a lo
anterior, ha eliminado de delante del nombre "José" el artículo "tou" que es el que expresa relación de pertenencia y se
traduce por "de"; tal artículo está delante de todos los demás nombres, por lo que nos vemos obligados a deducir que
José no forma parte real de la lista, y que el primer antepasado de Jesús en ella es Elí, que debía ser el padre de María.
La ausencia del nombre de María se explica por la costumbre de no incluir el nombre de la madre en las genealogías.
María descendía de David, no por la línea de Jeconías como José, sino por la de Natán, otro hijo de David (Lucas 3:31-
32).

La concepción fue milagrosa y todo intento de racionalizarla conducirá al fracaso, ya que aquí, como con la resurrección,
entramos en la esfera de lo sobrenatural y, dado que los evangelios guardan silencio sobre el "cómo" de la operación,
igualmente nosotros hemos de mantener un reverente reconocimiento del hecho, "porque nada hay imposible para Dios."
(Lucas 1:37).

Ya hemos visto que el sujeto activo de la operación fue la segunda persona de la Trinidad, el Verbo, que fue quien se
encarnó en el vientre de María; pero según vemos en Mateo 1:18, 20 y Lucas l: 35 el agente que obró para que tal hecho
se produjera fue el Espíritu Santo. Esto no debe extrañarnos, sino que es una prueba de la unidad de operaciones y de
voluntad que existe en la Trinidad y que manifiesta la unidad de esencia entre las tres personas. En el caso del
nacimiento humano por generación natural, el hombre como descendiente de Adán hereda dos cosas: la culpa del
pecado (Romanos 5:12) y la corrupción que se manifiesta en la inclinación al mal (Efesios 2:3), como muy bien expresa.
David en el Salmo 51:5; ahora bien, dado que la concepción de Cristo no fue causada por generación natural, sino por la
acción directa del Espíritu Santo, su humanidad ha quedado preservada de estos dos aspectos que heredan los hijos de
Adán. Tal separación del pecado es esencial a su obra de redención. Véase Hebreos 7:26 y 1 Pedro 1:19 al respecto.

Objeciones al nacimiento virginal

Ya hemos visto que la doctrina del nacimiento virginal de Cristo está sustentada por Mateo y Lucas. Desde el principio la
Iglesia tomó este hecho como artículo de fe y aparece en los más antiguos credos: "que fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, nació de María Virgen". Pero, igualmente, desde el principio esta creencia fue duramente atacada, y
bastaría citar a Celso quien burlándose de la creencia cristiana arguyó que Jesús fue concebido por la unión de María
con un soldado romano.

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Algunos rechazan la concepción virginal de Jesús debido a que igualmente rechazan todo lo sobrenatural que hay en los
evangelios y, por supuesto la resurrección. Pero, si quitamos lo sobrenatural de la Biblia, ¿qué queda, entonces de ella?
y, aún más ¿qué clase de Dios hemos forjado entonces?

Otros han aludido a que el origen de tal creencia ha de ponerse en relación a las historias míticas del mundo antiguo en
que los dioses tenían relaciones carnales con mujeres generando así los héroes o semidioses. Pero cualquiera que esté
familiarizado con tales mitos se dará cuenta de la inmensa diferencia entre ellos y los relatos evangélicos. Además tales
ideas eran completamente extrañas al pensamiento judío.

Finalmente otros han sostenido que el silencio de los otros escritores del Nuevo Testamento sería una prueba de que
ellos nada sabían de un nacimiento virginal. A esto hay que decir que tal doctrina no era parte de la proclamación pública
del evangelio y que por razones de reverencia hubo desde el principio una cierta reserva hacia ello, como en Lucas 3:23
podemos ver.

Importancia teológica del nacimiento virginal

Es obvio que la manera singular de la concepción del Verbo tuvo que suceder así por algún propósito. Era necesario que
el Redentor fuera nacido de mujer (Gálatas 4:4) para que tuviera la misma naturaleza que aquellos a quienes iba a
redimir, y además que fuera perfectamente santo, ya que ningún pecador podía reconciliar a los pecadores con Dios; así
que había de cumplir estos dos requisitos: humanidad completa y santidad perfecta. El primero requiere que él
participara de humanidad incluyendo su nacimiento y el segundo que su humanidad fuera santificada por el Espíritu
Santo desde el momento de su concepción. Porque de la misma manera que el semen del hombre lleva y transmite la
culpa y corrupción del pecado, igualmente ocurre con el óvulo de la mujer. ¿De dónde, entonces, le viene la
impecabilidad esencial a la humanidad de Cristo? Ya hemos dicho que eso proviene de la obra de santificación del
Espíritu Santo (Lucas 1:35).

Podríamos preguntar, pues, si el fundamento de la santidad de Cristo en su naturaleza humana es el Espíritu Santo ¿por
qué nació de una mujer virgen? Se han dado dos razones a esto: porque, de esta manera, quedaba establecido que el
Redentor venía a este mundo no por voluntad de varón y, porque así como era conveniente que Jesús no tuviese hijos
según la carne para conservarse siempre como totalmente Hijo del Padre, así también era conveniente que no tuviese
dos padres, a fin de mantenerse como Hijo único de un único Padre (Lucas 2:48-49). En otras palabras, la paternidad de
Dios Padre sobre el Hijo es tan absoluta que no admite otra paternidad ni aun en lo referente a su naturaleza humana;
no olvidemos que a causa de la unidad de persona en Cristo y de la comunicación de propiedades, si José hubiera
engendrado a Jesús hubiera sido padre del Verbo en su naturaleza humana. Era conveniente, pues, que el Unigénito
naciera sin concurso de varón.

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Lección 6ª - La impecabilidad de Cristo

Hay tres grados o niveles desde los cuales podemos contemplar y profundizar en la impecabilidad de Cristo. El primero y
más obvio es el de que no hubo pecado en él; sobre esto las Escrituras no dejan ninguna duda.

Evidencia de la Escritura

Sobre la inexistencia de pecado en Cristo tenemos en primer lugar sus propias declaraciones sobre sí mismo, como en
Juan 8:46, donde sus enemigos no pudieron responder al desafío. Jamás hizo ninguna confesión de pecado, ni siquiera
en los momentos previos a su muerte, cuando la conciencia humana está más sensibilizada hacia lo eterno y el juicio de
Dios. Su obediencia perfecta al Padre implica que no hubo ni siquiera un instante en que no estuviera en perfecta
comunión con él, cosa que hubiera sido imposible si hubiera pecado; véase a este respecto Juan 8:29 y nótese ahí la
importancia del adverbio "siempre", así como Juan 15:10.

Además de las declaraciones de Jesús sobre sí mismo tenemos la impresión que dejó en otros sobre su santidad y
justicia, en algunos casos llegando tal impresión a ser una confesión de la santidad esencial que sólo Dios tiene; véase
Marcos 1:24 y Lucas 5:8; en este último pasaje Simón Pedro es compelido a confesar su propia pecaminosidad al tiempo
que, implícitamente, declara la santidad de Cristo. Otros ejemplos son Mateo 3:14; 27:19; Lucas 23:41,47; Juan 19:6.

También tenemos en las Epístolas el testimonio de aquellos que estuvieron cerca del Señor y enseñaron enfáticamente
sobre este punto, como por ejemplo Hebreos 4:15; 7:26; 9:14; 1 Juan 3:5; 1 Pedro 1:19; 2:22. Así pues la Escritura no
deja duda sobre la inexistencia de pecado personal en Cristo.

Sin embargo la impecabilidad de Cristo tiene un segundo nivel más profundo que el de estar exento de pecado actual, y
éste es el de que además estuvo exento también de la culpa y mancha hereditaria que Adán transmite a todos sus
descendientes. Ya vimos en la lección anterior que por la acción del Espíritu Santo la humanidad de Cristo quedó
santificada esencialmente desde el mismo instante de su concepción, lo cual hizo posible que Cristo fuera el único
hombre después de Adán que no contrajo el pecado original, lo cual implica que en él no había la concupiscencia o
inclinación al mal que todos tenemos, lo que los teólogos escolásticos llamaron el "fomes peccati".

Esto tiene además otra consecuencia y es la de que todas las tentaciones que Jesús experimentó vinieron de fuera. Los
demás seres humanos estamos sujetos a tentaciones exteriores e interiores, que nacen de nuestra propia
concupiscencia (Santiago 1:14), pero debido a que en él no se daba esta condición las incitaciones a pecar que recibió
provinieron, no de su naturaleza sino del diablo, como los evangelistas aclaran en sus relatos (Mateo 4:1; Lucas 4:13).
Este último pasaje enseña que no solamente en el desierto pasó la tentación, sino que tuvo que ser una experiencia más
o menos-frecuente y que experimentó todo tipo de tentación, como Hebreos 4:15 dice, lo cual es de gran ayuda y
consuelo para los que hemos creído en él.

Del hecho de estar exento de culpa original se desprende que la tentación para Cristo tenía que ser una lucha más real
que lo es para nosotros, ya que en nosotros existe un "aliado" interno del enemigo externo, con lo que nuestro
antagonismo hacia el pecado está debilitado en gran manera; pero dado que en Cristo había una naturaleza pura y santa
en grado sumo, la incitación a pecar tenía que resultar por fuerza algo aborrecible y rechazable absolutamente. Lucas
nos ha dejado un vívido cuadro de esto (Lucas 22:44).

Non potuit peccare

Llegados a esta altura de nuestro estudio sobre la impecabilidad de Cristo casi estamos obligados a hacernos la
pregunta: pero ¿pudo pecar? Aquí estamos tocando el tercer nivel, que es el fundamento de los otros dos, sobre la
impecabilidad de Cristo. Cristo no pudo pecar ya que como expresa Tomás de Aquino: "el alma y cuerpo de Jesucristo
fueron como el órgano de la Deidad, que regía una y otro. Por lo cual, Jesucristo no podía pecar, como tampoco Dios lo
puede." Es decir que el fundamento último de la impecabilidad de Cristo es la unión hipostática, ya que cualquier pecado
cometido por la naturaleza humana de Jesús en virtud de la comunicación de propiedades hubiera sido imputado a la
persona del Verbo, que es Dios.
Esta imposibilidad de pecar es lo que los teólogos llamaron "non potuit peccare", es decir, "no poder pecar", condición
que sólo Cristo ha gozado, pero que los redimidos poseerán también el día de la resurrección por toda la eternidad.

Muchos se preguntan: si Cristo no podía pecar, ¿dónde está la libertad y el mérito de sus actos? A esto respondemos de
dos maneras: en primer lugar el poder pecar no pertenece a la esencia de la libertad, ya que de admitir esto nos
veríamos obligados a decir que Dios no es libre, ya que es imposible que Dios pueda pecar. Luego hubo libertad en los
actos de Cristo. En segundo lugar el mérito de sus actos radica en que hubo en el dos voluntades, una divina y otra
humana, como podemos ver en Lucas 22:42, pues allí la voluntad divina es la misma que la del Padre, pues no puede
haber oposición entre la voluntad del Padre y la del Hijo, pero vemos también en ese pasaje la voluntad humana de

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Jesús Ahora bien, hubo en todo momento un sometimiento perfecto de la voluntad humana a la divina, incluso en los
momentos más críticos, como el pasaje que hemos visto; por lo cual los actos humanos de Cristo tenían valor y mérito.
Sobre la libertad de Jesucristo véase Mateo 27:34 y Juan 10:17-18.

De lo que venimos diciendo se deduce entonces que no hubo progreso moral en Cristo, como algunos enseñaron
basándose en pasajes como Hebreos 2:10 y 5:8-9. En estos pasajes las referencias a Jesús como siendo hecho
perfecto habrían sido tomadas por algunos como que al principio no fue perfecto y sólo más tarde consiguió tal estado.
Pero hay que hacer constatar que tales pasajes no se refieren a perfección moral, sino a su preparación como víctima
para el sacrificio y para su oficio sacerdotal, para lo cual tenía que pasar por el sufrimiento para poder así identificarse y
comprender a los que había de socorrer.
Así pues, era propio que Cristo fuera probado a través del sufrimiento pues de otra manera ¿cómo habría demostrado
que es "piedra probada... de cimiento estable"? (Isaías 28:15).

Ha habido también quienes han argumentado que en base a Marcos 10:18 se puede afirmar que Cristo estaba negando
su propia bondad. Esto no es así, y se ha dicho que más bien lo opuesto es verdad, ya que en su respuesta Jesús está
desafiando al hombre a considerar las implicaciones de llamarle "bueno". Pero aparte de esto, la fuerza del argumento
de Jesús radica no tanto en que trata de corregir una mala interpretación sobre su persona, sino en corregir una mala
interpretación del concepto que el hombre tiene sobre la bondad. La actitud del hombre indica que concibe la bondad
como producto del esfuerzo humano, mientras que Jesús le muestra que la bondad sólo se encuentra en Dios. Así pues
no se puede inferir de este pasaje que Jesús no era perfecto o que no era uno con Dios.

Importancia teológica de la impecabilidad de Cristo

La impecabilidad de Cristo es asunto de vital importancia para la doctrina cristiana. Hay tres puntos que deben ser
considerados:

Es esencial para la efectividad de su obra salvadora. En efecto, sólo una persona impecable puede ser el canal del
perdón divino, Las Escrituras nos presentan a Cristo como redentor cuya misión es salvar a los hombres de sus pecados
(Mateo 1:21), pero ¿cómo podría habernos redimido si él mismo estaba en la necesidad de serlo, si admitimos la idea de
que hubo progreso moral en él? La expiación requiere sustitución; sólo uno enteramente justo puede sustituir a los
injustos (2 Corintios 5:21).

Es esencial para constituirlo perfecto sumo sacerdote. Como ya hemos visto al pasar por la experiencia de la tentación
sin pecar, Cristo puede perfectamente compadecerse (sympathia "sentir junto con") de nuestras debilidades y al mismo
tiempo, al estar en la presencia del Padre, nos representa. Véase Hebreos 4:5 y 7:26-28.

Es esencial para ser el hombre ideal. El pecado no es parte esencial de la naturaleza humana, y si la Escritura presenta
a Cristo como el hombre ideal, el postrer Adán, es necesario que sea libre del pecado que tuvo el primer Adán.

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Lección 7ª - Los tres oficios de Cristo

Introducción

Con la entrada del pecado Adán perdió tres atributos respecto a su relación con Dios y consigo mismo: conocimiento,
santidad y dominio; y en lugar de ellos los reemplazaron la ignorancia, la impureza y la esclavitud de la voluntad con
todos los devastadores efectos que los acompañan. Era pues necesario que el Redentor poseyera en toda su plenitud
estos tres atributos para que pudiera comunicarlos a los redimidos; tales atributos se manifiestan en los tres oficios de
Cristo: el de profeta (conocimiento), el de sacerdote (santidad) y el de rey (dominio).

La idea de estos tres oficios está implícita en el titulo "Cristo" que quiere decir Ungido. En efecto, en el Antiguo
Testamento la unción estaba vinculada con tres tipos de personas: los profetas (1 Reyes 19:16), los sacerdotes (Éxodo
30:30) y los reyes (1 Samuel 10:1), Y si bien en Israel tal unción nunca llevaba consigo el desempeño de las tres
funciones, especialmente la real y la sacerdotal (excepto el caso de Melquisedec, que es figura de Cristo), en el caso de
Cristo los tres oficios están unidos en su persona. La investidura pública y oficial de Jesús como profeta, sacerdote y rey
tuvo lugar en el momento de su bautismo en el río Jordán al ser lleno con el Espirito Santo (Lucas 3:22).

El hecho de que los tres oficios estén unidos en una persona ha engendrado algunas preguntas, como por ejemplo
¿cómo pueden operar los tres al mismo tiempo? Para responder a esto algunos han intentado dividir
cronológicamente los períodos de ejercicio de tales oficios, diciendo que Cristo cumplió su ministerio profético mientras
estuvo en la tierra, su oficio sacerdotal en la cruz, y su función real ahora que está sentado a la diestra del Padre. Sin
embargo tal división no hace justicia a la enseñanza del Nuevo Testamento, donde podemos ver que si bien los tres
oficios son distinguibles, al mismo tiempo son inseparables, lo cual no indica confusión sino que los tres se
complementan. Por ejemplo, Hebreos 10:5-7 enseña que toda la vida terrenal de Jesús fue una oblación ante el Padre,
que llegó a su clímax en el momento de la pasión y muerte en la cruz. Igualmente acostumbrados a pensar en la
crucifixión como el instante de suprema humillación del Hijo de Dios, nos sorprendería mucho ver que Jesús vio en ello
su "hora" de gloria; nótese el término "levantar" con su significado de ensalzar que le da al hecho de ser crucificado
(Juan 12:32). También en ese instante Jesús está declarando, como profeta, el amor del Padre a los hombres.

Así pues, era necesario que por razón del pecado y de la pérdida de conocimiento de Dios, del estado de pureza y de
dominio sobre sí y sobre las criaturas, que el hombre tenia en su condición original, el Redentor fuera profeta que
declara a Dios a los hombres (Juan 1:18), que fuera sacerdote que reconcilia a los hombres con Dios (1 Pedro 3:18), y
que fuera rey que ejerce dominio y gobierna sobre todo (Hebreos 2:9).

Cristo profeta

Uno de los propósitos de los profetas en el Antiguo Testamento era comunicar la voluntad de Dios a los hombres, lo cual
podría quedar resumido en la expresión "así ha dicho Jehová". El gran pasaje que anuncia la venida del Profeta por
antonomasia es Deuteronomio 18:15, basándose en el cual los judíos esperaban con expectación su venida; nótese la
pregunta que sobre este punto se le hizo a Juan el Bautista (Juan 1:21).

Los apóstoles identificaron a Cristo con el anunciado en Deuteronomio según Pedro afirma en Hechos 3:22-23;
compárese también el mandato "a él oiréis" con el que hay en Marcos 9:7 "a él oíd", en un momento en el que
precisamente Jesús está con Moisés y Elías, y en el que el Padre le distingue a. él como Hijo por encima de estos dos
profetas.
Hay por consiguiente una continuidad entre la revelación profética del Antiguo Testamento y Jesús; pero, al mismo
tiempo, existe un salto cualitativo entre aquéllos y éste, como el autor de la carta a los Hebreos deja patente: "Dios,
habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros
días nos ha hablado por el Hijo..." (Hebreos 1:1-2). Es decir, que la revelación traída por los profetas fue parcial, ya que
se hizo a través de muchos hombres, en muchas ocasiones, y en muchas formas; pero en contraste con esto la
revelación traída por el Hijo es completa y final, por cuanto al ser la imagen del Padre puede revelarle perfectamente, y
con esto coincide lo que Juan declara del Verbo, que es el
único que puede dar a conocer ("exegésato"= explicar) al Padre, al cual nadie vio jamás (Juan 1:18).

Sí la autoridad de los otros profetas descansaba en la palabra de Dios, Jesús emplea la expresión "yo os digo", en
contraste con el "así ha dicho Jehová".

La obra profética de Cristo

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Hay tres maneras en que la obra profética de Cristo puede ser vista. En primer lugar antes de su Encarnación, pues ya
en el Antiguo Testamento hay evidencias de él ejerciendo su oficio profético, y esto en dos formas: una directa y otra
indirecta. La primera tiene que ver con los pasajes donde aparece como el Ángel del Señor y también personificado
como la Sabiduría en Proverbios 8. La segunda forma, indirecta, es a través del ministerio de los profetas, en quienes
residía el Espíritu de Cristo, y por tanto hablaba a través de ellos (1 Pedro 1:11).

La segunda manera. en que Cristo puede ser visto como Profeta es durante su ministerio terrenal. Ya hemos visto que la
predicción de Deuteronomio 18:15 se cumple en Cristo; pero a través de los evangelios podemos ver que se atribuye
tener un mensaje de Dios para los hombres (Juan 12:49; 14:10; 15:15), las "señales" que hace muestran que es el
profeta (Juan 6:14). Jesús habla de sí mismo como un profeta (Lucas 13:33) y es reconocido así por la gente (Mateo
21:11,46; Lucas 7:16; 24:19; Juan 7:40).

En tercer lugar Cristo después de su Ascensión continúa, ejerciendo este oficio, de una manera indirecta, a través del
Espíritu Santo en los corazones de los creyentes (Juan 16:12-14) y a través del ministerio de predicación del evangelio
por la Iglesia (Apocalipsis 19:10).

Cristo sacerdote
.
Si el profeta es alguien que representa a Dios ante los hombres y les trae un mensaje de su parte, el sacerdote es un
representante de los hombres ante Dios y su función es la de ofrecer sacrificios y la de hacer intercesión.
Otro contraste entre ambos oficios es que si el de profeta es, como hemos visto, anterior a la Encarnación, el oficio
sacerdotal de Cristo, al descansar sobre su humanidad, tiene que estar obligatoriamente ceñido a su humanidad
(Hebreos 2:14-18; 4:14-5:9).

Por otra parte para que el sacerdocio sea, legítimo ha de ser constituido por Dios (Éxodo 28:1), lo cual se declara
explícitamente de Cristo en el Salmo 110:4. Es de tanta importancia este pasaje que el autor de Hebreos lo cita en varias
ocasiones para demostrar la legitimidad del sacerdocio de Cristo; y no sólo su legitimidad sino también su superioridad
sobre el sacerdocio aarónico, y esto último por varios motivos: en primer lugar el sacerdocio de Cristo es eterno, por
tanto intransferible, en contraste con los sacerdotes antiguos que pasaban su oficio de padres a hijos (Hebreos 7:23-24) ;
en segundo lugar el sacerdocio de Cristo está fundado en el juramento de Dios (Hebreos 7:21), y en tercer lugar en la
santidad absoluta de Cristo (Hebreos 7:26-28).

Este pasaje del Salmo 110 es muy importante además porque subraya algo que en el Antiguo Testamento estaba
disociado: el oficio sacerdotal y el real; pero en dicho pasaje ambos oficios confluyen en una sola persona (Salmo
110:1,4). Ya dijimos que había un precedente de esto en Melquisedec, sacerdote y rey al mismo tiempo (Génesis 14:18)
y en quien el autor de Hebreos ve una figura de Cristo (Hebreos 7:1-3).
Resta indicar que el sacerdote al ser representante de los hombres ante Dios, ha de participar de las flaquezas,
debilidades y fragilidad de los que va a representar, así como experimentar el sufrimiento y la tentación para poder ser
un genuino representante. Pues bien, todo esto se ha dado en Cristo, de modo que en él tenemos a alguien que puede
compadecerse de nosotros plenamente (Hebreos 2:18; 4:15; 5:2,7).

El oficio de sacerdote consiste en ofrecer sacrificio por los pecados. Esto lo hizo Cristo al ofrecerse a sí mismo (Hebreos
7:27; 9:14), con lo que es al mismo tiempo ofrendante y ofrenda, es decir, sacerdote y víctima. La eficacia del sacrificio
de Cristo se prueba por el hecho de que con una sola ofrenda ha quitado de en medio el pecado (Hebreos 9:26; 10:12),
nótese la fuerza del "una vez para siempre" (10:14).
La raíz de la eficacia del sacrificio de Cristo está en que al haber vivido según la voluntad de Dios, su vida (su sangre)
tiene poder expiatorio, cosa que no tenían los sacrificios de animales (Hebreos 10:4).
La demostración de que Dios ha aceptado esta ofrenda expiatoria es que ha sentado a Cristo a su diestra, tras
resucitarlo de entre los muertos (Hebreos 10:12).

El otro oficio del sacerdote consiste en interceder. También en este aspecto Jesús ha llenado plenamente esta función;
véase como ejemplo Juan 17 que se ha dado en llamar la oración sacerdotal, donde Jesús ruega por los discípulos y por
los que han de creer (Juan 17:9.15,20). También en la cruz intercedió por sus enemigos (Lucas 23:34). Pero esta función
no queda circunscrita al pasado, ya que está ejerciéndola ahora ante Dios Padre (Romanos 8:34; Hebreos 7:25).

Cristo Rey

Los pasajes en el Antiguo Testamento sobre el reinado del Mesías son abundantes; véase por ejemplo Isaías 9:7;
Jeremías 23:5-6; Miqueas 5:2; Zacarías 9:9.
En cuanto Dios que es, Jesús gobierna el universo, pero hay otro sentido en el cual ejerce esta actividad de dominio
sobre todo, y esto es lo que tiene que ver con el Reino por el cual todas las cosas son puestas bajo la jefatura de Cristo,

17
a través de quien Dios ejerce su dominio sobre todo. Hay otra razón por la que Cristo ha sido hecho cabeza de todo, es
la de restituir al dominio del hombre la creación que por el pecado escapó de su señorío.

La naturaleza de este reino es espiritual como Jesús dejó claro en alguna ocasión (Juan 18:36) corrigiendo así las
interpretaciones nacionalistas que sobre este asunto corrían. Es espiritual porque ha de comen zar en el corazón de los
hombres que han de someterse a la voluntad de Dios en sus vidas. La entrada a este Reino es por regeneración y
arrepentimiento, condiciones sin las cuales uno queda excluido de él (Mateo 18:3; Juan 3:3). Es espiritual igualmente
porque avanza, no por la fuerza de amas terrenales, sino por poder espiritual (2 Corintios 10:4).

Jesús habló del Reino como de algo presente (Mateo 12:28; Lucas 17:21), y a la vez futuro, que será plenamente
manifestado por notables acontecimientos (Mateo 24:2-14; Lucas 22:29-30; 2 Timoteo 4:18). A la luz del oficio regio de
Jesucristo se comprende el pasaje de 1 Corintios 15:28, donde el apóstol no habla en absoluto de subordinacionismo del
Hijo respecto del Padre, sino sólo en cuanto a que se habrá consumado entonces el propósito por el cual Cristo ha sido
constituido Rey.

Respecto a la persona del Rey hallamos algunas de sus cualidades ya anunciadas en el Antiguo Testamento. El Salmo
45 describe algunos de sus atributos personales: hermosura, gracia, verdad, justicia, etc. La unción que recibe refuerza
estas cualidades y lo hacen idóneo para la alta función que ha de ejercer. En efecto, el Espíritu Santo va a asistirle para
darle los dones propios que un Rey de tales características va a necesitar (Isaías 11:2).
Los apóstoles vieron el cumplimiento de estos anuncios en Jesús (Mateo 21:5) y Jesús mismo reclamó para sí este oficio
(Juan 18:37); ésta fue la razón que decidió finalmente para condenar a Jesús (Juan 19:12-16). A este respecto es
necesario observar que el Señor no ha terminado su propósito con Israel (Oseas 3:4-5).

Para finalizar este estudio sobre los tres oficios de Cristo diremos que en lo que respecta a los cristianos, éstos han sido
investidos también con ellos, porque lo que confiere esta dignidad es la unción y ésta descansa sobre aquél que es la
Cabeza, por lo que los miembros participan también de ella; además los miembros mismos han sido ungidos, cada uno
en particular de manera que son profetas, sacerdotes y reyes (1 Pedro 2:9).

18
Lección 8ª - La resurrección y ascensión de Cristo

En las lecciones precedentes hemos estado tratando sobre el estado de humillación de Cristo que Pablo describe en el
famoso pasaje de Filipenses 2:6-8. ¿En qué consistió dicha humillación? Algunos han sostenido que consistió en que el
Verbo encarnado renunció durante su vida terrenal al ejercicio de los atributos divinos de omnisciencia, omnipresencia y
omnipotencia, y que tras la resurrección los tomó de nuevo; es decir que el Verbo era Dios antes de la Encarnación, dejó
de serlo plenamente durante la vida terrenal de Jesús, y volvió a serlo tras la resurrección. Pero esta teoría (llamada
"kénosis", que significa "despojarse", "vaciarse" de Filipenses 2:7) convertiría a la Encarnación en una especie de
metamorfosis, en la que Dios se convierte en hombre para luego volver a convertirse en Dios, lo cual está más cerca de
las mitologías paganas que de la revelación bíblica. Esta teoría además es fatal para la doctrina cristiana de la
inmutabilidad de Dios, que no admite cambios en él.

Parece más justo decir que la humillación del Hijo de Dios consistió dejar a un lado la manifestación de gloria y majestad
divinas, en sujetarse a la Ley y a la voluntad del Padre, hasta el punto de morir en la cruz, sin que por ello su naturaleza
divina sufriera menoscabo alguno.

En esta y en la siguiente lección vamos a tratar el estado de exaltación de Cristo, que consta de cuatro partes: la
resurrección, la ascensión, su estadía a la diestra del Padre, y su segunda venida. El apóstol Pablo menciona tras su
humillación hasta la muerte, la exaltación de que es objeto por parte de Dios (Filipenses 2:9). Debido a que el Hijo de
Dios en cuanto hombre sufrió y murió por el pecado, igualmente ha sido galardonado y exaltado también en cuanto
hombre, pues es obvio que su naturaleza divina no puede ser premiada, pues nade le falta. No obstante, el sujeto de la
humillación y la exaltación es la persona del Verbo, aunque en su condición de Verbo encarnado.

La resurrección

En el Antiguo Testamento encontramos algunas referencias a los padecimientos, muerte y resurrección del Mesías,
sobre lo cual el mismo Jesús tuvo que refrescar la memoria a los confundidos discípulos que iban a Emaús (Lucas
24:26). Véase Job 19:25; Salmo 16:10, que tanto Pedro como Pablo aplican a Cristo (Hechos 2:27; 13:35), e Isaías
53:10. Igualmente el Señor vio en el suceso de Jonás con la ballena una figura de lo que habría de acontecerle a él
mismo, en el sentido de ser sepultado y resucitar (Mateo 12:40).

Todas las predicciones que Jesús hizo sobre sus padecimientos fueron acompañadas sobre otras respecto a su
resurrección (Marcos 8:31; 9:31; 10:33-34). También es tema frecuente en las epístolas (véase 1 Corintios 15:3-8 y
nótese la importancia que se da al hecho de haber sido testigo de primera mano del Señor resucitado).
La resurrección es un hecho histórico, a pesar de que se han hecho intentos de explicarla en términos de alucinación,
robo, etc. Pero tales intentos han fallado en explicar convincentemente, algunos hechos, como por ejemplo la tumba
vacía. El que la tumba donde estuvo sepultado el cuerpo de Jesús estuviera vacía es algo en lo que concordaban los
discípulos, la guardia y los principales sacerdotes (Mateo 28:11). Ante este acontecimiento quedan dos alternativas: o el
cuerpo fue retirado de allí por manos humanas o fue levantado por el poder de Dios. Los que prefieren la primera
explicación tienen que explicar quién lo robó, cómo y por qué. Es obvio que los romanos no iban a hacer tal cosa y
mucho menos los judíos, pero ¿cómo pudieron los discípulos robar un cadáver de una tumba sellada y con una guardia
romana? Recuérdese el estado anímico en el que los discípulos estaban, sobrecogidos por el miedo. Por otro lado si se
hubiera tratado de un robo la precipitación del momento se habría dejado notar en las huellas dejadas en la tumba, pero
los lienzos y el sudario que habían estado sobre el cuerpo y la cabeza de Jesús estaban en la misma posición solamente
que sin cuerpo (Juan 2 0: 5-7).

En segundo lugar hubo un cambio radical en la actitud de los discípulos y en el crecimiento de la Iglesia. Se ha dicho que
quien niega el milagro de la resurrección ha de explicar otro mucho mayor: el del surgimiento y extensión de la Iglesia.
Por otra parte resulta difícil aceptar que unos hombres que sabían en el fondo de su corazón que todo era una farsa
dieran su vida hasta la muerte por una causa fraudulenta.

En tercer lugar está la experiencia cristiana por la cual millones de personas a lo largo de las edades y procedentes de
todas las culturas han afirmado que Cristo resucitado mora en ellos en forma personal (Gálatas 2:20) y ha transformado
sus vidas.

El agente de la resurrección

Ya vimos en lecciones anteriores que existe una unidad de operaciones en la Trinidad que proviene de la unidad de
esencia; y vimos que la Biblia adjudica la obra de la creación del mundo al Padre, al Verbo y al Espíritu Santo.
Igualmente cuando estudiamos la Encarnación vimos que, si bien fue el Hijo el que se hizo hombre, también el Padre y
el Espíritu Santo fueron agentes de dicha operación. Llegados ahora al hecho de la resurrección cabe la pregunta:
¿Quién resucitó a Cristo? La Escritura no duda en asignar dicha operación al Padre (Efesios 1:20), pero en otros lugares

19
al Espíritu Santo (Romanos 1:4; 8:11) y aun mismo no vacila en afirmar que será él quien levantará su cuerpo (Juan
2:19).

La naturaleza de la resurrección

En la Biblia hay algunos ejemplos de personas que tras morir fueron milagrosamente devueltos a la vida, como el caso
de Lázaro por ejemplo. Pero en el caso de Cristo hay un carácter único en tal hecho, y la Escritura usa términos para
describirlo como "primicias de los que durmieron" (1 Corintios 15:20) y "primogénito de entre los muertos" (Colosenses
1:18). También la Escritura enseña que por su resurrección Cristo ha sido puesto como Cabeza de una nueva
humanidad (1 Corintios 15:22), la cual ha sido levantada a un nivel más alto que el hombre tuvo antes de su caída. Por
otro lado todos los casos de personas resucitadas muestran que volvieron a morir, pero no así en el caso de Cristo
(Romanos 6:9).

Hay otra distinción que debe ser tenida en cuenta: el cuerpo resucitado de Cristo ya no estaba sujeto a las limitaciones
propias de nuestra naturaleza (Lucas 24:31), pero al mismo tiempo hay que subrayar que era un cuerpo y no un
fantasma (Lucas 24:39). Un cuerpo espiritual es aquel que está adaptado a una nueva y celestial esfera, y en ese
sentido nuestro cuerpo cuando resucite será como el del Señor (Filipenses 3:21), pero hay una continuidad entre ambos
cuerpos (el cuerpo de humillación y el cuerpo de gloria) similar a la continuidad que hay entre la semilla y la planta que
de ella sale (1 Corintios 15:36-37).

El significado de la resurrección

La importancia de la resurrección de Cristo para la fe cristiana es fundamental, al punto de que sin tal verdad todo lo
demás es sin sentido (1 Corintios 15:17). Hay cuatro puntos sobre los cuales incide fuertemente: en primer lugar sobre la
persona de Cristo, ya que la resurrección declara su Deidad (Romanos 1:4) e igualmente prueba que lo que Jesús dijo
sobre sí mismo ha sido confirmado por Dios (1 Juan 5:9). En segundo lugar la resurrección significa el cumplimiento de
nuestra salvación, pues es la señal que evidencia que la ofrenda expiatoria del Calvario ha sido acepta delante de Dios
(1 Juan 5:9). En tercer lugar transforma la actitud del cristiano ante la muerte, que ya no es más el enemigo terrible e
invencible (1 Corintios 15:55) y que es la base de nuestra esperanza (1 Tesalonicenses 4:14). Y en cuarto lugar la
resurrección de Cristo incide en la doctrina cristiana de la santificación; en efecto, si nuestro cuerpo ha de resucitar eso
significa que he de guardarlo en santidad como mi alma y mí espíritu (Romanos 6:13).

La ascensión

El mensaje cristiano afirma que el que resucitó de los muertos también ascendió al cielo. Además de los relatos sobre
este acontecimiento en Lucas 24:50-53 y Hechos 1:6-11, hallamos algunas predicciones de Jesús sobre este hecho
(Juan 6:62; 14:12; 20:17) y referencias esparcidas por las epístolas (Efesios 1::20; 4:8-10; 1 Timoteo 3:16; Hebreos 4:14;
9:24). La ascensión es la consecuencia de la humillación de Cristo (nótese la fuerza del "por lo cual" en Filipenses 2:9).

El significado de la ascensión

En primer lugar la ascensión significa que Cristo ha sido constituido Cabeza del universo entero, incluyendo todo tipo de
autoridad y potestad (Efesios 4:10), lo cual manifiesta su victoria sobre las potencias adversas a Dios y el derecho a
repartir el botín de su triunfo entre los suyos (Efesios 4:8).

En segundo lugar, y conectado con lo anterior, la ascensión marca el comienzo de una nueva etapa en la obra de Cristo
y la efusión del Espíritu Santo en los creyentes (Juan 16:7).

En tercer lugar la ascensión supone que el Hijo está con su naturaleza humana en presencia del Padre, lo cual es vital
para su ministerio sacerdotal a nuestro favor (Hebreos 9:24).

En cuarto lugar la ascensión es vista por Jesús en ciertos pasajes como una vuelta al Padre para preparar lugar para
nosotros (Juan 14:2).

Por último, es algo que cada creyente debe aplicarse a sí mismo en su propia experiencia, ya que al estar unido con
Cristo ha sido ascendido en los lugares celestiales a esa posición (Efesios 2:6).

20
Lección 9ª - La estadía de Cristo a la diestra del Padre y su retorno

En el Nuevo Testamento se dice en repetidas ocasiones que Cristo está "sentado a la diestra del Padre"; y es también
uno de los artículos de fe contenido en el Credo de los Apóstoles. Este pensamiento arranca del Salmo 110:1 y dicha
expresión sugiere dos cosas: que el personaje así exaltado recibe el mismo honor que el que está en el trono, en este
caso Dios, y que participa de las funciones propiamente exclusivas del Soberano, esto es, gobernar y juzgar. Jesús
reivindicó para sí esta posición en el momento crítico en que Caifás le preguntó si él era el Cristo (Mateo 26:64); en ese
pasaje podemos ver que la respuesta de Jesús es la conjunción de dos grandes textos mesiánicos: el que hemos
considerado del Salmo 110, en el que la idea predominante es la de triunfo sobre sus enemigos, y el de Daniel 7:13-14,
en el que se subraya la soberanía absoluta del personaje allí mencionado.

Los apóstoles volvieron sobre esta idea como algo ya cumplido en Cristo (Hechos 2:33-35; Romanos 8:34; Efesios 1:20-
22; Hebreos 10:12; 1 Pedro 3:22). El estar a la diestra del Padre implica también que toda otra autoridad ha de estar
necesariamente sujeta a su voluntad, con lo que subyuga completamente las fuerzas hostiles a Dios y su propósito. La
expresión “diestra de Dios" es antropomórfica y no debe ser tomada en un sentido materialista; sin embargo, al mismo
tiempo, hay que hacer notar que dicha expresión denota la idea de "lugar". Como el reverendo R. A. Torrey ha señalado:
"Aunque Dios está en un sentido en todas partes, hay un lugar donde él peculiarmente se manifiesta a sí mismo y su
gloria; un lugar donde puede decirse que mora en una forma en que no lo hace en ningún otro lugar. Jesucristo está a su
diestra en ese lugar.”

La idea de "estar sentado" no debe ser entendida como que Cristo ahora está inactivo, sino más bien tal idea comporta
que la obra de expiación ha sido consumada (nótese que el autor de Hebreos en dos ocasiones, Hebreos 1:3; 10:12,
enseña que tras hacer expiación se ha sentado a la diestra de Dios); y también dicha postura indica posición (Salmo
29:10). Ya vimos en la lección sobre los tres oficios de Cristo que continúa ejerciéndolos en la presente era; y el hecho
de estar a la diestra de Dios intensifica el ejercicio de tales oficios. En efecto, ya hemos venido considerando que estar a
la diestra de Dios significa participación en el poder real, lo cual nos habla del primer oficio, el de rey. También como
sacerdote dicha posición le concede que su labor intercesora a nuestro favor resulta ser eficacísima (Hebreos 7:24,25);
en este sentido hay que hacer notar su función que como abogado (parakletos) ejerce en nuestro favor ante el Padre (1
Juan 2:1-2), aplicando los méritos de su propiciación sobre nuestros pecados. Un significado de la palabra parakletos es
el que defiende o aboga la causa de otro. Y finalmente Cristo ejerce su oficio profético en la iglesia a través del Espíritu
Santo (véase Hechos 1:1 donde se habla de "las cosas que Jesús comenzó a hacer y enseñar”, con lo que está claro
que tal ministerio continúa ejerciéndolo después de su ascensión).

El retorno de Cristo

La cuarta etapa en el estado de exaltación de Cristo es la de su retorno personal y visible a la tierra. La Biblia se cierra
con la promesa de Jesús “Ciertamente vengo en breve" y el anhelo expectante de los suyos “Amén; sí, ven, Señor
Jesús." (Apocalipsis 22:20).

En el Nuevo Testamento encontramos tres palabras diferentes para expresar el retorno de Cristo:
1. Apocalipsis. Este vocablo en su sentido básico significa "desvelar" o "descubrir" y se aplica a las cosas divinas
que estaban ocultas pero que son dadas a conocer por el Espíritu Santo. Los escritores del Nuevo Testamento lo usan
respecto a la segunda venida del Señor (1 Corintios 1:7; 2 Tesalonicenses 1:7; 1 Pedro 1:7,13).
2. Epifanía. Esta palabra significa "aparición" o "manifestación". Los griegos la usaban para referirse a las
manifestaciones gloriosas de sus dioses y especialmente de su venida para ayudar. Es algo que apela a los sentidos y la
consecuencia de que ha habido primero una revelación; es decir que Apocalipsis precede a epifanía. Esta palabra se
usa en el Nuevo Testamento para ambas venidas de Cristo, pero especialmente la segunda (2 Tesalonicenses 2:8; 1
Timoteo 6:14; 2 Timoteo 1:10; 4:1,8; Tito 2:13).
3. Parusía. Significa "presencia" en el sentido de presencia personal y se usa para la llegada o venida de alguien
(1 Corintios 6:17; 2 Corintios 10:10); por supuesto se utiliza en el Nuevo Testamento para describir el retorno personal de
Jesús desde el cielo (Mateo 24:3,27,39; 1 Tesalonicenses 2:19; 3:13; 4:15; 5:23; 2 Tesalonicenses 2:1,8; 2 Pedro 3:4).

Resumiendo pues podríamos decir que el retorno del Señor a la tierra, será una revelación personal, visible y gloriosa.

El propósito de su retorno

Según el Nuevo Testamento hay un doble propósito en su retorno. En primer lugar vendrá como Juez, lo cual implica la
condenación del mundo incrédulo (Mateo 25:31-46; 2 Tesalonicenses 1:7-9). En segundo lugar su retorno significará la
consumación de la salvación de los creyentes (Hebreos 9:28) y que ellos serán transformados a su semejanza
(Filipenses 3:20-21) para estar "siempre con el Señor" (1 Tesalonicenses 4:17).

21
La victoria final

Aunque Cristo ha sido exaltado, aun después de su retorno hay un enemigo que permanece sin ser destruido: la muerte;
la Escritura le llama el postrer enemigo, ya que será el último en ser derrotado. Un importante pasaje es 1 Corintios
15:24-28 donde se habla del "fin" (telos), que significa consumación o meta, y lo cual envuelve el triunfo definitivo sobre
la muerte misma. En relación con esto está el hecho de que la victoria final de Cristo traerá consigo una liberación y
renovación de toda la creación, sujeta a corrupción por el pecado (Romanos 8:19-21). Véase también Efesios 1:18;
Colosenses 1:20 y Apocalipsis 21:5.

El reino sujeto al Padre

La señal de que la obra de Cristo ha llegado a su propósito y plenitud será que hará entrega del reino al Padre (1
Corintios 15:28). Como dice Calvino: “Ciertamente el reino del Hijo de Dios, ni tuvo principio ni tampoco tendrá fin. Mas
así como se humilló tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres, dejando a un lado la gloria de su
majestad, y se sometió al Padre para obedecerle... de la misma manera someterá después al Padre ese gran imperio...
para que sea todo en todos.'' Es decir, que la subordinación de que se habla en ese pasaje no es esencial, sino
instrumental; no tiene que ver con la naturaleza de las personas, sino con la obra realizada; solamente estará acabada la
obra de redención cuando el agente redentor se sujete a Dios mismo.

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Contenido
Lección 1ª ‐ La humanidad de Cristo ...................................................................................................................................... 1 
Introducción ....................................................................................................................................................................... 1 
Declaraciones de Jesús .................................................................................................................................................. 1 
La evidencia de los evangelios ...................................................................................................................................... 2 
El testimonio apostólico .................................................................................................................................................. 2 
Importancia teológica de la humanidad de Cristo ....................................................................................................... 2 
Lección 2ª ‐ La Deidad de Cristo ............................................................................................................................................. 4 
Introducción ....................................................................................................................................................................... 4 
La conciencia que Cristo tenía de su Deidad .............................................................................................................. 4 
La evidencia de los evangelios ...................................................................................................................................... 4 
Los nombres Verbo y Señor ........................................................................................................................................... 5 
El testimonio apostólico .................................................................................................................................................. 6 
Pasages que sugieren subordinación ........................................................................................................................... 6 
Importancia teológica de la Deidad de Cristo .............................................................................................................. 6 
Lección 3ª ‐ La Encarnación .................................................................................................................................................... 7 
Evidencia en la Escritura ................................................................................................................................................ 7 
La unión hipostática ......................................................................................................................................................... 7 
Lección 4ª ‐ Errores sobre la persona de Cristo ...................................................................................................................... 9 
Docetismo ......................................................................................................................................................................... 9 
Ebionismo .......................................................................................................................................................................... 9 
Las grandes controversias ............................................................................................................................................. 9 
Arrianismo ....................................................................................................................................................................... 10 
Apolinarismo ................................................................................................................................................................... 10 
Nestorianismo ................................................................................................................................................................. 10 
Eutiquianismo ................................................................................................................................................................. 10 
Declaración de Calcedonia ........................................................................................................................................... 10 
Lección 5ª ‐ El nacimiento virginal ........................................................................................................................................ 12 
La madre del Señor fue virgen ..................................................................................................................................... 12 
Objeciones al nacimiento virginal ................................................................................................................................ 12 
Importancia teológica del nacimiento virginal ............................................................................................................ 13 
Lección 6ª ‐ La impecabilidad de Cristo ................................................................................................................................ 14 
Evidencia de la Escritura .............................................................................................................................................. 14 
Non potuit peccare ......................................................................................................................................................... 14 
Importancia teológica de la impecabilidad de Cristo ................................................................................................ 15 

23
Lección 7ª ‐ Los tres oficios de Cristo ................................................................................................................................... 16 
Introducción ..................................................................................................................................................................... 16 
Cristo profeta .................................................................................................................................................................. 16 
La obra profética de Cristo ........................................................................................................................................... 16 
Cristo sacerdote ............................................................................................................................................................. 17 
Cristo Rey ........................................................................................................................................................................ 17 
Lección 8ª ‐ La resurrección y ascensión de Cristo ............................................................................................................... 19 
La resurrección ............................................................................................................................................................... 19 
El agente de la resurrección ......................................................................................................................................... 19 
La naturaleza de la resurrección ................................................................................................................................. 20 
El significado de la resurrección .................................................................................................................................. 20 
La ascensión ................................................................................................................................................................... 20 
El significado de la ascensión ...................................................................................................................................... 20 
Lección 9ª ‐ La estadía de Cristo a la diestra del Padre y su retorno .................................................................................... 21 
El retorno de Cristo ........................................................................................................................................................ 21 
El propósito de su retorno ............................................................................................................................................. 21 
La victoria final ................................................................................................................................................................ 22 
El reino sujeto al Padre ................................................................................................................................................. 22 

24

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